Este documento presenta una introducción a un libro sobre Europa. Resume las dificultades de definir los límites geográficos de Europa, ya que está conectada a Asia y separada de otras regiones por mares y océanos de manera ambigua. También describe a Europa como un mosaico de paisajes, economías, niveles de desarrollo y culturas diversas dentro de sus países y entre ellos, lo que plantea desafíos para la unificación económica.
1. DERRUAU, Max (1976): Europa, editorial Labor S.A.,
Barcelona, 1976 (tercera edición). Título de la obra original:
Max Derruau, L´Europe, Paris, Hachette, 1965. Traducción
de Francisco Payarols.
INTRODUCCION, pp. 1-4
La pequeña Europa no es sino una península de Asia. Por
eso resulta difícil fijarle un límite del lado del continente
asiático. En la concepción de los occidentales, este límite ha
variado con frecuencia: los antiguos lo situaron en el Don;
nosotros lo trazaremos en los Urales, como es clásico hacerlo
hoy. Cabría adentrarse en interminables discusiones acerca de la
legitimidad de este corte, y, en realidad, la colonización rusa
desde el siglo XVI y la política actual de la Unión Soviética,
sin dejar de esforzarse por mantener la autonomía cultural de
cada pueblo, han borrado la frontera del Ural. Así, aunque
estableciendo los confines de Europa en esa barrera fácilmente
vulnerable, estudiaremos aquí la parte soviética de Asia.
Junto con Europa habría que tratar de las posesiones o
establecimientos europeos de ultramar: colonias de población
que han continuado o no bajo dominio político europeo,
colonias de encuadra-miento donde Europa ha efectuado
inversiones, todas estas prolongaciones económicas que se
integran en zonas monetarias tales como la de la libra esterlina
o del franco. Pero entonces nos encontraríamos con que sería la
mitad del mundo lo que tendríamos que estudiar, penetrando
en medios que nada tienen de europeo. Nos limitaremos a
evocar las ventajas y dificultades que para las metrópolis
nacen de esta situación y, desde luego, no cruzaremos los mares
y océanos que bordean la primera « parte del Globo».
Y, sin embargo, Europa no queda mucho mejor definida por
los océanos y mares que la rodean — Atlántico, Mediterráneo
— que por el Don, el Cáucaso o el Ural... ¿A quién atribuir
Islandia? ¿A Europa o a América? No estando poblada más que
por escandinavos, se conviene en agregarla a Europa, pese a que
está más cerca de Groenlandia que de la costa noruega o de
Escocia. Por el contrario, Groenlandia, si ha estado a punto de
ser europea, puesto que los normandos la ocuparon desde fines
del primer milenio hasta el siglo xv, la decadencia de éstos la
redujo a la población esquimal hasta el momento de la
colonización danesa (1721); en consecuencia, se une a América,
de la que se halla muy próxima. Las mismas ambigüedades
encontramos respecto a las islas del Atlántico subtropical,
Madeira y las Azores, consideradas como europeas.
En cuanto al Mediterráneo, constituye un límite natural
más cómodo que indiscutible. El norte de África recuerda la
Península Ibérica por su relieve hasta un extremo tal, que es
1
2. clásico el paralelismo establecido entre el Rif y la cadena
Bética, entre la llanura del Sebú y la del Guadalquivir, entre
la gran altiplanicie españole, la Meseta, y su homónima
marroquí. El África verdadera empieza cuando se llega al
desierto, y el conjunto mediterráneo a caballo dé África y
Europa es de por sí un mundo, poco más o menos, el que el
Imperio romano abarcaba antes de Julio César.
Una obra clásica, que, por otra parte, ha sido muy
discutida, Mahomet et Charlemagne, del historiador belga
Henri Pirenne, ha intentado demostrar que el Mediterráneo es
más un vínculo natural que un corte; si se ha convertido en el
límite meridional de la civilización europea, se debe al hecho
de que la conquista árabe, por la inseguridad que creó en el
mar, obstaculizó las relaciones entre sus dos orillas. Desde
aquel momento la civilización cristiana medieval vio cómo su
centro iba desplazándose hacia el Norte, tanto más cuanto que
las guerras de Carlomagno le anexionaban la Germania, y que
Cirilo y Metodio evangelizaban a los eslavos. Desde entonces, la
Reconquista española, terminada con la toma de Granada en
1492, expulsó al Islam de la Península Ibérica y fijó en el
Estrecho de Gihraltar el límite de las dos civilizaciones. La
ofensiva turca contra los Balcanes no consiguió anexionar al
mundo musulmán el conjunto del sudeste europeo, donde, sin
embargo, quedan 4 millones de mahometanos. Así, pues, más
por razones históricas que naturales, el Mediterráneo separa
dos áreas de civilización, y Europa Meridional sigue siendo^
por muchos de sus aspectos humanos, un mundo abigarrado
afín al África y al Asia musulmanas (*
).
Cerrándose en el Mediterráneo y los Urales, Europa
representa 10 millones de kilómetros cuadrados, poblados,
en 1963, por más de 578 millones de habitantes (10.487.715
km.2
y 601.125.928 habitantes incluidas las Azores, Madeira,
islas asiáticas de Grecia y provincias africanas de España).
Desde el Cabo Norte al Cabo Matapán (extremo sur del
Peloponeso), se extiende desde el grado 71 de latitud
septentrional hasta casi el 36, en una longitud aproximada
de 4000 km. Desde las Spitzberg a Creta, la distancia es
todavía mayor. Si no nos movemos del Continente, la que
media en sentido Este-Oeste, entre la cresta de los Urales y el
Cabo Finisterre (Galicia), rebasa los 5.000 km. Estas
dimensiones son mayores de lo que permitiría suponer la
superficie reducida, ya que Europa es la menos maciza de las
cinco partes del Globo, tan extremadamente recortada, que ha
podido compararse su forma con la de un pulpo cuyos
tentáculos serían las penínsulas del Norte y del Sur.
Mucho menor que Asia (44 millones de kilómetros
cuadrados), queAmérica (38 millones) o que África (29); mucho
más rica en ángulos y recodos de territorio, Europa ofrece
contrastes menos notorios que
2
3. (*) Las tesis de Pirenne están hoy completamente
superadas, aun cuando conserven cierto interés. — N. de la
R..
las restantes partes del mundo: no se encuentran en ella
soledades junto a hormigueros humanos, como en Asia. Es el
único de los continentes que carece de desiertos. Si se
exceptúan algunas cumbres, Islandia Central y las estepas
próximas al Caspio, puede afirmarse que su población no
presenta lagunas. Es el dominio de la continuidad.
Y, no obstante, sus diversidades son extraordinarias.
Vastas llanuras del Norte, macizos de formas compactas,
guirnaldas de las cordilleras alpinas constituyen otras tantas
formas diferentes. En el mapa, la masa unida de Rusia
contrasta con los istmos sucesivos que estrangulan la
península-Europa; no más de 950 km. a vuelo de pájaro
separan el Báltico (Lübeck), del Adriático en Venecia; y sólo hay
400 km. entre los Golfos de Vizcaya y el de León. Nuevo
contraste entre la meseta denudada de Islandia Central y la
exuberancia de Corfú o del Miño portugués. Europa es también
un mosaico de pequeñas naciones: si exceptuamos la Unión
Soviética, la mayor de todas es Francia, que, con sus 551 000
km.2
, no sería sino un minúsculo Estado en América o Asia.
Finalmente, es un mosaico de paisajes y de economías cargados
de historia, llegados a niveles de evolución diversos de un
Estado a otro y aun dentro de uno mismo. Europa conoce al
mismo tiempo el porridge escocés y la paella española; la isba
del bosque ruso y los tejados en azotea de Sicilia; los pólders
de Holanda y las estepas trigueras del Volga; el bazar de
Salónica y los anuncios luminosos de Estocolmo; el Ruhr y los
pastos de la montaña albanesa, Auteuil y Ménilmontant; el
Kremlin y la City de Londres.
La renta media por habitante (700 a 800 dólares en 1956)
traduce ¿m nivel de vida bastante bueno en conjunto, menor que
el de América del Norte (2000 dólares), pero muy superior a
la indigencia africana o asiática (menos de 150 dólares). Sin
embargo, este valor medio no debe ocultar las desigualdades de
dicho nivel de vida y del desarrollo económico. Según las
estadísticas de la ONU, la renta media es de más de 1100
dólares en Suiza y en Suecia. Oscila de 800 a 1100 dólares en los
restantes Estados escandinavos y algunos de Europa Occidental
(Luxemburgo, Reino Unido, Francia, Bélgica). Un tercer
grupo, con 500 a 700 dólares por cabeza, comprende la
República Federal Alemana, los Países Bajos y Austria, y tal
vez Checoslovaquia, si bien resulta difícil evaluar las monedas
de las Democracias Populares. Un último grupo (menos de
400 dólares) abarcaría Irlanda, la mayoría de las
Democracias Populares, los Estados mediterráneos; a la cola
de la lista parece que van Portugal (230 dólares), Polonia,
Yugoslavia, Rumania, Albania.
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4. Estas disparidades entre los Estados se ven aún
intensificadas por las existentes entre las clases sociales y entre
las regiones que integran cada uno de ellos, principalmente
entre el norte y el sur de Italia, entre Córcega y la región
parisiense.
Para la Europa de hoy, el problema esencial estriba en
unificar estas diversas economías, reanimar a las más
rezagadas, tanto en el interior de cada Estado como de unos
países respecto a los demás. Francia, cuando se pregunta
acerca de la organización del territorio y piensa en una
descentralización industrial, se enfrenta con el aspecto interior
del problema; cuando se adhiere a la Comunidad Europea del
Carbón y el Acero, trata de resolver el aspecto exterior de esta
misma cuestión.
Esta unificación tropieza de hecho con estructuras
económicas distintas. Se ha hablado mucho del telón de acero
que separa el Este del Oeste, aunque Yugoslavia se ha
abierto al último sin renunciar a un sistema económico poco
diferente del de la Rusia soviética. Incluso hay frecuentemente
la tendencia a llamar Europa sólo la parte situada al oeste de
dicho «telón ». Tal fue la costumbre alemana durante la
segunda guerra mundial, de 1939-1945, y a veces suele aún
emplearse esta denominación en el interior de los países de la
Organización Europea de Cooperación Económica (O. E. C.
E.). Hay en ello una redundancia de lenguaje. Mas no por ello
es menos cierto que se oponen, de una y otra partes del «telón
», dos soluciones diferentes aplicadas a los problemas
económicos.
No toda la Europa Occidental se ha adherido a la
Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Gran Bretaña, los
Países Escandinavos, Suiza, España, sobre todo, se mantienen
al margen de ella; prueba de que se simplifica abusivamente los
problemas cuando se enfrentan dos bloques en una Europa que
sigue siendo, desde todos los puntos de vista, un mundo muy
variado.
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