El documento resume las ideas de Emmanuel Lévinas sobre la alteridad. Lévinas argumenta que el deseo humano es naturalmente egoísta y asimilador, reduciendo al otro y la naturaleza a objetos para dominar. Sin embargo, el "rostro" del otro desafía esta lógica a través de su humanidad y demanda de justicia, rompiendo los límites del lenguaje y la representación. Para Lévinas, la subjetividad solo puede desarrollarse a través del aprendizaje y sometimiento a la enseñanza del otro.
3. El concepto es, según Lévinas, un aliado del deseo: las cosas y, sobre todo, el mundo humano, son un
reflejo del egoísmo del poder, porque la conciencia en cuanto capacidad de representación no se
cuestiona a sí misma. El hombre es naturalmente egoísta y su egoísmo está trasvasado al lenguaje de
múltiples formas. La más significativa de ellas es la que reduce la naturaleza a algo susceptible de
dominio. Para el deseo sólo existe la asimilación. En el caso del hombre, tal asimilación o apropiación
constituye un afianzamiento del deseo natural. Frente a este imperio despótico, se yergue el “rostro” del
otro: lo que hay de inasimilable en el otro, porque suplica justicia y, por tanto, la exige.
4. Para Lévinas toda súplica es una exigencia de restitución. Ni siquiera el homicidio puede acallar
la voz del rostro, pues esta resuena en el interior del lenguaje, rompiendo sus límites, mostrando
que todo lo dicho, todo lo pensado, es una simple representación, sin validez frente a la
subjetividad (esa parte del yo que es capaz de aprender del otro, de someterse a su enseñanza).