1. ALEGRÍA MUSTIA
Para poder comprender la majestuosidad de Jesús como hombre, hay primero que preguntarse si
los amigos pueden hablar de una persona con esa alegría (libre de toda sugerencia hipócrita) con
la que los evangelistas describen la vida y las enseñanzas de Jesús, hablan de Jesús como aquel
que se fue y no volvió.
¿Quién de vosotros ha escrito de un amigo en tal manera como los evangelistas escribieron sobre
Jesús? muy pocos, pero convencidos de tal forma, sin más devoción que promulgar la verdad del
no daño, del sacrificio, del ayudar, la verdad del bien, la verdad del amor; ninguno. Ninguno habla
de un amigo así, simplemente porque unos los han defraudado, otros los han cansado, otros los
han traicionado pero ante todo, ninguno los ha convencido.
Jesús, él pudo convencer de su Verdad, lo pudo porque se enfrento con su manto de amor, ese su
Dios, al mundo y sus demonios, sobre todo a la hipocresía, es el demonio más difícil para el amor.
Los apóstoles hablan de Jesús con la alegría de quien se encuentra con el amigo que siempre quiso
encontrar, que mientras vive junto a ellos sus día fueron de continua enseñanza, todo se aprendía
fácil, el mensaje era esperanzador, nunca nadie les había hablado con tal convicción con tal fuerza,
con tal poder, no había nada mejor que escuchar y aprender del maestro, por eso sólo se aprendió
en la fe del Cristo, se aprendió de un Salvador, de un Dios y no de un hombre.
Yo no pongo en duda su existencia, sería enredar mucho más a la razón.
Su resurrección es el misterio, ¿por qué no hay escritos de que no resucitó?
Para entender este misterio, hay que encontrar esencia en las palabras de los apóstoles, hay que
encontrar el ritmo de su escritura para comprender la esencia de su voz, su sentir. Sus relatos
todos son dados con alegría mustia, esa que se siente cuando un ser querido descansa después de
un suplicio. Se fue y dijo que volvería, pero inevitablemente no volverá.
No volverá porque ese destino trazado es sólo para aquel que se convenza a sí mismo como el hijo
de Dios, conocedor de todo cuanto acaece después de la muerte, ese quien conoce el cielo, el
paraíso, ninguno de ustedes mortales de fe, tienen la suficiente para convencerse a sí mismos de
lo que son, ni si quiera de lo que creen ser. Ninguno de ustedes con esa fe coja que profesan
podrían si quiera comprender al hombre.
Jesús, en cambio comprendió la angustia del hombre en su existir, sus tribulaciones y la injusticia
reinante desde los comienzos de la razón hasta nuestros días. Esa era su puerta de entrada, esa
era la puerta que abría la posibilidad de su esperanzadora enseñanza hacia el amor, hacia el
paraíso.
Esa fue su fe, la fe a ese Dios que él llamó Amor y nos otorga la Paz... él mismo lo dijo, “no hay
amor más grande que aquel que es capaz de dar la vida por un amigo”. Y así en su convencimiento
murió por lo que era su verdad. Él vivió y murió para el amor, era el hijo del amor, era el hijo de
Dios.
2. Luego de su muerte, son sólo los recuerdos de esa alegría estando junto a él, su calor. Sus
recuerdos son las palabras que plasman en el papel, sus palabras no se plasman viviendo la alegría
estando junto a él. La alegría de su fe, se escribe con la esperanza de la paz sin armas, con la
verdad del amor, con la esperanza de una vida después de la muerte, la alegría de su fe huele a
tristeza, basta sólo leer las cartas de los apóstoles para encontrar esa tristeza, esa alegría mustia.
Ellos los apóstoles también murieron por el Cristo, que triste, no por el hombre.
Jesús es el hombre, Cristo es la fe, Jesús ya murió sus enseñanzas cambiaron al mundo, Cristo es el
mercadeo inmortal de las enseñanzas de un dios que te ama pero que permite que el hombre de
poder mienta, asesine y esclavice a su pueblo hablando, pronunciando su nombre, el Cristo
necesita de la fe para seguir siendo inmortal, para seguir siendo Dios ante los ojos de la fe, la
eterna fe en el amor, ese el grado sumo de la pureza del bien. La fe y la esperanza de un cielo o
como se le quiera llamar hacen al mentiroso titiritero y al hombre de fe títere
Cuando Jesús se refiere a que todos debemos ser como niños, es porque la fe verdadera, esa
extrema convicción de que Dios nos ayuda, sólo es posible desde la inocencia del niño. En el
momento mismo en que se pierde la inocencia, cojea la fe, la fe siempre debe ser limpia, a la más
pequeña mácula se convierte sólo en un gancho más de la manipulación del hombre por el
hombre y para el hombre.
Jesús enseñó al hombre a afrontar las desdichas con esperanza, enseñó que hay que vivir con la
esperanza del Cielo. La historia del hombre la construye el hombre, no Dios. Jesús hace parte de
esa construcción de la historia, al igual que yo, al igual que cualquiera que se atreva a pensar y a
actuar, cualquiera que no se deje adormecer ni por la fe, ni se deje seducir por el placer del dinero,
puede ir en busca de largos momentos de tranquilidad para la vida del hombre, puede ir en busca
de mejores condiciones para el ser humano... la tranquilidad en esta vida, en esta realidad que
termina con la muerte, no es para siempre y nunca lo será.
Este sistema que comercia y manipula con la fe en Dios y halla culpables por doquier para limpiar
el círculo nefasto de la mentira disfrazado como una neblina en la concepción del bien, y
acrecienta la verdad del poder, la verdad del caos, la verdad de la esclavitud. Este sistema debe
desaparecer para que se reconozca a Jesús como hombre, uno más de nosotros y no una
hibridación divina, para que se comprenda que el hombre es el único que construye su historia y
que Dios es sólo el creador.
A Jesús mi reverencia como hombre, un hombre de convicciones, un hombre de sabiduría. Todo
Jesús es increíblemente majestuoso como hombre, pero como Dios, ese Dios de amor sólo es y
será posible después de la muerte, en esta nuestra realidad el amor seguirá siendo la más bella
utopía nunca antes soñada, ese manto de amor, esa tranquilidad, esa paz sólo podría ser asequible
en la muerte y no en la vida. A Cristo mi rivalidad en el mercantilismo y manipulación que de ello
se ha hecho por parte de los hombres, en el reclutamiento y adormecimiento de hombres en la fe,
¿qué tanta fe se necesita para agradar a Dios? El mundo no cambiará con la fe en Cristo, el mundo
no cambiará adorando al Señor. Esto, hombres de fe es un reto, el mundo cambiará con la razón
entendida, la razón se encargará de segar a la fe contradiciéndola una y otra vez, haciendo que
tropiece una y otra vez con la misma piedra, la fe no tiene argumentos con qué enfrentar a la
razón del anticristo, ni la fe, ni ninguna otra concepción trascendentalista acuñada en
transformaciones de energía.
3. Jesús hombre puro, con una convicción noble pero cumpliendo un destino trazado, hombre que
vivió en su verdad y murió para ella, entregado completamente a su verdad de amor, a su Dios El
Amor.
Soy el anticristo, no el anti-Jesús
Carpe Diem et Memento Mori