El documento habla sobre los sistemas globales de alimentos, energía y producción/distribución que contribuyen a desequilibrios sociales y ecológicos. Estos desequilibrios están impactando todas las industrias. Por ejemplo, la industria alimentaria global está experimentando cambios profundos para garantizar el bienestar de comunidades y fuentes de abastecimiento, lo que es crucial para su viabilidad a largo plazo. El liderazgo a todos los niveles, incluidos los gerentes locales y "conectores internos", será fundamental
1. Peter Senge: “Pensar en sistemas”
Los líderes de todo nivel tienen hoy la responsabilidad de ayudar a
las personas a ver los sistemas más amplios de los cuales son parte. Hay tres sistemas
principales que contribuyen a dar forma al funcionamiento del mundo actual: alimentos y
agua; energía (incluyendo transporte y organización urbana), y elaboración y distribución
de materiales (productos y servicios) con sus desperdicios y su toxicidad asociados. Los
efectos netos de operarlos “a la manera acostumbrada” son profundos desequilibrios
sociales, ecológicos y económicos, tales como la destrucción de ecosistemas críticos y las
brechas persistentes entre ricos y pobres. De distintas maneras y a diferentes velocidades,
los desequilibrios en esos sistemas globales fundamentales están impactando sobre todas
las industrias.
Por ejemplo, la industria global de los alimentos recorre las primeras etapas de un cambio
profundo. En la era industrial se perdió la mitad de la capa superficial del suelo, lo cual ha
hecho que en el mundo en desarrollo, por no contar ya con una economía agraria viable,
unas 50 millones de personas migren cada año del ambiente rural al urbano, para terminar
viviendo en áreas carecientes o marginadas. Las grandes compañías de alimentos, como
Unilever, y los principales minoristas, como Costco, Walmart y Starbucks, están
reconociendo que para que sus negocios sean viables en el largo plazo, deben ocuparse de
la salud y el bienestar a todo lo largo de sus cadenas de valor. Al mismo tiempo, empiezan
a comprobar que el bienestar de ciertas comunidades de agricultores o de pescadores es
crucial para su viabilidad a largo plazo. Como dijera hace años el presidente de Unilever,
“sin peces no hay cañas de pescar”. El imperativo de garantizar el bienestar de sus
principales comunidades y fuentes de abastecimiento es una nueva preocupación de las
grandes compañías alimentarias. No se trata de responsabilidad social corporativa ni de
filantropía, sino de un conjunto real de fuerzas estratégicas que darán forma al futuro de los
negocios.
Precisamente, la falta de agua plantea el problema más agudo. Ya hay 1.000 millones de
personas que la padecen, y en 2020 serían más del doble los afectados, según las
proyecciones de la Organización Mundial de la Salud. Para 2030, la India y China ya no
podrían satisfacer la mitad de su demanda de agua. Dado que casi todas las industrias
producen una “huella” de agua significativa, muchas compañías, para sobrevivir, tendrán
que aprender a administrarla de manera sistémica. La persistente brecha entre ricos y
pobres suele ser vista por las empresas como un problema de los gobiernos, debido a que
afecta la estabilidad política y la social, y torna cada vez más lejano el desarrollo en los
2. países en dificultades. Pero son también estos países la mayor fuente de mano de obra y de
demanda potencial para las compañías.
De modo que reducir la pobreza se está convirtiendo gradualmente en una preocupación de
todos. Por ejemplo, un objetivo estratégico de Unilever es tener en sus cadenas globales de
alimentos a por lo menos medio millón de pequeños agricultores, que sean propietarios de
sus parcelas o integren cooperativas. Para que ese objetivo se cumpla, deberá brindarles una
amplia gama de asistencia técnica y contribuir a su formación como innovadores eficaces
de las cadenas.
Liderazgo en todos los niveles
Estos cambios no pueden llevarse a cabo en una empresa si dependen exclusivamente de
sus máximos líderes. El liderazgo debe provenir de una diversidad de lugares, tipos de
personas y estilos. Tarde o temprano, el cambio real tiene que ver con el día a día: con
nuevos indicadores, nuevas prácticas y nuevas culturas organizacionales que incluyen a
todos y cada uno. Es por ello que los gerentes de línea locales son tan importantes en un
proceso de cambio cultural.
Igualmente crucial es el liderazgo de los “conectores internos” —las personas que conectan
con los innovadores de la organización y fuera de ella—, pues permite que las nuevas ideas
y prácticas se difundan más ampliamente.
El desarrollo de “ecologías de liderazgo” saludables será un imperativo crítico para las
organizaciones que busquen innovar y liderar el mercado.
La esencia de una organización que aprende
En realidad, no es la esencia de las organizaciones que aprenden lo que ha cambiado, sino
el contexto en el cual operan. El “pensamiento de sistemas” (el que se concentra en los
sistemas, así como en las conexiones y relaciones entre sus partes) ha sido siempre la base,
la “quinta disciplina”. Pero hoy, más que nunca, los líderes deben ayudar a las personas a
analizar los sistemas sociales y ecológicos más amplios en los que están inmersas, para que
puedan identificar las oportunidades reales de crecimiento e innovación.
Del mismo modo, desafiar los modelos mentales establecidos ha sido siempre el sello
distintivo de las organizaciones que aprenden. En la actualidad, sin embargo, los modelos
mentales que es necesario desafiar son más profundos y bastante más extremos. Por
ejemplo, la idea de que una compañía global de alimentos es responsable del bienestar de
comunidades de agricultores y pescadores, y que de ese bienestar depende la viabilidad de
la firma, representa un cambio radical.
Asimismo, más que nunca, la habilidad de los líderes de todos los niveles para fomentar el
deseo de encarar problemas difíciles y la esperanza de resolverlos, distinguirá a las
organizaciones que sean capaces, no sólo de reaccionar sino de innovar verdaderamente. De