1. - ¿Cómo explica Blom que la organización de las identidades (los límites étnicos)
entre, por ejemplo, los campesinos del sur de Noruega, no depende de la
diversidad cultural? (2011S1)
Para examinar los requisitos culturales y organizativos necesarios para el establecimiento de los
límites étnicos, Blom presenta un caso en que la diversificación cultural de la población campesina
dentro de un estado nacional (Noruega) refleja continuos procesos de adaptación, de acuerdo a
circunstancias variables en el medio natural y social.
Consecuentemente, en toda la región se puede observar una homogeneidad étnica a pesar de la
aparente diversidad de los estilos de conducta y en las formas de organización social. Blom trata
de demostrar en su “ejemplo negativo” que la organización de las identidades étnicas no depende
de la diversidad cultural per se, sino de la asignación de significados sociales particulares a un
limitado conjunto de actos.
Según fuentes arqueológicas e históricas, la población campesina total del sur de Noruega (tanto
los campesinos montañeses como los habitantes de las tierras bajas) tiene un origen cultural
común, pero ha desarrollado rasgos culturales o estilos de vida divergentes para adaptarse a las
variaciones de las condiciones ecológicas (mientras que el campesino de las tierras baja está muy
apegados a su granja, y lleva una vida sedentaria, estable y regular, la adaptación del campesino
montañés está basada en la explotación de zonas más extensas, lo que le obliga a mantenerse en
constante movimiento recorriendo las montañas, y es cazador y traficante de ganado).
En este caso existe homogeneidad étnica a pesar de la aparente diversidad en los estilos de
conducta y en las formas de organización social.
El análisis en el sur de Noruega de las bases ecológicas y sociales de una situación cultural que en
muchos aspectos importantes recuerda las sociedades poliétnicas, es decir, poblaciones regionales
diferenciadas culturalmente y articuladas en una interdependencia simbiótica fundada en la
explotación de diferentes nichos ecológicos, refleja los continuos procesos adaptativos de acuerdo
a circunstancias variables en el medio natural y social.
En un contexto poliétnico, la interacción de los representantes de las unidades discretas observa y
mantiene ciertos límites, pues todos, en su actuación, se ven obligados a subrayar sus respectivas
identidades étnicas (y por consiguiente: sus mutuas diferencias culturales), por lo que sus
relaciones están restringidas a formas impersonales o específicas relacionadas con su posición.
Pero en este caso, no existe ninguna prueba empírica que justifique la afirmación de que la
interacción entre los campesinos montañeses y los habitantes de las tierras bajas esté basada en
una generalizada dicotomización de carácter étnico. Por el contrario, la diferencia cultural se
refiere sólo a una “falta” de comunicación entre los miembros de una transacción: exhiben los
mismos valores y utilizan medios de expresión comunes que fomentan las afinidades y la
confianza mutua. Su interacción es, en principio, idéntica a la que se logra entre los miembros de
una misma comunidad cuando participan en transacciones similares.
Estos descubrimientos nos devuelven al problema de los significados sociales implícitos en la
diversificación cultural, la dicotomía analítica relativa a la cultura: a) cultura en el sentido de
normas de valoración y su respectiva codificación en categoría y estatus sociales, y b) cultura en el
sentido de formas manifiestas generadas por tales valores en condiciones sociales y ecológicas
específicas.
2. En el análisis de Blom se indica que cuanto mayor sea la participación del montañés en la
competencia social con los campesinos de las regiones bajas, mayor será la divergencia de sus
estilos de vida. Y con la especialización surgen culturas regionales distintivas.
Pero la participación de los granjeros que habitan las montañas de la Noruega central,
reconociendo las normas generales de rango social aplicadas en la sociedad en general, les
asegura una continua pertenencia al grupo mayoritario, a pesar de los patrones de actividad tan
característicos y peculiares que les impone la ecología local.
Para que la organización de la actividad se fundara según unidades étnicas se tendría que añadir la
dimensión de la codificación social de algunas de estas diferencias culturales en identidades
totalmente contrastantes, capaces de producir grupos étnicos, y éstas no es una consecuencia del
contraste cultural per se.
Contra lo anterior alegan algunos la hipótesis de que las barreras del lenguaje sirven para generar
la situación étnica. Pero los descubrimientos recientes sugieren que las considerables diferencias
de lenguaje entre los distintos tipos de grupo que mantienen un frecuente contacto no son
responsables por sí mismas del establecimiento y la conservación de los límites sociales.
Blom propone el ejemplo de las relaciones que se presentan entre los noruegos y ciertos grupos
parias de nómadas. Al igual que los campesinos montañeses y otros grupos especializados, estos
parias utilizan nichos específicos en las zonas rurales, y por tanto están vinculados en una
dependencia simbiótica con otras categorías ocupacionales. Pero, en contraste con los campesinos
montañeses, estos individuos comunican “en exceso” sus peculiaridades culturales durante el
contacto, muestran poco respeto a las normas de los campesinos, y en especial a sus criterios
jerárquicos, y su conducta es a menudo arrogante y provocativa. Como consecuencia, la
interacción entre los noruegos y los miembros de estos grupos está estructurada alrededor de un
tratamiento diferencial dentro del marco de una patente complementariedad de identidades.
Blom llega a la conclusión de que los límites étnicos no dependen de diferencias culturales a un
simple nivel de forma, sino más bien a un nivel cultural más fundamental; es decir, dependen de
una codificación específica de estas diferencias en status complementarios que dividen a la
población en grupos de referencia y se fundan en una estipulación de los orígenes distintivos y
respectivos de cada grupo.
Por tanto, la existencia de organizaciones semejantes se debe buscar en los procesos sociales que
provocan inicialmente un temor y un recelo natural hacia los extraños, que pueden ser
sistematizados en status étnicos.
Éstas son las categorías sociales que proporcionan normas obligatorias para juzgar la propia
conducta y la de los otros, que en consecuencia, organizan toda una serie de actividades en
conjuntos estereotipados de significación.