La crítica es un veneno humano que divide y daña a los demás. Jesús enseñó claramente que no debemos juzgar a otros, pero los cristianos tienden a ser los más críticos, olvidando que solo Jesús fue perfecto. La crítica nos hace duros y nos hace sentir superiores, pero no podemos esconder nuestras propias imperfecciones de Dios. Debemos recordar que no conocemos las circunstancias de la vida de los demás.
1. VENENO HUMANO
Manuel Alejandro Santos.
Las instrucciones de Jesús tocantes a juzgar a otros fueron claras, y quedaron expresadas
de manera muy sencilla; simplemente: «No lo hagáis.» Por regla general, el cristiano
promedio es la persona más ásperamente crítica que se conoce. Es el más perdonado,
pero es el más criticón, como si no tuviera nada que esconder. Se le olvida que solo Jesús
fue perfecto. La crítica es una de las reacciones naturales del hombre, pero en el reino de
lo espiritual no se logra nada con ella. El efecto de la crítica es dividir las fuerzas de quien es
criticado. La crítica es literalmente un veneno humano. El Espíritu Santo es el único que
está en posición idónea para criticar, y sólo Él puede mostrar lo que está mal sin herir ni
dañar. Es imposible mantener la comunión con Dios cuando se adopta una actitud crítica.
La crítica sirve para volverte duro, vengativo y cruel, y te deja con la aplacadora y aduladora
idea de que, de una u otra manera, eres superior a los demás. Jesús dice que como Su
discípulo deberías cultivar un temperamento que evite todo tipo de crítica. Esto no sucede
rápidamente, sino que es un proceso gradual desarrollado a lo largo de un tiempo. Debes
cuidarte constantemente de todo lo que te lleve a pensar que eres superior. No puedes
esconder tu vida de la mirada escrutadora de Jesús. Si veo la paja pequeña en tu ojo,
significa que tengo una viga en el mío (Mateo 7:3–5). Cada cosa mala que veo en ti, Dios la
encuentra en mí. Cada vez que juzgo, me condeno a mí mismo (Romanos 2:17–24). Arroja
de ti esta vara que utilizas para medir a los demás y recuerda que en la vida de cada
persona hay circunstancias que tú ignoras y que condicionan su conducta. Lo primero que
Dios hace es darnos una purificación espiritual plena. Después de esto no hay posibilidad
de que queden en nosotros resquicios de orgullo. Nunca he encontrado a nadie de quien
pudiese desesperar, o considerar un caso perdido después de comparar, analizando lo que
hay en mí aparte de la gracia de Dios.
No juzguéis, para que no seáis juzgados. (Mateo 7:1)