Artículo publicado en la revista LiberAddictus.
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Ya no consumo y ahora... ¿qué?
Eulalio López García1 y Manuel Pérez Bailón2
A nuestr@s amig@s adict@s, en proceso
de aprendizaje y rehabilitación
M
uy frecuentemente quien ha dejado de consumir sustancias adictivas
se hace estas preguntas: ¿Qué sigue?, ¿hacia dónde dirigirse?, ¿qué
camino seguir?
Queremos plantear, para este caso, una reflexión acerca de la continuación
del proceso de rehabilitación, señalando, en primer lugar, que el hecho de
ya no consumir sustancias no significa que ya se esté totalmente curado
y rehabilitado. Nos encontramos apenas en una etapa del proceso de
rehabilitación, por lo que éste debe continuar a sabiendas de que no hacerlo
puede conducir a caer nuevamente en el consumo de sustancias.
Un segundo planteamiento tiene que ver con el hecho de que el estado de
salud total no existe, ni de nacimiento. Todos nacemos, en alguna medida,
enfermos, ya sea producto de la herencia de nuestros ancestros o de
nuestro proceso de gestación en el vientre materno. Si a esto le agregamos
un proceso de adicción a alguna sustancia con sus consecuencias en los
diferentes ámbitos —psicológico, biológico y social—, entonces encontramos
que un adicto que ya no consume es difícil, o casi imposible, que esté
totalmente sano.
Con dejar de consumir la (las) sustancia(s) se ha logrado uno de los
pasos más importantes en el proceso de rehabilitación; sin embargo, el
proceso debe seguir porque es importante analizar cuáles fueron los factores
externos e internos que desencadenaron la adicción.
Los factores externos
Aquí encontramos diferentes causas y motivos aparentes (y/o reales) que
propiciaron (o intervinieron, de alguna manera en) la adicción; entre éstos
podemos mencionar los ambientes de pareja, familiar, social, político,
cultural, local o regional. Estos factores externos deben analizarse para
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saber cuáles de ellos estaban presentes cuando se estaba consumiendo
una sustancia y cuáles (o en qué forma) están cuando ya no se consume.
Debemos saber cuáles ya han cambiado para bien y que ya no contribuirán
a desatar la situación de nuevo. Pero hay otros factores que no se han
modificado y que, en muchos casos, está fuera del alcance personal poder
cambiarlos; siguen ahí, y si ya con anterioridad contribuyeron a la adicción,
es probable que hoy o mañana provoquen una recaída.
Todos nos hemos enfrentado a situaciones que no podemos modificar o
eliminar. En el caso de una persona que ha dejado de consumir sustancias
también ocurre, y en muchos casos regresar nuevamente al mismo ambiente
negativo y hostil que propició y que puede volver a propiciar el consumo es
necesario como respuesta y protección ante éste; es decir, como respuesta
de la individualidad ante el entorno.
La pregunta en consecuencia es: ¿Qué se debe hacer ante esta situación?
Si los factores externos no pueden modificarse es importante plantearse
la necesidad de analizar y trabajar con otro grupo de factores.
Los factores internos
Si en el anterior grupo de factores encontramos su inmodificabilidad e
inmovilidad, entonces se debe trabajar en aquéllos que sí se pueden resolver.
Aquí nos encontramos ante el interior de la persona y es que los diferentes
elementos de la personalidad sumados a los elementos externos dieron como
consecuencia la adicción; cabe señalar que el planteamiento no pretende ser
simplista, al contrario, la problemática es demasiado compleja, se plantea de
este modo como objeto de estudio, análisis y reflexión.
Dentro de los elementos internos encontramos que cada uno de nosotros,
como producto de nuestro pasado y presente, le damos una interpretación
muy personal al mundo y a la realidad.
Debemos partir de la individualidad de cada uno, porque todos podemos
parecernos, pero somos seres únicos, diferentes uno de otro, y esto se refleja
en la percepción que tenemos de la realidad; mientras que para algunos el día
de hoy puede parecer fantástico otros pueden opinar que es el peor día. Esto
es una realidad para la interpretación particular de cada uno de nosotros y
debemos aceptar que cada uno tiene —y es válida— su opinión al respecto.
La percepción que cada persona tiene del mundo, de su mundo, es la que
determina su estado de felicidad o infelicidad, de ánimo o tristeza, de fe o
desesperanza, de amor u odio, de tranquilidad o angustia, de miedo o de
paz, de adicción o sobriedad.
Este es el tema de nuestra reflexión, la importancia de la continuación del
proceso de rehabilitación encaminado hacia el manejo del interior, buscando
el crecimiento por medio de la reflexión y clarificación de la interpretación
individual del entorno.
Todos y cada uno tenemos una forma de sentir, de interpretar lo que pasa a
nuestro alrededor, y en función de cómo sentimos cada uno de los eventos que
ocurren en nuestro entorno, es la respuesta que damos a esos hechos.
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Entonces existen formas particulares de interpretar los eventos; si se
organiza una fiesta en la familia, para algunos será motivo de alegría, tal
vez por la dicha de compartir momentos especiales con los seres queridos,
tal vez por la oportunidad de jugar, divertirse o bailar; mientras que para
otros el mismo evento representa la imperiosa necesidad de compartir un
momento con alguien desagradable, momentos tal vez de aburrimiento y
enojo, de pérdida de tiempo y de gasto innecesario.
Para quien se encuentra en la etapa de no consumo de sustancias un
evento como el señalado puede representar una oportunidad para un
momento de felicidad, de compartir con los seres queridos momentos de
dicha y felicidad; para otros, por el contrario, es un momento de terrible
angustia porque puede representar la ocasión en la que se reúnen aquellos
seres que son parte del ambiente que propició —entre otros elementos—,
de alguna manera, la adicción y además se encuentran ahí las sustancias
disponibles y accesibles: el mismo evento ante dos interpretaciones del
mundo totalmente opuestas.
El planteamiento de trabajar con los factores internos, con las
habilidades de las personas, pretende orientar y encauzar la continuación
del proceso de rehabilitación hacia el fortalecimiento de ese yo, y evitar
ser un no consumidor de sustancias reprimido lo que podría, en un futuro,
desencadenar otro tipo de enfermedades mentales o físicas, o una recaída
en el consumo de sustancias.
Más allá de pretender establecer o proponer un tipo de terapia, esta
reflexión pretende que la continuación del trabajo de rehabilitación,
además de estar preocupada por el no consumo de la sustancia, aborde de
una manera personal los sentimientos y emociones que desencadenaron la
adicción.
Los sentimientos de una persona
Cuando sucede algo a nuestro alrededor, se desencadena una serie de
reacciones en nuestro organismo: el gran laboratorio interior se activa
y como consecuencia de este evento comienza a procesarse una serie
de elementos y sustancias químicas; la producción de otras sustancias,
como resultado de esto, desencadena una serie de reacciones en todo el
organismo; se procesan informaciones químicas, eléctricas, energéticas y
todo esto con gran orden y precisión: de izquierda a derecha, de arriba
hacia abajo, de derecha a izquierda, de abajo hacia arriba, en orden y
sentido aún desconocido. Como consecuencia, se ha logrado una respuesta
interior en milésimas de segundo y aflora un sentimiento, una emoción.
Es importante identificar qué eventos dan como resultado ciertos estados
emotivos: ¿Qué me entristece, qué me enoja, qué me pone feliz, qué me
angustia, qué me desespera, qué me angustia, qué me agrada, qué me es
placentero?
El conocimiento de uno mismo implica un profundo trabajo de exploración
y descubrimiento del manejo emotivo interior consciente. Para lograr un
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mejor resultado debemos explorar en el interior no con el objeto de volver
a sufrir, sino con el fin de alcanzar el auto-conocimiento: Cuáles son las
fortalezas y las debilidades emocionales que, de alguna manera, conducen
a un estado de infelicidad o euforia incontrolable y que llevan a iniciar una
serie de actos para lograr resistir el exterior, pero que a la larga, como en
el caso de las adicciones, conducen a la autodestrucción mental y física.
Poder identificar las debilidades emocionales personales permite su
abordaje de una manera consciente, de forma honesta y sin represiones;
es muy importante aquí, la auto-aceptación del yo mismo; conocerse
implica también aceptarse, no para conformarse, sino para tener un punto
de partida y empezar a crecer y desarrollarse en lo personal.
La aceptación del yo permite a la persona la preparación para la
posterior aceptación de los otros, de la pareja, de los hijos, de la familia;
por supuesto, es necesario trabajar en el crecimiento personal, pero éste
no puede comenzar si no se sabe quién es uno.
El conocimiento del yo presente es el primer elemento del acto de amor
y armonía para con los demás; no se debe rechazar lo que ya se es, por el
contrario, hay que ser piadoso con uno mismo y el gran acto de piedad es
aceptarse a uno mismo como se es, por el contrario, rechazarse uno mismo
genera desamor, conflicto, ira, resentimiento y odio.
El inicio del crecimiento interior, de manera sana, es la aceptación del yo
presente; a partir de esto se debe observar cuáles son los elementos de ese
yo que no permiten alcanzar un estado de paz para con uno y con los demás;
se debe buscar evitar alcanzar estados emotivos que generen rencor, odio,
tristeza, ira, desesperanza y angustia, por mencionar algunos.
Los estados emotivos negativos del presente tienen su antecedente en el
pasado, son precisamente los recuerdos los que motivan que una persona
asocie un evento presente a sus recuerdos conscientes o inconscientes del
pasado; de esta manera, lo que ocurre en el hoy de manera automática se
asocia al pasado y si el pasado está cargado de tristeza, angustia, miedo
o terror, el presente implica lo mismo de manera automática, porque así lo
entiende el organismo, así lo siente, por tanto, así es y así será.
Los recuerdos de la memoria son eventos que a lo largo de la vida
se aprenden, día a día, momento a momento, situación a situación y de
manera automática van a la memoria del organismo; los eventos negativos
o tristes de nuestra vida, aun los alegres, si no los aprendemos de una
manera emotiva positiva terminan por afectar de una manera negativa
nuestro presente y nuestro futuro, de este modo nos trastornan y afectan
la conducta del hoy, de uno mismo y en la actitud hacia los demás.
De ahí se desprenden dos aspectos importantes y bien relacionados: la
sanación emotiva del pasado y el aprendizaje emotivo sano del presente.
La sanación emotiva del pasado
Ésta implica estar en paz con los eventos anteriores ya vividos, son del
pasado, son situaciones que ya ocurrieron y que no se pueden cambiar.
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Hay que vivir en paz con el pasado, olvidar de manera sana rencores,
frustraciones, desamores y otros parecidos —o no tanto— que producen
un terrible daño espiritual; esto se debe trabajar perdonándose uno mismo
todas estas situaciones y a partir de esto también saber perdonar a otros
para estar en paz con uno mismo. Debemos recordar que el avance de
la medicina nos permite plantear con seguridad que la mayoría de las
enfermedades físicas empiezan por la mente.
Esta sanación se debe desarrollar a partir de la comprensión de que
lo pasado no debe dañar el presente; el hecho de recordar eventos o
situaciones pasadas y sufrir o angustiarse con ello nos hace profundamente
vulnerables en el hoy y en el mañana; la continuación en el proceso de
rehabilitación encuentra aquí el centro de su atención. Para llegar a esto se
debe volver a aprender, percibir de una manera distinta a como se hacía
hasta hoy; esto implica trabajar en los conocimientos emocionales que se
tienen hasta el presente; algunos de éstos deberán, sin duda, desecharse,
ser borrados y vueltos a estudiar y aprender.
Para ello, necesariamente se requiere de un esfuerzo profundo, de una
madurez espiritual, física e intelectual, sin olvidar por supuesto la emocional,
pues es la meta que se busca alcanzar.
Aprendizaje emotivo del hoy
El crecimiento y desarrollo del ser humano es continuo, no se detiene, es
dinámico. Sin embargo, s la forma de interpretar el mundo es el punto de
partida, recordando que el aprendizaje emotivo del pasado determina la
interpretación emotiva del presente, y que en toda interpretación del hoy
se asocia el ayer; si asumimos el presente con serenidad, tranquilidad y
amor, difícilmente se tendrá un desequilibrio; las crisis emotivas resultan
de los desequilibrios internos de la persona. Alguien que no guarda
rencores o tristezas del pasado se puede liberar de éste asumiéndolo con
responsabilidad, con profundo respeto, cariño y amor hacia sí mismo y
luego hacia los demás. Hoy se tiene la gran oportunidad de recomenzar a
ser felices otra vez.
Notas
1
Especialista en recursos humanos, consejero y asesor en desarrollo
personal. eulaliolopez@infosel.com
2
Consejero personal en desarrollo humano y profesor universitario.
mpbailon@terra.com
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