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JUEVES, 6 MAYO 2010
LA CONTRA
E
n el ejército israelí estudié
las reacciones de los solda-
dos ante el miedo y el estrés.
¿Y qué descubrió?
Algunas cosas, pero después
de 50 años investigandoel es-
trés y el sistema inmunológico; la esperanza
y el deterioro cognitivo en la Universidad
Hebrea, Stanford, Berkeley, la Rockefeller y
el National Health Institute de EE.UU.
Pues cuénteme...
Somos primates...
¡Qué me va a contar!
Y por eso nuestro sistema fisiológico está
adaptado a miles de años en la selva. Allí las
situaciones de estrés eran cortas e intensas.
O corres o te come el león.
Como un susto tremendo, pero corto. Y por
eso ese estrés repentino de corta duración
fortalece nuestro sistema inmunológico.
Si sobrevives al león.
... En cambio, el estrés moderno: ese que
produce quedarse en paro o –peor aún– te-
ner miedo a quedarse en paro o un jefe inso-
portable o la pareja mal avenida...
Angustia tenue, difusa e inacabable.
Es peor que el encuentro con el león porque
no estamos preparados para él y, al contra-
rio que el otro, deprime nuestro sistema in-
munológico.De ahí que esas situaciones aca-
ben a menudo por propiciar enfermedades
crónicas o hasta un cáncer.
¿Cómo paliar ese estrés de cada día?
Estamos preparados para afrontar tragedias
instantáneas pero no largos e interminables
culebrones. Así que rompa la tensión coti-
diana. Búsquese un momento sólo para us-
ted: sin móvil, sin e-mails, sin obligaciones...
¿Un año sabático? ¿Una semanita?
Es suficiente con quince minutos cada día.
Yo paseo cada mañana solo por las monta-
ñas de Haifa mirando el mar un cuartito de
hora. Y luego vuelvo nuevo a trabajar.
¿Cómo trataban ustedes a los soldados
con estrés postraumático?
Hay que actuar de inmediato: sacar al afecta-
do del servicio y aislarlo para que se desaho-
gue largo y tendido: llorar, expresarse...
¿Fuerzan un desahogo inmediato?
Sí, por eso es mejor aislarlo, para que no se
contenga ni reprima por vergüenza ante sus
compañeros, pero después de ese desahogo
lo devolvíamos inmediatamente a su uni-
dad, a su vida normal, sin dejar que se consi-
derara a sí mismo enfermo. Creo que ese pa-
trón sirve en la vida civil.
¿Y qué aprendió de la esperanza?
Su relación con la negación de la evidencia.
No sé si la veo.
Un fumador inteligente, por ejemplo, es de-
masiado listo como para negar la evidencia
de que el tabaco le perjudica, así que negará
de forma indirecta: dirá que sí va a dejarlo
“pero no ahora”.
¿Todos los adictos niegan así?
También creen que las consecuencias de la
adicción afectarán a todos los demás adic-
tos menos –y no querrán profundizar en el
porqué– a ellos mismos. Así utilizan la capa-
cidad de nuestro cerebro de saber y no sa-
ber al mismo tiempo. A menudo, a esa capa-
cidad la denominamos esperanza.
¿...?
Lo observará no sólo con los adictos: tam-
bién muchos enfermos terminales tienen el
suficiente miedo para investigar lo que les
pasa, pero sólo hasta cierto punto. A partir
de ese cierto punto, el enfermo no quiere
saber más. Niega la evidencia para dejar al-
gún hueco a la esperanza.
¿Verdad a medias duele la mitad?
Y es más cómoda. Mantener la lucidez es
un ejercicio tan duro como mantener la lí-
nea y no es una frase: la forma mental se
mantiene exactamente igual que la física.
¿Sudando?
Sí, luchando contra la rutina producto de
nuestro innato sentido del mínimo esfuer-
zo: desafiando la comodidad, el inmovilis-
mo, la pereza mental, la aversión al cambio.
Por ejemplo.
Los occidentales acostumbramos a ideali-
zar una vida en la que puedas vivir cerca de
donde has nacido y si puede ser en la misma
empresa siempre...
El ideal de ser funcionario del catastro.
Y nuestro cerebro para mantenerse en for-
ma necesita justo lo contrario: desafío, reto,
exigencia, cambio, movilidad.
Casi la mitad de los españoles vive en la
misma ciudad donde nació.
Pues mal: no hay mejor estimulante mental
que el cambio de trabajo, de ambiciones, de
ciudad, de idioma, de cultura, de país.
El destierro es una maldición bíblica.
Pero muy saludable para el cerebro y para
las sociedades que se renuevan con el es-
tímulo mental de los recién llegados.
¿Es una aseveración científica?
Demostrable. Desde 1983 podemos obser-
var cómo determinadas áreas neuronales se
iluminan en pantalla al activarse.
¿Y eso qué probaría?
Demostré que era porque recibían más oxí-
geno, luego revivían, se rejuvenecían, crea-
ban nuevos circuitos... Si no usas esos circui-
tos y activas nuevos, pierdes neuronas igual
que si no usas músculo lo pierdes.
“Use it or lose it” (úsalo o piérdelo)
Por eso me especialicé en diseñar progra-
mas para ejercitar el cerebro.
¿El ajedrez o los videojuegos sirven?
Sólo para jugar al ajedrez o al videojuego:
los ejercicios mentales para ser efectivos de-
ben ser personales y modificarse continua-
mente para obligar al cerebro a adaptarse:
ahí está el ejercicio: siempre en lo que más
esfuerzo nos cuesta.
LLUÍS AMIGUET
LAURA GUERRERO
“Nuestrocerebropuedesaber
ynosaberalmismotiempo”
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET
Tengo 74 años: escapé de los nazis de Eslovaquia a Israel. Hablar eslovaco, húngaro, alemán,
hebreo e inglés me ayuda a mantener el cerebro en forma: o lo usas o lo pierdes, y si lo usas
más, tienes más. Fui diputado, pero no sé votar lo que no creo, por eso volví a investigar
Del mismo modo que
unas escaleras camino
de casa le harán la puñe-
ta, pero también un fa-
vor a su corazón y pier-
nas; un cambio de traba-
jo, de ciudad, de lengua,
de cultura beneficiará a
su cerebro. Lo prescribe
el doctor Breznitz,
quien elogia el estímulo
que para todo país signi-
fica la mezcla de identi-
dades. Revela así cuánto
de pereza mental –fatal
para nuestras neuro-
nas–, por mucho que se
enmascare como apego
al terruño o amor a la
patria, hay en ese ideal
tan comodón de no te-
ner que cambiar nunca
de casa, empleo, colegio,
idioma ni línea de auto-
bús. Por eso, sus ejerci-
cios mentales son tan
estimulantes, desafian-
tes e imprevisibles como
una exigente vuelta al
día en ochenta mundos.
Bendito esfuerzo
ShlomoBreznitz,que investiga el estrés y la restauración cognitiva; creador de Cognifit
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  • 1. JUEVES, 6 MAYO 2010 LA CONTRA E n el ejército israelí estudié las reacciones de los solda- dos ante el miedo y el estrés. ¿Y qué descubrió? Algunas cosas, pero después de 50 años investigandoel es- trés y el sistema inmunológico; la esperanza y el deterioro cognitivo en la Universidad Hebrea, Stanford, Berkeley, la Rockefeller y el National Health Institute de EE.UU. Pues cuénteme... Somos primates... ¡Qué me va a contar! Y por eso nuestro sistema fisiológico está adaptado a miles de años en la selva. Allí las situaciones de estrés eran cortas e intensas. O corres o te come el león. Como un susto tremendo, pero corto. Y por eso ese estrés repentino de corta duración fortalece nuestro sistema inmunológico. Si sobrevives al león. ... En cambio, el estrés moderno: ese que produce quedarse en paro o –peor aún– te- ner miedo a quedarse en paro o un jefe inso- portable o la pareja mal avenida... Angustia tenue, difusa e inacabable. Es peor que el encuentro con el león porque no estamos preparados para él y, al contra- rio que el otro, deprime nuestro sistema in- munológico.De ahí que esas situaciones aca- ben a menudo por propiciar enfermedades crónicas o hasta un cáncer. ¿Cómo paliar ese estrés de cada día? Estamos preparados para afrontar tragedias instantáneas pero no largos e interminables culebrones. Así que rompa la tensión coti- diana. Búsquese un momento sólo para us- ted: sin móvil, sin e-mails, sin obligaciones... ¿Un año sabático? ¿Una semanita? Es suficiente con quince minutos cada día. Yo paseo cada mañana solo por las monta- ñas de Haifa mirando el mar un cuartito de hora. Y luego vuelvo nuevo a trabajar. ¿Cómo trataban ustedes a los soldados con estrés postraumático? Hay que actuar de inmediato: sacar al afecta- do del servicio y aislarlo para que se desaho- gue largo y tendido: llorar, expresarse... ¿Fuerzan un desahogo inmediato? Sí, por eso es mejor aislarlo, para que no se contenga ni reprima por vergüenza ante sus compañeros, pero después de ese desahogo lo devolvíamos inmediatamente a su uni- dad, a su vida normal, sin dejar que se consi- derara a sí mismo enfermo. Creo que ese pa- trón sirve en la vida civil. ¿Y qué aprendió de la esperanza? Su relación con la negación de la evidencia. No sé si la veo. Un fumador inteligente, por ejemplo, es de- masiado listo como para negar la evidencia de que el tabaco le perjudica, así que negará de forma indirecta: dirá que sí va a dejarlo “pero no ahora”. ¿Todos los adictos niegan así? También creen que las consecuencias de la adicción afectarán a todos los demás adic- tos menos –y no querrán profundizar en el porqué– a ellos mismos. Así utilizan la capa- cidad de nuestro cerebro de saber y no sa- ber al mismo tiempo. A menudo, a esa capa- cidad la denominamos esperanza. ¿...? Lo observará no sólo con los adictos: tam- bién muchos enfermos terminales tienen el suficiente miedo para investigar lo que les pasa, pero sólo hasta cierto punto. A partir de ese cierto punto, el enfermo no quiere saber más. Niega la evidencia para dejar al- gún hueco a la esperanza. ¿Verdad a medias duele la mitad? Y es más cómoda. Mantener la lucidez es un ejercicio tan duro como mantener la lí- nea y no es una frase: la forma mental se mantiene exactamente igual que la física. ¿Sudando? Sí, luchando contra la rutina producto de nuestro innato sentido del mínimo esfuer- zo: desafiando la comodidad, el inmovilis- mo, la pereza mental, la aversión al cambio. Por ejemplo. Los occidentales acostumbramos a ideali- zar una vida en la que puedas vivir cerca de donde has nacido y si puede ser en la misma empresa siempre... El ideal de ser funcionario del catastro. Y nuestro cerebro para mantenerse en for- ma necesita justo lo contrario: desafío, reto, exigencia, cambio, movilidad. 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Revela así cuánto de pereza mental –fatal para nuestras neuro- nas–, por mucho que se enmascare como apego al terruño o amor a la patria, hay en ese ideal tan comodón de no te- ner que cambiar nunca de casa, empleo, colegio, idioma ni línea de auto- bús. Por eso, sus ejerci- cios mentales son tan estimulantes, desafian- tes e imprevisibles como una exigente vuelta al día en ochenta mundos. Bendito esfuerzo ShlomoBreznitz,que investiga el estrés y la restauración cognitiva; creador de Cognifit 46180