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 HAKUMANA: ESTAMOS JUNTOS<br />INTRODUÇÃO<br />834390781685Todo comenzó un día que fui convidada a participar de aquellas reuniones. Se trataba de la comisión de HIV-SIDA de la conferencia de religiosas y religiosos de Moçambique. O sea, un grupo de consagrados interesados en hacerse presente en el mundo de las víctimas de la pandemia. Como Iglesia, urgía un gesto de solidaridad. Ellos llevaban ya un año trabajando a nivel de prevención, ofreciendo cursos de formación e  información sobre la enfermedad y su impacto social. Llegado cierto momento, sintieron que había que hacer algo más.  Faltaba identificar el qué y el cómo.<br />Llegué ese día. Fue en Marzo del 2006. Apenas llevaba unos meses en Maputo y vivía en la casa de las Hermanas Misioneras de la Consolata. Se encontraban unas 6 personas, uno despidiéndose a causa de transferencia; otros dos se ausentarían por uno o dos años para realizar estudios fuera de Moçambique. Hacía apenas unas semanas que asistimos a un diálogo entre el Presidente de la República y los líderes religiosos sobre la enfermedad, su rápida propagación y el qué hacer para mitigar el impacto. El punto más fuerte de la reunión, de hecho, era comentar sobre ese encuentro e intercambiar opiniones acerca del nuevo rumbo que debía tomar la comisión.<br />Se percibía que entre los miembros de la comisión existía buenas relaciones; no obstante, no conseguían ponerse de acuerdo sobre qué hacer, por dónde caminar. Alguien dijo: “hace falta un contacto directo con los afectados; hasta el presente hemos hablado mucho sobre ellos, pero no hemos hablado con ellos, ni hemos hecho nada para beneficiarlos directamente”. Otro era de opinión de que debíamos abrir una oficina de asistencia social y orientación para acompañar los enfermos. Decían que ya había asistencia médica y subsidio de medicamentos en los centros de salud, pero que las personas necesitaban dialogar con alguien sobre su condición y recibir apoyo de tipo psicológico y socio económico.  Después de unas dos horas de debate, salimos de allí con la asignación de traer sugerencias concretas para el próximo encuentro.<br />Yo me tomé bien en serio el asunto. Dediqué mucho tiempo a pensar y orar sobre qué hacer y cómo en beneficio de los afectados e infectados por el SIDA en la Ciudad de Maputo. Desde el principio supe que formaba parte de mi misión. Mi llegada a Maputo, a la CIRM CONFEREMO y a la comisión del SIDA en ese momento no era casualidad. El problema me implicaba, me concernía y me comprometía profundamente. En principio había llegado a Maputo para dirigir el Instituto Superior María Mãe de África; sin embargo, sentía fuertemente una urgencia de responder a este otro asunto. Me atraía fuertemente. No conseguía desligar de mí el interés por el tema. Bebía todos los artículos sobre el SIDA que encontraba. Sabía que me tenía que preparar y no perdía ocasión para hacerlo. <br />El día de la siguiente reunión de la comisión de HVI SIDA de la CIRM CONFEREMO, nos encontramos con que el grupo se quedó reducido a 5 persona. Esto trajo otra gran preocupación: buscar nuevos miembros. ¿Cómo? También, al parecer nadie hizo la asignación, con excepción de mí, pero no me atrevía a  sacar mi extensa reflexión de unas 10 páginas A4. Me quedé callada, escuchando y olfateando el ambiente. Decidí esperar el momento oportuno para presentar mi propuesta. <br />De regreso a casa, Janete comentaba que se sentía preocupada, pues la reunión no fue próspera y el grupo se había reducido considerablemente. Yo me limitaba a escuchar y sentía dentro de mí que en algún momento esa historia se revertiría. <br />Entretanto, la vida continuaba y yo debía dedicar tiempo a conocer el Instituto Superior María Mãe de África. Había viajado de Nampula a Maputo para tomar cuenta de ese Instituto y debía substituir a la actual directora. La cosa no iba a ser fácil. El Instituto, aunque pequeño, era complicado. Y, complicada era la situación financiera y organizacional. Por lo que me percataba, la dirección había mimado mucho el Instituto: los profesores,  los alumnos, la planta física, pero urgía promover cambios que augurasen el futuro desarrollo a nivel pedagógico y financiero. Una nueva política organizacional debía implantarse y por lo visto, serían muchos los obstáculos a ultrapasar. <br />De hecho, los conflictos no demoraron en aparecer: algunos profesores, de los más antiguos se resistieron a las reformas, se cuestionaban el porqué dejar el Instituto en manos de una persona que llegaba nueva. Sentía que me miraban con recelos e interrogantes. Me encontraba en una situación en la cual debía ganarme  a las personas y conquistar el terreno de a poco. Sabía que la paciencia no figuraba entre mis  virtudes  y esto demandaba de mí doble esfuerzo. Era consciente que debía provocar modificaciones y que estas se traducirían en sufrimientos para mí y para otras personas, pero no podía dejar de hacerlo, costara lo que costase. <br />Por otro lado, me encontraba en proceso de cambios a nivel personal. Había viajado sola. Estaba hospedada en la casa de las hermanas de la consolata, pero ya llegaba la hora de encontrar casa para que mis hermanas pudieran venir conmigo. Debía dedicar tiempo a procurar y de hecho, caminé y caminé por todo Maputo; salía del trabajo y me dedicaba a buscar. Así estuve dos meses, hasta que di con una que respondía mínimamente a nuestras necesidades. Fue un alivio cuando, finalmente, conseguí alquilar y acomodar nuestra casa. Me ofreció un poquito más de seguridad. Lo necesitaba; en medio de tantos desafíos, necesitaba sentirme fortalecida por el ambiente mercedario, aunque ese ambiente tan querido y peculiar era preciso construirlo en esta nueva realidad. Fue así que una hermana y dos vocacionadas vinieron y constituimos una nueva comunidad. También conseguimos un perrito, que aunque resultó una tormenta, nos ayudó a crear ambiente hogareño. Todo comenzó al mismo tiempo: nuevo trabajo, nueva comunidad y la gestación del Centro Hakumana. <br />Finalmente, en una de las famosas reuniones abrí mi libreta y presenté mi propuesta: un centro de acompañamiento y asistencia a nivel de integración social, psicológico, salud, legal y espiritual. Alguien opinó que era ambicioso de más. Bueno, se puede comenzar por alguna dimensión y luego se van agregando otras poco a poco, opinó otra persona. Así comenzó el debate y las opiniones y los enredos. Alrededor de esta discusión estuvimos no sé cuántas reuniones. Yo no tiraba el pie de la idea, insistía suavemente en ocasiones, con firmeza otras, jocosamente en otras, pero insistía. Janete también se unía y día a día sentía su sintonía, como si supiéramos de antemano que la vida nos unía en una misma misión: difícil, urgente, pertinente y apasionante. <br />2767965567689En otra de las reuniones discutimos sobre el nombre que debía tener el tal centro de acompañamiento. Surgieron no sé cuántos. Janete hizo alusión a la parábola del buen samaritano y la frase: “Toma cuenta de él, cuando yo vuelva pagaré lo que deba.” Entonces llovieron propuestas de nombres hasta que alguien dijo: “Centro Estamos Juntos”. Otra persona opinó: “Es mejor un nombre en la lengua nativa”(Ronga o Changana). Otro dijo: “¿Cómo se dice estamos juntos en ronga?” y luego de consultar con un nativo, salió el nombre: HAKUMANA (Estamos Juntos). Aquí está, desde lo más profundo de mí lo reconocí, como si lo tuviera estampado en algún lugar recóndito de la conciencia y del corazón, esperando el momento propicio para salir a la luz.<br />Otro asunto que dio mucho trabajo fue encontrar en dónde abriríamos el centro. Hasta solicitamos los servicios de una agencia inmobiliaria para ayudarnos a procurar un lugar apropiado. En esta altura, nuevos miembros ingresaron en la comisión, entre ellos, la Hna. Isabel Méndes Gómes, concepcionista al servicio de los pobres, quien futuramente sería la administradora del ISMMA y Hakumana. Juntos visitamos muchos lugares disponibles; ninguno parecía responder a las expectativas. Un día, después de agotadas no sé cuántas, opinamos: “vamos a construir aquí en el terreno de la CIRM- CONFEREMO”. Otro cuestionó: “¿Será que nos autorizarán? ¿Será que conseguiremos dinero?” Yo dije: “el almacén viejo puede ser aprovechado”. Otro dijo: “es muy pequeñoquot;
. Y así pasamos no sé cuántas reuniones opinando, discutiendo, rebatiendo.<br />Finalmente, después de luchar para conseguir la autorización del Consejo Permanente de la CIRM CONFEREMO, nos fue autorizada la utilización del viejo almacén para el Centro Hakumana. Fue interesante la reacción de algunos religiosos en la asamblea de la CIRM CONFEREMO-2007, donde presentamos el proyecto a través de un power point artísticamente confeccionado. Parecía como si los superiores mayores se sintieran aturdidos por causa del surgimiento de otro proyecto. <br />Aún viendo la urgencia de una respuesta al problema del HVI SIDA en Maputo, como conferencia de religiosos, no de forma aislada, les costaba asumir otra actividad. Alguien dijo: “Todo bien, los que soñaron, que lo realicen”; otros dijeron: “Vamos dejar la inspiración continuar, si es de Dios, perdurará”. El presidente de la Conferencia, en un intento de neutralizar el impacto que ocasionó algunos de los comentarios se expresó en forma de aprobación, manifestando que era necesario abrirnos a los nuevos soplos del espíritu. Una luz de esperanza se encendió. Un camino a trillar con sangre y sudor se abría para la comisión de HVI SIDA de la CIRM CONFEREMO.<br />Ahora el problema era encontrar dinero. Comenzamos a enviar proyectos a todos los lugares posibles. Nada parecía acontecer… hasta que recibí la feliz noticia de que mi Congregación, Mercedarias de la Caridad, aprobó el proyecto y nos enviaban 10.000,00 dólares, además de otro dinerito para comprar una fotocopiadora para la biblioteca del ISMMA. Luego, con intervalo de unos días llegó la noticia de que las Misionarias de la Consolata (Congregación de la Hna. Janete) enviaban otros 10,000 euros. Más tarde, las hermanas de la Consolación se hicieron presente con otro donativo: esta vez de 16.000 dólares. Así, ya teníamos para la restauración y los anexos: cocina y quiosko techado (comedor). No perdimos tiempo, nuestro albañil (Jorge) comenzó a poner manos en la obra.<br />Antes de concluida la restauración, adquirimos algunos muebles: mesa con 10 sillas,  otra mesa pequeña con cuatro sillas para el comedor de los funcionarios, un computador para la secretaría, tres mesas de computador, dos sillas, dos escritorios de oficina, sofá y butaca, un televisor con video, una camita de niño, una estufa eléctrica para cocinar y una nevera. Esos artículos del hogar los obtuvimos aprovechando el traslado repentino de una cooperadora de una ONG radicada en Moçambique. El ISMMA, por su parte, cedió 13 mesitas pequeñas con sus respectivas sillas para la formación de los beneficiados; el resto, fueron donaciones realizadas por las ONG Trocaire, África Directo, Aparf y la comunidad autónoma de Alcobendas (España).<br />El sueño parecía estar a tomar forma. En esta fase, a pesar de las dificultades, exultábamos de alegría. Ningún sacrificio nos incomodaba. Disfrutábamos del proceso porque intuíamos que algo acontecería en beneficio de estas personas que tanto sufrían y necesitaban apoyo. Estamos juntos era la palabra que queríamos pronunciar a través de nuestros gestos. No sabíamos bien todos los recodos del camino que debíamos atravesar, pero estábamos dispuestos a arriesgar. <br />5486402045970La voz de Dios era como llama ardiente que quemaba por dentro. Esa voz la escuchábamos en cada una de las personas que se acercaban procurando consuelo, comida, medicamentos. Sin embargo, queríamos ofrecer algo más: esperanza, amor, fe, dignidad, respeto, consideración, espíritu de lucha y superación, entre otras cosas. Nuestro lenguaje en un principio era tenue, tímido, algo inseguro; con el correr de los días, semanas y meses se fue tornando contundente, seguro, arriesgadísimo… Dios nos hizo objeto de “su presencia desafiadora”, para que fuésemos “compañía arriesgada” en favor de nuestros hermanos. Nos poseyó, arrebató y lanzó a decir de múltiples formas: “Estamos Juntos”. El único mérito nuestro en toda esta historia es haber escuchado su voz y el haber permanecido firmes en la misión encomendada, a pesar de los obstáculos y dificultades.<br />MÍSTICA Y SERVICIOS PRESTADOS<br />HAKUMANA: “Estamos Juntos” (Lc. 10,25-37)<br />Desde que fue concebido el proyecto Hakumana nos iluminamos en la parábola del buen samaritano, que según mi opinión debería llamarse  del “buen caído”, a juzgar por los beneficios que trajo al samaritano, al posadero y a todos los que tuvieron la suerte de intervenir en el proceso de levantar al caído. Ciertamente, beneficios de orden humano y espiritual, no monetarios. Es exactamente lo que acontece en Hakumana día a día. Veamos los puntos nucleares que delinean su mística y los servicios prestados.<br />683260407670Para comenzar, yendo a la fuente bíblica, el relato del buen samaritano comienza refiriendo que “un maestro de la ley” quería poner a prueba a Jesús preguntándole: “¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?”. Jesús le responde haciendo alusión a lo que está escrito en la Sagrada Escritura: “Amar a Dios y al prójimo; haciendo eso, vivirás”. No conforme con la respuesta, todavía tuvo la osadía de preguntar: “¿quién es mi prójimo? De ahí, Jesús construye un relato fascinante, con el objetivo de describir qué significa ser prójimo, cómo ser prójimo, por qué debemos ser prójimo; no sin antes advertir que el saber ser prójimo no depende de conocimientos, ni categorías, ni de afinidades por raza u otras condiciones (sacerdote y levita); es una cuestión de apertura del corazón a la humanidad. Es prestar el propio corazón para amar en nombre de Dios y a la manera de Dios, así como Dios nos ama.<br />De plano se nos deja claro que amar a Dios y al prójimo es un mismo acto. No es posible separarlo. Desde que Dios se encarnó y se unió místicamente a la humanidad, por medio de su hijo Jesús, fue superada la visión dual de Dios  vs. Humanidad. Por eso, la vida está ahí en el cierne de esa unión. De hecho, se nos dirá, a través del apóstol Santiago, que quien dice amar a Dios y odia su hermano, es un mentiroso. Por eso, en el asunto del amor no puede haber medias tintas: o amamos, u odiamos. Quien no ama, odia. Y el amor de Dios está en nosotros cuando somos capaces de hacer el bien en beneficio de nuestros hermanos. <br />La indiferencia es una de las formas más perniciosas de odiar; otras formas son: la venganza, el egoísmo, la envidia, entre otras. <br />En el relato del buen samaritano hay un gesto de entrega incondicional, generosidad ilógica; no hay un diálogo previo entre el hombre caído y el samaritano. La humanidad caída, representada en el indigente, es palabra viva audible para aquel que ama. Es la voz de Dios encarnada. Se trata de la humanidad, la obra máxima del creador, su propia carne y su propia sangre caída, derramada. Es un acto sacrílego, la obra de Dios vertida como si fuera bazofia en el camino de la vida.  Reponer, devolver la dignidad es evidencia de “amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”; y no sólo a ese hombre caído, sino en él, a toda la humanidad. <br />Ser prójimo es reconocer en la piel del hermano nuestra propia humanidad y supone un compromiso SAGRADO de conservación y cuidado. Tratar la humanidad con el mismo cariño y devoción como fue tratada por Dios en el momento de la creación. Es aceptar que nos fue dada la vida para reverenciar al dador de la misma en un acto perenne de participación  en su misterio de amor. <br />El samaritano no perdió tiempo, con presteza hizo lo que tenía que hacer: curar, remediar, consolar, cuidar, proteger. Utiliza los elementos que se encuentran a su alcance para rescatar al caído de las garras de la muerte, de la indiferencia de los que por allí pasaron sin hacer nada, del abandono impiedoso. Con aceite y vino celebra en el altar de la vida, ungiendo las heridas del caído con aceite que da fortaleza para los avatares del camino y vigorizando con vino de amor: sangre preciosa de Cristo que redime y salva. <br />Transportado en el lomo de un animal de carga lo lleva hasta una posada y, representado en el posadero, hace partícipe a otros del misterio revelado: el amor de Dios que fluye de las “heridas abiertas del caído”; este amor impregna el alma de quien cura, consuela y cuida. Es así como Dios manifiesta que nos ama, suscitando amor, obligándonos a ser amor para los otros, todavía siendo retribuidos misteriosamente por medio de ese amor ofrecido.<br />Transformado tras la experiencia de ser “prójimo” encuentra coraje para continuar a “tomar cuenta” del caído, aún cuando tiene que continuar el camino y de momento no posee todo el dinero necesario: “cuídalo y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta”. Ahora el corazón está poseído por un amor inusual; levantar al hermano se vuelve una pasión. No se puede ser más indiferente. Ser prójimo dinamiza y da sentido a la vida. El samaritano se experimenta profundamente unido a la suerte del que antes estaba caído: “Es él, pero podría ser yo”. Es la misma humanidad; es el mismo barro y un mismo alfarero.<br />Es así como el “prójimo” se convierte en contexto de encuentro con el Señor de la vida. Al final, el caído levanta, el herido cura, el despreciado confiere dignidad. ¿Quién era ese caído a no ser el mismo Señor Jesús que más una vez se aproxima para rescatarnos? Ahora se percibe al caído como un templo de carne y hueso que atesora el misterio del amor redentor. ¡Ahí está Dios! Su presencia es real.  El caído se transforma en sacramento de salvación. “Haz eso y vivirás”.<br />Nosotros los religiosos se supone que seamos expertos en los asuntos de Dios. Deberíamos tener un olfato fino para descubrir al Dios que amamos y decimos seguir con tanta devoción allí donde se encuentre. Pero, la verdad del caso es que esto no siempre acontece. Muchas veces nos enfrascamos en nuestras vidas programadas y en nuestras actividades ritualistas y pasamos de largo ante tantas “llamadas”. Luego decimos que dedicamos espacios suficientemente prolongados para encontrarnos con Dios, siendo nosotros quienes le ponemos hora, lugar y la Palabra a ser pronunciada al mismo Dios. Y, no siempre estamos abiertos para dejarnos sorprender por Él, que por el hecho de ser vida en esencia es siempre novedad, retoño, rebrote, capullo, pitón, siempre nuevo y nunca repetido.<br />Hakumana: Estamos juntos, pretende ser un centro abierto para dar “posada” a los caídos y ayudarlos a restituir su dignidad flagelada. De manera especial, acogemos a las personas portadoras de HVI SIDA o a los afectados por esta situación, aún cuando estamos abiertos a otras vulnerabilidades. Es lugar de encuentro con la propia humanidad en la carne del caído. Es experiencia de salvación; participación en el misterio de la redención. <br />22440901624330Nuestro objetivo es ofrecer una respuesta integral, a partir de un centro poli funcional para infectados por el HIV/SIDA y otras situaciones de vulnerabilidad, en la Ciudad de Maputo, funcionando desde el Instituto Superior Maria Mãe de África (ISMMA) en coordinación con otros Centros e infraestructuras ya existentes; si posible, uniendo los miembros de las Congregaciones Religiosas radicadas en Moçambique en un mismo servicio. <br />Consideramos beneficiarios potenciales a todos los miembros de las Comunidades circundantes, en la Ciudad de Maputo, dando prioridad a quienes necesiten de información, formación, orientación o acompañamiento frente a la problemática de HIV-SIDA e otras vulnerabilidades sociales. Se estima una participación diaria de 50 personas.<br />Se pretende trabajar en dos frentes: desde una perspectiva personal, ayudando a comprender el fenómeno de la pandemia o el impacto socio económico de otras vulnerabilidades; así como las posibilidades de responder con creatividad y autonomía, ofreciendo herramientas para su concretización. Por otro lado, se pretende acompañar los beneficiarios en el proceso de integración social. <br />Los beneficiarios podrán participar de charlas, mini cursos formativos para mejor entender su problemática y para trabajarse interiormente en una tentativa de responder a los desafíos que la propia situación de vulnerabilidad le presenta. Deben llegar a la conclusión de que es posible vivir con dignidad y realizarse como ser humano aún viviendo con SIDA o después de atravesar graves dificultades sociales. Por su parte, la comunidad debe recibir el mensaje de acoger, respetar y apoyar a todos sus miembros, en especial, los más carenciados. <br />Los servicios están divididos por áreas que contemplan la asistencia de la persona  integralmente, concretamente: formación e información, orientación sanitaria, orientación psicológica, orientación espiritual, orientación legal e intervención social.  A cada área se corresponde un coordinador e varios asistentes.<br />1940560227965En las áreas se desenvuelven actividades tales como:<br />Área de Información y Formación: realiza su trabajo mediante charlas, folletos, preparación de subsidios sobre calidad de vida, etc. Ejecutan sus trabajos en escuelas, puestos de salud, parroquias e otros lugares solicitados. Durante todo el año, realizan encuentros de formación con los beneficiados consonante a las necesidades de estos. <br />Orientación y Asesoría: Incluye orientación y asesoría psicológica, legal y espiritual. Efectúan el servicio mediante entrevistas individuales y terapia en grupo. <br />Acción social e investigación.  Efectúan levantamiento de datos para un posterior análisis de casos, realizan acompañamiento sistemático, estudios, investigaciones e intercambio de experiencias con otras instancias sociales. Ofrecen la posibilidad de participar en actividades de terapia ocupacional, tal como: costura, confección de artículos de paja y prendas de fantasía. También, acompañamiento de mini proyectos de auto-sustento (venta de alimentos, carbón, huertas, productos artesanales, etc.) Y, apoyo tanto alimentar como en medicamentos. <br />47244079375Nuestro propósito y “pasión” es levantar al caído. En discernimiento grupal se analiza cada caso y se diseña un programa de acción. En una primera instancia, generalmente, el caído necesita posada, comida, medicamentos y apoyo afectivo. Posteriormente, necesita ayuda para recuperar su autonomía. Finalmente, el caído debe pasar por la experiencia de convertirse en un samaritano para acabar de sanar sanando, levantando, apoyando y amando.<br />La metodología de acción, aún cuando está definida y escrita, acaba siendo redefinida en cada caso. AL igual que el samaritano del evangelio, terminamos haciendo acopio de los elementos a disposición en las circunstancias concretas de cada uno. Cada caso es como una nueva parábola reinventada por Jesús para ofrecernos una  PALABRA de salvación.<br />Hice una selección de los “Buenos Caídos” más significativos con la intención de testimoniar LA PALABRA VIVA que Jesús nos ha proferido a través de las situaciones reales de estos hermanos. Palabra encarnada, adolorida, llena de interrogantes y sueños deseosos de ser cumplidos. Palabras que gritan anhelantes por una vida más digna; por espacio vital para poder participar “en la danza social”; Palabras que tuvieron la fuerza de ponernos en movimiento solidario y hasta de tomar posturas juzgadas de locas, imprudentes o inconvenientes. <br />Escúchalas sin prejuicios y con el corazón abierto; es nuestro testimonio de la acción redentora de Dios; de su paso en medio de nosotros. Después, si te sientes motivado, “Ve tú y haz lo mismo”. <br />ESTAMOS JUNTOS PARA DECIR SÍ A LA VIDA<br />“No quebrar la caña cascada, ni apagar el pábilo vacilante”.<br />24415331323975Era el día 2 de Noviembre del 2007. La Hna. Janete se encontraba rezando el rosario en los alrededores de la Iglesia de la Polana, esperando que comenzase la segunda misa del día. Como es su costumbre, estaba asistiendo tres misas consecutivas, en este día de los difuntos, para celebrar la vida y pedir por el eterno descanso de sus familiares y amigos. <br />Carola llegó con un zapato roto en la mano y con un andar avergonzado y triste. Se aproximó a la Hna. Janete y sin ambages le dijo en un tono desafiador: <br />C:“Hermana, ayúdeme a abortar”.<br />J:“ Que dices, muchachita?” . <br />C:“Estoy embarazada y el hombre me abandonó. No tengo condiciones para tener este bebé y no quiero que sufra cuanto he sufrido yo.”<br />J:“Escucha bien, muchachita, yo te puedo ayudar a tener el bebé, no a matarlo.”<br />C:“Entonces, tome cuenta de mí”.<br />Janete no lo pensó dos veces. Cuando escuchó la expresión, “tome cuenta de mí”, reconoció la voz de Dios; cogiendo del brazo a Carola se dirigió a su comunidad. Allí la hospedó, transitoriamente, hasta descubrir lo que se podía hacer. Sin saberlo, se había comprometido con el primer caso de HAKUMANA. <br />Me encontraba en mi nueva casa, acomodando cosas, cuando recibí la llamada de Janete y escuché entre entusiasmada y perpleja la historia de Carola. Se trataba de una adolescente de 15 años de edad, embarazada de dos meses, abandonada por el hombre y sin familia. De niña había sido raptada y dejada en un mercado de la ciudad. <br />Fue recogida y criada por una familia que, al parecer, la tenía como trabajadora doméstica desde temprana edad. Entrada en la adolescencia, de niña sumisa y resignada con su suerte, se convirtió en rebelde reivindicadora de presuntos derechos denegados. Es así como se dio a la vida libertina: un chico detrás de otro, hasta que huyó con un militar. Este, una vez supo de su gravidez la instó a abortar. Ante la negativa de hacerlo, aún cuando él le sugirió métodos caseros para efectuarlo, la abandonó dejándola con la deuda del alquiler y con un celular que acabó sirviendo para pagar al dueño del pequeño inmueble. <br />“Debes entregar la chica en la escuadra de la policía”, fue la sugerencia que dieron las hermanas de la comunidad a Janete. “¿Cómo, Será que ellos van hacer alguna cosa para resolver el problema de Carola? No, vamos a buscar otra solución”, susurró la voz de su conciencia. “Aquí no  se puede quedar por mucho tiempo”, me comunicó Janete. “Mañana tendremos que buscar un cuartito”, fue mi respuesta.<br />Es así como nos reunimos Janete, Isabel y yo para analizar el caso. En una primera instancia, una feligresa de la parroquia de la Polana se mostró disponible para acompañar a Carola. De hecho, necesitaba la orientación de una mujer que supiera los secretos de la gravidez. En su casa fue a morar por algunas semanas. Pero, a causa de que no disponía de mucho espacio en su pequeño apartamento, entregó la encomienda y, utilizando un poquito del dinero que teníamos de Hakumana y otras fuentes, se alquiló un cuartito para ella.<br />No fue tarea fácil; el problema de Carola era complejo. Entre otras cosas, estaba llena de enfermedades venéreas: todas, menos HIV-SIDA. Debía someterse a un tratamiento doloroso, molesto y desagradable para curarse antes del nacimiento de Karol, pues podía contagiarle o contraer alguna enfermedad asociada en el momento del parto. <br />Por otro lado, Carola era una chica inestable, agresiva, independiente y cabezuda. Hacerla entender la necesidad de cambios de comportamiento era como hablarle en otra lengua. Por si sola, se mudó tres veces de residencia, aduciendo razones de las más diversas, siempre relacionadas con dificultades en la convivencia. Lo que sí nos llamaba la atención era que, a pesar de observar un comportamiento atípico, cumplía al pie de la letra las indicaciones médicas, pues quería que su hijo naciera sano y bonito. <br />La acompañamos, paso a paso, en los cuidados médicos, de alimentación y personal-social. Todos los días efectuábamos coloquios con ella, en una tentativa de crear familiaridad y esclarecer su historia personal. Cuidamos mucho de ella; hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para que sus necesidades básicas estuvieran cubiertas. Como ya referí, con ayuda de nuestra feligresa de la Parroquia de la Polana, fue orientada en todo lo concerniente a la maternidad, inclusive, la preparación de su “canastita de maternidad”: todo lo imaginable para poder recibir con simplicidad y dignidad su hijito. El cual, de hecho, nació el día 7 de Abril de 2008, en el Centro de Salud 1º de Maio de la Ciudad de Maputo. Carola y Karol recién nacido, salieron del hospital en compañía de las hermanas Janete e Isabel. Karol viajó en el carro de las hermanas Concepcionistas al servicio de los pobres rumbo a su casa. Desde ese momento pasó a ser nuestro hijo querido, el primogénito.<br />¡Cuántos trabajos nos dio este caso! No teníamos clara la metodología a seguir y pagamos la novatada. Carola nos había ocultado algunas cosas importantes de su vida; entre ellas, nos dijo que no tenía carné de identidad. Por ese motivo la registramos, nuevamente, con el nombre de Carola Janete de la Consolata. Al final, la familia que la crió la había registrado, pero ella se recusaba a usar ese nombre. Quería comenzar una vida nueva y el ambiente de Hakumana le permitía soñar con una diferente. No guardaba bonitos recuerdos de su madre adoptiva, no así de su padre, a quien siempre refería con gran aprecio. De hecho, más tarde tuvimos la oportunidad de conocerlos y constatamos la bondad de uno y la ruindad de la otra. <br />Como parte del plan de desarrollo para Carola, ésta participó del curso de alfabetización ofrecido en el Centro Hakumana y luego, se decidió que continuara sus estudios (6ta. Clase). Así fue como la inscribimos en una escuela privada, en el periodo vespertino. Karol quedaba al cuidado de sus “tías” en Hakumana, en cuanto mamá se esforzaba por estudiar. No fueron pocas las veces que la chica llegaba tarde, obligándonos a quedarnos en el Centro más tiempo del debido a espera de que viniera a procura de su hijo. Luego, se sucedían las reprimendas, las exhortaciones, las excusas mentirosas y, a veces, las amenazas. Un día reflexionamos que no podíamos continuar así: Carola debía envolverse más en los cuidados de su hijo; los estudios la estaban alejando de su obligación principal. El contacto con los otros adolescentes la estaba llevando a desear una vida de “jovencita sin responsabilidades”. Fue así como Carola volvió a tomar cuenta, tiempo integral, de Karol. Pero, la jovencita no estaba del todo preparada para esto. Cuando el niño se alimentaba apenas del pecho, todo anduvo bien. En el preciso momento que debía comenzar a preparar los alimentos, la cosa se complicó; no los preparaba bien, le daba comida amanecida de días, lo que provocó una infección estomacal e intestinal delicadísima que terminó en hospitalización. <br />Esta nueva situación nos llevó a reflexionar, seriamente, en la necesidad de un acompañamiento más intenso. Si tuviéramos una comunidad de referencia, donde las chicas pudieran vivir con nosotras durante un periodo de tiempo, la historia sería otra. Ahí comenzó a surgir la idea de “La Comunidad Hakumana”, de la que hablaré más tarde. De hecho, hicimos todo por todo para acompañar a Carola, enseñándola a cuidar del niño y de sí misma. Durante el tiempo de recuperación de Karol, ambos vivieron con nosotras en la Comunidad de Hakumana. Al final, Carola necesitaba de una presencia materna REAL, de alguien que apostara por ella, que la mimase sin tonterías y la enseñase a AMAR de forma concreta a su pequeño hijo. En definitiva, no se puede dar aquello que no se recibió y la vida pasa factura.<br />Entre las tentativas de manipulación de Carola, una vez que al principio se resistía a modificar sus comportamientos, queriendo llevar una vida sin reglas y regalada, en una ocasión nos acusó de que queríamos robar su hijo para venderlo fuera del país. Fueron momentos de grande tensión y preocupación, pues veíamos que la chica estaba desequilibrada y peligraba la vida del bebé.  Grande fue la ayuda que nos dio la Hermana Herminia Genao (psicóloga clínica), quien en esta altura ya formaba parte del equipo de Hakumana. Ella consiguió neutralizar los ímpetus de carola y ayudarla a caer en tiempo real. La paciencia, el amor, la firmeza y la constancia se encargaron del resto. <br />Pasado un tiempo y viendo que Carola se “civilizaba” día a día, a través de la familia de Janete se consiguió un dinerito para la adquisición de una pequeña vivienda. Esta contaba con una dependencia adicional utilizable para alquilar como forma de rendimiento en beneficio de Carola y Karol. Ya, en esta altura, Carola era otra: adquirió mayor sentido de responsabilidad, aprendió a alimentar debidamente a su hijo, a mantener su hogar limpio, entre otras cosas. Fue emocionante ver cómo ella decoró su casa, poniendo cada cosa en su lugar, preparando las cortinas de las ventanas; en fin, después de año y medio de acompañamiento, comenzamos a ver algunos resultados. <br />Más tarde, cuando Karol comenzó el pre-escolar (gracias a una beca de estudio), volvimos a inscribir a Carola en la escuela, en el mismo tiempo que se encontraba el niño en su escuelita. Así está actualmente, batallando para terminar la 8va. Clase, con la promesa de hacer un curso profesional básico cuando concluya.<br />No fue casualidad nada de lo que aconteció. Carola apareció el día de los difuntos, pues estaba MUERTA, sin esperanza de vida, perdida, sin perspectiva, sin futuro, sin saber qué comería, dónde dormiría en ese día, considerando el fruto de su vientre indigno a la vida por causa de su situación. Janete, por su parte, estaba celebrando LA VIDA, pletórica de ella. Dios nos envió este caso, justo en el momento en que discutíamos sobre el proyecto Hakumana: servicios a ofrecer, destinatarios, metodología de acción, entre otros puntos a definir. <br />1158240191683Carola fue la primera hija y el primer contexto de aplicación. Cada día, desde este caso concreto, fuimos instruidas. Dios nos mostró lo que quería que hiciéramos y de la manera que debíamos hacerlo. <br />Como la vida de Carola, hay muchas vidas “cascadas” y otras a punto de “apagarse”, como era la vida de Karol en el seno de su madre. La Palabra Viva de Dios fue clara y contundente: NO QUEBRAR LA CAÑA CASCADA o, no permitir que se acabe de cascar Y NO APAGAR EL PÁVILO VACILANTE, o no permitir que sea  sofocada una vida inocente, por más débil que sea. Ante semejante PALABRA, no podíamos ser otra cosa, a no ser consolación, merced y concepción maternal de Dios.<br />2291715538480ESTAMOS JUNTOS PARA RESTAURAR Y PROTEGER LA VIDA<br />“Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está.” (Gn. 21,17)<br />Cierto día llegó una de nuestras mamás de Hakumana y nos dijo que había una Señora, con dos bebés gemelos, que había invadido una choza en uno de los barrios y allí se encontraba en un estado lamentable. Los vecinos querían que las autoridades se la llevaran, porque estaba llena de enfermedades y según ellos, podía contagiar a las personas de la cuadra. <br />Creo que nunca me había sentido tan consternada después de asistir este caso. De inmediato fuimos con nuestro motorista. Cuando llegamos, de hecho, nos encontramos una situación crítica: una mujer totalmente demacrada, era apenas piel y huesos y dos crianzas de menos de dos años descoloridos, llenos de sarna y bichos; el nene con burbujas de pus por todo el cuerpo y la pierna derecha bien inflamada. No se movía, no lloraba, sólo respiraba jadeando y miraba con ojos lastimeros. La niña, aunque flaquita, parecía más sana.<br />La choza donde se encontraban era de un único ambiente, construida de material convencional: paja y baritas de palo. El piso era tierra batida. Entraban las sabandijas por entre las pajas. El olor a podrido era insoportable. Al principio pensé que procedía de una de las panelas con comida que se encontraban en un rincón del cuarto. Luego constaté que el olor provenía del cuerpo de la mujer y sus crianzas. No sé cuánto tiempo llevaban sin tomar baño, además de que era evidente algún tipo de infección, a juzgar por las heridas purulentas. La ropa de las crianzas parecía estar pegada de sus cuerpos, el pus servía de cinta pegante; de hecho, desprenderla costó y dolió. <br />Me sentí mareada y profundamente conmovida. ¡No puede ser! ¡No puedo creer lo que veo! ¿Cómo puede un ser humano sobrevivir en semejantes condiciones? ¿Y los vecinos, por qué no han hecho nada? La mujer nos miraba entre esperanzada y atemorizada y nos decía: “¿Qué desean? ¿Vienen para qué? Yo no tengo a dónde ir; es por eso que me metí aquí”.<br />En esa primera visita apenas pudimos llevar alimentos, un bidón de agua y un “saco de esperanza”. Prometimos volver cuanto antes. Así fue, pasados dos días allí volvimos. Esta vez decididas a llevarlos con nosotras. Ya habíamos conseguido un cuartito para trasladarlos. Y llegamos a tiempo. Luisa cuando nos vio casi llora de alegría. Había llegado la dueña de la choza y exigía dinero, de lo contrario, sería llevada a la escuadra. Ella intentó apaciguar a la mujer dándole parte de los alimentos que le llevamos en la visita pasada. Pero, no tenía escapatoria, o pagaba o iba para la escuadra. <br />“Rápido, abre la capulana, mete todo lo que puedas que nos vamos antes de que esa mujer regrese”. “Tú ya tienes cuarto donde vivir y nosotras tomaremos cuenta de ti”. Así la animamos para emprender la marcha. Mientras Janete ayudaba a recoger las cosas, yo tomé en brazos a Tomás. No pesaba nada, pero estaba tan sucio y apestoso, no sabía por dónde sostenerlo. Él me miraba sin expresión y se dejó conducir por mí hasta la camioneta. De vez en cuando daba una ojeada para atrás buscando a su mamá y a su hermanita Gisela. Viendo que ellas nos seguían, volvía su cabecita sosegado. Mi camisa crema de manga larga se llenó de inmundicias; el mal olor se impregnó en ella. Aún sucio y mal oliente no dejaba de ser bonito, con sus ojos grandes y su sonrisita que ya comenzaba a asomarse en su boquita. Parecía que adivinaba que sus días de hambre, frío y enfermedad estaban por acabar. Les aseguro que ese niñito entendió todo desde ese momento. No así Gisela; esta permanecía acurrucada en la espalda de su madre y nos miraba con recelos. Costó mucho tiempo conseguir que viniera a nuestro encuentro y que se dejase cargar o acariciar por una de nosotras. Fuera de su Madre y su hermanito, no aceptaba la aproximación de nadie.<br />La historia de Luisa es esa que ya parece repetida. Fue criada por su abuela materna y su tía. Su madre, aún joven, un día huyó rumbo a África del Sur para experimentar suerte. Se fue sin despedirse de nadie y llevando consigo los ahorritos de la abuela. <br />Luisa pagó muy caro la osadía de su madre; por siempre fue acusada de ser ladrona como ella cada vez que se extraviaba cualquier cosa. Era obligada a hacer todos los oficios de la casa. En cuanto su primita gozaba de ciertos privilegios, presentes de aniversario, ropitas bonitas, ella debía contentarse con los trapos que dejaban los otros; si protestaba, su tía le respondía: “Cuando vuelva tu mamá de África del Sur le dices para que te compre, pues con certeza que volverá millonaria después de todo lo que robó”. <br />A los 19 años conoció el papá de los gemelos. Quería hacer vida independiente. Embarazó para que él la llevase consigo. Y, de hecho, la llevó a su casa, pero la  familia de Andrés comenzó a reclamar: primero, porque estaba embarazada de gemelos, luego serían dos bocas; segundo, porque los exámenes pre natales habían colocado al descubierto la gran tragedia: SIDA. “Esa enfermedad va a traer desgracia en nuestra familia”. “No queremos esa mujer aquí” (fue la sentencia de los viejos). Andrés solicitó a su familia que por lo menos la acogieran hasta los niños nacer. <br />La familia de Andrés tramó una salida: Andrés desaparecería y luego ella sería expulsada justificando ese acto con la desaparición del hijo de la casa. Así fue como Luisa, después de tres meses del nacimiento de sus hijos, comenzó a deambular por los barrios de Maputo.<br />En una primera tentativa, volvió a la casa de la abuela. Allí no fue rechazada, pero tampoco bien recibida. No tardó mucho tiempo en entrar en conflictos con la tía a causa del jabón que se gasta, de los alimentos que no alcanzan y reproches por el hecho de que ella no trabajaba y no contribuía con nada en la economía de la casa.<br />Luisa quería desaparecer, quería morir. Para colmo, Tomás no estaba bien de salud, era un bebé muy frágil. Es así como solicitó a las hermanas de Calcuta que lo cuidaran, pensando que no resistiría y que moriría. Luego, pasados unas semanas, se lo devolvieron, pues aparentemente había pasado la fase crítica de desnutrición. <br />Conseguir leche para los gemelos era una odisea para Luisa. Por causa de su condición no podía amamantar a las crianzas. Servicios Sociales se había comprometido a suministrar la leche, pero conseguir que cumplieran fielmente y sistemáticamente con el compromiso era una verdadera lucha. Allá iba Luisa hasta la oficina de servicios sociales, arrastrando los pies descalzos con las dos crianzas colgando del cuerpo, amarrados con paños. Luego, hacía fila por horas y horas. Desfallecida volvía, a veces sin la leche; otras, con cantidad insuficiente. “Algunos días las crianzas chuparon agua con azúcar”, nos confesó Luisa en uno de los coloquios. Una de las vecinas, a escondidas de su marido, le pasaba algún plato de comida y un poquito de azúcar para sosegar el hambre de los niños. “Fueron meses de penuria. Yo sólo quería salvar a mis hijos, morir en paz sabiendo que ellos vivirían”. Era este el móvil de su lucha y tenacidad.<br />En consecuencia, Luisa, después de casi dos años deambulando por las calles de Maputo y viviendo en situación tan crítica, se había olvidado, entre otras cosas, de las buenas costumbres de higiene, si es que las había adquirido alguna vez. De hecho, la dueña del primer cuarto que alquilamos se negó a renovar el contrato por otro mes, aduciendo la falta de hábitos de higiene por parte de la inquilina. Esta desconfiaba de la conservación del inmueble en manos de Luisa. ¡Qué vergüenza! Otro caso que nos llevó a reflexionar sobre la necesidad de un acompañamiento más cercano. Era preciso un proceso de re educación. La higiene era fundamental para recobrar la salud, tanto de la madre como de las crianzas. <br />El equipo de Hakumana hizo lo posible para ofrecer formación e información pertinente sobre los cuidados domiciliares necesarios para la recuperación y conservación de la salud. Luisa participó de todas las sesiones. Pero, una cosa es saber y otra es crear hábitos. Esto último requería tiempo y acompañamiento. <br />Un día recibimos la desagradable noticia de que Gisela amaneció con fiebre muy alta y la dejaron interna en el hospital. Luisa dejó a Tomás con la dueña del cuarto y le pidió para llevarlo a Hakumana. Después de cerciorarnos del asunto, supimos que se sospechaba que la niña tuviera tuberculosis. Luisa debía quedarse en el hospital con la niña todo el tiempo. ¿Y Tomás, qué hacemos con él? <br />Para entonces, Janete y yo, junto con Valda (una laica brasileira), vivíamos juntas en lo que llamamos “La Comunidad de Hakumana”.  No lo pensamos dos veces: irá con nosotras esta misma tarde. Nos preguntábamos cómo reaccionaría y si lloraría de noche. Nos preparamos lo mejor posible con pañales desechables, juguetitos, ropita nueva, artículos de higiene para bebés, etc. Para nuestra sorpresa, Tomás adoró quedarse con nosotras. No dio problema con nada: reía en todo momento, comió todo lo que le dimos, tomó baño sin problemas, durmió perfectamente bien en un colchoncito de bebé entre medio de nuestras camas. Así estuvo con nosotras casi un mes, hasta que su hermanita salió del hospital. <br />Pasados unas dos semanas, calló enferma con tuberculosis la misma Luisa. Para entonces, ya habíamos hecho tratamiento preventivo de tuberculosis para Tomás. Pues, nada, nos quedamos con los gemelos. Gisela lloró la primera noche, luego entró en la onda de su hermanito y terminó gustando al igual que él.<br />Esa experiencia fue crucial, tanto para nosotras como para Luisa y los nenes. De regreso a su casa, Tomás y Gisela comenzaron a exigir a mamá baño, cambio de pañal, ropa limpia, entre otros hábitos que experimentaron y gustaron. Fue la mejor escuela para Luisa. En adelante, debía prestar atención, pues los bebés ya sabían cómo se podía vivir con un poco más de higiene.<br />Al igual que con Carola, conseguimos un dinerito para la compra de una pequeña propiedad. Y, también hicimos un cuartito independiente para poder alquilar, lo que permite una pequeña entrada económica.<br />Hoy los gemelos Tomás y Gisela son los niños más alegres y simpáticos del Centro. Han mejorado mucho en cuanto a salud se refiere. Igualmente, Luisa, está en una fase estable, esforzándose día a día para mejorar con el objetivo de alargar su vida y poder acompañar, el mayor tiempo posible, a sus precisos hijos. <br />8248651419225“Dios escuchó el grito de los niños”. En su nombre fuimos a rescatarlos. Se abrió un pozo en el desierto para darles “de beber” (El centro hakumana). Surgieron varias iniciativas de ayuda que están posibilitando una nueva vida. En medio de las cenizas de relaciones rotas, de la esclavitud de una vida de sometimientos y humillaciones, de la miseria absoluta al no tener NADA y sufrir de una enfermedad considerada despreciable, del abandono de los de la propia sangre surge Dios con su poder-amor a través de sus siervas;  De ahí, otros dos hijos de Hakumana fueron protegidos y levantados, junto a su valiente, fuerte y abnegada madre. <br />ESTAMOS JUNTOS PARA DEVOLVER A LA VIDA A QUIEN PERDIÓ LA ILUSIÓN Y LOS SUEÑOS.<br />“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abrirá. ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide pescado, le da una culebra? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡Cuánto más dará el Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan! Traten a los demás como quieren que los demás los traten.”   (Mt.7,12)<br />Iba saliendo de mi oficina cuando observé, a poca distancia, una mujer que llevaba en la espalda, atada con un paño africano, una joven. Esta última jadeaba en cuanto era conducida rumbo a Hakumana. ¿Qué pasará con esa joven? Fue la pregunta que me hice. Instintivamente seguí la comitiva que era precedida por la mujer que llevaba a la joven y seguía una fila de niños (unos 5 ó 6). El más pequeño era llevado a caballito por otro más grandecito. Me dirigí yo también para allá. Mi intuición, sazonada con un poquito de curiosidad, me indicó el camino. <br />8343901261745Lo que contó Doña Leticia me parecía exagerado. ¿Cómo es que pueden existir personas tan inhumanas? ¿Será que está a inventar para ganar algún provecho? ¿Será un drama bien montado? ¡No, no puede ser! La joven está mal de verdad y no es fingimiento. “Rápido, vamos a enviarlos al hospital; esa joven tiene mala pinta”. Fue así que, sin antes investigar nada, llamamos al motorista de hakumana y los enviamos para el hospital. De hecho, Odete fue internada con un cuadro agudo de tuberculosis como enfermedad asociada de HIV-SIDA.<br />Al día siguiente Leticia vino a nuestro encuentro. Nos contó el último episodio de sus vidas: tras ser abandonada por el padre de los chicos, imposibilitada de pagar alquiler, se arrimó en la casa de una anciana vecina, quien les dio posada a cambio de conseguir comida para ella también; pero, cuando llega su hijo del interior, este los obliga a dormir afuera. Cuando llueve se abrazan debajo del alero de la casa y se cubren con un plástico. Ya llevaban varios días durmiendo afuera bajo lluvia.<br /> Esta situación activó el problema de salud de Odete. “Por lo menos ahora está en el hospital, pero cuando salga, no sé lo que haré con ella”, repuso Doña Leticia un tanto contrariada.  Luego dijo estar igualmente preocupada por el pequeño Emerson, una vez que padece de la misma enfermedad que su hermana. “¿Ambos tienen SIDA?”; “Sí”, respondió Leticia. “¿Y los otros chicos, también?”. “no”, negó enfáticamente. “¿Y la Señora está infectada?”. “No, yo no tengo”, reveló con prontitud. “Entonces, ¿cómo se contagiaron?”. Después de asomarse lágrimas en sus ojos, nos dijo: “Hermanas, por inyecciones contaminadas”. <br />El caso de Odete nos puso en camino y en reflexión. Había que procurar solución. Por un lado, la abuelita quería continuar viviendo junto con Leticia y sus hijos; por otro, estaba en frontal conflicto con su hijo mayor, quien reprobaba el convenio entre su madre y Leticia. De hecho, Leticia y sus hijos necesitaban un techo propio cerca de la abuelita Petra.<br />En cuanto se analizaba el caso de la familia de Leticia, Odete salió del hospital. Debido a su estado convaleciente, no nos pareció apropiado enviarla a dormir debajo del alero junto con su madre y hermanos. Decidimos llevarla con nosotras a la Comunidad de Hakumana. El único problema era procurar un lugar para ella en nuestro minúsculo apartamento. Después de pensar, no encontramos mejor sitio que en el pequeño oratorio, colocando una cortina para dividirlo; el extremo derecho, para orar; el izquierdo para contemplar y acompañar a Odete. De hecho, nunca nuestro oratorio fue mejor honrado con la presencia de una persona: una adolescente de 15 años, llena de sueños e ilusiones aún estando enferma de tuberculosis como enfermedad asociada a HIV-SIDA.<br />La joven estuvo con nosotras unos 20 días. Mejoramos su alimentación y aprovechamos para esclarecer algunas cosas relativas a la vida de su familia. Nos contó que su Papi agredió a su mamá cuando supo que ella tenía SIDA, acusándola de haberla llevado para prostituirse como medio de rendimiento financiero. Luego, nunca fue cariñoso con ella como antes; la rechazaba como si fuera alguien que provocaba repugnancia. ¡Cuánto sufrió! Esto fue peor que la propia enfermedad, según nos reveló entre sollozos.<br />Entre los grandes sueños de Odete se encuentra estudiar medicina general y después especializarse en pediatría. “Quiero cuidar de los niños y evitar que sufran lo que estoy sufriendo yo a causa de una vacuna infectada”, nos dijo. Y, de hecho, es bien aplicada en los estudios. A pesar de perder un año escolar, por causa de su estado de salud, ya se encuentra cursando la 9na. Clase. <br />Pasado ese periodo de recuperación con nosotras y tras recibir la noticia de que el hijo de abuela Petra ya había regresado a la casa de campo, vimos que era prudente llevar a Odete con su madre y sus hermanos. No sin antes decirle que podía volver siempre que se sintiese débil y precisase apoyo o reposo. Ciertamente, esos días de convivencia, coloquios, buena alimentación y descanso sirvieron para fortalecer y animar a Odete. Ahora sabía que tenía 3 amigas dispuestas a cualquier sacrificio en su favor. Entendió que su enfermedad no podía constituirse en impedimento para realizar sus sueños, que era posible ultrapasar todos los obstáculos y recuerdos dolorosos de recobrar la confianza y la esperanza. También adquirió muchos presentes: una mochila para la escuela, una maleta pequeña con algunas ropas nuevas, sandalias, artículos de higiene y hasta prendas de fantasía. Se fue feliz  y siempre que nos visitó llegaba al lugarcito que fue su cuarto y decía: “este era mi lugar, junto a Jesús”.<br />Mucho nos preocupaba la suerte de esta familia: 7 menores de edad y una mujer abandonada y humillada. Leticia procuraba alimento pilando maíz, lavando ropa casa por casa, limpiando, allí donde la solicitasen; sólo que no conseguía un trabajito estable, era apenas una jornalera. El fogón de la casa de la abuela Petra se encendía apenas los días que Leticia tenía suerte. Los días que no aparecía nada, enviaban los chicos a pedir por el vecindario de lo que les sobraba a los vecinos en la cena del día. Todo esto con el agravante de tener dos hijos con SIDA, los cuales necesitan buena alimentación para poder tolerar los efectos colaterales de los anti-retrovirales, sin olvidar que  los otros cinco se encontraban también medio desnutridos. <br />Conscientes de la situación urgentísima de Leticia, decidimos emplearla en el propio centro Hakumana como cocinera, una vez que íbamos a comenzar a ofrecer una comida por día a los participantes del programa. Leticia lloró de emoción; ahora tenía asegurada la comida diaria de sus hijos y de la abuela Petra, quien con tanto cariño los había acogido en su casa. <br />Más tarde, con el dinero que ganaba en el Centro Hakumana y una ayudita adicional, consiguió alquilar una dependencia de dos ambientes cerca de la abuela Petra. También, con nuestra intervención, a través de una asociación que ayuda a mujeres desamparadas, le cedieron un terreno en las afueras de la ciudad, donde hoy tiene una huerta de verduras y tubérculos, además de que está a levantar, poco a poco en este mismo terreno su propia casita con la ayuda de sus dos hijos adolescentes. <br />El estado de salud de Odete, ciertamente, es delicado y precisará acompañamiento médico de por vida. Sin embargo, ha aprendido a lidiar con su condición y no está dispuesta a renunciar a sus sueños. Su entrega y seriedad en los estudios nos lleva a pensar que podrá llegar hasta donde quiera. Emerson, por su parte, es un niño de 5 años de edad alegre, bonito y muy amado por su madre y todos sus hermanitos. Juega despreocupadamente con todos los niños de Hakumana, aún sin entender el porqué debe tomar aquellos medicamentos y ser sometido, mensualmente, a control médico. <br />Dios es Padre y forma parte de su voluntad expresa dar TODO aquello que sus hijos piden, cuando se corresponde con auténticas necesidades y no se constituye en motivo de desvío del camino de la vida. Pero, no quiere actuar sin nosotros. Desea utilizar nuestras manos, nuestros corazones para manifestar su misericordia, su paternidad entrañable. <br />2386965866140La necesidad del hermano es ocasión para vivir nuestra identidad de “hijos desde el hijo”, asumiendo el mismo comportamiento del Padre. No sin olvidar que a veces nos tocará vivir el misterio de la paternidad amorosa de Dios desde la dimensión del Padre, como aquel que es pródigo, tierno, gratuito; y mañana nos puede tocar vivir el misterio desde la dimensión del hijo necesitado, desamparado, desprovisto. Es por eso que Jesús nos advierte desde el evangelio: “Traten a los demás como quieren que los demás los traten.”   (Mt.7,12).<br />ESTAMOS JUNTOS PARA CONSOLAR Y  SANAR LAS HERIDAS<br />“Consolad a mi pueblo, dice el Señor”.<br />1253490187324La primera vez que la vi capté que se trataba de una persona que llevaba mucha angustia dentro de sí: su rostro duro, sus movimientos lentos y apesadumbrados, uno de sus párpados caídos, entre otros indicadores. Su lenguaje corporal gritaba fuertemente una  historia de sufrimientos y evidenciaba la existencia de graves heridas por sanar y consolar.<br />Me encontraba en una sesión de terapia en grupo con las participantes del programa. Como en aquella altura todavía no teníamos psicóloga y viendo que era necesario abrir espacios para “ventilar” experiencias dolorosas, dedicaba tiempo, una vez por semana, para este fin. En cada sesión o encuentro dábamos oportunidad a una de ellas para contar “su historia” y el grupo podía intervenir, al final, con algunas preguntas o sugerencias. Yo me limitaba a escuchar y me quedaba maravillada de la capacidad natural de ellas para tratar los asuntos tan delicados que tejían el entramado de sus vidas. <br />Ese día fue el turno de Marlene. Nunca la había oído hablar, pues en las sesiones anteriores siempre guardaba silencio y aunque se le saltaban las lágrimas al escuchar situaciones dolorosas de la vida de sus compañeras, nunca intervenía. Al principio pensé que no aceptaría, una vez que podían recusar  libremente y nadie debía pasar factura. Permaneció en silencio mucho tiempo. Le pregunté si prefería dejarlo para otro día. Me dijo que no, que deseaba hablar. Suspiró profundo, yo también junto con ella; Y, finalmente, comenzó.<br />“A mí me quitaron todo lo que poseía por culpa de esta maldita enfermedad”, expresó con mucha amargura. Seguidamente contó que su marido, el papá de sus cinco primeros hijos, fue el primero en caer enfermo y no quiso tratarse. En consecuencia, no tardó mucho tiempo en perder la vida. Entonces, sus cuñados fueron a su casa, la acusaron de asesina, la golpearon, le llevaron todas sus pertenencias y la expulsaron de la casa.<br />También se llevaron a su hija, quien en aquel entonces tendría unos 9 años de edad. Según ellos, la niña, no podía continuar viviendo con la asesina de su padre. Sólo le dejaron el más pequeño, César, porque apenas era bebé y decían que tal vez ni hijo era de su hermano. Los tres hijos mayores, a raíz de la enfermedad del padre, ya habían sido distribuidos entre los familiares.<br />La humillación fue grande; nadie salió en su defensa. Según ella, hasta consiguieron poner a sus hijos en su contra; estos, confundidos la miraban como verdadera asesina. Deambuló por las calles de Maputo, solicitó auxilio a sus familiares directos, pero siempre existía el peso de las acusaciones y la tristeza de haber perdido TODO lo que había formado parte de su vida.<br />Pasado un tiempo, conoció otro hombre de quien se apasionó o en quien se refugió (bien, bien, nunca supo lo que sentía) y engendró a Ramoncito. No tardó mucho tiempo en darse cuenta que este Señor no valía nada, que la utilizaba y no asumía responsabilidades en el hogar; no trabajaba y bebía mucho. <br />Es así como lo abandona, ahora con dos niños pequeños con diferencia de dos años de edad; el primero, un poco rezagado en el desarrollo en relación a su edad, con graves problemas de salud; el segundo, su preferido, un bebé bonito y simpático, aunque seropositivo al igual que su madre. <br />Luego de este auto relato, las compañeras más antiguas en el programa se esforzaron por animar a Marlene, como  a su vez ya habían sido animadas. Dijeron cosas muy bonitas como: “aquí en Hakumana ahora no vas a estar sola, estamos juntas; es tu oportunidad para recomenzar; la enfermedad  no es impedimento para retomar tu vida; mira como nosotras estamos a superarnos; aquí vas a aprender muchas cosas buenas que te ayudarán para conducirte y para mejor acompañar a tus hijos”. <br />Yo me limitaba a escuchar y a dar la palabra a quien desease hablar. Me di cuenta que, en la medida que animaban a Marlene, terminaban animándose a sí mismas. Marlene escuchaba con la cabeza inclinada hacia el suelo y lloraba; al final, espontáneamente, se levantaron, levantaron a Marlene, se turnaron una a una para abrazarla y cantaron el siguiente canto de acción de gracias a Dios, en lengua Ronga: <br />Khanimambo Hosi Yanga, Khanimambo Tatana<br />Khanimambo Murisiwanga, Khanimambo xikwembu xanga.<br />Al igual que algunas de sus compañeras, Marlene fue apoyada por el Centro Hakumana para alquilar una pequeña dependencia. Y, asistía al Centro todos los días, participando de las actividades programadas; incluyendo, alfabetización. Los niños, igualmente, fueron atendidos en todos los sentidos: medicamentos, comida, ropa; actividades recreativas, de desarrollo psicomotor, etc.  También, con ayuda de las técnicas de acción social, conseguimos traer de vuelta a Alicia, su única hija mujer, en aquel momento con 14 años de edad. Pero, descubrimos que Marlene estaba con problemas de adicción a la bebida. Esto último, estaba a ser difícil de superar y era totalmente incompatible con el tratamiento de anti - retrovirales, además de que se constituía en un verdadero problema de cara al atendimiento de sus hijos.<br />Y, sucedió un día lo que no tendría que haber sucedido: César y Ramoncito se encontraban jugando en el patiecito de la dependencia, cerca del fogón a carbón. Marlene dormía bajo los efectos del alcohol y Alice, en principio, debía cuidar a sus hermanos. En una pequeña distracción de esta, Ramoncito, accidentalmente, fue a parar en la panela de agua hirviendo. Las quemaduras fueron gravísimas. Su cuerpecito quedó, de la cintura para abajo, en una única llaga. Y como era de esperarse, debido a su condición de SIDA, no consiguió superar la infección que se apoderó de sus heridas. <br />En realidad, la muerte de Ramoncito nos azotó a todos. Era un niñito de dos años simpático, cariñoso, muy activo. Marlene, a partir de este acontecimiento, hizo una gran regresión. En principio nuestras estrategias no conseguían hacerla reaccionar. Su tristeza la sepultó todavía más en la bebida. En aquella altura, temíamos que cometiera cualquier disparate. Se sucedieron acusaciones inútiles; madre e hija se recriminaban mutuamente por el accidente fatal. Esto trajo como consecuencia un rompimiento afectivo entre ambas que desató otro acontecimiento desagradable: Alicia huyó de la casa y, pasados unos meses, regresó embarazada. <br />En medio de todos estos acontecimientos, el equipo de Hakumana se deshacía procurando la forma de acompañar. Experimentamos, en no pocas ocasiones, impotencia  en nuestro deseo de encaminar hacia la superación de la tragedia y la paz familiar. A veces tuvimos la tentación de dar el caso por perdido, pero César se agarraba a nosotras como una tabla de salvación. No desistimos y continuamos acompañando aún cuando no parecía que acontecía nada positivo. <br />El tiempo, la paciencia, la tolerancia, la actitud de siempre acompañar incondicionalmente, aún cuando los resultados no fueran positivos, se encargó del resto. Poco a poco Marlene fue poniéndose de pie. La estimulábamos sutilmente con algunas estrategias: trabajitos remunerados, encomiendas pagadas, regalitos de artículos del hogar que sabíamos que necesitaba, entre otras. Sus compañeras, también, ayudaron como pudieron para levantarla. El sentirse acogida, apoyada, amada, ayudada preferencialmente en no pocas ocasiones, surtió el efecto esperado. Trascurrieron unos seis meses….<br />Un día Alicia, quien se encontraba viviendo con una de las mamás del Centro, a causa de su rompimiento afectivo con su madre, fue llevada de emergencia al hospital: estaba de parto. Los dolores la sacudieron fuertemente y para nuestra sorpresa, llamaba a gritos a Marlene. Sin pensarlo dos veces, Marlene, deseosa de reconciliación, acudió y estuvo a su lado todo el tiempo hasta recibir en brazos a su PRECIOSA nietecita, quien misteriosamente llenó el vació ocasionado por Ramoncito y consiguió unir a madre e hija en un abrazo profundo, adolorido y festivo. <br />En definitiva, con este caso entendimos que tantas heridas abiertas no pueden hacer otra cosa sino dejar desnortada a cualquier persona. El alma de Marlene y Alicia se encontraban en llaga viva, así como quedó el cuerpecito de nuestro ángel Ramoncito. Entonces, entendimos que no podíamos hacer otra cosa a no ser colocar nuestro corazón en esas llagas, ofrecer un poco de energía, comprender, apoyar, acoger desde la fragilidad sin reprensiones, esperar contra toda esperanza, ser bálsamo que se derrama en las heridas para aliviar, conscientes de que el amor redime, salva, levanta. <br />Un día ellas reaccionarán y podrán liberarse de todas sus ataduras: recuerdos dolorosos,  experiencias frustrantes, temores, complejos. Un día ellas podrán tomar la vida en sus propias manos y caminar por sí misma. <br />748665688340Continuamos a decir para Marlene, César, Alice e su preciosa bebita Eleane: “Hakumana: Estamos Juntos”. Aún cuando no siempre acertemos con la metodología de acompañamiento; aún cuando los problemas superen nuestras posibilidades inmediatas de respuesta. “Hakumana: Estamos Juntos”.<br />ESTAMOS JUNTOS PARA EDUCAR Y MOSTRAR EL CAMINO DEL BIEN<br />“Aquel que ama a su hijo, lo corrige sin demora” (Prov. 13,24b).<br />142643057786A la primera que conocí de la familia Falcón fue a Elisabeth; ¡Qué niña encantadora! Tenía 4 años de edad cuando llegó al Centro. Me llamó la atención que, desde el primero día, se hizo amiguísima de la Hna. Janete y no la dejaba en paz, haciéndole preguntas tras preguntas y persiguiéndola por todos los lugares donde se movía. “Janete, ¿Y esa niña, de dónde salió?”.  “Nos llegó otra participante con 5 hijos; esta es la penúltima y la más experta de todos”, me dijo con aire resignada. <br />Desde el primer día Elizabeth pasó a ser la “pequeña asistente” de la Coordinadora e informante principal de todos los eventos nebulosos acontecidos en el Centro. Rápidamente quise conocer a su Madre Lidia y a sus hermanos: Alberto, Sandra, Úrsula y Diana.<br />De primera impresión Lidia me pareció muy joven para esa cantidad de hijos: bajita, delgada y con aspecto externo de tímida o retraída. Tras una pequeña conversa no fue difícil percibir, a través de su lenguaje corporal, que había un tanto de fingimiento, que no era tan timorata como parecía. No obstante, llevaba pintado en el rostro su situación de vulnerabilidad: viuda, abandonada por su propia familia, en la calle con 5 hijos y enferma de HIV-SIDA.<br />Al principio, cuando Lidia llegaba al Centro, traía a Diana en la espalda amarrada con una capulana y permanecía, casi todo el día, con ella guindando del cuerpo. Los gritos llegaban hasta el ISMMA cuando intentaba dejarla en la estera junto con las otras crianzas: era un bebé de unos 6 meses demasiado caprichosita para nuestro gusto.<br />Por su parte, Alberto, el hijo mayor de la casa, además de epiléptico, tiene una considerable secuela psicomotora a causa de una parálisis cerebral, que afectó el extremo izquierdo de su cuerpo; por lo cual, camina cojeando y con el brazo izquierdo un tanto encogido. Beto llegaba al Centro y se sentaba en una silla y no hacía nada en todo el día, salvo comer y reír. Desde pequeñito fue tratado como inútil y dispensado de cualquier esfuerzo físico y mental.<br />La más intrigante de todos era Sandra: una adolescente de 14 años de edad, con apariencia un tanto agresiva, con vestuarios provocativos y peinados de revista; visual que desentonaba con la situación de miseria en la que se encontraban. Según me dijo, era la tía Teresa que ofrecía esos atuendos cada vez que iba “para allá” los fines de semana. “¿Quién es la tía Teresa y dónde es allá?”. Desde esa conversa identifiqué que ahí había “gato encerrado” y que a su debido tiempo teníamos que descubrir. <br /> Úrsula, quien en aquel entonces tendría unos 9 años de edad era la que más sufría de todos, pues sobre ella recaían casi todos los trabajos del hogar. Claro, a Beto no se le exigía nada, Sandra era una adolescente rebelde e indisciplinada, Elisabeth era todavía muy pequeña y Diana era apenas un bebé. En consecuencia, Úrsula buscaba leña, barría, lavaba ropa, cargaba agua, pilaba maíz, iba al mercado, cuidaba de Diana  y hacía todos los recados de mamá. Para colmo, es asmática y sufría de crisis con bastante frecuencia. <br />A simple vista era evidente que nos encontrábamos con un caso difícil. La pregunta básica era: ¿por qué están en la calle? ¿Dónde está la familia de Lidia? Y ¿Qué podemos hacer por ellos desde el Centro Hakumana?<br />En el momento que llegaron nos encontrábamos en crisis financiera. Apenas teníamos dinero para operar por tres meses. Nos preguntamos: ¿Los recibimos o los enviamos a otra parte?  Respondimos con otra pregunta: ¿A dónde los vamos a enviar? Sabíamos de sobra que si los despachábamos, servicios sociales no haría nada por ellos. Y, con Elisabeth husmeando entre medio de nosotras me interrogaba: ¿Qué será de esta muñequita? Luego que terminamos de almorzar Isabel comentó: “vamos a confiar que algunas de las entidades solicitadas nos responderán”. <br />Y sus palabras fueron proféticas, pues pasados unos días, APARF, una ONG portuguesa, respondió nuestro proyecto. <br />Una vez decidido que la familia Falcón sería acompañada desde el Centro, nos dimos a la tarea, a través de las técnicas de acción social, de investigar el caso. Fueron a la casa de los padres de Lidia. ¡Oh, qué situación! Su propia madre la expulsó de su casa. Según contaron sus hermanos, madre e hija nunca se llevaron bien. Tras la muerte del marido de Lidia (papá de los cuatro más pequeños), la Sra. Gertrudis se negó a asumir los gastos de la familia Falcón, una vez que su hija no hacía nada: ni traía dinero a casa, ni colaboraba en los quehaceres domésticos.<br />Según la versión de la propia Lidia, en el fondo se trataba de rechazo por causa de la enfermedad (SIDA). “¡No puede ser, Lidia, no juzgues así a tu madre”, reprendió Isabel. “Hermana, Usted no conoce a Doña Gertrudis”, agregó con énfasis. “Yo tengo derecho a estar en mi casa. Soy hija legítima. Esa casa es de mi Papá. Ella no puede echarme fuera”; espetó con rabia. De hecho, aún teniendo razón en sus reclamos, iba ser difícil hacer valer sus derechos, una vez que tanto su madre como sus hermanos no estaban a favor de que ella volviera. Además, fuera de esa casa en ruinas, de la cual apenas le correspondería un cuarto, no tenían nada para ofrecer; Doña Gertrudis y sus hijos  apenas conseguían encender el carbón para hacer una única comida diaria. <br />Con el correr de los días nos fuimos dando cuenta que, de hecho, Lidia era perezosa en grado sumo. En cuanto las otras mamás participantes se ofrecían para ayudar en los oficios del Centro, Lidia se quedaba sentada con Diana colgando de la espalda, y, cerca de ella, Beto. De toda la familia Falcón, las únicas que se integraban en los trabajos eran Úrsula e Elisabeth; la primera ayudaba a barrer el patio y la segunda, era la “asistente particular” de la Hna. Janete.<br />Un día dijimos ¡Basta!; decidimos poner en órbita a Lidia y a los hijos mayores. Esperamos a Beto con una escoba y a Sandra con una vasija con paños para lavar. Por su parte, Lidia fue destinada a  la cocina para ayudar a mamá Leticia. Beto rezongó, justificándose con su deficiencia física; Sandra colocó cara de disgusto aunque no se atrevió a abrir la boca. Lidia salía resignadísima a la cocina, con Diana en la espalda, cuando fue interceptada en el camino por la Hna. Janete, quien le ordenó dejar a Diana con las otras crianzas en la sala contigua. Ella repuso, “Hermana, va a gritar todo el día”; Janete le respondió: “Todavía no conozco bebé que muriese por haber llorado; ella se va a acostumbrar”.   Ese día fue el primero de un largo camino de re-educación familiar. <br />EL esfuerzo por educar a la familia Falcón se prolongó hasta en la pequeña dependencia que fue alquilada para ellos; de vez en cuando alguien del equipo llegaba allí inesperadamente para ver cómo se encontraba el lugar: limpieza, orden, etc. Hubo días que fue necesario retirar todo para el patiecito y mandar hacer limpieza y colocar las cosas en orden. De hecho, los niños se pusieron en guardia; cuando veían venir a alguien del Centro Hakumana, avisaban y todos en movimiento ordenaban y escondían lo aparentemente sucio. A veces la misma Lidia, según ella misma nos contó, para poner en acción a los hijos gritaba: “Por ahí vienen las hermanas”; rápidamente, a la velocidad de un rayo, hacían lo que había sido solicitado desde el amanecer del día. <br />Había otra mala costumbre que necesitaba de ser extirpada en la familia Falcón: “tomar prestado lo ajeno”: innumerables veces fueron cogidos “con las manos en la masa”; desde Elisabeth hasta la propia Lidia, ninguno se salvaba de esa mala maña. ¡Qué desgracia! Cada uno se apropiada de aquello que más le interesaba; Elisabeth de dulces y crayolas para pintar; Úrsula de útiles escolares, Sandra de capulanas o material para hacer adornos de fantasía; Lidia de alimentos de la despensa o artículos de higiene; Beto, de cualquier cosa que pudiera vender para comprar cerveza. El colmo de Beto fue encontrar alguien epiléptico como él para venderle los medicamentos que con tanto sacrificio le comprábamos. Luego, a cada paso caía desmayado; hasta que la pequeña Elisabeth (la informante principal de la Hna. Janete) contó lo que hacía su hermano. Hubo un momento que ya estábamos para desistir de todos ellos. <br />No parecía surtir efecto las llamadas fuertes de atención y los castigos impuestos por cada hurto. Una vez más constatamos cuánto cuesta modificar hábitos inapropiados. <br />También, no tardamos mucho tiempo en descubrir quién era la Tía Teresa. Nos dijo “la pequeña informante” que su mami quedaba muy disgustada cada vez que Sandra se iba de fin de semana para la casa de la referida tía y que ella cuando fuera grande iría también. Le preguntamos: “¿Ella es hermana de tu mamá o de tu Papá?”, “no”, respondió la pequeña. “Y, entonces ¿por qué le llaman de tía?” preguntamos curiosas. Elizabeth explicó que todas las chicas que iban de fin de semana le llamaban así. Una vez que nos informó que iba junto con otras chicas de la misma edad, nos imaginamos el resto. Se trataba de una casa de citas nocturnas; y la Tía Teresa no es más que una dueña de burdel. Ese sí que fue el colmo de los colmos. Tanto Lidia como Sandra fueron cuestionadas y reprendidas; una por ser tan permisiva y sin carácter; la otra por ser tan atrevida y sinvergüenza. Concordamos con Lidia que, de Sandra volver para la casa de la Tía Teresa, tendrían que abandonar el Centro. Sandra, por su parte, fue sometida a entrevistas de orientación y acompañamiento por las técnicas de acción social del centro. <br />Por otro lado, nos preocupaba la influencia de Sandra en el comportamiento de sus hermanitas Elizabeth e Úrsula; era preciso retirarlas de ese ambiente. Es así como conversamos con las hermanas de los Sagrados Corazones para que las recibieran como internas del nuevo hogar que en aquella altura estaban inaugurando en la localidad de Boane. Estando en el hogar, además de beneficiarse de una buena formación humana- espiritual y salir del círculo viciado de malos ejemplos familiares, podrían asistir a la escuela con un debido acompañamiento.<br />No obstante estas situaciones desafiantes anteriormente relatadas, también se verificaron otras más halagüeñas, tales como: los adelantos de Beto en las aulas de alfabetización, la mejoría de salud de la propia Lidia, pasos significativos en la higiene personal y hogareña de todos los miembros de la familia, el buen estado de salud de Diana, entre otros.  Estos indicadores nos mostraban que alguna cosa estábamos haciendo para ayudarlos en orden a una mejor calidad de vida, aun cuando éramos conscientes de que faltaba mucho por hacer.<br />En estos momentos continuamos a apoyarlos: las pequeñas Elizabeth y Úrsula continúan en el hogar de las hermanas de los Sagrados Corazones, Sandra volvió a la escuela, Beto nos ayuda con la huerta del Centro, Diana ya juega y corre con los otros niños pequeños y Lidia, dentro de poco, recibirá una casita propia para ella y sus hijos. <br />Con esta familia aprendimos a no desistir, aún cuando parezca que no tenemos nada por hacer; que es preciso asumir una postura de “esperanza activa”, creer contra toda evidencia contraria que los cambios acontecerán a su debido tiempo. También, a no tener miedo de REPRENDER cuantas veces sea necesario, pues de esa forma estaremos demostrando que amamos, indicando lo que es bueno, lo que puede conducir hacia el camino del bien. Pues, de hecho, quien ama, corrige. <br />En una primera fase, el camino del bien no es otro que aquel que permite mayor calidad de vida, que posibilita relaciones serenas y auténticas, que permite el desarrollo de potencialidades innatas y robustece la personalidad. Luego, encontrándose a sí mismo, reafirmándose como ser humano con derechos inalienables y  sentido de dignidad personal podrá dar el paso hacia “el otro”, acogiéndolo desde su verdad. Encontrándose con la “alteridad”, como carne de la propia carne, como humanidad compartida, podrá encontrarse con el Dios autor de la vida y entender su proyecto de salvación.<br />El camino que lleva a la vida es TAN HUMANO, TAN HUMANO, TAN HUMANO, que de tanto ser humano pasa a ser DIVINO. A veces nos imaginamos que indicar el camino que conduce a la vida significa entrarnos en altas elucubraciones teológicas o en asumir posturas piadosas un tanto fingidas y en someter a los destinatarios de nuestro servicio a sesiones intensivas de CATEQUESIS DOGMÁTICA. Sin restar valor a estas, pienso que  cuando nos encontramos en el campo ministerial no podemos dejar de traducir las altas consideraciones teológicas en “gestos de vida sencillos y auténticos”. Es tan simple el camino que conduce a la vida que se torna complicado cuando lo queremos reducir a conceptos abstractos.<br />La familia Falcón nos ayudó a “abajarnos” o “alzarnos” en el camino de la auténtica humanidad. A llevar la buena noticia de la salvación orientándoles sobre cómo vivir con sencillez el proyecto de Dios; ayudándoles a modificar los comportamientos que no les permiten progresar como seres humanos y potenciar posibilidades personales y/o familiares. Así estamos junto a ellos: Hakumana, mostrando el camino del bien, el camino que conduce a la vida verdadera.<br />277749023495ESTAMOS JUNTOS PARA AJUDAR A ENTENDER Y ASUMIR EL DRAMA DE LA PROPIA VIDA.<br />Javier llegó al Centro enviado por la doctora Raquel (dominicana del Rosario) para recibir orientación e información relacionada con su enfermedad. Ya estaba llegando a la adolescencia y todavía no sabía qué era el SIDA y los cuidados que requerirían de por vida, incluyendo las consecuencias en lo concerniente a su vida sexual. <br />En realidad, físicamente, parecía mucho más joven; cuando llegó tenía 12 años y apenas representaba unos 9. También, no abría la boca para nada y no miraba a las personas a la cara. Parecía como si quisiera pasar desapercibido. Se veía como ausente. No era agresivo, ni mal educado, apenas reflejaba una tristeza mortal.  Le daba lo mismo todo: si le decían que se sentara, lo hacía, sin motivación personal. <br />Su padre, por el contrario, es un hombre muy abierto, locuaz y se manifestaba cariñoso con el jovencito. Estaba sumamente preocupado con la condición del niño, no sólo por la enfermedad, sino también por su actitud general. De hecho, hasta que el niño ganó confianza lo acompañaba personalmente cada vez que tenía cita con la psicóloga clínica del Centro. Tenía la gran dificultad de que su actual esposa no aceptaba el niño y le recriminaba contantemente el haberlo traído tras la muerte de su madre. Apenas llevaba un año con ellos. <br />La madre del niño murió de alguna enfermedad asociada al SIDA; posiblemente, tuberculosis. Ambos vivían en la casa de la abuela materna. Aparentemente, la relación entre sus padres duró pocos años. El asunto es que Javi heredó el SIDA y su padre no padece de la enfermedad; una de dos, o todavía no se manifestó o es portador del tipo de sangre que transmite, pero no padece. Eso también no lo supimos. Nunca me olvido que el primer día que llegó coincidió con el cumpleaños de la hna. Herminia (La psicóloga Clínica). El equipo de Hakumana le había organizado una pequeña sorpresa: un bizcocho, un presente y una danza festiva. Javi y su padre fueron integrados en el festejo. Le pedimos al chico para llevar el bizcocho, en cuanto nosotras entrabamos danzando. Fue gracioso: Javi entró ceremoniosamente, pero no sonrió en ningún momento mientras nosotras danzábamos, reíamos y cantábamos jubilosamente. De esa forma, el designado para iniciar el festejo desentonaba, totalmente, con el espíritu de fiesta pretendido y esto causó mucha gracia. Eso sí, a la hora de comer bizcocho, Javi no tuvo reparos en pedir una segunda ración. Su padre intentó impedir que le sirvieran nuevamente, pero aprovechamos y le servimos un pedazo bien grande con mucha crema. No sonrió ese día, pero se fue satisfecho.<br />Poco a poco la Hna. Herminia consiguió que Javi saliera de su letargo. De hecho, hizo un trabajo fenomenal. Después se desinhibió de tal forma que hasta nos jugaba algunas travesuras, como por ejemplo, esconderse en la despensa a la hora de ir a la escuela para quedarse en el centro en compañía de los otros pres adolescentes o esconder los trapos de limpieza para no limpiar las ventanas que le correspondía a la “cuadrillita” de los pres adolescentes. “¿Dónde están los paños?” (Un día preguntaron las mamás) “Javi los escondió” (respondieron los más chiquitos). Javi, traído de una oreja era obligado a buscar los paños. Luego, reía hasta más no poder…<br />Por su parte, la Hna. Herminia ideó una forma gráfica para ayudar a los pres adolescentes a entender en qué consistía la enfermedad, utilizando dibujos y personajes. También, se inventó un sistema de símbolos para enseñarles a tomar los medicamentos (retrovirales) correctamente, una vez que no siempre corresponde el mismo medicamento, ni la misma cantidad. Y lo mejor de todo, a través de acompañamiento grupal y personalizado los ayudó a elevar la autoestima.<br />Ella logró que Javi asumiera la responsabilidad de su enfermedad y se cuidara por sí solo. Pues, lamentablemente, no podía contar con su madrasta, quien no se mostraba interesada por el niño y su papá pasaba mucho tiempo fuera de casa trabajando como guardia de seguridad. <br />Javi llegaba temprano al Centro Hakumana, participaba del programa de refuerzo escolar, de los encuentros de formación para los pres adolescentes, de los oficios o tareas domésticas, de los encuentros con la Hna. Herminia y después del almuerzo era llevado por el Señor Macome (motorista de Hakumana) a su escuela, que quedaba un poco distante del Centro. Luego, de la escuela, se regresaba sólo a su casa. <br />Los niños más pequeños lo adoraban, ya que le gustaba jugar con ellos. De hecho, al principio manifestaba dificultad de relacionarse con los niños de su edad. Poco a poco, con la colaboración de todos, Javi fue entrando en sintonía. <br />Pese a que mejoraba día a día y se mostraba contento en el Centro, se percibía que llevaba por dentro un dolor muy grande: se trataba de la pérdida de su madre y de que extrañaba mucho a su abuelita materna, con quien vivió desde que nació. También, no le hacía ninguna gracia su madrasta, pues ella le demostraba constantemente que no lo quería; Desafortunadamente, ya había escuchado discusiones acaloradas entre su padre y esta por su presencia en la casa. <br />Aún cuando nos gustaba tener a Javi en el centro, pues con el tiempo se ganó el aprecio de todos, aconsejamos a su padre que lo llevara a vivir con su abuela materna. Primero, porque no resultaba saludable para el niño la tensión que generaba el rechazo de su madrasta. Segundo, porque él mismo no disponía de todo el tiempo necesario para dedicarle. En tercer lugar, porque La falta de atención y alimentación sistemática podía atentar contra la vida del chico. Sabíamos que su abuelita lo quería y él, por supuesto, la extrañaba mucho. <br />Un día su Papá lo llevó al campo y nunca más lo vimos. Algunos meses después supimos que Javi se reintegró muy bien en la casa de la abuela y que al parecer no necesitaba ayuda para tomarse los medicamentos, además de que daba orientaciones a su abuelita de los alimentos apropiados para su condición. <br />Por su parte, Javi nos enseñó cómo podíamos preparar a un pre adolescente para saber lidiar de forma responsable con su condición, a visualizar que no existe bloqueo psicológico que no pueda ser ultrapasado; a entender que por más cruel que pueda ser la situación del afectado, siempre es posible encontrar una razón para vivir y  superarse incorporando nuevas habilidades sociales. <br />A propósito del caso de Javi, formamos un “corillo” de pres adolescentes que nos dieron trabajo, pero también momentos de grandes alegrías; como por ejemplo, cuando se inventaban sus travesuras para escapar de los oficios, o cuando montaban bailes e/o dramatizaciones, incluyendo imitaciones de algunos “personajes” del propio centro; reíamos a rabiar con ellos, eran geniales. <br />El nombre de Javi resonaba por el centro constantemente: lo solicitaban los pequeños para jugar y los pres adolescentes para las sesiones de formación o para “bromear” y las mamás para jalarlo de la oreja, la hna. Herminia para orientarlo, el Señor Macome para llevarlo a la escuela, la Hna. Sandra para hacer los deberes escolares, Doña Leticia  para almorzar antes de ir a la escuela y la Hna. Elena cuando se escondía. TODOS, de una forma u otra, estaban pendientes de Javi y él lo sentía y lo disfrutaba. Sabía que era objeto de un trato preferencial, esto lo hacía “respirar aire puro” y le ayudaba a sanar heridas.  Llegando al Centro, se sentía “lo máximo” y esto le confería energía para relativizar tantas nimiedades del diario vivir relacionadas con su madrasta. <br />¿Les gustó el relato? ¿Qué se pensaban? ¿Esperaban otra cosa? Acompañar estos casos es apenas proporcionar un ambiente apropiado que permita a los afectados caer en tiempo real, rescatar su propia autoestima, su autonomía, la capacidad de gestionar la propia vida, de encontrar sentido en medio del drama de la propia enfermedad y un porqué para continuar viviendo. <br />Les aseguro que no hicimos otra cosa, a no ser cuidar de él y motivarlo para que su yo verdadero saliera de adentro, para que se abriera a la vida y ultrapasara todo lo que le impedía constituirse en un niño feliz. Sentirse amado, respetado y tomado en cuenta fue la medicina de su enfermedad, de la verdadera enfermedad que era más perniciosa que el mismo SIDA: la falta de amor y atención cualificada. Cada gesto proferido era como si le estuviéramos diciendo, con la misma autoridad de Jesús, “levántate y vuelve a la vida”. <br />Nos satisface pensar que Javi no necesita de nosotros, que consiguió retomar su camino existencial con un talante diferente. Hoy día es un jovencito de 15 años de edad animoso, jocoso, amistoso, conversador. Aún cuando no le gusta mucho estudiar, continúa en la escuela y disfruta en compañía de sus amistades. ¡Qué diferencia de aquel niñito taciturno, serio y angustiado que llegó al Centro unos años atrás!<br />¡Estamos Juntos, nuestro querido Javi! En donde quiera que estés, estamos contigo desde ese nuevo “estilo de vida” que absorbiste con nuestra ayuda y acompañamiento; desde ese “espíritu amoroso” que se prendió de tu ser; desde ese modo sencillo, transparente y natural de relacionarte con todos; desde esa forma positiva de encarar tu enfermedad. Estamos juntos en cada gesto que denote aprecio a la  vida y entusiasmo existencial. <br />558164863600¿Y tú, qué esperas? Ve por los caminos y “levanta” a tantos pres adolescentes que con o sin SIDA necesitan ayuda para asumir el drama de sus propias vidas. Diles, a través de acciones y gestos concretos, lo que le dijo Jesús a la adolescente del evangelio: Talita Kum (levantate, niña bonita) ¡Podemos hacer tanto con tan poco! Ojalá que al final de nuestros días nadie nos pase factura por el bien que dejamos de hacer y por no haber experimentado la felicidad verdadera haciendo ese bien.<br />-80010-337820<br />LA COMUNIDAD DE HAKUMANA: UN SUEÑO A REALIZAR<br />La experiencia de trabajo en el Centro Hakumana nos demostró la necesidad de una comunidad de referencia para acompañar más de cerca algunos casos concretos. El acompañamiento desde el Centro, en su horario regular, no resulta suficiente en algunos casos. Sobre todo cuando se trata de situaciones críticas relacionadas con cuidados médicos, modificación de hábitos, desamparo, entre otros. En una primera instancia urge un lugar para recibir estas personas, ayudarlas a ultrapasar la situación crítica en la que se encuentran y entrar dentro de la dinámica de los servicios de Hakumana.<br />Como ya referí anteriormente, tuvimos algunos casos delicadísimos. Hakumana debía contar no apenas con el “buen samaritano”, sino también con un “hospedero” para poder cumplir cabalmente con la obra de “levantar al caído”. Pensamos que sería una oportunidad impar para vivir a profundidad esta experiencia humana – divina, tomando en consideración otros aspectos que la hacían, además, profética. Entre ellos:<br />Experiencia Intercongregacional: <br />A la luz del espíritu vimos que urge enfatizar la importancia de trabajar en  comunión como congregaciones religiosas, porque se percibe una tendencia de cada cual construir “su parcela de servicios”, con pocos nexos de comunión en la dimensión pastoral – evangélica. <br />Por otra parte, pensamos que frente a un problema tan grave, como es el HVI-SIDA en África, se impone una respuesta en conjunto, unir esfuerzos y posibilidades. También por razones prácticas: el trabajo es fuerte y los miembros disponibles por Congregaciones en este contexto, pocos. <br />Por último, creemos que la riqueza humano – espiritual de cada Congregación enriquece, tanto a los miembros que participan del proyecto como a la propia Iglesia <br />Local. Y ni hablar del efecto edificador del testimonio de unidad entre los religiosos inseridos en un mismo trabajo pastoral.<br />Integración de los laicos en nuevas formas de presencia apostólica:<br />Son muchos los laicos que manifiestan interés de hacer una experiencia puntual, por algún periodo de tiempo, en comunión con religiosos. Pero, experiencias reales, que engloben no sólo la dimensión apostólica o ministerial, sino que contemple también la vida de oración y comunitaria. Pues estas dimensiones no son privativas de la Vida consagrada, forman parte del estilo de vida que Jesús enseñó a sus seguidores. Y, para muchos laicos se presenta como una exigencia en su camino de crecimiento humano – espiritual.<br />No son pocas las Congregaciones que reciben  laicos misioneros en Moçambique y no saben qué hacer con ellos, porque no tienen CLARO qué tipo de participación les pueden dar y hasta qué punto pueden permitirles ENTRAR dentro de sus vidas y/o comunidades de servicio, de oración y de vida, además de no estar preparados para ello. De hecho, la estructura que hemos creado, en no pocas ocasiones, carece de apertura y flexibilidad para recibirlos, tanto a ellos, como a los destinatarios de este servicio. <br />Vimos que Hakumana podría ser ocasión para abrir un espacio de integración entre religiosos y laicos en una misma experiencia apostólica.  Creemos que ambos podríamos salir altamente beneficiados. Tanto unos como otros necesitamos recibir un mensaje para mejorar nuestros estilos de vidas. <br />Estilo de vida abierto y en función de los destinatarios del servicio. <br />Desde la óptica de nuestro proyecto, el caído es concebido como el centro y figura más importante de la comunidad. Es acogido en el SENO de la misma, no en un lugar aparte para “no interrumpir la vida de la comunidad”, sino en un lugar privilegiado para enriquecerla. Su situación se convierte en tema de reflexión persistente, en ámbito de oración e inspiración para la acción apostólica. <br />La comunidad, constantemente, se reorganiza en función de la situación del caído. Los espacios de servicio, oración y vida se conjugan en torno a las necesidades reales de la persona o personas que se encuentran en la comunidad. La vida de la comunidad deja de ser rutinaria y un fin en ella misma, para convertirse en espacio sagrado de acogida  de la novedad que nos trae Jesús en cada una de sus visitas. <br />Los gestos concretos de amor, acogida, servicio, disponibilidad, flexibilidad se hacen realidad y desafío cada día. Así se descubre que la vida puede ser programada, pero no determinada en una estructura inmutable. <br />La oración se convierte en un espacio necesario para colocar la situación del caído, para acogerla desde el corazón, para procurar luz en la tentativa de acompañarla y desentrañar su mensaje salvífico. No será más “rito fabricado” sin conexión directa con la vida real.<br />Unidad en la diversidad<br />Tanto los religiosos como los laicos, durante el tiempo de estadía en la comunidad hakumana, se comprometen a PONER TODO EN COMUN, a VIVIR CON LO INDISPENSABLE y a UNIR ESFUERZOS en la consecución de un único proyecto. Quiere decir, no hay parcelas en el proyecto, no hay división individualista de funciones y nadie es dueño del proyecto. Apenas puede haber responsabilidades diferenciadas, en las cuales TODOS están  implicados. Esto requiere mucho diálogo, renuncia a cualquier postura de protagonismo y disposición sincera de poner todo en común: bienes, talentos, posibilidades…<br />De plano se requiere suficiente madurez humana para acoger a cada uno desde su estilo de vida y diferencias individuales, percibiéndolos como una riqueza y nunca como una amenaza.  <br />Los Objetivos específicos que nortean el proyecto son:<br />Reforzar el trabajo del Centro Hakumana, sirviendo de punto de referencia y acompañando fuera de las horas de atendimiento del Centro los casos que así lo ameriten.<br />Crear una oportunidad de compromiso apostólico inter – congregacional en el servicio a los afectados e infectados por el HVI-SIDA en Maputo.<br />Ofrecer una experiencia de compromiso de vida, oración y apostolado, en comunión con religiosos, a laicos interesados en profundizar su vida de fe. <br />Experiencia concreta<br />Fue así como pedimos autorización a nuestras respectivas Congregaciones (Missionárias da Consolata y Mercedarias de la Caridad) para abrir la comunidad de Hakumana. Nos urgía comenzar lo más rápido posible, porque teníamos algunos casos gravísimos para acompañar: el caso de Carlota y Karol, el de los gemelos Tomás y Gisela, el de la adolescente Odete, entre otros.<br />En pocos meses, una laica brasileira que hacía tiempo estaba solicitando participar en algún proyecto de esta naturaleza llegó a Moçambique con el corazón abierto y feliz por ver realizado su sueño. Su nombre es Valda. Ella aceptó formar comunidad con nosostras (Hna. Janete e yo). La experiencia fue maravillosa. Hubo, desde el inicio una  excelente sintonía entre las tres. <br />No fue difícil acertarnos en la caminada; cada caso a ser acompañado dictaba las reglas del juego. El diálogo constante, el análisis y la planificación de las acciones a desenvolver para cada caso nos ponían en comunión, en compromiso apostólico y en actitud de oración constante. <br />Los eventos se sucedían con naturalidad, sin forzarlos: de las reflexiones pasábamos a las acciones y de éstas a la oración; de la oración volvíamos a las acciones y a la reflexión. Los momentos se presentaban y apenas se trataba de acogerlos y vivirlos con intensidad.<br />Fueron seis meses de VIDA INTENSA. Puedo decir sin engaños que modificó muchos aspectos de mi vida: mi manera de verme a mí como Consagrada (dedicada tiempo integral a los asuntos de mi Padre y mi Dios); la gestión de mi tiempo, ahora 24 horas sobre 24 en función de la misión, en una integración de vida, apostolado y oración REAL; mi manera de mirar al destinatario de mi servicio (ahora como aquel que me revela mi dimensión de vulnerabilidad y requiere de mí apoyo para levantarse; entendiendo también que el caído, levanta; que el herido, cura; que el último entre los últimos se constituye en el primero y en el más importante).<br />Cada día nos preparábamos desde la oración para acoger la novedad que el día nos iría a traer. Orábamos por las personas que teníamos a nuestra cuenta y pedíamos luz para saberlas conducir. Luego, llegábamos al Centro Hakumana y/o ISMMA para orientar los servicios y recibir nuevos desafíos. De vuelta a casa el descanso, la misión continuada y la oración acontecían entretejidas y de manos dadas. <br />1310640111760<br />En un inicio  nos ubicamos en un apartamentito de tres habitaciones, una sala-comedor, baño y cocina, con un balcón grande al frente y otro pequeño en la parte de atrás. En principio, cada una disponíamos de una habitación, salvo las veces que la debíamos ceder para algún huésped; entonces, dependiendo del caso dejábamos uno de los cuartos para ellos  y en el otro nos juntábamos la hna. Janete y Yo; o cuando se trataba de niños, los dividíamos: uno para el cuarto de Janete y el otro para el mío. El balcón grande pasó a ser nuestro oratorio y, en una ocasión, lo tuvimos que dividir para aumentar otro cuarto, pues coincidieron dos casos urgentes en el mismo tiempo.  Por su parte, el balcón pequeño pasó a ser nuestro lavadero y tendedero de ropa.<br />3034665880745Para la realización de nuestra misión no se requería de una “hospedería” grande. Lo que sí se precisaba era un ambiente agradable y acogedor; un lugar sencillo y limpio donde el huésped se sintiera seguro y relajado. La actitud de nosotras para con ellos era lo esencial. De hecho, cuando llegaban a nuestra casa, nos “repasaban” con la mirada, tanto los niños como los adultos, intentando auscultar nuestro grado de aceptación. Para mí era el momento más importante del cual dependía el éxito del proceso a seguir. Por nuestra parte exigía vivir en ACTITUD constante de acogida, manifestando alegría por la presencia de ellos en nuestro hogar. Desde una perspectiva espiritual, era preciso entender sin entender que se trataba de una visita singular del mismo Jesús. <br />Los primeros tres meses corrieron sin grandes sobresaltos. Aún cuando hubo algo de resistencias por parte de algunas de nuestras hermanas de congregación, todo parecía indicar que la experiencia se realizaría. Tanto Janete como Yo debíamos ir a nuestras comunidades de origen una vez por semana y un fin de semana por mes, porque continuábamos a pertenecer a nuestras respectivas Congregaciones. Apenas habíamos sido autorizadas, por dos años, a vivir esa experiencia viviendo fuera de la comunidad, pero sin dejar de pertenecer a ellas. <br />Un día, antes de iniciar el cuarto mes, el dueño del apartamento fue a conversar con nosotras. Nos explicó que se encontraba en una situación financiera muy delicada y que debía vender  el apartamento para poder salir de su aprieto; de hecho, ya se había presentado un candidato para comprarlo. Nos pedía de favor aceptáramos romper el contrato contraído. Nos mostró pruebas fácticas de su situación. Nosotras vimos que no podíamos constituirnos en obstáculo, por eso, aceptamos salir del apartamento. El problema era a dónde nos podíamos dirigir. <br />Después de procurar otra vivienda, infructuosamente, pensamos que era posible ubicarnos, temporeramen
Hakumana (testimonio hna evelyn
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  • 1. HAKUMANA: ESTAMOS JUNTOS<br />INTRODUÇÃO<br />834390781685Todo comenzó un día que fui convidada a participar de aquellas reuniones. Se trataba de la comisión de HIV-SIDA de la conferencia de religiosas y religiosos de Moçambique. O sea, un grupo de consagrados interesados en hacerse presente en el mundo de las víctimas de la pandemia. Como Iglesia, urgía un gesto de solidaridad. Ellos llevaban ya un año trabajando a nivel de prevención, ofreciendo cursos de formación e información sobre la enfermedad y su impacto social. Llegado cierto momento, sintieron que había que hacer algo más. Faltaba identificar el qué y el cómo.<br />Llegué ese día. Fue en Marzo del 2006. Apenas llevaba unos meses en Maputo y vivía en la casa de las Hermanas Misioneras de la Consolata. Se encontraban unas 6 personas, uno despidiéndose a causa de transferencia; otros dos se ausentarían por uno o dos años para realizar estudios fuera de Moçambique. Hacía apenas unas semanas que asistimos a un diálogo entre el Presidente de la República y los líderes religiosos sobre la enfermedad, su rápida propagación y el qué hacer para mitigar el impacto. El punto más fuerte de la reunión, de hecho, era comentar sobre ese encuentro e intercambiar opiniones acerca del nuevo rumbo que debía tomar la comisión.<br />Se percibía que entre los miembros de la comisión existía buenas relaciones; no obstante, no conseguían ponerse de acuerdo sobre qué hacer, por dónde caminar. Alguien dijo: “hace falta un contacto directo con los afectados; hasta el presente hemos hablado mucho sobre ellos, pero no hemos hablado con ellos, ni hemos hecho nada para beneficiarlos directamente”. Otro era de opinión de que debíamos abrir una oficina de asistencia social y orientación para acompañar los enfermos. Decían que ya había asistencia médica y subsidio de medicamentos en los centros de salud, pero que las personas necesitaban dialogar con alguien sobre su condición y recibir apoyo de tipo psicológico y socio económico. Después de unas dos horas de debate, salimos de allí con la asignación de traer sugerencias concretas para el próximo encuentro.<br />Yo me tomé bien en serio el asunto. Dediqué mucho tiempo a pensar y orar sobre qué hacer y cómo en beneficio de los afectados e infectados por el SIDA en la Ciudad de Maputo. Desde el principio supe que formaba parte de mi misión. Mi llegada a Maputo, a la CIRM CONFEREMO y a la comisión del SIDA en ese momento no era casualidad. El problema me implicaba, me concernía y me comprometía profundamente. En principio había llegado a Maputo para dirigir el Instituto Superior María Mãe de África; sin embargo, sentía fuertemente una urgencia de responder a este otro asunto. Me atraía fuertemente. No conseguía desligar de mí el interés por el tema. Bebía todos los artículos sobre el SIDA que encontraba. Sabía que me tenía que preparar y no perdía ocasión para hacerlo. <br />El día de la siguiente reunión de la comisión de HVI SIDA de la CIRM CONFEREMO, nos encontramos con que el grupo se quedó reducido a 5 persona. Esto trajo otra gran preocupación: buscar nuevos miembros. ¿Cómo? También, al parecer nadie hizo la asignación, con excepción de mí, pero no me atrevía a sacar mi extensa reflexión de unas 10 páginas A4. Me quedé callada, escuchando y olfateando el ambiente. Decidí esperar el momento oportuno para presentar mi propuesta. <br />De regreso a casa, Janete comentaba que se sentía preocupada, pues la reunión no fue próspera y el grupo se había reducido considerablemente. Yo me limitaba a escuchar y sentía dentro de mí que en algún momento esa historia se revertiría. <br />Entretanto, la vida continuaba y yo debía dedicar tiempo a conocer el Instituto Superior María Mãe de África. Había viajado de Nampula a Maputo para tomar cuenta de ese Instituto y debía substituir a la actual directora. La cosa no iba a ser fácil. El Instituto, aunque pequeño, era complicado. Y, complicada era la situación financiera y organizacional. Por lo que me percataba, la dirección había mimado mucho el Instituto: los profesores, los alumnos, la planta física, pero urgía promover cambios que augurasen el futuro desarrollo a nivel pedagógico y financiero. Una nueva política organizacional debía implantarse y por lo visto, serían muchos los obstáculos a ultrapasar. <br />De hecho, los conflictos no demoraron en aparecer: algunos profesores, de los más antiguos se resistieron a las reformas, se cuestionaban el porqué dejar el Instituto en manos de una persona que llegaba nueva. Sentía que me miraban con recelos e interrogantes. Me encontraba en una situación en la cual debía ganarme a las personas y conquistar el terreno de a poco. Sabía que la paciencia no figuraba entre mis virtudes y esto demandaba de mí doble esfuerzo. Era consciente que debía provocar modificaciones y que estas se traducirían en sufrimientos para mí y para otras personas, pero no podía dejar de hacerlo, costara lo que costase. <br />Por otro lado, me encontraba en proceso de cambios a nivel personal. Había viajado sola. Estaba hospedada en la casa de las hermanas de la consolata, pero ya llegaba la hora de encontrar casa para que mis hermanas pudieran venir conmigo. Debía dedicar tiempo a procurar y de hecho, caminé y caminé por todo Maputo; salía del trabajo y me dedicaba a buscar. Así estuve dos meses, hasta que di con una que respondía mínimamente a nuestras necesidades. Fue un alivio cuando, finalmente, conseguí alquilar y acomodar nuestra casa. Me ofreció un poquito más de seguridad. Lo necesitaba; en medio de tantos desafíos, necesitaba sentirme fortalecida por el ambiente mercedario, aunque ese ambiente tan querido y peculiar era preciso construirlo en esta nueva realidad. Fue así que una hermana y dos vocacionadas vinieron y constituimos una nueva comunidad. También conseguimos un perrito, que aunque resultó una tormenta, nos ayudó a crear ambiente hogareño. Todo comenzó al mismo tiempo: nuevo trabajo, nueva comunidad y la gestación del Centro Hakumana. <br />Finalmente, en una de las famosas reuniones abrí mi libreta y presenté mi propuesta: un centro de acompañamiento y asistencia a nivel de integración social, psicológico, salud, legal y espiritual. Alguien opinó que era ambicioso de más. Bueno, se puede comenzar por alguna dimensión y luego se van agregando otras poco a poco, opinó otra persona. Así comenzó el debate y las opiniones y los enredos. Alrededor de esta discusión estuvimos no sé cuántas reuniones. Yo no tiraba el pie de la idea, insistía suavemente en ocasiones, con firmeza otras, jocosamente en otras, pero insistía. Janete también se unía y día a día sentía su sintonía, como si supiéramos de antemano que la vida nos unía en una misma misión: difícil, urgente, pertinente y apasionante. <br />2767965567689En otra de las reuniones discutimos sobre el nombre que debía tener el tal centro de acompañamiento. Surgieron no sé cuántos. Janete hizo alusión a la parábola del buen samaritano y la frase: “Toma cuenta de él, cuando yo vuelva pagaré lo que deba.” Entonces llovieron propuestas de nombres hasta que alguien dijo: “Centro Estamos Juntos”. Otra persona opinó: “Es mejor un nombre en la lengua nativa”(Ronga o Changana). Otro dijo: “¿Cómo se dice estamos juntos en ronga?” y luego de consultar con un nativo, salió el nombre: HAKUMANA (Estamos Juntos). Aquí está, desde lo más profundo de mí lo reconocí, como si lo tuviera estampado en algún lugar recóndito de la conciencia y del corazón, esperando el momento propicio para salir a la luz.<br />Otro asunto que dio mucho trabajo fue encontrar en dónde abriríamos el centro. Hasta solicitamos los servicios de una agencia inmobiliaria para ayudarnos a procurar un lugar apropiado. En esta altura, nuevos miembros ingresaron en la comisión, entre ellos, la Hna. Isabel Méndes Gómes, concepcionista al servicio de los pobres, quien futuramente sería la administradora del ISMMA y Hakumana. Juntos visitamos muchos lugares disponibles; ninguno parecía responder a las expectativas. Un día, después de agotadas no sé cuántas, opinamos: “vamos a construir aquí en el terreno de la CIRM- CONFEREMO”. Otro cuestionó: “¿Será que nos autorizarán? ¿Será que conseguiremos dinero?” Yo dije: “el almacén viejo puede ser aprovechado”. Otro dijo: “es muy pequeñoquot; . Y así pasamos no sé cuántas reuniones opinando, discutiendo, rebatiendo.<br />Finalmente, después de luchar para conseguir la autorización del Consejo Permanente de la CIRM CONFEREMO, nos fue autorizada la utilización del viejo almacén para el Centro Hakumana. Fue interesante la reacción de algunos religiosos en la asamblea de la CIRM CONFEREMO-2007, donde presentamos el proyecto a través de un power point artísticamente confeccionado. Parecía como si los superiores mayores se sintieran aturdidos por causa del surgimiento de otro proyecto. <br />Aún viendo la urgencia de una respuesta al problema del HVI SIDA en Maputo, como conferencia de religiosos, no de forma aislada, les costaba asumir otra actividad. Alguien dijo: “Todo bien, los que soñaron, que lo realicen”; otros dijeron: “Vamos dejar la inspiración continuar, si es de Dios, perdurará”. El presidente de la Conferencia, en un intento de neutralizar el impacto que ocasionó algunos de los comentarios se expresó en forma de aprobación, manifestando que era necesario abrirnos a los nuevos soplos del espíritu. Una luz de esperanza se encendió. Un camino a trillar con sangre y sudor se abría para la comisión de HVI SIDA de la CIRM CONFEREMO.<br />Ahora el problema era encontrar dinero. Comenzamos a enviar proyectos a todos los lugares posibles. Nada parecía acontecer… hasta que recibí la feliz noticia de que mi Congregación, Mercedarias de la Caridad, aprobó el proyecto y nos enviaban 10.000,00 dólares, además de otro dinerito para comprar una fotocopiadora para la biblioteca del ISMMA. Luego, con intervalo de unos días llegó la noticia de que las Misionarias de la Consolata (Congregación de la Hna. Janete) enviaban otros 10,000 euros. Más tarde, las hermanas de la Consolación se hicieron presente con otro donativo: esta vez de 16.000 dólares. Así, ya teníamos para la restauración y los anexos: cocina y quiosko techado (comedor). No perdimos tiempo, nuestro albañil (Jorge) comenzó a poner manos en la obra.<br />Antes de concluida la restauración, adquirimos algunos muebles: mesa con 10 sillas, otra mesa pequeña con cuatro sillas para el comedor de los funcionarios, un computador para la secretaría, tres mesas de computador, dos sillas, dos escritorios de oficina, sofá y butaca, un televisor con video, una camita de niño, una estufa eléctrica para cocinar y una nevera. Esos artículos del hogar los obtuvimos aprovechando el traslado repentino de una cooperadora de una ONG radicada en Moçambique. El ISMMA, por su parte, cedió 13 mesitas pequeñas con sus respectivas sillas para la formación de los beneficiados; el resto, fueron donaciones realizadas por las ONG Trocaire, África Directo, Aparf y la comunidad autónoma de Alcobendas (España).<br />El sueño parecía estar a tomar forma. En esta fase, a pesar de las dificultades, exultábamos de alegría. Ningún sacrificio nos incomodaba. Disfrutábamos del proceso porque intuíamos que algo acontecería en beneficio de estas personas que tanto sufrían y necesitaban apoyo. Estamos juntos era la palabra que queríamos pronunciar a través de nuestros gestos. No sabíamos bien todos los recodos del camino que debíamos atravesar, pero estábamos dispuestos a arriesgar. <br />5486402045970La voz de Dios era como llama ardiente que quemaba por dentro. Esa voz la escuchábamos en cada una de las personas que se acercaban procurando consuelo, comida, medicamentos. Sin embargo, queríamos ofrecer algo más: esperanza, amor, fe, dignidad, respeto, consideración, espíritu de lucha y superación, entre otras cosas. Nuestro lenguaje en un principio era tenue, tímido, algo inseguro; con el correr de los días, semanas y meses se fue tornando contundente, seguro, arriesgadísimo… Dios nos hizo objeto de “su presencia desafiadora”, para que fuésemos “compañía arriesgada” en favor de nuestros hermanos. Nos poseyó, arrebató y lanzó a decir de múltiples formas: “Estamos Juntos”. El único mérito nuestro en toda esta historia es haber escuchado su voz y el haber permanecido firmes en la misión encomendada, a pesar de los obstáculos y dificultades.<br />MÍSTICA Y SERVICIOS PRESTADOS<br />HAKUMANA: “Estamos Juntos” (Lc. 10,25-37)<br />Desde que fue concebido el proyecto Hakumana nos iluminamos en la parábola del buen samaritano, que según mi opinión debería llamarse del “buen caído”, a juzgar por los beneficios que trajo al samaritano, al posadero y a todos los que tuvieron la suerte de intervenir en el proceso de levantar al caído. Ciertamente, beneficios de orden humano y espiritual, no monetarios. Es exactamente lo que acontece en Hakumana día a día. Veamos los puntos nucleares que delinean su mística y los servicios prestados.<br />683260407670Para comenzar, yendo a la fuente bíblica, el relato del buen samaritano comienza refiriendo que “un maestro de la ley” quería poner a prueba a Jesús preguntándole: “¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?”. Jesús le responde haciendo alusión a lo que está escrito en la Sagrada Escritura: “Amar a Dios y al prójimo; haciendo eso, vivirás”. No conforme con la respuesta, todavía tuvo la osadía de preguntar: “¿quién es mi prójimo? De ahí, Jesús construye un relato fascinante, con el objetivo de describir qué significa ser prójimo, cómo ser prójimo, por qué debemos ser prójimo; no sin antes advertir que el saber ser prójimo no depende de conocimientos, ni categorías, ni de afinidades por raza u otras condiciones (sacerdote y levita); es una cuestión de apertura del corazón a la humanidad. Es prestar el propio corazón para amar en nombre de Dios y a la manera de Dios, así como Dios nos ama.<br />De plano se nos deja claro que amar a Dios y al prójimo es un mismo acto. No es posible separarlo. Desde que Dios se encarnó y se unió místicamente a la humanidad, por medio de su hijo Jesús, fue superada la visión dual de Dios vs. Humanidad. Por eso, la vida está ahí en el cierne de esa unión. De hecho, se nos dirá, a través del apóstol Santiago, que quien dice amar a Dios y odia su hermano, es un mentiroso. Por eso, en el asunto del amor no puede haber medias tintas: o amamos, u odiamos. Quien no ama, odia. Y el amor de Dios está en nosotros cuando somos capaces de hacer el bien en beneficio de nuestros hermanos. <br />La indiferencia es una de las formas más perniciosas de odiar; otras formas son: la venganza, el egoísmo, la envidia, entre otras. <br />En el relato del buen samaritano hay un gesto de entrega incondicional, generosidad ilógica; no hay un diálogo previo entre el hombre caído y el samaritano. La humanidad caída, representada en el indigente, es palabra viva audible para aquel que ama. Es la voz de Dios encarnada. Se trata de la humanidad, la obra máxima del creador, su propia carne y su propia sangre caída, derramada. Es un acto sacrílego, la obra de Dios vertida como si fuera bazofia en el camino de la vida. Reponer, devolver la dignidad es evidencia de “amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”; y no sólo a ese hombre caído, sino en él, a toda la humanidad. <br />Ser prójimo es reconocer en la piel del hermano nuestra propia humanidad y supone un compromiso SAGRADO de conservación y cuidado. Tratar la humanidad con el mismo cariño y devoción como fue tratada por Dios en el momento de la creación. Es aceptar que nos fue dada la vida para reverenciar al dador de la misma en un acto perenne de participación en su misterio de amor. <br />El samaritano no perdió tiempo, con presteza hizo lo que tenía que hacer: curar, remediar, consolar, cuidar, proteger. Utiliza los elementos que se encuentran a su alcance para rescatar al caído de las garras de la muerte, de la indiferencia de los que por allí pasaron sin hacer nada, del abandono impiedoso. Con aceite y vino celebra en el altar de la vida, ungiendo las heridas del caído con aceite que da fortaleza para los avatares del camino y vigorizando con vino de amor: sangre preciosa de Cristo que redime y salva. <br />Transportado en el lomo de un animal de carga lo lleva hasta una posada y, representado en el posadero, hace partícipe a otros del misterio revelado: el amor de Dios que fluye de las “heridas abiertas del caído”; este amor impregna el alma de quien cura, consuela y cuida. Es así como Dios manifiesta que nos ama, suscitando amor, obligándonos a ser amor para los otros, todavía siendo retribuidos misteriosamente por medio de ese amor ofrecido.<br />Transformado tras la experiencia de ser “prójimo” encuentra coraje para continuar a “tomar cuenta” del caído, aún cuando tiene que continuar el camino y de momento no posee todo el dinero necesario: “cuídalo y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta”. Ahora el corazón está poseído por un amor inusual; levantar al hermano se vuelve una pasión. No se puede ser más indiferente. Ser prójimo dinamiza y da sentido a la vida. El samaritano se experimenta profundamente unido a la suerte del que antes estaba caído: “Es él, pero podría ser yo”. Es la misma humanidad; es el mismo barro y un mismo alfarero.<br />Es así como el “prójimo” se convierte en contexto de encuentro con el Señor de la vida. Al final, el caído levanta, el herido cura, el despreciado confiere dignidad. ¿Quién era ese caído a no ser el mismo Señor Jesús que más una vez se aproxima para rescatarnos? Ahora se percibe al caído como un templo de carne y hueso que atesora el misterio del amor redentor. ¡Ahí está Dios! Su presencia es real. El caído se transforma en sacramento de salvación. “Haz eso y vivirás”.<br />Nosotros los religiosos se supone que seamos expertos en los asuntos de Dios. Deberíamos tener un olfato fino para descubrir al Dios que amamos y decimos seguir con tanta devoción allí donde se encuentre. Pero, la verdad del caso es que esto no siempre acontece. Muchas veces nos enfrascamos en nuestras vidas programadas y en nuestras actividades ritualistas y pasamos de largo ante tantas “llamadas”. Luego decimos que dedicamos espacios suficientemente prolongados para encontrarnos con Dios, siendo nosotros quienes le ponemos hora, lugar y la Palabra a ser pronunciada al mismo Dios. Y, no siempre estamos abiertos para dejarnos sorprender por Él, que por el hecho de ser vida en esencia es siempre novedad, retoño, rebrote, capullo, pitón, siempre nuevo y nunca repetido.<br />Hakumana: Estamos juntos, pretende ser un centro abierto para dar “posada” a los caídos y ayudarlos a restituir su dignidad flagelada. De manera especial, acogemos a las personas portadoras de HVI SIDA o a los afectados por esta situación, aún cuando estamos abiertos a otras vulnerabilidades. Es lugar de encuentro con la propia humanidad en la carne del caído. Es experiencia de salvación; participación en el misterio de la redención. <br />22440901624330Nuestro objetivo es ofrecer una respuesta integral, a partir de un centro poli funcional para infectados por el HIV/SIDA y otras situaciones de vulnerabilidad, en la Ciudad de Maputo, funcionando desde el Instituto Superior Maria Mãe de África (ISMMA) en coordinación con otros Centros e infraestructuras ya existentes; si posible, uniendo los miembros de las Congregaciones Religiosas radicadas en Moçambique en un mismo servicio. <br />Consideramos beneficiarios potenciales a todos los miembros de las Comunidades circundantes, en la Ciudad de Maputo, dando prioridad a quienes necesiten de información, formación, orientación o acompañamiento frente a la problemática de HIV-SIDA e otras vulnerabilidades sociales. Se estima una participación diaria de 50 personas.<br />Se pretende trabajar en dos frentes: desde una perspectiva personal, ayudando a comprender el fenómeno de la pandemia o el impacto socio económico de otras vulnerabilidades; así como las posibilidades de responder con creatividad y autonomía, ofreciendo herramientas para su concretización. Por otro lado, se pretende acompañar los beneficiarios en el proceso de integración social. <br />Los beneficiarios podrán participar de charlas, mini cursos formativos para mejor entender su problemática y para trabajarse interiormente en una tentativa de responder a los desafíos que la propia situación de vulnerabilidad le presenta. Deben llegar a la conclusión de que es posible vivir con dignidad y realizarse como ser humano aún viviendo con SIDA o después de atravesar graves dificultades sociales. Por su parte, la comunidad debe recibir el mensaje de acoger, respetar y apoyar a todos sus miembros, en especial, los más carenciados. <br />Los servicios están divididos por áreas que contemplan la asistencia de la persona integralmente, concretamente: formación e información, orientación sanitaria, orientación psicológica, orientación espiritual, orientación legal e intervención social. A cada área se corresponde un coordinador e varios asistentes.<br />1940560227965En las áreas se desenvuelven actividades tales como:<br />Área de Información y Formación: realiza su trabajo mediante charlas, folletos, preparación de subsidios sobre calidad de vida, etc. Ejecutan sus trabajos en escuelas, puestos de salud, parroquias e otros lugares solicitados. Durante todo el año, realizan encuentros de formación con los beneficiados consonante a las necesidades de estos. <br />Orientación y Asesoría: Incluye orientación y asesoría psicológica, legal y espiritual. Efectúan el servicio mediante entrevistas individuales y terapia en grupo. <br />Acción social e investigación. Efectúan levantamiento de datos para un posterior análisis de casos, realizan acompañamiento sistemático, estudios, investigaciones e intercambio de experiencias con otras instancias sociales. Ofrecen la posibilidad de participar en actividades de terapia ocupacional, tal como: costura, confección de artículos de paja y prendas de fantasía. También, acompañamiento de mini proyectos de auto-sustento (venta de alimentos, carbón, huertas, productos artesanales, etc.) Y, apoyo tanto alimentar como en medicamentos. <br />47244079375Nuestro propósito y “pasión” es levantar al caído. En discernimiento grupal se analiza cada caso y se diseña un programa de acción. En una primera instancia, generalmente, el caído necesita posada, comida, medicamentos y apoyo afectivo. Posteriormente, necesita ayuda para recuperar su autonomía. Finalmente, el caído debe pasar por la experiencia de convertirse en un samaritano para acabar de sanar sanando, levantando, apoyando y amando.<br />La metodología de acción, aún cuando está definida y escrita, acaba siendo redefinida en cada caso. AL igual que el samaritano del evangelio, terminamos haciendo acopio de los elementos a disposición en las circunstancias concretas de cada uno. Cada caso es como una nueva parábola reinventada por Jesús para ofrecernos una PALABRA de salvación.<br />Hice una selección de los “Buenos Caídos” más significativos con la intención de testimoniar LA PALABRA VIVA que Jesús nos ha proferido a través de las situaciones reales de estos hermanos. Palabra encarnada, adolorida, llena de interrogantes y sueños deseosos de ser cumplidos. Palabras que gritan anhelantes por una vida más digna; por espacio vital para poder participar “en la danza social”; Palabras que tuvieron la fuerza de ponernos en movimiento solidario y hasta de tomar posturas juzgadas de locas, imprudentes o inconvenientes. <br />Escúchalas sin prejuicios y con el corazón abierto; es nuestro testimonio de la acción redentora de Dios; de su paso en medio de nosotros. Después, si te sientes motivado, “Ve tú y haz lo mismo”. <br />ESTAMOS JUNTOS PARA DECIR SÍ A LA VIDA<br />“No quebrar la caña cascada, ni apagar el pábilo vacilante”.<br />24415331323975Era el día 2 de Noviembre del 2007. La Hna. Janete se encontraba rezando el rosario en los alrededores de la Iglesia de la Polana, esperando que comenzase la segunda misa del día. Como es su costumbre, estaba asistiendo tres misas consecutivas, en este día de los difuntos, para celebrar la vida y pedir por el eterno descanso de sus familiares y amigos. <br />Carola llegó con un zapato roto en la mano y con un andar avergonzado y triste. Se aproximó a la Hna. Janete y sin ambages le dijo en un tono desafiador: <br />C:“Hermana, ayúdeme a abortar”.<br />J:“ Que dices, muchachita?” . <br />C:“Estoy embarazada y el hombre me abandonó. No tengo condiciones para tener este bebé y no quiero que sufra cuanto he sufrido yo.”<br />J:“Escucha bien, muchachita, yo te puedo ayudar a tener el bebé, no a matarlo.”<br />C:“Entonces, tome cuenta de mí”.<br />Janete no lo pensó dos veces. Cuando escuchó la expresión, “tome cuenta de mí”, reconoció la voz de Dios; cogiendo del brazo a Carola se dirigió a su comunidad. Allí la hospedó, transitoriamente, hasta descubrir lo que se podía hacer. Sin saberlo, se había comprometido con el primer caso de HAKUMANA. <br />Me encontraba en mi nueva casa, acomodando cosas, cuando recibí la llamada de Janete y escuché entre entusiasmada y perpleja la historia de Carola. Se trataba de una adolescente de 15 años de edad, embarazada de dos meses, abandonada por el hombre y sin familia. De niña había sido raptada y dejada en un mercado de la ciudad. <br />Fue recogida y criada por una familia que, al parecer, la tenía como trabajadora doméstica desde temprana edad. Entrada en la adolescencia, de niña sumisa y resignada con su suerte, se convirtió en rebelde reivindicadora de presuntos derechos denegados. Es así como se dio a la vida libertina: un chico detrás de otro, hasta que huyó con un militar. Este, una vez supo de su gravidez la instó a abortar. Ante la negativa de hacerlo, aún cuando él le sugirió métodos caseros para efectuarlo, la abandonó dejándola con la deuda del alquiler y con un celular que acabó sirviendo para pagar al dueño del pequeño inmueble. <br />“Debes entregar la chica en la escuadra de la policía”, fue la sugerencia que dieron las hermanas de la comunidad a Janete. “¿Cómo, Será que ellos van hacer alguna cosa para resolver el problema de Carola? No, vamos a buscar otra solución”, susurró la voz de su conciencia. “Aquí no se puede quedar por mucho tiempo”, me comunicó Janete. “Mañana tendremos que buscar un cuartito”, fue mi respuesta.<br />Es así como nos reunimos Janete, Isabel y yo para analizar el caso. En una primera instancia, una feligresa de la parroquia de la Polana se mostró disponible para acompañar a Carola. De hecho, necesitaba la orientación de una mujer que supiera los secretos de la gravidez. En su casa fue a morar por algunas semanas. Pero, a causa de que no disponía de mucho espacio en su pequeño apartamento, entregó la encomienda y, utilizando un poquito del dinero que teníamos de Hakumana y otras fuentes, se alquiló un cuartito para ella.<br />No fue tarea fácil; el problema de Carola era complejo. Entre otras cosas, estaba llena de enfermedades venéreas: todas, menos HIV-SIDA. Debía someterse a un tratamiento doloroso, molesto y desagradable para curarse antes del nacimiento de Karol, pues podía contagiarle o contraer alguna enfermedad asociada en el momento del parto. <br />Por otro lado, Carola era una chica inestable, agresiva, independiente y cabezuda. Hacerla entender la necesidad de cambios de comportamiento era como hablarle en otra lengua. Por si sola, se mudó tres veces de residencia, aduciendo razones de las más diversas, siempre relacionadas con dificultades en la convivencia. Lo que sí nos llamaba la atención era que, a pesar de observar un comportamiento atípico, cumplía al pie de la letra las indicaciones médicas, pues quería que su hijo naciera sano y bonito. <br />La acompañamos, paso a paso, en los cuidados médicos, de alimentación y personal-social. Todos los días efectuábamos coloquios con ella, en una tentativa de crear familiaridad y esclarecer su historia personal. Cuidamos mucho de ella; hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para que sus necesidades básicas estuvieran cubiertas. Como ya referí, con ayuda de nuestra feligresa de la Parroquia de la Polana, fue orientada en todo lo concerniente a la maternidad, inclusive, la preparación de su “canastita de maternidad”: todo lo imaginable para poder recibir con simplicidad y dignidad su hijito. El cual, de hecho, nació el día 7 de Abril de 2008, en el Centro de Salud 1º de Maio de la Ciudad de Maputo. Carola y Karol recién nacido, salieron del hospital en compañía de las hermanas Janete e Isabel. Karol viajó en el carro de las hermanas Concepcionistas al servicio de los pobres rumbo a su casa. Desde ese momento pasó a ser nuestro hijo querido, el primogénito.<br />¡Cuántos trabajos nos dio este caso! No teníamos clara la metodología a seguir y pagamos la novatada. Carola nos había ocultado algunas cosas importantes de su vida; entre ellas, nos dijo que no tenía carné de identidad. Por ese motivo la registramos, nuevamente, con el nombre de Carola Janete de la Consolata. Al final, la familia que la crió la había registrado, pero ella se recusaba a usar ese nombre. Quería comenzar una vida nueva y el ambiente de Hakumana le permitía soñar con una diferente. No guardaba bonitos recuerdos de su madre adoptiva, no así de su padre, a quien siempre refería con gran aprecio. De hecho, más tarde tuvimos la oportunidad de conocerlos y constatamos la bondad de uno y la ruindad de la otra. <br />Como parte del plan de desarrollo para Carola, ésta participó del curso de alfabetización ofrecido en el Centro Hakumana y luego, se decidió que continuara sus estudios (6ta. Clase). Así fue como la inscribimos en una escuela privada, en el periodo vespertino. Karol quedaba al cuidado de sus “tías” en Hakumana, en cuanto mamá se esforzaba por estudiar. No fueron pocas las veces que la chica llegaba tarde, obligándonos a quedarnos en el Centro más tiempo del debido a espera de que viniera a procura de su hijo. Luego, se sucedían las reprimendas, las exhortaciones, las excusas mentirosas y, a veces, las amenazas. Un día reflexionamos que no podíamos continuar así: Carola debía envolverse más en los cuidados de su hijo; los estudios la estaban alejando de su obligación principal. El contacto con los otros adolescentes la estaba llevando a desear una vida de “jovencita sin responsabilidades”. Fue así como Carola volvió a tomar cuenta, tiempo integral, de Karol. Pero, la jovencita no estaba del todo preparada para esto. Cuando el niño se alimentaba apenas del pecho, todo anduvo bien. En el preciso momento que debía comenzar a preparar los alimentos, la cosa se complicó; no los preparaba bien, le daba comida amanecida de días, lo que provocó una infección estomacal e intestinal delicadísima que terminó en hospitalización. <br />Esta nueva situación nos llevó a reflexionar, seriamente, en la necesidad de un acompañamiento más intenso. Si tuviéramos una comunidad de referencia, donde las chicas pudieran vivir con nosotras durante un periodo de tiempo, la historia sería otra. Ahí comenzó a surgir la idea de “La Comunidad Hakumana”, de la que hablaré más tarde. De hecho, hicimos todo por todo para acompañar a Carola, enseñándola a cuidar del niño y de sí misma. Durante el tiempo de recuperación de Karol, ambos vivieron con nosotras en la Comunidad de Hakumana. Al final, Carola necesitaba de una presencia materna REAL, de alguien que apostara por ella, que la mimase sin tonterías y la enseñase a AMAR de forma concreta a su pequeño hijo. En definitiva, no se puede dar aquello que no se recibió y la vida pasa factura.<br />Entre las tentativas de manipulación de Carola, una vez que al principio se resistía a modificar sus comportamientos, queriendo llevar una vida sin reglas y regalada, en una ocasión nos acusó de que queríamos robar su hijo para venderlo fuera del país. Fueron momentos de grande tensión y preocupación, pues veíamos que la chica estaba desequilibrada y peligraba la vida del bebé. Grande fue la ayuda que nos dio la Hermana Herminia Genao (psicóloga clínica), quien en esta altura ya formaba parte del equipo de Hakumana. Ella consiguió neutralizar los ímpetus de carola y ayudarla a caer en tiempo real. La paciencia, el amor, la firmeza y la constancia se encargaron del resto. <br />Pasado un tiempo y viendo que Carola se “civilizaba” día a día, a través de la familia de Janete se consiguió un dinerito para la adquisición de una pequeña vivienda. Esta contaba con una dependencia adicional utilizable para alquilar como forma de rendimiento en beneficio de Carola y Karol. Ya, en esta altura, Carola era otra: adquirió mayor sentido de responsabilidad, aprendió a alimentar debidamente a su hijo, a mantener su hogar limpio, entre otras cosas. Fue emocionante ver cómo ella decoró su casa, poniendo cada cosa en su lugar, preparando las cortinas de las ventanas; en fin, después de año y medio de acompañamiento, comenzamos a ver algunos resultados. <br />Más tarde, cuando Karol comenzó el pre-escolar (gracias a una beca de estudio), volvimos a inscribir a Carola en la escuela, en el mismo tiempo que se encontraba el niño en su escuelita. Así está actualmente, batallando para terminar la 8va. Clase, con la promesa de hacer un curso profesional básico cuando concluya.<br />No fue casualidad nada de lo que aconteció. Carola apareció el día de los difuntos, pues estaba MUERTA, sin esperanza de vida, perdida, sin perspectiva, sin futuro, sin saber qué comería, dónde dormiría en ese día, considerando el fruto de su vientre indigno a la vida por causa de su situación. Janete, por su parte, estaba celebrando LA VIDA, pletórica de ella. Dios nos envió este caso, justo en el momento en que discutíamos sobre el proyecto Hakumana: servicios a ofrecer, destinatarios, metodología de acción, entre otros puntos a definir. <br />1158240191683Carola fue la primera hija y el primer contexto de aplicación. Cada día, desde este caso concreto, fuimos instruidas. Dios nos mostró lo que quería que hiciéramos y de la manera que debíamos hacerlo. <br />Como la vida de Carola, hay muchas vidas “cascadas” y otras a punto de “apagarse”, como era la vida de Karol en el seno de su madre. La Palabra Viva de Dios fue clara y contundente: NO QUEBRAR LA CAÑA CASCADA o, no permitir que se acabe de cascar Y NO APAGAR EL PÁVILO VACILANTE, o no permitir que sea sofocada una vida inocente, por más débil que sea. Ante semejante PALABRA, no podíamos ser otra cosa, a no ser consolación, merced y concepción maternal de Dios.<br />2291715538480ESTAMOS JUNTOS PARA RESTAURAR Y PROTEGER LA VIDA<br />“Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está.” (Gn. 21,17)<br />Cierto día llegó una de nuestras mamás de Hakumana y nos dijo que había una Señora, con dos bebés gemelos, que había invadido una choza en uno de los barrios y allí se encontraba en un estado lamentable. Los vecinos querían que las autoridades se la llevaran, porque estaba llena de enfermedades y según ellos, podía contagiar a las personas de la cuadra. <br />Creo que nunca me había sentido tan consternada después de asistir este caso. De inmediato fuimos con nuestro motorista. Cuando llegamos, de hecho, nos encontramos una situación crítica: una mujer totalmente demacrada, era apenas piel y huesos y dos crianzas de menos de dos años descoloridos, llenos de sarna y bichos; el nene con burbujas de pus por todo el cuerpo y la pierna derecha bien inflamada. No se movía, no lloraba, sólo respiraba jadeando y miraba con ojos lastimeros. La niña, aunque flaquita, parecía más sana.<br />La choza donde se encontraban era de un único ambiente, construida de material convencional: paja y baritas de palo. El piso era tierra batida. Entraban las sabandijas por entre las pajas. El olor a podrido era insoportable. Al principio pensé que procedía de una de las panelas con comida que se encontraban en un rincón del cuarto. Luego constaté que el olor provenía del cuerpo de la mujer y sus crianzas. No sé cuánto tiempo llevaban sin tomar baño, además de que era evidente algún tipo de infección, a juzgar por las heridas purulentas. La ropa de las crianzas parecía estar pegada de sus cuerpos, el pus servía de cinta pegante; de hecho, desprenderla costó y dolió. <br />Me sentí mareada y profundamente conmovida. ¡No puede ser! ¡No puedo creer lo que veo! ¿Cómo puede un ser humano sobrevivir en semejantes condiciones? ¿Y los vecinos, por qué no han hecho nada? La mujer nos miraba entre esperanzada y atemorizada y nos decía: “¿Qué desean? ¿Vienen para qué? Yo no tengo a dónde ir; es por eso que me metí aquí”.<br />En esa primera visita apenas pudimos llevar alimentos, un bidón de agua y un “saco de esperanza”. Prometimos volver cuanto antes. Así fue, pasados dos días allí volvimos. Esta vez decididas a llevarlos con nosotras. Ya habíamos conseguido un cuartito para trasladarlos. Y llegamos a tiempo. Luisa cuando nos vio casi llora de alegría. Había llegado la dueña de la choza y exigía dinero, de lo contrario, sería llevada a la escuadra. Ella intentó apaciguar a la mujer dándole parte de los alimentos que le llevamos en la visita pasada. Pero, no tenía escapatoria, o pagaba o iba para la escuadra. <br />“Rápido, abre la capulana, mete todo lo que puedas que nos vamos antes de que esa mujer regrese”. “Tú ya tienes cuarto donde vivir y nosotras tomaremos cuenta de ti”. Así la animamos para emprender la marcha. Mientras Janete ayudaba a recoger las cosas, yo tomé en brazos a Tomás. No pesaba nada, pero estaba tan sucio y apestoso, no sabía por dónde sostenerlo. Él me miraba sin expresión y se dejó conducir por mí hasta la camioneta. De vez en cuando daba una ojeada para atrás buscando a su mamá y a su hermanita Gisela. Viendo que ellas nos seguían, volvía su cabecita sosegado. Mi camisa crema de manga larga se llenó de inmundicias; el mal olor se impregnó en ella. Aún sucio y mal oliente no dejaba de ser bonito, con sus ojos grandes y su sonrisita que ya comenzaba a asomarse en su boquita. Parecía que adivinaba que sus días de hambre, frío y enfermedad estaban por acabar. Les aseguro que ese niñito entendió todo desde ese momento. No así Gisela; esta permanecía acurrucada en la espalda de su madre y nos miraba con recelos. Costó mucho tiempo conseguir que viniera a nuestro encuentro y que se dejase cargar o acariciar por una de nosotras. Fuera de su Madre y su hermanito, no aceptaba la aproximación de nadie.<br />La historia de Luisa es esa que ya parece repetida. Fue criada por su abuela materna y su tía. Su madre, aún joven, un día huyó rumbo a África del Sur para experimentar suerte. Se fue sin despedirse de nadie y llevando consigo los ahorritos de la abuela. <br />Luisa pagó muy caro la osadía de su madre; por siempre fue acusada de ser ladrona como ella cada vez que se extraviaba cualquier cosa. Era obligada a hacer todos los oficios de la casa. En cuanto su primita gozaba de ciertos privilegios, presentes de aniversario, ropitas bonitas, ella debía contentarse con los trapos que dejaban los otros; si protestaba, su tía le respondía: “Cuando vuelva tu mamá de África del Sur le dices para que te compre, pues con certeza que volverá millonaria después de todo lo que robó”. <br />A los 19 años conoció el papá de los gemelos. Quería hacer vida independiente. Embarazó para que él la llevase consigo. Y, de hecho, la llevó a su casa, pero la familia de Andrés comenzó a reclamar: primero, porque estaba embarazada de gemelos, luego serían dos bocas; segundo, porque los exámenes pre natales habían colocado al descubierto la gran tragedia: SIDA. “Esa enfermedad va a traer desgracia en nuestra familia”. “No queremos esa mujer aquí” (fue la sentencia de los viejos). Andrés solicitó a su familia que por lo menos la acogieran hasta los niños nacer. <br />La familia de Andrés tramó una salida: Andrés desaparecería y luego ella sería expulsada justificando ese acto con la desaparición del hijo de la casa. Así fue como Luisa, después de tres meses del nacimiento de sus hijos, comenzó a deambular por los barrios de Maputo.<br />En una primera tentativa, volvió a la casa de la abuela. Allí no fue rechazada, pero tampoco bien recibida. No tardó mucho tiempo en entrar en conflictos con la tía a causa del jabón que se gasta, de los alimentos que no alcanzan y reproches por el hecho de que ella no trabajaba y no contribuía con nada en la economía de la casa.<br />Luisa quería desaparecer, quería morir. Para colmo, Tomás no estaba bien de salud, era un bebé muy frágil. Es así como solicitó a las hermanas de Calcuta que lo cuidaran, pensando que no resistiría y que moriría. Luego, pasados unas semanas, se lo devolvieron, pues aparentemente había pasado la fase crítica de desnutrición. <br />Conseguir leche para los gemelos era una odisea para Luisa. Por causa de su condición no podía amamantar a las crianzas. Servicios Sociales se había comprometido a suministrar la leche, pero conseguir que cumplieran fielmente y sistemáticamente con el compromiso era una verdadera lucha. Allá iba Luisa hasta la oficina de servicios sociales, arrastrando los pies descalzos con las dos crianzas colgando del cuerpo, amarrados con paños. Luego, hacía fila por horas y horas. Desfallecida volvía, a veces sin la leche; otras, con cantidad insuficiente. “Algunos días las crianzas chuparon agua con azúcar”, nos confesó Luisa en uno de los coloquios. Una de las vecinas, a escondidas de su marido, le pasaba algún plato de comida y un poquito de azúcar para sosegar el hambre de los niños. “Fueron meses de penuria. Yo sólo quería salvar a mis hijos, morir en paz sabiendo que ellos vivirían”. Era este el móvil de su lucha y tenacidad.<br />En consecuencia, Luisa, después de casi dos años deambulando por las calles de Maputo y viviendo en situación tan crítica, se había olvidado, entre otras cosas, de las buenas costumbres de higiene, si es que las había adquirido alguna vez. De hecho, la dueña del primer cuarto que alquilamos se negó a renovar el contrato por otro mes, aduciendo la falta de hábitos de higiene por parte de la inquilina. Esta desconfiaba de la conservación del inmueble en manos de Luisa. ¡Qué vergüenza! Otro caso que nos llevó a reflexionar sobre la necesidad de un acompañamiento más cercano. Era preciso un proceso de re educación. La higiene era fundamental para recobrar la salud, tanto de la madre como de las crianzas. <br />El equipo de Hakumana hizo lo posible para ofrecer formación e información pertinente sobre los cuidados domiciliares necesarios para la recuperación y conservación de la salud. Luisa participó de todas las sesiones. Pero, una cosa es saber y otra es crear hábitos. Esto último requería tiempo y acompañamiento. <br />Un día recibimos la desagradable noticia de que Gisela amaneció con fiebre muy alta y la dejaron interna en el hospital. Luisa dejó a Tomás con la dueña del cuarto y le pidió para llevarlo a Hakumana. Después de cerciorarnos del asunto, supimos que se sospechaba que la niña tuviera tuberculosis. Luisa debía quedarse en el hospital con la niña todo el tiempo. ¿Y Tomás, qué hacemos con él? <br />Para entonces, Janete y yo, junto con Valda (una laica brasileira), vivíamos juntas en lo que llamamos “La Comunidad de Hakumana”. No lo pensamos dos veces: irá con nosotras esta misma tarde. Nos preguntábamos cómo reaccionaría y si lloraría de noche. Nos preparamos lo mejor posible con pañales desechables, juguetitos, ropita nueva, artículos de higiene para bebés, etc. Para nuestra sorpresa, Tomás adoró quedarse con nosotras. No dio problema con nada: reía en todo momento, comió todo lo que le dimos, tomó baño sin problemas, durmió perfectamente bien en un colchoncito de bebé entre medio de nuestras camas. Así estuvo con nosotras casi un mes, hasta que su hermanita salió del hospital. <br />Pasados unas dos semanas, calló enferma con tuberculosis la misma Luisa. Para entonces, ya habíamos hecho tratamiento preventivo de tuberculosis para Tomás. Pues, nada, nos quedamos con los gemelos. Gisela lloró la primera noche, luego entró en la onda de su hermanito y terminó gustando al igual que él.<br />Esa experiencia fue crucial, tanto para nosotras como para Luisa y los nenes. De regreso a su casa, Tomás y Gisela comenzaron a exigir a mamá baño, cambio de pañal, ropa limpia, entre otros hábitos que experimentaron y gustaron. Fue la mejor escuela para Luisa. En adelante, debía prestar atención, pues los bebés ya sabían cómo se podía vivir con un poco más de higiene.<br />Al igual que con Carola, conseguimos un dinerito para la compra de una pequeña propiedad. Y, también hicimos un cuartito independiente para poder alquilar, lo que permite una pequeña entrada económica.<br />Hoy los gemelos Tomás y Gisela son los niños más alegres y simpáticos del Centro. Han mejorado mucho en cuanto a salud se refiere. Igualmente, Luisa, está en una fase estable, esforzándose día a día para mejorar con el objetivo de alargar su vida y poder acompañar, el mayor tiempo posible, a sus precisos hijos. <br />8248651419225“Dios escuchó el grito de los niños”. En su nombre fuimos a rescatarlos. Se abrió un pozo en el desierto para darles “de beber” (El centro hakumana). Surgieron varias iniciativas de ayuda que están posibilitando una nueva vida. En medio de las cenizas de relaciones rotas, de la esclavitud de una vida de sometimientos y humillaciones, de la miseria absoluta al no tener NADA y sufrir de una enfermedad considerada despreciable, del abandono de los de la propia sangre surge Dios con su poder-amor a través de sus siervas; De ahí, otros dos hijos de Hakumana fueron protegidos y levantados, junto a su valiente, fuerte y abnegada madre. <br />ESTAMOS JUNTOS PARA DEVOLVER A LA VIDA A QUIEN PERDIÓ LA ILUSIÓN Y LOS SUEÑOS.<br />“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abrirá. ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide pescado, le da una culebra? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡Cuánto más dará el Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan! Traten a los demás como quieren que los demás los traten.” (Mt.7,12)<br />Iba saliendo de mi oficina cuando observé, a poca distancia, una mujer que llevaba en la espalda, atada con un paño africano, una joven. Esta última jadeaba en cuanto era conducida rumbo a Hakumana. ¿Qué pasará con esa joven? Fue la pregunta que me hice. Instintivamente seguí la comitiva que era precedida por la mujer que llevaba a la joven y seguía una fila de niños (unos 5 ó 6). El más pequeño era llevado a caballito por otro más grandecito. Me dirigí yo también para allá. Mi intuición, sazonada con un poquito de curiosidad, me indicó el camino. <br />8343901261745Lo que contó Doña Leticia me parecía exagerado. ¿Cómo es que pueden existir personas tan inhumanas? ¿Será que está a inventar para ganar algún provecho? ¿Será un drama bien montado? ¡No, no puede ser! La joven está mal de verdad y no es fingimiento. “Rápido, vamos a enviarlos al hospital; esa joven tiene mala pinta”. Fue así que, sin antes investigar nada, llamamos al motorista de hakumana y los enviamos para el hospital. De hecho, Odete fue internada con un cuadro agudo de tuberculosis como enfermedad asociada de HIV-SIDA.<br />Al día siguiente Leticia vino a nuestro encuentro. Nos contó el último episodio de sus vidas: tras ser abandonada por el padre de los chicos, imposibilitada de pagar alquiler, se arrimó en la casa de una anciana vecina, quien les dio posada a cambio de conseguir comida para ella también; pero, cuando llega su hijo del interior, este los obliga a dormir afuera. Cuando llueve se abrazan debajo del alero de la casa y se cubren con un plástico. Ya llevaban varios días durmiendo afuera bajo lluvia.<br /> Esta situación activó el problema de salud de Odete. “Por lo menos ahora está en el hospital, pero cuando salga, no sé lo que haré con ella”, repuso Doña Leticia un tanto contrariada. Luego dijo estar igualmente preocupada por el pequeño Emerson, una vez que padece de la misma enfermedad que su hermana. “¿Ambos tienen SIDA?”; “Sí”, respondió Leticia. “¿Y los otros chicos, también?”. “no”, negó enfáticamente. “¿Y la Señora está infectada?”. “No, yo no tengo”, reveló con prontitud. “Entonces, ¿cómo se contagiaron?”. Después de asomarse lágrimas en sus ojos, nos dijo: “Hermanas, por inyecciones contaminadas”. <br />El caso de Odete nos puso en camino y en reflexión. Había que procurar solución. Por un lado, la abuelita quería continuar viviendo junto con Leticia y sus hijos; por otro, estaba en frontal conflicto con su hijo mayor, quien reprobaba el convenio entre su madre y Leticia. De hecho, Leticia y sus hijos necesitaban un techo propio cerca de la abuelita Petra.<br />En cuanto se analizaba el caso de la familia de Leticia, Odete salió del hospital. Debido a su estado convaleciente, no nos pareció apropiado enviarla a dormir debajo del alero junto con su madre y hermanos. Decidimos llevarla con nosotras a la Comunidad de Hakumana. El único problema era procurar un lugar para ella en nuestro minúsculo apartamento. Después de pensar, no encontramos mejor sitio que en el pequeño oratorio, colocando una cortina para dividirlo; el extremo derecho, para orar; el izquierdo para contemplar y acompañar a Odete. De hecho, nunca nuestro oratorio fue mejor honrado con la presencia de una persona: una adolescente de 15 años, llena de sueños e ilusiones aún estando enferma de tuberculosis como enfermedad asociada a HIV-SIDA.<br />La joven estuvo con nosotras unos 20 días. Mejoramos su alimentación y aprovechamos para esclarecer algunas cosas relativas a la vida de su familia. Nos contó que su Papi agredió a su mamá cuando supo que ella tenía SIDA, acusándola de haberla llevado para prostituirse como medio de rendimiento financiero. Luego, nunca fue cariñoso con ella como antes; la rechazaba como si fuera alguien que provocaba repugnancia. ¡Cuánto sufrió! Esto fue peor que la propia enfermedad, según nos reveló entre sollozos.<br />Entre los grandes sueños de Odete se encuentra estudiar medicina general y después especializarse en pediatría. “Quiero cuidar de los niños y evitar que sufran lo que estoy sufriendo yo a causa de una vacuna infectada”, nos dijo. Y, de hecho, es bien aplicada en los estudios. A pesar de perder un año escolar, por causa de su estado de salud, ya se encuentra cursando la 9na. Clase. <br />Pasado ese periodo de recuperación con nosotras y tras recibir la noticia de que el hijo de abuela Petra ya había regresado a la casa de campo, vimos que era prudente llevar a Odete con su madre y sus hermanos. No sin antes decirle que podía volver siempre que se sintiese débil y precisase apoyo o reposo. Ciertamente, esos días de convivencia, coloquios, buena alimentación y descanso sirvieron para fortalecer y animar a Odete. Ahora sabía que tenía 3 amigas dispuestas a cualquier sacrificio en su favor. Entendió que su enfermedad no podía constituirse en impedimento para realizar sus sueños, que era posible ultrapasar todos los obstáculos y recuerdos dolorosos de recobrar la confianza y la esperanza. También adquirió muchos presentes: una mochila para la escuela, una maleta pequeña con algunas ropas nuevas, sandalias, artículos de higiene y hasta prendas de fantasía. Se fue feliz y siempre que nos visitó llegaba al lugarcito que fue su cuarto y decía: “este era mi lugar, junto a Jesús”.<br />Mucho nos preocupaba la suerte de esta familia: 7 menores de edad y una mujer abandonada y humillada. Leticia procuraba alimento pilando maíz, lavando ropa casa por casa, limpiando, allí donde la solicitasen; sólo que no conseguía un trabajito estable, era apenas una jornalera. El fogón de la casa de la abuela Petra se encendía apenas los días que Leticia tenía suerte. Los días que no aparecía nada, enviaban los chicos a pedir por el vecindario de lo que les sobraba a los vecinos en la cena del día. Todo esto con el agravante de tener dos hijos con SIDA, los cuales necesitan buena alimentación para poder tolerar los efectos colaterales de los anti-retrovirales, sin olvidar que los otros cinco se encontraban también medio desnutridos. <br />Conscientes de la situación urgentísima de Leticia, decidimos emplearla en el propio centro Hakumana como cocinera, una vez que íbamos a comenzar a ofrecer una comida por día a los participantes del programa. Leticia lloró de emoción; ahora tenía asegurada la comida diaria de sus hijos y de la abuela Petra, quien con tanto cariño los había acogido en su casa. <br />Más tarde, con el dinero que ganaba en el Centro Hakumana y una ayudita adicional, consiguió alquilar una dependencia de dos ambientes cerca de la abuela Petra. También, con nuestra intervención, a través de una asociación que ayuda a mujeres desamparadas, le cedieron un terreno en las afueras de la ciudad, donde hoy tiene una huerta de verduras y tubérculos, además de que está a levantar, poco a poco en este mismo terreno su propia casita con la ayuda de sus dos hijos adolescentes. <br />El estado de salud de Odete, ciertamente, es delicado y precisará acompañamiento médico de por vida. Sin embargo, ha aprendido a lidiar con su condición y no está dispuesta a renunciar a sus sueños. Su entrega y seriedad en los estudios nos lleva a pensar que podrá llegar hasta donde quiera. Emerson, por su parte, es un niño de 5 años de edad alegre, bonito y muy amado por su madre y todos sus hermanitos. Juega despreocupadamente con todos los niños de Hakumana, aún sin entender el porqué debe tomar aquellos medicamentos y ser sometido, mensualmente, a control médico. <br />Dios es Padre y forma parte de su voluntad expresa dar TODO aquello que sus hijos piden, cuando se corresponde con auténticas necesidades y no se constituye en motivo de desvío del camino de la vida. Pero, no quiere actuar sin nosotros. Desea utilizar nuestras manos, nuestros corazones para manifestar su misericordia, su paternidad entrañable. <br />2386965866140La necesidad del hermano es ocasión para vivir nuestra identidad de “hijos desde el hijo”, asumiendo el mismo comportamiento del Padre. No sin olvidar que a veces nos tocará vivir el misterio de la paternidad amorosa de Dios desde la dimensión del Padre, como aquel que es pródigo, tierno, gratuito; y mañana nos puede tocar vivir el misterio desde la dimensión del hijo necesitado, desamparado, desprovisto. Es por eso que Jesús nos advierte desde el evangelio: “Traten a los demás como quieren que los demás los traten.” (Mt.7,12).<br />ESTAMOS JUNTOS PARA CONSOLAR Y SANAR LAS HERIDAS<br />“Consolad a mi pueblo, dice el Señor”.<br />1253490187324La primera vez que la vi capté que se trataba de una persona que llevaba mucha angustia dentro de sí: su rostro duro, sus movimientos lentos y apesadumbrados, uno de sus párpados caídos, entre otros indicadores. Su lenguaje corporal gritaba fuertemente una historia de sufrimientos y evidenciaba la existencia de graves heridas por sanar y consolar.<br />Me encontraba en una sesión de terapia en grupo con las participantes del programa. Como en aquella altura todavía no teníamos psicóloga y viendo que era necesario abrir espacios para “ventilar” experiencias dolorosas, dedicaba tiempo, una vez por semana, para este fin. En cada sesión o encuentro dábamos oportunidad a una de ellas para contar “su historia” y el grupo podía intervenir, al final, con algunas preguntas o sugerencias. Yo me limitaba a escuchar y me quedaba maravillada de la capacidad natural de ellas para tratar los asuntos tan delicados que tejían el entramado de sus vidas. <br />Ese día fue el turno de Marlene. Nunca la había oído hablar, pues en las sesiones anteriores siempre guardaba silencio y aunque se le saltaban las lágrimas al escuchar situaciones dolorosas de la vida de sus compañeras, nunca intervenía. Al principio pensé que no aceptaría, una vez que podían recusar libremente y nadie debía pasar factura. Permaneció en silencio mucho tiempo. Le pregunté si prefería dejarlo para otro día. Me dijo que no, que deseaba hablar. Suspiró profundo, yo también junto con ella; Y, finalmente, comenzó.<br />“A mí me quitaron todo lo que poseía por culpa de esta maldita enfermedad”, expresó con mucha amargura. Seguidamente contó que su marido, el papá de sus cinco primeros hijos, fue el primero en caer enfermo y no quiso tratarse. En consecuencia, no tardó mucho tiempo en perder la vida. Entonces, sus cuñados fueron a su casa, la acusaron de asesina, la golpearon, le llevaron todas sus pertenencias y la expulsaron de la casa.<br />También se llevaron a su hija, quien en aquel entonces tendría unos 9 años de edad. Según ellos, la niña, no podía continuar viviendo con la asesina de su padre. Sólo le dejaron el más pequeño, César, porque apenas era bebé y decían que tal vez ni hijo era de su hermano. Los tres hijos mayores, a raíz de la enfermedad del padre, ya habían sido distribuidos entre los familiares.<br />La humillación fue grande; nadie salió en su defensa. Según ella, hasta consiguieron poner a sus hijos en su contra; estos, confundidos la miraban como verdadera asesina. Deambuló por las calles de Maputo, solicitó auxilio a sus familiares directos, pero siempre existía el peso de las acusaciones y la tristeza de haber perdido TODO lo que había formado parte de su vida.<br />Pasado un tiempo, conoció otro hombre de quien se apasionó o en quien se refugió (bien, bien, nunca supo lo que sentía) y engendró a Ramoncito. No tardó mucho tiempo en darse cuenta que este Señor no valía nada, que la utilizaba y no asumía responsabilidades en el hogar; no trabajaba y bebía mucho. <br />Es así como lo abandona, ahora con dos niños pequeños con diferencia de dos años de edad; el primero, un poco rezagado en el desarrollo en relación a su edad, con graves problemas de salud; el segundo, su preferido, un bebé bonito y simpático, aunque seropositivo al igual que su madre. <br />Luego de este auto relato, las compañeras más antiguas en el programa se esforzaron por animar a Marlene, como a su vez ya habían sido animadas. Dijeron cosas muy bonitas como: “aquí en Hakumana ahora no vas a estar sola, estamos juntas; es tu oportunidad para recomenzar; la enfermedad no es impedimento para retomar tu vida; mira como nosotras estamos a superarnos; aquí vas a aprender muchas cosas buenas que te ayudarán para conducirte y para mejor acompañar a tus hijos”. <br />Yo me limitaba a escuchar y a dar la palabra a quien desease hablar. Me di cuenta que, en la medida que animaban a Marlene, terminaban animándose a sí mismas. Marlene escuchaba con la cabeza inclinada hacia el suelo y lloraba; al final, espontáneamente, se levantaron, levantaron a Marlene, se turnaron una a una para abrazarla y cantaron el siguiente canto de acción de gracias a Dios, en lengua Ronga: <br />Khanimambo Hosi Yanga, Khanimambo Tatana<br />Khanimambo Murisiwanga, Khanimambo xikwembu xanga.<br />Al igual que algunas de sus compañeras, Marlene fue apoyada por el Centro Hakumana para alquilar una pequeña dependencia. Y, asistía al Centro todos los días, participando de las actividades programadas; incluyendo, alfabetización. Los niños, igualmente, fueron atendidos en todos los sentidos: medicamentos, comida, ropa; actividades recreativas, de desarrollo psicomotor, etc. También, con ayuda de las técnicas de acción social, conseguimos traer de vuelta a Alicia, su única hija mujer, en aquel momento con 14 años de edad. Pero, descubrimos que Marlene estaba con problemas de adicción a la bebida. Esto último, estaba a ser difícil de superar y era totalmente incompatible con el tratamiento de anti - retrovirales, además de que se constituía en un verdadero problema de cara al atendimiento de sus hijos.<br />Y, sucedió un día lo que no tendría que haber sucedido: César y Ramoncito se encontraban jugando en el patiecito de la dependencia, cerca del fogón a carbón. Marlene dormía bajo los efectos del alcohol y Alice, en principio, debía cuidar a sus hermanos. En una pequeña distracción de esta, Ramoncito, accidentalmente, fue a parar en la panela de agua hirviendo. Las quemaduras fueron gravísimas. Su cuerpecito quedó, de la cintura para abajo, en una única llaga. Y como era de esperarse, debido a su condición de SIDA, no consiguió superar la infección que se apoderó de sus heridas. <br />En realidad, la muerte de Ramoncito nos azotó a todos. Era un niñito de dos años simpático, cariñoso, muy activo. Marlene, a partir de este acontecimiento, hizo una gran regresión. En principio nuestras estrategias no conseguían hacerla reaccionar. Su tristeza la sepultó todavía más en la bebida. En aquella altura, temíamos que cometiera cualquier disparate. Se sucedieron acusaciones inútiles; madre e hija se recriminaban mutuamente por el accidente fatal. Esto trajo como consecuencia un rompimiento afectivo entre ambas que desató otro acontecimiento desagradable: Alicia huyó de la casa y, pasados unos meses, regresó embarazada. <br />En medio de todos estos acontecimientos, el equipo de Hakumana se deshacía procurando la forma de acompañar. Experimentamos, en no pocas ocasiones, impotencia en nuestro deseo de encaminar hacia la superación de la tragedia y la paz familiar. A veces tuvimos la tentación de dar el caso por perdido, pero César se agarraba a nosotras como una tabla de salvación. No desistimos y continuamos acompañando aún cuando no parecía que acontecía nada positivo. <br />El tiempo, la paciencia, la tolerancia, la actitud de siempre acompañar incondicionalmente, aún cuando los resultados no fueran positivos, se encargó del resto. Poco a poco Marlene fue poniéndose de pie. La estimulábamos sutilmente con algunas estrategias: trabajitos remunerados, encomiendas pagadas, regalitos de artículos del hogar que sabíamos que necesitaba, entre otras. Sus compañeras, también, ayudaron como pudieron para levantarla. El sentirse acogida, apoyada, amada, ayudada preferencialmente en no pocas ocasiones, surtió el efecto esperado. Trascurrieron unos seis meses….<br />Un día Alicia, quien se encontraba viviendo con una de las mamás del Centro, a causa de su rompimiento afectivo con su madre, fue llevada de emergencia al hospital: estaba de parto. Los dolores la sacudieron fuertemente y para nuestra sorpresa, llamaba a gritos a Marlene. Sin pensarlo dos veces, Marlene, deseosa de reconciliación, acudió y estuvo a su lado todo el tiempo hasta recibir en brazos a su PRECIOSA nietecita, quien misteriosamente llenó el vació ocasionado por Ramoncito y consiguió unir a madre e hija en un abrazo profundo, adolorido y festivo. <br />En definitiva, con este caso entendimos que tantas heridas abiertas no pueden hacer otra cosa sino dejar desnortada a cualquier persona. El alma de Marlene y Alicia se encontraban en llaga viva, así como quedó el cuerpecito de nuestro ángel Ramoncito. Entonces, entendimos que no podíamos hacer otra cosa a no ser colocar nuestro corazón en esas llagas, ofrecer un poco de energía, comprender, apoyar, acoger desde la fragilidad sin reprensiones, esperar contra toda esperanza, ser bálsamo que se derrama en las heridas para aliviar, conscientes de que el amor redime, salva, levanta. <br />Un día ellas reaccionarán y podrán liberarse de todas sus ataduras: recuerdos dolorosos, experiencias frustrantes, temores, complejos. Un día ellas podrán tomar la vida en sus propias manos y caminar por sí misma. <br />748665688340Continuamos a decir para Marlene, César, Alice e su preciosa bebita Eleane: “Hakumana: Estamos Juntos”. Aún cuando no siempre acertemos con la metodología de acompañamiento; aún cuando los problemas superen nuestras posibilidades inmediatas de respuesta. “Hakumana: Estamos Juntos”.<br />ESTAMOS JUNTOS PARA EDUCAR Y MOSTRAR EL CAMINO DEL BIEN<br />“Aquel que ama a su hijo, lo corrige sin demora” (Prov. 13,24b).<br />142643057786A la primera que conocí de la familia Falcón fue a Elisabeth; ¡Qué niña encantadora! Tenía 4 años de edad cuando llegó al Centro. Me llamó la atención que, desde el primero día, se hizo amiguísima de la Hna. Janete y no la dejaba en paz, haciéndole preguntas tras preguntas y persiguiéndola por todos los lugares donde se movía. “Janete, ¿Y esa niña, de dónde salió?”. “Nos llegó otra participante con 5 hijos; esta es la penúltima y la más experta de todos”, me dijo con aire resignada. <br />Desde el primer día Elizabeth pasó a ser la “pequeña asistente” de la Coordinadora e informante principal de todos los eventos nebulosos acontecidos en el Centro. Rápidamente quise conocer a su Madre Lidia y a sus hermanos: Alberto, Sandra, Úrsula y Diana.<br />De primera impresión Lidia me pareció muy joven para esa cantidad de hijos: bajita, delgada y con aspecto externo de tímida o retraída. Tras una pequeña conversa no fue difícil percibir, a través de su lenguaje corporal, que había un tanto de fingimiento, que no era tan timorata como parecía. No obstante, llevaba pintado en el rostro su situación de vulnerabilidad: viuda, abandonada por su propia familia, en la calle con 5 hijos y enferma de HIV-SIDA.<br />Al principio, cuando Lidia llegaba al Centro, traía a Diana en la espalda amarrada con una capulana y permanecía, casi todo el día, con ella guindando del cuerpo. Los gritos llegaban hasta el ISMMA cuando intentaba dejarla en la estera junto con las otras crianzas: era un bebé de unos 6 meses demasiado caprichosita para nuestro gusto.<br />Por su parte, Alberto, el hijo mayor de la casa, además de epiléptico, tiene una considerable secuela psicomotora a causa de una parálisis cerebral, que afectó el extremo izquierdo de su cuerpo; por lo cual, camina cojeando y con el brazo izquierdo un tanto encogido. Beto llegaba al Centro y se sentaba en una silla y no hacía nada en todo el día, salvo comer y reír. Desde pequeñito fue tratado como inútil y dispensado de cualquier esfuerzo físico y mental.<br />La más intrigante de todos era Sandra: una adolescente de 14 años de edad, con apariencia un tanto agresiva, con vestuarios provocativos y peinados de revista; visual que desentonaba con la situación de miseria en la que se encontraban. Según me dijo, era la tía Teresa que ofrecía esos atuendos cada vez que iba “para allá” los fines de semana. “¿Quién es la tía Teresa y dónde es allá?”. Desde esa conversa identifiqué que ahí había “gato encerrado” y que a su debido tiempo teníamos que descubrir. <br /> Úrsula, quien en aquel entonces tendría unos 9 años de edad era la que más sufría de todos, pues sobre ella recaían casi todos los trabajos del hogar. Claro, a Beto no se le exigía nada, Sandra era una adolescente rebelde e indisciplinada, Elisabeth era todavía muy pequeña y Diana era apenas un bebé. En consecuencia, Úrsula buscaba leña, barría, lavaba ropa, cargaba agua, pilaba maíz, iba al mercado, cuidaba de Diana y hacía todos los recados de mamá. Para colmo, es asmática y sufría de crisis con bastante frecuencia. <br />A simple vista era evidente que nos encontrábamos con un caso difícil. La pregunta básica era: ¿por qué están en la calle? ¿Dónde está la familia de Lidia? Y ¿Qué podemos hacer por ellos desde el Centro Hakumana?<br />En el momento que llegaron nos encontrábamos en crisis financiera. Apenas teníamos dinero para operar por tres meses. Nos preguntamos: ¿Los recibimos o los enviamos a otra parte? Respondimos con otra pregunta: ¿A dónde los vamos a enviar? Sabíamos de sobra que si los despachábamos, servicios sociales no haría nada por ellos. Y, con Elisabeth husmeando entre medio de nosotras me interrogaba: ¿Qué será de esta muñequita? Luego que terminamos de almorzar Isabel comentó: “vamos a confiar que algunas de las entidades solicitadas nos responderán”. <br />Y sus palabras fueron proféticas, pues pasados unos días, APARF, una ONG portuguesa, respondió nuestro proyecto. <br />Una vez decidido que la familia Falcón sería acompañada desde el Centro, nos dimos a la tarea, a través de las técnicas de acción social, de investigar el caso. Fueron a la casa de los padres de Lidia. ¡Oh, qué situación! Su propia madre la expulsó de su casa. Según contaron sus hermanos, madre e hija nunca se llevaron bien. Tras la muerte del marido de Lidia (papá de los cuatro más pequeños), la Sra. Gertrudis se negó a asumir los gastos de la familia Falcón, una vez que su hija no hacía nada: ni traía dinero a casa, ni colaboraba en los quehaceres domésticos.<br />Según la versión de la propia Lidia, en el fondo se trataba de rechazo por causa de la enfermedad (SIDA). “¡No puede ser, Lidia, no juzgues así a tu madre”, reprendió Isabel. “Hermana, Usted no conoce a Doña Gertrudis”, agregó con énfasis. “Yo tengo derecho a estar en mi casa. Soy hija legítima. Esa casa es de mi Papá. Ella no puede echarme fuera”; espetó con rabia. De hecho, aún teniendo razón en sus reclamos, iba ser difícil hacer valer sus derechos, una vez que tanto su madre como sus hermanos no estaban a favor de que ella volviera. Además, fuera de esa casa en ruinas, de la cual apenas le correspondería un cuarto, no tenían nada para ofrecer; Doña Gertrudis y sus hijos apenas conseguían encender el carbón para hacer una única comida diaria. <br />Con el correr de los días nos fuimos dando cuenta que, de hecho, Lidia era perezosa en grado sumo. En cuanto las otras mamás participantes se ofrecían para ayudar en los oficios del Centro, Lidia se quedaba sentada con Diana colgando de la espalda, y, cerca de ella, Beto. De toda la familia Falcón, las únicas que se integraban en los trabajos eran Úrsula e Elisabeth; la primera ayudaba a barrer el patio y la segunda, era la “asistente particular” de la Hna. Janete.<br />Un día dijimos ¡Basta!; decidimos poner en órbita a Lidia y a los hijos mayores. Esperamos a Beto con una escoba y a Sandra con una vasija con paños para lavar. Por su parte, Lidia fue destinada a la cocina para ayudar a mamá Leticia. Beto rezongó, justificándose con su deficiencia física; Sandra colocó cara de disgusto aunque no se atrevió a abrir la boca. Lidia salía resignadísima a la cocina, con Diana en la espalda, cuando fue interceptada en el camino por la Hna. Janete, quien le ordenó dejar a Diana con las otras crianzas en la sala contigua. Ella repuso, “Hermana, va a gritar todo el día”; Janete le respondió: “Todavía no conozco bebé que muriese por haber llorado; ella se va a acostumbrar”. Ese día fue el primero de un largo camino de re-educación familiar. <br />EL esfuerzo por educar a la familia Falcón se prolongó hasta en la pequeña dependencia que fue alquilada para ellos; de vez en cuando alguien del equipo llegaba allí inesperadamente para ver cómo se encontraba el lugar: limpieza, orden, etc. Hubo días que fue necesario retirar todo para el patiecito y mandar hacer limpieza y colocar las cosas en orden. De hecho, los niños se pusieron en guardia; cuando veían venir a alguien del Centro Hakumana, avisaban y todos en movimiento ordenaban y escondían lo aparentemente sucio. A veces la misma Lidia, según ella misma nos contó, para poner en acción a los hijos gritaba: “Por ahí vienen las hermanas”; rápidamente, a la velocidad de un rayo, hacían lo que había sido solicitado desde el amanecer del día. <br />Había otra mala costumbre que necesitaba de ser extirpada en la familia Falcón: “tomar prestado lo ajeno”: innumerables veces fueron cogidos “con las manos en la masa”; desde Elisabeth hasta la propia Lidia, ninguno se salvaba de esa mala maña. ¡Qué desgracia! Cada uno se apropiada de aquello que más le interesaba; Elisabeth de dulces y crayolas para pintar; Úrsula de útiles escolares, Sandra de capulanas o material para hacer adornos de fantasía; Lidia de alimentos de la despensa o artículos de higiene; Beto, de cualquier cosa que pudiera vender para comprar cerveza. El colmo de Beto fue encontrar alguien epiléptico como él para venderle los medicamentos que con tanto sacrificio le comprábamos. Luego, a cada paso caía desmayado; hasta que la pequeña Elisabeth (la informante principal de la Hna. Janete) contó lo que hacía su hermano. Hubo un momento que ya estábamos para desistir de todos ellos. <br />No parecía surtir efecto las llamadas fuertes de atención y los castigos impuestos por cada hurto. Una vez más constatamos cuánto cuesta modificar hábitos inapropiados. <br />También, no tardamos mucho tiempo en descubrir quién era la Tía Teresa. Nos dijo “la pequeña informante” que su mami quedaba muy disgustada cada vez que Sandra se iba de fin de semana para la casa de la referida tía y que ella cuando fuera grande iría también. Le preguntamos: “¿Ella es hermana de tu mamá o de tu Papá?”, “no”, respondió la pequeña. “Y, entonces ¿por qué le llaman de tía?” preguntamos curiosas. Elizabeth explicó que todas las chicas que iban de fin de semana le llamaban así. Una vez que nos informó que iba junto con otras chicas de la misma edad, nos imaginamos el resto. Se trataba de una casa de citas nocturnas; y la Tía Teresa no es más que una dueña de burdel. Ese sí que fue el colmo de los colmos. Tanto Lidia como Sandra fueron cuestionadas y reprendidas; una por ser tan permisiva y sin carácter; la otra por ser tan atrevida y sinvergüenza. Concordamos con Lidia que, de Sandra volver para la casa de la Tía Teresa, tendrían que abandonar el Centro. Sandra, por su parte, fue sometida a entrevistas de orientación y acompañamiento por las técnicas de acción social del centro. <br />Por otro lado, nos preocupaba la influencia de Sandra en el comportamiento de sus hermanitas Elizabeth e Úrsula; era preciso retirarlas de ese ambiente. Es así como conversamos con las hermanas de los Sagrados Corazones para que las recibieran como internas del nuevo hogar que en aquella altura estaban inaugurando en la localidad de Boane. Estando en el hogar, además de beneficiarse de una buena formación humana- espiritual y salir del círculo viciado de malos ejemplos familiares, podrían asistir a la escuela con un debido acompañamiento.<br />No obstante estas situaciones desafiantes anteriormente relatadas, también se verificaron otras más halagüeñas, tales como: los adelantos de Beto en las aulas de alfabetización, la mejoría de salud de la propia Lidia, pasos significativos en la higiene personal y hogareña de todos los miembros de la familia, el buen estado de salud de Diana, entre otros. Estos indicadores nos mostraban que alguna cosa estábamos haciendo para ayudarlos en orden a una mejor calidad de vida, aun cuando éramos conscientes de que faltaba mucho por hacer.<br />En estos momentos continuamos a apoyarlos: las pequeñas Elizabeth y Úrsula continúan en el hogar de las hermanas de los Sagrados Corazones, Sandra volvió a la escuela, Beto nos ayuda con la huerta del Centro, Diana ya juega y corre con los otros niños pequeños y Lidia, dentro de poco, recibirá una casita propia para ella y sus hijos. <br />Con esta familia aprendimos a no desistir, aún cuando parezca que no tenemos nada por hacer; que es preciso asumir una postura de “esperanza activa”, creer contra toda evidencia contraria que los cambios acontecerán a su debido tiempo. También, a no tener miedo de REPRENDER cuantas veces sea necesario, pues de esa forma estaremos demostrando que amamos, indicando lo que es bueno, lo que puede conducir hacia el camino del bien. Pues, de hecho, quien ama, corrige. <br />En una primera fase, el camino del bien no es otro que aquel que permite mayor calidad de vida, que posibilita relaciones serenas y auténticas, que permite el desarrollo de potencialidades innatas y robustece la personalidad. Luego, encontrándose a sí mismo, reafirmándose como ser humano con derechos inalienables y sentido de dignidad personal podrá dar el paso hacia “el otro”, acogiéndolo desde su verdad. Encontrándose con la “alteridad”, como carne de la propia carne, como humanidad compartida, podrá encontrarse con el Dios autor de la vida y entender su proyecto de salvación.<br />El camino que lleva a la vida es TAN HUMANO, TAN HUMANO, TAN HUMANO, que de tanto ser humano pasa a ser DIVINO. A veces nos imaginamos que indicar el camino que conduce a la vida significa entrarnos en altas elucubraciones teológicas o en asumir posturas piadosas un tanto fingidas y en someter a los destinatarios de nuestro servicio a sesiones intensivas de CATEQUESIS DOGMÁTICA. Sin restar valor a estas, pienso que cuando nos encontramos en el campo ministerial no podemos dejar de traducir las altas consideraciones teológicas en “gestos de vida sencillos y auténticos”. Es tan simple el camino que conduce a la vida que se torna complicado cuando lo queremos reducir a conceptos abstractos.<br />La familia Falcón nos ayudó a “abajarnos” o “alzarnos” en el camino de la auténtica humanidad. A llevar la buena noticia de la salvación orientándoles sobre cómo vivir con sencillez el proyecto de Dios; ayudándoles a modificar los comportamientos que no les permiten progresar como seres humanos y potenciar posibilidades personales y/o familiares. Así estamos junto a ellos: Hakumana, mostrando el camino del bien, el camino que conduce a la vida verdadera.<br />277749023495ESTAMOS JUNTOS PARA AJUDAR A ENTENDER Y ASUMIR EL DRAMA DE LA PROPIA VIDA.<br />Javier llegó al Centro enviado por la doctora Raquel (dominicana del Rosario) para recibir orientación e información relacionada con su enfermedad. Ya estaba llegando a la adolescencia y todavía no sabía qué era el SIDA y los cuidados que requerirían de por vida, incluyendo las consecuencias en lo concerniente a su vida sexual. <br />En realidad, físicamente, parecía mucho más joven; cuando llegó tenía 12 años y apenas representaba unos 9. También, no abría la boca para nada y no miraba a las personas a la cara. Parecía como si quisiera pasar desapercibido. Se veía como ausente. No era agresivo, ni mal educado, apenas reflejaba una tristeza mortal. Le daba lo mismo todo: si le decían que se sentara, lo hacía, sin motivación personal. <br />Su padre, por el contrario, es un hombre muy abierto, locuaz y se manifestaba cariñoso con el jovencito. Estaba sumamente preocupado con la condición del niño, no sólo por la enfermedad, sino también por su actitud general. De hecho, hasta que el niño ganó confianza lo acompañaba personalmente cada vez que tenía cita con la psicóloga clínica del Centro. Tenía la gran dificultad de que su actual esposa no aceptaba el niño y le recriminaba contantemente el haberlo traído tras la muerte de su madre. Apenas llevaba un año con ellos. <br />La madre del niño murió de alguna enfermedad asociada al SIDA; posiblemente, tuberculosis. Ambos vivían en la casa de la abuela materna. Aparentemente, la relación entre sus padres duró pocos años. El asunto es que Javi heredó el SIDA y su padre no padece de la enfermedad; una de dos, o todavía no se manifestó o es portador del tipo de sangre que transmite, pero no padece. Eso también no lo supimos. Nunca me olvido que el primer día que llegó coincidió con el cumpleaños de la hna. Herminia (La psicóloga Clínica). El equipo de Hakumana le había organizado una pequeña sorpresa: un bizcocho, un presente y una danza festiva. Javi y su padre fueron integrados en el festejo. Le pedimos al chico para llevar el bizcocho, en cuanto nosotras entrabamos danzando. Fue gracioso: Javi entró ceremoniosamente, pero no sonrió en ningún momento mientras nosotras danzábamos, reíamos y cantábamos jubilosamente. De esa forma, el designado para iniciar el festejo desentonaba, totalmente, con el espíritu de fiesta pretendido y esto causó mucha gracia. Eso sí, a la hora de comer bizcocho, Javi no tuvo reparos en pedir una segunda ración. Su padre intentó impedir que le sirvieran nuevamente, pero aprovechamos y le servimos un pedazo bien grande con mucha crema. No sonrió ese día, pero se fue satisfecho.<br />Poco a poco la Hna. Herminia consiguió que Javi saliera de su letargo. De hecho, hizo un trabajo fenomenal. Después se desinhibió de tal forma que hasta nos jugaba algunas travesuras, como por ejemplo, esconderse en la despensa a la hora de ir a la escuela para quedarse en el centro en compañía de los otros pres adolescentes o esconder los trapos de limpieza para no limpiar las ventanas que le correspondía a la “cuadrillita” de los pres adolescentes. “¿Dónde están los paños?” (Un día preguntaron las mamás) “Javi los escondió” (respondieron los más chiquitos). Javi, traído de una oreja era obligado a buscar los paños. Luego, reía hasta más no poder…<br />Por su parte, la Hna. Herminia ideó una forma gráfica para ayudar a los pres adolescentes a entender en qué consistía la enfermedad, utilizando dibujos y personajes. También, se inventó un sistema de símbolos para enseñarles a tomar los medicamentos (retrovirales) correctamente, una vez que no siempre corresponde el mismo medicamento, ni la misma cantidad. Y lo mejor de todo, a través de acompañamiento grupal y personalizado los ayudó a elevar la autoestima.<br />Ella logró que Javi asumiera la responsabilidad de su enfermedad y se cuidara por sí solo. Pues, lamentablemente, no podía contar con su madrasta, quien no se mostraba interesada por el niño y su papá pasaba mucho tiempo fuera de casa trabajando como guardia de seguridad. <br />Javi llegaba temprano al Centro Hakumana, participaba del programa de refuerzo escolar, de los encuentros de formación para los pres adolescentes, de los oficios o tareas domésticas, de los encuentros con la Hna. Herminia y después del almuerzo era llevado por el Señor Macome (motorista de Hakumana) a su escuela, que quedaba un poco distante del Centro. Luego, de la escuela, se regresaba sólo a su casa. <br />Los niños más pequeños lo adoraban, ya que le gustaba jugar con ellos. De hecho, al principio manifestaba dificultad de relacionarse con los niños de su edad. Poco a poco, con la colaboración de todos, Javi fue entrando en sintonía. <br />Pese a que mejoraba día a día y se mostraba contento en el Centro, se percibía que llevaba por dentro un dolor muy grande: se trataba de la pérdida de su madre y de que extrañaba mucho a su abuelita materna, con quien vivió desde que nació. También, no le hacía ninguna gracia su madrasta, pues ella le demostraba constantemente que no lo quería; Desafortunadamente, ya había escuchado discusiones acaloradas entre su padre y esta por su presencia en la casa. <br />Aún cuando nos gustaba tener a Javi en el centro, pues con el tiempo se ganó el aprecio de todos, aconsejamos a su padre que lo llevara a vivir con su abuela materna. Primero, porque no resultaba saludable para el niño la tensión que generaba el rechazo de su madrasta. Segundo, porque él mismo no disponía de todo el tiempo necesario para dedicarle. En tercer lugar, porque La falta de atención y alimentación sistemática podía atentar contra la vida del chico. Sabíamos que su abuelita lo quería y él, por supuesto, la extrañaba mucho. <br />Un día su Papá lo llevó al campo y nunca más lo vimos. Algunos meses después supimos que Javi se reintegró muy bien en la casa de la abuela y que al parecer no necesitaba ayuda para tomarse los medicamentos, además de que daba orientaciones a su abuelita de los alimentos apropiados para su condición. <br />Por su parte, Javi nos enseñó cómo podíamos preparar a un pre adolescente para saber lidiar de forma responsable con su condición, a visualizar que no existe bloqueo psicológico que no pueda ser ultrapasado; a entender que por más cruel que pueda ser la situación del afectado, siempre es posible encontrar una razón para vivir y superarse incorporando nuevas habilidades sociales. <br />A propósito del caso de Javi, formamos un “corillo” de pres adolescentes que nos dieron trabajo, pero también momentos de grandes alegrías; como por ejemplo, cuando se inventaban sus travesuras para escapar de los oficios, o cuando montaban bailes e/o dramatizaciones, incluyendo imitaciones de algunos “personajes” del propio centro; reíamos a rabiar con ellos, eran geniales. <br />El nombre de Javi resonaba por el centro constantemente: lo solicitaban los pequeños para jugar y los pres adolescentes para las sesiones de formación o para “bromear” y las mamás para jalarlo de la oreja, la hna. Herminia para orientarlo, el Señor Macome para llevarlo a la escuela, la Hna. Sandra para hacer los deberes escolares, Doña Leticia para almorzar antes de ir a la escuela y la Hna. Elena cuando se escondía. TODOS, de una forma u otra, estaban pendientes de Javi y él lo sentía y lo disfrutaba. Sabía que era objeto de un trato preferencial, esto lo hacía “respirar aire puro” y le ayudaba a sanar heridas. Llegando al Centro, se sentía “lo máximo” y esto le confería energía para relativizar tantas nimiedades del diario vivir relacionadas con su madrasta. <br />¿Les gustó el relato? ¿Qué se pensaban? ¿Esperaban otra cosa? Acompañar estos casos es apenas proporcionar un ambiente apropiado que permita a los afectados caer en tiempo real, rescatar su propia autoestima, su autonomía, la capacidad de gestionar la propia vida, de encontrar sentido en medio del drama de la propia enfermedad y un porqué para continuar viviendo. <br />Les aseguro que no hicimos otra cosa, a no ser cuidar de él y motivarlo para que su yo verdadero saliera de adentro, para que se abriera a la vida y ultrapasara todo lo que le impedía constituirse en un niño feliz. Sentirse amado, respetado y tomado en cuenta fue la medicina de su enfermedad, de la verdadera enfermedad que era más perniciosa que el mismo SIDA: la falta de amor y atención cualificada. Cada gesto proferido era como si le estuviéramos diciendo, con la misma autoridad de Jesús, “levántate y vuelve a la vida”. <br />Nos satisface pensar que Javi no necesita de nosotros, que consiguió retomar su camino existencial con un talante diferente. Hoy día es un jovencito de 15 años de edad animoso, jocoso, amistoso, conversador. Aún cuando no le gusta mucho estudiar, continúa en la escuela y disfruta en compañía de sus amistades. ¡Qué diferencia de aquel niñito taciturno, serio y angustiado que llegó al Centro unos años atrás!<br />¡Estamos Juntos, nuestro querido Javi! En donde quiera que estés, estamos contigo desde ese nuevo “estilo de vida” que absorbiste con nuestra ayuda y acompañamiento; desde ese “espíritu amoroso” que se prendió de tu ser; desde ese modo sencillo, transparente y natural de relacionarte con todos; desde esa forma positiva de encarar tu enfermedad. Estamos juntos en cada gesto que denote aprecio a la vida y entusiasmo existencial. <br />558164863600¿Y tú, qué esperas? Ve por los caminos y “levanta” a tantos pres adolescentes que con o sin SIDA necesitan ayuda para asumir el drama de sus propias vidas. Diles, a través de acciones y gestos concretos, lo que le dijo Jesús a la adolescente del evangelio: Talita Kum (levantate, niña bonita) ¡Podemos hacer tanto con tan poco! Ojalá que al final de nuestros días nadie nos pase factura por el bien que dejamos de hacer y por no haber experimentado la felicidad verdadera haciendo ese bien.<br />-80010-337820<br />LA COMUNIDAD DE HAKUMANA: UN SUEÑO A REALIZAR<br />La experiencia de trabajo en el Centro Hakumana nos demostró la necesidad de una comunidad de referencia para acompañar más de cerca algunos casos concretos. El acompañamiento desde el Centro, en su horario regular, no resulta suficiente en algunos casos. Sobre todo cuando se trata de situaciones críticas relacionadas con cuidados médicos, modificación de hábitos, desamparo, entre otros. En una primera instancia urge un lugar para recibir estas personas, ayudarlas a ultrapasar la situación crítica en la que se encuentran y entrar dentro de la dinámica de los servicios de Hakumana.<br />Como ya referí anteriormente, tuvimos algunos casos delicadísimos. Hakumana debía contar no apenas con el “buen samaritano”, sino también con un “hospedero” para poder cumplir cabalmente con la obra de “levantar al caído”. Pensamos que sería una oportunidad impar para vivir a profundidad esta experiencia humana – divina, tomando en consideración otros aspectos que la hacían, además, profética. Entre ellos:<br />Experiencia Intercongregacional: <br />A la luz del espíritu vimos que urge enfatizar la importancia de trabajar en comunión como congregaciones religiosas, porque se percibe una tendencia de cada cual construir “su parcela de servicios”, con pocos nexos de comunión en la dimensión pastoral – evangélica. <br />Por otra parte, pensamos que frente a un problema tan grave, como es el HVI-SIDA en África, se impone una respuesta en conjunto, unir esfuerzos y posibilidades. También por razones prácticas: el trabajo es fuerte y los miembros disponibles por Congregaciones en este contexto, pocos. <br />Por último, creemos que la riqueza humano – espiritual de cada Congregación enriquece, tanto a los miembros que participan del proyecto como a la propia Iglesia <br />Local. Y ni hablar del efecto edificador del testimonio de unidad entre los religiosos inseridos en un mismo trabajo pastoral.<br />Integración de los laicos en nuevas formas de presencia apostólica:<br />Son muchos los laicos que manifiestan interés de hacer una experiencia puntual, por algún periodo de tiempo, en comunión con religiosos. Pero, experiencias reales, que engloben no sólo la dimensión apostólica o ministerial, sino que contemple también la vida de oración y comunitaria. Pues estas dimensiones no son privativas de la Vida consagrada, forman parte del estilo de vida que Jesús enseñó a sus seguidores. Y, para muchos laicos se presenta como una exigencia en su camino de crecimiento humano – espiritual.<br />No son pocas las Congregaciones que reciben laicos misioneros en Moçambique y no saben qué hacer con ellos, porque no tienen CLARO qué tipo de participación les pueden dar y hasta qué punto pueden permitirles ENTRAR dentro de sus vidas y/o comunidades de servicio, de oración y de vida, además de no estar preparados para ello. De hecho, la estructura que hemos creado, en no pocas ocasiones, carece de apertura y flexibilidad para recibirlos, tanto a ellos, como a los destinatarios de este servicio. <br />Vimos que Hakumana podría ser ocasión para abrir un espacio de integración entre religiosos y laicos en una misma experiencia apostólica. Creemos que ambos podríamos salir altamente beneficiados. Tanto unos como otros necesitamos recibir un mensaje para mejorar nuestros estilos de vidas. <br />Estilo de vida abierto y en función de los destinatarios del servicio. <br />Desde la óptica de nuestro proyecto, el caído es concebido como el centro y figura más importante de la comunidad. Es acogido en el SENO de la misma, no en un lugar aparte para “no interrumpir la vida de la comunidad”, sino en un lugar privilegiado para enriquecerla. Su situación se convierte en tema de reflexión persistente, en ámbito de oración e inspiración para la acción apostólica. <br />La comunidad, constantemente, se reorganiza en función de la situación del caído. Los espacios de servicio, oración y vida se conjugan en torno a las necesidades reales de la persona o personas que se encuentran en la comunidad. La vida de la comunidad deja de ser rutinaria y un fin en ella misma, para convertirse en espacio sagrado de acogida de la novedad que nos trae Jesús en cada una de sus visitas. <br />Los gestos concretos de amor, acogida, servicio, disponibilidad, flexibilidad se hacen realidad y desafío cada día. Así se descubre que la vida puede ser programada, pero no determinada en una estructura inmutable. <br />La oración se convierte en un espacio necesario para colocar la situación del caído, para acogerla desde el corazón, para procurar luz en la tentativa de acompañarla y desentrañar su mensaje salvífico. No será más “rito fabricado” sin conexión directa con la vida real.<br />Unidad en la diversidad<br />Tanto los religiosos como los laicos, durante el tiempo de estadía en la comunidad hakumana, se comprometen a PONER TODO EN COMUN, a VIVIR CON LO INDISPENSABLE y a UNIR ESFUERZOS en la consecución de un único proyecto. Quiere decir, no hay parcelas en el proyecto, no hay división individualista de funciones y nadie es dueño del proyecto. Apenas puede haber responsabilidades diferenciadas, en las cuales TODOS están implicados. Esto requiere mucho diálogo, renuncia a cualquier postura de protagonismo y disposición sincera de poner todo en común: bienes, talentos, posibilidades…<br />De plano se requiere suficiente madurez humana para acoger a cada uno desde su estilo de vida y diferencias individuales, percibiéndolos como una riqueza y nunca como una amenaza. <br />Los Objetivos específicos que nortean el proyecto son:<br />Reforzar el trabajo del Centro Hakumana, sirviendo de punto de referencia y acompañando fuera de las horas de atendimiento del Centro los casos que así lo ameriten.<br />Crear una oportunidad de compromiso apostólico inter – congregacional en el servicio a los afectados e infectados por el HVI-SIDA en Maputo.<br />Ofrecer una experiencia de compromiso de vida, oración y apostolado, en comunión con religiosos, a laicos interesados en profundizar su vida de fe. <br />Experiencia concreta<br />Fue así como pedimos autorización a nuestras respectivas Congregaciones (Missionárias da Consolata y Mercedarias de la Caridad) para abrir la comunidad de Hakumana. Nos urgía comenzar lo más rápido posible, porque teníamos algunos casos gravísimos para acompañar: el caso de Carlota y Karol, el de los gemelos Tomás y Gisela, el de la adolescente Odete, entre otros.<br />En pocos meses, una laica brasileira que hacía tiempo estaba solicitando participar en algún proyecto de esta naturaleza llegó a Moçambique con el corazón abierto y feliz por ver realizado su sueño. Su nombre es Valda. Ella aceptó formar comunidad con nosostras (Hna. Janete e yo). La experiencia fue maravillosa. Hubo, desde el inicio una excelente sintonía entre las tres. <br />No fue difícil acertarnos en la caminada; cada caso a ser acompañado dictaba las reglas del juego. El diálogo constante, el análisis y la planificación de las acciones a desenvolver para cada caso nos ponían en comunión, en compromiso apostólico y en actitud de oración constante. <br />Los eventos se sucedían con naturalidad, sin forzarlos: de las reflexiones pasábamos a las acciones y de éstas a la oración; de la oración volvíamos a las acciones y a la reflexión. Los momentos se presentaban y apenas se trataba de acogerlos y vivirlos con intensidad.<br />Fueron seis meses de VIDA INTENSA. Puedo decir sin engaños que modificó muchos aspectos de mi vida: mi manera de verme a mí como Consagrada (dedicada tiempo integral a los asuntos de mi Padre y mi Dios); la gestión de mi tiempo, ahora 24 horas sobre 24 en función de la misión, en una integración de vida, apostolado y oración REAL; mi manera de mirar al destinatario de mi servicio (ahora como aquel que me revela mi dimensión de vulnerabilidad y requiere de mí apoyo para levantarse; entendiendo también que el caído, levanta; que el herido, cura; que el último entre los últimos se constituye en el primero y en el más importante).<br />Cada día nos preparábamos desde la oración para acoger la novedad que el día nos iría a traer. Orábamos por las personas que teníamos a nuestra cuenta y pedíamos luz para saberlas conducir. Luego, llegábamos al Centro Hakumana y/o ISMMA para orientar los servicios y recibir nuevos desafíos. De vuelta a casa el descanso, la misión continuada y la oración acontecían entretejidas y de manos dadas. <br />1310640111760<br />En un inicio nos ubicamos en un apartamentito de tres habitaciones, una sala-comedor, baño y cocina, con un balcón grande al frente y otro pequeño en la parte de atrás. En principio, cada una disponíamos de una habitación, salvo las veces que la debíamos ceder para algún huésped; entonces, dependiendo del caso dejábamos uno de los cuartos para ellos y en el otro nos juntábamos la hna. Janete y Yo; o cuando se trataba de niños, los dividíamos: uno para el cuarto de Janete y el otro para el mío. El balcón grande pasó a ser nuestro oratorio y, en una ocasión, lo tuvimos que dividir para aumentar otro cuarto, pues coincidieron dos casos urgentes en el mismo tiempo. Por su parte, el balcón pequeño pasó a ser nuestro lavadero y tendedero de ropa.<br />3034665880745Para la realización de nuestra misión no se requería de una “hospedería” grande. Lo que sí se precisaba era un ambiente agradable y acogedor; un lugar sencillo y limpio donde el huésped se sintiera seguro y relajado. La actitud de nosotras para con ellos era lo esencial. De hecho, cuando llegaban a nuestra casa, nos “repasaban” con la mirada, tanto los niños como los adultos, intentando auscultar nuestro grado de aceptación. Para mí era el momento más importante del cual dependía el éxito del proceso a seguir. Por nuestra parte exigía vivir en ACTITUD constante de acogida, manifestando alegría por la presencia de ellos en nuestro hogar. Desde una perspectiva espiritual, era preciso entender sin entender que se trataba de una visita singular del mismo Jesús. <br />Los primeros tres meses corrieron sin grandes sobresaltos. Aún cuando hubo algo de resistencias por parte de algunas de nuestras hermanas de congregación, todo parecía indicar que la experiencia se realizaría. Tanto Janete como Yo debíamos ir a nuestras comunidades de origen una vez por semana y un fin de semana por mes, porque continuábamos a pertenecer a nuestras respectivas Congregaciones. Apenas habíamos sido autorizadas, por dos años, a vivir esa experiencia viviendo fuera de la comunidad, pero sin dejar de pertenecer a ellas. <br />Un día, antes de iniciar el cuarto mes, el dueño del apartamento fue a conversar con nosotras. Nos explicó que se encontraba en una situación financiera muy delicada y que debía vender el apartamento para poder salir de su aprieto; de hecho, ya se había presentado un candidato para comprarlo. Nos pedía de favor aceptáramos romper el contrato contraído. Nos mostró pruebas fácticas de su situación. Nosotras vimos que no podíamos constituirnos en obstáculo, por eso, aceptamos salir del apartamento. El problema era a dónde nos podíamos dirigir. <br />Después de procurar otra vivienda, infructuosamente, pensamos que era posible ubicarnos, temporeramen