El autor describe su propia experiencia de reconciliación con su padre después de años de distanciamiento y dolor debido al abandono de su padre cuando era niño. Gracias a su conversión a Cristo a los 17 años, pudo perdonar a su padre y verlo con ojos de amor y compasión en lugar de juicio. Ahora tienen una gran relación como padre e hijo, sanados y restaurados por el poder de Dios. El autor anima a otros a buscar la reconciliación con sus padres, ya que solo el perdón trae paz y sanidad.
1. Reconciliándose con la paternidad
Por Alexander Dorado
2 Corintios 5:13-20, Malaquías 4:6
El más grande milagro es la conversión de una alma a Dios, que una persona
se pueda reconciliar con Dios y su paternidad.
Por la teoterapia hemos conocido como las experiencias desafortunadas con
nuestros padres han generado conflictos personales y afectan nuestra visión
como padre.
Con el agravante que como somos nos reproducimos, lo que hace el padre
con su hijo, este lo repite con el suyo.
En mi caso no fui la excepción, a mis 7 años mi padre se fue a otro país, a
buscar un mejor porvenir, y esto causó en mí, un gran vacío afectivo paterno.
Por muchos años mi madre cargó sola con los sufrimientos y el fracaso de su
vida matrimonial, en la cual sufrió todo tipo de desmanes por parte de mi
padre
La virtud de mi madre, es que nunca la vimos llorar, ni se desahogó con
nosotros sus hijos, ni nos habló mal de él, siempre guardó nuestro corazón.
Y yo viví con esa realidad hasta mis 17 años cuando tuve mi encuentro
personal con Jesucristo, y recibí el regalo del amor paternal de Dios.
No juzgo a mi padre, porque él es el resultado de lo que hicieron con él, no
recibió la atención de un padre ni de una madre, quien tuvo muchos hijos.
Siempre he dicho que mi abuelo no trajo a este mundo hijos en serio, sino en
serie, y así como pensar que mi papá podría ser atendido en sus necesidades.
A los 13 años, en su cumpleaños, mi abuelo le dio a mi padre el periódico en
la página de os clasificados, para que consiguiera empleo, desde entonces mi
padre trabaja, y ya tiene más de 80 años.
2. Si a mi padre por 17 años lo conocí en la carne, ya no lo conozco así, ya no lo
veo con mis ojos ni lo juzgo con mi corazón, sino que lo veo con los ojos de
Cristo, quien también murió por sus pecados.
¿Quién soy yo para juzgar a un ser humano, que también fue víctima y sufrió
los impactos del rechazo? Desde entonces me concentro en lo que Dios ha
hecho en el, en su vida y no en lo que le falta por hacer.
Para algunas personas resulta una total locura buscar a ese hombre que
tanto daño nos hizo. Es locura para los hombres pero es sabiduría y cordura
delante de Dios.
Cuando alguien perdona, quien más gana es el que perdona, más que el
perdonado. Solo el perdón nos lleva a la reconciliación. Y sin reconciliación
no hay restauración.
Hoy tenemos gozamos de una gran relación, gracias a Cristo, a la sanidad que
operó en su corazón y en el mío, hoy le disfruto como padre y el me disfruta
como hijos, y somos grandes amigos.
¿Acaso hay una experiencia de salud y restauración mejor que lo que dice 2
Corintios 5:17? ¿Acaso hay algo mejor que nacer de nuevo?
Un día te levantas, luego de estar recibiendo el tratamiento de Dios, y ya no
hay dolor, ni rabia, ni angustia, no hay resentimiento rencor. Todo ha
quedado atrás. Solo hay una paz que sobrepasa todo entendimiento.
¿Porquerecordar lo que el Señor ya sanó? Porqueen la mente se guardan los
recuerdo, pero el dolor se anida en el corazón.
Si el Señor ya sano el corazón, ¿porque recordar las cosas pasadas o traer a
memorias las antiguas?
Y he visto como mi padre ha hecho esfuerzo para reparar aquellos daños que
hizo, como aquella vez que quiso estar en mi grado de maestría, nunca había
estado en nada, ni siquiera en mi matrimonio, pero con esa acción hizo una
gran reparación.
3. Hoy entiendo que Dios nos ha dado el ministerio de la reconciliación, y
palabra de reconciliación. Dios nos ha hecho embajador de la reconciliación.
Por eso no tomo partido, solo busco la reconciliación.
Infortunadamente, algunas parejas, se unieron jóvenes, inmaduros, sin amor
ni responsabilidad, y por supuesto esa relación no prosperó. Porque hay
yugo desigual. El asunto es que hay hijos de por medio.
Y ante los problemas de los esposos, quienes más sufren son los hijos.
Algunas parejas que han llegado a una situación irreconciliable, les digo, si
fracasaron como esposos, no fracasen como padres.
No promovemos separaciones ni divorcios, pero tampoco una pareja esta
confinada, u obligada a sostener una relación donde no hay amor ni
compatibilidad, donde no existe un proyecto de vida en común.
Lo que Dios quiere es hacer es volver el corazón de los padres a los hijos y el
corazón de los hijos a los padres, dice Malaquías 4:6
La tierra está herida, y es una herida que no sana, que supura, que se ha
hecho llaga, una herida ocasionada por la brecha tan grande y tan profunda
entre padres e hijos. Y esa es la causa de la crisis, el caos, la confusión, el
conflicto que reina en la tierra.
Pero Dios quiere sanar, y traer bendición sobre padres e hijos, sobre las
familias, y sobre la tierra. No sé quién vaya a tomar la iniciativa, de
acercarse, pedir perdón, perdonar, estrecharse en un abrazo.
A veces basta un abrazo, sobran las palabras y pedir la bendición y ofrecerla.
El hijo la pide, el padre la ofrece, la imparte.
Ojala que cuando alguno lo haga, encuentre en la otra parte, apertura de
corazón. Que no halle una puerta cerrada por fuera y trancada por dentro,
sino abierta a la reconciliación.