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Mortal y tigre
Fenando SÁNCHEZ DRAGÓ



             N            o es fácil escribir con los ojos anegados en lágrimas. No es
       fácil escribir con dos comprimidos de trankimazín en el cuerpo. No es fácil escri-
       bir cuando se está sonado. No es fácil escribir con 72 horas de insoportable dolor
       a cuestas y sabe Dios cuántas más, o días, o semanas, o meses así, por delante. No
       es fácil escribir después de asomarse al horror. No es fácil escribir -dicen- después
                                          de Auschwitz. No es fácil escribir, en efecto, cuan-
                                          do el sentimiento de culpa nubla la inteligencia y
                                          desgarra la conciencia. No es fácil escribir cuan-
                                          do un ser inmensamente amado que te amaba
                                          inmensamente muere y tú has sido el instrumen-
                                          to involuntario de esa muerte. No es fácil escribir
                                          cuando, para hacerlo, se aprieta la tecla de encen-
                                          dido del ordenador y lo primero que aparece en
                                          su pantalla es la imagen de la persona que se ha
                                          ido para siempre. No es fácil escribir, en suma,
                                          cuando no se tienen ganas de vivir.

                                             ¿Exagero? No. ¿Exageraba Umbral en el
                                         mejor de sus libros? Mortal, como el suyo, y ti-
                                         gre es mi dolor, porque atigrado, y no rosa, era el
                                         ausente cuya presencia ha llenado, uno a uno, to-
                                         dos los instantes de mi vida a lo largo de los dos
                                         últimos años. ¿Se puede querer a un animal como
                                         a un hijo, como a una madre, como a un padre,
                                         como a un amigo? Se puede. Doy fe.

                                         ¿Persona? Sí, aunque sólo (¿sólo?) fuese un
                                         gato, porque persona es todo lo que tiene alma, y
                                         Soseki la tenía. Quien lo trató, lo sabe. Era -¿es?-
                                         el ser más noble, más bueno, más simpático, más
       sensible, más inteligente e, incluso, más guapo que he conocido. Parecerá, una vez
       más, que exagero, pero quien exagera, miente, y yo no estoy mintiendo. Digo mi
       verdad.

             Sus amigos, quienes lo conocieron, comentaban: no es un gato, no hay
       gatos así, es un ángel encarnado, es vuestro ángel de la guarda, está aquí para
       protegeros, para enseñaros...

             Nos enseñó, en efecto. Nos enseñó a amar. Así de simple, así de claro.
Y yo, sin embargo, en el último instante         trina del desapego de Buda y la ataraxía de los
de su vida, cuando la mano de hielo de la              estoicos. Lo de Soseki, me importa. ¡Vaya si lo
muerte se cernía sobre él, no supe protegerlo,         hace! Estoy deshecho. Juro por Dios, y por Buda,
no estuve a la altura de lo que las circunstancias     y por Marco Aurelio, que vivo más su muerte
exigían ni de la ciega confianza que había depo-       que mi vida.
sitado en mí. Le fallé, le fallé, le fallé... ¡Dios!
Rasca, cruje, duele, hiere. Nunca me he sentido              Yace ahora al pie del olivo de mi jardín.
tan mal.                                               Había nacido en Castilfrío y en Castilfrío repo-
                                                       sará su cuerpo. Naoko y yo hemos escarbado su
      Sentimiento de culpa, decía. ¿Por qué            tumba diente a diente, lo hemos depositado boca
hice lo que hice? ¿Por qué no hice lo que no           arriba en ella, le hemos rascado la panza, ofreci-
hice? ¿Y si hubiera hecho tal cosa ¿Y si no hu-        da por última vez, mientras nos miraba con los
biera hecho tal otra? ¿Y si, y si, y si...?            ojos abiertos, apenas vidriados y llenos aún de
                                                       amor, hemos alzado su patita derecha -de ese
       Lo sé, lo sé. Es el fatum. Es un acciden-       modo, levantada y agitada por Naoko, su madre,
te. Sin volición no hay cul-                                                       se despedía siempre
pa. ¿Pero no es culpable la                                                        de mí cuando yo salía
negligencia, la distracción,                                                       de casa- y hemos re-
la falta de reflejos? No me                                                        cibido de él, después
absuelvo, no me perdono.           ¿Persona? Sí, aun-                              de besarlo, su último
¿Qué penitencia debo cum-                                                          adiós. Hizo suyo en el
plir para que Soseki me per-
                                   que sólo (¿sólo?)                               postrer instante el
done y me absuelvan las            fuese un gato, por-                             ideal de Roma: murió
personas a las que se lo                                                           joven y tuvo un cadá-
arrebaté?                          que persona es todo                             ver bonito. Tan boni-
                                                                                   to como en vida lo ha-
       Naoko, sin ir más
                                   lo que tiene alma, y                            bía sido no sólo su
lejos. Era su bebé, quiere         Soseki la tenía.                                cuerpo. También sus
que tengamos otro -huma-                                                           actos y su alma.
no, hijo nuestro- y creía que
Soseki lo vería nacer, se                                                            Su tumba está
metería en su cuna, vigila-                                                     ahora cubierta de
ría su sueño, jugaría con él y estaría, hasta mi       nieve. Habría correteado hoy sobre ella, feliz,
muerte, con nosotros.                                  persiguiendo a sus amigos, los pájaros, y jugan-
                                                       do con sus amigas, las hojas, si...
       Mi conciencia no puede soportar cua-
tro dolores simultáneos: el de ella, el mío, el              ¡Maldito condicional!
de Soseki -dos minutos de espantosa agonía y
un futuro de felicidad segado de repente en ple-             En el lugar donde murió -un montacar-
na juventud (¡qué injusticia, Dios mío, qué in-        gas- hemos encendido velas y unas varillas de
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éste? Supongo que sí, pero esa conjetura, razo-        un cuenco de agua, unas briznas de la hierba que
nable, no me sirve de consuelo. El corazón tiene       le gustaba mordisquear y un puñado de los chi-
razones que la razón no conoce.                        cles especiales que le dábamos, a veces, como
                                                       premio de su conducta, siempre intachable. Es
     Suelo citar a santa Teresa: No importa            lo que, según los budistas japoneses, hay que ha-
nada; y si importa, ¿qué pasa?; y si pasa, ¿qué        cer en tales casos.
importa?
                                                             Antes de enterrarlo, cuando ya estaba
      Pues me trago la cita y, con ella, la doc-       en su pequeña fosa, me arrodillé ante ella y le
pedí perdón. Es otro consejo de Buda.                 las mañanas y todas las tardes, desde que murió,
                                                      meditamos los tres juntos y el aire se vuelve
      ¿Son bobadas? ¡Por favor! No digan eso,         amor. No desfalleceremos. Doy mi palabra.
no piensen eso. Nunca es bobada lo que dicta el
afecto, la misericordia o la esperanza.                      Perdóneme Pedro Jota que convierta
                                                      hoy esta página de El Mundo en obituario.
      ¿Afecto? He recibido hoy decenas de             Perdónenme los lectores el desahogo. Ahogado,
llamadas, y no todas eran de parientes y de ami-      en definitiva, murió Soseki. No me gusta con-
gos. Algunas eran de desconocidos. Quizá, en-         vertir el dolor propio en espectáculo, no me gus-
tre ellos, había, incluso, algún enemigo. Sería,      ta desempeñar el papel de plañidera, pero dicen
de ser así, mérito de Soseki. Seguían su alto ejem-   que escribir alivia, cauteriza, tranquiliza, forta-
plo de concordia, de bondad, de pata tendida en       lece, cura, es una terapia...
gesto de saludo. Estaban sokegados.
                                                            ¿Lo es? No estoy seguro. Desde la panta-
      Soseki, sosiego. Sosekémonos todos.             lla del ordenador me mira, joven, ágil, guapo,
                                                      sereno, noble, cargado de vida y de futuro, y de
       ¿Esperanza? Sí. También dicen los              fe en mí, Soseki, y los ojos vuelven a llenárseme
budistas japoneses que las personas muertas se        de lágrimas y a naufragar en ellas.
reencarnan dentro de los 49 días siguientes al de
su fallecimiento. Busco un gato que haya nacido             Naufragio, sí. No sé que hacer, no sé
o vaya a nacer en ese plazo. Que sea vital y ti-      cómo contenerlas. Miro el infinito paisaje ne-
gre, por favor.                                       vado de ese mar que es la estepa de Castilla a
                                                      través de los cristales y descuelgo el teléfono
       Claro que si Soseki era, como muchos           como si me aferrara a un tablón en el océano.
sospechamos, un ángel, lo mismo no se                 Hay en su contestador un mensaje. Me lo ha de-
reencarna. Bueno. Me esperará allá arriba, con        jado, mientras escribía este artículo, un viejo
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de mis gatos muertos, y en el ínterin seguirá re-     Martos, autor, por cierto, ¡qué sincronía!, ¡qué
voloteando por nuestras vidas y nuestra casa          empatía!, de un libro, a decir poco extraordina-
como siempre lo hizo desde el día en que motu         rio, que se titula En busca del universo invisi-
proprio se subió a mi coche, en Castilfrío, hasta     ble. Léanlo. Lo ha publicado Letra Clara. ¡Y tan
que el viernes 28 de los corrientes, a eso de las     clara! Les doy este consejo, quizá extemporá-
tres y media de la tarde, echó pie a tierra y em-     neo, porque sé que Soseki, generoso, amigo de
prendió su vuelo.                                     la verdad y amigo de sus amigos (Luis lo era),
                                                      también lo daría, y me lo inspira. Ni una jorna-
      Sabía que iba a morir. Su conducta en           da, me susurra desde el pie de su olivo, árbol de
los días, las horas y los minutos anteriores a su     paz, sin una buena acción.
óbito lo demuestra. Se despedía. Nos avisaba.
Nos dio más amor que nunca. Naoko y yo, sor-                 El mensaje dice: quot;Fernando, piensa una
prendidos, lo comentábamos sin entender el por-       cosa: él ha sido feliz con vosotros, vosotros le
qué de esa actitud. Quería avisarnos de que el        habéis hecho feliz y ahora estará para siempre,
montacargas maldito es peligroso y, para ello, se     feliz, con vosotrosquot;. Que así sea
inmoló.

      Nos ha dejado, además de ese recorda-
torio, otras muchas cosas en herencia. Procu-         EL MUNDO,
raremos usarlas bien y rayar siempre a la altura
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plo: nunca, antes, habiéndonos querido mucho,
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  • 1. Mortal y tigre Fenando SÁNCHEZ DRAGÓ N o es fácil escribir con los ojos anegados en lágrimas. No es fácil escribir con dos comprimidos de trankimazín en el cuerpo. No es fácil escri- bir cuando se está sonado. No es fácil escribir con 72 horas de insoportable dolor a cuestas y sabe Dios cuántas más, o días, o semanas, o meses así, por delante. No es fácil escribir después de asomarse al horror. No es fácil escribir -dicen- después de Auschwitz. No es fácil escribir, en efecto, cuan- do el sentimiento de culpa nubla la inteligencia y desgarra la conciencia. No es fácil escribir cuan- do un ser inmensamente amado que te amaba inmensamente muere y tú has sido el instrumen- to involuntario de esa muerte. No es fácil escribir cuando, para hacerlo, se aprieta la tecla de encen- dido del ordenador y lo primero que aparece en su pantalla es la imagen de la persona que se ha ido para siempre. No es fácil escribir, en suma, cuando no se tienen ganas de vivir. ¿Exagero? No. ¿Exageraba Umbral en el mejor de sus libros? Mortal, como el suyo, y ti- gre es mi dolor, porque atigrado, y no rosa, era el ausente cuya presencia ha llenado, uno a uno, to- dos los instantes de mi vida a lo largo de los dos últimos años. ¿Se puede querer a un animal como a un hijo, como a una madre, como a un padre, como a un amigo? Se puede. Doy fe. ¿Persona? Sí, aunque sólo (¿sólo?) fuese un gato, porque persona es todo lo que tiene alma, y Soseki la tenía. Quien lo trató, lo sabe. Era -¿es?- el ser más noble, más bueno, más simpático, más sensible, más inteligente e, incluso, más guapo que he conocido. Parecerá, una vez más, que exagero, pero quien exagera, miente, y yo no estoy mintiendo. Digo mi verdad. Sus amigos, quienes lo conocieron, comentaban: no es un gato, no hay gatos así, es un ángel encarnado, es vuestro ángel de la guarda, está aquí para protegeros, para enseñaros... Nos enseñó, en efecto. Nos enseñó a amar. Así de simple, así de claro.
  • 2. Y yo, sin embargo, en el último instante trina del desapego de Buda y la ataraxía de los de su vida, cuando la mano de hielo de la estoicos. Lo de Soseki, me importa. ¡Vaya si lo muerte se cernía sobre él, no supe protegerlo, hace! Estoy deshecho. Juro por Dios, y por Buda, no estuve a la altura de lo que las circunstancias y por Marco Aurelio, que vivo más su muerte exigían ni de la ciega confianza que había depo- que mi vida. sitado en mí. Le fallé, le fallé, le fallé... ¡Dios! Rasca, cruje, duele, hiere. Nunca me he sentido Yace ahora al pie del olivo de mi jardín. tan mal. Había nacido en Castilfrío y en Castilfrío repo- sará su cuerpo. Naoko y yo hemos escarbado su Sentimiento de culpa, decía. ¿Por qué tumba diente a diente, lo hemos depositado boca hice lo que hice? ¿Por qué no hice lo que no arriba en ella, le hemos rascado la panza, ofreci- hice? ¿Y si hubiera hecho tal cosa ¿Y si no hu- da por última vez, mientras nos miraba con los biera hecho tal otra? ¿Y si, y si, y si...? ojos abiertos, apenas vidriados y llenos aún de amor, hemos alzado su patita derecha -de ese Lo sé, lo sé. Es el fatum. Es un acciden- modo, levantada y agitada por Naoko, su madre, te. Sin volición no hay cul- se despedía siempre pa. ¿Pero no es culpable la de mí cuando yo salía negligencia, la distracción, de casa- y hemos re- la falta de reflejos? No me cibido de él, después absuelvo, no me perdono. ¿Persona? Sí, aun- de besarlo, su último ¿Qué penitencia debo cum- adiós. Hizo suyo en el plir para que Soseki me per- que sólo (¿sólo?) postrer instante el done y me absuelvan las fuese un gato, por- ideal de Roma: murió personas a las que se lo joven y tuvo un cadá- arrebaté? que persona es todo ver bonito. Tan boni- to como en vida lo ha- Naoko, sin ir más lo que tiene alma, y bía sido no sólo su lejos. Era su bebé, quiere Soseki la tenía. cuerpo. También sus que tengamos otro -huma- actos y su alma. no, hijo nuestro- y creía que Soseki lo vería nacer, se Su tumba está metería en su cuna, vigila- ahora cubierta de ría su sueño, jugaría con él y estaría, hasta mi nieve. Habría correteado hoy sobre ella, feliz, muerte, con nosotros. persiguiendo a sus amigos, los pájaros, y jugan- do con sus amigas, las hojas, si... Mi conciencia no puede soportar cua- tro dolores simultáneos: el de ella, el mío, el ¡Maldito condicional! de Soseki -dos minutos de espantosa agonía y un futuro de felicidad segado de repente en ple- En el lugar donde murió -un montacar- na juventud (¡qué injusticia, Dios mío, qué in- gas- hemos encendido velas y unas varillas de justicia!)- y el del remordimiento. ¿Injustificado incienso, y hemos puesto un tazón de friskies, éste? Supongo que sí, pero esa conjetura, razo- un cuenco de agua, unas briznas de la hierba que nable, no me sirve de consuelo. El corazón tiene le gustaba mordisquear y un puñado de los chi- razones que la razón no conoce. cles especiales que le dábamos, a veces, como premio de su conducta, siempre intachable. Es Suelo citar a santa Teresa: No importa lo que, según los budistas japoneses, hay que ha- nada; y si importa, ¿qué pasa?; y si pasa, ¿qué cer en tales casos. importa? Antes de enterrarlo, cuando ya estaba Pues me trago la cita y, con ella, la doc- en su pequeña fosa, me arrodillé ante ella y le
  • 3. pedí perdón. Es otro consejo de Buda. las mañanas y todas las tardes, desde que murió, meditamos los tres juntos y el aire se vuelve ¿Son bobadas? ¡Por favor! No digan eso, amor. No desfalleceremos. Doy mi palabra. no piensen eso. Nunca es bobada lo que dicta el afecto, la misericordia o la esperanza. Perdóneme Pedro Jota que convierta hoy esta página de El Mundo en obituario. ¿Afecto? He recibido hoy decenas de Perdónenme los lectores el desahogo. Ahogado, llamadas, y no todas eran de parientes y de ami- en definitiva, murió Soseki. No me gusta con- gos. Algunas eran de desconocidos. Quizá, en- vertir el dolor propio en espectáculo, no me gus- tre ellos, había, incluso, algún enemigo. Sería, ta desempeñar el papel de plañidera, pero dicen de ser así, mérito de Soseki. Seguían su alto ejem- que escribir alivia, cauteriza, tranquiliza, forta- plo de concordia, de bondad, de pata tendida en lece, cura, es una terapia... gesto de saludo. Estaban sokegados. ¿Lo es? No estoy seguro. Desde la panta- Soseki, sosiego. Sosekémonos todos. lla del ordenador me mira, joven, ágil, guapo, sereno, noble, cargado de vida y de futuro, y de ¿Esperanza? Sí. También dicen los fe en mí, Soseki, y los ojos vuelven a llenárseme budistas japoneses que las personas muertas se de lágrimas y a naufragar en ellas. reencarnan dentro de los 49 días siguientes al de su fallecimiento. Busco un gato que haya nacido Naufragio, sí. No sé que hacer, no sé o vaya a nacer en ese plazo. Que sea vital y ti- cómo contenerlas. Miro el infinito paisaje ne- gre, por favor. vado de ese mar que es la estepa de Castilla a través de los cristales y descuelgo el teléfono Claro que si Soseki era, como muchos como si me aferrara a un tablón en el océano. sospechamos, un ángel, lo mismo no se Hay en su contestador un mensaje. Me lo ha de- reencarna. Bueno. Me esperará allá arriba, con jado, mientras escribía este artículo, un viejo mi madre, que adoraba los gatos, y con el resto amigo, un compañero de colegio y del alma: Luis de mis gatos muertos, y en el ínterin seguirá re- Martos, autor, por cierto, ¡qué sincronía!, ¡qué voloteando por nuestras vidas y nuestra casa empatía!, de un libro, a decir poco extraordina- como siempre lo hizo desde el día en que motu rio, que se titula En busca del universo invisi- proprio se subió a mi coche, en Castilfrío, hasta ble. Léanlo. Lo ha publicado Letra Clara. ¡Y tan que el viernes 28 de los corrientes, a eso de las clara! Les doy este consejo, quizá extemporá- tres y media de la tarde, echó pie a tierra y em- neo, porque sé que Soseki, generoso, amigo de prendió su vuelo. la verdad y amigo de sus amigos (Luis lo era), también lo daría, y me lo inspira. Ni una jorna- Sabía que iba a morir. Su conducta en da, me susurra desde el pie de su olivo, árbol de los días, las horas y los minutos anteriores a su paz, sin una buena acción. óbito lo demuestra. Se despedía. Nos avisaba. Nos dio más amor que nunca. Naoko y yo, sor- El mensaje dice: quot;Fernando, piensa una prendidos, lo comentábamos sin entender el por- cosa: él ha sido feliz con vosotros, vosotros le qué de esa actitud. Quería avisarnos de que el habéis hecho feliz y ahora estará para siempre, montacargas maldito es peligroso y, para ello, se feliz, con vosotrosquot;. Que así sea inmoló. Nos ha dejado, además de ese recorda- torio, otras muchas cosas en herencia. Procu- EL MUNDO, raremos usarlas bien y rayar siempre a la altura ética y estética de quien nos las legó. Por ejem- UNES 1 DE DICIEMBRE 2008 plo: nunca, antes, habiéndonos querido mucho, nos habíamos querido tanto Naoko y yo. Todas