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1                                                                           La Oveja Negra                                                                  Soledad
     0
                                                                                          En un lejano país existió hace muchos años                             El día cayó
     /                                                                                                                                                           de muy alto
     2                                                                           una Oveja Negra.
                                                                                          Fue fusilada.                                 No quitarte tiempos,     y la oscuridad de la noche
     0                                                                                                                                                           naciente
                                                                                          Un siglo después, el rebaño arrepentido le           sacarme Tiempos
     0                                                                                                                                                           fue rasgada por la luz
                                                                                 levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en     de adentro
     9                                                                                                                                                           que se despedía
                                                                                 el parque.
                                                                                                                                                                 con sus dedos puntiagudos.
                                                                                          Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían   Milka García             La brisa,
                                                                                 ovejas negras eran rápidamente pasadas por las
                                                                                                                                                                 caliente y melancólica,
                                                                                 armas para que las futuras generaciones de ovejas
                                                                                                                                                                 hizo llorar a los cujíes
                                                                                 comunes y corrientes pudieran ejercitarse también                               sus diminutas hojas,
                                                                                 en la escultura.                                                                que luego se refrescaban a la propia
                                                                                                                                                                 sombra
                                                                                 Augusto Monterroso                                                              de la cual pendían.

                                                                                                                                                                 La tierra limó,
                                                                                                                                                                 seca,
                                                                                 LOS HEREJES                                                                     durante la luz
                                                                                                                                                                 el calzado de quien
                                                                                                                                                                 sediento
                                                                                 La doncella se asoma a ver el campo, a interrogar una lontananza trémula.       arrastraba sus pies.
                                                                                 Su mente padece la visión de los jinetes del exterminio, descrita en las
                                                                                                                                                                 Bajo la tierra,
                                                                                 páginas del Apocalipsis y en un comentario de estampas negras.                  ya quienes han sucumbido a ella
                                                                                                                                                                 ya quienes quisieron hacerlo
                                                                                  La voz popular decanta la lluvia de sangre y el eclipse y advierte la
                                                                                                                                                                 ya quienes lo evadieron.
                                                                                 similitud con las maravillas de antaño, contemporáneas del rey Lear.
Cobarde                                                                                                                                                          Y yo,
Listo, estoy ahí mismo                                                            Un capitán, desabrido e insolente con su rey, fija la tienda de campaña, de    encima
ya llegué                                                                        seda carmesí, en medio de las ruinas. Los soldados, los diablos de guerra,      encinta
a ese punto en el que los más valientes se suicidan                                                                                                              de tristeza
en el que te preguntas que sentirías si el carro se estrellase contra un poste   dejan ver el tizne del incendio o del infierno en la tez árida y su roja        de mal
y tu a doscientos por hora                                                                                                                                       y de inconsistente pasión
y sin cinturón,                                                                  pelambre. Un arbitrista, usurpador del traje de Arlequín, los persuade a la
                                                                                                                                                                 te encuentro
pero no frenas ni baja la velocidad.
¿Y todavía le haces caso al semáforo?
                                                                                 licencia y los abastece de monedas de similor y de papel.                       a vos
sí, eres un animal de costumbre,                                                                                                                                 tan nueva y tan familiar.
                                                                                  La doncella aleja la muchedumbre de los enemigos, prodigando las
me das asco                                                                      noches de oración. Se retiran delante de la apertura de un camino. El golpe     Carmen Hinestroza Álvares
                                                                                                                                                                 1er Premio de Poesía
arráncate el pico y escóndete.                                                   de sus hierros no encontraba asiento y se perdía en el vacío.                   La Grapa Literaria
                                                                                                                                                                 Escuela de Letras
C ARMEN ROMERO
                                                                                 José Antonio Ramos Sucre
Horacio Quiroga. La retórica del cuento
                                                          En estas mismas columnas, solicitado cierta vez por algunos amigos de la
                                                  infancia que deseaban escribir cuentos sin las dificultades inherentes por común a su
                                                  composición, expuse unas cuantas reglas y trucos, que, por haberme servido
                                                  satisfactoriamente en más de una ocasión, sospeché podrían prestar servicios de
                                                  verdad a aquellos amigos de la niñez. Animado por el silencio -en literatura el silencio
                                                  es siempre animador- en que había caído mi elemental anagnosia del oficio, completéla
                                                  con una nueva serie de trucos eficaces y seguros, convencido de que uno por lo menos
                                                                                                                                               USTED
                                                  de los infinitos aspirantes al arte de escribir, debía de estar gestando en las sombras un
                                                  cuento revelador. Ha pasado el tiempo. Ignoro todavía si mis normas literarias               Usted
                                                  prestaron servicios. Una y otra serie de trucos anotados con más humor que                   que es una persona adulta
                                                  solemnidad llevaban el título común de Manual del perfecto cuentista. Se me solicita         - y por lo tanto
                                                  de nuevo, pero esta vez con mucha más seriedad que buen humor. Se me pide                    Sensata, madura, razonable,
                                                  primeramente una declaración firme y explícita acerca del cuento. Y luego, una fórmula
                                                                                                                                               Con una gran experiencia
                                                  eficaz para evitar precisamente escribirlos en la forma ya desusada que con tan pobre
                                                                                                                                               Y que sabe muchas cosas –
                                                  éxito absorbió nuestras viejas horas. Como se ve, cuanto era de desenfadada y segura
                                                  mi posición al divulgar los trucos del perfecto cuentista, es de inestable mi situación      ¿Qué quiere ser cuando sea niño?
                                                  presente. Cuanto sabía yo del cuento era un error. Mi conocimiento indudable del
                                                  oficio, mis pequeñas trampas más o menos claras, sólo han servido para colocarme de          Jairo Aníbal Niño
                                                  pie, desnudo y aterido como una criatura, ante la gesta de una nueva retórica del
                                                  cuento que nos debe amamantar. “Una nueva retórica...” No soy el primero en
                                                  expresar así los flamantes cánones. No está en juego con ellos nuestra vieja estética,
                                                  sino una nueva nomenclatura. Para orientarnos en su hallazgo, nada más útil que
                                                  recordar lo que la literatura de ayer, la de hace diez siglos y la de los primeros
                                                  balbuceos de la civilización, han entendido por cuento.
LOS VIEJOS                                        El cuento literario, nos dice aquélla, consta de los mismos elementos sucintos que el
                                                  cuento oral, y es como éste el relato de una historia bastante interesante y
Parece que fue ayer, dicen siempre, y se agitan   suficientemente breve para que absorba toda nuestra atención. Pero no es                          REFUGIO
melancólicos. Buscan, dentro del orden visible,   indispensable, adviértenos la retórica, que el tema a contra constituya una historia con
el pretérito. Cruzan el desierto con ese enfado
maligno de ir o de permanecer. Llevan sol a la
otra orilla en un cántaro de agua.

Juan Sánchez Peláez
                                                  principio, medio y fin. Una escena trunca, un incidente, una simple situación
                                                  sentimental, moral o espiritual, poseen elementos de sobra para realizar con ellos un
                                                  cuento. Tal vez en ciertas épocas la historia total -lo que podríamos llamar argumento-
                                                  fue inherente al cuento mismo. “¡Pobre argumento! -decíase-. ¡Pobre cuento!” Más
                                                  tarde, con la historia breve, enérgica y aguda de un simple estado de ánimo, los
                                                                                                                                                      DE
                                                                                                                                                      LUZ          9
                                                  grandes maestros del género han creado relatos inmortales.

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LOGRAMOS SALVAR A TODOS                                                                              ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS
                               I                                                                                                    I
                                        Parecía imposible que el chico fuera alguna otra cosa que eso. Seguramente                   Tu alma se encontrará a sí misma sola
                               se llamaba Ewan: la e se pronunciaba como i, la w como v. Ewan salía de la                            En medio de los pensamientos oscuros
                               universidad al mediodía. Se sentaba en las esquinas de uno de los bloques, solo,
                                                                                                                                                  /de la piedra gris de la tumba,
                               a mirar la gente pasar. Debía ser por placer. Lo saludaban, llegaban a hablarle pero
                                                                                                                                     Nadie, en toda la multitud, espía
                               tal vez por algo que él les decía o tal vez por nada especial, lo dejaban estar y seguían
                                                                                                                                     Dentro de tu hora de retiro.
                               sus caminos.
                                        Martes, cinco de la tarde en la ciudad, ha llovido en la mañana. Ewan se sienta
                               en la banca más húmeda del pasillo; el cielo se torna lila y gris; un perro amarillo                  EDGAR ALLAN POE
                               duerme cerca dela entrada del edificio administrativo para cobijarse con la sábana
                               que tejen las personas y sus hilos de camino. La gente, divertida por la imagen de un
                               perro durmiendo frente a una puerta, habla y se detiene a su alrededor. Comentan el
                               clima, mientras el profesor de sistemas de Ewan corrige el examen que presentó hoy.
                               Ewan obtiene 17 y aún no lo sabe. Presiente, sin embargo, que es un día de números impares, mientras nota que la chica parada frente a él, digita su
                               teléfono 7 9 7… 5 1…3 7. De algún lado la conoce, piensa: del edificio, o de la tienda de periódicos de la esquina, o de la fiesta del sábado pasado. O
                               tal vez simplemente no la conoce.
                                        Cuando son las 6 de la tarde, Ewan atraviesa la calle frente a la universidad, se dirige a la parada del bus, paga la tarifa estudiantil y se sienta
                               del lado de una ventana, en la mitad del bus.
                                        Quince minutos para las siete de la tarde. Se baja en una parada cercana a un edificio de la av. 5 de julio. Camina hasta el edificio Residencia
                               Vesalio, sube el ascensor, pasa la llave, entra a su apartamento. Se queda en la sala solo y su mamá, la Sra. Magdalena, pasa siempre desapercibida
                               por él. A las ocho le ofrece la cena y él acepta, siempre por no declinar, nunca por hambre.
Deseo…                                  A las nueve llega el esposo de la Sra. Magdalena y el ambiente se vuelve insoportable, así que Ewan sale de su casa y va a visitar a Natalia, su
       pestaña en pulgar       novia, porque después de todo, cualquier cosa es mejor que oír a sus padres discutir. Pasean juntos por todas partes y ningún sitio. Se besan en algún
       mano en horqueta        baño, tiran en un parque, se sientan en cualquier acera y veinte minutos antes que Natalia deba volver a casa, suben a la azotea y sueñan juntos con
       ojo en estrella fugaz   soñar.
y soplo mi cuota de velas               Ewan regresa a su apartamento, se lava la cara y se moja el cabello con ganas de estar lejos. Al día siguiente, se enjuaga y repite cada paso.

Milka García                   María Ocando Finol. 2do Premio de Cuento. La Grapa Literaria. Escuela de Letras
                                                                                                                                                            LOCARIO DE DIVULGACIÓN. SI




REFUGIO DE LUZ 10
                                                                                                                                                            QUIERES PUBLICAR EN ESTAS
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Horacio Quiroga. La retórica del cuento (Continuación)
                                                           1   En la extensión sin límites del tema y del procedimiento en el cuento, dos
                                                           0   calidades se han exigido siempre: en el autor, el poder de transmitir vivamente y
                                                           /   sin demoras sus impresiones; y en la obra, la soltura, la energía y la brevedad del
                                                           2   relato, que la definen. Tan específicas son estas cualidades, que desde las remotas
                                                           0   edades del hombre, y a través de las más hondas convulsiones literarias, el
                                                           0
                                                           9
                                                               concepto del cuento no ha variado. Cuando el de los otros géneros sufría según          De no estar tú,
                                                               las modas del momento, el cuento permaneció firme en su esencia integral. Y
                                                               mientras la lengua humana sea nuestro preferido vehículo de expresión, el
                                                                                                                                                       demasiado enorme
                                                               hombre contará siempre, por ser el cuento la forma natural, normal e                    sería el bosque.
                                                               irreemplazable de contar. Extendido hasta la novela, el relato puede sufrir en su
                                                               estructura. Constreñido en su enérgica brevedad, el cuento es y no puede ser otra
                                                               cosa que lo que todos, cultos e ignorantes, entendemos por tal. Los cuentos                                Issa
                                                               chinos y persas, los grecolatinos, los árabes de las Mil y una noches, los del
                                                               Renacimiento italiano, los de Perrault, de Hoffmann, de Poe, de Merimée de Bret-
                                                               Harte, de Verga, de Chejov, de Maupassant, de Kipling, todos ellos son una sola y
                                                               misma cosa en su realización. Pueden diferenciarse unos de otros como el sol y la
                                                               luna. Pero el concepto, el coraje para contar, la intensidad, la brevedad, son los
                                                               mismos en todos los cuentistas de todas las edades. Todos ellos poseen en grado
                                                               máximo la característica de entrar vivamente en materia. Nada más imposible que
                                                               aplicarles las palabras: “Al grano, al grano...” con que se hostiga a un mal contador
Sin nada azul                                                  verbal. El cuentista que “no dice algo”, que nos hace perder el tiempo, que lo
                                                               pierde él mismo en divagaciones superfluas, puede verse a uno y otro lado
En el nombre del poderoso espacio,                             buscando otra vocación. Ese hombre no ha nacido cuentista. Pero ¿si esas
                     vuelvo a ti.                              divagaciones, digresiones y ornatos sutiles, poseen en sí mismos elementos de
        Marea adormecida en el tiempo de los lobos.            gran belleza? ¿Si ellos solos, mucho más que el cuento sofocado, realizan una
                                                               excelsa obra de arte? Enhorabuena, responde la retórica. Pero no constituyen un
                Helado por la verdad
                               placer en la memoria
                                                               cuento. Esas divagaciones admirables pueden lucir en un artículo, en una fantasía,
                                                               en un cuadro, en un ensayo, y con seguridad en una novela. En el cuento no
       Saciedad en el conocimiento y arte de los hombres       tienen cabida, ni mucho menos pueden constituirlo por sí solas. Mientras no se
                                                               cree una nueva retórica, concluye la vieja dama, con nuevas formas de la poesía
Mi miseria,                                                    épica, el cuento es y será lo que todos, grandes y chicos, jóvenes y viejos, muertos
       vertida en la profunda claridad                         y vivos, hemos comprendido por tal. Puede el futuro nuevo género ser superior,
                              de las máscaras.                 por sus caracteres y sus cultores, al viejo y sólido afán de contar que acucia al ser
       Es el refugio ambiguo de la muerte.
                                                               humano. Pero busquémosle otro nombre. Tal es la cuestión. Queda así evacuada,
                                                               por boca de la tradición retórica, la consulta que se me ha hecho. En cuanto a mí,
                                                      Azul     a mi desventajosa manía de entender el relato, creo sinceramente que es tarde ya
                                                               para perderla. Pero haré cuanto esté en mí para no hacerlo peor.

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La retórica del cuento según Horacio Quiroga

  • 1. 1 La Oveja Negra Soledad 0 En un lejano país existió hace muchos años El día cayó / de muy alto 2 una Oveja Negra. Fue fusilada. No quitarte tiempos, y la oscuridad de la noche 0 naciente Un siglo después, el rebaño arrepentido le sacarme Tiempos 0 fue rasgada por la luz levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en de adentro 9 que se despedía el parque. con sus dedos puntiagudos. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían Milka García La brisa, ovejas negras eran rápidamente pasadas por las caliente y melancólica, armas para que las futuras generaciones de ovejas hizo llorar a los cujíes comunes y corrientes pudieran ejercitarse también sus diminutas hojas, en la escultura. que luego se refrescaban a la propia sombra Augusto Monterroso de la cual pendían. La tierra limó, seca, LOS HEREJES durante la luz el calzado de quien sediento La doncella se asoma a ver el campo, a interrogar una lontananza trémula. arrastraba sus pies. Su mente padece la visión de los jinetes del exterminio, descrita en las Bajo la tierra, páginas del Apocalipsis y en un comentario de estampas negras. ya quienes han sucumbido a ella ya quienes quisieron hacerlo La voz popular decanta la lluvia de sangre y el eclipse y advierte la ya quienes lo evadieron. similitud con las maravillas de antaño, contemporáneas del rey Lear. Cobarde Y yo, Listo, estoy ahí mismo Un capitán, desabrido e insolente con su rey, fija la tienda de campaña, de encima ya llegué seda carmesí, en medio de las ruinas. Los soldados, los diablos de guerra, encinta a ese punto en el que los más valientes se suicidan de tristeza en el que te preguntas que sentirías si el carro se estrellase contra un poste dejan ver el tizne del incendio o del infierno en la tez árida y su roja de mal y tu a doscientos por hora y de inconsistente pasión y sin cinturón, pelambre. Un arbitrista, usurpador del traje de Arlequín, los persuade a la te encuentro pero no frenas ni baja la velocidad. ¿Y todavía le haces caso al semáforo? licencia y los abastece de monedas de similor y de papel. a vos sí, eres un animal de costumbre, tan nueva y tan familiar. La doncella aleja la muchedumbre de los enemigos, prodigando las me das asco noches de oración. Se retiran delante de la apertura de un camino. El golpe Carmen Hinestroza Álvares 1er Premio de Poesía arráncate el pico y escóndete. de sus hierros no encontraba asiento y se perdía en el vacío. La Grapa Literaria Escuela de Letras C ARMEN ROMERO José Antonio Ramos Sucre
  • 2. Horacio Quiroga. La retórica del cuento En estas mismas columnas, solicitado cierta vez por algunos amigos de la infancia que deseaban escribir cuentos sin las dificultades inherentes por común a su composición, expuse unas cuantas reglas y trucos, que, por haberme servido satisfactoriamente en más de una ocasión, sospeché podrían prestar servicios de verdad a aquellos amigos de la niñez. Animado por el silencio -en literatura el silencio es siempre animador- en que había caído mi elemental anagnosia del oficio, completéla con una nueva serie de trucos eficaces y seguros, convencido de que uno por lo menos USTED de los infinitos aspirantes al arte de escribir, debía de estar gestando en las sombras un cuento revelador. Ha pasado el tiempo. Ignoro todavía si mis normas literarias Usted prestaron servicios. Una y otra serie de trucos anotados con más humor que que es una persona adulta solemnidad llevaban el título común de Manual del perfecto cuentista. Se me solicita - y por lo tanto de nuevo, pero esta vez con mucha más seriedad que buen humor. Se me pide Sensata, madura, razonable, primeramente una declaración firme y explícita acerca del cuento. Y luego, una fórmula Con una gran experiencia eficaz para evitar precisamente escribirlos en la forma ya desusada que con tan pobre Y que sabe muchas cosas – éxito absorbió nuestras viejas horas. Como se ve, cuanto era de desenfadada y segura mi posición al divulgar los trucos del perfecto cuentista, es de inestable mi situación ¿Qué quiere ser cuando sea niño? presente. Cuanto sabía yo del cuento era un error. Mi conocimiento indudable del oficio, mis pequeñas trampas más o menos claras, sólo han servido para colocarme de Jairo Aníbal Niño pie, desnudo y aterido como una criatura, ante la gesta de una nueva retórica del cuento que nos debe amamantar. “Una nueva retórica...” No soy el primero en expresar así los flamantes cánones. No está en juego con ellos nuestra vieja estética, sino una nueva nomenclatura. Para orientarnos en su hallazgo, nada más útil que recordar lo que la literatura de ayer, la de hace diez siglos y la de los primeros balbuceos de la civilización, han entendido por cuento. LOS VIEJOS El cuento literario, nos dice aquélla, consta de los mismos elementos sucintos que el cuento oral, y es como éste el relato de una historia bastante interesante y Parece que fue ayer, dicen siempre, y se agitan suficientemente breve para que absorba toda nuestra atención. Pero no es REFUGIO melancólicos. Buscan, dentro del orden visible, indispensable, adviértenos la retórica, que el tema a contra constituya una historia con el pretérito. Cruzan el desierto con ese enfado maligno de ir o de permanecer. Llevan sol a la otra orilla en un cántaro de agua. Juan Sánchez Peláez principio, medio y fin. Una escena trunca, un incidente, una simple situación sentimental, moral o espiritual, poseen elementos de sobra para realizar con ellos un cuento. Tal vez en ciertas épocas la historia total -lo que podríamos llamar argumento- fue inherente al cuento mismo. “¡Pobre argumento! -decíase-. ¡Pobre cuento!” Más tarde, con la historia breve, enérgica y aguda de un simple estado de ánimo, los DE LUZ 9 grandes maestros del género han creado relatos inmortales. LOCARIO DE DIVULGACIÓN. SI QUIERES PUBLICAR EN ESTAS PÁGINAS BUSCA A MILKA GARCÍA O ENVÍA UN PAR DE TUS TEXTOS A: REFUGIO_DE_LUZ_2009@HOTMAIL.COM
  • 3. LOGRAMOS SALVAR A TODOS ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS I I Parecía imposible que el chico fuera alguna otra cosa que eso. Seguramente Tu alma se encontrará a sí misma sola se llamaba Ewan: la e se pronunciaba como i, la w como v. Ewan salía de la En medio de los pensamientos oscuros universidad al mediodía. Se sentaba en las esquinas de uno de los bloques, solo, /de la piedra gris de la tumba, a mirar la gente pasar. Debía ser por placer. Lo saludaban, llegaban a hablarle pero Nadie, en toda la multitud, espía tal vez por algo que él les decía o tal vez por nada especial, lo dejaban estar y seguían Dentro de tu hora de retiro. sus caminos. Martes, cinco de la tarde en la ciudad, ha llovido en la mañana. Ewan se sienta en la banca más húmeda del pasillo; el cielo se torna lila y gris; un perro amarillo EDGAR ALLAN POE duerme cerca dela entrada del edificio administrativo para cobijarse con la sábana que tejen las personas y sus hilos de camino. La gente, divertida por la imagen de un perro durmiendo frente a una puerta, habla y se detiene a su alrededor. Comentan el clima, mientras el profesor de sistemas de Ewan corrige el examen que presentó hoy. Ewan obtiene 17 y aún no lo sabe. Presiente, sin embargo, que es un día de números impares, mientras nota que la chica parada frente a él, digita su teléfono 7 9 7… 5 1…3 7. De algún lado la conoce, piensa: del edificio, o de la tienda de periódicos de la esquina, o de la fiesta del sábado pasado. O tal vez simplemente no la conoce. Cuando son las 6 de la tarde, Ewan atraviesa la calle frente a la universidad, se dirige a la parada del bus, paga la tarifa estudiantil y se sienta del lado de una ventana, en la mitad del bus. Quince minutos para las siete de la tarde. Se baja en una parada cercana a un edificio de la av. 5 de julio. Camina hasta el edificio Residencia Vesalio, sube el ascensor, pasa la llave, entra a su apartamento. Se queda en la sala solo y su mamá, la Sra. Magdalena, pasa siempre desapercibida por él. A las ocho le ofrece la cena y él acepta, siempre por no declinar, nunca por hambre. Deseo… A las nueve llega el esposo de la Sra. Magdalena y el ambiente se vuelve insoportable, así que Ewan sale de su casa y va a visitar a Natalia, su pestaña en pulgar novia, porque después de todo, cualquier cosa es mejor que oír a sus padres discutir. Pasean juntos por todas partes y ningún sitio. Se besan en algún mano en horqueta baño, tiran en un parque, se sientan en cualquier acera y veinte minutos antes que Natalia deba volver a casa, suben a la azotea y sueñan juntos con ojo en estrella fugaz soñar. y soplo mi cuota de velas Ewan regresa a su apartamento, se lava la cara y se moja el cabello con ganas de estar lejos. Al día siguiente, se enjuaga y repite cada paso. Milka García María Ocando Finol. 2do Premio de Cuento. La Grapa Literaria. Escuela de Letras LOCARIO DE DIVULGACIÓN. SI REFUGIO DE LUZ 10 QUIERES PUBLICAR EN ESTAS PÁGINAS BUSCA A MILKA GARCÍA O ENVÍA UN PAR DE TUS TEXTOS A: REFUGIO_DE_LUZ_2009@HOT MAIL.COM
  • 4. Horacio Quiroga. La retórica del cuento (Continuación) 1 En la extensión sin límites del tema y del procedimiento en el cuento, dos 0 calidades se han exigido siempre: en el autor, el poder de transmitir vivamente y / sin demoras sus impresiones; y en la obra, la soltura, la energía y la brevedad del 2 relato, que la definen. Tan específicas son estas cualidades, que desde las remotas 0 edades del hombre, y a través de las más hondas convulsiones literarias, el 0 9 concepto del cuento no ha variado. Cuando el de los otros géneros sufría según De no estar tú, las modas del momento, el cuento permaneció firme en su esencia integral. Y mientras la lengua humana sea nuestro preferido vehículo de expresión, el demasiado enorme hombre contará siempre, por ser el cuento la forma natural, normal e sería el bosque. irreemplazable de contar. Extendido hasta la novela, el relato puede sufrir en su estructura. Constreñido en su enérgica brevedad, el cuento es y no puede ser otra cosa que lo que todos, cultos e ignorantes, entendemos por tal. Los cuentos Issa chinos y persas, los grecolatinos, los árabes de las Mil y una noches, los del Renacimiento italiano, los de Perrault, de Hoffmann, de Poe, de Merimée de Bret- Harte, de Verga, de Chejov, de Maupassant, de Kipling, todos ellos son una sola y misma cosa en su realización. Pueden diferenciarse unos de otros como el sol y la luna. Pero el concepto, el coraje para contar, la intensidad, la brevedad, son los mismos en todos los cuentistas de todas las edades. Todos ellos poseen en grado máximo la característica de entrar vivamente en materia. Nada más imposible que aplicarles las palabras: “Al grano, al grano...” con que se hostiga a un mal contador Sin nada azul verbal. El cuentista que “no dice algo”, que nos hace perder el tiempo, que lo pierde él mismo en divagaciones superfluas, puede verse a uno y otro lado En el nombre del poderoso espacio, buscando otra vocación. Ese hombre no ha nacido cuentista. Pero ¿si esas vuelvo a ti. divagaciones, digresiones y ornatos sutiles, poseen en sí mismos elementos de Marea adormecida en el tiempo de los lobos. gran belleza? ¿Si ellos solos, mucho más que el cuento sofocado, realizan una excelsa obra de arte? Enhorabuena, responde la retórica. Pero no constituyen un Helado por la verdad placer en la memoria cuento. Esas divagaciones admirables pueden lucir en un artículo, en una fantasía, en un cuadro, en un ensayo, y con seguridad en una novela. En el cuento no Saciedad en el conocimiento y arte de los hombres tienen cabida, ni mucho menos pueden constituirlo por sí solas. Mientras no se cree una nueva retórica, concluye la vieja dama, con nuevas formas de la poesía Mi miseria, épica, el cuento es y será lo que todos, grandes y chicos, jóvenes y viejos, muertos vertida en la profunda claridad y vivos, hemos comprendido por tal. Puede el futuro nuevo género ser superior, de las máscaras. por sus caracteres y sus cultores, al viejo y sólido afán de contar que acucia al ser Es el refugio ambiguo de la muerte. humano. Pero busquémosle otro nombre. Tal es la cuestión. Queda así evacuada, por boca de la tradición retórica, la consulta que se me ha hecho. En cuanto a mí, Azul a mi desventajosa manía de entender el relato, creo sinceramente que es tarde ya para perderla. Pero haré cuanto esté en mí para no hacerlo peor.