Este poema invoca al Espíritu Santo para que envíe su luz desde el cielo y entre en el fondo de las almas para enriquecerlas y lavar sus manchas. Pide que el Espíritu Santo riegue la tierra en sequía, sane corazones enfermos, doma espíritus indómitos y guíe a los que se desvían del camino, y que reparta sus siete dones y dé mérito al esfuerzo humano.