1. La Analogía.
Extracto y comentario del libro “Fundamentos de filosofía”1
de Antonio Millán Puelles.
Dentro del estudio del ente en cuanto ente, objeto propio de la metafísica, resulta
fundamental comprender qué significa la analogía propiamente dicha. Esto se debe a que
todo ente, es decir, todo lo que existe, tiene en común el hecho fundamental de existir, pero
al mismo tiempo, nos encontramos con la evidencia de que no todos existen del mismo
modo, sino diversamente.
Para comprender lo que es la analogía nos apoyaremos en la distinción que Millán
Puelles, recogiendo a Santo Tomás, realiza entre términos unívocos, equívocos y análogos:
“Término unívoco es el que designa a varios objetos según una misma significación;
equívoco, el que se refiere a ellos según significaciones enteramente distintas; y, en fin, el
término análogo es un cierto medio entre el unívoco y el equívoco, de suerte que denomina
a varios objetos según una significación parcialmente distinta y parcialmente la misma”.2
Así, por ejemplo, podríamos dar los siguientes ejemplos siguiendo el texto en estudio:
- En relación con los términos unívocos se cita el ejemplo del término “animal”
referido al hombre y a un león. En ambos caso se refiere con propiedad a ambos
sujetos y con exacta significación. Tanto el hombre como el león son animales
por cuanto son seres vivos y cognoscentes.
- Respecto de los términos equívocos, podemos ejemplificar con la expresión
“Chile” referido al país en un caso y al condimento picante (como se le
denomina en México) en otro caso. Como vemos no tiene una misma
significación, sino dos que no dicen relación entre sí.
- Por último, en relación con los términos análogos daremos tres ejemplos con la
finalidad de distinguir dos tipos de analogía:
a) El término “conocimiento” puede ser utilizado para la visión (conocimiento
mediante la vista) y para la intelección (conocimiento intelectual).
b) El término “risueña” referido a una persona y a una pradera.
c) El término “sano” puede ser aplicado a un animal y a un medicamento.
Como vemos hay una diferencia entre estos modos de analogía, pues en caso del
término “conocimiento” éste es aplicable a la visión y la intelección de un modo propio,
pues le corresponde intrínseca y formalmente a cada uno de los analogados o sujetos
contenidos bajo dicho término. Así también ocurre con el término “risueña” referido a la
1
Millán Puelles, A., Fundamentos de filosofía, Ed. Rialp, Madrid, 1972.
2
Ibíd. p. 492.
1
2. persona y a la pradera. Mientras que en el caso de la salud no se dice que el alimento sea
sano en el sentido de que tenga salud, sino en el sentido de que es apto para la salud de un
animal. El autor expresa esta distinción en los siguientes términos:
“Precisa, pues, distinguir en general, dos especies o tipos de analogía: la
intrínseca y la extrínseca. La analogía intrínseca es la que corresponde al término cuyo
significado conviene intrínseca y formalmente a todos los objetos que él designa; mientras
que, en cambio, la analogía extrínseca es la que atañe al término cuyo significado se
cumple de una manera propia en uno de los objetos designados, no pudiendo aplicarse a
los otros más que por medio de una relación a éste. Cuando se da una analogía intrínseca
existe entre sus miembros una igualdad de tipo proporcional. Esto quiere decir que si bien
cada uno tiene notas distintas a las de los demás, el mutuo comportamiento de las notas de
cada uno de ellos es el mismo en todos. Así, la intelección y la visión, aunque son
realidades diferentes, tienen la analogía de proporcionalidad, que consiste en que la
intelección es al entendimiento lo que la visión es al ojo. En general, la analogía intrínseca
es la igualdad de dos o más proporciones y puede simbolizarse, por tanto, mediante la
fórmula “A es a B como C es a D”; lo cual no significa que A y C sean iguales, sino que se
comportan proporcionalmente de la misma forma”.3
Retomando el caso del conocimiento, es evidente que el conocimiento intelectual no
es lo mismo que el adquirido mediante la visión, sin embargo, en ambos caso se trata de un
conocimiento que se dice propiamente de la visión y del entendimiento. Dicho en otros
términos “conocimiento” mediante la visión y mediante la intelección no es lo mismo, pero
es proporcionalmente lo mismo.
Se debe aclarar que toda analogía intrínseca lo es de proporcionalidad, sin embargo,
no toda analogía de proporcionalidad es de carácter intrínseca. Tal es el caso de ejemplo del
término “risueña” aplicado al hombre y a la pradera, pues al hombre sí le corresponde, de
suyo, el ser “risueño”, mientras que a la pradera le corresponde como un aspecto que se le
predica pero que no le corresponde de suyo. A este tipo de analogía se le denomina
“analogía de proporcionalidad impropia” o “analogía metafórica” o, simplemente
“metáfora”.
En relación con el término “sano” aplicado a un animal y a un alimento, se trataría
de una analogía extrínseca, ya que el alimento no es sano en sí mismo –pues no posee
salud-, sino que posee la virtud de contribuir a la salud del animal. Se distingue por tanto de
la metáfora en que en este caso no se incluye ninguna igualdad proporcional, ni siquiera de
índole accidental como es el caso de la pradera “risueña”. El término “sano” que se predica
del animal y del alimento, se dice propia y formalmente del animal, mientras que del
alimento se dice respecto de la salud del animal y no de su propia salud. Millán Puelles
continúa de siguiente modo:
“A este tipo de analogía extrínseca se conviene en llamarlo –distinguiéndolo tanto de la
analogía intrínseca o de proporcionalidad propia, cuanto de la simplemente metafórica-
3
Ibíd. p. 493.
2
3. “analogía de atribución”. No hay en ella una esencial igualdad de proporciones, ni
tampoco una accidental semejanza, sino una relación de dependencia. Y así el
medicamento –o alimento- se dice sano porque de él puede depender la salud del animal; y
el color de este puede llamarse sano en la medida en que expresa o refleja un estado del
que depende como un cierto efecto”.4
Aclarado lo anterior, estamos en condiciones de referirnos a nuestro objeto de
estudio, el ente en cuanto ente, apoyándonos en lo que hemos definido como analogía de
proporcionalidad propia. Pues podemos afirmar que el término “ente” no es un concepto
unívoco, ya que si así fuera todo lo que es o existe debiera ser lo mismo o existir del mismo
modo, sin embargo, es evidente que afirmamos que algo es sin afirmar que todo lo que es
sea lo mismo. Así, por ejemplo, decir que la planta, el animal y el hombre son entes (o
existentes) no implica negar las diferencias propias que hay entre uno y otro modo de
existir.
Por otra parte, tampoco podemos señalar que el término “ente” sea un término
equívoco, ya que todo aquel del que se predica el “ente” tiene en común el hecho de ser
ente, esto es, de existir. “Todos los seres coinciden en tener, cada cual a su modo, la índole
de ser, pues para ser diferentes es preciso, ante todo, que sean. No queda, así, otra
posibilidad sino la de que el ente sea un término (y un concepto) análogo”.5
Esta analogía es, evidentemente, de carácter intrínseca y propia, pues es propio de
cada ser el hecho de ser propia y formalmente entes. La proporcionalidad puede ser
planteada en los siguientes términos: “Todo ente es a su ser como cada uno de los demás al
suyo”. Dicho de otro modo: la planta (A) es (B); el hombre (C) también es (D), siguiendo la
lógica anotada anteriormente, la planta es a lo que es (a su ser o modo de ser) lo mismo que
el hombre es a lo que es, sin que planta y hombre sean lo mismo.
4
Ibíd. p. 494.
5
Ibíd. p. 495.
3