1. Desde su existencia, el hombre ha modificado para su subsistencia el entorno natural que habita, llegando con el tiempo a distorsionar gravemente el medio ambiente del planeta.<br />Como organismo pensante, se ha valido de él para potenciar su incidencia, promoviendo su conocimiento e inventiva, para obtener un mayor provecho de ella, llegando a niveles superlativos con los adelantos de la ciencia y la tecnología.<br />Dicha acción con el tiempo, ha inducido a grandes desequilibrios ecológicos que son el resultado, entre otras causas, del aprovechamiento desmedido, el desconocimiento, o del mal uso de la tecnología del momento.<br />Ello ha llevado a la alteración de los ecosistemas involucrados en donde los factores interactuantes han llegado a sus niveles marginales, provocando contaminación de aguas superficiales y profundas, su déficit o exceso padecido en sequías o inundaciones, extinción de especies vegetales y animales, agotamiento y pérdida del suelo.<br />Únicamente en la mano del hombre está hoy poner límite a este tipo de acciones agresivas a la naturaleza, anteponiendo la preservación y la integridad de los recursos naturales a los intereses económicos particulares, mediante la aplicación de firmes políticas de desarrollo sustentable.<br />Ello exige relevar, estudiar y analizar, los ecosistemas sobre los que se va a actuar. Adecuar a las características de los recursos a gravar, el tipo, las formas y la intensidad del uso que se haga de cada uno de ellos, sin poner en riesgo su potencialidad e integridad.<br />Dichas políticas se racionalizarían aún más, si fueran llevadas adelante en el marco territorial de las cuencas hidrográficas, pues ellas le imprimen características ambientales particulares determinantes de cada balance hídrico.<br />El manejo racional de los recursos naturales en ese marco, maximizaría la sustentabilidad de los mismos y en particular el del agua, asegurando su pureza y el abastecimiento para las generaciones presentes y futuras.<br />