3. Quiero hacer una reflexión sobre la
importancia de los valores éticos a
través de los cuentos en el desarrollo
de los niños en los primeros años de
vida. Cuando el material estimula sus
inteligencias innatas y despierta y
satisface su curiosidad se
automotivan. Los cuentos vienen
siendo como un instrumento
fundamental para el desarrollo de la
inteligencia emocional.
4. Conocí un buen amigo
Todas las noches, al llegar la hora de dormir, Ornan se
armaba de valor para saltar a su cama, evitando
acercarse demasiado al borde. Estaba convencido de que
debajo de su cama vivía un monstruo.
Una noche, mientras Ornan intentaba dormir, un juguete
de su mochila, un trenecito de madera rodó por la cama y
cayó en ese temido espacio oscuro. A Ornan le encantaba
ese juguete, así que respiró hondo, se armó de valor y se
inclinó lentamente para mirar.
5. Y ahí estaba, escondido entre sombras y peluches
olvidados, un pequeño monstruo, acurrucado, y
sonriendo tímidamente.
—¡Ahhh! —gritó Ornan, retrocediendo rápidamente.
—¡Ahhh! —respondió el pequeño monstruo, igualmente
asustado.
Tras un momento de silencio, el monstruo habló, con voz
temblorosa.
—Lo siento, no quería asustarte. Soy Manchas.
—¡Pero tú eres un monstruo! —exclamó Ornan.
—Sí, lo soy. Pero no todos los monstruos son malos o
asustan a los niños. De hecho, yo tengo miedo de otros
monstruos más grandes que yo.
Ornan, con el ceño fruncido, se sentó en el suelo.
Manchas se acercó, muy despacio.
—¿Por qué tienes miedo? —preguntó el niño.
Manchas suspiró.
6. —Porque soy diferente. ¡Mira mis manchas! En el mundo
de dónde vengo, los monstruos se burlan de mí porque
no soy como ellos.
Ornan sonrió, aliviado de no estar solo en sus miedos.
—A veces, los niños en la escuela se ríen de mí porque
me gusta leer libros de aventuras en lugar de jugar fútbol.
Las noches siguientes estuvieron llenas de
conversaciones, risas y descubrimientos. Ornan y
Manchas compartieron historias, miedos y sueños.
Pero una noche, unas sombras más grandes y oscuras
comenzaron a asomarse debajo de la cama. Eran otros
monstruos buscando a Manchas para llevarlo de regreso
a casa.
Ornan, recordando las historias de Manchas, se puso de
pie.
—Manchas es mi amigo. No podéis llevárselo.
Uno de los monstruos sacó sus espinas y gruñó:
—No pertenece aquí.
Ornan, con valentía, respondió:
7. —Todos somos diferentes, pero eso no significa que no
podamos ser amigos. Mirad a Manchas, es único, y eso
es lo que lo hace especial.
8. El árbol de la unión
En el corazón de una selva densa y misteriosa, se alzaba
un árbol majestuoso cuyo tronco brillaba con destellos
dorados. Era conocido como el Árbol de la Unión, famoso
por una razón: una vez cada cien años, daba una fruta
especial que concedía un deseo.
Los animales de la selva habían escuchado las historias
de sus ancestros sobre esa fruta mágica, y muchos
soñaban con tenerla en sus manos.
Un día, el León Reinón con su melena radiante y su paso
9. firme, se acercó al árbol. Miró hacia arriba y vio la fruta
brillando como un faro. Con un gran rugid, intentó trepar.
Pero a pesar de su fuerza, sus pesadas patas no eran
aptas para escalar. Además, sentía un nudo en el
estómago al ver lo alto estaba. Tras varios intentos, se
retiró, con sus orejas bajas y la cola entre las patas.
La Jirafa Altanilla, con su largo cuello y ojos curiosos,
también probó suerte. Estiró su cuello tanto como pudo,
pero aún le faltaba un poco para alcanzar la fruta. Sus
patas flaquearon y, con un suspiro de decepción, se dio
por vencida.
El Tucán Picotano, con su pico colorido y sus alas ágiles,
se elevó con confianza. Sin embargo, aunque podía volar
hasta la fruta, no tenía la fuerza necesaria para
arrancarla. Frustrado, regresó al suelo.
Por último, lo intentó la Serpiente Siseatriz. Con su cuerpo
esbelto, se deslizó hacia el árbol y se enrolló alrededor
del tronco. Pero cuando intentó alcanzar la fruta, esta
estaba demasiado lejos de la rama que la sostenía.
Frustrados y desanimados, los animales se sentaron
juntos a la sombra del árbol. Estaban a punto de rendirse
cuando la Serpiente Siseatriz tuvo una idea.
— ¿Y si unimos nuestras habilidades? —propuso.
10. — ¡Es una idea brillante! —exclamó el Tucán Picotano.
El León Reinón se puso en posición, permitiendo que la
Jirafa Altanilla apoyara sus patas delanteras en su
espalda. La Serpiente Siseatriz se enrolló alrededor del
cuello de Gina, extendiendo su cuerpo hacia la rama. El
Tucán Picotano, con un aleteo decidido, se posó en la
cabeza de la Serpiente Siseatriz y, usando su pico,
finalmente arrancó la fruta.
Juntos, como un equipo, habían logrado lo que ninguno
pudo hacer solo. Era la primera vez que alguien lo
conseguía.
—Ahora sabemos por qué este árbol se llama el Árbol de
la Unión —dijo el León Reinón.
Con la fruta en sus manos, los animales se miraron.
Sabían que solo podía conceder un deseo, pero en lugar
de discutir sobre quién lo haría, la Jirafa Altanilla propuso:
—¿Qué es parece este deseo? Que este árbol
l dé varias frutas todos los años para que todos en la selva
puedan disfrutarla.
Todos estuvieron de acuerdo.
11. Y así, el Árbol de la Unión, tocado por la generosidad y
unidad de los animales, comenzó a florecer todos los
años, recordándoles a todos en la selva el poder de la
colaboración y el valor de compartir.
12. El sol y las nubesitas
Hace muchos años, el Sol y las nubes eran muy
amigos. El Sol paseaba por el cielo y las nubes iban
de un lado a otro. Cuando se encontraban, jugaban a
dar luz y sombra a los niños que pasaban por debajo.
A veces, cuando las nubes habían bebido mucha
agua y ya estaban muy grandes, hacían que lloviera
para que los ríos, los árboles y las flores siempre
tuvieran agua para vivir.
Al Sol y a las nubes les encantaba pasear sobre el
cielo de una aldea que estaba llena de árboles, flores
y ríos. El Sol siempre quería brillar allí porque le
encantaba dar luz y calor a todos los niños que salían
13. a jugar cada día y a las nubes les gustaba dar sombra
en verano y hacer llover siempre que tenían mucha
agua.
Pero un día, el Sol y las nubes se pelearon porque al
Sol le gustaba muchísimo estar en esa aldea y casi
nunca dejaba que las nubes se quedaran allí.
- ¡Yo quiero esta aldea para mí solo! Es la que más me
gusta de todas y cuando vosotras venís aquí yo no
puedo brillar – dijo el Sol
Las nubes, muy tristes, intentaron explicar al Sol que
eran necesarias para que los árboles tuvieran frutos,
las flores crecieran y los ríos tuvieran agua, pero al
Sol, que fue muy egoísta, no le importó nada.
- Vamos a preguntar a los niños si os prefieren a
vosotras o me prefieren a mi. Si son más felices
cuando estoy yo, vosotras no podréis volver.
Las nubes y el Sol preguntaron a los niños y ellos
eligieron al Sol porque con él podrían salir todos los
días a jugar.
- ¡Pero nosotras somos muy importantes! Sin
nosotras los ríos, árboles y flores no tendrían agua.
¡No nos echéis de la aldea! – dijeron las nubes
Pero los niños eligieron que se quedara el Sol y las
nubes, poco a poco, se fueron a otras aldeas y nunca
14. volvieron.
Los niños de la aldea salían a jugar cada día. Siempre
estaban muy contentos porque el Sol estaba allí
brillando y dando cada vez más calor. Todos los días
podían salir de sus casas a divertirse y jugar.
Un día, mientras jugaban cerca de un bosque, uno de
los niños se dio cuenta de algo:
- ¡Mirad! ¡Mirad! Estos árboles están perdiendo sus
hojas y hace ya mucho que no dan frutos
Los niños también se dieron cuenta de que ya no
había tantas flores y de que el río no tenía casi agua
ni tampoco peces. Entonces, se acordaron de lo que
las nubes habían dicho y se dieron cuenta de que si
las nubes no volvían dejarían de tener fruta de los
árboles, bonitas flores y agua en los ríos para bañarse
y divertirse.