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“Alumnos trabajando:
cuando
comprender lo
que leemos ya no
es un problema”
BIENVENIDOS
El día de hoy aprenderemos y reforzaremos algunas habilidades necesarias
para la comprensión de textos, tan necesarias en la vida escolar como en
nuestra vida diaria.
Recordaremos que existen diversos tipos de lectura (oral y silenciosa) como
diversos tipos de textos.
Practiquemos:
Importante:
Ahora nos toca trabajar, durante este taller trabajaremos 3 lecturas y en cada
una de ellas aplicaremos ciertas técnicas que nos permitirán comprender mejor
lo que leemos.
¡Mucha suerte!
Lic. Elizabeth Alberco Cuya
Bibliotecóloga
LECTURA N° 1
NO ESPERO QUE CREAN LA HISTORIA MÁS
EXTRAORDINARIA QUE VOY A CONTAR. NO ESTOY LOCO,
SOLO QUIERO RELATARLES UNOS ACONTECIMIENTO QUE
ME HAN ATERRORIZADO
ESTE GUSTO LO LLEVÉ HASTA MI
ADULTEZ, ME CASÉ Y TUVE LA
ALEGRÍA DE QUE MI ESPOSA
COMPARTIERA MIS PREFERENCIAS
POR LOS ANIMALES.
UNA NOCHE LLEGUÉ A CASA MUY
EMBRIAGADO; NOTÉ QUE EL GATO EVITABA
MI PRESENCIA, LO COGÍ PERO ÉL,
ESPANTADO POR MI VIOLENTA ACTITUD, ME
HIZO CON LOS DIENTES UNA HERIDA EN LA
MANO
MIRA COMO
NUESTRO HIJO
JUEGA CON
SUS
ANIMALITOS
¡QUÉ
GATITO TAN
LINDO!
¡QUÉ
PERRITO
TAN
CARIÑOSO!
¡QUÉ
HERMOSO
GATITO
NEGRO!
TENÍA UN GATO NEGRO QUE SE
LLAMABA PLUTÓN, ERA MI
PREFERIDO Y MI COMPAÑERO DE
JUEGOS
DESDE MUY PEQUEÑO ME
GUSTARON LOS
ANIMALES
NO QUIERO
COMER ESA
COSA,
DEJAME
PERO AMOR
HICE TU
PLATO
FAVORITO
MALO
YA FUISTE
¡DONDE ESTA MI
NAVAJA!
¡AY
MALVAD
O GATO!
CON EL PASO DE LOS AÑOS MI
CARÁCTER FUE CAMBIANDO
DEBIDO AL ALCOHOL; ME VOLVÍ
HURAÑO, IRRITABLE Y
DESCONSIDERADO
ME ESTREMEZCO AL RECORDAR
AQUELLA ATROCIDAD; AGARRÉ
AL POBRE ANIMAL POR LA
GARGANTA Y CON LA NAVAJA LE
SAQUE UN OJO
CUANDO LA RAZÓN VOLVIÓ A MI CON
EL AMANECER, EXPERIMENTÉ UN
SENTIMIENTO DE HORROR Y
REMORDIMIENTO POR EL CRIMEN
QUE HABÍA COMETIDO
EL GATO MEJORABA POCO A POCO Y SE
PASEABA POR LA CASA COMO ANTES,
PERO HUÍA ATERRORIZADO AL VERME
TE DUELE SOLO
CUANDO
PREGUNTA
N
PERO EL SENTIMIENTO ERA DÉBIL;
PRONTO AHOGUÉ EN EL VINO LOS
RECUERDOS
LA PERSEVIDAD DE HACER EL MAL SOLO
POR AMOR AL MAL ME IMPULSO A
TORTURAR AL INOCENTE ANIMAL. UNA
MAÑANA, PASE UN NUDO ALREDEDOR DE
SU CUELLO Y LE AHORQUE
ESA MISMA NOCHE HUBO UN INCENDIO EN LA CASA, SOLO
SOBREVIVIMOS MI ESPOSA, UN CRIADO Y YO. LA DESTRUCCIÓN FUE
COMPLETA, TODA MI FORTUNA DESAPARECIÓ.
AQUELLO ME IMPRESIONÓ
PROFUNDAMENTE Y EL REMORDIMIENTO
ME HIZO BUSCAR OTRO GATO. LO HALLÉ
EN UNA CANTINA.
A LA MAÑANA SIGUIENTE ACUDÍ A
VISITAR LAS RUINAS, TODAS LA
PAREDES, CON UNA SOLA EXCEPCIÓN, SE
HABÍAN DERRUMBADO, EN ESA PARED SE
HABÍA ESCULPIDO LA FIGURA DE UN
GIGANTESCO GATO
SU EXAGERADO CARIÑO HACIA MÍ
HIZO QUE LO ODIE, NI DE DÍA NI DE
NOCHE PUDE YA GOZAR DE REPOSO.
CIERTO DÍA, EN QUE ME DIRIGÍA AL
SOTANO PARA CUMPLIR UNA TAREA
DOMÉSTICA, EL GATO SE ME
ATRAVEZÓ Y ESTUVE A PUNTO DE
CAER.
FURIOSO AGARRÉ UN HACHA Y ME
DISPUSE A MATARLO, PERO MI
ESPOSA DETUVO EL GOLPE,
DOMINADO POR LA RABIA HUNDÍ EL
HACHA EN SU CRANEO, CAYÓ
MUERTA EN EL ACTO.
AHORA YA
ESTÁS
MUERTO,
POR FIN
¡OH, MI
CASA !
¿TIENE
FUEGO?
$#C…
¡POBRE
GATITO
TUERTO
SE
PARECE A
PLUTÓN!
NI EN EL
BAÑO ME
DEJAS
¡ME
CAIGO
!
ERA NEGRO IGUAL QUE PLUTÓN, Y SIN
DARME CUENTA TUERTO TAMBIÉN; SÓLO LE
DIFERENCIABA UNA MANCHA BLANCA CON
LA FORMA DE UNA HORCA
LA PARED QUEDO COMO
NUEVA, CANSADO POR
BUSCAR AL GATO POR
TODOS LADOS ME DORMI
DESPUÉS ME PUSE A PENSAR EN CÓMO
OCULTAR SU CUERPO. RECORDE QUE EN
LA EDAD MEDIA LOS MONJES
EMPAREDABAN A SUS VÍCTIMAS
DESPUÉS DE UNA RIGUROSA INSPECCIÓN POR
TODOS LOS RINCONES DEL SÓTANO, LOS POLICÍAS
ESTABAN COMPLETAMENTE SATISFECHOS Y SE
DISPONÍAN A MARCHAR
SI QUE ME
DORMI
AHORA TE
QUEDAS
AHÍ, COMO
NIÑA
BUENA JE,
JE, JE
AL CUARTO DÍA DESPUÉS DEL
ASESINATO, UN GRUPO DE POLICÍAS
SE PRESENTÓ INESPERADAMENTE EN
MI CASA PARA EXAMINARLA
DECIDÍ HACERLO EN
UNA PARED DEL
SOTANO, QUE SE
PRESENTABA PARA LA
OCASIÓN
SE VIO EL CADAVER MUY DESCOMPUESTO
DE MI ESPOSA; SOBRE SU CABEZA SE
HALLABA EL ODIOSO GATO ¡HABÍA
EMPAREDADO VIVO AL MONSTRUO EN LA
TUMBA!
AHORA
YA SI
FUISTE
¡QUÉ TAL
PASEN¡ BAJE
N AL SÓTANO
POR
TERCERA O
CUARTA VEZ
CONVENCIDO DE MI EFICAZ
ESCONDRIJO LOS DIRIGI POR
TODA LA CAS, SIN QUE ME
TEMBLARA UN SOLO MUSCULO
NI BIEN SE EXTINGUIÓ EL SONIDO DE MIS GOLPES
SE ESCUCHO UN GRITO ANORMAL E INHUMANO. UN
MOMENTO DESPUÉS VARIOS HOMBRES
DESTRUYERON LA PARED
Y EN MI FRENTE TICO DESEO DE DECIR LAS
COSAS CON NATURALIDAD GOLPEÉ
FUERTEMENTE CON UN BASTÓN LA PARED
TRAS LA CUAL SE HALLABA EL CADAVER
DE MI ESPOSA
ESTA CASA ESTA
MUY BIEN
CONSTRUIDA
¿VEN?
¿YA SÉ
MARCHAN?
ESTAS PAREDES
TIENEN UNA
GRAN SOLIDEZ
Para un quehacer doméstico, me acompañó un día al sótano de un viejo edificio en el
que nos obligara a vivir nuestra pobreza. Por los agudos peldaños de la escalera me
seguía el gato, y, habiéndome hecho tropezar la cabeza, me exasperó hasta la locura.
Apoderándome de un hacha y olvidando en mi furor el espanto pueril que había
detenido hasta entonces mi mano, dirigí un golpe al animal, que hubiera sido mortal si
le hubiera alcanzado como quería. Pero la mano de mi mujer detuvo el golpe. Una
rabia más que diabólica me produjo esta intervención. Liberé mi brazo del obstáculo
que lo detenía y le hundí a ella el hacha en el cráneo. Mi mujer cayó muerta
instantáneamente, sin exhalar siquiera un gemido.
Realizado el horrible asesinato, inmediata y resueltamente procuré esconder el
cuerpo. Me di cuenta de que no podía hacerlo desaparecer de la casa, ni de día ni de
noche, sin correr el riesgo de que se enteraran los vecinos. Asaltaron mi mente varios
proyectos. Pensé por un instante en fragmentar el cadáver y arrojar al suelo los
pedazos. Resolví después cavar una fosa en el piso de la cueva. Luego pensé
arrojarlo al pozo del jardín. Cambien la idea y decidí embalarlo en un cajón, como una
mercancía, en la forma de costumbre, y encargar a un mandadero que se lo llevase de
casa. Pero, por último, me detuve ante un proyecto que consideré el mas factible. Me
decidí a emparedarlo en el sótano, como se dice que hacían en la Edad Media los
monjes con sus víctimas.
La cueva parecía estar construida a propósito para semejante proyecto. Los muros no
estaban levantados con el cuidado de costumbre y no hacía mucho tiempo había sido
cubierto en toda su extensión por una capa de yeso que no dejó endurecer la
humedad.
Por otra parte, había un saliente en uno de los muros, producido por una chimenea
artificial o especie de hogar que quedó luego tapado y dispuesto de la misma forma
que el resto del sótano. No dudé que me sería fácil quitar los ladrillos de aquel sitio,
colocar el cadáver y emparedarlo del mismo modo, de forma que ninguna mirada
pudiese descubrir nada sospechoso.
No me engañó mi cálculo. Ayudado por una palanca, separé sin dificultad los ladrillos,
y, habiendo luego aplicado cuidadosamente el cuerpo contra la pared interior, lo
sostuve en esta postura hasta poder establecer sin gran esfuerzo toda la fábrica a su
estado primitivo. Con todas las precauciones imaginables, me procuré una argamasa
de cal y arena, preparé una capa que no podía distinguirse de la primitiva y cubrí
escrupulosamente con ella el nuevo tabique.
Cuando terminé, vi que todo había resultado perfecto. La pared no presentaba la más
leve señal de arreglo. Con el mayor cuidado barrí el suelo y recogí los escombros,
miré triunfalmente en torno mío y me dije: "Por lo menos, aquí, mi trabajo no ha sido
infructuoso".
Mi primera idea, entonces, fue buscar al animal que fue causante de tan tremenda
desgracia, porque, al fin, había resuelto matarlo. Si en aquel momento hubiera podido
encontrarle, nada hubiese evitado su destino. Pero parecía que el artificioso animal,
ante la violencia de mi cólera, habíase alarmado y procuraba no presentarse ante mí,
desafiando mi mal humor. Imposible describir o imaginar la intensa, la apacible
sensación de alivio que trajo a mi corazón la ausencia de la detestable criatura. En
toda la noche se presentó, y ésta fue la primera que gocé desde su entrada en la casa,
durmiendo tranquila y profundamente. Sí; dormí con el peso de aquel asesinato en mi
alma.
Transcurrieron el segundo y el tercer día. Mi verdugo no vino, sin embargo. Como un
hombre libre, respiré una vez más. En su terror, el monstruo había abandonado para
siempre aquellos lugares. Ya no volvería a verle nunca: Mi dicha era infinita. Me
inquietaba muy poco la criminalidad de mi tenebrosa acción. Inicióse una especie de
sumario que apuró poco las averiguaciones. También se dispuso un reconocimiento,
pero, naturalmente, nada podía descubrirse. Yo daba por asegurada mi felicidad
futura.
Al cuarto día después de haberse cometido el asesinato, se presentó inopinadamente
en mi casa un grupo de agentes de Policía y procedió de nuevo a una rigurosa
investigación del local. Sin embargo, confiado en lo impenetrable del escondite, no
experimenté ninguna turbación.
Los agentes quisieron que les acompañase en sus pesquisas. Fue explorado hasta el
último rincón. Por tercera o cuarta vez bajaron por último a la cueva. No me alteré lo
más mínimo. Como el de un hombre que reposa en la inocencia, mi corazón latía
pacíficamente. Recorrí el sótano de punta a punta, crucé los brazos sobre mi pecho y
me paseé indiferente de un lado a otro. Plenamente satisfecha, la Policía se disponía a
abandonar la casa. Era demasiado intenso el júbilo de mi corazón para que pudiera
reprimirlo. Sentía la viva necesidad de decir una palabra, una palabra tan sólo a modo
de triunfo, y hacer doblemente evidente su convicción con respecto a mi inocencia.
—Señores—dije, por último, cuando los agentes subían la escalera—, es para mí una
gran satisfacción haber desvanecido sus sospechas. Deseo a todos ustedes una
buena salud y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, señores, tienen ustedes
aquí una casa construida—apenas sabía lo que hablaba, en mi furioso deseo de decir
algo con aire deliberado—. Puedo asegurar que ésta es una casa excelentemente
construida. Estos muros...¿Se van ustedes, señores? Estos muros están construidos
con una gran solidez.
Entonces, por una fanfarronada frenética, golpeé con fuerza, con un bastón que tenía
en la mano en ese momento, precisamente sobre la pared del tabique tras el cual
yacía la esposa de mi corazón.
¡Ah! Que por lo menos Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio.
Apenas húbose hundido en el silencio el eco de mis golpes, me respondió una voz
desde el fondo de la tumba. Era primero una queja, velada y encontrada como el
sollozo de un niño. Después, en seguida, se hinchó en un prolongado, sonoro y
continuo, completamente anormal e inhumano, un alarido, un aullido, mitad horror,
mitad triunfo, como solamente puede brotar del infierno, horrible armonía que surgiera
al unísono de las gargantas de los condenados en sus torturas y de los demonios que
gozaban en la condenación.
Sería una locura expresaros mis sentimientos. Me sentí desfallecer y, tambaleándome,
caí contra la pared opuesta. Durante un instante detuviéronse en los escalones los
agentes. El terror los había dejado atónitos. Un momento después, doce brazos
robustos atacaron la pared, que cayó a tierra de un golpe. El cadáver, muy desfigurado
ya y cubierto de sangre coagulada, apareció, rígido, a los ojos de los circundantes.
Sobre su cabeza, con las rojas fauces dilatadas y llameando el único ojo, se posaba el
odioso animal cuya astucia me llevó al asesinato y cuya reveladora voz me entregaba
al verdugo. Yo había emparedado al monstruo en la tumba.
LECTURA N° 2
Primero, vamos a leer todos juntos este texto:
El 26 de octubre de 1949 no fue un día de grandes noticias. El maestro
Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción del diario donde hacía mis
primeras letras de reportero, terminó la reunión de la mañana con dos o
tres sugerencias de rutina. No encomendó una tarea concreta a ningún
redactor. Minutos después se enteró, por teléfono de .que estaban
vaciando las criptas funerarias del antiguo convento de Santa Clara, y me
ordenó sin ilusiones:
«Date una vuelta por allá a ver qué se te ocurre».
(El histórico convento de las clarisas, convertido en hospital desde hacía
un siglo, iba a ser vendido para construir en su lugar un hotel de cinco
estrellas. Su preciosa capilla estaba casi a la intemperie por el derrumbe
paulatino del tejado, pero en sus criptas permanecían enterradas tres
generaciones de obispos y abadesas y otras gentes principales. El primer
paso era desocuparlas, entregar los restos a quienes los reclamaran, y
tirar el saldo en la fosa común, Me sorprendió el primitivismo del método.
Los obreros destapaban las fosas a piocha y azadón, sacaban los
ataúdes podridos que se desbarataban con sólo moverlos, y separaban
los huesos del mazacote de polvo con jirones de ropa y cabellos
marchitos. Cuanto más ilustre era el muerto más arduo era el trabajo,
porque había que escarbar en los escombros de los cuerpos y cerner
muy fino sus residuos para rescatar las piedras preciosas y las prendas
de orfebrería.
El maestro de obra copiaba los datos de la lápida en un cuaderno de
escolar, ordenaba los huesos en montones separados, y ponía la hoja
con el nombre encima de cada uno para que no se confundieran. Así que
mi primera visión al entrar en el templo fue una larga fila de montículos
de huesos, recalentados por el bárbaro sol de octubre que se metía a
chorros por los portillos del techo, y sin más identidad que el nombre
escrito a lápiz en un pedazo de papel. Casi medio siglo después siento
todavía el estupor que me causó aquel testimonio terrible del paso
arrasador de los años.
Allí estaban, entre muchos otros, un virrey del Perú y su amante secreta;
don Toribio de Cáceres y Virtudes, obispo de esta diócesis; varias
abadesas del convento, entre ellas la madre Josefa Miranda, y el
bachiller en artes don Cristóbal de Eraso, que había consagrado media
vida a fabricar los artesonados. Había una cripta cerrada con la lápida del
segundo marqués de Casalduero, don Ygnacio de Alfaro y Dueñas, pero
cuando la abrieron se vio que estaba vacía y sin usar. En cambio los
restos de su marquesa, doña Olalla de Mendoza, estaban con su lápida
propia en la cripta vecina. El maestro de obra no le dio importancia: era
normal que un noble criollo hubiera aderezado su propia tumba y que lo
hubieran sepultado en otra.
En la tercera hornacina del altar mayor, del lado del Evangelio, allí estaba
la noticia. La lápida saltó en pedazos al primer golpe de la piocha, y una
cabellera viva de un color de cobre intenso se derramó fuera de la cripta.
El maestro de obra quiso sacarla completa con la ayuda de sus obreros,
y cuanto más tiraban de ella más larga y abundante parecía, hasta que
salieron las últimas hebras todavía prendidas a un cráneo de niña. En la
hornacina no quedó nada más que unos huesecillos menudos y
dispersos, y en la lápida de cantería carcomida por el salitre sólo era
legible un nombre sin apellidos: Sierva María de Todos los Ángeles.
Extendida en el suelo, la cabellera espléndida medía veintidós metros
con once centímetros.
El maestro de obra me explicó sin asombro que el cabello humano crecía
un centímetro por mes hasta después de la muerte, y veintidós metros le
parecieron un buen promedio para doscientos años. A mí, en cambio, no
me pareció tan trivial, porque mi abuela me contaba de niño la leyenda
de una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una
cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el mordisco de un
perro, y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos
milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la suya fue mi noticia de
aquel día, y el origen de este libro.
Gabriel García Márquez
(Cartagena de Indias, 1994)
Del amor y otros demonios
Luego de haber leído, vamos a elaborar un organizador visual con
las ideas principales del texto leído:
Del amor
y otros
demonios
2. ¿Dónde sucede?
3. ¿Cuándo
sucede?
1. ¿Quién es el
narrador?
6. ¿Por qué
investiga a
Sierva María?
5. ¿Qué descubrió?
4. ¿Cuáles son
los personajes?
LECTURA N° 3
Primero, vamos a leer todos juntos este texto:
Epilogo: 19 años después
El otoño pareció llegar repentinamente ese año. La mañana del uno de
Septiembre era crispada y dorada como una manzana y mientras la pequeña
familia se apresuraba a cruzar la ajetreada calle hacia la grandiosa y sombría
estación, el humo de los tubos de escape de los coches y el aliento de los
caminantes centelleaban como telas de araña en el aire frío. Dos grandes
jaulas descansaban en lo alto de los carritos de equipaje que los padres
empujaban, las lechuzas dentro de ellas ululaban indignadamente, y la
pequeña pelirroja se demoraba temerosamente tras sus hermanos, aferrada al
brazo de su padre.
-No pasará mucho tiempo, y también tú iras, -le dijo Harry.
-Dos años, -resopló Lilly-. ¡Yo quiero ir ahora!
Los transeúntes miraban curiosamente a las lechuzas mientras la familia se
abría paso hasta la barrera entre los andenes nueve y diez. La voz de Albus
llegó hasta Harry por encima del clamor que les rodeaba; sus hijos habían
reasumido la discusión que habían empezado en el coche.
-¡No! ¡No estaré en Slytherin!
-¡James, dale un respiro! -dijo Ginny.
-Yo solo digo que podría ser, -dijo James, sonriendo a su hermano menor-. No
hay nada de malo en ello. Podría estar en Slyth...
Pero James captó la mirada de su madre y se quedó en silencio. Los cinco
Potters se aproximaron a la barrera. Con una mirada ligeramente autosuficiente
sobre el hombro hacia su hermano menor, James tomó el carrito de manos de
su madre y echó a correr. Un momento después, se había desvanecido.
-Me escribiran, ¿verdad? -preguntó Albus a sus padres inmediatamente,
aprovechando la momentánea ausencia de su hermano.
-Cada día, si quieres que lo hagamos, -dijo Ginny.
-No cada día, -dijo Albus rápidamente-. James dice que la mayoría de la gente
solo recibe cartas de casa una vez al mes.
-Escribimos a James tres veces por semana, -dijo Ginny.
-Y no deberías creer todo lo que te cuenta de Hogwarts -añadió Harry-. A tu
hermano le gusta gastar bromas.
Lado a lado, empujaron el segundo carrito hacia adelante, cobrando velocidad.
Cuando se aproximaron a la barrera, Albus hizo una mueca, pero no se produjo
ninguna colisión. En vez de eso, la familia emergió a la plataforma nueve y tres
cuartos, que estaba oscurecida por el vapor blanco que surgía del expreso
escarlata de Hogwarts. Figuras confusas se movían como un enjambre a través
de la neblina, en la que James ya había desaparecido.
-¿Dónde están? -preguntó Albus ansiosamente, espiando hacia las nebulosas
formas que pasaban mientras se abrían paso andén abajo.
-Los encontraremos -dijo Ginny tranquilizadoramente.
Pero el vapor era denso, y resultaba difícil discernir la cara de nadie.
Desconectadas de sus propietarios, las voces sonaban antinaturalmente
ruidosas. Harry creyó haber oído a Percy discurriendo ruidosamente acerca de
las regulaciones de escobas, y se alegró la excusa que se le presentaba para
no pasar y saludar...
-Creo que esos son ellos, Al, -dijo Ginny de repente.
Un grupo de cuatro personas emergió de la niebla, de pie junto a un carrito muy
grande. Sus caras solo se enfocaron cuando Harry, Ginny, Lily, y Albus
llegaron justo ante ellos.
-Hola, -dijo Albus, que sonaba inmensamente aliviado.
Rose, que ya vestía su nueva túnica de Hogwarts, le sonrió.
-¿Todo bien al aparcar entonces? -preguntó Ron a Harry-. Para mí si.
Hermione no se creía que pudiera pasar un exámen de conducir muggle,
¿verdad? Pensó que había Confundido al examinador.
-No, no es cierto, -dijo Hermione-. Tenía una fé absoluta en ti.
-Para que quede claro, le Confundí. -susurró Ron a Harry mientras juntos
alzaban el baúl de Albus y la lechuza hasta el vagón-. Solo olvidé mirar por el
retrovisor, y mira tú. Puedo utilizar un Encantamiento Supersensorial para eso.
De vuelta en la plataforma, encontraron a Lilly y Hugo, el hermano menor de
Rose, teniendo una animada conversación sobre en qué casa serían
seleccionados cuando finalmente fueran a Hogwarts.
-Si no entras en Gryffindor, te desheredaremos, -dijo Ron- pero sin presiones.
-¡Ron!
Lilly y Hugo rieron, pero Albys y Rose parecían solemnes.
-No lo dice en serio, -dijeron Hermione y Ginny, pero Ron ya no estaba
prestando atención. Captando la atención de Harry, asintió hacia un punto a
unas cincuenta yardas de distancia. El vapor se había disipado por un
momento y tres personas estaban de pie en un espacio libre de la cambiante
niebla.
-Mira quién está ahí.
Draco Malfoy estaba allí de pie con su esposa e hijo, con un abrigo oscuro
abotonado hasta la garganta. Su pelo estaba peinado hacia atrás de tal forma
que enfatizada la barbilla puntiaguda. El nuevo chico se parecía a Draco tanto
como Albus se parecía a Harry. Draco captó un vistazo de Harry, Ron,
Hermione y Ginny mirándole, asintió cortésmente, y se alejó.
-Así que ese es el pequeño Scorpius, -dijo Ron-. Asegúrate de machacarle en
cada exámen, Rosie. Gracias a Dios heredaste el cerebro de tu madre.
-Ron, por amor de Dios, -dijo Hermione medio severa, medio divertida-. ¡No
intentes volverlos uno contra otro antes de que empiecen siquiera la escuela!
-Tienes razón, lo siento, -dijo Ron, pero incapaz de contenerse, añadió-. No
seas muy amigable con él, Rosie. El abuelo Wesley nunca te perdonaría que te
casaras con un sangre pura.
-¡Ey!
James había reaparecido, se había librado a sí mismo de su baúl, lechuza y
carrito, y evidentemente estaba que explotaba con nuevas noticias.
-Teddy está de vuelta, -dijo sin respiración, señalando sobre el hombro hacia
las vaporosas nubes-. ¡Acabo de verle! Y adivina que está haciendo.
¡Morreándose con Victoire!
Fulminó con la mirada a los adultos, evidentemente decepcionado por su falta
de reacción.
-¡Nuestro Teddy! ¡Teddy Lupin! ¡Besándose con nuestra Victoire! ¿Nuestra
prima? Y le pregunté a Teddy que estaba haciendo...
-¿Les interrumpiste? -dijo Ginny- Te pareces tanto a Ron...
-... ¡y dijo que había venido a verla! Y después me dijo que me largara. ¡La
estaba besando! -Añadió James como preocupado de no haber sido lo
bastante claro.
-¡Oh, sería adorable que se casaran! -murmuró Lilly soñadoramente-.
¡Entonces Teddy sería realmente parte de la familia!
-Ya viene a casa a cenar casi todos los días -dijo Harry, .... falla mi imaginación
pero supongo que dice algo así como qué más da que se quede todo el rato.
-¡Si! -dijo James entusiasmado-. No me importaría compartir cuarto con Al...
Teddy podría quedarse mi habitación.
-No, -dijo Harry firmemente-. Al y tú estarán peleando a cada rato y no quiero
que la casa acabe demolida.
-Son casi las once, será mejor que suban.
-¡No olvides darle recuerdos a Neville! -dijo Ginny a James y le abrazó.
-¡Mamá! No puedo hacer eso con un profesor.
-Pero conoces a Neville...
James puso los ojos en blanco.
-Fuera, si, pero en la escuela es el Profesor Longbotton, ¿verdad? No puedo
entrar en Herbología y darle recuerdos...
Sacudiendo la cabeza ante las tonterías de su madre, se apresuró a
adelantarse para dar una patada a Albus.
-Luego te veo, Al. Vigila a los Thestrals.
-Creía que eran invisibles. Dijiste que eran invisibles.
Pero James simplemente se río, permitió que su madre le besara, dio un
abrazo rápido a su padre, después saltó rápidamente al tren. Le vieron
avanzar, después alejarse vagón arriba hacia sus amigos.
-Los Thestrals no son nada de qué preocuparse, -dijo Harry a Albus-. Son
criaturas gentiles, no hay nada que asuste en ellos. De todos modos, ustedes
no van a llegar a la escuela en los carruajes, iran en botes.
Ginny se despidió de Albus.
-Te veremos en Navidad.
-Adiós, Al, -dijo Harry mientras su hijo le abrazaba-. No olvides que Hagrid te
ha invitado a tomar el té el próximo viernes. No te metas en líos con Peeves.
Nada de duelos con nadie hasta que hayas aprendido como hacerlo. Y no
dejes que James se meta contigo.
-¿Y si acabo en Slytherin?
El susurro era solo para su padre, y Harry sabía que solo el momento de la
partida podría haber obligado a Albys a revelar lo grande y sincero que era su
temor.
Harry se agachó para que la cara de Albus estuviera ligeramente por encima
de la suya. Solo Albus entre los tres hijos de Harry, había heredado los ojos de
Lilly.
-Albus Severus, -dijo Harry quedamente, para que nadie más que Ginny
pudiera oirle, y ella tenía suficiente tacto como para fingir que estaba
escuchando a Rose, que ya estaba en el tren-, te pusimos ese nombre por dos
directores de Hogwarts. Uno de ellos era un Slytherin y fue probablemente el
hombre más valiente que nunca haya conocido.
-Pero y si...
-... entonces la Casa Slytherin habrá ganado un excelente estudiante, ¿verdad?
A nosotros no nos importa, Al. Pero si a ti te importa tanto, podrás elegir
Gryffindor en vez de Slytherin. El Sombrero Seleccionador toma en cuenta tu
elección.
-¡De veras!
-Lo hizo en mi caso, -dijo Harry.
Nunca antes había contado eso a sus hijos, y vio la maravilla en la cara de
Albus cuando lo dijo. Pero ya las puertas se estaban cerrando a lo largo de
todo el tren escarlata, y los sonidos señalaban el momento de partir para los
últimos rezagados.
Albus saltó al vagón y Ginny cerró la puerta tras él. Los estudiantes colgaban
de las ventanas que tenían más cerca. Un gran enjambre de caras, sobre y
fuera del tren, parecían estar de vueltas hacia Harry.
-¿Por qué están todos mirando? -exigió Albus mientras Rose y él se giraban
alrededor para mirar al resto de los estudiantes.
-No dejes que eso te preocupe, -dijo Ron-. Soy yo. Soy extremadamente
interesante.
Albus, Rosie, Hugo, y Lily rieron. El tren empezó a moverse, y Harry caminó
junto a él, observando la delgada cara de su hijo, ya sonrojada por la
excitación. Harry siguió sonriendo y saludando, incluso aunque era un poco
embarazoso, observando como su hijo se alejaba de él...
El último rastro de humo se evaporó en el aire otoñal. El tren había doblado
una esquina. La mano de Harry estaba inmóvil, alzada en un adiós.
-Estará bien, -murmuró Ginny.
Cuando Harry miró hacia ella, bajó la mano ausentemente y se tocó la cicatriz
en forma de relámpago de la frente.
-Lo sé.
La cicatriz no le había dolido a Harry en diecinueve años. Todo iba bien.
Harry Potter y las reliquias de la muerte (2008)
J.K. Rowling
Luego de haber leído, vamos a elaborar un mapa mental, a
continuación se ha colocado un ejemplo:
Otro ejemplo
Recuerda:
• La longitud de la línea debe ser igual a la de las palabras.
• Varía el tamaño de las letras, línea e imágenes.
• Organiza bien el espacio.
• Asocia las ideas mediante flechas y colores.
• Emplea una palabra clave por línea.
• Al hacer un mapa emplea tu estilo personal para manifestar tu
creatividad.
¡Ahora a trabajar!

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Alumnos trabajando taller

  • 1. “Alumnos trabajando: cuando comprender lo que leemos ya no es un problema” BIENVENIDOS El día de hoy aprenderemos y reforzaremos algunas habilidades necesarias para la comprensión de textos, tan necesarias en la vida escolar como en nuestra vida diaria.
  • 2. Recordaremos que existen diversos tipos de lectura (oral y silenciosa) como diversos tipos de textos. Practiquemos: Importante:
  • 3. Ahora nos toca trabajar, durante este taller trabajaremos 3 lecturas y en cada una de ellas aplicaremos ciertas técnicas que nos permitirán comprender mejor lo que leemos. ¡Mucha suerte! Lic. Elizabeth Alberco Cuya Bibliotecóloga
  • 4. LECTURA N° 1 NO ESPERO QUE CREAN LA HISTORIA MÁS EXTRAORDINARIA QUE VOY A CONTAR. NO ESTOY LOCO, SOLO QUIERO RELATARLES UNOS ACONTECIMIENTO QUE ME HAN ATERRORIZADO ESTE GUSTO LO LLEVÉ HASTA MI ADULTEZ, ME CASÉ Y TUVE LA ALEGRÍA DE QUE MI ESPOSA COMPARTIERA MIS PREFERENCIAS POR LOS ANIMALES. UNA NOCHE LLEGUÉ A CASA MUY EMBRIAGADO; NOTÉ QUE EL GATO EVITABA MI PRESENCIA, LO COGÍ PERO ÉL, ESPANTADO POR MI VIOLENTA ACTITUD, ME HIZO CON LOS DIENTES UNA HERIDA EN LA MANO MIRA COMO NUESTRO HIJO JUEGA CON SUS ANIMALITOS ¡QUÉ GATITO TAN LINDO! ¡QUÉ PERRITO TAN CARIÑOSO! ¡QUÉ HERMOSO GATITO NEGRO! TENÍA UN GATO NEGRO QUE SE LLAMABA PLUTÓN, ERA MI PREFERIDO Y MI COMPAÑERO DE JUEGOS DESDE MUY PEQUEÑO ME GUSTARON LOS ANIMALES NO QUIERO COMER ESA COSA, DEJAME PERO AMOR HICE TU PLATO FAVORITO MALO YA FUISTE ¡DONDE ESTA MI NAVAJA! ¡AY MALVAD O GATO! CON EL PASO DE LOS AÑOS MI CARÁCTER FUE CAMBIANDO DEBIDO AL ALCOHOL; ME VOLVÍ HURAÑO, IRRITABLE Y DESCONSIDERADO ME ESTREMEZCO AL RECORDAR AQUELLA ATROCIDAD; AGARRÉ AL POBRE ANIMAL POR LA GARGANTA Y CON LA NAVAJA LE SAQUE UN OJO CUANDO LA RAZÓN VOLVIÓ A MI CON EL AMANECER, EXPERIMENTÉ UN SENTIMIENTO DE HORROR Y REMORDIMIENTO POR EL CRIMEN QUE HABÍA COMETIDO EL GATO MEJORABA POCO A POCO Y SE PASEABA POR LA CASA COMO ANTES, PERO HUÍA ATERRORIZADO AL VERME TE DUELE SOLO CUANDO PREGUNTA N PERO EL SENTIMIENTO ERA DÉBIL; PRONTO AHOGUÉ EN EL VINO LOS RECUERDOS
  • 5. LA PERSEVIDAD DE HACER EL MAL SOLO POR AMOR AL MAL ME IMPULSO A TORTURAR AL INOCENTE ANIMAL. UNA MAÑANA, PASE UN NUDO ALREDEDOR DE SU CUELLO Y LE AHORQUE ESA MISMA NOCHE HUBO UN INCENDIO EN LA CASA, SOLO SOBREVIVIMOS MI ESPOSA, UN CRIADO Y YO. LA DESTRUCCIÓN FUE COMPLETA, TODA MI FORTUNA DESAPARECIÓ. AQUELLO ME IMPRESIONÓ PROFUNDAMENTE Y EL REMORDIMIENTO ME HIZO BUSCAR OTRO GATO. LO HALLÉ EN UNA CANTINA. A LA MAÑANA SIGUIENTE ACUDÍ A VISITAR LAS RUINAS, TODAS LA PAREDES, CON UNA SOLA EXCEPCIÓN, SE HABÍAN DERRUMBADO, EN ESA PARED SE HABÍA ESCULPIDO LA FIGURA DE UN GIGANTESCO GATO SU EXAGERADO CARIÑO HACIA MÍ HIZO QUE LO ODIE, NI DE DÍA NI DE NOCHE PUDE YA GOZAR DE REPOSO. CIERTO DÍA, EN QUE ME DIRIGÍA AL SOTANO PARA CUMPLIR UNA TAREA DOMÉSTICA, EL GATO SE ME ATRAVEZÓ Y ESTUVE A PUNTO DE CAER. FURIOSO AGARRÉ UN HACHA Y ME DISPUSE A MATARLO, PERO MI ESPOSA DETUVO EL GOLPE, DOMINADO POR LA RABIA HUNDÍ EL HACHA EN SU CRANEO, CAYÓ MUERTA EN EL ACTO. AHORA YA ESTÁS MUERTO, POR FIN ¡OH, MI CASA ! ¿TIENE FUEGO? $#C… ¡POBRE GATITO TUERTO SE PARECE A PLUTÓN! NI EN EL BAÑO ME DEJAS ¡ME CAIGO ! ERA NEGRO IGUAL QUE PLUTÓN, Y SIN DARME CUENTA TUERTO TAMBIÉN; SÓLO LE DIFERENCIABA UNA MANCHA BLANCA CON LA FORMA DE UNA HORCA
  • 6. LA PARED QUEDO COMO NUEVA, CANSADO POR BUSCAR AL GATO POR TODOS LADOS ME DORMI DESPUÉS ME PUSE A PENSAR EN CÓMO OCULTAR SU CUERPO. RECORDE QUE EN LA EDAD MEDIA LOS MONJES EMPAREDABAN A SUS VÍCTIMAS DESPUÉS DE UNA RIGUROSA INSPECCIÓN POR TODOS LOS RINCONES DEL SÓTANO, LOS POLICÍAS ESTABAN COMPLETAMENTE SATISFECHOS Y SE DISPONÍAN A MARCHAR SI QUE ME DORMI AHORA TE QUEDAS AHÍ, COMO NIÑA BUENA JE, JE, JE AL CUARTO DÍA DESPUÉS DEL ASESINATO, UN GRUPO DE POLICÍAS SE PRESENTÓ INESPERADAMENTE EN MI CASA PARA EXAMINARLA DECIDÍ HACERLO EN UNA PARED DEL SOTANO, QUE SE PRESENTABA PARA LA OCASIÓN SE VIO EL CADAVER MUY DESCOMPUESTO DE MI ESPOSA; SOBRE SU CABEZA SE HALLABA EL ODIOSO GATO ¡HABÍA EMPAREDADO VIVO AL MONSTRUO EN LA TUMBA! AHORA YA SI FUISTE ¡QUÉ TAL PASEN¡ BAJE N AL SÓTANO POR TERCERA O CUARTA VEZ CONVENCIDO DE MI EFICAZ ESCONDRIJO LOS DIRIGI POR TODA LA CAS, SIN QUE ME TEMBLARA UN SOLO MUSCULO NI BIEN SE EXTINGUIÓ EL SONIDO DE MIS GOLPES SE ESCUCHO UN GRITO ANORMAL E INHUMANO. UN MOMENTO DESPUÉS VARIOS HOMBRES DESTRUYERON LA PARED Y EN MI FRENTE TICO DESEO DE DECIR LAS COSAS CON NATURALIDAD GOLPEÉ FUERTEMENTE CON UN BASTÓN LA PARED TRAS LA CUAL SE HALLABA EL CADAVER DE MI ESPOSA ESTA CASA ESTA MUY BIEN CONSTRUIDA ¿VEN? ¿YA SÉ MARCHAN? ESTAS PAREDES TIENEN UNA GRAN SOLIDEZ
  • 7.
  • 8. Para un quehacer doméstico, me acompañó un día al sótano de un viejo edificio en el que nos obligara a vivir nuestra pobreza. Por los agudos peldaños de la escalera me seguía el gato, y, habiéndome hecho tropezar la cabeza, me exasperó hasta la locura. Apoderándome de un hacha y olvidando en mi furor el espanto pueril que había detenido hasta entonces mi mano, dirigí un golpe al animal, que hubiera sido mortal si le hubiera alcanzado como quería. Pero la mano de mi mujer detuvo el golpe. Una rabia más que diabólica me produjo esta intervención. Liberé mi brazo del obstáculo que lo detenía y le hundí a ella el hacha en el cráneo. Mi mujer cayó muerta instantáneamente, sin exhalar siquiera un gemido. Realizado el horrible asesinato, inmediata y resueltamente procuré esconder el cuerpo. Me di cuenta de que no podía hacerlo desaparecer de la casa, ni de día ni de noche, sin correr el riesgo de que se enteraran los vecinos. Asaltaron mi mente varios proyectos. Pensé por un instante en fragmentar el cadáver y arrojar al suelo los pedazos. Resolví después cavar una fosa en el piso de la cueva. Luego pensé arrojarlo al pozo del jardín. Cambien la idea y decidí embalarlo en un cajón, como una mercancía, en la forma de costumbre, y encargar a un mandadero que se lo llevase de casa. Pero, por último, me detuve ante un proyecto que consideré el mas factible. Me decidí a emparedarlo en el sótano, como se dice que hacían en la Edad Media los monjes con sus víctimas. La cueva parecía estar construida a propósito para semejante proyecto. Los muros no estaban levantados con el cuidado de costumbre y no hacía mucho tiempo había sido cubierto en toda su extensión por una capa de yeso que no dejó endurecer la humedad. Por otra parte, había un saliente en uno de los muros, producido por una chimenea artificial o especie de hogar que quedó luego tapado y dispuesto de la misma forma que el resto del sótano. No dudé que me sería fácil quitar los ladrillos de aquel sitio, colocar el cadáver y emparedarlo del mismo modo, de forma que ninguna mirada pudiese descubrir nada sospechoso. No me engañó mi cálculo. Ayudado por una palanca, separé sin dificultad los ladrillos, y, habiendo luego aplicado cuidadosamente el cuerpo contra la pared interior, lo sostuve en esta postura hasta poder establecer sin gran esfuerzo toda la fábrica a su estado primitivo. Con todas las precauciones imaginables, me procuré una argamasa de cal y arena, preparé una capa que no podía distinguirse de la primitiva y cubrí escrupulosamente con ella el nuevo tabique. Cuando terminé, vi que todo había resultado perfecto. La pared no presentaba la más leve señal de arreglo. Con el mayor cuidado barrí el suelo y recogí los escombros, miré triunfalmente en torno mío y me dije: "Por lo menos, aquí, mi trabajo no ha sido infructuoso". Mi primera idea, entonces, fue buscar al animal que fue causante de tan tremenda desgracia, porque, al fin, había resuelto matarlo. Si en aquel momento hubiera podido encontrarle, nada hubiese evitado su destino. Pero parecía que el artificioso animal, ante la violencia de mi cólera, habíase alarmado y procuraba no presentarse ante mí, desafiando mi mal humor. Imposible describir o imaginar la intensa, la apacible sensación de alivio que trajo a mi corazón la ausencia de la detestable criatura. En
  • 9. toda la noche se presentó, y ésta fue la primera que gocé desde su entrada en la casa, durmiendo tranquila y profundamente. Sí; dormí con el peso de aquel asesinato en mi alma. Transcurrieron el segundo y el tercer día. Mi verdugo no vino, sin embargo. Como un hombre libre, respiré una vez más. En su terror, el monstruo había abandonado para siempre aquellos lugares. Ya no volvería a verle nunca: Mi dicha era infinita. Me inquietaba muy poco la criminalidad de mi tenebrosa acción. Inicióse una especie de sumario que apuró poco las averiguaciones. También se dispuso un reconocimiento, pero, naturalmente, nada podía descubrirse. Yo daba por asegurada mi felicidad futura. Al cuarto día después de haberse cometido el asesinato, se presentó inopinadamente en mi casa un grupo de agentes de Policía y procedió de nuevo a una rigurosa investigación del local. Sin embargo, confiado en lo impenetrable del escondite, no experimenté ninguna turbación. Los agentes quisieron que les acompañase en sus pesquisas. Fue explorado hasta el último rincón. Por tercera o cuarta vez bajaron por último a la cueva. No me alteré lo más mínimo. Como el de un hombre que reposa en la inocencia, mi corazón latía pacíficamente. Recorrí el sótano de punta a punta, crucé los brazos sobre mi pecho y me paseé indiferente de un lado a otro. Plenamente satisfecha, la Policía se disponía a abandonar la casa. Era demasiado intenso el júbilo de mi corazón para que pudiera reprimirlo. Sentía la viva necesidad de decir una palabra, una palabra tan sólo a modo de triunfo, y hacer doblemente evidente su convicción con respecto a mi inocencia. —Señores—dije, por último, cuando los agentes subían la escalera—, es para mí una gran satisfacción haber desvanecido sus sospechas. Deseo a todos ustedes una buena salud y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, señores, tienen ustedes aquí una casa construida—apenas sabía lo que hablaba, en mi furioso deseo de decir algo con aire deliberado—. Puedo asegurar que ésta es una casa excelentemente construida. Estos muros...¿Se van ustedes, señores? Estos muros están construidos con una gran solidez. Entonces, por una fanfarronada frenética, golpeé con fuerza, con un bastón que tenía en la mano en ese momento, precisamente sobre la pared del tabique tras el cual yacía la esposa de mi corazón. ¡Ah! Que por lo menos Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio. Apenas húbose hundido en el silencio el eco de mis golpes, me respondió una voz desde el fondo de la tumba. Era primero una queja, velada y encontrada como el sollozo de un niño. Después, en seguida, se hinchó en un prolongado, sonoro y continuo, completamente anormal e inhumano, un alarido, un aullido, mitad horror, mitad triunfo, como solamente puede brotar del infierno, horrible armonía que surgiera al unísono de las gargantas de los condenados en sus torturas y de los demonios que gozaban en la condenación. Sería una locura expresaros mis sentimientos. Me sentí desfallecer y, tambaleándome, caí contra la pared opuesta. Durante un instante detuviéronse en los escalones los agentes. El terror los había dejado atónitos. Un momento después, doce brazos robustos atacaron la pared, que cayó a tierra de un golpe. El cadáver, muy desfigurado ya y cubierto de sangre coagulada, apareció, rígido, a los ojos de los circundantes.
  • 10. Sobre su cabeza, con las rojas fauces dilatadas y llameando el único ojo, se posaba el odioso animal cuya astucia me llevó al asesinato y cuya reveladora voz me entregaba al verdugo. Yo había emparedado al monstruo en la tumba. LECTURA N° 2 Primero, vamos a leer todos juntos este texto: El 26 de octubre de 1949 no fue un día de grandes noticias. El maestro Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción del diario donde hacía mis primeras letras de reportero, terminó la reunión de la mañana con dos o tres sugerencias de rutina. No encomendó una tarea concreta a ningún redactor. Minutos después se enteró, por teléfono de .que estaban vaciando las criptas funerarias del antiguo convento de Santa Clara, y me ordenó sin ilusiones: «Date una vuelta por allá a ver qué se te ocurre». (El histórico convento de las clarisas, convertido en hospital desde hacía un siglo, iba a ser vendido para construir en su lugar un hotel de cinco estrellas. Su preciosa capilla estaba casi a la intemperie por el derrumbe paulatino del tejado, pero en sus criptas permanecían enterradas tres generaciones de obispos y abadesas y otras gentes principales. El primer paso era desocuparlas, entregar los restos a quienes los reclamaran, y tirar el saldo en la fosa común, Me sorprendió el primitivismo del método. Los obreros destapaban las fosas a piocha y azadón, sacaban los ataúdes podridos que se desbarataban con sólo moverlos, y separaban los huesos del mazacote de polvo con jirones de ropa y cabellos marchitos. Cuanto más ilustre era el muerto más arduo era el trabajo, porque había que escarbar en los escombros de los cuerpos y cerner muy fino sus residuos para rescatar las piedras preciosas y las prendas de orfebrería. El maestro de obra copiaba los datos de la lápida en un cuaderno de escolar, ordenaba los huesos en montones separados, y ponía la hoja con el nombre encima de cada uno para que no se confundieran. Así que mi primera visión al entrar en el templo fue una larga fila de montículos de huesos, recalentados por el bárbaro sol de octubre que se metía a chorros por los portillos del techo, y sin más identidad que el nombre escrito a lápiz en un pedazo de papel. Casi medio siglo después siento todavía el estupor que me causó aquel testimonio terrible del paso arrasador de los años.
  • 11. Allí estaban, entre muchos otros, un virrey del Perú y su amante secreta; don Toribio de Cáceres y Virtudes, obispo de esta diócesis; varias abadesas del convento, entre ellas la madre Josefa Miranda, y el bachiller en artes don Cristóbal de Eraso, que había consagrado media vida a fabricar los artesonados. Había una cripta cerrada con la lápida del segundo marqués de Casalduero, don Ygnacio de Alfaro y Dueñas, pero cuando la abrieron se vio que estaba vacía y sin usar. En cambio los restos de su marquesa, doña Olalla de Mendoza, estaban con su lápida propia en la cripta vecina. El maestro de obra no le dio importancia: era normal que un noble criollo hubiera aderezado su propia tumba y que lo hubieran sepultado en otra. En la tercera hornacina del altar mayor, del lado del Evangelio, allí estaba la noticia. La lápida saltó en pedazos al primer golpe de la piocha, y una cabellera viva de un color de cobre intenso se derramó fuera de la cripta. El maestro de obra quiso sacarla completa con la ayuda de sus obreros, y cuanto más tiraban de ella más larga y abundante parecía, hasta que salieron las últimas hebras todavía prendidas a un cráneo de niña. En la hornacina no quedó nada más que unos huesecillos menudos y dispersos, y en la lápida de cantería carcomida por el salitre sólo era legible un nombre sin apellidos: Sierva María de Todos los Ángeles. Extendida en el suelo, la cabellera espléndida medía veintidós metros con once centímetros. El maestro de obra me explicó sin asombro que el cabello humano crecía un centímetro por mes hasta después de la muerte, y veintidós metros le parecieron un buen promedio para doscientos años. A mí, en cambio, no me pareció tan trivial, porque mi abuela me contaba de niño la leyenda de una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la suya fue mi noticia de aquel día, y el origen de este libro. Gabriel García Márquez (Cartagena de Indias, 1994) Del amor y otros demonios
  • 12. Luego de haber leído, vamos a elaborar un organizador visual con las ideas principales del texto leído: Del amor y otros demonios 2. ¿Dónde sucede? 3. ¿Cuándo sucede? 1. ¿Quién es el narrador? 6. ¿Por qué investiga a Sierva María? 5. ¿Qué descubrió? 4. ¿Cuáles son los personajes?
  • 13. LECTURA N° 3 Primero, vamos a leer todos juntos este texto: Epilogo: 19 años después El otoño pareció llegar repentinamente ese año. La mañana del uno de Septiembre era crispada y dorada como una manzana y mientras la pequeña familia se apresuraba a cruzar la ajetreada calle hacia la grandiosa y sombría estación, el humo de los tubos de escape de los coches y el aliento de los caminantes centelleaban como telas de araña en el aire frío. Dos grandes jaulas descansaban en lo alto de los carritos de equipaje que los padres empujaban, las lechuzas dentro de ellas ululaban indignadamente, y la pequeña pelirroja se demoraba temerosamente tras sus hermanos, aferrada al brazo de su padre. -No pasará mucho tiempo, y también tú iras, -le dijo Harry. -Dos años, -resopló Lilly-. ¡Yo quiero ir ahora! Los transeúntes miraban curiosamente a las lechuzas mientras la familia se abría paso hasta la barrera entre los andenes nueve y diez. La voz de Albus llegó hasta Harry por encima del clamor que les rodeaba; sus hijos habían reasumido la discusión que habían empezado en el coche. -¡No! ¡No estaré en Slytherin! -¡James, dale un respiro! -dijo Ginny. -Yo solo digo que podría ser, -dijo James, sonriendo a su hermano menor-. No hay nada de malo en ello. Podría estar en Slyth... Pero James captó la mirada de su madre y se quedó en silencio. Los cinco Potters se aproximaron a la barrera. Con una mirada ligeramente autosuficiente sobre el hombro hacia su hermano menor, James tomó el carrito de manos de su madre y echó a correr. Un momento después, se había desvanecido. -Me escribiran, ¿verdad? -preguntó Albus a sus padres inmediatamente, aprovechando la momentánea ausencia de su hermano. -Cada día, si quieres que lo hagamos, -dijo Ginny. -No cada día, -dijo Albus rápidamente-. James dice que la mayoría de la gente solo recibe cartas de casa una vez al mes. -Escribimos a James tres veces por semana, -dijo Ginny. -Y no deberías creer todo lo que te cuenta de Hogwarts -añadió Harry-. A tu hermano le gusta gastar bromas. Lado a lado, empujaron el segundo carrito hacia adelante, cobrando velocidad. Cuando se aproximaron a la barrera, Albus hizo una mueca, pero no se produjo
  • 14. ninguna colisión. En vez de eso, la familia emergió a la plataforma nueve y tres cuartos, que estaba oscurecida por el vapor blanco que surgía del expreso escarlata de Hogwarts. Figuras confusas se movían como un enjambre a través de la neblina, en la que James ya había desaparecido. -¿Dónde están? -preguntó Albus ansiosamente, espiando hacia las nebulosas formas que pasaban mientras se abrían paso andén abajo. -Los encontraremos -dijo Ginny tranquilizadoramente. Pero el vapor era denso, y resultaba difícil discernir la cara de nadie. Desconectadas de sus propietarios, las voces sonaban antinaturalmente ruidosas. Harry creyó haber oído a Percy discurriendo ruidosamente acerca de las regulaciones de escobas, y se alegró la excusa que se le presentaba para no pasar y saludar... -Creo que esos son ellos, Al, -dijo Ginny de repente. Un grupo de cuatro personas emergió de la niebla, de pie junto a un carrito muy grande. Sus caras solo se enfocaron cuando Harry, Ginny, Lily, y Albus llegaron justo ante ellos. -Hola, -dijo Albus, que sonaba inmensamente aliviado. Rose, que ya vestía su nueva túnica de Hogwarts, le sonrió. -¿Todo bien al aparcar entonces? -preguntó Ron a Harry-. Para mí si. Hermione no se creía que pudiera pasar un exámen de conducir muggle, ¿verdad? Pensó que había Confundido al examinador. -No, no es cierto, -dijo Hermione-. Tenía una fé absoluta en ti. -Para que quede claro, le Confundí. -susurró Ron a Harry mientras juntos alzaban el baúl de Albus y la lechuza hasta el vagón-. Solo olvidé mirar por el retrovisor, y mira tú. Puedo utilizar un Encantamiento Supersensorial para eso. De vuelta en la plataforma, encontraron a Lilly y Hugo, el hermano menor de Rose, teniendo una animada conversación sobre en qué casa serían seleccionados cuando finalmente fueran a Hogwarts. -Si no entras en Gryffindor, te desheredaremos, -dijo Ron- pero sin presiones. -¡Ron! Lilly y Hugo rieron, pero Albys y Rose parecían solemnes. -No lo dice en serio, -dijeron Hermione y Ginny, pero Ron ya no estaba prestando atención. Captando la atención de Harry, asintió hacia un punto a unas cincuenta yardas de distancia. El vapor se había disipado por un momento y tres personas estaban de pie en un espacio libre de la cambiante niebla. -Mira quién está ahí. Draco Malfoy estaba allí de pie con su esposa e hijo, con un abrigo oscuro abotonado hasta la garganta. Su pelo estaba peinado hacia atrás de tal forma que enfatizada la barbilla puntiaguda. El nuevo chico se parecía a Draco tanto como Albus se parecía a Harry. Draco captó un vistazo de Harry, Ron, Hermione y Ginny mirándole, asintió cortésmente, y se alejó. -Así que ese es el pequeño Scorpius, -dijo Ron-. Asegúrate de machacarle en cada exámen, Rosie. Gracias a Dios heredaste el cerebro de tu madre. -Ron, por amor de Dios, -dijo Hermione medio severa, medio divertida-. ¡No intentes volverlos uno contra otro antes de que empiecen siquiera la escuela! -Tienes razón, lo siento, -dijo Ron, pero incapaz de contenerse, añadió-. No seas muy amigable con él, Rosie. El abuelo Wesley nunca te perdonaría que te casaras con un sangre pura. -¡Ey!
  • 15. James había reaparecido, se había librado a sí mismo de su baúl, lechuza y carrito, y evidentemente estaba que explotaba con nuevas noticias. -Teddy está de vuelta, -dijo sin respiración, señalando sobre el hombro hacia las vaporosas nubes-. ¡Acabo de verle! Y adivina que está haciendo. ¡Morreándose con Victoire! Fulminó con la mirada a los adultos, evidentemente decepcionado por su falta de reacción. -¡Nuestro Teddy! ¡Teddy Lupin! ¡Besándose con nuestra Victoire! ¿Nuestra prima? Y le pregunté a Teddy que estaba haciendo... -¿Les interrumpiste? -dijo Ginny- Te pareces tanto a Ron... -... ¡y dijo que había venido a verla! Y después me dijo que me largara. ¡La estaba besando! -Añadió James como preocupado de no haber sido lo bastante claro. -¡Oh, sería adorable que se casaran! -murmuró Lilly soñadoramente-. ¡Entonces Teddy sería realmente parte de la familia! -Ya viene a casa a cenar casi todos los días -dijo Harry, .... falla mi imaginación pero supongo que dice algo así como qué más da que se quede todo el rato. -¡Si! -dijo James entusiasmado-. No me importaría compartir cuarto con Al... Teddy podría quedarse mi habitación. -No, -dijo Harry firmemente-. Al y tú estarán peleando a cada rato y no quiero que la casa acabe demolida. -Son casi las once, será mejor que suban. -¡No olvides darle recuerdos a Neville! -dijo Ginny a James y le abrazó. -¡Mamá! No puedo hacer eso con un profesor. -Pero conoces a Neville... James puso los ojos en blanco. -Fuera, si, pero en la escuela es el Profesor Longbotton, ¿verdad? No puedo entrar en Herbología y darle recuerdos... Sacudiendo la cabeza ante las tonterías de su madre, se apresuró a adelantarse para dar una patada a Albus. -Luego te veo, Al. Vigila a los Thestrals. -Creía que eran invisibles. Dijiste que eran invisibles. Pero James simplemente se río, permitió que su madre le besara, dio un abrazo rápido a su padre, después saltó rápidamente al tren. Le vieron avanzar, después alejarse vagón arriba hacia sus amigos. -Los Thestrals no son nada de qué preocuparse, -dijo Harry a Albus-. Son criaturas gentiles, no hay nada que asuste en ellos. De todos modos, ustedes no van a llegar a la escuela en los carruajes, iran en botes. Ginny se despidió de Albus. -Te veremos en Navidad. -Adiós, Al, -dijo Harry mientras su hijo le abrazaba-. No olvides que Hagrid te ha invitado a tomar el té el próximo viernes. No te metas en líos con Peeves. Nada de duelos con nadie hasta que hayas aprendido como hacerlo. Y no dejes que James se meta contigo. -¿Y si acabo en Slytherin? El susurro era solo para su padre, y Harry sabía que solo el momento de la partida podría haber obligado a Albys a revelar lo grande y sincero que era su temor.
  • 16. Harry se agachó para que la cara de Albus estuviera ligeramente por encima de la suya. Solo Albus entre los tres hijos de Harry, había heredado los ojos de Lilly. -Albus Severus, -dijo Harry quedamente, para que nadie más que Ginny pudiera oirle, y ella tenía suficiente tacto como para fingir que estaba escuchando a Rose, que ya estaba en el tren-, te pusimos ese nombre por dos directores de Hogwarts. Uno de ellos era un Slytherin y fue probablemente el hombre más valiente que nunca haya conocido. -Pero y si... -... entonces la Casa Slytherin habrá ganado un excelente estudiante, ¿verdad? A nosotros no nos importa, Al. Pero si a ti te importa tanto, podrás elegir Gryffindor en vez de Slytherin. El Sombrero Seleccionador toma en cuenta tu elección. -¡De veras! -Lo hizo en mi caso, -dijo Harry. Nunca antes había contado eso a sus hijos, y vio la maravilla en la cara de Albus cuando lo dijo. Pero ya las puertas se estaban cerrando a lo largo de todo el tren escarlata, y los sonidos señalaban el momento de partir para los últimos rezagados. Albus saltó al vagón y Ginny cerró la puerta tras él. Los estudiantes colgaban de las ventanas que tenían más cerca. Un gran enjambre de caras, sobre y fuera del tren, parecían estar de vueltas hacia Harry. -¿Por qué están todos mirando? -exigió Albus mientras Rose y él se giraban alrededor para mirar al resto de los estudiantes. -No dejes que eso te preocupe, -dijo Ron-. Soy yo. Soy extremadamente interesante. Albus, Rosie, Hugo, y Lily rieron. El tren empezó a moverse, y Harry caminó junto a él, observando la delgada cara de su hijo, ya sonrojada por la excitación. Harry siguió sonriendo y saludando, incluso aunque era un poco embarazoso, observando como su hijo se alejaba de él... El último rastro de humo se evaporó en el aire otoñal. El tren había doblado una esquina. La mano de Harry estaba inmóvil, alzada en un adiós. -Estará bien, -murmuró Ginny. Cuando Harry miró hacia ella, bajó la mano ausentemente y se tocó la cicatriz en forma de relámpago de la frente. -Lo sé. La cicatriz no le había dolido a Harry en diecinueve años. Todo iba bien. Harry Potter y las reliquias de la muerte (2008) J.K. Rowling
  • 17. Luego de haber leído, vamos a elaborar un mapa mental, a continuación se ha colocado un ejemplo:
  • 19. Recuerda: • La longitud de la línea debe ser igual a la de las palabras. • Varía el tamaño de las letras, línea e imágenes. • Organiza bien el espacio. • Asocia las ideas mediante flechas y colores. • Emplea una palabra clave por línea. • Al hacer un mapa emplea tu estilo personal para manifestar tu creatividad. ¡Ahora a trabajar!