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RARD^ffiNDE
La sociedad
no es una familia
Del psicoanálisis al sociopsicoanalisis
PAIDOS
Grupos e Instituciones
La sociedad no es una familia
Gerard Mendel
La sociedad
no es una familia
Del psicoanálisis
al sociopsicoanálisis
^
PAIDOS
Buenos Aires - Barcelona - México
Título original: La société n'est pas unefamiUe.
De la psychanalyse á la sociopsychanalyse
Editions La Découverte, Paris
© Editions La Découverte, Paris, 1992
ISBN 2-7071-2129-0
Traducción de Beatriz López
Supervisión técnica de María José Acevedo
Cubierta de Gustavo Macri
la. edición, 1993
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
Copyright de todas las ediciones en castellano por
Editorial Paidós SAICF
Defensa 599, Buenos Aires
Ediciones Paidós Ibérica SA
Mariano Cubí 92, Barcelona
Editorial Paidós Mexicana SA
Rubén Darío 118, México, D.F.
La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada,
escrita a máquina, por el sistema "multigraph", mimeógrafo, impreso, por fotocopia,
fotoduplicación, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier
utilización debe ser previamente solicitada.
ISBN 950-12-3247-6
ÍNDICE
Introducción: De la aporía social del psicoanálisis a
la psicología social como aporía 11
Primera parte
La intervención sociopsicoanalítica
(1971-1992)
l.Los psicosociólogos o la intervención prohibida 31
2. La intervención sociopsicoanalítica actúa sobre
el contenido del trabajo 44
3. Una intervención prolongada en la empresa: la
Sociedad de Transportes Públicos, en Poitiers 57
4. El funcionamiento del dispositivo desde 1986
en la Sociedad de Transportes Públicos 67
5. Una intervención prolongada a partir de 1984:
el aprendizaje de la expresión colectiva de los alumnos
en 150 cursos de enseñanza secundaria 89
6. Una intervención, en curso desde 1989, en un
instituto piloto de reeducación psicoterapéutica y
profesional para adolescentes 104
7. Una observación en el terreno: los operadores de
conducción de los tramos nucleares (1988-1989) 115
8. Acerca del individuo comprometido aisladamente
en las relaciones sociales 133
9. Donde se demuestra que no basta con apropiarse
LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
colectivamente de su acto para situarse dentro de
la dimensión psicosocial 141
10. Las relaciones sociales en el trabajo y en la sociedad.... 148
11. Algunas dificultades de nuestra práctica 162
Segunda parte
El movimiento de apropiación del acto
y la psicología social
12. El movimiento de apropiación del acto o una
nueva concepción del poder 173
13. Acerca de la poca valorización intelectual del
acto humano 189
14. El movimiento de apropiación del acto frente
al psicoanálisis 203
15. Lo que les cuesta a los sociólogos la negación
de la psicología social del sujeto 218
16. Autoconstrucción del sujeto e interacciones 229
17. Tres psicologías, un solo sujeto 245
18. ¿Qué es la psicosocialidad? 260
Apéndice. Sobre la evolución del sociopsicoanálisis 284
Bibliografía .291
índice de nombres 297
Agradezco a la profesora liaría José Acevedo,
de la Facultad de Psicología de la Universidad
de Buenos Aires, quien conoce bien mi trabajo,
por haber aceptado revisar la traducción.
GERARD MENDEL
INTRODUCCIÓN: DE LA APORIA SOCIAL DEL
PSICOANÁLISIS A LA PSICOLOGÍA SOCIAL
COMO APORIA
Según la opinión general, la disciplina denominada psicología
social abarca un campo bastante ambiguo. Sin duda, los productos
que se ofrecen bajo ese rótulo son numerosos, atractivos y varia-
dos. Incluyen desde las encuestas de opinión hasta las estadísticas
sociales, desde los comportamientos en el trabajo hasta la evolu-
ción de las mentalidades, desde complejas experiencias de labo-
ratorio hasta el estudio del funcionamiento de los pequeños gru-
pos o las conductas sociales en el terreno.
Sin embargo, esta disciplina evidentemente no ha logrado
desarrollar lo que sería su finalidad natural, y que comprende dos
modalidades:
- Modalidad 1: construir un verdadero modelo de psicología
social, con una génesis y diversas etapas de maduración; describir
los procesos psíquicos que le sean propios, una lógica de fun-
cionamiento específica; encontrar posibles conflictos internos,
describir disfunciones...
- Modalidad 2: el modelo así construido debe referirse a un
sujeto singular pues, por definición, no puede existir una psico-
logía que no sea del individuo.' Esa perspectiva da por sentada la
' En este sentido, cada vez que escribimos "psicología social del sujeto" cometemos
un pleonasmo. Empero, está tan arraigada la costumbre de hablar de psicología social
sin tomar en cuenta al sujeto que sin duda más vale usar un pleonasmo que suscitar un
equívoco. De igual modo, el término sujeto se encuentra con tanta frecuencia mal
utilizado, como si se refiriese a un sujeto colectivo, que no vacilaremos en emplear una
expresión también pleonástica —sujeto singular— una cierta cantidad de veces a fin de
señalar que para nosotros el sujeto es únicamente individual.
12 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
existencia de una práctica metódica dentro de la cual el observa-
dor puede ir del sujeto a la teoría y de la teoría al sujeto.
En la actualidad, hay sólo dos psicologías que merecen ser
llamadas así en el sentido estricto del término: la psicología
psicoanalítica y, desde hace algunos años, la psicología cognitiva
(del sujeto) que ha comenzado a desarrollar André Giordan en
Ginebra.
Lo que Francois Bresson escribía en 1982 sobre la psicología
social, tras una extensa revisión de sus trabajos y publicaciones,
sigue teniendo vigencia en 1992: "Si investigadores excelentes,
inteligencias evidentemente esclarecidas, no han logrado aportar
resultados dignos de señalarse, es porque en la concepción misma
de esta disciplina hay una falla epistemológica sobre la cual es
preciso interrogarse".^
En consecuencia, vamos a interrogarnos. No obstante, trata-
remos también de proponer elementos de respuesta a partir de una
práctica de más de veinte años en ese sector puntero de la
psicología social que es la psicología del trabajo.
Antes, para empezar, conviene definir la ubicación y la proble-
mática de la psicología social en referencia a su principal (e
hiperdesarrollada) compañera, la psicología psicoanalítica, de la
cual se verá que es además el complemento insoslayable.
LA APORIA3 SOCIAL DEL PSICOANÁLISIS
Obsérvense las condiciones que presiden el establecimiento de
lo que se denomina el "encuadre" de la cura psicoanalitica,"* y cuya
presencia es necesaria para el desarrollo del proceso analítico.
Todo se hace evidentemente de modo que el paciente que se tienda
sobre el diván abandone su naturaleza social y se sitúe fuera del
campo de las relaciones sociales.
^ Bresson, Frangois: Rapport intermédiaire sur Vétat de la psychologic sacíale.
Mission Godelier, 1982.
^ Aporía: impasse (no paso: a=no, poroí=paso),
'' Sigg, B. W.; Les Murs de la psychanalyse, conditions de la pratique. Messidor/
Editions sociales, París, 1990.
INTRODUCCIÓN 13
No obstante, ciertas relaciones sociales —no interpretadas en
cuanto tales— siguen ejerciendo sus efectos durante el análisis.
Se trata de las relaciones ligadas a la diferencia entre los sexos y
a las distintas categorías sociales a que da origen; las que derivan
de la relación del dinero con la cura; las que son generadas por la
categoría social general del psicoanalista en nuestra sociedad, y
las relacionadas con la condición particular de cada uno de ellos:
notoriedad social, marco social en el cual ejerce, etcétera. En la
medida en que esas relaciones sociales no serán jamás reconoci-
das ni especificadas como tales por el analista, serán recodificadas
en el interior del discurso analítico y perderán su especificidad
social, de lo cual se deriva innegablemente un efecto de desrea-
lización social del análisis.
En ese caso se produce el pasaje del ámbito llamado psicosocial
al psicofamiliar. Por ejemplo, la regla social de dominación
masculina y los discursos de la mujer referidos a esa condición,
serán interpretados según el concepto de "envidia del pene", y esa
interpretación tenderá más a reforzar que a atenuar las fantasías
de la infancia en ese sentido; la relación con el dinero será
interpretada como fantasía de "castración simbólica"; el status
social del psicoanalista, cuando de él se trate, será considerado
únicamente en relación con el conflicto edípico, y como prueba de
la asimetría inevitable de la relación padres-hijos.
En lo que se refiere a las inscripciones psíquicas del paciente
correspondientes al pasado de sus antiguas relaciones sociales, el
encuadre analítico asegura su recodificación en esa otra dimen-
sión psicofamiliar, al igual que en el caso de las relaciones
sociales actuales que persisten durante la cura (sexo, dinero,
status social). De este modo, ninguna relación social actual o
pasada se manifestará en el paciente con una fuerza y una
especificidad tales que puedan llegar a perturbar el funciona-
miento del proceso analítico dentro de la dimensión psíquica
particular que estudia el psicoanálisis.
Además, el correlato de "decir todo" es "no hacer nada". Fuera
del discurso, toda otra actividad del paciente está prohibida, y
será interpretada sistemáticamente como desviación de la regla
fundamental y en términos de acting-in o de acting-out. La po-
sición recostada, la habitación silenciosa, la luz tenue propician
por lo demás la regresión en un triple plano: temporal (hacia el
14 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
pasado de la infancia), tópico (hacia el inconsciente) y formal
(hacia el mundo de la fantasía).
De esa manera, en el caso de la cura psicoanalítica, sin duda
nos encontramos en condiciones de observar directamente al
sujeto singular, pero a un sujeto que está situado deliberadamente
fuera de las relaciones sociales. El sujeto en el diván experimenta
una regresión hacia un funcionamiento psíquico en el cual la
fantasía inconsciente y la pulsión —ninguna de las cuales son
observables directamente— van a poder manifestarse con una
potencia acrecentada a través de un discurso asociativo al que se
le pide, además, sacrificar su intencionalidad habitual: "Diga las
cosas como le vienen a la mente y en el momento en que se le
ocurran, aun cuando le parezca que no tienen interés alguno o que
no tienen relación con lo anterior, o aunque no entienda por qué
aparecen en este momento". En lo que respecta a la intencionalidad,
lo que se intenta reducir no es tanto el funcionamiento actual de
la dimensión psicosocial como el de la psicología cognitiva.
Los procesos psíquicos descriptos por la psicología psico-
analítica se encuentran hiperactivados en el diván. Hemos adqui-
rido el hábito de hablar de psicología psicofamiliar (o famíliaris-
ta) para caracterizar la dimensión de la psicología inconsciente.
No porque pensemos que las fantasías inconscientes o las pulsio-
nes son originalmente "familiaristas", sino porque la manera en
que se expresarán en el diván, que será aquella en la que van a
poder observarse, siempre está caracterizada por la referencia a
la "trayectoria familiar", con sus identificaciones (parentales) y
sus conflictos (preedípicos y edípicos).
En síntesis, la personalidad psicofamiliar se manifiesta al
observador (el psicoanalista) al quedar fuera de juego, del modo
más completo posible, las relaciones sociales. De lo cual deriva,
entonces, y por definición, la aporía social del psicoanálisis,
puesto que éste se inflige metodológicamente a sí mismo la
incapacidad de estudiar las cuestiones relacionadas con la psico-
logía social del sujeto; reside también en ello su condición expre-
sa de funcionamiento. Y, dejando de lado algunas correcciones
no muy numerosas que pueden aportarse a pesar de todo a lo que
es la tradición clásica de la cura, no puede ser de otro modo a
riesgo de desvirtuar el desarrollo del proceso analítico.^
' Mendel, Gérard; La Psyihanalyse revisitée. La Découverte, París, 1990.
INTRODUCCIÓN l.-i
LA APORIA DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL
Como se acaba de ver, existe una verdadera psicología del
sujeto, pero que no es eficaz, es decir, sólo permite observar el
psiquismo (cierto psiquismo) a condición de excluir lo social. Esa
psicología es el psicoanálisis.
Si en la actualidad se quiere replantear los problemas generales
de la psicología social, convendrá empezar por el principio y
examinar primero los dos términos que componen su denomina-
ción —psicología, social—: después, como es lógico, cabe veri-
ficar si esa asociación resulta compatible.
Previamente habíamos afirmado que no podría existir otra
psicología que no fuese la del sujeto singular. En efecto, se puede
hablar con todo derecho de movimientos, de discursos colectivos
en un grupo; se puede mencionar también las mentalidades co-
lectivas, como resultante en una época determinada de la evolución
de elementos idénticos, culturales e ideológicos que se manifies-
tan en los psiquismos individuales. Pero la psicología en sí es el
estudio del psiquismo. Por consiguiente, no sería posible que
hubiese una psicología social colectiva, a menos que existiese un
psiquismo colectivo y, en ese caso, necesariamente, un sustrato
anatómico colectivo. Ahora bien, hasta ahora jamás se ha visto
que haya cerebros conectados en serie y funcionando de ese
modo. El sustrato material del pensamiento siempre es individual.
Durkheim ha abordado este problema en los mismos términos
y, para decirlo sin rodeos, se estrelló contra él. Es sabido, en
efecto, que quiso fundar el concepto de conciencia colectiva de la
única manera concebible, es decir, tratando de mostrar que su
sustrato material realmente podía existir, que el concepto de un
cerebro colectivo no era para nada absurdo, dado que era posible
observar su existencia y sus manifestaciones. Detengámonos un
instante en este punto pues no es poco lo que está en juego.
En 1898 Durkheim desarrolla un extenso argumento^ que retoma
tal cual en 1912'' para defender la idea según la cual los indivi-
' Durkheim, Emile: Representations individuelles et representations collectives,
PUF, París, 1908.
' ídem: Les Formes élémentaires de la vie religieuse, PUF, París, 1912, págs. 3K6-
390.
16 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
duos serían a la conciencia colectiva lo que las células cerebrales
del individuo son a la conciencia individual. Pero antes había
tenido que presentar la propuesta según la cual el psiquismo
individual podía existir sin depender, temporal y espacialmente,
de la actividad de las células cerebrales que lo producían.
De ser así, entonces también podría existir un psiquismo
colectivo que funcionara del mismo modo, es decir, desconecta-
do en el tiempo y el espacio de los cerebros individuales que le
dieron origen. En consecuencia, el hiato espacial entre los dife-
rentes cerebros humanos individuales en funcionamiento ya no
planteaba más problemas, porque habría existido el prece-
dente de un hiato espacio-temporal idéntico entre el cerebro
individual y su psiquismo: "Cada estado psíquico se encuentra
así, frente a la constitución propia de las células nerviosas, en las
mismas condiciones de independencia relativa en que se en-
cuentran los fenómenos sociales frente a las conciencias indivi-
duales [...]".*
Desde esa perspectiva, la sociología se convierte en una ver-
dadera psicología colectiva y no es otra cosa que eso: "La
psicología colectiva es la sociología en su totalidad".^
Aparte de que el argumento de Durkheim, por muy riguroso
que pretenda ser, parece en gran medida capcioso, los avances
actuales en materia de imaginería cerebral (¡aunque desde luego
no permiten ver el nacimiento de los pensamientos!) demuestran
que no existe un funcionamiento psíquico en solución de conti-
nuidad con la actividad cerebral. En consecuencia, esos avances
descalifican la petición de principio de Durkheim según la cual:
"[...] [el estado psíquico] para mantenerse no tiene necesidad de
estar perpetuamente sostenido y como recreado sin interrupción
por un aporte continuo de energía nerviosa". •''
Por consiguiente, no existe ni puede existir otra psicología que
la del sujeto singular. La psicología es el estudio del (o de los)
psiquismo(s) de un sujeto.
* ídem: Representations individuelles op. cit., pág. 30.
' Ibidem: pág. 37.
'" Ibidem: pág. 30.
INTRODUCCIÓN 17
¿Quiere decir que en un pequeño grupo situado en ciertas
condiciones no podrían existir movimientos psicológicos que se
desarrollasen colectivamente? Es innegable que esos movimien-
tos colectivos existen. Pero, lógicamente, habrá que referirlos a
los psiquismos individuales que interactúan unos con otros, de los
cuales sólo representan formas de asociación y elaboración. Una
elaboración colectiva de ese tipo podrá permitir que, por ejemplo,
sean perceptibles a la observación los procesos psíquicos que, si
no hubiesen pasado del plano individual, permanecerían en esta-
do latente y, por eso, no habrían podido ser percibidos. En
síntesis, no podría existir nada en la representación colectiva de
un grupo que no existiese ya en germen, más o menos desarrollado
en el individuo, como representación individual." Pero esta úl-
tima puede ser llevada a un grado de existencia cuantitativamente
(y no cualitativamente) diferente (una intensidad mayor) por el
juego de las interacciones individuales. Ese es el fundamento
epistemológico de nuestro método de intervención psicoso-
ciológico: llegar indirectamente a la psicología social del sujeto
gracias al estudio de los movimientos colectivos en un grupo
determinado.
Asimismo, puede plantearse la hipótesis de que si Durkheim no
se ha orientado en esa dirección ha sido debido a la connotación
sumamente peyorativa que en su época tenía el concepto de
colectivo, tanto si se trataba de aquellos de grandes dimensiones
—la multitud— como de los pequeños —el grupo— (en esa época
no se distinguía demasiado bien entre los dos). De La psicología
de las multitudes (1895) de Le Bon a Psicología de las masas y
análisis del yo (1921) de Freud existe una coincidencia total en
lo atinente a considerar que el individuo agrupado se ve empobre-
cido por ese hecho y disminuido con respecto a lo que puede
pensar, experimentar o realizar cuando está solo. Será preciso que
" Didier Anzieu llega, por otras vías, a las mismas conclusiones: "No hay nada en
la psicología social que no se encuentre en la psicología individual". (Une peau pour les
pensées, Ed. Clancier-Guénaud, París, 1990.) Pero, para nosotros, el verdadero pro-
blema comiema ahora y consiste en desentrañar en la psicología individual lo que
corresponde ala psicología social del sujeto o bien a la psicología psicoanalítica. He ahí
el tema del presente libro.
18 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
aparezcan los trabajos precursores de Elton Mayo en los años
veinte y más tarde los de Kurt Lewin en el transcurso de los años
treinta para que esa perspectiva sea modificada. En determinadas
condiciones la asociación de individuos en pequeños grupos
puede representar un signo positivo, y no uno negativo, en lo que
se refiere al ejercicio de ciertas capacidades psicológicas indivi-
duales. Ahora bien, para llegar a esas consideraciones habrá
hecho falta bastante más que la entrada en escena de un concepto:
una modificación del paisaje mental del sociólogo y del
psicosociólogo.
El análisis del término "social" incluido en la expresión
"psicología social" lleva a plantear preguntas igualmente fun-
damentales y probablemente todavía más complejas. Estas pre-
guntas, que no desarrollaremos aquí, constituyen una de las
tramas principales de este libro. Podría resumirse lo esencial de
esas preguntas con una interrogación: si, evidentemente, lo social,
las relaciones sociales no existen sino en lo colectivo y por lo
colectivo, ¿esta condición necesaria es suficiente? O bien, de no
ser así, ¿qué otras condiciones debe reunir un colectivo antes de
poder llamarse social, portador de relaciones sociales? Un "grupo
psicológico", como en el que se practica el psicoanálisis de
grupo, seguramente constituye un colectivo pero también es
cierto que sus miembros no se dedican tanto a trabajar las rela-
ciones sociales como la dimensión inconsciente estudiada por la
psicología psicoanalítica, a la que nosotros denominamos
"psicofamiliar".
De manera diferente, en ciertos casos un "colectivo de trabajo"
puede estar bastante menos movilizado por relaciones sociales
que por una "dinámica de grupo" en la cual intervienen numero-
sos factores. ¿Y qué significa exactamente la expresión utilizada
a menudo sin mayores precisiones de "colectivo de trabajo",
incluso la de "relaciones sociales de trabajo"? Un psicosociólogo
tan sagaz como Jean Dubost escribe: "Conservando una práctica
que toma como punto de partida la conciencia de los actores, la
expresión de la experiencia vivida y de la ideología de las
personas y de los grupos enfrentados a un problema social, a
través de las posibilidades de verbalización, de interacciones y
análisis abiertos en los lugares que la intervención trata de
INTRODUCCIÓN 19
instituir, [...] siempre nos ha parecido que el acceso a las relacio-
nes sociales era aleatorio".'^
Además habría que distinguir dos fenómenos de carácter muy
diferente: las relaciones sociales existentes en la sociedad global
que una intervención intraorganizacional permitiría (eventual-
mente) analizar, y la existencia intraorganizacional de relaciones
sociales presentes además en la sociedad global y a las cuales el
sujeto se enfrenta actualmente. Por nuestra parte, estamos inte-
resados en la segunda perspectiva solamente, pues no pensamos
que la intervención institucional sea en sí misma un método de
análisis social. Como se podrá ver, nuestro esfuerzo desde hace
veinte años consiste sólo en construir una metodología de inter-
vención que asegure la presencia del sujeto singular y de las
relaciones sociales de trabajo representativas de ciertas relaciones
sociales de la sociedad global. No tenemos en absoluto la ambición
de tener acceso, por nuestro método, al conjunto de relaciones
sociales existentes en la sociedad, sino únicamente a algunas de
ellas, suficientemente centrales, sin embargo, para que la relación
del sujeto con ellas, por intermedio de un colectivo de trabajo,
que es entonces verdaderamente un colectivo social de trabajo,
desarrolle en ese sujeto procesos psicosociales.
¿Por qué no decirlo? Desde el comienzo, nuestro objetivo ha
sido el de perfeccionar un método que sería, para la observación
psicológica del sujeto social, lo que el método psicoanalítico es
para la observación del inconsciente. En segundo término, a
partir de los elementos recogidos utilizando ese método, el objetivo
ha sido comenzar a construir un modelo teórico de lo que podría
ser la psicología social del sujeto.
Es preciso ahora detenernos un instante. Acabamos de ha-
blar de la presencia de un sujeto, y de las relaciones sociales. He
ahí, a nuestro entender, esa falla epistemológica en el decurso de
la psicología social que tan justamente mencionaba Fran90is
Bresson.
'^ Dubost, Jean: VIntervention psychosociologique, PUF, París, 1987, págs. 267 y
268.
20 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
Si no hay más psicología que la del sujeto singular, y no existe
lo social sino en un colectivo (pero en un colectivo determinado),
¿cómo podrá el observador —no hay psicología sin psicólogo—
estudiar directamente el psiquismo de un sujeto que participa en
el funcionamiento de un colectivo social? O bien el sujeto sale del
colectivo, en cuyo caso puede observárselo directamente (pero en
ese instante deja de estar expuesto a las relaciones sociales, o
bien permanece en el colectivo social, pero entonces su discurso
individual (si todavía es observable) aparece tan incorporado en
el discurso colectivo que resulta imposible separar lo que es
propio del sujeto, lo que es estrictamente de su producción de lo
que es inducido, introducido, por el colectivo.
Esa sería la consecuencia práctica de la falla epistemológica,
la aporía de la psicología social del sujeto. En una observación
o una intervención psicosociológica, el investigador puede tener
un acceso directo al sujeto individual o a las relaciones sociales,
pero nunca a los dos a la vez. El sujeto singular y las relaciones
sociales se excluyen recíprocamente en lo que se refiere a la
observación; la situación es análoga a la que se da en un cam-
po tan diferente como el de la física cuántica, en el que es
imposible para el investigador precisar a la vez la posición y
la velocidad en un objeto cuántico. Los dos términos, "psicolo-
gía" y "social", parecen, en un primer análisis serio, excluyen-
tes uno del otro. La disciplina denominada "psicología so-
cial" no tendría, epistemológicamente hablando, derecho a la
existencia.
No se trata de un razonamiento puramente formal. Veremos a
lo largo de todo el libro que, en la práctica, el hecho de tomar en
cuenta la falla epistemológica así formulada es lo único que en
psicología social puede permitir desarrollar una metodología de
observación y un modelo teórico de la construcción psicosocial
del sujeto. Las dos claves, las dos herramientas son la observa-
ción indirecta del sujeto, y la definición precisa del concepto de
colectivo social de trabajo en su vinculación con las relaciones
sociales de trabajo (que también tienen que definirse). Si se
dispone de esas dos herramientas, no se anula desde luego la
existencia de la fisura pero pueden observarse simultáneamente
sus dos bordes. Poco importa que esos dos bordes no se unan y
que, en efecto, no puedan observarse de manera directa y si-
INTRODUCCIÓN 21
multánea el sujeto singular, y las relaciones sociales de trabajo
en las que está inmerso.
EL MOVIMIENTO DE APROPIACIÓN DEL ACTO EN PSICOLOGÍA SOCIAL
En este libro se presenta el balance clínico y teórico de una
práctica colectiva en el terreno inscripta en el campo de la
psicología social, más concretamente en el de la psicología del
trabajo, desarrollada durante un período de algo más de veinte
años (1971-1992). A partir de ese balance, que abarca la primera
parte del libro, se propone un modelo de psicología social del
sujeto. La propuesta es simple y muy ambiciosa a la vez.
La propuesta es simple: en efecto, está casi totalmente contenida
en una proposición única considerada en sus pormenores y sus
diferentes facetas. Es muy ambiciosa porque enuncia que un
proceso psíquico distintivo ocupa el lugar central en la psicología
social del sujeto. Tendrá un papel tan fundamental como —para
hacer una comparación con otra psicología— la fantasía in-
consciente en el psicoanálisis. Como se ve, no es insignificante el
destino que pretendemos atribuirle.
A ese proceso psíquico lo denominamos "movimiento de
apropiación del acto".'^ En todo individuo existiría una fuerza de
carácter antropológico, que se expresa de manera no consciente
dentro de la dimensión psíquica, y que incita al sujeto a "apro-
piarse" del acto voluntario y consciente que realiza, de la actividad,
de la acción que desarrolla. Ese movimiento apunta a dos obje-
tivos: la apropiación del control del proceso del acto y la apro-
piación de los efectos del acto.
En síntesis, si todo acto se define por el poder que tiene de
modificar el ambiente exterior al cual se aplica, en esta definición
no se prejuzga para nada la condición del sujeto en relación con
el acto que realiza. La no posibilidad de apropiación de su acto
por el sujeto no impide que ese acto ejerza igualmente poder, pero
'^ A partir de los años setenta, comenzamos a utilizar las expresiones "acto-poder",
"pulsión de exigencia de poder", en un sentido parecido al de la expresión actual
"movimiento de apropiación del actopoder" (o, más brevemente, "del acto").
22 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
el sujeto, en ese caso, no estará en condiciones de controlar ni el
proceso de ejecución del acto, ni sus efectos. De ese modo, no
podrá tener interés ni encontrar placer en actuar.
¿"Apropiación" o "recuperación" del acto? A decir verdad, se
podría dudar. El acto, que se nos escapa en cuanto lo acabamos de
realizar, parece tan evidentemente nuestro, salido de la profundi-
dad de nuestro ser, que si somos incitados con tanta vehemencia
a apropiarnos de él es a fin de poder recuperar la integridad
corporal y psíquica mermada por esa salida de nosotros que es, al
mismo tiempo, la entrada en un mundo (social) que ya no nos
pertenece.
Por otra parte, ¿no sería mejor hablar de acción cuando ha-
blamos de acto? Para nosotros, entre el acto y la acción existen,
de hecho, diferencias sólo en cuanto a la complejidad y no en
cuanto a la naturaleza. Sin embargo, hemos preferido utilizar la
palabra acto por dos motivos. El primero es que el término acción
parece demasiado ambiguo, demasiado impreciso, con demasiadas
connotaciones filosóficas e ideológicas. ¡Cuántas filosofías de la
acción han surgido sin enseñarnos nada acerca de la acción ni de
la filosofía! El segundo motivo es que la palabra acto evoca más
directamente las raíces corporales, psicomotrices. Ahora bien, si
el objeto de este libro es explorar la existencia de la dimensión
psíquica correspondiente al acto, este último, desde luego, per-
tenece tanto al cuerpo como al espíritu; es más: es indivisible-
mente los dos a la vez, es uno.
Sin duda, la manera más simple de dar cuenta de este movimiento
psíquico sería decir que el sujeto, en cuanto al acto que realiza y
que "se le escapa", trata, sin tener una conciencia clara de ello, de
volver a hacerlo suyo, de guardarlo para sí, de reincorporarlo.
¿No decimos: "éste es mi acto", casi como diríamos: "éste es mi
cuerpo, mi pensamiento, mi ser"?
Este movimiento de apropiación del acto sería entonces, en
definitiva, un deseo de reapropiación desarrollado en una espe-
cie, la nuestra, en la que toda actividad está tan profundamente
inserta en las estructuras sociales que la realización del acto, y el
fruto que se obtendrá de él, dependen casi totalmente de esas
estructuras. En las sociedades humanas, no bien el acto está
realizado se aleja de su autor y se escapa de él para seguir un
destino social que no tiene nada en común con lo que se observa
INTRODUCCIÓN 23
en el animal. En cierto modo, no dejamos de correr detrás de actos
que se nos escapan y en esa carrera nos vemos forzados, necesa-
riamente y en todo momento, a interactuar con los otros y con la
sociedad. Lo que tal vez es la condición instrumental, operativa,
de la formación y el crecimiento de las sociedades humanas se
encontraría también en el origen del particular trabajo psíquico
desarrollado en nuestra especie dentro de la dimensión psicosocial.
Además, porque todo acto humano es también un acto social, el
acto como psicología incumbe tan fundamentalmente a la psi-
cología social.
En consecuencia, en el centro de la psicología social del sujeto
se sitúa el movimiento de apropiación del acto y su confrontación
interactiva con las relaciones sociales.
A medida que en nuestra práctica ese concepto iba imponién-
dosenos, surgía el problema de precisar, de afinar, las condicio-
nes de observación que permitirían su análisis y teorización.
Desde el principio de nuestra investigación habíamos privilegiado
el trabajo, las relaciones sociales de trabajo como objeto de
estudio. Es, pues, en el marco de un método de intervención en el
campo social del trabajo que, a partir de 1971, hemos comenzado
a desarrollar un modelo de psicología social del sujeto. O bien las
relaciones sociales de trabajo eran tales que permitían que se
expresase ese movimiento, y la psicosocialidad, la construcción
social del sujeto, se desarrollaba actuando a su vez sobre las
relaciones sociales, en una verdadera dialéctica. O bien esas
relaciones, tal como existían, impedían o limitaban excesivamente
la expresión de ese movimiento, y aparecían entonces fenómenos
psicológicos deficitarios que expresaban la desestructuración
psicosocial. En la segunda parte se verá cómo esa perspectiva
psicológica modifica sustancialmente la manera de examinar
conceptos básicos como los de acto, poder, sujeto.
Otra pregunta se nos presenta inmediatamente. Si, en efecto, se
abre así toda una dimensión psicológica, que es la de la psicología
social del sujeto, ¿por qué, entonces, utilizar un término tan
diferente como el de sociopsicoanálisis para explicarlo? ¿Qué
papel viene a desempeñar aquí el psicoanálisis?
Sucede que durante estos veinte años de práctica en el terreno
social del trabajo y de su teorización, el psicoanálisis se nos ha
impuesto como interlocutor obligado. Etimológicamente, inter-
24 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
locutor es aquel que interrumpe. Y si el psiquismo psicofamiliar
inconsciente, el que estudia el psicoanálisis, interrumpe también
constantemente la continuidad del movimiento de apropiación
del acto, se debe a que está estructuralmente asociado a aquél,
aunque pertenezca, no obstante, a una dimensión psíquica total-
mente distinta. En efecto, nunca hemos observado una puesta en
marcha significativa del movimiento de apropiación del acto sin
que apareciesen manifestaciones, que para ser comprendidas (y
superadas) tienen que ser referidas a la culpabilidad inconsciente. ''*
Lo cual no significa, de ningún modo, que sean necesarias las
interpretaciones psicológicas que aludan directamente a la cul-
pabilidad inconsciente. Se verá que no procedemos de ese modo.
Toda una clínica psicosocial y psicoanalítica que vamos a exponer,
se ofrece así a la observación. Nos limitaremos ahora a decir que
todo parece suceder como si cada vez que se tira del cajón de la
psicosocialidad, en el armario del psiquismo, se abre también el
cajón del psicofamiliarismo inconsciente (y consciente), por lo
menos transitoriamente.
Sin embargo, esa culpabilidad inconsciente .debe considerarse,
en realidad, como la consecuencia de un fenómeno más funda-
mental, y que reencontraremos bajo diversas formas en las dis-
tintas partes de este libro. El movimiento de apropiación del acto
tiene lugar en la realidad exterior. Ahora bien, para el inconsciente,
la realidad exterior—es decir, la sociedad—es, todavía y siempre,
la familia de la infancia del sujeto. Las personas importantes de
este mundo, los superiores jerárquicos, el orden social, constituyen
para el inconsciente del sujeto la familia de su infancia (así
pueden comprenderse ciertos fenómenos colectivos, como el
nacionalismo, la xenofobia, el racismo, el "culto de la personali-
dad", algunos grandes movimientos pasionales colectivos). ¿Cómo
atreverse a reivindicar la apropiación del acto propio puesto que
el mundo pertenece "legítimamente" a los padres, a los adultos?
No bastaría con decir que para el inconsciente de cada uno la
'^ La dimensión de la culpabilidad inconsciente supera en mucho para nosotros la
relación Yo-Superyó. El miedo, la angustia (y la amenaza) se refieren a todo el registro
del retiro del amor y de la pérdida, tales como pueden ser fantaseados desde los
comienzos mismos del yo.
INTRODUCCIÓN 2S
sociedad es una familia: en realidad es su familia, con las diversas
particularidades individuales que marcan, subjetiva y objetiva-
mente, una infancia determinada.
Esta regularidad en la asociación entre psicosocialidad y
psiquismo inconsciente se establece tan precozmente en el
psiquismo del sujeto que casi puede decirse que es estructural. En
todo caso, nos parece que justifica el empleo del término socio-
psicoanálisis utilizado para el modelo de psicología social del
sujeto que proponemos.
Por último, a pesar de querer estudiar sólo la psicosocialidad
del sujeto, nos encontramos frente a varias dimensiones psíqui-
cas diferentes, cada una de las cuales responde a una parte de la
relación del sujeto con la realidad: el campo de lo inconsciente
que ha cobrado forma durante la infancia y ha sido reprimido,
el campo de las operaciones cognitivas, el campo de la psico-
socialidad.
A cada una de esas dimensiones psíquicas corresponde, por
parte del investigador, un enfoque psicológico diferente. En
consecuencia ya no nos encontramos, en realidad, frente a una
sola y gran psicología sincrética, sino frente a tres psicologías
diferentes cada una con su método de observación propio, y cada
una más o menos adelantada en la construcción de su modelo
teórico.
Tratemos pues de explicar de otro modo la dificultad muy
particular propia del estudio de la psicosocialidad. La psico-
socialidad se referiría a la capacidad psíquica del sujeto para
percibir objetivamente la realidad social en la cual vive, y de
comportarse en ella de una manera acorde con esa percepción.
¿Qué puede decirse de las otras dos psicologías? En lo que se
refiere a la psicología cognitiva, el sujeto puede verificar en todo
momento el campo de acción de principios lógicos como el de no
contradicción, o el del tercero excluido o, incluso, puede tomar
conciencia de la distancia entre una "concepción preestablecida"
(Giordan) y lo que revela otra "concepción" más científica,
puesto que toma más en cuenta la observación de los hechos. En
el diván del psicoanalista, el sujeto percibe una distancia total-
mente distinta: la que media entre el contenido manifiesto de un
discurso o de un sueño y su contenido latente.
26 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
Ahora bien, es paradójico que sepamos mucho menos (objeti-
vamente) sobre la realidad social y las leyes que rigen su acti-
vidad, que sobre los principios de la lógica formal o intuitiva, o
sobre las reglas de funcionamiento del inconsciente.
Son muchas las causas que explican ese desconocimiento: la
complejidad del fenómeno social en sí mismo, el enfoque parcial
e infinitesimalmente reducido de cada agente social, el desarrollo
de ideologías en relación con el lugar ocupado en la sociedad (la
distinción establecida por Mannheim entre ideología y utopía en
este caso parece ser operativa). Esas ideologías y esas utopías,
que parecen inevitables, no son relacionadas con sus causas por
el sujeto, sino que interfiriendo con las perspectivas objetivas,
participan de la identidad misma del sujeto y, por ende, son muy
poco variables. A lo cual todavía falta agregar la acción perma-
nente del inconsciente que, a espaldas del sujeto, por una parte
echa sus propios retoños en el interior de las representaciones que
nosotros nos construimos de la sociedad y, por la otra, recodifica
"familiaristamente" la información que proviene de lo social. Esa
recodificación manipula los elementos socioculturales comunes
en la misma sociedad para una misma generación de niños, y los
elementos particulares que dependen de la pertenencia de clase y
de las categorías sociales.
Frente a esa complejidad, hemos decidido estudiar un ámbito
social bien definido, la institución del trabajo, a fin de tratar de
observar en él las interacciones del sujeto con las relaciones
sociales.'^
En el transcurso de esa observación, hemos tenido la sorpresa
de ver aparecer manifestaciones muy peculiares del sujeto en
relación con sus actos, en relación con su acción. Hemos concep-
tualizado esas manifestaciones considerando que señalan la
expresión de un movimiento de apropiación del acto. ¿Por qué
" No hemos elegido como lugar de la intervención sociopsicoanalítica ni la familia
(véase el capítulo 2) ni las categorías o clases sociales. En efecto, nos parecía difícil y
fuera de nuestra competencia definir hoy, en el plano teórico, las categorías o clases
sociales presentes en nuestra sociedad habida cuenta, en particular, de los aconteci-
mientos que afectan a las llamadas "clases medias". Además, ¿cómo delimitar un lugar
social circunscripto en el cual la pertenencia a una de esas categorías y su relación con
las demás categorías habrían desempeñado para el sujeto una función central?
INTRODUCCIÓN 27
ese movimiento no se les ha hecho patente a los numerosos
observadores de ese ámbito social tan generalizado como es la
institución del trabajo? Existe una triple serie de obstáculos y
cada una de esas tres series necesita un enfoque diferente. ¿Cuá-
les son esos obstáculos que encontraremos con frecuencia en este
libro?
En primer lugar, para que el movimiento de apropiación del
acto aparezca en sus manifestaciones es preciso contar con un
dispositivo de observación especial, difícil (ya se verá) de hacer
aceptar a la institución, y cuya puesta en práctica tiene por
finalidad mitigar la acción negativa de la división del trabajo con
respecto al movimiento de apropiación del acto. En segundo
lugar, como quedó dicho, el sujeto individual, tomado hasta el
presente como objeto de estudio, es el lugar privilegiado de las
manifestaciones del inconsciente, que recodifican de una manera
familiarista y mistificadora tanto las relaciones sociales de tra-
bajo como las manifestaciones de dicho movimiento. Y, por
último, el movimiento mismo no es el resultado lineal de la
observación de determinadas manifestaciones, sino un concepto
que da cuenta de esos hechos de observación en una dimensión
totalmente distinta, la de la teoría. Tratamos de construir lo que
se denomina un modelo teórico, no fotografiamos la realidad.
Esos diversos puntos serán desarrollados en el libro.
Quisiera subrayar en esta introducción lo que esa investigación
realizada en el interior de las instituciones laborales, en la médula
misma del tejido social, permite para el estudio de los mecanis-
mos y los fenómenos sociales inscriptos en él, y a los cuales los
políticos, por ejemplo, no tienen acceso. A ese nivel, surgen
nuevas aspiraciones respecto del trabajo, que comenzaron a
afirmarse en las generaciones posteriores al 68 y que se expresan
con más fuerza todavía en las generaciones jóvenes a pesar de la
amenaza del desempleo. Esas aspiraciones apuntan a una mayor
autonomía y responsabilidad, a un trabajo más interesante, más
motivador, en el cual sea posible depositar investiduras psíqui-
cas. En nuestras intervenciones hemos escuchado mucho, sin
duda debido a la influencia del psicoanálisis. Las modificaciones
introducidas desde hace veinte años en nuestro dispositivo han
hallado en cada oportunidad su razón de ser en el deseo de
comprender con mayor exactitud esas aspiraciones en las cuales.
28 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
en efecto, nos parece que trata de expresarse el movimiento de
apropiación del acto.
Una precisión más. Cada vez que hemos trabajado con una
institución y no con un solo grupo como en los primeros años, el
trabajo se ha realizado con el conjunto de la institución. Nuestro
grupo nunca ha aceptado una intervención ni tampoco, creo, una
simple observación que nos hubiera llevado a transgredir esa
regla. Una regla que afirme que la base de la institución —per-
sonal llamado de ejecución, alumnos de una escuela secundaria,
enfermos de un establecimiento de salud, militantes de un sindicato
o de un partido, miembros adherentes de una asociación...— es
parte integrante de la intervención con el mismo derecho que las
demás categorías. De igual modo, rechazaríamos una intervención
institucional que se limitase a la base. En nuestro modelo teórico
tampoco tendría sentido.
Primera parte
LA INTERVENCIÓN
SOCIOPSICOANALITICA
(1971-1992)
1. LOS PSICOSOCIOLOGOS
O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA
¿Podría escribirse todavía como lo hizo Durkheim a comienzos
del siglo que "la psicología social es apenas una palabra que
designa todo tipo de perspectivas variadas e imprecisas, sin
objeto definido"? Hoy en día, la psicología social tiene todo el
aspecto de gozar de buena salud. Su nombre aparece en los títulos
de libros enteros, de manuales universitarios. Desde los años
veinte y treinta manifiesta una vitalidad valiosa, incrementada
aún más en los dos últimos decenios con los estudios de la
psicología del trabajo, su rama de vanguardia.
Citemos, para partir de los momentos fundantes, las repercu-
siones —aun cuando parezcan hoy haber cambiado de dirección
o haberse detenido— de los estudios de Elton Mayo (1880-1949)
y de Kurt Lewin (1890-1947) sobre la psicología de los pequeños
grupos. El doble descubrimiento realizado por Mayo en el trabajo
industrial sobre los aspectos informales y sobre la importancia
de los factores afectivos ha dado origen, se sabe, a la amplia
corriente llamada de las "relaciones humanas" en el campo de las
relaciones de trabajo. En cuanto a Lewin, las investigaciones
sistemáticas sobre lo que este autor había denominado "dinámica
de grupo", la continuación y aplicaciones de las mismas por parte
de sus alumnos en el training group, se encuentran en el origen,
o muy cerca, del conjunto de métodos utilizados en la actualidad
en los grupos de formación. Habría que citar también los trabajos
de Moreno, de Rogers, los relativos a la interacción de Homans,
y tantos otros más, tan seductores como los de Goffman sobre la
micropsicosociología de la vida cotidiana, o tan controvertidos
32 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
como los de Milgram sobre la sumisión a la autoridad. Los libros
de Hirschmann, de Sennett, empiezan también a ser hoy más
conocidos en Francia.
En Francia, y en una época más reciente, los nombres se
multiplican, cada autor dedicado a un tema de estudio privilegia-
do: Deconchy y las creencias, Beauvois y Joule y la sumisión,
Doise (en Bélgica, después en Suiza) y las relaciones entre
grupos, Moscovici y la psicología de las minorías activas, Max
Pages y la vida afectiva de los grupos, de Gaulejac y la neurosis
de clase, Barrus-Michel, cuyos estudios sobre el sujeto social
todos conocen.
Sin duda es en la psicología del trabajo, nuestro ámbito de
investigación, donde se está produciendo un acontecimiento sig-
nificativo desde hace veinte años. Debe mencionarse en primer
término a Christophe Dejours y sus trabajos fundantes en
psicopatología del trabajo. Son también muy importantes las
investigaciones de Renaud Sainsaulieu (la identidad en el traba-
jo), Maurice de Montmollin (el taylorismo y la ergonomía),
Benjamin Coriat (la producción en masa), Michel Llory (el factor
humano), Yves Clot (las mutaciones tecnológicas vistas del lado
de los que las viven), Denis Duelos (los riesgos tecnológicos y
sus representaciones simbólicas), Jacques Broda (el psiquismo
como fuerza productiva), Jean-Claude Barbier (la organización
del trabajo), Bernard Doray, y de muchos más. Tendremos oca-
sión de retomar varias de esas investigaciones.
Esos nombres, las obras, la riqueza y originalidad de los
pensamientos revelan que en Francia la "masa crítica" empieza
a ser abordada por la psicología del trabajo. A medida que vayan
progresando los intercambios y las confrontaciones, cabe esperar
que al unificarse el vocabulario y las comparaciones objetivas de
las distintas metodologías se pueda constituir un campo discipli-
nario de primera magnitud dentro de la psicología social. El
elemento sin duda más promisorio se refiere al hecho de que esas
investigaciones se realizan en general en el terreno, un terreno
variado y que incumbe a numerosas ramas del trabajo. Desde
luego, las necesidades económicas actuales con su demanda de
trabajadores motivados, creativos y responsables, la importancia
dada al "factor humano", son la causa del florecimiento de los
estudios e investigaciones.
LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 33
¿Se puede pensar por eso verdaderamente que la situación es
satisfactoria, y que los hechos se han encargado de invalidar la
opinión de Durkheim según la cual la psicología social era
"apenas una palabra" sin "objeto definido"? Pues, como quedó
dicho, la psicología social no reúne ninguna de las dos condicio-
nes que serían necesarias para que pudiese merecer verdadera-
mente su nombre: la construcción de una teoría general, y una
práctica que, yendo de lo particular a lo general y viceversa,
justifique la teoría.
En el mejor de los casos, en las investigaciones actuales se
relacionarán los comportamientos observados y los discursos que
los acompañan, con los parámetros sociales, o simplemente
colectivos, que los encuadran. ¿Cuál sería la psicología gene-
ral subyacente en esas reacciones, en esos reflejos, en esos
condicionamientos? En realidad, no se plantea esa pregunta
ni tampoco la que apunta a saber si existiría una psicología
que fuese específica y que podría llamarse con pleno derecho
social.
Hemos comenzado a mostrar las extraordinarias dificultades
de orden epistemológico propias de la psicología social, así como
también los equívocos, las ambigüedades, los estancamientos
conceptuales relacionados con ella. Pero, muy probablemente
hay otra causa más, e igualmente fundamental, en el origen de la
falta de desarrollo actual de esa disciplina. Se trata de que, en
efecto, la práctica social, a partir de la cual podría nacer y crecer
una reflexión, resulta sumamente difícil de realizar en el terreno
por razones muy poderosas, en las que confluyen elementos
ideológicos, culturales, psicológicos, económicos, políticos.
La verdadera práctica psicosocial es la intervención psico-
sociológica. Veremos que "intervenir" significa necesariamente
modificar —de manera por cierto prudente y parcial o provi-
soria— la organización del trabajo existente. He ahí donde re-
side la prohibición de hecho a la cual son sometidos los
psicosociólogos y los psicólogos del trabajo. De allí la imposibi-
lidad para ellos de efectuar una reflexión teórica extensa y
profunda a partir de la práctica, puesto que la modalidad de
práctica que resultaría significativa se ve sistemáticamente obs-
taculizada. Lamentablemente, ni las observaciones simples, aun-
que se realicen en el terreno, ni las consultas, los peritajes o las
34 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
"auditorías" permiten prolongar la reflexión todo lo que sería
necesario. En efecto, no autorizan a construir dispositivos expe-
rimentales y alternativos en la relación del hombre con su trabajo.
Vamos a fundamentar nuestra afirmación, que en un primer
momento puede parecer un poco rigurosa, a partir del estudio del
excelente libro que el psicosociólogo Jean Dubost ha dedicado
recientemente, bajo ese mismo título,' a la intervención
psicosociológica.
Asombra en primer lugar, en ese libro, la desproporción entre
las pocas páginas, que pueden contarse con los dedos de una
mano, dedicadas por el autor a la psicología propiamente dicha
del "actor" del trabajo en una "organización", y las dedicadas a
la teoría propiamente dicha de la intervención, que abarcan casi
toda la obra. Es decir, en realidad, dedicadas a las limitaciones de
esa intervención, a sus ambigüedades, sus contradicciones, sus
trampas y, por último, a su inviabilidad en las condiciones
actuales de nuestra sociedad. Semejante desproporción, en un
estudio psicosociológico, entre el elemento psicológico y el
elemento sociológico, nos parece esclarecedora de por sí. Parece-
ría que la estructura misma del libro viniese así a completar, a su
modo, el contenido manifiesto. Allí donde el texto nos dice que
la intervención psicosociológica está verdaderamente vedada, la
estructura del libro nos muestra en negativo, por la ausencia del
elemento psicológico, que es esta prohibición la que impide el
desarrollo de estudios propiamente psicológicos. El cúmulo de
interrogantes sólo podría dar a luz un engendro psicológico, ya
que la intervención sigue siendo imposible.
El autor hace sus primeras armas con una intervención, una
intervención muy extensa que se prolongó durante muchos años,
y que ha tomado diferentes formas con el transcurso del tiempo
escapándosele muy pronto al autor de las manos y siendo trans-
formada por la institución en algo perfectamente aséptico. Esta
intervención se inició a fines de los años cincuenta (1957), en los
establecimientos K y en lo que, a nuestro parecer, es una direc-
ción regional de la distribución. El problema planteado era el de
la prevención de los accidentes de trabajo. ¿Por qué, en ciertos
' Dubost, lean: op. cit.
LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 35
casos, el personal de ejecución, los mandos intermedios, el
personal directivo, no prestan más atención a la prevención y no
cumplen las consignas reglamentarias? Nos detendremos en dos
puntos en particular: la metodología empleada y la conclusión a
la que permite llegar esa metodología.
En primer lugar el consultor organizará un grupo de trabajo
integrado por doce personas: ingenieros (voluntarios) de la línea
jerárquica, miembros del personal especializado en seguridad. El
grupo se reúne dos veces por mes. Más que por un simple sondeo
de opinión, el grupo optará por una investigación intensiva en dos
zonas geográficas, y que incluirá a doscientos obreros y capata-
ces. La "adhesión de los actores interesados" se obtendrá, en
realidad, no de los propios actores sino del personal jerárquico,
y de los delegados de las instancias representativas.
El consultor designa a dos ayudantes de equipo y divide el
trabajo en dos etapas. Primera etapa: 24 entrevistas individuales
y 14 discusiones en grupo. Los grupos, uno tiene todo el derecho
de suponerlo, son heterogéneos y están integrados indistinta-
mente por personal de ejecución y capataces. El corpus de las
transcripciones del conjunto de grabaciones es sometido a un
análisis cuantitativo: división del material en unidades (cerca de
3000), codificación de cada una de ellas según el contenido
manifiesto (temático) y el contenido latente (tono afectivo, etcé-
tera). Es decir, un análisis de contenido.
Un primer punto del método nos interesa mucho, pues pone en
evidencia lo que nosotros mismos hemos constantemente obser-
vado y tratado de teorizar. Los discursos de grupo —e incluso de
un grupo sin duda heterogéneo como éste, pero integrado sola-
mente por dos categorías profesionales y que trabajan local-
mente juntas— afirman "actitudes más voluntaristas, más res-
ponsables, más reivindicativas". Mientras que las entrevistas
individuales "permitían la expresión de posturas de dependencia,
de fatalismo, o de pasividad, inhibidas por la situación grupal".
En síntesis, y tendremos ocasión de retomar este tema, para
nosotros el discurso del individuo se sitúa en la dimensión que
denominamos psicofamiliar, mientras que el colectivo de trabajo,
siempre que no sea demasiado heterogéneo, se expresa más en
una dimensión psicosocial. Por otra parte, puede observarse por
parte de los grupos interrogados "pocos comentarios en referencia
36 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
a los riesgos a que estaban expuestos, o que expresasen un estado
de ansiedad relacionado con los peligros del oficio". Esto ilustra
la tesis de C. Dejours respecto de las "estrategias defensivas del
oficio". De allí la segunda etapa del estudio: 50 entrevistas
individuales centradas en el concepto de peligro o de accidente.
Después de la metodología, las conclusiones. Estas se dividen en
dos etapas: constatación, interpretación.
La constatación: "El estudio nos indica (...) por medio de
numerosos comentarios la existencia de un factor general expe-
rimentado como oponiéndose a las motivaciones para la seguri-
dad: la presión del tiempo sobre los agentes". "La oposición entre
presión del tiempo y seguridad está además muy consciente,
incluso cuando no se traduce en quejas."^
Ahora bien, ¿qué es en realidad esa presión del tiempo? ¿Una
experiencia vivida? ¿Un síntoma? ¿El análisis debe detenerse en
ella? "La presión del tiempo depende a la vez de las condiciones
objetivas del trabajo y del sistema de valores, de la moral pro-
fesional del agente." ¿Es ésa una interpretación, un análisis de los
discursos, una hipótesis de trabajo? Sin duda, tiene algo de cada
cosa: llamémosla una propuesta.
Pero de esta propuesta a la conclusión se pasa innegablemente
por una interpretación. En efecto, esa conclusión es la siguiente:
"Asimismo, las actitudes respecto de la seguridad constituyen
uno de los reflejos —o de los síntomas— de la satisfacción en el
trabajo [...]". La interpretación de Dubost es ésta: en la medida en
que el sistema organizacional no le permita al obrero o al jefe
encontrar satisfacciones en su trabajo,'^ la frustración resultante
inhibirá más o menos conscientemente las necesidades en materia
de seguridad. Por ello, una política de seguridad no logrará sus
fines si no se presenta ante los interesados "como una ocasión
para mejorar las condiciones de trabajo, para aumentar las sa-
tisfacciones psicológicas".
Nos detendremos en lo que se dice de esas satisfacciones psi-
cológicas; será el único lugar del libro en el que se tratará
concretamente de psicología. Esas satisfacciones son, según el
^Ibíd., págs. 24 y 25.
^Las bastardillas son nuestras.
LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 37
autor: "El placer de experimentar que se hace algo útil, que tiene
sentido, de ejecutar sus potencialidades intelectuales y físicas, de
sentirse adaptado a las condiciones de trabajo, de sentirse en su
lugar, de aumentar la propia estima y la que los otros tienen de
uno; el deseo de participar en la vida de la empresa, de sentirse
integrado y bien aceptado por el grupo, el deseo de autonomía, de
independencia, de libertad que se opone 61 mismo al precedente,
etc.". Y, también: "Se han citado como factores psicológicos: la
habilidad profesional, la conciencia de sus responsabilidades, las
buenas relaciones de trabajo, la posibilidad de reflexionar y de
comprender lo que se hace [la bastardilla es nuestra], las con-
diciones de trabajo que permiten obtener satisfacciones del oficio
(salario, etc.)". Dejemos aparte las condiciones de trabajo: va de
suyo que si no se sitúan en un nivel correcto, esto afecta al
conjunto de las satisfacciones en el trabajo. La cuestión del
contenido del trabajo (lo que hace que el trabajo sea en sí mismo
una fuente de motivación, de interés, de placer) se plantea de
manera explícita sólo cuando las condiciones de trabajo ya han
alcanzado determinado nivel.
Se trata, con respecto a los motivos de la satisfacción en el
trabajo, de una enumeración en la cual se suman los datos del
discurso de los "actores", pero también otros elementos proce-
dentes de la intuición y la experiencia de los "agentes", y basados
en parte en su capacidad de identificarse con aquellos con quienes
trabajan. La falta de una psicología social del sujeto (en el
trabajo) no permite ir mucho más lejos. Por otra parte, el autor se
niega, en lo que se refiere al trabajo, a emplear sistemática y
exclusivamente la psicología psicoanalítica,'' si bien reconoce su
evidente interés.
Observemos de paso que las investigaciones más actuales en la
EDF sobre la prevención de accidentes —y en especial en las
centrales nucleares— recibían ya en esta intervención de Dubost,
hace más de treinta años, la respuesta que parece convenir. En
efecto, no es multiplicando los reglamentos, las consignas, los
controles que se logrará un resultado satisfactorio si la actitud de
*Con toda razón, en nuestra opinión.
38 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
no prevención es el síntoma de un mal más profundo: frustración
respecto de la satisfacción en el trabajo, satisfacción que depende
de problemas organizacionales y de comunicación. Algunos años
después, en 1964, J. M. Faverge va a teorizar sobre ese punto de
vista enunciando que el accidente no era imputable a factores
técnicos y humanos relativamente fáciles de mejorar (selección,
acondicionamiento del puesto, información, formación, propa-
ganda), sino a la existencia de disfunciones en el sistema indus-
trial total. El accidente o el incidente debe considerarse como un
"subproducto del sistema, que se trata de evitar mejorando el
sistema en su conjunto". Nuestra propia experiencia y la de
Dubost (¡desde 1957!) se orientan en ese sentido. Lo que ac-
tualmente se denomina aspiración a una "cultura de la seguridad"
se llamaba entonces aspiración a un "espíritu de seguridad". Sin
embargo, en los hechos son pocas las cosas que han cambiado.
Vamos a ver por qué más adelante.
Como resultado de esa investigación, la dirección regional,
muy dinámica y a la vanguardia respecto de la organización, va
a desarrollar una acción en dos direcciones. En primer lugar, se
toman determinadas decisiones relativas a la organización del
trabajo, la maquinaria y el material. En segundo lugar, se crea un
pequeño centro de perfeccionamiento para uso exclusivo de los
miembros del personal jerárquico y los mandos intermedios con
el objeto de realizar una reflexión activa sobre los problemas de
organización del trabajo, y ejercicios prácticos de preparación de
trabajos y de reparación en condiciones reales. Las sesiones se
desarrollan en grupos homogéneos: los capataces, los ingenieros
de explotación. Probablemente, pero eso no se aclara, los inter-
ventores debían comunicar informaciones de una categoría a
otra, sin que se entablase, sin embargo, un verdadero diálogo en
el que ellos fuesen los mediadores. Además, en esos tres años,
decisiones innovadoras que afectan a la estructura formal son
tomadas por esa dirección regional. No obstante, por decisión de
la dirección central, en 1961 queda suspendida la colaboración
entre el equipo de intervención y la unidad regional, a pesar del
pedido de esta última.
Cabe señalar que, además de la evaluación interna que había
demostrado "la expresión de sentimientos globalmente muy posi-
tivos" de todas las partes interesadas, en un estudio dirigido en
LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 39
1967 por el equipo de Michel Crozier, seis años después de la
partida del equipo de intervención, a pesar de haberse producido
amplias modificaciones locales, "se llegaba a la conclusión de
que había cambios significativos en el plano de las actitudes y los
comportamientos" respecto de la prevención de accidentes. "En
relación al peligro, los investigadores llegaron a la conclusión de
que habría que desarrollar experiencias de capacitación sin vin-
cularlas estrechamente al esfuerzo de transformación necesario
en el ámbito de la organización y las estructuras".'
Es muy interesante examinar las consecuencias institucionales
de esa intervención. Se suman varios tipos de reacciones hostiles:
las de colegas del director regional, de miembros de la dirección
nacional, de los responsables sindicales parisienses, de los res-
ponsables nacionales de la seguridad, de cierto personal jerárquico
de las escuelas profesionales EDF o de los centros nacionales de
perfeccionamiento. Lo que inquietaba a unos y otros era evi-
dentemente el cuestionamiento, aunque fuese muy parcial, de la
organización del trabajo existente, y la evolución hacia una
verdadera descentralización, lo cual los habría despojado de una
parte de su poder jerárquico.
La respuesta de la institución va a ser, en esos años sesenta, la
creación de centros de perfeccionamiento regionales, pero ex-
clusivamente dedicados a la formación, y en los cuales el control
y la supervisión "quedan así a cargo de las instancias nacionales"
(subrayado por J. D.). Los psicosociólogos quedan excluidos.
"Al mismo tiempo que la intervención pierde una parte más o
menos importante, según los casos, de su potencial de cambio, de
intervención, de democratización, puede desarrollarse en una
mayor escala, llegar en diez años a la mitad de las unidades
regionales [...]" Observemos que si, como se ha visto, en el
transcurso del primer decenio los grupos de capacitación estaban
estructurados de manera homogénea, en adelante lo estarán de
manera heterogénea.* La organización del trabajo queda resta-
blecida según sus prerrogativas tradicionales.
Se trata de una respuesta institucional totalmente clásica:
'CSO: Les Effets de V experience de formation..., op. cit., 1967, pág. 45.
' Dubost, Jean: op. cit. pág. 43.
40 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
transformar un proceso evolutivo, que sería la verdadera respues-
ta a necesidades verdaderas pero que cuestionaría el marco
organizacional, en una estructura institucional suplementaria
(los centros de perfeccionamiento) perfectamente integrada y
controlada: esterilizada. En cuanto a la satisfacción en el trabajo
y, en particular, la del personal de ejecución (bastante olvidado
desde la investigación del comienzo), ahora se ha perdido de
vista, aunque cabe pensar que es la condición necesaria para que
pueda desarrollarse el "espíritu de seguridad". Ocurre que, como
bien lo ha visto Dubost, y como nosotros lo teorizaremos más
adelante, esa satisfacción en el trabajo está ligada al contenido
del trabajo, sobre el cual incide directamente la organización
misma de ese trabajo. No hay satisfacción si no se modifica el
contenido del trabajo, el cual depende a su vez de la organización
del trabajo. Al no poder intervenir sobre ella, se establece un
círculo vicioso en el cual el síntoma declarado será la atención
insuficiente a los problemas de seguridad en tanto que el enca-
denamiento de causas y efectos escapará en gran parte a los
actores.
Nos parece que a partir de los años cincuenta y sesenta todos
los elementos que habrían podido nutrir una investigación teórica
estaban reunidos en Jean Dubost, sus compañeros de equipo y sus
colegas. El hecho de que no haya tenido lugar esa investigación,
según el testimonio del autor, no nos parece tanto un problema de
personalidad como de situación que incumbe, de una manera muy
general, al conjunto de la psicosociología.
En síntesis: según nuestro modo de ver, sólo los cambios
introducidos en la organización del trabajo permiten la expresión
abierta de una psicosocialidad del sujeto. Ahora bien, esos
cambios les están vedados a los psicosociólogos pues éstos
dependen estrechamente de quienes los financian. No es el espíritu
teórico lo que falta —todo el libro de Dubost es una prueba de
ello—: es el objeto de estudio el que se escapa en la medida en que
la intervención es obstaculizada, excluida o bien despojada de
sus elementos organizacionales, no bien éstos son establecidos.
Si la intervención enunciada por Dubost hubiera podido llevarse
a cabo, pensamos que éste habría llegado necesariamente a abordar
la cuestión de la psicología social del sujeto, a una interrogación
LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 41
a fondo sobre la estructura psicológica subyacente en la enume-
ración de los signos psicológicos de la satisfacción en el trabajo,
a la que acabamos de referirnos. La institución ha excluido
totalmente la interrogación interactiva respecto de la división
técnica y jerárquica del trabajo que habría tenido lugar a partir de
reagrupamientos homogéneos que respondiesen a esa división.
Es significativo que el libro no se oriente hacia una interrogación
sobre la psicología del sujeto en el trabajo, ni hacia una reflexión
comparativa de las modalidades de organización alternativas del
trabajo, sino que se dedique a una "teoría de la intervención" que
va a ocupar casi todo el volumen.
En los casos en los que los sociólogos están de jure fuera de la
intervención (no la practican para nada o la practican poco), los
psicosociólogos lo están de facto. El resultado es idéntico en los
dos casos, puesto que no se puede llegar a la psicología social del
sujeto sino es por medio de la intervención intraorganizacional.
El autor parece saber lo que se halla en juego en la interven-
ción, cuando cita a Jean Maisonneuve y la distinción que éste
hace entre formación e intervención; esta última "admite al
comienzo la eventualidad del cambio que afecta no sólo a las
actitudes y las relaciones sino también a algunos aspectos pro-
piamente estructurales de la organización". Jean Dubost agrega:
"Son precisamente esos aspectos los que los niveles directivos no
quieren exponer al examen colectivo, sobre todo a partir de fines
de los años sesenta. Cuando los psicosociólogos son invitados a
trabajar sobre los problemas relativos a la seguridad y la pre-
vención, a la circulación de la información, la formación, el
mejoramiento de las condiciones de trabajo y ergonómicas, de
informática o de administración, etc., es sólo en calidad de
encargados de estudios o de expertos, salvo raras excepciones".^
Es decir, excluidos de la intervención. Los autorreproches del
autor nos parecen entonces sin fundamento, cuando escribe: "[...]
si los consultores hubiesen demostrado ingenio metodológico y
un bagaje teórico suficiente habrían podido combinar el registro
clínico y el experimental". ¿Cómo experimentar cuando se le
prohibe a uno hacer variar los parámetros de la experiencia?
Mbíd.: pág. 281.
42 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
En definitiva, L'intervention psychosociologique, ese libro
importantísimo, nos dice, de manera casi transparente y con el
peso de cuarenta años de experiencia, cómo y por qué la inter-
vención verdadera les es constantemente negada a los psico-
sociólogos. Hablando con propiedad, les está prohibido interve-
nir. Esa es la lección ejemplar del libro.
El acento que ponen numerosos psicosociólogos en el tema de
la intervención connota, a nuestro juicio, el gran interrogante
existencial de la profesión respecto del margen de iniciativa y de
acción —se ha visto que es estrecho— que pueden llegar a
permitir los directivos de las empresas ("organizaciones") con
las cuales trabajan.
Es interesante señalar otra intervención llevada a cabo en la
EDF durante varios años por un grupo de sociólogos pertenecientes
a la escuela de Touraine. (Digamos de paso que, de todas las
grandes empresas francesas, sin duda es la EDF la que más se ha
abierto a los psicosociólogos.) Wievorka y Trinh muestran, en Le
Modele EDF, cómo una intervención que habría modificado po-
tencialmente la organización del trabajo habitual, realizando
reagrupamientos nuevos de algunos cuadros superiores del es-
tablecimiento, ha sido progresivamente recuperada y desviada,
ella también, hacia un dispositivo de capacitación: "Ahí reside tal
vez el resultado práctico principal de una experiencia que, en sí
misma, no pretendía ser una operación de capacitación".*
Un psicosociólogo que posee igualmente una vasta experien-
cia, Jacques Ardoino, ha podido titular un texto muy denso y muy
fundamentado, así como también esclarecedor: Uintervention:
imaginaire du changement ou changement de I imaginaire ^ (La
intervención: imaginario del cambio o cambio del imaginario).
Entre otras cosas, escribe: "Pero la situación en sí misma, en la
medida en que está determinada por fuerzas externas, en que
traduce modelos más generales que la trascienden y que quedan
fuera del alcance del poder real de los protagonistas (por lo
« M. Wieviorka y S. Trinh: Le Modele EDF, Editions La Découverte, París, 1989,
pág. 239.
' Ardoino, Jacques; en colectivo VIntervention instttutionnelle, Payot, París, 1980,
págs. l i a 46.
LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 43
menos en la situación de la intervención), no se modifica en lo
esencial. En consecuencia, hay en esta confusión semántica [...]
un funcionamiento imaginario de la intervención". (Bastardillas
de J. A.) Y agrega: "En nuestra visión de las cosas, las matrices
sociales más determinantes de las relaciones sociales de produc-
ción no se vuelven más accesibles, más vulnerables [...] por la
capacidad de análisis desarrollada en el transcurso de la interven-
ción. Quedan, en consecuencia, fuera de alcance. En los peque-
ños grupos se evoca o se invoca lo institucional. No se lo convoca
ni se lo revoca". Y finaliza diciendo que, como resultado de la
intervención cabe esperar un "desarrollo del espíritu crítico".
"Desde esa perspectiva, la intervención vuelve a ser explícita-
mente lo que sin duda nunca ha dejado de ser: un trabajo educa-
tivo."'»
Con respecto a ese último punto, nos gustaría plantear la
siguiente pregunta: ¿se trata de un trabajo autoeducativo o
heteroeducativo? Nos parece que la respuesta a esta pregunta es
determinante. Si nos orientamos de entrada a la construcción de
dispositivos de intervención, se debe a que es bastante fácil
efectuar el análisis crítico de la ideología que acompaña a un
dispositivo que es explícitamente mostrado. Cuando todo se basa
en las cualidades subjetivas del interventor, o incluso del "edu-
cador", se ingresa entonces en un universo bastante más difícil de
observar y casi imposible de analizar en las condiciones propias
de la intervención psicosociológica.
'" Ibíd.: pág. 46.
2. LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALÍTICA
ACTÚA SOBRE EL CONTENIDO DEL TRABAJO
Desde el comienzo de nuestra actividad, en 1971, hemos'
identificado la intervención psicosociológica con una modifica-
ción de la estructura de la organización del trabajo.
Nos detendremos un momento en la expresión organización
del trabajo. Por ello se entiende en general lo que concierne a la
vía jerárquica, a la división jerárquica del trabajo, y que se
objetiviza en un organigrama. Nosotros no intervenimos funda-
mentalmente en esa vía. La dimensión que privilegiamos es la
que se refiere al contenido del trabajo. Si bien es verdad que,
como decía Friedmann hace casi medio siglo, "en la mayoría de
los casos, el hombre es superior a su trabajo", ¿en qué condicio-
nes técnicas un trabajo permite cierta apropiación por parte del
que actúa (individuo o grupo), poniendo en juego su inteligencia,
su inventiva, su creatividad, generando de ese modo sentimientos
de motivación y de interés? Nos parece que se trata de dos tipos
de condiciones: un control sobre el proceso de trabajo, que
implica formación, información y verdadera responsabilidad;
una participación psicológica en el conjunto de la actividad
colectiva a través de mediaciones adecuadas. Se ve inmediata-
mente que esas dos condiciones se relacionan con los dos com-
' Un "nosotros" colectivo: el "Grupo Desgenettes de sociopsicoanálisis". En el
anexo (pág. 287 ) se da información sobre este grupo y sobre las formas de intervención
sociopsicoanalítica diferentes de la realizada en la institución en su totalidad, a la cual
el presente libro está dedicado esencialmente.
LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALITICA 45
ponentes del movimiento de apropiación del acto: un poder sobre
el acto que se está realizando, un poder sobre los efectos del acto.
Cuando hablemos de organización del trabajo, lo haremos sobre
todo por su relación con las modalidades de la división técnica
del trabajo, con el contenido del trabajo.^ Por consiguiente, no
nos referiremos ni al organigrama, preocupación de los sociólogos
organizacionales que estudian las estructuras formales, ni tampo-
co al sociograma que privilegian los psicosociólogos interesados
por las estructuras informales de la organización.
Ilustraremos ahora lo que acabamos de plantear con un ejem-
plo que, si se cree en la investigación que ha efectuado nuestro
colectivo entre 1983 y 1986, con grupos de obreros especializa-
dos que trabajaron en una decena de empresas industriales,
lamentablemente podría parecer revelador de la situación francesa
general. Recordemos el título de nuestro informe, que recogía
una frase pronunciada: Se nos pide que no pensemos.
Dos investigadores, una japonesa y un francés, han estudiado
durante los últimos años "las diferentes formas registradas en
Francia y en el Japón para la fabricación de productos simila-
res".^ En este caso, una línea de montaje de aparatos de televisión
en Nagano y en Angers. (Resulta que uno de los grupos de obreros
especializados de nuestra investigación estaba empleado en esa
misma ciudad y en la misma fábrica.) Ni la formación técnica de
los operadores y operadoras franceses ni su habilidad son infe-
riores a las de sus equivalentes japoneses, ni tampoco la impor-
tancia de las inversiones financieras efectuadas. No obstante, la
comparación de los costos y de la productividad resulta desven-
tajosa para los franceses. ¿Dónde residen las diferencias signifi-
cativas? En el proceso de trabajo considerado en detalle y en su
conjunto.
El operador japonés, además de las operaciones de montaje
propiamente dichas (con una relación muy personalizada con su
' Las relaciones en el trabajo entre división jerárquica, división social y división
ii'cnica son examinadas más adelante, en el capítulo 10.
' Magau, Jacques y Sagita, Kuñmi: Angers-Naga/io, une comparaison France-Japon,
ni(orme de estudio CNRS, 1990.
46 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
máquina), se encarga individualmente y en el mismo equipo del
mantenimiento y las pequeñas reparaciones del material; recibe
cotidianamente (la famosa reunión de la mañana) informaciones
técnicas que actualizan los problemas y la distribución de las
tareas en toda la cadena; mantiene un vínculo con el producto
terminado; participa en la incorporación permanente de pequeñas
innovaciones (que lo prepara intelectualmente para recibir la
"gran" innovación); participa en el diagnóstico y el análisis de las
disfunciones consideradas a la vez inevitables y tratables en el
aquí y ahora; gestiona los stocks, se moviliza para su aprovi-
sionamiento. En síntesis, se separa lo menos posible, en el pensa-
miento y en los actos, lo que es concepción de lo que es ejecución.
En Francia, todos esos elementos del trabajo global están fraccio-
nados, asignados a categorías profesionales distintas que, además,
se comunican poco o nada entre ellas. El grupo de los ingenieros
funciona de manera autónoma e introduce las innovaciones desde
el exterior de los talleres, la oficina de métodos divide el trabajo
desde el exterior, el mantenimiento y las reparaciones están a
cargo de un servicio de mantenimiento, la provisión de existen-
cias corresponde a otro servicio, incluso existe un servicio
(desconocido en el Japón) de infraestructura y mantenimiento de
edificios.
De lo expuesto se desprenden dos consecuencias. En primer
lugar, cualesquiera que sean las cualidades potenciales del ope-
rador francés, no tendrán muchas oportunidades de manifestarse.
(Y, en efecto, uno de los leitmotiv del presente libro es que el
modo de cooperación condiciona la utilización de las capacida-
des individuales.) En segundo lugar, los costos generales de
funcionamiento serán más elevados debido a la cantidad de
servicios especializados, mientras que la respuesta también será
lenta, demorada, costosa, tanto en lo relativo a los pedidos
procedentes del exterior como frente a las disfunciones internas
(averías, errores, roturas, productos defectuosos). Se podrá
multiplicar la inversión financiera (costosa, por definición) y la
formación técnica (que en seguida será subutilizada), pero no
servirá de nada: la diferencia en la productividad global no
disminuirá; por el contrario, se acrecentará. La falla se encuentra
en la médula misma del proceso de trabajo.
Más allá de las comparaciones establecidas punto por punto
LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALITICA 47
por los dos autores, a nuestro parecer se pueden clasificar las
diferencias genéricas en tres grandes rubros.
En lo relativo al trabajo propiamente dicho, es bien evidente
que la diferencia reside, en el caso francés, en una división técnica
del trabajo exagerada hasta un punto verdaderamente carica-
turesco. El contenido del trabajo individual es incomparablemen-
te más rico desde el punto de vista intelectual, creativo, artesanal
y solidario en el taller japonés.
En el plano psicológico, hay una serie de disposiciones ma-
nifiestas en el operador japonés. En el plano individual, la inte-
ligencia práctica y el gusto por la innovación son mantenidos y
desarrollados. El contenido del trabajo nutre el interés en lo que
se hace, la motivación, el dinamismo, el sentimiento de respon-
sabilidad. Pero también esas características individuales partici-
pan de un espíritu de equipo alimentado, a diferencia de lo que
sucede en el taller francés, por intercambios frecuentes. Para
nosotros, esas diversas manifestaciones deben vincularse, en
profundidad, a la puesta en marcha de los dos componentes del
movimiento de apropiación del acto: un verdadero dominio in-
dividual y colectivo del proceso de trabajo y, en un grado nota-
blemente elevado en este caso (por lo menos en el nivel local del
taller), un control directo del efecto del trabajo sobre el producto.
Por último, la dimensión cultural debe tomarse en cuenta en su
diferencia fundamental. Desde luego, es la historia entera de una
cultura lo que está en juego, tanto en sus puntos fuertes como en
sus puntos débiles. En Francia el punto débil es un déficit secular
de la socialización secundaria. El punto fuerte: un individuo que
es más autónomo con respecto a la autoridad interiorizada (de ahí
la desconfianza y el temor de las jerarquías frente a toda iniciativa,
y la crispación respecto de las prerrogativas del poder). La
búsqueda de soluciones no pasa evidentemente por la copia
simple y llana de la organización del trabajo japonesa, ligada
estrechamente a una cultura consensual, holística, tradicional y,
para decirlo en una palabra, familiarista. Además, en el Japón,
por lo menos en el caso estudiado, el trabajo no tiene que ser
recompuesto, porque no ha sido descompuesto. El dispositivo
que proponemos en este libro es, en el caso francés y en mayor
medida en un sistema taylorista, una manera de atenuar la división
técnica del trabajo recomponiendo a éste con la ayuda de un
48 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
vínculo nuevo. Esto último tiene en cuenta que, en el plano
psicológico, el individuo francés se sitúa potencialmente mucho
más allá de las posiciones japonesas psicofamiliares, y que ya
está maduro para evoluciones psicosociales. Haría falta todavía
que llegásemos a quebrar el taylorismo en las mentes de las
personas, y también que logremos superar las desconfianzas
recíprocas procedentes de todo un pasado de luchas sociales, que
sin duda tienen su razón de ser, pero no en el interior del proceso
de trabajo. Se agrega también otro fenómeno negativo, que es
casi específicamente francés. En efecto, la sociedad francesa es
elitista en un grado excepcional. Además, sus elites, por su for-
mación, sucumben excesivamente al encanto de la retórica abs-
tracta, de la razón pura, del verbo. La tendencia a aislar de la
práctica a la investigación, a la teoría, a la concepción, es sólo un
caso particular del punto precedente.
Cuando al tratar de reconstituir, a veinte años de distancia, lo
que ha producido realmente nuestra investigación, tratamos de
releer el pasado, tenemos que reconocer que ha sido el "azar" de
un recorte organizacional voluntarista y sistemático —decidido
por motivos que resultaron errados— el que nos ha encaminado
progresivamente (tuvieron que pasar años) hacia el movimiento
de apropiación del acto. Observemos de cerca el encadenamiento
de las circunstancias.
Mi interés personal por las relaciones entre el psicoanálisis y
el hecho social viene de lejos, y está ligado a una historia
personal.'* En los años 1965-1966 ese interés tomó una forma
precisa, en parte por reacción ante el estructuralismo antihu-
manista, de negación del sujeto, de Foucault y de Althusser. De
esos años data el comienzo de la redacción de La Révolte centre
le pére (La rebelión contra el padre), que apareció en 1968 con el
subtítulo "Une introduction a la sociopsychanalyse" (Introduc-
ción al sociopsicoanálisis).
Esa primera reflexión se prolongó en La Crise de generations
(La crisis generacional) (1969) y en Pour décoloniser I'enfant,
* Mendel, Gérard: Enquéte par un psychanalyste sur ¡ui-méme. Stock, París, 1981.
LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALITICA 49
sociopsychanalyse de V autorité (1971) (Para descolonizar al niño,
sociopsicoanálisis de la autoridad). A partir de ese momento se
hace evidente para mí que de una reflexión de esa naturaleza
dependía la continuidad de una práctica en el campo social, que
vendría a equilibrar y completar la práctica del psicoanalista. De
allí surge, a fines de 1971, la constitución del Grupo Desgenettes
de sociopsicoanálisis.
Desde el comienzo mismo nosotros —un nosotros en adelante
colectivo— tomamos como objeto de estudio la "institución" del
trabajo (en el sentido amplio de la palabra trabajo): una escuela,
un establecimiento, una asociación, una empresa. La definimos
ya por la doble característica áefabricar un "producto" completo
y especializado —abanico que podía abarcar desde la "fabricación"
de diplomas hasta la de vehículos— y de estar sometida a la
división técnica y jerárquica del trabajo. En síntesis, denomina-
mos "institución" a lo que los psicosociólogos llamaban "orga-
nización" y los socioanalistas, "establecimiento".
Hasta . 978 y pese a nuestro deseo, no pudimos tener acceso al
campo económico, más cerrado en esa época que en la actualidad,
y nuestras intervenciones se dedicaron a lo médico-educativo
(IMP, internados especializados), la formación especializada
(escuelas de educadores, organismos de formación), lo pedagó-
gico (secundarios públicos o privados, una escuela privada de
inspiración psicoanalítica), el mundo de las asociaciones. Más o
menos hasta esa fecha la intervención (modalidad 1) se practicaba
con uno solo de los grupos de la institución, que ya entonces
constituía (cualquiera fuese la denominación que le diésemos en
esa época) un "grupo institucional homogéneo" en la medida en
que se definía explícitamente para nosotros por un nivel de la
división técnica y jerárquica del trabajo. Ese grupo reflexionaba
con nosotros, durante unas quince sesiones, sobre su trabajo y su
relación con la institución en los aspectos psicológicos, orga-
nizacionales, ideológicos.
Posteriormente, a partir de los años 1976-1977, varios pedidos
en ese sentido nos impulsaron a comenzar a trabajar también con
la institución en su totalidad (modalidad 2). Esto originó un
problema totalmente nuevo: la coordinación entre los grupos
institucionales homogéneos.
Pero, ya desde 1971, en la modalidad 1, al reagrupar los
50 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
colectivos sobre la base de la división del trabajo en la institu-
ción, estábamos innovando en relación a las diversas prácticas
psicosociológicas de la época. En efecto, esas prácticas eran ya
sea entrevistas individuales; reuniones con grupos constituidos
para la ocasión, o bien con los colectivos de trabajo, pero que, en
los dos casos, no estaban formalmente definidos; o incluso la
reunión en asamblea general. Nunca hasta ese momento se habían
practicado series repetidas de reuniones equivalentes a "grupos
institucionales homogéneos".
Ese modo de reagrupamiento, repetido pero transitorio cada
vez, y que en ciertos casos sólo podía concretarse fuera de la
institución, debía en consecuencia reformular sobre una base
diferente, y ya en la mente de las personas, la organización del
trabajo vigente. En efecto, nunca sucedió espontáneamente, en
las diferentes formas de organización del trabajo existentes, que
un grupo homogéneo estuviese en condiciones de poder reunirse
con regularidad en una institución. La presencia de un superior
jerárquico —un miembro del personal directivo para los "grupos
de expresión de los asalariados" que iban a nacer diez años más
tarde—, o bien la participación de miembros de otro estrato
técnico o jerárquico, volvían "heterogéneos" los colectivos de
reflexión que podían constituirse, o mejor dicho, que constituía
la dirección de la institución.
Ahora bien, en esa situación novedosa de homogeneidad del
colectivo se producía un hecho espontáneamente, y se repetía con
tanta constancia que no podíamos dejar de observarlo, sobre todo
porque al poner en marcha nuestro experimento habíamos for-
mulado la regla de que, por encima de todo, escucharíamos lo que
los participantes tuviesen que decir. Ese hecho se refería a que los
integrantes del colectivo empezaban muy rápido a interrogarse
entre ellos, de un modo sistemático, sobre su trabajo, sobre el
poder que tenían o no ellos mismos para modificar el proceso de
trabajo y, por último, sobre las relaciones de poder que, en ese
trabajo que les era común a todos en el grupo, existían respecto
de los otros niveles técnicos y jerárquicos de la institución. En
síntesis, pudimos constatar a lo largo de las intervenciones que,
en todas partes y siempre, se repetía, con una espontaneidad y una
regularidad notables, un proceso colectivo muy complicado cuya
realidad específica sólo pudimos deslindar paulatinamente.
LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALÍTICA 51
Para conceptualizar, a partir de esa serie de repeticiones, el
movimiento de apropiación del acto fue necesario realizar ope-
raciones complejas de deconstrucción y de reconstrucción rela-
tivas a los conceptos de acto, trabajo, poder, sujeto, operaciones
que, además, también debían tomar en cuenta, en el plano teórico,
las relaciones sociales en el trabajo y en la sociedad global. No
era fácil comprender, en sus diversas consecuencias, el hecho de
que el poder podía no incumbir sólo a la relación personal con los
demás sino también a la relación directa con el propio acto, el
acto que uno realizaba. Así, por ejemplo, en un cierto número de
casos, el problema de la relación de poder con los demás no se
planteaba en forma manifiesta porque lo que estaba en juego,
mucho más fundamentalmente (aun cuando de manera no explí-
cita), subyacente y de modo latente, era la cuestión de la apro-
piación del propio acto.
Cuando en el capítulo anterior, a través de una relectura del
libro de Dubost en el que ese problema es el verdadero hilo rojo
que recorre el texto, llegamos a plantear una especie de equiva-
lencia, o en todo caso de vínculo estructural, entre intervención
psicosociológica y modificación de la organización del trabajo,
no se trataba para nosotros de una afirmación puramente formal.
Antes bien, expresa la evidencia muy clara de que el marco
organizacional actual sencillamente no permite la expresión de
la psicosocialidad de los individuos y aún menos su desarrollo.
Si se quiere introducir un verdadero contenido positivo y espe-
cífico en el término "psico" de psicosociología es necesario, de
acuerdo con nuestra experiencia, que el sujeto en el trabajo esté
en condiciones de encarar, de un modo mínimamente igualitario,
las relaciones sociales de trabajo, es decir, para ser claros, que no
sea avasallado por ellas. Lo cual evidentemente no es permitido
por la organización del trabajo actual, que separa radicalmente el
factor organizacional del factor humano. Quiero decir con esto
que reagrupamientos humanos asentados sobre esta base y que
permitirían "trabajar" en profundidad la división técnica y jerár-
quica del trabajo no responden jarnás a ella. El grupo institucional
homogéneo es precisamente (y no es otra cosa) un reagrupamiento
que puede reunir hasta doce o quince individuos sobre la base de
la división del trabajo. La modalidad 2 a partir de 1978 va a
introducir un dispositivo que establece esos reagrupamientos a
52 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
intervalos regulares en la institución, para realizar una reflexión,
prolongada y sin final previsible, sobre el acto de trabajo.
Igualmente, punto también fundamental, ese dispositivo define
un sistema de coordinación entre esos grupos que no es inmediato
y directo, sino indirecto y mediato.
La intervención sociopsicoanalítica modifica estructuralmente
la organización del trabajo porque introduce en la institución un
dispositivo destinado a durar, que tiene la capacidad potencial de
durar tanto tiempo como la institución, un "tercer canal de
comunicación" que concierne exclusivamente al acto de trabajo
y que se sitúa al lado de los otros dos canales ya existentes: el de
la dirección jerárquica y el de las instancias representativas
(comité de empresa, sindicato) cuando éstas existen.
¿Por qué entonces hemos llegado a superar la prohibición
social impuesta a los psicosociólogos profesionales de modificar,
por poco que sea, la organización del trabajo?
Es muy probable que haya sido porque no estábamos sometidos
a las limitaciones de fondo que pesaban sobre ellos, pues nosotros
no estábamos profesionalizados. El punto esencial es que no
teníamos que ganarnos la vida con esa actividad; todos nosotros
ejercemos profesiones diversas y nos dedicamos a la investiga-
ción sociopsicoanalítica fuera de nuestro horario de trabajo.
Además, nosotros actuamos deliberadamente a muy largo plazo.
En efecto, fue necesario un período de algo más de veinte años
de trabajo casi cotidiano para que llegásemos a reunir las inter-
venciones significativas que presentaremos a continuación; sig-
nificativas porque ponen en juego a toda una institución y a su
organización interna. Pero, asimismo, al mostrar que en virtud de
su dinámica propia el dispositivo puesto en marcha funciona
durante períodos de varios años, nos parece que el modelo, aun
reducido a algunas unidades, tiene valor de ejemplo: lo que hoy
se hace aquí puede volver a hacerse mañana allá, si bien evi-
dentemente se tienen en cuenta las diferencias y especificidades.
El balance es además numéricamente desigual: una empresa
comercial desde 1986 (a la cual conviene agregar otras dos
empresas, en forma parcial desde 1989), un instituto psiquiátrico
piloto, pero ya ciento cincuenta clases en la enseñanza pública.
Por otra parte, parece que el proceso va acelerándose puesto que
en 1991 hemos recibido varios pedidos en ese sentido, entre ellos
LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALITICA 53
el de una federación de un gran sindicato para una intervención-
testigo. Asimismo, hay que tomar en cuenta alrededor de dos-
cientas intervenciones que desde 1972 se han basado en un solo
grupo institucional homogéneo y sus relaciones con la institución,
y varias otras intervenciones que abarcan a varios grupos de la
misma institución a partir de 1976-1977.
Muy lejos de poder vivir financieramente de esta actividad
—a la que no obstante algunos de nosotros dedican una cuarta
parte de su tiempo—, a decir verdad, en gran medida hemos
subvencionado nosotros con nuestros propios recursos esta in-
vestigación, por lo menos hasta 1983-1984. Se creó así una
situación singular —no éramos universitarios ni investigadores
profesionales—, la cual sin duda tenía sus ventajas, la principal
de ellas era la de poder aprovechar a fondo toda oportunidad
favorable cuando se presentaba. Pero también los riesgos que se
corrían eran considerables, como aquel, no muy evidente, de
marginarnos o de adquirir una rigidez sectaria. De ahí nuestra
preocupación constante por mantener un diálogo con las demás
corrientes de la práctica sociopsicológica.
Retomemos los diferentes obstáculos que, como ya dijimos, se
habían opuesto hasta ahora a la construcción de una psicología
social del sujeto. Y, paralelamente, examinemos cómo la puesta
en marcha del dispositivo —modalidades 1 y 2— permite al
menos actuar con esos obstáculos y trabajarlos, aunque no siempre
permita superarlos.
Recordemos que hemos considerado como característica de la
"falla epistemológica", de la "aporía" de la psicología social del
sujeto, la imposibilidad de observar a la vez al sujeto singular y
a las relaciones sociales (colectivas) en las cuales estaría inmerso.
Ahora bien, si la observación directa (y simultánea) de lo que
podría denominarse los dos bordes de la falla epistemológica
—el que se refiere al sujeto y el que tiene que ver con las
relaciones sociales— resulta impracticable, en cambio, la ob-
servación simultánea pero indirecta de uno de los términos (el
sujeto) y directa del otro (las relaciones sociales de trabajo)
resulta totalmente viable.
En efecto, durante nuestras intervenciones, en los diferentes
^'.rupos homogéneos de la institución observamos un proceso
54 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA
colectivo, un movimiento colectivo de apropiación del acto (de
trabajo). Pero, como hemos demostrado, en un colectivo no
podría haber proceso psíquico alguno que no existiese ya en el
individuo. En consecuencia, se puede inferir, a partir de la
observación psicológica de ese colectivo, lo que corresponde a la
psicología social del sujeto. Se puede hablar entonces de una
observación indirecta del sujeto inmerso en las relaciones sociales
de trabajo, simultánea al estudio de esas mismas relaciones
sociales. Aclaremos que, en nuestra opinión, no se trata, en el
proceso colectivo observado, de una simple suma de procesos
individuales, sino de un fenómeno complejo de elaboración co-
lectiva, de resonancias interindividuales e intracolectivo, de
interacciones múltiples que desempeñan una función, cabría
decir, multiplicadora del proceso individual. Por razones que
tendremos que exponer, en cierto modo es porque existe un
colectivo, y porque ese colectivo es social, que el movimiento de
apropiación del acto puede crecer y desarrollarse en el sujeto.
Es necesario además, y he ahí el segundo obstáculo de im-
portancia, que el colectivo al que pertenece en ese momento el
sujeto esté inmerso en verdaderas relaciones sociales, que sea
verdaderamente un colectivo social de trabajo. Vamos a desa-
rrollar más adelante el punto según el cual a nuestro juicio la
división técnica y jerárquica del trabajo se encuentra entre las
relaciones sociales más generales y centrales de nuestra sociedad.
Tomarlo como eje de referencia organizacional de nuestro dis-
positivo nos asegura que las relaciones sociales de trabajo que
genera en las instituciones son, al mismo tiempo, relaciones
sociales generales, pues existen también en la sociedad global y
tienen en ella una función esencial.
Se ve así que durante nuestras intervenciones hay realmente
una observación simultánea del sujeto singular —de manera in-
directa por medio de las manifestaciones intracolectivo— y de
las relaciones sociales. Estas últimas están representadas en el
interior del dispositivo por las relaciones intercolectivas, siendo,
cada uno de los colectivos homogéneos, definido exactamente
por su lugar en la división técnica y jerárquica del trabajo. El
relato de nuestras intervenciones también estará organizado se-
gún esos dos ejes, intraindividual e intracolectivo por una parte,
intercolectivos por la otra. Esos dos ejes corresponden a los dos
La sociedad no es una familia
La sociedad no es una familia
La sociedad no es una familia
La sociedad no es una familia
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La sociedad no es una familia

  • 1. RARD^ffiNDE La sociedad no es una familia Del psicoanálisis al sociopsicoanalisis PAIDOS Grupos e Instituciones
  • 2.
  • 3. La sociedad no es una familia
  • 4.
  • 5. Gerard Mendel La sociedad no es una familia Del psicoanálisis al sociopsicoanálisis ^ PAIDOS Buenos Aires - Barcelona - México
  • 6. Título original: La société n'est pas unefamiUe. De la psychanalyse á la sociopsychanalyse Editions La Découverte, Paris © Editions La Découverte, Paris, 1992 ISBN 2-7071-2129-0 Traducción de Beatriz López Supervisión técnica de María José Acevedo Cubierta de Gustavo Macri la. edición, 1993 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 Copyright de todas las ediciones en castellano por Editorial Paidós SAICF Defensa 599, Buenos Aires Ediciones Paidós Ibérica SA Mariano Cubí 92, Barcelona Editorial Paidós Mexicana SA Rubén Darío 118, México, D.F. La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema "multigraph", mimeógrafo, impreso, por fotocopia, fotoduplicación, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada. ISBN 950-12-3247-6
  • 7. ÍNDICE Introducción: De la aporía social del psicoanálisis a la psicología social como aporía 11 Primera parte La intervención sociopsicoanalítica (1971-1992) l.Los psicosociólogos o la intervención prohibida 31 2. La intervención sociopsicoanalítica actúa sobre el contenido del trabajo 44 3. Una intervención prolongada en la empresa: la Sociedad de Transportes Públicos, en Poitiers 57 4. El funcionamiento del dispositivo desde 1986 en la Sociedad de Transportes Públicos 67 5. Una intervención prolongada a partir de 1984: el aprendizaje de la expresión colectiva de los alumnos en 150 cursos de enseñanza secundaria 89 6. Una intervención, en curso desde 1989, en un instituto piloto de reeducación psicoterapéutica y profesional para adolescentes 104 7. Una observación en el terreno: los operadores de conducción de los tramos nucleares (1988-1989) 115 8. Acerca del individuo comprometido aisladamente en las relaciones sociales 133 9. Donde se demuestra que no basta con apropiarse
  • 8. LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA colectivamente de su acto para situarse dentro de la dimensión psicosocial 141 10. Las relaciones sociales en el trabajo y en la sociedad.... 148 11. Algunas dificultades de nuestra práctica 162 Segunda parte El movimiento de apropiación del acto y la psicología social 12. El movimiento de apropiación del acto o una nueva concepción del poder 173 13. Acerca de la poca valorización intelectual del acto humano 189 14. El movimiento de apropiación del acto frente al psicoanálisis 203 15. Lo que les cuesta a los sociólogos la negación de la psicología social del sujeto 218 16. Autoconstrucción del sujeto e interacciones 229 17. Tres psicologías, un solo sujeto 245 18. ¿Qué es la psicosocialidad? 260 Apéndice. Sobre la evolución del sociopsicoanálisis 284 Bibliografía .291 índice de nombres 297
  • 9. Agradezco a la profesora liaría José Acevedo, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, quien conoce bien mi trabajo, por haber aceptado revisar la traducción. GERARD MENDEL
  • 10.
  • 11. INTRODUCCIÓN: DE LA APORIA SOCIAL DEL PSICOANÁLISIS A LA PSICOLOGÍA SOCIAL COMO APORIA Según la opinión general, la disciplina denominada psicología social abarca un campo bastante ambiguo. Sin duda, los productos que se ofrecen bajo ese rótulo son numerosos, atractivos y varia- dos. Incluyen desde las encuestas de opinión hasta las estadísticas sociales, desde los comportamientos en el trabajo hasta la evolu- ción de las mentalidades, desde complejas experiencias de labo- ratorio hasta el estudio del funcionamiento de los pequeños gru- pos o las conductas sociales en el terreno. Sin embargo, esta disciplina evidentemente no ha logrado desarrollar lo que sería su finalidad natural, y que comprende dos modalidades: - Modalidad 1: construir un verdadero modelo de psicología social, con una génesis y diversas etapas de maduración; describir los procesos psíquicos que le sean propios, una lógica de fun- cionamiento específica; encontrar posibles conflictos internos, describir disfunciones... - Modalidad 2: el modelo así construido debe referirse a un sujeto singular pues, por definición, no puede existir una psico- logía que no sea del individuo.' Esa perspectiva da por sentada la ' En este sentido, cada vez que escribimos "psicología social del sujeto" cometemos un pleonasmo. Empero, está tan arraigada la costumbre de hablar de psicología social sin tomar en cuenta al sujeto que sin duda más vale usar un pleonasmo que suscitar un equívoco. De igual modo, el término sujeto se encuentra con tanta frecuencia mal utilizado, como si se refiriese a un sujeto colectivo, que no vacilaremos en emplear una expresión también pleonástica —sujeto singular— una cierta cantidad de veces a fin de señalar que para nosotros el sujeto es únicamente individual.
  • 12. 12 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA existencia de una práctica metódica dentro de la cual el observa- dor puede ir del sujeto a la teoría y de la teoría al sujeto. En la actualidad, hay sólo dos psicologías que merecen ser llamadas así en el sentido estricto del término: la psicología psicoanalítica y, desde hace algunos años, la psicología cognitiva (del sujeto) que ha comenzado a desarrollar André Giordan en Ginebra. Lo que Francois Bresson escribía en 1982 sobre la psicología social, tras una extensa revisión de sus trabajos y publicaciones, sigue teniendo vigencia en 1992: "Si investigadores excelentes, inteligencias evidentemente esclarecidas, no han logrado aportar resultados dignos de señalarse, es porque en la concepción misma de esta disciplina hay una falla epistemológica sobre la cual es preciso interrogarse".^ En consecuencia, vamos a interrogarnos. No obstante, trata- remos también de proponer elementos de respuesta a partir de una práctica de más de veinte años en ese sector puntero de la psicología social que es la psicología del trabajo. Antes, para empezar, conviene definir la ubicación y la proble- mática de la psicología social en referencia a su principal (e hiperdesarrollada) compañera, la psicología psicoanalítica, de la cual se verá que es además el complemento insoslayable. LA APORIA3 SOCIAL DEL PSICOANÁLISIS Obsérvense las condiciones que presiden el establecimiento de lo que se denomina el "encuadre" de la cura psicoanalitica,"* y cuya presencia es necesaria para el desarrollo del proceso analítico. Todo se hace evidentemente de modo que el paciente que se tienda sobre el diván abandone su naturaleza social y se sitúe fuera del campo de las relaciones sociales. ^ Bresson, Frangois: Rapport intermédiaire sur Vétat de la psychologic sacíale. Mission Godelier, 1982. ^ Aporía: impasse (no paso: a=no, poroí=paso), '' Sigg, B. W.; Les Murs de la psychanalyse, conditions de la pratique. Messidor/ Editions sociales, París, 1990.
  • 13. INTRODUCCIÓN 13 No obstante, ciertas relaciones sociales —no interpretadas en cuanto tales— siguen ejerciendo sus efectos durante el análisis. Se trata de las relaciones ligadas a la diferencia entre los sexos y a las distintas categorías sociales a que da origen; las que derivan de la relación del dinero con la cura; las que son generadas por la categoría social general del psicoanalista en nuestra sociedad, y las relacionadas con la condición particular de cada uno de ellos: notoriedad social, marco social en el cual ejerce, etcétera. En la medida en que esas relaciones sociales no serán jamás reconoci- das ni especificadas como tales por el analista, serán recodificadas en el interior del discurso analítico y perderán su especificidad social, de lo cual se deriva innegablemente un efecto de desrea- lización social del análisis. En ese caso se produce el pasaje del ámbito llamado psicosocial al psicofamiliar. Por ejemplo, la regla social de dominación masculina y los discursos de la mujer referidos a esa condición, serán interpretados según el concepto de "envidia del pene", y esa interpretación tenderá más a reforzar que a atenuar las fantasías de la infancia en ese sentido; la relación con el dinero será interpretada como fantasía de "castración simbólica"; el status social del psicoanalista, cuando de él se trate, será considerado únicamente en relación con el conflicto edípico, y como prueba de la asimetría inevitable de la relación padres-hijos. En lo que se refiere a las inscripciones psíquicas del paciente correspondientes al pasado de sus antiguas relaciones sociales, el encuadre analítico asegura su recodificación en esa otra dimen- sión psicofamiliar, al igual que en el caso de las relaciones sociales actuales que persisten durante la cura (sexo, dinero, status social). De este modo, ninguna relación social actual o pasada se manifestará en el paciente con una fuerza y una especificidad tales que puedan llegar a perturbar el funciona- miento del proceso analítico dentro de la dimensión psíquica particular que estudia el psicoanálisis. Además, el correlato de "decir todo" es "no hacer nada". Fuera del discurso, toda otra actividad del paciente está prohibida, y será interpretada sistemáticamente como desviación de la regla fundamental y en términos de acting-in o de acting-out. La po- sición recostada, la habitación silenciosa, la luz tenue propician por lo demás la regresión en un triple plano: temporal (hacia el
  • 14. 14 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA pasado de la infancia), tópico (hacia el inconsciente) y formal (hacia el mundo de la fantasía). De esa manera, en el caso de la cura psicoanalítica, sin duda nos encontramos en condiciones de observar directamente al sujeto singular, pero a un sujeto que está situado deliberadamente fuera de las relaciones sociales. El sujeto en el diván experimenta una regresión hacia un funcionamiento psíquico en el cual la fantasía inconsciente y la pulsión —ninguna de las cuales son observables directamente— van a poder manifestarse con una potencia acrecentada a través de un discurso asociativo al que se le pide, además, sacrificar su intencionalidad habitual: "Diga las cosas como le vienen a la mente y en el momento en que se le ocurran, aun cuando le parezca que no tienen interés alguno o que no tienen relación con lo anterior, o aunque no entienda por qué aparecen en este momento". En lo que respecta a la intencionalidad, lo que se intenta reducir no es tanto el funcionamiento actual de la dimensión psicosocial como el de la psicología cognitiva. Los procesos psíquicos descriptos por la psicología psico- analítica se encuentran hiperactivados en el diván. Hemos adqui- rido el hábito de hablar de psicología psicofamiliar (o famíliaris- ta) para caracterizar la dimensión de la psicología inconsciente. No porque pensemos que las fantasías inconscientes o las pulsio- nes son originalmente "familiaristas", sino porque la manera en que se expresarán en el diván, que será aquella en la que van a poder observarse, siempre está caracterizada por la referencia a la "trayectoria familiar", con sus identificaciones (parentales) y sus conflictos (preedípicos y edípicos). En síntesis, la personalidad psicofamiliar se manifiesta al observador (el psicoanalista) al quedar fuera de juego, del modo más completo posible, las relaciones sociales. De lo cual deriva, entonces, y por definición, la aporía social del psicoanálisis, puesto que éste se inflige metodológicamente a sí mismo la incapacidad de estudiar las cuestiones relacionadas con la psico- logía social del sujeto; reside también en ello su condición expre- sa de funcionamiento. Y, dejando de lado algunas correcciones no muy numerosas que pueden aportarse a pesar de todo a lo que es la tradición clásica de la cura, no puede ser de otro modo a riesgo de desvirtuar el desarrollo del proceso analítico.^ ' Mendel, Gérard; La Psyihanalyse revisitée. La Découverte, París, 1990.
  • 15. INTRODUCCIÓN l.-i LA APORIA DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL Como se acaba de ver, existe una verdadera psicología del sujeto, pero que no es eficaz, es decir, sólo permite observar el psiquismo (cierto psiquismo) a condición de excluir lo social. Esa psicología es el psicoanálisis. Si en la actualidad se quiere replantear los problemas generales de la psicología social, convendrá empezar por el principio y examinar primero los dos términos que componen su denomina- ción —psicología, social—: después, como es lógico, cabe veri- ficar si esa asociación resulta compatible. Previamente habíamos afirmado que no podría existir otra psicología que no fuese la del sujeto singular. En efecto, se puede hablar con todo derecho de movimientos, de discursos colectivos en un grupo; se puede mencionar también las mentalidades co- lectivas, como resultante en una época determinada de la evolución de elementos idénticos, culturales e ideológicos que se manifies- tan en los psiquismos individuales. Pero la psicología en sí es el estudio del psiquismo. Por consiguiente, no sería posible que hubiese una psicología social colectiva, a menos que existiese un psiquismo colectivo y, en ese caso, necesariamente, un sustrato anatómico colectivo. Ahora bien, hasta ahora jamás se ha visto que haya cerebros conectados en serie y funcionando de ese modo. El sustrato material del pensamiento siempre es individual. Durkheim ha abordado este problema en los mismos términos y, para decirlo sin rodeos, se estrelló contra él. Es sabido, en efecto, que quiso fundar el concepto de conciencia colectiva de la única manera concebible, es decir, tratando de mostrar que su sustrato material realmente podía existir, que el concepto de un cerebro colectivo no era para nada absurdo, dado que era posible observar su existencia y sus manifestaciones. Detengámonos un instante en este punto pues no es poco lo que está en juego. En 1898 Durkheim desarrolla un extenso argumento^ que retoma tal cual en 1912'' para defender la idea según la cual los indivi- ' Durkheim, Emile: Representations individuelles et representations collectives, PUF, París, 1908. ' ídem: Les Formes élémentaires de la vie religieuse, PUF, París, 1912, págs. 3K6- 390.
  • 16. 16 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA duos serían a la conciencia colectiva lo que las células cerebrales del individuo son a la conciencia individual. Pero antes había tenido que presentar la propuesta según la cual el psiquismo individual podía existir sin depender, temporal y espacialmente, de la actividad de las células cerebrales que lo producían. De ser así, entonces también podría existir un psiquismo colectivo que funcionara del mismo modo, es decir, desconecta- do en el tiempo y el espacio de los cerebros individuales que le dieron origen. En consecuencia, el hiato espacial entre los dife- rentes cerebros humanos individuales en funcionamiento ya no planteaba más problemas, porque habría existido el prece- dente de un hiato espacio-temporal idéntico entre el cerebro individual y su psiquismo: "Cada estado psíquico se encuentra así, frente a la constitución propia de las células nerviosas, en las mismas condiciones de independencia relativa en que se en- cuentran los fenómenos sociales frente a las conciencias indivi- duales [...]".* Desde esa perspectiva, la sociología se convierte en una ver- dadera psicología colectiva y no es otra cosa que eso: "La psicología colectiva es la sociología en su totalidad".^ Aparte de que el argumento de Durkheim, por muy riguroso que pretenda ser, parece en gran medida capcioso, los avances actuales en materia de imaginería cerebral (¡aunque desde luego no permiten ver el nacimiento de los pensamientos!) demuestran que no existe un funcionamiento psíquico en solución de conti- nuidad con la actividad cerebral. En consecuencia, esos avances descalifican la petición de principio de Durkheim según la cual: "[...] [el estado psíquico] para mantenerse no tiene necesidad de estar perpetuamente sostenido y como recreado sin interrupción por un aporte continuo de energía nerviosa". •'' Por consiguiente, no existe ni puede existir otra psicología que la del sujeto singular. La psicología es el estudio del (o de los) psiquismo(s) de un sujeto. * ídem: Representations individuelles op. cit., pág. 30. ' Ibidem: pág. 37. '" Ibidem: pág. 30.
  • 17. INTRODUCCIÓN 17 ¿Quiere decir que en un pequeño grupo situado en ciertas condiciones no podrían existir movimientos psicológicos que se desarrollasen colectivamente? Es innegable que esos movimien- tos colectivos existen. Pero, lógicamente, habrá que referirlos a los psiquismos individuales que interactúan unos con otros, de los cuales sólo representan formas de asociación y elaboración. Una elaboración colectiva de ese tipo podrá permitir que, por ejemplo, sean perceptibles a la observación los procesos psíquicos que, si no hubiesen pasado del plano individual, permanecerían en esta- do latente y, por eso, no habrían podido ser percibidos. En síntesis, no podría existir nada en la representación colectiva de un grupo que no existiese ya en germen, más o menos desarrollado en el individuo, como representación individual." Pero esta úl- tima puede ser llevada a un grado de existencia cuantitativamente (y no cualitativamente) diferente (una intensidad mayor) por el juego de las interacciones individuales. Ese es el fundamento epistemológico de nuestro método de intervención psicoso- ciológico: llegar indirectamente a la psicología social del sujeto gracias al estudio de los movimientos colectivos en un grupo determinado. Asimismo, puede plantearse la hipótesis de que si Durkheim no se ha orientado en esa dirección ha sido debido a la connotación sumamente peyorativa que en su época tenía el concepto de colectivo, tanto si se trataba de aquellos de grandes dimensiones —la multitud— como de los pequeños —el grupo— (en esa época no se distinguía demasiado bien entre los dos). De La psicología de las multitudes (1895) de Le Bon a Psicología de las masas y análisis del yo (1921) de Freud existe una coincidencia total en lo atinente a considerar que el individuo agrupado se ve empobre- cido por ese hecho y disminuido con respecto a lo que puede pensar, experimentar o realizar cuando está solo. Será preciso que " Didier Anzieu llega, por otras vías, a las mismas conclusiones: "No hay nada en la psicología social que no se encuentre en la psicología individual". (Une peau pour les pensées, Ed. Clancier-Guénaud, París, 1990.) Pero, para nosotros, el verdadero pro- blema comiema ahora y consiste en desentrañar en la psicología individual lo que corresponde ala psicología social del sujeto o bien a la psicología psicoanalítica. He ahí el tema del presente libro.
  • 18. 18 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA aparezcan los trabajos precursores de Elton Mayo en los años veinte y más tarde los de Kurt Lewin en el transcurso de los años treinta para que esa perspectiva sea modificada. En determinadas condiciones la asociación de individuos en pequeños grupos puede representar un signo positivo, y no uno negativo, en lo que se refiere al ejercicio de ciertas capacidades psicológicas indivi- duales. Ahora bien, para llegar a esas consideraciones habrá hecho falta bastante más que la entrada en escena de un concepto: una modificación del paisaje mental del sociólogo y del psicosociólogo. El análisis del término "social" incluido en la expresión "psicología social" lleva a plantear preguntas igualmente fun- damentales y probablemente todavía más complejas. Estas pre- guntas, que no desarrollaremos aquí, constituyen una de las tramas principales de este libro. Podría resumirse lo esencial de esas preguntas con una interrogación: si, evidentemente, lo social, las relaciones sociales no existen sino en lo colectivo y por lo colectivo, ¿esta condición necesaria es suficiente? O bien, de no ser así, ¿qué otras condiciones debe reunir un colectivo antes de poder llamarse social, portador de relaciones sociales? Un "grupo psicológico", como en el que se practica el psicoanálisis de grupo, seguramente constituye un colectivo pero también es cierto que sus miembros no se dedican tanto a trabajar las rela- ciones sociales como la dimensión inconsciente estudiada por la psicología psicoanalítica, a la que nosotros denominamos "psicofamiliar". De manera diferente, en ciertos casos un "colectivo de trabajo" puede estar bastante menos movilizado por relaciones sociales que por una "dinámica de grupo" en la cual intervienen numero- sos factores. ¿Y qué significa exactamente la expresión utilizada a menudo sin mayores precisiones de "colectivo de trabajo", incluso la de "relaciones sociales de trabajo"? Un psicosociólogo tan sagaz como Jean Dubost escribe: "Conservando una práctica que toma como punto de partida la conciencia de los actores, la expresión de la experiencia vivida y de la ideología de las personas y de los grupos enfrentados a un problema social, a través de las posibilidades de verbalización, de interacciones y análisis abiertos en los lugares que la intervención trata de
  • 19. INTRODUCCIÓN 19 instituir, [...] siempre nos ha parecido que el acceso a las relacio- nes sociales era aleatorio".'^ Además habría que distinguir dos fenómenos de carácter muy diferente: las relaciones sociales existentes en la sociedad global que una intervención intraorganizacional permitiría (eventual- mente) analizar, y la existencia intraorganizacional de relaciones sociales presentes además en la sociedad global y a las cuales el sujeto se enfrenta actualmente. Por nuestra parte, estamos inte- resados en la segunda perspectiva solamente, pues no pensamos que la intervención institucional sea en sí misma un método de análisis social. Como se podrá ver, nuestro esfuerzo desde hace veinte años consiste sólo en construir una metodología de inter- vención que asegure la presencia del sujeto singular y de las relaciones sociales de trabajo representativas de ciertas relaciones sociales de la sociedad global. No tenemos en absoluto la ambición de tener acceso, por nuestro método, al conjunto de relaciones sociales existentes en la sociedad, sino únicamente a algunas de ellas, suficientemente centrales, sin embargo, para que la relación del sujeto con ellas, por intermedio de un colectivo de trabajo, que es entonces verdaderamente un colectivo social de trabajo, desarrolle en ese sujeto procesos psicosociales. ¿Por qué no decirlo? Desde el comienzo, nuestro objetivo ha sido el de perfeccionar un método que sería, para la observación psicológica del sujeto social, lo que el método psicoanalítico es para la observación del inconsciente. En segundo término, a partir de los elementos recogidos utilizando ese método, el objetivo ha sido comenzar a construir un modelo teórico de lo que podría ser la psicología social del sujeto. Es preciso ahora detenernos un instante. Acabamos de ha- blar de la presencia de un sujeto, y de las relaciones sociales. He ahí, a nuestro entender, esa falla epistemológica en el decurso de la psicología social que tan justamente mencionaba Fran90is Bresson. '^ Dubost, Jean: VIntervention psychosociologique, PUF, París, 1987, págs. 267 y 268.
  • 20. 20 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA Si no hay más psicología que la del sujeto singular, y no existe lo social sino en un colectivo (pero en un colectivo determinado), ¿cómo podrá el observador —no hay psicología sin psicólogo— estudiar directamente el psiquismo de un sujeto que participa en el funcionamiento de un colectivo social? O bien el sujeto sale del colectivo, en cuyo caso puede observárselo directamente (pero en ese instante deja de estar expuesto a las relaciones sociales, o bien permanece en el colectivo social, pero entonces su discurso individual (si todavía es observable) aparece tan incorporado en el discurso colectivo que resulta imposible separar lo que es propio del sujeto, lo que es estrictamente de su producción de lo que es inducido, introducido, por el colectivo. Esa sería la consecuencia práctica de la falla epistemológica, la aporía de la psicología social del sujeto. En una observación o una intervención psicosociológica, el investigador puede tener un acceso directo al sujeto individual o a las relaciones sociales, pero nunca a los dos a la vez. El sujeto singular y las relaciones sociales se excluyen recíprocamente en lo que se refiere a la observación; la situación es análoga a la que se da en un cam- po tan diferente como el de la física cuántica, en el que es imposible para el investigador precisar a la vez la posición y la velocidad en un objeto cuántico. Los dos términos, "psicolo- gía" y "social", parecen, en un primer análisis serio, excluyen- tes uno del otro. La disciplina denominada "psicología so- cial" no tendría, epistemológicamente hablando, derecho a la existencia. No se trata de un razonamiento puramente formal. Veremos a lo largo de todo el libro que, en la práctica, el hecho de tomar en cuenta la falla epistemológica así formulada es lo único que en psicología social puede permitir desarrollar una metodología de observación y un modelo teórico de la construcción psicosocial del sujeto. Las dos claves, las dos herramientas son la observa- ción indirecta del sujeto, y la definición precisa del concepto de colectivo social de trabajo en su vinculación con las relaciones sociales de trabajo (que también tienen que definirse). Si se dispone de esas dos herramientas, no se anula desde luego la existencia de la fisura pero pueden observarse simultáneamente sus dos bordes. Poco importa que esos dos bordes no se unan y que, en efecto, no puedan observarse de manera directa y si-
  • 21. INTRODUCCIÓN 21 multánea el sujeto singular, y las relaciones sociales de trabajo en las que está inmerso. EL MOVIMIENTO DE APROPIACIÓN DEL ACTO EN PSICOLOGÍA SOCIAL En este libro se presenta el balance clínico y teórico de una práctica colectiva en el terreno inscripta en el campo de la psicología social, más concretamente en el de la psicología del trabajo, desarrollada durante un período de algo más de veinte años (1971-1992). A partir de ese balance, que abarca la primera parte del libro, se propone un modelo de psicología social del sujeto. La propuesta es simple y muy ambiciosa a la vez. La propuesta es simple: en efecto, está casi totalmente contenida en una proposición única considerada en sus pormenores y sus diferentes facetas. Es muy ambiciosa porque enuncia que un proceso psíquico distintivo ocupa el lugar central en la psicología social del sujeto. Tendrá un papel tan fundamental como —para hacer una comparación con otra psicología— la fantasía in- consciente en el psicoanálisis. Como se ve, no es insignificante el destino que pretendemos atribuirle. A ese proceso psíquico lo denominamos "movimiento de apropiación del acto".'^ En todo individuo existiría una fuerza de carácter antropológico, que se expresa de manera no consciente dentro de la dimensión psíquica, y que incita al sujeto a "apro- piarse" del acto voluntario y consciente que realiza, de la actividad, de la acción que desarrolla. Ese movimiento apunta a dos obje- tivos: la apropiación del control del proceso del acto y la apro- piación de los efectos del acto. En síntesis, si todo acto se define por el poder que tiene de modificar el ambiente exterior al cual se aplica, en esta definición no se prejuzga para nada la condición del sujeto en relación con el acto que realiza. La no posibilidad de apropiación de su acto por el sujeto no impide que ese acto ejerza igualmente poder, pero '^ A partir de los años setenta, comenzamos a utilizar las expresiones "acto-poder", "pulsión de exigencia de poder", en un sentido parecido al de la expresión actual "movimiento de apropiación del actopoder" (o, más brevemente, "del acto").
  • 22. 22 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA el sujeto, en ese caso, no estará en condiciones de controlar ni el proceso de ejecución del acto, ni sus efectos. De ese modo, no podrá tener interés ni encontrar placer en actuar. ¿"Apropiación" o "recuperación" del acto? A decir verdad, se podría dudar. El acto, que se nos escapa en cuanto lo acabamos de realizar, parece tan evidentemente nuestro, salido de la profundi- dad de nuestro ser, que si somos incitados con tanta vehemencia a apropiarnos de él es a fin de poder recuperar la integridad corporal y psíquica mermada por esa salida de nosotros que es, al mismo tiempo, la entrada en un mundo (social) que ya no nos pertenece. Por otra parte, ¿no sería mejor hablar de acción cuando ha- blamos de acto? Para nosotros, entre el acto y la acción existen, de hecho, diferencias sólo en cuanto a la complejidad y no en cuanto a la naturaleza. Sin embargo, hemos preferido utilizar la palabra acto por dos motivos. El primero es que el término acción parece demasiado ambiguo, demasiado impreciso, con demasiadas connotaciones filosóficas e ideológicas. ¡Cuántas filosofías de la acción han surgido sin enseñarnos nada acerca de la acción ni de la filosofía! El segundo motivo es que la palabra acto evoca más directamente las raíces corporales, psicomotrices. Ahora bien, si el objeto de este libro es explorar la existencia de la dimensión psíquica correspondiente al acto, este último, desde luego, per- tenece tanto al cuerpo como al espíritu; es más: es indivisible- mente los dos a la vez, es uno. Sin duda, la manera más simple de dar cuenta de este movimiento psíquico sería decir que el sujeto, en cuanto al acto que realiza y que "se le escapa", trata, sin tener una conciencia clara de ello, de volver a hacerlo suyo, de guardarlo para sí, de reincorporarlo. ¿No decimos: "éste es mi acto", casi como diríamos: "éste es mi cuerpo, mi pensamiento, mi ser"? Este movimiento de apropiación del acto sería entonces, en definitiva, un deseo de reapropiación desarrollado en una espe- cie, la nuestra, en la que toda actividad está tan profundamente inserta en las estructuras sociales que la realización del acto, y el fruto que se obtendrá de él, dependen casi totalmente de esas estructuras. En las sociedades humanas, no bien el acto está realizado se aleja de su autor y se escapa de él para seguir un destino social que no tiene nada en común con lo que se observa
  • 23. INTRODUCCIÓN 23 en el animal. En cierto modo, no dejamos de correr detrás de actos que se nos escapan y en esa carrera nos vemos forzados, necesa- riamente y en todo momento, a interactuar con los otros y con la sociedad. Lo que tal vez es la condición instrumental, operativa, de la formación y el crecimiento de las sociedades humanas se encontraría también en el origen del particular trabajo psíquico desarrollado en nuestra especie dentro de la dimensión psicosocial. Además, porque todo acto humano es también un acto social, el acto como psicología incumbe tan fundamentalmente a la psi- cología social. En consecuencia, en el centro de la psicología social del sujeto se sitúa el movimiento de apropiación del acto y su confrontación interactiva con las relaciones sociales. A medida que en nuestra práctica ese concepto iba imponién- dosenos, surgía el problema de precisar, de afinar, las condicio- nes de observación que permitirían su análisis y teorización. Desde el principio de nuestra investigación habíamos privilegiado el trabajo, las relaciones sociales de trabajo como objeto de estudio. Es, pues, en el marco de un método de intervención en el campo social del trabajo que, a partir de 1971, hemos comenzado a desarrollar un modelo de psicología social del sujeto. O bien las relaciones sociales de trabajo eran tales que permitían que se expresase ese movimiento, y la psicosocialidad, la construcción social del sujeto, se desarrollaba actuando a su vez sobre las relaciones sociales, en una verdadera dialéctica. O bien esas relaciones, tal como existían, impedían o limitaban excesivamente la expresión de ese movimiento, y aparecían entonces fenómenos psicológicos deficitarios que expresaban la desestructuración psicosocial. En la segunda parte se verá cómo esa perspectiva psicológica modifica sustancialmente la manera de examinar conceptos básicos como los de acto, poder, sujeto. Otra pregunta se nos presenta inmediatamente. Si, en efecto, se abre así toda una dimensión psicológica, que es la de la psicología social del sujeto, ¿por qué, entonces, utilizar un término tan diferente como el de sociopsicoanálisis para explicarlo? ¿Qué papel viene a desempeñar aquí el psicoanálisis? Sucede que durante estos veinte años de práctica en el terreno social del trabajo y de su teorización, el psicoanálisis se nos ha impuesto como interlocutor obligado. Etimológicamente, inter-
  • 24. 24 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA locutor es aquel que interrumpe. Y si el psiquismo psicofamiliar inconsciente, el que estudia el psicoanálisis, interrumpe también constantemente la continuidad del movimiento de apropiación del acto, se debe a que está estructuralmente asociado a aquél, aunque pertenezca, no obstante, a una dimensión psíquica total- mente distinta. En efecto, nunca hemos observado una puesta en marcha significativa del movimiento de apropiación del acto sin que apareciesen manifestaciones, que para ser comprendidas (y superadas) tienen que ser referidas a la culpabilidad inconsciente. ''* Lo cual no significa, de ningún modo, que sean necesarias las interpretaciones psicológicas que aludan directamente a la cul- pabilidad inconsciente. Se verá que no procedemos de ese modo. Toda una clínica psicosocial y psicoanalítica que vamos a exponer, se ofrece así a la observación. Nos limitaremos ahora a decir que todo parece suceder como si cada vez que se tira del cajón de la psicosocialidad, en el armario del psiquismo, se abre también el cajón del psicofamiliarismo inconsciente (y consciente), por lo menos transitoriamente. Sin embargo, esa culpabilidad inconsciente .debe considerarse, en realidad, como la consecuencia de un fenómeno más funda- mental, y que reencontraremos bajo diversas formas en las dis- tintas partes de este libro. El movimiento de apropiación del acto tiene lugar en la realidad exterior. Ahora bien, para el inconsciente, la realidad exterior—es decir, la sociedad—es, todavía y siempre, la familia de la infancia del sujeto. Las personas importantes de este mundo, los superiores jerárquicos, el orden social, constituyen para el inconsciente del sujeto la familia de su infancia (así pueden comprenderse ciertos fenómenos colectivos, como el nacionalismo, la xenofobia, el racismo, el "culto de la personali- dad", algunos grandes movimientos pasionales colectivos). ¿Cómo atreverse a reivindicar la apropiación del acto propio puesto que el mundo pertenece "legítimamente" a los padres, a los adultos? No bastaría con decir que para el inconsciente de cada uno la '^ La dimensión de la culpabilidad inconsciente supera en mucho para nosotros la relación Yo-Superyó. El miedo, la angustia (y la amenaza) se refieren a todo el registro del retiro del amor y de la pérdida, tales como pueden ser fantaseados desde los comienzos mismos del yo.
  • 25. INTRODUCCIÓN 2S sociedad es una familia: en realidad es su familia, con las diversas particularidades individuales que marcan, subjetiva y objetiva- mente, una infancia determinada. Esta regularidad en la asociación entre psicosocialidad y psiquismo inconsciente se establece tan precozmente en el psiquismo del sujeto que casi puede decirse que es estructural. En todo caso, nos parece que justifica el empleo del término socio- psicoanálisis utilizado para el modelo de psicología social del sujeto que proponemos. Por último, a pesar de querer estudiar sólo la psicosocialidad del sujeto, nos encontramos frente a varias dimensiones psíqui- cas diferentes, cada una de las cuales responde a una parte de la relación del sujeto con la realidad: el campo de lo inconsciente que ha cobrado forma durante la infancia y ha sido reprimido, el campo de las operaciones cognitivas, el campo de la psico- socialidad. A cada una de esas dimensiones psíquicas corresponde, por parte del investigador, un enfoque psicológico diferente. En consecuencia ya no nos encontramos, en realidad, frente a una sola y gran psicología sincrética, sino frente a tres psicologías diferentes cada una con su método de observación propio, y cada una más o menos adelantada en la construcción de su modelo teórico. Tratemos pues de explicar de otro modo la dificultad muy particular propia del estudio de la psicosocialidad. La psico- socialidad se referiría a la capacidad psíquica del sujeto para percibir objetivamente la realidad social en la cual vive, y de comportarse en ella de una manera acorde con esa percepción. ¿Qué puede decirse de las otras dos psicologías? En lo que se refiere a la psicología cognitiva, el sujeto puede verificar en todo momento el campo de acción de principios lógicos como el de no contradicción, o el del tercero excluido o, incluso, puede tomar conciencia de la distancia entre una "concepción preestablecida" (Giordan) y lo que revela otra "concepción" más científica, puesto que toma más en cuenta la observación de los hechos. En el diván del psicoanalista, el sujeto percibe una distancia total- mente distinta: la que media entre el contenido manifiesto de un discurso o de un sueño y su contenido latente.
  • 26. 26 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA Ahora bien, es paradójico que sepamos mucho menos (objeti- vamente) sobre la realidad social y las leyes que rigen su acti- vidad, que sobre los principios de la lógica formal o intuitiva, o sobre las reglas de funcionamiento del inconsciente. Son muchas las causas que explican ese desconocimiento: la complejidad del fenómeno social en sí mismo, el enfoque parcial e infinitesimalmente reducido de cada agente social, el desarrollo de ideologías en relación con el lugar ocupado en la sociedad (la distinción establecida por Mannheim entre ideología y utopía en este caso parece ser operativa). Esas ideologías y esas utopías, que parecen inevitables, no son relacionadas con sus causas por el sujeto, sino que interfiriendo con las perspectivas objetivas, participan de la identidad misma del sujeto y, por ende, son muy poco variables. A lo cual todavía falta agregar la acción perma- nente del inconsciente que, a espaldas del sujeto, por una parte echa sus propios retoños en el interior de las representaciones que nosotros nos construimos de la sociedad y, por la otra, recodifica "familiaristamente" la información que proviene de lo social. Esa recodificación manipula los elementos socioculturales comunes en la misma sociedad para una misma generación de niños, y los elementos particulares que dependen de la pertenencia de clase y de las categorías sociales. Frente a esa complejidad, hemos decidido estudiar un ámbito social bien definido, la institución del trabajo, a fin de tratar de observar en él las interacciones del sujeto con las relaciones sociales.'^ En el transcurso de esa observación, hemos tenido la sorpresa de ver aparecer manifestaciones muy peculiares del sujeto en relación con sus actos, en relación con su acción. Hemos concep- tualizado esas manifestaciones considerando que señalan la expresión de un movimiento de apropiación del acto. ¿Por qué " No hemos elegido como lugar de la intervención sociopsicoanalítica ni la familia (véase el capítulo 2) ni las categorías o clases sociales. En efecto, nos parecía difícil y fuera de nuestra competencia definir hoy, en el plano teórico, las categorías o clases sociales presentes en nuestra sociedad habida cuenta, en particular, de los aconteci- mientos que afectan a las llamadas "clases medias". Además, ¿cómo delimitar un lugar social circunscripto en el cual la pertenencia a una de esas categorías y su relación con las demás categorías habrían desempeñado para el sujeto una función central?
  • 27. INTRODUCCIÓN 27 ese movimiento no se les ha hecho patente a los numerosos observadores de ese ámbito social tan generalizado como es la institución del trabajo? Existe una triple serie de obstáculos y cada una de esas tres series necesita un enfoque diferente. ¿Cuá- les son esos obstáculos que encontraremos con frecuencia en este libro? En primer lugar, para que el movimiento de apropiación del acto aparezca en sus manifestaciones es preciso contar con un dispositivo de observación especial, difícil (ya se verá) de hacer aceptar a la institución, y cuya puesta en práctica tiene por finalidad mitigar la acción negativa de la división del trabajo con respecto al movimiento de apropiación del acto. En segundo lugar, como quedó dicho, el sujeto individual, tomado hasta el presente como objeto de estudio, es el lugar privilegiado de las manifestaciones del inconsciente, que recodifican de una manera familiarista y mistificadora tanto las relaciones sociales de tra- bajo como las manifestaciones de dicho movimiento. Y, por último, el movimiento mismo no es el resultado lineal de la observación de determinadas manifestaciones, sino un concepto que da cuenta de esos hechos de observación en una dimensión totalmente distinta, la de la teoría. Tratamos de construir lo que se denomina un modelo teórico, no fotografiamos la realidad. Esos diversos puntos serán desarrollados en el libro. Quisiera subrayar en esta introducción lo que esa investigación realizada en el interior de las instituciones laborales, en la médula misma del tejido social, permite para el estudio de los mecanis- mos y los fenómenos sociales inscriptos en él, y a los cuales los políticos, por ejemplo, no tienen acceso. A ese nivel, surgen nuevas aspiraciones respecto del trabajo, que comenzaron a afirmarse en las generaciones posteriores al 68 y que se expresan con más fuerza todavía en las generaciones jóvenes a pesar de la amenaza del desempleo. Esas aspiraciones apuntan a una mayor autonomía y responsabilidad, a un trabajo más interesante, más motivador, en el cual sea posible depositar investiduras psíqui- cas. En nuestras intervenciones hemos escuchado mucho, sin duda debido a la influencia del psicoanálisis. Las modificaciones introducidas desde hace veinte años en nuestro dispositivo han hallado en cada oportunidad su razón de ser en el deseo de comprender con mayor exactitud esas aspiraciones en las cuales.
  • 28. 28 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA en efecto, nos parece que trata de expresarse el movimiento de apropiación del acto. Una precisión más. Cada vez que hemos trabajado con una institución y no con un solo grupo como en los primeros años, el trabajo se ha realizado con el conjunto de la institución. Nuestro grupo nunca ha aceptado una intervención ni tampoco, creo, una simple observación que nos hubiera llevado a transgredir esa regla. Una regla que afirme que la base de la institución —per- sonal llamado de ejecución, alumnos de una escuela secundaria, enfermos de un establecimiento de salud, militantes de un sindicato o de un partido, miembros adherentes de una asociación...— es parte integrante de la intervención con el mismo derecho que las demás categorías. De igual modo, rechazaríamos una intervención institucional que se limitase a la base. En nuestro modelo teórico tampoco tendría sentido.
  • 30.
  • 31. 1. LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA ¿Podría escribirse todavía como lo hizo Durkheim a comienzos del siglo que "la psicología social es apenas una palabra que designa todo tipo de perspectivas variadas e imprecisas, sin objeto definido"? Hoy en día, la psicología social tiene todo el aspecto de gozar de buena salud. Su nombre aparece en los títulos de libros enteros, de manuales universitarios. Desde los años veinte y treinta manifiesta una vitalidad valiosa, incrementada aún más en los dos últimos decenios con los estudios de la psicología del trabajo, su rama de vanguardia. Citemos, para partir de los momentos fundantes, las repercu- siones —aun cuando parezcan hoy haber cambiado de dirección o haberse detenido— de los estudios de Elton Mayo (1880-1949) y de Kurt Lewin (1890-1947) sobre la psicología de los pequeños grupos. El doble descubrimiento realizado por Mayo en el trabajo industrial sobre los aspectos informales y sobre la importancia de los factores afectivos ha dado origen, se sabe, a la amplia corriente llamada de las "relaciones humanas" en el campo de las relaciones de trabajo. En cuanto a Lewin, las investigaciones sistemáticas sobre lo que este autor había denominado "dinámica de grupo", la continuación y aplicaciones de las mismas por parte de sus alumnos en el training group, se encuentran en el origen, o muy cerca, del conjunto de métodos utilizados en la actualidad en los grupos de formación. Habría que citar también los trabajos de Moreno, de Rogers, los relativos a la interacción de Homans, y tantos otros más, tan seductores como los de Goffman sobre la micropsicosociología de la vida cotidiana, o tan controvertidos
  • 32. 32 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA como los de Milgram sobre la sumisión a la autoridad. Los libros de Hirschmann, de Sennett, empiezan también a ser hoy más conocidos en Francia. En Francia, y en una época más reciente, los nombres se multiplican, cada autor dedicado a un tema de estudio privilegia- do: Deconchy y las creencias, Beauvois y Joule y la sumisión, Doise (en Bélgica, después en Suiza) y las relaciones entre grupos, Moscovici y la psicología de las minorías activas, Max Pages y la vida afectiva de los grupos, de Gaulejac y la neurosis de clase, Barrus-Michel, cuyos estudios sobre el sujeto social todos conocen. Sin duda es en la psicología del trabajo, nuestro ámbito de investigación, donde se está produciendo un acontecimiento sig- nificativo desde hace veinte años. Debe mencionarse en primer término a Christophe Dejours y sus trabajos fundantes en psicopatología del trabajo. Son también muy importantes las investigaciones de Renaud Sainsaulieu (la identidad en el traba- jo), Maurice de Montmollin (el taylorismo y la ergonomía), Benjamin Coriat (la producción en masa), Michel Llory (el factor humano), Yves Clot (las mutaciones tecnológicas vistas del lado de los que las viven), Denis Duelos (los riesgos tecnológicos y sus representaciones simbólicas), Jacques Broda (el psiquismo como fuerza productiva), Jean-Claude Barbier (la organización del trabajo), Bernard Doray, y de muchos más. Tendremos oca- sión de retomar varias de esas investigaciones. Esos nombres, las obras, la riqueza y originalidad de los pensamientos revelan que en Francia la "masa crítica" empieza a ser abordada por la psicología del trabajo. A medida que vayan progresando los intercambios y las confrontaciones, cabe esperar que al unificarse el vocabulario y las comparaciones objetivas de las distintas metodologías se pueda constituir un campo discipli- nario de primera magnitud dentro de la psicología social. El elemento sin duda más promisorio se refiere al hecho de que esas investigaciones se realizan en general en el terreno, un terreno variado y que incumbe a numerosas ramas del trabajo. Desde luego, las necesidades económicas actuales con su demanda de trabajadores motivados, creativos y responsables, la importancia dada al "factor humano", son la causa del florecimiento de los estudios e investigaciones.
  • 33. LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 33 ¿Se puede pensar por eso verdaderamente que la situación es satisfactoria, y que los hechos se han encargado de invalidar la opinión de Durkheim según la cual la psicología social era "apenas una palabra" sin "objeto definido"? Pues, como quedó dicho, la psicología social no reúne ninguna de las dos condicio- nes que serían necesarias para que pudiese merecer verdadera- mente su nombre: la construcción de una teoría general, y una práctica que, yendo de lo particular a lo general y viceversa, justifique la teoría. En el mejor de los casos, en las investigaciones actuales se relacionarán los comportamientos observados y los discursos que los acompañan, con los parámetros sociales, o simplemente colectivos, que los encuadran. ¿Cuál sería la psicología gene- ral subyacente en esas reacciones, en esos reflejos, en esos condicionamientos? En realidad, no se plantea esa pregunta ni tampoco la que apunta a saber si existiría una psicología que fuese específica y que podría llamarse con pleno derecho social. Hemos comenzado a mostrar las extraordinarias dificultades de orden epistemológico propias de la psicología social, así como también los equívocos, las ambigüedades, los estancamientos conceptuales relacionados con ella. Pero, muy probablemente hay otra causa más, e igualmente fundamental, en el origen de la falta de desarrollo actual de esa disciplina. Se trata de que, en efecto, la práctica social, a partir de la cual podría nacer y crecer una reflexión, resulta sumamente difícil de realizar en el terreno por razones muy poderosas, en las que confluyen elementos ideológicos, culturales, psicológicos, económicos, políticos. La verdadera práctica psicosocial es la intervención psico- sociológica. Veremos que "intervenir" significa necesariamente modificar —de manera por cierto prudente y parcial o provi- soria— la organización del trabajo existente. He ahí donde re- side la prohibición de hecho a la cual son sometidos los psicosociólogos y los psicólogos del trabajo. De allí la imposibi- lidad para ellos de efectuar una reflexión teórica extensa y profunda a partir de la práctica, puesto que la modalidad de práctica que resultaría significativa se ve sistemáticamente obs- taculizada. Lamentablemente, ni las observaciones simples, aun- que se realicen en el terreno, ni las consultas, los peritajes o las
  • 34. 34 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA "auditorías" permiten prolongar la reflexión todo lo que sería necesario. En efecto, no autorizan a construir dispositivos expe- rimentales y alternativos en la relación del hombre con su trabajo. Vamos a fundamentar nuestra afirmación, que en un primer momento puede parecer un poco rigurosa, a partir del estudio del excelente libro que el psicosociólogo Jean Dubost ha dedicado recientemente, bajo ese mismo título,' a la intervención psicosociológica. Asombra en primer lugar, en ese libro, la desproporción entre las pocas páginas, que pueden contarse con los dedos de una mano, dedicadas por el autor a la psicología propiamente dicha del "actor" del trabajo en una "organización", y las dedicadas a la teoría propiamente dicha de la intervención, que abarcan casi toda la obra. Es decir, en realidad, dedicadas a las limitaciones de esa intervención, a sus ambigüedades, sus contradicciones, sus trampas y, por último, a su inviabilidad en las condiciones actuales de nuestra sociedad. Semejante desproporción, en un estudio psicosociológico, entre el elemento psicológico y el elemento sociológico, nos parece esclarecedora de por sí. Parece- ría que la estructura misma del libro viniese así a completar, a su modo, el contenido manifiesto. Allí donde el texto nos dice que la intervención psicosociológica está verdaderamente vedada, la estructura del libro nos muestra en negativo, por la ausencia del elemento psicológico, que es esta prohibición la que impide el desarrollo de estudios propiamente psicológicos. El cúmulo de interrogantes sólo podría dar a luz un engendro psicológico, ya que la intervención sigue siendo imposible. El autor hace sus primeras armas con una intervención, una intervención muy extensa que se prolongó durante muchos años, y que ha tomado diferentes formas con el transcurso del tiempo escapándosele muy pronto al autor de las manos y siendo trans- formada por la institución en algo perfectamente aséptico. Esta intervención se inició a fines de los años cincuenta (1957), en los establecimientos K y en lo que, a nuestro parecer, es una direc- ción regional de la distribución. El problema planteado era el de la prevención de los accidentes de trabajo. ¿Por qué, en ciertos ' Dubost, lean: op. cit.
  • 35. LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 35 casos, el personal de ejecución, los mandos intermedios, el personal directivo, no prestan más atención a la prevención y no cumplen las consignas reglamentarias? Nos detendremos en dos puntos en particular: la metodología empleada y la conclusión a la que permite llegar esa metodología. En primer lugar el consultor organizará un grupo de trabajo integrado por doce personas: ingenieros (voluntarios) de la línea jerárquica, miembros del personal especializado en seguridad. El grupo se reúne dos veces por mes. Más que por un simple sondeo de opinión, el grupo optará por una investigación intensiva en dos zonas geográficas, y que incluirá a doscientos obreros y capata- ces. La "adhesión de los actores interesados" se obtendrá, en realidad, no de los propios actores sino del personal jerárquico, y de los delegados de las instancias representativas. El consultor designa a dos ayudantes de equipo y divide el trabajo en dos etapas. Primera etapa: 24 entrevistas individuales y 14 discusiones en grupo. Los grupos, uno tiene todo el derecho de suponerlo, son heterogéneos y están integrados indistinta- mente por personal de ejecución y capataces. El corpus de las transcripciones del conjunto de grabaciones es sometido a un análisis cuantitativo: división del material en unidades (cerca de 3000), codificación de cada una de ellas según el contenido manifiesto (temático) y el contenido latente (tono afectivo, etcé- tera). Es decir, un análisis de contenido. Un primer punto del método nos interesa mucho, pues pone en evidencia lo que nosotros mismos hemos constantemente obser- vado y tratado de teorizar. Los discursos de grupo —e incluso de un grupo sin duda heterogéneo como éste, pero integrado sola- mente por dos categorías profesionales y que trabajan local- mente juntas— afirman "actitudes más voluntaristas, más res- ponsables, más reivindicativas". Mientras que las entrevistas individuales "permitían la expresión de posturas de dependencia, de fatalismo, o de pasividad, inhibidas por la situación grupal". En síntesis, y tendremos ocasión de retomar este tema, para nosotros el discurso del individuo se sitúa en la dimensión que denominamos psicofamiliar, mientras que el colectivo de trabajo, siempre que no sea demasiado heterogéneo, se expresa más en una dimensión psicosocial. Por otra parte, puede observarse por parte de los grupos interrogados "pocos comentarios en referencia
  • 36. 36 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA a los riesgos a que estaban expuestos, o que expresasen un estado de ansiedad relacionado con los peligros del oficio". Esto ilustra la tesis de C. Dejours respecto de las "estrategias defensivas del oficio". De allí la segunda etapa del estudio: 50 entrevistas individuales centradas en el concepto de peligro o de accidente. Después de la metodología, las conclusiones. Estas se dividen en dos etapas: constatación, interpretación. La constatación: "El estudio nos indica (...) por medio de numerosos comentarios la existencia de un factor general expe- rimentado como oponiéndose a las motivaciones para la seguri- dad: la presión del tiempo sobre los agentes". "La oposición entre presión del tiempo y seguridad está además muy consciente, incluso cuando no se traduce en quejas."^ Ahora bien, ¿qué es en realidad esa presión del tiempo? ¿Una experiencia vivida? ¿Un síntoma? ¿El análisis debe detenerse en ella? "La presión del tiempo depende a la vez de las condiciones objetivas del trabajo y del sistema de valores, de la moral pro- fesional del agente." ¿Es ésa una interpretación, un análisis de los discursos, una hipótesis de trabajo? Sin duda, tiene algo de cada cosa: llamémosla una propuesta. Pero de esta propuesta a la conclusión se pasa innegablemente por una interpretación. En efecto, esa conclusión es la siguiente: "Asimismo, las actitudes respecto de la seguridad constituyen uno de los reflejos —o de los síntomas— de la satisfacción en el trabajo [...]". La interpretación de Dubost es ésta: en la medida en que el sistema organizacional no le permita al obrero o al jefe encontrar satisfacciones en su trabajo,'^ la frustración resultante inhibirá más o menos conscientemente las necesidades en materia de seguridad. Por ello, una política de seguridad no logrará sus fines si no se presenta ante los interesados "como una ocasión para mejorar las condiciones de trabajo, para aumentar las sa- tisfacciones psicológicas". Nos detendremos en lo que se dice de esas satisfacciones psi- cológicas; será el único lugar del libro en el que se tratará concretamente de psicología. Esas satisfacciones son, según el ^Ibíd., págs. 24 y 25. ^Las bastardillas son nuestras.
  • 37. LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 37 autor: "El placer de experimentar que se hace algo útil, que tiene sentido, de ejecutar sus potencialidades intelectuales y físicas, de sentirse adaptado a las condiciones de trabajo, de sentirse en su lugar, de aumentar la propia estima y la que los otros tienen de uno; el deseo de participar en la vida de la empresa, de sentirse integrado y bien aceptado por el grupo, el deseo de autonomía, de independencia, de libertad que se opone 61 mismo al precedente, etc.". Y, también: "Se han citado como factores psicológicos: la habilidad profesional, la conciencia de sus responsabilidades, las buenas relaciones de trabajo, la posibilidad de reflexionar y de comprender lo que se hace [la bastardilla es nuestra], las con- diciones de trabajo que permiten obtener satisfacciones del oficio (salario, etc.)". Dejemos aparte las condiciones de trabajo: va de suyo que si no se sitúan en un nivel correcto, esto afecta al conjunto de las satisfacciones en el trabajo. La cuestión del contenido del trabajo (lo que hace que el trabajo sea en sí mismo una fuente de motivación, de interés, de placer) se plantea de manera explícita sólo cuando las condiciones de trabajo ya han alcanzado determinado nivel. Se trata, con respecto a los motivos de la satisfacción en el trabajo, de una enumeración en la cual se suman los datos del discurso de los "actores", pero también otros elementos proce- dentes de la intuición y la experiencia de los "agentes", y basados en parte en su capacidad de identificarse con aquellos con quienes trabajan. La falta de una psicología social del sujeto (en el trabajo) no permite ir mucho más lejos. Por otra parte, el autor se niega, en lo que se refiere al trabajo, a emplear sistemática y exclusivamente la psicología psicoanalítica,'' si bien reconoce su evidente interés. Observemos de paso que las investigaciones más actuales en la EDF sobre la prevención de accidentes —y en especial en las centrales nucleares— recibían ya en esta intervención de Dubost, hace más de treinta años, la respuesta que parece convenir. En efecto, no es multiplicando los reglamentos, las consignas, los controles que se logrará un resultado satisfactorio si la actitud de *Con toda razón, en nuestra opinión.
  • 38. 38 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA no prevención es el síntoma de un mal más profundo: frustración respecto de la satisfacción en el trabajo, satisfacción que depende de problemas organizacionales y de comunicación. Algunos años después, en 1964, J. M. Faverge va a teorizar sobre ese punto de vista enunciando que el accidente no era imputable a factores técnicos y humanos relativamente fáciles de mejorar (selección, acondicionamiento del puesto, información, formación, propa- ganda), sino a la existencia de disfunciones en el sistema indus- trial total. El accidente o el incidente debe considerarse como un "subproducto del sistema, que se trata de evitar mejorando el sistema en su conjunto". Nuestra propia experiencia y la de Dubost (¡desde 1957!) se orientan en ese sentido. Lo que ac- tualmente se denomina aspiración a una "cultura de la seguridad" se llamaba entonces aspiración a un "espíritu de seguridad". Sin embargo, en los hechos son pocas las cosas que han cambiado. Vamos a ver por qué más adelante. Como resultado de esa investigación, la dirección regional, muy dinámica y a la vanguardia respecto de la organización, va a desarrollar una acción en dos direcciones. En primer lugar, se toman determinadas decisiones relativas a la organización del trabajo, la maquinaria y el material. En segundo lugar, se crea un pequeño centro de perfeccionamiento para uso exclusivo de los miembros del personal jerárquico y los mandos intermedios con el objeto de realizar una reflexión activa sobre los problemas de organización del trabajo, y ejercicios prácticos de preparación de trabajos y de reparación en condiciones reales. Las sesiones se desarrollan en grupos homogéneos: los capataces, los ingenieros de explotación. Probablemente, pero eso no se aclara, los inter- ventores debían comunicar informaciones de una categoría a otra, sin que se entablase, sin embargo, un verdadero diálogo en el que ellos fuesen los mediadores. Además, en esos tres años, decisiones innovadoras que afectan a la estructura formal son tomadas por esa dirección regional. No obstante, por decisión de la dirección central, en 1961 queda suspendida la colaboración entre el equipo de intervención y la unidad regional, a pesar del pedido de esta última. Cabe señalar que, además de la evaluación interna que había demostrado "la expresión de sentimientos globalmente muy posi- tivos" de todas las partes interesadas, en un estudio dirigido en
  • 39. LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 39 1967 por el equipo de Michel Crozier, seis años después de la partida del equipo de intervención, a pesar de haberse producido amplias modificaciones locales, "se llegaba a la conclusión de que había cambios significativos en el plano de las actitudes y los comportamientos" respecto de la prevención de accidentes. "En relación al peligro, los investigadores llegaron a la conclusión de que habría que desarrollar experiencias de capacitación sin vin- cularlas estrechamente al esfuerzo de transformación necesario en el ámbito de la organización y las estructuras".' Es muy interesante examinar las consecuencias institucionales de esa intervención. Se suman varios tipos de reacciones hostiles: las de colegas del director regional, de miembros de la dirección nacional, de los responsables sindicales parisienses, de los res- ponsables nacionales de la seguridad, de cierto personal jerárquico de las escuelas profesionales EDF o de los centros nacionales de perfeccionamiento. Lo que inquietaba a unos y otros era evi- dentemente el cuestionamiento, aunque fuese muy parcial, de la organización del trabajo existente, y la evolución hacia una verdadera descentralización, lo cual los habría despojado de una parte de su poder jerárquico. La respuesta de la institución va a ser, en esos años sesenta, la creación de centros de perfeccionamiento regionales, pero ex- clusivamente dedicados a la formación, y en los cuales el control y la supervisión "quedan así a cargo de las instancias nacionales" (subrayado por J. D.). Los psicosociólogos quedan excluidos. "Al mismo tiempo que la intervención pierde una parte más o menos importante, según los casos, de su potencial de cambio, de intervención, de democratización, puede desarrollarse en una mayor escala, llegar en diez años a la mitad de las unidades regionales [...]" Observemos que si, como se ha visto, en el transcurso del primer decenio los grupos de capacitación estaban estructurados de manera homogénea, en adelante lo estarán de manera heterogénea.* La organización del trabajo queda resta- blecida según sus prerrogativas tradicionales. Se trata de una respuesta institucional totalmente clásica: 'CSO: Les Effets de V experience de formation..., op. cit., 1967, pág. 45. ' Dubost, Jean: op. cit. pág. 43.
  • 40. 40 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA transformar un proceso evolutivo, que sería la verdadera respues- ta a necesidades verdaderas pero que cuestionaría el marco organizacional, en una estructura institucional suplementaria (los centros de perfeccionamiento) perfectamente integrada y controlada: esterilizada. En cuanto a la satisfacción en el trabajo y, en particular, la del personal de ejecución (bastante olvidado desde la investigación del comienzo), ahora se ha perdido de vista, aunque cabe pensar que es la condición necesaria para que pueda desarrollarse el "espíritu de seguridad". Ocurre que, como bien lo ha visto Dubost, y como nosotros lo teorizaremos más adelante, esa satisfacción en el trabajo está ligada al contenido del trabajo, sobre el cual incide directamente la organización misma de ese trabajo. No hay satisfacción si no se modifica el contenido del trabajo, el cual depende a su vez de la organización del trabajo. Al no poder intervenir sobre ella, se establece un círculo vicioso en el cual el síntoma declarado será la atención insuficiente a los problemas de seguridad en tanto que el enca- denamiento de causas y efectos escapará en gran parte a los actores. Nos parece que a partir de los años cincuenta y sesenta todos los elementos que habrían podido nutrir una investigación teórica estaban reunidos en Jean Dubost, sus compañeros de equipo y sus colegas. El hecho de que no haya tenido lugar esa investigación, según el testimonio del autor, no nos parece tanto un problema de personalidad como de situación que incumbe, de una manera muy general, al conjunto de la psicosociología. En síntesis: según nuestro modo de ver, sólo los cambios introducidos en la organización del trabajo permiten la expresión abierta de una psicosocialidad del sujeto. Ahora bien, esos cambios les están vedados a los psicosociólogos pues éstos dependen estrechamente de quienes los financian. No es el espíritu teórico lo que falta —todo el libro de Dubost es una prueba de ello—: es el objeto de estudio el que se escapa en la medida en que la intervención es obstaculizada, excluida o bien despojada de sus elementos organizacionales, no bien éstos son establecidos. Si la intervención enunciada por Dubost hubiera podido llevarse a cabo, pensamos que éste habría llegado necesariamente a abordar la cuestión de la psicología social del sujeto, a una interrogación
  • 41. LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 41 a fondo sobre la estructura psicológica subyacente en la enume- ración de los signos psicológicos de la satisfacción en el trabajo, a la que acabamos de referirnos. La institución ha excluido totalmente la interrogación interactiva respecto de la división técnica y jerárquica del trabajo que habría tenido lugar a partir de reagrupamientos homogéneos que respondiesen a esa división. Es significativo que el libro no se oriente hacia una interrogación sobre la psicología del sujeto en el trabajo, ni hacia una reflexión comparativa de las modalidades de organización alternativas del trabajo, sino que se dedique a una "teoría de la intervención" que va a ocupar casi todo el volumen. En los casos en los que los sociólogos están de jure fuera de la intervención (no la practican para nada o la practican poco), los psicosociólogos lo están de facto. El resultado es idéntico en los dos casos, puesto que no se puede llegar a la psicología social del sujeto sino es por medio de la intervención intraorganizacional. El autor parece saber lo que se halla en juego en la interven- ción, cuando cita a Jean Maisonneuve y la distinción que éste hace entre formación e intervención; esta última "admite al comienzo la eventualidad del cambio que afecta no sólo a las actitudes y las relaciones sino también a algunos aspectos pro- piamente estructurales de la organización". Jean Dubost agrega: "Son precisamente esos aspectos los que los niveles directivos no quieren exponer al examen colectivo, sobre todo a partir de fines de los años sesenta. Cuando los psicosociólogos son invitados a trabajar sobre los problemas relativos a la seguridad y la pre- vención, a la circulación de la información, la formación, el mejoramiento de las condiciones de trabajo y ergonómicas, de informática o de administración, etc., es sólo en calidad de encargados de estudios o de expertos, salvo raras excepciones".^ Es decir, excluidos de la intervención. Los autorreproches del autor nos parecen entonces sin fundamento, cuando escribe: "[...] si los consultores hubiesen demostrado ingenio metodológico y un bagaje teórico suficiente habrían podido combinar el registro clínico y el experimental". ¿Cómo experimentar cuando se le prohibe a uno hacer variar los parámetros de la experiencia? Mbíd.: pág. 281.
  • 42. 42 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA En definitiva, L'intervention psychosociologique, ese libro importantísimo, nos dice, de manera casi transparente y con el peso de cuarenta años de experiencia, cómo y por qué la inter- vención verdadera les es constantemente negada a los psico- sociólogos. Hablando con propiedad, les está prohibido interve- nir. Esa es la lección ejemplar del libro. El acento que ponen numerosos psicosociólogos en el tema de la intervención connota, a nuestro juicio, el gran interrogante existencial de la profesión respecto del margen de iniciativa y de acción —se ha visto que es estrecho— que pueden llegar a permitir los directivos de las empresas ("organizaciones") con las cuales trabajan. Es interesante señalar otra intervención llevada a cabo en la EDF durante varios años por un grupo de sociólogos pertenecientes a la escuela de Touraine. (Digamos de paso que, de todas las grandes empresas francesas, sin duda es la EDF la que más se ha abierto a los psicosociólogos.) Wievorka y Trinh muestran, en Le Modele EDF, cómo una intervención que habría modificado po- tencialmente la organización del trabajo habitual, realizando reagrupamientos nuevos de algunos cuadros superiores del es- tablecimiento, ha sido progresivamente recuperada y desviada, ella también, hacia un dispositivo de capacitación: "Ahí reside tal vez el resultado práctico principal de una experiencia que, en sí misma, no pretendía ser una operación de capacitación".* Un psicosociólogo que posee igualmente una vasta experien- cia, Jacques Ardoino, ha podido titular un texto muy denso y muy fundamentado, así como también esclarecedor: Uintervention: imaginaire du changement ou changement de I imaginaire ^ (La intervención: imaginario del cambio o cambio del imaginario). Entre otras cosas, escribe: "Pero la situación en sí misma, en la medida en que está determinada por fuerzas externas, en que traduce modelos más generales que la trascienden y que quedan fuera del alcance del poder real de los protagonistas (por lo « M. Wieviorka y S. Trinh: Le Modele EDF, Editions La Découverte, París, 1989, pág. 239. ' Ardoino, Jacques; en colectivo VIntervention instttutionnelle, Payot, París, 1980, págs. l i a 46.
  • 43. LOS PSICOSOCIOLOGOS O LA INTERVENCIÓN PROHIBIDA 43 menos en la situación de la intervención), no se modifica en lo esencial. En consecuencia, hay en esta confusión semántica [...] un funcionamiento imaginario de la intervención". (Bastardillas de J. A.) Y agrega: "En nuestra visión de las cosas, las matrices sociales más determinantes de las relaciones sociales de produc- ción no se vuelven más accesibles, más vulnerables [...] por la capacidad de análisis desarrollada en el transcurso de la interven- ción. Quedan, en consecuencia, fuera de alcance. En los peque- ños grupos se evoca o se invoca lo institucional. No se lo convoca ni se lo revoca". Y finaliza diciendo que, como resultado de la intervención cabe esperar un "desarrollo del espíritu crítico". "Desde esa perspectiva, la intervención vuelve a ser explícita- mente lo que sin duda nunca ha dejado de ser: un trabajo educa- tivo."'» Con respecto a ese último punto, nos gustaría plantear la siguiente pregunta: ¿se trata de un trabajo autoeducativo o heteroeducativo? Nos parece que la respuesta a esta pregunta es determinante. Si nos orientamos de entrada a la construcción de dispositivos de intervención, se debe a que es bastante fácil efectuar el análisis crítico de la ideología que acompaña a un dispositivo que es explícitamente mostrado. Cuando todo se basa en las cualidades subjetivas del interventor, o incluso del "edu- cador", se ingresa entonces en un universo bastante más difícil de observar y casi imposible de analizar en las condiciones propias de la intervención psicosociológica. '" Ibíd.: pág. 46.
  • 44. 2. LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALÍTICA ACTÚA SOBRE EL CONTENIDO DEL TRABAJO Desde el comienzo de nuestra actividad, en 1971, hemos' identificado la intervención psicosociológica con una modifica- ción de la estructura de la organización del trabajo. Nos detendremos un momento en la expresión organización del trabajo. Por ello se entiende en general lo que concierne a la vía jerárquica, a la división jerárquica del trabajo, y que se objetiviza en un organigrama. Nosotros no intervenimos funda- mentalmente en esa vía. La dimensión que privilegiamos es la que se refiere al contenido del trabajo. Si bien es verdad que, como decía Friedmann hace casi medio siglo, "en la mayoría de los casos, el hombre es superior a su trabajo", ¿en qué condicio- nes técnicas un trabajo permite cierta apropiación por parte del que actúa (individuo o grupo), poniendo en juego su inteligencia, su inventiva, su creatividad, generando de ese modo sentimientos de motivación y de interés? Nos parece que se trata de dos tipos de condiciones: un control sobre el proceso de trabajo, que implica formación, información y verdadera responsabilidad; una participación psicológica en el conjunto de la actividad colectiva a través de mediaciones adecuadas. Se ve inmediata- mente que esas dos condiciones se relacionan con los dos com- ' Un "nosotros" colectivo: el "Grupo Desgenettes de sociopsicoanálisis". En el anexo (pág. 287 ) se da información sobre este grupo y sobre las formas de intervención sociopsicoanalítica diferentes de la realizada en la institución en su totalidad, a la cual el presente libro está dedicado esencialmente.
  • 45. LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALITICA 45 ponentes del movimiento de apropiación del acto: un poder sobre el acto que se está realizando, un poder sobre los efectos del acto. Cuando hablemos de organización del trabajo, lo haremos sobre todo por su relación con las modalidades de la división técnica del trabajo, con el contenido del trabajo.^ Por consiguiente, no nos referiremos ni al organigrama, preocupación de los sociólogos organizacionales que estudian las estructuras formales, ni tampo- co al sociograma que privilegian los psicosociólogos interesados por las estructuras informales de la organización. Ilustraremos ahora lo que acabamos de plantear con un ejem- plo que, si se cree en la investigación que ha efectuado nuestro colectivo entre 1983 y 1986, con grupos de obreros especializa- dos que trabajaron en una decena de empresas industriales, lamentablemente podría parecer revelador de la situación francesa general. Recordemos el título de nuestro informe, que recogía una frase pronunciada: Se nos pide que no pensemos. Dos investigadores, una japonesa y un francés, han estudiado durante los últimos años "las diferentes formas registradas en Francia y en el Japón para la fabricación de productos simila- res".^ En este caso, una línea de montaje de aparatos de televisión en Nagano y en Angers. (Resulta que uno de los grupos de obreros especializados de nuestra investigación estaba empleado en esa misma ciudad y en la misma fábrica.) Ni la formación técnica de los operadores y operadoras franceses ni su habilidad son infe- riores a las de sus equivalentes japoneses, ni tampoco la impor- tancia de las inversiones financieras efectuadas. No obstante, la comparación de los costos y de la productividad resulta desven- tajosa para los franceses. ¿Dónde residen las diferencias signifi- cativas? En el proceso de trabajo considerado en detalle y en su conjunto. El operador japonés, además de las operaciones de montaje propiamente dichas (con una relación muy personalizada con su ' Las relaciones en el trabajo entre división jerárquica, división social y división ii'cnica son examinadas más adelante, en el capítulo 10. ' Magau, Jacques y Sagita, Kuñmi: Angers-Naga/io, une comparaison France-Japon, ni(orme de estudio CNRS, 1990.
  • 46. 46 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA máquina), se encarga individualmente y en el mismo equipo del mantenimiento y las pequeñas reparaciones del material; recibe cotidianamente (la famosa reunión de la mañana) informaciones técnicas que actualizan los problemas y la distribución de las tareas en toda la cadena; mantiene un vínculo con el producto terminado; participa en la incorporación permanente de pequeñas innovaciones (que lo prepara intelectualmente para recibir la "gran" innovación); participa en el diagnóstico y el análisis de las disfunciones consideradas a la vez inevitables y tratables en el aquí y ahora; gestiona los stocks, se moviliza para su aprovi- sionamiento. En síntesis, se separa lo menos posible, en el pensa- miento y en los actos, lo que es concepción de lo que es ejecución. En Francia, todos esos elementos del trabajo global están fraccio- nados, asignados a categorías profesionales distintas que, además, se comunican poco o nada entre ellas. El grupo de los ingenieros funciona de manera autónoma e introduce las innovaciones desde el exterior de los talleres, la oficina de métodos divide el trabajo desde el exterior, el mantenimiento y las reparaciones están a cargo de un servicio de mantenimiento, la provisión de existen- cias corresponde a otro servicio, incluso existe un servicio (desconocido en el Japón) de infraestructura y mantenimiento de edificios. De lo expuesto se desprenden dos consecuencias. En primer lugar, cualesquiera que sean las cualidades potenciales del ope- rador francés, no tendrán muchas oportunidades de manifestarse. (Y, en efecto, uno de los leitmotiv del presente libro es que el modo de cooperación condiciona la utilización de las capacida- des individuales.) En segundo lugar, los costos generales de funcionamiento serán más elevados debido a la cantidad de servicios especializados, mientras que la respuesta también será lenta, demorada, costosa, tanto en lo relativo a los pedidos procedentes del exterior como frente a las disfunciones internas (averías, errores, roturas, productos defectuosos). Se podrá multiplicar la inversión financiera (costosa, por definición) y la formación técnica (que en seguida será subutilizada), pero no servirá de nada: la diferencia en la productividad global no disminuirá; por el contrario, se acrecentará. La falla se encuentra en la médula misma del proceso de trabajo. Más allá de las comparaciones establecidas punto por punto
  • 47. LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALITICA 47 por los dos autores, a nuestro parecer se pueden clasificar las diferencias genéricas en tres grandes rubros. En lo relativo al trabajo propiamente dicho, es bien evidente que la diferencia reside, en el caso francés, en una división técnica del trabajo exagerada hasta un punto verdaderamente carica- turesco. El contenido del trabajo individual es incomparablemen- te más rico desde el punto de vista intelectual, creativo, artesanal y solidario en el taller japonés. En el plano psicológico, hay una serie de disposiciones ma- nifiestas en el operador japonés. En el plano individual, la inte- ligencia práctica y el gusto por la innovación son mantenidos y desarrollados. El contenido del trabajo nutre el interés en lo que se hace, la motivación, el dinamismo, el sentimiento de respon- sabilidad. Pero también esas características individuales partici- pan de un espíritu de equipo alimentado, a diferencia de lo que sucede en el taller francés, por intercambios frecuentes. Para nosotros, esas diversas manifestaciones deben vincularse, en profundidad, a la puesta en marcha de los dos componentes del movimiento de apropiación del acto: un verdadero dominio in- dividual y colectivo del proceso de trabajo y, en un grado nota- blemente elevado en este caso (por lo menos en el nivel local del taller), un control directo del efecto del trabajo sobre el producto. Por último, la dimensión cultural debe tomarse en cuenta en su diferencia fundamental. Desde luego, es la historia entera de una cultura lo que está en juego, tanto en sus puntos fuertes como en sus puntos débiles. En Francia el punto débil es un déficit secular de la socialización secundaria. El punto fuerte: un individuo que es más autónomo con respecto a la autoridad interiorizada (de ahí la desconfianza y el temor de las jerarquías frente a toda iniciativa, y la crispación respecto de las prerrogativas del poder). La búsqueda de soluciones no pasa evidentemente por la copia simple y llana de la organización del trabajo japonesa, ligada estrechamente a una cultura consensual, holística, tradicional y, para decirlo en una palabra, familiarista. Además, en el Japón, por lo menos en el caso estudiado, el trabajo no tiene que ser recompuesto, porque no ha sido descompuesto. El dispositivo que proponemos en este libro es, en el caso francés y en mayor medida en un sistema taylorista, una manera de atenuar la división técnica del trabajo recomponiendo a éste con la ayuda de un
  • 48. 48 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA vínculo nuevo. Esto último tiene en cuenta que, en el plano psicológico, el individuo francés se sitúa potencialmente mucho más allá de las posiciones japonesas psicofamiliares, y que ya está maduro para evoluciones psicosociales. Haría falta todavía que llegásemos a quebrar el taylorismo en las mentes de las personas, y también que logremos superar las desconfianzas recíprocas procedentes de todo un pasado de luchas sociales, que sin duda tienen su razón de ser, pero no en el interior del proceso de trabajo. Se agrega también otro fenómeno negativo, que es casi específicamente francés. En efecto, la sociedad francesa es elitista en un grado excepcional. Además, sus elites, por su for- mación, sucumben excesivamente al encanto de la retórica abs- tracta, de la razón pura, del verbo. La tendencia a aislar de la práctica a la investigación, a la teoría, a la concepción, es sólo un caso particular del punto precedente. Cuando al tratar de reconstituir, a veinte años de distancia, lo que ha producido realmente nuestra investigación, tratamos de releer el pasado, tenemos que reconocer que ha sido el "azar" de un recorte organizacional voluntarista y sistemático —decidido por motivos que resultaron errados— el que nos ha encaminado progresivamente (tuvieron que pasar años) hacia el movimiento de apropiación del acto. Observemos de cerca el encadenamiento de las circunstancias. Mi interés personal por las relaciones entre el psicoanálisis y el hecho social viene de lejos, y está ligado a una historia personal.'* En los años 1965-1966 ese interés tomó una forma precisa, en parte por reacción ante el estructuralismo antihu- manista, de negación del sujeto, de Foucault y de Althusser. De esos años data el comienzo de la redacción de La Révolte centre le pére (La rebelión contra el padre), que apareció en 1968 con el subtítulo "Une introduction a la sociopsychanalyse" (Introduc- ción al sociopsicoanálisis). Esa primera reflexión se prolongó en La Crise de generations (La crisis generacional) (1969) y en Pour décoloniser I'enfant, * Mendel, Gérard: Enquéte par un psychanalyste sur ¡ui-méme. Stock, París, 1981.
  • 49. LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALITICA 49 sociopsychanalyse de V autorité (1971) (Para descolonizar al niño, sociopsicoanálisis de la autoridad). A partir de ese momento se hace evidente para mí que de una reflexión de esa naturaleza dependía la continuidad de una práctica en el campo social, que vendría a equilibrar y completar la práctica del psicoanalista. De allí surge, a fines de 1971, la constitución del Grupo Desgenettes de sociopsicoanálisis. Desde el comienzo mismo nosotros —un nosotros en adelante colectivo— tomamos como objeto de estudio la "institución" del trabajo (en el sentido amplio de la palabra trabajo): una escuela, un establecimiento, una asociación, una empresa. La definimos ya por la doble característica áefabricar un "producto" completo y especializado —abanico que podía abarcar desde la "fabricación" de diplomas hasta la de vehículos— y de estar sometida a la división técnica y jerárquica del trabajo. En síntesis, denomina- mos "institución" a lo que los psicosociólogos llamaban "orga- nización" y los socioanalistas, "establecimiento". Hasta . 978 y pese a nuestro deseo, no pudimos tener acceso al campo económico, más cerrado en esa época que en la actualidad, y nuestras intervenciones se dedicaron a lo médico-educativo (IMP, internados especializados), la formación especializada (escuelas de educadores, organismos de formación), lo pedagó- gico (secundarios públicos o privados, una escuela privada de inspiración psicoanalítica), el mundo de las asociaciones. Más o menos hasta esa fecha la intervención (modalidad 1) se practicaba con uno solo de los grupos de la institución, que ya entonces constituía (cualquiera fuese la denominación que le diésemos en esa época) un "grupo institucional homogéneo" en la medida en que se definía explícitamente para nosotros por un nivel de la división técnica y jerárquica del trabajo. Ese grupo reflexionaba con nosotros, durante unas quince sesiones, sobre su trabajo y su relación con la institución en los aspectos psicológicos, orga- nizacionales, ideológicos. Posteriormente, a partir de los años 1976-1977, varios pedidos en ese sentido nos impulsaron a comenzar a trabajar también con la institución en su totalidad (modalidad 2). Esto originó un problema totalmente nuevo: la coordinación entre los grupos institucionales homogéneos. Pero, ya desde 1971, en la modalidad 1, al reagrupar los
  • 50. 50 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA colectivos sobre la base de la división del trabajo en la institu- ción, estábamos innovando en relación a las diversas prácticas psicosociológicas de la época. En efecto, esas prácticas eran ya sea entrevistas individuales; reuniones con grupos constituidos para la ocasión, o bien con los colectivos de trabajo, pero que, en los dos casos, no estaban formalmente definidos; o incluso la reunión en asamblea general. Nunca hasta ese momento se habían practicado series repetidas de reuniones equivalentes a "grupos institucionales homogéneos". Ese modo de reagrupamiento, repetido pero transitorio cada vez, y que en ciertos casos sólo podía concretarse fuera de la institución, debía en consecuencia reformular sobre una base diferente, y ya en la mente de las personas, la organización del trabajo vigente. En efecto, nunca sucedió espontáneamente, en las diferentes formas de organización del trabajo existentes, que un grupo homogéneo estuviese en condiciones de poder reunirse con regularidad en una institución. La presencia de un superior jerárquico —un miembro del personal directivo para los "grupos de expresión de los asalariados" que iban a nacer diez años más tarde—, o bien la participación de miembros de otro estrato técnico o jerárquico, volvían "heterogéneos" los colectivos de reflexión que podían constituirse, o mejor dicho, que constituía la dirección de la institución. Ahora bien, en esa situación novedosa de homogeneidad del colectivo se producía un hecho espontáneamente, y se repetía con tanta constancia que no podíamos dejar de observarlo, sobre todo porque al poner en marcha nuestro experimento habíamos for- mulado la regla de que, por encima de todo, escucharíamos lo que los participantes tuviesen que decir. Ese hecho se refería a que los integrantes del colectivo empezaban muy rápido a interrogarse entre ellos, de un modo sistemático, sobre su trabajo, sobre el poder que tenían o no ellos mismos para modificar el proceso de trabajo y, por último, sobre las relaciones de poder que, en ese trabajo que les era común a todos en el grupo, existían respecto de los otros niveles técnicos y jerárquicos de la institución. En síntesis, pudimos constatar a lo largo de las intervenciones que, en todas partes y siempre, se repetía, con una espontaneidad y una regularidad notables, un proceso colectivo muy complicado cuya realidad específica sólo pudimos deslindar paulatinamente.
  • 51. LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALÍTICA 51 Para conceptualizar, a partir de esa serie de repeticiones, el movimiento de apropiación del acto fue necesario realizar ope- raciones complejas de deconstrucción y de reconstrucción rela- tivas a los conceptos de acto, trabajo, poder, sujeto, operaciones que, además, también debían tomar en cuenta, en el plano teórico, las relaciones sociales en el trabajo y en la sociedad global. No era fácil comprender, en sus diversas consecuencias, el hecho de que el poder podía no incumbir sólo a la relación personal con los demás sino también a la relación directa con el propio acto, el acto que uno realizaba. Así, por ejemplo, en un cierto número de casos, el problema de la relación de poder con los demás no se planteaba en forma manifiesta porque lo que estaba en juego, mucho más fundamentalmente (aun cuando de manera no explí- cita), subyacente y de modo latente, era la cuestión de la apro- piación del propio acto. Cuando en el capítulo anterior, a través de una relectura del libro de Dubost en el que ese problema es el verdadero hilo rojo que recorre el texto, llegamos a plantear una especie de equiva- lencia, o en todo caso de vínculo estructural, entre intervención psicosociológica y modificación de la organización del trabajo, no se trataba para nosotros de una afirmación puramente formal. Antes bien, expresa la evidencia muy clara de que el marco organizacional actual sencillamente no permite la expresión de la psicosocialidad de los individuos y aún menos su desarrollo. Si se quiere introducir un verdadero contenido positivo y espe- cífico en el término "psico" de psicosociología es necesario, de acuerdo con nuestra experiencia, que el sujeto en el trabajo esté en condiciones de encarar, de un modo mínimamente igualitario, las relaciones sociales de trabajo, es decir, para ser claros, que no sea avasallado por ellas. Lo cual evidentemente no es permitido por la organización del trabajo actual, que separa radicalmente el factor organizacional del factor humano. Quiero decir con esto que reagrupamientos humanos asentados sobre esta base y que permitirían "trabajar" en profundidad la división técnica y jerár- quica del trabajo no responden jarnás a ella. El grupo institucional homogéneo es precisamente (y no es otra cosa) un reagrupamiento que puede reunir hasta doce o quince individuos sobre la base de la división del trabajo. La modalidad 2 a partir de 1978 va a introducir un dispositivo que establece esos reagrupamientos a
  • 52. 52 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA intervalos regulares en la institución, para realizar una reflexión, prolongada y sin final previsible, sobre el acto de trabajo. Igualmente, punto también fundamental, ese dispositivo define un sistema de coordinación entre esos grupos que no es inmediato y directo, sino indirecto y mediato. La intervención sociopsicoanalítica modifica estructuralmente la organización del trabajo porque introduce en la institución un dispositivo destinado a durar, que tiene la capacidad potencial de durar tanto tiempo como la institución, un "tercer canal de comunicación" que concierne exclusivamente al acto de trabajo y que se sitúa al lado de los otros dos canales ya existentes: el de la dirección jerárquica y el de las instancias representativas (comité de empresa, sindicato) cuando éstas existen. ¿Por qué entonces hemos llegado a superar la prohibición social impuesta a los psicosociólogos profesionales de modificar, por poco que sea, la organización del trabajo? Es muy probable que haya sido porque no estábamos sometidos a las limitaciones de fondo que pesaban sobre ellos, pues nosotros no estábamos profesionalizados. El punto esencial es que no teníamos que ganarnos la vida con esa actividad; todos nosotros ejercemos profesiones diversas y nos dedicamos a la investiga- ción sociopsicoanalítica fuera de nuestro horario de trabajo. Además, nosotros actuamos deliberadamente a muy largo plazo. En efecto, fue necesario un período de algo más de veinte años de trabajo casi cotidiano para que llegásemos a reunir las inter- venciones significativas que presentaremos a continuación; sig- nificativas porque ponen en juego a toda una institución y a su organización interna. Pero, asimismo, al mostrar que en virtud de su dinámica propia el dispositivo puesto en marcha funciona durante períodos de varios años, nos parece que el modelo, aun reducido a algunas unidades, tiene valor de ejemplo: lo que hoy se hace aquí puede volver a hacerse mañana allá, si bien evi- dentemente se tienen en cuenta las diferencias y especificidades. El balance es además numéricamente desigual: una empresa comercial desde 1986 (a la cual conviene agregar otras dos empresas, en forma parcial desde 1989), un instituto psiquiátrico piloto, pero ya ciento cincuenta clases en la enseñanza pública. Por otra parte, parece que el proceso va acelerándose puesto que en 1991 hemos recibido varios pedidos en ese sentido, entre ellos
  • 53. LA INTERVENCIÓN SOCIOPSICOANALITICA 53 el de una federación de un gran sindicato para una intervención- testigo. Asimismo, hay que tomar en cuenta alrededor de dos- cientas intervenciones que desde 1972 se han basado en un solo grupo institucional homogéneo y sus relaciones con la institución, y varias otras intervenciones que abarcan a varios grupos de la misma institución a partir de 1976-1977. Muy lejos de poder vivir financieramente de esta actividad —a la que no obstante algunos de nosotros dedican una cuarta parte de su tiempo—, a decir verdad, en gran medida hemos subvencionado nosotros con nuestros propios recursos esta in- vestigación, por lo menos hasta 1983-1984. Se creó así una situación singular —no éramos universitarios ni investigadores profesionales—, la cual sin duda tenía sus ventajas, la principal de ellas era la de poder aprovechar a fondo toda oportunidad favorable cuando se presentaba. Pero también los riesgos que se corrían eran considerables, como aquel, no muy evidente, de marginarnos o de adquirir una rigidez sectaria. De ahí nuestra preocupación constante por mantener un diálogo con las demás corrientes de la práctica sociopsicológica. Retomemos los diferentes obstáculos que, como ya dijimos, se habían opuesto hasta ahora a la construcción de una psicología social del sujeto. Y, paralelamente, examinemos cómo la puesta en marcha del dispositivo —modalidades 1 y 2— permite al menos actuar con esos obstáculos y trabajarlos, aunque no siempre permita superarlos. Recordemos que hemos considerado como característica de la "falla epistemológica", de la "aporía" de la psicología social del sujeto, la imposibilidad de observar a la vez al sujeto singular y a las relaciones sociales (colectivas) en las cuales estaría inmerso. Ahora bien, si la observación directa (y simultánea) de lo que podría denominarse los dos bordes de la falla epistemológica —el que se refiere al sujeto y el que tiene que ver con las relaciones sociales— resulta impracticable, en cambio, la ob- servación simultánea pero indirecta de uno de los términos (el sujeto) y directa del otro (las relaciones sociales de trabajo) resulta totalmente viable. En efecto, durante nuestras intervenciones, en los diferentes ^'.rupos homogéneos de la institución observamos un proceso
  • 54. 54 LA SOCIEDAD NO ES UNA FAMILIA colectivo, un movimiento colectivo de apropiación del acto (de trabajo). Pero, como hemos demostrado, en un colectivo no podría haber proceso psíquico alguno que no existiese ya en el individuo. En consecuencia, se puede inferir, a partir de la observación psicológica de ese colectivo, lo que corresponde a la psicología social del sujeto. Se puede hablar entonces de una observación indirecta del sujeto inmerso en las relaciones sociales de trabajo, simultánea al estudio de esas mismas relaciones sociales. Aclaremos que, en nuestra opinión, no se trata, en el proceso colectivo observado, de una simple suma de procesos individuales, sino de un fenómeno complejo de elaboración co- lectiva, de resonancias interindividuales e intracolectivo, de interacciones múltiples que desempeñan una función, cabría decir, multiplicadora del proceso individual. Por razones que tendremos que exponer, en cierto modo es porque existe un colectivo, y porque ese colectivo es social, que el movimiento de apropiación del acto puede crecer y desarrollarse en el sujeto. Es necesario además, y he ahí el segundo obstáculo de im- portancia, que el colectivo al que pertenece en ese momento el sujeto esté inmerso en verdaderas relaciones sociales, que sea verdaderamente un colectivo social de trabajo. Vamos a desa- rrollar más adelante el punto según el cual a nuestro juicio la división técnica y jerárquica del trabajo se encuentra entre las relaciones sociales más generales y centrales de nuestra sociedad. Tomarlo como eje de referencia organizacional de nuestro dis- positivo nos asegura que las relaciones sociales de trabajo que genera en las instituciones son, al mismo tiempo, relaciones sociales generales, pues existen también en la sociedad global y tienen en ella una función esencial. Se ve así que durante nuestras intervenciones hay realmente una observación simultánea del sujeto singular —de manera in- directa por medio de las manifestaciones intracolectivo— y de las relaciones sociales. Estas últimas están representadas en el interior del dispositivo por las relaciones intercolectivas, siendo, cada uno de los colectivos homogéneos, definido exactamente por su lugar en la división técnica y jerárquica del trabajo. El relato de nuestras intervenciones también estará organizado se- gún esos dos ejes, intraindividual e intracolectivo por una parte, intercolectivos por la otra. Esos dos ejes corresponden a los dos