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CAPITULO 1 CRETA LA CIVILIZACIÓN MINOICA
En Creta, una isla a medio camino entre Europa, Asia y África,
una civilización de origen no griego creó una cultura
caracterizada por la libertad de sus gentes y un arte elegante e
inimitable. Entre el 2700 Y el 1450 a. c., Creta dominó el mundo
egeo.
Los orígenes de la cultura minoica, brillante civilización
mediterránea así llamada en honor al legendario rey Minas, el
único soberano conocido de Creta, se remontan al 6000 a.C.
fecha en que se registran las primeras sociedades neolíticas en
la isla. Hacia el año 2700 a.C., Creta experimentó uno de sus
primeros momentos de auge gracias a la introducción del torno
de alfarero y la metalurgia del bronce.
Este primer florecimiento se identifica con la fase denominada
cultura protominoica, notoria por su organización comunal, por el
culto a la fertilidad, una agricultura avanzada, una cerámica rica
en formas y colores. y una orfebrería de gran refinamiento
representada por piezas de oro como las flores de Mochlos.
Con la aparición del bronce, la propiedad privada se extendió
paulatinamente hasta sustituir a la organización colectiva de
origen neolítico. Al mismo tiempo. la situación estratégica de
Creta favoreció unas intensas relaciones comerciales con las
grandes civilizaciones del Creciente Fértil. La necesidad de
obtener estaño, mineral inexistente en la isla pero imprescindible
para producir bronce, debió de impulsar a los cretenses a
establecer contactos con ultramar para conseguirlo.
La fabricación de herramientas de bronce permitió no solo la edi-
ficación de grandes complejos arquitectónicos sino también la
construcción de grandes naves, con capacidad para treinta
remeros.
LOS GRANDES PALACIOS
Hacia el II milenio a. C., el movimiento comercial de Creta provo-
có un auge considerable de las primeras comunidades agrícolas
de la isla, que ya tenían una vida comunal intensa como
resultado de la actividad productiva.
Algunos grupos familiares (clanes) de los poblados crecieron en
número y fueron haciéndose cada vez más importantes dentro
de su comunidad. posiblemente gracias a su mayor cohesión y a
su mejor productividad agrícola respecto de los demás. Como
consecuencia de esta suma de circunstancias se inició la
construcción de los palacios de Festos. Mallia, Hagia Tríada y
Cnosos. Este último es la obra arquitectónica más importante.
La organización económica se centralizó en estos palacios y se
produjo un gran desarrollo de la agricultura, que desde el
periodo protominoico estaba centrada en el cultivo del trigo, la
vid y el olivo, así como en la ganadería.
El buen funcionamiento del sistema económico cretense propor-
cionó a todas las capas sociales un elevado bienestar material,
por lo que este periodo tuvo los rasgos característicos de una
civilización rica y pacífica, ajena a los conflictos sociales. Esta
situación se reflejó en la cerámica, la pintura y la escultura, que
en esta época empezaron a mostrar su preferencia por los
temas de la naturaleza, uno de los rasgos más característicos
del arte minoico.
Los historiadores han interpretado la magnificencia de los pala-
cios, carentes de murallas, como un reflejo del alto nivel de vida
de Creta durante el II milenio a. C.
CRONOLOGÍA
6000-2700 a. C. » Culturas neolíticas. Asentamientos dispersos
y predominio de la agricultura.
2700-2000 a. C. » Período Pre - palacial o Minoico Antiguo.
Cultura protominoica.
2000-1700 a. C. » Período de los Palacios Antiguos o Mínoico
Medio. Gran desarrollo comercial.
1700-1450 a. C.» Período de los Palacios Modernos o Minoico
Reciente. Predominio de Cnosos.
1450-1400 a. C.» Terremoto en la isla de Thera. Caída súbita de
la culturaminoica. Auge de Micenas.
1400-1100 a. C.» Período pos- Palacial. Época Micénica.
Hacia el 1700 a. c., los antiguos palacios fueron destruidos por
una catástrofe de origen desconocido. Se cree que la causa
pudo ser un terremoto o una posible invasión extranjera, aunque
esta última hipótesis ha sido muy discutida. En cualquier caso, la
reconstrucción de los palacios fue inmediata, lo que indica que la
cultura minoica no sumó una ruptura irreparable, al menos en
ese momento. Las ruinas de los palacios que la arqueología ha
recuperado pertenecen a los nuevos edificios levantados con
posterioridad a la catástrofe que arrasó por completo las anti-
guas edificaciones.
Empezó, entonces, la gran época de la civilización cretense, que
corresponde al segundo período palacial o Minoico Reciente.
Esta etapa coincide con el legendario reinado de Minos, señor
de los mares, de quien los mitos griegos decían que tuvo un hijo
mitad hombre y mitad toro, el Minotauro, a quien cada año se
ofrecían sacrificios humanos. Supuestamente, con esta leyenda
los griegos habrían tratado de explicar su presunta dependencia
política de Cnosos, si bien los arqueólogos no han logrado
precisar los límites del poder de este rey que, disponiendo de
una potente flota, llegó a controlar las rutas marítimas del Egeo y
coronó a sus hijos como reyes de las Cícladas, donde, en el
Neolítico, había surgido otra cultura no griega de poblados for-
tificados y de grandes artesanos de la piedra y el mármol.
Durante este período existió un claro predominio de Cnosos
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sobre el resto de ciudades y palacios, que siguieron siendo de
tipo monumental, con estancias agrupadas en torno a un gran
patio central, aunque su tamaño y suntuosidad eran inferiores a
los de la casa reinante.
La hegemonía de Cnosos sobre la isla y parte del mundo egeo
debió de producirse entre el 1700 y el 1450 a.C., precisamente
durante la época de mayor apogeo del comercio entre Creta,
Egipto y el Oriente Próximo. Los archivos del rey de Mari, quien
importaba cerámica de Creta (Kaphtor), dan a entender que
debió de existir alguna colonia de comerciantes minoicos en Ras
Shamra (Ugarit).
Una religión participativa
El carácter participativo del culto, que sirvió para unir al pueblo y
la nobleza, fue un elemento distintivo de la civilización minoica.
Marcó, además, una clara diferencia entre la organización social
minoica y la rígida estructura jerárquica de las sociedades del
Oriente Próximo, que divinizaron el poder y se distanciaron del
pueblo. Otro rasgo distintivo de los cretenses en materia de
religión fue incluso después de la llegada de los micénicos el
primitivo culto neolítico a la diosa madre de la fertilidad, re-
lacionada con montes sagrados, flores, árboles o arbustos, y con
serpientes, aves, leones, grifos o esfinges. Por otra parte, la
elección del toro como animal destinado al sacrificio en los ritua-
les funerarios, hizo creer erróneamente que los cretenses ha-
bían divinizado a este bóvido. Los enterramientos, inicialmente
colectivos, experimentaron una evolución: de las inhumaciones
en urnas con forma de toro, se pasó a los entierros en el interior
de recintos amurallados o en cuevas familiares. Hasta el final de
su civilización siguieron usando también los tholos - tumbas
colectivas subterráneas, adoptados en el período prepalacial.
El culto al refinamiento
En esta época de apogeo, la pintura al fresco logró su mayor
desarrollo. Las escenas reproducían la vida cotidiana con gran
maestría y reflejaban una existencia plácida y en libertad en toda
la isla: procesiones y sacrificios, con la participación del pueblo,
y hombres y mujeres jóvenes recogíendo flores o entregados a
juegos y danzas.
Los relieves y los frescos del Minoico Reciente reproducen esce-
nas en movimiento que representan con gran expresividad a
oficiales apresurados, sacerdotisas gesticulando vivamente,
saltos de caballos al galope o peces voladores. y cada escena
refleja el estilo de vida lujoso y refinado que caracterizó a la
sociedad cretense en su esplendor. El esplendor minoico
también se reflejó en la escultura, principalmente en las figurillas
de ídolos, como la “diosa de las serpientes”, de cuyos vestidos
se deduce no solo el atuendo que usaban las damas de la
aristocracia sino también la importancia que tenía la mujer en
esta sociedad.
Las joyas, los vasos de oro y las piedras preciosas muestran
además la pericia técnica de los artesanos, cuyos productos de
alta calidad no solo eran famosos en la isla sino también en los
reinos vecinos.
En las cerámicas aparece una pintura de barniz oscuro sobre
fondo claro (vasos octopus, hacia el 1500 a. C). Las vasijas
adoptan preferentemente formas esféricas y están decoradas
con escenas de corte naturalista y figurativo.
Una súbita caída
La refinada y lujosa cultura cretense del Minoico reciente ejerció
una gran atracción sobre los nuevos pueblos de lengua
indoeuropea asentados desde el 2000 a. C. en la Grecia
continental; especialmente sobre los soberanos del mundo
micénico, cuyos anhelos por conseguir las riquezas de la isla
solo eran frenados por la poderosa escuadra naval cretense.
Sin embargo, cuando precisamente el mundo minoico vivía su
momento de mayor esplendor, los nuevos palacios volvieron a
caer, según se cree, destruidos por la explosión del volcán de la
isla de Thera (actual Santorin), ubicada a 112 kilómetros al
noreste de Creta. A la onda explosiva le siguieron olas
gigantescas y terremotos que, sumados a la lluvia de cenizas,
provocaron el abandono de extensas áreas. Los micénicos
aprovecharon la oportunidad para ocupar la isla y establecerse
en Cnosos.
El reino de Creta dejó de existir en el concierto internacional; de-
sapareció su poderosa flota y, durante al menos gas siglos,
formó parte de la cultura micénica.
CAPITULO 2 GRECIA DEL BRONCE ANTIGUO A LAS INVASIONES
Plena de afinidades con la cultura del bronce del Asia Menor, la
primera etapa del mundo griego originó un lenguaje y un estilo
artístico que las sucesivas invasiones de grupos indoeuropeos
definieron, dándole todo su esplendor posterior.
En Grecia, la Edad del Bronce comenzó alrededor del año 2600
a. C. A este periodo se le conoce como cultura heládica y se
subdivide en tres periodos: Antiguo, Medio y Reciente.
Los restos materiales del Heládico Antiguo muestran una
coincidencia sorprendente con la cultura del Bronce Antiguo de
Asia Menor. En ambos casos, la cerámica incluyó jarras y tazas
con pico de pato. El metal-primero cobre puro, luego bronce- se
prodigó tanto que muchas veces los objetos de arcilla recibían
un brillo metálico en vez de pintura. La cerámica se moldeaba
todavía a mano. Además de pulimentarlas imitando ese brillo
metálico, las vasijas eran pintadas de colores rojo y blanco con
un barniz llamado urfirnis
Ciertos nombres -procedentes en su mayoría del Bronce
Antiguo- de poblados, ríos y montes con los sufijos -ssos y
-nthos reflejan una afinidad egeo-anatolia. Así, Parnassos
(monte sagrado de Delfos) tiene su correspondencia en el luvita
parnassas (santuario), y el labyrinthos de Creta tiene su paralelo
en el centro religioso anatolio de Labranda (ambos nombres
formados a partir de labrys, hacha doble). Es posible que los
protoheládicos griegos procediesen de la cercana península de
Anatolia.
Los asentamientos griegos estaban dispuestos en forma de
pequeñas ciudades. En Lema (Argólida) se construyeron
murallas de tipo defensivo. Más tarde, se levantó un palacio no
fortificado llamado la "casa de las tejas", y en la cercana Tirinto
se erigió un edificio circular de mayores dimensiones.
Periodo Heládico Medio
Las devastaciones que a principios del II milenio a. C. se
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interrupción de carácter violento en su evolución. Los invasores
llegaron del norte, y quizá también del este, en oleadas
sucesivas y se mezclaron con la población autóctona. Los
hallazgos de hachas de combate y de cerámica cordada en los
Balcanes, así como los vestigios de fuego existentes en los
viejos asentamientos, indican el avance de pueblos nororientales
hacia el Mediterráneo. Entre los recién llegados había grupos
indoeuropeos, cuya aparición representa un hecho histórico muy
importante.
El griego, lengua de origen indoeuropeo aportada por los inva-
sores, iniciaría entonces su evolución al modificarse por influjo
de las lenguas indígenas. Las marcadas diferencias dialectales
entre los grupos recién llegados -eolios (aqueos),jonios y dorios-
se iniciaron en esta fase de formación de los pueblos
protogriegos. Los dioses y sus nombres también reflejan la
fusión paulatina de los dos núcleos de población, Por ejemplo,
mientras Artemisa es de procedencia mediterránea y Zeus de
origen indoeuropeo, Deméter, reconocida como la "madre tierra"
o la "diosa madre", une ambos componentes.
Los asentamientos eran aldeas más que núcleos urbanos. Las
casas eran largas y estrechas, rematadas en forma de ábside.
o antesala. Los cadáveres se enterraban, sin ajuares funerarios,
en cistas de piedra en el interior de los poblados.
Se inició la producción en serie de la nueva cerámica llamada
miniana o Resistente, grisácea y pintada en mate, de formas
nítidamente perfiladas, por su concepción de lo tectónico y el
carácter abstracto de su decoración anunciaba ya el estilo de los
futuros vasos griegos.
Esta civilización del Bronce Medio duró tres siglos, hasta que,
hacia el 1600 a.C., Micenas y otras ciudades accedieron
directamente al poder. A partir de entonces, durante la fase
Heládica Reciente, el mundo micénico desarrolló su propia
civilización, influida por la cultura minoica, originaria de la
antigua Creta.
Hacha doble
El hacha doble votiva fue un símbolo de Zeus, la máxima deidad.
También simbolizaba, con un doble' par de cuernos, uno hacia
arriba y otro hacia abajo, la imagen sagrada de un toro. El hacha
de doble filo recibía el nombre de labrys.
CAPITULO 3 LA SOCIEDAD MILITAR DE LOS NOBLES AQUEOS
Nacidos de una mezcla entre la cultura propia de la Grecia
continental y la aportada por las invasiones indoeuropeas del II
milenio a.C., los aqueos se consolidaron gracias a un poderoso
aparato militar que los llevó a dominar el mundo egeo.
Durante el período conocido como Heládico Reciente (1600-
1100 a. c.) se desarrolló en la Grecia continental la cultura
micénica, como consecuencia de la interacción entre los
pobladores heládicos y grupos de procedencia indoeuropea.
sobre todo aqueos. quienes a fines del Heládico Medio (1900-
1600 a. C) penetraron pacíficamente, trayendo consigo una
lengua desconocida que. tras sucesivas fusiones. dio origen al
griego arcaico.
Esta cultura -descubierta y bautizada por Schliemann siguien-
do el relato homérico- no fue. como se creía al principio. una civi-
lización con unidad política sino una serie de principados o
ciudades-Estado con rasgos comunes. como la lengua. De entre
estos Estados locales destacaron Micenas, Pilas y Tirinto, tanto
por su riqueza como por sus edificaciones monumentales. Su
producción artística. sin embargo, fue poco original. acaso por la
notable influencia de la cultura cretense.
Un ascenso rápido
La datación de las tumbas micénicas permitió una primera apro-
ximación cronológica a la evolución de esta cultura,
caracterizada inicialmente por el uso de las tumbas de pozo
circular del Heládico Medio. Posteriormente, su afán
expansionista los puso en contacto con otras civilizaciones, entre
ellas la minoica, de la que adoptaron las tumbas de bóveda
(tholos), pero con una estructura más rígida y sin una
direccionalidad precisa (edificios circulares).
Esta primera datación basada en la evolución de sus enterra-
mientas ha llevado a constatar el rápido progreso de esta
civilización, pero se desconoce aún cómo estos príncipes
llegaron a acumular las ingentes riquezas que los hicieron tan
poderosos. Se presume que, siendo hábiles en el uso de las
armas (la espada larga) y los carros de combate. actuaron como
mercenarios de Egipto durante la expulsión de los hicsos de este
territorio. Algunos historiadores atribuyen también sus riquezas a
la práctica de la piratería, común en el Egeo por aquellos
tiempos.
De sus predecesores heládicos, los micénicos heredaron, por
ejemplo, el mégaron - zona central de culto, alrededor del cual
crecieron sus edificaciones. De Creta adoptaron la decoración
mural, pero añadieron a la temática naturalista minoica las
escenas de guerra y de caza, así como el modelado de los
detalles, el realce de las formas y el vigor del contenido, propios
de una cultura en la que la violencia y la fuerza eran valores en
alza. En la pintura al fresco y en el arte industrial pervivieron los
modelos cretenses, aun cuando las formas fueron más duras y
más toscas.
Grandes palacios
Pero el elemento más característico de esta civilización reside
en la construcción de palacios y fortalezas con muros de
dimensiones ciclópeas. que empezaron a aparecer entre el 1400
y el 1200 a. c., durante la mayor expansión rnicénica por la
Grecia continental, incluyendo Tesalia y los límites del Épiro en
el este. Para los historiadores, su estructura es un símbolo del
poder coercitivo que ejercióel mundo micénico en las regiones
por donde se expandió.
Tras la destrucción de los palacios de Creta y el fin de la cultura
minoica, el poderío micénico se extendió por el Mediterráneo
(asentamientos en las Cícladas. Asia Menor, Ugarit. Rodas.
Chipre y Sicilia) mientras crecía su población gracias al aumento
de la producción agrícola. En este momento, los príncipes más
poderosos iniciaron la construcción de enormes fortalezas:
Tirinto y Micenas (que amplió sus murallas con la construcción
de la Puerta de los Leones) en la Argólide; Pilas, de dará
influencia minoica, en Mesenia; Tebas y Orcómeno, en Beocia;
Yolcos, en Tesalia; y Atenas en el Ática, donde después se
erigieron las murallas ciclópeas de la Acrópolis.
Los textos hititas del siglo XIII a. C. hablan con respeto del país
de Akhiyawa - que, se supone, alude al país de los aqueos-, a
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cuyo rey el soberano hitita se dirige con el titulo de "mi
hermano". Se sabe asimismo que hubo una relación intensa con
Egipto, aunque limitada al intercambio de metales y piedras
preciosas.
Cronología
1900-1600 a. C.» Migración de los indoeuropeos desde Anatolia
hacia la Grecia continental. Gestación de la cultura micénica.
1600-1500 a. C. » Heládico Reciente o Micénico I. Período de
las tumbas de fosa y de corredor, ricas en máscaras y armas.
1500-1400 a. C. » Micénico II. Predominio de la civilización micé-
nica, potencia del Egeo. Período de los tholos de influencia
minoica.
1400-1300 a. C.» Micénico III A. Ocupación micénica de Cnosos
y adopción del legado artístico de la cultura minoica como
propia.
1400-1240 a. C.» Micénico III B. Se construyen grandes
fortalezas y palacios en todo el continente. Inicio de la escritura
lineal B.
1250-1240 a. C. » Guerra de Troya. Saqueo e incendio de la
ciudad. Coincide con el incendio de algunos enclaves micénicos.
1240-1100 a. C. » Destrucción total de los palacios micénicos y,
a continuación, colapso definitivo de su civilización.
1100 a. C. » Inicio de la Edad Oscura griega. Introducción del
hierro en el Peloponeso y desaparición de la escritura micénica.
La escritura lineal B
Además de las fuentes puramente monumentales y artísticas,
los textos hallados en las tablillas de arcilla descubiertas en
Cnosos y Pilas han ayudado al conocimiento del mundo
micénico.
Identificada como lineal B, para distinguirla de la silábica
minoica, esta escritura fue descifrada en 1952 como una forma
arcaica del griego antiguo.
A diferencia de las tablillas minoicas del lineal A, que solo
parecen ofrecer datos contables, las tablillas micénicas, que
constituyen también un eficiente sistema de contabilidad, ofrecen
información de gran valor sobre la economía, la estructura social
y el mundo religioso de esta civilización. Indirectamente, los lis-
tados de personas, bienes y propiedades revelan el sistema de
tenencia de la tierra, la ordenación de las tropas y la jerarquía de
los dioses y las diosas objeto de culto.
Pero, al igual que en Creta, tampoco nos ha llegado en este
caso la identidad de sus gobernantes, algunos de cuyos
nombres más conocidos pertenecen a la leyenda homérica o a
posibles interpretaciones de los textos hititas.
Estructura jerárquica
Gracias a las fuentes documentales y arqueológicas, se ha
deducido la organización social y política de los Estados aqueos
en su momento de, auge. Formaban sociedades palaciales con
una economía muy centralizada y una sociedad jerarquizada en
cuya cima estaba el jefe o caudillo guerrero (wanax), secundado
por una especie de lugarteniente (lawagetas). Alrededor de ellos
se movían los nobles (equetai), clase dirigente que vivía en los
recintos del propio palacio. Los terratenientes locales (telestái) y
los gobernadores (Koreteres) tenían a su cargo la administración
del territorio circundante. En la base de esta pirámide social
estaba el pueblo (damos) formado por artesanos -que trabajaban
para el palacio- y campesinos, arrendatarios de parcelas de cuyo
cultivo debían dar estricta cuenta al gobernante. De los esclavos,
en su mayor parte eran mujeres al servicio de los nobles y del
culto religioso.
El colapso del mundo micénico
Nacida en un mundo convulsionado por frecuentes invasiones,
conflictos internos y migraciones, desde sus orígenes la cultura
micénica parecía estar condenada a luchar para sobrevivir. Las
fortalezas ciclópeas construidas en plena época de esplendor
hacen pensar ya en el peligro que acechaba a los aqueos.
Asimismo, el arte de este período acusa inseguridad y
decadencia. Incluso muestra ya los primeros indicios del arte
geométrico que caracterizaría a la Edad Oscura posterior. El
empobrecimiento y el provincianismo de las ciudades micénicas
hacia mediados del siglo XIII a, C. señalan también la de-
cadencia de esta cultura, en coincidencia con una serie de
destrucciones en cadena en toda la cuenca oriental del
Mediterráneo, Se ha explicado como resultado de las invasiones
dorias o de los Pueblos del Mar, pero no hay pruebas
arqueológicas de su presencia, por lo que se ha creído también
que pudo tratarse de un desastre natural o de un levantamiento
popular generalizado, o todo ello en conjunto. Lo cierto es que el
declive y el retroceso material y cultural fueron tan graves que la
civilización heládica tardó varios siglos en recuperar su vigor
anterior.
CAPITULO 4 TROYA LA CIUDAD LEGENDARIA
Mucho antes de ser excavada la colina de Hissarlik, el nombre
de Troya había ocupado -y ocupa aún la mente de muchos
eruditos, para quienes, pese a los hallazgos, la existencia de
esta ciudad sigue ubicándose en la frontera entre el mito y la
historia. Situada entre la leyenda y la historia, la existencia de
Troya ciudad inmortalizada en los cantos homéricos continúa
siendo causa de polémica entre los investigadores, que no han
conseguido confirmar aún si el sitio descubierto por Heinrich
Schliemann en la colina de Hissarlik (Turquía) corresponde
realmente a la ciudad sitiada e incendiada por los aqueos,
probablemente en el año 1250 a. e Esta ciudad fortificada surgió
junto al estrecho de los Dardanelos, que separa Europa de Asia
Menor, y durante su historia fue escenario de continuas luchas,
conquistas y... hasta de ocho reconstrucciones en el mismo
emplazamiento.
El origen étnico de los habitantes de estas ciudades
superpuestas es tan oscuro como el nombre real del lugar. Los
arqueólogos tienden a considerarlos indoetiropeos, en sus
últimas fases, y minorasiáticos, en las primeras. De esta teoría
es partidario el arqueólogo Manfred Korfinann -que actualmente
excava en la zona-, quien respalda el posible origen hitita de
Troya, que se llamaría Wilusa.
En cuanto a sus fuentes de riqueza, se presume que la principal
era el cobro de una especie de peaje a las embarcaciones que
cruzaban el estrecho. Las fortificaciones ciclópeas que rodeaban
la ciudad desde sus primeros tiempos servían para protegerla
del asedio de los pueblos vecinos, que ambicionaban arrebatarle
el control del comercio en los Dardanelos.
La guerra de Troya
En el II milenio a. C, la sexta ciudad (Troya VI) había alcanzado
el punto culminante de su poder e influencia. Mantenía importan-
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tes relaciones con el mundo egeo -que empezaba a ser
dominado por las grandes invasiones indoeuropeas- y con los
reinos del interior de Anatolia, entre ellos el reino mitanio y el
imperio hitita. Hacia el año 1300 a. e, un fuerte terremoto
destruyó esta floreciente Troya, cuyas fortificaciones fueron
reconstruidas al ser levantada por séptima vez.
Esta última fase se considera la Troya de Príamo; la ciudad que,
según los cantos homéricos, fue atacada y asediada durante
diez años por una coalición de pueblos aqueos que vengaron así
el rapto de Helena, cuñada de Agamenón, rey de Micenas. Eso
explica la leyenda. Las investigaciones históricas señalan que la
epopeya de la guerra de Troya quizá representa la versión
magnificada y deformada de una de las operaciones de saqueo
emprendidas por una coalición de reinos micénicos en busca de
botín fácil y riquezas.
Aunque también se cree que los atacantes pudieron ser grupos
indoeuropeos venidos del norte; o hasta los Pueblos del Mar,
cuya súbita y devastadora acción se sitúa en esta época. El
rapto de Helena como detonante tampoco se ha descartado,
dada la importancia de la mujer en las sociedades tradicionales,
aunque lo cierto es que tanto la historicidad de la guerra de
Troya como la existencia misma de la ciudad son aún algunas
de las cuestiones más discutidas por los investigadores de este
periodo de transición de la historia griega.
CAPITULO 5 LA INVASIÓN DORIA Y LA EDAD OSCURA
Colapso o invasión exterior, cualquiera que fuera la causa que
desmoronó el poderío micénico, los supervivientes se hundieron,
entre los siglos XII y VIII a. c., en una época pobre, ignota e
iletrada que los empujó a la emigración hacia la costa asiática.
Desde fines del II milenio a. c., el mundo egeo y todo el
Mediterráneo Oriental sufrieron las oleadas migratorias de
ciertos pueblos que, por su heterogeneidad, se engloban en las
llamadas mígradones egeas o -según los textos egipcios- en los
Pueblos del Mar, a quienes se ha atribuido la desaparición del
imperio hitita en Asia Menor, del mundo micénico en Grecia y del
Imperio Nuevo en Egipto.
Se ha tratado de explicar estas grandes migraciones como el re-
sultado de masivos desplazamientos provocados por el
crecimiento demográfico que experimentaron los pueblos de
Europa Central hacia el siglo XIII a. C. En su expansión,
provocaron el desplazamiento en cadena de otros pueblos. Por
lo que respecta a Grecia, según la versión clásica, los ilirios, que
vivían en las costas del Adriático, obligaron a los dorios,
asentados en el noroeste de la península desde principios del II
milenio a. c., a emigrar hacia el sur.
La "invasión" doria
De acuerdo con esta versión, los dorios y otros grupos de
griegos nor occidentales, poseedores de la tecnología del hierro,
irrumpieron violentamente y destruyeron la poderosa civilización
micénica. Luego, las fortalezas aqueas de la Argólida y Laconia,
en el Peloponeso, se convirtieron en los centros del poder dorio,
que posteriormente se extendió por las Cícladas, Creta, Chipre y
la costa suroccidental de Asia Menor.
Los griegos nor occidentales ocuparon Tesalia, Beocia, Etolia,
Arcadia y Elis, obligando a eolios y jonios, que habitaban estas
zonas desde principios del 11 milenio a. c., a refugiarse en el sur
y en el este.
Sin embargo, a la vista de la ausencia de hallazgos
arqueológicos que puedan atribuirse claramente a los invasores
dorios, se tiende a considerar la "migración doria" como una
consecuencia, más que como una causa, del derrumbamiento
de los reinos aqueos. Así, es probable que, como resultado de la
decadencia del mundo micénico posiblemente causada por una
interacción de elementos negativos como desastres naturales,
escasez de alimentos y rebeliones internas-, los dorios pudieran
introducirse fácilmente en el territorio griego en busca de nuevas
tierras y desalojar o someter a la población que habitaba estas
regiones.
También existe la posibilidad de que los dorios hubieran llegado
al Peloponeso mucho antes del siglo XII a. C. y formaran parte
del mundo micénico como miembros de una clase inferior; y que,
aprovechando la crisis, se rebelaran contra este dominio. El
historiador y lingüista británico John Chadwick, uno de los
descifradores de la escritura lineal B, ha planteado esta teoría
basándose en el hecho de que el nombre micénico dado a los
esclavos era dorea.
Algunas zonas, como Mesenia, sufrieron brutalmente el impacto
de las destrucciones y se despoblaron. Otras, como Acaya, el
Ática o Eubea, se mantuvieron sin grandes cambios, aunque su
población aumentó con la llegada de refugiados hacia el año
1000 a. C. A la búsqueda de mejores posibilidades de
subsistencia, eolios y jonios cruzaron el Egeo y se instalaron en
las islas de Lesbos, Quíos y Sarnas o en el litoral de Asia Menor,
donde ocuparon antiguas plazas aqueas como Mileto, o
fundaron nuevos asentamientos.
La migración de los pueblos griegos hacia Oriente es una de las
consecuencias más importantes del confuso periodo, bautizado
como la Edad Oscura, que siguió al desmoronamiento de las
estructuras micénicas y que se caracteriza tanto por la falta de
restos documentales como por el propio estancamiento material
y cultural.
Posteriormente, en el siglo IX a. c., la región de Asia Menor co-
nocida tradicionalmente como Jonia, por ser este grupo lingüísti-
co el más activo en su colonización, fue la más poblada del mun-
do griego y tuvo una gran influencia sobre la organización
política de la península griega con la exportación del modelo de
las polis y la adopción del alfabeto fenicio como base de la
escritura. Además, aunque en los primeros siglos de la Edad
Oscura la inactividad comercial permitió el auge de los
mercaderes fenicios, posteriormente, gracias al influjo de estos,
también se desarrollaría en Jonia la vocación naval de los grie-
gos, quienes, a partir del siglo IX a. c., convirtieron el Egeo en su
mar interior. Además de la interrupción de las comunicaciones,
el hundimiento de la civilización micénica implicó también la
fragmentación política, la aparición de marcadas diferencias
económicas entre los territorios de la península griega, el
hundimiento del sistema monárquico -reservado prácticamente a
las zonas más periféricas y fronterizas como el Épiro y
Macedonia y el ascenso de una aristocracia rural que basaba su
predominio en la propiedad de la tierra, las cosechas y el
ganado, especialmente el equino, símbolo de ostentación
económica.
De acuerdo con las teorías de la "invasión", los recién llegados
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establecieron relaciones diversas con la población autóctona. En
el Peloponeso, algunos fueron convertidos en esclavos (ilotas)
por los dorios, mientras que otros formaron parte del grupo de
campesinos (periecos) relegados a tierras poco codiciadas. En
cambio en otras regiones, como Tesalia, invasores e invadidos
se agrupan en la misma estirpe (phylé).
Descendiente de los dioses
El noble, o bien nacido (eupátrida), decía descender de dioses y
héroes, admitía el gobierno asambleario, pero despreciaba y
manipulaba al pueblo (demos), que no tenía tierras. Los más
poderosos (aristoi, 'los mejores') convocaban al demos para
obtener su respaldo por aclamación solo después de haber
tomado ya las decisiones en un círculo restringido.
Para legitimar su autoridad sobre los territorios conquistados,
esta sociedad mantuvo una continuidad con el pasado micénico,
que se refleja en la adopción del ideal heroico de los caballeros
micénicos y en la creación de una monarquía hereditaria cuyo
origen se atribuyó a los nobles aqueos (Heráclidas), así como en
los nombres de los dioses y en el uso de títulos como basileus,
que en tiempos micénicos designaba solo a un jefe local, y que
en esta época pasó a señalar al rey.
La aristocracia creó y acuñó además el concepto de areté como
meta suprema de la ética: incluía el valor, la fuerza, la astucia, la
liberalidad, la justicia y las formas de comportamiento adecuadas
a su Estado. Las grandes migraciones registradas durante el
llamado período submicénico coincidieron en Grecia con
innovaciones importantes en la vida de las gentes. Una de ellas
fue la aparición del hierro, un nuevo metal que empezó a sus-
tituir al bronce en la fabricación de armas y enseres domésticos,
y que se impuso tanto por la relativa facilidad con que podía
encontrarse en suelo griego como por la interrupción del
comercio con Oriente, habitual proveedor de cobre y estaño
durante los siglos XII y XI a. C. Otra novedad importante, atri-
buida a los inmigrantes fue la sustitución del enterramiento por la
cremación de los cadáveres, y la adopción de sepulcros
individuales de cista en lugar de las tumbas colectivas y tholos
micénicos. El fin del centralizado sistema palacial acarreó
también la desaparición de la especializada clase de los escribas
y, por tanto, de la escritura micénica.
En la mayor parte de Grecia, los asentamientos redujeron su
tamaño. Desaparecieron las grandes ciudades fortificadas del
período anterior y se convirtieron en pequeñas aldeas pobres,
dispersas y transitorias, como reflejo de la inestabilidad del
período, y primitivas ciudades en las que surgió la cerámica
protogeométrica, hecha a mano, ya que la movilidad de las
comunidades impidió la creación de talleres de alfarería.
Con el arte protogeométrico se inicia la época helénica
propiamente dicha, si bien la Edad Oscura abarca el período
comprendido entre el 1100 y el 800 a. C. Hacia el 900 a. c., se
registra un renacimiento cultural que tiene como punto focal el
Ática, con Atenas como centro de las comunicaciones con el
exterior, principalmente con las islas del Egeo, Chipre y Jonia,
desde donde se importa el modelo de la polis o ciudad Estado.
Los nobles se establecen en torno al castillo del rey, rodeados
por artesanos y comerciantes, y los campesinos del entorno,
junto con los habitantes de la ciudad, defienden sus muros.
Poco a poco, las ciudades Estado griegas adquieren una triple
independencia: económica (autarkeia), ciudadana (autonomía) y
en política exterior (eleutheria). Tales fueron los fundamentos de
las libertades griegas. Además, la aparición de las polis divide
Grecia en un sinnúmero de estructuras políticas independientes,
y cada ciudad recibe el nombre de sus habitantes: Atenas es la
"ciudad de los atenienses" .
Despertar cultural
Las primeras muestras de la evolución cultural de los griegos se
encuentran en la cerámica y en la escultura -que se difunden
desde Atenas al resto de las ciudades griegas-, pero sobre todo
se hizo evidente con la adopción de un nuevo sistema de
escritura basado en el alfabeto fenicio. Sin embargo, la aparente
unidad cultural no fomentó la unión política.
La división se mantuvo en las divergencias en el uso de los sig-
nos del alfabeto, en la adopción de las diferentes monedas y en
la formación de dialectos locales que luego dibujarían el mapa
lingüístico griego: dorio, jonio, eolio, ático y arcadio-chipriota.
También se mantuvo este carácter disperso, típico del período
geométrico, en la diversidad de los cultos locales, con sus fiestas
y hasta en los calendarios, ya que unos contaban los años a
partir de la destrucción de Troya y otros a partir de la sucesión
de los funcionarios importantes.
Todas estas diferencias regionales han permitido establecer cri-
terios de cronología relativa en la evolución de estos pueblos,
sus relaciones y la supremacía de unos sobre otros, pero no han
servido para trazar una evolución continuada sobre los
acontecimientos de este largo período.
Esta continuidad argumental la proporciona, en cambio, la epo-
peya homérica, que recogiendo la tradición oral épica de los
cantores (aedos) construyó la historia griega remontándose
desde el siglo VIII a. C. (fecha de su compilación definitiva)
hasta la época micénica de la guerra de Troya, en el caso de La
Ilíada, y del retorno de los aqueos victoriosos a su patria, en el
de La Odisea.
Su influencia unificadora fue decisiva para los griegos helénicos,
que convirtieron las obras de Homero en su patrimonio común y
en la fuente de su educación cívica y moral. A pesar de que los
hechos que narran ambos cantos pertenecen básicamente a la
ficción, las descripciones y hasta los anacronismos, cuando el
poeta introduce elementos de la vida cotidiana de su tiempo,
constituyen un documento imprescindible para el estudio de toda
esta época sin historia oficial.
Homero (Siglo IX a. C.)
Poco se sabe del más famoso poeta griego, a quien se atribuye
la autoría de La Iliada y de La Odisea. Se cree que nació en el
siglo IX a. C., y ya en la Antigüedad siete ciudades se
disputaban el honor de haber sido su cuna. Según la tradición,
fue un rapsoda ciego que nació en Esmirna, en la costa jonia, y
que cantaba sus poemas en fiestas y banquetes. Sus oscuros
orígenes han avivado siempre el debate sobre su persona y su
obra. En el pasado se llegó a dudar de su existencia, y aún hoy
persiste la duda sobre si sus poemas fueron obra de uno o de
varios autores.
Cronología
s. XII-XI a. C. Período submicénico. Fin de los reinos
micénicos. Introducción de la metalurgia del hierro. Cambios en
los usos funerarios: cremación y enterramientos individuales en
cistas en vez de los tholos colectivos.
s. XI-X a. C. Período protogeométrico. Aparición de la
cerámica protogeométrica en el Ática. Se inician las migraciones
de jonios y eolios hacia las Cícladas y las costas de Asia Menor.
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s. X-VIII a. C. Período geométrico. Cerámica geométrica.
Consolidación de los dialectos griegos. Dominio del Egeo.
Adopción del alfabeto fenicio. Homero y La lliada, y juegos
olímpicos (776 a. C.)
CAPITULO 6 FLORECIMIENTO Y EXPANSIÓN DE LA POLIS GRIEGAS
Tras la invasión doria, sobre las ruinas de los grandes reinos
micénicos apareció un sinfín de Estados que compartían, pese a
su independencia política y económica, una lengua y una
cultura. Grecia entraba así en el período arcaico de su historia.
Durante la época oscura que siguió a la decadencia y de-
saparición de la civilización micénica, los griegos se dividieron
en pequeñas comunidades que, en el siglo VIII a. c., evolucio-
naron hasta convertirse en ciudades-Estado totalmente indepen-
dientes: las polis. La accidentada orografía del país contribuyó
de forma decisiva a este proceso de fragmentación política,
puesto que la mayor parte de asentamientos se situaron en
territorios costeros de difícil acceso y en valles rodeados por
escarpadas montañas.
Al mismo tiempo que las polis se constituían en la principal uni-
dad política, social y económica de Grecia, no obstante, surgió
también en el Egeo un sentimiento de conciencia nacional
fomentado por la existencia de una lengua y de una religión
comunes para todos los grecoparlantes. Los lazos culturales que
unían a las diferentes comunidades grecoparlantes originaron la
aparición de una identidad colectiva ligada al término hellas
-Heláde--, palabra que los griegos utilizaban para describir todo
aquello que los definía como nación y los distinguía de los
pueblos extranjeros.
Pero la identidad racial e intelectual que exhibían orgullosamente
los habitantes de las distintas ciudades griegas jamás se tradujo
en la fundación de un Estado unificado. La rivalidad existente
entre las diferentes polis y la convicción de que el reducido
tamaño de estos Estados era el idóneo para practicar una
política adecuada hizo que su independencia se mantuviera
prácticamente inalterable durante siglos.
El poder de la aristocracia
En sus albores, las diferentes ciudades-Estado estuvieron
dominadas por caudillos militares -los basileus-, quienes en
muchos casos ejercieron también la autoridad religiosa y judicial.
A mediados del siglo VII a. C.,sin embargo, el gobierno de tipo
oligárquico se impuso progresivamente sobre el monárquico.
Así, el poder político pasó a manos de asambleas formadas por
representantes de las familias locales más ricas e influyentes
-los eupátridas-. Para hacer efectivo su poder, las asambleas
elegían cada año a un determinado número de magistrados de
entre los eupátridas. Ellos eran los encargados de dirigir el
ejército y llevar los asuntos religiosos, entre otras
responsabilidades. En algunas ciudades-Estado, determinados
cargos quedaron en manos de las antiguas casas reales, ya que
estas siguieron ocupando un lugar destacado entre la elite
social.
Los miembros de la clase dirigente que se referían a ellos mis-
mos como "los mejores" (aristoi), detentaban el poder económico
además del político, monopolizando casi en exclusiva la
posesión de la tierra. Debido al enorme coste que suponía
comprar las armas y armaduras de metal necesarias para el
combate, además, eran los únicos que podían intervenir en las
guerras. Por su parte, el pueblo gobernado -el demos- solo parti-
cipaba en la vida pública cuando era requerido por la asamblea
aristocrática. De esta manera, quedaba al margen de cualquier
responsabilidad política.
El sistema aristocrático -literalmente, el “gobierno de los me-
jores” - desarrollado en las ciudades-Estado griegas, se
legitimaba en la tradición y en la existencia de círculos de
parentesco hereditarios. Todos los ciudadanos, ya fueran
terratenientes o meros campesinos, quedaban integrados desde
su nacimiento en diferentes tribus (phyle), divididas a su vez en
comunidades formadas por los descendientes de un héroe o de
un dios ancestral (fratías). Esta rígida estructura social, de
carácter supralocal, permitió justificar durante décadas el
predominio y la capacidad de liderazgo de la aristocracia griega.
Con el paso del tiempo, sin embargo, diferentes factores conflu-
yeron para desestabilizar el orden político y social existente. En
primer lugar, la consolidación del comercio y de la artesanía
como actividades generadoras de riqueza hicieron prosperar a
ciudadanos que no pertenecían a las gran_ des familias y que,
pese a su poder económico, carecían de derechos políticos. En
segundo lugar, el progresivo empobrecimiento de los
campesinos hizo que muchos de ellos acabaran convirtiéndose
en esclavos al no pagar sus deudas, lo que provocó el incre-
mento de la tensión social en el campo y el estallido de numero-
sas revueltas. Finalmente, la necesidad de reclutar
continuamente soldados, junto con el desarrollo de una nueva
estrategia de combate que requería armamento menos costoso
-la falange hoplita- forzó la incorporación en los ejércitos de
ciudadanos no aristócratas que acabaron, a cambio de su
esfuerzo, pidiendo el reconocimiento de sus derechos políticos.
En este contexto, para resolver la crisis política y social que
amenazaba con desembocar en una guerra civil, en algunas
polis se tomó la decisión de dar respuesta a las exigencias
reformistas de las clases inferiores y medias, y se impulsaron
medidas en favor de una mayor justicia social. Para redactar las
nuevas leyes, las ciudades eligieron a magistrados extraor-
dinarios. Ellos, dotados de poderes especiales, se ocuparon
también de mediar en los múltiples conflictos existentes.
Así aparecieron legisladores como Zalenco (683 a. C), de
Lacres, y Carondas (630 a. C), de Cantana, quienes optaron por
distribuir de forma más equitativa el poder político entre los
ciudadanos. También destacó la legislación aristócrata del
ateniense Dracón, primera de la ciudad, cuyo código subordinó
el poder de las tribus a la justicia del Estado.
Los más importantes legisladores del mundo griego arcaico, no
obstante, fueron el legendario Licurgo de Esparta -probablemen-
te del siglo VIII a. c. y sobre todo Solón; quien a principios del si-
glo VI a. C. redactó una constitución para Atenas. En su gobier-
no, para zanjar el problema de las rebeliones, el magistrado
decidió poner fin a las injusticias que sufrían los pequeños
agricultores y suprimió los excesivos impuestos que soportaban;
canceló sus hipotecas, abolió la esclavitud por endeudamiento y
devolvió la libertad a los campesinos que la habían perdido. Con
el fin de igualar a los nuevos ricos con la antigua clase
terrateniente, además, modificó las instituciones políticas de la
ciudad y estableció nuevas leyes que debían ser cumplidas por
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todos los ciudadanos, independientemente de su origen y
posición social. Con su reforma, Solón estableció las bases
sobre las que posteriormente surgiría la democracia en Atenas.
Pese a los intentos reformadores de los magistrados, o bien al
margen de estos, los conflictos sociales y las luchas políticas
pervivieron en muchas ciudades griegas. Entre los siglos VII Y
VI a. C. esto fue aprovechado por diferentes personajes
aislados, casi siempre aristócratas, para usurpar el poder y
acabar con el gobierno de las oligarquías locales. La aparición
de los llamados tiranos -palabra de origen asiático que origi-
nalmente significaba “señor neutral” coincidió con el fin de la
unidad de los grandes grupos aristocráticos, que en muchas
polis acabaron rivalizando y enfrentándose entre sí para
conseguir la supremacía política.
La época de la tiranía
En la mayor parte de los casos, los tiranos llevaron a cabo
políticas populares yen contra de las familias aristocráticas
tradicionales, lo que les hizo ganarse el apoyo del pueblo.
También impulsaron la construcción <;le suntuosos templos,
edificios y todo tipo de obras públicas, lo que permitió dar trabajo
a buena parte de la población y aliviar el problema del creci-
miento demográfico.
Para fortalecer su popularidad y prestigio, además, recurrieron
con frecuencia a la guerra contra los Estados rivales y
organizaron fiestas religiosas en las que, a diferencia del
pasado, se permitió participar a todos los ciudadanos, sin
distinción de clase o rango. Este fue el caso de Polícrates, tirano
de Sarrios; de Euftón de Sición, en Arcadia; y de Fidón, de la
polis de Argos, quien introdujo el sistema de pesas babilónico en
Grecia -lo que permitió mejorar el comercio- y derrotó a los
espartanos en la batalla de Hisias (699 a. C). Otro tirano
destacado fue Cipselo, patriarca de Corinto, quien, tras derrocar
por la fuerza a los oligarcas de su ciudad (657 a. C), confiscó
sus propiedades y los desterró. A su muerte fue sucedido por su
hijo Periandro, quien redujo los impuestos y abolió la esclavitud.
La familia de Cipselo rigió Corinto durante 77 años.
El gobierno absolutista ejercido por los tiranos generalmente
aportó grandes beneficios a las ciudades; y, al igual que hicieran
los legisladores constitucionales, fomentó la creación y reforma
de leyes para mejorar el sistema jurídico y la convivencia
ciudadana. Muchas veces los tiranos se limitaron a sustituir a los
magistrados por amigos o familiares, respetando
escrupulosamente la constitución vigente.
Salvo contadas excepciones, no obstante, la tiranía fue tan
intensa como breve -solo en Sición se prolongó más de un
siglo-. Penetró en el vacío de poder que acababa de producirse;
aprovechó el momento y fue finalmente eliminada, a menudo
también por medios violentos, cuando dejó de ser necesaria. Ni
reformistas ni tiranos lograron poner fin a la crisis política y
social existente, y la estructura del Estado en Grecia tuvo que
seguir evolucionando.
Las grandes colonizaciones
Por otra parte, debido al exceso de población, a los disturbios
sociales y, desde luego, a los intereses comerciales, hacia el
año 750 a. C. las ciudades-Estado griegas iniciaron un periodo
de colonización que se extendió durante dos siglos. Las
principales colonias (apoikios) se establecieron en las costas de
España, Italia, Sicilia y en el mar Negro; las colonias de Egipto y
de Cirene, en el norte de África, fueron una excepción. El mar
Negro se convirtió en Pontos Euxeinos -- 'mar hospitalario'- y las
nuevas ciudades del sur de Italia y de Sicilia se aplicaron pronto
el orgulloso nombre de Magna Grecia.
En un principio, los que afrontaron el riesgo de buscar nuevo
suelo en tierras extranjeras fueron labradores en busca de
campos de labor. Las ciudades-madre (llamadas metrópolis)
planeaban los viajes hasta el más mínimo detalle, equipaban a
los colonos con todo lo necesario y, para dirigir al grupo y fundar
las nuevas ciudades, ponían a un aristócrata (oikistes) al frente
de la empresa.
Al llegar a su destino, el jefe de la expedición buscaba un lugar
fácil de defender y con puerto natural; posteriormente, repartía la
tierra en lotes iguales. Los colonos pioneros, en muchos casos
se convirtieron en importantes terratenientes y aristócratas
coloniales; por derecho, a ellos les correspondieron las mejores
tierras.
Así, a lo largo del Mediterráneo fueron surgiendo ciudades con
un contorno agrícola, a imagen y semejanza de las polis patrias.
Este fue el caso de Cumas, fundada por colonos de Calcis; de
Bizancio, poblada por ciudadanos de Megara; de Massalia, la
actual Marsella, colonizada por gente de Focea; y de Siracusa,
fundada por el corintio Arquias en Sicilia. La producción
autóctona no tardó en ponerse a disposición de los
importadores. Eran particularmente solicitados los vasos griegos,
los productos textiles y los trabajos de orfebrería en oro. De las
lejanas factorías, por su parte, Grecia importó cereales, lana,
lino, metales, maderas, ámbar y perfumes.
La provisión de trigo de las extensas regiones del mar Negro tu-
vo una excepcional importancia para las metrópolis. El bajo
precio de las importaciones, además, provocó una
transformación en la estructura agraria griega: muchos
terratenientes se dedicaron desde entonces al cultivo de olivares
y no faltaron las repercusiones sociales: pequeños campesinos,
por ejemplo, no pudieron competir con las importaciones de
grano y, tras perder sus escasas posesiones, acabaron
sumándose a la cada vez mayor población de esclavos.
Conflictos e influencias
Significativamente, los griegos permanecieron en la costa del
país extraño y rehuyeron todo conflicto con la población
autóctona. Además, evitaron competir comercialmente con otros
pueblos con intereses en el Mediterráneo. Con el tiempo, sin
embargo, la expansión griega generó conflictos y, en el año
535.a. c., por ejemplo, los cartagineses y los estruscos unieron
sus flotas para acabar con la piratería que ejercían los griegos
desde Córcega e impedir, de paso, la colonización de la isla
(batalla de Alalia). Al principio las colonias dependían
políticamente de la metrópoli; algunas estaban incluso obligadas
a un tributo anual. Aun en los casos en que la ciudad filial se hu-
biese independizado de la ciudad fundadora -la mayoría de ellas
acabaron por convertirse en comunidades independientes, con
responsabilidad propia-, se mantuvo una cierta vinculación entre
ambas: la colonia conservaba las costumbres y los cultos de la
metrópoli, y la ayudaba en casos de peligro. Algunas colonias
fundaron a su vez colonias subalternas, en las que, sin embargo,
persistieron también los rasgos característicos de la metrópoli.
En este sentido, de todas las regiones colonizadas por los
griegos, Sicilia fue una de las que más prosperó. Hacia el 500 a.
c., prácticamente todas las polis de la isla estaban gobernadas
por tiranos, algunos de los cuales, como los de Akragas -la
actual Agrigento-, además de hacer prosperar el comercio y la
cultura, llevaron a cabo victoriosas campañas expansionistas.
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El creciente poder de los tiranos helenos en la Magna Grecia
hizo reaccionar a los cartagineses: tras pactar con los persas
una coalición contra la expansión griega, ordenaron a sus tropas
de mercenarios invadir Sicilia. El contingente. dirigido por el
general Amílcar, fue derrotado por los griegos en Rimera (480 a.
C). Seis años más tarde, los etruscos correrían la misma suerte
en Cumas.
Mediante la colonización y el comercio, todo el ámbito medite-
rráneo se familiarizó con la cultura helénica; y al mismo tiempo.
las culturas extranjeras influyeron en la griega -la egipcia, muy
especialmente, pero también la babilónica e incluso la india-.
Grecia amplió así los horizontes culturales de un mundo que
llevaba siglos de existencia aislada.
Ciudades que hicieron historia
Del esplendor de las polis, de las que Atenas, Corinto y Esparta
son las más conocidas, así como de sus colonias, hoy solo
quedan algunos vestigios. Durante siglos, no obstante, estas ciu-
dades-Estado destacaron como centros culturales y artísticos.
1. Megara: Esta ciudad del Ática compitió durante toda su his-
toria con la vecina Atenas. Alcanzó gran prosperidad en el
siglo VII a. C. y fundó varias colonias en el mar Negro.
2. Argos: Fundada durante la Edad del Bronce, mantuvo Una
dura pugna con Esparta por el control del Peleponeso. En
el 494 a. C. fue conquistada por Cleomenes I de Esparta y
decayó.
3. Egina: La isla frente a Atenas se convirtió en un próspero
Esta. do tras la conquista doria, siempre en conflicto con la
capital de Ática. En el año 431 a. c., fue despoblada por los
atenienses.
4. Tebas: Enemiga acérrima de Atenas. la capital de Beocia
ya tuvo importancia desde la época protohistórica. Alcanzó
su esplendor en el siglo IV a. C.
5. Éfeso: Fundada por los jonios hacia el 1000 a. c., fue una
de las polis más importante de Asia. Poseía el Artemisón.
una de las siete maravillas del mundo.
6. Mileto: Colonizada por los jonios, se convirtió en un impor-
tante centro colonizador desde el siglo VIII a. C. Patria de
hombres sabios: Tales, Hecateo, etc.
7. Siracusa: Colonia fundada por los corintios en el año 734
a. c., la conquistó el tirano Gelón de Gela en el siglo V a. C.
Desde entonces se convirtió en la polis más importante de
Sicilia.
CAPITULO 7 ATENAS EL LARGO CAMINO A LA DEMOCRACIA
Al margen de cualquier tipo de expansión, Atenas, a comienzos
del siglo VI a. c., era una polis más dentro del fragmentado y
floreciente mundo griego. En las décadas siguientes, no
obstante, su evolución política y económica cambiaría esta
situación.
Atenas, la actual capital de Grecia, se convirtió a fines del
período arcaico en la ciudad-Estado más importante e influyente
del mundo helénico. Su liderazgo comercial. artístico y marítimo,
que alcanzó su apogeo tras la victoria conseguida sobre los
persas en el siglo V a. c., estuvo estrechamente vinculado a su
particular evolución política y social; un largo proceso que
desembocó lentamente en la instauración de la democracia
como sistema de gobierno.
Como tantas otras polis griegas, Atenas, situada en la región de
Ática, surgió como ciudad en la llamada Edad Oscura -hacia el
siglo X a. c.- y en sus primeras etapas estuvo gobernada por
monarcas que conservaban en gran parte la herencia micénica.
El nombre de la ciudad, en este sentido, se corresponde con el
de la divinidad protectora venerada por la casa del soberano:
Atenea.
La monarquía hereditaria ateniense, respaldada por los princi-
pales nobles de la región, se mantuvo hasta principios del siglo
VII a. c., momento en que fue sustituida por el gobierno
colegiado de tres magistrados o arcontes. Estos eran elegidos
anualmente por las grandes familias de nobles de la ciudad. En
este tiempo, Atenas integró por la fuerza algunas regiones
independientes de Ática.
De los tres magistrados, el arkhon basileus era quien ejercía las
funciones sacerdotales; el arkhon palemarkhos se encargaba de
las cuestiones relativas al ejército; y el arkhon eponymos daba
su nombre al año en curso y era el responsable de las tareas de
gobierno civil. Pasado el tiempo de su mandato, los arcontes se
incorporaban al Areópago - el consejo de nobles de la ciudad-,
que detentaba el poder político en última instancia.
El colapso de la oligarquía
Este sistema oligárquico se mantuvo inalterable durante la
mayor parte del siglo VII a. c., y el único intento por implantar la
tiranía del aristócrata Cilón fracasó. En Ática, el fenómeno de la
crisis social y la superpoblación llegó algo más tarde que en el
resto de Estados griegos, lo que explica el fallido golpe de
Estado de Cilón que no recibió el apoyo de los campesinos-, y la
escasa, participación de Atenas en el fenómeno colonizador del
Mediterráneo.
Una década más tarde, sin embargo, la situación cambió radical-
mente: el endeudamiento del campesinado provocó su rebelión;
los comerciantes, cada vez más ricos pero hartos de costear los
gastos públicos, exigieron su participación en la vida política; y
las familias nobles, tras siglos de fraternal convivencia,
comenzaron a rivalizar debido al enriquecimiento de unas y al
empobrecimiento de otras.
El primer arconte que intentó poner remedio a la crisis fue Dra-
cón, quien estableció por escrito la igualdad jurídica de todos los
ciudadanos áticos y propuso castigos muy severos para aquellos
que incumplieran la ley, las proverbiales "leyes draconianas".
Sus reformas, sin embargo, no trascendieron al plano político, y
Atenas tuvo que esperar hasta el siglo VI a. c., para que
apareciera un nuevo reformador dispuesto a acometer este
propósito.
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Solón, el "árbitro imparcial" -aisymnetes- que debía corregir las
deficiencias del sistema político ateniense, era un joven de dis-
tinguida familia que había alcanzado su prestigio al conquistar la
estratégica isla de Salamina, en poder de Megara. Gracias a
esta hazaña y a su reputación política. fue nombrado arconte e
investido con plenos poderes para reformar la legislación
vigente.
Las principales iniciativas impulsadas por Solón estuvieron di-
rigidas a acabar con la tradicional división de clases de la época
aristocrática y a redistribuir los derechos políticos de los
ciudadanos. Con la nueva ordenación social. que ya no tenia en
cuenta el linaje de las personas sino su riqueza, los atenienses
quedaron agrupados en cuatro clases. definidas estrictamente
por la producción de sus tierras o la posesión equivalente de
dinero. En función de la renta. a cada clase se le adjudicaron
determinados derechos políticos y responsabilidades dentro de
los órganos de gobierno de la ciudad. Este sistema se conoce
como timocracia.
Así a partir de entonces los ciudadanos sin propiedades pudie-
ron participar en las elecciones. pero no ocupar cargos políticos;
los que poseían pequeñas o medianas propiedades. por su
parte. tuvieron acceso a cargos menores; ya los grandes
terratenientes y ricos comerciantes se les reservó el derecho de
ocupar los cargos supremos: nueve magistraturas y la
administración financiera.
La responsabilidad política del ciudadano como individuo, que
Solón consideró fundamental para garantizar la convivencia y el
orden social, y que prefigura ciertas ideas políticas de Platón, se
refleja en la propuesta que hizo de que los ciudadanos, tras
publicarse las leyes, se comprometieran a cumplirlas bajo
juramento.
Aunque la constitución del aristócrata Solón fue promulgada pa-
ra eliminar las tensiones políticas y sociales que impedían el
desarrollo de la ciudad, y no para eliminar el derecho de la clase
dirigente a gobernar para el magistrado, el problema no era que
los poderosos tutelaran al pueblo sino que lo hicieran con
justicia, su obra legal resultó determinante para que, ya en el
siglo V a. c., se estableciera la democracia más avanzada en
Atenas.
Pisístrato y Clístenes
Ahora bien: en tiempos de Solón la realidad de Grecia estaba
muy lejos del ideal del individuo político; por esto, las reformas
del arconte quedaron sin efecto en el mismo momento en que
este se retiró. Los grupos rivales no tardaron en disputarse el
poder, y se agudizaron los conflictos entre las familias nobles
que habían perdido su posición dirigente y las que lo detentaban
ahora.
Tras décadas de intrigas y luchas políticas, la crisis en Atenas se
agravó cuando, a los conflictos ya existentes, se añadieron anta-
gonismos regionales. La situación de caos generalizado fue
aprovechada por el líder de una de las facciones enfrentadas,
llamado Pisístrato, quien, tras haber fracasado en varios intentos
de golpe de Estado, conquistó la ciudad con un ejército
mercenario y proclamó la tiranía (546 a. C).
Pisístrato comprendió que Atenas no estaba todavía preparada
para aceptar el sistema político de Solón y, siguiendo el ejemplo
de otros tiranos, dirigió el aparato institucional de un modo
absolutista. Al excluir a las familias rivales de la vida pública, no
obstante, el tirano ateniense reforzó indirectamente el sistema
soloniano, que, pese a su éxito inicial, había dejado de ser
efectivo por culpa de las disputas políticas.
Durante el mandato de Pisístrato, como fue característico en las
tiranías, se destinaron ayudas al campesinado, se realizaron
obras públicas sufragadas con impuestos directos y florecieron
el arte y el comercio. El esplendor económico logrado por
Pisístrato, unido a su talante diplomático que permitió a Atenas
vivir en paz con sus vecinos, hizo que los atenienses calificaran
su gobierno como una Edad de Oro.
A Pisístrato, muerto en el 527 a.C., le sucedieron sus hijos Hi-
parco e Hipias, aunque una coalición de la familia de los alcmeó-
nidas y Esparta acabó pronto con su poder. Clistenes, quien
encabezó la revuelta contra la tiranía, se convirtió en el nuevo
"hombre fuerte" de Atenas. Tras vencer en una guerra civil a la
oligarquía reaccionaria que pretendía abolir la constitución de
Solón, introdujo nuevas reformas para evitar que las familias
aristócratas rivales de la suya pudieran hacerse con el control
político.
Así, por ejemplo, Clístenes modificó por completo la
administración territorial del Ática, e hizo lo propio con la
composición y las competencias de la asamblea de re-
presentantes {bule] de Solón. Esto, en la práctica, significó la
eliminación definitiva del viejo sistema de tribus. La bulé, en la
nueva constitución, quedó compuesta por 500 representantes,
50 por cada demarcación territorial, en lugar de los 400
propuestos originalmente por Solón, 100 por cada tribu. Con
esta nueva reforma, que otorgaba los mismos derechos políticos
a todos los ciudadanos (isonomía), Atenas daba el paso defi-
nitivo hacia la democracia.
Solón
[ 640-588a. C. ]
Considerado el primer estadista de la historia, este magistrado
ateniense está incluido entre los Siete Sabios de Grecia, junto a
Tales de Mileto, Pitaco de Mitilene, Bias de Priene, Cleóbulo de
Lindos, Quilón El Lacedemonio y Periandro de Corinto. Su
reforma de la estructura del Estado, pese a ser inicialmente
boicoteada por la aristocracia, resultó esencial para el desarrollo
de la democracia en Atenas.
Cronología
Atenas, desde su fundación al inicio del período clásico:
hasta. 900 a. C. » Los principados de Ática se funden para
formar Atenas.
683 a. C. » Los años comienzan a recibir el nombre de los
arcontes.
632 a. C. » Cilón intenta imponer la tiranía, Los atenienses se
oponen.
621 a. C. » Dracón impulsa una severa reforma de las leyes.
594 a. C. » El arconte Solón reforma la constitución ateniense.
546 a. C. » Pisístrato conquista Atenas e instaura la tiranía.
508 a. C. » Clístenes establece la isonomía en la ciudad. La
democracia ya es una realidad.
506 a. C. » Esparta penetra en Ática. Atenas resiste y expulsa al
invasor.
El destierro como castigo preventivo
Para evitar las intrigas políticas y la posibilidad de que un nuevo
tirano se adueñara de Atenas, Clístenes instauró el ostracismo
(487 a. c.). Por este, cada año se examinaba la posibilidad de
votar contra algún ciudadano sospechoso de representar un
peligro para la seguridad del Estado. En caso afirmativo, se
procedía a la votación nominal, y el ateniense cuyo nombre se
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repetía con más frecuencia tenía que abandonar la polis por un
periodo de diez años. La palabra ostracismo proviene de los
fragmentos de vasija rota utilizados a modo de papeleta para los
sufragios en las votaciones, los óstracon. En la mayor parte de
los casos, ser condenado al ostracismo no implicaba perder los
derechos ni los bienes, ni era considerado una humillación.
CAPITULO 8 EL TRIUNFO DE LA DISCIPLINA
EL TRIUNFO DE LA DISCIPLINA
Esparta, la polis fundada por los lacedemonios, se convirtió en el
único reducto oligárquico del mundo helénico. Ajena a los
cambios políticos y sociales que se sucedían en toda Grecia, la
aristocracia guerrera de la ciudad mantuvo su hegemonía
durante siglos.
Aunque el proceso de transformaciones sociales y políticas
siguió un curso parecido en todo el mundo griego, algunas polis
tradicionalistas, como fue el caso de Esparta, afrontaron la crisis
resistiéndose al cambio y defendiendo su tradición. Los altivos
habitantes de esta ciudad hallaron en la guerra la solución a la
mayor parte de sus problemas, como la escasez de tierras y,
gracias a su rígida disciplina social, evitaron la aparición de crisis
políticas internas.
Los lacedemonios, de origen dorio, se instalaron en el valle del
río Eurotas a fines del II milenio a. C. Tras someter al vasallaje a
la población autóctona, fundaron la que iba a ser capital de la
primera potencia militar del mundo helénico: Esparta. La
conquista de Laconia, no obstante, resultó extremadamente dura
y obligó a los invasores a vivir durante siglo y medio en un
estado de guerra casi permanente. Tras imponerse de-
finitivamente en la región, en el siglo VIII a. c., los espartanos se
lanzaron a la conquista de la fértil llanura de Mesenia y exten-
dieron su dominio a las regiones meridionales del Peloponeso.
Aunque Esparta destacó durante mucho tiempo por su produc-
ción artística y su alto nivel cultural, en la polis se cultivaba la
música coral y lírica, y se daban cita poetas de diferentes partes
del mundo griego, la necesidad de mantener un ejército siempre
activo y la de evitar la rebelión de la población sometida hicieron
que el modo de vida militar se impusiera progresivamente como
principio rector de las instituciones espartanas.
En la jerarquizada sociedad de los lacedemonios, los únicos ciu-
dadanos con plenos derechos eran los dorios descendientes de
la nobleza conquistadora, llamados homoioi o espartiatas.
Sometidos a su gobierno estaban los periecos, hombres libres
pero con derechos muy limitados, y los ilotas, esclavos al
servicio del Estado, en su mayor parte, los pobladores nativos de
los territorios conquistados, incluida Laconia y Mesenia. Los
ilotas, que carecían de derechos, eran tratados frecuentemente
con extrema brutalidad.
Los nobles espartiatas se dedicaban en cuerpo y alma al entre-
namiento físico y militar en tiempos de paz y a defender o
ampliar las fronteras del Estado en tiempos de guerra. A cambio
de sus servicios, el Estado les concedía tierras e ilotas para
cultivarlas. La elite lacedemonia, siempre lista para combatir,
vivía concentrada en campamentos militares y solo visitaba sus
propiedades para supervisar su buen funcionamiento.
Políticamente, Esparta se regía según las estrictas normas e
instituciones que estableció el legendario legislador Licurgo y
que, según la tradición antigua, le fueron dictadas por el oráculo
de Delfos. En su documento constitucional, conocido gracias al
escritor grecorromano Plutarco, el "sabio" lacedemonio sustituyó
la tradicional monarquía doria por una diarquía hereditaria, es
decir, dos soberanos, a la que otorgó la dirección militar y
religiosa del Estado. El gobierno de la polis, no obstante,
quedaba en manos de cinco magistrados(éforos), elegidos
anualmente por la gerusía o consejo de ancianos. Los
sexagenarios miembros del consejo, a su vez, eran nombrados
por aclamación en la asamblea de pueblo (apelIa), de la que
formaban parte todos los hamoioi mayores de 30 años.
Debido a la rigidez y severidad del mundo espartano, cuando en
el siglo VII y VI a.C. las transformaciones económicas sumieron
a Grecia en una profunda crisis, los gobernantes lacedemonios
aplicaron disciplina donde otros concedían reformas;'fomentaron
la austeridad en detrimento del desarrollo comercial y cultural; y,
fieles a la constitución de Licurgo, convirtieron Esparta en una
ciudad guerrera, tan poco hospitalaria como poderosa.
La innegable superioridad militar les permitió, a mediados del
siglo VII a.C., acabar con los alzamientos en su propio territorio
(Segunda Guerra Mesenia) y, ya en el siglo VI a.C.,extender sus
fronteras a costa de algunos Estados vecinos, como Argos. Su
posición hegemónica en Hélade, se confirmó poco después,
cuando, gracias a una hábil maniobra diplomática, consiguió la
alianza de algunas de las polis más poderosas, como Corinto y
Megara, entre otras. Así, a mediados del siglo VI a. C. nació,
bajo la tutela de Esparta,la llamada Liga del Peloponeso.
Cronología
Esparta, desde su fundación al inicio del periodo clásico:
hasta. 900 a.C. » Los lacedemonios fundan la ciudad de
Esparta.
760 a.C. » Destrucción de la fortaleza de Amyklai, último reducto
predorio en Laconia.
740 – 720 a.C. » Primera guerra mesenia. Conquista de esta
región.
720 a.C. » Los atletas espartanos participan por primera vez en
los juegos de Olimpia.
660 - 640 a.C. » Segunda guerra mesenia. Esparta aplasta el
alzamiento de este pueblo.
h. 550 a.C. » Victoria sobre Argos y conquista de Cinuria y
Tinea. Tegea resiste, pero acaba aliándose con Esparta.
Al pacto se unen Matinea, Orcómenos, Corinto, Megara y Egi-
nao. Nace la Liga del Peloponeso.
Una vida dedicada al ejército
Los espartanos vivían por y para la guerra. Eran llamados a filas
a los 20 años de edad y no se licenciaban sino hasta que
cumplían 60. Los adulos se mezclaban con los adolescentes y
recibían adiestramiento, comían y dormían siempre juntos. En su
dieta nunca faltaba el "caldo negro", elaborado con sangre.
Detalle de una vasija del siglo VI a. C.
Un "Particular" Sistema Educativo
De todas las instituciones establecidas por la constitución de
Licurgo, ninguna fue tan importante para la perdurabilidad del
sistema político y social espartan o como la agoge, o sistema
educativo. Según este, los niños, para que no se volvieran
débiles, debían ser separados de sus madres al cumplir los 7
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años de edad. En los barracones de la escuela, donde eran
luego internados, aprendían a leer y escribir, pero también a
sobrevivir en un mundo hostil. Para que comenzaran a
experimentar el rigor y la dureza de la vida castrense, además,
estaban obligados a andar descalzos y a vestir la misma ropa
durante todo el año. Entre los 18 y los 20 años -es decir, durante
dos años- los jóvenes eran abandonados en el campo para que
aprendieran a sobrevivir. Superar esta prueba de iniciación,
llamada criptia, daba a los muchachos la ciudadanía y la
posibilidad de incorporarse al ejército; fracasar, los condenaba a
convertirse en periecos. Las niñas, por su parte, acudían
también a la escuela desde los 7 años. Allí, además de
educación, recibían el mismo entrenamiento físico que sus
hermanos. Así se intentaba garantizar que, en el futuro, tuvieran
hijos más sanos.
CAPITULO 9 LAS GUERRAS MEDICAS
En el siglo V a. c., las principales ciudades-Estado griegas
tuvieron que unir sus fuerzas para impedir la destrucción del
mundo helénico. La lucha a vida o muerte contra el imperio
persa de los aqueménidas llevó el caos y la destrucción al
corazón de Grecia.
A mediados del siglo VI a.C., la pacífica evolución de las polis
quedó bruscamente interrumpida con la aparición de una nueva
potencia militar: el imperio de los aqueménidas. Fundado por
Ciro II, el reino formado por la unión de medos y persas
consiguió en unas pocas décadas hacerse con el control de todo
Oriente Próximo, incluidas las ciudades y colonias griegas de
Asia Menor, y, de la mano de Darío I El Grande, acabó
convirtiéndose en una amenaza para la Grecia continental.
Siguiendo el ejemplo de los reyes lidias, que nunca oprimieron a
las ciudades jonias y evitaron perturbar su fecundo influjo, Darío
I se mostró en un principio tolerante con las colonias griegas de
Asia Menor. El apoyo de los persas al comercio fenicio, no
obstante, puso trena a su desarrollo económico; por este motivo,
los jonios acabaron sublevándose.
De acuerdo con Herodoto, todo comenzó en el año 500 a.C.,
cuando Arastágoras, tirano de Mileto, hizo un llamamiento a las
ciudades griegas de Asia para que se alzaran contra la
dominación persa. Aristágoras pidió también ayuda a los griegos
de la metrópoli. Solo Atenas, que envió una flota de veinte
barcos, y Eretria, que aportó cinco, apoyaron a los insurrectos.
La coalición griega se dirigió a Sardes, capital de la satrapía
persa de lidia, y la redujo a cenizas. Consternado, el emperador
Darío I ordenó a sus tropas perseguir al ejército rebelde, y este
fue aniquilado en Efeso. En el mar, por su parte, los griegos
tomaron la iniciativa y destruyeron a la flota fenicia aliada de los
persas. Posteriormente, no obstante, los jonios serían com-
pletamente derrotados en la decisiva batalla naval de Lade.
Tras el fracaso de la rebelión, los persas reconquistaron una por
una todas las ciudades jonias. En el 493 a.C., tras varios años
de asedio, arrasaron Mileto, capital de los insurrectos. Como
castigo a su osadía, los habitantes de la ciudad fueron
deportados a Mesopotarnia. De esta forma, la soberanía aque-
ménida volvía a establecerse en la parte occidental de Asia
Menor.
Tras imponer su poder en Tracia y Macedonia, dos regiones de
gran importancia estratégica para el control del Mar Egeo, Darío
I decidió devolver el golpe a las polis que habían ayudado a los
rebeldes jonios. De esta suerte, organizó una expedición de gran
envergadura con el principal objetivo de conquistar Atenas.
La venganza de Darío I
Lejos de crear un frente común ante la amenaza persa, las polis,
desde la aparición del imperio aqueménida, se habían dividido
entre partidarios y detractores de la potencia asiática. Incluso en
Atenas, a principios del siglo V a. c., la lucha política provocó
que existieran nobles proclives a pactar una alianza con Darío I.
Temístocles, elegido arconte en el año 493 a. c., fue el primero
en advertir del peligro que corría Atenas en el caso de que los
persas se decidiesen a atacar. Pero su idea de armar una gran
flota y reforzar las defensas de la ciudad fue rechazada por los
nobles conservadores. La inestabilidad política de Atenas y otras
ciudades era bien conocida por Darío I y, para la conquista de
Grecia, contaba con recibir el apoyo de muchos griegos una vez
que su ejército hubiera desembarcado en el continente.
Así, finalmente, en el año 490 a. c., veinte mil soldados se
embarcaron en los puertos de Asia Menor dispuestos a
conquistar Grecia. Entre ellos figuraba Hipias, el último tirano de
Atenas, quien, tras ser derrocado, había encontrado refugio en la
corte del emperador.
En el Egeo, la flota persa, dirigida por Artafernes, conquistó las
íslas Cícladas. Los soldados de Darío I desembarcaron en
Eubea y, como represalia por su intervención en la revuelta
jonia, destruyeron Eretria. Finalmente, el ejército persa,
comandado por el general Datis, desembarcó en la costa oriental
de Ática, en la llanura de Maratón, a solo cuarenta kilómetros de
Atenas.
La ciudad se encontraba sola y en desigualdad frente al ataque
persa. Esparta, que al frente de la Liga del Peloponeso había
concluido con éxito su secular conflicto con Argos, prometió
enviar tropas, pero estas no llegaron a tiempo. Solo Platea,
aliada de Atenas, contribuyó con mil hoplitas.
En la asamblea del pueblo ateniense, Milcíades, que tras años
de exilio había vuelto a Atenas y se había convertido en el líder
de los opositores a un pacto con Darío l, explicó la imposibilidad
de resistir un asedio prolongado y ordenó a los diez mil hoplitas
que formaban el ejército de la ciudad abandonar la defensa de
Atenas y dirigirse al encuentro de los persas a campo abierto.
Tras dos largos días de espera, el general Datis, dada la
pasividad ateniense, dio a sus tropas la orden de reembarcar
para atacar Atenas por mar. Milcíades, consumado estratega,
formó entonces la falange y mandó cargar en formación com-
pacta contra el enemigo. La poderosa caballería y los arqueros
persas, que tantas victorias habían dado al reino aqueménida,
se vieron sorprendidos y nada pudieron hacer contra los hoplitas
griegos. En el cuerpo a cuerpo, la infantería asiática, pese a
superar a la griega en una proporción de dos a uno, fue
masacrada.
Embarcado con los restos de su ejército frente a las murallas de
Atenas, el general meda observó con sorpresa el retorno de las
tropas locales y la presencia de refuerzos espartanos; y así, tras
abandonar la idea del asalto por mar, el derrotado cuerpo
expedicionario persa regresó a Asia.
Si la batalla de Maratón no supuso una decisión definitiva entre
los persas y los griegos, esta victoria sobre el ejército
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aqueménida sirvió de base a las reivindicaciones de Atenas
relativas a la posición que habría de corresponderle en el mundo
griego.
Tras el fin de la Primera Guerra Médica, las luchas entre
partidos, regresaron a Atenas. Como consecuencia de estas,
una serie de destacadas personalidades, defensoras de los
tiranos o partidarias de los a1cmeónidas, tuvieron que
abandonar Atenas.
Tras ver desterrados a sus enemigos, Temístoc1es pudo realizar
su programa naval. Los ciudadanos atenienses acomodados se
unieron para financiar a la armada. Con sus 180 barcos de
guerra, Atenas superaba ahora las flotas de Corinto y de Egina y
se convirtió en la mayor potencia naval de la Hélade. Según
Temístocles, el oráculo de Delfos había predicho que la victoria
definitiva ante los persas llegaría por el dominio del mar.
En el año 481 a.C los representantes de diferentes polis, enca-
bezadas por Atenas y Esparta, firmaron un pacto militar (symma-
quia) para organizarse ante un hipotético segundo ataque persa.
En este supuesto, Esparta se encargaría de dirigir al ejército
aliado. Hubo una tregua general en la Hélade, y hasta los
desterrados pudieron regresar a su patria.
La Segunda Guerra Médica
Tras la muerte de Darío l, subió al trono su hijo Jerjes. En los
primeros años de reinado se ocupó de reprimir con dureza las
revueltas que amenazaban con colapsar el imperio (Egipto y
Babilonia, principalmente). Una vez resuelta esta situación,
retornó los planes que su padre había iniciado para intentar de
nuevo la conquista de Grecia. Esta vez, los preparativos para la
invasión tuvieron en cuenta hasta el más mínimo detalle. Para
permitir a su ejército y a su flota transitar con celeridad hasta
Grecia, hizo tender puentes sobre el Helesponto y construir
canales.
En junio del año 480 a. C el ejército aqueménida, comandado
por el propio Jerjes, cruzó el Helesponto y, siguiendo la ruta
costera, se precipitó sobre la península. Las tropas griegas,
conocedoras de su llegada, establecieron un puesto defensivo
en el angosto paso de las Termópilas y, para impedir el ataque a
Ática, bloquearon con barcos el canal de Oreos. Tras cinco días
de tensa espera, los persas lanzaron un ataque masivo contra
las posiciones griegas en tierra. Sus primeros ataques resultaron
infructuosos, pero, gracias a una traición, consiguieron
sorprender por la retaguardia a los griegos en el tercer día de
batalla.
Temeroso de que la flota ateniense no pudiera escapar a tiempo
del canal que hasta entonces protegía, Leónidas, el rey de
Esparta, ordenó la retirada a su ejército y, junto con trescientos
de sus hoplitas, defendió hasta la muerte del último hombre su
posición en las Termópilas. Gracias a la heroica acción de
Leónicas, la flota griega evitó ser destruida.
Los persas sufrieron graves pérdidas pero alcanzaron su
objetivo: abrir las puertas de la Grecia Central. Con el mando del
general Mardonio, el ejército aqueménida avanzó hacia el sur,
arrasando a su paso ciudades y templos y matando a toda la
población. Finalmente Mardonio entró en Atenas que había sido
evacuada y, en venganza por el incendio de Sardes durante la
revueltajonia, destruyó completamente la Acrópolis.
Valiéndose de una estratagema, Temístocles logró que los
persas se decidiesen a atacar entonces a los barcos griegos
anclados en el golfo de Salamina. El estrecho donde
aguardaban los atenienses resultó una trampa natural para la
flota persa que, al no poder desplegarse, fue rodeada y hundida
por los trirremes griegos. Desde una colina, Jerjes presenció
impotente el desenlace de la batalla.
En la primavera del 479 a.C., Mardonio, quien se había retirado
con su ejército a Tesalia, volvió a invadir la despoblada Ática y
destruyó su capital, Atenas. El gran rey Jerjes, por su parte,
regresó a Sardes. Las tropas griegas se reagruparon y, dirigí das
por Pausanias, rey de Esparta, fueron al encuentro del enemigo
cerca de Platea. Pese a ser interiores en número, los griegos
consiguieron una victoria aplastante.
La derrota en Platea, unida al hundimiento de los últimos barcos
persas en la batalla naval de Micala y al estallido de la insurrec-
ción en las ciudades griegas de Jonia, pusieron fin al sueño de
Jerjes de destruir el mundo helénico. Atenas y Esparta, las dos
grandes vencedoras en el conflicto, se convirtieron desde
entonces en las principales potencias militares de Occidente. El
poder marítimo de los atenienses y el terrestre de los
lacedemonios estaban condenados a enfrentarse. La guerra en-
tre ambas no tardó en estallar.
Temístocles (525-440 a. C.)
Si Solón reformó las instituciones atenienses para impedir que la
crisis política sumergiera a la ciudad en el caos, Temístocles
hizo lo propio en materia de defensa y permitió la supervivencia
el mundo griego. Como líder del "partido marítimo", advirtió a los
atenienses de la importancia que tendría la guerra naval durante
el conflicto contra los persas e impulsó la construcción de una
gran flota.
El nacimiento de la Liga de Delos
La supremacía de Atenas en el mar Egeo, un ambicioso proyec-
to iniciado por Temístocles, que se hizo realidad tras el hundi-
miento de la flota persa en Micala, quedó reforzada en el año
478 a. e. con la fundación de la Liga de Delos, nacida para
garantizar la seguridad de las ciudades costeras e insulares ante
un hipotético ataque persa. Con el tiempo, una vez descartada la
posibilidad de una nueva ofensiva por parte de los aqueménidas,
Atenas se responsabilizó en exclusiva de la custodia marítima de
Grecia. Curiosamente, el impulsor del poder naval ateniense y
héroe de Salamina, Temístocles, fue condenado al ostracismo
por sus rivales y acabóconvirtiéndose en vasallo de los persas.
En el año 471 a..e. el gobierno ateniense pasó a manos de
Cimón.
CAPITULO 10 GRECIA CLÁSICA - ATENAS DE PERICLES
Las tres décadas transcurridas entre la aparición de Pericles y el
comienzo de las Guerras del Peloponeso forman la etapa en que
Atenas alcanzó su plenitud, tanto política como cultural. Fue uno
de los períodos más fecundos de la historia universal.
Tucídides considera los cincuenta años (pentecontaetia) que
corren entre los años 480 y 430 a. C. como una unidad histórica.
Durante la época de Pericles (461-429 a. C), y en el curso de
una sola generación, los griegos del Ática produjeron en los más
variados campos del saber -organización política, arquitectura,
escultura, pintura y filosofía, entre otros los modelos
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considerados "clásicos" por antonomasia.
En estos años, la evolución cultural y la política se condicionan
mutuamente. Su unidad aparece encarnada en la figura de
Pericles quien entra en la escena política a los 40 años, como
representante de una sensibilidad caracteristica de la época y
máxima autoridad en los asuntos concernientes al Estado. En él
se advierte claramente hasta qué punto se ha producido en el
mundo griego una unidad indisoluble entre actividad política y
actividad cultural, entre vida privada y vida pública.
"Gobierno de muchos"
Tras el derrocamiento de Cimón (hijo del general ateniense
vencedor de Maratón, condenado a una fuerte multa tras su
fracaso en Paros), se abre el período del más amplio de los
procesos judiciales. La democracia toma en serio la tarea de
llevar a la práctica el principio del "gobierno de muchos". Cada
año, seis mil ciudadanos llegaban a los tribunales, ya sea como
abogados o bien como testigos. La política se convirtió en
derecho; y el derecho, en política.
No existía el poder representativo. El pueblo soberano goberna-
ba y dirigía directamente la asamblea popular. Desde que el
Areópago se vio obligado a renunciar al control de los negocios
políticos (461 a. C), este derecho pertenecía a la comisión
rectora de los asuntos ciudadanos, el Consejo de los Quinientos,
cuyos miembros eran designados al azar. Tampoco se advierte
la división de poderes, ni siquiera la institucionalización de las
funciones de gobierno. Mantener el poder indivisible del demos
fue uno de los principios más ásperamente defendidos por la
democracia extrema. Al mismo tiempo, era evidente el carácter
elitista del sistema democrático: según una ley promulgada en el
año 451 a. c., la persona no nacida de un matrimonio con una
mujer de Ática no pertenecía al demos.
Pero, naturalmente, la democracia ateniense tuvo también sus
adversarios. Así expresaba su condena de la forma de gobierno
un autor anónimo de la época, en cuanto dominio de una clase:
"Por lo que respecta a la forma de gobierno de los atenienses,
no puedo ciertamente aprobarlos por haber establecido
precisamente esta forma estatal, ya que, al hacerla así, han
decidido, por el mismo caso, que la gente común viva mejor que
la aristocrática".
Para hacer frente a estas voces, Pericles sólo contaba con la
fuerza persuasiva de sus argumentos. Fue Tucídides quien se
encargó de transmitir sus discursos, que si bien reproducen
perfectamente sus ideas, proceden de la pluma de un
historiador: "Vivimos en una forma política que no ha copiado las
reglas de otras formas [...] Se la llama gobierno del pueblo
porque no nos apoyamos en una minoría, sino en la mayoría
popular. Respecto de las cuestiones judiciales, todos gozan de
los mismos derechos; la pertenencia a una determinada clase
del pueblo no otorga ventajas de ninguna especie, pues lo único
que cuenta en la vida pública es la diligencia personal; la
pobreza no es razón para que nadie que pueda prestar un buen
servicio al pueblo sea excluido a causa de su situación. En
nuestra forma de vida política domina un espíritu libre que reper-
cute también en las tareas y actividades cotidianas, frente a toda
mutua desconfianza".
Política exterior ateniense
En el año 461 a. C. toca a su fin la etapa del entendimiento
amigable con la Esparta aristocrática. Los atenienses toman
conciencia de la amenazadora expansión de Esparta y deciden
emprender el camino de una gran potencia imperialista, con dos
frentes por delante: Persia y, el más próximo y peligroso,
Esparta.
En el período subsiguiente, Esparta desarrolla su actividad en el
centro de Grecia, es decir, en vecindad inmediata con Atenas, a
la que en el año 457 a. C. consigue derrotar en Tanagra, aunque
dos meses más tarde los beocios, aliados de Esparta, sucumben
en Enofita ante el ejército ateniense. Atenas consigue además
apoderarse de Egina, aniquilar la fuerza naval de Esparta en
Gytheion y ampliar recurriendo a veces a la violencia de la Liga
de Delos.
En el año 451 a. C. las negociaciones entabladas con la
dirección de Cimón desembocan en una paz con Esparta, pero
solo por cinco años y sobre la base del statu quo. Este éxito
relativo permite a Cimón acometer de nuevo sus ambiciosos
planes: intenta reemprender la lucha contra los persas en el
Mediterráneo Oriental, pero muere de peste ante Chipre.
Pericles entabla entonces negociaciones de paz con el Gran
Rey por mediación de Calias, ateniense de Susa (paz de Calias,
448 a. C), y el proyecto bélico de Cimón queda relegado.
En un congreso panhelénico, Pericles quiso destacar la posición
preeminente de Atenas en lo relativo a las guerras contra Persia;
pero su plan terminará fracasando ante la firme oposición de
Esparta. Atenas sufre un nuevo descalabro en Grecia Central,
donde Beocia logra emanciparse (derrota de Coronea, 447 a. C).
Se emanciparán también Fócida, Locria, Eubea y Megara.
Esparta presta apoyo a esta última. Tropas peloponesas invaden
el Ática. En esta difícil situación, Pericles se declara dispuesto
(446 a. C) a firmar la paz con Esparta. Atenas tiene que
renunciar a su influencia en el Peloponeso y en Grecia Central.
A partir de entonces, se fomenta el dualismo de las dos ciudades
hegemónicas griegas.
Pericles
[ h. 495 a. C.- 429 a. C. ]
Su gobierno constituyó el período más brillante de Atenas. Nació
en el seno de una familia de la antigua nobleza ática. Su padre,
Jantipo, tuvo una destacada intervención en política y en el
terreno militar, como vencedor de Micala. Por línea materna, se
situaba en la tradición democrática (su madre era sobrina de
Clístenes). Uno de sus maestros fue el filósofo Zenón de Elea.
El esplendor de Atenas
En lugar de atesorar los ingresos que afluyen a Atenas, proce-
dentes de la Liga de Delos, Pericles los invierte en grandes
construcciones. La metrópoli ática cambia de rostro y continúa
las obras correspondientes a la fortificación iniciada por Temísto-
des. En caso de guerra, la población puede refugiarse entre los
"muros largos". El Pireo se fortifica con bastiones, torres, arse-
nales y nuevas construcciones defensivas que lo convierten en
la más formidable fortaleza marítima del mundo antiguo. Sobre
la Acrópolis, en la que, tras la destrucción de los persas, seguían
alzándose las ruinas de las numerosas construcciones
de Pisístrato, se elevan ahora los grandes 'edificios religiosos.
Así. Atenas se convierte en centro visible del mundo griego.
Cronología
458 a. C. » Atenas desafía a Corinto, acoge a Megara en la Liga
de Delos y apoya a Argos contra Esparta. Se fortifica la ruta
hasta el Pireo con los Largos Muros
458 a. C. » Pericles concede a los zeugites el acceso al cargo
de arconte. Los thetes nunca llegaron a obtener este derecho.
457 a.C. » Esparta refuerza la Liga del Peloponeso, Tebas,
Crece Con Nosotros
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Corinto y Egina derrotan en Tanagra a los atenienses, quienes
vencen en Neófita. Atenas domina el Egeo.
454 a. C. » La Liga de Delos traslada su tesoro a Atenas.
447 a. C. » Tebas derrota a Atenas en la batalla de Coronea y
libera Beocia y la Fócida.
446 a. C. » Fundación de Anfípolis y Turios. Rebelión de Eubea
y Megara. Se firma un tratado de paz con Esparta.
443 a. C. » Pericles es nombrado año tras año para el cargo de
estrategia con los otros funcionarios que el pueblo elige
libremente como sus mandatarios. Aparte de las tareas militares,
no tenía otras prerrogativas.
440 a. C. » Atenas impone la democracia en Samos.
CAPITULO 11 LALUCHA POR LA HEGEMONÍA DEL PELOPONESO
Durante el último tercio del siglo V a. C. el mundo griego vivió
marcado por el enfrentamiento entre Atenas y Esparta. El
prolongado conflicto se saldó con la victoria espartana y la
implantación de un régimen de terror en la democrática Atenas.
A pesar de que Tucídides atribuyó la enemistad entre Atenas y
Esparta a sus diferentes modelos políticos, no solo fueron
causas ideológicas; la democracia ateniense frente a la
aristocracia espartana-las que desencadenaron la Guerra del
Peloponeso. Los intereses económicos, el empeño de Atenas
por controlar el comercio marítimo y militares, la rivalidad
existente entre la Liga del Peloponeso agrupada en torno a
Esparta y la Liga Ático - délica, encabezada por Atenas,
estuvieron también en el origen del conflicto.
La guerra entre helenos
Como antecedente de este largo enfrentamiento, Tucídides hace
mención a la Primera Guerra del Peloponeso, que concluyó con
la Paz de los Treinta Años, en la que las dos potencias griegas
delimitaron sus respectivas áreas de influencia política y
económica.
Quince años después de acordada, la paz se rompió. Una colo-
nia de la ciudad de Corinto, aliada de Esparta, con la ayuda de
Atenas, se rebeló contra su metrópoli. Al mismo tiempo, Pericles,
arconte de Atenas, prohibió a Megara, aliada de Corinto, la utili-
zación de los puertos de la liga naval. Esparta reaccionó
exigiendo la disolución del imperio ateniense. Ante la negativa
de Atenas, Esparta y la Liga del Peloponeso le declararon la
guerra.
El poder en tierra del ejército de Atenas era inferior al de Esparta
y sus aliados; pero en el mar las ciudades - Estado de la liga
ática eran netamente superiores. El rey de Esparta, Arquidamo,
invadió el Ática; pero la ciudad de Atenas, gobernada por
Pericles, resistió protegida por sus murallas. En el 430 a. c., una
terrible epidemia asoló Atenas. En tan solo dos años pereció
casi un tercio de su población. Pericles, acusado de corrupción
por sus adversarios, fue depuesto de su cargo de estratega y
rehabilitado al año siguiente, pero murió victima de la peste. Lo
sustituyó, al frente de la ciudad y del ejército, Nicias, el jefe del
partido aristocrático. Tras diez años de dura contienda, las dos
ciudades firmaron la paz (paz de Nicias). Con este acuerdo,
Atenas conservó sus posesiones y pudo seguir ampliando su
imperio marítimo. Algunas ciudades se opusieron al tratado, al
mismo tiempo que en Atenas los partidarios de la guerra,
encabezados por Alcibíades, imponían su criterio. De nuevo se
desató la guerra, que finalizó con el restablecimiento del dominio
de Esparta.
Pero poco duró el período de paz; las ciudades sicilianas de Se-
gesta y Leontinos pidieron ayuda a Atenas en su enfrentamiento
con la ciudad de Siracusa, aliada de Esparta. Otra vez, en
Atenas triunfaron los partidarios de la guerra, instigados por
Alcibíades, quien pretendía conquistar toda Sicilia para el
imperio ateniense. Una gran flota mandada por Alcibíades,
Nicias y Lámacos se dirigió hacia Sicilia y puso sitio a Siracusa.
Sus habitantes, con la ayuda de Esparta y de Corinto, rompieron
el bloqueo y derrotaron totalmente al ejército de Atenas. A raíz
del desastre siracusano, la hegemonía naval ateniense comenzó
a declinar.
Tras su triunfo en Sicilia, Esparta, deseosa de acabar con el
imperio ateniense, se alió con Persia. En este nuevo período
bélico, que se inició con la toma por el ejército aliado espartano
de la ciudad de Decelea, en el corazón del Ática, se dilucidó el
control sobre las ciudades griegas del Asia Menor. En plena
guerra, los oligarcas de Atenas establecieron la "Dictadura de
los Cuatrocientos" (adaptada más tarde al "Gobierno de los
Cinco Mil Propietarios"). Alcibíades, otra vez dotado de poderes
ilimitados, asumió el gobierno. Tras ser derrotado en Notion (407
a. C), perdió el cargo de estratego. Finalmente, Esparta
consiguió una victoria decisiva en Egospótamos (405 a. C). La
liga de Delos se disolvió y Atenas capituló (404 a. C). Lisandro,
general espartano, entró triunfante en el puerto de El Pireo. Con
la paz, los atenienses perdieron sus colonias y toda su flota,
menos 12 unidades; se disolvió el imperio ático y se derribaron
las murallas de la polis. Así, Esparta alcanzó de nuevo una
posición hegemónica.
El tratado de paz impuso a Atenas la restauración del régimen
oligárquico. Este formó un comité de cinco éforos y,
posteriormente, una comisión de gobierno de los "Treinta
Tiranos". Su régimen de terror, tolerado por la guarnición
espartana que ocupaba la Acrópolis: eliminó a gran parte de sus
adversarios.
Cronología
460-446 a. C. » "Primera Guerra del Peloponeso". Concluye con
la paz de los Treinta Años.
431 a. C. "Atenas ayuda a Corciria, colonia de Corinto. Primera
fase de las Guerras del Peloponeso, denominada Arquidámica.
421 a. C. » Esparta y Atenas firman la paz de Nicias, por la que
establecen una alianza de cincuenta años. El acuerdo fracasa.
418 a. C. » Esparta vence a Atenas en Mantinea. Se restablece
el dominio espartano en el Peloponeso.
418-415 a. C. » Expedición ateniense a Sicilia. Durísima derrota
de Atenas. Segunda fase de las Guerras del Peloponeso.
413-404 a. C. "Tercera y última etapa de las Guerras del Pelopo-
neso, denominada Decelaica.
"Los Quinientos"
Pese a la derrota y la humillación, las luchas por el poder con-
tinuaron en Atenas. Trasíbulo y otros emigrados demócratas,
procedentes sobre todo de Tebas, derrotaron a las tropas de los
"Treinta Tiranos". Su régimen fue sustituido por una comisión de
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  • 1. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria CAPITULO 1 CRETA LA CIVILIZACIÓN MINOICA En Creta, una isla a medio camino entre Europa, Asia y África, una civilización de origen no griego creó una cultura caracterizada por la libertad de sus gentes y un arte elegante e inimitable. Entre el 2700 Y el 1450 a. c., Creta dominó el mundo egeo. Los orígenes de la cultura minoica, brillante civilización mediterránea así llamada en honor al legendario rey Minas, el único soberano conocido de Creta, se remontan al 6000 a.C. fecha en que se registran las primeras sociedades neolíticas en la isla. Hacia el año 2700 a.C., Creta experimentó uno de sus primeros momentos de auge gracias a la introducción del torno de alfarero y la metalurgia del bronce. Este primer florecimiento se identifica con la fase denominada cultura protominoica, notoria por su organización comunal, por el culto a la fertilidad, una agricultura avanzada, una cerámica rica en formas y colores. y una orfebrería de gran refinamiento representada por piezas de oro como las flores de Mochlos. Con la aparición del bronce, la propiedad privada se extendió paulatinamente hasta sustituir a la organización colectiva de origen neolítico. Al mismo tiempo. la situación estratégica de Creta favoreció unas intensas relaciones comerciales con las grandes civilizaciones del Creciente Fértil. La necesidad de obtener estaño, mineral inexistente en la isla pero imprescindible para producir bronce, debió de impulsar a los cretenses a establecer contactos con ultramar para conseguirlo. La fabricación de herramientas de bronce permitió no solo la edi- ficación de grandes complejos arquitectónicos sino también la construcción de grandes naves, con capacidad para treinta remeros. LOS GRANDES PALACIOS Hacia el II milenio a. C., el movimiento comercial de Creta provo- có un auge considerable de las primeras comunidades agrícolas de la isla, que ya tenían una vida comunal intensa como resultado de la actividad productiva. Algunos grupos familiares (clanes) de los poblados crecieron en número y fueron haciéndose cada vez más importantes dentro de su comunidad. posiblemente gracias a su mayor cohesión y a su mejor productividad agrícola respecto de los demás. Como consecuencia de esta suma de circunstancias se inició la construcción de los palacios de Festos. Mallia, Hagia Tríada y Cnosos. Este último es la obra arquitectónica más importante. La organización económica se centralizó en estos palacios y se produjo un gran desarrollo de la agricultura, que desde el periodo protominoico estaba centrada en el cultivo del trigo, la vid y el olivo, así como en la ganadería. El buen funcionamiento del sistema económico cretense propor- cionó a todas las capas sociales un elevado bienestar material, por lo que este periodo tuvo los rasgos característicos de una civilización rica y pacífica, ajena a los conflictos sociales. Esta situación se reflejó en la cerámica, la pintura y la escultura, que en esta época empezaron a mostrar su preferencia por los temas de la naturaleza, uno de los rasgos más característicos del arte minoico. Los historiadores han interpretado la magnificencia de los pala- cios, carentes de murallas, como un reflejo del alto nivel de vida de Creta durante el II milenio a. C. CRONOLOGÍA 6000-2700 a. C. » Culturas neolíticas. Asentamientos dispersos y predominio de la agricultura. 2700-2000 a. C. » Período Pre - palacial o Minoico Antiguo. Cultura protominoica. 2000-1700 a. C. » Período de los Palacios Antiguos o Mínoico Medio. Gran desarrollo comercial. 1700-1450 a. C.» Período de los Palacios Modernos o Minoico Reciente. Predominio de Cnosos. 1450-1400 a. C.» Terremoto en la isla de Thera. Caída súbita de la culturaminoica. Auge de Micenas. 1400-1100 a. C.» Período pos- Palacial. Época Micénica. Hacia el 1700 a. c., los antiguos palacios fueron destruidos por una catástrofe de origen desconocido. Se cree que la causa pudo ser un terremoto o una posible invasión extranjera, aunque esta última hipótesis ha sido muy discutida. En cualquier caso, la reconstrucción de los palacios fue inmediata, lo que indica que la cultura minoica no sumó una ruptura irreparable, al menos en ese momento. Las ruinas de los palacios que la arqueología ha recuperado pertenecen a los nuevos edificios levantados con posterioridad a la catástrofe que arrasó por completo las anti- guas edificaciones. Empezó, entonces, la gran época de la civilización cretense, que corresponde al segundo período palacial o Minoico Reciente. Esta etapa coincide con el legendario reinado de Minos, señor de los mares, de quien los mitos griegos decían que tuvo un hijo mitad hombre y mitad toro, el Minotauro, a quien cada año se ofrecían sacrificios humanos. Supuestamente, con esta leyenda los griegos habrían tratado de explicar su presunta dependencia política de Cnosos, si bien los arqueólogos no han logrado precisar los límites del poder de este rey que, disponiendo de una potente flota, llegó a controlar las rutas marítimas del Egeo y coronó a sus hijos como reyes de las Cícladas, donde, en el Neolítico, había surgido otra cultura no griega de poblados for- tificados y de grandes artesanos de la piedra y el mármol. Durante este período existió un claro predominio de Cnosos Crece Con Nosotros
  • 2. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria sobre el resto de ciudades y palacios, que siguieron siendo de tipo monumental, con estancias agrupadas en torno a un gran patio central, aunque su tamaño y suntuosidad eran inferiores a los de la casa reinante. La hegemonía de Cnosos sobre la isla y parte del mundo egeo debió de producirse entre el 1700 y el 1450 a.C., precisamente durante la época de mayor apogeo del comercio entre Creta, Egipto y el Oriente Próximo. Los archivos del rey de Mari, quien importaba cerámica de Creta (Kaphtor), dan a entender que debió de existir alguna colonia de comerciantes minoicos en Ras Shamra (Ugarit). Una religión participativa El carácter participativo del culto, que sirvió para unir al pueblo y la nobleza, fue un elemento distintivo de la civilización minoica. Marcó, además, una clara diferencia entre la organización social minoica y la rígida estructura jerárquica de las sociedades del Oriente Próximo, que divinizaron el poder y se distanciaron del pueblo. Otro rasgo distintivo de los cretenses en materia de religión fue incluso después de la llegada de los micénicos el primitivo culto neolítico a la diosa madre de la fertilidad, re- lacionada con montes sagrados, flores, árboles o arbustos, y con serpientes, aves, leones, grifos o esfinges. Por otra parte, la elección del toro como animal destinado al sacrificio en los ritua- les funerarios, hizo creer erróneamente que los cretenses ha- bían divinizado a este bóvido. Los enterramientos, inicialmente colectivos, experimentaron una evolución: de las inhumaciones en urnas con forma de toro, se pasó a los entierros en el interior de recintos amurallados o en cuevas familiares. Hasta el final de su civilización siguieron usando también los tholos - tumbas colectivas subterráneas, adoptados en el período prepalacial. El culto al refinamiento En esta época de apogeo, la pintura al fresco logró su mayor desarrollo. Las escenas reproducían la vida cotidiana con gran maestría y reflejaban una existencia plácida y en libertad en toda la isla: procesiones y sacrificios, con la participación del pueblo, y hombres y mujeres jóvenes recogíendo flores o entregados a juegos y danzas. Los relieves y los frescos del Minoico Reciente reproducen esce- nas en movimiento que representan con gran expresividad a oficiales apresurados, sacerdotisas gesticulando vivamente, saltos de caballos al galope o peces voladores. y cada escena refleja el estilo de vida lujoso y refinado que caracterizó a la sociedad cretense en su esplendor. El esplendor minoico también se reflejó en la escultura, principalmente en las figurillas de ídolos, como la “diosa de las serpientes”, de cuyos vestidos se deduce no solo el atuendo que usaban las damas de la aristocracia sino también la importancia que tenía la mujer en esta sociedad. Las joyas, los vasos de oro y las piedras preciosas muestran además la pericia técnica de los artesanos, cuyos productos de alta calidad no solo eran famosos en la isla sino también en los reinos vecinos. En las cerámicas aparece una pintura de barniz oscuro sobre fondo claro (vasos octopus, hacia el 1500 a. C). Las vasijas adoptan preferentemente formas esféricas y están decoradas con escenas de corte naturalista y figurativo. Una súbita caída La refinada y lujosa cultura cretense del Minoico reciente ejerció una gran atracción sobre los nuevos pueblos de lengua indoeuropea asentados desde el 2000 a. C. en la Grecia continental; especialmente sobre los soberanos del mundo micénico, cuyos anhelos por conseguir las riquezas de la isla solo eran frenados por la poderosa escuadra naval cretense. Sin embargo, cuando precisamente el mundo minoico vivía su momento de mayor esplendor, los nuevos palacios volvieron a caer, según se cree, destruidos por la explosión del volcán de la isla de Thera (actual Santorin), ubicada a 112 kilómetros al noreste de Creta. A la onda explosiva le siguieron olas gigantescas y terremotos que, sumados a la lluvia de cenizas, provocaron el abandono de extensas áreas. Los micénicos aprovecharon la oportunidad para ocupar la isla y establecerse en Cnosos. El reino de Creta dejó de existir en el concierto internacional; de- sapareció su poderosa flota y, durante al menos gas siglos, formó parte de la cultura micénica. CAPITULO 2 GRECIA DEL BRONCE ANTIGUO A LAS INVASIONES Plena de afinidades con la cultura del bronce del Asia Menor, la primera etapa del mundo griego originó un lenguaje y un estilo artístico que las sucesivas invasiones de grupos indoeuropeos definieron, dándole todo su esplendor posterior. En Grecia, la Edad del Bronce comenzó alrededor del año 2600 a. C. A este periodo se le conoce como cultura heládica y se subdivide en tres periodos: Antiguo, Medio y Reciente. Los restos materiales del Heládico Antiguo muestran una coincidencia sorprendente con la cultura del Bronce Antiguo de Asia Menor. En ambos casos, la cerámica incluyó jarras y tazas con pico de pato. El metal-primero cobre puro, luego bronce- se prodigó tanto que muchas veces los objetos de arcilla recibían un brillo metálico en vez de pintura. La cerámica se moldeaba todavía a mano. Además de pulimentarlas imitando ese brillo metálico, las vasijas eran pintadas de colores rojo y blanco con un barniz llamado urfirnis Ciertos nombres -procedentes en su mayoría del Bronce Antiguo- de poblados, ríos y montes con los sufijos -ssos y -nthos reflejan una afinidad egeo-anatolia. Así, Parnassos (monte sagrado de Delfos) tiene su correspondencia en el luvita parnassas (santuario), y el labyrinthos de Creta tiene su paralelo en el centro religioso anatolio de Labranda (ambos nombres formados a partir de labrys, hacha doble). Es posible que los protoheládicos griegos procediesen de la cercana península de Anatolia. Los asentamientos griegos estaban dispuestos en forma de pequeñas ciudades. En Lema (Argólida) se construyeron murallas de tipo defensivo. Más tarde, se levantó un palacio no fortificado llamado la "casa de las tejas", y en la cercana Tirinto se erigió un edificio circular de mayores dimensiones. Periodo Heládico Medio Las devastaciones que a principios del II milenio a. C. se Crece Con Nosotros
  • 3. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria interrupción de carácter violento en su evolución. Los invasores llegaron del norte, y quizá también del este, en oleadas sucesivas y se mezclaron con la población autóctona. Los hallazgos de hachas de combate y de cerámica cordada en los Balcanes, así como los vestigios de fuego existentes en los viejos asentamientos, indican el avance de pueblos nororientales hacia el Mediterráneo. Entre los recién llegados había grupos indoeuropeos, cuya aparición representa un hecho histórico muy importante. El griego, lengua de origen indoeuropeo aportada por los inva- sores, iniciaría entonces su evolución al modificarse por influjo de las lenguas indígenas. Las marcadas diferencias dialectales entre los grupos recién llegados -eolios (aqueos),jonios y dorios- se iniciaron en esta fase de formación de los pueblos protogriegos. Los dioses y sus nombres también reflejan la fusión paulatina de los dos núcleos de población, Por ejemplo, mientras Artemisa es de procedencia mediterránea y Zeus de origen indoeuropeo, Deméter, reconocida como la "madre tierra" o la "diosa madre", une ambos componentes. Los asentamientos eran aldeas más que núcleos urbanos. Las casas eran largas y estrechas, rematadas en forma de ábside. o antesala. Los cadáveres se enterraban, sin ajuares funerarios, en cistas de piedra en el interior de los poblados. Se inició la producción en serie de la nueva cerámica llamada miniana o Resistente, grisácea y pintada en mate, de formas nítidamente perfiladas, por su concepción de lo tectónico y el carácter abstracto de su decoración anunciaba ya el estilo de los futuros vasos griegos. Esta civilización del Bronce Medio duró tres siglos, hasta que, hacia el 1600 a.C., Micenas y otras ciudades accedieron directamente al poder. A partir de entonces, durante la fase Heládica Reciente, el mundo micénico desarrolló su propia civilización, influida por la cultura minoica, originaria de la antigua Creta. Hacha doble El hacha doble votiva fue un símbolo de Zeus, la máxima deidad. También simbolizaba, con un doble' par de cuernos, uno hacia arriba y otro hacia abajo, la imagen sagrada de un toro. El hacha de doble filo recibía el nombre de labrys. CAPITULO 3 LA SOCIEDAD MILITAR DE LOS NOBLES AQUEOS Nacidos de una mezcla entre la cultura propia de la Grecia continental y la aportada por las invasiones indoeuropeas del II milenio a.C., los aqueos se consolidaron gracias a un poderoso aparato militar que los llevó a dominar el mundo egeo. Durante el período conocido como Heládico Reciente (1600- 1100 a. c.) se desarrolló en la Grecia continental la cultura micénica, como consecuencia de la interacción entre los pobladores heládicos y grupos de procedencia indoeuropea. sobre todo aqueos. quienes a fines del Heládico Medio (1900- 1600 a. C) penetraron pacíficamente, trayendo consigo una lengua desconocida que. tras sucesivas fusiones. dio origen al griego arcaico. Esta cultura -descubierta y bautizada por Schliemann siguien- do el relato homérico- no fue. como se creía al principio. una civi- lización con unidad política sino una serie de principados o ciudades-Estado con rasgos comunes. como la lengua. De entre estos Estados locales destacaron Micenas, Pilas y Tirinto, tanto por su riqueza como por sus edificaciones monumentales. Su producción artística. sin embargo, fue poco original. acaso por la notable influencia de la cultura cretense. Un ascenso rápido La datación de las tumbas micénicas permitió una primera apro- ximación cronológica a la evolución de esta cultura, caracterizada inicialmente por el uso de las tumbas de pozo circular del Heládico Medio. Posteriormente, su afán expansionista los puso en contacto con otras civilizaciones, entre ellas la minoica, de la que adoptaron las tumbas de bóveda (tholos), pero con una estructura más rígida y sin una direccionalidad precisa (edificios circulares). Esta primera datación basada en la evolución de sus enterra- mientas ha llevado a constatar el rápido progreso de esta civilización, pero se desconoce aún cómo estos príncipes llegaron a acumular las ingentes riquezas que los hicieron tan poderosos. Se presume que, siendo hábiles en el uso de las armas (la espada larga) y los carros de combate. actuaron como mercenarios de Egipto durante la expulsión de los hicsos de este territorio. Algunos historiadores atribuyen también sus riquezas a la práctica de la piratería, común en el Egeo por aquellos tiempos. De sus predecesores heládicos, los micénicos heredaron, por ejemplo, el mégaron - zona central de culto, alrededor del cual crecieron sus edificaciones. De Creta adoptaron la decoración mural, pero añadieron a la temática naturalista minoica las escenas de guerra y de caza, así como el modelado de los detalles, el realce de las formas y el vigor del contenido, propios de una cultura en la que la violencia y la fuerza eran valores en alza. En la pintura al fresco y en el arte industrial pervivieron los modelos cretenses, aun cuando las formas fueron más duras y más toscas. Grandes palacios Pero el elemento más característico de esta civilización reside en la construcción de palacios y fortalezas con muros de dimensiones ciclópeas. que empezaron a aparecer entre el 1400 y el 1200 a. c., durante la mayor expansión rnicénica por la Grecia continental, incluyendo Tesalia y los límites del Épiro en el este. Para los historiadores, su estructura es un símbolo del poder coercitivo que ejercióel mundo micénico en las regiones por donde se expandió. Tras la destrucción de los palacios de Creta y el fin de la cultura minoica, el poderío micénico se extendió por el Mediterráneo (asentamientos en las Cícladas. Asia Menor, Ugarit. Rodas. Chipre y Sicilia) mientras crecía su población gracias al aumento de la producción agrícola. En este momento, los príncipes más poderosos iniciaron la construcción de enormes fortalezas: Tirinto y Micenas (que amplió sus murallas con la construcción de la Puerta de los Leones) en la Argólide; Pilas, de dará influencia minoica, en Mesenia; Tebas y Orcómeno, en Beocia; Yolcos, en Tesalia; y Atenas en el Ática, donde después se erigieron las murallas ciclópeas de la Acrópolis. Los textos hititas del siglo XIII a. C. hablan con respeto del país de Akhiyawa - que, se supone, alude al país de los aqueos-, a Crece Con Nosotros
  • 4. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria cuyo rey el soberano hitita se dirige con el titulo de "mi hermano". Se sabe asimismo que hubo una relación intensa con Egipto, aunque limitada al intercambio de metales y piedras preciosas. Cronología 1900-1600 a. C.» Migración de los indoeuropeos desde Anatolia hacia la Grecia continental. Gestación de la cultura micénica. 1600-1500 a. C. » Heládico Reciente o Micénico I. Período de las tumbas de fosa y de corredor, ricas en máscaras y armas. 1500-1400 a. C. » Micénico II. Predominio de la civilización micé- nica, potencia del Egeo. Período de los tholos de influencia minoica. 1400-1300 a. C.» Micénico III A. Ocupación micénica de Cnosos y adopción del legado artístico de la cultura minoica como propia. 1400-1240 a. C.» Micénico III B. Se construyen grandes fortalezas y palacios en todo el continente. Inicio de la escritura lineal B. 1250-1240 a. C. » Guerra de Troya. Saqueo e incendio de la ciudad. Coincide con el incendio de algunos enclaves micénicos. 1240-1100 a. C. » Destrucción total de los palacios micénicos y, a continuación, colapso definitivo de su civilización. 1100 a. C. » Inicio de la Edad Oscura griega. Introducción del hierro en el Peloponeso y desaparición de la escritura micénica. La escritura lineal B Además de las fuentes puramente monumentales y artísticas, los textos hallados en las tablillas de arcilla descubiertas en Cnosos y Pilas han ayudado al conocimiento del mundo micénico. Identificada como lineal B, para distinguirla de la silábica minoica, esta escritura fue descifrada en 1952 como una forma arcaica del griego antiguo. A diferencia de las tablillas minoicas del lineal A, que solo parecen ofrecer datos contables, las tablillas micénicas, que constituyen también un eficiente sistema de contabilidad, ofrecen información de gran valor sobre la economía, la estructura social y el mundo religioso de esta civilización. Indirectamente, los lis- tados de personas, bienes y propiedades revelan el sistema de tenencia de la tierra, la ordenación de las tropas y la jerarquía de los dioses y las diosas objeto de culto. Pero, al igual que en Creta, tampoco nos ha llegado en este caso la identidad de sus gobernantes, algunos de cuyos nombres más conocidos pertenecen a la leyenda homérica o a posibles interpretaciones de los textos hititas. Estructura jerárquica Gracias a las fuentes documentales y arqueológicas, se ha deducido la organización social y política de los Estados aqueos en su momento de, auge. Formaban sociedades palaciales con una economía muy centralizada y una sociedad jerarquizada en cuya cima estaba el jefe o caudillo guerrero (wanax), secundado por una especie de lugarteniente (lawagetas). Alrededor de ellos se movían los nobles (equetai), clase dirigente que vivía en los recintos del propio palacio. Los terratenientes locales (telestái) y los gobernadores (Koreteres) tenían a su cargo la administración del territorio circundante. En la base de esta pirámide social estaba el pueblo (damos) formado por artesanos -que trabajaban para el palacio- y campesinos, arrendatarios de parcelas de cuyo cultivo debían dar estricta cuenta al gobernante. De los esclavos, en su mayor parte eran mujeres al servicio de los nobles y del culto religioso. El colapso del mundo micénico Nacida en un mundo convulsionado por frecuentes invasiones, conflictos internos y migraciones, desde sus orígenes la cultura micénica parecía estar condenada a luchar para sobrevivir. Las fortalezas ciclópeas construidas en plena época de esplendor hacen pensar ya en el peligro que acechaba a los aqueos. Asimismo, el arte de este período acusa inseguridad y decadencia. Incluso muestra ya los primeros indicios del arte geométrico que caracterizaría a la Edad Oscura posterior. El empobrecimiento y el provincianismo de las ciudades micénicas hacia mediados del siglo XIII a, C. señalan también la de- cadencia de esta cultura, en coincidencia con una serie de destrucciones en cadena en toda la cuenca oriental del Mediterráneo, Se ha explicado como resultado de las invasiones dorias o de los Pueblos del Mar, pero no hay pruebas arqueológicas de su presencia, por lo que se ha creído también que pudo tratarse de un desastre natural o de un levantamiento popular generalizado, o todo ello en conjunto. Lo cierto es que el declive y el retroceso material y cultural fueron tan graves que la civilización heládica tardó varios siglos en recuperar su vigor anterior. CAPITULO 4 TROYA LA CIUDAD LEGENDARIA Mucho antes de ser excavada la colina de Hissarlik, el nombre de Troya había ocupado -y ocupa aún la mente de muchos eruditos, para quienes, pese a los hallazgos, la existencia de esta ciudad sigue ubicándose en la frontera entre el mito y la historia. Situada entre la leyenda y la historia, la existencia de Troya ciudad inmortalizada en los cantos homéricos continúa siendo causa de polémica entre los investigadores, que no han conseguido confirmar aún si el sitio descubierto por Heinrich Schliemann en la colina de Hissarlik (Turquía) corresponde realmente a la ciudad sitiada e incendiada por los aqueos, probablemente en el año 1250 a. e Esta ciudad fortificada surgió junto al estrecho de los Dardanelos, que separa Europa de Asia Menor, y durante su historia fue escenario de continuas luchas, conquistas y... hasta de ocho reconstrucciones en el mismo emplazamiento. El origen étnico de los habitantes de estas ciudades superpuestas es tan oscuro como el nombre real del lugar. Los arqueólogos tienden a considerarlos indoetiropeos, en sus últimas fases, y minorasiáticos, en las primeras. De esta teoría es partidario el arqueólogo Manfred Korfinann -que actualmente excava en la zona-, quien respalda el posible origen hitita de Troya, que se llamaría Wilusa. En cuanto a sus fuentes de riqueza, se presume que la principal era el cobro de una especie de peaje a las embarcaciones que cruzaban el estrecho. Las fortificaciones ciclópeas que rodeaban la ciudad desde sus primeros tiempos servían para protegerla del asedio de los pueblos vecinos, que ambicionaban arrebatarle el control del comercio en los Dardanelos. La guerra de Troya En el II milenio a. C, la sexta ciudad (Troya VI) había alcanzado el punto culminante de su poder e influencia. Mantenía importan- Crece Con Nosotros
  • 5. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria tes relaciones con el mundo egeo -que empezaba a ser dominado por las grandes invasiones indoeuropeas- y con los reinos del interior de Anatolia, entre ellos el reino mitanio y el imperio hitita. Hacia el año 1300 a. e, un fuerte terremoto destruyó esta floreciente Troya, cuyas fortificaciones fueron reconstruidas al ser levantada por séptima vez. Esta última fase se considera la Troya de Príamo; la ciudad que, según los cantos homéricos, fue atacada y asediada durante diez años por una coalición de pueblos aqueos que vengaron así el rapto de Helena, cuñada de Agamenón, rey de Micenas. Eso explica la leyenda. Las investigaciones históricas señalan que la epopeya de la guerra de Troya quizá representa la versión magnificada y deformada de una de las operaciones de saqueo emprendidas por una coalición de reinos micénicos en busca de botín fácil y riquezas. Aunque también se cree que los atacantes pudieron ser grupos indoeuropeos venidos del norte; o hasta los Pueblos del Mar, cuya súbita y devastadora acción se sitúa en esta época. El rapto de Helena como detonante tampoco se ha descartado, dada la importancia de la mujer en las sociedades tradicionales, aunque lo cierto es que tanto la historicidad de la guerra de Troya como la existencia misma de la ciudad son aún algunas de las cuestiones más discutidas por los investigadores de este periodo de transición de la historia griega. CAPITULO 5 LA INVASIÓN DORIA Y LA EDAD OSCURA Colapso o invasión exterior, cualquiera que fuera la causa que desmoronó el poderío micénico, los supervivientes se hundieron, entre los siglos XII y VIII a. c., en una época pobre, ignota e iletrada que los empujó a la emigración hacia la costa asiática. Desde fines del II milenio a. c., el mundo egeo y todo el Mediterráneo Oriental sufrieron las oleadas migratorias de ciertos pueblos que, por su heterogeneidad, se engloban en las llamadas mígradones egeas o -según los textos egipcios- en los Pueblos del Mar, a quienes se ha atribuido la desaparición del imperio hitita en Asia Menor, del mundo micénico en Grecia y del Imperio Nuevo en Egipto. Se ha tratado de explicar estas grandes migraciones como el re- sultado de masivos desplazamientos provocados por el crecimiento demográfico que experimentaron los pueblos de Europa Central hacia el siglo XIII a. C. En su expansión, provocaron el desplazamiento en cadena de otros pueblos. Por lo que respecta a Grecia, según la versión clásica, los ilirios, que vivían en las costas del Adriático, obligaron a los dorios, asentados en el noroeste de la península desde principios del II milenio a. c., a emigrar hacia el sur. La "invasión" doria De acuerdo con esta versión, los dorios y otros grupos de griegos nor occidentales, poseedores de la tecnología del hierro, irrumpieron violentamente y destruyeron la poderosa civilización micénica. Luego, las fortalezas aqueas de la Argólida y Laconia, en el Peloponeso, se convirtieron en los centros del poder dorio, que posteriormente se extendió por las Cícladas, Creta, Chipre y la costa suroccidental de Asia Menor. Los griegos nor occidentales ocuparon Tesalia, Beocia, Etolia, Arcadia y Elis, obligando a eolios y jonios, que habitaban estas zonas desde principios del 11 milenio a. c., a refugiarse en el sur y en el este. Sin embargo, a la vista de la ausencia de hallazgos arqueológicos que puedan atribuirse claramente a los invasores dorios, se tiende a considerar la "migración doria" como una consecuencia, más que como una causa, del derrumbamiento de los reinos aqueos. Así, es probable que, como resultado de la decadencia del mundo micénico posiblemente causada por una interacción de elementos negativos como desastres naturales, escasez de alimentos y rebeliones internas-, los dorios pudieran introducirse fácilmente en el territorio griego en busca de nuevas tierras y desalojar o someter a la población que habitaba estas regiones. También existe la posibilidad de que los dorios hubieran llegado al Peloponeso mucho antes del siglo XII a. C. y formaran parte del mundo micénico como miembros de una clase inferior; y que, aprovechando la crisis, se rebelaran contra este dominio. El historiador y lingüista británico John Chadwick, uno de los descifradores de la escritura lineal B, ha planteado esta teoría basándose en el hecho de que el nombre micénico dado a los esclavos era dorea. Algunas zonas, como Mesenia, sufrieron brutalmente el impacto de las destrucciones y se despoblaron. Otras, como Acaya, el Ática o Eubea, se mantuvieron sin grandes cambios, aunque su población aumentó con la llegada de refugiados hacia el año 1000 a. C. A la búsqueda de mejores posibilidades de subsistencia, eolios y jonios cruzaron el Egeo y se instalaron en las islas de Lesbos, Quíos y Sarnas o en el litoral de Asia Menor, donde ocuparon antiguas plazas aqueas como Mileto, o fundaron nuevos asentamientos. La migración de los pueblos griegos hacia Oriente es una de las consecuencias más importantes del confuso periodo, bautizado como la Edad Oscura, que siguió al desmoronamiento de las estructuras micénicas y que se caracteriza tanto por la falta de restos documentales como por el propio estancamiento material y cultural. Posteriormente, en el siglo IX a. c., la región de Asia Menor co- nocida tradicionalmente como Jonia, por ser este grupo lingüísti- co el más activo en su colonización, fue la más poblada del mun- do griego y tuvo una gran influencia sobre la organización política de la península griega con la exportación del modelo de las polis y la adopción del alfabeto fenicio como base de la escritura. Además, aunque en los primeros siglos de la Edad Oscura la inactividad comercial permitió el auge de los mercaderes fenicios, posteriormente, gracias al influjo de estos, también se desarrollaría en Jonia la vocación naval de los grie- gos, quienes, a partir del siglo IX a. c., convirtieron el Egeo en su mar interior. Además de la interrupción de las comunicaciones, el hundimiento de la civilización micénica implicó también la fragmentación política, la aparición de marcadas diferencias económicas entre los territorios de la península griega, el hundimiento del sistema monárquico -reservado prácticamente a las zonas más periféricas y fronterizas como el Épiro y Macedonia y el ascenso de una aristocracia rural que basaba su predominio en la propiedad de la tierra, las cosechas y el ganado, especialmente el equino, símbolo de ostentación económica. De acuerdo con las teorías de la "invasión", los recién llegados Crece Con Nosotros
  • 6. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria establecieron relaciones diversas con la población autóctona. En el Peloponeso, algunos fueron convertidos en esclavos (ilotas) por los dorios, mientras que otros formaron parte del grupo de campesinos (periecos) relegados a tierras poco codiciadas. En cambio en otras regiones, como Tesalia, invasores e invadidos se agrupan en la misma estirpe (phylé). Descendiente de los dioses El noble, o bien nacido (eupátrida), decía descender de dioses y héroes, admitía el gobierno asambleario, pero despreciaba y manipulaba al pueblo (demos), que no tenía tierras. Los más poderosos (aristoi, 'los mejores') convocaban al demos para obtener su respaldo por aclamación solo después de haber tomado ya las decisiones en un círculo restringido. Para legitimar su autoridad sobre los territorios conquistados, esta sociedad mantuvo una continuidad con el pasado micénico, que se refleja en la adopción del ideal heroico de los caballeros micénicos y en la creación de una monarquía hereditaria cuyo origen se atribuyó a los nobles aqueos (Heráclidas), así como en los nombres de los dioses y en el uso de títulos como basileus, que en tiempos micénicos designaba solo a un jefe local, y que en esta época pasó a señalar al rey. La aristocracia creó y acuñó además el concepto de areté como meta suprema de la ética: incluía el valor, la fuerza, la astucia, la liberalidad, la justicia y las formas de comportamiento adecuadas a su Estado. Las grandes migraciones registradas durante el llamado período submicénico coincidieron en Grecia con innovaciones importantes en la vida de las gentes. Una de ellas fue la aparición del hierro, un nuevo metal que empezó a sus- tituir al bronce en la fabricación de armas y enseres domésticos, y que se impuso tanto por la relativa facilidad con que podía encontrarse en suelo griego como por la interrupción del comercio con Oriente, habitual proveedor de cobre y estaño durante los siglos XII y XI a. C. Otra novedad importante, atri- buida a los inmigrantes fue la sustitución del enterramiento por la cremación de los cadáveres, y la adopción de sepulcros individuales de cista en lugar de las tumbas colectivas y tholos micénicos. El fin del centralizado sistema palacial acarreó también la desaparición de la especializada clase de los escribas y, por tanto, de la escritura micénica. En la mayor parte de Grecia, los asentamientos redujeron su tamaño. Desaparecieron las grandes ciudades fortificadas del período anterior y se convirtieron en pequeñas aldeas pobres, dispersas y transitorias, como reflejo de la inestabilidad del período, y primitivas ciudades en las que surgió la cerámica protogeométrica, hecha a mano, ya que la movilidad de las comunidades impidió la creación de talleres de alfarería. Con el arte protogeométrico se inicia la época helénica propiamente dicha, si bien la Edad Oscura abarca el período comprendido entre el 1100 y el 800 a. C. Hacia el 900 a. c., se registra un renacimiento cultural que tiene como punto focal el Ática, con Atenas como centro de las comunicaciones con el exterior, principalmente con las islas del Egeo, Chipre y Jonia, desde donde se importa el modelo de la polis o ciudad Estado. Los nobles se establecen en torno al castillo del rey, rodeados por artesanos y comerciantes, y los campesinos del entorno, junto con los habitantes de la ciudad, defienden sus muros. Poco a poco, las ciudades Estado griegas adquieren una triple independencia: económica (autarkeia), ciudadana (autonomía) y en política exterior (eleutheria). Tales fueron los fundamentos de las libertades griegas. Además, la aparición de las polis divide Grecia en un sinnúmero de estructuras políticas independientes, y cada ciudad recibe el nombre de sus habitantes: Atenas es la "ciudad de los atenienses" . Despertar cultural Las primeras muestras de la evolución cultural de los griegos se encuentran en la cerámica y en la escultura -que se difunden desde Atenas al resto de las ciudades griegas-, pero sobre todo se hizo evidente con la adopción de un nuevo sistema de escritura basado en el alfabeto fenicio. Sin embargo, la aparente unidad cultural no fomentó la unión política. La división se mantuvo en las divergencias en el uso de los sig- nos del alfabeto, en la adopción de las diferentes monedas y en la formación de dialectos locales que luego dibujarían el mapa lingüístico griego: dorio, jonio, eolio, ático y arcadio-chipriota. También se mantuvo este carácter disperso, típico del período geométrico, en la diversidad de los cultos locales, con sus fiestas y hasta en los calendarios, ya que unos contaban los años a partir de la destrucción de Troya y otros a partir de la sucesión de los funcionarios importantes. Todas estas diferencias regionales han permitido establecer cri- terios de cronología relativa en la evolución de estos pueblos, sus relaciones y la supremacía de unos sobre otros, pero no han servido para trazar una evolución continuada sobre los acontecimientos de este largo período. Esta continuidad argumental la proporciona, en cambio, la epo- peya homérica, que recogiendo la tradición oral épica de los cantores (aedos) construyó la historia griega remontándose desde el siglo VIII a. C. (fecha de su compilación definitiva) hasta la época micénica de la guerra de Troya, en el caso de La Ilíada, y del retorno de los aqueos victoriosos a su patria, en el de La Odisea. Su influencia unificadora fue decisiva para los griegos helénicos, que convirtieron las obras de Homero en su patrimonio común y en la fuente de su educación cívica y moral. A pesar de que los hechos que narran ambos cantos pertenecen básicamente a la ficción, las descripciones y hasta los anacronismos, cuando el poeta introduce elementos de la vida cotidiana de su tiempo, constituyen un documento imprescindible para el estudio de toda esta época sin historia oficial. Homero (Siglo IX a. C.) Poco se sabe del más famoso poeta griego, a quien se atribuye la autoría de La Iliada y de La Odisea. Se cree que nació en el siglo IX a. C., y ya en la Antigüedad siete ciudades se disputaban el honor de haber sido su cuna. Según la tradición, fue un rapsoda ciego que nació en Esmirna, en la costa jonia, y que cantaba sus poemas en fiestas y banquetes. Sus oscuros orígenes han avivado siempre el debate sobre su persona y su obra. En el pasado se llegó a dudar de su existencia, y aún hoy persiste la duda sobre si sus poemas fueron obra de uno o de varios autores. Cronología s. XII-XI a. C. Período submicénico. Fin de los reinos micénicos. Introducción de la metalurgia del hierro. Cambios en los usos funerarios: cremación y enterramientos individuales en cistas en vez de los tholos colectivos. s. XI-X a. C. Período protogeométrico. Aparición de la cerámica protogeométrica en el Ática. Se inician las migraciones de jonios y eolios hacia las Cícladas y las costas de Asia Menor. Crece Con Nosotros
  • 7. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria s. X-VIII a. C. Período geométrico. Cerámica geométrica. Consolidación de los dialectos griegos. Dominio del Egeo. Adopción del alfabeto fenicio. Homero y La lliada, y juegos olímpicos (776 a. C.) CAPITULO 6 FLORECIMIENTO Y EXPANSIÓN DE LA POLIS GRIEGAS Tras la invasión doria, sobre las ruinas de los grandes reinos micénicos apareció un sinfín de Estados que compartían, pese a su independencia política y económica, una lengua y una cultura. Grecia entraba así en el período arcaico de su historia. Durante la época oscura que siguió a la decadencia y de- saparición de la civilización micénica, los griegos se dividieron en pequeñas comunidades que, en el siglo VIII a. c., evolucio- naron hasta convertirse en ciudades-Estado totalmente indepen- dientes: las polis. La accidentada orografía del país contribuyó de forma decisiva a este proceso de fragmentación política, puesto que la mayor parte de asentamientos se situaron en territorios costeros de difícil acceso y en valles rodeados por escarpadas montañas. Al mismo tiempo que las polis se constituían en la principal uni- dad política, social y económica de Grecia, no obstante, surgió también en el Egeo un sentimiento de conciencia nacional fomentado por la existencia de una lengua y de una religión comunes para todos los grecoparlantes. Los lazos culturales que unían a las diferentes comunidades grecoparlantes originaron la aparición de una identidad colectiva ligada al término hellas -Heláde--, palabra que los griegos utilizaban para describir todo aquello que los definía como nación y los distinguía de los pueblos extranjeros. Pero la identidad racial e intelectual que exhibían orgullosamente los habitantes de las distintas ciudades griegas jamás se tradujo en la fundación de un Estado unificado. La rivalidad existente entre las diferentes polis y la convicción de que el reducido tamaño de estos Estados era el idóneo para practicar una política adecuada hizo que su independencia se mantuviera prácticamente inalterable durante siglos. El poder de la aristocracia En sus albores, las diferentes ciudades-Estado estuvieron dominadas por caudillos militares -los basileus-, quienes en muchos casos ejercieron también la autoridad religiosa y judicial. A mediados del siglo VII a. C.,sin embargo, el gobierno de tipo oligárquico se impuso progresivamente sobre el monárquico. Así, el poder político pasó a manos de asambleas formadas por representantes de las familias locales más ricas e influyentes -los eupátridas-. Para hacer efectivo su poder, las asambleas elegían cada año a un determinado número de magistrados de entre los eupátridas. Ellos eran los encargados de dirigir el ejército y llevar los asuntos religiosos, entre otras responsabilidades. En algunas ciudades-Estado, determinados cargos quedaron en manos de las antiguas casas reales, ya que estas siguieron ocupando un lugar destacado entre la elite social. Los miembros de la clase dirigente que se referían a ellos mis- mos como "los mejores" (aristoi), detentaban el poder económico además del político, monopolizando casi en exclusiva la posesión de la tierra. Debido al enorme coste que suponía comprar las armas y armaduras de metal necesarias para el combate, además, eran los únicos que podían intervenir en las guerras. Por su parte, el pueblo gobernado -el demos- solo parti- cipaba en la vida pública cuando era requerido por la asamblea aristocrática. De esta manera, quedaba al margen de cualquier responsabilidad política. El sistema aristocrático -literalmente, el “gobierno de los me- jores” - desarrollado en las ciudades-Estado griegas, se legitimaba en la tradición y en la existencia de círculos de parentesco hereditarios. Todos los ciudadanos, ya fueran terratenientes o meros campesinos, quedaban integrados desde su nacimiento en diferentes tribus (phyle), divididas a su vez en comunidades formadas por los descendientes de un héroe o de un dios ancestral (fratías). Esta rígida estructura social, de carácter supralocal, permitió justificar durante décadas el predominio y la capacidad de liderazgo de la aristocracia griega. Con el paso del tiempo, sin embargo, diferentes factores conflu- yeron para desestabilizar el orden político y social existente. En primer lugar, la consolidación del comercio y de la artesanía como actividades generadoras de riqueza hicieron prosperar a ciudadanos que no pertenecían a las gran_ des familias y que, pese a su poder económico, carecían de derechos políticos. En segundo lugar, el progresivo empobrecimiento de los campesinos hizo que muchos de ellos acabaran convirtiéndose en esclavos al no pagar sus deudas, lo que provocó el incre- mento de la tensión social en el campo y el estallido de numero- sas revueltas. Finalmente, la necesidad de reclutar continuamente soldados, junto con el desarrollo de una nueva estrategia de combate que requería armamento menos costoso -la falange hoplita- forzó la incorporación en los ejércitos de ciudadanos no aristócratas que acabaron, a cambio de su esfuerzo, pidiendo el reconocimiento de sus derechos políticos. En este contexto, para resolver la crisis política y social que amenazaba con desembocar en una guerra civil, en algunas polis se tomó la decisión de dar respuesta a las exigencias reformistas de las clases inferiores y medias, y se impulsaron medidas en favor de una mayor justicia social. Para redactar las nuevas leyes, las ciudades eligieron a magistrados extraor- dinarios. Ellos, dotados de poderes especiales, se ocuparon también de mediar en los múltiples conflictos existentes. Así aparecieron legisladores como Zalenco (683 a. C), de Lacres, y Carondas (630 a. C), de Cantana, quienes optaron por distribuir de forma más equitativa el poder político entre los ciudadanos. También destacó la legislación aristócrata del ateniense Dracón, primera de la ciudad, cuyo código subordinó el poder de las tribus a la justicia del Estado. Los más importantes legisladores del mundo griego arcaico, no obstante, fueron el legendario Licurgo de Esparta -probablemen- te del siglo VIII a. c. y sobre todo Solón; quien a principios del si- glo VI a. C. redactó una constitución para Atenas. En su gobier- no, para zanjar el problema de las rebeliones, el magistrado decidió poner fin a las injusticias que sufrían los pequeños agricultores y suprimió los excesivos impuestos que soportaban; canceló sus hipotecas, abolió la esclavitud por endeudamiento y devolvió la libertad a los campesinos que la habían perdido. Con el fin de igualar a los nuevos ricos con la antigua clase terrateniente, además, modificó las instituciones políticas de la ciudad y estableció nuevas leyes que debían ser cumplidas por Crece Con Nosotros
  • 8. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria todos los ciudadanos, independientemente de su origen y posición social. Con su reforma, Solón estableció las bases sobre las que posteriormente surgiría la democracia en Atenas. Pese a los intentos reformadores de los magistrados, o bien al margen de estos, los conflictos sociales y las luchas políticas pervivieron en muchas ciudades griegas. Entre los siglos VII Y VI a. C. esto fue aprovechado por diferentes personajes aislados, casi siempre aristócratas, para usurpar el poder y acabar con el gobierno de las oligarquías locales. La aparición de los llamados tiranos -palabra de origen asiático que origi- nalmente significaba “señor neutral” coincidió con el fin de la unidad de los grandes grupos aristocráticos, que en muchas polis acabaron rivalizando y enfrentándose entre sí para conseguir la supremacía política. La época de la tiranía En la mayor parte de los casos, los tiranos llevaron a cabo políticas populares yen contra de las familias aristocráticas tradicionales, lo que les hizo ganarse el apoyo del pueblo. También impulsaron la construcción <;le suntuosos templos, edificios y todo tipo de obras públicas, lo que permitió dar trabajo a buena parte de la población y aliviar el problema del creci- miento demográfico. Para fortalecer su popularidad y prestigio, además, recurrieron con frecuencia a la guerra contra los Estados rivales y organizaron fiestas religiosas en las que, a diferencia del pasado, se permitió participar a todos los ciudadanos, sin distinción de clase o rango. Este fue el caso de Polícrates, tirano de Sarrios; de Euftón de Sición, en Arcadia; y de Fidón, de la polis de Argos, quien introdujo el sistema de pesas babilónico en Grecia -lo que permitió mejorar el comercio- y derrotó a los espartanos en la batalla de Hisias (699 a. C). Otro tirano destacado fue Cipselo, patriarca de Corinto, quien, tras derrocar por la fuerza a los oligarcas de su ciudad (657 a. C), confiscó sus propiedades y los desterró. A su muerte fue sucedido por su hijo Periandro, quien redujo los impuestos y abolió la esclavitud. La familia de Cipselo rigió Corinto durante 77 años. El gobierno absolutista ejercido por los tiranos generalmente aportó grandes beneficios a las ciudades; y, al igual que hicieran los legisladores constitucionales, fomentó la creación y reforma de leyes para mejorar el sistema jurídico y la convivencia ciudadana. Muchas veces los tiranos se limitaron a sustituir a los magistrados por amigos o familiares, respetando escrupulosamente la constitución vigente. Salvo contadas excepciones, no obstante, la tiranía fue tan intensa como breve -solo en Sición se prolongó más de un siglo-. Penetró en el vacío de poder que acababa de producirse; aprovechó el momento y fue finalmente eliminada, a menudo también por medios violentos, cuando dejó de ser necesaria. Ni reformistas ni tiranos lograron poner fin a la crisis política y social existente, y la estructura del Estado en Grecia tuvo que seguir evolucionando. Las grandes colonizaciones Por otra parte, debido al exceso de población, a los disturbios sociales y, desde luego, a los intereses comerciales, hacia el año 750 a. C. las ciudades-Estado griegas iniciaron un periodo de colonización que se extendió durante dos siglos. Las principales colonias (apoikios) se establecieron en las costas de España, Italia, Sicilia y en el mar Negro; las colonias de Egipto y de Cirene, en el norte de África, fueron una excepción. El mar Negro se convirtió en Pontos Euxeinos -- 'mar hospitalario'- y las nuevas ciudades del sur de Italia y de Sicilia se aplicaron pronto el orgulloso nombre de Magna Grecia. En un principio, los que afrontaron el riesgo de buscar nuevo suelo en tierras extranjeras fueron labradores en busca de campos de labor. Las ciudades-madre (llamadas metrópolis) planeaban los viajes hasta el más mínimo detalle, equipaban a los colonos con todo lo necesario y, para dirigir al grupo y fundar las nuevas ciudades, ponían a un aristócrata (oikistes) al frente de la empresa. Al llegar a su destino, el jefe de la expedición buscaba un lugar fácil de defender y con puerto natural; posteriormente, repartía la tierra en lotes iguales. Los colonos pioneros, en muchos casos se convirtieron en importantes terratenientes y aristócratas coloniales; por derecho, a ellos les correspondieron las mejores tierras. Así, a lo largo del Mediterráneo fueron surgiendo ciudades con un contorno agrícola, a imagen y semejanza de las polis patrias. Este fue el caso de Cumas, fundada por colonos de Calcis; de Bizancio, poblada por ciudadanos de Megara; de Massalia, la actual Marsella, colonizada por gente de Focea; y de Siracusa, fundada por el corintio Arquias en Sicilia. La producción autóctona no tardó en ponerse a disposición de los importadores. Eran particularmente solicitados los vasos griegos, los productos textiles y los trabajos de orfebrería en oro. De las lejanas factorías, por su parte, Grecia importó cereales, lana, lino, metales, maderas, ámbar y perfumes. La provisión de trigo de las extensas regiones del mar Negro tu- vo una excepcional importancia para las metrópolis. El bajo precio de las importaciones, además, provocó una transformación en la estructura agraria griega: muchos terratenientes se dedicaron desde entonces al cultivo de olivares y no faltaron las repercusiones sociales: pequeños campesinos, por ejemplo, no pudieron competir con las importaciones de grano y, tras perder sus escasas posesiones, acabaron sumándose a la cada vez mayor población de esclavos. Conflictos e influencias Significativamente, los griegos permanecieron en la costa del país extraño y rehuyeron todo conflicto con la población autóctona. Además, evitaron competir comercialmente con otros pueblos con intereses en el Mediterráneo. Con el tiempo, sin embargo, la expansión griega generó conflictos y, en el año 535.a. c., por ejemplo, los cartagineses y los estruscos unieron sus flotas para acabar con la piratería que ejercían los griegos desde Córcega e impedir, de paso, la colonización de la isla (batalla de Alalia). Al principio las colonias dependían políticamente de la metrópoli; algunas estaban incluso obligadas a un tributo anual. Aun en los casos en que la ciudad filial se hu- biese independizado de la ciudad fundadora -la mayoría de ellas acabaron por convertirse en comunidades independientes, con responsabilidad propia-, se mantuvo una cierta vinculación entre ambas: la colonia conservaba las costumbres y los cultos de la metrópoli, y la ayudaba en casos de peligro. Algunas colonias fundaron a su vez colonias subalternas, en las que, sin embargo, persistieron también los rasgos característicos de la metrópoli. En este sentido, de todas las regiones colonizadas por los griegos, Sicilia fue una de las que más prosperó. Hacia el 500 a. c., prácticamente todas las polis de la isla estaban gobernadas por tiranos, algunos de los cuales, como los de Akragas -la actual Agrigento-, además de hacer prosperar el comercio y la cultura, llevaron a cabo victoriosas campañas expansionistas. 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  • 9. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria El creciente poder de los tiranos helenos en la Magna Grecia hizo reaccionar a los cartagineses: tras pactar con los persas una coalición contra la expansión griega, ordenaron a sus tropas de mercenarios invadir Sicilia. El contingente. dirigido por el general Amílcar, fue derrotado por los griegos en Rimera (480 a. C). Seis años más tarde, los etruscos correrían la misma suerte en Cumas. Mediante la colonización y el comercio, todo el ámbito medite- rráneo se familiarizó con la cultura helénica; y al mismo tiempo. las culturas extranjeras influyeron en la griega -la egipcia, muy especialmente, pero también la babilónica e incluso la india-. Grecia amplió así los horizontes culturales de un mundo que llevaba siglos de existencia aislada. Ciudades que hicieron historia Del esplendor de las polis, de las que Atenas, Corinto y Esparta son las más conocidas, así como de sus colonias, hoy solo quedan algunos vestigios. Durante siglos, no obstante, estas ciu- dades-Estado destacaron como centros culturales y artísticos. 1. Megara: Esta ciudad del Ática compitió durante toda su his- toria con la vecina Atenas. Alcanzó gran prosperidad en el siglo VII a. C. y fundó varias colonias en el mar Negro. 2. Argos: Fundada durante la Edad del Bronce, mantuvo Una dura pugna con Esparta por el control del Peleponeso. En el 494 a. C. fue conquistada por Cleomenes I de Esparta y decayó. 3. Egina: La isla frente a Atenas se convirtió en un próspero Esta. do tras la conquista doria, siempre en conflicto con la capital de Ática. En el año 431 a. c., fue despoblada por los atenienses. 4. Tebas: Enemiga acérrima de Atenas. la capital de Beocia ya tuvo importancia desde la época protohistórica. Alcanzó su esplendor en el siglo IV a. C. 5. Éfeso: Fundada por los jonios hacia el 1000 a. c., fue una de las polis más importante de Asia. Poseía el Artemisón. una de las siete maravillas del mundo. 6. Mileto: Colonizada por los jonios, se convirtió en un impor- tante centro colonizador desde el siglo VIII a. C. Patria de hombres sabios: Tales, Hecateo, etc. 7. Siracusa: Colonia fundada por los corintios en el año 734 a. c., la conquistó el tirano Gelón de Gela en el siglo V a. C. Desde entonces se convirtió en la polis más importante de Sicilia. CAPITULO 7 ATENAS EL LARGO CAMINO A LA DEMOCRACIA Al margen de cualquier tipo de expansión, Atenas, a comienzos del siglo VI a. c., era una polis más dentro del fragmentado y floreciente mundo griego. En las décadas siguientes, no obstante, su evolución política y económica cambiaría esta situación. Atenas, la actual capital de Grecia, se convirtió a fines del período arcaico en la ciudad-Estado más importante e influyente del mundo helénico. Su liderazgo comercial. artístico y marítimo, que alcanzó su apogeo tras la victoria conseguida sobre los persas en el siglo V a. c., estuvo estrechamente vinculado a su particular evolución política y social; un largo proceso que desembocó lentamente en la instauración de la democracia como sistema de gobierno. Como tantas otras polis griegas, Atenas, situada en la región de Ática, surgió como ciudad en la llamada Edad Oscura -hacia el siglo X a. c.- y en sus primeras etapas estuvo gobernada por monarcas que conservaban en gran parte la herencia micénica. El nombre de la ciudad, en este sentido, se corresponde con el de la divinidad protectora venerada por la casa del soberano: Atenea. La monarquía hereditaria ateniense, respaldada por los princi- pales nobles de la región, se mantuvo hasta principios del siglo VII a. c., momento en que fue sustituida por el gobierno colegiado de tres magistrados o arcontes. Estos eran elegidos anualmente por las grandes familias de nobles de la ciudad. En este tiempo, Atenas integró por la fuerza algunas regiones independientes de Ática. De los tres magistrados, el arkhon basileus era quien ejercía las funciones sacerdotales; el arkhon palemarkhos se encargaba de las cuestiones relativas al ejército; y el arkhon eponymos daba su nombre al año en curso y era el responsable de las tareas de gobierno civil. Pasado el tiempo de su mandato, los arcontes se incorporaban al Areópago - el consejo de nobles de la ciudad-, que detentaba el poder político en última instancia. El colapso de la oligarquía Este sistema oligárquico se mantuvo inalterable durante la mayor parte del siglo VII a. c., y el único intento por implantar la tiranía del aristócrata Cilón fracasó. En Ática, el fenómeno de la crisis social y la superpoblación llegó algo más tarde que en el resto de Estados griegos, lo que explica el fallido golpe de Estado de Cilón que no recibió el apoyo de los campesinos-, y la escasa, participación de Atenas en el fenómeno colonizador del Mediterráneo. Una década más tarde, sin embargo, la situación cambió radical- mente: el endeudamiento del campesinado provocó su rebelión; los comerciantes, cada vez más ricos pero hartos de costear los gastos públicos, exigieron su participación en la vida política; y las familias nobles, tras siglos de fraternal convivencia, comenzaron a rivalizar debido al enriquecimiento de unas y al empobrecimiento de otras. El primer arconte que intentó poner remedio a la crisis fue Dra- cón, quien estableció por escrito la igualdad jurídica de todos los ciudadanos áticos y propuso castigos muy severos para aquellos que incumplieran la ley, las proverbiales "leyes draconianas". Sus reformas, sin embargo, no trascendieron al plano político, y Atenas tuvo que esperar hasta el siglo VI a. c., para que apareciera un nuevo reformador dispuesto a acometer este propósito. Crece Con Nosotros
  • 10. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria Solón, el "árbitro imparcial" -aisymnetes- que debía corregir las deficiencias del sistema político ateniense, era un joven de dis- tinguida familia que había alcanzado su prestigio al conquistar la estratégica isla de Salamina, en poder de Megara. Gracias a esta hazaña y a su reputación política. fue nombrado arconte e investido con plenos poderes para reformar la legislación vigente. Las principales iniciativas impulsadas por Solón estuvieron di- rigidas a acabar con la tradicional división de clases de la época aristocrática y a redistribuir los derechos políticos de los ciudadanos. Con la nueva ordenación social. que ya no tenia en cuenta el linaje de las personas sino su riqueza, los atenienses quedaron agrupados en cuatro clases. definidas estrictamente por la producción de sus tierras o la posesión equivalente de dinero. En función de la renta. a cada clase se le adjudicaron determinados derechos políticos y responsabilidades dentro de los órganos de gobierno de la ciudad. Este sistema se conoce como timocracia. Así a partir de entonces los ciudadanos sin propiedades pudie- ron participar en las elecciones. pero no ocupar cargos políticos; los que poseían pequeñas o medianas propiedades. por su parte. tuvieron acceso a cargos menores; ya los grandes terratenientes y ricos comerciantes se les reservó el derecho de ocupar los cargos supremos: nueve magistraturas y la administración financiera. La responsabilidad política del ciudadano como individuo, que Solón consideró fundamental para garantizar la convivencia y el orden social, y que prefigura ciertas ideas políticas de Platón, se refleja en la propuesta que hizo de que los ciudadanos, tras publicarse las leyes, se comprometieran a cumplirlas bajo juramento. Aunque la constitución del aristócrata Solón fue promulgada pa- ra eliminar las tensiones políticas y sociales que impedían el desarrollo de la ciudad, y no para eliminar el derecho de la clase dirigente a gobernar para el magistrado, el problema no era que los poderosos tutelaran al pueblo sino que lo hicieran con justicia, su obra legal resultó determinante para que, ya en el siglo V a. c., se estableciera la democracia más avanzada en Atenas. Pisístrato y Clístenes Ahora bien: en tiempos de Solón la realidad de Grecia estaba muy lejos del ideal del individuo político; por esto, las reformas del arconte quedaron sin efecto en el mismo momento en que este se retiró. Los grupos rivales no tardaron en disputarse el poder, y se agudizaron los conflictos entre las familias nobles que habían perdido su posición dirigente y las que lo detentaban ahora. Tras décadas de intrigas y luchas políticas, la crisis en Atenas se agravó cuando, a los conflictos ya existentes, se añadieron anta- gonismos regionales. La situación de caos generalizado fue aprovechada por el líder de una de las facciones enfrentadas, llamado Pisístrato, quien, tras haber fracasado en varios intentos de golpe de Estado, conquistó la ciudad con un ejército mercenario y proclamó la tiranía (546 a. C). Pisístrato comprendió que Atenas no estaba todavía preparada para aceptar el sistema político de Solón y, siguiendo el ejemplo de otros tiranos, dirigió el aparato institucional de un modo absolutista. Al excluir a las familias rivales de la vida pública, no obstante, el tirano ateniense reforzó indirectamente el sistema soloniano, que, pese a su éxito inicial, había dejado de ser efectivo por culpa de las disputas políticas. Durante el mandato de Pisístrato, como fue característico en las tiranías, se destinaron ayudas al campesinado, se realizaron obras públicas sufragadas con impuestos directos y florecieron el arte y el comercio. El esplendor económico logrado por Pisístrato, unido a su talante diplomático que permitió a Atenas vivir en paz con sus vecinos, hizo que los atenienses calificaran su gobierno como una Edad de Oro. A Pisístrato, muerto en el 527 a.C., le sucedieron sus hijos Hi- parco e Hipias, aunque una coalición de la familia de los alcmeó- nidas y Esparta acabó pronto con su poder. Clistenes, quien encabezó la revuelta contra la tiranía, se convirtió en el nuevo "hombre fuerte" de Atenas. Tras vencer en una guerra civil a la oligarquía reaccionaria que pretendía abolir la constitución de Solón, introdujo nuevas reformas para evitar que las familias aristócratas rivales de la suya pudieran hacerse con el control político. Así, por ejemplo, Clístenes modificó por completo la administración territorial del Ática, e hizo lo propio con la composición y las competencias de la asamblea de re- presentantes {bule] de Solón. Esto, en la práctica, significó la eliminación definitiva del viejo sistema de tribus. La bulé, en la nueva constitución, quedó compuesta por 500 representantes, 50 por cada demarcación territorial, en lugar de los 400 propuestos originalmente por Solón, 100 por cada tribu. Con esta nueva reforma, que otorgaba los mismos derechos políticos a todos los ciudadanos (isonomía), Atenas daba el paso defi- nitivo hacia la democracia. Solón [ 640-588a. C. ] Considerado el primer estadista de la historia, este magistrado ateniense está incluido entre los Siete Sabios de Grecia, junto a Tales de Mileto, Pitaco de Mitilene, Bias de Priene, Cleóbulo de Lindos, Quilón El Lacedemonio y Periandro de Corinto. Su reforma de la estructura del Estado, pese a ser inicialmente boicoteada por la aristocracia, resultó esencial para el desarrollo de la democracia en Atenas. Cronología Atenas, desde su fundación al inicio del período clásico: hasta. 900 a. C. » Los principados de Ática se funden para formar Atenas. 683 a. C. » Los años comienzan a recibir el nombre de los arcontes. 632 a. C. » Cilón intenta imponer la tiranía, Los atenienses se oponen. 621 a. C. » Dracón impulsa una severa reforma de las leyes. 594 a. C. » El arconte Solón reforma la constitución ateniense. 546 a. C. » Pisístrato conquista Atenas e instaura la tiranía. 508 a. C. » Clístenes establece la isonomía en la ciudad. La democracia ya es una realidad. 506 a. C. » Esparta penetra en Ática. Atenas resiste y expulsa al invasor. El destierro como castigo preventivo Para evitar las intrigas políticas y la posibilidad de que un nuevo tirano se adueñara de Atenas, Clístenes instauró el ostracismo (487 a. c.). Por este, cada año se examinaba la posibilidad de votar contra algún ciudadano sospechoso de representar un peligro para la seguridad del Estado. En caso afirmativo, se procedía a la votación nominal, y el ateniense cuyo nombre se Crece Con Nosotros
  • 11. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria repetía con más frecuencia tenía que abandonar la polis por un periodo de diez años. La palabra ostracismo proviene de los fragmentos de vasija rota utilizados a modo de papeleta para los sufragios en las votaciones, los óstracon. En la mayor parte de los casos, ser condenado al ostracismo no implicaba perder los derechos ni los bienes, ni era considerado una humillación. CAPITULO 8 EL TRIUNFO DE LA DISCIPLINA EL TRIUNFO DE LA DISCIPLINA Esparta, la polis fundada por los lacedemonios, se convirtió en el único reducto oligárquico del mundo helénico. Ajena a los cambios políticos y sociales que se sucedían en toda Grecia, la aristocracia guerrera de la ciudad mantuvo su hegemonía durante siglos. Aunque el proceso de transformaciones sociales y políticas siguió un curso parecido en todo el mundo griego, algunas polis tradicionalistas, como fue el caso de Esparta, afrontaron la crisis resistiéndose al cambio y defendiendo su tradición. Los altivos habitantes de esta ciudad hallaron en la guerra la solución a la mayor parte de sus problemas, como la escasez de tierras y, gracias a su rígida disciplina social, evitaron la aparición de crisis políticas internas. Los lacedemonios, de origen dorio, se instalaron en el valle del río Eurotas a fines del II milenio a. C. Tras someter al vasallaje a la población autóctona, fundaron la que iba a ser capital de la primera potencia militar del mundo helénico: Esparta. La conquista de Laconia, no obstante, resultó extremadamente dura y obligó a los invasores a vivir durante siglo y medio en un estado de guerra casi permanente. Tras imponerse de- finitivamente en la región, en el siglo VIII a. c., los espartanos se lanzaron a la conquista de la fértil llanura de Mesenia y exten- dieron su dominio a las regiones meridionales del Peloponeso. Aunque Esparta destacó durante mucho tiempo por su produc- ción artística y su alto nivel cultural, en la polis se cultivaba la música coral y lírica, y se daban cita poetas de diferentes partes del mundo griego, la necesidad de mantener un ejército siempre activo y la de evitar la rebelión de la población sometida hicieron que el modo de vida militar se impusiera progresivamente como principio rector de las instituciones espartanas. En la jerarquizada sociedad de los lacedemonios, los únicos ciu- dadanos con plenos derechos eran los dorios descendientes de la nobleza conquistadora, llamados homoioi o espartiatas. Sometidos a su gobierno estaban los periecos, hombres libres pero con derechos muy limitados, y los ilotas, esclavos al servicio del Estado, en su mayor parte, los pobladores nativos de los territorios conquistados, incluida Laconia y Mesenia. Los ilotas, que carecían de derechos, eran tratados frecuentemente con extrema brutalidad. Los nobles espartiatas se dedicaban en cuerpo y alma al entre- namiento físico y militar en tiempos de paz y a defender o ampliar las fronteras del Estado en tiempos de guerra. A cambio de sus servicios, el Estado les concedía tierras e ilotas para cultivarlas. La elite lacedemonia, siempre lista para combatir, vivía concentrada en campamentos militares y solo visitaba sus propiedades para supervisar su buen funcionamiento. Políticamente, Esparta se regía según las estrictas normas e instituciones que estableció el legendario legislador Licurgo y que, según la tradición antigua, le fueron dictadas por el oráculo de Delfos. En su documento constitucional, conocido gracias al escritor grecorromano Plutarco, el "sabio" lacedemonio sustituyó la tradicional monarquía doria por una diarquía hereditaria, es decir, dos soberanos, a la que otorgó la dirección militar y religiosa del Estado. El gobierno de la polis, no obstante, quedaba en manos de cinco magistrados(éforos), elegidos anualmente por la gerusía o consejo de ancianos. Los sexagenarios miembros del consejo, a su vez, eran nombrados por aclamación en la asamblea de pueblo (apelIa), de la que formaban parte todos los hamoioi mayores de 30 años. Debido a la rigidez y severidad del mundo espartano, cuando en el siglo VII y VI a.C. las transformaciones económicas sumieron a Grecia en una profunda crisis, los gobernantes lacedemonios aplicaron disciplina donde otros concedían reformas;'fomentaron la austeridad en detrimento del desarrollo comercial y cultural; y, fieles a la constitución de Licurgo, convirtieron Esparta en una ciudad guerrera, tan poco hospitalaria como poderosa. La innegable superioridad militar les permitió, a mediados del siglo VII a.C., acabar con los alzamientos en su propio territorio (Segunda Guerra Mesenia) y, ya en el siglo VI a.C.,extender sus fronteras a costa de algunos Estados vecinos, como Argos. Su posición hegemónica en Hélade, se confirmó poco después, cuando, gracias a una hábil maniobra diplomática, consiguió la alianza de algunas de las polis más poderosas, como Corinto y Megara, entre otras. Así, a mediados del siglo VI a. C. nació, bajo la tutela de Esparta,la llamada Liga del Peloponeso. Cronología Esparta, desde su fundación al inicio del periodo clásico: hasta. 900 a.C. » Los lacedemonios fundan la ciudad de Esparta. 760 a.C. » Destrucción de la fortaleza de Amyklai, último reducto predorio en Laconia. 740 – 720 a.C. » Primera guerra mesenia. Conquista de esta región. 720 a.C. » Los atletas espartanos participan por primera vez en los juegos de Olimpia. 660 - 640 a.C. » Segunda guerra mesenia. Esparta aplasta el alzamiento de este pueblo. h. 550 a.C. » Victoria sobre Argos y conquista de Cinuria y Tinea. Tegea resiste, pero acaba aliándose con Esparta. Al pacto se unen Matinea, Orcómenos, Corinto, Megara y Egi- nao. Nace la Liga del Peloponeso. Una vida dedicada al ejército Los espartanos vivían por y para la guerra. Eran llamados a filas a los 20 años de edad y no se licenciaban sino hasta que cumplían 60. Los adulos se mezclaban con los adolescentes y recibían adiestramiento, comían y dormían siempre juntos. En su dieta nunca faltaba el "caldo negro", elaborado con sangre. Detalle de una vasija del siglo VI a. C. Un "Particular" Sistema Educativo De todas las instituciones establecidas por la constitución de Licurgo, ninguna fue tan importante para la perdurabilidad del sistema político y social espartan o como la agoge, o sistema educativo. Según este, los niños, para que no se volvieran débiles, debían ser separados de sus madres al cumplir los 7 Crece Con Nosotros
  • 12. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria años de edad. En los barracones de la escuela, donde eran luego internados, aprendían a leer y escribir, pero también a sobrevivir en un mundo hostil. Para que comenzaran a experimentar el rigor y la dureza de la vida castrense, además, estaban obligados a andar descalzos y a vestir la misma ropa durante todo el año. Entre los 18 y los 20 años -es decir, durante dos años- los jóvenes eran abandonados en el campo para que aprendieran a sobrevivir. Superar esta prueba de iniciación, llamada criptia, daba a los muchachos la ciudadanía y la posibilidad de incorporarse al ejército; fracasar, los condenaba a convertirse en periecos. Las niñas, por su parte, acudían también a la escuela desde los 7 años. Allí, además de educación, recibían el mismo entrenamiento físico que sus hermanos. Así se intentaba garantizar que, en el futuro, tuvieran hijos más sanos. CAPITULO 9 LAS GUERRAS MEDICAS En el siglo V a. c., las principales ciudades-Estado griegas tuvieron que unir sus fuerzas para impedir la destrucción del mundo helénico. La lucha a vida o muerte contra el imperio persa de los aqueménidas llevó el caos y la destrucción al corazón de Grecia. A mediados del siglo VI a.C., la pacífica evolución de las polis quedó bruscamente interrumpida con la aparición de una nueva potencia militar: el imperio de los aqueménidas. Fundado por Ciro II, el reino formado por la unión de medos y persas consiguió en unas pocas décadas hacerse con el control de todo Oriente Próximo, incluidas las ciudades y colonias griegas de Asia Menor, y, de la mano de Darío I El Grande, acabó convirtiéndose en una amenaza para la Grecia continental. Siguiendo el ejemplo de los reyes lidias, que nunca oprimieron a las ciudades jonias y evitaron perturbar su fecundo influjo, Darío I se mostró en un principio tolerante con las colonias griegas de Asia Menor. El apoyo de los persas al comercio fenicio, no obstante, puso trena a su desarrollo económico; por este motivo, los jonios acabaron sublevándose. De acuerdo con Herodoto, todo comenzó en el año 500 a.C., cuando Arastágoras, tirano de Mileto, hizo un llamamiento a las ciudades griegas de Asia para que se alzaran contra la dominación persa. Aristágoras pidió también ayuda a los griegos de la metrópoli. Solo Atenas, que envió una flota de veinte barcos, y Eretria, que aportó cinco, apoyaron a los insurrectos. La coalición griega se dirigió a Sardes, capital de la satrapía persa de lidia, y la redujo a cenizas. Consternado, el emperador Darío I ordenó a sus tropas perseguir al ejército rebelde, y este fue aniquilado en Efeso. En el mar, por su parte, los griegos tomaron la iniciativa y destruyeron a la flota fenicia aliada de los persas. Posteriormente, no obstante, los jonios serían com- pletamente derrotados en la decisiva batalla naval de Lade. Tras el fracaso de la rebelión, los persas reconquistaron una por una todas las ciudades jonias. En el 493 a.C., tras varios años de asedio, arrasaron Mileto, capital de los insurrectos. Como castigo a su osadía, los habitantes de la ciudad fueron deportados a Mesopotarnia. De esta forma, la soberanía aque- ménida volvía a establecerse en la parte occidental de Asia Menor. Tras imponer su poder en Tracia y Macedonia, dos regiones de gran importancia estratégica para el control del Mar Egeo, Darío I decidió devolver el golpe a las polis que habían ayudado a los rebeldes jonios. De esta suerte, organizó una expedición de gran envergadura con el principal objetivo de conquistar Atenas. La venganza de Darío I Lejos de crear un frente común ante la amenaza persa, las polis, desde la aparición del imperio aqueménida, se habían dividido entre partidarios y detractores de la potencia asiática. Incluso en Atenas, a principios del siglo V a. c., la lucha política provocó que existieran nobles proclives a pactar una alianza con Darío I. Temístocles, elegido arconte en el año 493 a. c., fue el primero en advertir del peligro que corría Atenas en el caso de que los persas se decidiesen a atacar. Pero su idea de armar una gran flota y reforzar las defensas de la ciudad fue rechazada por los nobles conservadores. La inestabilidad política de Atenas y otras ciudades era bien conocida por Darío I y, para la conquista de Grecia, contaba con recibir el apoyo de muchos griegos una vez que su ejército hubiera desembarcado en el continente. Así, finalmente, en el año 490 a. c., veinte mil soldados se embarcaron en los puertos de Asia Menor dispuestos a conquistar Grecia. Entre ellos figuraba Hipias, el último tirano de Atenas, quien, tras ser derrocado, había encontrado refugio en la corte del emperador. En el Egeo, la flota persa, dirigida por Artafernes, conquistó las íslas Cícladas. Los soldados de Darío I desembarcaron en Eubea y, como represalia por su intervención en la revuelta jonia, destruyeron Eretria. Finalmente, el ejército persa, comandado por el general Datis, desembarcó en la costa oriental de Ática, en la llanura de Maratón, a solo cuarenta kilómetros de Atenas. La ciudad se encontraba sola y en desigualdad frente al ataque persa. Esparta, que al frente de la Liga del Peloponeso había concluido con éxito su secular conflicto con Argos, prometió enviar tropas, pero estas no llegaron a tiempo. Solo Platea, aliada de Atenas, contribuyó con mil hoplitas. En la asamblea del pueblo ateniense, Milcíades, que tras años de exilio había vuelto a Atenas y se había convertido en el líder de los opositores a un pacto con Darío l, explicó la imposibilidad de resistir un asedio prolongado y ordenó a los diez mil hoplitas que formaban el ejército de la ciudad abandonar la defensa de Atenas y dirigirse al encuentro de los persas a campo abierto. Tras dos largos días de espera, el general Datis, dada la pasividad ateniense, dio a sus tropas la orden de reembarcar para atacar Atenas por mar. Milcíades, consumado estratega, formó entonces la falange y mandó cargar en formación com- pacta contra el enemigo. La poderosa caballería y los arqueros persas, que tantas victorias habían dado al reino aqueménida, se vieron sorprendidos y nada pudieron hacer contra los hoplitas griegos. En el cuerpo a cuerpo, la infantería asiática, pese a superar a la griega en una proporción de dos a uno, fue masacrada. Embarcado con los restos de su ejército frente a las murallas de Atenas, el general meda observó con sorpresa el retorno de las tropas locales y la presencia de refuerzos espartanos; y así, tras abandonar la idea del asalto por mar, el derrotado cuerpo expedicionario persa regresó a Asia. Si la batalla de Maratón no supuso una decisión definitiva entre los persas y los griegos, esta victoria sobre el ejército Crece Con Nosotros
  • 13. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria aqueménida sirvió de base a las reivindicaciones de Atenas relativas a la posición que habría de corresponderle en el mundo griego. Tras el fin de la Primera Guerra Médica, las luchas entre partidos, regresaron a Atenas. Como consecuencia de estas, una serie de destacadas personalidades, defensoras de los tiranos o partidarias de los a1cmeónidas, tuvieron que abandonar Atenas. Tras ver desterrados a sus enemigos, Temístoc1es pudo realizar su programa naval. Los ciudadanos atenienses acomodados se unieron para financiar a la armada. Con sus 180 barcos de guerra, Atenas superaba ahora las flotas de Corinto y de Egina y se convirtió en la mayor potencia naval de la Hélade. Según Temístocles, el oráculo de Delfos había predicho que la victoria definitiva ante los persas llegaría por el dominio del mar. En el año 481 a.C los representantes de diferentes polis, enca- bezadas por Atenas y Esparta, firmaron un pacto militar (symma- quia) para organizarse ante un hipotético segundo ataque persa. En este supuesto, Esparta se encargaría de dirigir al ejército aliado. Hubo una tregua general en la Hélade, y hasta los desterrados pudieron regresar a su patria. La Segunda Guerra Médica Tras la muerte de Darío l, subió al trono su hijo Jerjes. En los primeros años de reinado se ocupó de reprimir con dureza las revueltas que amenazaban con colapsar el imperio (Egipto y Babilonia, principalmente). Una vez resuelta esta situación, retornó los planes que su padre había iniciado para intentar de nuevo la conquista de Grecia. Esta vez, los preparativos para la invasión tuvieron en cuenta hasta el más mínimo detalle. Para permitir a su ejército y a su flota transitar con celeridad hasta Grecia, hizo tender puentes sobre el Helesponto y construir canales. En junio del año 480 a. C el ejército aqueménida, comandado por el propio Jerjes, cruzó el Helesponto y, siguiendo la ruta costera, se precipitó sobre la península. Las tropas griegas, conocedoras de su llegada, establecieron un puesto defensivo en el angosto paso de las Termópilas y, para impedir el ataque a Ática, bloquearon con barcos el canal de Oreos. Tras cinco días de tensa espera, los persas lanzaron un ataque masivo contra las posiciones griegas en tierra. Sus primeros ataques resultaron infructuosos, pero, gracias a una traición, consiguieron sorprender por la retaguardia a los griegos en el tercer día de batalla. Temeroso de que la flota ateniense no pudiera escapar a tiempo del canal que hasta entonces protegía, Leónidas, el rey de Esparta, ordenó la retirada a su ejército y, junto con trescientos de sus hoplitas, defendió hasta la muerte del último hombre su posición en las Termópilas. Gracias a la heroica acción de Leónicas, la flota griega evitó ser destruida. Los persas sufrieron graves pérdidas pero alcanzaron su objetivo: abrir las puertas de la Grecia Central. Con el mando del general Mardonio, el ejército aqueménida avanzó hacia el sur, arrasando a su paso ciudades y templos y matando a toda la población. Finalmente Mardonio entró en Atenas que había sido evacuada y, en venganza por el incendio de Sardes durante la revueltajonia, destruyó completamente la Acrópolis. Valiéndose de una estratagema, Temístocles logró que los persas se decidiesen a atacar entonces a los barcos griegos anclados en el golfo de Salamina. El estrecho donde aguardaban los atenienses resultó una trampa natural para la flota persa que, al no poder desplegarse, fue rodeada y hundida por los trirremes griegos. Desde una colina, Jerjes presenció impotente el desenlace de la batalla. En la primavera del 479 a.C., Mardonio, quien se había retirado con su ejército a Tesalia, volvió a invadir la despoblada Ática y destruyó su capital, Atenas. El gran rey Jerjes, por su parte, regresó a Sardes. Las tropas griegas se reagruparon y, dirigí das por Pausanias, rey de Esparta, fueron al encuentro del enemigo cerca de Platea. Pese a ser interiores en número, los griegos consiguieron una victoria aplastante. La derrota en Platea, unida al hundimiento de los últimos barcos persas en la batalla naval de Micala y al estallido de la insurrec- ción en las ciudades griegas de Jonia, pusieron fin al sueño de Jerjes de destruir el mundo helénico. Atenas y Esparta, las dos grandes vencedoras en el conflicto, se convirtieron desde entonces en las principales potencias militares de Occidente. El poder marítimo de los atenienses y el terrestre de los lacedemonios estaban condenados a enfrentarse. La guerra en- tre ambas no tardó en estallar. Temístocles (525-440 a. C.) Si Solón reformó las instituciones atenienses para impedir que la crisis política sumergiera a la ciudad en el caos, Temístocles hizo lo propio en materia de defensa y permitió la supervivencia el mundo griego. Como líder del "partido marítimo", advirtió a los atenienses de la importancia que tendría la guerra naval durante el conflicto contra los persas e impulsó la construcción de una gran flota. El nacimiento de la Liga de Delos La supremacía de Atenas en el mar Egeo, un ambicioso proyec- to iniciado por Temístocles, que se hizo realidad tras el hundi- miento de la flota persa en Micala, quedó reforzada en el año 478 a. e. con la fundación de la Liga de Delos, nacida para garantizar la seguridad de las ciudades costeras e insulares ante un hipotético ataque persa. Con el tiempo, una vez descartada la posibilidad de una nueva ofensiva por parte de los aqueménidas, Atenas se responsabilizó en exclusiva de la custodia marítima de Grecia. Curiosamente, el impulsor del poder naval ateniense y héroe de Salamina, Temístocles, fue condenado al ostracismo por sus rivales y acabóconvirtiéndose en vasallo de los persas. En el año 471 a..e. el gobierno ateniense pasó a manos de Cimón. CAPITULO 10 GRECIA CLÁSICA - ATENAS DE PERICLES Las tres décadas transcurridas entre la aparición de Pericles y el comienzo de las Guerras del Peloponeso forman la etapa en que Atenas alcanzó su plenitud, tanto política como cultural. Fue uno de los períodos más fecundos de la historia universal. Tucídides considera los cincuenta años (pentecontaetia) que corren entre los años 480 y 430 a. C. como una unidad histórica. Durante la época de Pericles (461-429 a. C), y en el curso de una sola generación, los griegos del Ática produjeron en los más variados campos del saber -organización política, arquitectura, escultura, pintura y filosofía, entre otros los modelos Crece Con Nosotros
  • 14. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria considerados "clásicos" por antonomasia. En estos años, la evolución cultural y la política se condicionan mutuamente. Su unidad aparece encarnada en la figura de Pericles quien entra en la escena política a los 40 años, como representante de una sensibilidad caracteristica de la época y máxima autoridad en los asuntos concernientes al Estado. En él se advierte claramente hasta qué punto se ha producido en el mundo griego una unidad indisoluble entre actividad política y actividad cultural, entre vida privada y vida pública. "Gobierno de muchos" Tras el derrocamiento de Cimón (hijo del general ateniense vencedor de Maratón, condenado a una fuerte multa tras su fracaso en Paros), se abre el período del más amplio de los procesos judiciales. La democracia toma en serio la tarea de llevar a la práctica el principio del "gobierno de muchos". Cada año, seis mil ciudadanos llegaban a los tribunales, ya sea como abogados o bien como testigos. La política se convirtió en derecho; y el derecho, en política. No existía el poder representativo. El pueblo soberano goberna- ba y dirigía directamente la asamblea popular. Desde que el Areópago se vio obligado a renunciar al control de los negocios políticos (461 a. C), este derecho pertenecía a la comisión rectora de los asuntos ciudadanos, el Consejo de los Quinientos, cuyos miembros eran designados al azar. Tampoco se advierte la división de poderes, ni siquiera la institucionalización de las funciones de gobierno. Mantener el poder indivisible del demos fue uno de los principios más ásperamente defendidos por la democracia extrema. Al mismo tiempo, era evidente el carácter elitista del sistema democrático: según una ley promulgada en el año 451 a. c., la persona no nacida de un matrimonio con una mujer de Ática no pertenecía al demos. Pero, naturalmente, la democracia ateniense tuvo también sus adversarios. Así expresaba su condena de la forma de gobierno un autor anónimo de la época, en cuanto dominio de una clase: "Por lo que respecta a la forma de gobierno de los atenienses, no puedo ciertamente aprobarlos por haber establecido precisamente esta forma estatal, ya que, al hacerla así, han decidido, por el mismo caso, que la gente común viva mejor que la aristocrática". Para hacer frente a estas voces, Pericles sólo contaba con la fuerza persuasiva de sus argumentos. Fue Tucídides quien se encargó de transmitir sus discursos, que si bien reproducen perfectamente sus ideas, proceden de la pluma de un historiador: "Vivimos en una forma política que no ha copiado las reglas de otras formas [...] Se la llama gobierno del pueblo porque no nos apoyamos en una minoría, sino en la mayoría popular. Respecto de las cuestiones judiciales, todos gozan de los mismos derechos; la pertenencia a una determinada clase del pueblo no otorga ventajas de ninguna especie, pues lo único que cuenta en la vida pública es la diligencia personal; la pobreza no es razón para que nadie que pueda prestar un buen servicio al pueblo sea excluido a causa de su situación. En nuestra forma de vida política domina un espíritu libre que reper- cute también en las tareas y actividades cotidianas, frente a toda mutua desconfianza". Política exterior ateniense En el año 461 a. C. toca a su fin la etapa del entendimiento amigable con la Esparta aristocrática. Los atenienses toman conciencia de la amenazadora expansión de Esparta y deciden emprender el camino de una gran potencia imperialista, con dos frentes por delante: Persia y, el más próximo y peligroso, Esparta. En el período subsiguiente, Esparta desarrolla su actividad en el centro de Grecia, es decir, en vecindad inmediata con Atenas, a la que en el año 457 a. C. consigue derrotar en Tanagra, aunque dos meses más tarde los beocios, aliados de Esparta, sucumben en Enofita ante el ejército ateniense. Atenas consigue además apoderarse de Egina, aniquilar la fuerza naval de Esparta en Gytheion y ampliar recurriendo a veces a la violencia de la Liga de Delos. En el año 451 a. C. las negociaciones entabladas con la dirección de Cimón desembocan en una paz con Esparta, pero solo por cinco años y sobre la base del statu quo. Este éxito relativo permite a Cimón acometer de nuevo sus ambiciosos planes: intenta reemprender la lucha contra los persas en el Mediterráneo Oriental, pero muere de peste ante Chipre. Pericles entabla entonces negociaciones de paz con el Gran Rey por mediación de Calias, ateniense de Susa (paz de Calias, 448 a. C), y el proyecto bélico de Cimón queda relegado. En un congreso panhelénico, Pericles quiso destacar la posición preeminente de Atenas en lo relativo a las guerras contra Persia; pero su plan terminará fracasando ante la firme oposición de Esparta. Atenas sufre un nuevo descalabro en Grecia Central, donde Beocia logra emanciparse (derrota de Coronea, 447 a. C). Se emanciparán también Fócida, Locria, Eubea y Megara. Esparta presta apoyo a esta última. Tropas peloponesas invaden el Ática. En esta difícil situación, Pericles se declara dispuesto (446 a. C) a firmar la paz con Esparta. Atenas tiene que renunciar a su influencia en el Peloponeso y en Grecia Central. A partir de entonces, se fomenta el dualismo de las dos ciudades hegemónicas griegas. Pericles [ h. 495 a. C.- 429 a. C. ] Su gobierno constituyó el período más brillante de Atenas. Nació en el seno de una familia de la antigua nobleza ática. Su padre, Jantipo, tuvo una destacada intervención en política y en el terreno militar, como vencedor de Micala. Por línea materna, se situaba en la tradición democrática (su madre era sobrina de Clístenes). Uno de sus maestros fue el filósofo Zenón de Elea. El esplendor de Atenas En lugar de atesorar los ingresos que afluyen a Atenas, proce- dentes de la Liga de Delos, Pericles los invierte en grandes construcciones. La metrópoli ática cambia de rostro y continúa las obras correspondientes a la fortificación iniciada por Temísto- des. En caso de guerra, la población puede refugiarse entre los "muros largos". El Pireo se fortifica con bastiones, torres, arse- nales y nuevas construcciones defensivas que lo convierten en la más formidable fortaleza marítima del mundo antiguo. Sobre la Acrópolis, en la que, tras la destrucción de los persas, seguían alzándose las ruinas de las numerosas construcciones de Pisístrato, se elevan ahora los grandes 'edificios religiosos. Así. Atenas se convierte en centro visible del mundo griego. Cronología 458 a. C. » Atenas desafía a Corinto, acoge a Megara en la Liga de Delos y apoya a Argos contra Esparta. Se fortifica la ruta hasta el Pireo con los Largos Muros 458 a. C. » Pericles concede a los zeugites el acceso al cargo de arconte. Los thetes nunca llegaron a obtener este derecho. 457 a.C. » Esparta refuerza la Liga del Peloponeso, Tebas, Crece Con Nosotros
  • 15. Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA” 1 Año de Secundaria Corinto y Egina derrotan en Tanagra a los atenienses, quienes vencen en Neófita. Atenas domina el Egeo. 454 a. C. » La Liga de Delos traslada su tesoro a Atenas. 447 a. C. » Tebas derrota a Atenas en la batalla de Coronea y libera Beocia y la Fócida. 446 a. C. » Fundación de Anfípolis y Turios. Rebelión de Eubea y Megara. Se firma un tratado de paz con Esparta. 443 a. C. » Pericles es nombrado año tras año para el cargo de estrategia con los otros funcionarios que el pueblo elige libremente como sus mandatarios. Aparte de las tareas militares, no tenía otras prerrogativas. 440 a. C. » Atenas impone la democracia en Samos. CAPITULO 11 LALUCHA POR LA HEGEMONÍA DEL PELOPONESO Durante el último tercio del siglo V a. C. el mundo griego vivió marcado por el enfrentamiento entre Atenas y Esparta. El prolongado conflicto se saldó con la victoria espartana y la implantación de un régimen de terror en la democrática Atenas. A pesar de que Tucídides atribuyó la enemistad entre Atenas y Esparta a sus diferentes modelos políticos, no solo fueron causas ideológicas; la democracia ateniense frente a la aristocracia espartana-las que desencadenaron la Guerra del Peloponeso. Los intereses económicos, el empeño de Atenas por controlar el comercio marítimo y militares, la rivalidad existente entre la Liga del Peloponeso agrupada en torno a Esparta y la Liga Ático - délica, encabezada por Atenas, estuvieron también en el origen del conflicto. La guerra entre helenos Como antecedente de este largo enfrentamiento, Tucídides hace mención a la Primera Guerra del Peloponeso, que concluyó con la Paz de los Treinta Años, en la que las dos potencias griegas delimitaron sus respectivas áreas de influencia política y económica. Quince años después de acordada, la paz se rompió. Una colo- nia de la ciudad de Corinto, aliada de Esparta, con la ayuda de Atenas, se rebeló contra su metrópoli. Al mismo tiempo, Pericles, arconte de Atenas, prohibió a Megara, aliada de Corinto, la utili- zación de los puertos de la liga naval. Esparta reaccionó exigiendo la disolución del imperio ateniense. Ante la negativa de Atenas, Esparta y la Liga del Peloponeso le declararon la guerra. El poder en tierra del ejército de Atenas era inferior al de Esparta y sus aliados; pero en el mar las ciudades - Estado de la liga ática eran netamente superiores. El rey de Esparta, Arquidamo, invadió el Ática; pero la ciudad de Atenas, gobernada por Pericles, resistió protegida por sus murallas. En el 430 a. c., una terrible epidemia asoló Atenas. En tan solo dos años pereció casi un tercio de su población. Pericles, acusado de corrupción por sus adversarios, fue depuesto de su cargo de estratega y rehabilitado al año siguiente, pero murió victima de la peste. Lo sustituyó, al frente de la ciudad y del ejército, Nicias, el jefe del partido aristocrático. Tras diez años de dura contienda, las dos ciudades firmaron la paz (paz de Nicias). Con este acuerdo, Atenas conservó sus posesiones y pudo seguir ampliando su imperio marítimo. Algunas ciudades se opusieron al tratado, al mismo tiempo que en Atenas los partidarios de la guerra, encabezados por Alcibíades, imponían su criterio. De nuevo se desató la guerra, que finalizó con el restablecimiento del dominio de Esparta. Pero poco duró el período de paz; las ciudades sicilianas de Se- gesta y Leontinos pidieron ayuda a Atenas en su enfrentamiento con la ciudad de Siracusa, aliada de Esparta. Otra vez, en Atenas triunfaron los partidarios de la guerra, instigados por Alcibíades, quien pretendía conquistar toda Sicilia para el imperio ateniense. Una gran flota mandada por Alcibíades, Nicias y Lámacos se dirigió hacia Sicilia y puso sitio a Siracusa. Sus habitantes, con la ayuda de Esparta y de Corinto, rompieron el bloqueo y derrotaron totalmente al ejército de Atenas. A raíz del desastre siracusano, la hegemonía naval ateniense comenzó a declinar. Tras su triunfo en Sicilia, Esparta, deseosa de acabar con el imperio ateniense, se alió con Persia. En este nuevo período bélico, que se inició con la toma por el ejército aliado espartano de la ciudad de Decelea, en el corazón del Ática, se dilucidó el control sobre las ciudades griegas del Asia Menor. En plena guerra, los oligarcas de Atenas establecieron la "Dictadura de los Cuatrocientos" (adaptada más tarde al "Gobierno de los Cinco Mil Propietarios"). Alcibíades, otra vez dotado de poderes ilimitados, asumió el gobierno. Tras ser derrotado en Notion (407 a. C), perdió el cargo de estratego. Finalmente, Esparta consiguió una victoria decisiva en Egospótamos (405 a. C). La liga de Delos se disolvió y Atenas capituló (404 a. C). Lisandro, general espartano, entró triunfante en el puerto de El Pireo. Con la paz, los atenienses perdieron sus colonias y toda su flota, menos 12 unidades; se disolvió el imperio ático y se derribaron las murallas de la polis. Así, Esparta alcanzó de nuevo una posición hegemónica. El tratado de paz impuso a Atenas la restauración del régimen oligárquico. Este formó un comité de cinco éforos y, posteriormente, una comisión de gobierno de los "Treinta Tiranos". Su régimen de terror, tolerado por la guarnición espartana que ocupaba la Acrópolis: eliminó a gran parte de sus adversarios. Cronología 460-446 a. C. » "Primera Guerra del Peloponeso". Concluye con la paz de los Treinta Años. 431 a. C. "Atenas ayuda a Corciria, colonia de Corinto. Primera fase de las Guerras del Peloponeso, denominada Arquidámica. 421 a. C. » Esparta y Atenas firman la paz de Nicias, por la que establecen una alianza de cincuenta años. El acuerdo fracasa. 418 a. C. » Esparta vence a Atenas en Mantinea. Se restablece el dominio espartano en el Peloponeso. 418-415 a. C. » Expedición ateniense a Sicilia. Durísima derrota de Atenas. Segunda fase de las Guerras del Peloponeso. 413-404 a. C. "Tercera y última etapa de las Guerras del Pelopo- neso, denominada Decelaica. "Los Quinientos" Pese a la derrota y la humillación, las luchas por el poder con- tinuaron en Atenas. Trasíbulo y otros emigrados demócratas, procedentes sobre todo de Tebas, derrotaron a las tropas de los "Treinta Tiranos". Su régimen fue sustituido por una comisión de Crece Con Nosotros