El abuelo le cuenta a su nieto la historia de sus manos arrugadas y cómo a lo largo de su vida han sido las herramientas que le han permitido alcanzar y agarrar la vida. Sus manos le han servido para alimentarse, vestirse, orar, criar a sus hijos y enterrar a sus padres. Ahora sus manos lo ayudan a levantarse y sentarse, y seguir orando. Sus manos marcan donde ha estado y la rudeza de su vida, pero lo más importante es que Dios tomará sus manos cuando lo lleve a su pre
texto argumentativo, ejemplos y ejercicios prácticos
Las manos de mi abuelo
1.
2. Vi al abuelo que absorto y en silencio, miraba sus manos. Me senté a su lado y él no se dio por enterado. Entonces bajito le pregunté: ¿cómo estás abuelo?
3. Levantó su cabeza, me miró y sonrió. “ Estoy bien, gracias por preguntarme” - dijo con fuerte y clara voz -.
4. El abuelo cogió mis manos con mucho cariño y me preguntó: “ Hijo, ¿te has mirado alguna vez tus manos?”
5. Lentamente solté mis manos, las abrí y me quedé contemplándolas. No, creo que realmente nunca las había observado. Mientras intentaba averiguar qué quería decirme.
6. Mi abuelo me contó su historia: Miro estas manos que me han servido a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado para alcanzar, agarrar y abrazar la vida.
7. Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi madre me enseñó a juntarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas y dobladas.
8. Mis manos se mostraron torpes cuando intenté sostener a mi hijo recién nacido.
9. Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y cuando caminé por el pasillo con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello, lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Han estado pegajosas y húmedas, dobladas y quebradas, secas y cortadas.
10. Y hasta el día de hoy, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen juntando para orar.
11. Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las suyas cuando me lleve a su presencia.
12. Desde entonces, nunca he podido ver mis manos de la misma manera. Pero recuerdo cuando Dios tomó las de mi abuelo y se lo llevó a su presencia .
13. Cada vez que voy a usar mis manos pienso en mi abuelo, y me pregunto: ¿Qué estoy haciendo con ellas? ¿Las estaré usando como él?