1. La carga se volvió dulce
Después de crear la luz,las estrellas,el sol,la luna,el agua,las nubes y la tierra; Dios
quiso crear los seres vivos, y empezó con las plantas.
Y así creó la hierba que la hizo verde,fresca y suave.Viendo que era buena se animó y
creó las flores dando rienda suelta a su imaginación (¡figúratelo que puede dar de sí la
imaginación de Dios!) y las hizo de todos los colores tamaños y formas.
Aquí también quedó satisfecho, así que pensó en avanzar un poco más y formó los
arbustos y matorrales más duros y resistentes. Y cuando ya había ensayado con el
herbaje las flores y los arbustos, decidió culminarlo todo con la obra maestra de los
vegetales e hizo los árboles.
Uno alto, espigado, con hojas pequeñas y gruesas, y el tronco resinoso.
Era bonito,pero Dios quiso hacer otromejoraún,así que puso todo su amor e hizo otro
con tronco mucho más grueso, con unas ramas que se abrían y bifurcaban infinitas
veces formando ramas inmensas llenas de hojas. ¡Y qué hojas!
Grandes, con forma de estrella, y de un verde, que al soplar el viento producían unos
brillos de lentejuelas y un susurrar que calmaba al más empírico.Y todo ello sustentado
por raíces tan grandes y fuertes que sobresalían de la tierra. Y tal era el aspecto del
nuevo árbol que daba la impresiónde que si no estuvieranahí todo el árbol subiría a los
cielos.
Era, con mucho, el más bonito de todo el Jardín del Edén. Tanto era así que los
pájaros, cuando todo estuvo creado, buscaban sus ramas para anidar, las ardillas
buscaban las rugosidades de su corteza para cobijarse,todo tipo de animales buscaban
sombra bajo sus ramas, se rascaban en su tronco. Todos estaban muy felices con ese
árbol tan bonito. Todos... menos él.
Siempre estaba refunfuñando y de mal humor.
Un día Dios le preguntó el motivo de su enfurecimiento y él le dijo:
_¿Por qué me has maldecido así? ¿Qué he hecho yo? No comprendo qué afrenta te
habré causado para que me pongas estas ramas tan grandes y pesadas, que encima
tienen que soportar estas infinitas y enormes hojas que son muchas más de las que
puedo cargar. ¡¿No ves que pesan mucho?!
El otro árbol lleva con ligereza esas hojitas minúsculas que le has dado, pero yo debo
cargar con semejante lastre. Me has hecho mal. ¡No quiero éstas hojas!
Dios, al ver su cerrazón le dijo:
_De acuerdo, si crees que es lo mejor así sea. A partir de mañana no tendrás hojas.
2. El árbol se quedó encantado ante la idea y esa noche durmió feliz y esperanzado. Por
la mañana se llenó de júbilo al ver que todas sus hojas estaban secas en el suelo. Pero
pronto su alegría se tornó en tristeza.
Ya nadie iba a acogerse bajo su sombra, las ardillas ya no correteaban por él, los
pájaros ya no anidaban sobre sus ramas.Bien es cierto que antes eran un incordio con
sus piares, sus arañazos, su continua presencia no le dejaba descansar, pero estaba
ahora tan solo, y pasaba tanto frío que empezó a llorar.
Tanto lloró que Dios se apiadó de él y le dijo:
_Ahora te das cuenta de tu gran soberbia y comprendes que no hay nadie más sabio que
Yo. Esas hojas que te di eran precisamente lo que te hacía el ser el más deseado. ¿No
compensaba eso con creces el peso de las hojas? ¿No te das cuenta de que ya te había
dado yo fuertes ramas para sujetar semejante follaje?
Voy a devolverte tus hojas, pero para que no se te olvide tu osadía todos los años, en
invierno te quitaré tus hojas,y para que compruebes Mi misericordia te las devolveréen
primavera, y así el resto de los animales podrán volver a disfrutar de tu sombra.
Y así fue. Y el árbol,cada vezque apreciaba el peso de sus hojas se alegraba al pensar
en la gran suerte que tenía al llevarsemejante peso.Y esto se transmitió de generación
en generaciónentretodas las familias de los árboles descendientes de aquel árbol. Y es
por eso que aún hoy hay árboles a los que se les caen las hojas.