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REFLEXIÓN DEL VIDEO “EARTHLINGS”: LA CONSENSUALIDAD ENTRE LOS SERES
                VIVOS, LOS HUMANOS Y LA NATURALEZA




                                 por:
                   LIZ ESTEFANI MENDEZ PEÑUELA
                             20081187048




          UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
                FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN
               LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA INFANTIL
            JUEGO, TECNOLOGÍA Y CONOCIMIENTO INFANTIL
                  BOGOTÁ, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2011
«No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, ni te hagas a ti lo que no le harías a los
                                                                                             demás»
                                                                                           Confucio.



Este planeta debe tener un equilibrio natural permitiéndonos la interacción con el medio en donde
vivimos y coexistir con los seres que conforman este espacio tan finito y maravilloso. No obstante,
los humanos tendemos a pensar que somos quienes dominamos la naturaleza, y lo que a ella le
pertenece; es una visión promovida entre nosotros por el imaginario de lo “racional”, olvidando
que otros seres vivos tienen los mismos derechos de habitar este territorio.

Esta postura patriarcal, promueve la explotación masiva y descontrolada de los recursos naturales
en la Tierra, la negación de otros seres humanos con excusas poco lógicas como la posición
socio-económica, la religión, el sexo, la raza y el especismo, adjudicando relaciones de poder
jerarquizados e innecesarios para el desarrollo de la consensualidad humana con la naturaleza y la
vida misma.


Pensar en el dolor de otros, no es una tarea que nos defina como un aglomerado sensible y
solidario; al contrario, algunos siempre buscan ante ponerse frente a lo que les rodea, sedientos de
una condición constante basada en la competencia, buscando enemigos producto del delirante afán
de triunfo vulgar y prestigio aparentes, sin dar mayor relevancia a las consecuencias nocivas que
esta carrera atroz de destrucción colectiva trae consigo, conllevando a la devastación total de la
vida en este mundo. A partir de este planteamiento podemos inferir bajo el supuesto de si la raza
humana se hace acreedora del derecho legitimo de tan siquiera existir, teniendo en cuenta que por
sus acciones llenas de soberbia y negligencia, no merece morar ni en este ni en ningún otro orbe
en el universo.


Ser consecuentes con nuestros actos significa hacernos responsables de los resultados colaterales
que implica tener esta consciencia de negación y devastación prolongada de la vida en el planeta
Tierra. Sin el ánimo de tocar susceptibilidades (disculpen los creyentes, pero este es el mundo
real; el mundo que se desmorona entre nuestros dedos), no podemos arrodillarnos, pagar promesas
y esperar a que “la divina providencia” se haga presente con un as bajo la manga llamado milagro
y nos solucione las problemáticas causadas a partir de la búsqueda de reparaciones quiméricas
fruto de la vanidad y la ilusión de comodidad, del menor esfuerzo ejecutado por las manos del
hombre. Sujetarse ciegamente a un dogma, es entregarse al cierre de las perspectivas efectivas en
cuanto a resolver nuestras dificultades sociales y colectivas se refiere, por lo tanto, rezar no es una
respuesta, es un acto vil y vergonzoso de indiferencia.


Responder a las necesidades básicas de mi entorno, me invita a pensar y reflexionar a cerca de
cuál es el rol que desempeño en el mundo, mi modus operandi frente al manejo de la vida en
alusión a los procesos científicos y tecnológicos, que me permiten el acceso a una amplia gama de
bienes y servicios estipulados como indispensables en una determinada sociedad: la sociedad de
consumo. Descubrir y curiosear me concede la posibilidad de relacionarme por mecanismos
distintos con mi contexto, deliberar críticamente como se compone el mundo en el que existo, me
hace pensar, convalidar y corregir mi forma de vincularme a las lógicas de mi entorno,
proponiendo así mismo métodos compensadores a las dificultades de mi cotidianidad.

Tener una mirada de sensatez frente a lo que la supuesta “raza pensante” ha hecho con quienes
cohabita el planeta, permite responder por los actos de desequilibrio natural en aras de enmendar
los daños causados, como se dice coloquialmente “ponernos en los zapatos del otro”, teniendo en
cuenta que hay otros seres vivos que merecen respeto y reconocimiento dentro del territorio en el
que se convive, los seres humanos podemos únicamente tomar lo necesario para la supervivencia,
sin alterar el orden natural y sin degradar el espacio vital, ni el de quienes coexisten con nosotros.


Vivir en pro de ayudar y reconocer al otro como un ser igual nos devuelve la dignidad de seres
humanos, porque nuestras relaciones nacieron a partir de la comunicación mutua entre pares que
conforman sociedad, de esa sensación de consenso con el otro, de respeto por su espacio vital y
procurar la defensa del mismo a través de nuestras acciones de solidaridad y pertenencia con la
causa que quienes me rodean, tal vez sean palabras llenas de percepciones idealistas, pero no
imposibles de lograr por medio de la reflexión y la acción enmendadora. Un mundo diferente, del
que conocemos como horroroso y hostil puede ser transformado por las manos del hombre que no
cree en revoluciones bélicas sino en re-evoluciones de conciencia. Si hacemos un esfuerzo
colectivo, esto puede ser posible.

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  • 1. REFLEXIÓN DEL VIDEO “EARTHLINGS”: LA CONSENSUALIDAD ENTRE LOS SERES VIVOS, LOS HUMANOS Y LA NATURALEZA por: LIZ ESTEFANI MENDEZ PEÑUELA 20081187048 UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA INFANTIL JUEGO, TECNOLOGÍA Y CONOCIMIENTO INFANTIL BOGOTÁ, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2011
  • 2. «No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti, ni te hagas a ti lo que no le harías a los demás» Confucio. Este planeta debe tener un equilibrio natural permitiéndonos la interacción con el medio en donde vivimos y coexistir con los seres que conforman este espacio tan finito y maravilloso. No obstante, los humanos tendemos a pensar que somos quienes dominamos la naturaleza, y lo que a ella le pertenece; es una visión promovida entre nosotros por el imaginario de lo “racional”, olvidando que otros seres vivos tienen los mismos derechos de habitar este territorio. Esta postura patriarcal, promueve la explotación masiva y descontrolada de los recursos naturales en la Tierra, la negación de otros seres humanos con excusas poco lógicas como la posición socio-económica, la religión, el sexo, la raza y el especismo, adjudicando relaciones de poder jerarquizados e innecesarios para el desarrollo de la consensualidad humana con la naturaleza y la vida misma. Pensar en el dolor de otros, no es una tarea que nos defina como un aglomerado sensible y solidario; al contrario, algunos siempre buscan ante ponerse frente a lo que les rodea, sedientos de una condición constante basada en la competencia, buscando enemigos producto del delirante afán de triunfo vulgar y prestigio aparentes, sin dar mayor relevancia a las consecuencias nocivas que esta carrera atroz de destrucción colectiva trae consigo, conllevando a la devastación total de la vida en este mundo. A partir de este planteamiento podemos inferir bajo el supuesto de si la raza humana se hace acreedora del derecho legitimo de tan siquiera existir, teniendo en cuenta que por sus acciones llenas de soberbia y negligencia, no merece morar ni en este ni en ningún otro orbe en el universo. Ser consecuentes con nuestros actos significa hacernos responsables de los resultados colaterales que implica tener esta consciencia de negación y devastación prolongada de la vida en el planeta Tierra. Sin el ánimo de tocar susceptibilidades (disculpen los creyentes, pero este es el mundo real; el mundo que se desmorona entre nuestros dedos), no podemos arrodillarnos, pagar promesas y esperar a que “la divina providencia” se haga presente con un as bajo la manga llamado milagro y nos solucione las problemáticas causadas a partir de la búsqueda de reparaciones quiméricas fruto de la vanidad y la ilusión de comodidad, del menor esfuerzo ejecutado por las manos del hombre. Sujetarse ciegamente a un dogma, es entregarse al cierre de las perspectivas efectivas en cuanto a resolver nuestras dificultades sociales y colectivas se refiere, por lo tanto, rezar no es una
  • 3. respuesta, es un acto vil y vergonzoso de indiferencia. Responder a las necesidades básicas de mi entorno, me invita a pensar y reflexionar a cerca de cuál es el rol que desempeño en el mundo, mi modus operandi frente al manejo de la vida en alusión a los procesos científicos y tecnológicos, que me permiten el acceso a una amplia gama de bienes y servicios estipulados como indispensables en una determinada sociedad: la sociedad de consumo. Descubrir y curiosear me concede la posibilidad de relacionarme por mecanismos distintos con mi contexto, deliberar críticamente como se compone el mundo en el que existo, me hace pensar, convalidar y corregir mi forma de vincularme a las lógicas de mi entorno, proponiendo así mismo métodos compensadores a las dificultades de mi cotidianidad. Tener una mirada de sensatez frente a lo que la supuesta “raza pensante” ha hecho con quienes cohabita el planeta, permite responder por los actos de desequilibrio natural en aras de enmendar los daños causados, como se dice coloquialmente “ponernos en los zapatos del otro”, teniendo en cuenta que hay otros seres vivos que merecen respeto y reconocimiento dentro del territorio en el que se convive, los seres humanos podemos únicamente tomar lo necesario para la supervivencia, sin alterar el orden natural y sin degradar el espacio vital, ni el de quienes coexisten con nosotros. Vivir en pro de ayudar y reconocer al otro como un ser igual nos devuelve la dignidad de seres humanos, porque nuestras relaciones nacieron a partir de la comunicación mutua entre pares que conforman sociedad, de esa sensación de consenso con el otro, de respeto por su espacio vital y procurar la defensa del mismo a través de nuestras acciones de solidaridad y pertenencia con la causa que quienes me rodean, tal vez sean palabras llenas de percepciones idealistas, pero no imposibles de lograr por medio de la reflexión y la acción enmendadora. Un mundo diferente, del que conocemos como horroroso y hostil puede ser transformado por las manos del hombre que no cree en revoluciones bélicas sino en re-evoluciones de conciencia. Si hacemos un esfuerzo colectivo, esto puede ser posible.