1) Raúl Alfonsín argumenta que para fortalecer la democracia y la justicia social se debe estimular la política y revalorizarla.
2) Señala que la democracia requiere de ciudadanos democráticos, pero que es imposible formarlos cuando viven en la desesperación de la marginación y la exclusión.
3) Sostiene que los que gozan de libertad tienen el deber de optar por una militancia firme para avanzar hacia la igualdad y reducir las desigualdades.
Estimular la política para reinstaurar la igualdad
1. Estimular la política para reinstaurar la igualdad
RAÚL ALFONSÍN
Hannah Arendt habla de la parábola atribuida a Pitágoras en la que se alude a una
voluntad activa y deliberada de no participación en las vicisitudes cotidianas, bajo la forma
de la arrogancia: "…la vida es como un festival; …algunos acuden para competir, otros
para comerciar, y, los mejores, para contemplar… las personas serviles van a la caza de la
gloria o de las ganancias y los filósofos, de la verdad".
También afirma que la conciencia se reconoce cuando se descubre la lucha interior ante
la necesidad de tomar una decisión, cuando "una parte… se resiste firmemente contra la
otra".
¿Por qué me refiero a la conciencia? Porque creo que corremos el riesgo de solazarnos
con disfrutar de la libertad adquirida y transformarnos en cínicos que contemplan la penosa
realidad que sufren millones de argentinos con una actitud entre resignada y complaciente.
En la lucha que emprendí hace muchos años contra distintos autoritarismos y diversas
expresiones de derecha, me ha pasado muchas veces que mis esfuerzos por "enderezar
entuertos" fueron utilizados por autoritarios de signo contrario, extremistas o fanáticos, que
terminaban "desencantados", acusándome de incurrir en el grave delito de ser "moderado",
típica acusación de los extremistas.
Los que hemos vivido tiempos de dictadura y no sufrimos hambre ni marginación, sabemos
que hay que cuidar la libertad adquirida.
Pero a la vez sabemos que no hay que aceptar extorsiones cuando cuestionamos las
injusticias e inequidades del sistema. No estamos arriesgando la democracia.
No se puede exigir preocupación ciudadana y voluntad de participación a quien se siente —y
está— excluido de la posibilidad de salir de la marginación.
El derecho a la libre expresión de las ideas —dejando de lado todos los problemas de la
sociedad mediática— es un derecho abstracto mientras no esté garantizado también el de
acceder a una educación que permita tener, desarrollar y comparar ideas.
También será abstracto el derecho a la libre asociación mientras un hombre o una mujer
tenga necesidad, para asegurarse mínimas condiciones de subsistencia, de trabajar diez o
doce horas diarias, jornada que no le deja tiempo ni energías para ejercer ese derecho, o peor
aún, si está marginado y excluido.
No se puede exigir preocupación ciudadana y voluntad de participación a quien se siente —y
está— excluido de la posibilidad de salir de la marginación.
En definitiva, la democracia sólo puede construirse con hombres democráticos. Muy a
menudo se olvida esta verdad de Perogrullo. También sabemos que es absurdo pretender
formar ciudadanos democráticos cuando están sumidos en la desesperación. Una monarquía
absoluta se puede construir con un pueblo antimonárquico. Un fascismo, con un pueblo
antifascista. Pero una democracia, no.
Y aquí deseo expresar una convicción categórica: para que alguien pueda llamarse a sí mismo
demócrata, no basta con que ame la libertad. Tiene que conocer el sentido de la solidaridad y
del compromiso. Y esto implica el deber de ayudar a los miembros menos favorecidos de la
sociedad, a aumentar la libertad de quienes son menos libres.
Pero no vamos a calmar nuestra conciencia limitándonos a condenar los desajustes morales
que conducen a la injusticia social. Hagámoslo. Denunciemos el egoísmo, la codicia, la falta de
amor. Pero sólo con eso no cumpliremos con nuestro deber.
2. Los que no tenemos hambre y entonces gozamos de la libertad no tenemos opción si
queremos cumplir con nuestros principios y actuar de acuerdo con nuestras convicciones:
debemos optar por una militancia firme y franca para avanzar en la búsqueda de la igualdad,
particularmente en estos tiempos en que en el mundo se pretende reinstaurar las
desigualdades superadas por cien años de avance social.
Aunque la cita es algo extensa, quiero dejar en palabras de Umberto Cerroni la necesidad que
tenemos de revalorizar y estimular la política para fortalecer una democracia republicana
con justicia social. "él lo hace muy bien a lo largo de tres líneas argumentales, cuando
expresa:
1) La primera concierne al equilibrio institucional de la democracia: sólo el respeto común, el
buen funcionamiento y primacía de las instituciones del Estado democrático pueden
garantizar nuestra convivencia política. La orientación de los partidos, de las fuerzas sociales
y de los ciudadanos queda juzgada con este criterio.".
2) La segunda línea concierne al convencimiento de que la estructura portadora de nuestra
democracia es, en la actualidad, una relación 'regular' entre gobierno y oposición, esto es, el
general y recíproco reconocimiento de la 'igual dignidad' de estas dos funciones
democráticas esenciales. De aquí podría partir una revitalización de la vida política que
deflacione la contienda por el poder, desviando la atención sobre los contenidos políticos de
la confrontación.
De ello debería derivarse una acción de gobierno interesada en responder con precisión
política a las críticas de la oposición, en vez de descalificarla continuamente y deslegalizarla.
Debería, además, derivar de ello una acción de oposición interesada en construir un
'gobierno sombra', provisto de fuertes contraproposiciones, en vez de acusar continuamente,
deslegitimar y 'hacer caer' al gobierno. Esto implicaría una mayor consideración del
problema del consenso en la vida política y, por tanto, de la conquista de adhesiones
argumentadas entre los ciudadanos."
3) La tercera línea, consecuente, concierne a la reunificación cultural (intelectual) de la
política, tanto en el sentido de que una mayor atención a los contenidos y al consenso exige
también mayor respeto al ciudadano, como en el sentido de que el ciudadano mismo se ve
llamado a tener una participación política de tipo más elevado, no limitada a la defensa de los
intereses ni a la conquista del bienestar."
Pero no vamos a calmar nuestra conciencia limitándonos a condenar los desajustes morales
que conducen a la injusticia social. Hagámoslo.
Denunciemos el egoísmo, la codicia, la falta de amor. Pero sólo con eso no cumpliremos con
nuestro deber.
Hoy estamos muy lejos. La política no es sólo conflicto sino también construcción.
El consenso sobre algunos aspectos esenciales es, indiscutiblemente, la base de la
democracia, que no podría existir sin un pacto democrático al menos implícito, distribuidor
de derechos, deberes y roles, aceptado y legitimado por el conjunto de la sociedad.
El papel de la oposición lleva implícito tanto el consenso como el disenso. El propio
disentimiento se expresa en el marco de otros consentimientos. De lo contrario, no se trataría
de discusión política, sino de combate.
De esta forma, la mayoría ha de tener presente cuáles son los límites del consenso básico
aceptado por la minoría, de modo de evitar un peligroso proceso desintegrador, hasta llegar a
sus propios límites establecidos por la coherencia que debe guardar el proyecto político.
Así, se afianza la unidad mínima imprescindible para resguardar el consenso democrático y al
mismo tiempo se avanza en el equilibrio de un compromiso que pretende armonizar el
conjunto del accionar social.
Pero no se trata de una armonía estática, lograda, suave y dulce propia de los centros
3. ambiguos, de los fines difusos, de las convicciones blandas o de las resignaciones fáciles.
Se trata de una lucha. Una búsqueda si se quiere ansiosa y angustiada de la armonía,
que en tiempos en que el capitalismo salvaje parecería darles la razón a las profecías de
Marx, luego de la desaparición del totalitarismo socialista, debe estar impregnado, por arriba
o por abajo, por la mayoría o por la minoría, del sentido de una constante afirmación de la
igualdad.
El juego de la democracia se perturba si uno de los actores importantes utiliza
procedimientos ilegales o atentos contra las bases mismas de la organización social, ya sea
desde la izquierda o desde la derecha.
Lo mismo ocurre con las llamadas oposiciones desleales en la terminología de Linz, cuando
éstas tienen como objetivo primordial el fracaso del gobierno con el fin de reemplazarlo.
Raúl Alfonsín, 31 de Enero de 2005