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NNCCAANNTTHHEEDD
Alethea Kontis
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Katiliz94
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Staff de traducción
Beautifuliarx
Mayte008
Katiliz94
Ladypandora
Kyria
MewHiine♥
Ritita
Ro0
Nishta
Deby92
MeryLuna
Edgli
Katiliz94
Staff de corrección
Alee Foster
Ale Rose
MewHiine♥♥
Ladypandora
Desafio89
Alyshiachery
Revision y recopilación final.
Katiliz94 & Nishta
MewHiine ♥
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ÍÍÍnnndddiiiccceee
Agradecimientos
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Créditos
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Sinopsis
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Capítulo 1.
Oro de tontos y piedras de hadas
I NOMBRE ES SUNDAY WOODCUTTER, y estoy condenada
a una vida feliz.
Soy la séptima hija de Jack y Seven Woodcutter. Jack
es un séptimo hijo y Seven una séptima hija. El sueño de
papá era tener un encantador, todopoderoso séptimo
hijo de un séptimo hijo. Mamá le dijo que siete niñas o
siete niños, lo que viniera primero. Jack Junior fue el primero. Papá estaba
eufórico. Pero su sueño murió la mañana en que nací, alegre y hermosa y
buena y atractiva, siete hijas más tarde.
Afortunadamente, nacer primero no le impidió a Jack Junior que fuera
un niño prodigio. Nunca conocí a mi hermano mayor, pero sé su leyenda.
Todos los hijos de Arilland crecieron a la sombra de Jack, sus hermanos
pequeños más que la mayoría. Nunca he conocido un momento en el que
no estuviera rodeada de las dramáticas canciones e historias de las
hazañas de Jack Junior. Un buen número de ellas sigue surgiendo por todo
el campo hasta el día de hoy. Las he escuchado todas. (Bueno, todas
menos el Cuento Prohibido. Aún no soy lo suficientemente mayor para
escucharla).
Pero sé el cuento más importante: el cuento de su desaparición,
mientras servía en la Guarida Real del Rey. Un día, en un ataque de
resentimiento o de pasión (dependiendo del bardo), mató al cachorro del
Príncipe Rumbold. Como castigo, la malvada hada madrina del príncipe
convirtió a Jack Junior en un perro callejero y le obligó a ocupar el lugar
del cachorro. Nunca se supo nada más de él.
M
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Dicen que mi familia nunca volvió a ser la misma después de aquello.
Me gustaría haber conocido a mi padre como los cuentos le retratan:
estrepitoso, confidente y testarudo. Ahora él es simplemente un hombre
fuerte, tranquilo, conforme con su lugar en la vida. No es un secreto que
papá no albergue ninguna lealtad hacia la familia real de Arilland, pero no
dirá ninguna palabra en contra de ellos.
Mi segundo hermano mayor se llama Peter. Mi tercer hermano es Trix.
Trix era un niño huérfano que papá encontró en las ramas de un árbol en el
lindero del Bosque durante una jornada laboral invernal, antes de que yo
naciera. Del modo en que mamá lo cuenta, Trix era un hijo que ella no dio
a luz, y que hizo feliz a papá. Ella ya tenía muchos hijos a los que alimentar,
¿qué era uno más?
Mis hermanas y yo...
—¿Qué estás haciendo?
Sunday levantó la cabeza de su diario. Había elegido ese lugar por su
soledad, tras seguir el camino medio escondido entre la maleza hasta las
rocas en descomposición del pozo abandonado, segura de que había
escapado de su familia. Y aún así, la voz que interrumpió sus pensamientos
no le era familiar. Se tomó un momento para ajustar los ojos, enfocándolos
lentamente en las sombras moteadas que arrojaba el atardecer sobre las
hojas danzantes.
— ¿Perdone? —Puso su tono más amable al visitante desconocido
haciendo un esfuerzo para que se dejara ver, real o imaginario, muerto o
vivo, hada o…
—He dicho, '¿Qué estás haciendo?'
…rana.
Sunday forzó su boca a cerrarse. Pillada fuera de guardia, escupió la
verdad: —Estoy contando mis propias historias.
La rana consideró la respuesta. Se balanceó hacia sus patas traseras
con manchas y parpadeó hacia ella con sus ojos saltones.
—¿Por qué? ¿No tienes a nadie a quién contárselas?
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Aparte de su interrupción, él mantuvo su aire amable. También es listo,
pensó Sunday. Debió de haber sido un humano antes de ser maldecido.
Los animales del bosque sólo hablaban mediante sabios acertijos y casi
verdades.
—Tengo una gran familia, en realidad, con un montón de historias. Es
sólo que...
—Es sólo que ¿qué?
—Es solo que nadie quiere escucharlas.
—Yo sí, —dijo la rana—. Léeme tu historia, la historia que acabas de
escribir ahí, y yo te escucharé.
A ella le gustaba esa rana. Sunday sonrió, pero cerró el libro
lentamente.
—No quieres escuchar esta historia.
—¿Por qué no?
—No es muy interesante.
—¿De qué trata?
—De mí. Eso es por lo que nadie quiere escucharla. Ellos ya lo saben
todo sobre mí.
La rana se tendió en la parte de la roca moteada de sol, como si de
una tumbona se tratara. Ella notó por su lenguaje corporal, que era mucho
más humano que rana, que no le podría rechazar.
—No sé nada sobre ti, — dijo—. Puedes empezar tu historia.
Eso era completamente absurdo. Era absurdo que Sunday estuviera en
medio del bosque hablando con una rana. Era absurdo que él quisiera
saber de ella. Era absurdo que le importara. Era tan absurdo que abrió su
diario y empezó a leer desde el principio de la página.
—Mi nombre es Sunday Woodcutter…
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—Grumble, —croó la rana.
—Si vas a quejarte todo el rato, ¿por qué me has pedido que te leyera
esto en primer lugar?
—Dijiste que tu nombre era Sunday Woodcutter, —dijo la rana—. Mi
nombre es Grumble.
—Oh. —Sintió el rostro caliente. Sunday se preguntó si las ranas podían
darse cuenta de que un humano estaba rojo o eran uno de los muchos
animales daltónicos del bosque. Inclinó la cabeza ligeramente—.
Encantada de conocerte, Grumble.
—A tu servicio, —dijo Grumble—. Por favor, continúa con tu historia.
Era incómodo, puesto que Sunday nunca le había leído sus escritos a
nadie. Se aclaró la garganta unas cuantas veces. Más de una vez tuvo
que parar después de una frase que había leído con rapidez y empezar de
nuevo con mayor lentitud. Su voz parecía demasiado alta y sentía las
palabras extrañas y a veces equivocadas. Se resistió al impulso de tachar o
cambiarlas a medida que avanzaba. Estaba preocupada de que esa
rana-que-antes-solía-ser-un-hombre escuchara sus palabras y pensara que
ella era una tonta. No querría tener nada que ver con ella. Él le
agradecería por su tiempo y no le volvería a ver más. ¿Su joven vida había
llegado a esto? ¿Estaba tan desesperada por una conversación inteligente
que estaba dispuesta a desnudar su alma a un completo extraño?
Sunday se dio cuenta, mientras leía, que no importaba. Dejaría que
Grumble la conociera por lo que ella era.
Durante el tiempo que estuvo sentada bajo el árbol donde escribía,
pensó que la lectura le tomaría más tiempo, pero Sunday llegó al final
antes de darse cuenta.
—Tenía la intención de continuar con mis hermanas, —se disculpó—,
pero...
La rana estaba en un extraño silencio. Él miraba al bosque.
Sunday volvió su cara hacia el sol. Estaba asustada de sus siguientes
palabras. Si no le gustaba lo que escribió, entonces a él no le gustaba ella,
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y todo lo que había hecho en toda su vida sería en vano. Lo que era tonto,
pero ella era tonta, y absurda, y a veces desagradecida, pero le prometió
a los Dioses que no sería desagradecida ahora, sin importar lo que dijera la
rana. Si al menos decía algo. Y entonces, finalmente dijo:
—Recuerdo una noche de invierno nevada. Hacía tanto frío afuera
que si ponías los dedos en la ventana, tus huellas quedaban marcadas.
Sólo lo intenté una vez. —El soltó un largo croado—. Recuerdo el calor del
fuego, crepitando en una chimenea tan grande que podría haberme
puesto de pie en ella dos veces. Había un cachorro allí, sofocándome con
amor, como los cachorros suelen hacer. Yo era su mundo. Él me
necesitaba y yo sentía que... tenía un propósito. Recuerdo ser feliz
entonces. Quizás lo más feliz que he estado en mi vida. —La rana cerró los
ojos e inclinó la cabeza—. No recuerdo mucho de mi vida antes. Pero
ahora, justo ahora, recuerdo eso. Gracias.
Sunday juntó los dedos temblorosos y tragó el nudo de su garganta.
Definitivamente era un hombre en el cuerpo de una rana, y estaba triste.
No se imaginaba qué hubo en sus palabras que lo conmovieron tanto,
pero ese no era el punto. Ella le había tocado. No solo a él como una rana,
sino al hombre que solía ser. Sunday contestó de una manera que nunca
podría haber imaginado.
—Me siento honrada, —dijo, porque lo estaba.
—Y entonces te interrumpí. —Grumble salió de su ensoñación a un
estado más lúdico—. Perdóname. Como puedes imaginar, no tengo
muchos visitantes. Me has honrado a mí complaciéndome con tus
palabras, amable señorita. ¿Escribes normalmente?
—Sí, cada mañana y cada noche y cada momento que tengo entre
estos dos.
—Y ¿siempre escribes sobre tu familia?
Sunday pasó las páginas de su diario sin fin, el regalo de su Hada
Madrina Joy, con el pulgar. Era un hábito nervioso que siempre había
tenido.
—Tengo miedo de escribir sobre algo más.
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—¿Por qué es eso?
Quizá era porque la honestidad era, de una forma embriagadora,
liberadora, o porque era una rana y no un hombre, pero se sentía
extrañamente a gusto con Grumble. Ella ya le había dicho mucho acerca
de su vida, más de lo que a alguien le hubiera importado saber con
anterioridad. ¿Por qué debería parar ahora?
—Las cosas que escribo... bueno... tienen la tendencia a hacerse
realidad. Y no de la mejor manera.
—¿Por ejemplo?
—No quería recoger los huevos una mañana, así que escribí que no
tenía que hacerlo. Esa noche, una comadreja se metió en el gallinero.
Nadie tuvo huevos por la mañana. En otra ocasión, no quería ir con mi
familia al mercado.
—¿Se le rompió una rueda al carro?
—Me enfermé de gripe y estuve en la cama una semana, —dijo con
una sonrisa—. 'Arrepentimiento' no es una palabra lo suficientemente fuerte.
—Me imagino que no. —dijo Grumble.
—Y ahora te estás preguntando qué pasaría si escribo que quedarás
libre de tu hechizo.
—Ese pensamiento ha pasado por mi mente.
—No volverías como un hombre, sino algo como un ratón o una mula o
un tigre que me comería viva. Volverías como un hombre pero no el
hombre que eras, o incluso te faltaría algo vital, como un brazo, una pierna
o…
—¿La mente? —bromeó Grumble.
—… la respiración —contestó Sunday seriamente.
—Ah. Tenemos que tener cuidado con lo que deseamos.
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—Exacto. Si escribo sólo sobre eventos que ya han pasado, no hay
ningún peligro de que altere el futuro. Nadie excepto los Dioses tiene el
poder de hacer eso.
—Una decisión muy práctica.
—Sí, —suspiró ella—. Muy práctica y muy aburrida. Como yo.
—Al contrario. Encuentro a tu breve redacción bastante intrigante.
—¿En serio? —Él solo lo decía por ser amable. Entonces ella recordó
que él era una rana. Era divertido como se olvidaba de ello.
—¿Me leerás de nuevo mañana?
Si su ridícula y enorme sonrisa no le asustaba, seguramente nada de lo
que escribiera lo haría. —Me encantaría.
—Y... ¿Querrías...ser mi amiga? —le preguntó temeroso.
La solicitud era encantadora y humilde. —Solo si tú también eres el mío.
La boca de Grumble se abrió en lo que Sunday tomó como una sonrisa
de rana.
—Y... si se me permite el atrevimiento, señorita Woodcutter…
—Por favor, llámame Sunday.
—Sunday... ¿Crees que tendrías la voluntad de...besarme?
Ella se había preguntado cuánto tardaría en preguntárselo. El beso de
una doncella era el remedio usual para este tipo de encantamiento.
Normalmente, Sunday se habría negado sin pensárselo. Pero él había sido
muy amable, y estaba segura de que ella era la única doncella con la que
se cruzaría en mucho tiempo. Era lo mínimo que podía hacer.
Su piel estaba llena de baches y ligeramente húmeda, pero intentó no
pensar en ello. Después de besarle, se enderezó rápido y se alejó. No
estaba segura de qué esperar. ¿Una lluvia de chispas? ¿Alguna explosión?
De cualquier manera, quería alejarse de lo que estaba involucrado en la
transformación de una rana a un hombre otra vez.
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Page14
Sunday esperó.
Y esperó.
No pasó nada.
Se miraron el uno al otro durante un largo periodo de tiempo.
—No tengo que volver, ya sabes, en caso de que te estés ofreciendo
solo para ser amable.
—Oh, no, —dijo él rápidamente—. Espero con interés oír acerca de tus
hermanas. Por favor, vuelve mañana.
—Entonces lo haré, después de terminar mis tareas. Pero debo irme
ahora, antes de que se haga de noche. Mamá me estará esperando para
que la ayude con la cena.
—Se puso de pie y se sacudió toda la tierra que pudo de la falda—.
Buenas noches, Grumble.
—Hasta mañana, Sunday.
***
—Sunday, ¿dónde has estado?
Mamá era una mujer de pocas palabras, y aquellas que estaban
dispuestas a decir a regañadientes podrían herirte lo suficiente como para
ponerte los ojos llorosos. Dio un vistazo a la falda de Sunday y respondió su
propia pregunta. —Merodeando por el bosque otra vez. Bueno, me alegro
de que hayas decidido regresar antes de que los cocos se hicieran contigo.
Te agradecería que cogieras la cuchara de tu hermano y empezaras a
remover la olla. Él lo ha estado haciendo el tiempo suficiente.
—Sí, mamá. —Sunday se quitó el pañuelo del pelo y deslizó el libro
dentro del bolsillo del delantal.
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—¡Gracias, Sunday! —Trix le entregó la cuchara felizmente y echó a
correr para encontrarse con papá, Peter, y Saturday en el lindero del
bosque, al final de su jornada laboral, como lo hacía siempre.
Aunque era dos años mayor que ella, Trix se veía y actuaba como si su
envejecimiento se hubiera detenido a los doce años. Su sangre de hada le
impidió crecer al mismo ritmo que el de sus hermanos de acogida—a la
larga, viviría más que todos ellos. Su sangre también era la razón por la que
se le permitía cuidar de las vacas, pero no ordeñarlas. Trix tenía una
habilidad especial con los animales, pero la leche de su cubo siempre fue
amarga. Y si Trix agitaba la olla demasiado tiempo, el guiso sería…
diferente. El resultado nunca era el mismo. La primera vez, el guiso tenía
mejor sabor que la carne de venado, con patatas sazonadas y setas
silvestres. La segunda vez, apestaba a vinagre. Mamá nunca volvió a dejar
que Trix revolviera la olla durante demasiado tiempo después de eso.
Mamá decía que no tenía suficiente comida como para estar jugando
con ella, sin importar el buen resultado que pudiera obtener. Mamá sólo
apostaba por lo seguro.
Sunday movió la cuchara distraídamente mientras soñaba, raspando el
fondo cada tres giros. Mamá estaba pendiente del pan que había en el
horno y Friday ponía la mesa.
La mayor parte del pelo oscuro de Friday estaba recogido en un moño,
pero varios rizos se habían escapado, al igual que el halo gris de serpientes
alrededor la cabeza de mamá. Friday había estado cosiendo, la línea de
alfileres a lo largo de la manga la delató, y llevaba una de las faldas que
Sunday adoraba. Friday era hábil con la aguja, un regalo de su hada
madrina Joy. Los encargados de la fábrica de tela del mercado le daban
sus harapos y restos de tela a la iglesia en lugar de su diezmo, y la iglesia a
su vez se los entregaba a Friday, junto con las medidas de algún huérfano y
artículos de ropa que necesitaban. A cambio, Friday se quedaba cualquier
retazo que sobrara. Con el tiempo, esas pequeñas piezas formaron parte
de las faldas multicolores de Friday. Eran las favoritas de Sunday, no sólo
porque eran bonitas y con colores vivos, sino también porque eran el
resultado de un montón de horas de trabajo duro por el amor de los niños
huérfanos que su hermana podría no conocer jamás.
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—Ve a buscar a Wednesday a la torre, —le dijo mamá a Friday cuando
dejó el tenedor—. Tu padre llegará a casa en cualquier momento.
Papá entró por la puerta como mamá dijo, seguido de un muy
cansado Peter y una Saturday enrojecida y con los ojos brillantes. Sunday
imaginó que al borde de la muerte, su hermana, adicta al trabajo, seguiría
enrojecida y con ojos brillantes.
—Buenas tardes, querida, —dijo papá mientras se quitaba el
sombrero—. Hizo buen tiempo hoy, así que hubo un montón de trabajo. No
hemos dejado mucho sin hacer.
—Bien, bien —dijo mamá—. Vamos, pues, lavaos para la cena. —Peter
estaba demasiado cansado para discutir. Saturday besó a su padre en la
mejilla y salió corriendo tras su hermano.
—Hola, mi Sunday. —Papá la tomó en sus brazos fuertes y le dio vueltas.
Ella lo abrazó con fuerza, respirando su familiar olor a sudor, savia y aire
fresco del bosque—. ¿Tienes alguna historia nueva hoy?
—Escribí un poco, —le dijo—. Tengo pensado escribir un poco más a la
noche.
—Las palabras tienen poder. Ten cuidado.
—Sí, mamá. —No podía hablar de escribir sin que su madre le advirtiera.
Sunday intentó no faltarle el respeto ni rodar los ojos. En cambio, se
concentró en papá mientras lentamente bajaba su cuerpo a la silla que
había en la cabecera de la mesa—. ¿Qué tal tu día, papá? ¿Tienes alguna
historia que contar?
Él suspiró y se frotó el hombro, lo que le preocupó a Sunday. Los días sin
historias pasaban cuando el tiempo era asqueroso o el trabajo había sido
problemático. La mayoría de los días, sin embargo, él le traía un poco de
cualquier cosa: un cuento o una baratija. Sus ojos se pondrían brillantes y
no habría maldad o risa en su voz. Por ese corto tiempo, papá era feliz, y él
era todo suyo. No había nada que pudiera empañar la felicidad que
había en su interior por hacer un nuevo amigo, pero la historia de papá
sería el final perfecto para un día perfecto.
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Papá se recostó y apoyó las manos en la mesa. Miró a Sunday
cuidadosamente durante un largo tiempo. Luego sonrió. Sunday le sonrió
de vuelta, porque en esa sonrisa había una historia.
—Hoy nos fuimos a las profundidades del Bosque —se inclinó hacia
delante para susurrarle las palabras, como si se tratara de un secreto entre
ellos—. Profundamente en el bosque, donde los árboles son tan altos y las
hojas tan gruesas que la luz del sol no toca el suelo.
—¿Tenías miedo? —susurró Sunday.
—Un poco— admitió—. Le dije a Peter y a Saturday que se quedaran
esperándome en el lindero del bosque.
—¿Le dijiste eso a Saturday y ella obedeció? —Sunday sólo había visto
a Saturday obedecer las órdenes de mamá. Todo el mundo siempre hacía
lo que mamá decía. Siempre.
—Bueno, no, —admitió papá—. Le di una tarea muy grande y le dije
que podría acompañarme cuando terminara.
—¿Y la terminó?
—Aún no. Era una tarea muy, muy grande.
—Eres un padre inteligente.
—Soy un padre con mucha experiencia tratando de mantener a sus
traviesos hijos fuera de peligro —dijo—. El lindero del bosque es la zona más
segura, pero en las profundidades del bosque es donde encuentras la
mejor madera. Los árboles más viejos. Nunca cogí más de uno a la vez y
siempre espero varias lunas antes de tomar otro. La madera de ese árbol
siempre es la que mejor se paga, es la más bella y dura para siempre.
Ningún fuego mortal puede quemar la Vieja Madera.
—¿Has tomado Vieja Madera hoy?
—Sí. Les pedí permiso a los dioses y le pedí perdón al árbol antes de
verme obligado a quitarle la vida. Y como nadie estaba cerca, no grité
"árbol" antes de su caída.
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Sunday se quedó sin aliento. Cualquiera que haya vivido cerca del
Bosque sabía la importancia de gritar la caída de un árbol. El silencio tenía
consecuencias peligrosas.
—¡El árbol se vino abajo con un desplome espectacular! Y cuando el
Bosque estuvo en silencio de nuevo, oí un ladrido.
—¿Has herido a alguien? —Tenía miedo de saber la respuesta. Estaba
claro que mamá no estaba preocupada, ella continuaba ocupada en la
cocina como si no hubiera oído una sola palabra del cuento de papá.
—Estuve cerca. Me tomó un rato llegar al otro lado del árbol, y cuando
lo hice, me encontré con un duende saltando alrededor.
—¿Un duende? Qué suerte, —comentó Sunday con escepticismo.
—¡Por suerte para él! Todavía estaba vivo saltando alrededor, —dijo
papá—. Estaba atrapado por su barba y era difícil de sacar. —Sunday rió.
—Espero que le pidieras su oro, —la voz de mamá hizo eco desde el
interior del horno mientras retiraba el pan.
—¡Pues claro que lo hice, mujer! ¿Qué clase de hombre crees que soy?
—Un tonto, la mayoría de los días —murmuró mamá. Se limpió las
manos en el delantal y cogió un cuchillo para cortar el pan—. Continúa,
termina tu historia.
—Gracias, mujer. —Papá se inclinó de nuevo y retomó el tono de la
narración—. El duende me rogó liberarlo.
—¿Y lo hiciste?
—Primero le pregunté por su oro. —Papá miró a mamá, pero ella no
demostró que había oído su comentario—. Prometió dármelo todo, me dijo
que si usaba mi hacha para dejarle libre, me lo daría. —Mamá chasqueó
la lengua. Estaba escuchando—. Por supuesto que no le creí, —dijo papá
en voz alta—. Le dije que quería una prueba y él me dijo que tenía tres
monedas de oro en el bolsillo. Me las daría como un pago inicial, así que si
se escapaba, yo no me quedaría con las manos vacías.
—¿Y cogiste el oro?
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—Por supuesto. Eran tres piezas sólidas de oro brillante. Las deslicé en
mi bolsillo. —Se palmeó la cadera—. Luego le liberé. ¿Y sabes lo que hizo?
—¿Qué?
—¡Se quejó! Bichejo descarado. Me dijo que había hecho un destrozo
con su barba y que ya no le volvería a crecer igual. Le dije que yo era
leñador, no un barbero. ¡El diablillo debería de de haber estado
agradecido por estar vivo! —Sunday se rió sin poder evitar imaginarse al
fornido papá como un barbero—. Él no quiso saber nada de ello. Me dijo
que puesto que había arruinado su apariencia, no me merecía ese oro.
Movió la nariz y desapareció de mi vista.
—¿Pero aún tienes las tres monedas de oro?
—Sí, por supuesto, no me sentía defraudado en lo más mínimo, las traje
a casa para ti. —El corazón de Sunday saltó de alegría cuando él metió la
mano en el bolsillo. Cualquier tesoro que papá hubiera traído sin duda
volvería a la familia, pero significaba mucho que él se lo mostrara. Mamá
se comportaba como si no estuviera, pero había dejado de cortar el pan.
—Me temo que están un poco desgastadas. —Papá abrió la mano y
dejó caer el contenido en la mesa.
—¡Bah! —Se burló mamá cuando lo vio—. Es oro falso y piedras de
hadas. Ha sido la suerte de tu vida. Debería de haberlo sabido.
El tesoro de Sunday eran tres piedras pequeñas, una era suave y del
color de las profundidades del océano con líneas de blanco puro, otra
tenía manchas verdes como musgo atrapado en ámbar pálido y la última
era de un color rosa afilado y lechoso. Oro falso o no, guardaría estas
piedras, pues para ella eran mil veces más valiosas de lo que cualquier otro
oro pudiera serlo. En esas piedras, la historia de papá se quedaría siempre,
y Sunday la recordaría cada vez que las viera. Era justo como esperaba: el
final perfecto para un día perfecto.
—Son hermosas, —dijo Sunday sobre las piedras.
—Son todas tuyas si las quieres.
Sunday se arrojó a los brazos de papá y lo abrazó de nuevo.
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Mamá puso el plato del pan en la mesa. —Basta de tonterías ahora.
Sunday, quédate pendiente del guiso. Jack, tú del fuego y llama a tus hijos.
Es hora de cenar.
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Capítulo 2.
Conversando con las hadas
IS HERMANAS Y YO somos producto de una mujer con tan
poca creatividad como lo fue su madre antes de ella, por
lo que nuestros nombres fueron tan ingeniosos en su
simplicidad como lo fueron condenadores por sus maldiciones. La segunda
vez que mi madre dio a luz llegaron las gemelas, asegurando así una
mayoría femenina en el hogar, que nunca volvió a estar en peligro.
Monday era, en efecto, la de la cara bonita, pero Tuesday era la bailarina.
Las historias describen a Tuesday como una joven niña resbaladiza,
como una polilla en la llama, una caña en el viento, una visión de
constante movimiento cuya gracia de las estrellas y puestas de sol eran
envidiables. Siempre era el alma de la fiesta, Tuesday obtenía invitaciones
para cada ocasión, desde Royal Balls hasta las Ferias del Condado (desde
los cuales Monday siempre regresaba a casa como la más bella).
Mamá disfrutaba de la popularidad pero, fiel a su estilo, se quejaba
acerca de los costosos viajes y el costo de mantener viva a su hija con sus
zapatos, lo cual según ella afirmó que era más que suficiente para doce
princesas bailarinas. Le pareció un regalo del cielo cuando un duendecillo
zapatero le dio a Tuesday un par de zapatillas rojas que nunca se quitaban.
Mamá tenía sus dudas, pero esperaba que él tuviera razón. Y la tuvo,
porque Tuesday no pudo matar a bailes a sus zapatos.
En su lugar, ellos la hicieron bailar hasta la muerte.
Tuesday murió en menos de un año, después de Jack (la historia de mi
familia se divide en eventos del antes, o después, de los sucesos de Jack
M
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Junior). Había una inmensa tristeza por la estela de su muerte, pero nadie
lo lamentó más que Monday. Peor aún, el dolor de Monday
aparentemente amplificaba su hermosura. Contenía la lengua para que
otros no la presionaran, pero su silencio sólo añadió más intriga. Las
canciones la llamaban la mujer más hermosa de la tierra. Monday odiaba
cada minuto. Se aventuró a salir, solamente para caminar los muchos
kilómetros hacia el cementerio de la colina y llevar flores a la tumba de su
gemela. Fue todos los martes, con sol o lluvia, aguanieve o nieve, a pesar
de los deseos de nuestros padres.
Una enfermiza mañana verde, haciendo caso omiso de las
condiciones meteorológicas como siempre, Monday fue atrapada en una
tormenta y enviada a las entrañas del mismo infierno. Sacudida por el
viento despiadado, arrojada por las paredes de lluvia, y maltratada por los
puños de hielo, Monday perdió su camino en el bosque y se encontró en la
puerta de una cabaña de cazadores. Dentro había dos príncipes de
vacaciones, uno oscuro y uno claro, quienes habían elegido celebrar la
tormenta como la mayoría de los hombres eligen celebrar las cosas.
Mientras brindaban por enésima vez, el príncipe claro se felicitó a sí
mismo por su reciente éxito en la búsqueda de la esposa perfecta. Le
había dado a la chica una prueba, ¡Ella había convertido tres
habitaciones llenas de paja en oro para él! El príncipe oscuro, después de
escuchar el cuento, anunció borracho que su esposa sería tan bella, tan
delicada, que no sería capaz de dormir cómodamente con un guisante
bajo los colchones. Y entonces llegó Monday, desaliñada y sacudida por
la tempestad miserable pidiendo asilo. A regañadientes, le ofrecieron una
habitación y le pusieron un guisante bajo los colchones. A la mañana
siguiente, cuando mi encantadora hermana saludó a sus anfitriones con
erupciones de contusiones frescas, el príncipe oscuro se arrodilló y le pidió
su mano en matrimonio.
Debemos nuestra vida actual a Monday. Su regalo de novia fue una
torre en el lindero del bosque, que no tenía ninguna puerta.
—¿No tenía puerta? —Se quejó Grumble.
—No, sólo tiene una ventana alta, en la planta superior. La propiedad
se ha transmitido por cierta línea real femenina por generaciones, pero
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nunca fue utilizada, ya que prácticamente, no hubo manera de penetrarla,
—dijo Sunday—. Si alguna vez fue parte del castillo, el resto hace tiempo
que se derrumbó. No es que nos importara; era el tiempo en que nos
arrastrábamos sobre nosotros mismos como ratas en nuestra pequeña casa
de campo. Así que papá hizo una puerta en la torre y construyó el resto de
nuestra casa alrededor de su base. Lo llamamos la "casa-torre‖.
—―Lo que antes era una casa de campo.‖ Muy inteligente.
Sunday se quejó. —Sí, creo que a papá se le ocurrió eso. Por desgracia,
no se parece en nada a un castillo. Es más bien como... un zapato. —Oh,
los ridículos años de edad escolar habían vuelto.
—Un zapato.
La forma en que dijo la palabra hizo reír a Sunday. Sus mejillas le dolían,
ningún amigo antes le había hecho reír tanto como Grumble. Era
agradable estar tan feliz, incluso por un par de horas.
—Entre el destino de Tuesday y nuestra casa, los zapatos son un tema
recurrente en mi vida.
—¿Y qué hay de tus otras hermanas?
Después de haber llegado al final de lo que ella había escrito acerca
de Monday, Sunday dobló el diario sobre su estómago y se tendió en un
parche de sol que desaparecía antes de responder a la pregunta.
—Wednesday es poeta, muy prosaica y lírica.
—La niña Wednesday está llena de dolor —citó Grumble. De todas las
cosas que él podría haber olvidado, las rimas infantiles sin sentido sobre los
días de la semana no era una de ellas.
—Podría sugerir otras cosas de lo que ella está llena, —dijo Sunday,
tratando de encontrar una posición cómoda en la cubierta del musgo del
suelo. La última helada del invierno había llegado y pasado, así que había
plantado habas durante las horas de la mañana. Los frijoles siempre eran
los primeros en salir al jardín. El sol de la tarde era cálido para sus huesos
cansados, y la conversación con Grumble era fácil y cómoda. Nadie más
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hacía que Sunday se sintiera tan tranquila. Ella deseaba poder estar así por
siempre.
—Thursday se escapó con el rey de los piratas cuando era un poco
mayor que yo, pero todavía nos envía cartas y regalos de vez en cuando.
Siempre sabe cuándo vamos a necesitar algo. Un paquete de Thursday es
siempre un gran evento en nuestra casa.
—La niña Thursday tiene un largo camino por recorrer. —Grumble saltó
en el pozo para volver a humedecerse la piel seca—. ¿Es entonces Friday
amorosa y generosa? —le preguntó a su regreso.
—Friday es la mejor de todas nosotras. Ella pasa la mayor parte de sus
días en la iglesia ayudando a los huérfanos y a los ancianos. Por la noche,
después de enmendar la ropa de casa, hace ropa para ellos. Hace
milagros con un paño que debería haber tirado hace mucho, a menudo
me pregunto qué podría hacer, si tuviera todo el material que quisiera a su
disposición. Son pocos los que no envidian el talento de Friday.
Grumble se dio cuenta de lo que había dejado sin decir.
—Y tú eres una de esas pocas.
Era extraño tener a alguien que la escuchara atentamente, que se
preocupara por ella. A Sunday le gustó tanto la atención que la asustó un
poco. —Si hay algo que desearía tener de Friday, sería su corazón. Cada
tarea que Friday realiza la hace con amor: amor puro e incondicional, sin
malicia, sin ataduras.
—Me resulta muy difícil de creer que a ti te falte tal compasión.
—Yo soy tan egoísta como cualquier otra persona.
Gracias a Dios, Grumble no la presionó para que continuara.
—¿Y Saturday? ¿Es verdad que es una buena trabajadora?
—Ella trabaja duro para ser una molestia, la mayoría de los días. —El
comentario persuadió un eructo de risita de parte de Grumble—. Saturday
es mejor cuando está muy ocupada. Entra en el bosque una vez por la
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mañana y ayuda a Papá y a Peter con el corte como un robusto caballo
de batalla, pero creo que ella se parece más a Thursday de lo que todos
se dan cuenta. A veces lo veo, ese destello en los ojos al soñar despierta. Y
Dios nos ayude a todos si ella se queda inactiva alguna vez.
—Lo que nos lleva a ti, la condenada.
La carcajada que brotó de los labios de Sunday la sorprendió. Lo que
fue una cosa curiosa, teniendo en cuenta las palabras.
—Alegre y hermosa, buena y atractiva. ¿Quién podría vivir con eso? No
es de ninguna manera realista. No quiero ser feliz ni buena ni aburrida.
Quiero ser interesante.
—Te aseguro, mi agradable amiga, que eres muy interesante. Y eres
una escritora, ¿al igual que tu hermana antes que tú?
—Bueno, no soy tan melancólica como Wednesday, Nuestra Señora de
la Sombra Perpetua... pero sí, un poco. En mi propia manera.
—Tienes un don con las palabras —dijo Grumble.
—Una maldición, más bien. Pero quizás es bueno que sólo escriba
sobre el pasado. Mamá dice que paso demasiado tiempo en pequeños
mundos de fantasía, y no el tiempo suficiente en este.
—Si no caes en fantasías, ¿Cómo sabrías que estás viviendo una vida
interesante?
—Gracias. Tengo toda la intención de discutir ese punto con Mamá la
próxima vez que traiga eso a colación. —Sunday miró al cielo—. Puede
que sea esta noche, o mañana por la mañana como mucho. Te lo
reportaré a ti, Señor Rana.
O bien el medio croar jadeante que lanzó Grumble era una risa de
rana, o se estaba muriendo. O las dos cosas.
—No puedo recordar cuándo he disfrutado de una conversación así,
mi señora. Pero como no puedo recordar casi nada, es posible que no esté
diciendo mucho.
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—Lo tomaré como un cumplido.
—Por favor, hazlo. —Exhaló a través de su brillante garganta amarilla y
luego suspiró—. Ojala fuera un hombre, Sunday. Si te conociera mañana,
probablemente te propondría casamiento.
Respirando con calma, Sunday respondió desde su corazón antes de
que tuviera tiempo para consultar a su cerebro.
—Si me encontraras mañana, probablemente diría que sí. —Se
incorporó de inmediato. El foco de luz solar se había desvanecido, y la
brisa del crepúsculo era fresca en su piel—. Debería regresar a casa antes
de que me echen de menos.
Él no dijo nada sobre su respuesta, pero sabía que lo había hecho feliz.
Ella misma se sentía un poco feliz.
—¿Vendrás otra vez mañana? —Preguntó Grumble—. ¿Por favor?
—Lo intentaré. —Su corazón se agitó en su pecho, y estaba segura de
que su rostro estaba rojo de nuevo. Se pasó los dedos por el pelo,
desalojando trozos de ramas y hierba y ocultándole la vergüenza a su
nuevo amigo, que ayer era un desconocido y hoy mucho más. El vínculo
que se formaba entre ellos era fuerte y rápido; sus emociones parecían
demasiado potentes para algo que podría no suceder jamás.
¿Se estaba enamorando de esta rana? ¿Acaso siquiera sabía qué era
el amor? Ojalá alguna vez hubiese sido cortejada por un hombre, para
saber si sus sentimientos eran verdaderos o fugaces. Deseaba tener el
poder de convertir a Grumble en un hombre para poder descubrirlo por sí
misma.
—¿Sunday?
Interrumpió los pensamientos y obligó a su tonto cerebro a que
detuviera la charla.
—¿Sí?
—¿Me besarías antes de irte?
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Era como si hubiese oído sus pensamientos. Quería intentarlo de nuevo,
aunque ayer no había funcionado; no había ninguna razón para suponer
que iba a funcionar hoy. Sunday se sintió muy mal. Pero el pequeño
corazón de Grumble parecía tener más esperanza que la mayoría de la
gente tenía en la vida. ¿Por qué no podía convocar ese optimismo con
tanta facilidad? Por lo menos la magia respondería a la pregunta de si su
amor, o lo que fuera que sintiera, era verdadero... Tiró del arreglado
cabello de su cara y se inclinó para besar su espalda una vez más.
Una vez más, no pasó nada. Una vez más, no estaba segura de cómo
se sentía.
—Buenas noches, Grumble.
—Buenas noches, mi Sunday.
***
La oscuridad abrazó el mundo en la vaga penumbra, y la mente de
Sunday rodaba con pensamientos idiotas, por lo que su hermana casi le da
un susto de muerte. Sentada en la cima de la pared de roca del jardín,
Saturday saltó de las sombras como un enorme gato salvaje. Sunday gritó,
y luego le estrechó los ojos a Saturday con una sonrisa de todo menos
inocente. A veces podía ser peor que Trix.
Y extraña. Saturday nunca tenía tiempo para soñar o ser la hermana
perezosa después de un duro día de trabajo. Sunday podría haber
esperado a Mamá en la puerta, con una cuchara de madera en la mano
para golpearla en los nudillos por llegar tarde. Wednesday a menudo
vagaba por el jardín al atardecer, después de contemplar el cielo tanto
tiempo que se olvidaba si es que estaba realmente en este mundo o en
otro (podría ser cualquiera de los dos con Wednesday). Considerando
todas las cosas, la reunión de Saturday significaba que había una historia
en alguna parte, así que Sunday era todo oídos.
—¡Te lo perdiste, Sunday! Los dos estaban tan guapos, y llevaban
puñales en las botas, y cada uno finalizaba las frases del otro, que era un
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poco extraño, porque uno de ellos tenía un extraño acento. Sin embargo,
raro en el buen sentido, ¿sabes? En un muy buen sentido. —dijo "muy buen
sentido" como si la palabra pudiera estirarse por todo el camino hasta la
luna.
Como de costumbre, Saturday comenzaba la historia en la parte
equivocada. Sunday la habría regañado, pero el entusiasmo de su
hermana era terriblemente contagioso.
—¿Quién? —preguntó Sunday, en parte porque sabía que Saturday
quería, y por otra porque ella realmente quería saber—. ¿Quién estuvo
aquí? ¿A quién me perdí?
—Sus nombres eran Crow y Magpie. Magpie tenía el acento raro. ¿O
era Crow? De todos modos, se han ido y ahora te los has perdido, pero nos
dejaron un baúl de Thursday. —Tomó la mano de Sunday y la arrastró
caminando hacia la puerta—. Tuvimos que esperar a que volvieras, y has
tardado un tiempo dolorosamente largo. ¡Así que date prisa!
Siendo una cabeza más alta que Sunday y con los músculos
ondulantes debajo de la ropa de niño, Saturday constantemente
subestimaba su propia fuerza bruta. Sunday la siguió lo suficientemente
rápido como para evitar que su hombro fuera arrancado de su lugar.
Thursday nunca olvidaba un cumpleaños o aniversario o un día de sus
nombres, pero si enviaba tarjetas y regalos a intervalos regulares, no les
dejaría nada de tiempo ni a ella ni a su marido para piratear realmente, y
los pondría bajo la amenaza constante de las diversas autoridades. Así que,
de vez en cuando, a intervalos aleatorios, llegaba un baúl o una caja,
llenos de regalos.
Sunday lamentó haberse perdido al ilustre Crow y a Magpie. Tendría
que preguntarle a alguien acerca de ellos más adelante, pero ¿a quién?
Saturday tardaría una eternidad, a propósito y sólo para molestarla, pero
Sunday la sacaría la información en algún momento. Mamá sin duda se los
describiría como un par de sucios canallas con los ojos en la plata.
Wednesday pondría una elocuente serie de adjetivos aparentemente
inconexos que algún día, o un mes más tarde, tendría perfecto sentido.
Papa podría hacerles justicia si no estuviese muy cansado después de las
festividades.
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Saturday irrumpió por la puerta, arrastrando a Sunday en su camino.
Todas las cabezas se volvieron a excepción de la de Friday, que estaba de
rodillas ante un enorme baúl, con su falda de retazos haciendo una piscina
de colores alrededor de ella. Trix se sentó con las piernas cruzadas en la
tapa, y si alguien iba a abrirlo, él lo sabría primero. Mamá y Wednesday se
sentaron en el sofá. Peter se dejó caer al lado de ellos, con sus párpados
pesados haciendo un gran esfuerzo por permanecer abiertos. Papá
acomodaba los troncos de la chimenea con un atizador, instándolos a que
dieran un poco más de calor. La madera fresca quemada siempre le
recordaba a Sunday sobre su papá.
—Bienvenida a casa, pequeña. ¿Perdiste la noción del tiempo mientras
conversabas con las hadas de nuevo?
Saturday se detuvo bruscamente, y Sunday tenía la cara llena de
algodón por la camisa. Empujó por detrás a su hermana gigante.
—Ellas tienen las mejores historias para contar —dijo Sunday a su padre.
Papá se llevó la mano al corazón.
—¿Son mejores que las mías? ¡Me hieres! Ahora, ¿podemos ver el botín
que nos envía mi hija, la Reina de los Piratas? —Trix saltó del baúl. Papá giró
el picaporte y tiró hacia atrás la tapa con un estruendo que sobresaltó a
Peter y lo despertó. Friday jadeó y se tapó la boca con las manos.
Doblado en el interior del maletero, estaba el material más
terriblemente exquisito que Sunday hubiera visto jamás. Brillaba a la luz del
fuego, como alas plateadas de hadas.
—No puedo tocarlo —susurró Friday—. Es muy hermoso.
Papá le dio unas palmaditas en la cabeza.
—Tómate un momento, querida. —Extendió el brazo sobre ella para
recuperar el pergamino doblado que se encontraba encima de la tela
fascinante. Mientras leía la carta de Thursday en voz alta, Sunday cerró los
ojos y se imaginó a su combativa y feroz hermana, allí en la habitación con
ellos.
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"Querida amada familia,
Espero que mi caja de tesoros los encuentre a todos bien. Crow y
Magpie me informarán si ven lo contrario. O si no ve a algunos de ustedes
en absoluto, ya que sospecho que Sunday ha estado vagando por el
bosque durante todo el día, como siempre lo hace una vez que la
primavera calienta el suelo lo suficiente.
Esta carta tendrá más sentido si ya han visto sus regalos, así que
adelante, investiguen el baúl. Papá puede terminar de leer una vez que
hayan tocado fondo. Sí, Friday, la tela es para ti, pero si no la tocas, ¿cómo
vas a ser capaz de hacer algo con ella?”
Papá sonrió, dobló la carta y la guardó en el bolsillo. Incluso a océanos
y continentes de distancia, Thursday conocía a su familia demasiado.
Friday se limpió las manos en la falda y levantó con cautela el tejido de
plata de hadas del baúl. Debajo del rollo había uno de color escarlata,
luego uno de rosa oscuro. En el momento en que descubrió la capa de
azul iridiscente de color gris, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—Todas mis hermanas tendrán vestidos —proclamó Friday—. ¡Los
vestidos más hermosos del mundo!
—¿No puedo tener pantalones en su lugar? —se quejó Saturday.
—Vestidos diseñados para doncellas divinas —dijo Wednesday como
en sueños.
—Las hijas de los Woodcutters no tienen necesidad de vestidos de lujo
— murmuró Mamá.
—Quiero el de plata —pidió Sunday.
—¡Tiene que haber algo más en ese cofre! —Todas las mujeres en la
sala miraron a Trix salvo Saturday, quien se encogía detrás de él. Friday le
sacó la lengua y levantó una caja de cubierta adamascada que tenía su
nombre en un trozo de papel clavado en la parte superior. También abrió
la boca mientras la abría. —¡Un equipo adecuado de costura!
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Habiendo tenido suficiente de lo que finalmente se convertiría en ropa
sucia, Trix empujó a Friday fuera del camino y saltó de cabeza en el baúl.
Papá dejó de reírse el tiempo suficiente para decir— Ten cuidado, hijo. —
Como de costumbre, ya era demasiado tarde.
—¡Un arco! —Exclamó Trix triunfalmente—. ¡Y las flechas! Ha enviado
unas flechas para ti también, Peter, pero sin arco. Es una lástima.
—Un arco del tamaño para alguien como Peter no cabría dentro de
un baúl. —Papá sacó a Trix del cofre levantándolo con un fuerte brazo—.
Tienes tus tesoros, muchacho. Deja que tus hermanas tengan los de ellas.
—Te agradecería que dispararas las flechas afuera —dijo Mama con
severidad. Trix ya se estaba probando el carcaj y brincaba mientras
intentaba tensar la cuerda del arco.
Friday le entregó a Peter, que ya no tenía más sueño, el conjunto de
flechas más grandes. Sacó una vaina larga del carcaj y examinó la flecha
con atención. Peter siempre había estado fascinado por la forma en que
se hacían las cosas.
—Estos libros son, sin duda para ti, Wednesday. —Friday sacó cuatro
gruesos volúmenes encuadernados en cuero y se los entregó uno por uno
a Wednesday, cuya sonrisa se hizo más y más grande mientras la pila en su
regazo crecía. Sunday trató de no estar envidiosa; Wednesday siempre
podría hacer un préstamo de libros de su biblioteca en la parte superior de
la torre.
Mamá recibió con suficiente gentileza un gran rodillo de amasar de
mármol, y Papa respetó a Friday al sacar su nueva piedra de afilar y una
bolsa de semillas oscuras. Saturday y Sunday recibieron pequeñas bolsas
de seda con sus nombres escritos en pedazos de papel grueso y atado a
las cintas de cierre. La de Sunday contenía una gran cantidad de
horquillas brillantes para el cabello, con pequeñas estrellas y con insectos y
míticas criaturas en ellas. La bolsa de Saturday contenía un cepillo hermoso
con criaturas en él y un conjunto de espejos. El cepillo tenía un mango de
ébano elegante, y el espejo era de plata, con rosas de madera tallada
que se destacaron en relieve en la parte posterior y a los lados. Cada pieza
se había grabado con palabras que podrían haber sido francés, pero
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Saturday no dejó visibles los artículos ofensivos el tiempo suficiente para
que Sunday pudiera tener la certeza. Los guardó a ambos de nuevo en la
bolsa de seda y luego se sentó sobre ella. A pesar de las buenas
intenciones de Thursday y del catalejo mágico omnisciente, ella todavía
tenía la impresión de que Sunday era un bebé... y que Saturday era una
niña.
Al parecer también había olvidado que a la familia le faltaba una
hermana. Sola, en la parte inferior del baúl, había una bolsa larga de seda
fina. El trozo de papel atado a esta cinta decía MONDAY.
Nadie hizo ademán de tocarlo.
Sunday era muy joven cuando había visto por última vez a su hermana
mayor, poco después de su matrimonio y antes de que la familia
Woodcutter se hubiera mudado a la casa-torre. Mamá y Monday no
hablaban en absoluto, mientras que Sunday no sabía la razón exacta ni la
podía imaginar. En pocas palabras, mamá era una persona muy difícil a
quien amar. Su ética de trabajo se establecía sudando y sangrando y
ganando riquezas, en lugar de casarse y alejarse a la primera oportunidad.
Mamá aceptó los regalos de Thursday porque Thursday siempre había sido
terca y desafiante, mala escuchando comentarios mezquinos y los regaños
de mamá, como profesiones de amor. (Las niñas habían aprendido mucho
de Thursday acerca de cómo lidiar con su madre). Este regalo que era
para su marginada hermana, era sólo una demostración más del desafío.
Era extraño e incómodo, pero definitivamente era de esperar.
Monday era otra historia. Ella había cambiado su regalo de novia por
su libertad, y nunca los había vuelto a contactar. La casa-torre había sido
el comienzo y el final de la generosidad de Monday; Mamá desaprobó la
caridad tal como ella fruncía el ceño sobre todo lo demás.
Fue Wednesday, quien se llevó el bolso pequeño del baúl. Se lo puso
en el bolsillo y, gentil como siempre, dijo
—Vamos a escuchar el resto de la carta ahora, papá.
Sunday fue sorprendida por la capacidad de Wednesday de
encadenar una oración coherente mientras ella estaba con el regalo de
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Monday. Con las instrucciones, papá recuperó el pergamino de su bolsillo y
reanudó la lectura.
"Toda mujer merece algo hermoso. Mis hermanas no son una
excepción. (No frunzas el ceño, Saturday. Incluso me lo agradecerás algún
día).
Friday, por favor no te olvides de hacer un vestido para ti... Sé cómo
eres. Peter, yo sabía que tú prefieres labrarte tu propio arco. Utiliza el de Trix
como guía. Papá te ayudará.
Los amo y los extraño a todos, y pienso en ustedes todos los días. No te
preocupes, mamá: no albergo la menor idea de abandonar mi hogar
perfecto en el mar, donde las estrellas caen directamente en el agua y las
tormentas son tan feroces que luego te acuerdas de lo que es el divino
privilegio de estar vivo. Sueñen conmigo, mi amada familia, feliz en mi
saqueo y en la aventura, puesto que cuando las olas me hagan vibrar
para que duerma esta noche, estaré soñando con ustedes.
Den a Monday mi amor.
Su hija y su hermana favorita,
Thursday”
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Capítulo 3
Regalos Al Igual Que Las Palabras
Grumble? ¿Estás aquí? —Con un cubo en la mano,
Sunday caminó en puntillas cuidadosamente alrededor
de los trozos desmoronados del pozo. En el calor del día,
las rocas sudaban más que la propia Sunday, y se resbaló. Tiró de sus
brazos en un esfuerzo por cogerse a sí misma, ¡no quería aplastar al mejor
amigo que alguna vez tuvo! Después de inclinarse frenéticamente por un
momento, recuperó el equilibrio.
Había un profundo y retumbante graznido de risa de rana a su
izquierda.
—Viste eso, ¿verdad?
—Sí,— respondió el. —Aunque temía que cayeras.
Sunday encontró un sector del terreno más nivelado y se dejó caer en
él.
—Gracia era una hermana diferente, ¿recuerdas?
—Muy cierto, muy cierto. —Saltó más cerca.— Llegas temprano. ¿Hoy
no hay tareas?
—¡Ojalá! Debería estar llevando a Trix al mercado para vender la vaca;
las tareas que no conseguí hacer esta mañana aún estarán ahí cuando
vuelva a casa. Mañana iré a la iglesia para ayudar a Friday, lo cual
significa todavía más tareas para después. Tareas, tareas. A veces pienso
que lo único que hago son tareas.
— ¿
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—¿Tu hermano estará bien por su cuenta?
—Sabe exactamente dónde ir, y a quién se supone venderá la vaca, y
cuál es el precio que busca. Va a estar bien. —La última parte era más una
plegaria que una declaración. Sunday había repasado cada detalle con
Trix, alrededor de tres veces, pero Trix era una fuerza de la naturaleza. Se
negó a pensar en todas las cosas que podrían ir mal, por lo que cambió de
tema—. Te traje un regalo. —Le tendió el pequeño cubo.
—Yo…
Grumble claramente no tenía idea de cómo tenía que agradecérselo,
y ella se rió.
—Hablamos por tanto tiempo que te deshidratas. De esta manera —se
inclinó hacia el otro lado del pozo y dejó caer el cubo en el agua,
llenándolo hasta el borde— no tendrás que disculparte para tomar un
baño. —Situó el cubo entre dos piedras de gran tamaño—. ¿Ves? No tienes
que ir al pozo, porque he traído el pozo a ti.
—Nunca he conocido tanta bondad, —dijo.
—Por supuesto que sí, —le aseguró—. Sólo que no lo recuerdas.
No la contradijo.
El dar y recibir de los regalos siempre había sido importante en la
familia de Sunday. Los regalos, al igual que las palabras, llevaban con ellos
una gran cantidad de energía. Otorgaban buena fortuna tan
poderosamente como podían maldecir; podían unir a personas o
separarlas. El cubo era sólo una muestra de lo mucho que Sunday
valoraba la amistad de Grumble, pero estaba orgullosa de ver que
significaba tanto para el cómo lo hacía para ella. Si no podía desearle ser
humano de nuevo, al menos podría desearle ser feliz.
Sunday deslizó el pulgar a través de las páginas de su libro.
—No tuve mucho tiempo para escribir la noche pasada, pero
entenderás la razón. —Grumble brincó a la gran roca al lado de su nuevo
chapoteadero de madera y se instaló mientras Sunday le hablaba del
asombroso maletero de Thursday, su marido pirata, y el mágico catalejo
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que podía ver el pasado, presente, y futuro desde leguas de distancia—el
regalo de su hada madrina por su nombre.
Sunday no pasó por alto ningún detalle. Grumble sonrió recreando las
intenciones de Trix para robar a los ricos y dar a los pobres, y él se
preocupaba por el rompecabezas de regalo de Thursday para Monday.
Cuando ella lo hizo, le instó a por más, así que abrió su libro y le leyó lo
poco que había escrito sobre sus hermanas y cada uno de los regalos de
los nombres de los días de su Hada Madrina Joy.
Con cada palabra que decía, Sunday se sentía más cómoda. Era
como si hubiera conocido a Grumble de toda su vida, sólo que para él
todas sus historias eran nuevas. Tenía la esperanza de que pudieran ser
amigos para siempre y era triste que no pudieran ser más. Entre todas las
historias que había dejado de contar y todas las aventuras que estaba
segura aún estaban por llegar, siempre tendrían algo sobre lo que hablar.
Siempre.
Pero sabía que eso nunca podría ser; su amistad sólo duraría tanto
como Grumble retuviese sus recuerdos. Si él se quedaba en una rana, ella
sabía por los cuentos de Papa que eventualmente olvidaría que alguna
vez había sido un hombre. El no sería capaz de escuchar sus historias.
Perdería el poder del habla. Con el tiempo, no sabría nada de Sunday. Por
más inevitable que fuera, ahora que tenía esta preciosa amistad, estaba
increíblemente asustada de perderlo.
Grumble debe de haber estado pensando algo parecido.
—Estoy olvidando cómo era ser humano, —confeso él—. No puedo
recordar los rostros ni los nombres, el mío incluido. He olvidado lo que se
sentía al levantarse de la cama por la mañana. El sentir las ropas en mi piel.
El sabor del desayuno en mi lengua. Comida. Creo que una vez me gustó.
El corazón de Sunday se compadeció por él.
—Pero cuando estoy perdido en tus palabras, veo habitaciones y
personas y colores; Siento las risas y la tristeza y la curiosidad. Olvido que
soy una rana. De repente soy simplemente un hombre, sentado aquí en el
bosque al lado de su hermosa amiga, escuchando sus historias sobre su
interesante vida. Eres mágica para mi, Sunday.
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Ella se mordió el labio. Extrañas emociones manando en ella de nuevo.
Era la cosa más bella que alguien le había dicho alguna vez.
—Me has arruinado. No me di cuenta de lo mucho que deseaba la
compañía de otras personas hasta que comprendí tus palabras. Cuando
se van, las noches son más oscuras. El silencio es alto y muy profundo, y
estoy vacío. Las extraño, mi amada Sunday, y te extraño a ti.
Fue inútil luchar; las lágrimas vinieron. Ella era incapaz de romper su
hechizo, pero podía darle lo que tenía. Abrió el libro en la siguiente página
en blanco y comenzó a escribir. Cuando estuvo hecho, se inclinó hacia
atrás y le sonrió a su amigo.
—‗Sunday no era nada,‘ —leyó en voz alta—, ‗hasta que conoció a
Grumble… un hermoso hombre, con el alma de un poeta. Era su mejor
amigo en el mundo entero, y ella le quería con todo su corazón.‘ —Cerró el
libro suavemente sobre su regazo. Su pecho herido. Sus manos
temblando—. Oh, como deseo…
—¡Sunday! —Su nombre fue gritado en voz alta, desde muy lejos—.
¡Sunday!
¿Trix? ¿Qué estaba haciendo de vuelta tan pronto? Miró hacia el alto
sol. Debería haber estado allí otra hora o dos al menos…
—Suuuuuun-daaaaaaaaay, —grito Trix a través de los árboles.
—¡Aquí! —gritó ella—. Estoy aquí. —Y luego a Grumble—: Bueno, te
guste o no, estás a punto de conocer a alguien de mi familia.
—Será un honor, —dijo la rana.
Trix cayó entre la maleza y se tambaleó hacia el claro, con el carcaj de
flechas en la espalda, extrajo el arco con un brazo inseguro. Era dulce que
pensara que ella necesitaba un salvador… y un poco aterrador que
estuviera armado y fuese peligroso.
Sunday levantó una mano para detenerle; la fantasía del elegante
rescate se disipó de sus ojos, y bajó el arco.
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—Ooooooooo, —dijo jadeante—. Un Pozo de Hadas. —Sunday agarró
su huesuda muñeca antes de que pudiera escaparse a través de las
resbaladizas rocas y romperse el cuello. Eso era todo lo que necesitaba.
—Cierto, joven caballero, —dijo Grumble—. Efectivamente este es un
Pozo de Hadas. Casi lo había olvidado. —Trix se quedó quieto y miró
fijamente a la rana.
—Trix, conoce a mi amigo Grumble. Grumble, mi hermano Trix.
—Wow, –dijo Trix.
—Encantado, —dijo Grumble.
—¿Viste al hada cuando estuvo aquí? —le preguntó Trix.
—Sí, —dijo la rana—. Se deleitaba mucho jugando bromas a la gente
que pasaba.
La respuesta de la rana desconcertó a Sunday. Por el estado de las
cosas, el pozo había sido abandonado durante bastante tiempo. Grumble
no podría haber sido una rana durante tanto tiempo, o habría olvidado
completamente su humanidad. ¿Tal vez estaba recordando alguna otra
historia?
—¿Te engañó? —Preguntó Trix—. ¿Es por eso que eres una rana?
—No, —dijo Grumble—. Pero le pregunté si podía eliminar mi hechizo.
—¿Y qué te dijo?
—Aparentemente, sólo el hada que puso el hechizo puede removerlo.
Lo que todas las otras hadas pueden hacer es… doblegarlo un poco.
Reducir la condena. Me dio una año más como hombre antes de que el
hechizo se apoderase, y me proporcionó una cláusula de salida.
—¿El beso del amor verdadero? —preguntó Trix, con los ojos muy
abiertos.
—Eso mismo, —dijo Grumble. No levantó la cabeza para mirar a
Sunday, pero Trix era demasiado listo.
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—¿Has…? —Comenzó a preguntar Trix.
Sunday no podía soportar revivir su fracaso. —La vaca. ¿Tan rápido la
vendiste? —De nuevo, era más una esperanza que una pregunta.
La amplia sonrisa que le dio era inquietante.
—¡Soy un sagaz y suertudo hombre de negocios! Me encontré con un
hombre en el bosque que iba de camino al mercado a por una vaca. Es
una pena que no estuvieras allí, Sunday, tendrías que haber aprendido una
o dos cosas de tu hermano mayor.
La ansiedad que sólo unos pocos minutos antes había ascendido hasta
la garganta de Sunday ahora envenenaba su estómago. No. Por favor,
dios, no.
—Se la vendí por esto. —Trix abrió su palma lentamente, provocando a
Sunday con una visión del contenido.
—Habichuelas. —Iba a vomitar.
—Habichuelas Mágicas, —dijo Trix con orgullo—. Esos astutos zorros iban
a darme sólo una insignificante habichuela. Fui listo, ¡se la di por cinco!
Después de todo, ¿qué ocurriría si una no brota?
Trix dobló la naranja dorada, el sudor pegado de las habichuelas de
vuelta en su bolsillo y las palmeó.
—Las plantaré debajo de mi casa del árbol y después… ¿Sunday?
¿Estás bien?
Sunday había parado de respirar. Era una mujer muerta. Una estúpida,
estúpida mujer muerta. ¿Qué había estado pensando? Trix había sido su
responsabilidad, y ella le había dejado irse solo y comerciar su mejor vaca
por… por…
—¿Sunday? —Trix de repente estaba preocupado.
—Mama me matará, —susurró ella—. Necesitamos ese dinero, Trixie.
¿Cómo comeremos?
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—Ya verás. —Su voz era todo asombro infantil y esperanza infinita—. Mis
habichuelas mágicas crecerán mucho, grandes como nunca has visto, y
tendremos comida para siempre.
Su inocencia era tan hermosa como lo era su decepción.
—A las habichuelas les lleva tiempo crecer, —explicó Sunday—. ¿Qué
comeremos mañana? ¿Y al siguiente día?
La gravedad de la situación parecía hundirse.
—Lo siento, Sunday, —dijo en silencio. Puso sus delgados brazos
alrededor de los hombros de ella y la apretó con fuerza—. No quiero que
mueras.
—Si se me permite el atrevimiento.
En su miseria, Sunday había olvidado a Grumble completamente. La
rana se sentó pacientemente al lado de una esfera perfecta, una roca
cubierta de lodo. Trix dejó a su hermana para sentarse junto a Grumble.
—¿Qué tienes ahí? —recogió la gema esférica.
—Algo para salvar la vida de tu hermana, —dijo—. Esa vida se ha
vuelto singularmente importante para mí en los últimos días.
Sunday meneó la cabeza. Era un gesto dulce. Para Grumble, la pelota
podría haber parecido una preciosa gema o unos abalorios de hada o…
—¡Oro! —gritó Trix.
—¿Qué? —Sunday cogió la pelota de la mano de su hermano; estaba
desprevenida por su peso y casi la deja caer. Raspó la espuma con la uña
para revelar la superficie lisa y dura debajo.
—¡Lo es! —Se rió, saltó arriba y abajo, y abrazó la baratija hacia ella. Y
entonces recordó que no estaba apilando un kobold. Sunday le ofreció la
pelota a Grumble—. No podemos aceptar esto.
—Sunday, soy una rana. ¿De qué me sirve?
—Pero esto vale…
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—Eso y cientos más como ellos no me dan lo que más quiero en el
mundo, —le recordó—. Pero si compra uno de los segundos de la felicidad
de tu familia, entonces para mí vale mucho más de lo que cualquier
prestamista pudiera ofrecerte a cambio de él.
Su conciencia todavía no le dejaba aceptar la baratija. Los ojos de
Sunday se movieron de su hermano a su amigo, su mente analizando sus
necesidades contra su moral. Ambos pesaban alrededor de dos libras de
sólido oro.
—Por favor, —dijo Grumble—. Considéralo un regalo.
Un regalo. Él no había rechazado su regalo, así que ella no debería
negar el suyo… a pesar de que le había dado un cubo, y que él le había
dado una felicidad a su familia. Sunday se preguntó si Grumble tenía
alguna idea de cuánto poder tenía sobre ella. Cerró los ojos, asintió con la
cabeza, y deslizó la baratija en el bolsillo. Necesitaba irse antes de que
cambiasen sus intenciones. Pero primero, se agachó, recogió a Grumble
en sus manos, y le besó cordialmente.
—Te lo agradezco, mi querido amigo, más de lo que nunca sabrás. —Él
educadamente no dijo nada sobre su exuberancia—. Trix y yo deberíamos
irnos ahora, pero iglesia o no, ¡encontraré una manera de regresar
mañana para poder contarte todo! ¡Lo prometo!
No le escuchó decir adiós. Emocionada, Sunday saltó al lado de Trix a
través de la maleza. Corrieron a toda prisa hacia el lindero del bosque,
hasta que divisaron la casa de la torre en el horizonte. Su energía se agotó,
reduciendo la velocidad al caminar. El peso de la bola de oro golpeaba
de modo reconfortante entre el libro de Sunday y su pierna, recordándole
cómo de doloroso y cómo de gloriosa podía ser la vida, todo al mismo
tiempo.
—Te ama.
La aclaración la sorprendió. Trix era así. Lleno de caracoles y colas de
cachorros de perros en un minuto y de manera poco natural un sabio al
siguiente. Lo que dijo podría haber sido verdad, pero Grumble era una
rana y Sunday era una chica, y entre ellos había un hechizo que podía
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haber sido el océano. Grumble la amaba, pero eso no cambiaba el
doloroso y glorioso camino en el mundo.
—Y tú le amas. —Añadió Trix.
Tampoco lo hacía eso.
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Capítulo 4.
Godspat
ADA MÁS LEVANTARTE, piensas que acabas de ser hervido
en aceite y arrojado sobre el hielo, camino de ser
despellejado vivo. Vomitarás, a pesar de que tu
estómago ha estado vacío durante mucho tiempo, y sentirás como si
alguien estuviera metiendo a empujones el mundo, a través de un agujero
de alfiler en la parte superior de tu cráneo. Te preguntarás si cada hueso
de tu cuerpo ha sido aplastado por la bota de un gigante y luego puestos
juntos de nuevo en el lugar equivocado. Ni siquiera recordarás cómo
hablar. Dioses, casi ni recordarás cómo pensar.
Rumbold no lloraría. Iba a cumplir seis años este verano. Su padre le
había dicho que no era un niño, era un hombre. Los hombres no lloran. Los
príncipes definitivamente no lloraban.
Jack sacó sus pensamientos directamente al aire.
—Y llorarás, largo y fuerte, como un niño pequeño y patético. Llorarás
porque en ese momento tu mente se llenará de nada, pero lo increíble es
ser un hombre de nuevo. Esa es la parte más dolorosa de todo. — Su voz se
suavizó, y giró la cabeza—. Regresar es parte del precio a pagar.
El joven príncipe asintió en silencio. Había tenido el suficiente valor
como para hacer frente al cuarto de enfermería de Jack después de la
transformación de uno de los chicos más mayores; Rumbold no podía
perder la oportunidad de aprender del destino que del mismo modo le
acontecería. La Hada madrina de Rumbold había transformado a Jack en
un perro como penitencia por matar al querido cachorro de su ahijado. La
hada madrina de Jack había reducido la pena de Jack a un año y
—N
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hechizó a Rumbold con su propia transformación en su décimo octavo
cumpleaños. Ella les había prohibido a todos que hablaran de esta contra-
maldición. Hasta el rey estaba de acuerdo.
No era justo. Rumbold no había maldecido a Jack, y, desde luego que
no había pedido que asesinaran su regalo de cumpleaños. Todo había
sido un accidente. Había visto a su cachorro buscando sobras en los
talones de Jack. El pisotón que instintivamente Jack le dio con el pie no
hubiera hecho daño a cualquiera de los otros perros en el comedor de los
guardias. Sus madrinas se habían excedido y perdieron los estribos sin razón
alguna. Simplemente no era justo. Pero el daño ya estaba hecho: en doce
años, Rumbold pasaría doce meses como una rana.
—Para aprender la humildad —dijo la brillante madrina de Jack. Había
dicho un montón de cosas esa noche, pero Rumbold no lo había
escuchado hasta que empezó a hablar de él. La pérdida de su cachorro
había dejado un lugar vacío en su interior que no había estado lleno desde
que su madre murió. Ni siquiera le había puesto un nombre.
Jack asustaba a Rumbold. Jack era un gran héroe. Él participó en las
Grandes Aventuras e hizo cosas asombrosas. Las brujas se estremecían a
sus pies. Los demonios temblaban en sus botas (si es que llevaban botas).
Jack tenía la misma edad que Rumbold cuando le golpeó la primera
maldición. El joven príncipe esperaba que fuera la mitad de fuerte. La
mitad de terco. La mitad de valiente. Por el momento, no estaba más que
asustado. Tenía un largo camino por recorrer.
Jack mordió un pedazo pequeño de pan tostado. La enfermera había
dicho que Jack podía tomar alimentos sólidos y ―en un tiempo volverá a
mantenerse sobre sus pies.‖ En el momento en el que sus pies tocaran el
suelo, caminarían derechos a las puertas del castillo, y Rumbold no volvería
a ver a Jack de nuevo. Esta era su única oportunidad.
—Si eres inteligente, — dijo Jack— mantendrás este recuerdo de
nosotros en un lugar seguro. Piensa en ello todo el tiempo: cada mañana,
cuando te despiertas y todas las noches antes de irte a la cama, cada vez
que tomes un bocado para comer y cada vez que vacíes los intestinos. Si
puedes prepararte para hacer eso durante un largo tiempo, cuando
despiertes de nuevo al mundo, esta será la primera cosa, la única cosa, en
tu mente. ¿Estás escuchando?
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Rumbold escuchaba con todo su cuerpo. Oyó el roce de la ropa de
cama debajo de las piernas de Jack. Oyó el castañeo entre los dientes.
Oyó la cuchara removiendo el caldo humeante en la bandeja. Oyó el aire
que Jack tomaba por la nariz antes de hablar. Incluso oyó como se
deslizaba la medalla de oro a lo largo de la cadena alrededor del cuello
de Jack mientras se enderezaba.
—Hay dos cosas muy importantes. Número uno: debes recordar cómo
se respira. Como en la esgrima. Abrir la boca. Los pulmones. Inspirar, expirar.
Que la lengua no se ponga en medio del camino. Si se te olvida la forma
de respirar, todo lo demás no importa. ¿Lo tienes?
Rumbold asintió en silencio otra vez.
—Número dos: quédate quieto. No trates de ponerte de pie. —Jack
lanzó a Rumbold una sonrisa torcida—. Confía en mí, no querrás estar de
pie cuando regrese tu mente.
***
Él quería morir, y esa era la sensación más maravillosa del mundo.
Abrir la boca.
Pulmones.
Inspirar, expirar.
No pasaba nada.
Quita la lengua del camino.
La vida entró en sus pulmones. En la exhalación, gritó tan fuerte y
durante tanto rato, que las aves huyeron de los árboles por encima,
dejándolo desnudo y solo en el silencio natural de la primavera.
Se sacudió, su piel cubierta del frío y primordial lodo. Piel.
Vomitó otra vez, y pensó en mover la cabeza en esta ocasión. Cabeza.
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Estómago. Rostro. Piel. El dolor subía y bajaba por su cuerpo. Cuerpo.
Movió los dedos de las manos y de los pies, era enloquecedor e incorrecto.
Pero no era incorrecto.
Era correcto.
Increíblemente correcto.
Abrió la boca para reírse antes de darse cuenta de que había
olvidado cómo hacerlo. Lo recordaría, con el tiempo. Él sanaría. Sería él
mismo otra vez. Se puso de pie sobre sus propios pies, como el hombre que
había sido, al igual que el hombre que era.
En pie.
Apoyó una mano en el suelo y empezó a levantarse.
Quédate quieto.
La voz del hombre se hizo eco fuertemente en su cabeza. ¿Era su voz?
Se preguntó que insistencia sepultada podría querer que no saltara sobre
sus pies y corriera todo el camino hacia casa.
Su casa.
Los recuerdos surgieron y se rompió la presa de la maldición que había
construido dentro de su mente. No tuvo tiempo de gritar antes de que la
oscuridad lo consumiese.
***
Sus propias estúpidas lágrimas suaves lo despertaron. Le hicieron sonreír.
Los hombres fuertes no lloran. Pero aunque hacerlo le hiciese un
hombre débil, seguía siendo un hombre, al fin y al cabo.
En alguna parte un pájaro carpintero toqueteaba. El aire en su piel le
hizo estremecerse. El cielo era tan brillante que podía verlo rojo a través de
los párpados delgados. Los abrió.
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Demasiado brillante.
Los cerró de nuevo.
Una cosa a la vez.
Escuchó al bosque durante un rato: las aves y los insectos, el viento en
las hojas, el murmullo de pequeños animales en la maleza. Respiró hondo,
olio el musgo, la suciedad, y luego a sí mismo mientras el calor del sol le
hacía sudar. Extendió los dedos a lo largo y sintió el baile de la brisa entre
ellos. Pasó los dedos por las piedras irregulares cubiertas de musgo debajo
de él. Quitó un palo que tenía debajo de la espalda, contento de que una
vez más tenía una espalda donde recostarse.
Se tocó el vientre, el cuello, la cara, pasó las manos sobre sus cejas, sus
orejas, su pelo, su sonrisa. Sus ojos estaban húmedos en las esquinas y sus
labios tenían dientes debajo de ellos. Tenía la lengua unida a la parte
posterior de su paladar ahora, no a la delantera. Su cabello era más largo
de lo que recordaba.
Recuerda.
Se detuvo antes de que su mente se perdiera de nuevo en la gran
escala de la regurgitación de su vida. Tomó otra lenta respiración y volvió
a la comodidad de la madera. Empezaría desde aquí y trabajaría su
camino hacia atrás. Sería más fácil. Más seguro. Menos doloroso.
Al instante, ella llenó su mente completamente, su corazón había
olvidado cómo latir. En sus pensamientos, el sol brillaba en su cabello
dorado mientras se tendía en el suelo junto a él. Se quitó los zapatos y sus
faldones se agruparon en torno a sus pies de piel clara. Ella era tan natural,
salvaje, inocente y misteriosa como la madera misma. Sabía tan poco del
mundo y sin embargo, lo había visto todo a través de los ojos de la
sabiduría poco común. Ella habló, y el brillante tono de cristal de su voz lo
tranquilizó. Se reía con todas sus fuerzas, y cuando sonreía, ella brillaba. Era
sorprendentemente hermosa, como un cervatillo recién nacido, incluso
más aún en su inconsciencia feliz de la realidad. Era a la vez egoísta y
generosa, ingrata y amable. Se llamaba Sunday.
Y lo amaba.
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Rápidamente volvió a tocarse para asegurarse de que, de hecho,
había regresado como un hombre, entero, y a pesar del insoportable dolor,
sano y salvo. Así, se aseguró, dejó que sus pensamientos volvieran de
nuevo a su chica. La encontraría y se unirían para siempre, como los dioses
habían dispuesto, y el mundo sería lo que fue destinado a ser.
Se pasó una mano por el rostro, y se asomó a los colores saturados del
mundo a través de los espacios entre sus dedos. El aire le secó los ojos y
trató de cerrar un párpado que ya no existía. Las hojas en el dosel superior
eran del verde brillante de la primavera recién nacida. Un arrendajo
picoteaba sobre la hierba cercana, azul, como un trozo de cielo que
viniera a visitarlo.
Un suspiro ronco traicionó su sed. Todavía no estaba preparado para
unas largas piernas, se arrastró sobre manos y rodillas a la cubeta de al
lado del manantial. Levantó el liso borde de madera a sus labios con los
brazos temblorosos y bebió ávidamente de ella, emocionándose con las
gotas de agua que corrían por los lados de su rostro y sobre su pecho.
Llenó el cubo otra vez y lo vació sobre su cabeza, varias veces, limpió el
barro y los vómitos de su cuerpo. Se sentía como un hombre nuevo. Era un
hombre nuevo. El ondulante reflejo del agua lo examinó con su rostro viejo
y familiar.
La cara de un príncipe.
Un príncipe que no tenía nada que ver con su familia.
En la ira, aulló y estrelló el cubo contra el ruinoso pozo. Levantó algunas
rocas más bien pequeñas y las lanzó a una lamentable corta distancia en
la madera. Eso lo apaciguó muy poco.
El destino seguía siendo tan malicioso y cruel, y la vida todavía no era
justa.
Él y Sunday fueron víctimas de su historia. Ella podría haberlo amado de
verdad, ojalá lo amara todavía, pero su amor por su familia era un vínculo
que nunca podría pedirle que rompiera. De todas las mujeres de la tierra,
el destino había elegido a la hermana pequeña de Jack Woodcutter.
Era una broma cruel.
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Tenía que encontrarla.
Tentativamente se levantó y se tambaleó hacia delante, obligando a
sus músculos a recordar los movimientos que hace casi veinte años habían
sido una segunda naturaleza para él. Espinas y ramas raspaban el lenguaje
de la madera en puras líneas sobre su renacida tierna piel. Para su alivio,
una delgada capa de nubes cortésmente se movió sobre el abrasador sol.
Echó un vistazo a la tierra del camino por si los pies de su gran amor lo
hubieran pisado tres días seguidos.
Se centró en un recuerdo: una visión de caballos y perros saltó delante
de él. Había hecho esto antes. Él era un cazador. Había seguido al ciervo y
al jabalí salvaje y trajo a casa el despojo para festejarlo y celebrarlo. La
comida llegaba hasta donde el ojo podía ver, el canto suficiente como
para llenar los días y que no acabaran las noches, y mujeres, qué mujeres...
preciosas sombras ahora en la memoria de otra vida. Se centró en una
nueva memoria, la única por la que valía la pena vivir. Ella era minúscula,
con un brillo en los ojos y una sonrisa que hacía que su sangre cantara.
La capa de nubes en el cielo se puso espesa. El camino desapareció.
Levantó la cabeza, tratando de ver el borde del bosque entre los árboles.
Un abismo de troncos despellejados se quedó detrás de él. Inclinó la
cabeza y arrastró los pies, sus ojos revoloteaban de una piedra brillante a la
siguiente en la oscuridad cada vez mayor.
Por último, se encontró en el borde del mundo. Sólo unos pocos árboles
le separaban de la pradera más allá del bosque.
La torre de vigilancia se marcaba contra el cielo, llamándolo a regresar
al mundo de los hombres. Sus piernas ardían. Su pecho le dolía. Riachuelos
de sangre lloraban de los arañazos de su piel y de las grietas de sus
desecados labios. Sin los árboles para amortiguar la planicie, el viento
barría libremente alrededor, doblando la hierba alta en ondas y
batiéndole el pelo largo sobre su cabeza.
Llegó a la alta pared de roca que rodeaba la torre de vigilancia, que
seguía de nuevo a donde una mujer se apresuraba a descolgar sabanas
de las ramas secas. Se volcaban y rompían al ritmo de la tormenta que se
acercaba. Con manos hábiles, mantuvo un firme control sobre la ropa sin
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dejarla caer, dejándolas una por una en la gran cesta que llevaba a su
lado. Su cabello y sus ojos eran del mismo gris intenso que las nubes
amenazantes.
—Ya era hora —dijo por encima de las ramas hacia donde estaba él—.
No te quedes ahí parado. Ven y ayuda a tu madre.
Era evidente que lo había confundido con otra persona, pero abrió la
puerta y se acercó a ayudarla.
—¿Vas a ...?
Lo miró entonces, finalmente, su ojos lo miraron desde la cabeza a los
pies. Con todo su dolor, no se le había ocurrido avergonzarse de su
desnudez, y agradeció a los dioses que a ella no se le ocurriera gritar.
Había una sorpresa contenida en su rostro, lástima, quizá, un poco de
confusión, y luego un severo control de limpiarlos a todos.
—Diste a los dioses un dolor de estómago y te escupieron de vuelta,
¿no? —Ella arrancó más ropa limpia de la rama y la empujó hacia él—.
Ponte esto. Mi hijo es de tu edad. No exactamente tan alto y flaco como
tú, pero te estará.
Se quedó mirando el bulto que había empujado a sus brazos: áspero,
material de andar por casa o bien marrón desteñido por demasiados
lavados o blanco oscurecido por usarse demasiado.
—Gracias. —Quiso decir, pero su lengua recolocada se negaba a
moverse para decir las palabras, y repitió un suspiro, solo y miserable.
—Pareces un hombre, pero suenas como un cuervo, lo que con todo,
has venido pidiendo a la puerta de mi casa. Anda, vístete, si puedes
hacerlo. Voy a buscar un poco de agua.
La forma en que ladraron sus órdenes no admitía oposición.
Torpemente se empujó la camiseta sobre la cabeza y a continuación, se
puso los pantalones demasiado grandes. La mujer volvió con una taza y un
trozo de cuerda. Le tendió la copa, y él se lamentó por las preciosas gotas
que se le derramaban por los lados.
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—Bebe —le ordenó. El agua fresca picaba en los labios y le congelaba
la garganta, pero le dio la bienvenida. Ella anudó el cordel alrededor de su
cintura, mientras el apuraba la taza, y entonces, ella salió a buscar más
agua—. Ahora siéntate mientras termino.
Se arrastró a la banca que le indicó mientras suavemente saboreaba
el agua. Vio cómo trabajaba, arrancando la salvaje ropa fuera del viento.
Sus modales bruscos eran curiosamente contrarios a su bondad. Había
animales en el bosque que actuaban de esta manera, cuando trataban
de protegerse a sí mismos. O a sus crías. Se preguntó dónde estarían sus
hijos.
Algo crujió en el banquillo. Miró hacia abajo para ver a un amigo
íntimo saludándolo con la mano, con sus orgullosas páginas revoloteando.
Lo recogió, deleitándose en lo pequeño que parecía ahora, este pequeño
libro que una vez había permanecido como un gigante a su lado. Quería
sostenerlo junto a su corazón, olerlo y ver si su esencia se había quedado
allí. Quería quedárselo, pero eso la pondría triste, y no podía soportar el
tener que causarle dolor. El viento pasó las páginas hacia la última palabra
escrita allí. Se permitió recordar la alegría mientras había leído el breve
pasaje para él. Cuando las palabras se repitieron en su mente, lo hicieron
en su voz:
Sunday no era nada hasta que conoció a Grumble, un hombre
hermoso, con el alma de un poeta. Él era su mejor amigo en el mundo
entero, y ella lo amaba con todo su corazón.
Ella lo amaba. Leer esas palabras lo refrescaron más de lo que podrían
hacerlo un millón de vasos de agua. Lo amaba, y la declaración de ese
amor lo había salvado. Lo amaba, y le dio la fuerza para hacer lo que
tenía que hacer. Lo amaba. Sólo esperaba que lo amara lo suficiente
como para confiar en él, que todavía lo amara cuando todo estuviera
dicho y hecho. Él esperaba que todavía lo amara cuando lo conociera
por lo que era.
La mujer se puso frente a él, con su ropa rescatada del viento. Sostuvo
el libro hacia ella, y lo arrojó en la cesta.
—La tonta mente distraída de una hija. Ven adentro. —Le ofreció.
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Se tomó una enorme cantidad de fuerza necesaria para mover la
cabeza. Tomó la mano libre de la mujer y se la llevó a los labios
destrozados.
—Eres un encanto —dijo, con palabras suaves, verdaderas y
poderosas—. Podrías elegir a cualquier chica de la tierra. — Y entonces,
esa cara de control regresó—. Cuando estés limpio, por supuesto. No estás
en condiciones para ser el muñequito de un troll en ese estado.
Él sonrió y apretó los dedos alrededor de la taza vacía. —Graaaaci-as
—dijo cuidadosamente. Esta vez parecía que sonaba más como lo que
quería decir.
—No hay de qué.
Hizo una pequeña reverencia y caminó de regreso por la puerta del
muro de piedra. Cuando llegó al pie de la colina, se volvió para mirar
hacia atrás a la casa-torre. La madre de su verdadero amor se situó en la
puerta, con la cesta en la mano y las faldas girando a su alrededor
mientras ella velaba por él.
Aún no había llegado al borde de la ciudad antes de que comenzara
a llover. Grandes gotas de agua levantaban el polvo de la carretera y lo
removía en el barro de entre los dedos. Paso a paso, su dolor regresó y se
amplió. Por fortuna, los dioses enviaron un hombre de ojos amarillos en un
mohoso carro de heno que se ofreció a llevarle a la ciudad.
El castillo era una bestia negra en el horizonte, su torre más alta se
sumergía de lleno en el corazón de la tormenta. Era vertiginoso ver el
bullicio de tanta gente por las calles empapadas de lluvia.
Dio las gracias al hombre una vez el carro se detuvo, pidiéndole con
las pocas palabras como pudo, para darse a conocer al rey. Había
practicado sus palabras en el camino mojado por lo que no tropezaría con
ellas.
Caminar era insoportable. Las almohadillas de sus pies eran ampollas.
Sacudió la tensión de sus músculos. La esperanza que le había excitado en
la casa-torre se desvaneció en un agobiante agotamiento. Ya no falta
mucho, se repetía a sí mismo. Ya no falta mucho.
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En la entrada de los guardias fue detenido con una lanza.
—Ahora, ¿donde crees que vas?
—Aaawik.
— ¿Vienes de nuevo?
Concéntrate.
—Erik.
El guardia volvió la cabeza y gritó a la puerta de entrada detrás de él.
— ¡Erik! Un mendigo aquí quiere verte.
— ¿Un mendigo? Buen Dios, no puedo ser molestado con... —Un
hombre corpulento con una mata de cabello rubio rojizo apareció en la
arco de piedra. Se limpió la boca con el dorso de su mano, como si
hubiera sido convocado a mitad de su comida.
—A ver, ¿de qué trata todo esto?
Erik había sido un guardia real desde que Jack estaba en servicio. De
todos los hombres del rey, Erik debería haberlo conocido, al "él" de antes. El
príncipe sólo podía imaginar su aspecto actual: triste, flaco, horrible.
Palmeado por los dioses. No es el glamuroso retorno del hijo pródigo. Su
rayo de esperanza se desvaneció aún más. Se enderezó tanto como pudo
y puso una mano sobre el hombro del guardia.
—Erik. Pooor favor. Ayúdame.
Los ojos de Erik se movieron a través de la ira y la confusión antes de
llegar finalmente a su reconocimiento.
— ¿Rum…?
Cerró los ojos de golpe, como si eso pudiera impedirle oír este nombre.
Hacía años que nadie lo había dicho, necesitaba esperar un rato más. El
una-vez-y-ahora-de-nuevo príncipe se llevó un dedo a los labios
temblando.
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—Por favor.
Erik le dio un alegre abrazo y tiró de él hacia el interior del castillo.
—Han pasado años, hombre —dijo en voz alta—. ¡Te ves como el
infierno! Refúgiate de esta tormenta y cuéntame, ¿qué está haciendo tu
madre, mi tía? ¿Sigue siendo tan bella como siempre?
Erik continuó con la farsa a través del Pasillo de los guardias y mantuvo
el monólogo hasta bien dentro de las murallas del castillo.
—Saca a Rollins fuera de sus copas —dijo a un sirviente errante—. Dile
que se le necesita en las cámaras de su maestro.
Erik lo llevó por las escaleras traseras y lo apoyó en el borde de su
cama, donde se estremeció sin control.
—Hace frío aquí —dijo Erik—. Encenderé el fuego.
Asintió con la cabeza, pero el guardia ya había dado la vuelta. Cada
músculo de su cuerpo se estremeció, su mente se balanceaba sobre el
borde de delirio. Esperaba que Rollins no tardara mucho. Su deseo se
había concedido.
—¿Qué es esta blasfemia? —gritó el hombre bajito y bien vestido
desde la puerta, ¿la voz de Rollins siempre había sido tan alta y arrastrada?
El príncipe llamó a la última de sus fuerzas y comenzó el discurso que había
practicado en la carretera.
—Hay un... hombre. Con un carro de heno —Los malditos dientes
necesitaban dejar de castañear— bajo la lluvia. Se dirigirá al rey. Com...
compénsalo.
Rollins se cuadró.
—Sí, Su Alteza.
—Anuncia. Un baile. Cada mujer joven... en la tierra. Trrreees...
No estaba seguro de si su voz o su aliento lo dejaron en primer lugar.
—Tres bailes o tres días, ¿señor?
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Su frente comenzó a sudar por el esfuerzo de permanecer en posición
vertical y mantener sus palabras coherentes.
—Las dos cosas. Además, envía... una misiva. P-prestamistas.
Rollins se echó hacia adelante, y el príncipe murmuró los detalles en
tan pocas sílabas, como podía manejar.
Rollins asintió con la cabeza gacha, y retrocedió hacia la puerta.
—Como desee, señor. De inmediato, señor.
—Rollins.
Su sirviente se detuvo. El príncipe tomó una profunda respiración,
concentrándose en la importancia de encadenar los últimos de sus
dispersos pensamientos juntos.
—Por favor, dile a Padre... que he regresado.
Rollins se inclinó una vez más, sonriendo.
—Es agradable que esté de vuelta, señor.
Rumbold permitió que los sentimientos se hundieran en su mente.
Volver. Estaba de vuelta. Agotado, se desplomó sobre las sábanas de
seda, oscilando dentro y fuera de la consciencia. Oyó la profunda voz de
barítono de Erik desde donde se puso en cuclillas sobre la chimenea,
persuadiendo a un incendio de registros antiguos.
—Bien, bien, bien. Esto debería ser interesante.
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Capítulo 5.
Malvado
UNDAY SE DESPERTÓ con un pinchazo en el costado y abrió
los ojos para ver a su madre cerniéndose sobre ella. La fuerte
tormenta les había mandado a todos a la cama temprano.
Para Mamá, eso significaba que toda la familia se debía
despertar pronto. Seven Woodcutter nunca había sido del
tipo de madre delicada, cálida, que hornea galletas. Siempre había sido
del tipo de -desgastar la vara-. Al menos ya no usaba la vara con sus
propios hijos. No tanto, ya no. Sunday sintió el roce familiar de las páginas
bajo su mejilla. Se había quedado otra vez dormida escribiendo. Su mirada
voló hacía el candelabro de la mesita de noche y el pequeño trozo de
vela. Vaya, Friday debió apagarla. Sunday siempre recibía una severa
reprimenda -a veces más- cada vez que su madre descubría que una vela
ardía hasta la base, porque era la prueba irrefutable de que al menos algo
de su luz había sido desaprovechada.
Detrás del candelabro estaban las piedras de hada y la bola brillante
de Grumble. Cuando Sunday le había enseñado los objetos a su familia, el
único comentario de su madre fue que lo mejor era que Sunday no se
apegara demasiado a los adornos. Ya que tendrían que venderse para
cubrir la pérdida de la vaca.
A pesar de la tacañería de su madre, Sunday sospechaba que ni todo
el oro del mundo la haría feliz. Se preguntó que podría hacerlo. Se
preguntó si su madre habría sido alguna vez feliz. De ser así, deseaba
haber estado viva para verlo.
Otro pinchazo.
S
AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss
Page57
—Ha habido una proclamación —dijo mamá a modo de explicación.
Sunday gimió. Las proclamaciones reales a menudo significaban más
trabajo, menos comida y la pérdida de algo que se daba por sentado.
—El príncipe Rumbold está organizando tres bailes.
El príncipe cuya malvada hada madrina había arruinado a su familia
para siempre.
El repentino príncipe solitario que había sido declarado enfermo,
perdido, muerto o las tres cosas en los últimos meses, y que evidentemente
había recuperado la salud, había sido rescatado y/o resucitado.
Cualquiera que fuera la verdadera historia, al parecer, el espíritu había
llevado a Su Fastidiosa Alteza a celebrar un baile o tres, así que era lo
bastante pretencioso para anunciarlo al pueblo como si a nadie le
importara un higo.
—Bien por el príncipe Rumbold —dijo Sunday rodando los ojos, su suave
almohada la invitaba deliciosamente a soñar.
Pinchazo.
—Todas las chicas casaderas del país están invitadas. Si eres buena y
haces todas tus tareas, te dejaré ir.
Sunday no podía pensar en nada que le apeteciera menos que asistir
a un aburrido evento político. Prefería pasar su tiempo visitando a Grumble
en el pozo.
—Diviértete sin mí.
Sintió que las páginas de su libro se deslizaban por debajo de su mejilla.
Sunday extendió la mano para cogerlo, pero mamá fue más rápida.
—Hoy vas a ir al mercado y vender esa baratija dorada —ordenó
mamá. Los ojos de Sunday no dejaron el libro que su madre aún mantenía
como rehén—. Llévate a Trix contigo, también tiene que redimirse, además
de lo que ya necesitamos, compra cualquier cosa que Friday necesite
para haceros los vestidos, chicas. Ella está en la cocina ahora mismo,
haciendo una lista. Gracias a los dioses por el presagio de Thursday.
AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss
Page58
O gracias a la Hada Madrina Joy por el catalejo mágico de Thursday.
O gracias a Grumble, cuya baratija dorada les ha salvado a todos. O
gracias a Sunday, quien ha hecho un amigo generoso que valía la pena.
Pero estaba demasiado distraída para discutir.
—Cuando regreses, harás tus tareas y las de Friday durante los próximos
tres días. Al final de estos tres días asistirás a los bailes.
—¿A los tres? —Se quejó Sunday.
—A los tres.
—¿Que dice Papá? —Con la repelente familia real involucrada,
Sunday no podía imaginar que su padre dejara el asunto sin pelear.
—Tu padre no ha dicho nada. A todas las chicas del país les han
pedido que asistan; todo hombre casadero y con recursos recibirá una
invitación. No me importa si ese horrible príncipe es quién los está
celebrando. Esta puede ser la única oportunidad de mis chicas de atrapar
a un marido decente, y antes de que acabe la semana veré al menos a
una de vosotras felizmente comprometida. ¿He sido clara?
Sunday no pudo imaginar nada ―feliz‖ saliendo de esto, pero asintió
con la cabeza y vio como mamá se guardaba el libro en el bolsillo.
—Sunday… —La voz de mamá había cambiado. Sorprendida, los ojos
de Sunday abandonaron el bolsillo que mantenía a su libro prisionero—. No
querrás vivir aquí toda la vida, ¿verdad? —Las palabras de mamá tenían
una cadencia cantarina.
—No.
—Por favor. Haz sólo lo que te pido y dejaré que tengas tu diario de
vuelta antes de que vayas a la cama cada noche. Pero me lo llevaré otra
vez cada mañana. ¿Entendido?
—Sí, mamá.
Sunday sintió el peso de su madre abandonar la cama. Aún podía oler
la flor de su delantal, o podría no haber creído que su madre había estado
AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss
Page59
allí. Era la primera vez en casi dieciséis años que su madre realmente le
estaba hablando a ella y no ante ella.
Sunday se vistió confundida y cogió la bola de oro de la mesa. Sostuvo
el frío metal contra su pecho y pensó con afecto en su amigo. Luego
deslizó la bola en su bolsillo y fue abajo a recoger a sus hermanos.
La tormenta no había perdonado a los Woods. Un gran tramo del
camino estaba cubierto con ramas, hojas y un mantillo de desechos. Papá
decía que estas tormentas eran causadas por hadas que alteraban el
equilibrio. El equilibrio era imperativo en la magia, un desequilibrio podía
romper el tejido del mundo y separarlo. Por eso, las hadas nunca tomaban
a un niño sin dejar algo a cambio en su lugar. Premiaban a una persona y
castigaban a otra. Sólo cuando un poderoso hechizo era lanzado o roto,
se alteraba el equilibrio. Las tormentas eran la vía para llamar la atención
de los dioses.
Wednesday había comentado en la cena que no tenían tormentas así
de malas desde que Monday se fue. Por supuesto usó unas palabras más
bonitas; apenas dijo lo que insinuaba y lo dijo rimando... pero mamá la
entendió perfectamente.
Le había dicho a Wednesday que dejara la mesa y subiera a su cuarto,
con esas mismas palabras. Mamá no usaba florituras.
Sunday siguió a Trix por encima de una gran roca para evitar un árbol
astillado. Era demasiado joven para recordar las tormentas de Monday,
pero recordaría esta. Visto por los dioses o no, sin duda había causado un
alboroto.
Friday parloteó durante todo el camino al mercado, como si a Sunday
y a Trix les importara las cosas sobre hilos, botones o cintas.
Trix hizo volteretas mientras Friday siguió con dobladillos y volantes.
Sunday imaginaba formas en las nubes durante el lamento de Friday sobre
la falta de tiempo para un bordado adecuado.
Sunday observaba a Trix, asegurándose de que no se extraviara. Friday
se preguntó si tendrían suficiente dinero para el encaje.
AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss
Page60
—Un lujo, sin lugar a dudas, pero sólo un pequeño ribete, ya me
entiendes...
Sunday se detuvo cuando el pilar de piedra y el árbol torcido
aparecieron en su visión. Eran sus señales del camino del pozo de las
Hadas, hacia Grumble. La tentación de alejarse de sus hermanos fue
abrumadora, pero Friday era demasiado dulce para tomar la delantera
junto a Trix. ¿Quién sabía qué desastres podrían crear solos? Sería bastante
difícil entregar el valioso adorno a un prestamista.
—¿Sunday?
Friday estaba llamándola. Sunday se dio cuenta de que se había
quedado congelada en el sitio, con la mirada perdida en el bosque. Trix
deslizó la mano en la suya y la apretó.
—Lo siento —dijo—. Estoy bien, sigamos.
Con cuidado, continuaron juntos por el estropeado camino.
La familia Woodcutter había tratado con Johan Schmidt muchas veces
a lo largo de los años, le encantaba escuchar buenas historias tanto como
al padre de Sunday contárselas. Su pelo había crecido más fino y sus gafas
se habían vuelto más gruesas, había desarrollado una encorvadura
estudiando detenidamente los pergaminos y las pilas de monedas. Estaba
con el ceño fruncido ante un pergamino, incluso cuando se acercaron.
—Ridículo —murmuró—. Simplemente absurdo. ¿Por qué? Es sólo...
¡Señorita Woodcutter! Me alegro de verla hoy.
—Buenos días, señor Schmidt —dijo Sunday—. ¿Cómo le está yendo?
—Bien, bien. ¿Cómo están los buenos de tus padres?
—Tienen los dos una excelente salud. Gracias. —Sunday mantuvo la
bola firmemente en su bolsillo, sus últimos preciosos momentos—. Espero
que nos pueda ayudar con algo... de una naturaleza ligeramente peculiar.
Él enarcó una ceja.
—Algo peculiar para un Woodcutter es algo muy peculiar. Por supuesto,
haré lo qué esté en mis manos para ayudar.
AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss
Page61
—Me pregunto cuánto me podría dar por esto.
La bola cayó sobre la mesa con un golpe sin gracia. Su mano se sintió
ligera y vacía, dolía ahí dónde una vez había estado el objeto.
Schmidt miró detenidamente el objeto. Miró el pergamino en su mano,
a Sunday, y luego de nuevo a la baratija. Levantó la bola en sus dedos.
—Bien, yo nunca...— El prestamista aclaró su garganta—. ¡Panser!
Un hombre joven y delgado con un traje demasiado grande dio un
paso adelante, Friday inclinó la cabeza sin ocultar su sonrisa al aprendiz de
oscuro pelo enmarañado y mejillas rubicundas. Panser le devolvió la sonrisa
tímidamente a Friday y saludó cortésmente a Sunday.
—¿Si, maestro Schmidt?
Los ojos de Schmidt todavía estaban fijos en la dorada bola.
—Trae ese bolso de mi escritorio. El de terciopelo morado. Y sé rápido.
Schmidt se ajustó las gafas de gruesos cristales y miró por encima de
ellas a Sunday. Ella se preparó. Ahora, él ofrecería mucho menos de lo que
la pequeña bola valía y ella discutiría sobre lo que pusiera sobre la mesa.
Había visto a su padre lo suficiente para saber de qué iba el juego. Podría
hacerlo.
Schmidt se aclaró de nuevo la garganta.
—Señorita Woodcutter, necesito confirmar con algunos colegas en
cuanto a la cantidad adecuada para ofrecer por un artículo tan raro y
peculiar como este.
—Podemos esperar —dijo Sunday.
—Tardaré bastante tiempo. Nosotros, los viejos, disfrutamos discutiendo
sobre peculiaridades.
Panser regresó con la bolsa de terciopelo y Schmidt se la ofreció a
Sunday sin abrirla.
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  • 4. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page4 AAAgggrrraaadddeeeccciiimmmiiieeennntttooosss Katiliz94 Katiliz94 Staff de traducción Beautifuliarx Mayte008 Katiliz94 Ladypandora Kyria MewHiine♥ Ritita Ro0 Nishta Deby92 MeryLuna Edgli Katiliz94 Staff de corrección Alee Foster Ale Rose MewHiine♥♥ Ladypandora Desafio89 Alyshiachery Revision y recopilación final. Katiliz94 & Nishta MewHiine ♥
  • 5. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page5 ÍÍÍnnndddiiiccceee Agradecimientos Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Créditos
  • 6. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page6 Sinopsis
  • 7. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page7 Capítulo 1. Oro de tontos y piedras de hadas I NOMBRE ES SUNDAY WOODCUTTER, y estoy condenada a una vida feliz. Soy la séptima hija de Jack y Seven Woodcutter. Jack es un séptimo hijo y Seven una séptima hija. El sueño de papá era tener un encantador, todopoderoso séptimo hijo de un séptimo hijo. Mamá le dijo que siete niñas o siete niños, lo que viniera primero. Jack Junior fue el primero. Papá estaba eufórico. Pero su sueño murió la mañana en que nací, alegre y hermosa y buena y atractiva, siete hijas más tarde. Afortunadamente, nacer primero no le impidió a Jack Junior que fuera un niño prodigio. Nunca conocí a mi hermano mayor, pero sé su leyenda. Todos los hijos de Arilland crecieron a la sombra de Jack, sus hermanos pequeños más que la mayoría. Nunca he conocido un momento en el que no estuviera rodeada de las dramáticas canciones e historias de las hazañas de Jack Junior. Un buen número de ellas sigue surgiendo por todo el campo hasta el día de hoy. Las he escuchado todas. (Bueno, todas menos el Cuento Prohibido. Aún no soy lo suficientemente mayor para escucharla). Pero sé el cuento más importante: el cuento de su desaparición, mientras servía en la Guarida Real del Rey. Un día, en un ataque de resentimiento o de pasión (dependiendo del bardo), mató al cachorro del Príncipe Rumbold. Como castigo, la malvada hada madrina del príncipe convirtió a Jack Junior en un perro callejero y le obligó a ocupar el lugar del cachorro. Nunca se supo nada más de él. M
  • 8. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page8 Dicen que mi familia nunca volvió a ser la misma después de aquello. Me gustaría haber conocido a mi padre como los cuentos le retratan: estrepitoso, confidente y testarudo. Ahora él es simplemente un hombre fuerte, tranquilo, conforme con su lugar en la vida. No es un secreto que papá no albergue ninguna lealtad hacia la familia real de Arilland, pero no dirá ninguna palabra en contra de ellos. Mi segundo hermano mayor se llama Peter. Mi tercer hermano es Trix. Trix era un niño huérfano que papá encontró en las ramas de un árbol en el lindero del Bosque durante una jornada laboral invernal, antes de que yo naciera. Del modo en que mamá lo cuenta, Trix era un hijo que ella no dio a luz, y que hizo feliz a papá. Ella ya tenía muchos hijos a los que alimentar, ¿qué era uno más? Mis hermanas y yo... —¿Qué estás haciendo? Sunday levantó la cabeza de su diario. Había elegido ese lugar por su soledad, tras seguir el camino medio escondido entre la maleza hasta las rocas en descomposición del pozo abandonado, segura de que había escapado de su familia. Y aún así, la voz que interrumpió sus pensamientos no le era familiar. Se tomó un momento para ajustar los ojos, enfocándolos lentamente en las sombras moteadas que arrojaba el atardecer sobre las hojas danzantes. — ¿Perdone? —Puso su tono más amable al visitante desconocido haciendo un esfuerzo para que se dejara ver, real o imaginario, muerto o vivo, hada o… —He dicho, '¿Qué estás haciendo?' …rana. Sunday forzó su boca a cerrarse. Pillada fuera de guardia, escupió la verdad: —Estoy contando mis propias historias. La rana consideró la respuesta. Se balanceó hacia sus patas traseras con manchas y parpadeó hacia ella con sus ojos saltones. —¿Por qué? ¿No tienes a nadie a quién contárselas?
  • 9. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page9 Aparte de su interrupción, él mantuvo su aire amable. También es listo, pensó Sunday. Debió de haber sido un humano antes de ser maldecido. Los animales del bosque sólo hablaban mediante sabios acertijos y casi verdades. —Tengo una gran familia, en realidad, con un montón de historias. Es sólo que... —Es sólo que ¿qué? —Es solo que nadie quiere escucharlas. —Yo sí, —dijo la rana—. Léeme tu historia, la historia que acabas de escribir ahí, y yo te escucharé. A ella le gustaba esa rana. Sunday sonrió, pero cerró el libro lentamente. —No quieres escuchar esta historia. —¿Por qué no? —No es muy interesante. —¿De qué trata? —De mí. Eso es por lo que nadie quiere escucharla. Ellos ya lo saben todo sobre mí. La rana se tendió en la parte de la roca moteada de sol, como si de una tumbona se tratara. Ella notó por su lenguaje corporal, que era mucho más humano que rana, que no le podría rechazar. —No sé nada sobre ti, — dijo—. Puedes empezar tu historia. Eso era completamente absurdo. Era absurdo que Sunday estuviera en medio del bosque hablando con una rana. Era absurdo que él quisiera saber de ella. Era absurdo que le importara. Era tan absurdo que abrió su diario y empezó a leer desde el principio de la página. —Mi nombre es Sunday Woodcutter…
  • 10. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page10 —Grumble, —croó la rana. —Si vas a quejarte todo el rato, ¿por qué me has pedido que te leyera esto en primer lugar? —Dijiste que tu nombre era Sunday Woodcutter, —dijo la rana—. Mi nombre es Grumble. —Oh. —Sintió el rostro caliente. Sunday se preguntó si las ranas podían darse cuenta de que un humano estaba rojo o eran uno de los muchos animales daltónicos del bosque. Inclinó la cabeza ligeramente—. Encantada de conocerte, Grumble. —A tu servicio, —dijo Grumble—. Por favor, continúa con tu historia. Era incómodo, puesto que Sunday nunca le había leído sus escritos a nadie. Se aclaró la garganta unas cuantas veces. Más de una vez tuvo que parar después de una frase que había leído con rapidez y empezar de nuevo con mayor lentitud. Su voz parecía demasiado alta y sentía las palabras extrañas y a veces equivocadas. Se resistió al impulso de tachar o cambiarlas a medida que avanzaba. Estaba preocupada de que esa rana-que-antes-solía-ser-un-hombre escuchara sus palabras y pensara que ella era una tonta. No querría tener nada que ver con ella. Él le agradecería por su tiempo y no le volvería a ver más. ¿Su joven vida había llegado a esto? ¿Estaba tan desesperada por una conversación inteligente que estaba dispuesta a desnudar su alma a un completo extraño? Sunday se dio cuenta, mientras leía, que no importaba. Dejaría que Grumble la conociera por lo que ella era. Durante el tiempo que estuvo sentada bajo el árbol donde escribía, pensó que la lectura le tomaría más tiempo, pero Sunday llegó al final antes de darse cuenta. —Tenía la intención de continuar con mis hermanas, —se disculpó—, pero... La rana estaba en un extraño silencio. Él miraba al bosque. Sunday volvió su cara hacia el sol. Estaba asustada de sus siguientes palabras. Si no le gustaba lo que escribió, entonces a él no le gustaba ella,
  • 11. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page11 y todo lo que había hecho en toda su vida sería en vano. Lo que era tonto, pero ella era tonta, y absurda, y a veces desagradecida, pero le prometió a los Dioses que no sería desagradecida ahora, sin importar lo que dijera la rana. Si al menos decía algo. Y entonces, finalmente dijo: —Recuerdo una noche de invierno nevada. Hacía tanto frío afuera que si ponías los dedos en la ventana, tus huellas quedaban marcadas. Sólo lo intenté una vez. —El soltó un largo croado—. Recuerdo el calor del fuego, crepitando en una chimenea tan grande que podría haberme puesto de pie en ella dos veces. Había un cachorro allí, sofocándome con amor, como los cachorros suelen hacer. Yo era su mundo. Él me necesitaba y yo sentía que... tenía un propósito. Recuerdo ser feliz entonces. Quizás lo más feliz que he estado en mi vida. —La rana cerró los ojos e inclinó la cabeza—. No recuerdo mucho de mi vida antes. Pero ahora, justo ahora, recuerdo eso. Gracias. Sunday juntó los dedos temblorosos y tragó el nudo de su garganta. Definitivamente era un hombre en el cuerpo de una rana, y estaba triste. No se imaginaba qué hubo en sus palabras que lo conmovieron tanto, pero ese no era el punto. Ella le había tocado. No solo a él como una rana, sino al hombre que solía ser. Sunday contestó de una manera que nunca podría haber imaginado. —Me siento honrada, —dijo, porque lo estaba. —Y entonces te interrumpí. —Grumble salió de su ensoñación a un estado más lúdico—. Perdóname. Como puedes imaginar, no tengo muchos visitantes. Me has honrado a mí complaciéndome con tus palabras, amable señorita. ¿Escribes normalmente? —Sí, cada mañana y cada noche y cada momento que tengo entre estos dos. —Y ¿siempre escribes sobre tu familia? Sunday pasó las páginas de su diario sin fin, el regalo de su Hada Madrina Joy, con el pulgar. Era un hábito nervioso que siempre había tenido. —Tengo miedo de escribir sobre algo más.
  • 12. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page12 —¿Por qué es eso? Quizá era porque la honestidad era, de una forma embriagadora, liberadora, o porque era una rana y no un hombre, pero se sentía extrañamente a gusto con Grumble. Ella ya le había dicho mucho acerca de su vida, más de lo que a alguien le hubiera importado saber con anterioridad. ¿Por qué debería parar ahora? —Las cosas que escribo... bueno... tienen la tendencia a hacerse realidad. Y no de la mejor manera. —¿Por ejemplo? —No quería recoger los huevos una mañana, así que escribí que no tenía que hacerlo. Esa noche, una comadreja se metió en el gallinero. Nadie tuvo huevos por la mañana. En otra ocasión, no quería ir con mi familia al mercado. —¿Se le rompió una rueda al carro? —Me enfermé de gripe y estuve en la cama una semana, —dijo con una sonrisa—. 'Arrepentimiento' no es una palabra lo suficientemente fuerte. —Me imagino que no. —dijo Grumble. —Y ahora te estás preguntando qué pasaría si escribo que quedarás libre de tu hechizo. —Ese pensamiento ha pasado por mi mente. —No volverías como un hombre, sino algo como un ratón o una mula o un tigre que me comería viva. Volverías como un hombre pero no el hombre que eras, o incluso te faltaría algo vital, como un brazo, una pierna o… —¿La mente? —bromeó Grumble. —… la respiración —contestó Sunday seriamente. —Ah. Tenemos que tener cuidado con lo que deseamos.
  • 13. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page13 —Exacto. Si escribo sólo sobre eventos que ya han pasado, no hay ningún peligro de que altere el futuro. Nadie excepto los Dioses tiene el poder de hacer eso. —Una decisión muy práctica. —Sí, —suspiró ella—. Muy práctica y muy aburrida. Como yo. —Al contrario. Encuentro a tu breve redacción bastante intrigante. —¿En serio? —Él solo lo decía por ser amable. Entonces ella recordó que él era una rana. Era divertido como se olvidaba de ello. —¿Me leerás de nuevo mañana? Si su ridícula y enorme sonrisa no le asustaba, seguramente nada de lo que escribiera lo haría. —Me encantaría. —Y... ¿Querrías...ser mi amiga? —le preguntó temeroso. La solicitud era encantadora y humilde. —Solo si tú también eres el mío. La boca de Grumble se abrió en lo que Sunday tomó como una sonrisa de rana. —Y... si se me permite el atrevimiento, señorita Woodcutter… —Por favor, llámame Sunday. —Sunday... ¿Crees que tendrías la voluntad de...besarme? Ella se había preguntado cuánto tardaría en preguntárselo. El beso de una doncella era el remedio usual para este tipo de encantamiento. Normalmente, Sunday se habría negado sin pensárselo. Pero él había sido muy amable, y estaba segura de que ella era la única doncella con la que se cruzaría en mucho tiempo. Era lo mínimo que podía hacer. Su piel estaba llena de baches y ligeramente húmeda, pero intentó no pensar en ello. Después de besarle, se enderezó rápido y se alejó. No estaba segura de qué esperar. ¿Una lluvia de chispas? ¿Alguna explosión? De cualquier manera, quería alejarse de lo que estaba involucrado en la transformación de una rana a un hombre otra vez.
  • 14. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page14 Sunday esperó. Y esperó. No pasó nada. Se miraron el uno al otro durante un largo periodo de tiempo. —No tengo que volver, ya sabes, en caso de que te estés ofreciendo solo para ser amable. —Oh, no, —dijo él rápidamente—. Espero con interés oír acerca de tus hermanas. Por favor, vuelve mañana. —Entonces lo haré, después de terminar mis tareas. Pero debo irme ahora, antes de que se haga de noche. Mamá me estará esperando para que la ayude con la cena. —Se puso de pie y se sacudió toda la tierra que pudo de la falda—. Buenas noches, Grumble. —Hasta mañana, Sunday. *** —Sunday, ¿dónde has estado? Mamá era una mujer de pocas palabras, y aquellas que estaban dispuestas a decir a regañadientes podrían herirte lo suficiente como para ponerte los ojos llorosos. Dio un vistazo a la falda de Sunday y respondió su propia pregunta. —Merodeando por el bosque otra vez. Bueno, me alegro de que hayas decidido regresar antes de que los cocos se hicieran contigo. Te agradecería que cogieras la cuchara de tu hermano y empezaras a remover la olla. Él lo ha estado haciendo el tiempo suficiente. —Sí, mamá. —Sunday se quitó el pañuelo del pelo y deslizó el libro dentro del bolsillo del delantal.
  • 15. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page15 —¡Gracias, Sunday! —Trix le entregó la cuchara felizmente y echó a correr para encontrarse con papá, Peter, y Saturday en el lindero del bosque, al final de su jornada laboral, como lo hacía siempre. Aunque era dos años mayor que ella, Trix se veía y actuaba como si su envejecimiento se hubiera detenido a los doce años. Su sangre de hada le impidió crecer al mismo ritmo que el de sus hermanos de acogida—a la larga, viviría más que todos ellos. Su sangre también era la razón por la que se le permitía cuidar de las vacas, pero no ordeñarlas. Trix tenía una habilidad especial con los animales, pero la leche de su cubo siempre fue amarga. Y si Trix agitaba la olla demasiado tiempo, el guiso sería… diferente. El resultado nunca era el mismo. La primera vez, el guiso tenía mejor sabor que la carne de venado, con patatas sazonadas y setas silvestres. La segunda vez, apestaba a vinagre. Mamá nunca volvió a dejar que Trix revolviera la olla durante demasiado tiempo después de eso. Mamá decía que no tenía suficiente comida como para estar jugando con ella, sin importar el buen resultado que pudiera obtener. Mamá sólo apostaba por lo seguro. Sunday movió la cuchara distraídamente mientras soñaba, raspando el fondo cada tres giros. Mamá estaba pendiente del pan que había en el horno y Friday ponía la mesa. La mayor parte del pelo oscuro de Friday estaba recogido en un moño, pero varios rizos se habían escapado, al igual que el halo gris de serpientes alrededor la cabeza de mamá. Friday había estado cosiendo, la línea de alfileres a lo largo de la manga la delató, y llevaba una de las faldas que Sunday adoraba. Friday era hábil con la aguja, un regalo de su hada madrina Joy. Los encargados de la fábrica de tela del mercado le daban sus harapos y restos de tela a la iglesia en lugar de su diezmo, y la iglesia a su vez se los entregaba a Friday, junto con las medidas de algún huérfano y artículos de ropa que necesitaban. A cambio, Friday se quedaba cualquier retazo que sobrara. Con el tiempo, esas pequeñas piezas formaron parte de las faldas multicolores de Friday. Eran las favoritas de Sunday, no sólo porque eran bonitas y con colores vivos, sino también porque eran el resultado de un montón de horas de trabajo duro por el amor de los niños huérfanos que su hermana podría no conocer jamás.
  • 16. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page16 —Ve a buscar a Wednesday a la torre, —le dijo mamá a Friday cuando dejó el tenedor—. Tu padre llegará a casa en cualquier momento. Papá entró por la puerta como mamá dijo, seguido de un muy cansado Peter y una Saturday enrojecida y con los ojos brillantes. Sunday imaginó que al borde de la muerte, su hermana, adicta al trabajo, seguiría enrojecida y con ojos brillantes. —Buenas tardes, querida, —dijo papá mientras se quitaba el sombrero—. Hizo buen tiempo hoy, así que hubo un montón de trabajo. No hemos dejado mucho sin hacer. —Bien, bien —dijo mamá—. Vamos, pues, lavaos para la cena. —Peter estaba demasiado cansado para discutir. Saturday besó a su padre en la mejilla y salió corriendo tras su hermano. —Hola, mi Sunday. —Papá la tomó en sus brazos fuertes y le dio vueltas. Ella lo abrazó con fuerza, respirando su familiar olor a sudor, savia y aire fresco del bosque—. ¿Tienes alguna historia nueva hoy? —Escribí un poco, —le dijo—. Tengo pensado escribir un poco más a la noche. —Las palabras tienen poder. Ten cuidado. —Sí, mamá. —No podía hablar de escribir sin que su madre le advirtiera. Sunday intentó no faltarle el respeto ni rodar los ojos. En cambio, se concentró en papá mientras lentamente bajaba su cuerpo a la silla que había en la cabecera de la mesa—. ¿Qué tal tu día, papá? ¿Tienes alguna historia que contar? Él suspiró y se frotó el hombro, lo que le preocupó a Sunday. Los días sin historias pasaban cuando el tiempo era asqueroso o el trabajo había sido problemático. La mayoría de los días, sin embargo, él le traía un poco de cualquier cosa: un cuento o una baratija. Sus ojos se pondrían brillantes y no habría maldad o risa en su voz. Por ese corto tiempo, papá era feliz, y él era todo suyo. No había nada que pudiera empañar la felicidad que había en su interior por hacer un nuevo amigo, pero la historia de papá sería el final perfecto para un día perfecto.
  • 17. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page17 Papá se recostó y apoyó las manos en la mesa. Miró a Sunday cuidadosamente durante un largo tiempo. Luego sonrió. Sunday le sonrió de vuelta, porque en esa sonrisa había una historia. —Hoy nos fuimos a las profundidades del Bosque —se inclinó hacia delante para susurrarle las palabras, como si se tratara de un secreto entre ellos—. Profundamente en el bosque, donde los árboles son tan altos y las hojas tan gruesas que la luz del sol no toca el suelo. —¿Tenías miedo? —susurró Sunday. —Un poco— admitió—. Le dije a Peter y a Saturday que se quedaran esperándome en el lindero del bosque. —¿Le dijiste eso a Saturday y ella obedeció? —Sunday sólo había visto a Saturday obedecer las órdenes de mamá. Todo el mundo siempre hacía lo que mamá decía. Siempre. —Bueno, no, —admitió papá—. Le di una tarea muy grande y le dije que podría acompañarme cuando terminara. —¿Y la terminó? —Aún no. Era una tarea muy, muy grande. —Eres un padre inteligente. —Soy un padre con mucha experiencia tratando de mantener a sus traviesos hijos fuera de peligro —dijo—. El lindero del bosque es la zona más segura, pero en las profundidades del bosque es donde encuentras la mejor madera. Los árboles más viejos. Nunca cogí más de uno a la vez y siempre espero varias lunas antes de tomar otro. La madera de ese árbol siempre es la que mejor se paga, es la más bella y dura para siempre. Ningún fuego mortal puede quemar la Vieja Madera. —¿Has tomado Vieja Madera hoy? —Sí. Les pedí permiso a los dioses y le pedí perdón al árbol antes de verme obligado a quitarle la vida. Y como nadie estaba cerca, no grité "árbol" antes de su caída.
  • 18. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page18 Sunday se quedó sin aliento. Cualquiera que haya vivido cerca del Bosque sabía la importancia de gritar la caída de un árbol. El silencio tenía consecuencias peligrosas. —¡El árbol se vino abajo con un desplome espectacular! Y cuando el Bosque estuvo en silencio de nuevo, oí un ladrido. —¿Has herido a alguien? —Tenía miedo de saber la respuesta. Estaba claro que mamá no estaba preocupada, ella continuaba ocupada en la cocina como si no hubiera oído una sola palabra del cuento de papá. —Estuve cerca. Me tomó un rato llegar al otro lado del árbol, y cuando lo hice, me encontré con un duende saltando alrededor. —¿Un duende? Qué suerte, —comentó Sunday con escepticismo. —¡Por suerte para él! Todavía estaba vivo saltando alrededor, —dijo papá—. Estaba atrapado por su barba y era difícil de sacar. —Sunday rió. —Espero que le pidieras su oro, —la voz de mamá hizo eco desde el interior del horno mientras retiraba el pan. —¡Pues claro que lo hice, mujer! ¿Qué clase de hombre crees que soy? —Un tonto, la mayoría de los días —murmuró mamá. Se limpió las manos en el delantal y cogió un cuchillo para cortar el pan—. Continúa, termina tu historia. —Gracias, mujer. —Papá se inclinó de nuevo y retomó el tono de la narración—. El duende me rogó liberarlo. —¿Y lo hiciste? —Primero le pregunté por su oro. —Papá miró a mamá, pero ella no demostró que había oído su comentario—. Prometió dármelo todo, me dijo que si usaba mi hacha para dejarle libre, me lo daría. —Mamá chasqueó la lengua. Estaba escuchando—. Por supuesto que no le creí, —dijo papá en voz alta—. Le dije que quería una prueba y él me dijo que tenía tres monedas de oro en el bolsillo. Me las daría como un pago inicial, así que si se escapaba, yo no me quedaría con las manos vacías. —¿Y cogiste el oro?
  • 19. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page19 —Por supuesto. Eran tres piezas sólidas de oro brillante. Las deslicé en mi bolsillo. —Se palmeó la cadera—. Luego le liberé. ¿Y sabes lo que hizo? —¿Qué? —¡Se quejó! Bichejo descarado. Me dijo que había hecho un destrozo con su barba y que ya no le volvería a crecer igual. Le dije que yo era leñador, no un barbero. ¡El diablillo debería de de haber estado agradecido por estar vivo! —Sunday se rió sin poder evitar imaginarse al fornido papá como un barbero—. Él no quiso saber nada de ello. Me dijo que puesto que había arruinado su apariencia, no me merecía ese oro. Movió la nariz y desapareció de mi vista. —¿Pero aún tienes las tres monedas de oro? —Sí, por supuesto, no me sentía defraudado en lo más mínimo, las traje a casa para ti. —El corazón de Sunday saltó de alegría cuando él metió la mano en el bolsillo. Cualquier tesoro que papá hubiera traído sin duda volvería a la familia, pero significaba mucho que él se lo mostrara. Mamá se comportaba como si no estuviera, pero había dejado de cortar el pan. —Me temo que están un poco desgastadas. —Papá abrió la mano y dejó caer el contenido en la mesa. —¡Bah! —Se burló mamá cuando lo vio—. Es oro falso y piedras de hadas. Ha sido la suerte de tu vida. Debería de haberlo sabido. El tesoro de Sunday eran tres piedras pequeñas, una era suave y del color de las profundidades del océano con líneas de blanco puro, otra tenía manchas verdes como musgo atrapado en ámbar pálido y la última era de un color rosa afilado y lechoso. Oro falso o no, guardaría estas piedras, pues para ella eran mil veces más valiosas de lo que cualquier otro oro pudiera serlo. En esas piedras, la historia de papá se quedaría siempre, y Sunday la recordaría cada vez que las viera. Era justo como esperaba: el final perfecto para un día perfecto. —Son hermosas, —dijo Sunday sobre las piedras. —Son todas tuyas si las quieres. Sunday se arrojó a los brazos de papá y lo abrazó de nuevo.
  • 20. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page20 Mamá puso el plato del pan en la mesa. —Basta de tonterías ahora. Sunday, quédate pendiente del guiso. Jack, tú del fuego y llama a tus hijos. Es hora de cenar.
  • 21. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page21 Capítulo 2. Conversando con las hadas IS HERMANAS Y YO somos producto de una mujer con tan poca creatividad como lo fue su madre antes de ella, por lo que nuestros nombres fueron tan ingeniosos en su simplicidad como lo fueron condenadores por sus maldiciones. La segunda vez que mi madre dio a luz llegaron las gemelas, asegurando así una mayoría femenina en el hogar, que nunca volvió a estar en peligro. Monday era, en efecto, la de la cara bonita, pero Tuesday era la bailarina. Las historias describen a Tuesday como una joven niña resbaladiza, como una polilla en la llama, una caña en el viento, una visión de constante movimiento cuya gracia de las estrellas y puestas de sol eran envidiables. Siempre era el alma de la fiesta, Tuesday obtenía invitaciones para cada ocasión, desde Royal Balls hasta las Ferias del Condado (desde los cuales Monday siempre regresaba a casa como la más bella). Mamá disfrutaba de la popularidad pero, fiel a su estilo, se quejaba acerca de los costosos viajes y el costo de mantener viva a su hija con sus zapatos, lo cual según ella afirmó que era más que suficiente para doce princesas bailarinas. Le pareció un regalo del cielo cuando un duendecillo zapatero le dio a Tuesday un par de zapatillas rojas que nunca se quitaban. Mamá tenía sus dudas, pero esperaba que él tuviera razón. Y la tuvo, porque Tuesday no pudo matar a bailes a sus zapatos. En su lugar, ellos la hicieron bailar hasta la muerte. Tuesday murió en menos de un año, después de Jack (la historia de mi familia se divide en eventos del antes, o después, de los sucesos de Jack M
  • 22. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page22 Junior). Había una inmensa tristeza por la estela de su muerte, pero nadie lo lamentó más que Monday. Peor aún, el dolor de Monday aparentemente amplificaba su hermosura. Contenía la lengua para que otros no la presionaran, pero su silencio sólo añadió más intriga. Las canciones la llamaban la mujer más hermosa de la tierra. Monday odiaba cada minuto. Se aventuró a salir, solamente para caminar los muchos kilómetros hacia el cementerio de la colina y llevar flores a la tumba de su gemela. Fue todos los martes, con sol o lluvia, aguanieve o nieve, a pesar de los deseos de nuestros padres. Una enfermiza mañana verde, haciendo caso omiso de las condiciones meteorológicas como siempre, Monday fue atrapada en una tormenta y enviada a las entrañas del mismo infierno. Sacudida por el viento despiadado, arrojada por las paredes de lluvia, y maltratada por los puños de hielo, Monday perdió su camino en el bosque y se encontró en la puerta de una cabaña de cazadores. Dentro había dos príncipes de vacaciones, uno oscuro y uno claro, quienes habían elegido celebrar la tormenta como la mayoría de los hombres eligen celebrar las cosas. Mientras brindaban por enésima vez, el príncipe claro se felicitó a sí mismo por su reciente éxito en la búsqueda de la esposa perfecta. Le había dado a la chica una prueba, ¡Ella había convertido tres habitaciones llenas de paja en oro para él! El príncipe oscuro, después de escuchar el cuento, anunció borracho que su esposa sería tan bella, tan delicada, que no sería capaz de dormir cómodamente con un guisante bajo los colchones. Y entonces llegó Monday, desaliñada y sacudida por la tempestad miserable pidiendo asilo. A regañadientes, le ofrecieron una habitación y le pusieron un guisante bajo los colchones. A la mañana siguiente, cuando mi encantadora hermana saludó a sus anfitriones con erupciones de contusiones frescas, el príncipe oscuro se arrodilló y le pidió su mano en matrimonio. Debemos nuestra vida actual a Monday. Su regalo de novia fue una torre en el lindero del bosque, que no tenía ninguna puerta. —¿No tenía puerta? —Se quejó Grumble. —No, sólo tiene una ventana alta, en la planta superior. La propiedad se ha transmitido por cierta línea real femenina por generaciones, pero
  • 23. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page23 nunca fue utilizada, ya que prácticamente, no hubo manera de penetrarla, —dijo Sunday—. Si alguna vez fue parte del castillo, el resto hace tiempo que se derrumbó. No es que nos importara; era el tiempo en que nos arrastrábamos sobre nosotros mismos como ratas en nuestra pequeña casa de campo. Así que papá hizo una puerta en la torre y construyó el resto de nuestra casa alrededor de su base. Lo llamamos la "casa-torre‖. —―Lo que antes era una casa de campo.‖ Muy inteligente. Sunday se quejó. —Sí, creo que a papá se le ocurrió eso. Por desgracia, no se parece en nada a un castillo. Es más bien como... un zapato. —Oh, los ridículos años de edad escolar habían vuelto. —Un zapato. La forma en que dijo la palabra hizo reír a Sunday. Sus mejillas le dolían, ningún amigo antes le había hecho reír tanto como Grumble. Era agradable estar tan feliz, incluso por un par de horas. —Entre el destino de Tuesday y nuestra casa, los zapatos son un tema recurrente en mi vida. —¿Y qué hay de tus otras hermanas? Después de haber llegado al final de lo que ella había escrito acerca de Monday, Sunday dobló el diario sobre su estómago y se tendió en un parche de sol que desaparecía antes de responder a la pregunta. —Wednesday es poeta, muy prosaica y lírica. —La niña Wednesday está llena de dolor —citó Grumble. De todas las cosas que él podría haber olvidado, las rimas infantiles sin sentido sobre los días de la semana no era una de ellas. —Podría sugerir otras cosas de lo que ella está llena, —dijo Sunday, tratando de encontrar una posición cómoda en la cubierta del musgo del suelo. La última helada del invierno había llegado y pasado, así que había plantado habas durante las horas de la mañana. Los frijoles siempre eran los primeros en salir al jardín. El sol de la tarde era cálido para sus huesos cansados, y la conversación con Grumble era fácil y cómoda. Nadie más
  • 24. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page24 hacía que Sunday se sintiera tan tranquila. Ella deseaba poder estar así por siempre. —Thursday se escapó con el rey de los piratas cuando era un poco mayor que yo, pero todavía nos envía cartas y regalos de vez en cuando. Siempre sabe cuándo vamos a necesitar algo. Un paquete de Thursday es siempre un gran evento en nuestra casa. —La niña Thursday tiene un largo camino por recorrer. —Grumble saltó en el pozo para volver a humedecerse la piel seca—. ¿Es entonces Friday amorosa y generosa? —le preguntó a su regreso. —Friday es la mejor de todas nosotras. Ella pasa la mayor parte de sus días en la iglesia ayudando a los huérfanos y a los ancianos. Por la noche, después de enmendar la ropa de casa, hace ropa para ellos. Hace milagros con un paño que debería haber tirado hace mucho, a menudo me pregunto qué podría hacer, si tuviera todo el material que quisiera a su disposición. Son pocos los que no envidian el talento de Friday. Grumble se dio cuenta de lo que había dejado sin decir. —Y tú eres una de esas pocas. Era extraño tener a alguien que la escuchara atentamente, que se preocupara por ella. A Sunday le gustó tanto la atención que la asustó un poco. —Si hay algo que desearía tener de Friday, sería su corazón. Cada tarea que Friday realiza la hace con amor: amor puro e incondicional, sin malicia, sin ataduras. —Me resulta muy difícil de creer que a ti te falte tal compasión. —Yo soy tan egoísta como cualquier otra persona. Gracias a Dios, Grumble no la presionó para que continuara. —¿Y Saturday? ¿Es verdad que es una buena trabajadora? —Ella trabaja duro para ser una molestia, la mayoría de los días. —El comentario persuadió un eructo de risita de parte de Grumble—. Saturday es mejor cuando está muy ocupada. Entra en el bosque una vez por la
  • 25. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page25 mañana y ayuda a Papá y a Peter con el corte como un robusto caballo de batalla, pero creo que ella se parece más a Thursday de lo que todos se dan cuenta. A veces lo veo, ese destello en los ojos al soñar despierta. Y Dios nos ayude a todos si ella se queda inactiva alguna vez. —Lo que nos lleva a ti, la condenada. La carcajada que brotó de los labios de Sunday la sorprendió. Lo que fue una cosa curiosa, teniendo en cuenta las palabras. —Alegre y hermosa, buena y atractiva. ¿Quién podría vivir con eso? No es de ninguna manera realista. No quiero ser feliz ni buena ni aburrida. Quiero ser interesante. —Te aseguro, mi agradable amiga, que eres muy interesante. Y eres una escritora, ¿al igual que tu hermana antes que tú? —Bueno, no soy tan melancólica como Wednesday, Nuestra Señora de la Sombra Perpetua... pero sí, un poco. En mi propia manera. —Tienes un don con las palabras —dijo Grumble. —Una maldición, más bien. Pero quizás es bueno que sólo escriba sobre el pasado. Mamá dice que paso demasiado tiempo en pequeños mundos de fantasía, y no el tiempo suficiente en este. —Si no caes en fantasías, ¿Cómo sabrías que estás viviendo una vida interesante? —Gracias. Tengo toda la intención de discutir ese punto con Mamá la próxima vez que traiga eso a colación. —Sunday miró al cielo—. Puede que sea esta noche, o mañana por la mañana como mucho. Te lo reportaré a ti, Señor Rana. O bien el medio croar jadeante que lanzó Grumble era una risa de rana, o se estaba muriendo. O las dos cosas. —No puedo recordar cuándo he disfrutado de una conversación así, mi señora. Pero como no puedo recordar casi nada, es posible que no esté diciendo mucho.
  • 26. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page26 —Lo tomaré como un cumplido. —Por favor, hazlo. —Exhaló a través de su brillante garganta amarilla y luego suspiró—. Ojala fuera un hombre, Sunday. Si te conociera mañana, probablemente te propondría casamiento. Respirando con calma, Sunday respondió desde su corazón antes de que tuviera tiempo para consultar a su cerebro. —Si me encontraras mañana, probablemente diría que sí. —Se incorporó de inmediato. El foco de luz solar se había desvanecido, y la brisa del crepúsculo era fresca en su piel—. Debería regresar a casa antes de que me echen de menos. Él no dijo nada sobre su respuesta, pero sabía que lo había hecho feliz. Ella misma se sentía un poco feliz. —¿Vendrás otra vez mañana? —Preguntó Grumble—. ¿Por favor? —Lo intentaré. —Su corazón se agitó en su pecho, y estaba segura de que su rostro estaba rojo de nuevo. Se pasó los dedos por el pelo, desalojando trozos de ramas y hierba y ocultándole la vergüenza a su nuevo amigo, que ayer era un desconocido y hoy mucho más. El vínculo que se formaba entre ellos era fuerte y rápido; sus emociones parecían demasiado potentes para algo que podría no suceder jamás. ¿Se estaba enamorando de esta rana? ¿Acaso siquiera sabía qué era el amor? Ojalá alguna vez hubiese sido cortejada por un hombre, para saber si sus sentimientos eran verdaderos o fugaces. Deseaba tener el poder de convertir a Grumble en un hombre para poder descubrirlo por sí misma. —¿Sunday? Interrumpió los pensamientos y obligó a su tonto cerebro a que detuviera la charla. —¿Sí? —¿Me besarías antes de irte?
  • 27. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page27 Era como si hubiese oído sus pensamientos. Quería intentarlo de nuevo, aunque ayer no había funcionado; no había ninguna razón para suponer que iba a funcionar hoy. Sunday se sintió muy mal. Pero el pequeño corazón de Grumble parecía tener más esperanza que la mayoría de la gente tenía en la vida. ¿Por qué no podía convocar ese optimismo con tanta facilidad? Por lo menos la magia respondería a la pregunta de si su amor, o lo que fuera que sintiera, era verdadero... Tiró del arreglado cabello de su cara y se inclinó para besar su espalda una vez más. Una vez más, no pasó nada. Una vez más, no estaba segura de cómo se sentía. —Buenas noches, Grumble. —Buenas noches, mi Sunday. *** La oscuridad abrazó el mundo en la vaga penumbra, y la mente de Sunday rodaba con pensamientos idiotas, por lo que su hermana casi le da un susto de muerte. Sentada en la cima de la pared de roca del jardín, Saturday saltó de las sombras como un enorme gato salvaje. Sunday gritó, y luego le estrechó los ojos a Saturday con una sonrisa de todo menos inocente. A veces podía ser peor que Trix. Y extraña. Saturday nunca tenía tiempo para soñar o ser la hermana perezosa después de un duro día de trabajo. Sunday podría haber esperado a Mamá en la puerta, con una cuchara de madera en la mano para golpearla en los nudillos por llegar tarde. Wednesday a menudo vagaba por el jardín al atardecer, después de contemplar el cielo tanto tiempo que se olvidaba si es que estaba realmente en este mundo o en otro (podría ser cualquiera de los dos con Wednesday). Considerando todas las cosas, la reunión de Saturday significaba que había una historia en alguna parte, así que Sunday era todo oídos. —¡Te lo perdiste, Sunday! Los dos estaban tan guapos, y llevaban puñales en las botas, y cada uno finalizaba las frases del otro, que era un
  • 28. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page28 poco extraño, porque uno de ellos tenía un extraño acento. Sin embargo, raro en el buen sentido, ¿sabes? En un muy buen sentido. —dijo "muy buen sentido" como si la palabra pudiera estirarse por todo el camino hasta la luna. Como de costumbre, Saturday comenzaba la historia en la parte equivocada. Sunday la habría regañado, pero el entusiasmo de su hermana era terriblemente contagioso. —¿Quién? —preguntó Sunday, en parte porque sabía que Saturday quería, y por otra porque ella realmente quería saber—. ¿Quién estuvo aquí? ¿A quién me perdí? —Sus nombres eran Crow y Magpie. Magpie tenía el acento raro. ¿O era Crow? De todos modos, se han ido y ahora te los has perdido, pero nos dejaron un baúl de Thursday. —Tomó la mano de Sunday y la arrastró caminando hacia la puerta—. Tuvimos que esperar a que volvieras, y has tardado un tiempo dolorosamente largo. ¡Así que date prisa! Siendo una cabeza más alta que Sunday y con los músculos ondulantes debajo de la ropa de niño, Saturday constantemente subestimaba su propia fuerza bruta. Sunday la siguió lo suficientemente rápido como para evitar que su hombro fuera arrancado de su lugar. Thursday nunca olvidaba un cumpleaños o aniversario o un día de sus nombres, pero si enviaba tarjetas y regalos a intervalos regulares, no les dejaría nada de tiempo ni a ella ni a su marido para piratear realmente, y los pondría bajo la amenaza constante de las diversas autoridades. Así que, de vez en cuando, a intervalos aleatorios, llegaba un baúl o una caja, llenos de regalos. Sunday lamentó haberse perdido al ilustre Crow y a Magpie. Tendría que preguntarle a alguien acerca de ellos más adelante, pero ¿a quién? Saturday tardaría una eternidad, a propósito y sólo para molestarla, pero Sunday la sacaría la información en algún momento. Mamá sin duda se los describiría como un par de sucios canallas con los ojos en la plata. Wednesday pondría una elocuente serie de adjetivos aparentemente inconexos que algún día, o un mes más tarde, tendría perfecto sentido. Papa podría hacerles justicia si no estuviese muy cansado después de las festividades.
  • 29. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page29 Saturday irrumpió por la puerta, arrastrando a Sunday en su camino. Todas las cabezas se volvieron a excepción de la de Friday, que estaba de rodillas ante un enorme baúl, con su falda de retazos haciendo una piscina de colores alrededor de ella. Trix se sentó con las piernas cruzadas en la tapa, y si alguien iba a abrirlo, él lo sabría primero. Mamá y Wednesday se sentaron en el sofá. Peter se dejó caer al lado de ellos, con sus párpados pesados haciendo un gran esfuerzo por permanecer abiertos. Papá acomodaba los troncos de la chimenea con un atizador, instándolos a que dieran un poco más de calor. La madera fresca quemada siempre le recordaba a Sunday sobre su papá. —Bienvenida a casa, pequeña. ¿Perdiste la noción del tiempo mientras conversabas con las hadas de nuevo? Saturday se detuvo bruscamente, y Sunday tenía la cara llena de algodón por la camisa. Empujó por detrás a su hermana gigante. —Ellas tienen las mejores historias para contar —dijo Sunday a su padre. Papá se llevó la mano al corazón. —¿Son mejores que las mías? ¡Me hieres! Ahora, ¿podemos ver el botín que nos envía mi hija, la Reina de los Piratas? —Trix saltó del baúl. Papá giró el picaporte y tiró hacia atrás la tapa con un estruendo que sobresaltó a Peter y lo despertó. Friday jadeó y se tapó la boca con las manos. Doblado en el interior del maletero, estaba el material más terriblemente exquisito que Sunday hubiera visto jamás. Brillaba a la luz del fuego, como alas plateadas de hadas. —No puedo tocarlo —susurró Friday—. Es muy hermoso. Papá le dio unas palmaditas en la cabeza. —Tómate un momento, querida. —Extendió el brazo sobre ella para recuperar el pergamino doblado que se encontraba encima de la tela fascinante. Mientras leía la carta de Thursday en voz alta, Sunday cerró los ojos y se imaginó a su combativa y feroz hermana, allí en la habitación con ellos.
  • 30. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page30 "Querida amada familia, Espero que mi caja de tesoros los encuentre a todos bien. Crow y Magpie me informarán si ven lo contrario. O si no ve a algunos de ustedes en absoluto, ya que sospecho que Sunday ha estado vagando por el bosque durante todo el día, como siempre lo hace una vez que la primavera calienta el suelo lo suficiente. Esta carta tendrá más sentido si ya han visto sus regalos, así que adelante, investiguen el baúl. Papá puede terminar de leer una vez que hayan tocado fondo. Sí, Friday, la tela es para ti, pero si no la tocas, ¿cómo vas a ser capaz de hacer algo con ella?” Papá sonrió, dobló la carta y la guardó en el bolsillo. Incluso a océanos y continentes de distancia, Thursday conocía a su familia demasiado. Friday se limpió las manos en la falda y levantó con cautela el tejido de plata de hadas del baúl. Debajo del rollo había uno de color escarlata, luego uno de rosa oscuro. En el momento en que descubrió la capa de azul iridiscente de color gris, sus ojos estaban llenos de lágrimas. —Todas mis hermanas tendrán vestidos —proclamó Friday—. ¡Los vestidos más hermosos del mundo! —¿No puedo tener pantalones en su lugar? —se quejó Saturday. —Vestidos diseñados para doncellas divinas —dijo Wednesday como en sueños. —Las hijas de los Woodcutters no tienen necesidad de vestidos de lujo — murmuró Mamá. —Quiero el de plata —pidió Sunday. —¡Tiene que haber algo más en ese cofre! —Todas las mujeres en la sala miraron a Trix salvo Saturday, quien se encogía detrás de él. Friday le sacó la lengua y levantó una caja de cubierta adamascada que tenía su nombre en un trozo de papel clavado en la parte superior. También abrió la boca mientras la abría. —¡Un equipo adecuado de costura!
  • 31. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page31 Habiendo tenido suficiente de lo que finalmente se convertiría en ropa sucia, Trix empujó a Friday fuera del camino y saltó de cabeza en el baúl. Papá dejó de reírse el tiempo suficiente para decir— Ten cuidado, hijo. — Como de costumbre, ya era demasiado tarde. —¡Un arco! —Exclamó Trix triunfalmente—. ¡Y las flechas! Ha enviado unas flechas para ti también, Peter, pero sin arco. Es una lástima. —Un arco del tamaño para alguien como Peter no cabría dentro de un baúl. —Papá sacó a Trix del cofre levantándolo con un fuerte brazo—. Tienes tus tesoros, muchacho. Deja que tus hermanas tengan los de ellas. —Te agradecería que dispararas las flechas afuera —dijo Mama con severidad. Trix ya se estaba probando el carcaj y brincaba mientras intentaba tensar la cuerda del arco. Friday le entregó a Peter, que ya no tenía más sueño, el conjunto de flechas más grandes. Sacó una vaina larga del carcaj y examinó la flecha con atención. Peter siempre había estado fascinado por la forma en que se hacían las cosas. —Estos libros son, sin duda para ti, Wednesday. —Friday sacó cuatro gruesos volúmenes encuadernados en cuero y se los entregó uno por uno a Wednesday, cuya sonrisa se hizo más y más grande mientras la pila en su regazo crecía. Sunday trató de no estar envidiosa; Wednesday siempre podría hacer un préstamo de libros de su biblioteca en la parte superior de la torre. Mamá recibió con suficiente gentileza un gran rodillo de amasar de mármol, y Papa respetó a Friday al sacar su nueva piedra de afilar y una bolsa de semillas oscuras. Saturday y Sunday recibieron pequeñas bolsas de seda con sus nombres escritos en pedazos de papel grueso y atado a las cintas de cierre. La de Sunday contenía una gran cantidad de horquillas brillantes para el cabello, con pequeñas estrellas y con insectos y míticas criaturas en ellas. La bolsa de Saturday contenía un cepillo hermoso con criaturas en él y un conjunto de espejos. El cepillo tenía un mango de ébano elegante, y el espejo era de plata, con rosas de madera tallada que se destacaron en relieve en la parte posterior y a los lados. Cada pieza se había grabado con palabras que podrían haber sido francés, pero
  • 32. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page32 Saturday no dejó visibles los artículos ofensivos el tiempo suficiente para que Sunday pudiera tener la certeza. Los guardó a ambos de nuevo en la bolsa de seda y luego se sentó sobre ella. A pesar de las buenas intenciones de Thursday y del catalejo mágico omnisciente, ella todavía tenía la impresión de que Sunday era un bebé... y que Saturday era una niña. Al parecer también había olvidado que a la familia le faltaba una hermana. Sola, en la parte inferior del baúl, había una bolsa larga de seda fina. El trozo de papel atado a esta cinta decía MONDAY. Nadie hizo ademán de tocarlo. Sunday era muy joven cuando había visto por última vez a su hermana mayor, poco después de su matrimonio y antes de que la familia Woodcutter se hubiera mudado a la casa-torre. Mamá y Monday no hablaban en absoluto, mientras que Sunday no sabía la razón exacta ni la podía imaginar. En pocas palabras, mamá era una persona muy difícil a quien amar. Su ética de trabajo se establecía sudando y sangrando y ganando riquezas, en lugar de casarse y alejarse a la primera oportunidad. Mamá aceptó los regalos de Thursday porque Thursday siempre había sido terca y desafiante, mala escuchando comentarios mezquinos y los regaños de mamá, como profesiones de amor. (Las niñas habían aprendido mucho de Thursday acerca de cómo lidiar con su madre). Este regalo que era para su marginada hermana, era sólo una demostración más del desafío. Era extraño e incómodo, pero definitivamente era de esperar. Monday era otra historia. Ella había cambiado su regalo de novia por su libertad, y nunca los había vuelto a contactar. La casa-torre había sido el comienzo y el final de la generosidad de Monday; Mamá desaprobó la caridad tal como ella fruncía el ceño sobre todo lo demás. Fue Wednesday, quien se llevó el bolso pequeño del baúl. Se lo puso en el bolsillo y, gentil como siempre, dijo —Vamos a escuchar el resto de la carta ahora, papá. Sunday fue sorprendida por la capacidad de Wednesday de encadenar una oración coherente mientras ella estaba con el regalo de
  • 33. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page33 Monday. Con las instrucciones, papá recuperó el pergamino de su bolsillo y reanudó la lectura. "Toda mujer merece algo hermoso. Mis hermanas no son una excepción. (No frunzas el ceño, Saturday. Incluso me lo agradecerás algún día). Friday, por favor no te olvides de hacer un vestido para ti... Sé cómo eres. Peter, yo sabía que tú prefieres labrarte tu propio arco. Utiliza el de Trix como guía. Papá te ayudará. Los amo y los extraño a todos, y pienso en ustedes todos los días. No te preocupes, mamá: no albergo la menor idea de abandonar mi hogar perfecto en el mar, donde las estrellas caen directamente en el agua y las tormentas son tan feroces que luego te acuerdas de lo que es el divino privilegio de estar vivo. Sueñen conmigo, mi amada familia, feliz en mi saqueo y en la aventura, puesto que cuando las olas me hagan vibrar para que duerma esta noche, estaré soñando con ustedes. Den a Monday mi amor. Su hija y su hermana favorita, Thursday”
  • 34. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page34 Capítulo 3 Regalos Al Igual Que Las Palabras Grumble? ¿Estás aquí? —Con un cubo en la mano, Sunday caminó en puntillas cuidadosamente alrededor de los trozos desmoronados del pozo. En el calor del día, las rocas sudaban más que la propia Sunday, y se resbaló. Tiró de sus brazos en un esfuerzo por cogerse a sí misma, ¡no quería aplastar al mejor amigo que alguna vez tuvo! Después de inclinarse frenéticamente por un momento, recuperó el equilibrio. Había un profundo y retumbante graznido de risa de rana a su izquierda. —Viste eso, ¿verdad? —Sí,— respondió el. —Aunque temía que cayeras. Sunday encontró un sector del terreno más nivelado y se dejó caer en él. —Gracia era una hermana diferente, ¿recuerdas? —Muy cierto, muy cierto. —Saltó más cerca.— Llegas temprano. ¿Hoy no hay tareas? —¡Ojalá! Debería estar llevando a Trix al mercado para vender la vaca; las tareas que no conseguí hacer esta mañana aún estarán ahí cuando vuelva a casa. Mañana iré a la iglesia para ayudar a Friday, lo cual significa todavía más tareas para después. Tareas, tareas. A veces pienso que lo único que hago son tareas. — ¿
  • 35. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page35 —¿Tu hermano estará bien por su cuenta? —Sabe exactamente dónde ir, y a quién se supone venderá la vaca, y cuál es el precio que busca. Va a estar bien. —La última parte era más una plegaria que una declaración. Sunday había repasado cada detalle con Trix, alrededor de tres veces, pero Trix era una fuerza de la naturaleza. Se negó a pensar en todas las cosas que podrían ir mal, por lo que cambió de tema—. Te traje un regalo. —Le tendió el pequeño cubo. —Yo… Grumble claramente no tenía idea de cómo tenía que agradecérselo, y ella se rió. —Hablamos por tanto tiempo que te deshidratas. De esta manera —se inclinó hacia el otro lado del pozo y dejó caer el cubo en el agua, llenándolo hasta el borde— no tendrás que disculparte para tomar un baño. —Situó el cubo entre dos piedras de gran tamaño—. ¿Ves? No tienes que ir al pozo, porque he traído el pozo a ti. —Nunca he conocido tanta bondad, —dijo. —Por supuesto que sí, —le aseguró—. Sólo que no lo recuerdas. No la contradijo. El dar y recibir de los regalos siempre había sido importante en la familia de Sunday. Los regalos, al igual que las palabras, llevaban con ellos una gran cantidad de energía. Otorgaban buena fortuna tan poderosamente como podían maldecir; podían unir a personas o separarlas. El cubo era sólo una muestra de lo mucho que Sunday valoraba la amistad de Grumble, pero estaba orgullosa de ver que significaba tanto para el cómo lo hacía para ella. Si no podía desearle ser humano de nuevo, al menos podría desearle ser feliz. Sunday deslizó el pulgar a través de las páginas de su libro. —No tuve mucho tiempo para escribir la noche pasada, pero entenderás la razón. —Grumble brincó a la gran roca al lado de su nuevo chapoteadero de madera y se instaló mientras Sunday le hablaba del asombroso maletero de Thursday, su marido pirata, y el mágico catalejo
  • 36. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page36 que podía ver el pasado, presente, y futuro desde leguas de distancia—el regalo de su hada madrina por su nombre. Sunday no pasó por alto ningún detalle. Grumble sonrió recreando las intenciones de Trix para robar a los ricos y dar a los pobres, y él se preocupaba por el rompecabezas de regalo de Thursday para Monday. Cuando ella lo hizo, le instó a por más, así que abrió su libro y le leyó lo poco que había escrito sobre sus hermanas y cada uno de los regalos de los nombres de los días de su Hada Madrina Joy. Con cada palabra que decía, Sunday se sentía más cómoda. Era como si hubiera conocido a Grumble de toda su vida, sólo que para él todas sus historias eran nuevas. Tenía la esperanza de que pudieran ser amigos para siempre y era triste que no pudieran ser más. Entre todas las historias que había dejado de contar y todas las aventuras que estaba segura aún estaban por llegar, siempre tendrían algo sobre lo que hablar. Siempre. Pero sabía que eso nunca podría ser; su amistad sólo duraría tanto como Grumble retuviese sus recuerdos. Si él se quedaba en una rana, ella sabía por los cuentos de Papa que eventualmente olvidaría que alguna vez había sido un hombre. El no sería capaz de escuchar sus historias. Perdería el poder del habla. Con el tiempo, no sabría nada de Sunday. Por más inevitable que fuera, ahora que tenía esta preciosa amistad, estaba increíblemente asustada de perderlo. Grumble debe de haber estado pensando algo parecido. —Estoy olvidando cómo era ser humano, —confeso él—. No puedo recordar los rostros ni los nombres, el mío incluido. He olvidado lo que se sentía al levantarse de la cama por la mañana. El sentir las ropas en mi piel. El sabor del desayuno en mi lengua. Comida. Creo que una vez me gustó. El corazón de Sunday se compadeció por él. —Pero cuando estoy perdido en tus palabras, veo habitaciones y personas y colores; Siento las risas y la tristeza y la curiosidad. Olvido que soy una rana. De repente soy simplemente un hombre, sentado aquí en el bosque al lado de su hermosa amiga, escuchando sus historias sobre su interesante vida. Eres mágica para mi, Sunday.
  • 37. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page37 Ella se mordió el labio. Extrañas emociones manando en ella de nuevo. Era la cosa más bella que alguien le había dicho alguna vez. —Me has arruinado. No me di cuenta de lo mucho que deseaba la compañía de otras personas hasta que comprendí tus palabras. Cuando se van, las noches son más oscuras. El silencio es alto y muy profundo, y estoy vacío. Las extraño, mi amada Sunday, y te extraño a ti. Fue inútil luchar; las lágrimas vinieron. Ella era incapaz de romper su hechizo, pero podía darle lo que tenía. Abrió el libro en la siguiente página en blanco y comenzó a escribir. Cuando estuvo hecho, se inclinó hacia atrás y le sonrió a su amigo. —‗Sunday no era nada,‘ —leyó en voz alta—, ‗hasta que conoció a Grumble… un hermoso hombre, con el alma de un poeta. Era su mejor amigo en el mundo entero, y ella le quería con todo su corazón.‘ —Cerró el libro suavemente sobre su regazo. Su pecho herido. Sus manos temblando—. Oh, como deseo… —¡Sunday! —Su nombre fue gritado en voz alta, desde muy lejos—. ¡Sunday! ¿Trix? ¿Qué estaba haciendo de vuelta tan pronto? Miró hacia el alto sol. Debería haber estado allí otra hora o dos al menos… —Suuuuuun-daaaaaaaaay, —grito Trix a través de los árboles. —¡Aquí! —gritó ella—. Estoy aquí. —Y luego a Grumble—: Bueno, te guste o no, estás a punto de conocer a alguien de mi familia. —Será un honor, —dijo la rana. Trix cayó entre la maleza y se tambaleó hacia el claro, con el carcaj de flechas en la espalda, extrajo el arco con un brazo inseguro. Era dulce que pensara que ella necesitaba un salvador… y un poco aterrador que estuviera armado y fuese peligroso. Sunday levantó una mano para detenerle; la fantasía del elegante rescate se disipó de sus ojos, y bajó el arco.
  • 38. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page38 —Ooooooooo, —dijo jadeante—. Un Pozo de Hadas. —Sunday agarró su huesuda muñeca antes de que pudiera escaparse a través de las resbaladizas rocas y romperse el cuello. Eso era todo lo que necesitaba. —Cierto, joven caballero, —dijo Grumble—. Efectivamente este es un Pozo de Hadas. Casi lo había olvidado. —Trix se quedó quieto y miró fijamente a la rana. —Trix, conoce a mi amigo Grumble. Grumble, mi hermano Trix. —Wow, –dijo Trix. —Encantado, —dijo Grumble. —¿Viste al hada cuando estuvo aquí? —le preguntó Trix. —Sí, —dijo la rana—. Se deleitaba mucho jugando bromas a la gente que pasaba. La respuesta de la rana desconcertó a Sunday. Por el estado de las cosas, el pozo había sido abandonado durante bastante tiempo. Grumble no podría haber sido una rana durante tanto tiempo, o habría olvidado completamente su humanidad. ¿Tal vez estaba recordando alguna otra historia? —¿Te engañó? —Preguntó Trix—. ¿Es por eso que eres una rana? —No, —dijo Grumble—. Pero le pregunté si podía eliminar mi hechizo. —¿Y qué te dijo? —Aparentemente, sólo el hada que puso el hechizo puede removerlo. Lo que todas las otras hadas pueden hacer es… doblegarlo un poco. Reducir la condena. Me dio una año más como hombre antes de que el hechizo se apoderase, y me proporcionó una cláusula de salida. —¿El beso del amor verdadero? —preguntó Trix, con los ojos muy abiertos. —Eso mismo, —dijo Grumble. No levantó la cabeza para mirar a Sunday, pero Trix era demasiado listo.
  • 39. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page39 —¿Has…? —Comenzó a preguntar Trix. Sunday no podía soportar revivir su fracaso. —La vaca. ¿Tan rápido la vendiste? —De nuevo, era más una esperanza que una pregunta. La amplia sonrisa que le dio era inquietante. —¡Soy un sagaz y suertudo hombre de negocios! Me encontré con un hombre en el bosque que iba de camino al mercado a por una vaca. Es una pena que no estuvieras allí, Sunday, tendrías que haber aprendido una o dos cosas de tu hermano mayor. La ansiedad que sólo unos pocos minutos antes había ascendido hasta la garganta de Sunday ahora envenenaba su estómago. No. Por favor, dios, no. —Se la vendí por esto. —Trix abrió su palma lentamente, provocando a Sunday con una visión del contenido. —Habichuelas. —Iba a vomitar. —Habichuelas Mágicas, —dijo Trix con orgullo—. Esos astutos zorros iban a darme sólo una insignificante habichuela. Fui listo, ¡se la di por cinco! Después de todo, ¿qué ocurriría si una no brota? Trix dobló la naranja dorada, el sudor pegado de las habichuelas de vuelta en su bolsillo y las palmeó. —Las plantaré debajo de mi casa del árbol y después… ¿Sunday? ¿Estás bien? Sunday había parado de respirar. Era una mujer muerta. Una estúpida, estúpida mujer muerta. ¿Qué había estado pensando? Trix había sido su responsabilidad, y ella le había dejado irse solo y comerciar su mejor vaca por… por… —¿Sunday? —Trix de repente estaba preocupado. —Mama me matará, —susurró ella—. Necesitamos ese dinero, Trixie. ¿Cómo comeremos?
  • 40. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page40 —Ya verás. —Su voz era todo asombro infantil y esperanza infinita—. Mis habichuelas mágicas crecerán mucho, grandes como nunca has visto, y tendremos comida para siempre. Su inocencia era tan hermosa como lo era su decepción. —A las habichuelas les lleva tiempo crecer, —explicó Sunday—. ¿Qué comeremos mañana? ¿Y al siguiente día? La gravedad de la situación parecía hundirse. —Lo siento, Sunday, —dijo en silencio. Puso sus delgados brazos alrededor de los hombros de ella y la apretó con fuerza—. No quiero que mueras. —Si se me permite el atrevimiento. En su miseria, Sunday había olvidado a Grumble completamente. La rana se sentó pacientemente al lado de una esfera perfecta, una roca cubierta de lodo. Trix dejó a su hermana para sentarse junto a Grumble. —¿Qué tienes ahí? —recogió la gema esférica. —Algo para salvar la vida de tu hermana, —dijo—. Esa vida se ha vuelto singularmente importante para mí en los últimos días. Sunday meneó la cabeza. Era un gesto dulce. Para Grumble, la pelota podría haber parecido una preciosa gema o unos abalorios de hada o… —¡Oro! —gritó Trix. —¿Qué? —Sunday cogió la pelota de la mano de su hermano; estaba desprevenida por su peso y casi la deja caer. Raspó la espuma con la uña para revelar la superficie lisa y dura debajo. —¡Lo es! —Se rió, saltó arriba y abajo, y abrazó la baratija hacia ella. Y entonces recordó que no estaba apilando un kobold. Sunday le ofreció la pelota a Grumble—. No podemos aceptar esto. —Sunday, soy una rana. ¿De qué me sirve? —Pero esto vale…
  • 41. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page41 —Eso y cientos más como ellos no me dan lo que más quiero en el mundo, —le recordó—. Pero si compra uno de los segundos de la felicidad de tu familia, entonces para mí vale mucho más de lo que cualquier prestamista pudiera ofrecerte a cambio de él. Su conciencia todavía no le dejaba aceptar la baratija. Los ojos de Sunday se movieron de su hermano a su amigo, su mente analizando sus necesidades contra su moral. Ambos pesaban alrededor de dos libras de sólido oro. —Por favor, —dijo Grumble—. Considéralo un regalo. Un regalo. Él no había rechazado su regalo, así que ella no debería negar el suyo… a pesar de que le había dado un cubo, y que él le había dado una felicidad a su familia. Sunday se preguntó si Grumble tenía alguna idea de cuánto poder tenía sobre ella. Cerró los ojos, asintió con la cabeza, y deslizó la baratija en el bolsillo. Necesitaba irse antes de que cambiasen sus intenciones. Pero primero, se agachó, recogió a Grumble en sus manos, y le besó cordialmente. —Te lo agradezco, mi querido amigo, más de lo que nunca sabrás. —Él educadamente no dijo nada sobre su exuberancia—. Trix y yo deberíamos irnos ahora, pero iglesia o no, ¡encontraré una manera de regresar mañana para poder contarte todo! ¡Lo prometo! No le escuchó decir adiós. Emocionada, Sunday saltó al lado de Trix a través de la maleza. Corrieron a toda prisa hacia el lindero del bosque, hasta que divisaron la casa de la torre en el horizonte. Su energía se agotó, reduciendo la velocidad al caminar. El peso de la bola de oro golpeaba de modo reconfortante entre el libro de Sunday y su pierna, recordándole cómo de doloroso y cómo de gloriosa podía ser la vida, todo al mismo tiempo. —Te ama. La aclaración la sorprendió. Trix era así. Lleno de caracoles y colas de cachorros de perros en un minuto y de manera poco natural un sabio al siguiente. Lo que dijo podría haber sido verdad, pero Grumble era una rana y Sunday era una chica, y entre ellos había un hechizo que podía
  • 42. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page42 haber sido el océano. Grumble la amaba, pero eso no cambiaba el doloroso y glorioso camino en el mundo. —Y tú le amas. —Añadió Trix. Tampoco lo hacía eso.
  • 43. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page43 Capítulo 4. Godspat ADA MÁS LEVANTARTE, piensas que acabas de ser hervido en aceite y arrojado sobre el hielo, camino de ser despellejado vivo. Vomitarás, a pesar de que tu estómago ha estado vacío durante mucho tiempo, y sentirás como si alguien estuviera metiendo a empujones el mundo, a través de un agujero de alfiler en la parte superior de tu cráneo. Te preguntarás si cada hueso de tu cuerpo ha sido aplastado por la bota de un gigante y luego puestos juntos de nuevo en el lugar equivocado. Ni siquiera recordarás cómo hablar. Dioses, casi ni recordarás cómo pensar. Rumbold no lloraría. Iba a cumplir seis años este verano. Su padre le había dicho que no era un niño, era un hombre. Los hombres no lloran. Los príncipes definitivamente no lloraban. Jack sacó sus pensamientos directamente al aire. —Y llorarás, largo y fuerte, como un niño pequeño y patético. Llorarás porque en ese momento tu mente se llenará de nada, pero lo increíble es ser un hombre de nuevo. Esa es la parte más dolorosa de todo. — Su voz se suavizó, y giró la cabeza—. Regresar es parte del precio a pagar. El joven príncipe asintió en silencio. Había tenido el suficiente valor como para hacer frente al cuarto de enfermería de Jack después de la transformación de uno de los chicos más mayores; Rumbold no podía perder la oportunidad de aprender del destino que del mismo modo le acontecería. La Hada madrina de Rumbold había transformado a Jack en un perro como penitencia por matar al querido cachorro de su ahijado. La hada madrina de Jack había reducido la pena de Jack a un año y —N
  • 44. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page44 hechizó a Rumbold con su propia transformación en su décimo octavo cumpleaños. Ella les había prohibido a todos que hablaran de esta contra- maldición. Hasta el rey estaba de acuerdo. No era justo. Rumbold no había maldecido a Jack, y, desde luego que no había pedido que asesinaran su regalo de cumpleaños. Todo había sido un accidente. Había visto a su cachorro buscando sobras en los talones de Jack. El pisotón que instintivamente Jack le dio con el pie no hubiera hecho daño a cualquiera de los otros perros en el comedor de los guardias. Sus madrinas se habían excedido y perdieron los estribos sin razón alguna. Simplemente no era justo. Pero el daño ya estaba hecho: en doce años, Rumbold pasaría doce meses como una rana. —Para aprender la humildad —dijo la brillante madrina de Jack. Había dicho un montón de cosas esa noche, pero Rumbold no lo había escuchado hasta que empezó a hablar de él. La pérdida de su cachorro había dejado un lugar vacío en su interior que no había estado lleno desde que su madre murió. Ni siquiera le había puesto un nombre. Jack asustaba a Rumbold. Jack era un gran héroe. Él participó en las Grandes Aventuras e hizo cosas asombrosas. Las brujas se estremecían a sus pies. Los demonios temblaban en sus botas (si es que llevaban botas). Jack tenía la misma edad que Rumbold cuando le golpeó la primera maldición. El joven príncipe esperaba que fuera la mitad de fuerte. La mitad de terco. La mitad de valiente. Por el momento, no estaba más que asustado. Tenía un largo camino por recorrer. Jack mordió un pedazo pequeño de pan tostado. La enfermera había dicho que Jack podía tomar alimentos sólidos y ―en un tiempo volverá a mantenerse sobre sus pies.‖ En el momento en el que sus pies tocaran el suelo, caminarían derechos a las puertas del castillo, y Rumbold no volvería a ver a Jack de nuevo. Esta era su única oportunidad. —Si eres inteligente, — dijo Jack— mantendrás este recuerdo de nosotros en un lugar seguro. Piensa en ello todo el tiempo: cada mañana, cuando te despiertas y todas las noches antes de irte a la cama, cada vez que tomes un bocado para comer y cada vez que vacíes los intestinos. Si puedes prepararte para hacer eso durante un largo tiempo, cuando despiertes de nuevo al mundo, esta será la primera cosa, la única cosa, en tu mente. ¿Estás escuchando?
  • 45. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page45 Rumbold escuchaba con todo su cuerpo. Oyó el roce de la ropa de cama debajo de las piernas de Jack. Oyó el castañeo entre los dientes. Oyó la cuchara removiendo el caldo humeante en la bandeja. Oyó el aire que Jack tomaba por la nariz antes de hablar. Incluso oyó como se deslizaba la medalla de oro a lo largo de la cadena alrededor del cuello de Jack mientras se enderezaba. —Hay dos cosas muy importantes. Número uno: debes recordar cómo se respira. Como en la esgrima. Abrir la boca. Los pulmones. Inspirar, expirar. Que la lengua no se ponga en medio del camino. Si se te olvida la forma de respirar, todo lo demás no importa. ¿Lo tienes? Rumbold asintió en silencio otra vez. —Número dos: quédate quieto. No trates de ponerte de pie. —Jack lanzó a Rumbold una sonrisa torcida—. Confía en mí, no querrás estar de pie cuando regrese tu mente. *** Él quería morir, y esa era la sensación más maravillosa del mundo. Abrir la boca. Pulmones. Inspirar, expirar. No pasaba nada. Quita la lengua del camino. La vida entró en sus pulmones. En la exhalación, gritó tan fuerte y durante tanto rato, que las aves huyeron de los árboles por encima, dejándolo desnudo y solo en el silencio natural de la primavera. Se sacudió, su piel cubierta del frío y primordial lodo. Piel. Vomitó otra vez, y pensó en mover la cabeza en esta ocasión. Cabeza.
  • 46. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page46 Estómago. Rostro. Piel. El dolor subía y bajaba por su cuerpo. Cuerpo. Movió los dedos de las manos y de los pies, era enloquecedor e incorrecto. Pero no era incorrecto. Era correcto. Increíblemente correcto. Abrió la boca para reírse antes de darse cuenta de que había olvidado cómo hacerlo. Lo recordaría, con el tiempo. Él sanaría. Sería él mismo otra vez. Se puso de pie sobre sus propios pies, como el hombre que había sido, al igual que el hombre que era. En pie. Apoyó una mano en el suelo y empezó a levantarse. Quédate quieto. La voz del hombre se hizo eco fuertemente en su cabeza. ¿Era su voz? Se preguntó que insistencia sepultada podría querer que no saltara sobre sus pies y corriera todo el camino hacia casa. Su casa. Los recuerdos surgieron y se rompió la presa de la maldición que había construido dentro de su mente. No tuvo tiempo de gritar antes de que la oscuridad lo consumiese. *** Sus propias estúpidas lágrimas suaves lo despertaron. Le hicieron sonreír. Los hombres fuertes no lloran. Pero aunque hacerlo le hiciese un hombre débil, seguía siendo un hombre, al fin y al cabo. En alguna parte un pájaro carpintero toqueteaba. El aire en su piel le hizo estremecerse. El cielo era tan brillante que podía verlo rojo a través de los párpados delgados. Los abrió.
  • 47. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page47 Demasiado brillante. Los cerró de nuevo. Una cosa a la vez. Escuchó al bosque durante un rato: las aves y los insectos, el viento en las hojas, el murmullo de pequeños animales en la maleza. Respiró hondo, olio el musgo, la suciedad, y luego a sí mismo mientras el calor del sol le hacía sudar. Extendió los dedos a lo largo y sintió el baile de la brisa entre ellos. Pasó los dedos por las piedras irregulares cubiertas de musgo debajo de él. Quitó un palo que tenía debajo de la espalda, contento de que una vez más tenía una espalda donde recostarse. Se tocó el vientre, el cuello, la cara, pasó las manos sobre sus cejas, sus orejas, su pelo, su sonrisa. Sus ojos estaban húmedos en las esquinas y sus labios tenían dientes debajo de ellos. Tenía la lengua unida a la parte posterior de su paladar ahora, no a la delantera. Su cabello era más largo de lo que recordaba. Recuerda. Se detuvo antes de que su mente se perdiera de nuevo en la gran escala de la regurgitación de su vida. Tomó otra lenta respiración y volvió a la comodidad de la madera. Empezaría desde aquí y trabajaría su camino hacia atrás. Sería más fácil. Más seguro. Menos doloroso. Al instante, ella llenó su mente completamente, su corazón había olvidado cómo latir. En sus pensamientos, el sol brillaba en su cabello dorado mientras se tendía en el suelo junto a él. Se quitó los zapatos y sus faldones se agruparon en torno a sus pies de piel clara. Ella era tan natural, salvaje, inocente y misteriosa como la madera misma. Sabía tan poco del mundo y sin embargo, lo había visto todo a través de los ojos de la sabiduría poco común. Ella habló, y el brillante tono de cristal de su voz lo tranquilizó. Se reía con todas sus fuerzas, y cuando sonreía, ella brillaba. Era sorprendentemente hermosa, como un cervatillo recién nacido, incluso más aún en su inconsciencia feliz de la realidad. Era a la vez egoísta y generosa, ingrata y amable. Se llamaba Sunday. Y lo amaba.
  • 48. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page48 Rápidamente volvió a tocarse para asegurarse de que, de hecho, había regresado como un hombre, entero, y a pesar del insoportable dolor, sano y salvo. Así, se aseguró, dejó que sus pensamientos volvieran de nuevo a su chica. La encontraría y se unirían para siempre, como los dioses habían dispuesto, y el mundo sería lo que fue destinado a ser. Se pasó una mano por el rostro, y se asomó a los colores saturados del mundo a través de los espacios entre sus dedos. El aire le secó los ojos y trató de cerrar un párpado que ya no existía. Las hojas en el dosel superior eran del verde brillante de la primavera recién nacida. Un arrendajo picoteaba sobre la hierba cercana, azul, como un trozo de cielo que viniera a visitarlo. Un suspiro ronco traicionó su sed. Todavía no estaba preparado para unas largas piernas, se arrastró sobre manos y rodillas a la cubeta de al lado del manantial. Levantó el liso borde de madera a sus labios con los brazos temblorosos y bebió ávidamente de ella, emocionándose con las gotas de agua que corrían por los lados de su rostro y sobre su pecho. Llenó el cubo otra vez y lo vació sobre su cabeza, varias veces, limpió el barro y los vómitos de su cuerpo. Se sentía como un hombre nuevo. Era un hombre nuevo. El ondulante reflejo del agua lo examinó con su rostro viejo y familiar. La cara de un príncipe. Un príncipe que no tenía nada que ver con su familia. En la ira, aulló y estrelló el cubo contra el ruinoso pozo. Levantó algunas rocas más bien pequeñas y las lanzó a una lamentable corta distancia en la madera. Eso lo apaciguó muy poco. El destino seguía siendo tan malicioso y cruel, y la vida todavía no era justa. Él y Sunday fueron víctimas de su historia. Ella podría haberlo amado de verdad, ojalá lo amara todavía, pero su amor por su familia era un vínculo que nunca podría pedirle que rompiera. De todas las mujeres de la tierra, el destino había elegido a la hermana pequeña de Jack Woodcutter. Era una broma cruel.
  • 49. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page49 Tenía que encontrarla. Tentativamente se levantó y se tambaleó hacia delante, obligando a sus músculos a recordar los movimientos que hace casi veinte años habían sido una segunda naturaleza para él. Espinas y ramas raspaban el lenguaje de la madera en puras líneas sobre su renacida tierna piel. Para su alivio, una delgada capa de nubes cortésmente se movió sobre el abrasador sol. Echó un vistazo a la tierra del camino por si los pies de su gran amor lo hubieran pisado tres días seguidos. Se centró en un recuerdo: una visión de caballos y perros saltó delante de él. Había hecho esto antes. Él era un cazador. Había seguido al ciervo y al jabalí salvaje y trajo a casa el despojo para festejarlo y celebrarlo. La comida llegaba hasta donde el ojo podía ver, el canto suficiente como para llenar los días y que no acabaran las noches, y mujeres, qué mujeres... preciosas sombras ahora en la memoria de otra vida. Se centró en una nueva memoria, la única por la que valía la pena vivir. Ella era minúscula, con un brillo en los ojos y una sonrisa que hacía que su sangre cantara. La capa de nubes en el cielo se puso espesa. El camino desapareció. Levantó la cabeza, tratando de ver el borde del bosque entre los árboles. Un abismo de troncos despellejados se quedó detrás de él. Inclinó la cabeza y arrastró los pies, sus ojos revoloteaban de una piedra brillante a la siguiente en la oscuridad cada vez mayor. Por último, se encontró en el borde del mundo. Sólo unos pocos árboles le separaban de la pradera más allá del bosque. La torre de vigilancia se marcaba contra el cielo, llamándolo a regresar al mundo de los hombres. Sus piernas ardían. Su pecho le dolía. Riachuelos de sangre lloraban de los arañazos de su piel y de las grietas de sus desecados labios. Sin los árboles para amortiguar la planicie, el viento barría libremente alrededor, doblando la hierba alta en ondas y batiéndole el pelo largo sobre su cabeza. Llegó a la alta pared de roca que rodeaba la torre de vigilancia, que seguía de nuevo a donde una mujer se apresuraba a descolgar sabanas de las ramas secas. Se volcaban y rompían al ritmo de la tormenta que se acercaba. Con manos hábiles, mantuvo un firme control sobre la ropa sin
  • 50. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page50 dejarla caer, dejándolas una por una en la gran cesta que llevaba a su lado. Su cabello y sus ojos eran del mismo gris intenso que las nubes amenazantes. —Ya era hora —dijo por encima de las ramas hacia donde estaba él—. No te quedes ahí parado. Ven y ayuda a tu madre. Era evidente que lo había confundido con otra persona, pero abrió la puerta y se acercó a ayudarla. —¿Vas a ...? Lo miró entonces, finalmente, su ojos lo miraron desde la cabeza a los pies. Con todo su dolor, no se le había ocurrido avergonzarse de su desnudez, y agradeció a los dioses que a ella no se le ocurriera gritar. Había una sorpresa contenida en su rostro, lástima, quizá, un poco de confusión, y luego un severo control de limpiarlos a todos. —Diste a los dioses un dolor de estómago y te escupieron de vuelta, ¿no? —Ella arrancó más ropa limpia de la rama y la empujó hacia él—. Ponte esto. Mi hijo es de tu edad. No exactamente tan alto y flaco como tú, pero te estará. Se quedó mirando el bulto que había empujado a sus brazos: áspero, material de andar por casa o bien marrón desteñido por demasiados lavados o blanco oscurecido por usarse demasiado. —Gracias. —Quiso decir, pero su lengua recolocada se negaba a moverse para decir las palabras, y repitió un suspiro, solo y miserable. —Pareces un hombre, pero suenas como un cuervo, lo que con todo, has venido pidiendo a la puerta de mi casa. Anda, vístete, si puedes hacerlo. Voy a buscar un poco de agua. La forma en que ladraron sus órdenes no admitía oposición. Torpemente se empujó la camiseta sobre la cabeza y a continuación, se puso los pantalones demasiado grandes. La mujer volvió con una taza y un trozo de cuerda. Le tendió la copa, y él se lamentó por las preciosas gotas que se le derramaban por los lados.
  • 51. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page51 —Bebe —le ordenó. El agua fresca picaba en los labios y le congelaba la garganta, pero le dio la bienvenida. Ella anudó el cordel alrededor de su cintura, mientras el apuraba la taza, y entonces, ella salió a buscar más agua—. Ahora siéntate mientras termino. Se arrastró a la banca que le indicó mientras suavemente saboreaba el agua. Vio cómo trabajaba, arrancando la salvaje ropa fuera del viento. Sus modales bruscos eran curiosamente contrarios a su bondad. Había animales en el bosque que actuaban de esta manera, cuando trataban de protegerse a sí mismos. O a sus crías. Se preguntó dónde estarían sus hijos. Algo crujió en el banquillo. Miró hacia abajo para ver a un amigo íntimo saludándolo con la mano, con sus orgullosas páginas revoloteando. Lo recogió, deleitándose en lo pequeño que parecía ahora, este pequeño libro que una vez había permanecido como un gigante a su lado. Quería sostenerlo junto a su corazón, olerlo y ver si su esencia se había quedado allí. Quería quedárselo, pero eso la pondría triste, y no podía soportar el tener que causarle dolor. El viento pasó las páginas hacia la última palabra escrita allí. Se permitió recordar la alegría mientras había leído el breve pasaje para él. Cuando las palabras se repitieron en su mente, lo hicieron en su voz: Sunday no era nada hasta que conoció a Grumble, un hombre hermoso, con el alma de un poeta. Él era su mejor amigo en el mundo entero, y ella lo amaba con todo su corazón. Ella lo amaba. Leer esas palabras lo refrescaron más de lo que podrían hacerlo un millón de vasos de agua. Lo amaba, y la declaración de ese amor lo había salvado. Lo amaba, y le dio la fuerza para hacer lo que tenía que hacer. Lo amaba. Sólo esperaba que lo amara lo suficiente como para confiar en él, que todavía lo amara cuando todo estuviera dicho y hecho. Él esperaba que todavía lo amara cuando lo conociera por lo que era. La mujer se puso frente a él, con su ropa rescatada del viento. Sostuvo el libro hacia ella, y lo arrojó en la cesta. —La tonta mente distraída de una hija. Ven adentro. —Le ofreció.
  • 52. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page52 Se tomó una enorme cantidad de fuerza necesaria para mover la cabeza. Tomó la mano libre de la mujer y se la llevó a los labios destrozados. —Eres un encanto —dijo, con palabras suaves, verdaderas y poderosas—. Podrías elegir a cualquier chica de la tierra. — Y entonces, esa cara de control regresó—. Cuando estés limpio, por supuesto. No estás en condiciones para ser el muñequito de un troll en ese estado. Él sonrió y apretó los dedos alrededor de la taza vacía. —Graaaaci-as —dijo cuidadosamente. Esta vez parecía que sonaba más como lo que quería decir. —No hay de qué. Hizo una pequeña reverencia y caminó de regreso por la puerta del muro de piedra. Cuando llegó al pie de la colina, se volvió para mirar hacia atrás a la casa-torre. La madre de su verdadero amor se situó en la puerta, con la cesta en la mano y las faldas girando a su alrededor mientras ella velaba por él. Aún no había llegado al borde de la ciudad antes de que comenzara a llover. Grandes gotas de agua levantaban el polvo de la carretera y lo removía en el barro de entre los dedos. Paso a paso, su dolor regresó y se amplió. Por fortuna, los dioses enviaron un hombre de ojos amarillos en un mohoso carro de heno que se ofreció a llevarle a la ciudad. El castillo era una bestia negra en el horizonte, su torre más alta se sumergía de lleno en el corazón de la tormenta. Era vertiginoso ver el bullicio de tanta gente por las calles empapadas de lluvia. Dio las gracias al hombre una vez el carro se detuvo, pidiéndole con las pocas palabras como pudo, para darse a conocer al rey. Había practicado sus palabras en el camino mojado por lo que no tropezaría con ellas. Caminar era insoportable. Las almohadillas de sus pies eran ampollas. Sacudió la tensión de sus músculos. La esperanza que le había excitado en la casa-torre se desvaneció en un agobiante agotamiento. Ya no falta mucho, se repetía a sí mismo. Ya no falta mucho.
  • 53. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page53 En la entrada de los guardias fue detenido con una lanza. —Ahora, ¿donde crees que vas? —Aaawik. — ¿Vienes de nuevo? Concéntrate. —Erik. El guardia volvió la cabeza y gritó a la puerta de entrada detrás de él. — ¡Erik! Un mendigo aquí quiere verte. — ¿Un mendigo? Buen Dios, no puedo ser molestado con... —Un hombre corpulento con una mata de cabello rubio rojizo apareció en la arco de piedra. Se limpió la boca con el dorso de su mano, como si hubiera sido convocado a mitad de su comida. —A ver, ¿de qué trata todo esto? Erik había sido un guardia real desde que Jack estaba en servicio. De todos los hombres del rey, Erik debería haberlo conocido, al "él" de antes. El príncipe sólo podía imaginar su aspecto actual: triste, flaco, horrible. Palmeado por los dioses. No es el glamuroso retorno del hijo pródigo. Su rayo de esperanza se desvaneció aún más. Se enderezó tanto como pudo y puso una mano sobre el hombro del guardia. —Erik. Pooor favor. Ayúdame. Los ojos de Erik se movieron a través de la ira y la confusión antes de llegar finalmente a su reconocimiento. — ¿Rum…? Cerró los ojos de golpe, como si eso pudiera impedirle oír este nombre. Hacía años que nadie lo había dicho, necesitaba esperar un rato más. El una-vez-y-ahora-de-nuevo príncipe se llevó un dedo a los labios temblando.
  • 54. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page54 —Por favor. Erik le dio un alegre abrazo y tiró de él hacia el interior del castillo. —Han pasado años, hombre —dijo en voz alta—. ¡Te ves como el infierno! Refúgiate de esta tormenta y cuéntame, ¿qué está haciendo tu madre, mi tía? ¿Sigue siendo tan bella como siempre? Erik continuó con la farsa a través del Pasillo de los guardias y mantuvo el monólogo hasta bien dentro de las murallas del castillo. —Saca a Rollins fuera de sus copas —dijo a un sirviente errante—. Dile que se le necesita en las cámaras de su maestro. Erik lo llevó por las escaleras traseras y lo apoyó en el borde de su cama, donde se estremeció sin control. —Hace frío aquí —dijo Erik—. Encenderé el fuego. Asintió con la cabeza, pero el guardia ya había dado la vuelta. Cada músculo de su cuerpo se estremeció, su mente se balanceaba sobre el borde de delirio. Esperaba que Rollins no tardara mucho. Su deseo se había concedido. —¿Qué es esta blasfemia? —gritó el hombre bajito y bien vestido desde la puerta, ¿la voz de Rollins siempre había sido tan alta y arrastrada? El príncipe llamó a la última de sus fuerzas y comenzó el discurso que había practicado en la carretera. —Hay un... hombre. Con un carro de heno —Los malditos dientes necesitaban dejar de castañear— bajo la lluvia. Se dirigirá al rey. Com... compénsalo. Rollins se cuadró. —Sí, Su Alteza. —Anuncia. Un baile. Cada mujer joven... en la tierra. Trrreees... No estaba seguro de si su voz o su aliento lo dejaron en primer lugar. —Tres bailes o tres días, ¿señor?
  • 55. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page55 Su frente comenzó a sudar por el esfuerzo de permanecer en posición vertical y mantener sus palabras coherentes. —Las dos cosas. Además, envía... una misiva. P-prestamistas. Rollins se echó hacia adelante, y el príncipe murmuró los detalles en tan pocas sílabas, como podía manejar. Rollins asintió con la cabeza gacha, y retrocedió hacia la puerta. —Como desee, señor. De inmediato, señor. —Rollins. Su sirviente se detuvo. El príncipe tomó una profunda respiración, concentrándose en la importancia de encadenar los últimos de sus dispersos pensamientos juntos. —Por favor, dile a Padre... que he regresado. Rollins se inclinó una vez más, sonriendo. —Es agradable que esté de vuelta, señor. Rumbold permitió que los sentimientos se hundieran en su mente. Volver. Estaba de vuelta. Agotado, se desplomó sobre las sábanas de seda, oscilando dentro y fuera de la consciencia. Oyó la profunda voz de barítono de Erik desde donde se puso en cuclillas sobre la chimenea, persuadiendo a un incendio de registros antiguos. —Bien, bien, bien. Esto debería ser interesante.
  • 56. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page56 Capítulo 5. Malvado UNDAY SE DESPERTÓ con un pinchazo en el costado y abrió los ojos para ver a su madre cerniéndose sobre ella. La fuerte tormenta les había mandado a todos a la cama temprano. Para Mamá, eso significaba que toda la familia se debía despertar pronto. Seven Woodcutter nunca había sido del tipo de madre delicada, cálida, que hornea galletas. Siempre había sido del tipo de -desgastar la vara-. Al menos ya no usaba la vara con sus propios hijos. No tanto, ya no. Sunday sintió el roce familiar de las páginas bajo su mejilla. Se había quedado otra vez dormida escribiendo. Su mirada voló hacía el candelabro de la mesita de noche y el pequeño trozo de vela. Vaya, Friday debió apagarla. Sunday siempre recibía una severa reprimenda -a veces más- cada vez que su madre descubría que una vela ardía hasta la base, porque era la prueba irrefutable de que al menos algo de su luz había sido desaprovechada. Detrás del candelabro estaban las piedras de hada y la bola brillante de Grumble. Cuando Sunday le había enseñado los objetos a su familia, el único comentario de su madre fue que lo mejor era que Sunday no se apegara demasiado a los adornos. Ya que tendrían que venderse para cubrir la pérdida de la vaca. A pesar de la tacañería de su madre, Sunday sospechaba que ni todo el oro del mundo la haría feliz. Se preguntó que podría hacerlo. Se preguntó si su madre habría sido alguna vez feliz. De ser así, deseaba haber estado viva para verlo. Otro pinchazo. S
  • 57. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page57 —Ha habido una proclamación —dijo mamá a modo de explicación. Sunday gimió. Las proclamaciones reales a menudo significaban más trabajo, menos comida y la pérdida de algo que se daba por sentado. —El príncipe Rumbold está organizando tres bailes. El príncipe cuya malvada hada madrina había arruinado a su familia para siempre. El repentino príncipe solitario que había sido declarado enfermo, perdido, muerto o las tres cosas en los últimos meses, y que evidentemente había recuperado la salud, había sido rescatado y/o resucitado. Cualquiera que fuera la verdadera historia, al parecer, el espíritu había llevado a Su Fastidiosa Alteza a celebrar un baile o tres, así que era lo bastante pretencioso para anunciarlo al pueblo como si a nadie le importara un higo. —Bien por el príncipe Rumbold —dijo Sunday rodando los ojos, su suave almohada la invitaba deliciosamente a soñar. Pinchazo. —Todas las chicas casaderas del país están invitadas. Si eres buena y haces todas tus tareas, te dejaré ir. Sunday no podía pensar en nada que le apeteciera menos que asistir a un aburrido evento político. Prefería pasar su tiempo visitando a Grumble en el pozo. —Diviértete sin mí. Sintió que las páginas de su libro se deslizaban por debajo de su mejilla. Sunday extendió la mano para cogerlo, pero mamá fue más rápida. —Hoy vas a ir al mercado y vender esa baratija dorada —ordenó mamá. Los ojos de Sunday no dejaron el libro que su madre aún mantenía como rehén—. Llévate a Trix contigo, también tiene que redimirse, además de lo que ya necesitamos, compra cualquier cosa que Friday necesite para haceros los vestidos, chicas. Ella está en la cocina ahora mismo, haciendo una lista. Gracias a los dioses por el presagio de Thursday.
  • 58. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page58 O gracias a la Hada Madrina Joy por el catalejo mágico de Thursday. O gracias a Grumble, cuya baratija dorada les ha salvado a todos. O gracias a Sunday, quien ha hecho un amigo generoso que valía la pena. Pero estaba demasiado distraída para discutir. —Cuando regreses, harás tus tareas y las de Friday durante los próximos tres días. Al final de estos tres días asistirás a los bailes. —¿A los tres? —Se quejó Sunday. —A los tres. —¿Que dice Papá? —Con la repelente familia real involucrada, Sunday no podía imaginar que su padre dejara el asunto sin pelear. —Tu padre no ha dicho nada. A todas las chicas del país les han pedido que asistan; todo hombre casadero y con recursos recibirá una invitación. No me importa si ese horrible príncipe es quién los está celebrando. Esta puede ser la única oportunidad de mis chicas de atrapar a un marido decente, y antes de que acabe la semana veré al menos a una de vosotras felizmente comprometida. ¿He sido clara? Sunday no pudo imaginar nada ―feliz‖ saliendo de esto, pero asintió con la cabeza y vio como mamá se guardaba el libro en el bolsillo. —Sunday… —La voz de mamá había cambiado. Sorprendida, los ojos de Sunday abandonaron el bolsillo que mantenía a su libro prisionero—. No querrás vivir aquí toda la vida, ¿verdad? —Las palabras de mamá tenían una cadencia cantarina. —No. —Por favor. Haz sólo lo que te pido y dejaré que tengas tu diario de vuelta antes de que vayas a la cama cada noche. Pero me lo llevaré otra vez cada mañana. ¿Entendido? —Sí, mamá. Sunday sintió el peso de su madre abandonar la cama. Aún podía oler la flor de su delantal, o podría no haber creído que su madre había estado
  • 59. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page59 allí. Era la primera vez en casi dieciséis años que su madre realmente le estaba hablando a ella y no ante ella. Sunday se vistió confundida y cogió la bola de oro de la mesa. Sostuvo el frío metal contra su pecho y pensó con afecto en su amigo. Luego deslizó la bola en su bolsillo y fue abajo a recoger a sus hermanos. La tormenta no había perdonado a los Woods. Un gran tramo del camino estaba cubierto con ramas, hojas y un mantillo de desechos. Papá decía que estas tormentas eran causadas por hadas que alteraban el equilibrio. El equilibrio era imperativo en la magia, un desequilibrio podía romper el tejido del mundo y separarlo. Por eso, las hadas nunca tomaban a un niño sin dejar algo a cambio en su lugar. Premiaban a una persona y castigaban a otra. Sólo cuando un poderoso hechizo era lanzado o roto, se alteraba el equilibrio. Las tormentas eran la vía para llamar la atención de los dioses. Wednesday había comentado en la cena que no tenían tormentas así de malas desde que Monday se fue. Por supuesto usó unas palabras más bonitas; apenas dijo lo que insinuaba y lo dijo rimando... pero mamá la entendió perfectamente. Le había dicho a Wednesday que dejara la mesa y subiera a su cuarto, con esas mismas palabras. Mamá no usaba florituras. Sunday siguió a Trix por encima de una gran roca para evitar un árbol astillado. Era demasiado joven para recordar las tormentas de Monday, pero recordaría esta. Visto por los dioses o no, sin duda había causado un alboroto. Friday parloteó durante todo el camino al mercado, como si a Sunday y a Trix les importara las cosas sobre hilos, botones o cintas. Trix hizo volteretas mientras Friday siguió con dobladillos y volantes. Sunday imaginaba formas en las nubes durante el lamento de Friday sobre la falta de tiempo para un bordado adecuado. Sunday observaba a Trix, asegurándose de que no se extraviara. Friday se preguntó si tendrían suficiente dinero para el encaje.
  • 60. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page60 —Un lujo, sin lugar a dudas, pero sólo un pequeño ribete, ya me entiendes... Sunday se detuvo cuando el pilar de piedra y el árbol torcido aparecieron en su visión. Eran sus señales del camino del pozo de las Hadas, hacia Grumble. La tentación de alejarse de sus hermanos fue abrumadora, pero Friday era demasiado dulce para tomar la delantera junto a Trix. ¿Quién sabía qué desastres podrían crear solos? Sería bastante difícil entregar el valioso adorno a un prestamista. —¿Sunday? Friday estaba llamándola. Sunday se dio cuenta de que se había quedado congelada en el sitio, con la mirada perdida en el bosque. Trix deslizó la mano en la suya y la apretó. —Lo siento —dijo—. Estoy bien, sigamos. Con cuidado, continuaron juntos por el estropeado camino. La familia Woodcutter había tratado con Johan Schmidt muchas veces a lo largo de los años, le encantaba escuchar buenas historias tanto como al padre de Sunday contárselas. Su pelo había crecido más fino y sus gafas se habían vuelto más gruesas, había desarrollado una encorvadura estudiando detenidamente los pergaminos y las pilas de monedas. Estaba con el ceño fruncido ante un pergamino, incluso cuando se acercaron. —Ridículo —murmuró—. Simplemente absurdo. ¿Por qué? Es sólo... ¡Señorita Woodcutter! Me alegro de verla hoy. —Buenos días, señor Schmidt —dijo Sunday—. ¿Cómo le está yendo? —Bien, bien. ¿Cómo están los buenos de tus padres? —Tienen los dos una excelente salud. Gracias. —Sunday mantuvo la bola firmemente en su bolsillo, sus últimos preciosos momentos—. Espero que nos pueda ayudar con algo... de una naturaleza ligeramente peculiar. Él enarcó una ceja. —Algo peculiar para un Woodcutter es algo muy peculiar. Por supuesto, haré lo qué esté en mis manos para ayudar.
  • 61. AAlleetthhee KKoonnttiiss EEyyeess OOff AAnnggeellss Page61 —Me pregunto cuánto me podría dar por esto. La bola cayó sobre la mesa con un golpe sin gracia. Su mano se sintió ligera y vacía, dolía ahí dónde una vez había estado el objeto. Schmidt miró detenidamente el objeto. Miró el pergamino en su mano, a Sunday, y luego de nuevo a la baratija. Levantó la bola en sus dedos. —Bien, yo nunca...— El prestamista aclaró su garganta—. ¡Panser! Un hombre joven y delgado con un traje demasiado grande dio un paso adelante, Friday inclinó la cabeza sin ocultar su sonrisa al aprendiz de oscuro pelo enmarañado y mejillas rubicundas. Panser le devolvió la sonrisa tímidamente a Friday y saludó cortésmente a Sunday. —¿Si, maestro Schmidt? Los ojos de Schmidt todavía estaban fijos en la dorada bola. —Trae ese bolso de mi escritorio. El de terciopelo morado. Y sé rápido. Schmidt se ajustó las gafas de gruesos cristales y miró por encima de ellas a Sunday. Ella se preparó. Ahora, él ofrecería mucho menos de lo que la pequeña bola valía y ella discutiría sobre lo que pusiera sobre la mesa. Había visto a su padre lo suficiente para saber de qué iba el juego. Podría hacerlo. Schmidt se aclaró de nuevo la garganta. —Señorita Woodcutter, necesito confirmar con algunos colegas en cuanto a la cantidad adecuada para ofrecer por un artículo tan raro y peculiar como este. —Podemos esperar —dijo Sunday. —Tardaré bastante tiempo. Nosotros, los viejos, disfrutamos discutiendo sobre peculiaridades. Panser regresó con la bolsa de terciopelo y Schmidt se la ofreció a Sunday sin abrirla.