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Nora Guevara García
Imagen de portada y contraportada: Brigadas de Propagan da feminista con motivo del
Primer Encuentro de Arte Callejero Femiista de Santiago de Chile.
Diseño de libro y portada: Grupo Literario Talestris
Este libro puede ser impreso y distribuido en cualquier país siempre y cuando respete la
diagramación, calidad de los materiales y derechos de autora/or en cuanto a citar fuente y
autoría de los todos los trabajos aquí contenidos.
Presentación
Por Margarita Bustos Castillo
Escribir por el gesto de enunciar signos y resignificar las voces que en otras décadas pudieron crear
desde el lugar sujeta es un gesto rebelde en sí. Cuando situamos al sujeto autor@ desde un sexo-
género que aún en el siglo XXI debe luchar cotidianamente con el sistema patriarcal por tener un
cuarto propio, para poder escribir(se) y representar(se) en un mundo que continúa generando
estrategias/mordazas para dejarla en el lugar de la hablada/ representada, también es un gesto
rebelde. En los poemas que Nora Guevara nos comparte en su libro “Entre Cuervos” sus
receptores/as se encontrarán con la insurgencia que permite a las mujeres (re)construir su(s)
identidad(es) tras la violencia simbólica, psicológica y física que viven cotidianamente dentro de un
sistema que intenta mantenerlas en el lugar de las subordinadas.
La voz/autora real y enunciante ficticia lo saben, conscientes del “contrato sexual” que atraviesa y
perpetúa relaciones y mandatos sexo-genéricos de dominación. Para ello crea a una hablante lírica
que se expresa desde el dolor y la desobediencia, mediante imágenes que connotan oscuridad y
sometimiento: pozos, silencios profundos, gritos, ángeles mortuorios, cuervos. Así como la
confrontación de sentimientos y conductas por antítesis: la culpa y la rebeldía, la negación y la
aceptación, nos acercan a los cuervos que le condujeron a morir, para nacer fuera del Patriarcado
que le impide nominarse y autodeterminar su cuerpo.
Nos dice:
Allí, en una de esas esquinas,
escupí a colgajos mi historia.
(…)Perder el miedo a las hogueras posmodernas del patriarcado (…)
La autora sitúa a la hablante en la ciudad y sus esquinas, nos invita como lectores a detenernos
observar/escuchar aquellos secretos susurrados tantas veces al fondo del patio familiar/vecinal y
velado posteriormente por mordazas diurnas, cuyas estrategias alimentan la perpetuación de la
violencia extrema sobre el cuerpo de las mujeres (violaciones, femicidios). Los poemas nos llevan
desde la memoria social a la memoria personal. Sin embargo, las imágenes poéticas trascienden las
consecuencias de victimización del sujeto representado/a. Impulsando un gesto rebelde desde la
primera página cuando nos señala: el subtítulo de este poemario: “Superando la violencia”.
Adentrarnos en sus páginas comprendiendo la literatura como articulación de signos que dialogan
entre la producción y la recepción, que traman significaciones y poderes, pactos ideológicos que en
el caso particular del Poemario son impulsados por un epígrafe de la teórica feminista: Margarita
Pizano que nos dice: Nadie nos ha hecho tanto daño como nuestros padres, madre, primos y
hermanos.
Desconfiar, será la llave para construirse mujer(es) y desmantelar la historia de abusos, así lo
expresan los versos:
(…)Por eso cuando escribo corto el silencio
con la misma daga que me atraviesa el corazón.
No quiero silencios multiplicados entre mis piernas (…)
Solo quiero que mi vientre perforado por un cuchillo
Se abra como la muerte sobre los que me asesinaron
Nos adentramos a las representaciones identitarias configuradas en torno a binarismos:
privado/público; masculino/femenino; dominador/dominada; etc. En un interesante encuentro entre
política sexual y poética voz. Poética construyendo un yo que ha estado silenciado más allá del
cuerpo, un yo que a través del pozo ha encontrado la forma de mirar la metáfora de los cuervos y de
las sobrevivientes:
Porque les duele sentir en nuestras pieles
el dulce aroma de la libertad,
como “cuervos” nos quitan los ojos,
porque saben que con nosotras transitan
hombres que dejaron de ser hombres (…)
Cuando revela sus heridas, la hablante invita a los/as lectores/as a percibir las propias, las
corporales y las vinculadas a la memoria. Ampliando las posibilidades de la construcción cultural
sexo-genérica con los nudos y libertades que el lenguaje poético otorga.
“Nadie nos ha hecho tanto daño como nuestros padres, madres, primos y hermanos”.
Margarita Pisano
Reconocernos víctimas de la violencia es un proceso lento, profundo y doloroso y
de valentía. Es absolutamente necesario mirar a los ojos y escupir a esos demonios
que nos hicieron tanto daño para ser libres. Solo cuando podamos verbalizar
nuestros más dolorosos secretos, cuando podamos vomitarlos y vomitar todo el
dolor, la rabia y el odio podremos sanar y entregarnos por fin a amarnos y a sentir
el placer de ir por nuestros sueños, esos que hemos postergado o no hemos
podido disfrutar por culpa de unos desquiciados que no tienen derecho a seguir
formando parte ni de nuestras vidas ni de nuestros sentimientos.
Erradiquemos el dolor sin tapujos, hagamos mierda todo lo que hemos guardado,
para que no se transforme en un cáncer, sino en la fuerza que nos permita
eclosionar como es nuestro derecho.
Durante la tarde, sentada en la cuneta de una calle, con las piernas abiertas y sin
calzones, una niña de seis años llora. Nadie la abraza. Un hilo de sangre corre entre sus
piernas.
Los gestos
Los gestos,
los gestos,
ellos me los arrebataron
junto con la inocencia.
Los gestos
que como caléndulas caen,
resuenan y se retuercen,
se desaparecen de mis manos
justo antes de nacer.
Los príncipes azules no existen
A las niñas que nacen y mueren en el burdel
amurallado de Kandapara, en Bangladesh.
Los príncipes azules son personajes de cuentos que nunca nos contaron de niñas.
Para nosotras los príncipes son oscuros secretos que guardamos en los calzones.
Para nosotras la dignidad no existe. Solo vemos muros que nunca cruzaremos en las calles.
A nosotras nos robaron de niñas. Nuestros padres pagaron sus deudas con nuestros cuerpos.
Doscientas veces nos defloraron. Los condones no son jardines de flores en nuestras puertas.
Somos rehenes de la indecencia. Los depravados ejercen un poder nefando sobre nostras.
Sabemos que el olor a sexo garantizado será la mortaja que vestiremos el día de nuestras muertes.
En las iglesias y en los conventos la perversidad enmudeció a las harpías en hogueras
para que sus huesos mezclados con los desperdicios no se levanten para defendernos.
Sabemos que nuestros cadáveres con los riñones hecho polvo y con las venas plagadas de heroína
alargarán las manos para pedir justicia, como si pidieran limosnas solo para quedar vacías
mientras las otras, las que viven en casas de muñecas no sospechan o no quieren sospechar
que somos compradas y vendidas como paquetes de carne en los más oscuros mercados.
A nosotras, que de niñas nos profanaron como a cadáveres arrancados de sus tumbas,
que nos crucificaron en la infancia, que nos molieron a golpes para sacarnos una caricia,
a nosotras que nos pintaron la necrofilia como un asqueroso graffiti en medio de la frente
no nos vengan con historias de príncipes azules cuando encuentren nuestros cuerpos
amoratados, cuando miren nuestras caras hinchadas por la descomposición en los basurales.
A nostras, que somos solo una sombra encadenada en los portones de los prostíbulos,
que dormimos entre rejas listas para ser violadas no nos vengan con historias de príncipes azules,
a nosotras que nos obligaron a tener sexo incluso antes de aprender a hablar, a nosotras
que solo sabemos de inyecciones, de alcoholismo, de drogas, esteroides y de abortos
inducidos, no nos vengan con historias de muñecas ni con leyendas con sabor a dulces
inventadas por infames depredadores que pretenden normalizar en nuestros cuerpos la violencia.
A nosotras margaritas crecidas en la podredumbre solo nos visitan cientos de príncipes
que nos toman de las manos y nos llevan a la cama porque somos palomas, palomas
nacidas para el sacrificio, porque nunca fuimos números perfectos. Solo éramos palomas.
Los castigos divinos también son cuentos infantiles para nosotras. La justicia no existe.
La vida nunca fue una oportunidad, porque solo sabemos de golpes, de estrupo y de violaciones,
perpetradas por esos príncipes que se visten de lobos para comprar pequeñas caperucitas
encadenadas con quienes hacerse videos que serán trofeos para compartir con los pederastras.
Los príncipes azules no existen. Son cuentos que cuentan a las niñas que se portan bien.
A nosotras, que nunca sabremos de príncipes azules, de calabazas convertidas en carruajes
ni de tumbas con girasoles y remolinos verdes, a nosotras que solo somos basura en sus basurales,
no nos vengan con cuentos de príncipes azules ni nos tapen la boca con sus crucifijos muertos,
porque solo sabemos de esclavitud, de piernas separadas por fuerza, de estrangulamientos
y de vientres devorados en un frenético frenesí de perros encebados que en filas forman manadas
para violarnos una y otra vez, en este engendro ciudad que los hombres conocen como Kandapara.
Mi alma es un ánfora de sombras,
que como conejos blancos emergen
del sombrero de un mago ensangrentado.
El pozo de los sueños
Se ha llenado mi pozo de sueños rotos,
por eso cuando escribo corto el silencio
con la misma daga que me atraviesa el corazón.
Ni perdón, ni olvido
No puedo mirar atrás,
no quiero, no debo.
En mí,
el miedo y el silencio
anidan como pájaros.
Y aunque a veces,
movida por la pena intento
buscar la palabra perdón
en el diccionario de mi existencia,
en esta piel se cae a pedazos,
en este útero que se desgarra,
al interior de estos intestinos
que escupen con rabia
hasta la médula los huesos,
sé que busco en vano,
porque en mis espacios
el perdón no existe.
Silencio profundo
Sola,
absoluta,
despiadadamente
sola,
aullando,
como un eco
bajo los puentes,
sin una boca
que bese mi boca,
sin un alma
que acompañe a mi alma,
sin unos ojos que me reconozcan
ni me consuelen.
Abandonada,
negándome,
esperando a que la Muerte
bese mi sexo,
toque mis pechos,
y me penetre
con su lengua amarga.
Manos
Hoy perdí mis manos
y las más hondas penas
anegaron mi espíritu.
Mis manos,
las que me entregaron
los profundos secretos del Universo,
las que acariciaron
al único hombre que amé,
las que me protegieron
y alimentaron,
hoy se fueron para siempre
y aunque a veces
como fantasmas me visitan,
sé que nunca
volverán conmigo.
Palabras de mujer
Mariposas enlutadas
con los agudos ojos de los zorzales muertos,
con los párpados secos y los labios cosidos,
miran a través de los cristales.
Aves sonámbulas que llevan
a las Furias en los pliegues
de sus negros velos,
se apagan tan llenas de dolor
que da miedo.
Mujeres desfloradas, amputadas,
violentadas, que no tocan, que no besan,
desaparecen frente a nuestros ojos
como si nunca hubieran existido.
Santiago
En esta necrópolis disfrazada de modernidad
en donde orinan las niñas colgando
como en columpios de los brazos de sus madres,
en donde travestidas luciérnagas revolotean
buscando el sustento por las noches,
en donde vomitan los borrachos
y hacen caca los vagabundos
escupí a colgajos mi historia
para que sea pisoteda
como se pisa con violencia la dignidad
de las que levantando estandartes
marchan como hileras
de perras desnutridas por calles
formando piras fúnebres
que se amontonarán en los titulares
de la prensa roja
hasta que llueva en Santiago
y el agua arrastre todo
a esas alcantarillas que plagadas de ratas
devorarán junto con todo la podredumbre
ese amasijo de pesares
que escupí un día
presa del desconsuelo.
Viaducto de Malleco
Hoy,
que la Muerte camina a mi lado,
acechándome,
escucho un inmenso violín de acero en la distancia,
que fundido,
con el sonido oblongo de los acorazados
y de los grillos que frotan sus alas
entonando cantos fúnebres,
arrastra amargas melodías
que como vientos ferroviarios
pronuncian mi nombre
y es en ese momento que pido
a la Noche y al Silencio
que me tomen en sus brazos
y me arrojen al vacío,
para que nunca más se abran
los secretos dolores
ni las profundas fisuras,
que una vez
destrozaron mi alma
La anunciación
La Muerte es un ángel.
He sentido su roce
de sus alas entornadas
en medio de la noche.
Ella viste de luto
y yo, de negro,
buscando engañarla.
La Muerte, réplica cerval
de mis más hondas aprehensiones,
se desliza entre mis sábanas.
He saboreado el miedo,
en la curvatura de su lengua.
Las que mueren no descansan en paz
“No quiero que mis muertos descansen en paz” (Stela Días Varín)
No quiero sábanas blancas sobre mi lecho
ni gladiolos sacrificiales al pie de mi tumba,
no quiero que perdonen a mis femicidas
ni a los que me humillaron, dando vuelta la cara.
No quiero silencios multiplicados entre mis piernas
ni enredaderas secándose sobre esta dura almohada,
solo quiero que mi vientre perforado por un cuchillo
destruya de forma definitiva a los que me asesinaron.
Matar a un ángel
Porque como bestias se entregan al deseo nos odian;
porque saben que “al engendrar falsos zurcos”
su simiente los abandona, luchan por someternos;
porque temen ser devorados por esta vagina
que los doblega, nos mutilan;
porque les duele sentir
nuestra libertad,
como “cuervos” nos quitan los ojos;
porque saben que con nosotras transitan
hombres que dejaron de ser hombres
y mujeres que no los necesitan para existir,
entre “gestos oblicuos” y nevazones
preparan el tiempo de la cosecha,
de la terrible cosecha que con su hoz homicida
buscará callarnos como antes quisieron callar
a nuestras ancestras violadas, ahorcadas,
fusiladas, lapidadas, descuartizadas,
guillotinadas, quemadas en hogueras,
internadas en conventos,
torturadas en sanatorios,
pero ahora se los digo, en el aquí, en el ahora,
que nunca podrán lograrlo,
porque habemos mujeres que sabemos
que hemos aprendido de la peor forma
que es mejor morir en brazos de la Libertad
que vivir toda una eternidad como un espejismo
biselado en los espejos.
Lo que llevo en mi rostro grabado
La crueldad tatuó mi rostro,
silueta que se recorta
formando mosaicos,
que como raíces se extienden
en mis piernas y en mis manos.
Yo soy el rostro de cabellos negros
de negros ojos, de labios negros,
que acunan la sombra de miles,
de cientos, de millones de rostros
cuyos huesos desnudos como ciervos
se esconden en las selvas.
Todo un continente soy.
El genocidio me satura.
Me faltan las danzas tribales,
los secretos nos arrebataron,
los lenguajes sagrados
todo me falta y lo busco
en este vuelo de cisnes amortajados.
Denuncia
Hoy
denuncio a esos hombres
que se llenan la boca
con discursos de fidelidad,
a esos hombres que rezan
de rodillas en las iglesias,
que caminan por las calles,
que beben con sus amigos,
van al cine, suben sus fotos
con tiernas mascotas en los brazos
que muestran vidas familiares perfectas
tapizando de buenos deseos las redes sociales,
porque buscan aparentar que son normales
para que bajemos la guardia, pero cuidado,
son hombres peligrosos que tienen vidas dobles.
Son hombres que se levantan temprano,
que llevan orgullosos a sus hijos de la mano a los colegios,
que duermen tiene sexo con sus esposas y las abrazan,
son hombres que tienen madres, hermanas, sobrinas,
hombres que por las noches besan a sus hijas en las frente
con el deseo de besarlas en la boca porque tienen vidas dobles.
Son seres aborrecibles,
que pagan por sexo con menores,
que hacen turismo sexual explotando la pobreza,
pedófilos que torturan y asesinan niñas robadas,
que sádicamente eyaculan sobre la miseria ajena
sobre niñas y mujeres que lloran, sin hacer ruido
hombres que se cruzan con nostras en los ascensores,
que como ancianos bonachones pasean perros que son carnada en las plazas,
mostruos depredadores en busca de una próxima víctima porque ya extrañan
el placer que se siente al destruir vidas ajenas, hombres que en las dictaduras
dieron rienda suelta a todas sus depravaciones y que ahora están contenidos,
esperando, formando manadas de depredadores que culpan a sus víctimas
mientras son protegidos por las fuerzas policiales, los jueces, los medios y
todos quellos que en tono de broma ridiculizan las denuncias de las mujeres.
Son fanáticos que nos responsabilizan de toda la mierda que cagan,
machos perfectamente educados en la misoginia que solo desean
poseer mujeres, que se bajan los pantalones ante el terror de sus víctimas
y se masturban para lograr una erección abominable que es un engendro.
Los he visto
he convivido con ellos,
y los he mirado a los ojos.
Hay tantas palabras para definir
actos tan aberrantes
tantos eufemismos creados
para proteger a los perpetradores,
tantas culpas desviadas hacia las víctimas,
tantos silencios cómplices,
que como madejas se enredan
tras las puertas de las casas.
Llagas
Por mi cuerpo
tus besos pasaron
como navajas,
quitándome la alegría,
el alma
y el entendimiento,
por eso te dejé ir.
Y fue tanto lo que te amé.
Y fue tanto lo que me amaste.
CRÓNICA DE UNA ABlACIÓN
En occidente la ablación no es con cuchillas
Son cientos de miles de millones las regurgitaciones, los eruptos y vómitos sanguinolentos que las
mujeres acumulamos en las entrañas. Para que estas traumáticas experiencias no se transformen en
enfermedades que minen nuestra salud y capacidad de reacción debemos escupirlas, porque solo
cuando podamos contar lo que nos pasó, cuando miremos al dolor y al miedo a la cara, seremos
libres.
Para escribir este relato debí mirar hacia atrás y escarbar en mis recuerdos, buscando la raíz del
miedo, cuyas primeras manifestaciones vinieron de la boca de mi propia madre. Ella, intentando
protegerme, fue el primer ser humano que empleó violencia en mi contra:
-Las niñas no juegan con camiones. Las niñitas no andan solas en la calle, sobre todo si es de noche.
No lo digo para lastimarte, es para protegerte, para que no sufras, amorcito.
Luego vinieron las historias de violaciones. Terribles relatos que iban de boca en boca como pecados
veniales que se atascan en la garganta y no te permiten respirar, pecados que forman una bola
putrefacta que crece al pasar de boca en boca de madres a hijas, de hermanas a hermanas, de primas a
primas, de amigas en amigas, haciéndonos sentir indefensas y asustadas. Y nos quedamos en
nuestras casas pensando que allí estaríamos seguras, sin darnos cuenta del gran engaño, porque el
tiempo nos dijo que en ninguna parte estamos seguras si sentimos miedo. Mientras más miedo
sentimos, más poder tienen los hombres sobre nosotras.
Sigo buscando en mi pasado y veo crecer la espiral de la violencia en este mosaico de imágenes
inconexas que trataré de pegar para ustedes.
-Cierra las piernas, que te estás ofreciendo, maraca.
-No te pares en la puerta. Las putas se paran en las puertas de las casas.
Segundo trozo de infancia: un pobre y destartalado cine de barrio. Una pieza infame de la que no tuve
recuerdos hasta que comencé a escribir. Quienes recuerdan ese sitio lo hacen con nostalgia y dicen
que era un sitio mágico. Era un cine rotativo ubicado en un peladero. En esos tiempos pagabas la
entrada y podías quedarte horas mirando las películas una y otra vez. Allí eras un ser anónimo que
compartía imágenes con otros seres anónimos de los que no tenías conciencia. Las películas más
populares eran las de artes marciales. Películas chinas, según recuerdo. Me encantaba ver pelear a
los chinos, ver esas danzas acrobáticas que hacían surgir exclamaciones de asombro entre la multitud
y era justamente, en medio de esos momentos de asombro, en medio de esta danza de colores y
acción, en medio de la oscuridad, que aparecían las escenas de violaciones. Las víctimas eran
mujeres jóvenes, a veces hermosas, otras comunes y corrientes, rechonchas, pequeñas, aunque a
todas parecía gustarles que las desnudaran y les dieran como a perras en la calle, que las manosearan,
que varios hombres a la vez se revolcaran con ellas y las dejaran tiradas en los campos, como objetos
de desecho. No sé por qué, pero eso me pareció normal ¿Por qué iba a parecerme extraño si a nadie
parecía molestarle? Finalmente, era solo una película. Lo raro, lo extraño ocurrió cuando en una de
esas funciones una mujer se puso de pie y gritó que estábamos viendo obscenidades. Obsenidades.
Obsenidades. La palabra me quedó dando vueltas y dejé de ver la película. ¿Por qué diría eso?
Obsenidades. Supongo que esa mujer jamás imaginó el efecto que ese grito destemplado tendría en
mi vida, que sus palabras me ayudarían a tomar conciencia de lo que me estaba pasando.
Siempre me gustó el sonido de las palabras, por lo que llegando a casa le pregunté a mi madre por su
significado.
-¿Dónde la escuchaste?-, me preguntó y se lo dije. No tengo memoria de su respuesta ni de ninguna
respuesta en torno a este tema. Fue una época oscura. En esos tiempos sufría de extraños lapsus que
nunca pude explicarme. A veces iba en la micro y de un momento a otro no estaba allí, estaba en otro
lugar. Lo sospecho, porque cuando regresaba a mi cuerpo, una parte de mi vida se había esfumado.
Recuerdo, por ejemplo, una ocasión en que iba sentada junto a la ventana mirando una calle X, una
calle conocida y de pronto estaba en otro lugar y no recordaba cómo había llegado hasta ahí. Estaba
tan acostumbrada a esto, que me bajaba de la micro y regresaba en otra, buscando recuperar el
camino. Era perturbador, pero nunca lo conté a nadie. También recuerdo que lloraba mucho, que
lloré a gritos en el patio de mi casa y nadie me consoló. Recuerdo la soledad, los cuchillos, el miedo
y la soledad.
En la iglesia también me ocurrían cosas extrañas. A veces, en medio de la misa, los sonidos
paulatinamente se hacían lejanos, sordos, ahuecados y borrosos, aparecían estrellas y me desmayaba.
No recuerdo que me llevaran a un médico. Supongo que éramos muy pobres para eso. Debía de ser
normal, como normal era la existencia de un vecino pervertido que violaba niñas a dos casas de la
mía. Su esposa ofrecía dulces a las niñas y horas después esas mismas niñitas caminaban
tambaleándose por las calles hasta caer desmayadas. Nunca lo denunciaron. El apestoso pervertido
murió de viejo en su cama años más tarde. Ese era un secreto a voces, como muchos otros en mi
población. Eran tantas las anormalidades que rodearon mi infancia, que nunca pude comprender con
claridad qué era correcto o incorrecto. A veces lo presentía, pero no estaba segura, por lo que
simplemente comencé a abstraerme. También recuerdo que en el pasaje que estaba frente a mi casa
vivía un carabinero que violaba a sus propios hijos. Cada cierto tiempo ellos arrancaban y tras varios
día una patrulla policial los traía de regreso. Seguramente los culpables eran esos niños, creo haber
supuesto, porque de lo contrario, ¿cómo explicarse que carabineros los llevaran una y otra vez de
regreso? Eso fue tan normal como enterarme que varias niñas de la población fueron violadas en un
corto tiempo por los mismos carabineros que debían protegerlas. Cuando todo se supo, la gente
comentaba que los trasladaron a otra unidad policial y nunca más se volvió a tocar el tema. Antes
que esto se supiera, los vecinos comentaban que los violadores eran los gitanos que vivían en la
periferia de nuestra población. En esos días, cuando los gitanos pasaban en sus camionetas, las niñas
corríamos a escondernos tras las faldas de nuestras madres buscando protección. Qué incautas
éramos. En esa época me contaron que una niña pequeña fue asesinada en un inmenso edificio que
jamás se terminó de construir. La violaron, le quemaron su cuerpecito de siete años con cigarrillos.
La torturaron a unas cuadras de su casa, mientras sus familiares la buscaban con desesperación.
También recuerdo la historia de la niña que fue abusada por varios hombres. Dicen que le metieron
toda clase de objetos y que finalmente rompieron una botella y que con ella le molieron los
intestinos. Desde ese día caminé tan aterrada que dejé de sonreír y de confiar. Diez cuadras de mi
casa al colegio, diez cuadras del colegio a mi casa, a mi lugar de seguridad. También recuerdo que
era normal saber que a metros de ese lugar que llamaba mi casa unas niñas dormían en la calle
porque no llegaban con dinero para sus padres. De dónde sacaban el dinero, por qué debían llevar
dinero a sus padres, nunca me lo cuestioné. Nunca me cuestioné que durmieran en la calle. A nadie
parecía importarle ese detalle. Era mucho más interesante saber si les habían pegado, si esa noche
estaban o no acurrucaditas una al lado de la otra, reclinadas sobre la reja, como perras abandonadas.
Eran tantas las cosas anormales que pasaban a mi alrededor, que no fui capaz de darme cuenta de que
mi casa no era un lugar seguro, que si tus hermanos se te tiran encima como perros en celo no es
normal, que si se te refriegan en el culo hasta cansarse, no es normal, que si tu padre te mete las
manos entre las piernas y te refriegue la vagina hasta cansarse, dejándote inflamada, adolorida y
avergonzada, no es normal, que tus tíos, tus primos, sus amigos y tus amigos te miren como a un
pedazo de carne lista para servírsela apenas se les para, no es normal. Ver cómo se les para, cómo se
bajan y se suben el cierre y después te dicen que eres una puta barata, no es normal. Que tu madre lo
sepa y se calle porque le conviene o que te diga que eres una mierda mentirosa no es normal. Que las
personas que te rodean lo sepan y lo callen no es normal.
“Era la muerte. Yo elegí la vida”
Laura Brown
Ha llegado el tiempo de vivir. El tiempo de levantarnos y luchar contra el yugo que los
hombres pusieron sobre nuestros cuellos para dirigir nuestros destinos. Dejemos las
culpas de lado. Desterrémoslas en un acto de amor que marcará la diferencia entre las
mujeres que somos y las que podemos ser.
Trencemos nuestros cabellos. No caigamos en el juego de los hombres que buscan
separarnos. Dividir para gobernar es la principal arma que el patriarcado a empleado
contra nosotras. Nos han enseñado a competir desde la más tierna infancia y por eso
debemos despatriarcalizarnos.
Nunca más aceptemos los juegos de roles que nos impusieron. Dejmos se ser la esposa
de, la madre de, la nuera de, la princesa de. Somos nosotras mujeres, todas únicas e
irrepetibles. No somos máquinas reproductivas y de crianza. No somos bestias
destinadas al sacrificio. No somos sombras sobre las cuales se puede construir
impunemente una sociedad que permite y promueve que se nos utilice, discrimine y
deseche permeando este destino con celebraciones que solo buscan perpetuar nuestra
servidumbre.
Los hombres que escribieron la historia nos borraron de los anales de la Humanidad
para hacernos creer que no somos capaces de crear. Los grandes filósofos y pensadores
nos ningunearon con una mosginia galopante que todavía escuchamos de la boca de los
machistas. Se robaron nuestras obras de arte, inventos y creaciones. Entregaron nuestros
conocimientos ancestrales al mejor postor y nos cerraron la puerta, pero aquí estamos,
luchando desde que somos concebidas por nuestro derecho a vivir, porque somos las
hijas de las brujas que no pudieron quemar.
A las que se llevaron
Desde el ojo de un pescado
que se pudre en los caminos,
te observo.
Desde un ojo
plagado de pústulas,
y enceguecido por el dolor
te acuso.
Sé que nadie recogerá mis restos,
que nadie acunará estas agallas
que se queman y desaparecen
bajo el sol.
Por eso te miro
y me hundo en tus pupilas,
para que como un engendro
me lleves en tu alma.
Confesiones de un sapo viejo
Desde las templadas alas del Silencio,
Kali, la Destructora de la Maldad, te acusa.
Desde los anchos espacios del Olvido,
una mujer dalit en Ceylán te acusa.
Hay diferentes formas de tortura, Pablo,
y entre ellas, la violación a una mujer
de la casta de los parias es la peor y la más baja.
¿Por qué pisoteaste la humilde flor del tamil?
¿Tan orondo y repleto te sentías,
enorme sapo de bolas arrugadas,
que el oprobio inmortalizaste en tus memorias?
Reconócelo, abusaste de tu poder y de su orfandad.
Nadie quiso protegerla.
Dicen que tu simiente tejió una alondra,
un ridículo punto y coma que borraste con el codo,
sin volver la vista atrás.
Pero el tiempo nunca olvida, Pablo
desde la inmensa otredad de la muerte
las hidrocefálicas pupilas de Malva Marina
lloran tu abandono,
los ojos hundidos en el opio de Maruja Hagenaar
te acusan,
la mujer dalit a quien arrebataste
el ritual sari hindú
denuncia lo que todos callaron,
hombre falto de humanidad.
Al releer tus poemas me pregunto:
Amaste alguna vez a las mujeres?
¿Sentiste remordimiento, Pablo?
Draupadi Chira-Haran,
la desnudada de sus ropas, me dice
que ni la suave palma de la Muerte
acaricia tu cabeza y que habitas solo
en el fondo de un balde,
bajo una caja de madera
por cuyo agujero cae
toda la mierda que un día
escupiste en tus memorias.
El maestro de las adivinanzas
Las lágrimas del Diablo corren hacia arriba.
Dicen que cuando Lucifer penetró
los oscuros secretos de esos dioses
de miradas torvas,
algo eclipsó en su alma y dejó de creer.
Cuentan que antes de ser concebida,
de ser arrojada del vientre de mi madre,
arcanos florecieron en mi mente.
-Shhhhhhhh,
es pecado cuestionar a los dioses
y desentrañar los enigmas
escritos en las piedras
pero no puedo evitarlo,
sé que hay demonios en los púlpitos,
y ángeles hundidos en las cloacas,
seres cuyas lágrimas son los vórtices
que expanden el Universo.
Sé que están aquí,
a una mano de distancia,
y que se me parecen.
¿Quo vadis?
Me atacaron tantas veces
y por tantos flancos,
que de mis labios mana sangre
en lugar de besos.
En mis palmas que se parten veo brotar
los estigmas de un Cristo que no conozco,
y en mi costado veo abrirse una herida
mientras me corto las muñecas y lloro.
Ah, si pudiera cambiar el Universo
lanzaría mi maternidad al cielo,
la cortaría en dos
y me tragaría la mitad,
para amarme como merezco,
pero se me hace imposible
encontrarle una cara al amor.
Escúchame, sé que no estoy sola,
sé que has llorado bajo las mesas
y que has quemando retratos
buscando desaparecer,
sé que mi lengua habita en tu lengua,
que mi piel es una extensión de tu piel
y que mis huellas como peces
dormitan en tus manos.
Que nuestras miradas se crucen,
que nuestros labios se fundan
y nuestras manos encuentren
las caricias que nos negaron.
¿Dónde estarías Violeta?
A Violeta Parra Sandoval, a 101 años de su nacimiento
¿Dónde estarías Violeta si no te hubieras ido el 67?
¿Qué hubiera ocurrido contigo en septiembre del 73?
¿Te hubieran aplastado la cabeza contra el pavimento
las tanquetas de los militares?
¿Hubieras buscado entre los despojos de La Moneda
la palabra LIBERTAD?
¿Encontraríamos tu sangre, larva de pobreza encolerizada,
en las paredes del Estadio Nacional?
¿Escucharíamos entre los sonidos de la noche
el vibrar tu cuerpo en las cuerdas de los catres,
guitarrones de carne humana
de José Domingo Cañas?
Y si te hubieran quitado las manos
¿De qué color serían tus manos, Violeta campesina,
india piojenta, arrivista y envalentonada si te las hubieran quitado?
¿Y si nunca hubiéramos encontrado tu cuerpo?
¿Quién encendería velas en tu tumba,
quién cargaría tu foto como un crucifijo muerto,
quién gritaría tu nombre cada 11 de septiembre
exigiendo que nunca haya perdón ni olvido
mientras tu nombre y otros cientos de nombres
son borrados de las calles y de los monumentos
para ser vendidos como baratijas en las ferias?
Y si hubieras sobrevivido a esta historia de la que mastico, vomito y reniego
¿Cuántos linchacos tendrías tatuados en las costillas?
¿Cuánto del humo pestilente de los zorrillos te carcomería los pulmones?
¿Cuántas capas de piel te habrían quemado los químicos de los guanacos
solo por correr libre con las perras negras y desclasadas que corren libres
con la rabia imprengnada en el hocico, defendiéndote a dentelladas
de las manadas de perros negros que encebados con nuestra libertad
nos persiguen saltando cercos, rompiendo los vidrios, botando las puertas
con el único objetivo de someternos?
Aquí, con nosotras estarías Violeta
luchando
con la mirada llena de orgullo, escupiendo a los opresores,
escribiendo y cantando lejos de los que hoy te levantan museos,
lejos de los que te crucifican en marcos engarzados de vidrios,
de los que te guardan en cajones con siete candados,
como a una virgen de papel
intocable, inalcanzable,
lejos de los que hoy pretenden convertirte
un espejismo para tu pueblo.
135 heridas abiertas
El 90% de los presos políticos que sufrieron violencia político-sexual en la dictadura
chilena fueron mujeres.
Nos tenían miedo.
Nos raptaron por la noche.
La defensa de la patria
fue una gran mentira.
Ellos, los que de rodillas rezan en las iglesias
vestidos con impecables uniformes,
ellos, los que hoy se sientan en el parlamento,
los que tatuaron el horror en nuestros cuerpos,
los que quisieron exterminarnos, siguen libres
o murieron en la más completa impunidad.
En este memorial no están nuestros nombres,
aquí solo habita la violencia.
Chile es una granada partida en dos.
Sus órganos expuestos son las semillas
que hoy, bañadas en sangre, nos alimentan.
Chile es una inmensa llaga que no se cierra,
un cuerpo que hunde en sus propios excrementos.
A Chile se lo está comiendo el capitalismo,
los valores son borrados con dinero
y la memoria de las mujeres
es inmenso paréntesis en blanco.
En el silencio hay vacíos. Hay huecos que nos pertenecen,
espacios que deben ser llenados por nosotras, las mujeres.
“Pasan los viejos estandartes, que en las batallas combatieron
y que empapados en sangre” empapados en sangre volvían
victoriosos después de torturar, después de masturbarse
con la sangre de nuestras niñas y nuestras mujeres, a sus hogares.
Chilenos: marchen al son del capitalismo,
vivan el sueño del crecimiento bruto, embrutecidos,
un, dos, tres, marchen. Deténganse. Media vuelta.
Manos en la nuca. De rodillas marchen,
con ojos vendados marchen como borregos por toda la eternidad,
que suene la música, que los tímpanos se revienten,
que nadie nos escuche. Unos dos tres, servidores de la patria.
Cuatro, cinco, seis, electrocuten las conciencias.
Cuando venían por nosotras, La Muerte nos tomaba de las manos
y cerraba los ojos. Gritos, espasmos, violaciones, silencio.
Chilenos, no escuchen, cierren los ojos, media vuelta, marchen,.
La patria les pidió matar. Cuádrense y maten. Con placer maten.
Quiébrenles las rodillas. Arrástrenlas de los pelos. Humíllenlas.
¡De rodillas! Manos en la nuca, violaciones masivas perpetradas
por los bravos militares que en las guerras se ensañan con las mujeres.
Cierren bocas, destrocen piernas, saquen uñas y marchen,
marchen al son de los himnos marciales, que se escuche
el tintineo de cada medalla entregada al deber cumplido.
Esto no fue un sueño. Miren como marchan los chilenos
allá en las calles: media vuelta, no miren atrás, cuádrense,
bajen la mirada, de rodillas, manos en la nuca, marchen,
carne para moler, carne para transar en los mercados,
un dos tres, marchen.
Destruyan los monumentos,
que las heridas perforadas desaparezcan.
Que los asesinos caminen libres por las calles.
¿Alguien allá afuera se da cuenta de lo que ocurre?
Los asesinos lo niegan todo,
los testigos callan llenos de vergüenza,
las esposas callan lo que saben y miran hacia los lados,
hacia la cordillera, hacia este mar que en sus olas mece
nuestros restos perdidos en la inmensisdad.
El silencio es una venda que nos pusieron sobre los ojos.
Así se forjan los héroes en nuestra patria.
Para ellos se construyen monumentos.
Para nosotras, las víctimas de violencia política-sexual,
seis placas de vidrio destrozado, seis placas con las marcas del mercado
son el homenaje que nos hicieron en este rincón escondido y pestilente
que mean los borrachos, que cagan los vagabundos y rayan los delincuentes.
Seis placas destrozadas son el efímero monumento al olvido.
Compañeras. No nos suelten. No nos dejen caer caer al vacío.
Que sus bocas sean nuestras bocas.
Que sus manos recuperen nuestras manos y reescriban la historia.
Que los paréntesis sean llenados con la verdad,
para que nunca más en Chile nos quiten
a nuestras hijas, a nuestras madres,a nuestras abuelas y hermanas,
para que nunca más nos arrebaten la humanidad,
para que nunca más desaparezcan nuestros cuerpos,
para que nunca más tengamos que invocarlas,
para que por fin se haga justicia,
para que por fin seamos las mujeres
las mareas que inundan nuestras calles.
Tránsfuga
A Carmen Troncoso Baeza
Envuelta en alambres
que se abren y se cierran
te deslizas como la bruma
mujer transparente,
sinérgica y fantástica.
En tus ojos como océanos veo
las casonas de Valparaíso
que suspendidas en los cerros
balancean sus cuerpos con alas de garza,
en tus ojos veo los ascensores que llegan al cielo
y la luna que como un mosaico se refleja en las olas
de una caracolas trásfuga.
El himno que habita mi boca
Hay noches, que como diapasones vibran en mis oídos,
noches en que despierto de este despertar nublado al que me aferro
para ver esconderse el Sol y salir la Luna desde la WENMAPU,
la Tierra de Arriba, que se abre dejando caer estrellas en mis manos.
Noches, en que la ÑUKEMAPU, la Tierra Morena que me habita,
despierta, me mira a los ojos, con esos ojos que tienen alas y me dice:
-No te detengas fruto de mi vientre, libera los sueños que te habitan.
Es en esos momentos, que me levanto y pido a la tierra,
desde mis hondonadas, que son sus hondonadas,
que despierte a las diosas que habitan en las piedras
para que pronuncien mi nombre, el de los que murieron,
de los que sobreviven, de los que vendrán, y el de estas tierras,
que nos arrebatan grano por grano de maíz, gota por gota de agua.
¡Qué IXACHILAN, la Inmensidad del náhuatl despierte!,
que cubra y abrace al ZEMANAUAK, el universo moreno,
que la RUNA PACHA del quechua despierte en las siembras,
que la Tierra de los Vientos del quiché sople hasta mi boca,
que ABYA YALA, la Tierra Madura de los kuna se agrande,
que como un espejo crezca y gire sobre nuestras cabezas,
qpara que pida a las Grandes Señoras hagan llover sobre la tierra.
¡Que los árboles den raíces y sean selvas!
¡Que la Bella Sombra del ombú regrese!
que seamos lenga, tipuana y jacarandá.
Que la araucaria y el toromiro reverberen,
que sean pájaros y vuelen a través de los manglares,
que se zambullan en los rápidos de la Amazonía,
que rebosen las canoas y las piraguas,
para que nuestras hijas y nuestros hijos
crezcan llenos de ti, ABYA YALA.
Amazonas bajo la lluvia
El renegado pedaleo de algunas ciclistas en overoles corta las marejadas que forman en
las calles. En sus mochilas, como peces chapotean fanzines poéticos, tarros de pintura
spray, pancartas de protesta y solicitudes de trabajo nunca enviadas. Ellas saben que lo
arriesgan todo en esta travesía de serpientes emplumadas. Saben que sus vísceras
podrían terminar esparcidas entre las micros, los taxis, autos, motos y vehículos
policiales, pero no les importa, porque dejaron de ser moscas atrapadas en las redes de
esta Matrix que cuelga, como un pedazo de caca, en el poto del mundo.
APÉNDICE
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los oprimidos”.
Simone de Beauvoir
Las grayas
Entidades insidiosas
de un hedor indefinible,
plagan los abismos.
Dino, la de labios rojos,
reptó hasta la superficie
para anticiparnos el horror
con su mirada perdida
y besándonos en la boca
se retiró llorando.
Tras ella se manifestó Pefredo,
la de aullidos apagados,
que posándose sobre la piedra sacrificial
se abalanzó sobre las inocentes.
Bajo sus perniciosas garras
las niñas mueren,
las madres suplican piedad
y las ancianas se doblan,
como animales heridos
a la espera de Enio,
la Destructora de Ciudades,
la que conjuró a las Siete Plagas
desde las Sombras,
quien devorará los cuerpos
todavía palpitantes de sus víctimas
para retirarse satisfecha.
Las harpías
Heme aquí,
expuesta y vulnerable
ante estos engendros
que llenan sus espacios
con odio y envidia.
Hay tanto dolor en estos largos
y oscuros pasillos monacales
que las trincheras repletas
de podridos cuerpos
son solo un juego de niños.
Bajo su velo execrable
las almas se marchitan,
las sonrisas se apagan,
se pierden vidas completas.
Es cierto, bajé la guardia,
y las confundí con mujeres,
se veían tan suaves, tan cálidas,
que sin percibir su olor infecto,
me entregué a sus abrazos.
Aelopos fue la que más quise.
Ella, que dibujó enigmas en mis ojos,
cabalgando con mi nombre sobre la frente
de un mordisco me arrancó la lengua,
mientras Ocípete,
la horrenda harpía de ojos claros,
reía, reía, babeaba
y se masturbaba
sobre un montículo de cuerpos,
que como rosas se deshojaba.
Con ellas se manifestó Celeno,
la Turbia Ira Roja,
la dueña de las humillaciones,
que revolcándose con esas criaturas
que parecen ángeles
pero que son demonios,
extendió sobre nosotras
los límites del Averno.
SOLAPA DEL LIBRO
Nora Guevara García. Escritora, femnista y profesora de lenguaje de enseñanza media. Estudió
Pedagogía en Castellano en la Pontificia Universidad Católica de Chile, sede Temuco.
Creadora y Coordinadora General de Grupo Literario Talestris y de la editorial del mismo
nombres, Embajadora de la Palabra de la Fundación César Egido Serrano (España), miembro de
ELILUC, Encuentros literarios (Estados Unidos), de la Academia Norteamericana de Literatura
Moderna (EE.UU.), publicó entre los años 2007 y 2012 diez textos especializados en educación
con las editoriales Libart S.A. y Bibliográfica Internacional.
Publicaciones literarias:
1. "Manual de Género Lírico", propuestas de trabajo para enseñar poesía en el aula (2013)
2. Poema "Pueblo mapuche". Biblioteca de las Grandes Naciones, Colombia (2014).
2. Poema "La Tierra de Arriba”, tercer lugar en el concurso nacional "Pueblos originarios en
ciento cuarenta caracteres" organizado por CONADI y la Universidad de la Frontera, Chile
(2015).
3. Poema "Laberinto", finalista en el concurso "Diversidad literaria", España (2015).
5. Microrrelato: "Theo", publicado en Eliluc, EE.UU. (2016)
7. “Las que murieron no descansan en paz”, en plaquette, Ediciones Punto G. (2017)
8. Poema “El himno que habita en mi boca” publicado por la Academia Norteamericana de
Literatura Moderna, EE.UU. (2017)
9. Publica el poemario “Entre cuervos” , sobre la violencia contra la mujer en Chile (2017).
10. Antología “100 años de Violeta Parra”, Santiago de Chile (2018).

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Permanencia. Nora Guevara García

  • 1.
  • 2. Permanencia Nora Guevara García Imagen de portada y contraportada: Brigadas de Propagan da feminista con motivo del Primer Encuentro de Arte Callejero Femiista de Santiago de Chile. Diseño de libro y portada: Grupo Literario Talestris Este libro puede ser impreso y distribuido en cualquier país siempre y cuando respete la diagramación, calidad de los materiales y derechos de autora/or en cuanto a citar fuente y autoría de los todos los trabajos aquí contenidos.
  • 3.
  • 4. Presentación Por Margarita Bustos Castillo Escribir por el gesto de enunciar signos y resignificar las voces que en otras décadas pudieron crear desde el lugar sujeta es un gesto rebelde en sí. Cuando situamos al sujeto autor@ desde un sexo- género que aún en el siglo XXI debe luchar cotidianamente con el sistema patriarcal por tener un cuarto propio, para poder escribir(se) y representar(se) en un mundo que continúa generando estrategias/mordazas para dejarla en el lugar de la hablada/ representada, también es un gesto rebelde. En los poemas que Nora Guevara nos comparte en su libro “Entre Cuervos” sus receptores/as se encontrarán con la insurgencia que permite a las mujeres (re)construir su(s) identidad(es) tras la violencia simbólica, psicológica y física que viven cotidianamente dentro de un sistema que intenta mantenerlas en el lugar de las subordinadas. La voz/autora real y enunciante ficticia lo saben, conscientes del “contrato sexual” que atraviesa y perpetúa relaciones y mandatos sexo-genéricos de dominación. Para ello crea a una hablante lírica que se expresa desde el dolor y la desobediencia, mediante imágenes que connotan oscuridad y sometimiento: pozos, silencios profundos, gritos, ángeles mortuorios, cuervos. Así como la confrontación de sentimientos y conductas por antítesis: la culpa y la rebeldía, la negación y la aceptación, nos acercan a los cuervos que le condujeron a morir, para nacer fuera del Patriarcado que le impide nominarse y autodeterminar su cuerpo. Nos dice: Allí, en una de esas esquinas, escupí a colgajos mi historia. (…)Perder el miedo a las hogueras posmodernas del patriarcado (…)
  • 5. La autora sitúa a la hablante en la ciudad y sus esquinas, nos invita como lectores a detenernos observar/escuchar aquellos secretos susurrados tantas veces al fondo del patio familiar/vecinal y velado posteriormente por mordazas diurnas, cuyas estrategias alimentan la perpetuación de la violencia extrema sobre el cuerpo de las mujeres (violaciones, femicidios). Los poemas nos llevan desde la memoria social a la memoria personal. Sin embargo, las imágenes poéticas trascienden las consecuencias de victimización del sujeto representado/a. Impulsando un gesto rebelde desde la primera página cuando nos señala: el subtítulo de este poemario: “Superando la violencia”. Adentrarnos en sus páginas comprendiendo la literatura como articulación de signos que dialogan entre la producción y la recepción, que traman significaciones y poderes, pactos ideológicos que en el caso particular del Poemario son impulsados por un epígrafe de la teórica feminista: Margarita Pizano que nos dice: Nadie nos ha hecho tanto daño como nuestros padres, madre, primos y hermanos. Desconfiar, será la llave para construirse mujer(es) y desmantelar la historia de abusos, así lo expresan los versos: (…)Por eso cuando escribo corto el silencio con la misma daga que me atraviesa el corazón. No quiero silencios multiplicados entre mis piernas (…) Solo quiero que mi vientre perforado por un cuchillo Se abra como la muerte sobre los que me asesinaron Nos adentramos a las representaciones identitarias configuradas en torno a binarismos: privado/público; masculino/femenino; dominador/dominada; etc. En un interesante encuentro entre política sexual y poética voz. Poética construyendo un yo que ha estado silenciado más allá del cuerpo, un yo que a través del pozo ha encontrado la forma de mirar la metáfora de los cuervos y de las sobrevivientes: Porque les duele sentir en nuestras pieles
  • 6. el dulce aroma de la libertad, como “cuervos” nos quitan los ojos, porque saben que con nosotras transitan hombres que dejaron de ser hombres (…) Cuando revela sus heridas, la hablante invita a los/as lectores/as a percibir las propias, las corporales y las vinculadas a la memoria. Ampliando las posibilidades de la construcción cultural sexo-genérica con los nudos y libertades que el lenguaje poético otorga. “Nadie nos ha hecho tanto daño como nuestros padres, madres, primos y hermanos”.
  • 7. Margarita Pisano Reconocernos víctimas de la violencia es un proceso lento, profundo y doloroso y de valentía. Es absolutamente necesario mirar a los ojos y escupir a esos demonios que nos hicieron tanto daño para ser libres. Solo cuando podamos verbalizar nuestros más dolorosos secretos, cuando podamos vomitarlos y vomitar todo el dolor, la rabia y el odio podremos sanar y entregarnos por fin a amarnos y a sentir el placer de ir por nuestros sueños, esos que hemos postergado o no hemos podido disfrutar por culpa de unos desquiciados que no tienen derecho a seguir formando parte ni de nuestras vidas ni de nuestros sentimientos. Erradiquemos el dolor sin tapujos, hagamos mierda todo lo que hemos guardado, para que no se transforme en un cáncer, sino en la fuerza que nos permita eclosionar como es nuestro derecho.
  • 8. Durante la tarde, sentada en la cuneta de una calle, con las piernas abiertas y sin calzones, una niña de seis años llora. Nadie la abraza. Un hilo de sangre corre entre sus piernas. Los gestos Los gestos,
  • 9. los gestos, ellos me los arrebataron junto con la inocencia. Los gestos que como caléndulas caen, resuenan y se retuercen, se desaparecen de mis manos justo antes de nacer.
  • 10. Los príncipes azules no existen A las niñas que nacen y mueren en el burdel amurallado de Kandapara, en Bangladesh. Los príncipes azules son personajes de cuentos que nunca nos contaron de niñas. Para nosotras los príncipes son oscuros secretos que guardamos en los calzones. Para nosotras la dignidad no existe. Solo vemos muros que nunca cruzaremos en las calles. A nosotras nos robaron de niñas. Nuestros padres pagaron sus deudas con nuestros cuerpos. Doscientas veces nos defloraron. Los condones no son jardines de flores en nuestras puertas. Somos rehenes de la indecencia. Los depravados ejercen un poder nefando sobre nostras. Sabemos que el olor a sexo garantizado será la mortaja que vestiremos el día de nuestras muertes. En las iglesias y en los conventos la perversidad enmudeció a las harpías en hogueras para que sus huesos mezclados con los desperdicios no se levanten para defendernos. Sabemos que nuestros cadáveres con los riñones hecho polvo y con las venas plagadas de heroína alargarán las manos para pedir justicia, como si pidieran limosnas solo para quedar vacías mientras las otras, las que viven en casas de muñecas no sospechan o no quieren sospechar que somos compradas y vendidas como paquetes de carne en los más oscuros mercados. A nosotras, que de niñas nos profanaron como a cadáveres arrancados de sus tumbas, que nos crucificaron en la infancia, que nos molieron a golpes para sacarnos una caricia, a nosotras que nos pintaron la necrofilia como un asqueroso graffiti en medio de la frente no nos vengan con historias de príncipes azules cuando encuentren nuestros cuerpos amoratados, cuando miren nuestras caras hinchadas por la descomposición en los basurales. A nostras, que somos solo una sombra encadenada en los portones de los prostíbulos, que dormimos entre rejas listas para ser violadas no nos vengan con historias de príncipes azules, a nosotras que nos obligaron a tener sexo incluso antes de aprender a hablar, a nosotras que solo sabemos de inyecciones, de alcoholismo, de drogas, esteroides y de abortos inducidos, no nos vengan con historias de muñecas ni con leyendas con sabor a dulces inventadas por infames depredadores que pretenden normalizar en nuestros cuerpos la violencia.
  • 11. A nosotras margaritas crecidas en la podredumbre solo nos visitan cientos de príncipes que nos toman de las manos y nos llevan a la cama porque somos palomas, palomas nacidas para el sacrificio, porque nunca fuimos números perfectos. Solo éramos palomas. Los castigos divinos también son cuentos infantiles para nosotras. La justicia no existe. La vida nunca fue una oportunidad, porque solo sabemos de golpes, de estrupo y de violaciones, perpetradas por esos príncipes que se visten de lobos para comprar pequeñas caperucitas encadenadas con quienes hacerse videos que serán trofeos para compartir con los pederastras. Los príncipes azules no existen. Son cuentos que cuentan a las niñas que se portan bien. A nosotras, que nunca sabremos de príncipes azules, de calabazas convertidas en carruajes ni de tumbas con girasoles y remolinos verdes, a nosotras que solo somos basura en sus basurales, no nos vengan con cuentos de príncipes azules ni nos tapen la boca con sus crucifijos muertos, porque solo sabemos de esclavitud, de piernas separadas por fuerza, de estrangulamientos y de vientres devorados en un frenético frenesí de perros encebados que en filas forman manadas para violarnos una y otra vez, en este engendro ciudad que los hombres conocen como Kandapara.
  • 12. Mi alma es un ánfora de sombras, que como conejos blancos emergen del sombrero de un mago ensangrentado.
  • 13. El pozo de los sueños Se ha llenado mi pozo de sueños rotos, por eso cuando escribo corto el silencio con la misma daga que me atraviesa el corazón.
  • 14. Ni perdón, ni olvido No puedo mirar atrás, no quiero, no debo. En mí, el miedo y el silencio anidan como pájaros. Y aunque a veces, movida por la pena intento buscar la palabra perdón en el diccionario de mi existencia, en esta piel se cae a pedazos, en este útero que se desgarra, al interior de estos intestinos que escupen con rabia hasta la médula los huesos, sé que busco en vano, porque en mis espacios el perdón no existe.
  • 15. Silencio profundo Sola, absoluta, despiadadamente sola, aullando, como un eco bajo los puentes, sin una boca que bese mi boca, sin un alma que acompañe a mi alma, sin unos ojos que me reconozcan ni me consuelen. Abandonada, negándome, esperando a que la Muerte bese mi sexo, toque mis pechos, y me penetre con su lengua amarga.
  • 16. Manos Hoy perdí mis manos y las más hondas penas anegaron mi espíritu. Mis manos, las que me entregaron los profundos secretos del Universo, las que acariciaron al único hombre que amé, las que me protegieron y alimentaron, hoy se fueron para siempre y aunque a veces como fantasmas me visitan, sé que nunca volverán conmigo.
  • 17. Palabras de mujer Mariposas enlutadas con los agudos ojos de los zorzales muertos, con los párpados secos y los labios cosidos, miran a través de los cristales. Aves sonámbulas que llevan a las Furias en los pliegues de sus negros velos, se apagan tan llenas de dolor que da miedo. Mujeres desfloradas, amputadas, violentadas, que no tocan, que no besan, desaparecen frente a nuestros ojos como si nunca hubieran existido.
  • 18. Santiago En esta necrópolis disfrazada de modernidad en donde orinan las niñas colgando como en columpios de los brazos de sus madres, en donde travestidas luciérnagas revolotean buscando el sustento por las noches, en donde vomitan los borrachos y hacen caca los vagabundos escupí a colgajos mi historia para que sea pisoteda como se pisa con violencia la dignidad de las que levantando estandartes marchan como hileras de perras desnutridas por calles formando piras fúnebres que se amontonarán en los titulares de la prensa roja hasta que llueva en Santiago y el agua arrastre todo a esas alcantarillas que plagadas de ratas devorarán junto con todo la podredumbre ese amasijo de pesares que escupí un día presa del desconsuelo.
  • 19. Viaducto de Malleco Hoy, que la Muerte camina a mi lado, acechándome, escucho un inmenso violín de acero en la distancia, que fundido, con el sonido oblongo de los acorazados y de los grillos que frotan sus alas entonando cantos fúnebres, arrastra amargas melodías que como vientos ferroviarios pronuncian mi nombre y es en ese momento que pido a la Noche y al Silencio que me tomen en sus brazos y me arrojen al vacío, para que nunca más se abran los secretos dolores ni las profundas fisuras, que una vez destrozaron mi alma
  • 20. La anunciación La Muerte es un ángel. He sentido su roce de sus alas entornadas en medio de la noche. Ella viste de luto y yo, de negro, buscando engañarla. La Muerte, réplica cerval de mis más hondas aprehensiones, se desliza entre mis sábanas. He saboreado el miedo, en la curvatura de su lengua.
  • 21. Las que mueren no descansan en paz “No quiero que mis muertos descansen en paz” (Stela Días Varín) No quiero sábanas blancas sobre mi lecho ni gladiolos sacrificiales al pie de mi tumba, no quiero que perdonen a mis femicidas ni a los que me humillaron, dando vuelta la cara. No quiero silencios multiplicados entre mis piernas ni enredaderas secándose sobre esta dura almohada, solo quiero que mi vientre perforado por un cuchillo destruya de forma definitiva a los que me asesinaron.
  • 22. Matar a un ángel Porque como bestias se entregan al deseo nos odian; porque saben que “al engendrar falsos zurcos” su simiente los abandona, luchan por someternos; porque temen ser devorados por esta vagina que los doblega, nos mutilan; porque les duele sentir nuestra libertad, como “cuervos” nos quitan los ojos; porque saben que con nosotras transitan hombres que dejaron de ser hombres y mujeres que no los necesitan para existir, entre “gestos oblicuos” y nevazones preparan el tiempo de la cosecha, de la terrible cosecha que con su hoz homicida buscará callarnos como antes quisieron callar a nuestras ancestras violadas, ahorcadas, fusiladas, lapidadas, descuartizadas, guillotinadas, quemadas en hogueras, internadas en conventos, torturadas en sanatorios, pero ahora se los digo, en el aquí, en el ahora, que nunca podrán lograrlo, porque habemos mujeres que sabemos que hemos aprendido de la peor forma que es mejor morir en brazos de la Libertad que vivir toda una eternidad como un espejismo biselado en los espejos.
  • 23. Lo que llevo en mi rostro grabado La crueldad tatuó mi rostro, silueta que se recorta formando mosaicos, que como raíces se extienden en mis piernas y en mis manos. Yo soy el rostro de cabellos negros de negros ojos, de labios negros, que acunan la sombra de miles, de cientos, de millones de rostros cuyos huesos desnudos como ciervos se esconden en las selvas. Todo un continente soy. El genocidio me satura. Me faltan las danzas tribales, los secretos nos arrebataron, los lenguajes sagrados todo me falta y lo busco en este vuelo de cisnes amortajados.
  • 24. Denuncia Hoy denuncio a esos hombres que se llenan la boca con discursos de fidelidad, a esos hombres que rezan de rodillas en las iglesias, que caminan por las calles, que beben con sus amigos, van al cine, suben sus fotos con tiernas mascotas en los brazos que muestran vidas familiares perfectas tapizando de buenos deseos las redes sociales, porque buscan aparentar que son normales para que bajemos la guardia, pero cuidado, son hombres peligrosos que tienen vidas dobles. Son hombres que se levantan temprano, que llevan orgullosos a sus hijos de la mano a los colegios, que duermen tiene sexo con sus esposas y las abrazan, son hombres que tienen madres, hermanas, sobrinas, hombres que por las noches besan a sus hijas en las frente con el deseo de besarlas en la boca porque tienen vidas dobles. Son seres aborrecibles, que pagan por sexo con menores, que hacen turismo sexual explotando la pobreza, pedófilos que torturan y asesinan niñas robadas, que sádicamente eyaculan sobre la miseria ajena sobre niñas y mujeres que lloran, sin hacer ruido
  • 25. hombres que se cruzan con nostras en los ascensores, que como ancianos bonachones pasean perros que son carnada en las plazas, mostruos depredadores en busca de una próxima víctima porque ya extrañan el placer que se siente al destruir vidas ajenas, hombres que en las dictaduras dieron rienda suelta a todas sus depravaciones y que ahora están contenidos, esperando, formando manadas de depredadores que culpan a sus víctimas mientras son protegidos por las fuerzas policiales, los jueces, los medios y todos quellos que en tono de broma ridiculizan las denuncias de las mujeres. Son fanáticos que nos responsabilizan de toda la mierda que cagan, machos perfectamente educados en la misoginia que solo desean poseer mujeres, que se bajan los pantalones ante el terror de sus víctimas y se masturban para lograr una erección abominable que es un engendro. Los he visto he convivido con ellos, y los he mirado a los ojos. Hay tantas palabras para definir actos tan aberrantes tantos eufemismos creados para proteger a los perpetradores, tantas culpas desviadas hacia las víctimas, tantos silencios cómplices, que como madejas se enredan tras las puertas de las casas.
  • 26. Llagas Por mi cuerpo tus besos pasaron como navajas, quitándome la alegría, el alma y el entendimiento, por eso te dejé ir. Y fue tanto lo que te amé. Y fue tanto lo que me amaste.
  • 27. CRÓNICA DE UNA ABlACIÓN En occidente la ablación no es con cuchillas Son cientos de miles de millones las regurgitaciones, los eruptos y vómitos sanguinolentos que las mujeres acumulamos en las entrañas. Para que estas traumáticas experiencias no se transformen en enfermedades que minen nuestra salud y capacidad de reacción debemos escupirlas, porque solo cuando podamos contar lo que nos pasó, cuando miremos al dolor y al miedo a la cara, seremos libres. Para escribir este relato debí mirar hacia atrás y escarbar en mis recuerdos, buscando la raíz del miedo, cuyas primeras manifestaciones vinieron de la boca de mi propia madre. Ella, intentando protegerme, fue el primer ser humano que empleó violencia en mi contra: -Las niñas no juegan con camiones. Las niñitas no andan solas en la calle, sobre todo si es de noche. No lo digo para lastimarte, es para protegerte, para que no sufras, amorcito. Luego vinieron las historias de violaciones. Terribles relatos que iban de boca en boca como pecados veniales que se atascan en la garganta y no te permiten respirar, pecados que forman una bola putrefacta que crece al pasar de boca en boca de madres a hijas, de hermanas a hermanas, de primas a primas, de amigas en amigas, haciéndonos sentir indefensas y asustadas. Y nos quedamos en nuestras casas pensando que allí estaríamos seguras, sin darnos cuenta del gran engaño, porque el tiempo nos dijo que en ninguna parte estamos seguras si sentimos miedo. Mientras más miedo sentimos, más poder tienen los hombres sobre nosotras. Sigo buscando en mi pasado y veo crecer la espiral de la violencia en este mosaico de imágenes inconexas que trataré de pegar para ustedes. -Cierra las piernas, que te estás ofreciendo, maraca. -No te pares en la puerta. Las putas se paran en las puertas de las casas.
  • 28. Segundo trozo de infancia: un pobre y destartalado cine de barrio. Una pieza infame de la que no tuve recuerdos hasta que comencé a escribir. Quienes recuerdan ese sitio lo hacen con nostalgia y dicen que era un sitio mágico. Era un cine rotativo ubicado en un peladero. En esos tiempos pagabas la entrada y podías quedarte horas mirando las películas una y otra vez. Allí eras un ser anónimo que compartía imágenes con otros seres anónimos de los que no tenías conciencia. Las películas más populares eran las de artes marciales. Películas chinas, según recuerdo. Me encantaba ver pelear a los chinos, ver esas danzas acrobáticas que hacían surgir exclamaciones de asombro entre la multitud y era justamente, en medio de esos momentos de asombro, en medio de esta danza de colores y acción, en medio de la oscuridad, que aparecían las escenas de violaciones. Las víctimas eran mujeres jóvenes, a veces hermosas, otras comunes y corrientes, rechonchas, pequeñas, aunque a todas parecía gustarles que las desnudaran y les dieran como a perras en la calle, que las manosearan, que varios hombres a la vez se revolcaran con ellas y las dejaran tiradas en los campos, como objetos de desecho. No sé por qué, pero eso me pareció normal ¿Por qué iba a parecerme extraño si a nadie parecía molestarle? Finalmente, era solo una película. Lo raro, lo extraño ocurrió cuando en una de esas funciones una mujer se puso de pie y gritó que estábamos viendo obscenidades. Obsenidades. Obsenidades. La palabra me quedó dando vueltas y dejé de ver la película. ¿Por qué diría eso? Obsenidades. Supongo que esa mujer jamás imaginó el efecto que ese grito destemplado tendría en mi vida, que sus palabras me ayudarían a tomar conciencia de lo que me estaba pasando. Siempre me gustó el sonido de las palabras, por lo que llegando a casa le pregunté a mi madre por su significado. -¿Dónde la escuchaste?-, me preguntó y se lo dije. No tengo memoria de su respuesta ni de ninguna respuesta en torno a este tema. Fue una época oscura. En esos tiempos sufría de extraños lapsus que nunca pude explicarme. A veces iba en la micro y de un momento a otro no estaba allí, estaba en otro lugar. Lo sospecho, porque cuando regresaba a mi cuerpo, una parte de mi vida se había esfumado. Recuerdo, por ejemplo, una ocasión en que iba sentada junto a la ventana mirando una calle X, una calle conocida y de pronto estaba en otro lugar y no recordaba cómo había llegado hasta ahí. Estaba tan acostumbrada a esto, que me bajaba de la micro y regresaba en otra, buscando recuperar el camino. Era perturbador, pero nunca lo conté a nadie. También recuerdo que lloraba mucho, que lloré a gritos en el patio de mi casa y nadie me consoló. Recuerdo la soledad, los cuchillos, el miedo y la soledad.
  • 29. En la iglesia también me ocurrían cosas extrañas. A veces, en medio de la misa, los sonidos paulatinamente se hacían lejanos, sordos, ahuecados y borrosos, aparecían estrellas y me desmayaba. No recuerdo que me llevaran a un médico. Supongo que éramos muy pobres para eso. Debía de ser normal, como normal era la existencia de un vecino pervertido que violaba niñas a dos casas de la mía. Su esposa ofrecía dulces a las niñas y horas después esas mismas niñitas caminaban tambaleándose por las calles hasta caer desmayadas. Nunca lo denunciaron. El apestoso pervertido murió de viejo en su cama años más tarde. Ese era un secreto a voces, como muchos otros en mi población. Eran tantas las anormalidades que rodearon mi infancia, que nunca pude comprender con claridad qué era correcto o incorrecto. A veces lo presentía, pero no estaba segura, por lo que simplemente comencé a abstraerme. También recuerdo que en el pasaje que estaba frente a mi casa vivía un carabinero que violaba a sus propios hijos. Cada cierto tiempo ellos arrancaban y tras varios día una patrulla policial los traía de regreso. Seguramente los culpables eran esos niños, creo haber supuesto, porque de lo contrario, ¿cómo explicarse que carabineros los llevaran una y otra vez de regreso? Eso fue tan normal como enterarme que varias niñas de la población fueron violadas en un corto tiempo por los mismos carabineros que debían protegerlas. Cuando todo se supo, la gente comentaba que los trasladaron a otra unidad policial y nunca más se volvió a tocar el tema. Antes que esto se supiera, los vecinos comentaban que los violadores eran los gitanos que vivían en la periferia de nuestra población. En esos días, cuando los gitanos pasaban en sus camionetas, las niñas corríamos a escondernos tras las faldas de nuestras madres buscando protección. Qué incautas éramos. En esa época me contaron que una niña pequeña fue asesinada en un inmenso edificio que jamás se terminó de construir. La violaron, le quemaron su cuerpecito de siete años con cigarrillos. La torturaron a unas cuadras de su casa, mientras sus familiares la buscaban con desesperación. También recuerdo la historia de la niña que fue abusada por varios hombres. Dicen que le metieron toda clase de objetos y que finalmente rompieron una botella y que con ella le molieron los intestinos. Desde ese día caminé tan aterrada que dejé de sonreír y de confiar. Diez cuadras de mi casa al colegio, diez cuadras del colegio a mi casa, a mi lugar de seguridad. También recuerdo que era normal saber que a metros de ese lugar que llamaba mi casa unas niñas dormían en la calle porque no llegaban con dinero para sus padres. De dónde sacaban el dinero, por qué debían llevar dinero a sus padres, nunca me lo cuestioné. Nunca me cuestioné que durmieran en la calle. A nadie parecía importarle ese detalle. Era mucho más interesante saber si les habían pegado, si esa noche estaban o no acurrucaditas una al lado de la otra, reclinadas sobre la reja, como perras abandonadas.
  • 30. Eran tantas las cosas anormales que pasaban a mi alrededor, que no fui capaz de darme cuenta de que mi casa no era un lugar seguro, que si tus hermanos se te tiran encima como perros en celo no es normal, que si se te refriegan en el culo hasta cansarse, no es normal, que si tu padre te mete las manos entre las piernas y te refriegue la vagina hasta cansarse, dejándote inflamada, adolorida y avergonzada, no es normal, que tus tíos, tus primos, sus amigos y tus amigos te miren como a un pedazo de carne lista para servírsela apenas se les para, no es normal. Ver cómo se les para, cómo se bajan y se suben el cierre y después te dicen que eres una puta barata, no es normal. Que tu madre lo sepa y se calle porque le conviene o que te diga que eres una mierda mentirosa no es normal. Que las personas que te rodean lo sepan y lo callen no es normal.
  • 31. “Era la muerte. Yo elegí la vida” Laura Brown Ha llegado el tiempo de vivir. El tiempo de levantarnos y luchar contra el yugo que los hombres pusieron sobre nuestros cuellos para dirigir nuestros destinos. Dejemos las culpas de lado. Desterrémoslas en un acto de amor que marcará la diferencia entre las mujeres que somos y las que podemos ser. Trencemos nuestros cabellos. No caigamos en el juego de los hombres que buscan separarnos. Dividir para gobernar es la principal arma que el patriarcado a empleado contra nosotras. Nos han enseñado a competir desde la más tierna infancia y por eso debemos despatriarcalizarnos. Nunca más aceptemos los juegos de roles que nos impusieron. Dejmos se ser la esposa de, la madre de, la nuera de, la princesa de. Somos nosotras mujeres, todas únicas e irrepetibles. No somos máquinas reproductivas y de crianza. No somos bestias destinadas al sacrificio. No somos sombras sobre las cuales se puede construir impunemente una sociedad que permite y promueve que se nos utilice, discrimine y deseche permeando este destino con celebraciones que solo buscan perpetuar nuestra servidumbre. Los hombres que escribieron la historia nos borraron de los anales de la Humanidad para hacernos creer que no somos capaces de crear. Los grandes filósofos y pensadores nos ningunearon con una mosginia galopante que todavía escuchamos de la boca de los machistas. Se robaron nuestras obras de arte, inventos y creaciones. Entregaron nuestros conocimientos ancestrales al mejor postor y nos cerraron la puerta, pero aquí estamos, luchando desde que somos concebidas por nuestro derecho a vivir, porque somos las hijas de las brujas que no pudieron quemar.
  • 32. A las que se llevaron Desde el ojo de un pescado que se pudre en los caminos, te observo. Desde un ojo plagado de pústulas, y enceguecido por el dolor te acuso. Sé que nadie recogerá mis restos, que nadie acunará estas agallas que se queman y desaparecen bajo el sol. Por eso te miro y me hundo en tus pupilas, para que como un engendro me lleves en tu alma.
  • 33. Confesiones de un sapo viejo Desde las templadas alas del Silencio, Kali, la Destructora de la Maldad, te acusa. Desde los anchos espacios del Olvido, una mujer dalit en Ceylán te acusa. Hay diferentes formas de tortura, Pablo, y entre ellas, la violación a una mujer de la casta de los parias es la peor y la más baja. ¿Por qué pisoteaste la humilde flor del tamil? ¿Tan orondo y repleto te sentías, enorme sapo de bolas arrugadas, que el oprobio inmortalizaste en tus memorias? Reconócelo, abusaste de tu poder y de su orfandad. Nadie quiso protegerla. Dicen que tu simiente tejió una alondra, un ridículo punto y coma que borraste con el codo, sin volver la vista atrás. Pero el tiempo nunca olvida, Pablo desde la inmensa otredad de la muerte las hidrocefálicas pupilas de Malva Marina lloran tu abandono, los ojos hundidos en el opio de Maruja Hagenaar te acusan,
  • 34. la mujer dalit a quien arrebataste el ritual sari hindú denuncia lo que todos callaron, hombre falto de humanidad. Al releer tus poemas me pregunto: Amaste alguna vez a las mujeres? ¿Sentiste remordimiento, Pablo? Draupadi Chira-Haran, la desnudada de sus ropas, me dice que ni la suave palma de la Muerte acaricia tu cabeza y que habitas solo en el fondo de un balde, bajo una caja de madera por cuyo agujero cae toda la mierda que un día escupiste en tus memorias.
  • 35. El maestro de las adivinanzas Las lágrimas del Diablo corren hacia arriba. Dicen que cuando Lucifer penetró los oscuros secretos de esos dioses de miradas torvas, algo eclipsó en su alma y dejó de creer. Cuentan que antes de ser concebida, de ser arrojada del vientre de mi madre, arcanos florecieron en mi mente. -Shhhhhhhh, es pecado cuestionar a los dioses y desentrañar los enigmas escritos en las piedras pero no puedo evitarlo, sé que hay demonios en los púlpitos, y ángeles hundidos en las cloacas, seres cuyas lágrimas son los vórtices que expanden el Universo. Sé que están aquí, a una mano de distancia, y que se me parecen.
  • 36. ¿Quo vadis? Me atacaron tantas veces y por tantos flancos, que de mis labios mana sangre en lugar de besos. En mis palmas que se parten veo brotar los estigmas de un Cristo que no conozco, y en mi costado veo abrirse una herida mientras me corto las muñecas y lloro. Ah, si pudiera cambiar el Universo lanzaría mi maternidad al cielo, la cortaría en dos y me tragaría la mitad, para amarme como merezco, pero se me hace imposible encontrarle una cara al amor. Escúchame, sé que no estoy sola, sé que has llorado bajo las mesas y que has quemando retratos buscando desaparecer, sé que mi lengua habita en tu lengua, que mi piel es una extensión de tu piel y que mis huellas como peces dormitan en tus manos. Que nuestras miradas se crucen, que nuestros labios se fundan y nuestras manos encuentren las caricias que nos negaron.
  • 38. A Violeta Parra Sandoval, a 101 años de su nacimiento ¿Dónde estarías Violeta si no te hubieras ido el 67? ¿Qué hubiera ocurrido contigo en septiembre del 73? ¿Te hubieran aplastado la cabeza contra el pavimento las tanquetas de los militares? ¿Hubieras buscado entre los despojos de La Moneda la palabra LIBERTAD? ¿Encontraríamos tu sangre, larva de pobreza encolerizada, en las paredes del Estadio Nacional? ¿Escucharíamos entre los sonidos de la noche el vibrar tu cuerpo en las cuerdas de los catres, guitarrones de carne humana de José Domingo Cañas? Y si te hubieran quitado las manos ¿De qué color serían tus manos, Violeta campesina, india piojenta, arrivista y envalentonada si te las hubieran quitado? ¿Y si nunca hubiéramos encontrado tu cuerpo? ¿Quién encendería velas en tu tumba, quién cargaría tu foto como un crucifijo muerto, quién gritaría tu nombre cada 11 de septiembre exigiendo que nunca haya perdón ni olvido mientras tu nombre y otros cientos de nombres son borrados de las calles y de los monumentos
  • 39. para ser vendidos como baratijas en las ferias? Y si hubieras sobrevivido a esta historia de la que mastico, vomito y reniego ¿Cuántos linchacos tendrías tatuados en las costillas? ¿Cuánto del humo pestilente de los zorrillos te carcomería los pulmones? ¿Cuántas capas de piel te habrían quemado los químicos de los guanacos solo por correr libre con las perras negras y desclasadas que corren libres con la rabia imprengnada en el hocico, defendiéndote a dentelladas de las manadas de perros negros que encebados con nuestra libertad nos persiguen saltando cercos, rompiendo los vidrios, botando las puertas con el único objetivo de someternos? Aquí, con nosotras estarías Violeta luchando con la mirada llena de orgullo, escupiendo a los opresores, escribiendo y cantando lejos de los que hoy te levantan museos, lejos de los que te crucifican en marcos engarzados de vidrios, de los que te guardan en cajones con siete candados, como a una virgen de papel intocable, inalcanzable, lejos de los que hoy pretenden convertirte un espejismo para tu pueblo.
  • 40. 135 heridas abiertas El 90% de los presos políticos que sufrieron violencia político-sexual en la dictadura chilena fueron mujeres. Nos tenían miedo. Nos raptaron por la noche. La defensa de la patria fue una gran mentira. Ellos, los que de rodillas rezan en las iglesias vestidos con impecables uniformes, ellos, los que hoy se sientan en el parlamento, los que tatuaron el horror en nuestros cuerpos, los que quisieron exterminarnos, siguen libres o murieron en la más completa impunidad. En este memorial no están nuestros nombres, aquí solo habita la violencia.
  • 41. Chile es una granada partida en dos. Sus órganos expuestos son las semillas que hoy, bañadas en sangre, nos alimentan. Chile es una inmensa llaga que no se cierra, un cuerpo que hunde en sus propios excrementos. A Chile se lo está comiendo el capitalismo, los valores son borrados con dinero y la memoria de las mujeres es inmenso paréntesis en blanco. En el silencio hay vacíos. Hay huecos que nos pertenecen, espacios que deben ser llenados por nosotras, las mujeres. “Pasan los viejos estandartes, que en las batallas combatieron y que empapados en sangre” empapados en sangre volvían victoriosos después de torturar, después de masturbarse con la sangre de nuestras niñas y nuestras mujeres, a sus hogares.
  • 42. Chilenos: marchen al son del capitalismo, vivan el sueño del crecimiento bruto, embrutecidos, un, dos, tres, marchen. Deténganse. Media vuelta. Manos en la nuca. De rodillas marchen, con ojos vendados marchen como borregos por toda la eternidad, que suene la música, que los tímpanos se revienten, que nadie nos escuche. Unos dos tres, servidores de la patria. Cuatro, cinco, seis, electrocuten las conciencias. Cuando venían por nosotras, La Muerte nos tomaba de las manos y cerraba los ojos. Gritos, espasmos, violaciones, silencio. Chilenos, no escuchen, cierren los ojos, media vuelta, marchen,. La patria les pidió matar. Cuádrense y maten. Con placer maten. Quiébrenles las rodillas. Arrástrenlas de los pelos. Humíllenlas. ¡De rodillas! Manos en la nuca, violaciones masivas perpetradas por los bravos militares que en las guerras se ensañan con las mujeres.
  • 43. Cierren bocas, destrocen piernas, saquen uñas y marchen, marchen al son de los himnos marciales, que se escuche el tintineo de cada medalla entregada al deber cumplido. Esto no fue un sueño. Miren como marchan los chilenos allá en las calles: media vuelta, no miren atrás, cuádrense, bajen la mirada, de rodillas, manos en la nuca, marchen, carne para moler, carne para transar en los mercados, un dos tres, marchen. Destruyan los monumentos, que las heridas perforadas desaparezcan. Que los asesinos caminen libres por las calles. ¿Alguien allá afuera se da cuenta de lo que ocurre? Los asesinos lo niegan todo, los testigos callan llenos de vergüenza, las esposas callan lo que saben y miran hacia los lados, hacia la cordillera, hacia este mar que en sus olas mece nuestros restos perdidos en la inmensisdad.
  • 44. El silencio es una venda que nos pusieron sobre los ojos. Así se forjan los héroes en nuestra patria. Para ellos se construyen monumentos. Para nosotras, las víctimas de violencia política-sexual, seis placas de vidrio destrozado, seis placas con las marcas del mercado son el homenaje que nos hicieron en este rincón escondido y pestilente que mean los borrachos, que cagan los vagabundos y rayan los delincuentes. Seis placas destrozadas son el efímero monumento al olvido. Compañeras. No nos suelten. No nos dejen caer caer al vacío. Que sus bocas sean nuestras bocas. Que sus manos recuperen nuestras manos y reescriban la historia. Que los paréntesis sean llenados con la verdad, para que nunca más en Chile nos quiten a nuestras hijas, a nuestras madres,a nuestras abuelas y hermanas, para que nunca más nos arrebaten la humanidad, para que nunca más desaparezcan nuestros cuerpos, para que nunca más tengamos que invocarlas, para que por fin se haga justicia, para que por fin seamos las mujeres las mareas que inundan nuestras calles.
  • 45. Tránsfuga A Carmen Troncoso Baeza Envuelta en alambres que se abren y se cierran te deslizas como la bruma mujer transparente, sinérgica y fantástica. En tus ojos como océanos veo las casonas de Valparaíso que suspendidas en los cerros balancean sus cuerpos con alas de garza, en tus ojos veo los ascensores que llegan al cielo y la luna que como un mosaico se refleja en las olas de una caracolas trásfuga.
  • 46. El himno que habita mi boca Hay noches, que como diapasones vibran en mis oídos, noches en que despierto de este despertar nublado al que me aferro para ver esconderse el Sol y salir la Luna desde la WENMAPU, la Tierra de Arriba, que se abre dejando caer estrellas en mis manos. Noches, en que la ÑUKEMAPU, la Tierra Morena que me habita, despierta, me mira a los ojos, con esos ojos que tienen alas y me dice: -No te detengas fruto de mi vientre, libera los sueños que te habitan. Es en esos momentos, que me levanto y pido a la tierra, desde mis hondonadas, que son sus hondonadas, que despierte a las diosas que habitan en las piedras para que pronuncien mi nombre, el de los que murieron, de los que sobreviven, de los que vendrán, y el de estas tierras, que nos arrebatan grano por grano de maíz, gota por gota de agua. ¡Qué IXACHILAN, la Inmensidad del náhuatl despierte!, que cubra y abrace al ZEMANAUAK, el universo moreno, que la RUNA PACHA del quechua despierte en las siembras, que la Tierra de los Vientos del quiché sople hasta mi boca, que ABYA YALA, la Tierra Madura de los kuna se agrande, que como un espejo crezca y gire sobre nuestras cabezas, qpara que pida a las Grandes Señoras hagan llover sobre la tierra. ¡Que los árboles den raíces y sean selvas! ¡Que la Bella Sombra del ombú regrese! que seamos lenga, tipuana y jacarandá. Que la araucaria y el toromiro reverberen, que sean pájaros y vuelen a través de los manglares, que se zambullan en los rápidos de la Amazonía, que rebosen las canoas y las piraguas, para que nuestras hijas y nuestros hijos crezcan llenos de ti, ABYA YALA.
  • 47. Amazonas bajo la lluvia El renegado pedaleo de algunas ciclistas en overoles corta las marejadas que forman en las calles. En sus mochilas, como peces chapotean fanzines poéticos, tarros de pintura spray, pancartas de protesta y solicitudes de trabajo nunca enviadas. Ellas saben que lo arriesgan todo en esta travesía de serpientes emplumadas. Saben que sus vísceras podrían terminar esparcidas entre las micros, los taxis, autos, motos y vehículos policiales, pero no les importa, porque dejaron de ser moscas atrapadas en las redes de esta Matrix que cuelga, como un pedazo de caca, en el poto del mundo.
  • 48. APÉNDICE “El opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los oprimidos”. Simone de Beauvoir
  • 49. Las grayas Entidades insidiosas de un hedor indefinible, plagan los abismos. Dino, la de labios rojos, reptó hasta la superficie para anticiparnos el horror con su mirada perdida y besándonos en la boca se retiró llorando. Tras ella se manifestó Pefredo, la de aullidos apagados, que posándose sobre la piedra sacrificial se abalanzó sobre las inocentes. Bajo sus perniciosas garras las niñas mueren, las madres suplican piedad y las ancianas se doblan, como animales heridos a la espera de Enio, la Destructora de Ciudades, la que conjuró a las Siete Plagas desde las Sombras, quien devorará los cuerpos todavía palpitantes de sus víctimas para retirarse satisfecha.
  • 50. Las harpías Heme aquí, expuesta y vulnerable ante estos engendros que llenan sus espacios con odio y envidia. Hay tanto dolor en estos largos y oscuros pasillos monacales que las trincheras repletas de podridos cuerpos son solo un juego de niños. Bajo su velo execrable las almas se marchitan, las sonrisas se apagan, se pierden vidas completas. Es cierto, bajé la guardia, y las confundí con mujeres, se veían tan suaves, tan cálidas, que sin percibir su olor infecto, me entregué a sus abrazos. Aelopos fue la que más quise. Ella, que dibujó enigmas en mis ojos, cabalgando con mi nombre sobre la frente de un mordisco me arrancó la lengua,
  • 51. mientras Ocípete, la horrenda harpía de ojos claros, reía, reía, babeaba y se masturbaba sobre un montículo de cuerpos, que como rosas se deshojaba. Con ellas se manifestó Celeno, la Turbia Ira Roja, la dueña de las humillaciones, que revolcándose con esas criaturas que parecen ángeles pero que son demonios, extendió sobre nosotras los límites del Averno.
  • 52.
  • 53.
  • 54. SOLAPA DEL LIBRO Nora Guevara García. Escritora, femnista y profesora de lenguaje de enseñanza media. Estudió Pedagogía en Castellano en la Pontificia Universidad Católica de Chile, sede Temuco. Creadora y Coordinadora General de Grupo Literario Talestris y de la editorial del mismo nombres, Embajadora de la Palabra de la Fundación César Egido Serrano (España), miembro de ELILUC, Encuentros literarios (Estados Unidos), de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna (EE.UU.), publicó entre los años 2007 y 2012 diez textos especializados en educación con las editoriales Libart S.A. y Bibliográfica Internacional. Publicaciones literarias: 1. "Manual de Género Lírico", propuestas de trabajo para enseñar poesía en el aula (2013) 2. Poema "Pueblo mapuche". Biblioteca de las Grandes Naciones, Colombia (2014). 2. Poema "La Tierra de Arriba”, tercer lugar en el concurso nacional "Pueblos originarios en ciento cuarenta caracteres" organizado por CONADI y la Universidad de la Frontera, Chile (2015). 3. Poema "Laberinto", finalista en el concurso "Diversidad literaria", España (2015). 5. Microrrelato: "Theo", publicado en Eliluc, EE.UU. (2016) 7. “Las que murieron no descansan en paz”, en plaquette, Ediciones Punto G. (2017) 8. Poema “El himno que habita en mi boca” publicado por la Academia Norteamericana de Literatura Moderna, EE.UU. (2017) 9. Publica el poemario “Entre cuervos” , sobre la violencia contra la mujer en Chile (2017). 10. Antología “100 años de Violeta Parra”, Santiago de Chile (2018).