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El cristiano y la educación formal universitaria 
“La educación, el gran abracadabra y fraude de todos los tiempos, pretende 
prepararnos para vivir, y se prescribe como la panacea universal para todos 
los males, desde la delincuencia juvenil hasta el envejecimiento prematuro. 
En su mayor parte sólo sirve para incrementar la estupidez, inflar la 
arrogancia, promover la incredulidad y dejar a los que le están sujetos a 
merced de lavacerebros que tienen la prensa, la radio y la televisión a su 
disposición.” 
–Malcom Muggeridge, 1969, en Jesus Rediscovered. 
El epígrafe anterior no resulta muy halagador de la educación. No lo es 
porque cuando se sopesan las cosas y se analizan las situaciones, no hay 
muchas cosas buenas qué decir de la educación tal como el mundo la realiza, 
ni social, ni práctica, ni mucho menos espiritualmente. 
En este escrito quiero hacer un estudio sobre qué tan benéfico puede ser 
para un cristiano el estudiar una carrera. Debo aclarar dos cosas: primero, 
que en este análisis no tocaré mucho la educación en los niveles básicos, 
aunque inevitablemente mencionaré el tema, porque de alguna manera está 
relacionado, pero hay otros hermanos que pueden exponerlo mejor que yo, 
por lo que en este momento me referiré exclusivamente a la educación 
universitaria formal. Segundo, debo señalar que no considero necesario ni 
provechoso que ni la iglesia ni nadie elabore una regla estricta en donde se 
prohíba a los jóvenes cristianos el estudiar una carrera, ni por otro lado que 
les obligue a estudiarla, so pena de excomunión, pero sí considero que el otro 
extremo, el de permitir que los jóvenes se queden sin ningún tipo de guía ni 
consejo al respecto, es demasiado peligroso para el bienestar espiritual de los 
muchachos cristianos en edad universitaria. 
A la par que voy a ir mostrando lo que la Escritura, la luz interna y la 
experiencia dictan, iré contando mi testimonio de cómo el haber decidido 
estudiar una carrera afectó de manera negativa mi vida espiritual. Veremos 
varios puntos en cuanto al fruto que ha traído la educación universitaria , y la 
mentalidad que gira en torno a ella, para poder llegar a conclusiones sabias 
al respecto, y finalmente daremos algunas advertencias y consejos, seguidas 
de un apéndice, en donde he colocado un artículo que escribió un hermano
en Cristo que abandonara su exitosa carrera de Ingeniería Civil para seguir a 
Cristo. 
El asunto de la intención y la voluntad 
Me atrevo a afirmar que para Dios es mucho más importante el motivo por el 
que hacemos las cosas, que las cosas mismas que hacemos. A manera de 
ejemplo, imaginemos una situación hipotética en la que dos mujeres en 
diferentes sitios de la ciudad y a diferentes horas del día le regalan un plato 
de comida al mismo niñito pordiosero. A la vista de Dios, la una pecó al 
hacerlo porque lo hizo para dar una buena impresión delante de sus amigas y 
para calmar su conciencia de que está en adulterio, mientras que la otra hizo 
una buena obra porque lo hizo por obedecer a Dios y por compasión 
entrañable para con el niño. Al motivo por el que actuamos se le llama 
“intención”. 
Analicemos pues, ¿Cuál es la intención principal que hay detrás de 
inscribirse en una carrera universitaria, estudiarla, culminarla y ejercerla? 
Yo, como joven universitario que fui, y que convivió con muchos otros 
jóvenes universitarios, puedo responder que la intención no sólo es 
generalmente egoísta, sino que también es terrenal, porque consiste en 
aspirar a obtener algún beneficio, y éste, de carácter temporal, que muchas 
veces puede ser el dinero, otras veces la fama, y otras veces, ambos. 
Algunos desean hacerse ricos, prosperar económicamente, acrecentar sus 
ganancias monetarias, progresar y ascender en la escalera de la competencia 
por el dinero, encumbrarse en lo material, todo para alcanzar un estilo de 
vida holgado que les permita no sólo satisfacer sus necesidades más básicas, 
sino también poder gozar de los mejores servicios, alimentos, ropa, coches, 
casas, lugares de vacaciones, y disfrute de las cosas materiales, poder 
comprar lo que les agrade, no reparar en gastos cuando se trata de cumplir 
los antojos del corazón, tener hijos que vivan casi como príncipes o reyecitos, 
o, si no sueñan tan alto, por lo menos desearían pertenecer a la clase media, 
que no se las tenga que ver con la carestía, ni con las carencias, ni con las 
reformas que tanto aquejan y dañan a la clase trabajadora, a los obreros y al 
proletariado. 
Otros desean “ser alguien en la vida”, alcanzar la fama y el renombre, 
hacerse ilustres, obtener prominencia personal, vanagloriarse con razón de
sus habilidades y conocimientos, distinguirse y sobresalir de entre el resto, 
ganar un Nobel, trascender, sentirse admirados, ser los mejores, los más 
competitivos, los inigualables, o, si no sueñan tan alto, al menos desearían 
dejar algún tipo de huella favorable en la humanidad, para que los recuerden 
como héroes o como benefactores con un posible estatus de semidioses. 
Finalmente, los menos egoístas quisieran cambiar al mundo, ayudar a la 
pobre gente que se halla herida como consecuencia del pecado, ya sea 
curando enfermedades incurables a través de la ciencia básica, desarrollando 
nuevas tecnologías que faciliten la vida, ganando grandes sumas de dinero 
que puedan donar a los pobres, participando en la política o en la sociología 
como activistas que defiendan los derechos de las minorías y de los 
marginados, aportando su grano de arena para la educación de los 
discapacitados, ayudando por medio de terapias psicológicas a los dañados 
en su mente, atendiendo a los enfermos de todo tipo con la medicina 
moderna, consolando a los dañados, aconsejando a los desorientados, en fin, 
mejorando la condición humana que se halla en decadencia por causa del 
pecado. En muchos casos, por altruistas que parezcan, también esperan algo 
a cambio, ya sea el dinero o la fama, o ambas, o simplemente la satisfacción 
interior de saber que han dejado una huella positiva en la humanidad. 
Dentro de los círculos cristianos muchas veces ocurre que esto último se 
convierte en un sueño “piadoso” porque se piensa en llevar el evangelio a 
otro país y de esa manera ayudar a la gente, pero por experiencia propia y 
por el discernimiento que Dios me ha dado, alcanzo a ver que aún en esos 
casos se espera algo a cambio: de nuevo la fama, la gloria, la aventura juvenil 
de haberse embarcado a Timbuktu para evangelizar, el deseo de conocer 
nuevos lugares, o una vez más simplemente la satisfacción interior y secreta 
de que han hecho algo muy bueno por la gente por lo cual puedan 
vanagloriarse y congratularse a sí mismos e incluso aparentemente esperar 
que Dios y la gente también los congratule y condecore como héroes de 
alguna manera, tan sólo por haber sido un tipo de pseudo-mártires que 
sobrepasaron el cristianismo nominal del resto sólo por haber sufrido un 
poco más de penalidades que el promedio, en una peligrosa misión 
evangelizadora. 
Además, cabe señalar que los jóvenes generalmente son apoyados por sus 
padres para lograr dichas metas. Los padres quizás no entienden todo lo que
hay en el corazón y en la intención de sus hijos (y muchas veces no les 
interesa, o simplemente, si lo supieran, lo aprobarían y concurrirían con ello, 
ya que es lo que ellos mismos les han sembrado), pero todo el mundo les ha 
hecho creer que es virtualmente imposible obtener algún empleo “decente” a 
menos que se estudie por lo menos una Licenciatura, si no es que de 
preferencia además algún tipo de Posgrado, ya sea Maestría, Doctorado o 
Diplomados. Los padres se avergonzarían mucho si sus hijos no tuvieran un 
trabajo “estable” que los haga lucir bien ante la sociedad. 
Para alcanzar las metas antes mencionadas, los jóvenes darán lo mejor de sí 
mismos en el área de estudio que hayan elegido, lucharán sin cesar para 
alcanzar el éxito en su campo de su estudio, adorarán en el altar de la ciencia, 
el deporte, las artes o los negocios, se especializarán en cierta área del 
conocimiento (la música, la ciencia, la filosofía, la política, etc.), pasarán 
largas horas de estudio y de prácticas, para lo cual sacrificarán horas de 
sueño, de comida, de relajación y de estar con la familia, llevarán una 
disciplina rígida casi militarizada, se dedicarán religiosa e idolátricamente a 
la escuela, gastarán la mayor parte de su dinero, su energía y su tiempo, 
entregando los mejores años de su vida, que podrían ser dedicados al 
Maestro, a lograr una meta básicamente mundana. Todo esto mientras que 
los padres otorgan el apoyo emocional, moral, económico y social de manera 
incondicional durante el tiempo que transcurren los estudios profesionales 
de sus hijos. 
Pero preguntémonos: ¿Son tales metas y ambiciones apropiadas para un 
cristiano? Debería ser clarísimo que no lo son, pero como vivimos en 
tiempos tan sombríos, tendré que citar la Biblia para mostrar lo mundanos y 
rebajados que son dichos objetivos. 
Acerca de las riquezas, sólo citaré los siguientes pasajes, aunque ciertamente 
habría muchísimos más que se pueden citar: 
* “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín 
corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos 
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y 
donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro 
tesoro, allí estará también vu estro corazón”. Mateo 6:19-21.
El pasaje anterior es tan claro que la única conclusión posible del mismo es 
la famosa frase de John Wesley: “Acumular tesoros en la Tierra está tan 
claramente prohibido por nuestro Señor como el adulterio y el asesinato”. 
* “Entonces Jesú s dijo a su s discípu los: De cierto os digo, que 
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os 
digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, 
qu e entrar u n rico en el reino de Dios”. Mateo 19:23-24. 
Como vemos, las riquezas son un gran impedimento para todo asunto 
espiritual, incluyendo no solamente nuestra santificación y nuestro 
ministerio, sino incluso nuestra misma salvación. Este pasaje presenta 
muchos paralelos en los evangelios sinópticos, así como apoyos fuertes en los 
escritos de Pablo (Ver por ejemplo Marcos 10:23-24 y 1ª Timoteo 6:6-11, 17- 
19.) 
* “… pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las 
codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace 
infru ctu osa”. Marcos 4:19. 
Las posesiones materiales son engañosas e indignas de confianza: se 
desvanecen rápidamente. 
* “…Y le dijo Jesú s: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los 
cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la 
cabeza”. Lu cas 9:58. 
El versículo anterior demuestra que Nuestro ejemplo Supremo fue pobre 
(ver también 2ª Corintios 8:9) y pienso que lo fue porque habría habido 
un gran problema moral con el hecho de que el Hijo de Dios hubiera sido 
rico al conocer toda la necesidad a su alrededor en el mismo mundo que Él 
creó. Si ostentamos llamarnos discípulos Suyos, hemos de seguirlo en todo, 
incluyendo este hecho particular también. 
En cuanto a obtener algo de fama, observemos lo siguiente: 
*“¿Y tú bu scas para ti grandezas? No las bu squ es…” Jeremías 
45:5. 
Lo anterior son las palabras de Dios mismo a un hombre (Baruc) que 
deseaba hacerse un nombre dentro del mismo terreno espiritual, cuando a su 
alrededor el clima espiritual era deplorable, y él debió haber estado 
buscando sólo la gloria de Dios y el arrepentimiento de su pueblo, no la fama 
de este mundo.
*“No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la 
agilidad del hombre. Se complace Jehová en los que le temen, y en 
los qu e esperan en su misericordia” Salmo 147:10-11. 
El verso anterior deja claro que Dios no toma placer ni se deja impresionar 
por la genialidad de un científico, ni por la habilidad de un músico, ni por la 
estrategia de un político, ni por la destreza física de un deportista, ni por 
nada que se le parezca. Él mismo nos dio un cuerpo y un cerebro que puede 
hacer eso y más, pero pide que lo amemos con ese cuerpo y con esa mente, 
no que los desarrollemos para nuestro propio beneficio. Es tal amor a Él, tal 
temor ante Su Persona y tal confianza en Su misericordia lo que le complace. 
El pasaje siguiente confirma lo mismo que venimos diciendo, pero son 
palabras más fuertes pronunciadas por nuestro mismo Maestro: 
*“… lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es 
abominación.” Lu cas 16:15b. Lo que los hombres tienen en tan alta 
estima (como los conocimientos, las habilidades y las actitudes que se 
obtienen cuando se recibe una buena educación según el mundo) es 
abominación delante de Dios. 
*“Comer mu ch a miel no es bu eno, ni el buscar la propia gloria es 
gloria.” Proverbios 25:27. 
Delante de Dios, no es una gloria, es decir, no es nada honroso el hecho de 
que un hombre busque su propia gloria. De hecho, más bien es algo que 
proviene del mundo y que no agrada al Padre: 
*“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los 
deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del 
Padre, sino del mu ndo.” 1ª Ju an 2:16. 
La verdadera gloria proviene más bien de padecer la cruz y la persecución 
por causa de Cristo (Ver Gálatas 6:16, Hebreos 11:26 y 1ª Pedro 4:1- 
16).´ 
Y respecto a tratar de cambiar al mundo, recordemos que no fuimos 
llamados a cambiar ni a mejorar al mundo, sino a salir de él, viviendo una 
vida separada y disconforme respecto al mundo, y de hecho a protestar en 
contra de su orden moral, sin esperar jamás cambiarlo, porque se sabe que 
está bajo el maligno y que la mayoría se perderá, por lo que el cristiano debe 
buscar él mismo salvarse y luego salvar a los más que pueda, pero sin que le 
importe mucho el mejorar las condiciones de vida humana, ya que eso no es 
relevante para Dios.
*“Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el 
Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para 
vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el 
Señor Todopoderoso.” 2ª Corintios 6:16-17. 
*“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no 
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que 
los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del 
mundo, como tampoco yo soy del mu ndo.” Ju an 17:14-16. 
Los ateos, en sus muchos argumentos para tratar de sepultar por tierra la 
veracidad de que Jesús sea el Mesías y el Dios hecho carne, preguntan por 
qué si Jesús es el Dios Omnisciente, cuando vino a la Tierra como hombre, 
no profirió ni musitó ni siquiera una sola palabra acerca de la higiene 
personal, la existencia de las bacterias dañinas, la fórmula de algunas 
moléculas que funjan como antibióticos o antiinflamatorios, o algo 
semejante. Tampoco emitió su opinión sobre las matemáticas, la geometría, 
la agronomía, el arte, la cultura, la música, la literatura o la gramática 
correcta del hebreo, el arameo o el griego. Y ni siquiera emitió ningún juicio 
u opinión sobre la sociología o sobre la deficiencia de las políticas y las 
formas de gobierno. Cuando quisieron hacerlo rey, Él mejor huyó. Cuando 
quisieron que convenciera a un joven de compartir la herencia con su 
hermano, él reprendió a ambos. Cuando lo cuestionaron sobre la dominación 
romana, él contestó que demos al César lo que es del César y a Dios lo que es 
de Dios. Y Él enseñó a amar a aquellos que nos ultrajan y nos pisotean. 
Desde un punto de vista humanista, el argumento ateo es válido. Un Dios 
que no nos informó de nada que beneficie a Su creación no es digno de ser 
adorado. Pero desde un punto de vista eterno, Dios es el Ser más Bueno que 
haya existido: envió a Su Hijo, no para instruirnos en cómo mejorar nuestra 
salud, nuestra posición socioeconómica, ni nuestras relaciones humanas, 
sino para enseñarnos el camino al Padre. El resto simplemente no era ni es 
importante para Él. Y no debería serlo para Sus seguidores. Él vino para 
salvar las almas de los hombres, no para enseñarles cómo ser mejores 
personas que sean más felices y más saludables. No hay que estar tratando 
de ayudar al mundo, sino salir de él y predicarles, llamándolos a que salgan 
de este sistema de cosas, se aferren a Dios, lo sigan y prediquen a otros en 
contra de esta perversa generación.
Ahora bien, debo decir que debido al contexto en que viví, yo no fui a la 
Universidad con ninguna de esas metas terrenas en mente. Yo deseaba 
probarme a mí mismo que podía resistir al mundo y pararme por la verdad 
en ese medio tan hostil, al que le apodé “La Catedral del Ateísmo”. También 
deseaba contar con un título que me pudiera ayudar a entrar a algún país 
extranjero (de preferencia musulmán) para predicar el evangelio, porque se 
me hizo creer que eso era absolutamente necesario. Además deseaba 
madurar en varios aspectos, y pensé que el pasar tiempo solo y estudiando 
en la Facultad, me ayudaría de alguna manera. Lo cierto es que aunque mis 
intenciones sí eran buenas, fue muy difícil, casi imposible, no caer de manera 
sutil, pero segura, en el juego de empezar a abrigar la meta mundana de 
alcanzar un poco de fama, si no a nivel mundial, por lo menos dentro del 
círculo en el que me desenvolvía, y a alcanzar el conocimiento de manera 
codiciable, al grado de que me gozaba grandemente cuando lograba 
comprender, dilucidar o descubrir alguno de los grandes “secretos” y 
fenómenos asombrosos de la química que solamente la élite, la crema y nata 
de los científicos comprende. Mezclado con eso se hallaba el deseo “piadoso” 
de ir a evangelizar a un país musulmán tal como lo describí en párrafos 
anteriores, deseo al que tuve que morir para de verdad poder seguir a Cristo, 
porque para Dios importa mucho más que le entreguemos nuestra voluntad 
y llevemos a su altar lo más preciado para nosotros, incluyendo lo “piadoso” 
y lo “espiritual”, (pero si es que Él lo está pidiendo); antes que llevar a cabo 
activismos religiosos. 
Luego entonces, para concluir esta parte, solamente diré que aunque un 
joven cristiano permanezca sin mancha aparente del mundo, pero si tan sólo 
su voluntad ya no está completamente rendida a la de su Señor, sino que 
ahora abriga metas mundanas y se ha involucrado con su voluntad y su 
corazón en algo que, aunque sea aparentemente lícito, es un gran estorbo 
para el reino de Dios, entonces ya se está deslizando por un camino peligroso 
que no es el de Jesús y que tarde o temprano lo llevará a parar en la 
compañía de los muertos. (Proverbios 21:1). 
Recordemos que la libertad, la búsqueda de la felicidad y el hacer lo que a 
uno le agrada, no son valores que un verdadero cristiano pueda perseguir sin 
negar y comprometer la verdad. El discípulo sigue a Alguien que vino como 
siervo, no como alguien que buscaba ser feliz ni agradarse a sí mismo. Como 
experiencia personal, puedo decir que era muy contradictorio ante mis
oyentes el predicarles acerca de perder sus vidas, cuando veían que yo 
mismo estaba haciendo lo que me gustaba y me hacía feliz: el estudiar una 
carrera. Mis compañeros universitarios no podían entender que hubiera 
alguien persiguiendo las mismas metas que ellos pero que al mismo tiempo 
los llamara a perder su vida y les dijera que no le interesaba lo terrenal. Lo 
cierto es que yo no estaba perdiendo mi vida. 
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el 
qu e pierda su vida por cau sa de mí, la hallará.” Mateo 16:25. 
El asunto de la mente y la programación 
En la regeneración, Dios nos da una nueva mente y de hecho la palabra 
griega para “arrepentimiento” significa un cambio de mente. Pero no 
debemos detenernos allí. Considera los siguientes pasajes: 
*“… y renovaos en el espíritu de vuestra mente,” Efesios 4:23. 
*“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de 
la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis 
cu ál sea la bu ena volu ntad de Dios, agradable y perfecta.” 
Romanos 12:2. 
*“Porqu e ¿qu ién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? 
Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” 1ª Corintios 2:16. 
Sin embargo, todo el ambiente universitario, incluyendo las conferencias 
magistrales, las competencias académicas y deportivas, las huelgas, el 
reclamo de los derechos, y por supuesto, las clases impartidas en las aulas, 
van encaminadas a programar nuestra forma de pensar en una dirección 
muy opuesta a la de Dios: promueven la incredulidad, fomentan la rebelión 
contra las autoridades puestas por Dios, apoyan la relatividad de los valores 
morales, favorecen la idealización de una sociedad utópica, pero también 
contraria a Dios, en donde todo está permitido y en donde todos y todo se 
tolera, en la cual el único pecado es predicar en contra del pecado, 
promocionan la idea de mejorar al mundo, … en fin, programan la 
mentalidad de los universitarios para conformar una sociedad idealista, que 
es feliz y responsable, pero absolutamente sin Dios y sin respeto por Su 
Palabra, donde se pisotean sus mandamientos y se piensa que no hay 
necesidad alguna de Él, muy a la canción “Imagine” de John Lennon. Tal 
ambiente y tal entrenamiento no es ni puede ser para un cristiano. Está 
perfecto para la gente de este reino, pero nosotros ya no somos de este reino.
Dicho lugar (la Universidad) debe ser evitado, no frecuentado, salvo para 
predicar. 
Bien, pues en mi caso, otra vez, de manera muy lenta y muy sutil, pero 
segura, el bombardeo de este tipo de pensamientos y filosofías humanistas 
comenzaron a hacer mella en mi mente y me empezaron a mover de mi 
forma de pensar (ver 2ª Tesalonicenses 2:2) a tal punto de que puse en 
tela de duda algunas de las Palabras de Dios. De hecho, ese es el propósito de 
Satanás (ver Génesis 3:1-5). 
Me atrevo a afirmar que muchos pastores evangélicos que han ido a la 
Universidad, aunque no han abandonado su fe para creer en la evolución y 
en la relatividad moral, sí se han dejado influenciar, quizás de manera casi 
inconsciente, pero segura, por el pensamiento humanista de la sociedad 
intelectual, y ha sido tal influencia de pensamiento lo que los ha llevado poco 
a poco a modificar su mensaje para hacerlo cada vez más suave, más 
aceptable, más cómodo, más diluido y menos ofensivo. Han cambiado de un 
evangelio enfocado en Dios a un evangelio enfocado en el hombre. Han 
llegado a sobre enfatizar el amor de Dios e ignorar Sus demandas. Esto les ha 
sido enseñado en la Universidad secular y también, lamentablemente, en el 
Seminario Teológico. 
Bueno, continuando con mi historia, primero fue mi voluntad la que se 
rindió ante metas mundanas, luego fue mi mente la que empezó a abrigar y 
albergar pensamientos humanistas y a cuestionar la Palabra de Dios. El 
diablo me estaba golpeando. Para poder noquearme al fin, sólo faltaban unas 
pocas cosas más… 
La inutilidad y futilidad del conocimiento adquirido en la carrera 
Cuando pienso acerca de todo lo que aprendí en la Facultad y repaso 
mentalmente cada materia que llevé, cada teoría que conocí, cada 
experimento que realicé, cada cálculo que llevé a cabo y cada habilidad que 
adquirí, me pregunto en verdad cuál será la utilidad de todo eso. 
Pensemos primeramente en lo terrenal, sólo para mostrar la locura de esto. 
En términos prácticos, es más útil para la vida en general, así como para la 
vida de casado o incluso la vida de ministro, el aprender a cambiar una
llanta, construir un pequeño mueble, soldar un tubo del baño, sembrar una 
hortaliza, o edificar un muro, que el conocer las leyes de Faraday y de 
Newton. 
Pero reduzcamos aún más las cosas. Aún en el mismo terreno de estudio, si 
yo quisiera ejercer la química en una industria, aplicaría varias cosas que 
aprendí en la carrera, pero muchas otras serían igualmente inútiles, como 
por ejemplo la mecánica cuántica, la lógica matemática, o los teoremas 
abstractos del cálculo. Realmente todo esto es algo muy infructífero cuando 
se analiza de manera objetiva. 
Ahora pensemos en lo más importante: el terreno espiritual. Consideremos 
lo que el apóstol Pablo dijo en Efesios 2:17: “… para mostrar en los 
siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su 
bondad para con nosotros en Cristo Jesú s.” El versículo anterior 
indica que cuando lleguemos al cielo, y durante toda la eternidad, 
continuaremos el proceso de aprendizaje sobre las cosas de Dios, porque el 
tema es tan vasto e inagotable que, aunque tengamos un cuerpo glorificado, 
nunca seremos omniscientes como Dios, por lo que al llegar al cielo no 
tendremos un conocimiento perfecto, sino que Dios se nos estará revelando 
¡por toda la eternidad! Aunque el diablo le pudo mostrar a Jesús todo lo que 
el mundo ofrece en tan sólo un santiamén, Dios nos expondrá continua e 
interminablemente las riquezas de Cristo (Colosenses 2:2-3). Aunque 
Pablo también dice que conoceremos como fuimos conocidos, eso no se 
refiere a algo instantáneo, sino progresivo. 
La pregunta es: ¿Qué conocimiento tendré yo en el momento en el que, por 
la muerte o por la segunda venida de Cristo, llegue al cielo? Y la respuesta 
obvia es que será el conocimiento que tenía en el momento en el que 
abandoné la Tierra. Si esto es así, entonces debemos comprender que el 
dedicar nuestras vidas a alcanzar una educación terrenal que en el cielo será 
de poco o ningún valor es algo necio. Yo sé que soy capaz (y muchísima otra 
gente lo es también) de llegar a ser la persona que más conozca en el mundo 
de algún área de la ciencia, la literatura, o algo similar. Pero ¿De qué me 
servirá eso en el cielo? Visto esto así, las grandes carreras de la vida lucen 
demasiado superficiales a la luz de la eternidad. Por otro lado, un 
conocimiento profundo de la Palabra de Dios sí es de mucho más valor y 
significado. Lo que aprendamos en la Tierra es una inversión para la
eternidad. Obviamente es necesario que cada uno aquí aprenda algo 
“secular” para ganarse la vida y llevar a cabo las actividades cotidianas de la 
vida, pero esto no es lo principal en la vida. 
Al respecto de todo esto, es muy interesante la historia de Henry Martyn, 
quien, luego de graduarse con honores de la Universidad de Cambridge, 
tuviera la siguiente experiencia que su biógrafo, J. W. Jowett nos narra así: 
“Me acuerdo de Henry Martyn, aquel estudiante sobresaliente de Cambridge, 
quien, habiendo alcanzado los codiciados honores de su estimada 
Universidad, se sentía inexplicablemente insatisfecho en la hora de su 
triunfo académico: Quedé sorprendido al comprobar que había atrapado una 
sombra. Ah, pero fue grata decepción, un bendito desencanto, inspirado por 
el Espíritu Santo…. Fue una grata desilusión porque entonces su mirada se 
dirigió, ya no a los galardones académicos, sino más arriba, a lo que satisface 
completamente, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús 
Señor nuestro…” 
“Si, pu es, habéis resu citado con Cristo, bu scad las cosas de arriba, 
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” 
Colosenses 3:2 
Lo que el mundo considera ser inteligente y sabio no es más que impiedad y 
deseos mundanos, mientras que la sabiduría verdadera consiste en amar, 
temer y honrar a Dios. Acerca de esto, recomiendo ampliamente leer el 
artículo de “La verdadera sabiduría”, escrito por el hermano Pedro Santos. 
Podría incluso insertar todo ese escrito en este artículo, pero es mejor leerlo 
aparte. Por ahora sólo compartiré los siguientes pasajes: 
*“Nadie se engañe a sí mismo; si algu no entre vosotros se cree 
sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. 
Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; 
pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. Y 
otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son 
vanos.” 1ª Corintios 3:18-20. 
*“Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra 
conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con 
sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos
condu cido en el mu ndo, y mu ch o más con vosotros.” 2ª Corintios 
1:12. 
Pero bien, regresando a mi historia. Una vez que mi voluntad se erigió sobre 
la de Dios, sin querer sacrificar a mi Isaac, y una vez que mi mente comenzó 
a dudar de las palabras de Dios, ahora mi mente también se llenó de 
conocimientos vanos que me hacían pensar menos en Dios y más en 
abstracciones irreales. Ya sólo faltaba una cosa más para que Satanás me 
tirara al suelo, y esa era: 
El problema de la pérdida de recursos: tiempo, dinero y esfuerzo 
Debido a mi contexto y debido al tipo de carrera que elegí estudiar, si uno 
quería obtener buenas notas en la escuela, era absolutamente necesario 
dedicar largas horas de estudio sin parar o con muy breves pausas, así como 
mucho tiempo a la resolución de ejercicios y a la escritura de larguísimos 
informes de laboratorio. Esta gran dedicación de tiempo y esfuerzo era 
tremendamente agotadora y durante el semestre iba aumentando cada vez 
más la devoción requerida. Dicho agotamiento y desgaste generaban un 
hastío emocional y un cansancio físico que poco a poco iban dificultando, 
hasta llegar al momento de imposibilitar, mi tiempo devocional. Ese era el 
golpe decisivo para derrumbar el fuego y la vida espiritual en mi persona. 
Además había que gastar dinero en renta de una vivienda, copias, internet, 
pasajes, comidas y a veces algún material adicional. Esto, porque la 
inscripción anual en la escuela donde estuve cuesta sólo 20 centavos de 
pesos mexicanos, y no se pagan las sustancias utilizadas ni nada más. Si 
hubiera estado en alguna otra escuela, habría tenido que pagar además 
grandes sumas de dinero por la inscripción y la colegiatura. Lo anterior hacía 
necesario pedir más dinero a mis padres y en ocasiones trabajar por cuenta 
propia en lo que fuera, para poder tener un poco más de dinero extra que 
consagrar a mis estudios. Esto a su vez redundaba en mayor extenuación 
física y mental. 
Contrario a dicha situación, tenemos los siguientes pasajes: 
*“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que 
vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No 
tengo en ellos contentamiento;” Eclesiastés 12:1.
*“… y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo 
hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo 
eso de vu estra mano? dice Jehová.” Malaqu ías 1:13. 
*“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y 
con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande 
mandamiento.” Mateo 22:37-38. 
*“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el 
cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois 
vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, 
pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales 
son de Dios.” 1ª Corintios 6:19-20. 
*“Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de 
agradar a aquel que lo tomó por soldado.” 2ª Timoteo 2:4. 
Nuestras fuerzas y nuestros cuerpos deben servir a Dios, no a nuestros 
deseos, ni al mundo. Pero si el diablo logra cansarnos lo suficiente como para 
que no pensemos en Dios ni tengamos nuestro tiempo devocional, nos habrá 
derrotado. Eso fue lo que pasó conmigo. Finalmente, Satanás, por medio de 
la Universidad, me derrotó por medio de robarme mí tiempo devocional. Él 
sólo viene a robar, a matar y a destruir. Y para asegurarse de que todo saliera 
como él pensaba, me atacó en otros frentes misceláneos para confirmar mi 
ruina espiritual… 
El orgullo y otras cosas muy difíciles de sortear 
Desde que he querido servir al Señor, siempre he luchado contra el orgullo. 
La lucha ha sido dura y he recibido golpes. Pero vale la pena porque sé que 
Dios atiende al humilde, pero mira de lejos al altivo. Pues bien, una vez 
habiendo ingresado a la Facultad y llevando un tiempo de estadía en la 
misma, me di cuenta de que la escuela era una gran piedra de tropiezo, un 
Sanbalat molesto que me empujaría a enorgullecerme más y a 
vanagloriarme. Al principio, yo sólo me culpaba a mí mismo. No deseaba 
culpar a nadie: ni a la Universidad, ni a ningún ser humano, ni al mismo 
Satanás. Y ciertamente el pecado es asunto de la voluntad, no del ambiente; 
pero también es seguro que hay muchos ambientes que propician el pecado 
mucho más que otros. 
Pensemos en las sencillas palabras del apóstol Pablo cuando dijo:
“El conocimiento envanece, pero el amor edifica. Y si alguno se 
imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. Pero 
si algu no ama a Dios, es conocido por él.” 1ª Corintios 8:1b -3. 
Es demasiado obvio: me era mucho más difícil luchar contra el orgullo 
estando en la Universidad, simplemente por el hecho de que el mismo 
ambiente que me rodeaba (un ambiente de acrecentar cada vez más el 
conocimiento) propiciaba el envanecimiento. 
Es cierto que ya antes he dicho que es más valioso el conocimiento de Dios y 
de la Biblia. Sin lugar a dudas dicho conocimiento religioso también puede 
envanecernos. De hecho, el apóstol Pablo dijo la frase del versículo anterior 
dentro del contexto del conocimiento bíblico. Pero la diferencia fundamental 
entre el verdadero conocimiento de Dios que edifica y el conocimiento que 
envanece es que el conocimiento de Dios tiene que ser algo práctico y 
experimental, es decir, alguien que de verdad conoce a Dios como el 
Proveedor no es alguien que ha leído el Salmo 37: 25 y puede citarlo de 
memoria, sino alguien que, como Pablo, ha sabido vivir en estrechez y en 
abundancia, pero con contentamiento, y que ha confiado en Dios para la 
provisión material, posiblemente al punto de haber visto milagros de 
provisión ocurridos en su vida. O alguien que conoce la santidad de Dios no 
es alguien que conozca de memoria Isaías 6:3, sino alguien que cada día lleva 
su cruz, obedece los mandamientos y como consecuencia, tiene victoria 
habitual sobre todo pecado, y se guarda sin mancha del mundo. Y la lista de 
ejemplos podría seguir, pero pienso que se entiende el punto. 
Otra diferencia importante es que el conocimiento que envanece es algo que 
generalmente cuesta trabajo entender y hay que hacer un gran esfuerzo 
mental y una abstracción del pensamiento para comprenderlo, mientras que 
el conocimiento de Dios es algo tan sencillo que hasta un niño puede 
entenderlo, es de hecho una luz que todos los hombres han recibido en su 
corazón como una luz interna en la forma de la gracia que trae la salvación 
(de y no hasta) y que nos enseña a renunciar al mundo y a la impiedad y a 
vivir sobria, justa y piadosamente, en medio de este mundo pecador. En este 
caso, no hay esfuerzo humano alguno para recibir la revelación, sino que es 
un don de Dios, aunque generalmente sí hay esfuerzo humano en la decisión 
y parte de la acción de obedecer a los impulsos espirituales de dicha luz.
A más del orgullo, hay muchas tentaciones difíciles de sortear en la 
Universidad, como son el reto de la pureza sexual, la presión de no hablar la 
verdad, o la influencia de no estar tan separado del mundo en aspectos como 
el entretenimiento, los deportes, las competencias académicas, y otras cosas. 
No todos los jóvenes pueden soportar esto. Ni siquiera los más fuertes. 
(Proverbios 7:26-27). 
Aún más allá de esto, hay cosas que resultan absolutamente incompatibles 
con los principios del reino. Por ejemplo, en mi caso, Dios permitió que el 
Consejo Técnico de mi escuela hiciera una excepción conmigo, pero en 
general siempre que un joven se titula de su grado académico, tiene que 
hacer un juramento de honestidad en la profesión y de lealtad a la escuela. 
Alguien que estudió medicina debe además cumplir con el juramento 
hipocrático para poder titularse. Y muchas carreras, al ser ejercidas, 
contravienen directamente a las enseñanzas de Cristo. Algunas que podrían 
mencionarse dentro de dicha categoría, son: derecho, ciencias políticas, 
economía, piscología, diseño gráfico, hotelería, entre otras. Por otro lado, 
hay oficios y profesiones que son verdaderamente nobles y hasta heroicos, 
pero por el simple hecho de que son desdeñados y muy mal vistos por el 
mundo, no he visto jamás a un solo joven evangélico estudiar una de esas 
profesiones ni incursionar en ninguno de esos oficios. Algunos empleos que 
podrían mencionarse dentro de esa categoría son: bombero, fisioterapeuta 
de niños con discapacidad, buzo del drenaje, limpiavidrios de edificios, entre 
otras. 
Las pocas ventajas de estudiar 
Aunque ahora me arrepiento mucho de no haber hecho caso a los hermanos 
y haber ido a la Universidad, no me arrepiento de las buenas cosas que 
obtuve de ella. La Universidad me enseñó, como pocas otras cosas, personas 
y experiencias, los siguientes valores y actitudes de manera práctica: la 
responsabilidad, la perseverancia, el compromiso, la independencia para 
tomar decisiones, la capacidad de hacer cosas por uno mismo, la disciplina, 
entre otras cosas. Pero eso lo pude haber aprendido igual en algún otro 
empleo o de alguna otra manera, sin necesidad alguna de haber ido jamás a 
la Facultad. 
En sus pasos
Aunque suene tan trillado, al decidir sobre cuestiones en las que un creyente 
tiene duda sobre hacerlo o no hacerlo, el mejor parámetro siempre será el 
típico “¿Qué haría Jesús?” Lo cierto es que cuando reflexionamos honesta y 
seriamente sobre este asunto de estudiar una carrera, la luz interna, la 
consciencia y el mismo Nuevo Testamento se inclinan en decirnos 
enfáticamente que Jesús definitivamente no iría a la Universidad a obtener 
un grado académico. Él fue un humilde carpintero de Nazaret que se codeaba 
con la gente más sencilla y que ni siquiera estudió con los fariseos, sino que 
toda su sabiduría provenía del Padre. 
Podemos mirar el ejemplo del apóstol Pablo, quien sí en la actualidad 
obtuviera un grado académico importante, y además en teología, veríamos 
con base en sus cartas: ¿Qué opinaba él sobre sus logros? Dejemos que él nos 
lo conteste: 
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como 
pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las 
cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo 
Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo 
por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo 
mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de 
Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el 
poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, 
llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera 
llegase a la resu rrección de entre los mu ertos.” Filipenses 3:7 -11. 
El pasaje es claro: Pablo fue un loco que renunció a todo por Cristo, y 
consideraba como basura todos sus conocimientos. Ni siquiera los utilizó al 
predicar, para que la fe de los hermanos no estuviera basada en la sabiduría 
humana, sino en el poder de Dios. 
¿Y qué diremos de las señoritas? 
Si todo lo que se ha dicho anteriormente es verdad para un joven varón 
cristiano verdadero, es mucho más cierto y más fuerte para una señorita 
cristiana verdadera. Para una señorita, prácticamente no sería nada 
recomendable que fuera a la Universidad. El plan de Dios para ella es que se 
case y críe hijos, por lo que le conviene mucho más aprender cosas 
relacionadas con ser una buena ama de casa y una buena esposa y madre, 
que obtener algún conocimiento inútil de este mundo. Aún en el caso de que
el plan de Dios para ella sea que no se case, puedo decir que será mucho más 
útil para Dios si no va a la Universidad, que si va. 
Conclusión 
Para terminar, sólo quiero recomendar ampliamente un escrito hecho por un 
hermano que dejó su carrera y que actualmente es un pobre cuidador de 
pollos, como él mismo se describe, pero es un gran siervo de Dios y un 
ejemplo de piedad. Traduje su escrito cuando yo decidí arrepentirme, 
volverme a Dios de nuevo y renovar la comunicación con los hermanos. Para 
ese momento, yo estaba en trámites de titulación y además ya había 
ingresado a una maestría en ciencias. Como parte de mi arrepentimiento, 
decidí abandonar la maestría y decidí que no iba a jurar, aún si no me daban 
el título como consecuencia. Dios permitió que al final sí me titulara, pero 
creo que se agradó de que abandonara la maestría. 
Y bien, después de todo lo que se ha dicho, mi consejo a los que están 
cursando una carrera y han decidido seguir a Cristo, es que la abandonen. Y 
a los que están pensando en ingresar, es que desistan y no ingresen. Mejor 
sean fieles a Dios en lo poco, aprendan un oficio y si quieren cultivar su 
conocimiento intelectual, no le den importancia a eso, sin embargo, si así lo 
desean, desde casa pueden aprender algún idioma o varios idiomas, cosas 
que no sólo son útiles a la mente, sino que en un futuro pueden servir para 
avanzar el Reino de Dios. Así lo recomendaba el mismo Menno Simmons. 
Igualmente, a los padres que están pensando en animar a sus hijos en ir a la 
Universidad, quiero recomendarles que lean la carta de Anneken a su hijo 
Isaías, así como un escrito de Peter Hoover, llamado “¿Quién es inteligente?” 
Así como Tiro, Sidón, Sodoma y Gomorra se levantarán en el Día del Juicio 
contra Capernaum, Betsaida y Nazaret, de la misma forma, los jóvenes 
universitarios incrédulos, los jóvenes deportistas de las olimpiadas y los 
jóvenes que se enrolaron en el ejército, testificarán en contra de los jóvenes 
que se llaman cristianos, pero que prefirieron consagrar su vida a la libertad 
y la búsqueda de la felicidad, en vez de perder sus vidas para Cristo. Mas 
nosotros no hemos aprendido así a Cristo, si en verdad le hemos oído y 
hemos sido por Él enseñados, conforme a la verdad que en Él se encuentra.
Dios te dice: “Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis 
caminos.” Proverbios 23:26. 
¿Cómo le responderás? ¿Entregándole tu corazón, o con una excusa? 
-Josué Moreno

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El cristiano y la educación formal universitaria

  • 1. El cristiano y la educación formal universitaria “La educación, el gran abracadabra y fraude de todos los tiempos, pretende prepararnos para vivir, y se prescribe como la panacea universal para todos los males, desde la delincuencia juvenil hasta el envejecimiento prematuro. En su mayor parte sólo sirve para incrementar la estupidez, inflar la arrogancia, promover la incredulidad y dejar a los que le están sujetos a merced de lavacerebros que tienen la prensa, la radio y la televisión a su disposición.” –Malcom Muggeridge, 1969, en Jesus Rediscovered. El epígrafe anterior no resulta muy halagador de la educación. No lo es porque cuando se sopesan las cosas y se analizan las situaciones, no hay muchas cosas buenas qué decir de la educación tal como el mundo la realiza, ni social, ni práctica, ni mucho menos espiritualmente. En este escrito quiero hacer un estudio sobre qué tan benéfico puede ser para un cristiano el estudiar una carrera. Debo aclarar dos cosas: primero, que en este análisis no tocaré mucho la educación en los niveles básicos, aunque inevitablemente mencionaré el tema, porque de alguna manera está relacionado, pero hay otros hermanos que pueden exponerlo mejor que yo, por lo que en este momento me referiré exclusivamente a la educación universitaria formal. Segundo, debo señalar que no considero necesario ni provechoso que ni la iglesia ni nadie elabore una regla estricta en donde se prohíba a los jóvenes cristianos el estudiar una carrera, ni por otro lado que les obligue a estudiarla, so pena de excomunión, pero sí considero que el otro extremo, el de permitir que los jóvenes se queden sin ningún tipo de guía ni consejo al respecto, es demasiado peligroso para el bienestar espiritual de los muchachos cristianos en edad universitaria. A la par que voy a ir mostrando lo que la Escritura, la luz interna y la experiencia dictan, iré contando mi testimonio de cómo el haber decidido estudiar una carrera afectó de manera negativa mi vida espiritual. Veremos varios puntos en cuanto al fruto que ha traído la educación universitaria , y la mentalidad que gira en torno a ella, para poder llegar a conclusiones sabias al respecto, y finalmente daremos algunas advertencias y consejos, seguidas de un apéndice, en donde he colocado un artículo que escribió un hermano
  • 2. en Cristo que abandonara su exitosa carrera de Ingeniería Civil para seguir a Cristo. El asunto de la intención y la voluntad Me atrevo a afirmar que para Dios es mucho más importante el motivo por el que hacemos las cosas, que las cosas mismas que hacemos. A manera de ejemplo, imaginemos una situación hipotética en la que dos mujeres en diferentes sitios de la ciudad y a diferentes horas del día le regalan un plato de comida al mismo niñito pordiosero. A la vista de Dios, la una pecó al hacerlo porque lo hizo para dar una buena impresión delante de sus amigas y para calmar su conciencia de que está en adulterio, mientras que la otra hizo una buena obra porque lo hizo por obedecer a Dios y por compasión entrañable para con el niño. Al motivo por el que actuamos se le llama “intención”. Analicemos pues, ¿Cuál es la intención principal que hay detrás de inscribirse en una carrera universitaria, estudiarla, culminarla y ejercerla? Yo, como joven universitario que fui, y que convivió con muchos otros jóvenes universitarios, puedo responder que la intención no sólo es generalmente egoísta, sino que también es terrenal, porque consiste en aspirar a obtener algún beneficio, y éste, de carácter temporal, que muchas veces puede ser el dinero, otras veces la fama, y otras veces, ambos. Algunos desean hacerse ricos, prosperar económicamente, acrecentar sus ganancias monetarias, progresar y ascender en la escalera de la competencia por el dinero, encumbrarse en lo material, todo para alcanzar un estilo de vida holgado que les permita no sólo satisfacer sus necesidades más básicas, sino también poder gozar de los mejores servicios, alimentos, ropa, coches, casas, lugares de vacaciones, y disfrute de las cosas materiales, poder comprar lo que les agrade, no reparar en gastos cuando se trata de cumplir los antojos del corazón, tener hijos que vivan casi como príncipes o reyecitos, o, si no sueñan tan alto, por lo menos desearían pertenecer a la clase media, que no se las tenga que ver con la carestía, ni con las carencias, ni con las reformas que tanto aquejan y dañan a la clase trabajadora, a los obreros y al proletariado. Otros desean “ser alguien en la vida”, alcanzar la fama y el renombre, hacerse ilustres, obtener prominencia personal, vanagloriarse con razón de
  • 3. sus habilidades y conocimientos, distinguirse y sobresalir de entre el resto, ganar un Nobel, trascender, sentirse admirados, ser los mejores, los más competitivos, los inigualables, o, si no sueñan tan alto, al menos desearían dejar algún tipo de huella favorable en la humanidad, para que los recuerden como héroes o como benefactores con un posible estatus de semidioses. Finalmente, los menos egoístas quisieran cambiar al mundo, ayudar a la pobre gente que se halla herida como consecuencia del pecado, ya sea curando enfermedades incurables a través de la ciencia básica, desarrollando nuevas tecnologías que faciliten la vida, ganando grandes sumas de dinero que puedan donar a los pobres, participando en la política o en la sociología como activistas que defiendan los derechos de las minorías y de los marginados, aportando su grano de arena para la educación de los discapacitados, ayudando por medio de terapias psicológicas a los dañados en su mente, atendiendo a los enfermos de todo tipo con la medicina moderna, consolando a los dañados, aconsejando a los desorientados, en fin, mejorando la condición humana que se halla en decadencia por causa del pecado. En muchos casos, por altruistas que parezcan, también esperan algo a cambio, ya sea el dinero o la fama, o ambas, o simplemente la satisfacción interior de saber que han dejado una huella positiva en la humanidad. Dentro de los círculos cristianos muchas veces ocurre que esto último se convierte en un sueño “piadoso” porque se piensa en llevar el evangelio a otro país y de esa manera ayudar a la gente, pero por experiencia propia y por el discernimiento que Dios me ha dado, alcanzo a ver que aún en esos casos se espera algo a cambio: de nuevo la fama, la gloria, la aventura juvenil de haberse embarcado a Timbuktu para evangelizar, el deseo de conocer nuevos lugares, o una vez más simplemente la satisfacción interior y secreta de que han hecho algo muy bueno por la gente por lo cual puedan vanagloriarse y congratularse a sí mismos e incluso aparentemente esperar que Dios y la gente también los congratule y condecore como héroes de alguna manera, tan sólo por haber sido un tipo de pseudo-mártires que sobrepasaron el cristianismo nominal del resto sólo por haber sufrido un poco más de penalidades que el promedio, en una peligrosa misión evangelizadora. Además, cabe señalar que los jóvenes generalmente son apoyados por sus padres para lograr dichas metas. Los padres quizás no entienden todo lo que
  • 4. hay en el corazón y en la intención de sus hijos (y muchas veces no les interesa, o simplemente, si lo supieran, lo aprobarían y concurrirían con ello, ya que es lo que ellos mismos les han sembrado), pero todo el mundo les ha hecho creer que es virtualmente imposible obtener algún empleo “decente” a menos que se estudie por lo menos una Licenciatura, si no es que de preferencia además algún tipo de Posgrado, ya sea Maestría, Doctorado o Diplomados. Los padres se avergonzarían mucho si sus hijos no tuvieran un trabajo “estable” que los haga lucir bien ante la sociedad. Para alcanzar las metas antes mencionadas, los jóvenes darán lo mejor de sí mismos en el área de estudio que hayan elegido, lucharán sin cesar para alcanzar el éxito en su campo de su estudio, adorarán en el altar de la ciencia, el deporte, las artes o los negocios, se especializarán en cierta área del conocimiento (la música, la ciencia, la filosofía, la política, etc.), pasarán largas horas de estudio y de prácticas, para lo cual sacrificarán horas de sueño, de comida, de relajación y de estar con la familia, llevarán una disciplina rígida casi militarizada, se dedicarán religiosa e idolátricamente a la escuela, gastarán la mayor parte de su dinero, su energía y su tiempo, entregando los mejores años de su vida, que podrían ser dedicados al Maestro, a lograr una meta básicamente mundana. Todo esto mientras que los padres otorgan el apoyo emocional, moral, económico y social de manera incondicional durante el tiempo que transcurren los estudios profesionales de sus hijos. Pero preguntémonos: ¿Son tales metas y ambiciones apropiadas para un cristiano? Debería ser clarísimo que no lo son, pero como vivimos en tiempos tan sombríos, tendré que citar la Biblia para mostrar lo mundanos y rebajados que son dichos objetivos. Acerca de las riquezas, sólo citaré los siguientes pasajes, aunque ciertamente habría muchísimos más que se pueden citar: * “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vu estro corazón”. Mateo 6:19-21.
  • 5. El pasaje anterior es tan claro que la única conclusión posible del mismo es la famosa frase de John Wesley: “Acumular tesoros en la Tierra está tan claramente prohibido por nuestro Señor como el adulterio y el asesinato”. * “Entonces Jesú s dijo a su s discípu los: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, qu e entrar u n rico en el reino de Dios”. Mateo 19:23-24. Como vemos, las riquezas son un gran impedimento para todo asunto espiritual, incluyendo no solamente nuestra santificación y nuestro ministerio, sino incluso nuestra misma salvación. Este pasaje presenta muchos paralelos en los evangelios sinópticos, así como apoyos fuertes en los escritos de Pablo (Ver por ejemplo Marcos 10:23-24 y 1ª Timoteo 6:6-11, 17- 19.) * “… pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infru ctu osa”. Marcos 4:19. Las posesiones materiales son engañosas e indignas de confianza: se desvanecen rápidamente. * “…Y le dijo Jesú s: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Lu cas 9:58. El versículo anterior demuestra que Nuestro ejemplo Supremo fue pobre (ver también 2ª Corintios 8:9) y pienso que lo fue porque habría habido un gran problema moral con el hecho de que el Hijo de Dios hubiera sido rico al conocer toda la necesidad a su alrededor en el mismo mundo que Él creó. Si ostentamos llamarnos discípulos Suyos, hemos de seguirlo en todo, incluyendo este hecho particular también. En cuanto a obtener algo de fama, observemos lo siguiente: *“¿Y tú bu scas para ti grandezas? No las bu squ es…” Jeremías 45:5. Lo anterior son las palabras de Dios mismo a un hombre (Baruc) que deseaba hacerse un nombre dentro del mismo terreno espiritual, cuando a su alrededor el clima espiritual era deplorable, y él debió haber estado buscando sólo la gloria de Dios y el arrepentimiento de su pueblo, no la fama de este mundo.
  • 6. *“No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en la agilidad del hombre. Se complace Jehová en los que le temen, y en los qu e esperan en su misericordia” Salmo 147:10-11. El verso anterior deja claro que Dios no toma placer ni se deja impresionar por la genialidad de un científico, ni por la habilidad de un músico, ni por la estrategia de un político, ni por la destreza física de un deportista, ni por nada que se le parezca. Él mismo nos dio un cuerpo y un cerebro que puede hacer eso y más, pero pide que lo amemos con ese cuerpo y con esa mente, no que los desarrollemos para nuestro propio beneficio. Es tal amor a Él, tal temor ante Su Persona y tal confianza en Su misericordia lo que le complace. El pasaje siguiente confirma lo mismo que venimos diciendo, pero son palabras más fuertes pronunciadas por nuestro mismo Maestro: *“… lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.” Lu cas 16:15b. Lo que los hombres tienen en tan alta estima (como los conocimientos, las habilidades y las actitudes que se obtienen cuando se recibe una buena educación según el mundo) es abominación delante de Dios. *“Comer mu ch a miel no es bu eno, ni el buscar la propia gloria es gloria.” Proverbios 25:27. Delante de Dios, no es una gloria, es decir, no es nada honroso el hecho de que un hombre busque su propia gloria. De hecho, más bien es algo que proviene del mundo y que no agrada al Padre: *“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mu ndo.” 1ª Ju an 2:16. La verdadera gloria proviene más bien de padecer la cruz y la persecución por causa de Cristo (Ver Gálatas 6:16, Hebreos 11:26 y 1ª Pedro 4:1- 16).´ Y respecto a tratar de cambiar al mundo, recordemos que no fuimos llamados a cambiar ni a mejorar al mundo, sino a salir de él, viviendo una vida separada y disconforme respecto al mundo, y de hecho a protestar en contra de su orden moral, sin esperar jamás cambiarlo, porque se sabe que está bajo el maligno y que la mayoría se perderá, por lo que el cristiano debe buscar él mismo salvarse y luego salvar a los más que pueda, pero sin que le importe mucho el mejorar las condiciones de vida humana, ya que eso no es relevante para Dios.
  • 7. *“Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” 2ª Corintios 6:16-17. *“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mu ndo.” Ju an 17:14-16. Los ateos, en sus muchos argumentos para tratar de sepultar por tierra la veracidad de que Jesús sea el Mesías y el Dios hecho carne, preguntan por qué si Jesús es el Dios Omnisciente, cuando vino a la Tierra como hombre, no profirió ni musitó ni siquiera una sola palabra acerca de la higiene personal, la existencia de las bacterias dañinas, la fórmula de algunas moléculas que funjan como antibióticos o antiinflamatorios, o algo semejante. Tampoco emitió su opinión sobre las matemáticas, la geometría, la agronomía, el arte, la cultura, la música, la literatura o la gramática correcta del hebreo, el arameo o el griego. Y ni siquiera emitió ningún juicio u opinión sobre la sociología o sobre la deficiencia de las políticas y las formas de gobierno. Cuando quisieron hacerlo rey, Él mejor huyó. Cuando quisieron que convenciera a un joven de compartir la herencia con su hermano, él reprendió a ambos. Cuando lo cuestionaron sobre la dominación romana, él contestó que demos al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y Él enseñó a amar a aquellos que nos ultrajan y nos pisotean. Desde un punto de vista humanista, el argumento ateo es válido. Un Dios que no nos informó de nada que beneficie a Su creación no es digno de ser adorado. Pero desde un punto de vista eterno, Dios es el Ser más Bueno que haya existido: envió a Su Hijo, no para instruirnos en cómo mejorar nuestra salud, nuestra posición socioeconómica, ni nuestras relaciones humanas, sino para enseñarnos el camino al Padre. El resto simplemente no era ni es importante para Él. Y no debería serlo para Sus seguidores. Él vino para salvar las almas de los hombres, no para enseñarles cómo ser mejores personas que sean más felices y más saludables. No hay que estar tratando de ayudar al mundo, sino salir de él y predicarles, llamándolos a que salgan de este sistema de cosas, se aferren a Dios, lo sigan y prediquen a otros en contra de esta perversa generación.
  • 8. Ahora bien, debo decir que debido al contexto en que viví, yo no fui a la Universidad con ninguna de esas metas terrenas en mente. Yo deseaba probarme a mí mismo que podía resistir al mundo y pararme por la verdad en ese medio tan hostil, al que le apodé “La Catedral del Ateísmo”. También deseaba contar con un título que me pudiera ayudar a entrar a algún país extranjero (de preferencia musulmán) para predicar el evangelio, porque se me hizo creer que eso era absolutamente necesario. Además deseaba madurar en varios aspectos, y pensé que el pasar tiempo solo y estudiando en la Facultad, me ayudaría de alguna manera. Lo cierto es que aunque mis intenciones sí eran buenas, fue muy difícil, casi imposible, no caer de manera sutil, pero segura, en el juego de empezar a abrigar la meta mundana de alcanzar un poco de fama, si no a nivel mundial, por lo menos dentro del círculo en el que me desenvolvía, y a alcanzar el conocimiento de manera codiciable, al grado de que me gozaba grandemente cuando lograba comprender, dilucidar o descubrir alguno de los grandes “secretos” y fenómenos asombrosos de la química que solamente la élite, la crema y nata de los científicos comprende. Mezclado con eso se hallaba el deseo “piadoso” de ir a evangelizar a un país musulmán tal como lo describí en párrafos anteriores, deseo al que tuve que morir para de verdad poder seguir a Cristo, porque para Dios importa mucho más que le entreguemos nuestra voluntad y llevemos a su altar lo más preciado para nosotros, incluyendo lo “piadoso” y lo “espiritual”, (pero si es que Él lo está pidiendo); antes que llevar a cabo activismos religiosos. Luego entonces, para concluir esta parte, solamente diré que aunque un joven cristiano permanezca sin mancha aparente del mundo, pero si tan sólo su voluntad ya no está completamente rendida a la de su Señor, sino que ahora abriga metas mundanas y se ha involucrado con su voluntad y su corazón en algo que, aunque sea aparentemente lícito, es un gran estorbo para el reino de Dios, entonces ya se está deslizando por un camino peligroso que no es el de Jesús y que tarde o temprano lo llevará a parar en la compañía de los muertos. (Proverbios 21:1). Recordemos que la libertad, la búsqueda de la felicidad y el hacer lo que a uno le agrada, no son valores que un verdadero cristiano pueda perseguir sin negar y comprometer la verdad. El discípulo sigue a Alguien que vino como siervo, no como alguien que buscaba ser feliz ni agradarse a sí mismo. Como experiencia personal, puedo decir que era muy contradictorio ante mis
  • 9. oyentes el predicarles acerca de perder sus vidas, cuando veían que yo mismo estaba haciendo lo que me gustaba y me hacía feliz: el estudiar una carrera. Mis compañeros universitarios no podían entender que hubiera alguien persiguiendo las mismas metas que ellos pero que al mismo tiempo los llamara a perder su vida y les dijera que no le interesaba lo terrenal. Lo cierto es que yo no estaba perdiendo mi vida. “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el qu e pierda su vida por cau sa de mí, la hallará.” Mateo 16:25. El asunto de la mente y la programación En la regeneración, Dios nos da una nueva mente y de hecho la palabra griega para “arrepentimiento” significa un cambio de mente. Pero no debemos detenernos allí. Considera los siguientes pasajes: *“… y renovaos en el espíritu de vuestra mente,” Efesios 4:23. *“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cu ál sea la bu ena volu ntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:2. *“Porqu e ¿qu ién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” 1ª Corintios 2:16. Sin embargo, todo el ambiente universitario, incluyendo las conferencias magistrales, las competencias académicas y deportivas, las huelgas, el reclamo de los derechos, y por supuesto, las clases impartidas en las aulas, van encaminadas a programar nuestra forma de pensar en una dirección muy opuesta a la de Dios: promueven la incredulidad, fomentan la rebelión contra las autoridades puestas por Dios, apoyan la relatividad de los valores morales, favorecen la idealización de una sociedad utópica, pero también contraria a Dios, en donde todo está permitido y en donde todos y todo se tolera, en la cual el único pecado es predicar en contra del pecado, promocionan la idea de mejorar al mundo, … en fin, programan la mentalidad de los universitarios para conformar una sociedad idealista, que es feliz y responsable, pero absolutamente sin Dios y sin respeto por Su Palabra, donde se pisotean sus mandamientos y se piensa que no hay necesidad alguna de Él, muy a la canción “Imagine” de John Lennon. Tal ambiente y tal entrenamiento no es ni puede ser para un cristiano. Está perfecto para la gente de este reino, pero nosotros ya no somos de este reino.
  • 10. Dicho lugar (la Universidad) debe ser evitado, no frecuentado, salvo para predicar. Bien, pues en mi caso, otra vez, de manera muy lenta y muy sutil, pero segura, el bombardeo de este tipo de pensamientos y filosofías humanistas comenzaron a hacer mella en mi mente y me empezaron a mover de mi forma de pensar (ver 2ª Tesalonicenses 2:2) a tal punto de que puse en tela de duda algunas de las Palabras de Dios. De hecho, ese es el propósito de Satanás (ver Génesis 3:1-5). Me atrevo a afirmar que muchos pastores evangélicos que han ido a la Universidad, aunque no han abandonado su fe para creer en la evolución y en la relatividad moral, sí se han dejado influenciar, quizás de manera casi inconsciente, pero segura, por el pensamiento humanista de la sociedad intelectual, y ha sido tal influencia de pensamiento lo que los ha llevado poco a poco a modificar su mensaje para hacerlo cada vez más suave, más aceptable, más cómodo, más diluido y menos ofensivo. Han cambiado de un evangelio enfocado en Dios a un evangelio enfocado en el hombre. Han llegado a sobre enfatizar el amor de Dios e ignorar Sus demandas. Esto les ha sido enseñado en la Universidad secular y también, lamentablemente, en el Seminario Teológico. Bueno, continuando con mi historia, primero fue mi voluntad la que se rindió ante metas mundanas, luego fue mi mente la que empezó a abrigar y albergar pensamientos humanistas y a cuestionar la Palabra de Dios. El diablo me estaba golpeando. Para poder noquearme al fin, sólo faltaban unas pocas cosas más… La inutilidad y futilidad del conocimiento adquirido en la carrera Cuando pienso acerca de todo lo que aprendí en la Facultad y repaso mentalmente cada materia que llevé, cada teoría que conocí, cada experimento que realicé, cada cálculo que llevé a cabo y cada habilidad que adquirí, me pregunto en verdad cuál será la utilidad de todo eso. Pensemos primeramente en lo terrenal, sólo para mostrar la locura de esto. En términos prácticos, es más útil para la vida en general, así como para la vida de casado o incluso la vida de ministro, el aprender a cambiar una
  • 11. llanta, construir un pequeño mueble, soldar un tubo del baño, sembrar una hortaliza, o edificar un muro, que el conocer las leyes de Faraday y de Newton. Pero reduzcamos aún más las cosas. Aún en el mismo terreno de estudio, si yo quisiera ejercer la química en una industria, aplicaría varias cosas que aprendí en la carrera, pero muchas otras serían igualmente inútiles, como por ejemplo la mecánica cuántica, la lógica matemática, o los teoremas abstractos del cálculo. Realmente todo esto es algo muy infructífero cuando se analiza de manera objetiva. Ahora pensemos en lo más importante: el terreno espiritual. Consideremos lo que el apóstol Pablo dijo en Efesios 2:17: “… para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesú s.” El versículo anterior indica que cuando lleguemos al cielo, y durante toda la eternidad, continuaremos el proceso de aprendizaje sobre las cosas de Dios, porque el tema es tan vasto e inagotable que, aunque tengamos un cuerpo glorificado, nunca seremos omniscientes como Dios, por lo que al llegar al cielo no tendremos un conocimiento perfecto, sino que Dios se nos estará revelando ¡por toda la eternidad! Aunque el diablo le pudo mostrar a Jesús todo lo que el mundo ofrece en tan sólo un santiamén, Dios nos expondrá continua e interminablemente las riquezas de Cristo (Colosenses 2:2-3). Aunque Pablo también dice que conoceremos como fuimos conocidos, eso no se refiere a algo instantáneo, sino progresivo. La pregunta es: ¿Qué conocimiento tendré yo en el momento en el que, por la muerte o por la segunda venida de Cristo, llegue al cielo? Y la respuesta obvia es que será el conocimiento que tenía en el momento en el que abandoné la Tierra. Si esto es así, entonces debemos comprender que el dedicar nuestras vidas a alcanzar una educación terrenal que en el cielo será de poco o ningún valor es algo necio. Yo sé que soy capaz (y muchísima otra gente lo es también) de llegar a ser la persona que más conozca en el mundo de algún área de la ciencia, la literatura, o algo similar. Pero ¿De qué me servirá eso en el cielo? Visto esto así, las grandes carreras de la vida lucen demasiado superficiales a la luz de la eternidad. Por otro lado, un conocimiento profundo de la Palabra de Dios sí es de mucho más valor y significado. Lo que aprendamos en la Tierra es una inversión para la
  • 12. eternidad. Obviamente es necesario que cada uno aquí aprenda algo “secular” para ganarse la vida y llevar a cabo las actividades cotidianas de la vida, pero esto no es lo principal en la vida. Al respecto de todo esto, es muy interesante la historia de Henry Martyn, quien, luego de graduarse con honores de la Universidad de Cambridge, tuviera la siguiente experiencia que su biógrafo, J. W. Jowett nos narra así: “Me acuerdo de Henry Martyn, aquel estudiante sobresaliente de Cambridge, quien, habiendo alcanzado los codiciados honores de su estimada Universidad, se sentía inexplicablemente insatisfecho en la hora de su triunfo académico: Quedé sorprendido al comprobar que había atrapado una sombra. Ah, pero fue grata decepción, un bendito desencanto, inspirado por el Espíritu Santo…. Fue una grata desilusión porque entonces su mirada se dirigió, ya no a los galardones académicos, sino más arriba, a lo que satisface completamente, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro…” “Si, pu es, habéis resu citado con Cristo, bu scad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Colosenses 3:2 Lo que el mundo considera ser inteligente y sabio no es más que impiedad y deseos mundanos, mientras que la sabiduría verdadera consiste en amar, temer y honrar a Dios. Acerca de esto, recomiendo ampliamente leer el artículo de “La verdadera sabiduría”, escrito por el hermano Pedro Santos. Podría incluso insertar todo ese escrito en este artículo, pero es mejor leerlo aparte. Por ahora sólo compartiré los siguientes pasajes: *“Nadie se engañe a sí mismo; si algu no entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.” 1ª Corintios 3:18-20. *“Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos
  • 13. condu cido en el mu ndo, y mu ch o más con vosotros.” 2ª Corintios 1:12. Pero bien, regresando a mi historia. Una vez que mi voluntad se erigió sobre la de Dios, sin querer sacrificar a mi Isaac, y una vez que mi mente comenzó a dudar de las palabras de Dios, ahora mi mente también se llenó de conocimientos vanos que me hacían pensar menos en Dios y más en abstracciones irreales. Ya sólo faltaba una cosa más para que Satanás me tirara al suelo, y esa era: El problema de la pérdida de recursos: tiempo, dinero y esfuerzo Debido a mi contexto y debido al tipo de carrera que elegí estudiar, si uno quería obtener buenas notas en la escuela, era absolutamente necesario dedicar largas horas de estudio sin parar o con muy breves pausas, así como mucho tiempo a la resolución de ejercicios y a la escritura de larguísimos informes de laboratorio. Esta gran dedicación de tiempo y esfuerzo era tremendamente agotadora y durante el semestre iba aumentando cada vez más la devoción requerida. Dicho agotamiento y desgaste generaban un hastío emocional y un cansancio físico que poco a poco iban dificultando, hasta llegar al momento de imposibilitar, mi tiempo devocional. Ese era el golpe decisivo para derrumbar el fuego y la vida espiritual en mi persona. Además había que gastar dinero en renta de una vivienda, copias, internet, pasajes, comidas y a veces algún material adicional. Esto, porque la inscripción anual en la escuela donde estuve cuesta sólo 20 centavos de pesos mexicanos, y no se pagan las sustancias utilizadas ni nada más. Si hubiera estado en alguna otra escuela, habría tenido que pagar además grandes sumas de dinero por la inscripción y la colegiatura. Lo anterior hacía necesario pedir más dinero a mis padres y en ocasiones trabajar por cuenta propia en lo que fuera, para poder tener un poco más de dinero extra que consagrar a mis estudios. Esto a su vez redundaba en mayor extenuación física y mental. Contrario a dicha situación, tenemos los siguientes pasajes: *“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;” Eclesiastés 12:1.
  • 14. *“… y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vu estra mano? dice Jehová.” Malaqu ías 1:13. *“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.” Mateo 22:37-38. *“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” 1ª Corintios 6:19-20. *“Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.” 2ª Timoteo 2:4. Nuestras fuerzas y nuestros cuerpos deben servir a Dios, no a nuestros deseos, ni al mundo. Pero si el diablo logra cansarnos lo suficiente como para que no pensemos en Dios ni tengamos nuestro tiempo devocional, nos habrá derrotado. Eso fue lo que pasó conmigo. Finalmente, Satanás, por medio de la Universidad, me derrotó por medio de robarme mí tiempo devocional. Él sólo viene a robar, a matar y a destruir. Y para asegurarse de que todo saliera como él pensaba, me atacó en otros frentes misceláneos para confirmar mi ruina espiritual… El orgullo y otras cosas muy difíciles de sortear Desde que he querido servir al Señor, siempre he luchado contra el orgullo. La lucha ha sido dura y he recibido golpes. Pero vale la pena porque sé que Dios atiende al humilde, pero mira de lejos al altivo. Pues bien, una vez habiendo ingresado a la Facultad y llevando un tiempo de estadía en la misma, me di cuenta de que la escuela era una gran piedra de tropiezo, un Sanbalat molesto que me empujaría a enorgullecerme más y a vanagloriarme. Al principio, yo sólo me culpaba a mí mismo. No deseaba culpar a nadie: ni a la Universidad, ni a ningún ser humano, ni al mismo Satanás. Y ciertamente el pecado es asunto de la voluntad, no del ambiente; pero también es seguro que hay muchos ambientes que propician el pecado mucho más que otros. Pensemos en las sencillas palabras del apóstol Pablo cuando dijo:
  • 15. “El conocimiento envanece, pero el amor edifica. Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. Pero si algu no ama a Dios, es conocido por él.” 1ª Corintios 8:1b -3. Es demasiado obvio: me era mucho más difícil luchar contra el orgullo estando en la Universidad, simplemente por el hecho de que el mismo ambiente que me rodeaba (un ambiente de acrecentar cada vez más el conocimiento) propiciaba el envanecimiento. Es cierto que ya antes he dicho que es más valioso el conocimiento de Dios y de la Biblia. Sin lugar a dudas dicho conocimiento religioso también puede envanecernos. De hecho, el apóstol Pablo dijo la frase del versículo anterior dentro del contexto del conocimiento bíblico. Pero la diferencia fundamental entre el verdadero conocimiento de Dios que edifica y el conocimiento que envanece es que el conocimiento de Dios tiene que ser algo práctico y experimental, es decir, alguien que de verdad conoce a Dios como el Proveedor no es alguien que ha leído el Salmo 37: 25 y puede citarlo de memoria, sino alguien que, como Pablo, ha sabido vivir en estrechez y en abundancia, pero con contentamiento, y que ha confiado en Dios para la provisión material, posiblemente al punto de haber visto milagros de provisión ocurridos en su vida. O alguien que conoce la santidad de Dios no es alguien que conozca de memoria Isaías 6:3, sino alguien que cada día lleva su cruz, obedece los mandamientos y como consecuencia, tiene victoria habitual sobre todo pecado, y se guarda sin mancha del mundo. Y la lista de ejemplos podría seguir, pero pienso que se entiende el punto. Otra diferencia importante es que el conocimiento que envanece es algo que generalmente cuesta trabajo entender y hay que hacer un gran esfuerzo mental y una abstracción del pensamiento para comprenderlo, mientras que el conocimiento de Dios es algo tan sencillo que hasta un niño puede entenderlo, es de hecho una luz que todos los hombres han recibido en su corazón como una luz interna en la forma de la gracia que trae la salvación (de y no hasta) y que nos enseña a renunciar al mundo y a la impiedad y a vivir sobria, justa y piadosamente, en medio de este mundo pecador. En este caso, no hay esfuerzo humano alguno para recibir la revelación, sino que es un don de Dios, aunque generalmente sí hay esfuerzo humano en la decisión y parte de la acción de obedecer a los impulsos espirituales de dicha luz.
  • 16. A más del orgullo, hay muchas tentaciones difíciles de sortear en la Universidad, como son el reto de la pureza sexual, la presión de no hablar la verdad, o la influencia de no estar tan separado del mundo en aspectos como el entretenimiento, los deportes, las competencias académicas, y otras cosas. No todos los jóvenes pueden soportar esto. Ni siquiera los más fuertes. (Proverbios 7:26-27). Aún más allá de esto, hay cosas que resultan absolutamente incompatibles con los principios del reino. Por ejemplo, en mi caso, Dios permitió que el Consejo Técnico de mi escuela hiciera una excepción conmigo, pero en general siempre que un joven se titula de su grado académico, tiene que hacer un juramento de honestidad en la profesión y de lealtad a la escuela. Alguien que estudió medicina debe además cumplir con el juramento hipocrático para poder titularse. Y muchas carreras, al ser ejercidas, contravienen directamente a las enseñanzas de Cristo. Algunas que podrían mencionarse dentro de dicha categoría, son: derecho, ciencias políticas, economía, piscología, diseño gráfico, hotelería, entre otras. Por otro lado, hay oficios y profesiones que son verdaderamente nobles y hasta heroicos, pero por el simple hecho de que son desdeñados y muy mal vistos por el mundo, no he visto jamás a un solo joven evangélico estudiar una de esas profesiones ni incursionar en ninguno de esos oficios. Algunos empleos que podrían mencionarse dentro de esa categoría son: bombero, fisioterapeuta de niños con discapacidad, buzo del drenaje, limpiavidrios de edificios, entre otras. Las pocas ventajas de estudiar Aunque ahora me arrepiento mucho de no haber hecho caso a los hermanos y haber ido a la Universidad, no me arrepiento de las buenas cosas que obtuve de ella. La Universidad me enseñó, como pocas otras cosas, personas y experiencias, los siguientes valores y actitudes de manera práctica: la responsabilidad, la perseverancia, el compromiso, la independencia para tomar decisiones, la capacidad de hacer cosas por uno mismo, la disciplina, entre otras cosas. Pero eso lo pude haber aprendido igual en algún otro empleo o de alguna otra manera, sin necesidad alguna de haber ido jamás a la Facultad. En sus pasos
  • 17. Aunque suene tan trillado, al decidir sobre cuestiones en las que un creyente tiene duda sobre hacerlo o no hacerlo, el mejor parámetro siempre será el típico “¿Qué haría Jesús?” Lo cierto es que cuando reflexionamos honesta y seriamente sobre este asunto de estudiar una carrera, la luz interna, la consciencia y el mismo Nuevo Testamento se inclinan en decirnos enfáticamente que Jesús definitivamente no iría a la Universidad a obtener un grado académico. Él fue un humilde carpintero de Nazaret que se codeaba con la gente más sencilla y que ni siquiera estudió con los fariseos, sino que toda su sabiduría provenía del Padre. Podemos mirar el ejemplo del apóstol Pablo, quien sí en la actualidad obtuviera un grado académico importante, y además en teología, veríamos con base en sus cartas: ¿Qué opinaba él sobre sus logros? Dejemos que él nos lo conteste: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resu rrección de entre los mu ertos.” Filipenses 3:7 -11. El pasaje es claro: Pablo fue un loco que renunció a todo por Cristo, y consideraba como basura todos sus conocimientos. Ni siquiera los utilizó al predicar, para que la fe de los hermanos no estuviera basada en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios. ¿Y qué diremos de las señoritas? Si todo lo que se ha dicho anteriormente es verdad para un joven varón cristiano verdadero, es mucho más cierto y más fuerte para una señorita cristiana verdadera. Para una señorita, prácticamente no sería nada recomendable que fuera a la Universidad. El plan de Dios para ella es que se case y críe hijos, por lo que le conviene mucho más aprender cosas relacionadas con ser una buena ama de casa y una buena esposa y madre, que obtener algún conocimiento inútil de este mundo. Aún en el caso de que
  • 18. el plan de Dios para ella sea que no se case, puedo decir que será mucho más útil para Dios si no va a la Universidad, que si va. Conclusión Para terminar, sólo quiero recomendar ampliamente un escrito hecho por un hermano que dejó su carrera y que actualmente es un pobre cuidador de pollos, como él mismo se describe, pero es un gran siervo de Dios y un ejemplo de piedad. Traduje su escrito cuando yo decidí arrepentirme, volverme a Dios de nuevo y renovar la comunicación con los hermanos. Para ese momento, yo estaba en trámites de titulación y además ya había ingresado a una maestría en ciencias. Como parte de mi arrepentimiento, decidí abandonar la maestría y decidí que no iba a jurar, aún si no me daban el título como consecuencia. Dios permitió que al final sí me titulara, pero creo que se agradó de que abandonara la maestría. Y bien, después de todo lo que se ha dicho, mi consejo a los que están cursando una carrera y han decidido seguir a Cristo, es que la abandonen. Y a los que están pensando en ingresar, es que desistan y no ingresen. Mejor sean fieles a Dios en lo poco, aprendan un oficio y si quieren cultivar su conocimiento intelectual, no le den importancia a eso, sin embargo, si así lo desean, desde casa pueden aprender algún idioma o varios idiomas, cosas que no sólo son útiles a la mente, sino que en un futuro pueden servir para avanzar el Reino de Dios. Así lo recomendaba el mismo Menno Simmons. Igualmente, a los padres que están pensando en animar a sus hijos en ir a la Universidad, quiero recomendarles que lean la carta de Anneken a su hijo Isaías, así como un escrito de Peter Hoover, llamado “¿Quién es inteligente?” Así como Tiro, Sidón, Sodoma y Gomorra se levantarán en el Día del Juicio contra Capernaum, Betsaida y Nazaret, de la misma forma, los jóvenes universitarios incrédulos, los jóvenes deportistas de las olimpiadas y los jóvenes que se enrolaron en el ejército, testificarán en contra de los jóvenes que se llaman cristianos, pero que prefirieron consagrar su vida a la libertad y la búsqueda de la felicidad, en vez de perder sus vidas para Cristo. Mas nosotros no hemos aprendido así a Cristo, si en verdad le hemos oído y hemos sido por Él enseñados, conforme a la verdad que en Él se encuentra.
  • 19. Dios te dice: “Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos.” Proverbios 23:26. ¿Cómo le responderás? ¿Entregándole tu corazón, o con una excusa? -Josué Moreno