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Encuentro Nacional Itinerantes
de Escritores Mendoza 2010
Antología de escritores participantes
●
Narrativa y Poesía
Chocadores de cabezas
La presente antología de textos literarios está integrada por la producción de
autores que asistirán al Encuentro Nacional Itinerante de Escritores, a realizarse en
Mendoza durante los días 5, 6 y 7 de noviembre de 2010. También se encuentran
compendiados trabajos pertenecientes a escritores que vienen participando de los
múltiples encuentros –in situ y virtuales– que propone el ENIE desde sus inicios,
pero que, por razones particulares, no podrán asistir a esta tercera celebración
itinerante.
Sucede algo curioso en este sumario. Pienso en cómo se gestó la movida y
cómo ha seguido curso por curiosos meandros, y se me ocurren pensamientos de
muy diversa índole. A partir de esta bola de nieve hermosa, este recorte de recortes y
restos bellos entre risas y choques de cabeza/de amor, tiro una punta de discusión
sobre la mesa: tanto en poesía como en prosa predomina en abundancia la primera
persona. Tanto que no puedo considerarla como un recurso, sino, más bien, como
una toma de posición para decir. También he visto relinchos y vuelos y viajes dando
vueltas. Dejo todo picando.
Después, no hay nada que explicar de los textos compendiados. Más allá de
las diferencias estéticas y estilísticas, de procedencia o de intención, todos ellos se
vinculan, como ya dije –y no me asombra–, por la relación de honestidad que
guardan con los asuntos que los provocan. Por su Honestidad, sin más. Al mismo
tiempo, el privilegio con el que cuentan y van a contar sus autores es la posibilidad
de la discusión inmediata o por Internet. Desde el primer ENIE hasta la fecha, la
mayoría de nosotros ha charlado y comentado sus textos con los demás de un modo
sumamente provechoso. Los que se prenden ahora ya lo van a hacer. Y ésta es otra
de las características del ENIE: en ocasiones ha funcionado como una rara especie de
charla literaria sin límites ni apremios de llegada. Con amistad y puesta en práctica
informal. Y con mucho humor del bueno, por supuesto.
Lo que no se dice está también ahí, aguardando por ser descubierto.
Quiero destacar ahora la gracia del rejunte bajo la tutela del cariño y la
creación. Cariño y creación. Suena mejor que muchas otras disquisiciones. Listo
entonces, acabo de hallar lo que trataba de decir. Pasen y vean, transiten el bosque de
símbolos que acá se ofrece y “cojan a gusto”, como profesa el Tony.
Tomás Watkins
Neuquén, 24 de octubre de 2010 (21:09)
●
Narrativa
●
Del Tanatorio a la plaza (ida y vuelta)
Mi abuela Clementina murió en la madrugada del 2 de febrero de 1999, y al
día siguiente la velamos en “La Piedad”. No hubo nada excepcional en ambos actos,
y todo lo esperable de un velorio en Barranqueras sucedió: calor, moscas, lágrimas,
poco negro, gaseosas, hielo, pañuelos, abrazos...etc. conjugados.
En plena siesta, tras los vidrios ahumados de la funeraria, me puse a observar
la indiferencia de unos niños, que sin obedecer los chicotazos del sol jugaban en la
placita, se torcían entre máquinas de hierro, madera y cadenas, sin percatarse del
velorio de enfrente. Pensé que también a esa edad la muerte me atraía menos que el
tobogán. Pensé además, algo intrigado, a qué cabeza se le habrá ocurrido poner una
funeraria frente a la plaza.
Ella había llegado a los 80 años con una lucidez indiscutible. Pero a partir
del incidente en la cocina -quiso hacer chipacitos con jabón en polvo- las opiniones
respecto de su salud mental fueron opuestas. Por un lado mi tío, el facultativo, trató
de convencernos de que la vida de Clementina no se había oscurecido, sino que
simplemente se convirtió en la voluntad de un poeta surrealista. “Mente lúcida” es
sólo un decir de la convención –decía él siempre muy didáctico-, porque una mente
nunca deja de dar luz. Y para ella que ve, y exige que saluden, a los caballitos y
duendes azules del baldío, no es una falta de claridad ni una representación invisible
de lo real –explicaba el tío sapiente de la familia-. Como tampoco es imposible para
ella que la fotografía de su primer marido muerto esté a dieta, y que se niegue a
beber las cucharadas de agua dulce que le derrama sobre la boca, sólo por cuidar su
silueta y dimensión; por eso le dice “comé papito que te vas a morir”. El desorden -
deben aceptarlo todos de una vez- no es si no el orden que no deseamos, remataba el
tío ininteligible. Pero por otro lado, mi mamá pensaba que la vida de su suegra más
que una voluntad surrealista era un cuento de terror; de terror para ella por supuesto
que tenía que sufrirla. Y decía que el colesterol, y toda la grasa del cuerito del pollo
que tapona el cerebro, puede hacernos hablar como locos frente al espejo; puede
convertirnos en dementes como mi abuela que frente al espejo del ropero se pasaba
horas hablándole a su reflejo, con palabras y gestos amables le ordenaba a su imagen
que la acompañe a dormir y, tras hacer unos pasos de tortuga sin ser escoltada, se
volvía irritadísima al espejo para increpar y arañar el reflejo retobado del vidrio, que
no quería acompañarla a dormir, y le negaba así el sueño.
Entre la idea de mi tío y la de mi madre; poesía surrealista y cuento de terror,
había un hecho que estaba más allá de los juicios estéticos: la vieja con sus manos
trituraba su propia caca y la imprimía en los azulejos verdes del baño. Azulejos que
mi madre se sacrificaba en verdear constantemente, de ahí su terror.
Esto pasma a cualquiera, pero ahora que lo pienso -lejos de su olor y con mi
madre menos aterrorizada- me doy cuenta de cómo trabajó su mente. El
entendimiento había llegado al fin del proceso, y lo evidenciaba liberándose del
rechazo común que expresa cualquier humano ante lo escatológico. Le había perdido
el miedo a la muerte.
Dos años vivió así, y creo que debe continuar su mente flotando en lo ilimitado de la
imaginación, ni se habrá enterado aún de la muerte del cuerpo. De ese cuerpo que
estaba ahí, entre luz violeta y perfume floral, muy cómodo y sonriente, pareciendo
disfrutar de nuestras lágrimas que brotaban encimadas por el sudor de la frente. Esta
es su última burla dijo mi mamá de su suegra y sonrió.
Aunque no lo creyera llegaron las 10 de la noche y con ellas mi hermana.
Interpreté su aparición como un relevo y salí cabizbajo. Y cabizbajo atravesaba la
plaza cuando escuché un chiflido proveniente del extremo oscuro del puentecito,
levanté y volteé la cabeza y ahí estaban empinando la botellita marrón los pibes del
barrio. Nunca supe qué decir ante la muerte, sólo la sumerjo en alcohol hasta que
vuelve a reflotar. Nada les dije.
Ellos habían volteado unas siete u ochos cervezas y conmigo llegaron a las
diez. Querían, y yo empezaba a querer, voltear más: Pero la guita no había. La
décima alcanzamos con monedas que brotaron de la nada, de bolsillos ocultos, y del
temor de transeúntes que soltaron su cambio al olfatear una amenaza en nuestro
aliento. Yo miré esas monedas y pensé en arrojar una a la fuente, para que mi abuela
tenga con que pagar el aventón de Caronte, pero los vagos de seguro me hubieran
mandado al mismísimo infierno si osaba hacerlo. Me hubiesen empujado a la fuente
para que busque entre sapos, tortugas y agua verde la monedita ofrendada. Y como
yo no era ni pienso ser ningún héroe, sólo dejé el pensamiento rondar mi cráneo. No
sabíamos de dónde sacar más monedas, ya eran las 12 y la gente mengua a esa hora.
Y Mucha mucha era nuestra sed.
Voy a buscar unos pesos a lo de “Marisa” dijo envalentonándose Chori.
Quién es Marisa pregunté al sentir el titubeo con que pronunció el nombre. Este no
le conoce a Marisa, ya te vamos a hacer pata con Marisa se burló el Pija. Marisa es
Leguisa, Marcelo Leguisa explicó por lo bajo y tosiendo el Rata. Ahh... che pero allá
está Peco en “El Profe” advertí al interpretar el plan y planeando también.
Pija se acercó a la hamburguesería y, frente a las dos chicas con que estaba Peco, le
anunció que el Rata quería hablar con él, ahí en la placita. Peco asintió y miró hacia
donde estábamos. Se paró y comenzó a seguir al Pija que sin vacilaciones lo condujo
hacia el lado oscuro de la plaza, frente al jardincito, y desde allí chifló al Rata. El
Rata fue seco y el Pija vino con diez pesos, compramos otra cerveza y bebiendo
esperamos al Rata y a Chori.
Yo ya ni pensaba en la muerte hasta que apareció el Rata con sangre en la
mano. El puto me cagó encima, me ensució toda la gamba y me dejó un olor a
podrido. Olé y extendió su mano ensangrentada Lo cagué a trompadas para que
aprenda el hijo de puta...ahí quedó tirado... Yo estuve a punto reírme, no por la
desgracia de Peco; leche y sangre son inherentes a su vida, sino por recordar la
maldad de mi abuela. Pero en eso apareció Chori con un cincuenta pesos abollado en
su puño. Viva Marisa gritó, VIVA MARISA gritamos.
Eso era la vida, un recreo abrupto en una plaza. Era ir a jugar, revolcarse en el
barro y volver al baño del espíritu.
La muerte se hundió y extravió en la inconciencia. Chupamos hasta que el
amanecer borró las pocas luces de la placita. A las siete, cuando ya estaba lista la fila
de autos negros, y los llantos me atrajeron, volví al tanatorio para despedir, sin nada
de sobriedad, el cuerpo de mi abuela, la vieja que vivió dos años como en pedo, y
que de seguro pudo haber imaginado todo esto.
Tony Zalazar 11-11-06
***********************************************
Ante los ojos de un silencio expectante
Por qué no cantar en el idioma humano,
Tan lleno de místicas antiguas,
Por mareas de sangre circulado,
Difícil y diverso, mutable y extraño,
Para que el obrero comprenda nuestro canto
Y el campesino después de la cosecha
Y el profesor universitario, y el niño
Y la joven casada y el anciano…
Antonio E. Agüero
No ha de ser casualidad que para tomar las palabras de un poeta, lo hagamos
citando a otro; porque el hecho de estar ante los ojos de un silencio expectante, nos
obliga a nosotros, los escritores, a tomar nuestra ave más bella y lanzarla al aire
esperanzados en su poder intacto… la palabra escrita.
No creo que las palabras de Antonio E. Agüero necesiten de las mías para dar
la introducción necesaria al adentrarnos en el texto “La supersticiosa ética del
lector” que Jorge Luis Borges escribiera en 1930 y luego saliese publicado en su
libro “Discusión”; el mencionado texto finaliza con el siguiente párrafo:
“Releo estas negaciones y pienso: ignoro si la música sabe desesperar
de la música y si el mármol del mármol, pero la literatura es un arte que
sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con
la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin.”
Si bien este texto no tiene un alto valor literario en la plenitud de la obra
borgeana, lo tiene a partir de su visión tan actual a nuestros días y como ya
analizaremos en la primera parte, la realidad nos enmarca en una situación a analizar
no sólo desde el número y el porcentaje de los índices de lectura y alfabetización;
este texto posee la magia de “cierta premonición”… y en voz baja lo pondremos a
prueba.
Borges comienza diciéndonos que “La condición indigente de nuestras letras,
su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída
lectura de atenciones parciales…”, y más allá del hecho preciso al cual nos
abocaremos más adelante, el estilo de escritores antes que de escritura, hay en esta
oración una palabra que parece extraída de un manual de marketing: “atraer”. Y aquí
comienza nuestro camino, donde podríamos decir que la atracción de un objeto u
actividad cualquiera, en lo que respecta a nuestra sensibilidad humana, está dada por
aquello que nos sensibiliza y nos deja al descubierto los sentimientos más puros o
reales o palpables; la necesidad explicita que nos “atrae” a realizar algo u obtener
algo de nuestra agrado y nos hace sentir bien, yendo más allá de lo trivial que
pudiese ser esto; y podemos simplificarlo con una terminología bastante actual… “un
cable a tierra”. Hoy, este llamado cable a tierra suelen ser cosas diversas en su
contenido y actividad pero que por lo general entretienen, divierten. Entre ellas
aglomero a todas las cosas que logran su cometido aquí, no así la literatura. Durante
muchos siglos el acceso a los libros era un placer de elite y podríamos decir que el
hecho de saber leer ya colocaba a una persona en un plano más alto que el resto, con
el tiempo y mayor cantidad de gente alfabetizada se convirtió en el entretenimiento
personal por excelencia y fue así hasta la llegada de la tecnología del entretenimiento
al centro de los hogares; de allí en más la lectura por ocio o entretenimiento o
ingenuidad como nos lo dice Borges “…ya no van quedando lectores en el sentido
ingenuo de la palabra,…” fue desapareciendo hasta convertirse en algo que casi no se
ve, o se encuentra esporádicamente. Si nos situamos en nuestra clase media, veremos
con amplia mayoría que el hecho de plantearse la compra de un libro por el hecho
simple de leer ya es un tema que no tiene cabida, mucho menos que durante
determinado momento del día o alguna vez, de vez en cuando se teja una charla en
torno a algún libro que se leyó. De esta manera podemos afirmar que la lectura como
forma de entretenimiento ha perdido la batalla en el tiempo con la tecnología de la
diversión o entretenimiento.
Ahora, si como dice Borges nuestras letras han perdido su capacidad de
atracción y sigue luego… “Los que adolecen de esta superstición entienden por estilo
no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del
escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de puntuación y de su sintaxis.
Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscan tecniquerías (la
palabra es de Miguel de Unamuno) que les informaran si lo escrito tiene el derecho o
no de agradarles…. Es decir, no se fijan en la eficacia del mecanismo, sino en la
disposición de sus partes. Subordinan la emoción a la ética, a una etiqueta indiscutida
más bien. Se ha generalizado tanto esa inhibición que ya no van quedando lectores,
en el sentido ingenuo de la palabra, sino que todos son críticos potenciales.” Esta
claro que ésta pérdida esta mayormente dada, en primer lugar por la falta de
incentivación a la lectura por placer y luego por los condicionamientos a los que se
afrentan los escritores que creen en la emoción de sus palabras muchas veces en
contra de críticos estilistas y los escritores condescendientes para con estos críticos,
supongo en un afán de pertenecer al canon literario tan cambiante como los vientos
del entretenimiento; entonces…Los escritores hemos de abdicar nuestra imaginación
al estilo marcado o cánones que nos determinen la “belleza” de nuestros textos; de
ser así, para qué escribimos y con que libertad lo hacemos?...
Hace un tiempo largo un poeta me dijo que no me preguntara por qué escribo,
sino que simplemente lo hiciese, dejara fluir esa “energía”, que dejara en sus manos
mi intención y yo fuera su instrumento; pero es casi imposible el no preguntarse
tamaña cosa o investigar al menos esa pregunta, ya que ella reside en lo propio del
escritor.
Si pensamos que la palabra escrita (en cualquier tipo de formato) es el método
de comunicación por excelencia y la literatura su expresión más bella, podríamos
decir que el porqué de escribir es el hecho de comunicar nuestra expresión de una
forma bella. Sócrates, al emprender su búsqueda de saber si es o no una persona
sabia, “interroga luego a los poetas, y observa que en sus poemas suelen decir cosas
maravillosas, muy profundas y hermosas; pero que sin embargo, son incapaces de
dar razón de lo que dicen, de explicarlo convenientemente, ni pueden tampoco
aclarar por qué lo dicen. Y es que el poeta habla, pero a través de él hablan (según
dicen los antiguos) las musas, las divinidades y no el mismo; el poeta es un
inspirado y por ello ocurre frecuentemente que el sentido más profundo de lo que
dice se le escapa, en tanto lo descubren los múltiples lectores e interpretes que
vuelven una vez y otra sobre sus obras. Tampoco los poetas, entonces, merecen ser
llamados sabios” y realmente descreo que algún escritor busque o goce de ser
llamado “sabio”; aunque sí podemos reafirmar que la comunicación expresada a
través de la escritura busca un ideal, una belleza propia, una flecha a la que no le
baste el mismo cielo que siente para surcar su pasión. En este texto, que narra las
búsquedas de Sócrates, nos encontramos con un par de cosas a definir en nuestra
propia búsqueda o interrogantes: en cuanto a las musas o divinidades que hablan a
través de él, creo no equivocarme al pensar en que esas musas o divinidades no son
más que la voz interna del ser humano, es ese grito apagado que ronda en forma de
murmullo alrededor del escritor; y de quién es ese grito humano? De todos y todo lo
que rodea a éste; el escritor ve fluir, y abraza en su ser todos las formas de expresión
que giran en torno suyo; cierta vez, mi padre me pregunta por ciertas características
“tétricas” o demasiado mortuorias adoptadas por los escritores en sus textos, y
realmente no me acuerdo que le respondí, pero hoy le puedo decir que escribir sobre
una muerte o la muerte, no es más que hablar de nosotros, y lo que capaz miles de
personas expresan en lágrimas que no alcanzan, un escritor lo plasma como parte de
la vida; otro paso; el hecho de morir es un enigma desde los primeros hombres y
tengamos o no religiones y ciencias, que nos expliquen el proceso, muy dentro
nuestro sabemos que cada vez que nos toca cerca, se convergen en nuestro ser las
más primitivas sensaciones de frío. Es más, muchas veces la muerte solo significa
más vida y esto esta reflejado en muchísimos textos, pero la palabra muerte parece
ser la que gana las batallas de la reacción. Entonces entramos a una segunda
definición, “el sentido más profundo de lo que dice se le escapa, en tanto lo
descubren los múltiples lectores e interpretes que vuelven una vez y otras sobre sus
obras”. Es casi una regla que el texto debe mantenerse y defenderse por su propio
peso, y es la propia interpretación del lector la que en trance con sus sentimientos
afrontara inimaginables situaciones a través de la lectura del texto y de esta manera
se hacen realidad dos decires importantísimos, uno “que una vez publicada una obra,
ya no pertenece al escritor sino a quien la lee” y dos “la lectura nos da la libertad de
pensamiento y sentir más grande que pueda generar la comunicación”; se hace
necesario aclarar que no son pocas las veces que los libros persiguen una ideología,
doctrina o tendencia premeditada a generar un pensamiento o sentir, pero es
solamente el lector, quien va disentir o no de ello, y el poder de la elección es
libertad. Y creo que esta es la libertad con la que se debe escribir
Ahora yo me pregunto: por la capacidad de atracción del acto de leer, de la
libertad que encierra el libro, ¿dónde esta la capacidad de atracción de la
imaginación? Se ha perdido o simplemente está oculta? O tal vez no fue cultivada?
No podemos despreciar el dato que hoy en día estamos con índice de alfabetización
superior al 95% y que en los años 30 no ascendíamos a ese número ni tan siquiera
estábamos cerca; ante lo que podemos decir que quizás la pregunta a responder es:
¿Por qué no fue cultivada la lectura?
La Argentina ha sido cuna de grandes escritores en cuanta corriente y tema
se pueda nombrar, y hasta fue y es, la cuna de una literatura propia, nacida en lo
más recóndito de su sangre; la “literatura gauchesca”, reconocida y traducida por
su importancia a varios idiomas, y nos da una imagen de la talla excelsa, de que este
crisol de tierra, que es la Argentina, ha sabido tener en las entrañas de su pueblo,
voces que trascendieron y transgredieron cuanta frontera existente les fuese
impuesta.
Una cultura dinamitada de ideas, un pueblo construido a partir de muchos
pueblos, una sangre, un río, una enramada, una extensa plantación de trigo, el
yunque libertario donde el sueño de patria grande y futuro se hacen palpables hasta
el punto tal de coexistir dentro de cada corazón ligado a esta tierra…
Hasta el día de la fecha, hay una fuerte lucha en lo que respecta a ser
argentino, a la identidad misma de una nación joven; y es que este crisol de tierra,
fue bendecido con la llegada de inmigrantes de todas partes del mundo y podríamos
decir que como un hecho premonitorio, aquellos congresales en Tucumán dejaban
sentado una de los pautas de identidad más grandes que tiene este tramo de
planeta…. “Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en
Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la
componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la
unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa
común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para
nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran
habitar en el suelo argentino, invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y
justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación
Argentina.”; entonces podemos decir que aquello que tantas veces lo colocamos en
nuestra historia como el hito que nos hace ser una mezcla inmensa de culturas y le
atribuimos ser la gran causa de muchos de nuestros males como nación; nos brindo
de forma inalterable la compleja posibilidad de hacer eco, con cada una, de cuanta
cultura se poso en esta tierra. En lo que respecta a la literatura como a cualquier
otro tipo de escritura de estudio, religiosa, política, etc.; también podemos decir que
nos favoreció tener esta “multi-identidad” ganada a partir de la inmigración.
Desde el comienzo de la última dictadura militar hasta la actualidad, en la
Argentina se sufrió en varias ocasiones la migración de mucha gente, en un
comienzo por problemas políticos e ideológicos y luego casi netamente por
problemas económicos. La vuelta a la democracia en el año 1983 va marcando con
el paso de los años una decepción en las áreas más jóvenes del pueblo para con la
clase política, y las medidas que se irían tomando según los distintos gobiernos que
fue teniendo el país. Las promesas de una mejor distribución de las “riquezas” y su
no cumplimiento, fueron actuando como una gran reacción en cadena que estiraría,
más y más algunas brechas de la sociedad. Como menciono antes, las áreas más
jóvenes de la población fueron las que quizás más perjudicadas por no ver en un
futuro cercano la posibilidad de realizarse en sus actividades, optaron (los que
pudieron) por emigrar mientras que los más, los que se quedaron aquí se
enfrentaron cara a cara con ese descreimiento inmenso en las instituciones; y una de
ellas, la más vital sin ninguna duda seria la que iría sufriendo un éxodo muy grande,
“la escuela” o “la educación” para ser más generales en el termino.
Admitir que la educación ha sido una o la más perjudicada con este proceso
no es una cuestión de opción o punto de vista, sino la mirada sobre una realidad que
nos signa de manera inexorable en nuestra vida cotidiana y en el futuro. Para los
que cursaban durante los años de dictadura se encontraron con una educación
proscripta; para los que cursamos en los albores de una nueva democracia, nos
encontramos con una educación llena de tabúes y de cosas que se hablaban a
medias; para los que cursaron desde el comienzo con la ley federal educativa, se
encontraron con una educación sin incentivos.
Es un hecho que en cada etapa negra de nuestra historia como nación y
como parte de la humanidad, hay un hito macabro, “la quema de libros” y el porque
de esto es sencillo, los libros abren la mente al conocimiento y este es la llave para
que una persona piense y se exprese. Sin querer entrar en discusiones políticas de
los regimenes educacionales de nuestro país se me ocurre cuestionarme: ¿El no
haber cultivado la lectura, en pos de un crecimiento de una nación demasiado
joven, no ha sido también una quema de libros?
Habiendo quizás aclarado esas preguntas, vuelvo a la “Supersticiosa ética del
lector” en la que Jorge L. Borges se explaya sobre algunas de las diferentes criticas
que ha ido recibiendo el “Quijote” por su estilo o falta de estilo y nos da una pauta de
cómo la critica literaria se va olvidando o ya directamente no tiene en cuenta el
efecto al leer, sino que actúan más conforme a una lupa; y cae como una mismísima
guillotina, provocando que rueden la imaginación y la libertad de los escritores por
los pisos de un estilo manejado por algún dios maléfico al que algunos venden su
puño y nos entregaran un texto bellísimo, pero con la ausencia de su pasión:
“Esta vanidad del estilo se ahueca en otra más patética vanidad, la de
la perfección. No hay escritor métrico, por casual y nulo que sea, que no
haya cincelado (el verbo suele figurar en su conversación) su soneto
perfecto, monumento minúsculo que custodia su posible inmortalidad y que
las novedades y aniquilaciones del tiempo deberán respetar. Se trata de un
soneto sin ripios, generalmente, pero que es un ripio todo él: es decir, un
residuo una inutilidad…. La pagina de perfección, la página de la que
ninguna palabra puede ser alterada sin daño, es la más precaria de todas.
Los cambios del lenguaje borran los sentidos laterales y los matices; la
página perfecta es la que consta de esos delicados valores y la que con
facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la pagina que tiene vocación de
inmortalidad puede atravesar el fuego de las erratas, de las versiones
aproximativas, de las distraídas lecturas, de las incomprensiones, sin dejar
el alma en la prueba.”
Hoy en día va ser difícil encontrar un escritor que vaya a navegar en estas
aguas estilistas descriptas por Borges (al menos concientemente), pero sí vamos a
encontrarnos con escritores que tratan de plasmar la más auténtica identidad en cada
texto, y esto no quiere decir ni que se estén inventando estilos nuevos o reformando
anteriores o que se logre esa autenticidad, pero le damos crédito al intento de
realizarlo y de esta manera se reconocen influencias, pero no escuelas o estilos; se
admiten posturas literarias (sobre todo ante la publicación), pero no formas que
dictaminen el cómo escribir, y no por ello un soneto ha dejado de serlo, sino que
simplemente es otra forma más de expresión en la que el escritor se explaya o no.
Así, con estas incógnitas de saber cómo escriben mis contemporáneos me encontré
casi siempre con la misma respuesta, “libre, trato de reflejar lo que siento; como me
sale”; y si en este contexto nos podremos encontrar mucha catarsis, textos con una
impronta desmedidamente personal y que terminan aplastando su propia pasión en
vez de re-despertarla en los lectores; pero en ese libre que se expone a todo un
cuestionamiento de a qué puede llamar escribir en estado libre, yo he visto de
denodado intento en transmitir, en generar el nexo entre el lector y el texto, un
intento en que no exista límite de palabra o sentir a la hora de escribir y que
normalmente no exista un cuestionamiento del alcance gustoso del texto, como no
pensar tanto en ello y más en el reflejar la imagen o sentimiento a través de ella.
Quizás como en un acto inconciente queremos o buscamos retornar a la siguiente
afirmación de Borges:
Yo no quisiera que la moralidad de esta comprobación fuera entendida
como desesperación o nihilismo. Ni quiero fomentar negligencias ni creo en
una mística virtud de la frase torpe y del epíteto chabacano. Afirmo que la
voluntaria emisión de esos dos o tres agrados menores (distracciones oculares
de la metáfora, auditivas del ritmo y sorpresivas de la interjección o el
hipérbaton) suele probarnos que la pasión del tema tratado manda en el
escritor, y eso es todo. La asperidad de una frase le es tan indiferente a la
genuina literatura como su suavidad.
El inolvidable escritor termina su ensayo diciendo: “Ahora quiero acordarme
del porvenir y no del pasado. Ya se practica la lectura en silencio, síntoma venturoso.
Ya hay lector callado de versos. De esa capacidad sigilosa a una escritura puramente
ideográfica (directa comunicación de experiencias, no de sonidos) hay una distancia
incansable, pero siempre menos dilatada que el porvenir.
Releo estas negaciones y pienso. Ignoro si la música sabe desesperar de la
música, y si el mármol del mármol, pero la literatura es un arte, que sabe profetizar
aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con la propia virtud y
enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin”.
Muchas veces hemos oído que más allá de su obra “un escritor es un testigo
de su tiempo” y expresarnos conformes a nuestro tiempo, más allá del tema que
toquen nuestros textos, nos enfrenta a una realidad cruel bajo varios aspectos;
escribir en la necesidad de expresar algo que no tiene muchas posibilidades de ser
leído, pareciese ser la más imponente y nos pone a pensar, en que sentido tiene poner
nuestro empeño en encajar en determinado estilo que nos asegure lectores. Lectores
que en vez de disfrutar lo que leen se coloquen en críticos, y no desmerezco la
opinión de quien lee y tampoco aliento al aplauso fácil, sino siento que la literatura
no ha desaparecer mientras quede un atisbo de sentimiento de libertad, un deseo de
dejarse llevar por el imaginario y ella instaure gobierno en nuestro sentir. De allí que
la tarea del escritor autentico sea fomentar la imaginación y la lectura sin traicionar,
proporcionándole su mayor pasión a cada texto.-
Bibliografía:
“La supersticiosa ética del lector” J.L. Borges (1930) extraído del libro Discusiones dentro
del ejemplar de “Obras Completas de Jorge Luis Borges” EMECE 1974.
Cita de Sócrates extraída del libro “Principios de la Filosofía” de F. Carpio
“Preámbulo de la Constitución Argentina” Biblioteca de consulta ENCARTA 2005
Facundo Chirino Peyletay
***********************************************
Cuernos
Voy conduciendo a ciento veinte kilómetros por la Libertador. El alcohol
actúa en mi cuerpo y me da la mezcla justa de temeridad con estupidez. Sé (creo
saber) que controlo el auto, aunque los sentidos me funcionen en delay. Escucho un
bocinazo, giro la cabeza hacia la izquierda, la vuelvo al frente, pasaron cincuenta
metros. La avenida parece una foto que salió corrida.
Sigo andando. Ya no estoy en la Libertador. Pareciera una ruta. No hay
bulevar. No hay semáforos. No hay alumbrado público. Sólo las líneas amarillas de
la carretera. Y dos luces claras que se acercan. Después, dos luces rojas que se alejan.
No estoy llorando (Todavía). Todos los sentimientos que siento son de
bronca e impotencia. Como cuando mi vecino mataba a los gatos del barrio con su
aire comprimido y no podía decirle nada porque era más grande que yo.
Bronca. Odio. Rencor. ¿Por qué? Porque me puso los cuernos. La muy
puta. Mis primeros cuernos.
Estábamos en mi casa tomando algo. Hablando de lo único que se puede
hablar después del cuarto mojito cubano: Mujeres. Así que me convenció que
saliéramos. Él sabía que yo estaba mal porque me había peleado con ella. Le dije que
esa tarde habíamos hablado, y las cosas estaban mejor.
Llegamos al primer bar que nos cruzamos y la encuentro a ella con otro
tipo. Parece el argumento de una canción de Arjona. Y yo sacando al tipo de encima
de ella como si fuera un perro que se hubiera enganchado de mi perra. Con asco
tirándolo para atrás y antes de que tocara el suelo dándole un gancho en el estómago.
Y ningún esperar que se levante. Así, en el suelo. Cross, cross, cross. Ningún jab. La
mano izquierda lo sostenía para que la derecha hiciera lo suyo. Y ella dándome
cachetadas en la nuca. Y mi amigo tratando de frenarme a mí, de frenarla a ella, de
frenar a los dueños del bar que se me abalanzaban. Y yo dándole a esa cara que ya no
respondía a los golpes, sino que sangraba y abría un poco los ojos cuando venía un
nuevo golpe.
No sé cómo logramos escapar. Pero lo hicimos.
Yo, en la casa de mi amigo con un bife en los nudillos hinchados de mi
mano derecha, con un vaso de Ron en los dedos temblantes de mi mano izquierda.
Mi amigo dándome explicaciones, excusas, perdones. Filosofía barata y zapatos de
goma (manchados con sangre de un desconocido), ni esa mentira me hace feliz.
Yo, diciéndole a mi amigo que iría derechito a mi casa a dormir. Yo,
comprando una caja de vino en un open 24. Yo, otra vez, conduciendo por alguna
ruta. Viendo las luces claras venir, las luces rojas alejarse. Con ganas de pegar un
volantazo para mi izquierda y que el auto se estrelle con el auto que viene en el otro
sentido. Sintiendo el dolor en mi mano derecha que no puedo ni apoyar en la palanca
de cambios. Pensando en ella. En su lengua bífida metiéndose en la boca del otro.
Pensando en su cuerpo recibiendo las embestidas de otro cuerpo. Pensando en todo
eso. ¿Por qué? Porque tengo sentimientos. Porque muchas veces lloro en el cine o en
las nominaciones de Gran Hermano. Porque me duele una mujer en todo el cuerpo.
Porque me duele un hombre en los nudillos de mi mano derecha. Porque tengo unas
ganas incontrolables de pegar un volantazo y chocar con el próximo auto que venga.
Porque lo voy a hacer. Porque veo las luces tímidas que se acercan en el carril
contrario. Porque sólo hace falta eso para que nada tenga sentido, ni siquiera esta
ruta. Si la vida tuviera sentido, yo iría en contramano. Pienso. O digo. No sé. Y las
luces del otro auto ya son grandes estrellas que tocan bocina.
Yo, abriendo los ojos en el hospital y sintiendo inmediatamente el dolor.
Ahora sí que me duele una mujer en todo el cuerpo. Borges, una vez más, tenías
razón. Me trato de tocar la cara. Está toda vendada.
—Rompió el tablero con la cara—dice una voz con traje de enfermera que
le está poniendo una sonda al tipo que está en la habitación conmigo.
Debo parecer la momia blanca de titanes en el ring.
¿Ella sabrá que estoy aquí? Es lo primero que pienso. Boludo. Boludo.
Boludo. ¿Y si me viera, qué me diría?
— ¿Por qué tenés toda la cara vendada?—Quizás preguntaría. Una pregunta
que parece simple pero que yo no sabría contestar sin sarcasmo.
—Porque me amputé los cuernos que me pusiste—le contestaría.
Tigres en la oficina
Nos saludamos con cordialidad. Cada uno se acomoda en su escritorio y
hace su trabajo. Cuando nos hace falta una abrochadora, la pedimos y prestamos
mutuamente. Hojas A4, lapiceras rojas, sellos, etc. Las pasamos con una sonrisa.
Hablamos del clima, de Showmatch, o de otras cosas estúpidas. Pero
sabemos que el odio crece dentro de nosotros. Cada mañana, cada minuto de esa
mañana. Como un monstruito que nos nace en el estómago y se va trepando poco a
poco por nuestra garganta.
Sin embargo somos eficientes. Y más ahora que somos tres. Bah, antes
también lo éramos. Pero uno de nosotros falló. Y eso es imperdonable. Uno tuvo un
momento de debilidad. Una, mejor dicho.
Sin mirarnos, sin hablarlo siquiera, decidimos deshacernos de ella. No costó
mucho: la desaparición de un expediente, un virus en la máquina, etc. Cosas así,
ínfimas quizás para el ojo ajeno, pero que en este lugar lograron ser certeras.
Ahora estamos mejor, hasta que caiga otro.
Nos miramos de reojo, nos medimos, nos olemos. Parecemos animales. Sí,
eso somos: tigres. Tres tristes, tiranos, traidores tigres encerrados en esta oficina.
Afilándonos las uñas en el teclado de la computadora, gruñendo suavemente como
gatos inmensos, esperando la más mínima distracción de alguno para saltar de un
escritorio a otro y atacar directamente a la yugular.
Uno de ellos ha puesto una garra en mi escritorio, el otro ha crispado los
pelos de su lomo. Y yo ya empecé a mostrar los dientes.
Nahuel Aciar
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Poeta Maldito
Yo he querido ser un poeta maldito, un brujo oscuro y refinado. Algo extraño
en mí, no incitado por nadie, como una marca de antojo que uno trae al nacer, desde
pequeño ese afán. Cuando aprendí a leer me dio por Rimbaud, Baudelaire y esas
"Flores del Mal" que olían tan bien, pero yo intuía (ya entonces) que para ser un
poeta maldito, de los que yo quería ser, no bastaban las lecturas.
Creo que empecé mi precoz búsqueda a los doce años, cuando me quedaba solo
en casa. Me vendaba los ojos con una corbata de mi padre y andaba por todas las
habitaciones metido en la oscuridad total, a los golpes con las cosas, no pretendiendo
desenvolverme en la negrura sino experimentado la sensación de hundirme en ella
como un murciélago sordo.
A los catorce indagué en caminos más perversos, salía de noche y buscaba crías
de perros abandonados y las ahogaba, incendié la tortuga de un vecino y en el
crepitar de cáscara y grasa me sentí un pródigo hijo de Satán.
Me regodeé algunas noches con esas imágenes en mi cabeza pero de ellas no
obtuve nada maldito para escribir.
Después, a los diecisiete, busqué drogas de aquellas épocas: opio, hachís,
láudano, pero en estas geografías nada de eso pude encontrar, apenas humo
jolgorioso con aires de Jamaica y blanca y fina coca que exaltaba mis humores,
excedía mis bolsillos y nunca alcanzaba ese estado de “down profundo”, de “spleen”
que yo perseguía en un principio y que, con el transcurso del tiempo y de mis
ensayos, ya había trascendido la búsqueda de una poesía o escritura oscura, a la
imperiosa necesidad de una conducta que perseguía un cruel refinamiento
Libros oscuros, satánicos, velas rojas, sacrificios y no sé cuantas idioteces más.
Por último, probé hacerme cortes pequeños en las venas, extraía cantidades de
sangre que ponía en una lapicera "fuente" con pluma y garrapateaba palabras
dictadas desde mis vísceras, sintiéndome un chamán, un médium para concretar la
orientación en el reino de las tinieblas. Conseguí un cuaderno que al tiempo olió
pésimo y se llenó de moscas arriba del ropero, tuve que quemarlo antes de que mi
madre lo descubriera. Creo que esto marcó un límite: fue doloroso y estúpido, apenas
obtuve una tristeza romántica que era la antítesis de lo buscado.
Había pasado ya la edad de veinte años sin desistir en mi búsqueda, cuando
encontré el exacto camino para llegar a ser un poeta maldito en ruta del infierno.
Quién me habría dicho que un televisor en una noche de insomnio me lo
revelaría: sí, en un discurso presidencial, un hombre hablando con ojos de dólar
helado, corazón vendido al demonio, discurso perfecto y hasta lágrimas en la mirada,
diciendo mentiras que engolosinan y matan, que ilusionan y desaparecen. Sádica
ironía de literatura infernal.
Y aquí estoy. En mi carrera política pisé cráneos y ascendí con la música de
sus huesos rotos. Aquí construyo torre de babel con palabras de promesas y cifras,
torres de papel que en las noches, antes de dormir placidamente, incendio con un
fósforo encima de mi bella bandeja de plata, supongo que parecida a aquella en la
que Salomé recostó la cabeza de Bautista.
Esto es ser un poeta, sacerdote maldito.
He llegado.
Canción de agua
Anoche la oí cantar o silbar, o las dos cosas juntas; lo hace de un modo
armonioso y, aunque agudo, su tono es blando y dulce, no crispa mis oídos. He
descubierto que cuando la luna está redonda, se pone feliz e interpreta sus sonatas
nocturnas con mayor entusiasmo.
Con mi marido no hablamos de ella, es un caso cerrado. Desde que yo
descubrí su presencia en el tanque del agua, él la niega. Aceptarla lo instauraría en el
mundo de las cosas ilógicas a las que tanto teme. Desde entonces, cada vez que el
tanque requiere de una limpieza o arreglo se excusa de subir, argumentando sobre su
peso y sus huesos prematuramente envejecidos.
Hace ya diez años que sé de su presencia. Tardé un buen tiempo en poder
verla, la oía chapotear en el tanque y, en las noches claras como la de hoy, cantar.
También la detecté por el cambio en el agua; desde su arribo, la naturaleza del
líquido vital de la casa ha cambiado. El sabor no se ha alterado aunque el brillo es
diferente, como el del mercurio pero sin su densidad. En nuestro organismo no
notamos nada extraño y las cosas que se lavan quedan en perfecto estado; sólo
algunas veces, al bañarnos, percibimos un leve cosquilleo agradable en la piel.
A pesar de todo, la conocí personalmente gracias a mi marido: comenzó a
decir que lo del agua no era normal y que podíamos morir envenenados. Cuando le
dije lo de los ruidos en el tanque negó rotundamente haberlos escuchado acusándome
de fabuladora, pero ante mi insistencia de traer a casa a alguien de afuera que
analizara el asunto, me pidió, por fin, que subiera.
Confieso que sentí un poco de miedo y vértigo ante el presentimiento de
enfrentar un hecho desconocido. Trepé por una escalera, un silencio absoluto
reinaba, me acerqué despacio hacia la guarida cilíndrica, asomé la cabeza hacia el
espejo de agua quieta y me vi, brillante imagen la de mi nada.
Levemente el cristal líquido se rompió y emergió Ella.
Blanca, completamente blanca, desde las uñas de los pies hasta los cabellos,
ojos, pestañas, labios. Con las dimensiones de una niña de cuatro años pero con la
forma perfecta de una mujer desnuda, delgada, grácil. Ninfa albina, perfecta y
diminuta. Alzó la cabeza, y desde el plano blanco de unos ojos de papel me miró y
con una mueca de labios me dedicó una sonrisa.
Colocada en posición embrionaria y abrazando sus rodillas comenzó a girar
en el agua muchas veces, lanzado charquitos plateados hacia los costados. En uno de
sus giros pude ver en su espalda dos perfectas aletas niqueladas. Luego se sumergió
completamente para emerger unos segundos después. A modo de despedida me
regaló su canto de cielo, de mar, de nostalgia y soledad infinitas.
En estos diez años sólo la he visto dos veces. No quiero molestarla, vivo en
armonía con su presencia. Han pasado heladas, soles abrasadores, nieve, vientos, y
ella siempre allí, jugando y cantando. Nada ha podido atentar contra su sutil
existencia: ni mi curiosidad respetuosa, ni la cobarde indiferencia de mi esposo. Tal
vez este contrapunto entre nosotros dos, aquí abajo, es lo que la mantiene viva, tal
vez es su canto lo que arrulla nuestra llana existencia de seres caducos en el terrón de
las rutinas, camino hacia el final.
Karina Maranesi
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Luto
“Todo ser humano es el resultado de un padre y una madre. Se
puede no reconocerlos, no quererlos, se puede dudar de ellos. Pero
están allí, con sus caras, sus actitudes, sus modales, y sus manías,
sus ilusiones, sus esperanzas, las formas de sus manos y de los
dedos del pie, el color de sus ojos y de sus pelos, su manera hablar,
sus pensamientos, probablemente la edad de su muerte, todo esto
ha pasado a nosotros.” Jean Marie Le Clézio
Un funeral con sol y calor es siempre preferible a un funeral con lluvia y frío.
Puedo comparar porque el funeral que acaba de terminar, el de mi ex suegro (con sol
y calor), ha sido muy distinto al de mi viejo (con lluvia y frío).
De todas maneras, hay algo en común entre estos dos funerales: en ambos he
sentido la extraña necesidad, al volver manejando, de prender el estéreo. En el
entierro de mi viejo iba solo en el auto de mi hermano, quien acompañaba a mi vieja.
Una lluvia escandalosa golpeaba el parabrisas y obligaba a que todos los autos
salieran del cementerio y se desplazaran durante diez minutos muy lentamente, en
fila, exactamente como habíamos llegado, lo que hizo que la incomodidad se
duplicara. Una caravana de autos tiene sentido cuando uno va al entierro, no ahora.
Pensaba en aquellos no tan allegados que a esa altura debían tener ganas, y estaban
en su derecho, de meter la tercera y acelerar.
Todavía me cuesta definir qué sentía en aquél momento, pero recuerdo que ya
no quería estar ahí. Quería estar en el auto de enfrente, con esos que apenas
terminada la ceremonia se descomprimían y volvían a sus vidas. Esos que alcanzaba
a ver entre tanta agua y el bamboleo del limpiaparabrisas, compañeros de mi
hermano, supongo. Los veía hacer chistes, pasarse comida, los intuía prendiendo la
radio. Dos hombres adelante y dos chicas atrás. Ahí quería estar. Volviendo de un
funeral por compromiso y no en este auto al que le anda mal el embrague.
Saqué el estéreo de la guantera y lo coloqué en su lugar. Pensé que algo de
música me sacaría de esa situación ridícula.
Si, pero, ¿qué música?
En el de mi suegro voy acompañado por su hijo, es decir, mi cuñado (ex
cuñado para ser exactos) Lucas. Una mañana espléndida y los árboles verdes de
octubre me piden condimentarla. Pienso en el cd que acabo de comprar y en el
momento de arrimar la mano, me acuerdo de Lucas y deshago las ilusiones. En el
asiento trasero, con lentes negros y la mirada perdida en los campos de golf que
rodean al cementerio más caro de la ciudad, traigo al hijo que se queda sin padre.
“Cómo estás, le pregunto sin mucho énfasis.
“Bien, me responde, con menos énfasis aún.
El día que conocí a toda la familia, mi suegro cumplía sus jóvenes cincuenta
años. Llegamos con Marina, tomados de la mano, a las diez y media. En la enorme
mesa del restaurante ya estaban todos acomodados, comiendo grisines y leyendo el
menú.
Las presentaciones de rigor, los besos, los mucho gusto. Feliz cumpleaños y
de regalo un sujetador de pañuelos que tardé muchísimo en elegir. Seguramente era
la cosa más cara y más pequeña que regalaría en toda mi vida. Las bromas con el
mozo que atiende desde siempre a la familia. Las inquisiciones, las suspicacias, las
risitas y mis ridículas ansias de no sólo caerle bien a todos, sino de maravillarlos,
hacerles entender de una vez y para siempre que su hija estaba con el mejor tipo al
que se puede acceder. Un artículo de primera. Eso me sentía yo, y eso quería que
sintiesen todos. Que estaban ante lo mejor del mercado, un pibe bien, laburador,
honesto, simpático, ambicioso. Esa era mi meta esa noche, contentar a la audiencia.
Pude con el padre, con las abuelas ni hablar, pude con la hermana menor,
pude incluso con Marina durante los tres años que estuvimos casados. Lo logré con
todos, menos con Lucas. A él nunca pude engañarlo.
“Era un buen tipo tu viejo –hago una pausa prolongada- por lo menos yo, nunca tuve
problemas.
“Te odiaba -me dice Lucas con una mano en el mentón y sin despegar la vista de la
ventana- como la mayoría de la familia.
Me quedo en silencio tratando de no parecer afectado.
“En realidad no te odiaban tanto, porque tampoco les importaba tanto a mi hermana,
sabían muy bien que ella podía cuidarse sola. Demasiada mujer para vos.
Esta verdad me ha pegado tan fuerte como el sol en los ojos. Bajo la visera y
le ofrezco un poco de gaseosa que tengo en el asiento del acompañante. Lucas toma
la botella, le da un sorbo bien profundo, la tapa y se la deja en el regazo, como si
fuera suya. Acelero con bronca y me decido a poner el estéreo, pero no demasiado
fuerte.
“Lucas -le pregunto- tu hermana es feliz con el tipo éste, Roberto?
Tarda en contestar.
“La verdad, nunca he visto a mi hermana tan feliz como cuando te llevó esa noche a
comer al restaurante. Eras la respuesta a tantos años de espera y a tantos novios
cagadores.
La verdad que sí. Yo era su solución, pienso, y ella la mía. Pero juntos
hacíamos un inmenso dilema.
“Con Roberto se llevan bien. Esperan para noviembre, eso los va a terminar
de afianzar.
Debió pensar que yo ya sabía. Pero yo no tenía idea. Meto segunda en una
curva y el sol me queda a la derecha. Era de esperar. A Marina le preocupaba mucho
el tema del reloj biológico y todo eso.
“Y vos- me dice- ¿cómo estás? ¿sos feliz?
El padre era una especie de dandy de vozarrón fuerte y siempre elegante. Un
buscavidas que derrochaba encanto, mujeres, plata, contactos. Era el tipo de persona
que se hacía amigo de los mozos al instante. Estaba seguro de haberle caído bien.
Me había preguntado por mis expectativas, sin ser demasiado incisivo. Y yo había
respondido bien, como para un diez.
La mesa era enorme. A mi derecha tenía a una de las abuelas, que no paró de
hablarme en toda la noche. Enfrente tenía a la hermana más chica, que tenía unas
tetas increíbles y su noviecito. Más allá el padre, la pareja del padre, y después la otra
abuela. A mi lado Marina, de quien me estaba enamorando. Y en la punta Lucas, que
comía en silencio y casi no hablaba.
“Así que sos escritor, tiró el padre.
“Si, bueno, en realidad estoy empezando.
Y allí empiezan mis explicaciones. Que he publicado en el diario. No, todavía
no tengo un libro publicado. No, no se puede vivir de escribir. Está muy difícil.
Marina intercede. Mientras me acaricia la nuca, comenta que he ganado algunos
premios, que dicto un taller, que fui jurado en un par de concursos, etc. Todo aquello
que justifica una actividad tan seductoramente inútil.
Por aquel entonces yo sentía que la literatura era una forma de vida. Después
fui entendiendo que yo no tenía una vida, y que la escritura era mi refugio, un lugar
para esconderme.
“A Lucas le gusta mucho leer, dijo la pareja del padre.
“Ah, si, dije yo, ¿y qué te gusta leer? le pregunté, tratando de probar al que ya me
parecía un pendejo altanero y misterioso.
Lucas deja el tenedor y mira con fastidio a la pareja del padre. Después, se
limpia cuidadosamente la boca y antes de tomar su copa de vino, suelta “He leído lo
tuyo y dejáme decirte que me parece a-lu-ci-nan-te.
Inmediatamente después retoma el tenedor, la cuchara y sigue comiendo sus
tallarines. La abuela que habla todo el tiempo rompe el silencio con un comentario
acerca de un accidente doméstico, en el que una pequeñita Marina se parte la cabeza
con un planchador.
Mientras todos se ríen y agregan datos sobre la anécdota de la abuela, me
tomo el último sorbo de agua mineral espiando de reojo a Lucas, quien me dirige una
mirada desafiante.
El tipo era así, todo sarcasmo.
“Da vuelta acá en la esquina y frenáte. Esperemos que pasen todos- me dice Lucas.
“¿Acá?- pregunto como si no hubiera escuchado.
“Si. Vamos a esperar cinco minutos y después me llevás de vuelta al cementerio.
“Ok.
Definitivamente no debí ofrecerme a traerlo. Este sale con cada rareza. Pero
no me extraña, en realidad. Una vez que el padre llegó borracho le sacó toda la ropa,
lo metió en la ducha y lo llevó a laburar. Exactamente al revés de una típica escena
padre-hijo.
Yo digo que la más normal de todas era la hermanita, Belén. Tiene sus
mambos, pero lleva bastante bien su salida de la adolescencia. Sigue estando muy
buena, de eso no hay duda. Y es la única que lloró (de verdad) en el funeral.
En realidad, hace tanto que no los veo. No podría decir quién es más normal.
Justo hoy me toca encontrármelos. A Marina, sobre todo.
Lucas se baja y se prende un cigarrillo. Me ofrece uno y desde la ventanilla
cambia la radio. O sea que esta mañana, mientras yo buscaba una camisa nueva que
me quedara bien y que la hiciera mirarme, el tipo éste, Roberto, le acariciaba la
panza. Lo que se dice una familia bien constituida.
“Soy un boludo enorme, digo para mí.
Lucas, que me escucha muy a pesar mío, me dice que no, que no soy un
boludo.
“De hecho a mí me caías bien.
Lo dice sinceramente, mientras fuma apoyado en el capot.
Un rato después se sube al auto, damos media vuelta y regresamos al
cementerio. Esta vez entramos por otro lado y quedamos a diez metros de donde hace
media hora enterraron a mi suegro. Increíble, pero el cajón ha vuelto a estar ahí.
También Marina y Belén.
“Le pagué a los tipos para que subieran el cajón. Esperáme acá.
Cuando terminamos de comer, voy al baño exclusivamente a lavarme las
manos (tengo una obsesión con eso). En el camino miro la mesa que acabo de
abandonar, pero también aprovecho para espiar un poco otras mesas. Hasta ahora va
todo bien, buena gente. Una vez adentro del baño me tiro dos o tres pedos que venía
guardando, se nota que he estado muy tensionado. O el menú careta que elegí me
cayó mal.
Lo siguiente es una secuencia avergonzante: abro la canilla, meto las manos y
empiezo a restregarme con el jabón líquido. En una mala maniobra, un chorro de
agua se me cae en el pantalón a la altura de la cremallera y el bolsillo. Igual que si
me hubiera meado. Pienso rápido. Aprieto el secador pero no alcanzo. Pienso rápido.
Me saco el pantalón y lo pongo debajo del secador. Se abre la puerta, entra Lucas y
me ve con las piernas desnudas y el pantalón en la mano. La camisa apenas me tapa
el calzoncillo. Pienso más rápido y le digo Se me cayó agua.
Lucas mea, se lava las manos, se acomoda el pelo y se va.
Mientras, yo he estado tratando de ponerme el pantalón, sin secarlo.
Cuando vuelvo a la mesa, ya todos lo saben.
Y ríen.
Lucas se baja y se acerca a sus hermanas. Atrás quedamos sólo Roberto y yo.
El Roberto de Marina. Le queda bien el traje pero es innegable que está gordo. Me
acerco y me hago el simpático, otra de mis manías.
Saca un paquete de cigarrillos y me da uno. Empieza a hablar.
“Bla bla bla bla, pasa que son medio complicados, bueno, vos viste. El viejo se
muere de repente y no deja nada en claro sobre la herencia. Bla bla. Yo le digo a
Marina que no se duerma, porque la mina los va a cagar, estoy seguro. Al pibe, a
Lucas, no le calienta nada. Total, termina el doctorado y se queda en España. No
vuelve más.
Nada de esto me interesa, aunque hago como que sí.
Es momento de prestar atención a esta rara ceremonia. Los tres están en
silencio, tomados de la mano. En un instante, Lucas se desploma de rodillas y
empieza a hablar, a decir algo que desde aquí no se entiende. Casi no lo veo porque
las hermanas se acuclillan y le acarician la espalda, mientras empieza a bambolearse.
Lucas va subiendo el tono y alcanzo a escuchar un Por todo, papi, por todo. Con
Roberto paramos la oreja.
Se hace un silencio y Lucas, esta vez muy fuerte, grita entre ahogos TE
QUIERO, PAPI, y se hunde en un llanto desgarrador.
El corazón se me estruja.
Cinco minutos después nos hemos subido al auto, Marina me ha despedido
agitando la mano y Lucas ya está recuperado.
Después de dejarlo en lo de un amigo me encamino al otro cementerio, el más
pobretón, en el que dejamos encajonadas las cenizas de mi viejo.
La ruta ha ido perdiendo color. El sol ya no enceguece, ni siquiera ilumina. Se
ha escondido detrás de las nubes que empiezan a tirar gotas sobre el parabrisas.
Desacelero, me tiro a un costado, y apago el motor.
La música me parece estúpida, así que apago el estéreo y me pongo, yo
también, a llover.
Facundo Mercadante
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Una tarde con un adivino
Todavía lo veo al tipo sentado en su habitación pequeña, ubicada en los fondos de su
casa familiar, arrinconado por los juguetes de los nietos adolescentes: batería, bajo y
guitarra. Lo vamos a entrevistar para un trabajo que duró todo un día y ahora son las
ocho de la noche acá en Neuquén y es el último brujo de la lista en una tarde de
verano. ¿Qué hacen los tarotistas y videntes?
¿Ven el futuro?
Con lentes aferrados a la punta de una nariz varicosa, observa fijamente como
siempre lo hacen los viejos enigmáticos, ubicado frente a su monitor de plasma y
papeles ajados. No va a hablar sobre lo que hace, sino que nos va a obsequiar una
consulta. Se la va a dar a Ana. Acá estamos.
Veo muchos libros de la editorial Kier y siento como trepa hacia el futuro la
monótona voz anunciándole a Anita con los trazos de la lapicera el desde y el ahora y
el hacia dónde marcharía.
“Me dolía la mano cuando me marcaba con fuerza”. Sus ojos son profundos y
cristalinos mientras sigue un auto que pasa en la tarde noche.
“Sí, pero le pegó bastante ¿No?”. Nosotros hablamos cuando la entrevista ya
terminó, uno frente al otro, y después ella se sienta en un ventanal oscuro con una
catarata verde de plantas distribuidas en el marco, apenas elevado de la calle. La casa
a sus espaldas permanece flotando en el silencio.
El viejo saca cuentas con el nombre anotado en un papel y con la fecha de
nacimiento y otras sumas y restas misteriosas que corren el velo de lo que fue y será.
Para mí las sumas y las restas son enigmáticas desde primer grado. Cero en
matemáticas. Le dice un nueve y le dice un siete.
“Sí, pero del futuro no se sabe nada.”
“Seguro.”
“Pero que te vas, te vas.”
“Sí, pero ya me iba antes de esto.” Volvemos a conversar, antes de que enfile por la
vereda arbolada hacia su casa. Seguro después corre la reja y toca timbre, su madre
le abre y ya no la veo más.
Está con las líneas de la mano un rato, escarbando en la vida de Ana.
“Sostené la bolsa y luego elegí una runa. Ah, es la de la amistad y del amor”
Después saca unas cartas envueltas en un paño rojo. Tarot egipcio. Una ronda, dos
rondas, tres rondas. A ver qué se ve en la vida de la periodista amateur. Se ve de
todo. El tipo escanea concienzudamente, sin preguntar a la paciente. Escarba en el
mazo de cartas sólo para aclarar conceptos. Él termina obteniendo la entrevista
perfecta, en teoría sabe todo de su interlocutor.
“Vas a tener hijos y mucho trabajo, los hijos son dos pero vas a poder elegir tenerlos
o no” “Te llevas mal con tu madre” “Tenés un viaje al exterior y es inevitable” “Sos
inteligente, sos una ganadora, mirá la carta de la emperatriz, vas a imperar sobre los
demás.”
Yo identifico unas cartas medio raras a las que él no les brinda mayor explicación.
Veo pasar el ahorcado y también pasa la muerte. Mirá vos, me digo. Aunque me
transpiran las manos. Es el futuro que de golpe se nos viene en la cara como un
pájaro volando en la oscuridad, una especie de mal augurio. Acá todos son
optimistas. A mí me van a tener que dar duro en el destino para borrarme de la fila en
el supermercado.
Ana se enrosca en la silla como un animalillo al que acusan, igual después hablamos
y no se cree nada. Es escéptica con lo espiritual y positivista, una especie de Freud
que no vive en Viena sino en Neuquén y se priva de la cocaína. Qué triste, si no
tuviera esperanza en la suerte no podría tomarme dos cocas colas seguidas para saber
qué sale en la tapa, no jugaría a la quiniela, no rellenaría cupones en el
supermercado. No estamos en el mismo lugar. No, no estamos ni siquiera en la
misma habitación, puta, ni siquiera estamos en el mismo mundo. Qué forma de
conocerse.
“Jorge, hoy tenemos que ir a comer un asado con Juan Fernández”
El adivino se apura y termina de develarle la suerte sin cobrarle un peso, no es de
este mundo. No, no, esto es irreal. De psíquico a comensal en un asado argentino.
Supe después que estuvo cerca de López Rega y también que era amigo de Marcelo
Berbel. El mundo es chiquito.
“No me deje con las ganas, por lo menos una runa maestro”, lo amonesto repleto de
curiosidad.
“Nombre, apellido y fecha de nacimiento” (Un federal de lo oculto)
“Este número, viste, el mismo que ella, habla de que sos una persona inteligente,
nueve es el mayor puntaje. Te va a ir bien.”
Hace otra cuenta. Aparece un seis. Niega con la cabeza.
“No vas a triunfar en nada de lo que hagas.”
Le faltó pararse y hacerme la seña de Loser, la gran L, perdedor, perro vagabundo,
linyera, estudiante fracasado, periodista…No, periodista no, aficionado nada más.
Respeto por favor.
“De tipos como vos sólo uno en cincuenta logra algo”. Completa con la lectura de un
libro escrito por un ruso de nombre raro.
“Este ruso no falla”
Nos vamos.
“Tiene razón.”
Tengo la camisa transpirada, los labios resecos, los zapatos estirados y por hacerme
adivinar gratis ahora tengo la certeza de que no voy a ir a para ningún lado. Pero le
saqué una adivinada gratis, je, je. Ana no dice nada. Y no va a decir nada en toda la
semana. No se cómo se lo tomó, pero no me llamó más.
“Voy a estar sola toda mi vida.”
Las dos mitades del mundo, más bien los polos, que nunca se van a tocar. Ya, le
cuento a Rubén mientras tomamos cerveza en su casa esa noche y comemos asado y
hay dos parejitas que hablan de amor. Rubén tiene los ojos bastante colorados y le
cuesta afirmar el vaso en la mesa. Su mujer se acerca con una fuente de ensalada,
llena de tomates y lechugas muertas.
“Nada me rompe más las pelotas que oír hablar de amor”.
Al otro día confirmo cuando le pago la consulta y alcanzo otras verdades que no le
cuento a nadie. Perdedor, supongo. Trato de mantener la fe por sobre el abismo,
sosteniéndola en la mano y estirando el brazo muy alto, de modo que sea lo último
que quede a la vista cuando me hunda en la oscuridad de Neuquén capital.
Héctor Kalamicoy
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Entre leyes humanas y leyes naturales
Para preservar el orden, terminar con la violencia / los asesinatos y los
derramamientos de sangre, las autoridades del pueblo promulgaron una ley que
ordenaba que todas las casas tuviesen cortinas rojas y que sean los únicos sitios en
donde el color fuera aceptado. “El rojo se restringe a las cortinas”.
Primero fueron los toros. Tuvieron que llevarlos a otros pueblos porque rompían los
vidrios. Entonces se terminaron las vacas y las personas obligadamente se hicieron
vegetarianas. Fueron perdiendo el color, y el único color que les quedaba era el de las
cortinas.
Pero entonces ciertos instintos naturales tuvieron que arreglárselas para subsistir. Por
ejemplo, una mujer celosa le consiguió a su marido trabajo en la ciudad grande y
ruidosa, con recovecos y vicios; el marido contrató una secretaria cuyo sueño era ser
actriz y para eso necesitaba operarse, y así la esposa que venía del pueblo monótono
y vegetariano obtuvo el motivo para separarse, ante tanta oferta de colores. También,
ciertos jóvenes organizaban excursiones a lugares con precipicios, montañas, surfers,
tiburones u orgías y olvidaban los preservativos.
Pero aparte de estos deslices que se deslizaban hacia afuera, la gente que se quedó en
el pueblo siguió su vida, envejeciendo y disfrutando de los logros de su Plan de
Cortinas. No sólo se logró lo esperado, sino que se excedieron las expectativas:
además de “cortarse con los asesinatos y todo derramamiento de sangre”, se terminó
con todo flujo sanguíneo. Incluso con el más natural y ancestralmente más temido
por los hombres: ninguna mujer volvió a menstruar.
Ahí sí se terminaron los problemas. Y ellos vivieron felices, según me contó el
viejito último habitante del pueblo (un señor de apellido Luvina, creo).
La grasa no sale con nada
“fue solamente un ensayo, un intento de hombre”
Fue el olor a grasa lo que la despertó, antes que la mano rasguñándole el pubis, las
piernas, arrancándole la bombacha, antes que la irrupción caliente y violenta, antes
que el semen chorreándole por las rodillas mezclado con la sangre del himen
destruido sin ceremoniales, antes que las manos apretándole las tetas, antes que las
mordeduras en la oreja y cuello. Y fue el olor y el sabor a la grasa de autos lo que le
dejó el mal gusto en la boca y no ese falo peludo y sudado que se metió en su boca.
El recuerdo de esa grasa fue lo que durante nueve meses la despertaba de noche
asfixiada y con los ojos abiertos hasta el infinito. Durante los nueve meses se dedicó
a aprender y especular, a afirmar y vender, para después romper sin dificultad ya que
él sabía que lo buscaría sin necesidad de que le ofrezca nada, de una u otra manera
sería suya, se condenaría sola completamente, porque ya la mitad estaba hecha. Sólo
faltaba la otra mitad, pero no importaba, con la primera bastaba para que se condene.
El bebé nació solo, sin siquiera la ayuda de la que lo había cargado. Ni un grito.
Tenía que nacer, de una manera u otra; lo iba a hacer. Se había gestado solo, sin
siquiera un pensamiento bueno de esa mujer; y él lo sabía. Por eso cuando nació, ella
lo recogió, lo llevó hasta el taller y se lo tiró encima. El golpe y el mínimo peso, y no
el dolor del machetazo en la mano izquierda, lo despertaron. El asombro le impidió
moverse para evitar la pérdida de la otra mano. El dolor sólo llegó con el chillido del
bebé; ella se dio cuenta de que él en cualquier momento reaccionaría y lo ató
convenientemente a la cama. En ese momento, él empezó a llorar. Ella tomó una de
las manos que había tirado al piso, la izquierda, y con esa mano, la de él, tapó su
boca, la de él. Mientras, con la suya, la de ella, le rasguñaba el pubis y las piernas,
arrancándole y destrozándole el calzoncillo. Él no sintió nada que lo penetrara pero sí
una mano delgada que le apretaba los huevos, y rodillas que se clavaban y dientes
que masticaban hasta casi arrancarle la carne, dejándolo molido y con machucones.
Entre los gritos y el dolor, él alcanzaba a sentir placer cada tanto entre los dedos y los
labios; sentía la sangre llegándole al pene, sentía la erección que cortaba el placer
con el dolor, sentía el aliento frío de esa mujer que él creía valiente mientras el
esmalte de las uñas lo quemaba al entrar en su piel.
Se cansó de él. Con la otra mano, la de él, le pegó al crío hasta que también se cansó
y lo tiró nuevamente encima del cuerpo del mecánico. Ambos chillidos era lo único
que se escuchaba.
Entonces ella tomó la grasa y el aceite, la derramó sobre la nariz, en las orejas, en la
lengua y en los ojos del amputado.
Y se fue. Antes ató el niño al torso de su padre y los tapó.
Tapitas
Empezó juntando tapitas de botellas desde chiquito. Le llamaba la atención las
onditas del costado y los colores; lo que no le gustaba era la gomita de adentro, por
eso siempre la tiraba. Muchas veces le tiraron las bolsas y las cajas: "eso es mugre",
"¡no seas mugriento!". Soñaba con su colección y cómo la ampliaría en la medida en
que viajase por el mundo cuando fuese grande. Aunque no podía nombrar las marcas
porque no las conocía, se imaginaba los colores. No podía nombrar las ciudades
porque las desconocía, pero se imaginaba las sombrillas de las confiterías o las
servilletas de los restaurantes o los ceniceros de los bares.
Ya más grande se dio cuenta de que era al pedo almacenar tapitas repetidas; entonces
se limitó a tener una de cada una, a lo sumo dos por si perdía alguna, como los
grandes coleccionistas. Y cuando tiró las que sobraban, vio que su colección era
pequeñísima, y todas las que tenía eran las que había recogido en la vereda de la
esquina o las que caían de las bolsas que los basureros tiraban sin cuidado al camión.
Él no conocía el sabor de nada de lo que esas tapitas tapaban. Y ese día también se
dio cuenta de que si en la esquina de su casa nunca había probado nada, en ninguna
confitería o bar o restaurante podría tomar cosas que no sabía qué serían ni era capaz
de nombrar en lugares que no conocía. Y las enterró en una fosa común sin invitar a
nadie al funeral, sin regar, sin ninguna exhumación, sin llorar por ellas, sin sacrificios
ni ofrendas, sin flores y sin lápida y sin epitafio.
Pasó el tiempo y no dormía. Veía tapitas en todas las baldosas, todos los pozos de
todas las calles aparecían tapados; veía árboles que crecían y que crecían en las
ramas tapitas de colores; que caían lloviendo tapitas, que pasaban volando tapitas,
que los perros escupían tapitas, que detrás de los anteojos la gente escondía tapitas.
La idea le daba vueltas y vueltas en la cabeza, como él había pretendido hacer en el
mundo. Por las noches, roncas cortinas respiraban en las ventanas y él las envidiaba
mientras se sofocaba y seguía girando en la cama y veía aún más brotes de chapas
nutriéndose del aire que él exhalaba –pero que no inhalaba. Una noche se levantó,
sacó la tierra que había sobre la caja (sabía exactamente el lugar) y metió la cabeza
bañándose en ellas. Esa noche durmió en esa posición, rodeado de tapitas.
Luego de aquella noche desenterraba una tapita, la pintaba diferente a la noche
anterior y diferente a la noche siguiente y la ponía sobre su frente. A la mañana la
tiraba. Procedió así hasta que se deshizo de todas las tapitas y no volvió a dormir
nunca más.
Inés Eguaburo
***********************************************
●
Poesía
●
Darío Oliva
La primera piedra
Olvidaste la cruz crucificando al ángel
en el cometa corriente de tu reloj biológico
embarazada de cicatrices en el alma,
y no te culpo por abandonar mi llanto
en la calle de lodo.
Dios que te condene y los hombres te repudien.
La primera piedra me la guardo
para penas futuras.
Oxímoron
Es el abrigo del invierno
la desnudez de mi silencio.
La Cosa
No soy la cosa,
soy el envoltorio que rodea a la cosa,
pero encima de mí
está la mano de Dios que me arruga.
La Soledad
Aún soporta esta mirada
y me acompaña
en medio de la sombra
y la mañana.
A las palabras
No alcanza con escribirlas;
debo soñarlas.
Si doliera menos
Si doliera menos
mataría mis poemas
y dejaría el epitafio
para el viento.
Cualquiera
En el hueco de la sombra está mi cara:
un objeto cualquiera entre otras nadas.
Larga espera
“Yo nací de las sillas,
estoy sentado y espero.”
Jorge Luis Peralta
No siento la carne
ni los huesos
en esta espera
la sombra ha sido
mi único alimento
la voz de tu silencio
mi vestido
y el recuerdo
la ausencia que yo habito:
tus pies desnudos
bajo las sábanas
de un largo invierno
sobre la silla
el esqueleto de tu cuerpo
y en la pared el tiempo
muriendo en las arrugas del reloj
y en el borroso ocaso del espejo.
El rostro de Borges
Su rostro cuya imagen
rocosa prefigura
las cenizas de la sombra
es un apergaminado laberinto
que oculta la grieta del espejo.
Lo recorre en la tarde
y él le devuelve un color
un ámbito de ocasos y de cruces
señala una ventana
donde el llanto de barro endurece
los barrotes de su tumba
y lo acerca a la muerte que no teme
y a los ojos del silencio que ya ha visto.
Lo malo de la mentira
Lo malo de la mentira
no es que tenga
piernas largas o cortas
es que a veces
suele andar descalza.
Cuando no existías
Cuando no existías
hice de la nada
las líneas sombrías de tu cuerpo
que me sabían a lluvia,
hiriéndome sus curvas
como astillas desprendidas
de la madera con que se creó el mundo.
Caos
Edificios de la memoria en llamas
ojos alambrados por la lluvia y el odio
un libro negro de hojas muertas
boca de alfiler en alquiler de besos
desmayo del cuerpo oculto en el espejo…
Memorizar el silencio de noche
en el desnudo ropaje del sueño
disparo de una palabra articulando el miedo
la luna en un cenicero
y el 11 de Setiembre
inaugurando escombros
y cementerios.
Desolación
Me dijeron
que al entierro
de Mozart
asistió
sólo su perro.
Cuando muera
quiero
que tú seas
ese perro.
Lluvia
“Comenzó a llover a tiros”
Tomás Watkins
Llovía sin memoria
de la hora o el día
desde el ojo amoratado de la luna
oxidados los semáforos
las piernas de las prostitutas
y supe por las gotas
las muertas paredes
y baldosas agujereadas
que dios estaba resfriado
y de mal humor
como un feriado con nube…
Errata
Si no he muerto
cambien por errata el epitafio.
Tony Zalazar
Puta = Pueta
Una vez le envié un poema
a una mujer.
Ella dijo
“Pero él sabe que soy puta”.
Y yo nunca dije
“Pero ella sabe que soy pueta”.
Así es la vida
ella antes de puta fue virgen
y yo antes de pueta
la veía cruzar en su bicicletita de carrera
Blanca.
(del libro “Dios TV”. Ed. Ananga Ranga, Chaco, 2004)
Los diamantes de Sofía
Sobre el peligro del cordón de la calle
espera sentadita
un choque de autos
un accidente que deje en sus manitas
los diamantes
resueltos del parabrisas.
(Del libro “Ser De Ruido”, Ed. Ananga Ranga, Chaco, 2006)
MMIX
en cerdos convertiste/ mis mejores deseos
Luis Argañarás
Que este deseo
se mástique tu sexo
como manzana.
Que en simple tentación
jamás acabe el poema.
Madrugado
Palabras lúcidas
iluminan mi noche,
te sueño hablando.
Oscuro
Plena la luna,
tras nubes y cemento
te bulle en mi ser.
Sucia hierve mi sangre
de deseo y pecado.
A las tres
Te subo al techo
te desnudo y me enrosco
hasta hacerte un sol.
(del libro “Tajos”. Ed. Ananga Ranga, Chaco, 2009.)
X
Cuando hablamos para cifrar y descifrar la vida / la poesía es la llave maestra.
Mis palabras, panaderos en volandas por el cementerio.
piedritas sobre la tumba/ germinan mensajes para el alma.
VI
Hay animales /que con la muerte de su amo /se mueren también.
Miro una foto de mi padre
y comprendo por fin a mi perro
que de ojitos diluidos y temblantes
vuelve de sus revolcones en la osamenta.
¡Cómo huele y cuánto duele esta distancia!
La necesidad de empañarnos los ojos /que tienen los muertos/ nunca la podremos
saciar.
IX
Ni el Zen ni Dios ni el destino/ explican el tanto sinsentido.
la vida estragada por la muerte
pero la muerte es tragada por la vida.
adversativa la vida devora el desconsuelo del entierro.
(Del libro “Quherencia”, Ed. Ananga Ranga, Chaco, 2009)
Oscar Fariña
alta mierda de mulo
alta mierda de mulo
pegó el carlito
en lo del pancho de lavenida
un ciento veinte en tiza
la tiza en nailon
una punta
el borde con una mancha de caca
-ojalá todo los garca
fueran peruanos -repetía-
¡así sería siempre lindo
que te caguen!
familia virulana
después de tanto quilombo
pa conseguir la gilada
no había nada
más lindo en la vida
que el momento
en que sus ojos
se abrían luego de la primera seca
sus ojitos de adita
ya felices aunque la droga
todavía no le pegara
tosía
y me miraba
me tiraba
toda la mirada encima
como chispas
de virulana encendida porque
la muy guacha
sabía todo el bondi
para conseguirle
el vicio yo me lo morfaba
sólo por ese momento y para
repertirlo
el bondi
me lo iba a volvé
a morfar siempre
entonces se reía
y recién
después de la segunda
seca la lata
volvía a mí
y mientras
yo me quemaba lo dedo
ella
con una sonrisa
me abrazaba el pecho
se acariciaba la panza
y ahora sin mirarme decía:
gracias Tata,
ojala
nuestro bébe salga
tan bueno como vos
de Pintó el arrebato
***
un grano de arena
más un grano de arena
más un grano de arena más
un vientre de arena:
la playa es una herida seca que se abre
en los ojos de la niña
planea una primera versión de sí misma
la sombra y se escurre cual
espejo laxante, cual
caricia lactante
esa gaviota herida
que le surca una vagina al cielo
no hay fuerza en la espuma
residual del agua suficiente
para grabar su nombre, apenas
retrocede aquella
es absorbida por el fuego de la arena
dos latas, un palito, un
pez muerto, musgo,
media bolsa: mugre
en la encía de la playa
en lo que parece
un manto de brea
resguardo el paladar
al capricho de mi dedo
aquí el misterio de la palabra dicha
o felicidad de un cielo prismado
por la avaricia del canto me ciega
¿Hay el ocaso
cuando la mano se cierra
sobre los ojos sin dudas?
esta porción de feto
vean salirse de su vaina
de carne, fugarse de la madre
y con esa
incursión pequeña en lo real
cambiarle el sexo
soy dos a la vera del labio
y al tacto cicatriz de espera:
un hemisferio de escalera
tirada sobre el nombre llano
***
hambriento el charco
con su motivo de seda
negra, abre las fauces
al cielo barrido
nuestras palomas han vuelto enteras
y en mi punta hay sangre
pero su riesgo no es humano
hoy el silencio se ha vuelto amigo
de la broma; contra el charco
me caigo, rompo todo
hágome astilla para clavar sin ser visto el agua
que tranquila me recibe
y yo voy a chuparme
esta teta de alga
arriba
el cielo de pronto se apaga
y aquí podríamos cantarlo
pero recuerda el silencio es un diente
en un vaso de leche
una pluma hincada
¡que escribe!
la hemorragia de este punto
final
(inéditos)
Adrián Campillay
la palabra vaca
escribo desde mi habitación africana en el paraíso
no puedo reconocer entre una droga y una mujer
del mismo modo en que una mujer no me distinguiría
entre un montón de botellas.
patrones
áfricas
y calzoncillos para el paraíso.
ya me cansé de las falsas vacaciones.
se parecen a la palabra vaca.
a la palabra gandhi.
siete mil kilos de asado caminando
y un millón de muertos de hambre.
mi hijo jurando la bandera.
¿alguna vez se preguntaron qué significa eso?
somos todos unos hijos de puta.
¡ustedes no! niños.
tienen derecho a apretar el gatillo.
adivino
Nos torcíamos en la lluvia.
Y qué ronco animal: el verbo
trueno de su altura
para la piel el agua hermana
para los besos
y para oír los gallos
en el nublado atardecer de los días.
Nos torcíamos en la oscuridad.
Esqueletos de hermosuras ciegas de sí
en el centro de la humedad
estaban
siempre
esperándonos.
Adivinos pies de la lluvia ¿cómo hacían?
para encontrarnos
siempre
frente a nuestros
cansados
huesos
del desierto.
en el reverso de la luna escribe Campus
luz sobre sin luz
le ha caído un niño en la mano vieja
de donde han salido a caminar
sin destino
sus versos
como quien busca en la casa vacía
el juguete escondido hace mucho tiempo.
trovadores de piedra
1.
puse una puerta
en el poema
para que una palabra
pudiera abrirla y matarlo.
¡no resultó!
todo en él
sigue vivo
y ahora
me persigue un cuchillo.
2.
hogar de arena que molió la piedra
la espina llorando su invierno
y el sol
¡siempre el sol!
o el camino herido por la sed
correr
correr
y correr
delante del diablo.
3.
en mi casa de adobe vivo en el mar de arenas
el sol guía la piedra y el hambre muerde el cordón
de la vereda
aquí la fiesta tiene cantores que se abrazan
se alejan lejanos entre los campos del vino
y por él
vuelven
vuelven siempre al amor.
4.
cada bar es una herida acostumbrada
el dolor naufraga
el almuerzo se enfría
los muertos se cuentan por botellas
algunos cuelgan de las paredes
en fotografías
nadie recuerda quién era.
Damián López
atravieso la plaza
(virtud e inercia exclusiva de las diagonales)
un manojo de perros se disputa la vigilia
no saben que un montón de faroles no harían un sol
ni aunque ese fuera su propósito
alguien duerme a medias el hambre
(sueño de dignidad
los labios amoratados de gritos muertos)
las ranas de la fuente vomitan su gracia
los ángeles de la fuente cantan de espaldas
la gente se muere de bolsillos vacíos y de progreso legítimo
la gente se muere de terrenos usurpados y de hogares gratuitos
la gente se muere de veneno extranjero y de miseria corriente
la gente se muere de gestióncomprobada y cuántasestaránrobando
la gente se muere de palabra muerta y silencio sospechoso
la gente se muere de transparencia redistribuida
la gente se muere de recuerdo necesario y borrónycuentanueva
la gente se muere de morirse con los puños indecisos
la gente se muere de Verdad inaccesible
la gente se muere de desconfianza crónica
la plena desnudez del invierno
nos dejó la paranoia desabrigada y con pocas opciones
convendría a lo mejor la práctica minuciosa del encierro
pero los jirones desparramados de nuestra presencia
se transfiguran y nos salen al cruce por entre los platos sucios
y el aire amontonado en los pliegues de la luz
(mis sábanas supuran el vaho de la hora pico
y hay tantos transeúntes flotando en esta sala
que yo mismo soy las veredas atestadas de regreso
las campanadas de la catedral
la agitada inercia de los traslados)
no ceden los ladridos en las puertas/ y se cansan los párpados
de impregnarse con la persistencia de las paredes
habría que reventar de tanta procesión regurgitada
explotar desde el vientre
y salpicar los tiempos superpuestos
esos recuerdos que se esconden entre los mosaicos
como el agua muerta de la última lluvia
o los afiches de cristo y maradona vendidos desde el piso
(ser la mancha furtiva en la entrepierna de la memoria
una irrupción de pudor y de asco en el largo de sus pasos)
pero ahora los colectivos tienen cortinitas
y abombarse cada día cuesta menos
y yo que quería mirarte en los ojos
y no puedo sacarme esta cosa de los pantalones
seguramente
en la parte de atrás hay un patio/ donde las señoras
toman mate con sus fantasmas y los animales
se echan panza arriba para la premonición
(en cualquier momento se desata la tormenta
que hace rato nos viene castigando)
en las macetas seguramente
las raíces se estiran ilusas buscando un terrón negado
y en el living las fotos se apilan sobre el polvo
mientras ven pasar la gente muerta
que posa indefinidamente ante la nada
hay miradas que transcurren
seguramente/ en la trastienda de los frentes
huesos ficticios/ elementos sutiles de un paisaje
que observan las grietas
y sospechan que afuera
salgo al otoño
como galope cansado sobre una veta del cielo
en el espesor de estas horas no habita
la habitual monocromía de las postales
pero la piel de la tarde tiene fisuras
y el sol se desangra sobre un silencio fingido
poblándome la retina de pulsiones legítimas
venas hinchadas de espanto y urgencia
que florecen en un paisaje siempre alejándose
sólo pájaros despojados de volumen
en la magra simulación de la mirada
Martín Pucheta
RESULTA TU SEXO
Si yo sumara
ese gato y esa flor
en este preciso momento
con este clima y esta luz,
en fin
en el estado actual
de mi ser total con el mundo,
la suma
exactamente
me daría tu sexo,
y se armaría un desastre en el jardín:
un invierno amontonado de primavera,
un caracol que se vuelve gigante
con los ojos de fuego,
el nacimiento de mandarinas
por el ombligo de la naranja,
y un olor a beso en todas las manzanas,
que aunque restara el chancho
y la sombra del sauce
y dividiera por todas las hormigas,
me quedaría
igualmente
todo el lugar degenerado
hasta que vuelva a llover
con poder de arco iris.
EL VIENTO
Un árbol de aire,
para irse va creciéndose
son ramas rapidísimas
y dejan
la raíz de su estela.
De vegetal transparente
un ángel, de vibración mineral
en las hojas de luz.
Dinámico fantasma, es todo
nacerse y fugarse.
EL INSUFRIBLE
Cruza un caballo a lo loco.
Salpica las pupilas.
Acelera el viento de las hojas.
Se arquea, da coces y relincha.
Quiere desprenderse de la rémora,
arrancarse al jinete maldito.
Se afirma la estrella en la sangre,
el brillo de la espuela.
Quiere su cara contra el lodo,
quiere que burbujeen
como sapos los pulmones,
que aletee y desespere
en sus párpados la luz.
Es como si echara raíces
en su carne, el insufrible.
Le baja un relámpago la guasca.
Se ablanda el cuero. Se arde.
El ritmo del poema es un caballo
que prueba la destreza de la imagen.
Salpica el viento.
Se clava en la sangre.
CASTIDAD
Seré puto,
pero soy un puto virgen,
un místico maricón.
Y si ahora me crece el culo,
me crece hasta el cielo.
ANGUSTIA
Tu belleza me hace
sentir que me hace
falta
un culo más.
ARCO
Puteada
punta de flecha
que se clava
en el blanco
corazón
de la belleza.
MATARON A MIRTHA LEGRAND
Mataron a Mirtha Legrand. La mataron.
Un balazo al corazón en pleno almuerzo
sobre en mano.
“Toda la familia argentina lo vio”.
Cayó de boca al plato
con los ojos desiertos y claros.
Los ojos de los muertos son siempre
cielos desiertos y claros.
Bebieron de la sopa los ojos abiertos,
cabellos de ángel es lo último que vieron,
lo primero.
Mataron en vivo a Mirtha Legrand.
Cayó en la sopa con los ojos.
Mataron de un tiro a Mirtha
arriba del plato,
en la hora del puchero y el caviar.
Se quedaron helados Nicole y Cubero.
Sólo Alfredo se paró
tirando la silla.
Y Nicole se desmayó sobre Cubero.
“Toda la familia argentina lo gritó”,
parecía el grito de un gol desde lejos
el oscuro gol de un dios Antidiego.
Mataron en directo a Mirtha Legrand.
Balazo y a la sopa.
Directo al corazón con los ojos
“Chiquita” y la “Familia”.
Las cámaras cortaron enseguida
y mandaron una tanda.
Pero quedaron los ojos de Mirtha
en toda la pantalla.
Un ojo cuadrado con cielo de Mirtha
la pantalla.
Mataron a Mirtha Legrand. La mataron, che.
Los ojos en la sopa fría.
Los ojos fríos en la sopa del cielo.
Clarissa Reggiani
VACIOS
Celos como espinas de pescado
aviones en la tormenta
la persiana metálica se golpea
el de la radio se pierde en el aire
huele a aceite quemado
caen dientes quebrados por esa verdad
el milico de tus ojos me revisa
y se recuestan las botellas
ya vacías
xx
Mezcla de ronroneo y arañazo humano
volvías espontáneo
¿busco uno?
el forro en la mano,
entre tu pelo se extinguían las guerras sangrientas
del mundo
revivimos a John y Yoko por un rato
ahora que lo pienso
en el plato vacío
dejaste
un disco
Fue
Tu calor fue la luz de un microondas
un fernet desteñido y una sombra profunda
casi tan amarga
como el ángel de la noche
jugando solitario con un naipe a oscuras
dando vueltas por la casa
cuando alguien
se ha ido
fuiste la persecución de diablos vestidos de rock
y aburridos como covers mal logrados
desafinaste el intento y la risa se hizo
templo sin vitraux, sin pasillos
tus testigos arruinaban mis descansos
y al fin se extinguió tu nombre
voluble en el celular sangrado se revuelven
números como luces en fachadas
señales de auxilio o navidad banal
No sos la entrada a la fiesta
las cuatro cuerdas del mundo donde lanzar ropajes
ni un souvenir sonoro,
más bien resaca
de otro verano ordinario que
se apaga
virus
Me llené de virus
viendo páginas porno
y ya no supe distinguir lo virtual
Lo real.
El técnico el doctor el calor
Me perdí.
Así
la vieja de los pájaros
se ve blanca
sin una botella bajo el brazo
prefiero estar así
no poder caminar
con la vecina que hace compras
y elige cáscaras como destino
pide cortes con grasa
que le divierte la panza,
esa curva
que no tomó
el charol.
ASI DUOS
Si Martha Minujín y Charly García
Tuvieran un hijo; así quiero ser
Árboles psicodélicos, techos psicodélicos
Pasto azul, o blanco o verde
Sombrillas y todo, todo, todo dando vueltas
Como es todo
Tumbas de la gloria
Las mujeres no deben tener sexo ocasional
Las mujeres no tienen que pensar en la cama
Las mujeres siempre están en cana
Son esposas o las manos
De plástico o se deshojan
Y aún
vuelan polleras al viento
chorrean encanto
desde su tumba florida
Facebook y la foto del tercer grado
Pierdo tiempo digo
frente a esta pantalla
reencontrando amigos de la infancia
con los que jugaba al fútbol
cuando ser mujer no era un trabajo
el ocio pateaba la palabra útil desinflada
al medio de la calle
Los rayos de sol eran goles en arcos improvisados
mancha o escondidas libres por las calles
sonaban más gorriones que alarmas en el centro
lo grave era el verso del viejo de la bolsa
y el peligro caries bien ganadas.
A Carlitos, el primero de la fila, una lo echó con lo puesto
por eso escaneé la foto del grado (ahí va vía facebook) a cambio de una actual.
no puedo imaginarlo crecido a base de coca cola, hamburguesas, huevos fritos
y el choripan de la cancha.
La vieja puteaba como camionera
y el padre que se fue temprano
los domingos aún lo acompaña desde
la platea más alta alentando a Cipo
siempre de visitante.
Lo terrible es esa foto
me distrajo todo el día, el brillo
que en un punto me retiene:
las chicas de tercer grado y Yo ¿yo?
y mis rodillas sucias
obsesiva como la historia con la mona lisa
parecen ser nomás
las alas perdidas
Las que brillaron en aquel recreo
el deseado timbre, mitad de la galería
las nenas mostraban las muñecas
y los chicos apuraban “que ya empieza el partido”
asumí la duda y cruce la puerta
volando hasta el arco
Ahora que no salto las sogas, ni defiendo tan bien
al alma de las modas
sospecho hacer goles en contra
ni me aguanto llorar las heridas
o rascar las cascaritas
esa voz grita del fondo
que somos del mismo equipo
que hay tiempo para otra jugada.
Karina Maranesi
La Pantalla
es un Todo Ver de Ciegos
Oculta lo que muestra
calla lo que dice
Balas, choques espectaculares,
dramas al instante,
sangre de utilería,
amores plásticos,
realyties ficticios.
Callos en la sensibilidad.
Apagar los ruidos
para tratar de Ver.
Cámara lenta.
Zoom detenido.
Tal vez encontremos
camino de regreso a casa
siguiendo miguitas
en el silencio del bosque.
***
Acuna al niño que fue,
se mece en un salmo sin palabras.
Extraña los dos pilares
tras su espalda,
la sombra que le prestaban
a las pesadillas
que caldean la noche.
El pecho ancho, la voz ruda,
las suaves manos, el ir y venir de ella.
El mandala,
refugio circular
de mesa, platos y almas.
Ahora habita un país de orfandad
con otros desterrados,
a veces llora hacia adentro
sin mencionar el caso.
comparte con otros desterrados
como él
***
Cielo carbono
rajado en franjas naranjas
un sofá en la calle
bosteza sueño de eternidad
gritos se venden en diarios, radios, televisores
contrastan con el pasquín "posta"
que enuncian con modestia
la verdulera y la clientela.
Ellas y nosotros sabemos
que en el mantel de las palabras
muchos se limpian las manos sucias
sin haber leído a Lacan.
42
Entra en mí
En este hueco de costilla
Que devolví
Al primer Adán
Entra en mí
He armado una choza
Con los días
Vacíos de mi vientre
Dame un mendrugo
Una flor sexual de tierra
Su tallo
Entra un rato
Haz el truco sin temores
Que desde antes de engendrar ilusiones
Ya aprendí a desembarazarme de ellas.
Juan Andrés Despouy
Muerte fabulosa de los caballos
Mañana matarán a los caballos / Les abrirán las fauces y colgarán sus relinchos
en la plaza pública / Poco sirvieron nuestras marchas contra el cielo / El fallo
parece inapelable / Los ladrilleros sostienen que si esto sucede no habrá más
pisaderos / Los pantanos y el barro se ahogarán contra la tierra y volveremos al
tiempo de las piedras / El mundo será más pesado y menos posible / Los jinetes
advierten que los galopes se volverán plagas sobre los campos / Que los caminos
se cubrirán de crines filosas y amarillas // Es posible que suceda cualquier cosa /
Estamos a la buena de un dios que ha preferido siempre los pájaros y los camellos
/ Estamos desesperados/ Por nuestro bien no deberíamos permitirlo / Sin caballos
se habrá extinguido todo lo creado a su imagen y semejanza / Habrá que
acostumbrarse a la muerte acechando las calesitas / A los lienzos ecuestres
manchados de sangre / A los relinchos en pena / A los circos criollos asediados
por fantasmas cuadrúpedos / A las herraduras abandonadas sobre la arena / Al luto
de Calígula y la tardanza de Atila / Habrá que cerrar los ojos y llorar caballos
hacia adentro / Evitar el dolor de los más pequeños / Que no sabrán cómo ni
dónde esconder sus palos de escobas condenados al matadero.
Bernarda Parral
La Ventanilla
Me llegó tu olor, mirando de costado por la ventanilla del tren.
Esa mezcla de regurgitación ácida
de vereda de conurbano.
Esa imagen de cáscaras de naranja
manchando el tejido fino.
No puedo aun construir un pensamiento constructivo
y venís así,
sin permiso
con tu maldita autoridad
a pegarte en estos poros de las fosas nasales
sin la misericordia del perdón,
a dejarme en deuda con las cuotas de las preguntas
que bajan
donde no hay más
que un asqueroso envase de Axe turquesa
casi a la mitad.
Acabado Mate
Había un cartel con personas adentro
que quedaron paradas de este lado,
circulares
simulados de color a sombras.
65 letras decodificadas
parecidas a un insulto injusto
por haber nacido.
Y de mi boca salía refresco
de barniz,
secando el –(se)-A- cabado mate
cuando me acerqué a abrir la puerta
con un manojo de pendientes
para que te fueras…
La Rosa de Hiroshima
Con el documento,
no hay prueba certera
de ninguna identificación filiatoria.
Te vi parado
en la mitad del camino
por el cual se ingresa a la casa.
En una mano, una rosa,
En la otra,
buscando el bolsillo izquierdo
de tu pantalón recién lavado,
un necio apuro por cerrar la tapa
llena de números
y una foto borrada,
porque una nube amenazante,
cargada de gasoil y agua sucia y naftalinas
caería,
seguramente,
sobre ese pequeño librito autorizado
a dar el nombre,
el apellido,
la altura de la calle donde se vive,
pero,
no aseguro,
en lo más mínimo,
que pudiste dar vuelta el paquete con las flores,
dejar unos cuantos pétalos
arrinconados para después,
cortar desconsideradamente los tallos,
y hacerme tragar
con lentitud,
todas las espinas… 26.09.10
Apretate bien fuerte los párpados con los dedos
quedate unos segundos
sin soltar.
A medida que la presión ejercida
disminuye,
con los ojos aún cerrados
se verá una sucesión increíble
de puntos móviles.
Sólo puntos.
Hay puntos alineados,
algunos cierran las oraciones,
otros son sucesivos,
se repiten hasta armar
lo que se denomina una recta
y si a la recta la doblás
en distintas direcciones,
la geometría
la designa de distinta manera:
bisectriz
perpendicular,
angulación,
escuadra.
Así hasta llegar al absoluto del infinito,
donde está Dios,
que, cuando tiene náuseas
vomita bilis amarilla,
tan perfectamente alineada
que es imposible correrse
en otra dirección,
para que no te salpique de su descompostura.
Creo que,
en ese punto,
Se encuentra el punto final…
27.09.10
Azul bipolar
Las manchas de la pared no se esconden.
No se cubre el azul
que pintaste esa mañana.
Queda un hoyo blanco
en cada mota
que se destiñe al intentar taparlo.
Queda entre esas capas,
la figura de una cara
cortada al ras,
marcada
por la navaja de una despedida
con 4 curitas metalizadas
de ésas
que no se compran en los kioscos,
las que resuelven,
momentáneamente
apretar las cicatrices,
del ácido sulfúrico
que mareó el color,
el primitivo,
que miró para atrás,
en esa esquina,
preguntándose,
con el mapa en la mano,
hasta dónde
se podría dirigir
en esas condiciones…
INDIGESTION
Hay sabores a sal
que no se toleran normalmente.
Producen flatulencias,
meteorismo
y demás molestias gástricas
no recomendadas
en los prospectos farmacéuticos
ni
en los últimos tratados de la OMS
cargárselos encima.
En algunos casos clínicos
se observó
que se debilita la respiración.
No hace bien
empacharse de fantasmas,
si te los querés comer de una,
los cretinos portan cara :
flan con dulce de leche casero,
y,
al ingerirlos
apresuradamente,
producen
un gran cólico intestinal,
se altera el ritmo evacuatorio,
y
se termina comiendo al plato
una buena ración
de propia mierda
todavía,
no muy bien digerida…
30.9.10
Matías Castagnino
Y LA PARCA VA
Volviste en sí después de la brutal ceguera
dedos rojos en la pared
te recordaron los restos del torbellino.
Qué sombra, qué espirales, qué desvelo.
El alivio llano
tras veinte meses en la cloaca.
Las quemaduras y las amenazas
ahora son como inocentes navajas
pero del otro lado del valle.
Vos estás, atraviesas, pagas caro
los minutos ciegos.
Ya no más la doble personalidad endiablada
ante los invitados los espejos.
Un trágico error de cálculo y confianza.
Es el acantilado al borde de la ley.
Nunca más volver al jardincito del fondo
desde que los yuyos y la cal
crecieron en su pecho.
Abismo entreabierto y tan de repente
esa instintiva densa filosa noche.-
Y EL HAMBRE PERDERA SU REINO
Y el hambre perderá su reino
abdicando la sangre de aquel borde filoso.
El número mezquino en la mano asesina
será el mismo puñal pero en otras direcciones.
A los cielos de rotos estómagos caerse verás,
la lluvia bilial no regará de amarillo la pantalla
y el hambre perderá su reino.
Y el hambre perderá su reino
en instantáneos milagros de panes y peces
desde el éter y por el artefacto.
Desear será tener y el vil metal una pieza de museo.
Como el polvo de estrella
que dio piel y pensamiento
la poesía abrirá los pechos
sacudiendo las alamedas con una luz incontenible.
Parecerá el día, pero todavía quizás no,
y el hambre perderá su reino.
Y el hambre perderá su reino,
su baba del diablo, su repugnancia satelital.
El silencio aterrador aturdirá con ecos
de un tiempo que nos marcó.
La esclavitud de la migaja
habrá partido el espinazo
y al gusano que carcome el cerebro corrupto,
el lóbulo empresarial.
Moscas que revolotearon
la callada espera famélica
y raquíticas extremidades partidas
en el umbral de tu antigua casa.
Catástrofe, estallido o un precipitado devenir
de átomos domesticados,
pero el hambre perderá su reino.-
NO SE... TU FE
No sé qué sombra oculta
es la que densifica el aire
noche que me acorralara
tan traidora como estacas.
Te deseo, no sé...
con descaro y en interregnos habituales.
Mi guerrera celta al trote
bajo la lluvia clara.
El trinar traes, de lo siempre novedoso
pero yo no sé qué abismo remoto
comprueba la inmensidad del absurdo.
La forma de un querer
con todavía el sabor
del beso que olvidaste
pero la sensación de guardar algo,
de perderte, de miseria.
Por evitar antes un ya cómodo no pensar
añoro como todo lo que respira.
Ahí va el número de refilón
para que la hondura de tu matriz más pura
devele esas mesetas inéditas.
El fango tan temido
tus muslos rotundos
las ojeras cárdenas
y dos brazos en que caer.
Acá viene satelital el corazón
como un sinfín de arrope
para los ojos inmóviles.
Tiempo colmado de palabras
palabras suaves como brisas
brisas ansiadas en tu regreso.
EL ARTE DE LOS GRISES
De aprender a amar y amar
fui palpando el arte de los grises.
Con el mirar de los ojos relativos
lo que ayer fue agravio
ahora lo bebo como edulcorado.
La bilis de la agenda como guía
y el día en su circuito medular,
de querer palpar, palpar la tregua
el sur menopáusico,
el negro y blanco entrecruzado.
A la hora de las maitines tu plegaria
de saber cambiar, cambiar
a un devoto y a los faros de costa.
Con el sutil roce de tu no hacer nada
viraste imperceptible este rumbo,
adulteraste la hoja de ruta,
usurpaste el astrolabio.
Las colas urbanas son un cultivo de quejas,
frenadas e insulto
por montar, montar el pulso ciudadano.
Sensible de mirar paupérrimos pesares
sabré fundir y ahondar
el blanco y la negrura,
extremos que se buscan
en una curvatura de luces circulares:
la artesanía del gris.
Alfonso García
Digamos
Que las cruces están mal paridas
o bien hechas de adorno
como del barro que brilla por debajo
Tal vez
que creer no es lo mismo que sentir
y sentir a veces es tan confuso
saber es otra cosa
Verde sería
si usásemos la punta de los labios
un poco más para demostrar
y mucho menos para decir.
Pero estaba que decía
Los astros son de día
a la noche sólo saben los gatos
Mientras se juntan cadáveres
a tentar sinfonías
Vuelven los juguetes de los 80
el niño que no dejé de ser
se enjuaga la cara con una sonrisa
se chupa el dedo y se persigna
Algunas cruces son de lágrimas.
Otoño
es la vuelta enredadera
de cuestiones que camuflan
la estación para permitir
que el sabor de la melancolía
bañe varias tardes de espera
es la razón de los extraviados
para sentirse en casa,
sobre todo los domingos
otoño es el jugo de tus pupilas
mi elíxir
la escritura del cuerpo
con los primeros fríos
las hojas vencidas,
la desnudez del árbol
Otoño es extrañarte
mi pequeña primavera.
De la noche 5
la oscuridad como gajos
de una ceremonia impoluta;
o la otra medida del día
la ventana como ojo
que mira los ojos de la noche
que iluminan la otredad
las sombras multiplicadas,
las de los andares imperfectos
o esas que se acumulan en los rincones
mis huesos se preguntan
cuánta será la sal que se exponga
en las horas que se avecinan.
para A!
Carnes que deambulan
corroyendo al tiempo,
haciendo de los mil infinitos
hijos bastardos de los deseos
las distancias que se escriben
entre las pieles que se arrugan
los ojos verdes en mi memoria
de mis recuerdos de tu mirada
aquella
que mira a la cámara esa
que saca la foto ésta
que yo observo
y entre todas las horas que pasan
en todos los pasos hasta vos
voy construyendo toda esta fantasía
que se desarmará al abrazarte de verdad.
Antología ENIE 2010
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  • 1. Encuentro Nacional Itinerantes de Escritores Mendoza 2010 Antología de escritores participantes ● Narrativa y Poesía
  • 2. Chocadores de cabezas La presente antología de textos literarios está integrada por la producción de autores que asistirán al Encuentro Nacional Itinerante de Escritores, a realizarse en Mendoza durante los días 5, 6 y 7 de noviembre de 2010. También se encuentran compendiados trabajos pertenecientes a escritores que vienen participando de los múltiples encuentros –in situ y virtuales– que propone el ENIE desde sus inicios, pero que, por razones particulares, no podrán asistir a esta tercera celebración itinerante. Sucede algo curioso en este sumario. Pienso en cómo se gestó la movida y cómo ha seguido curso por curiosos meandros, y se me ocurren pensamientos de muy diversa índole. A partir de esta bola de nieve hermosa, este recorte de recortes y restos bellos entre risas y choques de cabeza/de amor, tiro una punta de discusión sobre la mesa: tanto en poesía como en prosa predomina en abundancia la primera persona. Tanto que no puedo considerarla como un recurso, sino, más bien, como una toma de posición para decir. También he visto relinchos y vuelos y viajes dando vueltas. Dejo todo picando. Después, no hay nada que explicar de los textos compendiados. Más allá de las diferencias estéticas y estilísticas, de procedencia o de intención, todos ellos se vinculan, como ya dije –y no me asombra–, por la relación de honestidad que guardan con los asuntos que los provocan. Por su Honestidad, sin más. Al mismo tiempo, el privilegio con el que cuentan y van a contar sus autores es la posibilidad de la discusión inmediata o por Internet. Desde el primer ENIE hasta la fecha, la mayoría de nosotros ha charlado y comentado sus textos con los demás de un modo sumamente provechoso. Los que se prenden ahora ya lo van a hacer. Y ésta es otra de las características del ENIE: en ocasiones ha funcionado como una rara especie de charla literaria sin límites ni apremios de llegada. Con amistad y puesta en práctica informal. Y con mucho humor del bueno, por supuesto. Lo que no se dice está también ahí, aguardando por ser descubierto. Quiero destacar ahora la gracia del rejunte bajo la tutela del cariño y la creación. Cariño y creación. Suena mejor que muchas otras disquisiciones. Listo entonces, acabo de hallar lo que trataba de decir. Pasen y vean, transiten el bosque de símbolos que acá se ofrece y “cojan a gusto”, como profesa el Tony. Tomás Watkins Neuquén, 24 de octubre de 2010 (21:09)
  • 4. Del Tanatorio a la plaza (ida y vuelta) Mi abuela Clementina murió en la madrugada del 2 de febrero de 1999, y al día siguiente la velamos en “La Piedad”. No hubo nada excepcional en ambos actos, y todo lo esperable de un velorio en Barranqueras sucedió: calor, moscas, lágrimas, poco negro, gaseosas, hielo, pañuelos, abrazos...etc. conjugados. En plena siesta, tras los vidrios ahumados de la funeraria, me puse a observar la indiferencia de unos niños, que sin obedecer los chicotazos del sol jugaban en la placita, se torcían entre máquinas de hierro, madera y cadenas, sin percatarse del velorio de enfrente. Pensé que también a esa edad la muerte me atraía menos que el tobogán. Pensé además, algo intrigado, a qué cabeza se le habrá ocurrido poner una funeraria frente a la plaza. Ella había llegado a los 80 años con una lucidez indiscutible. Pero a partir del incidente en la cocina -quiso hacer chipacitos con jabón en polvo- las opiniones respecto de su salud mental fueron opuestas. Por un lado mi tío, el facultativo, trató de convencernos de que la vida de Clementina no se había oscurecido, sino que simplemente se convirtió en la voluntad de un poeta surrealista. “Mente lúcida” es sólo un decir de la convención –decía él siempre muy didáctico-, porque una mente nunca deja de dar luz. Y para ella que ve, y exige que saluden, a los caballitos y duendes azules del baldío, no es una falta de claridad ni una representación invisible de lo real –explicaba el tío sapiente de la familia-. Como tampoco es imposible para ella que la fotografía de su primer marido muerto esté a dieta, y que se niegue a beber las cucharadas de agua dulce que le derrama sobre la boca, sólo por cuidar su silueta y dimensión; por eso le dice “comé papito que te vas a morir”. El desorden - deben aceptarlo todos de una vez- no es si no el orden que no deseamos, remataba el tío ininteligible. Pero por otro lado, mi mamá pensaba que la vida de su suegra más que una voluntad surrealista era un cuento de terror; de terror para ella por supuesto que tenía que sufrirla. Y decía que el colesterol, y toda la grasa del cuerito del pollo que tapona el cerebro, puede hacernos hablar como locos frente al espejo; puede convertirnos en dementes como mi abuela que frente al espejo del ropero se pasaba horas hablándole a su reflejo, con palabras y gestos amables le ordenaba a su imagen que la acompañe a dormir y, tras hacer unos pasos de tortuga sin ser escoltada, se volvía irritadísima al espejo para increpar y arañar el reflejo retobado del vidrio, que no quería acompañarla a dormir, y le negaba así el sueño. Entre la idea de mi tío y la de mi madre; poesía surrealista y cuento de terror, había un hecho que estaba más allá de los juicios estéticos: la vieja con sus manos trituraba su propia caca y la imprimía en los azulejos verdes del baño. Azulejos que mi madre se sacrificaba en verdear constantemente, de ahí su terror. Esto pasma a cualquiera, pero ahora que lo pienso -lejos de su olor y con mi madre menos aterrorizada- me doy cuenta de cómo trabajó su mente. El entendimiento había llegado al fin del proceso, y lo evidenciaba liberándose del rechazo común que expresa cualquier humano ante lo escatológico. Le había perdido el miedo a la muerte. Dos años vivió así, y creo que debe continuar su mente flotando en lo ilimitado de la imaginación, ni se habrá enterado aún de la muerte del cuerpo. De ese cuerpo que estaba ahí, entre luz violeta y perfume floral, muy cómodo y sonriente, pareciendo disfrutar de nuestras lágrimas que brotaban encimadas por el sudor de la frente. Esta es su última burla dijo mi mamá de su suegra y sonrió.
  • 5. Aunque no lo creyera llegaron las 10 de la noche y con ellas mi hermana. Interpreté su aparición como un relevo y salí cabizbajo. Y cabizbajo atravesaba la plaza cuando escuché un chiflido proveniente del extremo oscuro del puentecito, levanté y volteé la cabeza y ahí estaban empinando la botellita marrón los pibes del barrio. Nunca supe qué decir ante la muerte, sólo la sumerjo en alcohol hasta que vuelve a reflotar. Nada les dije. Ellos habían volteado unas siete u ochos cervezas y conmigo llegaron a las diez. Querían, y yo empezaba a querer, voltear más: Pero la guita no había. La décima alcanzamos con monedas que brotaron de la nada, de bolsillos ocultos, y del temor de transeúntes que soltaron su cambio al olfatear una amenaza en nuestro aliento. Yo miré esas monedas y pensé en arrojar una a la fuente, para que mi abuela tenga con que pagar el aventón de Caronte, pero los vagos de seguro me hubieran mandado al mismísimo infierno si osaba hacerlo. Me hubiesen empujado a la fuente para que busque entre sapos, tortugas y agua verde la monedita ofrendada. Y como yo no era ni pienso ser ningún héroe, sólo dejé el pensamiento rondar mi cráneo. No sabíamos de dónde sacar más monedas, ya eran las 12 y la gente mengua a esa hora. Y Mucha mucha era nuestra sed. Voy a buscar unos pesos a lo de “Marisa” dijo envalentonándose Chori. Quién es Marisa pregunté al sentir el titubeo con que pronunció el nombre. Este no le conoce a Marisa, ya te vamos a hacer pata con Marisa se burló el Pija. Marisa es Leguisa, Marcelo Leguisa explicó por lo bajo y tosiendo el Rata. Ahh... che pero allá está Peco en “El Profe” advertí al interpretar el plan y planeando también. Pija se acercó a la hamburguesería y, frente a las dos chicas con que estaba Peco, le anunció que el Rata quería hablar con él, ahí en la placita. Peco asintió y miró hacia donde estábamos. Se paró y comenzó a seguir al Pija que sin vacilaciones lo condujo hacia el lado oscuro de la plaza, frente al jardincito, y desde allí chifló al Rata. El Rata fue seco y el Pija vino con diez pesos, compramos otra cerveza y bebiendo esperamos al Rata y a Chori. Yo ya ni pensaba en la muerte hasta que apareció el Rata con sangre en la mano. El puto me cagó encima, me ensució toda la gamba y me dejó un olor a podrido. Olé y extendió su mano ensangrentada Lo cagué a trompadas para que aprenda el hijo de puta...ahí quedó tirado... Yo estuve a punto reírme, no por la desgracia de Peco; leche y sangre son inherentes a su vida, sino por recordar la maldad de mi abuela. Pero en eso apareció Chori con un cincuenta pesos abollado en su puño. Viva Marisa gritó, VIVA MARISA gritamos. Eso era la vida, un recreo abrupto en una plaza. Era ir a jugar, revolcarse en el barro y volver al baño del espíritu. La muerte se hundió y extravió en la inconciencia. Chupamos hasta que el amanecer borró las pocas luces de la placita. A las siete, cuando ya estaba lista la fila de autos negros, y los llantos me atrajeron, volví al tanatorio para despedir, sin nada de sobriedad, el cuerpo de mi abuela, la vieja que vivió dos años como en pedo, y que de seguro pudo haber imaginado todo esto. Tony Zalazar 11-11-06 ***********************************************
  • 6. Ante los ojos de un silencio expectante Por qué no cantar en el idioma humano, Tan lleno de místicas antiguas, Por mareas de sangre circulado, Difícil y diverso, mutable y extraño, Para que el obrero comprenda nuestro canto Y el campesino después de la cosecha Y el profesor universitario, y el niño Y la joven casada y el anciano… Antonio E. Agüero No ha de ser casualidad que para tomar las palabras de un poeta, lo hagamos citando a otro; porque el hecho de estar ante los ojos de un silencio expectante, nos obliga a nosotros, los escritores, a tomar nuestra ave más bella y lanzarla al aire esperanzados en su poder intacto… la palabra escrita. No creo que las palabras de Antonio E. Agüero necesiten de las mías para dar la introducción necesaria al adentrarnos en el texto “La supersticiosa ética del lector” que Jorge Luis Borges escribiera en 1930 y luego saliese publicado en su libro “Discusión”; el mencionado texto finaliza con el siguiente párrafo: “Releo estas negaciones y pienso: ignoro si la música sabe desesperar de la música y si el mármol del mármol, pero la literatura es un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin.” Si bien este texto no tiene un alto valor literario en la plenitud de la obra borgeana, lo tiene a partir de su visión tan actual a nuestros días y como ya analizaremos en la primera parte, la realidad nos enmarca en una situación a analizar no sólo desde el número y el porcentaje de los índices de lectura y alfabetización; este texto posee la magia de “cierta premonición”… y en voz baja lo pondremos a prueba. Borges comienza diciéndonos que “La condición indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales…”, y más allá del hecho preciso al cual nos abocaremos más adelante, el estilo de escritores antes que de escritura, hay en esta oración una palabra que parece extraída de un manual de marketing: “atraer”. Y aquí comienza nuestro camino, donde podríamos decir que la atracción de un objeto u actividad cualquiera, en lo que respecta a nuestra sensibilidad humana, está dada por aquello que nos sensibiliza y nos deja al descubierto los sentimientos más puros o reales o palpables; la necesidad explicita que nos “atrae” a realizar algo u obtener algo de nuestra agrado y nos hace sentir bien, yendo más allá de lo trivial que
  • 7. pudiese ser esto; y podemos simplificarlo con una terminología bastante actual… “un cable a tierra”. Hoy, este llamado cable a tierra suelen ser cosas diversas en su contenido y actividad pero que por lo general entretienen, divierten. Entre ellas aglomero a todas las cosas que logran su cometido aquí, no así la literatura. Durante muchos siglos el acceso a los libros era un placer de elite y podríamos decir que el hecho de saber leer ya colocaba a una persona en un plano más alto que el resto, con el tiempo y mayor cantidad de gente alfabetizada se convirtió en el entretenimiento personal por excelencia y fue así hasta la llegada de la tecnología del entretenimiento al centro de los hogares; de allí en más la lectura por ocio o entretenimiento o ingenuidad como nos lo dice Borges “…ya no van quedando lectores en el sentido ingenuo de la palabra,…” fue desapareciendo hasta convertirse en algo que casi no se ve, o se encuentra esporádicamente. Si nos situamos en nuestra clase media, veremos con amplia mayoría que el hecho de plantearse la compra de un libro por el hecho simple de leer ya es un tema que no tiene cabida, mucho menos que durante determinado momento del día o alguna vez, de vez en cuando se teja una charla en torno a algún libro que se leyó. De esta manera podemos afirmar que la lectura como forma de entretenimiento ha perdido la batalla en el tiempo con la tecnología de la diversión o entretenimiento. Ahora, si como dice Borges nuestras letras han perdido su capacidad de atracción y sigue luego… “Los que adolecen de esta superstición entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de puntuación y de su sintaxis. Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscan tecniquerías (la palabra es de Miguel de Unamuno) que les informaran si lo escrito tiene el derecho o no de agradarles…. Es decir, no se fijan en la eficacia del mecanismo, sino en la disposición de sus partes. Subordinan la emoción a la ética, a una etiqueta indiscutida más bien. Se ha generalizado tanto esa inhibición que ya no van quedando lectores, en el sentido ingenuo de la palabra, sino que todos son críticos potenciales.” Esta claro que ésta pérdida esta mayormente dada, en primer lugar por la falta de incentivación a la lectura por placer y luego por los condicionamientos a los que se afrentan los escritores que creen en la emoción de sus palabras muchas veces en contra de críticos estilistas y los escritores condescendientes para con estos críticos, supongo en un afán de pertenecer al canon literario tan cambiante como los vientos del entretenimiento; entonces…Los escritores hemos de abdicar nuestra imaginación al estilo marcado o cánones que nos determinen la “belleza” de nuestros textos; de ser así, para qué escribimos y con que libertad lo hacemos?... Hace un tiempo largo un poeta me dijo que no me preguntara por qué escribo, sino que simplemente lo hiciese, dejara fluir esa “energía”, que dejara en sus manos mi intención y yo fuera su instrumento; pero es casi imposible el no preguntarse tamaña cosa o investigar al menos esa pregunta, ya que ella reside en lo propio del escritor. Si pensamos que la palabra escrita (en cualquier tipo de formato) es el método de comunicación por excelencia y la literatura su expresión más bella, podríamos decir que el porqué de escribir es el hecho de comunicar nuestra expresión de una forma bella. Sócrates, al emprender su búsqueda de saber si es o no una persona sabia, “interroga luego a los poetas, y observa que en sus poemas suelen decir cosas maravillosas, muy profundas y hermosas; pero que sin embargo, son incapaces de dar razón de lo que dicen, de explicarlo convenientemente, ni pueden tampoco aclarar por qué lo dicen. Y es que el poeta habla, pero a través de él hablan (según
  • 8. dicen los antiguos) las musas, las divinidades y no el mismo; el poeta es un inspirado y por ello ocurre frecuentemente que el sentido más profundo de lo que dice se le escapa, en tanto lo descubren los múltiples lectores e interpretes que vuelven una vez y otra sobre sus obras. Tampoco los poetas, entonces, merecen ser llamados sabios” y realmente descreo que algún escritor busque o goce de ser llamado “sabio”; aunque sí podemos reafirmar que la comunicación expresada a través de la escritura busca un ideal, una belleza propia, una flecha a la que no le baste el mismo cielo que siente para surcar su pasión. En este texto, que narra las búsquedas de Sócrates, nos encontramos con un par de cosas a definir en nuestra propia búsqueda o interrogantes: en cuanto a las musas o divinidades que hablan a través de él, creo no equivocarme al pensar en que esas musas o divinidades no son más que la voz interna del ser humano, es ese grito apagado que ronda en forma de murmullo alrededor del escritor; y de quién es ese grito humano? De todos y todo lo que rodea a éste; el escritor ve fluir, y abraza en su ser todos las formas de expresión que giran en torno suyo; cierta vez, mi padre me pregunta por ciertas características “tétricas” o demasiado mortuorias adoptadas por los escritores en sus textos, y realmente no me acuerdo que le respondí, pero hoy le puedo decir que escribir sobre una muerte o la muerte, no es más que hablar de nosotros, y lo que capaz miles de personas expresan en lágrimas que no alcanzan, un escritor lo plasma como parte de la vida; otro paso; el hecho de morir es un enigma desde los primeros hombres y tengamos o no religiones y ciencias, que nos expliquen el proceso, muy dentro nuestro sabemos que cada vez que nos toca cerca, se convergen en nuestro ser las más primitivas sensaciones de frío. Es más, muchas veces la muerte solo significa más vida y esto esta reflejado en muchísimos textos, pero la palabra muerte parece ser la que gana las batallas de la reacción. Entonces entramos a una segunda definición, “el sentido más profundo de lo que dice se le escapa, en tanto lo descubren los múltiples lectores e interpretes que vuelven una vez y otras sobre sus obras”. Es casi una regla que el texto debe mantenerse y defenderse por su propio peso, y es la propia interpretación del lector la que en trance con sus sentimientos afrontara inimaginables situaciones a través de la lectura del texto y de esta manera se hacen realidad dos decires importantísimos, uno “que una vez publicada una obra, ya no pertenece al escritor sino a quien la lee” y dos “la lectura nos da la libertad de pensamiento y sentir más grande que pueda generar la comunicación”; se hace necesario aclarar que no son pocas las veces que los libros persiguen una ideología, doctrina o tendencia premeditada a generar un pensamiento o sentir, pero es solamente el lector, quien va disentir o no de ello, y el poder de la elección es libertad. Y creo que esta es la libertad con la que se debe escribir Ahora yo me pregunto: por la capacidad de atracción del acto de leer, de la libertad que encierra el libro, ¿dónde esta la capacidad de atracción de la imaginación? Se ha perdido o simplemente está oculta? O tal vez no fue cultivada? No podemos despreciar el dato que hoy en día estamos con índice de alfabetización superior al 95% y que en los años 30 no ascendíamos a ese número ni tan siquiera estábamos cerca; ante lo que podemos decir que quizás la pregunta a responder es: ¿Por qué no fue cultivada la lectura? La Argentina ha sido cuna de grandes escritores en cuanta corriente y tema se pueda nombrar, y hasta fue y es, la cuna de una literatura propia, nacida en lo más recóndito de su sangre; la “literatura gauchesca”, reconocida y traducida por su importancia a varios idiomas, y nos da una imagen de la talla excelsa, de que este
  • 9. crisol de tierra, que es la Argentina, ha sabido tener en las entrañas de su pueblo, voces que trascendieron y transgredieron cuanta frontera existente les fuese impuesta. Una cultura dinamitada de ideas, un pueblo construido a partir de muchos pueblos, una sangre, un río, una enramada, una extensa plantación de trigo, el yunque libertario donde el sueño de patria grande y futuro se hacen palpables hasta el punto tal de coexistir dentro de cada corazón ligado a esta tierra… Hasta el día de la fecha, hay una fuerte lucha en lo que respecta a ser argentino, a la identidad misma de una nación joven; y es que este crisol de tierra, fue bendecido con la llegada de inmigrantes de todas partes del mundo y podríamos decir que como un hecho premonitorio, aquellos congresales en Tucumán dejaban sentado una de los pautas de identidad más grandes que tiene este tramo de planeta…. “Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino, invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina.”; entonces podemos decir que aquello que tantas veces lo colocamos en nuestra historia como el hito que nos hace ser una mezcla inmensa de culturas y le atribuimos ser la gran causa de muchos de nuestros males como nación; nos brindo de forma inalterable la compleja posibilidad de hacer eco, con cada una, de cuanta cultura se poso en esta tierra. En lo que respecta a la literatura como a cualquier otro tipo de escritura de estudio, religiosa, política, etc.; también podemos decir que nos favoreció tener esta “multi-identidad” ganada a partir de la inmigración. Desde el comienzo de la última dictadura militar hasta la actualidad, en la Argentina se sufrió en varias ocasiones la migración de mucha gente, en un comienzo por problemas políticos e ideológicos y luego casi netamente por problemas económicos. La vuelta a la democracia en el año 1983 va marcando con el paso de los años una decepción en las áreas más jóvenes del pueblo para con la clase política, y las medidas que se irían tomando según los distintos gobiernos que fue teniendo el país. Las promesas de una mejor distribución de las “riquezas” y su no cumplimiento, fueron actuando como una gran reacción en cadena que estiraría, más y más algunas brechas de la sociedad. Como menciono antes, las áreas más jóvenes de la población fueron las que quizás más perjudicadas por no ver en un futuro cercano la posibilidad de realizarse en sus actividades, optaron (los que pudieron) por emigrar mientras que los más, los que se quedaron aquí se enfrentaron cara a cara con ese descreimiento inmenso en las instituciones; y una de ellas, la más vital sin ninguna duda seria la que iría sufriendo un éxodo muy grande, “la escuela” o “la educación” para ser más generales en el termino. Admitir que la educación ha sido una o la más perjudicada con este proceso no es una cuestión de opción o punto de vista, sino la mirada sobre una realidad que nos signa de manera inexorable en nuestra vida cotidiana y en el futuro. Para los que cursaban durante los años de dictadura se encontraron con una educación proscripta; para los que cursamos en los albores de una nueva democracia, nos encontramos con una educación llena de tabúes y de cosas que se hablaban a
  • 10. medias; para los que cursaron desde el comienzo con la ley federal educativa, se encontraron con una educación sin incentivos. Es un hecho que en cada etapa negra de nuestra historia como nación y como parte de la humanidad, hay un hito macabro, “la quema de libros” y el porque de esto es sencillo, los libros abren la mente al conocimiento y este es la llave para que una persona piense y se exprese. Sin querer entrar en discusiones políticas de los regimenes educacionales de nuestro país se me ocurre cuestionarme: ¿El no haber cultivado la lectura, en pos de un crecimiento de una nación demasiado joven, no ha sido también una quema de libros? Habiendo quizás aclarado esas preguntas, vuelvo a la “Supersticiosa ética del lector” en la que Jorge L. Borges se explaya sobre algunas de las diferentes criticas que ha ido recibiendo el “Quijote” por su estilo o falta de estilo y nos da una pauta de cómo la critica literaria se va olvidando o ya directamente no tiene en cuenta el efecto al leer, sino que actúan más conforme a una lupa; y cae como una mismísima guillotina, provocando que rueden la imaginación y la libertad de los escritores por los pisos de un estilo manejado por algún dios maléfico al que algunos venden su puño y nos entregaran un texto bellísimo, pero con la ausencia de su pasión: “Esta vanidad del estilo se ahueca en otra más patética vanidad, la de la perfección. No hay escritor métrico, por casual y nulo que sea, que no haya cincelado (el verbo suele figurar en su conversación) su soneto perfecto, monumento minúsculo que custodia su posible inmortalidad y que las novedades y aniquilaciones del tiempo deberán respetar. Se trata de un soneto sin ripios, generalmente, pero que es un ripio todo él: es decir, un residuo una inutilidad…. La pagina de perfección, la página de la que ninguna palabra puede ser alterada sin daño, es la más precaria de todas. Los cambios del lenguaje borran los sentidos laterales y los matices; la página perfecta es la que consta de esos delicados valores y la que con facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la pagina que tiene vocación de inmortalidad puede atravesar el fuego de las erratas, de las versiones aproximativas, de las distraídas lecturas, de las incomprensiones, sin dejar el alma en la prueba.” Hoy en día va ser difícil encontrar un escritor que vaya a navegar en estas aguas estilistas descriptas por Borges (al menos concientemente), pero sí vamos a encontrarnos con escritores que tratan de plasmar la más auténtica identidad en cada texto, y esto no quiere decir ni que se estén inventando estilos nuevos o reformando anteriores o que se logre esa autenticidad, pero le damos crédito al intento de realizarlo y de esta manera se reconocen influencias, pero no escuelas o estilos; se admiten posturas literarias (sobre todo ante la publicación), pero no formas que dictaminen el cómo escribir, y no por ello un soneto ha dejado de serlo, sino que simplemente es otra forma más de expresión en la que el escritor se explaya o no. Así, con estas incógnitas de saber cómo escriben mis contemporáneos me encontré casi siempre con la misma respuesta, “libre, trato de reflejar lo que siento; como me sale”; y si en este contexto nos podremos encontrar mucha catarsis, textos con una impronta desmedidamente personal y que terminan aplastando su propia pasión en vez de re-despertarla en los lectores; pero en ese libre que se expone a todo un cuestionamiento de a qué puede llamar escribir en estado libre, yo he visto de denodado intento en transmitir, en generar el nexo entre el lector y el texto, un
  • 11. intento en que no exista límite de palabra o sentir a la hora de escribir y que normalmente no exista un cuestionamiento del alcance gustoso del texto, como no pensar tanto en ello y más en el reflejar la imagen o sentimiento a través de ella. Quizás como en un acto inconciente queremos o buscamos retornar a la siguiente afirmación de Borges: Yo no quisiera que la moralidad de esta comprobación fuera entendida como desesperación o nihilismo. Ni quiero fomentar negligencias ni creo en una mística virtud de la frase torpe y del epíteto chabacano. Afirmo que la voluntaria emisión de esos dos o tres agrados menores (distracciones oculares de la metáfora, auditivas del ritmo y sorpresivas de la interjección o el hipérbaton) suele probarnos que la pasión del tema tratado manda en el escritor, y eso es todo. La asperidad de una frase le es tan indiferente a la genuina literatura como su suavidad. El inolvidable escritor termina su ensayo diciendo: “Ahora quiero acordarme del porvenir y no del pasado. Ya se practica la lectura en silencio, síntoma venturoso. Ya hay lector callado de versos. De esa capacidad sigilosa a una escritura puramente ideográfica (directa comunicación de experiencias, no de sonidos) hay una distancia incansable, pero siempre menos dilatada que el porvenir. Releo estas negaciones y pienso. Ignoro si la música sabe desesperar de la música, y si el mármol del mármol, pero la literatura es un arte, que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin”. Muchas veces hemos oído que más allá de su obra “un escritor es un testigo de su tiempo” y expresarnos conformes a nuestro tiempo, más allá del tema que toquen nuestros textos, nos enfrenta a una realidad cruel bajo varios aspectos; escribir en la necesidad de expresar algo que no tiene muchas posibilidades de ser leído, pareciese ser la más imponente y nos pone a pensar, en que sentido tiene poner nuestro empeño en encajar en determinado estilo que nos asegure lectores. Lectores que en vez de disfrutar lo que leen se coloquen en críticos, y no desmerezco la opinión de quien lee y tampoco aliento al aplauso fácil, sino siento que la literatura no ha desaparecer mientras quede un atisbo de sentimiento de libertad, un deseo de dejarse llevar por el imaginario y ella instaure gobierno en nuestro sentir. De allí que la tarea del escritor autentico sea fomentar la imaginación y la lectura sin traicionar, proporcionándole su mayor pasión a cada texto.- Bibliografía: “La supersticiosa ética del lector” J.L. Borges (1930) extraído del libro Discusiones dentro del ejemplar de “Obras Completas de Jorge Luis Borges” EMECE 1974. Cita de Sócrates extraída del libro “Principios de la Filosofía” de F. Carpio “Preámbulo de la Constitución Argentina” Biblioteca de consulta ENCARTA 2005 Facundo Chirino Peyletay ***********************************************
  • 12. Cuernos Voy conduciendo a ciento veinte kilómetros por la Libertador. El alcohol actúa en mi cuerpo y me da la mezcla justa de temeridad con estupidez. Sé (creo saber) que controlo el auto, aunque los sentidos me funcionen en delay. Escucho un bocinazo, giro la cabeza hacia la izquierda, la vuelvo al frente, pasaron cincuenta metros. La avenida parece una foto que salió corrida. Sigo andando. Ya no estoy en la Libertador. Pareciera una ruta. No hay bulevar. No hay semáforos. No hay alumbrado público. Sólo las líneas amarillas de la carretera. Y dos luces claras que se acercan. Después, dos luces rojas que se alejan. No estoy llorando (Todavía). Todos los sentimientos que siento son de bronca e impotencia. Como cuando mi vecino mataba a los gatos del barrio con su aire comprimido y no podía decirle nada porque era más grande que yo. Bronca. Odio. Rencor. ¿Por qué? Porque me puso los cuernos. La muy puta. Mis primeros cuernos. Estábamos en mi casa tomando algo. Hablando de lo único que se puede hablar después del cuarto mojito cubano: Mujeres. Así que me convenció que saliéramos. Él sabía que yo estaba mal porque me había peleado con ella. Le dije que esa tarde habíamos hablado, y las cosas estaban mejor. Llegamos al primer bar que nos cruzamos y la encuentro a ella con otro tipo. Parece el argumento de una canción de Arjona. Y yo sacando al tipo de encima de ella como si fuera un perro que se hubiera enganchado de mi perra. Con asco tirándolo para atrás y antes de que tocara el suelo dándole un gancho en el estómago. Y ningún esperar que se levante. Así, en el suelo. Cross, cross, cross. Ningún jab. La mano izquierda lo sostenía para que la derecha hiciera lo suyo. Y ella dándome cachetadas en la nuca. Y mi amigo tratando de frenarme a mí, de frenarla a ella, de frenar a los dueños del bar que se me abalanzaban. Y yo dándole a esa cara que ya no respondía a los golpes, sino que sangraba y abría un poco los ojos cuando venía un nuevo golpe. No sé cómo logramos escapar. Pero lo hicimos. Yo, en la casa de mi amigo con un bife en los nudillos hinchados de mi mano derecha, con un vaso de Ron en los dedos temblantes de mi mano izquierda. Mi amigo dándome explicaciones, excusas, perdones. Filosofía barata y zapatos de goma (manchados con sangre de un desconocido), ni esa mentira me hace feliz. Yo, diciéndole a mi amigo que iría derechito a mi casa a dormir. Yo, comprando una caja de vino en un open 24. Yo, otra vez, conduciendo por alguna ruta. Viendo las luces claras venir, las luces rojas alejarse. Con ganas de pegar un volantazo para mi izquierda y que el auto se estrelle con el auto que viene en el otro sentido. Sintiendo el dolor en mi mano derecha que no puedo ni apoyar en la palanca de cambios. Pensando en ella. En su lengua bífida metiéndose en la boca del otro. Pensando en su cuerpo recibiendo las embestidas de otro cuerpo. Pensando en todo eso. ¿Por qué? Porque tengo sentimientos. Porque muchas veces lloro en el cine o en las nominaciones de Gran Hermano. Porque me duele una mujer en todo el cuerpo. Porque me duele un hombre en los nudillos de mi mano derecha. Porque tengo unas ganas incontrolables de pegar un volantazo y chocar con el próximo auto que venga. Porque lo voy a hacer. Porque veo las luces tímidas que se acercan en el carril contrario. Porque sólo hace falta eso para que nada tenga sentido, ni siquiera esta
  • 13. ruta. Si la vida tuviera sentido, yo iría en contramano. Pienso. O digo. No sé. Y las luces del otro auto ya son grandes estrellas que tocan bocina. Yo, abriendo los ojos en el hospital y sintiendo inmediatamente el dolor. Ahora sí que me duele una mujer en todo el cuerpo. Borges, una vez más, tenías razón. Me trato de tocar la cara. Está toda vendada. —Rompió el tablero con la cara—dice una voz con traje de enfermera que le está poniendo una sonda al tipo que está en la habitación conmigo. Debo parecer la momia blanca de titanes en el ring. ¿Ella sabrá que estoy aquí? Es lo primero que pienso. Boludo. Boludo. Boludo. ¿Y si me viera, qué me diría? — ¿Por qué tenés toda la cara vendada?—Quizás preguntaría. Una pregunta que parece simple pero que yo no sabría contestar sin sarcasmo. —Porque me amputé los cuernos que me pusiste—le contestaría. Tigres en la oficina Nos saludamos con cordialidad. Cada uno se acomoda en su escritorio y hace su trabajo. Cuando nos hace falta una abrochadora, la pedimos y prestamos mutuamente. Hojas A4, lapiceras rojas, sellos, etc. Las pasamos con una sonrisa. Hablamos del clima, de Showmatch, o de otras cosas estúpidas. Pero sabemos que el odio crece dentro de nosotros. Cada mañana, cada minuto de esa mañana. Como un monstruito que nos nace en el estómago y se va trepando poco a poco por nuestra garganta. Sin embargo somos eficientes. Y más ahora que somos tres. Bah, antes también lo éramos. Pero uno de nosotros falló. Y eso es imperdonable. Uno tuvo un momento de debilidad. Una, mejor dicho. Sin mirarnos, sin hablarlo siquiera, decidimos deshacernos de ella. No costó mucho: la desaparición de un expediente, un virus en la máquina, etc. Cosas así, ínfimas quizás para el ojo ajeno, pero que en este lugar lograron ser certeras. Ahora estamos mejor, hasta que caiga otro. Nos miramos de reojo, nos medimos, nos olemos. Parecemos animales. Sí, eso somos: tigres. Tres tristes, tiranos, traidores tigres encerrados en esta oficina. Afilándonos las uñas en el teclado de la computadora, gruñendo suavemente como gatos inmensos, esperando la más mínima distracción de alguno para saltar de un escritorio a otro y atacar directamente a la yugular. Uno de ellos ha puesto una garra en mi escritorio, el otro ha crispado los pelos de su lomo. Y yo ya empecé a mostrar los dientes. Nahuel Aciar ***********************************************
  • 14. Poeta Maldito Yo he querido ser un poeta maldito, un brujo oscuro y refinado. Algo extraño en mí, no incitado por nadie, como una marca de antojo que uno trae al nacer, desde pequeño ese afán. Cuando aprendí a leer me dio por Rimbaud, Baudelaire y esas "Flores del Mal" que olían tan bien, pero yo intuía (ya entonces) que para ser un poeta maldito, de los que yo quería ser, no bastaban las lecturas. Creo que empecé mi precoz búsqueda a los doce años, cuando me quedaba solo en casa. Me vendaba los ojos con una corbata de mi padre y andaba por todas las habitaciones metido en la oscuridad total, a los golpes con las cosas, no pretendiendo desenvolverme en la negrura sino experimentado la sensación de hundirme en ella como un murciélago sordo. A los catorce indagué en caminos más perversos, salía de noche y buscaba crías de perros abandonados y las ahogaba, incendié la tortuga de un vecino y en el crepitar de cáscara y grasa me sentí un pródigo hijo de Satán. Me regodeé algunas noches con esas imágenes en mi cabeza pero de ellas no obtuve nada maldito para escribir. Después, a los diecisiete, busqué drogas de aquellas épocas: opio, hachís, láudano, pero en estas geografías nada de eso pude encontrar, apenas humo jolgorioso con aires de Jamaica y blanca y fina coca que exaltaba mis humores, excedía mis bolsillos y nunca alcanzaba ese estado de “down profundo”, de “spleen” que yo perseguía en un principio y que, con el transcurso del tiempo y de mis ensayos, ya había trascendido la búsqueda de una poesía o escritura oscura, a la imperiosa necesidad de una conducta que perseguía un cruel refinamiento Libros oscuros, satánicos, velas rojas, sacrificios y no sé cuantas idioteces más. Por último, probé hacerme cortes pequeños en las venas, extraía cantidades de sangre que ponía en una lapicera "fuente" con pluma y garrapateaba palabras dictadas desde mis vísceras, sintiéndome un chamán, un médium para concretar la orientación en el reino de las tinieblas. Conseguí un cuaderno que al tiempo olió pésimo y se llenó de moscas arriba del ropero, tuve que quemarlo antes de que mi madre lo descubriera. Creo que esto marcó un límite: fue doloroso y estúpido, apenas obtuve una tristeza romántica que era la antítesis de lo buscado. Había pasado ya la edad de veinte años sin desistir en mi búsqueda, cuando encontré el exacto camino para llegar a ser un poeta maldito en ruta del infierno. Quién me habría dicho que un televisor en una noche de insomnio me lo revelaría: sí, en un discurso presidencial, un hombre hablando con ojos de dólar helado, corazón vendido al demonio, discurso perfecto y hasta lágrimas en la mirada, diciendo mentiras que engolosinan y matan, que ilusionan y desaparecen. Sádica ironía de literatura infernal. Y aquí estoy. En mi carrera política pisé cráneos y ascendí con la música de sus huesos rotos. Aquí construyo torre de babel con palabras de promesas y cifras, torres de papel que en las noches, antes de dormir placidamente, incendio con un fósforo encima de mi bella bandeja de plata, supongo que parecida a aquella en la que Salomé recostó la cabeza de Bautista. Esto es ser un poeta, sacerdote maldito. He llegado.
  • 15. Canción de agua Anoche la oí cantar o silbar, o las dos cosas juntas; lo hace de un modo armonioso y, aunque agudo, su tono es blando y dulce, no crispa mis oídos. He descubierto que cuando la luna está redonda, se pone feliz e interpreta sus sonatas nocturnas con mayor entusiasmo. Con mi marido no hablamos de ella, es un caso cerrado. Desde que yo descubrí su presencia en el tanque del agua, él la niega. Aceptarla lo instauraría en el mundo de las cosas ilógicas a las que tanto teme. Desde entonces, cada vez que el tanque requiere de una limpieza o arreglo se excusa de subir, argumentando sobre su peso y sus huesos prematuramente envejecidos. Hace ya diez años que sé de su presencia. Tardé un buen tiempo en poder verla, la oía chapotear en el tanque y, en las noches claras como la de hoy, cantar. También la detecté por el cambio en el agua; desde su arribo, la naturaleza del líquido vital de la casa ha cambiado. El sabor no se ha alterado aunque el brillo es diferente, como el del mercurio pero sin su densidad. En nuestro organismo no notamos nada extraño y las cosas que se lavan quedan en perfecto estado; sólo algunas veces, al bañarnos, percibimos un leve cosquilleo agradable en la piel. A pesar de todo, la conocí personalmente gracias a mi marido: comenzó a decir que lo del agua no era normal y que podíamos morir envenenados. Cuando le dije lo de los ruidos en el tanque negó rotundamente haberlos escuchado acusándome de fabuladora, pero ante mi insistencia de traer a casa a alguien de afuera que analizara el asunto, me pidió, por fin, que subiera. Confieso que sentí un poco de miedo y vértigo ante el presentimiento de enfrentar un hecho desconocido. Trepé por una escalera, un silencio absoluto reinaba, me acerqué despacio hacia la guarida cilíndrica, asomé la cabeza hacia el espejo de agua quieta y me vi, brillante imagen la de mi nada. Levemente el cristal líquido se rompió y emergió Ella. Blanca, completamente blanca, desde las uñas de los pies hasta los cabellos, ojos, pestañas, labios. Con las dimensiones de una niña de cuatro años pero con la forma perfecta de una mujer desnuda, delgada, grácil. Ninfa albina, perfecta y diminuta. Alzó la cabeza, y desde el plano blanco de unos ojos de papel me miró y con una mueca de labios me dedicó una sonrisa. Colocada en posición embrionaria y abrazando sus rodillas comenzó a girar en el agua muchas veces, lanzado charquitos plateados hacia los costados. En uno de sus giros pude ver en su espalda dos perfectas aletas niqueladas. Luego se sumergió completamente para emerger unos segundos después. A modo de despedida me regaló su canto de cielo, de mar, de nostalgia y soledad infinitas. En estos diez años sólo la he visto dos veces. No quiero molestarla, vivo en armonía con su presencia. Han pasado heladas, soles abrasadores, nieve, vientos, y ella siempre allí, jugando y cantando. Nada ha podido atentar contra su sutil existencia: ni mi curiosidad respetuosa, ni la cobarde indiferencia de mi esposo. Tal vez este contrapunto entre nosotros dos, aquí abajo, es lo que la mantiene viva, tal vez es su canto lo que arrulla nuestra llana existencia de seres caducos en el terrón de las rutinas, camino hacia el final. Karina Maranesi ***********************************************
  • 16. Luto “Todo ser humano es el resultado de un padre y una madre. Se puede no reconocerlos, no quererlos, se puede dudar de ellos. Pero están allí, con sus caras, sus actitudes, sus modales, y sus manías, sus ilusiones, sus esperanzas, las formas de sus manos y de los dedos del pie, el color de sus ojos y de sus pelos, su manera hablar, sus pensamientos, probablemente la edad de su muerte, todo esto ha pasado a nosotros.” Jean Marie Le Clézio Un funeral con sol y calor es siempre preferible a un funeral con lluvia y frío. Puedo comparar porque el funeral que acaba de terminar, el de mi ex suegro (con sol y calor), ha sido muy distinto al de mi viejo (con lluvia y frío). De todas maneras, hay algo en común entre estos dos funerales: en ambos he sentido la extraña necesidad, al volver manejando, de prender el estéreo. En el entierro de mi viejo iba solo en el auto de mi hermano, quien acompañaba a mi vieja. Una lluvia escandalosa golpeaba el parabrisas y obligaba a que todos los autos salieran del cementerio y se desplazaran durante diez minutos muy lentamente, en fila, exactamente como habíamos llegado, lo que hizo que la incomodidad se duplicara. Una caravana de autos tiene sentido cuando uno va al entierro, no ahora. Pensaba en aquellos no tan allegados que a esa altura debían tener ganas, y estaban en su derecho, de meter la tercera y acelerar. Todavía me cuesta definir qué sentía en aquél momento, pero recuerdo que ya no quería estar ahí. Quería estar en el auto de enfrente, con esos que apenas terminada la ceremonia se descomprimían y volvían a sus vidas. Esos que alcanzaba a ver entre tanta agua y el bamboleo del limpiaparabrisas, compañeros de mi hermano, supongo. Los veía hacer chistes, pasarse comida, los intuía prendiendo la radio. Dos hombres adelante y dos chicas atrás. Ahí quería estar. Volviendo de un funeral por compromiso y no en este auto al que le anda mal el embrague. Saqué el estéreo de la guantera y lo coloqué en su lugar. Pensé que algo de música me sacaría de esa situación ridícula. Si, pero, ¿qué música? En el de mi suegro voy acompañado por su hijo, es decir, mi cuñado (ex cuñado para ser exactos) Lucas. Una mañana espléndida y los árboles verdes de octubre me piden condimentarla. Pienso en el cd que acabo de comprar y en el momento de arrimar la mano, me acuerdo de Lucas y deshago las ilusiones. En el asiento trasero, con lentes negros y la mirada perdida en los campos de golf que rodean al cementerio más caro de la ciudad, traigo al hijo que se queda sin padre. “Cómo estás, le pregunto sin mucho énfasis. “Bien, me responde, con menos énfasis aún. El día que conocí a toda la familia, mi suegro cumplía sus jóvenes cincuenta años. Llegamos con Marina, tomados de la mano, a las diez y media. En la enorme mesa del restaurante ya estaban todos acomodados, comiendo grisines y leyendo el menú. Las presentaciones de rigor, los besos, los mucho gusto. Feliz cumpleaños y de regalo un sujetador de pañuelos que tardé muchísimo en elegir. Seguramente era
  • 17. la cosa más cara y más pequeña que regalaría en toda mi vida. Las bromas con el mozo que atiende desde siempre a la familia. Las inquisiciones, las suspicacias, las risitas y mis ridículas ansias de no sólo caerle bien a todos, sino de maravillarlos, hacerles entender de una vez y para siempre que su hija estaba con el mejor tipo al que se puede acceder. Un artículo de primera. Eso me sentía yo, y eso quería que sintiesen todos. Que estaban ante lo mejor del mercado, un pibe bien, laburador, honesto, simpático, ambicioso. Esa era mi meta esa noche, contentar a la audiencia. Pude con el padre, con las abuelas ni hablar, pude con la hermana menor, pude incluso con Marina durante los tres años que estuvimos casados. Lo logré con todos, menos con Lucas. A él nunca pude engañarlo. “Era un buen tipo tu viejo –hago una pausa prolongada- por lo menos yo, nunca tuve problemas. “Te odiaba -me dice Lucas con una mano en el mentón y sin despegar la vista de la ventana- como la mayoría de la familia. Me quedo en silencio tratando de no parecer afectado. “En realidad no te odiaban tanto, porque tampoco les importaba tanto a mi hermana, sabían muy bien que ella podía cuidarse sola. Demasiada mujer para vos. Esta verdad me ha pegado tan fuerte como el sol en los ojos. Bajo la visera y le ofrezco un poco de gaseosa que tengo en el asiento del acompañante. Lucas toma la botella, le da un sorbo bien profundo, la tapa y se la deja en el regazo, como si fuera suya. Acelero con bronca y me decido a poner el estéreo, pero no demasiado fuerte. “Lucas -le pregunto- tu hermana es feliz con el tipo éste, Roberto? Tarda en contestar. “La verdad, nunca he visto a mi hermana tan feliz como cuando te llevó esa noche a comer al restaurante. Eras la respuesta a tantos años de espera y a tantos novios cagadores. La verdad que sí. Yo era su solución, pienso, y ella la mía. Pero juntos hacíamos un inmenso dilema. “Con Roberto se llevan bien. Esperan para noviembre, eso los va a terminar de afianzar. Debió pensar que yo ya sabía. Pero yo no tenía idea. Meto segunda en una curva y el sol me queda a la derecha. Era de esperar. A Marina le preocupaba mucho el tema del reloj biológico y todo eso. “Y vos- me dice- ¿cómo estás? ¿sos feliz? El padre era una especie de dandy de vozarrón fuerte y siempre elegante. Un buscavidas que derrochaba encanto, mujeres, plata, contactos. Era el tipo de persona que se hacía amigo de los mozos al instante. Estaba seguro de haberle caído bien. Me había preguntado por mis expectativas, sin ser demasiado incisivo. Y yo había respondido bien, como para un diez. La mesa era enorme. A mi derecha tenía a una de las abuelas, que no paró de hablarme en toda la noche. Enfrente tenía a la hermana más chica, que tenía unas tetas increíbles y su noviecito. Más allá el padre, la pareja del padre, y después la otra abuela. A mi lado Marina, de quien me estaba enamorando. Y en la punta Lucas, que comía en silencio y casi no hablaba.
  • 18. “Así que sos escritor, tiró el padre. “Si, bueno, en realidad estoy empezando. Y allí empiezan mis explicaciones. Que he publicado en el diario. No, todavía no tengo un libro publicado. No, no se puede vivir de escribir. Está muy difícil. Marina intercede. Mientras me acaricia la nuca, comenta que he ganado algunos premios, que dicto un taller, que fui jurado en un par de concursos, etc. Todo aquello que justifica una actividad tan seductoramente inútil. Por aquel entonces yo sentía que la literatura era una forma de vida. Después fui entendiendo que yo no tenía una vida, y que la escritura era mi refugio, un lugar para esconderme. “A Lucas le gusta mucho leer, dijo la pareja del padre. “Ah, si, dije yo, ¿y qué te gusta leer? le pregunté, tratando de probar al que ya me parecía un pendejo altanero y misterioso. Lucas deja el tenedor y mira con fastidio a la pareja del padre. Después, se limpia cuidadosamente la boca y antes de tomar su copa de vino, suelta “He leído lo tuyo y dejáme decirte que me parece a-lu-ci-nan-te. Inmediatamente después retoma el tenedor, la cuchara y sigue comiendo sus tallarines. La abuela que habla todo el tiempo rompe el silencio con un comentario acerca de un accidente doméstico, en el que una pequeñita Marina se parte la cabeza con un planchador. Mientras todos se ríen y agregan datos sobre la anécdota de la abuela, me tomo el último sorbo de agua mineral espiando de reojo a Lucas, quien me dirige una mirada desafiante. El tipo era así, todo sarcasmo. “Da vuelta acá en la esquina y frenáte. Esperemos que pasen todos- me dice Lucas. “¿Acá?- pregunto como si no hubiera escuchado. “Si. Vamos a esperar cinco minutos y después me llevás de vuelta al cementerio. “Ok. Definitivamente no debí ofrecerme a traerlo. Este sale con cada rareza. Pero no me extraña, en realidad. Una vez que el padre llegó borracho le sacó toda la ropa, lo metió en la ducha y lo llevó a laburar. Exactamente al revés de una típica escena padre-hijo. Yo digo que la más normal de todas era la hermanita, Belén. Tiene sus mambos, pero lleva bastante bien su salida de la adolescencia. Sigue estando muy buena, de eso no hay duda. Y es la única que lloró (de verdad) en el funeral. En realidad, hace tanto que no los veo. No podría decir quién es más normal. Justo hoy me toca encontrármelos. A Marina, sobre todo. Lucas se baja y se prende un cigarrillo. Me ofrece uno y desde la ventanilla cambia la radio. O sea que esta mañana, mientras yo buscaba una camisa nueva que me quedara bien y que la hiciera mirarme, el tipo éste, Roberto, le acariciaba la panza. Lo que se dice una familia bien constituida. “Soy un boludo enorme, digo para mí. Lucas, que me escucha muy a pesar mío, me dice que no, que no soy un boludo. “De hecho a mí me caías bien. Lo dice sinceramente, mientras fuma apoyado en el capot.
  • 19. Un rato después se sube al auto, damos media vuelta y regresamos al cementerio. Esta vez entramos por otro lado y quedamos a diez metros de donde hace media hora enterraron a mi suegro. Increíble, pero el cajón ha vuelto a estar ahí. También Marina y Belén. “Le pagué a los tipos para que subieran el cajón. Esperáme acá. Cuando terminamos de comer, voy al baño exclusivamente a lavarme las manos (tengo una obsesión con eso). En el camino miro la mesa que acabo de abandonar, pero también aprovecho para espiar un poco otras mesas. Hasta ahora va todo bien, buena gente. Una vez adentro del baño me tiro dos o tres pedos que venía guardando, se nota que he estado muy tensionado. O el menú careta que elegí me cayó mal. Lo siguiente es una secuencia avergonzante: abro la canilla, meto las manos y empiezo a restregarme con el jabón líquido. En una mala maniobra, un chorro de agua se me cae en el pantalón a la altura de la cremallera y el bolsillo. Igual que si me hubiera meado. Pienso rápido. Aprieto el secador pero no alcanzo. Pienso rápido. Me saco el pantalón y lo pongo debajo del secador. Se abre la puerta, entra Lucas y me ve con las piernas desnudas y el pantalón en la mano. La camisa apenas me tapa el calzoncillo. Pienso más rápido y le digo Se me cayó agua. Lucas mea, se lava las manos, se acomoda el pelo y se va. Mientras, yo he estado tratando de ponerme el pantalón, sin secarlo. Cuando vuelvo a la mesa, ya todos lo saben. Y ríen. Lucas se baja y se acerca a sus hermanas. Atrás quedamos sólo Roberto y yo. El Roberto de Marina. Le queda bien el traje pero es innegable que está gordo. Me acerco y me hago el simpático, otra de mis manías. Saca un paquete de cigarrillos y me da uno. Empieza a hablar. “Bla bla bla bla, pasa que son medio complicados, bueno, vos viste. El viejo se muere de repente y no deja nada en claro sobre la herencia. Bla bla. Yo le digo a Marina que no se duerma, porque la mina los va a cagar, estoy seguro. Al pibe, a Lucas, no le calienta nada. Total, termina el doctorado y se queda en España. No vuelve más. Nada de esto me interesa, aunque hago como que sí. Es momento de prestar atención a esta rara ceremonia. Los tres están en silencio, tomados de la mano. En un instante, Lucas se desploma de rodillas y empieza a hablar, a decir algo que desde aquí no se entiende. Casi no lo veo porque las hermanas se acuclillan y le acarician la espalda, mientras empieza a bambolearse. Lucas va subiendo el tono y alcanzo a escuchar un Por todo, papi, por todo. Con Roberto paramos la oreja. Se hace un silencio y Lucas, esta vez muy fuerte, grita entre ahogos TE QUIERO, PAPI, y se hunde en un llanto desgarrador. El corazón se me estruja. Cinco minutos después nos hemos subido al auto, Marina me ha despedido agitando la mano y Lucas ya está recuperado. Después de dejarlo en lo de un amigo me encamino al otro cementerio, el más pobretón, en el que dejamos encajonadas las cenizas de mi viejo.
  • 20. La ruta ha ido perdiendo color. El sol ya no enceguece, ni siquiera ilumina. Se ha escondido detrás de las nubes que empiezan a tirar gotas sobre el parabrisas. Desacelero, me tiro a un costado, y apago el motor. La música me parece estúpida, así que apago el estéreo y me pongo, yo también, a llover. Facundo Mercadante ***********************************************
  • 21. Una tarde con un adivino Todavía lo veo al tipo sentado en su habitación pequeña, ubicada en los fondos de su casa familiar, arrinconado por los juguetes de los nietos adolescentes: batería, bajo y guitarra. Lo vamos a entrevistar para un trabajo que duró todo un día y ahora son las ocho de la noche acá en Neuquén y es el último brujo de la lista en una tarde de verano. ¿Qué hacen los tarotistas y videntes? ¿Ven el futuro? Con lentes aferrados a la punta de una nariz varicosa, observa fijamente como siempre lo hacen los viejos enigmáticos, ubicado frente a su monitor de plasma y papeles ajados. No va a hablar sobre lo que hace, sino que nos va a obsequiar una consulta. Se la va a dar a Ana. Acá estamos. Veo muchos libros de la editorial Kier y siento como trepa hacia el futuro la monótona voz anunciándole a Anita con los trazos de la lapicera el desde y el ahora y el hacia dónde marcharía. “Me dolía la mano cuando me marcaba con fuerza”. Sus ojos son profundos y cristalinos mientras sigue un auto que pasa en la tarde noche. “Sí, pero le pegó bastante ¿No?”. Nosotros hablamos cuando la entrevista ya terminó, uno frente al otro, y después ella se sienta en un ventanal oscuro con una catarata verde de plantas distribuidas en el marco, apenas elevado de la calle. La casa a sus espaldas permanece flotando en el silencio. El viejo saca cuentas con el nombre anotado en un papel y con la fecha de nacimiento y otras sumas y restas misteriosas que corren el velo de lo que fue y será. Para mí las sumas y las restas son enigmáticas desde primer grado. Cero en matemáticas. Le dice un nueve y le dice un siete. “Sí, pero del futuro no se sabe nada.” “Seguro.” “Pero que te vas, te vas.” “Sí, pero ya me iba antes de esto.” Volvemos a conversar, antes de que enfile por la vereda arbolada hacia su casa. Seguro después corre la reja y toca timbre, su madre le abre y ya no la veo más. Está con las líneas de la mano un rato, escarbando en la vida de Ana. “Sostené la bolsa y luego elegí una runa. Ah, es la de la amistad y del amor” Después saca unas cartas envueltas en un paño rojo. Tarot egipcio. Una ronda, dos rondas, tres rondas. A ver qué se ve en la vida de la periodista amateur. Se ve de todo. El tipo escanea concienzudamente, sin preguntar a la paciente. Escarba en el mazo de cartas sólo para aclarar conceptos. Él termina obteniendo la entrevista perfecta, en teoría sabe todo de su interlocutor. “Vas a tener hijos y mucho trabajo, los hijos son dos pero vas a poder elegir tenerlos o no” “Te llevas mal con tu madre” “Tenés un viaje al exterior y es inevitable” “Sos inteligente, sos una ganadora, mirá la carta de la emperatriz, vas a imperar sobre los demás.” Yo identifico unas cartas medio raras a las que él no les brinda mayor explicación. Veo pasar el ahorcado y también pasa la muerte. Mirá vos, me digo. Aunque me transpiran las manos. Es el futuro que de golpe se nos viene en la cara como un pájaro volando en la oscuridad, una especie de mal augurio. Acá todos son optimistas. A mí me van a tener que dar duro en el destino para borrarme de la fila en el supermercado.
  • 22. Ana se enrosca en la silla como un animalillo al que acusan, igual después hablamos y no se cree nada. Es escéptica con lo espiritual y positivista, una especie de Freud que no vive en Viena sino en Neuquén y se priva de la cocaína. Qué triste, si no tuviera esperanza en la suerte no podría tomarme dos cocas colas seguidas para saber qué sale en la tapa, no jugaría a la quiniela, no rellenaría cupones en el supermercado. No estamos en el mismo lugar. No, no estamos ni siquiera en la misma habitación, puta, ni siquiera estamos en el mismo mundo. Qué forma de conocerse. “Jorge, hoy tenemos que ir a comer un asado con Juan Fernández” El adivino se apura y termina de develarle la suerte sin cobrarle un peso, no es de este mundo. No, no, esto es irreal. De psíquico a comensal en un asado argentino. Supe después que estuvo cerca de López Rega y también que era amigo de Marcelo Berbel. El mundo es chiquito. “No me deje con las ganas, por lo menos una runa maestro”, lo amonesto repleto de curiosidad. “Nombre, apellido y fecha de nacimiento” (Un federal de lo oculto) “Este número, viste, el mismo que ella, habla de que sos una persona inteligente, nueve es el mayor puntaje. Te va a ir bien.” Hace otra cuenta. Aparece un seis. Niega con la cabeza. “No vas a triunfar en nada de lo que hagas.” Le faltó pararse y hacerme la seña de Loser, la gran L, perdedor, perro vagabundo, linyera, estudiante fracasado, periodista…No, periodista no, aficionado nada más. Respeto por favor. “De tipos como vos sólo uno en cincuenta logra algo”. Completa con la lectura de un libro escrito por un ruso de nombre raro. “Este ruso no falla” Nos vamos. “Tiene razón.” Tengo la camisa transpirada, los labios resecos, los zapatos estirados y por hacerme adivinar gratis ahora tengo la certeza de que no voy a ir a para ningún lado. Pero le saqué una adivinada gratis, je, je. Ana no dice nada. Y no va a decir nada en toda la semana. No se cómo se lo tomó, pero no me llamó más. “Voy a estar sola toda mi vida.” Las dos mitades del mundo, más bien los polos, que nunca se van a tocar. Ya, le cuento a Rubén mientras tomamos cerveza en su casa esa noche y comemos asado y hay dos parejitas que hablan de amor. Rubén tiene los ojos bastante colorados y le cuesta afirmar el vaso en la mesa. Su mujer se acerca con una fuente de ensalada, llena de tomates y lechugas muertas. “Nada me rompe más las pelotas que oír hablar de amor”. Al otro día confirmo cuando le pago la consulta y alcanzo otras verdades que no le cuento a nadie. Perdedor, supongo. Trato de mantener la fe por sobre el abismo, sosteniéndola en la mano y estirando el brazo muy alto, de modo que sea lo último que quede a la vista cuando me hunda en la oscuridad de Neuquén capital. Héctor Kalamicoy ***********************************************
  • 23. Entre leyes humanas y leyes naturales Para preservar el orden, terminar con la violencia / los asesinatos y los derramamientos de sangre, las autoridades del pueblo promulgaron una ley que ordenaba que todas las casas tuviesen cortinas rojas y que sean los únicos sitios en donde el color fuera aceptado. “El rojo se restringe a las cortinas”. Primero fueron los toros. Tuvieron que llevarlos a otros pueblos porque rompían los vidrios. Entonces se terminaron las vacas y las personas obligadamente se hicieron vegetarianas. Fueron perdiendo el color, y el único color que les quedaba era el de las cortinas. Pero entonces ciertos instintos naturales tuvieron que arreglárselas para subsistir. Por ejemplo, una mujer celosa le consiguió a su marido trabajo en la ciudad grande y ruidosa, con recovecos y vicios; el marido contrató una secretaria cuyo sueño era ser actriz y para eso necesitaba operarse, y así la esposa que venía del pueblo monótono y vegetariano obtuvo el motivo para separarse, ante tanta oferta de colores. También, ciertos jóvenes organizaban excursiones a lugares con precipicios, montañas, surfers, tiburones u orgías y olvidaban los preservativos. Pero aparte de estos deslices que se deslizaban hacia afuera, la gente que se quedó en el pueblo siguió su vida, envejeciendo y disfrutando de los logros de su Plan de Cortinas. No sólo se logró lo esperado, sino que se excedieron las expectativas: además de “cortarse con los asesinatos y todo derramamiento de sangre”, se terminó con todo flujo sanguíneo. Incluso con el más natural y ancestralmente más temido por los hombres: ninguna mujer volvió a menstruar. Ahí sí se terminaron los problemas. Y ellos vivieron felices, según me contó el viejito último habitante del pueblo (un señor de apellido Luvina, creo). La grasa no sale con nada “fue solamente un ensayo, un intento de hombre” Fue el olor a grasa lo que la despertó, antes que la mano rasguñándole el pubis, las piernas, arrancándole la bombacha, antes que la irrupción caliente y violenta, antes que el semen chorreándole por las rodillas mezclado con la sangre del himen destruido sin ceremoniales, antes que las manos apretándole las tetas, antes que las mordeduras en la oreja y cuello. Y fue el olor y el sabor a la grasa de autos lo que le dejó el mal gusto en la boca y no ese falo peludo y sudado que se metió en su boca. El recuerdo de esa grasa fue lo que durante nueve meses la despertaba de noche asfixiada y con los ojos abiertos hasta el infinito. Durante los nueve meses se dedicó a aprender y especular, a afirmar y vender, para después romper sin dificultad ya que él sabía que lo buscaría sin necesidad de que le ofrezca nada, de una u otra manera sería suya, se condenaría sola completamente, porque ya la mitad estaba hecha. Sólo faltaba la otra mitad, pero no importaba, con la primera bastaba para que se condene. El bebé nació solo, sin siquiera la ayuda de la que lo había cargado. Ni un grito. Tenía que nacer, de una manera u otra; lo iba a hacer. Se había gestado solo, sin siquiera un pensamiento bueno de esa mujer; y él lo sabía. Por eso cuando nació, ella
  • 24. lo recogió, lo llevó hasta el taller y se lo tiró encima. El golpe y el mínimo peso, y no el dolor del machetazo en la mano izquierda, lo despertaron. El asombro le impidió moverse para evitar la pérdida de la otra mano. El dolor sólo llegó con el chillido del bebé; ella se dio cuenta de que él en cualquier momento reaccionaría y lo ató convenientemente a la cama. En ese momento, él empezó a llorar. Ella tomó una de las manos que había tirado al piso, la izquierda, y con esa mano, la de él, tapó su boca, la de él. Mientras, con la suya, la de ella, le rasguñaba el pubis y las piernas, arrancándole y destrozándole el calzoncillo. Él no sintió nada que lo penetrara pero sí una mano delgada que le apretaba los huevos, y rodillas que se clavaban y dientes que masticaban hasta casi arrancarle la carne, dejándolo molido y con machucones. Entre los gritos y el dolor, él alcanzaba a sentir placer cada tanto entre los dedos y los labios; sentía la sangre llegándole al pene, sentía la erección que cortaba el placer con el dolor, sentía el aliento frío de esa mujer que él creía valiente mientras el esmalte de las uñas lo quemaba al entrar en su piel. Se cansó de él. Con la otra mano, la de él, le pegó al crío hasta que también se cansó y lo tiró nuevamente encima del cuerpo del mecánico. Ambos chillidos era lo único que se escuchaba. Entonces ella tomó la grasa y el aceite, la derramó sobre la nariz, en las orejas, en la lengua y en los ojos del amputado. Y se fue. Antes ató el niño al torso de su padre y los tapó. Tapitas Empezó juntando tapitas de botellas desde chiquito. Le llamaba la atención las onditas del costado y los colores; lo que no le gustaba era la gomita de adentro, por eso siempre la tiraba. Muchas veces le tiraron las bolsas y las cajas: "eso es mugre", "¡no seas mugriento!". Soñaba con su colección y cómo la ampliaría en la medida en que viajase por el mundo cuando fuese grande. Aunque no podía nombrar las marcas porque no las conocía, se imaginaba los colores. No podía nombrar las ciudades porque las desconocía, pero se imaginaba las sombrillas de las confiterías o las servilletas de los restaurantes o los ceniceros de los bares. Ya más grande se dio cuenta de que era al pedo almacenar tapitas repetidas; entonces se limitó a tener una de cada una, a lo sumo dos por si perdía alguna, como los grandes coleccionistas. Y cuando tiró las que sobraban, vio que su colección era pequeñísima, y todas las que tenía eran las que había recogido en la vereda de la esquina o las que caían de las bolsas que los basureros tiraban sin cuidado al camión. Él no conocía el sabor de nada de lo que esas tapitas tapaban. Y ese día también se dio cuenta de que si en la esquina de su casa nunca había probado nada, en ninguna confitería o bar o restaurante podría tomar cosas que no sabía qué serían ni era capaz de nombrar en lugares que no conocía. Y las enterró en una fosa común sin invitar a nadie al funeral, sin regar, sin ninguna exhumación, sin llorar por ellas, sin sacrificios ni ofrendas, sin flores y sin lápida y sin epitafio. Pasó el tiempo y no dormía. Veía tapitas en todas las baldosas, todos los pozos de todas las calles aparecían tapados; veía árboles que crecían y que crecían en las ramas tapitas de colores; que caían lloviendo tapitas, que pasaban volando tapitas, que los perros escupían tapitas, que detrás de los anteojos la gente escondía tapitas.
  • 25. La idea le daba vueltas y vueltas en la cabeza, como él había pretendido hacer en el mundo. Por las noches, roncas cortinas respiraban en las ventanas y él las envidiaba mientras se sofocaba y seguía girando en la cama y veía aún más brotes de chapas nutriéndose del aire que él exhalaba –pero que no inhalaba. Una noche se levantó, sacó la tierra que había sobre la caja (sabía exactamente el lugar) y metió la cabeza bañándose en ellas. Esa noche durmió en esa posición, rodeado de tapitas. Luego de aquella noche desenterraba una tapita, la pintaba diferente a la noche anterior y diferente a la noche siguiente y la ponía sobre su frente. A la mañana la tiraba. Procedió así hasta que se deshizo de todas las tapitas y no volvió a dormir nunca más. Inés Eguaburo ***********************************************
  • 27. Darío Oliva La primera piedra Olvidaste la cruz crucificando al ángel en el cometa corriente de tu reloj biológico embarazada de cicatrices en el alma, y no te culpo por abandonar mi llanto en la calle de lodo. Dios que te condene y los hombres te repudien. La primera piedra me la guardo para penas futuras. Oxímoron Es el abrigo del invierno la desnudez de mi silencio. La Cosa No soy la cosa, soy el envoltorio que rodea a la cosa, pero encima de mí está la mano de Dios que me arruga. La Soledad Aún soporta esta mirada y me acompaña en medio de la sombra y la mañana. A las palabras No alcanza con escribirlas; debo soñarlas. Si doliera menos Si doliera menos mataría mis poemas y dejaría el epitafio
  • 28. para el viento. Cualquiera En el hueco de la sombra está mi cara: un objeto cualquiera entre otras nadas. Larga espera “Yo nací de las sillas, estoy sentado y espero.” Jorge Luis Peralta No siento la carne ni los huesos en esta espera la sombra ha sido mi único alimento la voz de tu silencio mi vestido y el recuerdo la ausencia que yo habito: tus pies desnudos bajo las sábanas de un largo invierno sobre la silla el esqueleto de tu cuerpo y en la pared el tiempo muriendo en las arrugas del reloj y en el borroso ocaso del espejo. El rostro de Borges Su rostro cuya imagen rocosa prefigura las cenizas de la sombra es un apergaminado laberinto que oculta la grieta del espejo. Lo recorre en la tarde y él le devuelve un color un ámbito de ocasos y de cruces señala una ventana donde el llanto de barro endurece
  • 29. los barrotes de su tumba y lo acerca a la muerte que no teme y a los ojos del silencio que ya ha visto. Lo malo de la mentira Lo malo de la mentira no es que tenga piernas largas o cortas es que a veces suele andar descalza. Cuando no existías Cuando no existías hice de la nada las líneas sombrías de tu cuerpo que me sabían a lluvia, hiriéndome sus curvas como astillas desprendidas de la madera con que se creó el mundo. Caos Edificios de la memoria en llamas ojos alambrados por la lluvia y el odio un libro negro de hojas muertas boca de alfiler en alquiler de besos desmayo del cuerpo oculto en el espejo… Memorizar el silencio de noche en el desnudo ropaje del sueño disparo de una palabra articulando el miedo la luna en un cenicero y el 11 de Setiembre inaugurando escombros y cementerios. Desolación Me dijeron que al entierro de Mozart
  • 30. asistió sólo su perro. Cuando muera quiero que tú seas ese perro. Lluvia “Comenzó a llover a tiros” Tomás Watkins Llovía sin memoria de la hora o el día desde el ojo amoratado de la luna oxidados los semáforos las piernas de las prostitutas y supe por las gotas las muertas paredes y baldosas agujereadas que dios estaba resfriado y de mal humor como un feriado con nube… Errata Si no he muerto cambien por errata el epitafio.
  • 31. Tony Zalazar Puta = Pueta Una vez le envié un poema a una mujer. Ella dijo “Pero él sabe que soy puta”. Y yo nunca dije “Pero ella sabe que soy pueta”. Así es la vida ella antes de puta fue virgen y yo antes de pueta la veía cruzar en su bicicletita de carrera Blanca. (del libro “Dios TV”. Ed. Ananga Ranga, Chaco, 2004) Los diamantes de Sofía Sobre el peligro del cordón de la calle espera sentadita un choque de autos un accidente que deje en sus manitas los diamantes resueltos del parabrisas. (Del libro “Ser De Ruido”, Ed. Ananga Ranga, Chaco, 2006) MMIX en cerdos convertiste/ mis mejores deseos Luis Argañarás Que este deseo se mástique tu sexo como manzana. Que en simple tentación jamás acabe el poema. Madrugado Palabras lúcidas iluminan mi noche, te sueño hablando.
  • 32. Oscuro Plena la luna, tras nubes y cemento te bulle en mi ser. Sucia hierve mi sangre de deseo y pecado. A las tres Te subo al techo te desnudo y me enrosco hasta hacerte un sol. (del libro “Tajos”. Ed. Ananga Ranga, Chaco, 2009.) X Cuando hablamos para cifrar y descifrar la vida / la poesía es la llave maestra. Mis palabras, panaderos en volandas por el cementerio. piedritas sobre la tumba/ germinan mensajes para el alma. VI Hay animales /que con la muerte de su amo /se mueren también. Miro una foto de mi padre y comprendo por fin a mi perro que de ojitos diluidos y temblantes vuelve de sus revolcones en la osamenta. ¡Cómo huele y cuánto duele esta distancia! La necesidad de empañarnos los ojos /que tienen los muertos/ nunca la podremos saciar. IX Ni el Zen ni Dios ni el destino/ explican el tanto sinsentido. la vida estragada por la muerte pero la muerte es tragada por la vida. adversativa la vida devora el desconsuelo del entierro. (Del libro “Quherencia”, Ed. Ananga Ranga, Chaco, 2009)
  • 33. Oscar Fariña alta mierda de mulo alta mierda de mulo pegó el carlito en lo del pancho de lavenida un ciento veinte en tiza la tiza en nailon una punta el borde con una mancha de caca -ojalá todo los garca fueran peruanos -repetía- ¡así sería siempre lindo que te caguen! familia virulana después de tanto quilombo pa conseguir la gilada no había nada más lindo en la vida que el momento en que sus ojos se abrían luego de la primera seca sus ojitos de adita ya felices aunque la droga todavía no le pegara tosía y me miraba me tiraba toda la mirada encima como chispas de virulana encendida porque la muy guacha sabía todo el bondi para conseguirle el vicio yo me lo morfaba sólo por ese momento y para repertirlo el bondi me lo iba a volvé
  • 34. a morfar siempre entonces se reía y recién después de la segunda seca la lata volvía a mí y mientras yo me quemaba lo dedo ella con una sonrisa me abrazaba el pecho se acariciaba la panza y ahora sin mirarme decía: gracias Tata, ojala nuestro bébe salga tan bueno como vos de Pintó el arrebato *** un grano de arena más un grano de arena más un grano de arena más un vientre de arena: la playa es una herida seca que se abre en los ojos de la niña planea una primera versión de sí misma la sombra y se escurre cual espejo laxante, cual caricia lactante esa gaviota herida que le surca una vagina al cielo no hay fuerza en la espuma residual del agua suficiente para grabar su nombre, apenas retrocede aquella es absorbida por el fuego de la arena dos latas, un palito, un pez muerto, musgo, media bolsa: mugre en la encía de la playa
  • 35. en lo que parece un manto de brea resguardo el paladar al capricho de mi dedo aquí el misterio de la palabra dicha o felicidad de un cielo prismado por la avaricia del canto me ciega ¿Hay el ocaso cuando la mano se cierra sobre los ojos sin dudas? esta porción de feto vean salirse de su vaina de carne, fugarse de la madre y con esa incursión pequeña en lo real cambiarle el sexo soy dos a la vera del labio y al tacto cicatriz de espera: un hemisferio de escalera tirada sobre el nombre llano *** hambriento el charco con su motivo de seda negra, abre las fauces al cielo barrido nuestras palomas han vuelto enteras y en mi punta hay sangre pero su riesgo no es humano hoy el silencio se ha vuelto amigo de la broma; contra el charco me caigo, rompo todo hágome astilla para clavar sin ser visto el agua que tranquila me recibe y yo voy a chuparme esta teta de alga
  • 36. arriba el cielo de pronto se apaga y aquí podríamos cantarlo pero recuerda el silencio es un diente en un vaso de leche una pluma hincada ¡que escribe! la hemorragia de este punto final (inéditos)
  • 37. Adrián Campillay la palabra vaca escribo desde mi habitación africana en el paraíso no puedo reconocer entre una droga y una mujer del mismo modo en que una mujer no me distinguiría entre un montón de botellas. patrones áfricas y calzoncillos para el paraíso. ya me cansé de las falsas vacaciones. se parecen a la palabra vaca. a la palabra gandhi. siete mil kilos de asado caminando y un millón de muertos de hambre. mi hijo jurando la bandera. ¿alguna vez se preguntaron qué significa eso? somos todos unos hijos de puta. ¡ustedes no! niños. tienen derecho a apretar el gatillo. adivino Nos torcíamos en la lluvia. Y qué ronco animal: el verbo trueno de su altura para la piel el agua hermana para los besos y para oír los gallos en el nublado atardecer de los días. Nos torcíamos en la oscuridad. Esqueletos de hermosuras ciegas de sí
  • 38. en el centro de la humedad estaban siempre esperándonos. Adivinos pies de la lluvia ¿cómo hacían? para encontrarnos siempre frente a nuestros cansados huesos del desierto. en el reverso de la luna escribe Campus luz sobre sin luz le ha caído un niño en la mano vieja de donde han salido a caminar sin destino sus versos como quien busca en la casa vacía el juguete escondido hace mucho tiempo. trovadores de piedra 1. puse una puerta en el poema para que una palabra pudiera abrirla y matarlo. ¡no resultó! todo en él sigue vivo y ahora me persigue un cuchillo.
  • 39. 2. hogar de arena que molió la piedra la espina llorando su invierno y el sol ¡siempre el sol! o el camino herido por la sed correr correr y correr delante del diablo. 3. en mi casa de adobe vivo en el mar de arenas el sol guía la piedra y el hambre muerde el cordón de la vereda aquí la fiesta tiene cantores que se abrazan se alejan lejanos entre los campos del vino y por él vuelven vuelven siempre al amor. 4. cada bar es una herida acostumbrada el dolor naufraga el almuerzo se enfría los muertos se cuentan por botellas algunos cuelgan de las paredes en fotografías nadie recuerda quién era.
  • 40. Damián López atravieso la plaza (virtud e inercia exclusiva de las diagonales) un manojo de perros se disputa la vigilia no saben que un montón de faroles no harían un sol ni aunque ese fuera su propósito alguien duerme a medias el hambre (sueño de dignidad los labios amoratados de gritos muertos) las ranas de la fuente vomitan su gracia los ángeles de la fuente cantan de espaldas la gente se muere de bolsillos vacíos y de progreso legítimo la gente se muere de terrenos usurpados y de hogares gratuitos la gente se muere de veneno extranjero y de miseria corriente la gente se muere de gestióncomprobada y cuántasestaránrobando la gente se muere de palabra muerta y silencio sospechoso la gente se muere de transparencia redistribuida la gente se muere de recuerdo necesario y borrónycuentanueva la gente se muere de morirse con los puños indecisos la gente se muere de Verdad inaccesible la gente se muere de desconfianza crónica la plena desnudez del invierno nos dejó la paranoia desabrigada y con pocas opciones convendría a lo mejor la práctica minuciosa del encierro pero los jirones desparramados de nuestra presencia se transfiguran y nos salen al cruce por entre los platos sucios y el aire amontonado en los pliegues de la luz (mis sábanas supuran el vaho de la hora pico y hay tantos transeúntes flotando en esta sala que yo mismo soy las veredas atestadas de regreso las campanadas de la catedral la agitada inercia de los traslados) no ceden los ladridos en las puertas/ y se cansan los párpados de impregnarse con la persistencia de las paredes habría que reventar de tanta procesión regurgitada
  • 41. explotar desde el vientre y salpicar los tiempos superpuestos esos recuerdos que se esconden entre los mosaicos como el agua muerta de la última lluvia o los afiches de cristo y maradona vendidos desde el piso (ser la mancha furtiva en la entrepierna de la memoria una irrupción de pudor y de asco en el largo de sus pasos) pero ahora los colectivos tienen cortinitas y abombarse cada día cuesta menos y yo que quería mirarte en los ojos y no puedo sacarme esta cosa de los pantalones seguramente en la parte de atrás hay un patio/ donde las señoras toman mate con sus fantasmas y los animales se echan panza arriba para la premonición (en cualquier momento se desata la tormenta que hace rato nos viene castigando) en las macetas seguramente las raíces se estiran ilusas buscando un terrón negado y en el living las fotos se apilan sobre el polvo mientras ven pasar la gente muerta que posa indefinidamente ante la nada hay miradas que transcurren seguramente/ en la trastienda de los frentes huesos ficticios/ elementos sutiles de un paisaje que observan las grietas y sospechan que afuera salgo al otoño como galope cansado sobre una veta del cielo en el espesor de estas horas no habita la habitual monocromía de las postales pero la piel de la tarde tiene fisuras y el sol se desangra sobre un silencio fingido poblándome la retina de pulsiones legítimas venas hinchadas de espanto y urgencia que florecen en un paisaje siempre alejándose sólo pájaros despojados de volumen en la magra simulación de la mirada
  • 42. Martín Pucheta RESULTA TU SEXO Si yo sumara ese gato y esa flor en este preciso momento con este clima y esta luz, en fin en el estado actual de mi ser total con el mundo, la suma exactamente me daría tu sexo, y se armaría un desastre en el jardín: un invierno amontonado de primavera, un caracol que se vuelve gigante con los ojos de fuego, el nacimiento de mandarinas por el ombligo de la naranja, y un olor a beso en todas las manzanas, que aunque restara el chancho y la sombra del sauce y dividiera por todas las hormigas, me quedaría igualmente todo el lugar degenerado hasta que vuelva a llover con poder de arco iris. EL VIENTO Un árbol de aire, para irse va creciéndose son ramas rapidísimas y dejan la raíz de su estela. De vegetal transparente un ángel, de vibración mineral en las hojas de luz. Dinámico fantasma, es todo nacerse y fugarse.
  • 43. EL INSUFRIBLE Cruza un caballo a lo loco. Salpica las pupilas. Acelera el viento de las hojas. Se arquea, da coces y relincha. Quiere desprenderse de la rémora, arrancarse al jinete maldito. Se afirma la estrella en la sangre, el brillo de la espuela. Quiere su cara contra el lodo, quiere que burbujeen como sapos los pulmones, que aletee y desespere en sus párpados la luz. Es como si echara raíces en su carne, el insufrible. Le baja un relámpago la guasca. Se ablanda el cuero. Se arde. El ritmo del poema es un caballo que prueba la destreza de la imagen. Salpica el viento. Se clava en la sangre. CASTIDAD Seré puto, pero soy un puto virgen, un místico maricón. Y si ahora me crece el culo, me crece hasta el cielo. ANGUSTIA Tu belleza me hace sentir que me hace falta un culo más. ARCO Puteada punta de flecha que se clava en el blanco
  • 44. corazón de la belleza. MATARON A MIRTHA LEGRAND Mataron a Mirtha Legrand. La mataron. Un balazo al corazón en pleno almuerzo sobre en mano. “Toda la familia argentina lo vio”. Cayó de boca al plato con los ojos desiertos y claros. Los ojos de los muertos son siempre cielos desiertos y claros. Bebieron de la sopa los ojos abiertos, cabellos de ángel es lo último que vieron, lo primero. Mataron en vivo a Mirtha Legrand. Cayó en la sopa con los ojos. Mataron de un tiro a Mirtha arriba del plato, en la hora del puchero y el caviar. Se quedaron helados Nicole y Cubero. Sólo Alfredo se paró tirando la silla. Y Nicole se desmayó sobre Cubero. “Toda la familia argentina lo gritó”, parecía el grito de un gol desde lejos el oscuro gol de un dios Antidiego. Mataron en directo a Mirtha Legrand. Balazo y a la sopa. Directo al corazón con los ojos “Chiquita” y la “Familia”. Las cámaras cortaron enseguida y mandaron una tanda. Pero quedaron los ojos de Mirtha en toda la pantalla. Un ojo cuadrado con cielo de Mirtha la pantalla. Mataron a Mirtha Legrand. La mataron, che. Los ojos en la sopa fría. Los ojos fríos en la sopa del cielo.
  • 45. Clarissa Reggiani VACIOS Celos como espinas de pescado aviones en la tormenta la persiana metálica se golpea el de la radio se pierde en el aire huele a aceite quemado caen dientes quebrados por esa verdad el milico de tus ojos me revisa y se recuestan las botellas ya vacías xx Mezcla de ronroneo y arañazo humano volvías espontáneo ¿busco uno? el forro en la mano, entre tu pelo se extinguían las guerras sangrientas del mundo revivimos a John y Yoko por un rato ahora que lo pienso en el plato vacío dejaste un disco Fue Tu calor fue la luz de un microondas un fernet desteñido y una sombra profunda casi tan amarga como el ángel de la noche jugando solitario con un naipe a oscuras dando vueltas por la casa cuando alguien se ha ido fuiste la persecución de diablos vestidos de rock y aburridos como covers mal logrados desafinaste el intento y la risa se hizo templo sin vitraux, sin pasillos
  • 46. tus testigos arruinaban mis descansos y al fin se extinguió tu nombre voluble en el celular sangrado se revuelven números como luces en fachadas señales de auxilio o navidad banal No sos la entrada a la fiesta las cuatro cuerdas del mundo donde lanzar ropajes ni un souvenir sonoro, más bien resaca de otro verano ordinario que se apaga virus Me llené de virus viendo páginas porno y ya no supe distinguir lo virtual Lo real. El técnico el doctor el calor Me perdí. Así la vieja de los pájaros se ve blanca sin una botella bajo el brazo prefiero estar así no poder caminar con la vecina que hace compras y elige cáscaras como destino pide cortes con grasa que le divierte la panza, esa curva que no tomó el charol. ASI DUOS Si Martha Minujín y Charly García Tuvieran un hijo; así quiero ser Árboles psicodélicos, techos psicodélicos Pasto azul, o blanco o verde Sombrillas y todo, todo, todo dando vueltas Como es todo
  • 47. Tumbas de la gloria Las mujeres no deben tener sexo ocasional Las mujeres no tienen que pensar en la cama Las mujeres siempre están en cana Son esposas o las manos De plástico o se deshojan Y aún vuelan polleras al viento chorrean encanto desde su tumba florida Facebook y la foto del tercer grado Pierdo tiempo digo frente a esta pantalla reencontrando amigos de la infancia con los que jugaba al fútbol cuando ser mujer no era un trabajo el ocio pateaba la palabra útil desinflada al medio de la calle Los rayos de sol eran goles en arcos improvisados mancha o escondidas libres por las calles sonaban más gorriones que alarmas en el centro lo grave era el verso del viejo de la bolsa y el peligro caries bien ganadas. A Carlitos, el primero de la fila, una lo echó con lo puesto por eso escaneé la foto del grado (ahí va vía facebook) a cambio de una actual. no puedo imaginarlo crecido a base de coca cola, hamburguesas, huevos fritos y el choripan de la cancha. La vieja puteaba como camionera y el padre que se fue temprano los domingos aún lo acompaña desde la platea más alta alentando a Cipo siempre de visitante. Lo terrible es esa foto me distrajo todo el día, el brillo que en un punto me retiene: las chicas de tercer grado y Yo ¿yo? y mis rodillas sucias obsesiva como la historia con la mona lisa parecen ser nomás
  • 48. las alas perdidas Las que brillaron en aquel recreo el deseado timbre, mitad de la galería las nenas mostraban las muñecas y los chicos apuraban “que ya empieza el partido” asumí la duda y cruce la puerta volando hasta el arco Ahora que no salto las sogas, ni defiendo tan bien al alma de las modas sospecho hacer goles en contra ni me aguanto llorar las heridas o rascar las cascaritas esa voz grita del fondo que somos del mismo equipo que hay tiempo para otra jugada.
  • 49. Karina Maranesi La Pantalla es un Todo Ver de Ciegos Oculta lo que muestra calla lo que dice Balas, choques espectaculares, dramas al instante, sangre de utilería, amores plásticos, realyties ficticios. Callos en la sensibilidad. Apagar los ruidos para tratar de Ver. Cámara lenta. Zoom detenido. Tal vez encontremos camino de regreso a casa siguiendo miguitas en el silencio del bosque. *** Acuna al niño que fue, se mece en un salmo sin palabras. Extraña los dos pilares tras su espalda, la sombra que le prestaban a las pesadillas que caldean la noche. El pecho ancho, la voz ruda, las suaves manos, el ir y venir de ella. El mandala, refugio circular de mesa, platos y almas. Ahora habita un país de orfandad con otros desterrados, a veces llora hacia adentro sin mencionar el caso. comparte con otros desterrados como él *** Cielo carbono rajado en franjas naranjas un sofá en la calle
  • 50. bosteza sueño de eternidad gritos se venden en diarios, radios, televisores contrastan con el pasquín "posta" que enuncian con modestia la verdulera y la clientela. Ellas y nosotros sabemos que en el mantel de las palabras muchos se limpian las manos sucias sin haber leído a Lacan. 42 Entra en mí En este hueco de costilla Que devolví Al primer Adán Entra en mí He armado una choza Con los días Vacíos de mi vientre Dame un mendrugo Una flor sexual de tierra Su tallo Entra un rato Haz el truco sin temores Que desde antes de engendrar ilusiones Ya aprendí a desembarazarme de ellas.
  • 51. Juan Andrés Despouy Muerte fabulosa de los caballos Mañana matarán a los caballos / Les abrirán las fauces y colgarán sus relinchos en la plaza pública / Poco sirvieron nuestras marchas contra el cielo / El fallo parece inapelable / Los ladrilleros sostienen que si esto sucede no habrá más pisaderos / Los pantanos y el barro se ahogarán contra la tierra y volveremos al tiempo de las piedras / El mundo será más pesado y menos posible / Los jinetes advierten que los galopes se volverán plagas sobre los campos / Que los caminos se cubrirán de crines filosas y amarillas // Es posible que suceda cualquier cosa / Estamos a la buena de un dios que ha preferido siempre los pájaros y los camellos / Estamos desesperados/ Por nuestro bien no deberíamos permitirlo / Sin caballos se habrá extinguido todo lo creado a su imagen y semejanza / Habrá que acostumbrarse a la muerte acechando las calesitas / A los lienzos ecuestres manchados de sangre / A los relinchos en pena / A los circos criollos asediados por fantasmas cuadrúpedos / A las herraduras abandonadas sobre la arena / Al luto de Calígula y la tardanza de Atila / Habrá que cerrar los ojos y llorar caballos hacia adentro / Evitar el dolor de los más pequeños / Que no sabrán cómo ni dónde esconder sus palos de escobas condenados al matadero.
  • 52. Bernarda Parral La Ventanilla Me llegó tu olor, mirando de costado por la ventanilla del tren. Esa mezcla de regurgitación ácida de vereda de conurbano. Esa imagen de cáscaras de naranja manchando el tejido fino. No puedo aun construir un pensamiento constructivo y venís así, sin permiso con tu maldita autoridad a pegarte en estos poros de las fosas nasales sin la misericordia del perdón, a dejarme en deuda con las cuotas de las preguntas que bajan donde no hay más que un asqueroso envase de Axe turquesa casi a la mitad. Acabado Mate Había un cartel con personas adentro que quedaron paradas de este lado, circulares simulados de color a sombras. 65 letras decodificadas parecidas a un insulto injusto por haber nacido. Y de mi boca salía refresco de barniz, secando el –(se)-A- cabado mate cuando me acerqué a abrir la puerta con un manojo de pendientes para que te fueras…
  • 53. La Rosa de Hiroshima Con el documento, no hay prueba certera de ninguna identificación filiatoria. Te vi parado en la mitad del camino por el cual se ingresa a la casa. En una mano, una rosa, En la otra, buscando el bolsillo izquierdo de tu pantalón recién lavado, un necio apuro por cerrar la tapa llena de números y una foto borrada, porque una nube amenazante, cargada de gasoil y agua sucia y naftalinas caería, seguramente, sobre ese pequeño librito autorizado a dar el nombre, el apellido, la altura de la calle donde se vive, pero, no aseguro, en lo más mínimo, que pudiste dar vuelta el paquete con las flores, dejar unos cuantos pétalos arrinconados para después, cortar desconsideradamente los tallos, y hacerme tragar con lentitud, todas las espinas… 26.09.10 Apretate bien fuerte los párpados con los dedos quedate unos segundos sin soltar. A medida que la presión ejercida disminuye, con los ojos aún cerrados se verá una sucesión increíble de puntos móviles. Sólo puntos. Hay puntos alineados, algunos cierran las oraciones, otros son sucesivos, se repiten hasta armar lo que se denomina una recta y si a la recta la doblás
  • 54. en distintas direcciones, la geometría la designa de distinta manera: bisectriz perpendicular, angulación, escuadra. Así hasta llegar al absoluto del infinito, donde está Dios, que, cuando tiene náuseas vomita bilis amarilla, tan perfectamente alineada que es imposible correrse en otra dirección, para que no te salpique de su descompostura. Creo que, en ese punto, Se encuentra el punto final… 27.09.10 Azul bipolar Las manchas de la pared no se esconden. No se cubre el azul que pintaste esa mañana. Queda un hoyo blanco en cada mota que se destiñe al intentar taparlo. Queda entre esas capas, la figura de una cara cortada al ras, marcada por la navaja de una despedida con 4 curitas metalizadas de ésas que no se compran en los kioscos, las que resuelven, momentáneamente apretar las cicatrices, del ácido sulfúrico que mareó el color, el primitivo, que miró para atrás, en esa esquina, preguntándose, con el mapa en la mano,
  • 55. hasta dónde se podría dirigir en esas condiciones… INDIGESTION Hay sabores a sal que no se toleran normalmente. Producen flatulencias, meteorismo y demás molestias gástricas no recomendadas en los prospectos farmacéuticos ni en los últimos tratados de la OMS cargárselos encima. En algunos casos clínicos se observó que se debilita la respiración. No hace bien empacharse de fantasmas, si te los querés comer de una, los cretinos portan cara : flan con dulce de leche casero, y, al ingerirlos apresuradamente, producen un gran cólico intestinal, se altera el ritmo evacuatorio, y se termina comiendo al plato una buena ración de propia mierda todavía, no muy bien digerida… 30.9.10
  • 56. Matías Castagnino Y LA PARCA VA Volviste en sí después de la brutal ceguera dedos rojos en la pared te recordaron los restos del torbellino. Qué sombra, qué espirales, qué desvelo. El alivio llano tras veinte meses en la cloaca. Las quemaduras y las amenazas ahora son como inocentes navajas pero del otro lado del valle. Vos estás, atraviesas, pagas caro los minutos ciegos. Ya no más la doble personalidad endiablada ante los invitados los espejos. Un trágico error de cálculo y confianza. Es el acantilado al borde de la ley. Nunca más volver al jardincito del fondo desde que los yuyos y la cal crecieron en su pecho. Abismo entreabierto y tan de repente esa instintiva densa filosa noche.- Y EL HAMBRE PERDERA SU REINO Y el hambre perderá su reino abdicando la sangre de aquel borde filoso. El número mezquino en la mano asesina será el mismo puñal pero en otras direcciones. A los cielos de rotos estómagos caerse verás, la lluvia bilial no regará de amarillo la pantalla y el hambre perderá su reino. Y el hambre perderá su reino en instantáneos milagros de panes y peces desde el éter y por el artefacto. Desear será tener y el vil metal una pieza de museo. Como el polvo de estrella que dio piel y pensamiento la poesía abrirá los pechos
  • 57. sacudiendo las alamedas con una luz incontenible. Parecerá el día, pero todavía quizás no, y el hambre perderá su reino. Y el hambre perderá su reino, su baba del diablo, su repugnancia satelital. El silencio aterrador aturdirá con ecos de un tiempo que nos marcó. La esclavitud de la migaja habrá partido el espinazo y al gusano que carcome el cerebro corrupto, el lóbulo empresarial. Moscas que revolotearon la callada espera famélica y raquíticas extremidades partidas en el umbral de tu antigua casa. Catástrofe, estallido o un precipitado devenir de átomos domesticados, pero el hambre perderá su reino.- NO SE... TU FE No sé qué sombra oculta es la que densifica el aire noche que me acorralara tan traidora como estacas. Te deseo, no sé... con descaro y en interregnos habituales. Mi guerrera celta al trote bajo la lluvia clara. El trinar traes, de lo siempre novedoso pero yo no sé qué abismo remoto comprueba la inmensidad del absurdo. La forma de un querer con todavía el sabor del beso que olvidaste pero la sensación de guardar algo, de perderte, de miseria. Por evitar antes un ya cómodo no pensar añoro como todo lo que respira. Ahí va el número de refilón para que la hondura de tu matriz más pura devele esas mesetas inéditas.
  • 58. El fango tan temido tus muslos rotundos las ojeras cárdenas y dos brazos en que caer. Acá viene satelital el corazón como un sinfín de arrope para los ojos inmóviles. Tiempo colmado de palabras palabras suaves como brisas brisas ansiadas en tu regreso. EL ARTE DE LOS GRISES De aprender a amar y amar fui palpando el arte de los grises. Con el mirar de los ojos relativos lo que ayer fue agravio ahora lo bebo como edulcorado. La bilis de la agenda como guía y el día en su circuito medular, de querer palpar, palpar la tregua el sur menopáusico, el negro y blanco entrecruzado. A la hora de las maitines tu plegaria de saber cambiar, cambiar a un devoto y a los faros de costa. Con el sutil roce de tu no hacer nada viraste imperceptible este rumbo, adulteraste la hoja de ruta, usurpaste el astrolabio. Las colas urbanas son un cultivo de quejas, frenadas e insulto por montar, montar el pulso ciudadano. Sensible de mirar paupérrimos pesares sabré fundir y ahondar el blanco y la negrura, extremos que se buscan en una curvatura de luces circulares: la artesanía del gris.
  • 59. Alfonso García Digamos Que las cruces están mal paridas o bien hechas de adorno como del barro que brilla por debajo Tal vez que creer no es lo mismo que sentir y sentir a veces es tan confuso saber es otra cosa Verde sería si usásemos la punta de los labios un poco más para demostrar y mucho menos para decir. Pero estaba que decía Los astros son de día a la noche sólo saben los gatos Mientras se juntan cadáveres a tentar sinfonías Vuelven los juguetes de los 80 el niño que no dejé de ser se enjuaga la cara con una sonrisa se chupa el dedo y se persigna Algunas cruces son de lágrimas. Otoño es la vuelta enredadera de cuestiones que camuflan la estación para permitir que el sabor de la melancolía bañe varias tardes de espera es la razón de los extraviados
  • 60. para sentirse en casa, sobre todo los domingos otoño es el jugo de tus pupilas mi elíxir la escritura del cuerpo con los primeros fríos las hojas vencidas, la desnudez del árbol Otoño es extrañarte mi pequeña primavera. De la noche 5 la oscuridad como gajos de una ceremonia impoluta; o la otra medida del día la ventana como ojo que mira los ojos de la noche que iluminan la otredad las sombras multiplicadas, las de los andares imperfectos o esas que se acumulan en los rincones mis huesos se preguntan cuánta será la sal que se exponga en las horas que se avecinan. para A! Carnes que deambulan corroyendo al tiempo, haciendo de los mil infinitos hijos bastardos de los deseos las distancias que se escriben entre las pieles que se arrugan
  • 61. los ojos verdes en mi memoria de mis recuerdos de tu mirada aquella que mira a la cámara esa que saca la foto ésta que yo observo y entre todas las horas que pasan en todos los pasos hasta vos voy construyendo toda esta fantasía que se desarmará al abrazarte de verdad.