1. Tres veces tuve que pasar por el mismo lugar
Y responder dos veces la misma pregunta
Tuve que atravesar una cada vez el mismo camino
Y cero veces soñar con la misma respuesta
Sistema de canción en camino de alta montaña
Como acostumbraba con los cadáveres nunca los leía, me parecía patético esperar que
tomaran vida por medio de los recuerdos, si de verdad me hubiera empeñado en hacer
algo eterno no hubiera fallado constantemente, nunca pretendí realmente desmenuzar su
figura ni hacerle el amor todas las noches, lo que sentía por él era más que un gusto
sexual eran las ganas de sacarle el esqueleto y pintarlo de negro, era tomarme punzada
por punzada como cuando se teje o cuando se cose, mi verdadera intención era no verlo
eterno ni efímero, era gozármelo, era ese momento con errores, para que iba a pretender
que se le viera como lo más hermoso del mundo, nada es lo más hermoso del mundo, si
Dios me lo había puesto allí no me lo había puesto a mí. Tuve que pasar tres veces por el
mismo lugar.
La primera vez que lo atravesé fue en un sueño, pero no le había prestado atención
realmente a que el me estaba observando todo el tiempo, ahora que lo recuerdo siempre
estuvo allí, como en el fondo de una pintura, no como estructura ni ritmo ni movimiento,
la primera vez no sabía realmente que estaba allí porque me había entretenido con la
danza de los otros. En esa ocasión el sueño fue hermoso, fue como ser humo, como ser
libre, ellos danzaban sin mover sus cinturas, solo se mecían completos de oriente a
occidente, moviendo sus cabezas lentamente, con sus cabellos tiesos al aire apuntando en
todas las direcciones, cantado el viento a compas de la danza.
La segunda vez me la pase mirando al piso y no lo vi, no había levantado la cabeza, solo
pase por su lado y el no hizo nada para llamar mi atención, llevaba más de treinta kilos
entre comida y ropa porque estaba desplazándome, me sentía demasiado agotado para
andar erguido, la planta de los pies me picaba, los tobillos me dolían de forma aguda, y
tenía las piernas ardientes con los músculos en todo el ejercicio, mi espalda me mataba
por el peso de la maleta, no era un bolso de viaje, sus tiras eran delgadas y desplazarme
inclinado me permitía que la parte baja de la espalda mantuviera más peso y no se me
cargara todo el peso en los hombros que ya los tenia quemados por la fricción del
movimiento, si recuerdo haber parado muy cerca de él, pero no para verlo a él, fue para
divisar el horizonte.
La tercera vez fue cuando lo desarme. No me tomo tiempo saber que me llamaba la
atención, comencé por ubicar dos puntos en los que pudiera caber completamente su
2. esqueleto, estire sus brazos intentando crear un circulo que me permitiera verlo de
manera no desproporcionada, luego clave de negro desde su parte más gruesa hasta el
final de arriba, y me fui cubriéndolo todo, como tomando cobija para él. Así procedí hasta
haber tenido todas las extremidades llenas de negro. En ese punto comencé a ponerle los
puntos que le iban a dar vida, tome todo de derecha a izquierda hasta haber cubierto
todos dedos, todos llenos de puntos, luego busque su torso, lo destape y lo llene hasta un
poco más de su mitad, cuando había ya acabado esto, ya había terminado mi labor
entonces lo ubique en el sitio donde se divisaba el horizonte y lo organice de tal manera
que me explicara donde había habitado siempre, después de varios minutos de sostener
un charla suave con silencios intercalados entre nubes y verdes me guarde los datos en el
bolsillo, me puse de nuevo la carga en la espalda y emprendí el camino.
Leonardo Efraín Munar Forero nacido en Pitalito el 30 de octubre de 1990, docente de
básica primaria y con múltiples labores en su experiencia, actualmente diseñador de
confecciones, ebanista, músico, dibujante y pintor.