3. fue importante como secuela y señaló el comienzo de la relación de la fotografía con la
televisión.
Los autores de este texto me parece que aportan elementos decisivos en la comprensión
de la imagen. Es especialmente significativa la alusión que hacen a la relación entre la
fotografía y la televisión. Es cierto, además, que en Estados Unidos la fotografía de
sucesos empezó a tener un nexo con la televisión en los años cincuenta; mucho antes
que en otros países y con unas peculiaridades especiales. Es un asunto importante la
relación entre la fotografía y la televisión, sin duda, y poco tratado por los especialistas
de forma profunda. Sirva la imagen y el texto del libro para poner sobre la mesa este
apasionante tema.
La fotografía se presta, además, como modelo de la imagen de sucesos con un
funcionamiento propagandístico alto. Es decir, todos los funcionarios policiales parecen
estar trabajando de forma muy profesional en la escena del crimen. Policías tomando
notas, recogiendo pruebas e interrogando a los testigos para ofrecer la mejor imagen
posible de las autoridades al público. El muerto, por su parte, cubierto por telas blancas,
parece ser objeto de observación minuciosa por parte de un funcionario. En su conjunto,
la escena del crimen es un teatro de propaganda; donde la ley policial y televisiva ha
sustituido a la de la pistola.
6. del ataúd también fue fotografiado. La colección se completa con diferentes
instantáneas de los rituales de duelo y acompañamiento del féretro blanco. La serie fue
presentada en la exposición de la Fundación Mapfre en Madrid en fotografías pequeñas,
dentro del apartado temático: México: rituales, fiesta y muerte.
En el escenario del cementerio, la descomposición del cuerpo se muestra de forma
visible, rodeada de tumbas donde la muerte pugna por esconderse. Visibilidad e
invisibilidad se enfrentan así de forma manifiesta y, lo que se esconde en las sepulturas,
se muestra descaradamente en este cuerpo abandonado a su suerte en proceso de
transformación objetual.
La desintegración del sujeto en favor del objeto científico, como resto casi
arqueológico, no es lo más espeluznante de la imagen. Lo que realmente resulta
inquietante es desconocer qué le pasó a ese hombre y por qué está tirado así en el
cementerio a expensas de los buitres.
Lavandería de la Casa de Orates 1924. Poleas, correas y un pequeño decaville que
recorre con sus vías el Psiquiátrico, reproducen modelos industriales macro-
económicos.
La explotación laboral de los enfermos mentales no es un tema del que se haya hablado
mucho. Esta fotografía de la lavandería de la Casa de Orates, antigua clínica mental de
Chile, relaciona de forma inquietante al enfermo mental con la explotación intensiva de
pacientes al servicio del sistema capitalista. Cuando uno la mira, parece que se trata de
una fábrica, no de un hospital.
César Leyton ha escrito en la Revista Frenia (Volumen VIII, año 2008) un artículo
titulado: "La ciudad de los locos: industrialización, psiquiatría y cuestión social. Chile
1870-1940" y en ella incluye varias imágenes que muestran de qué forma un
7. psiquiátrico puede parecer más una gran industria que un espacio de sanación para el
enfermo. Y ésta de la lavandería es una de ellas.
El artículo es sorprendente porque revela cierto oscurantismo inédito de las instituciones
psiquiátricas. Y frente algunas prácticas clínicas más conocidas y polémicas, como el
electroshock, esta explotación tan llamativa sorprende.
La fotografía, que está fechada en 1924, parece más un espacio industrial que un
hospital. César Leyton define bien esta situación cuando acompaña la imagen con el
siguiente pie de foto: Poleas, correas y un pequeño decaville que recorre con sus vías el
Psiquiátrico, reproducen modelos industriales macro-económicos.
Los datos que se ofrecen en el artículo respecto al número de fábricas que había en el
centro en 1927 (colchones y almohadas, molino, harinas alimenticias, fideos, panadería,
baldosas y mármoles artificiales, zapatería, sastrería, ladrillos, jabón y talleres de
carpintería, herrería, gasfitería, electricidad y mecánica) y su producción son
clarificadores respecto a la importancia económica del centro en el contexto general del
país. Los datos, según Leyton se han consultado en las Memorias de la Casa de Orates.
En opinión de Leyton, la autonomía del establecimiento y la superación de la crisis
económica fueron los objetivos inmediatos del proyecto, pero estos espacios de terapia
psiquiátrica funcionaron también, como mecanismos de disciplinamiento de una masa
de pacientes mentales, que volvieron a ser productivos, no para ellos, ni para la
sociedad, sino para los que conducían la gran estructura económica y los sistemas de
poder.
Para este autor, el psiquiátrico industrial es una nueva fábrica de subjetividades, donde
se recupera y se cura a los pacientes para un nuevo sistema económico, que necesita una
mano de obra sana. Pero, esto es más difícil de materializar, cuando se trata de la locura,
un mal invisibilizado, imaginario, por lo tanto, las barreras, las poleas y el trabajo,
actuarán como un torniquete u ortopedia mental, en un espacio que produce ahora un
nuevo tipo de economía deseante, el obrero. La tecnologización de la locura, pasa a
cumplir, a pesar de la patología, lo único normal que considera un sistema moderno
social, el producir, el trabajar.
Leyton pone, además, en evidencia la hipocresía del sistema psiquiátrico cuando afirma
que la necesidad de tener enfermos de «larga estancia» (crónicos) para que desarrollen
trabajos en el manicomio, con vistas al autoabastecimiento, favoreció la construcción de
la cronicidad en psiquiatría, con la aparición de categorías diagnósticas, como el delirio
crónico, más por razones «económicas» que científicas.
9. La fotografía, que fue realizada en el apartamento de Cuernavaca en el que se llevó a
cabo el operativo contra Beltrán Leyva, fue publicada en portada por el diario mexicano
Reforma y es realmente impactante e inquietante. No hay que olvidar el contexto en el
que se mueve la fotografía. Por un lado, es una muestra del problema del narcotráfico en
México, que oscila entre la brutalidad del ejército y la brutalidad de los propios
narcotraficantes. En algún sentido, todas las imágenes surgidas en la lucha contra el
tráfico de drogas son de guerra, de una guerra por el poder de la distribución de
estupefacientes en el país mexicano. La fotografía del cadáver de Beltrán Leyva no deja
de expresar otra cosa más que una violencia radical, por obtener el dinero que deja la
distribución de droga para el entramado del narcotráfico en México. Y ahí está el dinero
ensangrentado como símbolo de la radicalidad de la lucha. Pero las fotografías que
surgen de la batalla contra el narcotráfico tienen también que ver con el contexto de
problemática social severa en la que se mueve México, con sueldos muy bajos que no
permiten acceso a las necesidades básicas de alimentos, vivienda, sanidad, etc. Hay que
analizar de qué forma se relaciona el fenómeno del narcotráfico con la miseria y
problemática social en México. Las fotografías de unos y otros casos facilitarán, sin
duda, la naturaleza y especificaciones de esos nexos.
El retrato postmortem de Beltrán Leyva permite poner a debate ciertas cuestiones,
muchas de las cuales tienen que ver con la hipocresía que hay en México (y en otros
muchos países) en lo que respecta a la lucha contra el narcotráfico y otros problemas de
índole social, económico y cultural; además de las polémicas que surgen cuando se
publican fotografías de cadáveres. Entonces, al lado de la fotografía y de las
controversias postizas que le van saliendo, hay todo un discurso respecto a la
personalidad malvada de Beltrán Leyva y a su currículum violento que parecen
justificar el asesinato y cualquier otra cosa: manipulación del cadáver, tomas vejatorias
del fallecido, etc. Pero, el retrato postmortem del capo es como un libro abierto, a pesar
de que apenas se le ve cubierto como está por billetes ensangrentados y, detrás de la
imagen, hay muchas lecturas.
Entonces, la pregunta que se plantea es: ¿por qué la fotografía representa una venganza
y un aviso? Y es por qué se plantea esta pregunta muy comprometida que, de pronto, ya
no hay fotógrafo conocido para la imagen. Bien, así están las cosas entonces. Mientras
tanto, el dispositivo contra los Beltrán Leyva continua. En el camino han muerto con él
varios sicarios, además de otras personas inocentes. Y el teatro por controlar el dinero
de la droga sigue y, mientras tanto, el terror se impone y se hace visible desde las
fotografías. El intercambio de mensajes de los bandos a través de este retrato
postmortem es una hipótesis que toma forma desde la expresión visual. Llegarán nuevos
mensajes terroríficos y, seguramente, alguno de ellos desde las fotografías publicadas
por los medios de comunicación.
11. mismo tiempo la trayectoría seguida por el piolet al penetrar en la cabeza. En la otra
fotografía, se observa ya directamente la lesión que la agresión produjo en la masa
encefálica y, en ella, se observan las manos del forense señalando con un instrumento
médico donde está la herida mortal.
La fotografía que incluyo hoy en esta sección de Imagen Destacada es, junto con las
dos a las que acabo de referirme que publico La Prensa, las que más se acercan a la
fotografía forense de todas las que se editaron en los medios de comunicación sobre el
crimen. El acercamiento visual a los rastros que el asesino ha dejado en el cuerpo es una
característica de la práctica forense, que tiene como objetivo captar en primeros planos:
heridas, magulladuras y, en general, los elementos patológicos y huellas que permiten
explicar como fue el crimen y quién lo realizó. En conclusión, la fotografía se torna
esclava eficiente para la práctica científica y policial, de tal forma que todos los avances
técnicos son inmeditamente puestos en práctica para las tareas de investigación
criminal.
En esta imagen del Archivo Casasola de la Fototeca Nacional de México, que el
investigador Jesse Lerner incluyó en su libro sobre la fotografía criminalística en ese
país, se observa la pose de exhibición del examinador de cadáveres. En un ejercicio
divulgativo, la fotografía forense acaba convirtiéndose en aleccionadora en casos como
éste, donde el forense o ayudante enseña a la cámara las vísceras dañadas de Trotsky, no
con un carácter científico sino a modo de conclusión macabra. Ahora bien, la
inteligencia del líder ruso, que se deduce del gran tamaño de su masa encefálica, se
entrecruza en la fotografía con otras dos cuestiones destacables: por un lado, con la
huella radical del crimen en un órgano vital y, por otro, con la exhibición despreocupada
en la prensa de forenses que se dejan retratar con vísceras. En todas estas fotografías
que se hicieron con los órganos de Trotsky, sólo se les llega a ver las manos y una parte
de sus batas. No sucede lo mismo con otras tomas, hasta cierto punto mucho más
pudorosas y teatrales, en las que se ve al completo al equipo de forenses trabajando
alrededor del cuerpo del ideólogo y que también se publicaron.
Evidentemente, las fotografías forenses que muestran las vísceras ofrecen un plato
fuerte en lo que se refiere a los aspectos más espeluznantes del crimen, sólo
comparables a la radicalidad del asesinato y a la sangre fría con la que se planeó y
organizó. Sin olvidar otro aspecto bastante inquietante que tiene que ver con la forma en
que las "manos" de la ciencia se apropian de los cuerpos y de sus vísceras en la
investigación forense y policial. Porque los guantes de los médicos no consiguen borrar
del todo las huellas de la manipulación a la que sometieron al cadáver de Trotsky, en un
ejercio inquietante de exhibición de poder mediante la muestra de vísceras.
12. Bonnie Parker y Clyde Barrow en una pose preparada.
El FBI (Federal Bureau of Investigation) distribuyó en su momento fotografías como
éstas de Bonnie Parker y Clyde Barrow para facilitar su captura. Al parecer, se las
habían hecho entre los propios miembros de la banda. Y después de una de tantas huidas
que protagonizó esta mítica pareja, la policía confiscó en una casa donde habían estado
gran número de fotografías, que después publicó en comisarías, lugares públicos y
medios de comunicación, para conseguir información sobre su paradero.
Esta imagen, por ejemplo, con una pose muy preparada sirve de presentación de los dos
delincuentes. También se han divulgado retratos individuales con el mismo corte
publicitario y esteticista. Rifle en mano, Bonnie parece ponerse en el papel del asaltante.
Sin embargo, las leyendas dicen que nunca empuñó un arma; según relataron varios de
sus cómplices. Por tanto, la imagen mantiene un talante teatral, de simulacro, glamuroso
y jovial, al tiempo que pone en evidencia cierta frivolidad con las formas en las que se
banaliza el uso de armas. Lo que importa es que, con o sin intención, las fotografías se
convirtieron en material propagandístico, en manos de la policía, que justificó el
calificativo de criminales para la pareja por sus actos delictivos, más o menos
exagerados, pero también por estos documentos visuales.
El caso fue muy divulgado por la prensa norteamericana en un momento en que la
policía y el propio gobierno necesitaba de una publicidad favorable. Por eso, al vender
la imagen de estos dos delincuentes y de los demás miembros de la banda, como
peligros públicos de primer orden, el terminar con ellos y ofrecer los cadáveres al
13. público era un fin casi obvio. Y el día de la emboscada final llegó. Tuvo lugar un 23 de
Mayo de 1934, Bonnie y Clyde fueron acribillados por la policía en un lugar de la
carretera de Sailes, Louisiana.
Las fotografías del coche en que fueron tiroteados por la policía Bonnie y Clyde
representan un éxito policial, más allá de que haya dos muertos detrás. La eficacia
policial siempre trata de eliminar lo oscuro de los hechos o realiza una maniobra de
estetización y justificación discursiva de los mismos, a través de mensajes como: los
delincuentes peligrosos para la sociedad ya han sido eliminados por las fuerzas del
orden, que han cumplido así con su deber. Las huellas de los tiros en el coche dejan
constancia de la muerte de sus ocupantes. En este caso, la investigación termina con la
escena del crimen. Ya no hay que buscar a probables culpables porque se han
eliminado. Justamente en una de las numerosas tomas que circulan del coche
brutalmente tiroteado, pueden verse los cadáveres de Bonnie y Clyde. Ese es justo el
momento en que lo trágico hace su aparición e interactúa de forma envolvente con la
imagen mítica de los asaltantes.
Además de la discreta y desenfocada fotografía de los dos cadáveres con Bonnie en
primer plano, realizada a cierta distancia; de los cadáveres ensangrentados en tomas más
cercanas cuando eran manipulados por policías y forenses; del coche tiroteado,
fotografiado desde varios puntos de vista; se han publicado imágenes de los lugares
donde tuvo lugar la emboscada y donde se fue preparando. También hay imágenes de la
policía en el lugar de los hechos y del material incautado: pistolas, munición, placas de
matrículas, objetos personales, etc. Todas las fotografías de la emboscada, o peculiar
escena del crimen y de los muertos, sirven hoy en día para compararlas con las de sus
fichas policiales, con las que se realizaron antes de ser delincuentes y con las de corte
más publicitario que se hicieron ellos mismos, como ésta de la pareja tan cercana a una
tipología institucional de pose fotográfica del crimen. La fusión del crimen con la
enigmática autopublicidad de los delincuentes y la unión inevitable de la propaganda de
la policía provoca algo más que un cóctel explosivo, donde el mito muestra su lado más
nítido frente a la contundencia de la justicia. Así, el juego de la pose de la pareja
termina con la fotografía de sus cadáveres y la estética de los gestos de la muerte choca
de forma brutal con las del glamour. Un choque estético y también cultural, que se
produce en el propio imaginario del espectador y de la sociedad.
En la actualidad, el FBI dedica en su página web un espacio a Bonnie y Clyde, al lado
de otros delincuentes famosos; dentro de la sección: Crimen y gangsters. Precisamente,
hace escasos meses, en mayo de 2009, el FBI publicó un informe de mil páginas, en el
que ofreció fotografías inéditas de la pareja, además de material inédito de investigación
sobre el caso, para celebrar el 75 aniversario de sus casos más famosos, según publicó la
prensa. Pero, las imágenes que actualmente pueden verse en su web son algunos de
estos retratos ahora netamente autopromocionales de Bonnie y Clyde, juntos o en
solitario.
En conclusión, el conjunto de fotografías que han quedado de Bonnie y Clyde se
relacionan entre ellas y ofrecen su particular versión de los hechos, que no tiene que ser
necesariamente la oficial. De hecho, la paradoja es que las imágenes que el FBI ha
divulgado de los delincuentes parece que contradicen el propio discurso policial. No es
la primera vez que sucede esto en la historia. Hay que tener en cuenta que es la policía
la que dispara de forma brutal y deja las huellas en el vehículo: los cadáveres y las
15. El relato de la revista intenta presentar los hechos como los de la venganza personal de
un loco, dentro del contexto general del conflicto; pero haciendo hincapié en que se
trata de un acto terrible, pero atribuible sólo a una persona. Según esta publicación, el
hombre de la fotografía combatía del lado del ejército y un día en una batalla pierden la
vida dos de sus hermanos. Esperando la oportunidad para vengarse, en el siguiente
combate (ocurrido el 17 de junio de 1928) corta la cabeza a dos cristeros que estaban
colgados de un árbol y que ya habían sido ahorcados por sus compañeros de armas. La
revista explica lo sucedido en los siguientes términos: Jadeante, hecho un loco, se
acerca a ellos cercenándoles las cabezas, toma una en cada mano y así marcha hasta
llegar a su campamento, exhibiendo triunfalmente por todo el camino aquellos
macabros trofeos.
Y, si bien no se refieren en el artículo al instante exacto en el que se le hizo la
fotografía, sin embargo sí hablan de los momentos posteriores: Al llegar ante uno de sus
jefes quiso hablar, pero las fuerzas lo abandonaron; solamente alcanzó a balbucir frases
ininteligibles, desplomándose como herido por un rayo, rodando al mismo tiempo por el
suelo aquellos restos humanos con los ojos inmensamente abiertos, como si trataran de
no perder un detalle de las convulsiones epilépticas que en aquellos momentos sufría su
profanador.
De ese modo, gracias a este relato, la fotografía queda contextualizada dentro de un
contexto de patología individual no atribuible al conjunto de los militares. Sin embargo,
la contundencia de la imagen ofrece un dramatismo peculiar que involucra a todos sus
personajes. La exhibición de las dos cabezas ante la cámara escenifica también, hasta
cierto punto, el odio hacia el otro. Los cadáveres actúan así a modo de trofeos.
Al tratarse de una publicación sensacionalista, de nota roja mexicana, el interés de la
información se centra, no sólo en los aspectos políticos, sino en todos aquellos que se
refieren directamente al suceso; lo que justificaría en cierto modo su posicionamiento:
Uno de los casos más siniestros, más inexplicables por su monstruosidad, de que se
tiene conocimiento; es el acaecido durante el último movimiento subversivo por algunos
elementos desafectos al Gobierno (…) El hecho es uno de aquellos que, rebasando los
límites de la venganza, degenera en lo inconcebible; adoptando lineamientos fantásticos,
algo en sí tan truculento, tan pavoroso, que no admite tan sólo simples críticas o
comentarios, sino más bien, se hace acreedor a un profundo y concienzudo estudio en
materia de psicología y psiquiatría (…) La elocuencia de la fotografía con que se ilustra
este relato es más que suficiente para demostrar los negros perfiles de su magnitud.
Hay que tener en cuenta, además, que esta noticia y la fotografía (que corresponden a
hechos ocurridos el 17 de junio de 1928) se publican en esta revista en 1935, en el
momento en que se había producido un conato de revuelta, conocido como la Segunda
Cristiada; por tanto, años después de haber ocurrido y en un momento político de
efervescencia del conflicto religioso. Por eso, la fotografía tiene un papel inesperado en
este contexto: el de simbolizar un odio patológico hacia el enemigo, al tiempo que
rememora todos los excesos cometidos durante la guerra cristera. Y la radicalidad de la
imagen y el modo exaltado en que se relatan los hechos, por otro lado, deja que se
pueda cargar la culpa sobre el combatiente de a pie y no sobre el gobierno o el ejército
en pleno; de esta forma puede cumplirse plenamente la función propagandística y
persuasiva del reportaje.
17. En general, el suicidio es un suceso particular que afecta normalmente a una persona y,
salvo que sea famosa, no tienen trascendencia y no llega a la opinión pública; a no ser
que sea porque se trata de un suicidio llamativo y espectacular por alguna razón o
cuando sea para hablar de estadísticas sobre suicidios.
Se puede tener la instantánea fotográfica de un suicidio, igual que se puede llegar a
tener la de un crimen, pero es mucho más fácil tener las imágenes de los cadáveres. Es
decir, una vez que ya han sucedido los hechos dramáticos y el climax de la tragedia. En
ese cúmulo de fotografías de personas muertas de todo tipo de tragedias, las de los
suicidas se distinguen por un aura fuerte, un extra estético. El matarse a uno mismo es
un hecho especial, también para la fotografía.
La fotografía, que Sorgi realizó en 1942, capta a una mujer en plena caída tras haberse
lanzado desde el octavo piso del hotel Genesse de Búfalo. La imagen es muy conocida y
se ha reproducido en numerosos libros, revistas y sitios de internet. Realmente es
espectacular. Según he leído en diferentes sitios Sorgi que en aquel tiempo trabajaba en
The Buffalo Courier Express fue avisado de que algo estaba ocurriendo en el hotel y
finalmente pudo captar el fatal desenlace.
En la época en que Sorgi logró la toma, en los años cuarenta, la fotografía judicial, de
sucesos, crímenes y delitos estaba en pleno auge. Y esta fotografía tenia de peculiar
haber captado el suicidio en directo. Era la cara más amarga de la ciudad y del progreso:
la del individuo enfrentado a sus problemas en la mayor soledad.
El cuerpo de esta mujer, captado a la altura de la parte alta de la cafetería y al lado del
cartel del hotel, resulta hasta cierto punto fantasmal. De alguna forma, el desequilibro
emocional de su mente se refleja en el contenido de la imagen y los espectadores somos
capaces de captar la inquietud del momento. Tenemos así equilibrios estéticos frente a
desequilibrios emocionales y, de nuevo, la fotografía se cruza inevitablemente con la
psiquiatría.
La literatura, el arte, el cine y la fotografía han tratado de muy diferentes formas el
asunto del suicidio. La literatura es quizás el medio que más libremente ha hablado de
los suicidas, de sus sentimientos y tormentos. Porque el suicida es una persona que vive
atormentada, aunque su pesar provenga exclusivamente de la vida misma, que le resulte
insulsa. El suicida quiere poner un punto y final al vivir. Por lo tanto, convive con la
violencia, que la hace suya para volverla contra sí mismo.
19. Hay que recordar que no es muy normal ver publicadas fotografías de suicidios, por lo
menos actualmente en España; donde existe una censura total, no ya sobre las imágenes
de suicidas también de cualquier otra manifestación de violencia especialmente si se ha
producido en territorio español y las que se publican están muy utilizadas
propagandísticamente. Por citar sólo un ejemplo de la censura que hay, jamás he llegado
a ver ninguna imagen de las cientos de mujeres que mueren en este país a manos de sus
parejas. Me refiero a fotografías de la víctima en la escena del crimen.
Hay todo un discurso de justificación de esta censura que es muy discutible. Más o
menos las disculpas que se dan para no publicar estas fotografías vienen a decir que
existe mucho temor a que aumente el número de suicidios y de crímenes si empiezan a
difundir masivamente. Pero, bueno, a mí esto me parece que no es así. Es una disculpa
como cualquier otra. De fondo, lo que sucede y que ya he dicho otras veces, es que estas
imágenes están bajo estricto control policial y judicial. De hecho, los crímenes contra
mujeres y los suicidios, por ejemplo, siguen en aumento en España aunque no se
publiquen las fotografías.
En Noviembre de 2006 llegué a Ciudad de México para hacer una investigación sobre
las fotografías de la Revolución Mexicana. Me había becado el Gobierno Vasco. Estaba
llena de ilusión por realizar el trabajo y tener la ocasión de residir durante 2 años en un
país tan fascinante como complicado. Entonces no estaba de moda el tema de mi
estudio. Ahora sí, porque este año se cumple el centenario del acontecimiento y hay
muchos proyectos, exposiciones, fascículos coleccionables, conferencias, libros y un sin
fin de producción al punto de llegar a cierta saturación (bienvenida sea, por otra parte,
así como la sana competencia que mantiene con la celebración del Bicentenario de la
Independencia).
21. De la investigación sobre La Cristiada guardo muy buenos recuerdos, además de un
texto con los resultados del trabajo que aún no se ha publicado. También recuerdo que,
durante mi estancia, se diseñó una falda con imágenes de muertos del conflicto religioso
para que la luciera una miss en un concurso de belleza y se armó mucho revuelo. De
suerte que nunca se puso la espantosa falda que, entre otras imágenes, contenía la
famosa fotografía de los cristeros colgados en postes telegráficos y otras de diferentes
fusilamientos. El conflicto ha dejado muchas imágenes violentas, de las que he hablado
ya en otras ocasiones, como aquella del cortador de cabezas. Casi todas las fotografías
que se conservan de muertos y fusilados del conflicto son del bando que apoyaba a la
Iglesia; es decir, de los cristeros. Aunque los cristeros participaron también en actos de
gran violencia.
También sucedieron otras cosas durante la investigación. Por ejemplo, la Secretaría de
la Defensa Nacional de México (SEDENA) me enseñó un álbum fotográfico de La
Cristiada en primicia. No creo que hicieran un distingo conmigo, más bien pienso que
no las habían enseñado porque nadie se las había pedido. Como pasa muchas veces en
algunos archivos que parecen inmaculados y no haber sido visitados por los
investigadores, algunos de los cuales están en plantilla de importantes instituciones y
universidades con buenas nóminas y subvenciones; pero que luego lo que se dice
investigar investigan más bien poco. Me dejaron hacer fotografías a las imágenes y
guardo esos documentos con mucho cariño. Hubo un intento de publicar este material,
junto con un artículo mío sobre las fotografías, en una revista del INAH. Al final, me
eché para atrás porque querían cambiar mi texto. Ahora, a la distancia, creo
sinceramente que no se trató de ningún intento de censura, pero en todo caso retiré el
material cuando estaba ya casi enmaquetado. Tomé la decisión de publicar el artículo en
su integridad en esta web, para que se respetara en su redacción inicial.
Fotografía perteneciente al Álbum Fotográfico de la Secretaría de la Defensa Nacional
23. El archivo, que la Fundación Carmen Toscano salvaguarda del fotógrafo mexicano
Jesús Hermenegildo Abitia Garcés, está compuesto por 1951 imágenes; de las cuales
755 corresponden directamente al tema de la Revolución Mexicana, la mayoría de las
cuales giran en torno a la figura de Álvaro Obregón, militar con el que tuvo una intensa
amistad y con el que aparece en algunas fotografías. La documentación sobre las
campañas militares de Álvaro Obregón es por sí sola muestra de la maestría
propagandística de Abitia. Así, puede verse una sucesión de documentos con los que
trata de idolatrar al líder y que lo consolidan como figura clave de la Revolución.
Desde los retratos de estudio, hasta los realizados en el campo de batalla, son todos
ellos un ejercicio de exaltación al Obregonismo.
Resulta interesante la forma en que Abitia confecciona la estrategia propagandística en
torno a Obregón. Precisamente porque uno de sus pilares va a ser la combinación de
cierta agresividad (violencia) con ciertos aspectos cotidianos. Es una técnica para
ofrecer una imagen moderada de una revolución que no tenía nada de templada sino
más bien de todo lo contrario. Hay documentos gráficos de este tipo, en los que la
violencia aunque está latente lógicamente se trata de desdibujar.
Hay una imagen muy interesante que se puede mencionar. Se trata de la número: 1864.
En ella se ve al general Álvaro Obregón comiendo con sus soldados ya sin mano. Es
una escena de relajo que deja, sin embargo, traslucir cierta violencia. La amputación de
su mano lleva de continuo al momento en el que tuvo lugar el incidente. Otras imágenes
sí van a referirse de forma clara a la forma en que Obregón perdió esa parte de su
cuerpo. En la número 76, sin ir más lejos, se va a tratar el tema. Este es el texto que
acompaña a la imagen, realizada en la hacienda Santa Ana del Conde (Guanajuato)
donde tuvieron lugar los hechos, mientras se enfrentaba con tropas al mando de Pancho
Villa: “jefes y oficiales del Estado Mayor del General Obregón conduciéndolo en una
camilla improvisada cuando una bala de cañón le arrancó el brazo”.
Pero, como para nivelar la presentación radical del acontecimiento, Abitia ofrece otra
imagen de la hacienda en la que fue atendido Obregón el 3 de junio de 1915, en la que
el espectador sólo puede ver un edificio solitario donde reina la calma y que, sin
embargo, está empañado por un relato violento. Se ve, por tanto, una modalidad de
manejo propagandístico del binomio: normalidad y violencia, que Abitia parecía
conocer a la perfección y que ponia en juego para dejar bien establecidos sus objetivos
ideológicos.
Abitia se descubre, por consiguiente, como uno de los fotógrafos de la Revolución
Mexicana que moldeó y combinó la normalidad y la violencia en sus fotografías para
conseguir unos objetivos estratégicos claros. En todo caso y, como ya se ha apuntado,
eso no quiere decir que sus imágenes no dejen ver la violencia, aunque sí que trataba de
moldearla y manejarla a su antojo. Es importante todo esto, porque aquí se pone en
evidencia una estrategia por lo demás utilizada por muchos de los fotógrafos que
retrataron el acontecimiento.
No obstante, la tragedia estaba en el aire y se filtraba desde los documentos
fotográficos. Entonces había que tratar de moldear y trabajar los elementos estéticos y
discursivos para generar una versión acomodaticia de unos hechos radicales. En esta
línea de manipulación, se encuadran también la serie de fotografías sobre la amputación
de la mano de Álvaro Obregón. Abitia en esa ocasión muestra en una de las tomas al
24. Doctor Enrique Osorio sujetando la mano cortada de Obregón en una escena dura, pero
alejada semánticamente del general al no aparecer la víctima misma en la fotografía.
Con la ausencia de Obregón y la presencia de su mano, refuerza también la imagen del
héroe. En otra de las fotos la mano aparece en solitario como despegada de todo cuerpo
y de todo contexto histórico, para pasar a ser el semblante de una manipulación casi
aséptica y de una mano que no se pierde del todo, porque está ahí para ser exhibida y
consumida visualmente en una fotografía o en un museo, como así sucedió. Atención,
por tanto, a este juego semántico que es definitivo para comprender el alcance de lo que
supone el legado fotográfico de la Revolución Mexicana.
La lealtad del fotógrafo Abitia con Obregón es una alianza hasta el final. Además de
bordar su imagen de líder, le acompaña en los momentos difíciles y en los últimos
momentos también. De tal forma que la idolatría hacía Obregón no termina cuando éste
es asesinado presuntamente por el cristero León Toral. La idolatría se vuelve a hacer
realidad en las fotografías que dedica al monumento de Álvaro Obregón. El monumento
es fotografiado durante su construcción y cuando ya ha sido terminado, como broche
final a su trabajo de asentamiento del líder en esa combinatoria simbólica de
cotidianidad y violencia.
Precisamente en lo que se refiere al capítulo de obras durante la Revolución Mexicana,
el acervo de Abitia que resguarda la Fundación Carmen Toscano, ofrece unas imágenes
de gran valor histórico y estético, que se prestan a interrelacionar con el propio contexto
de la Revolución Mexicana. En unas 200 fotografías es capaz de mostrarse como un
maestro de la fotografía arquitectónica, mientras vuelve a poner en evidencia sus dotes
de manejo persuasivo. Resulta hoy en día muy interesante pararse en estos documentos.
Imágenes de diferentes instalaciones y edificios de la Ciudad de México (donde Abitia
había instalado ya su estudio fotográfico y de cine). Así pueden verse fotografías del
Hospital Juárez, del Hospital General, del Hospicio y Manicomio General, entre otros
lugares. No se ve a personas en esas fotografías. Muchas de estas imágenes de obras
tienen que ver con la sanidad. Son espacios asépticos, limpios, nuevos, sin estrenar,
donde la enfermedad, los males, las penurias y las guerras no parecen tener cabida. Otra
parte de las fotografías está dedicada a la reconstrucción de edificios destruidos, y
creación de nuevos, como el mencionado de Álvaro Obregón, el dedicado a la misma
Revolución, etc.
26. Portada del Semanario Detectives,
1935
La ilustración del semanario mexicano: Detectives muestra el asesinato de una mujer
bella. Atravesado por un puñal, el cuerpo se enfrenta a la contundencia de la muerte;
mientras la belleza se pone en evidencia desde los rasgos físicos y la exaltación erótica
de la rigidez. Seducción y muerte se cruzan así de forma radical en la escenificación del
crimen. La violencia toma forma desde la teatralidad de todos los elementos: vestido
roto, sensualidad en la desnudez del cuerpo y la sangre estetizada que apenas recorre su
rostro. El simbolismo de esta imagen bien puede servir como punto de arranque para
afrontar un tema escabroso como es el del feminicidio en México y su tratamiento
fotográfico.
Como se verá, la realidad de los crímenes contra mujeres deja una estela de horror tal,
que pone en evidencia niveles inquietantes de impunidad. El papel que juega la
fotografía en esta terrible historia es también muy complicado. En principio, hay que
tener en cuenta que México es un país donde se publican fotografías con altas dosis de
violencia en periódicos de distribución masiva. Este tipo de publicaciones
sensacionalistas son conocidas con el nombre genérico de “nota roja”. Pero, en realidad,
la denominación de nota roja tiene que ver con el género periodístico que trata de
sucesos sangrientos y violentos. De esta forma, tenemos noticias de nota roja y/o
publicaciones dedicadas especialmente a la nota roja. En concreto, en el país mexicano
hay varios periódicos que publican habitualmente noticias y fotografías de nota roja.
Todos ellos incluyen en portada y páginas interiores todo tipo de fotografías
relacionadas con crímenes, suicidios, accidentes y sucesos truculentos de diversa índole.
La publicación de las imágenes de los cadáveres ensangrentados en la escena del crimen
son una constante en estos periódicos.
27. Portada del Diario La Prensa
Ejemplar del mes de marzo de 2009
En lo que respecta al caso de las asesinadas en Juárez, es indiscutible que ha tenido
mucha repercusión ante la opinión pública mundial, pero, todo sea dicho de paso, no ha
tenido muchas fotografías periodísticas ni mucho espacio de información veraz en los
medios de comunicación de México. Sin embargo, poco o nada se sabe de a situación
lamentable en la que se encuentra la mujer en ese país. Mueren muchas a diario a manos
de sus parejas y/o familiares. No se habla de ello ante la opinión pública, ni es normal
que se ofrezcan muchas estadísticas. Pero este año, con motivo de la celebración del día
de la mujer, algunos medios mexicanos han ofrecido datos escalofriantes sobre
realidades veladas, aunque conocidas. Pero estas informaciones no están acompañadas
de fotografías en las que se vea claramente la violencia.
Por ejemplo, en el periódico La Prensa podía leerse el 8 de Marzo de 2009:
Las disposiciones legales en Campeche, Tamaulipas y Michoacán castigan con sólo tres
días de prisión a quien asesine a una mujer por infidelidad conyugal o por “razones de
honor”, reveló el Instituto Nacional de las Mujeres. Y precisa que aunque estas
entidades representan los casos más críticos, este castigo se encuentra en nueve Códigos
Penales estatales del país, por lo que urgió a modificar las disposiciones del derecho
penal que ponen en riesgo el derecho a la vida, la libertad y la seguridad de la población
femenina.1
Evidentemente la legislación mexicana, vigente en muchos de sus estados, da muchas
facilidades a los hombres que quieran matar a sus mujeres. Pero no queda ahí la cosa.
Ese mismo día, el periódico El Universal se refirió a otro secreto a voces: las continuas
violaciones y muertes que sufren las mujeres a manos de taxistas y conductores de
autobuses; esta terrible situación se da especialmente en la Ciudad de México. La
noticia recoge datos escalofriantes:
La cifra de delitos cometidos en taxis se ha disparado y 90% de las víctimas son
mujeres, alertó Dilcya García, subprocuradora de Atención a Víctimas del Delito de la
28. Procuraduría capitalina, lo que explica que este tipo de transporte es el espacio público
más peligroso para ellas, particularmente en el Distrito Federal. La subprocuradora tiene
registros de taxistas que someten a pasajeras a golpes, las llevan a hoteles de paso,
abusan sexualmente de ellas y las abandonan agonizantes. “En algunos casos la
violación es tumultuaria”.2
A pesar de estos datos escalofriantes, la realidad es aún peor, ya que según esta misma
funcionaria: la mayoría de las víctimas opta por guardar silencio y tratar de olvidar, pero
en el remoto caso de que recurran al Ministerio Público, sólo denuncian robo, debido a
la hostilidad de los funcionarios y al trato que les dan3
.
Sobre la problemática de la utilización de la fotografía en estas noticias, hay que
destacar que ninguno de los dos periódicos muestra imágenes que reflejen con claridad
la violencia ejercida contra las mujeres. La Prensa, ha insertado una fotografía de una
mujer bebiendo en un vaso de plástico, que para nada remite a una situación de agresión
o similar; sino más bien a un contexto de normalidad. Hay que tener en cuenta que este
diario, como ya se ha indicado, acostumbra a ilustrar sus noticias y reportajes con
fotografías de la máxima violencia. Por tanto, existe una voluntad clara de ocultar la
situación de peligro letal en la que se encuentran estas mujeres.
El caso de El Universal pone en evidencia también ese oscurecimiento y, a pesar de la
exposición de los peligros de los taxis para las mujeres, inserta un vídeo cuya imagen
fija es de dos mujeres subiéndose en uno de estos vehículos; imagen que denota y
connota normalidad y no avisa, ni evidencia, el peligro real existente. El Universal no
tiene un contenido tan sensacionalista como La Prensa, ya que no es una publicación de
nota roja; pero eso no impide que publique de vez en cuando imágenes duras. En este
caso, el diario gubernamental del Partido de Acción Nacional (PAN, partido en el
poder) no pretende tanto reivindicar la situación de la mujer, sino asestar un golpe
político a Marcelo Ebrad, alcalde de Ciudad de México, que es del partico de la
oposición: Partido de la Revolución Democrática (PRD). Es decir, se trata más de una
estrategia política que de un avance de tipo social en la situación de la mujer mexicana4
.
Antes de pasar a hablar del caso de Juárez como paradigma real del desprecio con el que
se trata a la mujer, ofreceré unos breves antecedentes históricos de los crímenes en
México; en lo que respecta a la imagen fotográfica. De este modo, se llevará a cabo un
recorrido: de las imágenes de asesinatos en sentido general a los de Juárez en particular.
Entre lo mucho que se puede decir en este campo, me remitiré de forma escueta a dos
casos concretos: en primer lugar, la fotografía judicial de los años 40 y al caso de las
autoviudas.
Trabajos recientes como el de Jesse Lerner5
sobre las fotografías judiciales del archivo
Casasola de México (de los años 1920-40) ponen al descubierto la existencia de un
clima generalizado de violencia en la sociedad mexicana de la época; pero en el fondo
se detecta una mayor violencia contra las mujeres y grupos marginales (homosexuales,
prostitutas y drogadictos). El investigador americano ha establecido una tipología de
fotografías judiciales y ha prestado interés a las condiciones y medios en los que fueron
publicadas; así como ha establecido el contexto antropológico cultural e histórico en el
que se realizaron. En todo caso, como ya se ha visto, los propios archivos y periódicos
efectúan habitualmente una fase clara de censura. Y el material con el que trabajó
Lerner es de suponer ya estaba previamente censurado. Pero en su trabajo, subyace un
30. esposo, el general Moisés Vidal (…) La tragedia se desató una mañana durante el
desayuno, cuando el general Vidal le impidió a María Teresa leer el periódico, alegando
que "una mujer de su altura no necesitaba de eso". Intrigada, la reina de belleza tomó el
diario en un descuido de él, y leyó una nota en que se acusaba de bigamia a su supuesto
marido. Indignada, tomó el revólver del general, y a su regreso disparó el arma seis
veces, balas que entraron de lleno en el cuerpo del cónyuge.8
La contextualización de este caso con relación a la imagen fotográfica queda expuesta
en los siguientes términos, donde también se explica el desplome psicológico de la
acusada:
En su investigación, cita Monroy Nasr, quiero exponer cómo transcurre el juicio y cuál
es la presentación de ella, María Teresa Landa, porque su corporeidad de cuando gana el
concurso de Miss México en 1928, a un año después cuando está en el juzgado, es muy
diferente. Aunque es orgullosa y va impecablemente vestida –como recurso de
seducción del que se vale su defensor, el licenciado Lozano–, algunas fotografías nos
revelan momentos de quebranto, su cuerpo ya no responde a las exigencias9
.
La autoviuda María Teresa Landa en el juicio,
1929
La imagen de las autoviudas, aunque ha estado un tanto latente en estos años y se ha
visto como algo del pasado, de épocas menos avanzadas y represoras para la mujer; han
vuelto a tener cierto auge. En otra información, por ejemplo, publicada en el 2007 en el
diario digital: El Porvenir, se destaca en el titular: “Siguen casos de autoviudas a la
alza”10
. En el texto de la noticia se ofrecen algunos datos respecto a los crímenes entre
hombres y mujeres. En el periodo de 2000 a 2007 se dice que 168 mujeres fueron
asesinadas por sus maridos, frente a las 5 mujeres que en ese mismo periodo mataron a
sus maridos. Es decir, a pesar de estas estadísticas, este medio destaca el alza de las
autoviudas. La información es un tanto malintencionada, dado que lo destacable es el
31. número de hombres que asesinan a sus mujeres, frente a las escasas mujeres que
terminan con la vida de sus maridos.
Se decía con anterioridad, que resulta evidente la ausencia en los medios de
comunicación de fotografías e imágenes de las víctimas en el caso de las asesinadas en
Ciudad Juárez (Chihuahua), en las que se vea con claridad la violencia de que han sido
objeto11
. Esta significativa e hiriente ausencia, ha hecho que proliferaran imágenes de
orden simbólico, artístico, pero también de denuncia de estos asesinatos. Es curioso que
incluso los trajes negros de autoviudas fueran utilizados después para realizar protestas
populares en denuncia por esos crímenes. En síntesis, las fotografías que se analizan
aquí sobre esta tragedia (que se refieran a ella de forma directa o indirecta) son
importantes por diversas cuestiones.
En primer lugar, porque se trata de documentos de un genocidio que esconden uno
mayor: un feminicidio más generalizado en México. O, lo que es lo mismo, el estado de
sitio en el que se encuentran los derechos de las mujeres en ese país. Y, por extensión, la
vulneración de derechos a la población mexicana en general, con sueldos miserables y
casi sin posibilidad de acceso a compra de alimentos, vivienda, etc. El problema del
feminicidio, por tanto, está bien contextualizado en una esfera de corrupción política de
proporciones inconmensurables y que causa estragos también en las mujeres; en una
sociedad donde el hombre se caracteriza por su condición de “macho”. Una sociedad
contemporánea en México donde los gobernantes ejercen ellos mismos la violencia
contra sus ciudadanos, facilitando así el aumento de la delincuencia, a través de sueldos
miserables.
En segundo lugar, porque plantean el debate sobre la no publicación de documentos
visuales de alto contenido violento sobre las mujeres asesinadas, en un país en el que la
publicación de fotografías duras es un hecho más que evidente. Es decir, el papel de los
medios y el fotoperiodismo en esta tragedia. En tercer lugar, porque la ausencia de
fotografías e informaciones sobre los hechos ha hecho que proliferaran otras
manifestaciones de índole fundamentalmente artística: exposiciones, imágenes
simbólicas, etc; con la finalidad de dar protagonismo a un tema que estaba oscurecido.
En cuarto lugar, porque es un cruce radical entre el cuerpo del deseo, el cuerpo
ideológico y el cuerpo científico: el cadáver. Es interesante, por ejemplo, como el
cadáver de ficción se convierte en objeto artístico en las performances que realizan en
México, en honor a las asesinadas.
A continuación, se analizarán algunas de las fotografías más espectaculares, que
corresponden con el momento en que los cadáveres de las asesinadas son descubiertos
entre la arena del desierto. Han sido extraídas de la web:
www.notaroja.espacioblog.com. Las imágenes aparecen publicadas en el site dentro de
un artículo dedicado a asesinos en serie. En el texto se dice, entre otras cuestiones, lo
siguiente: El desierto de Chihuahua se convirtió en un cementerio clandestino; los
cuerpos de muchas mujeres aparecieron ahí, semienterrados y quemados por el sol12
.
33. investigaciones de los crímenes, que comenzaron en 1993 y que se han cobrado unas
500 víctimas.
También Walter Benjamin se preocupó del tema del crimen cuando formuló en su
ensayo sobre la violencia y su relación con la ley y la justicia: El significado de la
distinción entre violencia legítima e ilegítima no es inmediatamente obvia 14
. La crítica
de Benjamin, del texto completo, pone en evidencia los mecanismos de control social, a
través del aparato judicial y del sistema de creencias; reivindicando una politización de
la tragedia y exigiendo responsabilidades. Estas reflexiones sobre la violencia le acercan
a Nietzsche:
Allí donde, de alguna forma, la voluntad de poder decae, hay también siempre un
retroceso fisiológico, una décadence. La divinidad de la décadence, castrada de sus
virtudes e instintos más viriles, se convierte necesariamente, a partir de ese momento, en
Dios de los fisiológicamente retrasados, de los débiles. Ellos no se llaman a sí mismos
los débiles, ellos se llaman “los buenos” (…) El Dios bueno, lo mismo que el diablo:
ambos, engendros de la décadence.15
Pero, de este cúmulo de imágenes que surgen a la luz de la tragedia conformando un
bloque de significaciones de diversa índole, existen algunas relacionadas con las
expresiones artísticas. En las fotografías de performances se pone en evidencia la
crueldad de los crímenes a través de una puesta en escena radical. Por ejemplo, el
trabajo de Virginia Serrano Olivos, publicado en la web: multimagen.com, consta de
imágenes (la web incluye 6 fotografías) en las que se documenta una performance que
escenifica la presentación de los cadáveres de las víctimas, expuestas como si se trataran
de animales recién sacrificados; detrás de los cuales se ven unos mapas en los que
presumiblemente fueron localizadas las víctimas. También se ve a los médicos
examinando a las muertas, trasladando los cadáveres. Público e imágenes en el suelo
completan la escena. En fin, en la performance se critican no sólo los asesinatos sino
también la forma en que se llevan a cabo las investigaciones y los trabajos forenses. Por
tanto, tenemos un importante cruce del cuerpo del delito, con el cuerpo artístico y con el
cuerpo científico; representado de forma unitaria en esta escenificación a través de una
víctima de ficción, no real.
Sergio González Rodríguez ha escrito un libro: Huesos en el desierto, en el que publica
un trabajo de investigación sobre el tema. Es un libro interesante y, en este caso
particular, es imprescindible no sólo por los datos que aporta, sino también por el modo
en que se refiere a las fotografías. El libro incluye testimonios importantes de
inculpados, familiares de víctimas y profesionales que han participado en las
investigaciones. El autor pone en evidencia el escaso interés de las autoridades
mexicanas por atrapar a los verdaderos culpables, esclarecer los crímenes y atender los
nexos de unión entre ellos; al tiempo que expone como se han ido desarrollando los
hechos, las investigaciones y las reacciones de las autoridades competentes en cada
caso.
Entre otras cuestiones, recoge las declaraciones de David Trejo Silecio, médico forense
que trabajó en los casos al principio: las fotografías testimoniales eran, casi siempre,
inútiles o inservibles por estar mal enfocadas y mal iluminadas –los detalles para un
patólogo criminalista resultan fundamentales– , cuando no carecían incluso de los
números de averiguación previa. Resultaba imposible en algunas de ellas saber a qué
34. cuerpo pertenecían, afirmaba, al mismo tiempo que extendía, para demostrar su dicho,
copias de aquellas imágenes incluidas en los expedientes de los casos del verano y el
otoño de 199516
.
La conclusión es clara: la confusión en el tratamiento policial encuentra aquí un reflejo
en las fotografías desenfocadas. En este caso, por tanto, el descubrimiento de la verdad
para el forense se vuelve una tarea difícil. Es importante todo esto para poner en
evidencia la importancia del documento fotográfico en la investigación judicial y
científica de los asesinatos.El doctor Trejo Silecio desplegaba sobre su escritorio,
contundente y profesoral, aquellas fotografías que mostraban cuerpos deshechos a la
intemperie. Imágenes tremebundas17
.
Hay otras referencias destacadas en su ensayo, que tienen que ver con las fotografías de
las fallecidas en el contexto de las investigaciones. De este modo, nos informa de que se
tomaban aproximadamente 25 fotografías al cadáver y de cuestiones más obvias como
del predominio de las fotografías con tomas frontales para los volantes de búsqueda; así
como de la forma en que la policía va mostrando a los habitantes de la zona las
fotografías de las mujeres, en retratos de cuando estaban con vida, para saber si las
vieron y en qué circunstancias antes de sus misteriosas desapariciones.
Resumiendo, por tanto, se trata de documentos de un genocidio que esconden uno
mayor: un feminicidio más generalizado en México. Los crímenes de Juárez también
han servido para poner en evidencia la forma en que se culpabiliza injustificadamente a
la víctima: Al llegar nos dimos cuenta de que las propias autoridades o la gente,
difunden la idea de que a las mujeres les pasa aquello porque se lo buscan18
. También se
ha visto como la ausencia de fotografías e informaciones sobre los hechos ha provocado
la proliferación de otras manifestaciones artísticas; con la finalidad de dar protagonismo
a un tema que estaba oscurecido. Por último, ha quedado claro que estas fotografías
representan un cruce interesante entre el cuerpo del deseo, el cuerpo ideológico, el
cuerpo científico y el judicial; entre otras configuraciones.
GRACIELA ITURBIDE: PESADILLAS
SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE
Reseña de la exposición fotográfica retrospectiva de Graciela Iturbide en la Fundación
Mapfre de Madrid.
40. está ante sus ojos. Es decir, no es una fotografía automática, pero sí una naturaleza
automática y pasional.
Se llega así a la conclusión de que el elemento pasional es también un matiz importante
de sus imágenes. Su mirada antropológica va del ritual hasta las sensaciones más
íntimas de los personajes que no puede dejar de fotografiar, aunque para ello tenga que
irrumpir en espacios donde domina la muerte, lo indómito o la decadencia.
WEEGEE'S NEW YORK
Marginalidad, delito y límites estéticos
Reseña de la exposición fotográfica: Weegee's New York en la Fundación Telefónica de
Madrid.
El otro día vi en la televisión una fotografía impactante: el rostro de un niño que oía por
primera vez. Era una fotografía antigua, extraída del ámbito científico. Su expresión no
era sólo la expresión de la sorpresa, porque en algún punto de su rostro algo me llevaba
al escenario de la locura. De la locura que supone pasar del silencio al sonido. Pensé
entonces que algo de esto pasa con las fotografías de Weegee. Si no locura, sí trauma.
Son imágenes que sugieren la confusión de las acciones y de los sentimientos.
Realmente fue un descubrimiento para mí observar como un fotógrafo de sus
características se mueve siempre en el abismo temático; en ese punto en los que los
temas derrapan y caen a otro sitio distinto al que se supone deben estar. Hasta que no vi
la exposición que le ha dedicado la Fundación Telefónica no percibí su particular
exploración fronteriza del lado oscuro, ni sus peculiaridades o rasgos.
Realmente, Weegee (Arthur Felling) no es sólo un fotógrafo de sucesos como se ve a
través de las 280 obras pertenecientes a la colección privada de los suizos Michel y
Michèle Auer. Pero sí es un fotógrafo de sucesos en un sentido que supera lo
estrictamente periodístico o documental. Contextualizado su trabajo en un momento
histórico de actuación de las vanguardias, pero también de la fotografía documental,
muestra una herencia americana y europea que sitúa su trabajo en un ámbito universal;
pero eso sí bien ceñido a las imágenes robadas a la ciudad neoyorkina en los años 30 y
40. Es decir, su valor genuino y apegado a la sociedad norteamericana de la época está
bien atado a una situación general. Sus fotografías, por tanto, forman un puzle
importante para la historia de la fotografía, entre otras razones porque el suceso y sus
protagonistas comienzan a tener importancia también desde su presentación visual.
Sobre todo porque son personajes colocados al borde de algún tipo de abismo. No sólo
se documenta la realidad, sino que se exploran los límites de las situaciones y de los
personajes que toman fuerza y se debilitan en el caos.
La confusión que a veces acarrea el sufrimiento está en muchos de los rostros que
fotografía. Es el rol del observador el que está en juego, también en los límites de la
locura o en los pasillos de transición a lo insólito e indómito. Es el lado salvaje de lo
social lo que barrunta, tanto si proviene del poder como del individuo en particular. En
alguna medida claro. Porque no es el instante netamente decisivo sino el que está un
poco más atrás o un poco más adelante. El patinaje estético que mencionaba antes. Sí es
el suceso pero rodeado de muchos más elementos.