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FOLLAJE
(RECUERDOS DE MALENA)

RODRIGO ALMEYDA
1
FOLLAJE

Autor
HERMES RODRIGO ALMEYDA TUEROS

1ra ed. Enero de 2014
Portada
Pablo Picasso 1881-1973 | Nude Paintings
Todos los derechos reservados con arreglo a ley Nº 26905

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2011-15117

1000 ejemplares

ISBN: 978-612-00-0417-3

Impreso en los TALLERES Gráficos de la Editorial Selva Negra.

Av. Tacna 222-A- Lima - Perú

Cel.: 998225224

2
DEDICATORIA
A la vida que me acompaña por escenarios buenos y malos, justos e injustos.
A ella, que fue parte de mi vida, con la que andaba siempre bajo un cielo con
estrellas, donde nosotros brillábamos más por esa luz que da el amor y la
pasión.
A sus recuerdos que siempre estarán golpeándome el pecho.
A mis recuerdos, cuando iba hacia ella para besarla y amarla.

3
Todos los acontecimientos aquí descritos son producto de mi imaginación;
fieles a mi irrealidad y a mis fantasías personales. Se han tomado como
referencias, lugares existentes, personajes relacionados con mi diario vivir,
para trabajar con ello, una historia que pudo suceder.
Rodrigo Almeyda

4
PRÓLOGO
Esta novela es una mezcla de sucesos imaginarios con hechos reales que
ocurren en la vida de un matrimonio, que es la unión sólida de una pareja que
se ve perturbada cuando en la vida de ambos se introduce una tercera persona
en la figura de una mujer” la otra”, quien como un clavo se abre camino a
golpes para incrustarse en el interior de la madera que es el matrimonio, y lo
que esto desencadena.
En base a esto el autor ha construido lo que sería parte de la vida de esas
tres personas, lo que ocurre en sus quehaceres diarios, pero casi toda la
novela se centra en narrar parte de la vida de dos. Porque la esposa no es la
protagonista en esta historia, ella no es la infiel, la adúltera. No es la culpable
de esa leche nocturna que ha diario corre por otra entrepierna que no es la
suya. Es la afectada que no sabe que es la afectada. La que no se da cuenta
que en su vida continuamente se le incrustan las espinas de la infidelidad que
le pone su pareja.
Esta novela está basada en una realidad imaginaria de las supuestas
actividades cotidianas de un grupo de profesores que forman parte de un
mundo universitario. De ello se narran las actividades extraacadémicas.
Si estas mentiras escritas que parecen verdaderas se leyeran como si lo
fueran, se harían verdaderas y se contarían como ciertas. Embarrarían la vida
de estas personas cuyo solo delito fue servir de fuente de inspiración de un
escritor que maduraba como tal.
Esta historia es un drama profundamente humano que no solo narra escenas
de sexo en las noches que es el momento en que el deseo se agiganta. Sino
los diversos momentos que viven los protagonistas ya sea estando juntos o
separados.
Lic. Luís Edwin Morón Hernández
Literatura

5
ÍNDICE
Página
MALENA, UNO

7

MALENA, DOS

13

MALENA, TRES

22

MALENA, CUATRO

24

MALENA, CINCO

29

MALENA, SEIS

34

MALENA, SIETE

37

MALENA, OCHO

40

MALENA, NUEVE

42

MALENA, DIEZ

44

MALENA, ONCE

48

MALENA, DOCE

52

MALENA, TRECE

56

MALENA, CATORCE

62

MALENA, QUINCE

66

MALENA, DIECISÉIS

70

MALENA, DIECISIETE

74

MALENA, DIECIOCHO

77

MALENA, DIECINUEVE

80

MALENA, VEINTE

84

MALENA, VEINTIUNO

88

MALENA, VEINTIDÓS

91

MALENA, VEINTITRÉS

95

MALENA, VEINTICUATRO

99

MALENA, VEINTICINCO

106

MALENA, VEINTISÉIS

109

6
Gracias por pensar en mí como yo en ti. Los problemas desaparecen
cuando estamos juntos, para darnos ánimo, para seguir adelante y
conseguir con éxito nuestros objetivos.
Gracias mi amor.

1
Para mí a diario una nueva historia empezaba y terminaba. Este era mi modo
de mirar la vida, que escapaba de la comprensión de la mayoría.
Estaba casado pero actualmente buscaba separarme. La posibilidad de amistar
con mi esposa lo consideraba algo muy remoto, a pesar de recordar
frecuentemente las primeras palabras de amor que le había dicho - Te quiero
como nunca he querido a nadie y como jamás volveré a querer, me sentía
contento porque ese día pasaría a la historia del romanticismo. Esto golpeaba
mi estabilidad emocional haciéndome sentir un hombre solitario sin destino, sin
saber qué hacer de mi vida. Ante ella yo había tomado una decisión,
separarme. Esta determinación fue una llamarada constante que me quemaba
el alma, que me consumía hora tras hora, algo que me empujaba o me detenía;
era un ir y venir sin sentido.
Pensando que era fijo mi divorcio, temiendo la soledad y verme sin una meta
precisa y valedera, y no encontrar una palabra de aliento que haga cálida mi
jornada, opté por aceptar a una profesora de la especialidad de Agropecuaria.
No recuerdo bien como se inició aquello, pero fue un un día de marzo con un
sol radiante como testigo.
Antes de estar con ella lo único que conocía en mi trabajo eran los animales de
las granjas de la universidad: los ovinos y caprinos, los conejos, las aves: los
pollos y patos, pero de los cultivos de plantas, como de las paltas, chirimoyos y
mangos nada que ver, de las verduras peor todavía.
El mundo que yo conocía cambió un día cuando estaba por entrar a mi oficina y
escuché una suave voz como el canto de una sirena que me llamaba, que llegó
a mi corazón y se quedó allí - Profe cómo está, después de tiempo lo vuelvo a
encontrar. Sin pensarlo dos veces me volví para seguir la voz, que me llevó
hacia su figura, era una muchacha alta para la talla común que sin estar gorda
estaba rellenita y bien conformada. Le dirigí una intensa mirada y mis ojos
absorbieron su hermosura de ángel.
Sabía que era de Agropecuaria pero no recordaba la promoción a la que había
pertenecido, para mí era un misterio porque los recuerdos del pasado no me
acompañaban en ese momento. Pero me di cuenta desde ese instante que
ella me había captado como un cliente, con su mirada me había hipnotizado.
7
Notó que yo hacía esfuerzos por recordarla pero no lo lograba, pues el olvido
que cubría mi presente era tan espeso como la mazamorra. Hasta que agregó
- Recuerda al corderito que se murió después de la castración, esas palabras
fueron la llave que abrió la puerta del olvido. Esas palabras repercutieron en lo
profundo de mi cerebro. Una cápsula herméticamente sellada estalló dentro de
mi cerebro y el recuerdo hizo erupción y se precipitó como un caudal de agua
a través de los agrietados muros del olvido hasta llenarlo todo. El recuerdo se
volvió cálido y me invadió un éxtasis amoroso.
A medida que transcurrían los segundos el recuerdo se volvió en muchos otros
recuerdos que empezaron a poblar mi mente al igual que cuando al terreno
reseco le llega el agua y las plantas empiezan a aparecer hasta cubrirlo todo.
Ella poseía una larga y brillante cabellera. El color de su piel era entre blanco y
rosada y siempre sus labios estaban adornados por una agradable sonrisa que
descubrían como perlas ocultas unos dientes bonitos, blancos y parejos. Era
dueña de una hermosa mirada.
Pocas veces la tuve a mi lado como alumna porque en ese entonces había
dos secciones de su promoción de agropecuaria, la G1 y la G2, ella estaba en
una sección donde yo no les dictaba las clases. Las pocas veces que la tuve de
alumna noté que era la que más preguntaba, nunca se quedaba con la duda,
pedía para estudiar los frascos vacíos de los medicamentos aplicados, el
equipo para poner suero que había usado en los animales. Me sentía a gusto
cuando la tenía a ella como alumna, pero la magia terminó porque ella poco a
poco se fue diluyendo de mi vida, hasta que ya no supe más de su existencia y
el polvo del olvido fue cubriendo todo lo que sabía de ella.
Así pasaron los años y de vez en cuando una pequeña chispa del su recuerdo
aparecía en mi cerebro, pero después ya no, el olvido fue total. Las palabras
de su nombre nunca más se formaron en mi mente.
Hoy la tenía nuevamente frente a mí. Era un ángel, una buena carnecita para
comer, Dios me la había enviado para que me ayude. Le pregunté qué había
sido de su vida y contestó que después de acabar la universidad había
trabajado como profesora de la especialidad en Huaracoto, en secundaria
dictando cursos sobre animales menores, pero como en el colegio no existía
ningún conejo, ni jaulas, ni alimentos, tuvo que conseguir los conejos
comprándolos a una alumna. Tuvo por su cuenta que confeccionar las jaulas
pero no como lo hacer acá en la costa con varillas de fierro y malla metálica,
sino con adobes, carrizos y palos. Ella afirmaba que hizo bien el curso, que
cumplió con sus alumnos.
Luego a grandes rasgos, me contó que siempre venía por la universidad, pero
no pasaba por la Facultad de Agropecuaria debido a que estaba estudiando el
idioma francés como segunda especialidad y su ruta era por el centro de
8
idiomas, que por entonces, funcionaba dentro de la universidad, en el pabellón
de Humanidades. No quiso entrar en detalles pero continuó narrando que
también se puso a estudiar maestría en la Escuela de post grado de esta
Universidad, la Universidad Nacional de Educación Gustavo Nathan, pero por
problemas económicos se vio en la necesidad de buscar trabajo y por una
amiga se enteró de que acá en Agropecuaria había una plaza para Jefe de
Prácticas y por ello presentó sus papeles, pasaron los días y se enteró que la
habían aceptado.
Con ella programamos que me iba apoyar en el curso de ovinos y caprinos y a
realizar algunos proyectos. Estuve contento con su presencia, pues me
despertó a la vida, dejé mi oficina donde pasaba la mayor parte del día y
empecé a salir al campo. Con ella renació nuevamente mi vocación hacia los
animales y empecé a tenerle cariño a las plantas. Éramos cómplices y amigos.
El curso de ovinos y caprinos se estaba dictando. Le encargué que me hiciera
una guía de prácticas sobre la determinación de las edades en estas especies
por medio de la dentición; corregimos el trabajo que me presentó. Después con
tristeza me informó que no la estaban considerando en la carga académica y
que estaba por gusto ya que no le iban a pagar sus servicios. Yo y un profesor
que, por entonces creí que era mi amigo, pero que en esto me apoyó, fuimos a
reclamar al jefe de Departamento, nos recibió y manifestó - Durante mi
ausencia han hecho la jugada, pero voy a hacer respetar la carga. Al día
siguiente me comunicó – Ya no hay problema, ella seguirá apoyando, su
sueldo le va a salir normal todos los meses. Esto me hizo recordar que había
un Dios y que se debería confiar en él para que los malos momentos se
transformen en buenos momentos.
Cuando por el trabajo empecé a relacionarme con ella, observé que por su
cuenta venía a regar o sembrar plantas los sábados, días en que yo también
dictaba clases. Como nos encontrábamos me comprometía para que la ayude,
lo que aceptaba con agrado. Me dejaba contagiar por su fuerza, permitía ser
devorado por ese entusiasmo que manaba por todos los poros de su cuerpo.
Trataba de deshacerme de los alumnos lo más pronto para poderla atender y
con ella aprendí a recolectar semillas de calidad para posteriormente
sembrarlas. Así también aprendí las proporciones de tierra, arena, humus y con
estas cosas realizar una mezcla llamada sustrato que depositada en unas
bolsitas. Servía para que allí se entierren y rieguen las semillas que darían
lugar a las futuras plantitas.
En uno de los tantos días posteriores que siguieron la había invitado a tomar
una inka cola en el cafetín de la canchita. - Bienvenida a la cueva - le dije
sonriente. Allí me narró que vivía por el distrito de Miramar. Imaginé que ella
tenía una chacra con una bonita casa en ese lugar, con todas las comodidades,
por decir, tele cable, internet, computadora, etc.
9
Cada vez permanecía más tiempo en su compañía, la frecuentaba más. A
medida que los días transcurrían pensaba mucho más en ella, pero no se me
ocurría preguntarle si tenía un jockey que se la estuviera montando.
Llevaba ya tres semanas así, sabiendo que tarde o temprano estallaría mi
mirada en un abrazo lleno de lujuria hacia ella. Mi deseo ya no podría
contenerse.
En vez de llamarla por su nombre, deseaba llamarla “amor”, esa palabra la
tenía pegada en mi lengua, en mi memoria y en mi alma.
Malena me gustó al momento, era un ser de lo más natural. Lo que pensaba lo
decía. Lo que sentía lo expresaba. Lo que creía se traslucía en sus actos.
En vez de llamarla por su nombre, deseaba llamarla “amor”, esa palabra la
tenía pegada en mi lengua, en mi memoria y en mi alma.
Siempre parecía dichosa, .hasta lo más insignificante la divertía y le encantaba.
La vida era para ella, una aventura, una fiesta que había que disfrutar, puesto
que creía en la vida cada segundo del día y de la noche.
Constantemente había querido realizar proyectos pero no sabía como
redactarlos. Ella sabía cómo y eso me entusiasmó, por lo que presentamos
varios proyectos para ejecutarlos: proyecto del chirimoyo, proyecto de plantas
melíferas, proyecto de crianza de conejos de carne, proyecto de vivero de
cultivos hidropónicos. Ejecutando estos proyectos nos entreteníamos,
pasábamos las horas juntos, muy juntos. Ella era mi mundo y yo era el suyo.
Ella era mi foco de luz que despejaba la oscuridad de mi vida, era el aire que
yo respiraba.
Todos los días nos retirábamos juntos de la universidad a eso de las seis de la
tarde. Ella siempre se bajaba antes de Santa Lucía, por el paradero volvo. Lo
que destacaba de su figura era su larga y suelta cabellera y la seguridad con
que se desplazaba por esos lugares, yo sospechaba de su persona tres cosas:
que era casada, madre soltera o viuda porque en las tardes siempre le llamaba
un fulano preguntándole – Donde estás, a qué horas vas a llegar a la casa,
suponía que era su padre o su esposo que se preocupaba por ella, me sentía
incómodo, pero nada podía hacer, era su vida. En los microbuses siempre nos
sentábamos juntos. De ella me gustaba aparte de su cabellera larga y
abundante, su hermosa mirada y su dulce sonrisa. Mi cuerpo, mi ser siempre
se sentían complacidos cuando sus muslos y sus piernas rozaban los míos.
Llegó un momento que ya no me conformaba con solo mirarla o conversarle
sino que necesitaba tocarla, me moría de ganas por hacerlo, pero no me
atrevía, mi maldita timidez me lo impedía. Quería sentir su cuerpo de mujer a
mi lado, descubrir sus secretos, mordisquear cada milímetro de su anatomía,
sorber sus energías hasta dejarla sumisa a mis caprichos.
10
Así mientras transcurría el tiempo, un día mientras le conversaba empecé a
tocarle una uñita, luego dos uñitas y como no me decía nada empecé a
avanzar tocándole las manos hasta llegar a posar mis manotas en sus rodillas,
tan es así que se hizo costumbre que cuando me sentaba a su costado una de
mis manos se posaba en una de sus rodillas para medir su grosor. Mi
atrevimiento fue creciendo hasta que en uno de esos viajes deposité una de
mis manos en su entrepierna y ella juntó las piernas para así apretar mi mano
con más fuerza contra su sexo. El sexo mío se me salía por las orejas.
Así la química, el efecto que nació entre nosotros fue aumentando, yo era feliz
junto a ella. El cielo y el paraíso me pertenecían cuando me encontraba a su
lado.
Las cosas cuando tienen que ocurrir suceden. Cierta vez mientras conversaba
mi rostro se fue acercando lentamente al de ella. De cerca que bellos y que
dulces eran sus ojos, sentía que me perdía en la inmensidad de ellos. Empecé
a sentir que su tibio aliento bañaba parte de mi rostro y parte de mis labios y
en un momento que no se si fue de amor, atrevimiento o locura, atrapé sus
labios con los míos, atrapé su boca con mi boca como la araña atrapa al
insecto en su telaraña. Sentí de sus labios hacia los míos la suavidad y la
tibieza de los pétalos de una rosa. Repetí este beso, este sublime instante un
par de veces más, y en cada beso me sentí más unido, mas fundido a su ella.
Mi boca hacía polvo sus labios. Apartándose lentamente de mí se bajó por la
volvo, antes del óvalo de Santa Lucía. Desde ese momento comprendí que mis
pensamientos no serían solo para mí sino también para ella, para ese gran
amor que nacía entre nosotros y que se abriría paso como la luz ante las
tinieblas. Su amor me serviría para superarme, para no hundirme en el
sepulcro.
Ella vino a llenar un vacío en mi vida, la amaba todos los días de la semana. Se
nos veía juntos, yo la mayoría de veces callado y ella risueña. Mis ojos serenos
encontraban correspondencias en los de ella, siempre brillantes y risueños.
Nos volvimos inseparables., por ella estaba más rayado que pijama de preso.
Yo era su sombra y ella era la mía. Éramos pareja, amigos, hermanos, familia.
Nos esperábamos en la universidad para hacer todo juntos: desayunar,
almorzar, conversar, acompañarnos. Nos retirábamos al atardecer después de
regar o sembrar las plantas. Por apoyarla a ella estaba descuidando un poco
los animales, ya no parecía ingeniero zootecnista sino ingeniero agrícola.
No bien cruzábamos la puerta principal de la universidad hacia la calle, nos
veíamos envueltos en un intenso tránsito peatonal, un hervidero de personas:
profesores, alumnos, secretarias y empleados que tomaban diferentes rumbos.
El ruido era infernal, los bocinazos de las motonetas que avanzaban como
procesión, las convulsiones ruidosas de los tubos de escape de los vehículos,
11
los gritos de los chóferes llamando a sus amigos .En esos momentos el silencio
era una gran ficción.
Todos los días cuando los atardeceres morían y cuando los anocheceres se
iniciaban con cielos estrellados pero oscuros salíamos de la universidad, nos
embarcábamos juntos, pero ella en el momento dado se bajaba en el paradero
de la Volvo antes del óvalo de Santa Lucía, con su larga cabellera flameando al
viento, sus movimientos característicos al desplazarse. Su elegante figura
femenina jalaba las miradas sobre todo de los mayores. A quienes
seguramente les despertaba el sexo. Cuando me iba alejando de ella en el
microbús me gustaba verla cruzar la pista con su cabello suelto que flotaba
sobre sus hombros y a medida que se alejaba sentirla hacerse tan pequeña
como un punto, Durante todo el trayecto a mi destino yo la recordaba, pensaba
en ella, en lo que habíamos hecho todo el día. Ella era el sol para mí, deseaba
que siempre esté presente en mi vida, en todo lo que realizara.
En mis noches de calma sepulcral, donde reinaba un silencio de muerte,
cuando el cielo se vestía de negro y el aire soplaba estremeciendo las cosas,
mi alma buscaba entre las sombras una lucecita de esperanza, la buscaba a
ella.

12
No sé qué estarás haciendo en estos momentos, pero yo si estoy
pensando en ti, recordando el último momento que estuve contigo,
disfrutando del sabor de tus labios.
Mientras te estrechaba, tu cuerpo me pertenecía. Tu sentías lo mismo,
porque todavía nos quedaba mucho amor.
Sentíamos en aquellos momentos que solo existíamos los dos. Solo
nosotros éramos el mundo.

2
Cierta vez un día de tantos, no recuerdo la fecha exacta, cuando salíamos de la
universidad me dijo - Profe espere un rato voy al vivero, le he encargado a Eloy
unas mochilas. Me encargó un maletín y un paquete que llevaba, al rato
regresó con dos mochilas y me dijo - Por un corto tiempo voy a vivir en San
Francisco. Era un asentamiento humano ubicado en las laderas de un cerro
colindante con la universidad, le aconsejé – No hagas eso, amista con tu
familia, es feo vivir separado de las personas más cercanas a nosotros. De la
universidad anduvimos por toda la vereda hasta llegar al límite, luego pasamos
por el frontis de un estadio y doblamos a la derecha siguiendo por un caminito
de tierra y continuamos el recorrido por unas escaleras de cemento hasta llegar
a una plataforma donde se levantaban una fila de casas. Protegidos por un
arbolito nos despedíamos con un largo abrazo y un prolongado beso,
permanecimos juntos con su rostro pegado al mío, así yo acariciaba su
espalda, su cabeza y su larga cabellera, después sus brazos como se hace
para consolar a un animal asustado. Lo hacía en silencio y notaba que mis
caricias iban calmando sus nervios destrozados. Me sentía triste por esta
forma de despedirnos a pesar de sentir que nuestros alientos chocaban como
las olas cuando se estrellan contra las rocas de los acantilados y que nuestros
corazones latían como si fueran uno solo. Finalmente le dí un beso largo y
duradero que fue la señal para que ella se separe de mi lado y toque la puerta
de la casa de su amiga Gabriela. Alguien abrió la puerta y ella junto con sus
cosas penetró al interior de ese rectángulo oscuro que dejaba la puerta al
abrirse. Un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas, la había dejado ir. Así
sumido en mi tristeza me aleje del lugar, mañana sería otro día.
Bajé por los escalones de piedra esquivando los charcos de orines, llegando
hasta el parque. La oscuridad se había apoderado del lugar, una pareja de
desadaptados intercambiaba paquetitos de droga por dinero, con un rápido y
silencioso apretón de manos. Una vieja pordiosera arrastraba una gran bolsa
de tela mugrienta maloliente que contenía trapos, cartones y periódicos
pasados. Maldiciendo a todos en general y a nadie en particular, con su voz
ronca y pausada, mientras un perro sin dueño acurrucado en una esquina la
13
observaba con los ojos entreabiertos mostrándole los dientes como si con ello
quisiera romper un conjuro de locura y deseo reprimido.
La noche a medida que avanza era más fría y húmeda, el aire olía a orina, a
excremento, a aceite quemado, a bolsas de basura sin recoger. Esta mezcla
de olores apestosos era el perfume que me cubría esta noche, pero no me
importaba demasiado porque un amor o un deseo sin saborear es un
magnífico ambientador. Imaginándome el momento en que ella sería mía, en
mis labios se dibujaba una sonrisa que espantaba mis dudas y reafirmaba mi
deseo hacia esa carne no probada.
Mi presencia era una sombra que desaparecía en la oscuridad y aparecía al ser
tocado por la luz de las farolas para seguir hacia mi destino, que por el
momento era mi casa.
Al siguiente día Malena, refiriéndose a su amiga que me parecía buena gente,
me comentó - El cuarto que me ha proporcionado, está cerca al cuarto de su
perro grande de pelo largo, del que debo de tener cuidado pues a este le gusta
jugar con las cosas y romperlas por lo que debo asegurar bien la puerta. Contó
que su amiga vivía con un hijo de ocho años y que su esposo trabajaba en la
sierra de Cajamarca, en las minas con él estaba peleado por lo que raramente
venía a visitar a su hijo.
Los días se sucedían uno tras otro y ella cada vez era más parte de mí. Las
horas y los días transcurrían sin sentirlos cuando estaba a mi lado. Aunque no
quería el día terminaba, me ponía triste y a la vez contento porque era la
oportunidad para poder acompañarla hasta la puerta de su nueva morada y
como recompensa ser correspondido con sus caricias. Deseaba ser para ella,
no sólo el marido, el enamorado, el amante sino también el padre, el hermano,
el amigo, el apoyo, la seguridad, el guía, el consuelo.
Me despedía de ella detrás de un árbol para que nos proteja de las miradas
indiscretas antes que penetrara a casa de su amiga, a su nueva morada .
Nervioso por la emoción y respirando fuerte la besaba en los labios, por el
borde de las orejas, el cuello, por el inicio de sus senos. No deseaba
separarme de ella, quería seguir besándola, abrazándola, saboreándola, pues
una oscura lujuria había anidado en mi pecho. Tenía una arrechura de viejo
verde y una fiebre animal me llenaba el cuerpo de una extraña sensación, y así
como estábamos le dije - Lo que más anhelo es estar a solas contigo para
poder amarte, hacerte sentir que te quiero. Busqué nuevamente sus labios y
los besaba como cuando un sediento se traga el agua. Parece que ella se
sintió estimulada en ese momento y me dijo - Espérame un rato, voy a dejar
mis cosas y salgo, la espere impaciente caminando en círculos, hasta que la vi
aparecer y me dijo - He pedido permiso a mi amiga, abrazados bajamos a
tomar una moto pero no sabíamos a dónde dirigirnos y nos bajamos por el
14
parque Rodríguez; yo trataba de pensar donde había un hostal, aunque sea de
una estrella para echarme un polvito con ella, hasta que lo recordé, pero antes
disimuladamente de la farmacia compre un paquetito de condones, mientras
me preguntaba - ¿ por qué estaba yo allí con una mujer que no era la mía?.
Dudaba mostrarme desnudo ante ella, por si mi cuerpo y mi pájaro la
defraudaban, pero venciendo mis temores murmuré - Le voy a meter pinga
hasta que grite ayayayay.
En la puerta del hostal la animé a seguirme, cogiéndola de la mano. Allí pedí
una habitación con baño individual. Dentro del cuarto que parecía preparado
para hacernos vivir un gran calateo, cerré las cortinas. Mientras nos
abrazábamos y besábamos nos tendimos a la cama, y sin dejar de acariciarnos
empezamos a quitarnos la ropa. Quede en calzoncillos y ella con su sostén y
su calzón rojo. Mi sexo estaba nervioso como un caballo pura sangre antes de
la carrera y una voz salida de mi interior me dijo - Se acabaron para ti los
temores al rechazo, las incertidumbres, los pajazos mentales y las pajas
nocturnas solitarias con revistas pornográficas vulgares.
Parada sobre la cama empezó a quitarse el sostén flexionando sus regordetas
piernas que agitaban sus carnosos muslos. Unas tetas todavía algo duras se
escondían bajo el sostén, y un culo respingón que se ocultaba envuelto en un
pantalón ajustadísimo fue apareciendo.
Echado en la cama de abajo para arriba miraba su cuerpazo, se le veía hasta
el alma, y entre mi decía - Qué suerte tengo, todo este lomillo va a ser mío.
Para continuar agregando. Ahora que le he dado el visto bueno a su cuerpo,
debo trabajarle el agujero.
Tenía que apachurrarla rico y fuerte, darle vuelta y media, y hacerla sentir bien
hembra. Empecé a besarle los dedos del pie, los tobillos hasta que la tumbé
junto a mí, lentamente le baje el calzón que había albergado la cálida gruta de
esta mujer amada tal vez hasta la locura. La desnudé toda, y me atreví a
acariciarle todo el cuerpo, nuevamente desde los pies hasta los senos y el
cuello. Mordía suavemente sus pechos igual que Adán mordía el fruto prohibido
en el jardín del Edén, mientras una de sus manos mantenía contacto con mi
pene erecto, duro y vibrante como la cuerda de una guitarra a punto de
quebrarse por la tensión
De las caricias pasé a los besos, deteniéndome en sus pezones, pero al notar
que se dejaba hacer continué avanzando hasta detenerme en la entrada de su
sexo, que lamí y succione una y otra vez con dulzura, con toda la pasión
desbordada por mi corazón y mis sentidos. Su sexo tembló, se estremeció
segregando un líquido pegajoso y transparente bajo el acoso de mi lengua que
también la adoraba.

15
Echados en la cama de costado nos besábamos. Con mi lengua y mis labios
empecé a explorar todas las partes de su cuerpo, de extremo a extremo, de
este a oeste, de norte a sur. En la parte que más me demoré fue en su
entrepierna y todo lo que se encontraba en ella. Mi emoción era tan grande,
tan maravillosa que no podía penetrarla - Relájate mi amor, dijo ella, me agarra
el sexo erguido y le enseña el camino. Desde ese momento mi cariño hacia
ella aumentó porque sentía que como persona congeniaba con ella y en lo
sexual mi pene congeniaba con su vagina, ambos eran el uno para el otro. Lo
único que opaco fugazmente este encuentro fue que no era virgen, que su
gruta estaba ya abierta y recorrida, pero me consolé al comprobar que era
virgen por las orejas. Después de tener sexo nos dormimos abrazados donde
todas las partes de mi cuerpo, de mi piel contactaban con las otras partes de
ella. Después de un rato nos despertamos y veíamos la TV pero nuestros
cuerpos se buscaban y así como cuando se enciende una vela y la intensidad
de su luz empieza a aumentar, así nuevamente mi deseo sexual crecía y
nuevamente nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestros sexos se fundían
hasta hacerse uno solo, eran un solo bulto.
Esa noche con su amanecida que nos quedábamos en el hotel, tuvimos
relaciones sexuales seis veces. Yo era un repasador, al final de la batalla
sexual sostenida con ella, la había repasado cinco veces más, incrustándole
mi garrote como si fuera una bayoneta a pesar de que ella gemía –
Aaahhh…Aahhh…Aaahhh, la ensartaba con mi instrumento como anticucho.
La había llenado de leche hasta que se le salga por las orejas.
Nos habíamos arañado y clavado mutuamente las uñas. Mordido todo el
cuerpo, hasta convertirnos en un montón de carne cubierta de marcas de
dientes. Todo esto lo tenía bien grabado en mi memoria para no olvidarlo
jamás: sus ojos semicerrados, su boca entreabierta, sus cálidos gemidos
Ella era hasta ahora el mejor cuero, el mejor cuerpo de mujer que me había
pertenecido, una auténtica representante del sexo opuesto.
En realidad creo que esa noche no nos desnudamos, era simplemente como si
las prendas desaparecierón bajo el tacto de nuestras caricias; como si el calor
y la ansiedad de nuestros cuerpos desintegraran nuestras ropas hasta dejarnos
sin secretos físicos.
Fue esa noche que me convertí en adicto a ella, a sus besos, a sus caricias, a
sus fantasías entre sábanas. Incluso me gustó oírla respirar mientras dormía.
Era mi mejor fruta prohibida, veía en ella a una gran hembra, por eso esa
noche la poseí una vez, otra y otra. Por la mañana al despertarme a las seis, la
poseí de nuevo y también más tarde.
Su ardiente boca había sido la copa de la que había bebido su amor. Nos
habíamos poseído, amado, besado, reído. Habíamos hecho mucho de todo
16
pero el apetito sexual que sentíamos el uno para el otro parecía no tener fin. Se
habían destapado nuestros avisperos, teníamos incrustados la picazón de las
ganas.
A medida que nuestro acercamiento mejoraba, a medida que nuestra relación
era más íntima, más personal, ella me contaba sus cosas ya sea antes o
después de nuestros encuentros. Al dejar de mover el poto, movía la lengua
para hablar.
Cada vez que me contaba algo de su vida la admiraba más. La verdad salía
como el agua que brota de las entrañas de los cerros, clara y limpia. Me sentía
sacudido física y emocionalmente, era como si todos los libros de un inmenso
estante me hubieran caído encima del cuerpo y del espíritu. Me relató que era
madre soltera, su hijo actualmente tenía quince años y vivía con su ex pareja. A
su pareja lo conoció en esta universidad, fue su compañero de estudios,
siempre paraba detrás de ella persiguiéndola. Ella como no había tenido
enamorado por ese entonces decía que así serían las cosas, hasta que en un
momento de debilidad cedió y el la poseyó en la universidad en un lugar
silencioso, donde las hojas secas caídas sirvieron de colchón, los troncos de
los árboles hicieron de pared, los espacios que dejaban de ventanas y de techo
el follaje de los árboles, de esa entrega ella cuenta que le dolió mucho.
Posteriormente cuando no quería tener relaciones porque estaba embarazada
el pata la cacheteaba, ese era su método para hacerla ceder, de repente
también lo hacía porque no la había encontrado virgen. Ella me narro que antes
de ingresar a la Universidad de Educación se había preparado en la academia
pre universitaria que funcionaba dentro de la universidad, allí a la vez que se
preparaba para ingresar aprovechaba para aprender karate. En cierta ocasión
el instructor le manifestó - Tengo algunos buenos folletos en
casa,
acompáñame para que te lo dé, te van a ser de gran utilidad, el pata le hizo
traspasar la puerta del lugar donde vivía y allí la golpeó y abuso de ella, este
hecho desagradable se lo tragó y no le contó a nadie, fue algo doloroso que le
sucedió, una mala experiencia, una mala caída en su vida que empezaba.
Cuando su compañero de clases, el padre de su hijo que iba a nacer, supo que
estaba embarazada le sugirió que lo aborte antes que se note. Él incluso se
averiguó dónde lo podían hacer y cuanto le costaría. Ella al escuchar esto sintió
cierta desazón que se da cuando el espíritu se entristece. Era una tristeza
lejana, nostálgica que no podía muy bien definirla.
Desorientada como estaba lo acompañó al lugar donde practicaban los
abortos, pero algo en su interior le decía que no lo haga, eso no encajaba con
los conceptos que le habían inculcado sobre el derecho a la vida y no aceptó.
Le dijo a su pareja - No te preocupes yo sola asumiré la responsabilidad, le
diré a mis padres que me han violado. Así queriendo y no queriendo el que no
quería ser padre de su hijo fue padre de su hijo, pero no llegó a casarse con
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ella debido a que fue influenciado por su padre para que no lo haga, y así el
tipo hasta la actualidad vive para cuidar a su padre. Malena siempre se dio
tiempo para atender a su bebé a pesar de estudiar, iba hasta la casa del padre
de su hijito que lo tenía bajo su custodia a lavar las ropas de la criatura, a
atenderlo e iba a estudiar, nunca se desligó de su bebito, siempre aunque ya
grande lo siguió y lo sigue visitando.
El padre de su hijo era solo el padre de su hijo pero dejo de ser su pareja ya
que estaba por decirlo casado con su padre, su padre era su madre, su
esposa, su hermano y su amigo. No existía nadie más para él aparte de su
padre.
Ella consiguió trabajo como profesora por otros lugares, cuando podía iba a
visitar a su hijo. Solo era la madre de su hijo, pero no era la esposa ni la
compañera del padre de su criatura. En una de esas ocasiones que se
encontraba en Huacho pensó que era oportunidad para capacitarse en esos
cursos de actualización docente para nombramiento de profesores que se
daban y allí conoció a un viejo cocharca, que era el capacitador de uno de los
cursos y cuando podía este se acercaba a su asiento para preguntarle - Se
comprende la clase, ella le respondía - Si se entiende, así el viejo poco a poco
se fue ganando su confianza y ella vio en el de repente al padre que había
perdido, al amigo que no tuvo y lo aceptó como pareja.
El viejo, para facilitar que ella le dejara entrar en su vida y en su vagina le dijo Vivo por Miramar, mi casa tiene todas las comodidades, tengo Internet, tele
cable, fax, etc.., ella pensó que con esa persona iba a rehacer su vida y se fue
a vivir con él. Le ayudaba en lo que podía, por decir pintaba los cuartos de los
departamentos que el viejo alquilaba, pegaba las propagandas para el alquiler,
le ayudaba a hacer las encuestas que el viejo necesitaba para las tesis que
asesoraba y muchas otras cosas, pero el cocharca no le daba nada de dinero y
encima se la comía, se despachaba con la jugosa carne de ella las veces que
quería y la obligaba a que le haga sexo oral. Ella aceptaba tener relaciones con
él para que la deje tranquila por algunos días, dice que el viejo era rapidito
como el gallo, ella nunca dejó que el viejo le chupe las tetas, ni le bese los
pechos, pues le decía – No lo hagas me duele…me duele, y este atracaba.
El viejo muchas veces la botaba de su casa pero ella nunca le suplicaba
quedarse, se iba a una pequeña propiedad que había sido de su padre, o a la
casa de su hermana, pero el cocharca iba a buscarla. Le suplicaba y siempre a
la muy cojuda la convencía para que regrese, allí nuevamente la trataba como
una basura y se banqueteaba con su cuerpo las veces que quería.
Otro de los trabajos que hacía ella para el viejo era pasear a su perro, atender
a la madre de este que era una anciana y limpiar la casa, porque el viejo decía
que esa casa también era de ella.
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En cierta ocasión ella quiso visitar a su hermana en Surquillo y el viejo no le dio
algunas monedas para su pasaje, pero ella se salió con su capricho, salió de la
casa y se puso a caminar, el viejo con su auto iba por la pista y ella por la
vereda. Así andando, cortando camino llegó donde su hermana y las veces que
pudo se iba a la chacra de su padre como si fuera su refugio para estar en
contacto con la naturaleza. El viejo era una rata, hasta a su madre le cobraba la
gasolina que gastaba en su auto cuando la sacaba a pasear. En cierta ocasión
el viejo le dijo a Malena – Hazte cargo de un centro educativo de primaria que
poseo en el asentamiento humano Lircay. Ella iba desde temprano casi sin
pasaje, muchas veces sin almorzar pero hacía su labor con los niños, cantando
les enseñaba a leer, a escribir, a mejorar los salones que casi ni carpetas
tenían. Embellecía el ambiente de la escuela sembrando plantitas en latitas,
cajitas de cartón, etc., pero nada de esto reconocía el viejo y no le pagaba
aduciendo que no había dinero. De esto ella solo ganó una satisfacción
espiritual, un reconocimiento, un agradecimiento de las madres de las criaturas.
Muchas llorando lamentaron su partida.
Lo único seguro que tuvo con el viejo fue el cuarto donde dormía y la comida, ni
aun eso porque lo tenía que pagar con su cuerpo. Las veces que quería se
servía del plato: pierna, entrepierna, pecho, rabadilla, etc.
Malena tenía que levantarse temprano para preparar el desayuno al viejo, a su
madre incluyéndole su juguito de papaya con poca azúcar, tostaditas con
queso fundido y café pasado..
Poco a poco me había reconstruido el perfil del viejo Ronaldo, lo que
verdaderamente era, una gran rata, una mierda bien apestosa que embarraba
a los que lo rodeaban. En Malena fue madurando la idea de dejarlo, de
retirarse de su casa. Así fue que cuando obtuvo horas en la universidad, lo que
el viejo pensó que nunca lo lograría, creía que de instituto no pasaría. Él
anteriormente le había conseguido un trabajito en el Instituto Mariano Melgar.
Ella una mañana le dijo – Me voy, no sigo más aquí, y mientras estaba
empacando el viejo jalo un calzón que ella tenía en la mano diciendo –Yo
siempre me quedo con el calzón de las mujeres con quien he estado. Dejó que
se quede con el calzón, pues recordó que ese le pertenecía a la madre del
viejo y que por equivocación ella lo había considerado como suyo.
El viejo, el cocharca tenía un ex compromiso no porque se había separado,
sino que ella lo había dejado a pesar de tener un hijo con este para irse con un
abogado y con el cuento del hijo siempre iba a la casa del viejo a sacarle
dinero. En una de esas la ex del viejo encontró a Malena y la agarró a
cachetadas diciéndole – Eres una puta quitamarido, la muy cojuda se dejó
sacar la mierda porque se sentía con algo de culpa, todas estas cosas fueron
las gotas que hicieron rebalsar el vaso. Así es que por eso abandonó la casa
del viejo. Este pensó que seguramente sería por un rato, ella no tenía a donde
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ir y que cuando la buscara la traería de nuevo a su lado ya que Malena para él
era una perra y el su amo, pero eso no fue así. Malena no regresó con el
vegetal.
Por ese tiempo yo estaba más ligado a ella; para mí era como la tierra ya que
me sentía como una semilla que necesitaba de ella para poder germinar.
Desde el momento que me relacioné con ella, sabía que en nuestro camino a
medida que empezáramos a recorrerlo encontraríamos obstáculos, unos
grandes y otros pequeños, pero obstáculos al fin. Confiaba en Malena para
superarlos, le habían ocurrido las peores cosas, ya tenía la piel dura.
En cierta ocasión cuando estaba por el banco de la nación con Malena y el
profesor Gonzáles, pues habíamos ido a cobrar, nos encontramos con un ex
alumno, el famoso Billy quien hoy era profesor y todos nos fuimos a una
cantina para celebrar el reencuentro con Billy, este se sentó al costado de
Malena y yo al lado de ella, mientras que el profesor Gonzáles se ubicaba a mi
lado. Así empezó la reunión y mientras brindábamos recordábamos
acontecimientos pasados, tragos van y tragos vienen, el Billy se fue poniendo
espeso, cada vez más espeso que una masa de pan ya que comenzaba a
tocarle la mano a ella y decía mirándome - Tengo más derecho que usted por
antigüedad, ya que he trabajado con ella hace mucho tiempo, yo le decía Pórtate bien carajo, pero al pata le llegaba altamente, así es que le dije – Te
voy a sacar la concha de tu madre , te espero en el baño. El profesor Gonzáles
apaciguó los ánimos y no hubo sangre que manchara a nadie, pero la reunión
término.
Yo abrazado, unido a ella, la conduje a un hotel a descansar y a esperar con
que novedades nos recibiría el nuevo día. Lo anterior solo era un buen
pensamiento pero la realidad era otra. Deseaba lamerla y chuparle todas las
partes de su cuerpo, incluyendo sus rendijas y orificios. La consideraba ya mi
mujer porque solo estaba conmigo, con nadie más. Había pasado a ser de
mujer democrática a mujer exclusiva.
En el cuarto nos desnudamos frente al espejo, apagamos la luz, prendimos el
televisor, nos cubrimos solo con las sábanas y qué mayor placer era para mí
explorar con mis dos manos todo su cuerpo cuerpo, qué mayor placer para mí
hacer encajar mi pene entre sus dos nalgas, que mayor placer para mi
empezar a recorrer todo su cuerpo con mis labios y con mi lengua y detenerme
un buen rato succionando los labios de su vulva. Introducir mi lengua a su
vagina como si fuese un taladro y frotarla por todo su interior hasta hacer que
derrame su secreción y continuar besando su ombligo hasta llegar a sus
pechos duros y chuparle lentamente sus tetas hasta arrancar de su boca
algunos gemidos, esta fue la señal de que mi pene ya estaba erecto y con mi
mano izquierda lo cogía para introducirlo en su tibia y húmeda rendija que me
esperaba con más ansias que en ninguna otra ocasión. Así pegado a ella
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como si fuese su propia carne, comencé a darle empujones, penetrándola
poco a poco, seguro de mí mismo. Cuando sintió que hundía los últimos
centímetros de mi garrote a su interior gritó como si fuese una vaca a la que
están degollando – Ohh…ohhh…ahh…aaahhh.
De toda mi vida este era uno de los mejores momentos que estaba viviendo,
no sólo saboreaba la cáscara de lo prohibido, sino que me iba hasta la pulpa
del fruto.
Este amor prohibido me volvía loco más fácilmente, el sabor de sus besos tenía
un gusto tan diferente.
Después de amarnos fuimos a la ducha y allí mis manos recorrían todo su
cuerpo jabonándola, lo que más me gustaba era jabonarle la entrepierna y ver
que ella entrecierre los ojos y se mordiera ligeramente los labios mientras
suspiraba quedamente y balbuceaba – Um…um.., lo que yo aprovechaba para
abrazarla por detrás, estrujando su cintura, besando sus hombros, su nuca, su
cuello, mientras ella sin voltear con una de sus manos cogía mi pene y mis
bolas y los pulseaba como si quisiera saber sus pesos. Sentía que tocaba el
cielo mientras estaba pecando, pero no quería sentir fuerte cuando esto se
termine, sino hacerme la idea de que en algún momento la perdería para así
desmoronarme lentamente.
Siempre que salíamos del hostal lo hacía yo primero mirando para todos lados
y si no había nadie le decía – baja…baja, nadie pasa, luego nos dirigíamos al
mercado recorriendo las estrechas y tumultuosas calles para llegar hasta
donde teníamos nuestra casera la que ya sabía que pediríamos para comer,
eso era…eso era arroz con pollo, cafecito y panes crocantes. Mientras
hacíamos el recorrido esquivábamos un tumulto de peatones, vendedores
ambulantes, secretarias, empleados, uno que otro ratero, mendigos, alguna
loca medio calata y policías de tránsito a la caza de un vehículo infractor.
En esa época parecía recién casado, solo pensaba en el amor y que el amor se
hacía mejor en la penumbra de la noche y en la cama. Por ello le compré un
colchón y su almohadón ya que su amiga Gabriela a la que estaba
acompañando por ese entonces le estaba facilitando un cuarto, un catre, y solo
frazadas.

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Fuiste mi gran amor, mi amanecer, la compañera de mi ayer
Te dí, mi alma, mi alegría, mi soledad.
Amé tu cuerpo tu sonrisa, tus defectos, tus caricias
Olvidaré que ayer te tuve entre mis brazos.
Adiós te digo adiós sin volver la vista atrás.
En cada paso que doy te voy sepultando.

3
Malena me había contado más de ella cuando estaba con el viejo, él como una
muestra de mutua confianza le había pedido a ella la contraseña de su correo y
se lo había dado por lo que el viejo podía leer su correspondencia.
Es por esto que cuando Malena se va a vivir a la casa de su amiga Gabriela le
pide su correo para enviarle mensajes y así avisarle la hora que llegaría a la
casa de esta ya que estaba estudiando francés, maestría, y los fines de
semana se ausentaba para visitar a su madre y a sus hermanas. Por ese
entonces yo ya estaba con Malena y por su correo le enviaba poesías
,también por este tiempo cuando su amiga Gabriela todavía estaba más o
menos con su esposo que trabajaba en las minas por Cajamarca, se acordó
que era su cumpleaños por lo que le pidió a Malena que por Internet busque
unas frases bonitas de amor y se lo envié a su correo, ella así lo hizo y es por
eso que el viejo al abrir el correo de Malena se enteró de mi existencia y del
mensaje que Malena le había enviado a su amiga Gabriela por lo que la acusó
de lesbiana, es decir que le gustaban las mujeres, que ella dormía con su
amiga, además la acusó de puta barata, es decir que ella se había metido
conmigo por un plato de lentejas y a mí me envió un mensaje a mi correo del
que sabía porque había interceptado el de Malena, en el mensaje el viejo me
decía – Te has metido con mi esposa sabiendo que somos casados,
aprovechando de que todo matrimonio tiene sus desavenencias, voy a ir a tu
universidad, a tu facultad a poner conocimiento de lo sucedido, para que te
voten.
Cuando Malena dejó al viejo cometió un grave error que fue no llevarse sus
documentos, por decir su título, su bachillerato, sus certificados de trabajo, las
constancias de los cursos de capacitación a los que había asistido, etc. Ella
posteriormente de buena manera se lo pidió. Él viejo con el fin de ganársela
nuevamente sólo le trajo sus libros y de los otros documentos le dijo que si los
quería que lo recoja en su casa, previo aviso. Yo le aconsejé - No lo hagas,
porque te puede tender una trampa. Ella se quejó en la Defensoría de la Mujer
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en Barranca y se lo hizo saber al viejo, pero eso no surtió efecto porque al
arrugado le resbalaba. Incluso como ella todavía tenía las llaves de la casa del
viejo, aconsejada por mí fue una mañana a la casa del viejo a buscar sus
papeles, a la hora que este salía a su centro de trabajo, pero allí no encontró
sus documentos por que el hijo de puta los había escondido en otro lugar. Por
lo que ella lo denunció en la comisaría de la Miramar, esto recién hizo efecto y
el viejo se comunicó con ella diciéndole – No quiero problemas contigo, pasado
mañana a las nueve nos encontramos en el parque de Barranca. El día del
encuentro yo la acompañe pero cuando se acercaba el viejo disimuladamente
sin que me vea me alejé y desde la esquina de la avenida Tacna seguía los
acontecimientos. Vi que ella con el viejo escogían una banca y se sentaban
para discutir. Por los gestos que este le hacía no podía haber conversación, de
lejos miré que en un momento dado ella se paró de la banca y mientras
gesticulaba levantaba los brazos. Yo imaginando que algo podría pasar cruce
la pista y me situé detrás de un árbol del parque cerca de ellos, estando atento
por si algo pasaba, después de un rato de discusión el viejo le dio sus
documentos. Con estos ella esa vez pudo postular a una plaza en la
Universidad y ganar el concurso. Con ella trabajé todo el año realizando
proyectos, a la vez que me ayudaba en la práctica de los cursos que yo
dictaba, y sobre todo en mis prácticas sexuales.
Al viejo esa táctica de darle los documentos a Malena para que retorne a su
lado no le dio resultado. Quedaba afectado por la envidia, consumido por el
deseo insano. Un hombre que deseaba y odiaba a la vez a esa mujer
fascinante. Un enfermo que quería poseerla y destrozarla al mismo tiempo.
Exasperado por sus continuas negativas de vez en cuando seguía llamándola
con palabras amables y halagándola, a ver si la convencía.
Yo no comprendía porqué ella a pesar de haber estado tanto tiempo junto al
cocharca no se le había pegado algo de la maldad que este derramaba.
En ese tiempo ella estaba estudiando francés en el instituto de idiomas de la
universidad por la avenida 10 de Octubre. Él viejo la llamaba diciéndole – Qué
haces viviendo sin comodidades, por qué no olvidas todo lo anterior y después
de tus clases de idiomas no te vienes a la casa, te estaré esperando. Yo le
decía – Qué haces contestándole, si me has dicho que ya no tienes nada con
el sarnoso.

23
Hola, mañana iré al doctor. Sabes quisiera que te trate de la próstata, él
tiene como 65 años y está como cañón, su esposa tiene 30 años. No sólo
para seguir teniendo relaciones sexuales sino para que te sientas bien de
salud. Sabes me preocupa tu salud y el sangrado de tus encías. Tengo
miedo que te desmayes por la pérdida de sangre y no está bien que sigas
así.
Quisiera que lo hagas por mí, mi amor...!

4
Por ese entonces mi vida transcurría, todavía tranquila como las aguas
mansas de un pequeño riachuelo, limpia y sólida, nada podía rajarlo a patadas.
A eso de las seis de la tarde la dejaba en el instituto de francés, luego me iba
ha hacer tiempo por el parque central. Me sentaba en una banca y leía… leía
algunos de los libros que siempre cargaba, o enrumbaba por la avenida
principal observando los negocios, soportando el jaloneo de los vendedores de
cigarrillos y de mascotas, escapando del acoso de los vendedores de ropa
interior, escuchando los gritos de los vendedores de dólares que se confundían
con los bocinazos de los carros. Cuando calculaba que faltaba poco para que
ella salga de sus clases, la esperaba fuera del instituto o en algún lugar
cercano para recogerla. Así tomados de la mano recorríamos el camino que la
llevaría al lugar donde vivía, antes de retirarme nos despedíamos tiernamente
con abrazos y besos tratando lo más que se pueda demorar esos momentos de
felicidad.
Había encontrado en ella una mujer con las virtudes de un ángel, y no era un
sacrificio convertirme en sirviente de esa mujer.
Por aquella fecha el problema de su amiga Gabriela con su esposo se había
agravado ya que este tenía otro compromiso con la que convivía y por este
motivo quería separarse. Ella pensaba que todavía quería a su marido, pero
temía que este le quite a su hijo y también la casa donde vivía. Además su
esposo le había dicho que Malena se vaya de su casa, esto se precipitó debido
a que el perrazo de Gabriela abrió la puerta del cuarto de Malena y se puso a
jugar con su almohada y el colchón destrozándolos, retaceándolos. Gabriela le
pago el precio del almohadón y del colchón pero ya no había donde dormir.
Con la orden de desalojo Malena y yo nos pusimos a buscar un cuarto para
que ella tenga donde quedarse. Los cuartos que averiguamos eran pequeños,
casi carecían de iluminación, sus ventanas eran muy diminutas. Se tenía que ir
a ellos por escaleras que conducían a segundos o terceros pisos, y por
pasadizos oscuros que apestaban a comida malograda, sudor, pezuña, orina.

24
Ella se sentía cansada de andar y andar todo el día buscando cuartos y al
llegar la noche no había donde quedarse porque además lo poco de sus
pertenencias se encontraban empacados en la casa de su amiga. Me pidió –
Déjame ya, me voy a la chacra a dormir, pero era más de las once de la
noche, le dije - No te desesperes, mañana se solucionará todo, lo más
recomendable por ahora es irnos a descansar al hotel, así estando en el cuarto
solo pensábamos en descansar, pues teníamos las piernas cansadas y los pies
adoloridos e hinchados, con ampollas de tanto caminar. No teníamos aliento
para empujar las palabras fuera de nuestras bocas para seguir conversando.
Nos desnudamos para luego abrazarnos hasta hacernos una sola masa de
carne, haciendo que nuestra respiración sea una sola, que nuestros latidos
coincidan para producir un solo sonido. Estábamos absolutamente agotados,
como si nos hubiéramos pasado todo el día trabajando en la construcción de
las pirámides de Egipto, nos quedamos profundamente dormidos.
Al día siguiente antes de las nueve de la mañana nos levantamos y duchamos
como si con el agua que caía sobre nuestros cuerpos quisiéramos ahuyentar la
mala suerte. Con el ánimo más tranquilo salimos a la calle esquivando a los
carros viejos que pasaban lentamente tocando su bocina .Chocamos con unos
niños lustra zapatos que jugaban fulbito con una pelota de jebe desinflada. Nos
seguía un perro desnutrido que se detenía de débil cada dos pasos. Llegamos
donde nuestra casera en el mercado a comer nuestro arroz con pollo con su
cafecito, luego tomamos una motoneta que nos dejó por el pedregal;
descendimos del vehículo y como el cazador que tiene en la mira a su presa,
enrumbamos directo a tocar la puerta de la casa de la señora que alquilaba las
habitaciones; ella nos preguntó - Qué desean, estoy por salir a Quirio, le
mencioné - Venimos por el aviso sobre el alquiler de una habitación,
anteriormente habíamos venido en cuatro oportunidades pero siempre que
tocábamos la puerta nadie salió a atendernos. La señora nos respondió - Por
esos días estaba saliendo a Quirio como hoy y la casa se quedaba sola. Le
conté a la señora – Ella es Malena mi enamorada, trabajamos en la
universidad. Anteriormente hemos vivido por el barrio del Chillón, pero de un
momento a otro llegó una de las hijas del dueño de la casa que nos alquilaba el
cuarto, a quedarse, por ello que nos dijeron que desocupáramos el ambiente
donde estábamos alojados porque su hija que estaba por dar a luz lo iba a
ocupar. Por esa notificación repentinamente tuvimos que empacar nuestras
cosas para desalojar lo más pronto el cuarto. Desde luego lo que decía era
una gran mentira para tratar de conmover a la señora y parece que había dado
resultado pero me puso dos tarifas. Mirándome algo seria me dijo - Profesor
con cama, incluyendo colchón y una mesa ciento veinte soles, y cuarto sin
nada ciento diez soles. Escogí la primera tarifa. No tendría que comprar otro
nuevo colchón que reemplace al destrozado por el perro de la amiga de
Malena.
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Fuimos a recoger sus cosas de la casa de su amiga Gabriela. El esposo de
esta, el promotor del desalojo, gentilmente trató de ayudarla a sacar sus bolsas
con sus pertenencias, pero ella le dijo - No hace falta, un amigo me va a
ayudar. Yo estaba para eso, cumplí mi papel de cargador de bultos, tomando
una moto llevamos todas las cosas a la nueva morada, a la nueva residencia
donde el cuerpazo y el espíritu de ella tendrían donde descansar y yo tal vez de
vez en cuando.
Su amiga Gabriela seguiría con su encrucijada de darle o no el divorcio a su
esposo. Pensaba que todavía lo quería, que debería serle fiel, cuando ya no lo
era, pues había agarrado viaje varias veces con otro pata.
Finalmente lo que no quería era perder, deseaba quedarse con una de las dos
casas que poseía su todavía esposo. Estaba resignada a perder a su menor
hijo porque el padre podía arrebatárselo si se enteraba de que ella era la
comida calata de otro pata.
Malena y yo dejamos a su amiga con su encrucijada, sufriendo su calvario. Nos
fuimos al mercado de Barranca y como si fuésemos una pareja de recién
casados empezamos a comprar platos, pocillos, tazones, un azucarero,
cucharas, tenedores, escoba, recogedor, una bacinilla, etc., una frazada de dos
plazas, un cubrecama. Esto lo vivía como si fuese mi segundo matrimonio pero
sin casamiento civil ni religioso.
Ella después de trabajar en la universidad a eso de las seis de la tarde salía,
pero la mayoría de veces la acompañaba. Era su escolta oficial, su Montoya. A
veces nos íbamos a la pollería donde saboreábamos un rico pollo a la brasa
con su inca kola, otras veces comíamos por el pedregal unos ricos sándwiches
con un cafecito. La acompañaba después hasta el cuarto, allí tomábamos una
agüita de manzanilla para la digestión, lavaba los cubiertos, luego siempre
había algo que conversar y algún pretexto para hacer el amor, para hacer
entrar mi buque de guerra directamente a su puerto. Me enloquecía poseerla
metiendo mi cosa dentro de ella cuanto podía, y luego dormirnos juntos.
Para Malena no había nada indecente cuando de sexualidad se trataba, me
besaba y mamaba el pene como la cosa más natural del mundo, lo succionaba
como quien chupa un helado Donofrio.Si aceptaba hacer el amor conmigo me
estimulaba y apresuraba frotando lentamente sus nalgas contra mi cuerpo.
Fue una experiencia nueva, en un principio apenas hicimos nada más que
cachar y cachar, era mi maquinita de follar. Una cachada nunca me caía mal,
era para mí hacer una limpieza espiritual.
Siempre cuando me retiraba del cuarto me llevaba la basura si es que había,
porque si la dejaba se descomponía y olía a culo sucio o comida
descompuesta. Al día siguiente aparecía nuevamente por Barranca con el
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ómnibus de la universidad pero no me bajaba en la universidad, sino mucho
antes, por la avenida Tacna y de allí me regresaba en colectivo hasta el
Pedregal y antes de llegar al cuarto compraba en alguna bodega panes, café,
queso, aceitunas, palta, tamales, etc., o si no compraba de un puesto de
desayuno pan con relleno, pan con camote, pan con huevo o pan con torreja,
pero tenía que ser pan con algo, y como bebida escogía soya, quinua o maca.
Por costumbre era yo el que preparaba el desayuno y de ser posible le servía
en la cama, luego lavaba los pocillos y nos íbamos a la universidad, pues los
dos éramos una sola persona, una sola vida y un solo andar.
Muchas veces el dinero me alcanzaba solo para ella, para invitarle su gaseosa
heladita en el momento que hacía más calor. Solo compraba desayuno para
ella, y cuando me preguntaba - ¿Para ti por qué no traes nada?, le respondía He desayunado allí mismo antes de traerte el tuyo, pero era mentira con “M”
mayúscula.
Mientras ella tomaba el desayuno que le llevaba, al verla comer empezaba yo a
secretar abundante saliva que se acumulaba en mi boca hasta querer atorarme
y para que eso no suceda, disimuladamente pasaba y pasaba mi saliva que no
tenía sabor a nada, pero me consolaba imaginándome como me la agarraría,
recordando un dicho que decía: “Boca come y poto paga”.
Mientras ella desayunaba me desnudé y envolviéndome con la toalla azul que
siempre compartíamos me fui a duchar, deje que el agua corra por mi cuerpo y
remoje bien mi pájaro y mis bolas las que lave minuciosamente con el jabón
líquido para seguidamente enjuagarlas. En este momento tener una
herramienta sexual bien limpia era mi mejor carta de presentación. Regresé al
cuarto envuelto con la toalla para terminar de secarme en su delante con una
de las puntas de la toalla, para eso ella había terminado de desayunar y
contagiada por lo que había hecho yo, empezó a desnudarse y mientras me
pedía la toalla para cubrirse, mi mirada estaba concentrada en su entrepierne,
en la mata de pelos que resguardaba su gruta sexual. Cuando regresó de
ducharse se quitó la toalla, se había secado antes de salir, se descubrió y se
mostró desnuda, viéndola así comprendí que estaba preparada para matar
cualquier pájaro que entrara en su cueva. Me pare frente a ella, mi pene estaba
erecto, le había dado varios lapos para que no se muera.
Había procurado que se mantenga así porque lo había estado frotando de rato
en rato imaginándome como me la cachaba. Ella mirándome el pene se me
acercó, eso me hizo sentir el hombre de los huevos de oro. Con una de sus
manos me agarró el pájaro y empezó a masturbarme, gotas de mi semen
empezaron a poblar la punta de mi pene y con eso unté todo el largo de mi
garrote , mientras los dedos de mi otra mano se abrirían camino entre los
entrecruzados pelos que poblaban su entrepierna descubriendo la rosada
entrada de su gruta cuyas paredes se mostraban palpitantes invitando a la
27
penetración y con mi mano todavía agarrándome el pájaro se lo introduje
eyaculando en su quemante interior mientras sentía las fuertes contracciones
de su vagina abrazando mi pene, instándole a seguir clavado dentro de su
chucha.
Ella adoraba la fuerza del empuje de mi pene hacia su gruta entre sus piernas,
pero no el empuje de mi garrote a través de su boca .Me daba cuenta que se
atoraba, era como si le estuviese haciendo tragar una espada.

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En noches como está la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Una gran tristeza cae a mi alma como una fuerte pisada a la tierra.
Sentir la noche oscura, más inmensa sin ella.
Mi mirada la busca, mi corazón con sus latidos la llama, y ella no está
conmigo.
De otro, será de otro, su voz, su mirada infinita, su cuerpo claro, su tibia
y suave vagina.
Basado en Pablo Neruda

5
Ese día subí al cerro a eso de las dos de la tarde, por detrás de los servicios
higiénicos para los alumnos, por el caminito de los magueyes y de las tunas
sembradas para llegar a la carretera por donde pasan los ómnibus de la
universidad que transportan a los profesores, a los administrativos, y a los
alumnos hacia Huacho.
Al llegar a la subida del cerro levanté la mirada hacia el lugar donde solía
encontrarla regando, y creí verla con su polo plomo, su pantalón de dril azul y
su gorro negro con su mirada centrada hacia las plantas y la manguera entre
sus manos. Se había parado con las piernas abiertas asentando todo el peso
de su cuerpo sobre sus pantorrillas llenas y torneadas. Al verla así mi dolor de
cintura, la pesadez de mis testículos y el cansancio que empezaba a inundar mi
cuerpo desaparecieron. Las energías de mi cuerpo comenzaron a renovarse y
aceleré el paso para encontrarme junto a ella. Solo miraba el camino y a mis
pies que avanzaban y cuando encontré una señal en el camino que me
indicaba que había llegado, levante la mirada y triste fue mi desilusión, no era
ella la que vi, su figura la había montado encima de otra persona. Era un
compañero de su promoción, Daniel, a él en mi visión imaginaria le había visto
como si fuera ella. Ella era…era todo para mí, era el agua en mi sed de amor,
era mi sueño, mi realidad. Entre mi dije - No es ella…no es ella…donde estará
ella, me preguntaba y no obtenía ninguna respuesta, y es así que mi corazón
se fue cubriendo por la tristeza. Las peores lluvias y los peores vientos
reinaban en él. Pero de todas maneras recorrí los lugares donde frecuentaba
ella y a medida que los ubicaba parte de mí, pedazos de mi espíritu se

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quedaban en ellos. Sin ella todo era nada, todo era un vacío total. El resto del
día y de la noche me sentí triste y desintegrado.
Al día siguiente le conté lo que me había ocurrido y lo mucho que había
extrañado su presencia, su voz que siempre llegaba a mí como un conjuro
melodioso y hechicero. Le ayudé a regar las almacigueras que eran pequeños
espacios de terreno preparado donde se sembraban las semillas para que
germinen. Le comenté que de las variedades de fréjoles que habíamos
sembrado experimentalmente, el más rendidor era el frijolito castilla que
mostraba ser el más resistente a las plagas. Luego vimos un lugar donde
sembrar las enredaderas bellísimas para las abejas y apreciamos algunas
plantas silvestres que también atraían a las abejas. Pronunciamos al mismo
tiempo: - Las consideramos para reproducirlas, ya que por ser rústicas no
necesitarán de muchos cuidados.
Que agradable era sentir su voz recorrer todo mi corazón tan necesitado de su
ternura. Que deseable era la tarde cuando estaba ella para que me impregne
con su olor a plantas y yo ser parte de ella.
Cuando a eso de las seis de la tarde estaba terminando de regar le propuse ir
un rato al cuarto para lavarnos. Abrí la puerta de la calle y la invite a pasar,
enseguida lo hice yo y abriendo la puerta de la habitación la introduje, porque
ella era parte de ese ambiente mientras yo me dirigí al baño. Al regresar al
cuarto la vi parada frente al espejo contemplándose. Lo que me atraía de ella
era el color de su piel, sus muslos carnosos y nalgas proporcionadas.
Cuando la veía así semidesnuda me entraba un cosquilleo en el cuerpo y se
empezaba a erectar mi sexo, esa era la señal de que la deseaba, pero me
contuve. En silencio me saqué la ropa y envolviéndome con una toalla azul me
fui a la ducha, abrí la regadera e hice que el agua caiga a mi sexo hasta que lo
disminuya de tamaño. Enjabone y enjuagué mi cuerpo varias veces y lo sequé
con uno de los extremos de la toalla. En el cuarto retiré la toalla que cubrían
mis estructuras anatómicas para pasárselo a ella. Se cubrió el cuerpo también
con la toalla dirigiéndose a la ducha. Cuando salió del cuarto hablé duro
sabiendo que no me escucharía -Te perfumas la chuchita. Al retornar me
manifestó que no se había mojado el pelo, Pensé - Que chucha me importa tu
cabello, me interesas lo que tienes de tus hombros hacia abajo.
Arrojó suavemente la toalla encima de la cama y dejó al descubierto su
desnudo cuerpo que era un monumento, una escultura de carne. Mientras la
veía cogí la toalla y empecé a secarle sus pechos, sus axilas, su pubis, los
muslos y piernas para continuar secándole la espalda y sus nalgas. No pude
resistir más porque mi pene se fue erectando nuevamente hasta destacar del
resto de mi cuerpo. No pudiendo más en silencio la tumbé sobre la cama y
empecé a succionar sus pezones una y otra vez. Mientras olfateaba sus
pechos, cogía cada uno de ellos con la mano que le correspondía y mis dedos
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los oprimían como si palpara un par de melones. Empecé a besar los costados
de sus senos provocando el escape de sus gemidos - Ohhh…ohh…ahhh…,
con sus brazos apretaba mi cabeza contra su pecho. Mientras mi boca se
perdía en medio de sus senos, mi mano derecha trabajaba explorando su
entrepierna, tocaba su sexo y los pelos rígidos y rizados que lo cubrían, de
tanto tocarlo su sexo empezó a humedecerse y ella me dijo casi al oído –
Tienes…tie…, y antes de que termine de pronunciar nuevamente dicha palabra
mágica le contesté lentamente - ¡Si ten…go!… ¡si ten…go!
Apartándola suavemente hacia un costado, desnudo como estaba me pare a
buscar en mi maletín un preservativo, un vientecillo frío chicoteó mis nalgas.
Después de tanto rebuscar no encontré los condones. En silencio me tumbe
nuevamente encima de ella, dispuesto a tapar su hueco cogi mi sexo para
hacerlo encajar en su rendija. Me mecía encima sintiendo que mi garrote
entraba y salía de su hendidura, sentía que las paredes de su vagina frotaban
mi sexo, se abrían para recibirlo y eso me excitaba. Mientras seguía
meciéndome encima de ella le besaba los pezones y con mis manos acariciaba
sus muslos carnosos e hice que sus rodillas se doblen hasta tocar mis hombros
y así ella con sus rodillas encogidas que le tocaban sus pechos se me ofrecía
como una gran masa carnosa apetecible y comencé a recorrer todo eso
palpando con mis manos y besándolo con mis labios. Como no sentir placer
cuando la musculatura de su vagina exprimía mi pene hasta sacarle la última
gota de semen y después de esto yo le alcanzaba papel toalla blanco para que
se limpie su sexo, retirando de ello los restos de mi semen y yo retirando sus
secreciones de mi pene y envolviendo mi órgano con papel toalla como si fuese
una momia. Luego ella se echaba en la cama desnuda boca a bajo, yo hacía lo
mismo echándome a su costado, así unidos por nuestras carnes nos
quedábamos dormidos hasta que la oscuridad con más oscuridad lo rodee
todo. Era yo el primero que se despertaba y por un instinto desconocido
prendía la luz y sin hacer ruido me paraba a su costado contemplando su
cuerpo en silencio mientras nuevamente me colocaba a su costado, en seguida
mis manos delicadamente empezaban a recorrer sus pies, sus tobillos, sus
pantorrillas carnosas y duras hasta llegar a lo que más me gustaba de ella, sus
muslos, los que acariciaba y por los que resbalaban mis dedos suavemente,
luego pasaba mis manos por sus bien formadas nalgas que encajaban
perfectamente con el nacimiento de sus muslos. Seguía recorriendo con mis
dedos sin cansarme la curvatura de sus nalgas, los pliegues que formaban la
unión de sus nalgas con sus muslos, avanzaba hasta la curvatura de sus
caderas, pero el placer agradable que esto me provocaba no podía ser eterno,
era la hora de retornar a Huacho. Me incorporé de la cama primero con pereza,
luego ágilmente y al verla que en la cama adoptaba una posición invitadora
empecé a inclinarme lentamente hacia su figura y ella semidespierta empezó a
encoger lentamente sus muslos y rodillas hacia sus pechos mientras colocaba
las palmas de sus pies sobre mi vientre y empezó a contraer y a estirar sus
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miembros inferiores y así mi figura tiesa se acercaba y se alejaba de su cuerpo
y mi pene se erecto nuevamente no me quedó más que introducirlo en su sexo
y asegurarme de no sacarlo hasta eyacular, terminada la faena recién le pedí
que nos retiremos del cuarto, mientras ella se alistaba yo recordaba que en un
encuentro pasado, cuando estábamos desnudos yo me había subido y sentado
encima de ella apoyado en mis talones. En esta posición la contemplaba y
acercaba mi miembro erecto sobre su cara mientras ella empezaba a
acariciarlo con la punta de sus dedos; y cuando mi pene estuvo en contacto
con su cara empezó a besarlo y al sentir ese cosquilleo, ese adormecimiento
que me producía placer. Introduje mi vara al interior de su boca y sentí que este
se adentraba en un túnel húmedo y cálido. Empecé a meter y sacar mi pene de
su boca. Esto no era un cache pero parecía un cache, de todas maneras
saludable para el corazón y los pulmones. Un placentero ejercicio para los
músculos, quería seguir recordando pero ya no más recuerdos acudieron a mi
mente al escuchar su voz que decía-Vamos profe.
Al enfrentarnos a la calle el día había dejado de ser día, la tarde había dejado
de ser tarde. La tarde era noche, pero el color de esa noche era de un color
plomizo, triste, melancólico. La invité a comer un sándwich con café en la
cafetería ubicada en la siguiente esquina y así lo hicimos. Me sentía tan bien
cuando estaba con ella, cuando me acompañaba, cuando me conversaba.
En el couster ya sentado junto a ella la miraba de reojo mientras colocaba mi
mano derecha entre sus muslos para acariciarlos. Deseaba emborracharme de
su presencia.
Llegando a Huacho nos bajamos en el paseo Colón, su trasero y sus senos
duritos y paraditos arrancaban suspiros y uno que otro piropo de grueso
calibre. Ella atrapaba miradas penetrantes, eso lo noté porque un muchacho la
seguía con la mirada, era atractiva se movía con una asombrosa coordinación,
había una despreocupada y saludable feminidad en su porte. Cruzamos la
pista a la carrera cogidos de la mano como dos adolescentes y en el paradero
mientras ella esperaba su movilidad yo la tenía abrazada desde atrás mientras
me decía - Me siento cómoda recostada sobre ti, eres mi colchón de carne.
Nuevamente se me estaba calentando el pájaro parecía que me iba explotar
por lo que me despegué de su cuerpo para irle a comprar su agua heladita para
la sed. Mientras me dirigía a hacer la compra veía las caras de los ambulantes
que gesticulaban ofreciendo sus mercaderías, parejas de secretarias
contándose las ocurrencias del día, policías de tránsito tocando sus silbatos,
rateros que aprovechando la luz roja trataban de robar lo que podían del
interior de los vehículos. Me mortificaba contemplar siempre este paisaje. Con
mi compra retorne donde ella y cuando apareció su movilidad rápidamente me
selló los labios con un beso mientras me decía – Hasta mañana profe, cuando
subió al micro no la perdí de vista hasta que ocupe un asiento y continué
mirándola hasta verla alejarse de mi. Mientras ella como si presintiese que no
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íbamos a vernos por varios días me levantaba la mano y la agitaba hacia mí en
señal de despedida y yo colocando mis dedos entre mis labios le enviaba un
beso seguido de otro.
Cómo deseaba que el viento siempre llevara mis besos hacia donde ella se
encontrara, cómo deseaba que mis besos siempre le dijeran que la amaba.
Necesitaba respirar el aire húmedo del oscurecer para serenarme mientras una
lluvia fina empezaba a atravesar el silencio de la noche que avanzaba, y el
viento frío incrustaba en mis oídos las letras de una canción:
Dos almas en el mundo, había unido Dios,
Dos almas que se amaban, eso éramos tú y yo.

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Ayer todo el día hubo alegría en mi corazón,
porque estuvimos juntos toda la mañana, y la tarde.
El oscurecer estuvo iluminado para mí,
porque tú eras mi sol, el sol de mi vida.
Yo no te escribo esto, sino mi corazón.

6
Mientras el viento de otoño jugaba entretenidamente haciendo un revoltijo con
las hojas y flores marchitas caídas de los árboles que mudaban cada
temporada en su loco afán de embellecer. Le decía a Malena por el celular que
no venga a la universidad, porque si iba a llegar a la 1 p.m. no tenía sentido,
mejor sería que diera su examen de francés con tranquilidad, ella me contestó Está bien profe pero averígüeme el teléfono del profesor Gonzáles y envíelo a
mi correo porque estoy en falta con él por el curso de piscicultura, usted fíjese
lo que van a hacer los alumnos hoy para informar al profe sobre el avance de la
poza para criar tilapias. Además me pidió - Envíeme la lista de los alumnos
que participarán para que se le considere en el proyecto y les salga su
resolución. Aceptado su pedido pensé que con esto ahorraría algo de dinero
pues ya no tendría que invitarla, mi billetera agonizaba. Pero llegado el
momento me sentí solo y me arrepentí de lo que le había pensado y de lo que
había hecho, recién comprendí que la necesitaba, me dieron ganas de llamarla
pero me contuve, sin ella lo que me podía suceder en el transcurso del día
carecía de importancia. Por el amor a ella, por el amor a su recuerdo, sabiendo
que amaba las plantas, que eran su mundo, su pequeño y gran mundo traté de
hacer algunas de las cosas que me había encargado y que estaban
pendientes, por decir hace días me había encargado rescatar los bulbos de los
nardos que estaban en un terreno hoy baldío donde no crecían otro tipo de
plantas ya que el terreno no era regado durante meses, habían ocho nardos,
sus bulbos eran parecidos a la cebolla de cabeza. Con el pico trate de sacar a
uno de ellos, pero nada, solo había conseguido romperlo, repetí la maniobra
pero con igual resultado negativo. Pensé- Mejor en otra ocasión, quizás
remojando la tierra que rodea a las plantas la cosa resulte más fácil. Pero ya
que tenía el pico algo había que arrancar de la tierra, en eso vi el brote de unos
plátanos e introduje el instrumento debajo de la tierra hasta llegar a la base de
las plantas para arrancarlas con algo de raíces para que al transplantarlas
peguen.
Con las plantas de plátanos y la herramienta me dirigí al cerro, abrí la puerta
del vivero y me pareció que no se avanzaba en los trabajos, las plantas
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llamadas bellísimas que eran unas enredaderas permanecían en sus bolsitas
esperando una mano divina que las lleve a terreno fértil y las plante para que
sobrevivan. Solo pero con esta idea fuera del vivero recordé donde Malena
había plantado las primeras enredaderas, era en el cauce de una pequeña
acequia, de tal manera, que si yo colocaba la manguera de agua al inicio del
canal se irían regando solo las plantitas, pero como ya no había más terreno
disponible y el cauce de la acequia estaba interrumpido por malezas, piedras,
ramas, de árboles, lo primero que hice fue romper con el machete las ramas
de los árboles y sacar las hierbas que cubrían el cauce seco donde se iban a
sembrar las futuras enredaderas melíferas. Procedí luego a traer las plantitas
que estaban en sus bolsitas al lugar de la siembra y con la lampa empecé a
hacer los huecos para su siembra que eran más de cien, por ratos me
desanimaba pero por amor a ella, por amor a su nombre continúe con el trabajo
hasta sembrar todo. Las plantitas daban la apariencia de ser pequeños lunares
verdes que destacaban sobre la superficie reseca de la tierra. Luego procedí a
conectar la manguera y la jalé al inicio de la acequia donde empezaba la
siembra, y el agua bondadosa que salía de la manguera fue avanzando por el
pequeño cauce remojándolo todo, dando vida a todo lo que tocara, era como si
la mano de Dios al pasar tocando terrenos estériles hacía que brotaran las
plantas. Paralelamente a esto un grupo de alumnos trabajaba acarreando
piedras para elevar la altura de la poza que habían construido para un proyecto
de crianza de tilapias de la profesora Malena. Ella me había dicho que no
vendría, pero la llamé a su celular diciéndole – Ven para que veas como está
quedando la poza, ella me respondió – Me desocupo y estaré allí lo más
pronto, así lo hizo, a las dos horas, se apareció radiante y brillante como el sol
de todas las mañanas de mi vida. Justo en esos momentos los alumnos
estaban preparando una parrillada de pollo y cuando llegó el momento, todos
nos pusimos a comer felices y contentos como si todos los días pasados y
futuros de nuestras vidas fuesen como este.
Cuando la tarde se estaba terminando los alumnos alistaron sus utensilios que
habían traído para la parrillada, lo empaquetaron y se retiraron.
Mientras cerrábamos el vivero nuestras miradas se cruzaron varias veces.
Esos eran los momentos que buscaba a cada instante para que, a través de
sus ojos me metiera al fondo de su alma.
Me daba cuenta que prácticamente moraba en el vivero, lugar donde
reproducía las plantas para luego sembrarlas, poco faltaba para llevar mi cama
a ese lugar.
Había oscurecido totalmente, en mis ojos solo había luz para verla a ella. El
silencio fue partido por su voz que me llegó- Profe, esta noche en el cielo solo
se ven tres estrellas juntas, pero todas brillan intensamente. La miré, toda su
atención estaba dirigida a contemplar la oscuridad infinita de la noche.
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Nuevamente su voz- Profe, mire las estrellas, están casi juntas.
Para que no se moleste me puse a contemplar el cielo en el lugar que ella me
señalaba mientras murmuraba casi silenciosamente – Mejor te llevo a un hostal
tres estrellas y allí te voy a hacer ver las tres estrellas las veces que quieras.
Dirigiendo su mirada hacia mi rostro me dijo- Qué dice, hable fuerte. Le
respondí – No he dicho nada, solo pensaba. Así nuestras vidas transcurrían
como un lento remolino, sin turbulencias.
Tomados de la mano bajamos por el camino de cemento, la sensación era
como si descendiéramos del cielo hacia la tierra.

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Gemidos y tocamientos de curiosidad
extrema invaden nuestros cuerpos,
mientras nuestras figuras pelean
sin más cascarón que su piel.

7
En esta época yo vivía para la agricultura. Ella era testigo de cómo me
entregaba de cuerpo y alma a las plantas. Estaba retirando las malas hierbas
alrededor de las lechugas, mientras ella terminaba de regar.
La lluvia había dejado de hacer sentir su poder para convertirse en una fina
garúa que también mojaba pero no molestaba como la lluvia.
La oscuridad se apoderaba de todo. A medida que transcurrían los minutos
nuestras figuras cada vez se veían más borrosas y antes de no distinguirnos
totalmente decidimos retirarnos. Entré al vivero a guardar las herramientas,
luego me senté en una carpeta según yo para descansar brevemente, pero
cuando ella se aproximaba al vivero pude distinguir todavía su figura borrosa
casi fantasmal y desde muy dentro de mí como un punto de luz que crece
hasta hacerse inmenso y cubrirlo todo, los deseos morbosos fueron
manifestándose hasta poblar todos los rincones de mi mente.
Cuando ella pasó por mi lado al igual que cuando la araña atrapa a la mosca ,
la jale de la cintura hacia donde estaba sentado y mientras pegaba su vientre a
mi cara con mis dedos levantaba su polo para exponer sus carnes mientras
hundía mis labios en su piel para que empiecen a recorrerla, mientras la
abrazaba por ratos de la cintura y por ratos de las nalgas. Sin la menor
vacilación me apoderé de uno de sus pezones y lo embutí en mi boca, por
varios minutos le estuve besando las tetas, pasaba de una a otra, lamiendo el
sudor salado de su piel mientras mi sexo quemaba y ardía como si hubiese
sufrido la quemadura del metal de una plancha caliente.. Besaba todo su
vientre mientras mis manos recorrían sus gruesos muslos a través de sus
pantalones. Me estaba excitando, sentía que mi pene se había endureciendo,
que trataba de romper la parte de mi pantalón que lo contenía, para liberarse.
Me levanté de la carpeta y bajé el cierre de mi pantalón liberando mi pene de
su encierro y este salió de su prisión como una culebra liberada de su
cautiverio en busca de otra guarida más confortable. Cogiéndole a ella de los
hombros para tratar que se arrodille le dije – Dale una buena chupada para
que se ponga duro, se arrodilló y cogiendo mi pene por su tronco lo aproximó a
su boca dándole un suave beso en su cabecita y se lo pasó alrededor de su
37
boca como si fuese un pintalabios para luego ponerlo a ambos lados de su cara
mientras entrecerraba los ojos. Yo miraba lo que hacía sin pronunciar palabra,
me sorprendía el cariño que le tenía a mi cosita, no dejé de contemplarla hasta
que ella levantó la vista hacia mi rostro y nuestras miradas se cruzaron por un
instante. Suspirando cogió mi pene y se lo introdujo rápidamente a la boca
como queriendo que no se le escape y empezó a mamarlo con desesperación
como una criatura hambrienta que no quiere soltar su biberón. Cada vez que
en mi verga sentía la presión suave de sus dientes y de sus labios este latía
con más fuerza y mi deseo de correrme en su boca aumentaba. Eran tan
suaves las caricias de sus labios sobre la piel de mi pene que no deseaba que
ese momento se termine, quería que durase eternamente.
Ella seguía chupándomelo, saboreando mi pene salado y pegajoso, pero
seguramente tan delicioso. Mi deseo de correrme dentro de su boca
aumentaba mientras cogía su cabeza y la apretaba contra mi vientre para que
mi instrumento se introduzca más y más dentro de su boca. Cuando sentí que
de continuar así se me vendría, desistí murmurando en voz baja – Mejor me
corro en su rendija, e introduciendo mis dedos debajo de sus sobacos la
levanté y mientras le besaba los labios le iba levantando el polo liberando sus
tetas de su sostén para recorrerlos milímetro a milímetro con mis labios y con
mi lengua. Sus tetas eran blancas, muy blancas, ese color rompía la oscuridad
de la noche, me daban ganas de mordérselas hasta hacerlas sangrar.Su
cuerpo sin ser un piano tenía muchas teclas que tocar.
Mi urgencia para eyacular había aumentado, era como si me estuviese
conteniendo de orinar. Así mientras devoraba sus tetas le bajaba el pantalón y
el calzón como quien pela una manzana, para llevar mis manos hacia sus
nalgas recorriéndolas en la oscuridad de esa noche sin luna, hasta que en el
recorrido por sus partes bajas ubiqué la mata de pelos que como tentáculos de
un pulpo resguardaban su gruta de amor adúltero. Le dije – Agáchate para
empujártelo, ella lo hizo con los ojos entrecerrados sin dejar de suspirar y emitir
quejiditos de placer, para eso también me había bajado los pantalones y mi
pene tieso, caliente y duro como una lanza me exigía cumplir con su deber. Me
ubiqué detrás de ella mientras la agachaba, le separe las piernas que como
columnas soportaban el peso de su cuerpo y parte del mío y desde atrás se la
empujé, mi pene como una flecha dio en el blanco. Cuando sintió que mi barra
violentamente se había introducido en su agujero, exclamó – ahh…ahh. Sus
gritos parecían los aullidos de una sirena de carro patrullero. Sentí que su sexo
como un perro de presa se había devorado a mi pinga. Sin dejar de
empujárselo le decía – Baja la voz que nos pueden escuchar, y ni un quejido
más escapó de sus labios. Desde atrás continuaba empujándoselo , aún a
pesar de la oscuridad contemplaba como mi pene duro como una barra de
acero , y brillante porque estaba recubierto por las secreciones vaginales de

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ella entraba y salía de su agujero como si fuese tragado y vomitado una y
muchas veces emitiendo un sonido característico – Tha…thah,,,tha…
Sentí que se me venía, apreté los dientes mientras mi cuerpo se contraía y
empecé a eyacular en su agujero inundándolo mientras me abrazaba de su
cintura y ella se quedaba paralizada por la sensación con la boca abierta,
arqueando el cuello hacia atrás. Cuando terminamos saque papel higiénico de
mi mochila y empezamos a limpiarnos tratando yo de borrar las huellas de mi
adulterio. Ella lo hacía mientras contemplaba los moretones en sus piernas,
condecoraciones mías.
En ese momento yo era todo para ella, su amante, su padre, su madre, y así lo
seguiría siendo en el futuro. La protegería, la abrazaría fuerte ya sea de día o
de noche, rodeándola con mis brazos como ahora.
Una vez más en este ambiente había dejado mi leche nocturna depositada en
el recipiente de ella.

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Muchas desesperamos porque lo que deseamos no se cumple,
deprimirnos no soluciona nada, maldecir tampoco.
No debemos esperar pasivamente las soluciones, debemos actuar,
acelerar ese proceso, pero obrando honestamente sin denigrar nuestra
persona. Debemos respetarnos nosotros mismos, sino nadie lo hará.

8
Por esta época todo lo veía semilla, mi mundo eran las semillas. Cuando comía
un melocotón estaba pensando en hacer secar la pepa para después
sembrarla. Si en mi casa hacían refresco de maracuyá estaba pensando en
recolectar las semillas para hacer almácigos.
Ese día tuve clases toda la mañana y llame a Malena a eso de las 11 a.m., me
dijo- Tráeme algo. No he tomado desayuno, lo único que le pude conseguir del
quiosco fue una gaseosa guaraná y dos pay de manzana, cuando estuve junto
a ella con mi pequeño cargamento le dije - Has un alto para que puedas tomar
tu gaseosa, ella llevo la manguera hacia el lecho de la acequia donde se
encontraban las enredaderas, regó alguito y se puso a comer y beber lo que le
traje mientras yo contemplaba la exuberante vegetación que nos rodeaba. En
cada planta que ella atendía palpitaba su vida misma, como si en cada hoja
verde estuviese escrito algo de su historia y no sus miserias.Acá arriba estaba
lejos del caos de la parte baja del ambiente universitario. Mi mente se sentía
libre de preocupaciones, la belleza de ese lugar cautivaba mis sentidos. La
vegetación estaba bañada por la dorada luz del sol al igual que los coloridos
pétalos de las flores. Se escuchaba el rumor de las hojas mecidas por el viento
que tenía un olor a pureza mientras los insectos buscaban el dulce néctar de
las flores. Escuchaba el sonido relajante del agua escurriéndose entre las
plantas. Ya no sabía cómo describir lo que sentía.
Miré la hora en mi celular, era cerca de la una por lo que dije – Vámonos a
almorzar al comedor de profesores, después de terminar de ingerir nuestros
alimentos salimos, pero mientras lo hacíamos voltee y vi que algunos
profesores que estaban almorzando le miraban el trasero. Comentaban de ella
y de mí. Pude escuchar que uno decía relamiéndose - Qué jamones, que
delicia de jamón blanco, mientras los demás se daban pajazos mentales. Sabía
que ella atraía miradas penetrantes, pero eso me llegaba altamente, yo no vivía
de los demás.
Malena me parecía que tenía dos rostros, la parte superior de su cara,
misteriosa, con los ojos algo gatúbelos medio ocultos tras sus cejas algo
pobladas, y la parte inferior de su rostro viva y móvil, con la boca moviéndose
todo el tiempo, reflejando su estado de ánimo y su entusiasmo.
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A eso de las tres fuimos al vivero donde quedaban unas cuarenta flores de la
cantuta, pues las demás se habían muerto debido a que en las hojas le habían
aparecido unas pelusas que según los especialistas eran por los hongos y las
plantas necesitaban más luz, mas sol ya que con esto los hongos
desaparecerían porque no era un ambiente favorable para ellos. Ella me dijo
que cargue las plantas en la carretilla y así lo hice, pero llevarlo fue cansado y
doloroso como un parto en pleno invierno, hacía hueco y plantaba, eso estuvo
bien pero el problema fue el riego, tuve que llevar la poca agua que había en
los bidones a cada planta para regarla, porque no resistirían el nuevo
amanecer quemante.
Acabando la tarde y entrada la noche terminamos. No me preocupaba el
cansancio ni el anochecer, me preocupaba haber quedado bien con Malena, y
que mejor recompensa que ella me dejaba apretarle suavemente el brazo,
tomarla de la mano y juntos descender por la vereda de cemento que estaba al
costado del camino como quien desciende del altar, para luego dar la vuelta y
encaminarnos a la salida de la Universidad.
Cogimos nuestra movilidad, mientras duraba el viaje sentía que mi mente le
hablaba a mi cuerpo con estas palabras – Cómo no vas a estar todo el tiempo
a su lado, haciendo el amor con alguien que sabe transformar los deseos en
realidades sin que tenga uno que decirle una sola palabra. Es una mujer que
sonríe mientras la posees, una chica que sabe cómo, cuándo y dónde hay que
excitarle a uno gracias a su clarividencia. Las chicas deberían entender que no
basta con tumbarse y abrirse de piernas. Diversos ruidos primero suaves luego
fuertes empezaron a poblar mi mente, poco a poco estábamos acercándonos a
la ciudad distinguiendo sus edificios en forma de cajones.
La iluminación de la ciudad alegraba el ambiente y entibiaba el aire que se le
sentía agradable. Mientras cruzábamos por el palacio de justicia para dirigirnos
al paradero donde ella tomaba su movilidad contemplábamos la plaza Grau
con su monumento triangular como un gigantesco semáforo inservible que no
solucionaba el congestionamiento vehicular que formaba verdaderos cuellos de
botella. Cuando se iban desatando los nudos el sonido de los claxon bajaban
sus ruidos estridentes. Los vendedores de dólares ofreciéndolos a los chóferes
cuando los semáforos estaban en rojo. Los enamorados sentados en las
bancas distribuidas a lo largo de las alamedas se besaban con intensidad
adoptando las más diversas posturas, dando muestras de su amor, pero eran
interrumpidos en sus manifestaciones por los ambulantes que les ofrecían
galletas, caramelos, cigarrillos y hasta piquetitos de condones.

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Actualmente para nosotros que nos conocemos, muchas cosas en lo
económico y en otros aspectos no van bien, también le sucederá al resto
de personas, pero no siempre será una eterna neblina que lo cubre todo.
Los buenos momentos como una intensa luz se abrirán paso y
recobraremos los deseos de vivir y daremos gracias no se a quien por
seguir disfrutando de la vida.
Las cosas positivas que hagamos durarán por siempre, serán nuestra
felicidad porque nos darán la paz y la tranquilidad.

9
Cada día no es igual al otro, pero si puede ser parecido al otro. Esta mañana
estuve ocupado dictando clases, por más que quise no pude acercarme a ella,
no pude buscarla en el lugar donde estaba trabajando y recién pude localizarla
a eso de la 1.00 am, estaba en el vivero seleccionando algunas semillas. Me
senté en una carpeta, se me acercó y la sentí a mi lado. El sol acariciaba su
rostro, las plantas pronunciaban su nombre. Mis manos la buscaron y mis
brazos la abrazaron.
Después de desocuparnos de las actividades agrícolas nos fuimos a almorzar,
luego como de costumbre descendimos por la curva que llevaba al otro vivero
que no era el de nosotros ubicado a la entrada de la Universidad, al costado de
la garita para las nuevas plantas que se encontraban en ellas. No pudimos
encontrarnos con Eloy el encargado del vivero, así que un poco
descorazonados lentamente empezamos a retirarnos, hasta que como si
nuestras miradas fueran una sola divisamos a un costado de la entrada dos
cactus algo secos, de uno de ellos su penca estaba doblada en dos con algo
de raíces; de la otra penca recta toda ella las pequeñas raíces le salían del
centro de una de sus caras, del costado de sus espinitas. Cogí a ambas entre
mis manos para llevarlas al vivero que teníamos arriba, para sembrarlos en el
lugar indicado junto a otros de sus compañeros de su misma especie. Arriba
ella se puso a arreglar los surcos para iniciar el riego, le ayudaba a jalar la
manguera hacia los lugares que me indicaba para que el agua llegue a las
plantas.
Sin darnos cuenta la tarde estaba por desaparecer para dar paso a la noche,
pero antes que esto ocurra ella me mostraba lo hermoso que eran las
enredaderas bellísimas con sus flores rosadas oscuras rodeadas de abejas que
pugnaban por robarles el polen. Me coloqué detrás de ella para poder sentir
sus nalgas acariciando mi pene, cada vez que mi pichula tocaba cualquier
parte de sus nalgas me era difícil resistir más, pero seguí colocado a su
espalda, a un costado. Tome su mano izquierda y la coloqué en mi bragueta
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donde estaba mi pene para que me lo agarre, para que aprisione mi culebra sin
escamas, lo aprisionó entre sus dedos como un águila cuando atrapa a su
presa entre sus garras. Había accedido, a mis deseos y sin voltear me cogía el
pene y lo friccionaba, que delicia y placer para mí. Pero al fijarnos bien,
delante de nosotros, aunque algo lejos, unos trabajadores estaban limpiando la
acequia de regadío, eso la intimidó un poco y a mí también por lo que
depusimos por el momento lo que estábamos haciendo. Subimos un poco más
rodeando la construcción donde se encontraban los panales de las abejas y
entramos al otro vivero donde estaban los almácigos de las maracuyá y el
criadero rudimentario de los caracoles, vimos que las plántulas de maracuyá
estaban ya para trasplantarse y los caracolitos habían empezado a
reproducirse, esto me hizo exclamar - ¡Qué inmensa alegría! ¡Que inmenso
placer!, mi entusiasmo fue momentáneo porque inmediatamente recordé lo que
había estado haciendo con ella, eso era más importante y me coloqué detrás
de Malena, pero a su costado, eso me excitaba. La mano de ella fue hacia
atrás donde estaba mi bragueta y sentí que sus dedos rozaban mi pene, este
resucito y no pudiéndome contener más saqué mi instrumento de su estuche y
lo ventilé al aire y ella lentamente empezó a masajearlo con sus dedos, y yo
por un instante me froté con su cuerpo, con su gran cuerpo que resistía las
envestidas de mi sexo las veces que me apetecía. Sus mejillas se habían
coloreado, sus labios se entreabrían.
Empecé a manosearle el trasero, era firme y duro. Imaginé la suavidad y
profundidad de su hoyuelo en el extremo inferior de su espina dorsal. Evoqué el
marcado pliegue definitorio donde terminaban sus nalgas redondas y donde
nacían los muslos. Mi erección fue aumentando.
Estábamos parados en un camino de tierra, de polvo. Pero deseaba un polvo
con ella en el polvo.

43
Era la hora del sexo malo. Venían los hombres gritando e insultando.
Ella los veía acercarse desde el fondo
De pronto uno de ellos exclamó- ¡Huelo carne cruda!, ¡Huelo sexo de
mujer!
Y como guiados por el olfato, comenzaron a acercarse a la joven gritando
- ¡Olemos a la hembra!
Estaban cerca, el movimiento que ella hizo para protegerse fue reflejado a
la pared por la luz del lamparín como una sombra monstruosa de gran
cabeza y numerosos brazos.
Los hombres asustados se alejaron del lugar desapareciendo.
Todo fue envuelto por un gran silencio.

10
El día había empezado, me reuní con ella en el vivero en esta mañana de
verano. Mis ojos se encontraron con los de ella, no cambiamos palabras pero
en nuestras miradas hubo tanto de promesas y esperanzas.
La besé, el sabor de sus labios era el sabor del amor. Estábamos convencidos
que nuestras vidas se habían encontrado como dos caminos para no separarse
nunca. Nos unía un amor infinito, un amor más grande que el mar.
Hice algunos almácigos, luego aprovechando el cauce de la pequeña acequia
donde había sembrado las bellísimas sembré algunas malvas para aprovechar
el riego que se daba a todo al colocar la manguera al inicio del cauce. A eso de
la una de la tarde nos fuimos a almorzar al comedor de profesores luego al salir
fuera de la universidad le compré un “frio rico”, el helado que tanto le gustaba.
Ella saboreando lo que más le agradaba y yo saboreando de su presencia nos
dirigimos al vivero que se encontraba cerca de la garita, una vez allí
enrumbamos a un improvisado salón de clases, jalamos un par de carpetas y
nos sentamos a descansar, pues el almuerzo y el trabajo en el cerro con las
plantas nos había agotado.
Más tarde regresamos nuevamente a regar las plantas y al terminar le sugerí ir
al cuarto para bañarnos. Allí me contó - El Doctor Narváez me ha dicho que tú
no me quieres lo suficiente como para divorciarte y que no me convienes, por
eso es mejor que me separe de ti. Le respondí - A mí tampoco me gusta estar
en esta situación, si te busqué fue porque estaba seguro que mi esposa me
iba a conceder el divorcio, pero a última hora se arrepintió. Añadí - Date
cuenta que yo te quiero y esto te lo manifiesto en todo momento. La bese en
44
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  • 2. FOLLAJE Autor HERMES RODRIGO ALMEYDA TUEROS 1ra ed. Enero de 2014 Portada Pablo Picasso 1881-1973 | Nude Paintings Todos los derechos reservados con arreglo a ley Nº 26905 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2011-15117 1000 ejemplares ISBN: 978-612-00-0417-3 Impreso en los TALLERES Gráficos de la Editorial Selva Negra. Av. Tacna 222-A- Lima - Perú Cel.: 998225224 2
  • 3. DEDICATORIA A la vida que me acompaña por escenarios buenos y malos, justos e injustos. A ella, que fue parte de mi vida, con la que andaba siempre bajo un cielo con estrellas, donde nosotros brillábamos más por esa luz que da el amor y la pasión. A sus recuerdos que siempre estarán golpeándome el pecho. A mis recuerdos, cuando iba hacia ella para besarla y amarla. 3
  • 4. Todos los acontecimientos aquí descritos son producto de mi imaginación; fieles a mi irrealidad y a mis fantasías personales. Se han tomado como referencias, lugares existentes, personajes relacionados con mi diario vivir, para trabajar con ello, una historia que pudo suceder. Rodrigo Almeyda 4
  • 5. PRÓLOGO Esta novela es una mezcla de sucesos imaginarios con hechos reales que ocurren en la vida de un matrimonio, que es la unión sólida de una pareja que se ve perturbada cuando en la vida de ambos se introduce una tercera persona en la figura de una mujer” la otra”, quien como un clavo se abre camino a golpes para incrustarse en el interior de la madera que es el matrimonio, y lo que esto desencadena. En base a esto el autor ha construido lo que sería parte de la vida de esas tres personas, lo que ocurre en sus quehaceres diarios, pero casi toda la novela se centra en narrar parte de la vida de dos. Porque la esposa no es la protagonista en esta historia, ella no es la infiel, la adúltera. No es la culpable de esa leche nocturna que ha diario corre por otra entrepierna que no es la suya. Es la afectada que no sabe que es la afectada. La que no se da cuenta que en su vida continuamente se le incrustan las espinas de la infidelidad que le pone su pareja. Esta novela está basada en una realidad imaginaria de las supuestas actividades cotidianas de un grupo de profesores que forman parte de un mundo universitario. De ello se narran las actividades extraacadémicas. Si estas mentiras escritas que parecen verdaderas se leyeran como si lo fueran, se harían verdaderas y se contarían como ciertas. Embarrarían la vida de estas personas cuyo solo delito fue servir de fuente de inspiración de un escritor que maduraba como tal. Esta historia es un drama profundamente humano que no solo narra escenas de sexo en las noches que es el momento en que el deseo se agiganta. Sino los diversos momentos que viven los protagonistas ya sea estando juntos o separados. Lic. Luís Edwin Morón Hernández Literatura 5
  • 6. ÍNDICE Página MALENA, UNO 7 MALENA, DOS 13 MALENA, TRES 22 MALENA, CUATRO 24 MALENA, CINCO 29 MALENA, SEIS 34 MALENA, SIETE 37 MALENA, OCHO 40 MALENA, NUEVE 42 MALENA, DIEZ 44 MALENA, ONCE 48 MALENA, DOCE 52 MALENA, TRECE 56 MALENA, CATORCE 62 MALENA, QUINCE 66 MALENA, DIECISÉIS 70 MALENA, DIECISIETE 74 MALENA, DIECIOCHO 77 MALENA, DIECINUEVE 80 MALENA, VEINTE 84 MALENA, VEINTIUNO 88 MALENA, VEINTIDÓS 91 MALENA, VEINTITRÉS 95 MALENA, VEINTICUATRO 99 MALENA, VEINTICINCO 106 MALENA, VEINTISÉIS 109 6
  • 7. Gracias por pensar en mí como yo en ti. Los problemas desaparecen cuando estamos juntos, para darnos ánimo, para seguir adelante y conseguir con éxito nuestros objetivos. Gracias mi amor. 1 Para mí a diario una nueva historia empezaba y terminaba. Este era mi modo de mirar la vida, que escapaba de la comprensión de la mayoría. Estaba casado pero actualmente buscaba separarme. La posibilidad de amistar con mi esposa lo consideraba algo muy remoto, a pesar de recordar frecuentemente las primeras palabras de amor que le había dicho - Te quiero como nunca he querido a nadie y como jamás volveré a querer, me sentía contento porque ese día pasaría a la historia del romanticismo. Esto golpeaba mi estabilidad emocional haciéndome sentir un hombre solitario sin destino, sin saber qué hacer de mi vida. Ante ella yo había tomado una decisión, separarme. Esta determinación fue una llamarada constante que me quemaba el alma, que me consumía hora tras hora, algo que me empujaba o me detenía; era un ir y venir sin sentido. Pensando que era fijo mi divorcio, temiendo la soledad y verme sin una meta precisa y valedera, y no encontrar una palabra de aliento que haga cálida mi jornada, opté por aceptar a una profesora de la especialidad de Agropecuaria. No recuerdo bien como se inició aquello, pero fue un un día de marzo con un sol radiante como testigo. Antes de estar con ella lo único que conocía en mi trabajo eran los animales de las granjas de la universidad: los ovinos y caprinos, los conejos, las aves: los pollos y patos, pero de los cultivos de plantas, como de las paltas, chirimoyos y mangos nada que ver, de las verduras peor todavía. El mundo que yo conocía cambió un día cuando estaba por entrar a mi oficina y escuché una suave voz como el canto de una sirena que me llamaba, que llegó a mi corazón y se quedó allí - Profe cómo está, después de tiempo lo vuelvo a encontrar. Sin pensarlo dos veces me volví para seguir la voz, que me llevó hacia su figura, era una muchacha alta para la talla común que sin estar gorda estaba rellenita y bien conformada. Le dirigí una intensa mirada y mis ojos absorbieron su hermosura de ángel. Sabía que era de Agropecuaria pero no recordaba la promoción a la que había pertenecido, para mí era un misterio porque los recuerdos del pasado no me acompañaban en ese momento. Pero me di cuenta desde ese instante que ella me había captado como un cliente, con su mirada me había hipnotizado. 7
  • 8. Notó que yo hacía esfuerzos por recordarla pero no lo lograba, pues el olvido que cubría mi presente era tan espeso como la mazamorra. Hasta que agregó - Recuerda al corderito que se murió después de la castración, esas palabras fueron la llave que abrió la puerta del olvido. Esas palabras repercutieron en lo profundo de mi cerebro. Una cápsula herméticamente sellada estalló dentro de mi cerebro y el recuerdo hizo erupción y se precipitó como un caudal de agua a través de los agrietados muros del olvido hasta llenarlo todo. El recuerdo se volvió cálido y me invadió un éxtasis amoroso. A medida que transcurrían los segundos el recuerdo se volvió en muchos otros recuerdos que empezaron a poblar mi mente al igual que cuando al terreno reseco le llega el agua y las plantas empiezan a aparecer hasta cubrirlo todo. Ella poseía una larga y brillante cabellera. El color de su piel era entre blanco y rosada y siempre sus labios estaban adornados por una agradable sonrisa que descubrían como perlas ocultas unos dientes bonitos, blancos y parejos. Era dueña de una hermosa mirada. Pocas veces la tuve a mi lado como alumna porque en ese entonces había dos secciones de su promoción de agropecuaria, la G1 y la G2, ella estaba en una sección donde yo no les dictaba las clases. Las pocas veces que la tuve de alumna noté que era la que más preguntaba, nunca se quedaba con la duda, pedía para estudiar los frascos vacíos de los medicamentos aplicados, el equipo para poner suero que había usado en los animales. Me sentía a gusto cuando la tenía a ella como alumna, pero la magia terminó porque ella poco a poco se fue diluyendo de mi vida, hasta que ya no supe más de su existencia y el polvo del olvido fue cubriendo todo lo que sabía de ella. Así pasaron los años y de vez en cuando una pequeña chispa del su recuerdo aparecía en mi cerebro, pero después ya no, el olvido fue total. Las palabras de su nombre nunca más se formaron en mi mente. Hoy la tenía nuevamente frente a mí. Era un ángel, una buena carnecita para comer, Dios me la había enviado para que me ayude. Le pregunté qué había sido de su vida y contestó que después de acabar la universidad había trabajado como profesora de la especialidad en Huaracoto, en secundaria dictando cursos sobre animales menores, pero como en el colegio no existía ningún conejo, ni jaulas, ni alimentos, tuvo que conseguir los conejos comprándolos a una alumna. Tuvo por su cuenta que confeccionar las jaulas pero no como lo hacer acá en la costa con varillas de fierro y malla metálica, sino con adobes, carrizos y palos. Ella afirmaba que hizo bien el curso, que cumplió con sus alumnos. Luego a grandes rasgos, me contó que siempre venía por la universidad, pero no pasaba por la Facultad de Agropecuaria debido a que estaba estudiando el idioma francés como segunda especialidad y su ruta era por el centro de 8
  • 9. idiomas, que por entonces, funcionaba dentro de la universidad, en el pabellón de Humanidades. No quiso entrar en detalles pero continuó narrando que también se puso a estudiar maestría en la Escuela de post grado de esta Universidad, la Universidad Nacional de Educación Gustavo Nathan, pero por problemas económicos se vio en la necesidad de buscar trabajo y por una amiga se enteró de que acá en Agropecuaria había una plaza para Jefe de Prácticas y por ello presentó sus papeles, pasaron los días y se enteró que la habían aceptado. Con ella programamos que me iba apoyar en el curso de ovinos y caprinos y a realizar algunos proyectos. Estuve contento con su presencia, pues me despertó a la vida, dejé mi oficina donde pasaba la mayor parte del día y empecé a salir al campo. Con ella renació nuevamente mi vocación hacia los animales y empecé a tenerle cariño a las plantas. Éramos cómplices y amigos. El curso de ovinos y caprinos se estaba dictando. Le encargué que me hiciera una guía de prácticas sobre la determinación de las edades en estas especies por medio de la dentición; corregimos el trabajo que me presentó. Después con tristeza me informó que no la estaban considerando en la carga académica y que estaba por gusto ya que no le iban a pagar sus servicios. Yo y un profesor que, por entonces creí que era mi amigo, pero que en esto me apoyó, fuimos a reclamar al jefe de Departamento, nos recibió y manifestó - Durante mi ausencia han hecho la jugada, pero voy a hacer respetar la carga. Al día siguiente me comunicó – Ya no hay problema, ella seguirá apoyando, su sueldo le va a salir normal todos los meses. Esto me hizo recordar que había un Dios y que se debería confiar en él para que los malos momentos se transformen en buenos momentos. Cuando por el trabajo empecé a relacionarme con ella, observé que por su cuenta venía a regar o sembrar plantas los sábados, días en que yo también dictaba clases. Como nos encontrábamos me comprometía para que la ayude, lo que aceptaba con agrado. Me dejaba contagiar por su fuerza, permitía ser devorado por ese entusiasmo que manaba por todos los poros de su cuerpo. Trataba de deshacerme de los alumnos lo más pronto para poderla atender y con ella aprendí a recolectar semillas de calidad para posteriormente sembrarlas. Así también aprendí las proporciones de tierra, arena, humus y con estas cosas realizar una mezcla llamada sustrato que depositada en unas bolsitas. Servía para que allí se entierren y rieguen las semillas que darían lugar a las futuras plantitas. En uno de los tantos días posteriores que siguieron la había invitado a tomar una inka cola en el cafetín de la canchita. - Bienvenida a la cueva - le dije sonriente. Allí me narró que vivía por el distrito de Miramar. Imaginé que ella tenía una chacra con una bonita casa en ese lugar, con todas las comodidades, por decir, tele cable, internet, computadora, etc. 9
  • 10. Cada vez permanecía más tiempo en su compañía, la frecuentaba más. A medida que los días transcurrían pensaba mucho más en ella, pero no se me ocurría preguntarle si tenía un jockey que se la estuviera montando. Llevaba ya tres semanas así, sabiendo que tarde o temprano estallaría mi mirada en un abrazo lleno de lujuria hacia ella. Mi deseo ya no podría contenerse. En vez de llamarla por su nombre, deseaba llamarla “amor”, esa palabra la tenía pegada en mi lengua, en mi memoria y en mi alma. Malena me gustó al momento, era un ser de lo más natural. Lo que pensaba lo decía. Lo que sentía lo expresaba. Lo que creía se traslucía en sus actos. En vez de llamarla por su nombre, deseaba llamarla “amor”, esa palabra la tenía pegada en mi lengua, en mi memoria y en mi alma. Siempre parecía dichosa, .hasta lo más insignificante la divertía y le encantaba. La vida era para ella, una aventura, una fiesta que había que disfrutar, puesto que creía en la vida cada segundo del día y de la noche. Constantemente había querido realizar proyectos pero no sabía como redactarlos. Ella sabía cómo y eso me entusiasmó, por lo que presentamos varios proyectos para ejecutarlos: proyecto del chirimoyo, proyecto de plantas melíferas, proyecto de crianza de conejos de carne, proyecto de vivero de cultivos hidropónicos. Ejecutando estos proyectos nos entreteníamos, pasábamos las horas juntos, muy juntos. Ella era mi mundo y yo era el suyo. Ella era mi foco de luz que despejaba la oscuridad de mi vida, era el aire que yo respiraba. Todos los días nos retirábamos juntos de la universidad a eso de las seis de la tarde. Ella siempre se bajaba antes de Santa Lucía, por el paradero volvo. Lo que destacaba de su figura era su larga y suelta cabellera y la seguridad con que se desplazaba por esos lugares, yo sospechaba de su persona tres cosas: que era casada, madre soltera o viuda porque en las tardes siempre le llamaba un fulano preguntándole – Donde estás, a qué horas vas a llegar a la casa, suponía que era su padre o su esposo que se preocupaba por ella, me sentía incómodo, pero nada podía hacer, era su vida. En los microbuses siempre nos sentábamos juntos. De ella me gustaba aparte de su cabellera larga y abundante, su hermosa mirada y su dulce sonrisa. Mi cuerpo, mi ser siempre se sentían complacidos cuando sus muslos y sus piernas rozaban los míos. Llegó un momento que ya no me conformaba con solo mirarla o conversarle sino que necesitaba tocarla, me moría de ganas por hacerlo, pero no me atrevía, mi maldita timidez me lo impedía. Quería sentir su cuerpo de mujer a mi lado, descubrir sus secretos, mordisquear cada milímetro de su anatomía, sorber sus energías hasta dejarla sumisa a mis caprichos. 10
  • 11. Así mientras transcurría el tiempo, un día mientras le conversaba empecé a tocarle una uñita, luego dos uñitas y como no me decía nada empecé a avanzar tocándole las manos hasta llegar a posar mis manotas en sus rodillas, tan es así que se hizo costumbre que cuando me sentaba a su costado una de mis manos se posaba en una de sus rodillas para medir su grosor. Mi atrevimiento fue creciendo hasta que en uno de esos viajes deposité una de mis manos en su entrepierna y ella juntó las piernas para así apretar mi mano con más fuerza contra su sexo. El sexo mío se me salía por las orejas. Así la química, el efecto que nació entre nosotros fue aumentando, yo era feliz junto a ella. El cielo y el paraíso me pertenecían cuando me encontraba a su lado. Las cosas cuando tienen que ocurrir suceden. Cierta vez mientras conversaba mi rostro se fue acercando lentamente al de ella. De cerca que bellos y que dulces eran sus ojos, sentía que me perdía en la inmensidad de ellos. Empecé a sentir que su tibio aliento bañaba parte de mi rostro y parte de mis labios y en un momento que no se si fue de amor, atrevimiento o locura, atrapé sus labios con los míos, atrapé su boca con mi boca como la araña atrapa al insecto en su telaraña. Sentí de sus labios hacia los míos la suavidad y la tibieza de los pétalos de una rosa. Repetí este beso, este sublime instante un par de veces más, y en cada beso me sentí más unido, mas fundido a su ella. Mi boca hacía polvo sus labios. Apartándose lentamente de mí se bajó por la volvo, antes del óvalo de Santa Lucía. Desde ese momento comprendí que mis pensamientos no serían solo para mí sino también para ella, para ese gran amor que nacía entre nosotros y que se abriría paso como la luz ante las tinieblas. Su amor me serviría para superarme, para no hundirme en el sepulcro. Ella vino a llenar un vacío en mi vida, la amaba todos los días de la semana. Se nos veía juntos, yo la mayoría de veces callado y ella risueña. Mis ojos serenos encontraban correspondencias en los de ella, siempre brillantes y risueños. Nos volvimos inseparables., por ella estaba más rayado que pijama de preso. Yo era su sombra y ella era la mía. Éramos pareja, amigos, hermanos, familia. Nos esperábamos en la universidad para hacer todo juntos: desayunar, almorzar, conversar, acompañarnos. Nos retirábamos al atardecer después de regar o sembrar las plantas. Por apoyarla a ella estaba descuidando un poco los animales, ya no parecía ingeniero zootecnista sino ingeniero agrícola. No bien cruzábamos la puerta principal de la universidad hacia la calle, nos veíamos envueltos en un intenso tránsito peatonal, un hervidero de personas: profesores, alumnos, secretarias y empleados que tomaban diferentes rumbos. El ruido era infernal, los bocinazos de las motonetas que avanzaban como procesión, las convulsiones ruidosas de los tubos de escape de los vehículos, 11
  • 12. los gritos de los chóferes llamando a sus amigos .En esos momentos el silencio era una gran ficción. Todos los días cuando los atardeceres morían y cuando los anocheceres se iniciaban con cielos estrellados pero oscuros salíamos de la universidad, nos embarcábamos juntos, pero ella en el momento dado se bajaba en el paradero de la Volvo antes del óvalo de Santa Lucía, con su larga cabellera flameando al viento, sus movimientos característicos al desplazarse. Su elegante figura femenina jalaba las miradas sobre todo de los mayores. A quienes seguramente les despertaba el sexo. Cuando me iba alejando de ella en el microbús me gustaba verla cruzar la pista con su cabello suelto que flotaba sobre sus hombros y a medida que se alejaba sentirla hacerse tan pequeña como un punto, Durante todo el trayecto a mi destino yo la recordaba, pensaba en ella, en lo que habíamos hecho todo el día. Ella era el sol para mí, deseaba que siempre esté presente en mi vida, en todo lo que realizara. En mis noches de calma sepulcral, donde reinaba un silencio de muerte, cuando el cielo se vestía de negro y el aire soplaba estremeciendo las cosas, mi alma buscaba entre las sombras una lucecita de esperanza, la buscaba a ella. 12
  • 13. No sé qué estarás haciendo en estos momentos, pero yo si estoy pensando en ti, recordando el último momento que estuve contigo, disfrutando del sabor de tus labios. Mientras te estrechaba, tu cuerpo me pertenecía. Tu sentías lo mismo, porque todavía nos quedaba mucho amor. Sentíamos en aquellos momentos que solo existíamos los dos. Solo nosotros éramos el mundo. 2 Cierta vez un día de tantos, no recuerdo la fecha exacta, cuando salíamos de la universidad me dijo - Profe espere un rato voy al vivero, le he encargado a Eloy unas mochilas. Me encargó un maletín y un paquete que llevaba, al rato regresó con dos mochilas y me dijo - Por un corto tiempo voy a vivir en San Francisco. Era un asentamiento humano ubicado en las laderas de un cerro colindante con la universidad, le aconsejé – No hagas eso, amista con tu familia, es feo vivir separado de las personas más cercanas a nosotros. De la universidad anduvimos por toda la vereda hasta llegar al límite, luego pasamos por el frontis de un estadio y doblamos a la derecha siguiendo por un caminito de tierra y continuamos el recorrido por unas escaleras de cemento hasta llegar a una plataforma donde se levantaban una fila de casas. Protegidos por un arbolito nos despedíamos con un largo abrazo y un prolongado beso, permanecimos juntos con su rostro pegado al mío, así yo acariciaba su espalda, su cabeza y su larga cabellera, después sus brazos como se hace para consolar a un animal asustado. Lo hacía en silencio y notaba que mis caricias iban calmando sus nervios destrozados. Me sentía triste por esta forma de despedirnos a pesar de sentir que nuestros alientos chocaban como las olas cuando se estrellan contra las rocas de los acantilados y que nuestros corazones latían como si fueran uno solo. Finalmente le dí un beso largo y duradero que fue la señal para que ella se separe de mi lado y toque la puerta de la casa de su amiga Gabriela. Alguien abrió la puerta y ella junto con sus cosas penetró al interior de ese rectángulo oscuro que dejaba la puerta al abrirse. Un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas, la había dejado ir. Así sumido en mi tristeza me aleje del lugar, mañana sería otro día. Bajé por los escalones de piedra esquivando los charcos de orines, llegando hasta el parque. La oscuridad se había apoderado del lugar, una pareja de desadaptados intercambiaba paquetitos de droga por dinero, con un rápido y silencioso apretón de manos. Una vieja pordiosera arrastraba una gran bolsa de tela mugrienta maloliente que contenía trapos, cartones y periódicos pasados. Maldiciendo a todos en general y a nadie en particular, con su voz ronca y pausada, mientras un perro sin dueño acurrucado en una esquina la 13
  • 14. observaba con los ojos entreabiertos mostrándole los dientes como si con ello quisiera romper un conjuro de locura y deseo reprimido. La noche a medida que avanza era más fría y húmeda, el aire olía a orina, a excremento, a aceite quemado, a bolsas de basura sin recoger. Esta mezcla de olores apestosos era el perfume que me cubría esta noche, pero no me importaba demasiado porque un amor o un deseo sin saborear es un magnífico ambientador. Imaginándome el momento en que ella sería mía, en mis labios se dibujaba una sonrisa que espantaba mis dudas y reafirmaba mi deseo hacia esa carne no probada. Mi presencia era una sombra que desaparecía en la oscuridad y aparecía al ser tocado por la luz de las farolas para seguir hacia mi destino, que por el momento era mi casa. Al siguiente día Malena, refiriéndose a su amiga que me parecía buena gente, me comentó - El cuarto que me ha proporcionado, está cerca al cuarto de su perro grande de pelo largo, del que debo de tener cuidado pues a este le gusta jugar con las cosas y romperlas por lo que debo asegurar bien la puerta. Contó que su amiga vivía con un hijo de ocho años y que su esposo trabajaba en la sierra de Cajamarca, en las minas con él estaba peleado por lo que raramente venía a visitar a su hijo. Los días se sucedían uno tras otro y ella cada vez era más parte de mí. Las horas y los días transcurrían sin sentirlos cuando estaba a mi lado. Aunque no quería el día terminaba, me ponía triste y a la vez contento porque era la oportunidad para poder acompañarla hasta la puerta de su nueva morada y como recompensa ser correspondido con sus caricias. Deseaba ser para ella, no sólo el marido, el enamorado, el amante sino también el padre, el hermano, el amigo, el apoyo, la seguridad, el guía, el consuelo. Me despedía de ella detrás de un árbol para que nos proteja de las miradas indiscretas antes que penetrara a casa de su amiga, a su nueva morada . Nervioso por la emoción y respirando fuerte la besaba en los labios, por el borde de las orejas, el cuello, por el inicio de sus senos. No deseaba separarme de ella, quería seguir besándola, abrazándola, saboreándola, pues una oscura lujuria había anidado en mi pecho. Tenía una arrechura de viejo verde y una fiebre animal me llenaba el cuerpo de una extraña sensación, y así como estábamos le dije - Lo que más anhelo es estar a solas contigo para poder amarte, hacerte sentir que te quiero. Busqué nuevamente sus labios y los besaba como cuando un sediento se traga el agua. Parece que ella se sintió estimulada en ese momento y me dijo - Espérame un rato, voy a dejar mis cosas y salgo, la espere impaciente caminando en círculos, hasta que la vi aparecer y me dijo - He pedido permiso a mi amiga, abrazados bajamos a tomar una moto pero no sabíamos a dónde dirigirnos y nos bajamos por el 14
  • 15. parque Rodríguez; yo trataba de pensar donde había un hostal, aunque sea de una estrella para echarme un polvito con ella, hasta que lo recordé, pero antes disimuladamente de la farmacia compre un paquetito de condones, mientras me preguntaba - ¿ por qué estaba yo allí con una mujer que no era la mía?. Dudaba mostrarme desnudo ante ella, por si mi cuerpo y mi pájaro la defraudaban, pero venciendo mis temores murmuré - Le voy a meter pinga hasta que grite ayayayay. En la puerta del hostal la animé a seguirme, cogiéndola de la mano. Allí pedí una habitación con baño individual. Dentro del cuarto que parecía preparado para hacernos vivir un gran calateo, cerré las cortinas. Mientras nos abrazábamos y besábamos nos tendimos a la cama, y sin dejar de acariciarnos empezamos a quitarnos la ropa. Quede en calzoncillos y ella con su sostén y su calzón rojo. Mi sexo estaba nervioso como un caballo pura sangre antes de la carrera y una voz salida de mi interior me dijo - Se acabaron para ti los temores al rechazo, las incertidumbres, los pajazos mentales y las pajas nocturnas solitarias con revistas pornográficas vulgares. Parada sobre la cama empezó a quitarse el sostén flexionando sus regordetas piernas que agitaban sus carnosos muslos. Unas tetas todavía algo duras se escondían bajo el sostén, y un culo respingón que se ocultaba envuelto en un pantalón ajustadísimo fue apareciendo. Echado en la cama de abajo para arriba miraba su cuerpazo, se le veía hasta el alma, y entre mi decía - Qué suerte tengo, todo este lomillo va a ser mío. Para continuar agregando. Ahora que le he dado el visto bueno a su cuerpo, debo trabajarle el agujero. Tenía que apachurrarla rico y fuerte, darle vuelta y media, y hacerla sentir bien hembra. Empecé a besarle los dedos del pie, los tobillos hasta que la tumbé junto a mí, lentamente le baje el calzón que había albergado la cálida gruta de esta mujer amada tal vez hasta la locura. La desnudé toda, y me atreví a acariciarle todo el cuerpo, nuevamente desde los pies hasta los senos y el cuello. Mordía suavemente sus pechos igual que Adán mordía el fruto prohibido en el jardín del Edén, mientras una de sus manos mantenía contacto con mi pene erecto, duro y vibrante como la cuerda de una guitarra a punto de quebrarse por la tensión De las caricias pasé a los besos, deteniéndome en sus pezones, pero al notar que se dejaba hacer continué avanzando hasta detenerme en la entrada de su sexo, que lamí y succione una y otra vez con dulzura, con toda la pasión desbordada por mi corazón y mis sentidos. Su sexo tembló, se estremeció segregando un líquido pegajoso y transparente bajo el acoso de mi lengua que también la adoraba. 15
  • 16. Echados en la cama de costado nos besábamos. Con mi lengua y mis labios empecé a explorar todas las partes de su cuerpo, de extremo a extremo, de este a oeste, de norte a sur. En la parte que más me demoré fue en su entrepierna y todo lo que se encontraba en ella. Mi emoción era tan grande, tan maravillosa que no podía penetrarla - Relájate mi amor, dijo ella, me agarra el sexo erguido y le enseña el camino. Desde ese momento mi cariño hacia ella aumentó porque sentía que como persona congeniaba con ella y en lo sexual mi pene congeniaba con su vagina, ambos eran el uno para el otro. Lo único que opaco fugazmente este encuentro fue que no era virgen, que su gruta estaba ya abierta y recorrida, pero me consolé al comprobar que era virgen por las orejas. Después de tener sexo nos dormimos abrazados donde todas las partes de mi cuerpo, de mi piel contactaban con las otras partes de ella. Después de un rato nos despertamos y veíamos la TV pero nuestros cuerpos se buscaban y así como cuando se enciende una vela y la intensidad de su luz empieza a aumentar, así nuevamente mi deseo sexual crecía y nuevamente nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestros sexos se fundían hasta hacerse uno solo, eran un solo bulto. Esa noche con su amanecida que nos quedábamos en el hotel, tuvimos relaciones sexuales seis veces. Yo era un repasador, al final de la batalla sexual sostenida con ella, la había repasado cinco veces más, incrustándole mi garrote como si fuera una bayoneta a pesar de que ella gemía – Aaahhh…Aahhh…Aaahhh, la ensartaba con mi instrumento como anticucho. La había llenado de leche hasta que se le salga por las orejas. Nos habíamos arañado y clavado mutuamente las uñas. Mordido todo el cuerpo, hasta convertirnos en un montón de carne cubierta de marcas de dientes. Todo esto lo tenía bien grabado en mi memoria para no olvidarlo jamás: sus ojos semicerrados, su boca entreabierta, sus cálidos gemidos Ella era hasta ahora el mejor cuero, el mejor cuerpo de mujer que me había pertenecido, una auténtica representante del sexo opuesto. En realidad creo que esa noche no nos desnudamos, era simplemente como si las prendas desaparecierón bajo el tacto de nuestras caricias; como si el calor y la ansiedad de nuestros cuerpos desintegraran nuestras ropas hasta dejarnos sin secretos físicos. Fue esa noche que me convertí en adicto a ella, a sus besos, a sus caricias, a sus fantasías entre sábanas. Incluso me gustó oírla respirar mientras dormía. Era mi mejor fruta prohibida, veía en ella a una gran hembra, por eso esa noche la poseí una vez, otra y otra. Por la mañana al despertarme a las seis, la poseí de nuevo y también más tarde. Su ardiente boca había sido la copa de la que había bebido su amor. Nos habíamos poseído, amado, besado, reído. Habíamos hecho mucho de todo 16
  • 17. pero el apetito sexual que sentíamos el uno para el otro parecía no tener fin. Se habían destapado nuestros avisperos, teníamos incrustados la picazón de las ganas. A medida que nuestro acercamiento mejoraba, a medida que nuestra relación era más íntima, más personal, ella me contaba sus cosas ya sea antes o después de nuestros encuentros. Al dejar de mover el poto, movía la lengua para hablar. Cada vez que me contaba algo de su vida la admiraba más. La verdad salía como el agua que brota de las entrañas de los cerros, clara y limpia. Me sentía sacudido física y emocionalmente, era como si todos los libros de un inmenso estante me hubieran caído encima del cuerpo y del espíritu. Me relató que era madre soltera, su hijo actualmente tenía quince años y vivía con su ex pareja. A su pareja lo conoció en esta universidad, fue su compañero de estudios, siempre paraba detrás de ella persiguiéndola. Ella como no había tenido enamorado por ese entonces decía que así serían las cosas, hasta que en un momento de debilidad cedió y el la poseyó en la universidad en un lugar silencioso, donde las hojas secas caídas sirvieron de colchón, los troncos de los árboles hicieron de pared, los espacios que dejaban de ventanas y de techo el follaje de los árboles, de esa entrega ella cuenta que le dolió mucho. Posteriormente cuando no quería tener relaciones porque estaba embarazada el pata la cacheteaba, ese era su método para hacerla ceder, de repente también lo hacía porque no la había encontrado virgen. Ella me narro que antes de ingresar a la Universidad de Educación se había preparado en la academia pre universitaria que funcionaba dentro de la universidad, allí a la vez que se preparaba para ingresar aprovechaba para aprender karate. En cierta ocasión el instructor le manifestó - Tengo algunos buenos folletos en casa, acompáñame para que te lo dé, te van a ser de gran utilidad, el pata le hizo traspasar la puerta del lugar donde vivía y allí la golpeó y abuso de ella, este hecho desagradable se lo tragó y no le contó a nadie, fue algo doloroso que le sucedió, una mala experiencia, una mala caída en su vida que empezaba. Cuando su compañero de clases, el padre de su hijo que iba a nacer, supo que estaba embarazada le sugirió que lo aborte antes que se note. Él incluso se averiguó dónde lo podían hacer y cuanto le costaría. Ella al escuchar esto sintió cierta desazón que se da cuando el espíritu se entristece. Era una tristeza lejana, nostálgica que no podía muy bien definirla. Desorientada como estaba lo acompañó al lugar donde practicaban los abortos, pero algo en su interior le decía que no lo haga, eso no encajaba con los conceptos que le habían inculcado sobre el derecho a la vida y no aceptó. Le dijo a su pareja - No te preocupes yo sola asumiré la responsabilidad, le diré a mis padres que me han violado. Así queriendo y no queriendo el que no quería ser padre de su hijo fue padre de su hijo, pero no llegó a casarse con 17
  • 18. ella debido a que fue influenciado por su padre para que no lo haga, y así el tipo hasta la actualidad vive para cuidar a su padre. Malena siempre se dio tiempo para atender a su bebé a pesar de estudiar, iba hasta la casa del padre de su hijito que lo tenía bajo su custodia a lavar las ropas de la criatura, a atenderlo e iba a estudiar, nunca se desligó de su bebito, siempre aunque ya grande lo siguió y lo sigue visitando. El padre de su hijo era solo el padre de su hijo pero dejo de ser su pareja ya que estaba por decirlo casado con su padre, su padre era su madre, su esposa, su hermano y su amigo. No existía nadie más para él aparte de su padre. Ella consiguió trabajo como profesora por otros lugares, cuando podía iba a visitar a su hijo. Solo era la madre de su hijo, pero no era la esposa ni la compañera del padre de su criatura. En una de esas ocasiones que se encontraba en Huacho pensó que era oportunidad para capacitarse en esos cursos de actualización docente para nombramiento de profesores que se daban y allí conoció a un viejo cocharca, que era el capacitador de uno de los cursos y cuando podía este se acercaba a su asiento para preguntarle - Se comprende la clase, ella le respondía - Si se entiende, así el viejo poco a poco se fue ganando su confianza y ella vio en el de repente al padre que había perdido, al amigo que no tuvo y lo aceptó como pareja. El viejo, para facilitar que ella le dejara entrar en su vida y en su vagina le dijo Vivo por Miramar, mi casa tiene todas las comodidades, tengo Internet, tele cable, fax, etc.., ella pensó que con esa persona iba a rehacer su vida y se fue a vivir con él. Le ayudaba en lo que podía, por decir pintaba los cuartos de los departamentos que el viejo alquilaba, pegaba las propagandas para el alquiler, le ayudaba a hacer las encuestas que el viejo necesitaba para las tesis que asesoraba y muchas otras cosas, pero el cocharca no le daba nada de dinero y encima se la comía, se despachaba con la jugosa carne de ella las veces que quería y la obligaba a que le haga sexo oral. Ella aceptaba tener relaciones con él para que la deje tranquila por algunos días, dice que el viejo era rapidito como el gallo, ella nunca dejó que el viejo le chupe las tetas, ni le bese los pechos, pues le decía – No lo hagas me duele…me duele, y este atracaba. El viejo muchas veces la botaba de su casa pero ella nunca le suplicaba quedarse, se iba a una pequeña propiedad que había sido de su padre, o a la casa de su hermana, pero el cocharca iba a buscarla. Le suplicaba y siempre a la muy cojuda la convencía para que regrese, allí nuevamente la trataba como una basura y se banqueteaba con su cuerpo las veces que quería. Otro de los trabajos que hacía ella para el viejo era pasear a su perro, atender a la madre de este que era una anciana y limpiar la casa, porque el viejo decía que esa casa también era de ella. 18
  • 19. En cierta ocasión ella quiso visitar a su hermana en Surquillo y el viejo no le dio algunas monedas para su pasaje, pero ella se salió con su capricho, salió de la casa y se puso a caminar, el viejo con su auto iba por la pista y ella por la vereda. Así andando, cortando camino llegó donde su hermana y las veces que pudo se iba a la chacra de su padre como si fuera su refugio para estar en contacto con la naturaleza. El viejo era una rata, hasta a su madre le cobraba la gasolina que gastaba en su auto cuando la sacaba a pasear. En cierta ocasión el viejo le dijo a Malena – Hazte cargo de un centro educativo de primaria que poseo en el asentamiento humano Lircay. Ella iba desde temprano casi sin pasaje, muchas veces sin almorzar pero hacía su labor con los niños, cantando les enseñaba a leer, a escribir, a mejorar los salones que casi ni carpetas tenían. Embellecía el ambiente de la escuela sembrando plantitas en latitas, cajitas de cartón, etc., pero nada de esto reconocía el viejo y no le pagaba aduciendo que no había dinero. De esto ella solo ganó una satisfacción espiritual, un reconocimiento, un agradecimiento de las madres de las criaturas. Muchas llorando lamentaron su partida. Lo único seguro que tuvo con el viejo fue el cuarto donde dormía y la comida, ni aun eso porque lo tenía que pagar con su cuerpo. Las veces que quería se servía del plato: pierna, entrepierna, pecho, rabadilla, etc. Malena tenía que levantarse temprano para preparar el desayuno al viejo, a su madre incluyéndole su juguito de papaya con poca azúcar, tostaditas con queso fundido y café pasado.. Poco a poco me había reconstruido el perfil del viejo Ronaldo, lo que verdaderamente era, una gran rata, una mierda bien apestosa que embarraba a los que lo rodeaban. En Malena fue madurando la idea de dejarlo, de retirarse de su casa. Así fue que cuando obtuvo horas en la universidad, lo que el viejo pensó que nunca lo lograría, creía que de instituto no pasaría. Él anteriormente le había conseguido un trabajito en el Instituto Mariano Melgar. Ella una mañana le dijo – Me voy, no sigo más aquí, y mientras estaba empacando el viejo jalo un calzón que ella tenía en la mano diciendo –Yo siempre me quedo con el calzón de las mujeres con quien he estado. Dejó que se quede con el calzón, pues recordó que ese le pertenecía a la madre del viejo y que por equivocación ella lo había considerado como suyo. El viejo, el cocharca tenía un ex compromiso no porque se había separado, sino que ella lo había dejado a pesar de tener un hijo con este para irse con un abogado y con el cuento del hijo siempre iba a la casa del viejo a sacarle dinero. En una de esas la ex del viejo encontró a Malena y la agarró a cachetadas diciéndole – Eres una puta quitamarido, la muy cojuda se dejó sacar la mierda porque se sentía con algo de culpa, todas estas cosas fueron las gotas que hicieron rebalsar el vaso. Así es que por eso abandonó la casa del viejo. Este pensó que seguramente sería por un rato, ella no tenía a donde 19
  • 20. ir y que cuando la buscara la traería de nuevo a su lado ya que Malena para él era una perra y el su amo, pero eso no fue así. Malena no regresó con el vegetal. Por ese tiempo yo estaba más ligado a ella; para mí era como la tierra ya que me sentía como una semilla que necesitaba de ella para poder germinar. Desde el momento que me relacioné con ella, sabía que en nuestro camino a medida que empezáramos a recorrerlo encontraríamos obstáculos, unos grandes y otros pequeños, pero obstáculos al fin. Confiaba en Malena para superarlos, le habían ocurrido las peores cosas, ya tenía la piel dura. En cierta ocasión cuando estaba por el banco de la nación con Malena y el profesor Gonzáles, pues habíamos ido a cobrar, nos encontramos con un ex alumno, el famoso Billy quien hoy era profesor y todos nos fuimos a una cantina para celebrar el reencuentro con Billy, este se sentó al costado de Malena y yo al lado de ella, mientras que el profesor Gonzáles se ubicaba a mi lado. Así empezó la reunión y mientras brindábamos recordábamos acontecimientos pasados, tragos van y tragos vienen, el Billy se fue poniendo espeso, cada vez más espeso que una masa de pan ya que comenzaba a tocarle la mano a ella y decía mirándome - Tengo más derecho que usted por antigüedad, ya que he trabajado con ella hace mucho tiempo, yo le decía Pórtate bien carajo, pero al pata le llegaba altamente, así es que le dije – Te voy a sacar la concha de tu madre , te espero en el baño. El profesor Gonzáles apaciguó los ánimos y no hubo sangre que manchara a nadie, pero la reunión término. Yo abrazado, unido a ella, la conduje a un hotel a descansar y a esperar con que novedades nos recibiría el nuevo día. Lo anterior solo era un buen pensamiento pero la realidad era otra. Deseaba lamerla y chuparle todas las partes de su cuerpo, incluyendo sus rendijas y orificios. La consideraba ya mi mujer porque solo estaba conmigo, con nadie más. Había pasado a ser de mujer democrática a mujer exclusiva. En el cuarto nos desnudamos frente al espejo, apagamos la luz, prendimos el televisor, nos cubrimos solo con las sábanas y qué mayor placer era para mí explorar con mis dos manos todo su cuerpo cuerpo, qué mayor placer para mí hacer encajar mi pene entre sus dos nalgas, que mayor placer para mi empezar a recorrer todo su cuerpo con mis labios y con mi lengua y detenerme un buen rato succionando los labios de su vulva. Introducir mi lengua a su vagina como si fuese un taladro y frotarla por todo su interior hasta hacer que derrame su secreción y continuar besando su ombligo hasta llegar a sus pechos duros y chuparle lentamente sus tetas hasta arrancar de su boca algunos gemidos, esta fue la señal de que mi pene ya estaba erecto y con mi mano izquierda lo cogía para introducirlo en su tibia y húmeda rendija que me esperaba con más ansias que en ninguna otra ocasión. Así pegado a ella 20
  • 21. como si fuese su propia carne, comencé a darle empujones, penetrándola poco a poco, seguro de mí mismo. Cuando sintió que hundía los últimos centímetros de mi garrote a su interior gritó como si fuese una vaca a la que están degollando – Ohh…ohhh…ahh…aaahhh. De toda mi vida este era uno de los mejores momentos que estaba viviendo, no sólo saboreaba la cáscara de lo prohibido, sino que me iba hasta la pulpa del fruto. Este amor prohibido me volvía loco más fácilmente, el sabor de sus besos tenía un gusto tan diferente. Después de amarnos fuimos a la ducha y allí mis manos recorrían todo su cuerpo jabonándola, lo que más me gustaba era jabonarle la entrepierna y ver que ella entrecierre los ojos y se mordiera ligeramente los labios mientras suspiraba quedamente y balbuceaba – Um…um.., lo que yo aprovechaba para abrazarla por detrás, estrujando su cintura, besando sus hombros, su nuca, su cuello, mientras ella sin voltear con una de sus manos cogía mi pene y mis bolas y los pulseaba como si quisiera saber sus pesos. Sentía que tocaba el cielo mientras estaba pecando, pero no quería sentir fuerte cuando esto se termine, sino hacerme la idea de que en algún momento la perdería para así desmoronarme lentamente. Siempre que salíamos del hostal lo hacía yo primero mirando para todos lados y si no había nadie le decía – baja…baja, nadie pasa, luego nos dirigíamos al mercado recorriendo las estrechas y tumultuosas calles para llegar hasta donde teníamos nuestra casera la que ya sabía que pediríamos para comer, eso era…eso era arroz con pollo, cafecito y panes crocantes. Mientras hacíamos el recorrido esquivábamos un tumulto de peatones, vendedores ambulantes, secretarias, empleados, uno que otro ratero, mendigos, alguna loca medio calata y policías de tránsito a la caza de un vehículo infractor. En esa época parecía recién casado, solo pensaba en el amor y que el amor se hacía mejor en la penumbra de la noche y en la cama. Por ello le compré un colchón y su almohadón ya que su amiga Gabriela a la que estaba acompañando por ese entonces le estaba facilitando un cuarto, un catre, y solo frazadas. 21
  • 22. Fuiste mi gran amor, mi amanecer, la compañera de mi ayer Te dí, mi alma, mi alegría, mi soledad. Amé tu cuerpo tu sonrisa, tus defectos, tus caricias Olvidaré que ayer te tuve entre mis brazos. Adiós te digo adiós sin volver la vista atrás. En cada paso que doy te voy sepultando. 3 Malena me había contado más de ella cuando estaba con el viejo, él como una muestra de mutua confianza le había pedido a ella la contraseña de su correo y se lo había dado por lo que el viejo podía leer su correspondencia. Es por esto que cuando Malena se va a vivir a la casa de su amiga Gabriela le pide su correo para enviarle mensajes y así avisarle la hora que llegaría a la casa de esta ya que estaba estudiando francés, maestría, y los fines de semana se ausentaba para visitar a su madre y a sus hermanas. Por ese entonces yo ya estaba con Malena y por su correo le enviaba poesías ,también por este tiempo cuando su amiga Gabriela todavía estaba más o menos con su esposo que trabajaba en las minas por Cajamarca, se acordó que era su cumpleaños por lo que le pidió a Malena que por Internet busque unas frases bonitas de amor y se lo envié a su correo, ella así lo hizo y es por eso que el viejo al abrir el correo de Malena se enteró de mi existencia y del mensaje que Malena le había enviado a su amiga Gabriela por lo que la acusó de lesbiana, es decir que le gustaban las mujeres, que ella dormía con su amiga, además la acusó de puta barata, es decir que ella se había metido conmigo por un plato de lentejas y a mí me envió un mensaje a mi correo del que sabía porque había interceptado el de Malena, en el mensaje el viejo me decía – Te has metido con mi esposa sabiendo que somos casados, aprovechando de que todo matrimonio tiene sus desavenencias, voy a ir a tu universidad, a tu facultad a poner conocimiento de lo sucedido, para que te voten. Cuando Malena dejó al viejo cometió un grave error que fue no llevarse sus documentos, por decir su título, su bachillerato, sus certificados de trabajo, las constancias de los cursos de capacitación a los que había asistido, etc. Ella posteriormente de buena manera se lo pidió. Él viejo con el fin de ganársela nuevamente sólo le trajo sus libros y de los otros documentos le dijo que si los quería que lo recoja en su casa, previo aviso. Yo le aconsejé - No lo hagas, porque te puede tender una trampa. Ella se quejó en la Defensoría de la Mujer 22
  • 23. en Barranca y se lo hizo saber al viejo, pero eso no surtió efecto porque al arrugado le resbalaba. Incluso como ella todavía tenía las llaves de la casa del viejo, aconsejada por mí fue una mañana a la casa del viejo a buscar sus papeles, a la hora que este salía a su centro de trabajo, pero allí no encontró sus documentos por que el hijo de puta los había escondido en otro lugar. Por lo que ella lo denunció en la comisaría de la Miramar, esto recién hizo efecto y el viejo se comunicó con ella diciéndole – No quiero problemas contigo, pasado mañana a las nueve nos encontramos en el parque de Barranca. El día del encuentro yo la acompañe pero cuando se acercaba el viejo disimuladamente sin que me vea me alejé y desde la esquina de la avenida Tacna seguía los acontecimientos. Vi que ella con el viejo escogían una banca y se sentaban para discutir. Por los gestos que este le hacía no podía haber conversación, de lejos miré que en un momento dado ella se paró de la banca y mientras gesticulaba levantaba los brazos. Yo imaginando que algo podría pasar cruce la pista y me situé detrás de un árbol del parque cerca de ellos, estando atento por si algo pasaba, después de un rato de discusión el viejo le dio sus documentos. Con estos ella esa vez pudo postular a una plaza en la Universidad y ganar el concurso. Con ella trabajé todo el año realizando proyectos, a la vez que me ayudaba en la práctica de los cursos que yo dictaba, y sobre todo en mis prácticas sexuales. Al viejo esa táctica de darle los documentos a Malena para que retorne a su lado no le dio resultado. Quedaba afectado por la envidia, consumido por el deseo insano. Un hombre que deseaba y odiaba a la vez a esa mujer fascinante. Un enfermo que quería poseerla y destrozarla al mismo tiempo. Exasperado por sus continuas negativas de vez en cuando seguía llamándola con palabras amables y halagándola, a ver si la convencía. Yo no comprendía porqué ella a pesar de haber estado tanto tiempo junto al cocharca no se le había pegado algo de la maldad que este derramaba. En ese tiempo ella estaba estudiando francés en el instituto de idiomas de la universidad por la avenida 10 de Octubre. Él viejo la llamaba diciéndole – Qué haces viviendo sin comodidades, por qué no olvidas todo lo anterior y después de tus clases de idiomas no te vienes a la casa, te estaré esperando. Yo le decía – Qué haces contestándole, si me has dicho que ya no tienes nada con el sarnoso. 23
  • 24. Hola, mañana iré al doctor. Sabes quisiera que te trate de la próstata, él tiene como 65 años y está como cañón, su esposa tiene 30 años. No sólo para seguir teniendo relaciones sexuales sino para que te sientas bien de salud. Sabes me preocupa tu salud y el sangrado de tus encías. Tengo miedo que te desmayes por la pérdida de sangre y no está bien que sigas así. Quisiera que lo hagas por mí, mi amor...! 4 Por ese entonces mi vida transcurría, todavía tranquila como las aguas mansas de un pequeño riachuelo, limpia y sólida, nada podía rajarlo a patadas. A eso de las seis de la tarde la dejaba en el instituto de francés, luego me iba ha hacer tiempo por el parque central. Me sentaba en una banca y leía… leía algunos de los libros que siempre cargaba, o enrumbaba por la avenida principal observando los negocios, soportando el jaloneo de los vendedores de cigarrillos y de mascotas, escapando del acoso de los vendedores de ropa interior, escuchando los gritos de los vendedores de dólares que se confundían con los bocinazos de los carros. Cuando calculaba que faltaba poco para que ella salga de sus clases, la esperaba fuera del instituto o en algún lugar cercano para recogerla. Así tomados de la mano recorríamos el camino que la llevaría al lugar donde vivía, antes de retirarme nos despedíamos tiernamente con abrazos y besos tratando lo más que se pueda demorar esos momentos de felicidad. Había encontrado en ella una mujer con las virtudes de un ángel, y no era un sacrificio convertirme en sirviente de esa mujer. Por aquella fecha el problema de su amiga Gabriela con su esposo se había agravado ya que este tenía otro compromiso con la que convivía y por este motivo quería separarse. Ella pensaba que todavía quería a su marido, pero temía que este le quite a su hijo y también la casa donde vivía. Además su esposo le había dicho que Malena se vaya de su casa, esto se precipitó debido a que el perrazo de Gabriela abrió la puerta del cuarto de Malena y se puso a jugar con su almohada y el colchón destrozándolos, retaceándolos. Gabriela le pago el precio del almohadón y del colchón pero ya no había donde dormir. Con la orden de desalojo Malena y yo nos pusimos a buscar un cuarto para que ella tenga donde quedarse. Los cuartos que averiguamos eran pequeños, casi carecían de iluminación, sus ventanas eran muy diminutas. Se tenía que ir a ellos por escaleras que conducían a segundos o terceros pisos, y por pasadizos oscuros que apestaban a comida malograda, sudor, pezuña, orina. 24
  • 25. Ella se sentía cansada de andar y andar todo el día buscando cuartos y al llegar la noche no había donde quedarse porque además lo poco de sus pertenencias se encontraban empacados en la casa de su amiga. Me pidió – Déjame ya, me voy a la chacra a dormir, pero era más de las once de la noche, le dije - No te desesperes, mañana se solucionará todo, lo más recomendable por ahora es irnos a descansar al hotel, así estando en el cuarto solo pensábamos en descansar, pues teníamos las piernas cansadas y los pies adoloridos e hinchados, con ampollas de tanto caminar. No teníamos aliento para empujar las palabras fuera de nuestras bocas para seguir conversando. Nos desnudamos para luego abrazarnos hasta hacernos una sola masa de carne, haciendo que nuestra respiración sea una sola, que nuestros latidos coincidan para producir un solo sonido. Estábamos absolutamente agotados, como si nos hubiéramos pasado todo el día trabajando en la construcción de las pirámides de Egipto, nos quedamos profundamente dormidos. Al día siguiente antes de las nueve de la mañana nos levantamos y duchamos como si con el agua que caía sobre nuestros cuerpos quisiéramos ahuyentar la mala suerte. Con el ánimo más tranquilo salimos a la calle esquivando a los carros viejos que pasaban lentamente tocando su bocina .Chocamos con unos niños lustra zapatos que jugaban fulbito con una pelota de jebe desinflada. Nos seguía un perro desnutrido que se detenía de débil cada dos pasos. Llegamos donde nuestra casera en el mercado a comer nuestro arroz con pollo con su cafecito, luego tomamos una motoneta que nos dejó por el pedregal; descendimos del vehículo y como el cazador que tiene en la mira a su presa, enrumbamos directo a tocar la puerta de la casa de la señora que alquilaba las habitaciones; ella nos preguntó - Qué desean, estoy por salir a Quirio, le mencioné - Venimos por el aviso sobre el alquiler de una habitación, anteriormente habíamos venido en cuatro oportunidades pero siempre que tocábamos la puerta nadie salió a atendernos. La señora nos respondió - Por esos días estaba saliendo a Quirio como hoy y la casa se quedaba sola. Le conté a la señora – Ella es Malena mi enamorada, trabajamos en la universidad. Anteriormente hemos vivido por el barrio del Chillón, pero de un momento a otro llegó una de las hijas del dueño de la casa que nos alquilaba el cuarto, a quedarse, por ello que nos dijeron que desocupáramos el ambiente donde estábamos alojados porque su hija que estaba por dar a luz lo iba a ocupar. Por esa notificación repentinamente tuvimos que empacar nuestras cosas para desalojar lo más pronto el cuarto. Desde luego lo que decía era una gran mentira para tratar de conmover a la señora y parece que había dado resultado pero me puso dos tarifas. Mirándome algo seria me dijo - Profesor con cama, incluyendo colchón y una mesa ciento veinte soles, y cuarto sin nada ciento diez soles. Escogí la primera tarifa. No tendría que comprar otro nuevo colchón que reemplace al destrozado por el perro de la amiga de Malena. 25
  • 26. Fuimos a recoger sus cosas de la casa de su amiga Gabriela. El esposo de esta, el promotor del desalojo, gentilmente trató de ayudarla a sacar sus bolsas con sus pertenencias, pero ella le dijo - No hace falta, un amigo me va a ayudar. Yo estaba para eso, cumplí mi papel de cargador de bultos, tomando una moto llevamos todas las cosas a la nueva morada, a la nueva residencia donde el cuerpazo y el espíritu de ella tendrían donde descansar y yo tal vez de vez en cuando. Su amiga Gabriela seguiría con su encrucijada de darle o no el divorcio a su esposo. Pensaba que todavía lo quería, que debería serle fiel, cuando ya no lo era, pues había agarrado viaje varias veces con otro pata. Finalmente lo que no quería era perder, deseaba quedarse con una de las dos casas que poseía su todavía esposo. Estaba resignada a perder a su menor hijo porque el padre podía arrebatárselo si se enteraba de que ella era la comida calata de otro pata. Malena y yo dejamos a su amiga con su encrucijada, sufriendo su calvario. Nos fuimos al mercado de Barranca y como si fuésemos una pareja de recién casados empezamos a comprar platos, pocillos, tazones, un azucarero, cucharas, tenedores, escoba, recogedor, una bacinilla, etc., una frazada de dos plazas, un cubrecama. Esto lo vivía como si fuese mi segundo matrimonio pero sin casamiento civil ni religioso. Ella después de trabajar en la universidad a eso de las seis de la tarde salía, pero la mayoría de veces la acompañaba. Era su escolta oficial, su Montoya. A veces nos íbamos a la pollería donde saboreábamos un rico pollo a la brasa con su inca kola, otras veces comíamos por el pedregal unos ricos sándwiches con un cafecito. La acompañaba después hasta el cuarto, allí tomábamos una agüita de manzanilla para la digestión, lavaba los cubiertos, luego siempre había algo que conversar y algún pretexto para hacer el amor, para hacer entrar mi buque de guerra directamente a su puerto. Me enloquecía poseerla metiendo mi cosa dentro de ella cuanto podía, y luego dormirnos juntos. Para Malena no había nada indecente cuando de sexualidad se trataba, me besaba y mamaba el pene como la cosa más natural del mundo, lo succionaba como quien chupa un helado Donofrio.Si aceptaba hacer el amor conmigo me estimulaba y apresuraba frotando lentamente sus nalgas contra mi cuerpo. Fue una experiencia nueva, en un principio apenas hicimos nada más que cachar y cachar, era mi maquinita de follar. Una cachada nunca me caía mal, era para mí hacer una limpieza espiritual. Siempre cuando me retiraba del cuarto me llevaba la basura si es que había, porque si la dejaba se descomponía y olía a culo sucio o comida descompuesta. Al día siguiente aparecía nuevamente por Barranca con el 26
  • 27. ómnibus de la universidad pero no me bajaba en la universidad, sino mucho antes, por la avenida Tacna y de allí me regresaba en colectivo hasta el Pedregal y antes de llegar al cuarto compraba en alguna bodega panes, café, queso, aceitunas, palta, tamales, etc., o si no compraba de un puesto de desayuno pan con relleno, pan con camote, pan con huevo o pan con torreja, pero tenía que ser pan con algo, y como bebida escogía soya, quinua o maca. Por costumbre era yo el que preparaba el desayuno y de ser posible le servía en la cama, luego lavaba los pocillos y nos íbamos a la universidad, pues los dos éramos una sola persona, una sola vida y un solo andar. Muchas veces el dinero me alcanzaba solo para ella, para invitarle su gaseosa heladita en el momento que hacía más calor. Solo compraba desayuno para ella, y cuando me preguntaba - ¿Para ti por qué no traes nada?, le respondía He desayunado allí mismo antes de traerte el tuyo, pero era mentira con “M” mayúscula. Mientras ella tomaba el desayuno que le llevaba, al verla comer empezaba yo a secretar abundante saliva que se acumulaba en mi boca hasta querer atorarme y para que eso no suceda, disimuladamente pasaba y pasaba mi saliva que no tenía sabor a nada, pero me consolaba imaginándome como me la agarraría, recordando un dicho que decía: “Boca come y poto paga”. Mientras ella desayunaba me desnudé y envolviéndome con la toalla azul que siempre compartíamos me fui a duchar, deje que el agua corra por mi cuerpo y remoje bien mi pájaro y mis bolas las que lave minuciosamente con el jabón líquido para seguidamente enjuagarlas. En este momento tener una herramienta sexual bien limpia era mi mejor carta de presentación. Regresé al cuarto envuelto con la toalla para terminar de secarme en su delante con una de las puntas de la toalla, para eso ella había terminado de desayunar y contagiada por lo que había hecho yo, empezó a desnudarse y mientras me pedía la toalla para cubrirse, mi mirada estaba concentrada en su entrepierne, en la mata de pelos que resguardaba su gruta sexual. Cuando regresó de ducharse se quitó la toalla, se había secado antes de salir, se descubrió y se mostró desnuda, viéndola así comprendí que estaba preparada para matar cualquier pájaro que entrara en su cueva. Me pare frente a ella, mi pene estaba erecto, le había dado varios lapos para que no se muera. Había procurado que se mantenga así porque lo había estado frotando de rato en rato imaginándome como me la cachaba. Ella mirándome el pene se me acercó, eso me hizo sentir el hombre de los huevos de oro. Con una de sus manos me agarró el pájaro y empezó a masturbarme, gotas de mi semen empezaron a poblar la punta de mi pene y con eso unté todo el largo de mi garrote , mientras los dedos de mi otra mano se abrirían camino entre los entrecruzados pelos que poblaban su entrepierna descubriendo la rosada entrada de su gruta cuyas paredes se mostraban palpitantes invitando a la 27
  • 28. penetración y con mi mano todavía agarrándome el pájaro se lo introduje eyaculando en su quemante interior mientras sentía las fuertes contracciones de su vagina abrazando mi pene, instándole a seguir clavado dentro de su chucha. Ella adoraba la fuerza del empuje de mi pene hacia su gruta entre sus piernas, pero no el empuje de mi garrote a través de su boca .Me daba cuenta que se atoraba, era como si le estuviese haciendo tragar una espada. 28
  • 29. En noches como está la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Una gran tristeza cae a mi alma como una fuerte pisada a la tierra. Sentir la noche oscura, más inmensa sin ella. Mi mirada la busca, mi corazón con sus latidos la llama, y ella no está conmigo. De otro, será de otro, su voz, su mirada infinita, su cuerpo claro, su tibia y suave vagina. Basado en Pablo Neruda 5 Ese día subí al cerro a eso de las dos de la tarde, por detrás de los servicios higiénicos para los alumnos, por el caminito de los magueyes y de las tunas sembradas para llegar a la carretera por donde pasan los ómnibus de la universidad que transportan a los profesores, a los administrativos, y a los alumnos hacia Huacho. Al llegar a la subida del cerro levanté la mirada hacia el lugar donde solía encontrarla regando, y creí verla con su polo plomo, su pantalón de dril azul y su gorro negro con su mirada centrada hacia las plantas y la manguera entre sus manos. Se había parado con las piernas abiertas asentando todo el peso de su cuerpo sobre sus pantorrillas llenas y torneadas. Al verla así mi dolor de cintura, la pesadez de mis testículos y el cansancio que empezaba a inundar mi cuerpo desaparecieron. Las energías de mi cuerpo comenzaron a renovarse y aceleré el paso para encontrarme junto a ella. Solo miraba el camino y a mis pies que avanzaban y cuando encontré una señal en el camino que me indicaba que había llegado, levante la mirada y triste fue mi desilusión, no era ella la que vi, su figura la había montado encima de otra persona. Era un compañero de su promoción, Daniel, a él en mi visión imaginaria le había visto como si fuera ella. Ella era…era todo para mí, era el agua en mi sed de amor, era mi sueño, mi realidad. Entre mi dije - No es ella…no es ella…donde estará ella, me preguntaba y no obtenía ninguna respuesta, y es así que mi corazón se fue cubriendo por la tristeza. Las peores lluvias y los peores vientos reinaban en él. Pero de todas maneras recorrí los lugares donde frecuentaba ella y a medida que los ubicaba parte de mí, pedazos de mi espíritu se 29
  • 30. quedaban en ellos. Sin ella todo era nada, todo era un vacío total. El resto del día y de la noche me sentí triste y desintegrado. Al día siguiente le conté lo que me había ocurrido y lo mucho que había extrañado su presencia, su voz que siempre llegaba a mí como un conjuro melodioso y hechicero. Le ayudé a regar las almacigueras que eran pequeños espacios de terreno preparado donde se sembraban las semillas para que germinen. Le comenté que de las variedades de fréjoles que habíamos sembrado experimentalmente, el más rendidor era el frijolito castilla que mostraba ser el más resistente a las plagas. Luego vimos un lugar donde sembrar las enredaderas bellísimas para las abejas y apreciamos algunas plantas silvestres que también atraían a las abejas. Pronunciamos al mismo tiempo: - Las consideramos para reproducirlas, ya que por ser rústicas no necesitarán de muchos cuidados. Que agradable era sentir su voz recorrer todo mi corazón tan necesitado de su ternura. Que deseable era la tarde cuando estaba ella para que me impregne con su olor a plantas y yo ser parte de ella. Cuando a eso de las seis de la tarde estaba terminando de regar le propuse ir un rato al cuarto para lavarnos. Abrí la puerta de la calle y la invite a pasar, enseguida lo hice yo y abriendo la puerta de la habitación la introduje, porque ella era parte de ese ambiente mientras yo me dirigí al baño. Al regresar al cuarto la vi parada frente al espejo contemplándose. Lo que me atraía de ella era el color de su piel, sus muslos carnosos y nalgas proporcionadas. Cuando la veía así semidesnuda me entraba un cosquilleo en el cuerpo y se empezaba a erectar mi sexo, esa era la señal de que la deseaba, pero me contuve. En silencio me saqué la ropa y envolviéndome con una toalla azul me fui a la ducha, abrí la regadera e hice que el agua caiga a mi sexo hasta que lo disminuya de tamaño. Enjabone y enjuagué mi cuerpo varias veces y lo sequé con uno de los extremos de la toalla. En el cuarto retiré la toalla que cubrían mis estructuras anatómicas para pasárselo a ella. Se cubrió el cuerpo también con la toalla dirigiéndose a la ducha. Cuando salió del cuarto hablé duro sabiendo que no me escucharía -Te perfumas la chuchita. Al retornar me manifestó que no se había mojado el pelo, Pensé - Que chucha me importa tu cabello, me interesas lo que tienes de tus hombros hacia abajo. Arrojó suavemente la toalla encima de la cama y dejó al descubierto su desnudo cuerpo que era un monumento, una escultura de carne. Mientras la veía cogí la toalla y empecé a secarle sus pechos, sus axilas, su pubis, los muslos y piernas para continuar secándole la espalda y sus nalgas. No pude resistir más porque mi pene se fue erectando nuevamente hasta destacar del resto de mi cuerpo. No pudiendo más en silencio la tumbé sobre la cama y empecé a succionar sus pezones una y otra vez. Mientras olfateaba sus pechos, cogía cada uno de ellos con la mano que le correspondía y mis dedos 30
  • 31. los oprimían como si palpara un par de melones. Empecé a besar los costados de sus senos provocando el escape de sus gemidos - Ohhh…ohh…ahhh…, con sus brazos apretaba mi cabeza contra su pecho. Mientras mi boca se perdía en medio de sus senos, mi mano derecha trabajaba explorando su entrepierna, tocaba su sexo y los pelos rígidos y rizados que lo cubrían, de tanto tocarlo su sexo empezó a humedecerse y ella me dijo casi al oído – Tienes…tie…, y antes de que termine de pronunciar nuevamente dicha palabra mágica le contesté lentamente - ¡Si ten…go!… ¡si ten…go! Apartándola suavemente hacia un costado, desnudo como estaba me pare a buscar en mi maletín un preservativo, un vientecillo frío chicoteó mis nalgas. Después de tanto rebuscar no encontré los condones. En silencio me tumbe nuevamente encima de ella, dispuesto a tapar su hueco cogi mi sexo para hacerlo encajar en su rendija. Me mecía encima sintiendo que mi garrote entraba y salía de su hendidura, sentía que las paredes de su vagina frotaban mi sexo, se abrían para recibirlo y eso me excitaba. Mientras seguía meciéndome encima de ella le besaba los pezones y con mis manos acariciaba sus muslos carnosos e hice que sus rodillas se doblen hasta tocar mis hombros y así ella con sus rodillas encogidas que le tocaban sus pechos se me ofrecía como una gran masa carnosa apetecible y comencé a recorrer todo eso palpando con mis manos y besándolo con mis labios. Como no sentir placer cuando la musculatura de su vagina exprimía mi pene hasta sacarle la última gota de semen y después de esto yo le alcanzaba papel toalla blanco para que se limpie su sexo, retirando de ello los restos de mi semen y yo retirando sus secreciones de mi pene y envolviendo mi órgano con papel toalla como si fuese una momia. Luego ella se echaba en la cama desnuda boca a bajo, yo hacía lo mismo echándome a su costado, así unidos por nuestras carnes nos quedábamos dormidos hasta que la oscuridad con más oscuridad lo rodee todo. Era yo el primero que se despertaba y por un instinto desconocido prendía la luz y sin hacer ruido me paraba a su costado contemplando su cuerpo en silencio mientras nuevamente me colocaba a su costado, en seguida mis manos delicadamente empezaban a recorrer sus pies, sus tobillos, sus pantorrillas carnosas y duras hasta llegar a lo que más me gustaba de ella, sus muslos, los que acariciaba y por los que resbalaban mis dedos suavemente, luego pasaba mis manos por sus bien formadas nalgas que encajaban perfectamente con el nacimiento de sus muslos. Seguía recorriendo con mis dedos sin cansarme la curvatura de sus nalgas, los pliegues que formaban la unión de sus nalgas con sus muslos, avanzaba hasta la curvatura de sus caderas, pero el placer agradable que esto me provocaba no podía ser eterno, era la hora de retornar a Huacho. Me incorporé de la cama primero con pereza, luego ágilmente y al verla que en la cama adoptaba una posición invitadora empecé a inclinarme lentamente hacia su figura y ella semidespierta empezó a encoger lentamente sus muslos y rodillas hacia sus pechos mientras colocaba las palmas de sus pies sobre mi vientre y empezó a contraer y a estirar sus 31
  • 32. miembros inferiores y así mi figura tiesa se acercaba y se alejaba de su cuerpo y mi pene se erecto nuevamente no me quedó más que introducirlo en su sexo y asegurarme de no sacarlo hasta eyacular, terminada la faena recién le pedí que nos retiremos del cuarto, mientras ella se alistaba yo recordaba que en un encuentro pasado, cuando estábamos desnudos yo me había subido y sentado encima de ella apoyado en mis talones. En esta posición la contemplaba y acercaba mi miembro erecto sobre su cara mientras ella empezaba a acariciarlo con la punta de sus dedos; y cuando mi pene estuvo en contacto con su cara empezó a besarlo y al sentir ese cosquilleo, ese adormecimiento que me producía placer. Introduje mi vara al interior de su boca y sentí que este se adentraba en un túnel húmedo y cálido. Empecé a meter y sacar mi pene de su boca. Esto no era un cache pero parecía un cache, de todas maneras saludable para el corazón y los pulmones. Un placentero ejercicio para los músculos, quería seguir recordando pero ya no más recuerdos acudieron a mi mente al escuchar su voz que decía-Vamos profe. Al enfrentarnos a la calle el día había dejado de ser día, la tarde había dejado de ser tarde. La tarde era noche, pero el color de esa noche era de un color plomizo, triste, melancólico. La invité a comer un sándwich con café en la cafetería ubicada en la siguiente esquina y así lo hicimos. Me sentía tan bien cuando estaba con ella, cuando me acompañaba, cuando me conversaba. En el couster ya sentado junto a ella la miraba de reojo mientras colocaba mi mano derecha entre sus muslos para acariciarlos. Deseaba emborracharme de su presencia. Llegando a Huacho nos bajamos en el paseo Colón, su trasero y sus senos duritos y paraditos arrancaban suspiros y uno que otro piropo de grueso calibre. Ella atrapaba miradas penetrantes, eso lo noté porque un muchacho la seguía con la mirada, era atractiva se movía con una asombrosa coordinación, había una despreocupada y saludable feminidad en su porte. Cruzamos la pista a la carrera cogidos de la mano como dos adolescentes y en el paradero mientras ella esperaba su movilidad yo la tenía abrazada desde atrás mientras me decía - Me siento cómoda recostada sobre ti, eres mi colchón de carne. Nuevamente se me estaba calentando el pájaro parecía que me iba explotar por lo que me despegué de su cuerpo para irle a comprar su agua heladita para la sed. Mientras me dirigía a hacer la compra veía las caras de los ambulantes que gesticulaban ofreciendo sus mercaderías, parejas de secretarias contándose las ocurrencias del día, policías de tránsito tocando sus silbatos, rateros que aprovechando la luz roja trataban de robar lo que podían del interior de los vehículos. Me mortificaba contemplar siempre este paisaje. Con mi compra retorne donde ella y cuando apareció su movilidad rápidamente me selló los labios con un beso mientras me decía – Hasta mañana profe, cuando subió al micro no la perdí de vista hasta que ocupe un asiento y continué mirándola hasta verla alejarse de mi. Mientras ella como si presintiese que no 32
  • 33. íbamos a vernos por varios días me levantaba la mano y la agitaba hacia mí en señal de despedida y yo colocando mis dedos entre mis labios le enviaba un beso seguido de otro. Cómo deseaba que el viento siempre llevara mis besos hacia donde ella se encontrara, cómo deseaba que mis besos siempre le dijeran que la amaba. Necesitaba respirar el aire húmedo del oscurecer para serenarme mientras una lluvia fina empezaba a atravesar el silencio de la noche que avanzaba, y el viento frío incrustaba en mis oídos las letras de una canción: Dos almas en el mundo, había unido Dios, Dos almas que se amaban, eso éramos tú y yo. 33
  • 34. Ayer todo el día hubo alegría en mi corazón, porque estuvimos juntos toda la mañana, y la tarde. El oscurecer estuvo iluminado para mí, porque tú eras mi sol, el sol de mi vida. Yo no te escribo esto, sino mi corazón. 6 Mientras el viento de otoño jugaba entretenidamente haciendo un revoltijo con las hojas y flores marchitas caídas de los árboles que mudaban cada temporada en su loco afán de embellecer. Le decía a Malena por el celular que no venga a la universidad, porque si iba a llegar a la 1 p.m. no tenía sentido, mejor sería que diera su examen de francés con tranquilidad, ella me contestó Está bien profe pero averígüeme el teléfono del profesor Gonzáles y envíelo a mi correo porque estoy en falta con él por el curso de piscicultura, usted fíjese lo que van a hacer los alumnos hoy para informar al profe sobre el avance de la poza para criar tilapias. Además me pidió - Envíeme la lista de los alumnos que participarán para que se le considere en el proyecto y les salga su resolución. Aceptado su pedido pensé que con esto ahorraría algo de dinero pues ya no tendría que invitarla, mi billetera agonizaba. Pero llegado el momento me sentí solo y me arrepentí de lo que le había pensado y de lo que había hecho, recién comprendí que la necesitaba, me dieron ganas de llamarla pero me contuve, sin ella lo que me podía suceder en el transcurso del día carecía de importancia. Por el amor a ella, por el amor a su recuerdo, sabiendo que amaba las plantas, que eran su mundo, su pequeño y gran mundo traté de hacer algunas de las cosas que me había encargado y que estaban pendientes, por decir hace días me había encargado rescatar los bulbos de los nardos que estaban en un terreno hoy baldío donde no crecían otro tipo de plantas ya que el terreno no era regado durante meses, habían ocho nardos, sus bulbos eran parecidos a la cebolla de cabeza. Con el pico trate de sacar a uno de ellos, pero nada, solo había conseguido romperlo, repetí la maniobra pero con igual resultado negativo. Pensé- Mejor en otra ocasión, quizás remojando la tierra que rodea a las plantas la cosa resulte más fácil. Pero ya que tenía el pico algo había que arrancar de la tierra, en eso vi el brote de unos plátanos e introduje el instrumento debajo de la tierra hasta llegar a la base de las plantas para arrancarlas con algo de raíces para que al transplantarlas peguen. Con las plantas de plátanos y la herramienta me dirigí al cerro, abrí la puerta del vivero y me pareció que no se avanzaba en los trabajos, las plantas 34
  • 35. llamadas bellísimas que eran unas enredaderas permanecían en sus bolsitas esperando una mano divina que las lleve a terreno fértil y las plante para que sobrevivan. Solo pero con esta idea fuera del vivero recordé donde Malena había plantado las primeras enredaderas, era en el cauce de una pequeña acequia, de tal manera, que si yo colocaba la manguera de agua al inicio del canal se irían regando solo las plantitas, pero como ya no había más terreno disponible y el cauce de la acequia estaba interrumpido por malezas, piedras, ramas, de árboles, lo primero que hice fue romper con el machete las ramas de los árboles y sacar las hierbas que cubrían el cauce seco donde se iban a sembrar las futuras enredaderas melíferas. Procedí luego a traer las plantitas que estaban en sus bolsitas al lugar de la siembra y con la lampa empecé a hacer los huecos para su siembra que eran más de cien, por ratos me desanimaba pero por amor a ella, por amor a su nombre continúe con el trabajo hasta sembrar todo. Las plantitas daban la apariencia de ser pequeños lunares verdes que destacaban sobre la superficie reseca de la tierra. Luego procedí a conectar la manguera y la jalé al inicio de la acequia donde empezaba la siembra, y el agua bondadosa que salía de la manguera fue avanzando por el pequeño cauce remojándolo todo, dando vida a todo lo que tocara, era como si la mano de Dios al pasar tocando terrenos estériles hacía que brotaran las plantas. Paralelamente a esto un grupo de alumnos trabajaba acarreando piedras para elevar la altura de la poza que habían construido para un proyecto de crianza de tilapias de la profesora Malena. Ella me había dicho que no vendría, pero la llamé a su celular diciéndole – Ven para que veas como está quedando la poza, ella me respondió – Me desocupo y estaré allí lo más pronto, así lo hizo, a las dos horas, se apareció radiante y brillante como el sol de todas las mañanas de mi vida. Justo en esos momentos los alumnos estaban preparando una parrillada de pollo y cuando llegó el momento, todos nos pusimos a comer felices y contentos como si todos los días pasados y futuros de nuestras vidas fuesen como este. Cuando la tarde se estaba terminando los alumnos alistaron sus utensilios que habían traído para la parrillada, lo empaquetaron y se retiraron. Mientras cerrábamos el vivero nuestras miradas se cruzaron varias veces. Esos eran los momentos que buscaba a cada instante para que, a través de sus ojos me metiera al fondo de su alma. Me daba cuenta que prácticamente moraba en el vivero, lugar donde reproducía las plantas para luego sembrarlas, poco faltaba para llevar mi cama a ese lugar. Había oscurecido totalmente, en mis ojos solo había luz para verla a ella. El silencio fue partido por su voz que me llegó- Profe, esta noche en el cielo solo se ven tres estrellas juntas, pero todas brillan intensamente. La miré, toda su atención estaba dirigida a contemplar la oscuridad infinita de la noche. 35
  • 36. Nuevamente su voz- Profe, mire las estrellas, están casi juntas. Para que no se moleste me puse a contemplar el cielo en el lugar que ella me señalaba mientras murmuraba casi silenciosamente – Mejor te llevo a un hostal tres estrellas y allí te voy a hacer ver las tres estrellas las veces que quieras. Dirigiendo su mirada hacia mi rostro me dijo- Qué dice, hable fuerte. Le respondí – No he dicho nada, solo pensaba. Así nuestras vidas transcurrían como un lento remolino, sin turbulencias. Tomados de la mano bajamos por el camino de cemento, la sensación era como si descendiéramos del cielo hacia la tierra. 36
  • 37. Gemidos y tocamientos de curiosidad extrema invaden nuestros cuerpos, mientras nuestras figuras pelean sin más cascarón que su piel. 7 En esta época yo vivía para la agricultura. Ella era testigo de cómo me entregaba de cuerpo y alma a las plantas. Estaba retirando las malas hierbas alrededor de las lechugas, mientras ella terminaba de regar. La lluvia había dejado de hacer sentir su poder para convertirse en una fina garúa que también mojaba pero no molestaba como la lluvia. La oscuridad se apoderaba de todo. A medida que transcurrían los minutos nuestras figuras cada vez se veían más borrosas y antes de no distinguirnos totalmente decidimos retirarnos. Entré al vivero a guardar las herramientas, luego me senté en una carpeta según yo para descansar brevemente, pero cuando ella se aproximaba al vivero pude distinguir todavía su figura borrosa casi fantasmal y desde muy dentro de mí como un punto de luz que crece hasta hacerse inmenso y cubrirlo todo, los deseos morbosos fueron manifestándose hasta poblar todos los rincones de mi mente. Cuando ella pasó por mi lado al igual que cuando la araña atrapa a la mosca , la jale de la cintura hacia donde estaba sentado y mientras pegaba su vientre a mi cara con mis dedos levantaba su polo para exponer sus carnes mientras hundía mis labios en su piel para que empiecen a recorrerla, mientras la abrazaba por ratos de la cintura y por ratos de las nalgas. Sin la menor vacilación me apoderé de uno de sus pezones y lo embutí en mi boca, por varios minutos le estuve besando las tetas, pasaba de una a otra, lamiendo el sudor salado de su piel mientras mi sexo quemaba y ardía como si hubiese sufrido la quemadura del metal de una plancha caliente.. Besaba todo su vientre mientras mis manos recorrían sus gruesos muslos a través de sus pantalones. Me estaba excitando, sentía que mi pene se había endureciendo, que trataba de romper la parte de mi pantalón que lo contenía, para liberarse. Me levanté de la carpeta y bajé el cierre de mi pantalón liberando mi pene de su encierro y este salió de su prisión como una culebra liberada de su cautiverio en busca de otra guarida más confortable. Cogiéndole a ella de los hombros para tratar que se arrodille le dije – Dale una buena chupada para que se ponga duro, se arrodilló y cogiendo mi pene por su tronco lo aproximó a su boca dándole un suave beso en su cabecita y se lo pasó alrededor de su 37
  • 38. boca como si fuese un pintalabios para luego ponerlo a ambos lados de su cara mientras entrecerraba los ojos. Yo miraba lo que hacía sin pronunciar palabra, me sorprendía el cariño que le tenía a mi cosita, no dejé de contemplarla hasta que ella levantó la vista hacia mi rostro y nuestras miradas se cruzaron por un instante. Suspirando cogió mi pene y se lo introdujo rápidamente a la boca como queriendo que no se le escape y empezó a mamarlo con desesperación como una criatura hambrienta que no quiere soltar su biberón. Cada vez que en mi verga sentía la presión suave de sus dientes y de sus labios este latía con más fuerza y mi deseo de correrme en su boca aumentaba. Eran tan suaves las caricias de sus labios sobre la piel de mi pene que no deseaba que ese momento se termine, quería que durase eternamente. Ella seguía chupándomelo, saboreando mi pene salado y pegajoso, pero seguramente tan delicioso. Mi deseo de correrme dentro de su boca aumentaba mientras cogía su cabeza y la apretaba contra mi vientre para que mi instrumento se introduzca más y más dentro de su boca. Cuando sentí que de continuar así se me vendría, desistí murmurando en voz baja – Mejor me corro en su rendija, e introduciendo mis dedos debajo de sus sobacos la levanté y mientras le besaba los labios le iba levantando el polo liberando sus tetas de su sostén para recorrerlos milímetro a milímetro con mis labios y con mi lengua. Sus tetas eran blancas, muy blancas, ese color rompía la oscuridad de la noche, me daban ganas de mordérselas hasta hacerlas sangrar.Su cuerpo sin ser un piano tenía muchas teclas que tocar. Mi urgencia para eyacular había aumentado, era como si me estuviese conteniendo de orinar. Así mientras devoraba sus tetas le bajaba el pantalón y el calzón como quien pela una manzana, para llevar mis manos hacia sus nalgas recorriéndolas en la oscuridad de esa noche sin luna, hasta que en el recorrido por sus partes bajas ubiqué la mata de pelos que como tentáculos de un pulpo resguardaban su gruta de amor adúltero. Le dije – Agáchate para empujártelo, ella lo hizo con los ojos entrecerrados sin dejar de suspirar y emitir quejiditos de placer, para eso también me había bajado los pantalones y mi pene tieso, caliente y duro como una lanza me exigía cumplir con su deber. Me ubiqué detrás de ella mientras la agachaba, le separe las piernas que como columnas soportaban el peso de su cuerpo y parte del mío y desde atrás se la empujé, mi pene como una flecha dio en el blanco. Cuando sintió que mi barra violentamente se había introducido en su agujero, exclamó – ahh…ahh. Sus gritos parecían los aullidos de una sirena de carro patrullero. Sentí que su sexo como un perro de presa se había devorado a mi pinga. Sin dejar de empujárselo le decía – Baja la voz que nos pueden escuchar, y ni un quejido más escapó de sus labios. Desde atrás continuaba empujándoselo , aún a pesar de la oscuridad contemplaba como mi pene duro como una barra de acero , y brillante porque estaba recubierto por las secreciones vaginales de 38
  • 39. ella entraba y salía de su agujero como si fuese tragado y vomitado una y muchas veces emitiendo un sonido característico – Tha…thah,,,tha… Sentí que se me venía, apreté los dientes mientras mi cuerpo se contraía y empecé a eyacular en su agujero inundándolo mientras me abrazaba de su cintura y ella se quedaba paralizada por la sensación con la boca abierta, arqueando el cuello hacia atrás. Cuando terminamos saque papel higiénico de mi mochila y empezamos a limpiarnos tratando yo de borrar las huellas de mi adulterio. Ella lo hacía mientras contemplaba los moretones en sus piernas, condecoraciones mías. En ese momento yo era todo para ella, su amante, su padre, su madre, y así lo seguiría siendo en el futuro. La protegería, la abrazaría fuerte ya sea de día o de noche, rodeándola con mis brazos como ahora. Una vez más en este ambiente había dejado mi leche nocturna depositada en el recipiente de ella. 39
  • 40. Muchas desesperamos porque lo que deseamos no se cumple, deprimirnos no soluciona nada, maldecir tampoco. No debemos esperar pasivamente las soluciones, debemos actuar, acelerar ese proceso, pero obrando honestamente sin denigrar nuestra persona. Debemos respetarnos nosotros mismos, sino nadie lo hará. 8 Por esta época todo lo veía semilla, mi mundo eran las semillas. Cuando comía un melocotón estaba pensando en hacer secar la pepa para después sembrarla. Si en mi casa hacían refresco de maracuyá estaba pensando en recolectar las semillas para hacer almácigos. Ese día tuve clases toda la mañana y llame a Malena a eso de las 11 a.m., me dijo- Tráeme algo. No he tomado desayuno, lo único que le pude conseguir del quiosco fue una gaseosa guaraná y dos pay de manzana, cuando estuve junto a ella con mi pequeño cargamento le dije - Has un alto para que puedas tomar tu gaseosa, ella llevo la manguera hacia el lecho de la acequia donde se encontraban las enredaderas, regó alguito y se puso a comer y beber lo que le traje mientras yo contemplaba la exuberante vegetación que nos rodeaba. En cada planta que ella atendía palpitaba su vida misma, como si en cada hoja verde estuviese escrito algo de su historia y no sus miserias.Acá arriba estaba lejos del caos de la parte baja del ambiente universitario. Mi mente se sentía libre de preocupaciones, la belleza de ese lugar cautivaba mis sentidos. La vegetación estaba bañada por la dorada luz del sol al igual que los coloridos pétalos de las flores. Se escuchaba el rumor de las hojas mecidas por el viento que tenía un olor a pureza mientras los insectos buscaban el dulce néctar de las flores. Escuchaba el sonido relajante del agua escurriéndose entre las plantas. Ya no sabía cómo describir lo que sentía. Miré la hora en mi celular, era cerca de la una por lo que dije – Vámonos a almorzar al comedor de profesores, después de terminar de ingerir nuestros alimentos salimos, pero mientras lo hacíamos voltee y vi que algunos profesores que estaban almorzando le miraban el trasero. Comentaban de ella y de mí. Pude escuchar que uno decía relamiéndose - Qué jamones, que delicia de jamón blanco, mientras los demás se daban pajazos mentales. Sabía que ella atraía miradas penetrantes, pero eso me llegaba altamente, yo no vivía de los demás. Malena me parecía que tenía dos rostros, la parte superior de su cara, misteriosa, con los ojos algo gatúbelos medio ocultos tras sus cejas algo pobladas, y la parte inferior de su rostro viva y móvil, con la boca moviéndose todo el tiempo, reflejando su estado de ánimo y su entusiasmo. 40
  • 41. A eso de las tres fuimos al vivero donde quedaban unas cuarenta flores de la cantuta, pues las demás se habían muerto debido a que en las hojas le habían aparecido unas pelusas que según los especialistas eran por los hongos y las plantas necesitaban más luz, mas sol ya que con esto los hongos desaparecerían porque no era un ambiente favorable para ellos. Ella me dijo que cargue las plantas en la carretilla y así lo hice, pero llevarlo fue cansado y doloroso como un parto en pleno invierno, hacía hueco y plantaba, eso estuvo bien pero el problema fue el riego, tuve que llevar la poca agua que había en los bidones a cada planta para regarla, porque no resistirían el nuevo amanecer quemante. Acabando la tarde y entrada la noche terminamos. No me preocupaba el cansancio ni el anochecer, me preocupaba haber quedado bien con Malena, y que mejor recompensa que ella me dejaba apretarle suavemente el brazo, tomarla de la mano y juntos descender por la vereda de cemento que estaba al costado del camino como quien desciende del altar, para luego dar la vuelta y encaminarnos a la salida de la Universidad. Cogimos nuestra movilidad, mientras duraba el viaje sentía que mi mente le hablaba a mi cuerpo con estas palabras – Cómo no vas a estar todo el tiempo a su lado, haciendo el amor con alguien que sabe transformar los deseos en realidades sin que tenga uno que decirle una sola palabra. Es una mujer que sonríe mientras la posees, una chica que sabe cómo, cuándo y dónde hay que excitarle a uno gracias a su clarividencia. Las chicas deberían entender que no basta con tumbarse y abrirse de piernas. Diversos ruidos primero suaves luego fuertes empezaron a poblar mi mente, poco a poco estábamos acercándonos a la ciudad distinguiendo sus edificios en forma de cajones. La iluminación de la ciudad alegraba el ambiente y entibiaba el aire que se le sentía agradable. Mientras cruzábamos por el palacio de justicia para dirigirnos al paradero donde ella tomaba su movilidad contemplábamos la plaza Grau con su monumento triangular como un gigantesco semáforo inservible que no solucionaba el congestionamiento vehicular que formaba verdaderos cuellos de botella. Cuando se iban desatando los nudos el sonido de los claxon bajaban sus ruidos estridentes. Los vendedores de dólares ofreciéndolos a los chóferes cuando los semáforos estaban en rojo. Los enamorados sentados en las bancas distribuidas a lo largo de las alamedas se besaban con intensidad adoptando las más diversas posturas, dando muestras de su amor, pero eran interrumpidos en sus manifestaciones por los ambulantes que les ofrecían galletas, caramelos, cigarrillos y hasta piquetitos de condones. 41
  • 42. Actualmente para nosotros que nos conocemos, muchas cosas en lo económico y en otros aspectos no van bien, también le sucederá al resto de personas, pero no siempre será una eterna neblina que lo cubre todo. Los buenos momentos como una intensa luz se abrirán paso y recobraremos los deseos de vivir y daremos gracias no se a quien por seguir disfrutando de la vida. Las cosas positivas que hagamos durarán por siempre, serán nuestra felicidad porque nos darán la paz y la tranquilidad. 9 Cada día no es igual al otro, pero si puede ser parecido al otro. Esta mañana estuve ocupado dictando clases, por más que quise no pude acercarme a ella, no pude buscarla en el lugar donde estaba trabajando y recién pude localizarla a eso de la 1.00 am, estaba en el vivero seleccionando algunas semillas. Me senté en una carpeta, se me acercó y la sentí a mi lado. El sol acariciaba su rostro, las plantas pronunciaban su nombre. Mis manos la buscaron y mis brazos la abrazaron. Después de desocuparnos de las actividades agrícolas nos fuimos a almorzar, luego como de costumbre descendimos por la curva que llevaba al otro vivero que no era el de nosotros ubicado a la entrada de la Universidad, al costado de la garita para las nuevas plantas que se encontraban en ellas. No pudimos encontrarnos con Eloy el encargado del vivero, así que un poco descorazonados lentamente empezamos a retirarnos, hasta que como si nuestras miradas fueran una sola divisamos a un costado de la entrada dos cactus algo secos, de uno de ellos su penca estaba doblada en dos con algo de raíces; de la otra penca recta toda ella las pequeñas raíces le salían del centro de una de sus caras, del costado de sus espinitas. Cogí a ambas entre mis manos para llevarlas al vivero que teníamos arriba, para sembrarlos en el lugar indicado junto a otros de sus compañeros de su misma especie. Arriba ella se puso a arreglar los surcos para iniciar el riego, le ayudaba a jalar la manguera hacia los lugares que me indicaba para que el agua llegue a las plantas. Sin darnos cuenta la tarde estaba por desaparecer para dar paso a la noche, pero antes que esto ocurra ella me mostraba lo hermoso que eran las enredaderas bellísimas con sus flores rosadas oscuras rodeadas de abejas que pugnaban por robarles el polen. Me coloqué detrás de ella para poder sentir sus nalgas acariciando mi pene, cada vez que mi pichula tocaba cualquier parte de sus nalgas me era difícil resistir más, pero seguí colocado a su espalda, a un costado. Tome su mano izquierda y la coloqué en mi bragueta 42
  • 43. donde estaba mi pene para que me lo agarre, para que aprisione mi culebra sin escamas, lo aprisionó entre sus dedos como un águila cuando atrapa a su presa entre sus garras. Había accedido, a mis deseos y sin voltear me cogía el pene y lo friccionaba, que delicia y placer para mí. Pero al fijarnos bien, delante de nosotros, aunque algo lejos, unos trabajadores estaban limpiando la acequia de regadío, eso la intimidó un poco y a mí también por lo que depusimos por el momento lo que estábamos haciendo. Subimos un poco más rodeando la construcción donde se encontraban los panales de las abejas y entramos al otro vivero donde estaban los almácigos de las maracuyá y el criadero rudimentario de los caracoles, vimos que las plántulas de maracuyá estaban ya para trasplantarse y los caracolitos habían empezado a reproducirse, esto me hizo exclamar - ¡Qué inmensa alegría! ¡Que inmenso placer!, mi entusiasmo fue momentáneo porque inmediatamente recordé lo que había estado haciendo con ella, eso era más importante y me coloqué detrás de Malena, pero a su costado, eso me excitaba. La mano de ella fue hacia atrás donde estaba mi bragueta y sentí que sus dedos rozaban mi pene, este resucito y no pudiéndome contener más saqué mi instrumento de su estuche y lo ventilé al aire y ella lentamente empezó a masajearlo con sus dedos, y yo por un instante me froté con su cuerpo, con su gran cuerpo que resistía las envestidas de mi sexo las veces que me apetecía. Sus mejillas se habían coloreado, sus labios se entreabrían. Empecé a manosearle el trasero, era firme y duro. Imaginé la suavidad y profundidad de su hoyuelo en el extremo inferior de su espina dorsal. Evoqué el marcado pliegue definitorio donde terminaban sus nalgas redondas y donde nacían los muslos. Mi erección fue aumentando. Estábamos parados en un camino de tierra, de polvo. Pero deseaba un polvo con ella en el polvo. 43
  • 44. Era la hora del sexo malo. Venían los hombres gritando e insultando. Ella los veía acercarse desde el fondo De pronto uno de ellos exclamó- ¡Huelo carne cruda!, ¡Huelo sexo de mujer! Y como guiados por el olfato, comenzaron a acercarse a la joven gritando - ¡Olemos a la hembra! Estaban cerca, el movimiento que ella hizo para protegerse fue reflejado a la pared por la luz del lamparín como una sombra monstruosa de gran cabeza y numerosos brazos. Los hombres asustados se alejaron del lugar desapareciendo. Todo fue envuelto por un gran silencio. 10 El día había empezado, me reuní con ella en el vivero en esta mañana de verano. Mis ojos se encontraron con los de ella, no cambiamos palabras pero en nuestras miradas hubo tanto de promesas y esperanzas. La besé, el sabor de sus labios era el sabor del amor. Estábamos convencidos que nuestras vidas se habían encontrado como dos caminos para no separarse nunca. Nos unía un amor infinito, un amor más grande que el mar. Hice algunos almácigos, luego aprovechando el cauce de la pequeña acequia donde había sembrado las bellísimas sembré algunas malvas para aprovechar el riego que se daba a todo al colocar la manguera al inicio del cauce. A eso de la una de la tarde nos fuimos a almorzar al comedor de profesores luego al salir fuera de la universidad le compré un “frio rico”, el helado que tanto le gustaba. Ella saboreando lo que más le agradaba y yo saboreando de su presencia nos dirigimos al vivero que se encontraba cerca de la garita, una vez allí enrumbamos a un improvisado salón de clases, jalamos un par de carpetas y nos sentamos a descansar, pues el almuerzo y el trabajo en el cerro con las plantas nos había agotado. Más tarde regresamos nuevamente a regar las plantas y al terminar le sugerí ir al cuarto para bañarnos. Allí me contó - El Doctor Narváez me ha dicho que tú no me quieres lo suficiente como para divorciarte y que no me convienes, por eso es mejor que me separe de ti. Le respondí - A mí tampoco me gusta estar en esta situación, si te busqué fue porque estaba seguro que mi esposa me iba a conceder el divorcio, pero a última hora se arrepintió. Añadí - Date cuenta que yo te quiero y esto te lo manifiesto en todo momento. La bese en 44