Este documento compara la vida a un viaje en tren, donde subimos al nacer y nos acompañan otros pasajeros como padres y amigos, que eventualmente bajan, dejándonos continuar solos. Indica que si conocemos a Cristo durante el viaje, será una experiencia positiva y significativa, pero de lo contrario será vacío y sin rumbo. Al final, solo Dios sabe cuándo y cómo terminará el viaje para cada uno.