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LA MASACRE DE LAS BANANERAS Y SU REPERCUSIÓN EN LA
                     HISTORIA Y LITERATURA COLOMBIANAS


El 6 de diciembre del presente año, se cumplen 80 años de la masacre de las bananeras;
acontecimiento que enlutó a Colombia, y que como todos los crímenes de estado, generan
polémica: algunos no comparten el término masacre o matanza, sino que prefieren llamarla
eufemísticamente, huelga, levantamiento o sucesos de las bananeras, lo cierto es que hubo
más de cuatro muertos –aún no se sabe cuantos fueron-, y cuando la cifra excede a esta
cantidad de víctimas en estado de indefensión , indudablemente que se puede hablar de
masacre o matanza, según conceptúa el historiador Mauricio Archila .


Con el presente ensayo, se busca demostrar cómo esta matanza repercutió grandemente en
la historia y la literatura colombiana y cómo, paradójicamente, fue el “caldo de cultivo” para
las dos mejores novelas del Caribe, y por qué no, de Colombia: La Casa Grande y Cien Años
de Soledad, igualmente se muestra cómo este acontecimiento catapultó como gran orador a
Jorge Eliécer Gaitán, de quien se cumplieron sesenta años de su asesinato, sin que aún se
sepa a ciencia cierta quien lo ordenó. En la búsqueda bibliográfica para realizar este ensayo,
se descubrió que Gaitán fue artífice para que esta matanza no quedara en el olvido. Valga la
ocasión para rendirle también un homenaje a este valiente hombre, asesinado por decir la
verdad, y convertirse en un peligro, para lo que él llamó la oligarquía.



En América Latina, desde los levantamientos que se dieron contra la Corona Española, hasta
los que acontecen en la actualidad, se han sucedido en cadena, unos acontecimientos que
inciden o son consecuencia de los otros, por ejemplo: al levantamiento de los comuneros en
Paraguay(1835), le siguió el levantamiento de los comuneros del Socorro(1781), y a éste el
levantamiento de Tupac Amarú en Perú (1783), y a la huelga y matanza de los obreros del
salitre en Chile (1907) , la huelga y matanza de las bananeras en Colombia(1928), a ésta le
sobrevino lo que se llamó la violencia en Colombia, lo que marcó el rumbo de nuestras vidas
en el siglo veinte, y en la actualidad.



García Márquez ha expresado en varias oportunidades que el problema principal para los
escritores latinoamericanos, y por supuesto para los colombianos, ha sido la insuficiencia de
las palabras para hacer creíble nuestra realidad. Al escudriñar en las honduras de la masacre
de las bananeras se descubre que García Márquez tiene razón, puesto que con su realismo
mágico, y muy a pesar de la desmesura que utiliza como recurso literario, la magistral
descripción que hizo de la matanza en Cien años de Soledad, no supera las cifras de la
verdad, ya que la realidad de esta matanza es más cruel de lo que cualquier mente iluminada
pueda imaginarse; cuestión que queda clara, si contraponemos los textos literarios con los
textos históricos. Al hacer este ejercicio, da la impresión que el Realismo Mágico, -técnica
literaria que consiste en que el escritor da un salto permanente de la realidad a la fantasía y
viceversa-, nació en la zona bananera, ¿O en Macondo? Los hechos narrados por nuestro
Nobel, relacionados con la huelga y la matanza son tan reales y coinciden tanto con los
testimonios y las versiones de prensa, que da la sensación de que la Zona Bananera,
Macondo, Aracataca y Ciénaga son un mismo hábitat.



La United Fruit Company, llegó furtivamente por el puerto de Santa Marta en 1889. Ciro Quiroz
Otero, afirma que esta compañía nunca se constituyó como sociedad en Colombia so
pretexto de que aquí no existía legislación para el funcionamiento de esta clase de empresas:
“Llegó deliberada y alevosamente de Boston para establecerse de hecho en Santa Marta y
perseguir los intereses de otros grupos norteamericanos en quiebra, sin ninguna clase de
acuerdo con el gobierno colombiano”. García Márquez describe, en Cien Años de Soledad, la
manera subrepticia como entró el futuro monopolio a la Zona:
Entre estas criaturas de farándula con pantalones de montar y polainas, sombrero de corcho,
espejuelos con armadura de acero, ojos de topacio y pellejo de gallo fino, uno de tantos
miércoles llegó a Macondo y almorzó en la casa el rechoncho y sonriente Mr. Herbert.
Nadie lo distinguió en la mesa mientras no se comió el primer racimo de bananos… Luego
sacó de la caja una serie de instrumentos con los cuales midió la temperatura, el grado de
humedad de la atmosfera y la intensidad de la luz. Fue una ceremonia tan intrigante, que
nadie comió tranquilo esperando que Mr. Herbert transmitiera por fin un juicio revelador, pero
no dijo nada que permitiera vislumbrar sus intenciones.



En los días siguientes se le vio con una malla y una canastilla cazando mariposas en los
alrededores del pueblo. El miércoles llegó un grupo de ingenieros, agrónomos, hidrólogos,
topógrafos y agrimensores que durante varias semanas exploraron los mismos lugares
donde Mr. Herbert cazaba mariposas. Mas tarde llego el señor Jack Brown en un vagón
suplementario que engancharon en la cola del tren amarillo y que era todo laminado de plata,
con poltronas de terciopelo episcopal y techo de vidrios azules.



Los gringos que llegaron con los dólares de la desgracia, -¿Encabezados por Mr. Herbert? -
fueron comprando las otras compañías extranjeras asentadas en la región, como la Santa
Marta Raílway Company, y ya con la compra de la Colombian Land Company en 1901, inicia
propiamente en firme el monopolio de la United Fruit. En esas circunstancias ese monopolio
operaba sin ningún control del Gobierno- aunque tenía a su servicio los aparatos del Estado,
comenzando por el ejército- y por lo tanto cometía toda clase de abusos contra los
trabajadores.



Las condiciones infrahumanas a las que la compañía había sometido a los trabajadores, hizo
que en toda la Zona Bananera, soplaran vientos de huelga, atizados por Raúl Eduardo
Mahecha y otros dirigentes socialistas de la época que fueron parte importante en la historia
de la huelga, tanto en la realidad como en las obras de ficción. Fue así que, se fueron
organizando comités de huelga en poblaciones como Fundación, Aracataca, Sevilla,
Tucurinca, Guacamayal, Ciénaga, Río Frío, y el 12 de noviembre de 1928 estalló la huelga.
El fabulador de Macondo, sin quitarle una coma a las peticiones de los trabajadores, a la
situación de sobreexplotación y precarias condiciones a las que el monopolio extranjero tenía
sometidos a los trabajadores, narra así las causas de la justa huelga:
La inconformidad de los trabajadores se fundaba esta vez en la insalubridad de las viviendas,
el engaño de los servicios médicos y la iniquidad de las condiciones de trabajo. Afirmaban
además que no se les pagaba con dinero efectivo, sino con vales que sólo servían para
comprar jamón de Virginia en los comisariatos de la compañía…Los médicos de la compañía
no examinaban a los enfermos, sino que los hacían pararse en fila india frente a los
dispensarios y una enfermera les ponía en la lengua una píldora del color del piedralipe, así
tuvieran paludismo, blenorragia o estreñimiento…Los obreros de la Compañía estaban
hacinados en tambos miserables.



Aunque el pliego de peticiones era más reivindicativo que político, la United Fruit Company, el
régimen y sus agentes consideraron que la huelga era subversiva y de inspiración comunista,
por lo tanto había que reprimirla. Comparando lo expuesto en Cien Años de Soledad, y la
transcripción que hace Ignacio Torres Giraldo, de la noticia de los diarios de la época, se
deduce que el pliego de peticiones de los obreros, palabras más palabras menos, era el
siguiente:
1. Cumplimiento de las leyes colombianas, en cuanto al seguro obligatorio para los
trabajadores en el caso de accidentes de trabajo.
2. Vivienda digna
3. Aumento salarial del 50%
4. Contratación colectiva
5. Abolición de los contratistas.
6. Descanso Dominical remunerado.
7. Condiciones higiénicas de trabajo
8. Pago semanal y en efectivo
9. Abolición de los comisariatos.
Mírense algunos aspectos del pliego:
Los puntos 4 y 5, se deben a que la compañía, no vinculaba directamente a los trabajadores,
sino que lo hacía a través de contratistas llamados “ajusteros”. De esta manera, en la más
flagrante violación de las leyes colombianas, la compañía evadía cualquier responsabilidad
para con el trabajador, y a su vez el ajustero, decía que él no era la compañía:
Cansados de aquel delirio hermenéutico los trabajadores repudiaron a las autoridades de
Macondo y subieron con sus quejas a los tribunales supremos. Fue allí donde los ilusionistas
del derecho demostraron que las reclamaciones carecían de toda validez, simplemente por
que la compañía bananera no tenía ni había tenido nunca, ni tendría jamás trabajadores a su
servicio, sino que los reclutaba ocasionalmente y con carácter temporal.



Si la huelga hubiese sido por estos tiempos, diríamos que los puntos 8 y 9 serían los
“inamovibles”, porque era el descaro más grande de los explotadores para con los obreros,
puesto que a los trabajadores les pagaban quincenalmente y con vales, para que con éstos
retiraran víveres y abarrotes del comisariato de la Compañía, de esta manera hacían doble
negocio, ya que los barcos no se venían vacíos de los puertos de Estados Unidos, a buscar el
banano a los puertos del Caribe Colombiano: “José Arcadio Segundo fue encarcelado porque
reveló que el sistema de los vales era un recurso de la compañía para financiar sus barcos
fruteros, que de no haber sido por la mercancía de los comisariatos hubieran tenido que
regresar vacíos desde Nueva Orleáns hasta los puertos de embarque del banano” .



La United Fruit Company, como era de esperarse, no le prestó atención al pliego de
peticiones presentado por los trabajadores el 7 de noviembre, ya que estaba revestida de
poder, patrocinada y protegida por el gobierno de la época, que descaradamente, entre tantos
exabruptos que cometió, promulgó la Ley Heroica (Ley 69 del 30 de octubre de 1928). Con el
fin de darle un blindaje a los intereses económicos de la Compañía Bananera, esta norma
declaraba ilegal cualquier reclamación de los sindicatos, lo único que les faltó escribir en ella,
para completar el descaro, fue especificar que a los obreros de la United Fruit Company, les
quedaba terminantemente prohibido entrar en huelga, so pena de ser castigados severamente
por la ley. Jorge Eliecer Gaitán, en su famoso debate que realizó en el Congreso de la
República, durante los días 3, 4, 5 y 6 de septiembre de 1929, demostró cómo los militares
(que eran el gobierno en la Zona), encabezados por el general Cortés Vargas, eran manejados
a su antojo por funcionarios de la compañía gringa. Nótese que la mencionada Ley fue
promulgada ocho días antes de que los trabajadores presentaran su pliego de peticiones, lo
que quiere decir que ésta fue promovida, condicionada y movida, como diría Gaitán “por el
oro yanqui”. Se infiere que al “oler el tocino” y en pro del capital extranjero, la huelga fue
declarada ilegal antes de comenzar.



Al no tener ninguna respuesta, desesperados por la miseria y la negativa que recibieron de la
compañía, los obreros se van a la huelga. El gobierno, encabezado por el presidente Miguel
Abadía Méndez, contra-ataca: desde el momento en que estalla la huelga, ordena
desplazamiento a la región “de los soldados de la patria”, para sofocarla, y para que cortaran
y embarcaran el banano. Los obreros ante esta situación, se van a los cultivos, destruyen
tramos de la vía férrea para que no transporten el banano, cortan las líneas de los teléfonos y
el telégrafo, para dificultarles la comunicación a los soldados:
La huelga grande estalló. Los cultivos se quedaron a medias, la fruta se pasó en las cepas y
los trenes de ciento veinte vagones se pararon en los ramales… La ley marcial facultaba al
ejército para asumir funciones de árbitro de la controversia, pero no se hizo ninguna tentativa
de conciliación. Tan pronto como se exhibieron en Macondo, los soldados pusieron a un lado
los fusiles, cortaron y embarcaron el banano y movilizaron los trenes. Los trabajadores que
hasta entonces se habían conformado con esperar, se echaron al monte sin más armas que
sus machetes de labor, y empezaron a sabotear el sabotaje. Incendiaron fincas y
comisariatos, destruyeron los rieles para impedir el tránsito de los trenes que empezaban a
abrirse paso con fuego de ametralladoras, y cortaron los alambres del telégrafo y el teléfono.
Las acequias se tiñeron de sangre.



En estas primeras refriegas, son detenidos unos cuatrocientos obreros en Río Frío y en otras
poblaciones, según lo registra la prensa de la época. En los días siguientes, continuaron las
detenciones selectivas, hasta pasar de quinientos los presos en los días previos a la
masacre. Estas detenciones eran hechas, por los militares, basados en la lista que
suministraba la United Fruit Company, ¡Qué poder! y ¡Qué horror!: hasta el Inspector del
trabajo de la Zona Bananera, Alberto Martínez, fue apresado por atreverse a conceptuar que el
pliego de peticiones de los trabajadores era justo y que por lo tanto, si la empresa hizo caso
omiso a las reclamaciones, tenían todo el derecho de estar en huelga.



Acotaba al comienzo de este ensayo sobre la similitud, de las dos primeras matanzas del
siglo XX en América Latina. Parece que la United Fruit Company, aprendió de memoria el
método que utilizaron en Chile para acabar con la huelga de los obreros del salitre; y
convencieron al presidente Abadía Méndez, para que actuara en consecuencia. Fue así, como
el mandatario conservador, convencido por los ejecutivos de la compañía, en el sentido de
que la huelga no tendría arreglo,-porque ni los trabajadores ni la empresa cederían-, en un
tiempo record de 10 horas, reunió al Consejo de Ministros a las 8: 30 am; pidió concepto
favorable para la declaratoria del estado de sitio, el cual fue concedido a las 5 y 30 pm, y a las
6 y 30 pm, promulgó el decreto, por medio del cual declaraba turbado el orden público en la
zona bananera, y nombraba jefe Civil y Militar de la Provincia de Santa Marta al nefasto
general Carlos Cortés Vargas. Torres Giraldo transcribe las noticias de prensa de esa fatídica
y vertiginosa jornada, de esta forma:
“Bogotá, diciembre 5. El Consejo de Ministros estudió la grave situación existente en la
provincia de Santa Marta, con motivo de las actividades subversivas de los trabajadores de
las bananeras y resolvió pedir al Consejo de Estado concepto sobre la declaratoria del estado
de sitio. “Tengo casi la seguridad (dice el presidente) de que el Consejo de Estado, que se
preocupa por la tranquilidad del país, conceptuará favorablemente, pues la situación requiere
acción inmediata”.



… “Bogotá, diciembre 5. Extraordinario de las cinco y media de la tarde. El Consejo de
Estado, según lo informa mundo al día, que empieza a circular en estos momentos,
conceptuó favorablemente sobre el estado del sitio en la región bananera. Se cree que esta
noche salga el decreto correspondiente…
“Bogotá, diciembre 5. Extraordinario de las seis y cuarenta p. m. acaba de salir el decreto por
el cual se declara turbado el orden público en la región bananera del Magdalena. Fue
nombrado Jefe Civil y Militar el General Carlos Cortes Vargas”.



Todo este vertiginoso trámite era una farsa puesto que el ejército al mando de Cortés Vargas
ya se había posicionado en la zona desde el 16 noviembre, y sabían a qué iban: fueron
preparados para matar porque llevaban ametralladoras y rifles con bayonetas caladas; la
masacre fue premeditada y calculada; el decreto firmado por Cortés Vargas era la
culminación de la tramoya, ya desde el 3 de diciembre (miércoles), dos días antes de la
matanza, se había decidido concentrar a los obreros en la plaza de la estación de Ciénaga
para masacrarlos el viernes(5) por la noche. En la sesión del 6 de septiembre de 1929, en el
desarrollo del debate en el Congreso, Gaitán denuncia esta alevosía: “Tan premeditado fue
este monstruoso delito, que a los obreros se les hizo malintencionadamente concentrar en la
ciudad de Ciénaga en la tarde del 5 de diciembre diciéndoles que era para recibir al
gobernador, pues se iba en aquella ciudad a firmar el pacto con la United, que había aceptado
algunos puntos.
…Se necesitaba era reunir la multitud en Ciénaga so pretexto de firmar el pacto. (Para
ametrallarlos, paréntesis mío).



Gaitán en esa sesión logró demostrar que los trabajadores siempre estuvieron dispuestos a
negociar. La compañía nunca tuvo intenciones de ceder en lo más mínimo; siempre se negó a
recibir a los representantes de los obreros; no les valió ni la intermediación del gobernador
del Magdalena. El gobierno de Abadía Méndez, con su ejército, nunca terció a favor de los
obreros, y siempre le daban la razón al monopolio norteamericano. Esta situación llevó al
“tribuno del pueblo” a exclamar en el clímax del debate: “El gobierno de Colombia tiene
ametralladora para los hijos de la patria y la rodilla en el suelo para el oro yanqui”



Ahora miremos la versión literaria de la celada, desde el punto de vista del realismo mágico:
La situación amenazaba con evolucionar a una guerra civil desigual y sangrienta, cuando las
autoridades hicieron un llamado a los trabajadores para que se concentraran en Macondo. El
llamado anunciaba que el jefe civil y militar de la provincia llegaría el viernes siguiente
dispuesto a intervenir en el conflicto. José Arcadio Segundo estaba entre la muchedumbre
que se concentró en la estación desde la mañana del viernes.



… Muchos años después, ese niño había de seguir contando sin que nadie le creyera que
había visto al Teniente leyendo con una bocina de gramófono el decreto Nº 4 del Jefe Civil y
Militar de la provincia. Estaba firmado por el general Carlós Cortés Vargas y por su secretario
el mayor Enrique García Isaza, y en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los
huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejercito para matarlos a bala”.



Por ser este decreto un documento histórico y dado que en todos los artículos referidos a la
masacre se menciona, pero no se muestra, porque lo que más interesa es que los lectores se
formen una idea aproximada de lo que no está escrito en la historia oficial, se transcribe el
decreto, que Álvaro Cepeda Samudio, conjugando la realidad y la fantasía, o la historia con la
literatura, lo convirtió en el quinto capítulo, de su muy mencionada pero poco difundida
novela, La Casa Grande:
“EL DECRETO
Magdalena, Diciembre 18 de 1928
DECRETO Nº4
Por el cual se declara cuadrilla de malhechores a los revoltosos de la Zona Bananera
El Jefe Civil y Militar de la provincia de Santa Marta en uso de sus facultades legales y
CONSIDERANDO
Que se sabe que los huelguistas amotinados están cometiendo toda clase de atropellos; que
han incendiado varios edificios de nacionales y extranjeros, que han saqueado, que han
cortado las comunicaciones telefónicas; que han destruido líneas férreas, que han atacado a
mano armada a ciudadanos pacifico; que han cometido asesinatos, que por sus
características demuestran un pavoroso estado de ánimo, muy conforme con las doctrinas
comunistas y anarquistas, que tanto de palabras en arengas, conferencias y discursos como
por la prensa en el Diario de Córdoba y en hojas volantes, han propalado los dirigentes de
este movimiento que en principio fue considerado como huelga de trabajadores pacíficos;
que es un deber de la autoridad legítimamente constituida dar garantías a los ciudadanos
tanto nacionales como extranjeros, y restablecer el imperio del orden adoptando todas las
medidas que el derecho de gentes y la Ley marcial contemplan.
DECRETA
Artículo 1º - Declárese cuadrilla de malhechores a los revoltosos, incendiarios y asesinos que
pululan en la actualidad en la zona bananera.
Articulo 2º - Los dirigentes, azuzadores, cómplices, auxiliadores y encubridores deben ser
perseguidos y reducidos a prisión para exigirles la responsabilidad del caso.
Articulo 3º - Los hombres de la fuerza publica quedan facultados para castigar por las armas
a aquellos que se sorprendan en infraganti delito de incendio, saqueo y ataque a mano
armada y en una palabra son los encargados de cumplir este Decreto.
El Jefe Civil y Militar de la provincia de Santa Marta.
CARLOS CORTES VARGAS Mayor ENRIQUE GARCIA ISAZA
General Secretario”.



Nótese que el decreto es real, o por lo menos nadie lo ha desmentido: si se cuentan las
palabras- excluyendo: Articulo 1º, Articulo 2º, Articulo 3º - comenzando desde “DECRETA”, y
siguiendo con “declárese cuadrilla de malhechores…hasta cumplir este Decreto”, se constata
- como se afirma en Cien Años de Soledad- que efectivamente hay ochenta palabras con las
que sentencian a muerte a los huelguistas, aquí se eliminan las fronteras entre la realidad y la
ficción. El autor traspone la fecha del 5 al 18, tal vez para que no sea copia textual o por
estética (18 con 28). También trastoca el número, porque, Archila Neira, habla de los decretos
1 del gobierno central, y No.1 de Cortes Vargas: “En la noche del 5 de diciembre corrió el
rumor de que el gobernador iría a entrevistarse con los trabajadores para buscar solución al
paro, pero nunca llegó. Por su parte el gobierno central expidió el Decreto Legislativo No.1…y
designaba a Cortés Vargas Jefe Civil y Militar de la misma…se posesionó a la carrera y
expidió a las 11 y media de la noche el decreto No.1 que ordenaba disolver toda reunión
mayor de tres individuos y amenazaba con disparar sobre la multitud si fuera el caso”
El Decreto fue leído a la 1 y 25 de la madrugada del día 6 de diciembre, 5 minutos después (1
y 30 am), comenzó la matazón, García Márquez la narra así:
“Leído el decreto en medio de una ensordecedora rechifla de protesta, un capitán sustituyó al
teniente en el techo de la estación...



…El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el
acto. Pero todo parecía una farsa. Era como si las ametralladoras hubieran estado cargadas
con engañifas de pirotecnias, por que se escuchaba su anhelante tableteo y se veían sus
escupitajos incandescentes, pero no se percibía la mas leve reacción, ni una voz, ni siquiera
un suspiro entre la muchedumbre compacta que parecía petrificada por una invulnerabilidad
instantánea. De pronto a un lado de la estación, un grito de muerte desgarró el encantamiento
“Aaaay, mi madre.”
… Varias voces gritaron al mismo tiempo:
- ¡Tírense al suelo! ¡Tírense al suelo!
Ya los de la primera línea lo habían hecho barridos por las ráfagas de metralla. Los
sobrevivientes, en vez de tirarse al suelo trataron de volver a la plazoleta y el pánico dio
entonces un coletazo de dragón y los mandó en una oleada compacta contra la otra oleada
compacta que se movía en sentido contario, despedida por el otro coletazo de dragón de la
calle opuesta donde también las ametralladoras disparaban sin tregua. Estaban acorralados,
girando en un torbellino gigantesco que poco a poco se reducía a su epicentro por que sus
bordes iban siendo sistemáticamente recortados en redondo, como pelando una cebolla, por
las tijeras insaciables y metódicas de la metralla…



… Cuando José Arcadio Segundo despertó estaba boca arriba en las tinieblas. Se dio cuenta
que iba en un tren interminable y silencioso y de que tenia el cabello apelmazado por la
sangre seca y le dolían todos los huesos…, se acomodó del lado que menos le dolía y solo
entonces descubrió que estaba acostado sobre los muertos… veía los muertos hombres, los
muertos mujeres, los muertos niños que iban a ser arrojados al mar como banano de
rechazo….



…José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café.
- Debían ser como tres mil – murmuro
- ¿Qué?
- Los muertos - aclaro él - debían ser todos los que estaban en la estación.
La mujer lo midió con una mirada de lástima. “Aquí no ha habido muertos”, dijo.” Desde los
tiempos de tu tío el coronel, no ha pasado nada en Macondo”. En tres cocinas donde se
detuvo José Arcadio Segundo, le dijeron lo mismo: “No hubo muertos”. Pasó por la plazoleta
de la estación y vio las mesas de fritanga amontonadas una encima de otra y allí tampoco
encontró rastro alguno de la masacre”.



Con los testimonios que presenta Gaitán y los de Torres Giraldo, se reafirma lo dicho por
García Márquez, relacionado con la insuficiencia de palabras para hacer creíble nuestra
realidad, porque a los muertos no sólo los echaron al mar (en camiones y no en tren), sino
que también los enterraron en fosas. A unos heridos, los remataban con la bayoneta calada, a
otros los enterraban vivos, e incluso varios huelguistas fueron fusilados en el brocal de la
fosa, para mayor deleite de la soldadesca ebria al ver caer el muerto en el fondo de ésta. El
gran mérito de García Márquez es la habilidad para mostrar cómo las esferas del poder
manipulan la información: “Aquí no ha habido muertos”, era la orden de lo que se debía
informar; por eso los recogieron de la plaza, los tiraron al mar a unos y a otros los enterraron,
cuentan algunos testimonios de la época que sólo dejaron 9 cadáveres insepultos, para que
el ardid fuera creíble.



Así describe Torres Giraldo la masacre:
Y todo estaba listo para que, al ser leído en las principales poblaciones de la zona el decreto
sobre estado de sitio, ¡el ejército arrasara la tierra! Y fue así como en la misma noche del 5 al
6, estando congregada una masa de huelguistas y simpatizantes, de la ciudad de Ciénaga, en
actitud de pacífica protesta por la agresión oficial, la tropa acantonada ahí, emplazó
ametralladoras, alineó fusiles, y a la orden del sombrío asesino General Cortés Vargas
disparó sobre la multitud hasta dejar el campo cubierto de cadáveres…! En las primeras
noticias oficiales se habló para el país de 8 muertos y 20 heridos. Pero en Ciénaga, y pronto
en la región, se supo que los muertos podrían ser hasta 800. En materia de heridos nunca se
tuvo una idea siquiera próxima, ¡porque la mayoría de ellos fueron rematados en el sitio, y
algunos enterrados en las fosas comunes o lanzados al mar todavía vivos, entre arrumes de
cadáveres!¨.



La denuncia que hace Gaitán en el histórico debate, de diciembre de 1929, es más
sorprendente:
Qué se hizo pues aquella noche? El señor Cortés Vargas con los agentes de la United, sus
amigos, se encerró en el cuartel a emborracharse…



Luego este hombre, borracho en el cuartel, estuvo esperando en el cuartel (sic) hasta la una y
media de la madrugada del día seis a que los obreros estuvieran dormidos. Entonces este
individuo atraviesa la mitad de la ciudad. Va desde los cuarteles hasta la estación...… Llega
allí, encuentra dormida aquella multitud, absolutamente pacífica, que a la lectura del decreto
solo tuvo un grito de ¡Viva Colombia! ¡Viva el ejército!… Cortes Vargas ha dicho que la
multitud no creía que el ejército disparara y es la verdad, no creía porque este hombre felón
en el día anterior, conforme a esta prueba que tengo aquí, había jurado a los obreros en
nombre de la patria que mientras estuviera vivo allí no se dispararía sobre la multitud. Pero
llega en aquella noche con el ejército; ante una multitud dormida lee el célebre decreto. Los
pocos que están despiertos lanzan su grito de ¡Viva Colombia! y este hombre inmisericorde y
cruel para aquel grito tiene una contestación: ¡Fuego! Empiezan a disparar las ametralladoras
después los fusiles cinco minutos, la tragedia esta consumada. Muchas vidas. Cientos de
vidas caen bajo la metralla asesina. La orden la había dado un hombre ebrio… No se
conforma con haber asesinado inocentes. Ordena la persecución bayoneta calada sobre la
multitud vencida, sobre los seres que en el suelo lanzan los ayes y allí vienen cuadros de
horror increíbles.



Los heridos son rematados con la bayoneta. Ni el llanto, ni la imploración ni el correr de la
sangre conmueven a estas hienas humanas. Bayoneta para los moribundos, despiadado
horror. No sé por qué la divina providencia no abrió la tierra bajo la planta de estos
monstruos para tragárselos vivos.



Los muertos son luego transportados en camiones para arrojarlos al mar y otros son
enterrados en fosas previamente abiertas. Pero digo mal, se entierra no solo a los muertos, se
entierra también a los vivos que estaban heridos. No basta su imploración para que no se les
entierre vivos. Estos monstruos ebrios de sangre, estos fugados de la selva no tienen
compasión; para ellos la humanidad no existe. Existe solo la necesidad de complacer el oro
americano. Pero a mí no me gusta hacer afirmaciones sin pruebas.
Aquí van las pruebas de la horrible tragedia.



Ayer leí la primera parte de la carta de la carta del señor Benjamín Restrepo Restrepo. Aquí
está la parte final que habla de la tragedia:
En cuanto a los sucesos del 6 de diciembre del año pasado, puedo rendir algunos datos que
estimo de importancia por haberlos presenciado, pues el hotel Europa de mi propiedad está
situado a pocos metros de la estación del ferrocarril, punto donde ocurrió la masacre y el cual
estaba perfectamente iluminado, pues la compañía del ferrocarril no descuida, como es
natural, su alumbrado. Pude ver que los callejones que dan a la estación y entre los cuales
queda mi hotel, estaban controlados por soldados armados de rifles que permanecían
agazapados y en expectativa. Esos callejones permanecen perfectamente a oscuras pero yo
por la proximidad alcanzaba a ver perfectamente los bultos. Pude darme cuenta también de
que la multitud que había en la estación en los momentos precisos del abaleo era muy
numerosa, pues el último grito que lanzó el pueblo pocos instantes antes del abaleo ¡VIVA
COLOMBIA! ¡VIVA EL EJÉRCITO DE COLOMBIA! ¡VIVA LA HUELGA! No salían de un solo
pecho, sino de muchos, tal vez centenares. Luego de pasada la fusilería ví el movimiento de
la fuerza, que armada de rifle de bayoneta calada, recorría, acompañada de oficiales que
portaban lámparas eléctricas de mano, el campo de la estación, donde se oían lamentos
desgarradores, frente al punto donde yo estaba y en lugar perfectamente iluminado quedó un
herido que gritó como tres o cuatro veces con acento desgarrador ¡AY MI MADRE!...
Al día siguiente fui el primero en salir a la estación a eso de la 5, cuando retiraron el ejército y
lo primero que hice fue dirigirme al punto de donde yo había visto caer al herido de los
lamentos y allí encontré el cadáver. Hice esto primero que todo porque presencié a los pocos
instantes del tiroteo que un oficial y un soldado con bayoneta calada se habían acercado a
ese herido y desde entonces no volví a escuchar sus lamentos, lo que me hizo sospechar que
hubiera sido rematado… Estando en estas, uno de los espectadores que dijo ser reservista
del ejército, nos indicó las heridas del cadáver y aseguró ante todos los presentes que una
que tenía en el cuadril derecho (y que no parecía mortal) había sido causada por bala de rifle,
y que la del lado izquierdo, en el estómago, había sido causada con bayoneta. Eso confirmó
mi sospecha…



En conversaciones que tuve con un individuo, cuyo nombre no doy por consideraciones
personales, pero cuya veracidad no me merece la menor duda, me manifestó que él estaba
presenté dentro del recinto del cuartel cuando salieron los soldados para la estación a
disparar al pueblo y que había presenciado cuando el coronel Cortés Vargas se dirigió a los
soldados, formados en el patio del cuartel, para advertirles que las ametralladoras serían
manejadas por oficiales del ejército y que éstos tenían la consigna de disparar contra los
soldados que no cumplieran el deber de hacer fuego…



Agregó también que había oído decir al mismo Cortés Vargas en los momentos en que hacía
la advertencia a los soldados que no le importaba si quedaban muertos a metralla todos los
soldados, si todos ellos se negaban a disparar.
Nótese una vez más que hay detalles, según testimonios de testigos presenciales, que a
pesar del ojo avizor de los escritores no cupieron en el papel, o fue tan dantesca esta orgía de
sangre, que no pudieron imaginárselos; Tal es el caso de la beodez de los militares, las
camionadas de muertos y la inhumación de los vivos. Lo reitera Gaitán, leyendo una carta de
otro testigo, distinto al anterior:
Debo advertirle que apenas pasaron las descargas sentí perfectamente el ruido de los
camiones, los cuales empezaron a funcionar y cogían para el lado del mar. Cuatro o cinco
veces sentí pasar el camión. Por la mañana a eso de las cinco y media salí a la estación a
darme cuenta personalmente de lo que había sucedido y vi perfectamente nueve muertos que
habían dejado. Debo manifestarle que antes de irme a acostar vi la gente que estaba en la
estación y allí estaban las madres de sus hijos de brazos durmiendo entre los carros.


Otros testimonios presentados por Gaitán dan cuenta de que la matanza no solamente fue en
la plaza de Ciénaga, sino que se dio también en los días sucesivos en la zona, como en Río
Frío y Sevilla. Cepeda Samudio, muestra esta situación en la Casa Grande (ver capitulo
Sábado). Hasta en la canción vallenata de Santander Durán Escalona, Las Bananeras, está
narrada esta situación:
Muy adentro quedan recuerdos escondidos
De la cumbia, el dinero y el tambó
De las balas con que el pueblo fue abatido
En las plazas y caminos
Cuando la huelga estalló.
La masacre de las Bananeras, no solamente repercutió en la historia de Colombia, sino que
fue el verdadero germen de todas las violencias políticas que se han presentado en nuestra
patria en la historia contemporánea. Al contrario de lo que piensa la mayoría, e incluso
historiadores de prestigio, considero que la muerte de Gaitán no fue el origen de la llamada
violencia en Colombia sino que Gaitán fue la víctima más ilustre de esta violencia, porque el
error histórico (si es que lo podemos llamar así) de la matanza cometida en el gobierno de
Miguel Abadía Méndez, incidió para que se terminara la segunda hegemonía Conservadora,
que duró cuarenta y dos años, (se inició en 1888 con Carlos Holguín y terminó en 1930 con el
presidente Abadía ) esta terminó por ser empujada al abismo con los brillantes discursos de
Gaitán en el Congreso y en la plaza pública.



El gobierno conservador, es derrotado abrumadoramente en las elecciones de 1930 por el
candidato del partido liberal Enrique Olaya Herrera. Los conservadores no se resignan a
perder el poder que habían saboreado durante tantos años y los liberales revestidos de la
nueva situación, sacan pecho, no creen en nadie y se vuelven arrogantes. Envalentonados
con las mieles del triunfo quieren llevarse a todo el mundo por delante. Tratan de arrasar a
sus ahora opositores y ahí se inicia la historia dolorosa que hemos vivido durante estos dos
últimos siglos.



La masacre de las Bananeras influyó tanto en la historia de Colombia que hasta el
martirologio del movimiento estudiantil se debe a que al famoso general Cortés Vargas lo
nombran director de la policía en Bogotá, y cuando los estudiantes salen a protestar por esta
ignominia, es muerto el estudiante Gonzalo Bravo Pérez el 8 de junio de 1929. Luego en la
conmemoración de este hecho en 1954 caen otros once estudiantes asesinados por las balas
oficiales y así en otros años los 8 de junio se produjeron otras muertes de estudiantes.
Pero pienso, al contrario del imaginario colectivo, que Colombia no se “jodió” con la muerte
de Gaitán, sino que fue con la llegada de los gringos de la United Fruit Company y la
consecuente matanza de las Bananeras, como bien lo resalta el Nóbel: “Esto hizo pensar a la
gente que (la llegada de) los agrónomos, hidrólogos, topógrafos y agrimensores, y así como
Mr. Herbert con sus globos cautivos y sus mariposas de colores, y el señor Brown con su
mausoleo rodante y sus feroces perros alemanes, tenían algo que ver con la guerra”.

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La masacre de las bananeras y su impacto en la historia y literatura colombianas

  • 1. LA MASACRE DE LAS BANANERAS Y SU REPERCUSIÓN EN LA HISTORIA Y LITERATURA COLOMBIANAS El 6 de diciembre del presente año, se cumplen 80 años de la masacre de las bananeras; acontecimiento que enlutó a Colombia, y que como todos los crímenes de estado, generan polémica: algunos no comparten el término masacre o matanza, sino que prefieren llamarla eufemísticamente, huelga, levantamiento o sucesos de las bananeras, lo cierto es que hubo más de cuatro muertos –aún no se sabe cuantos fueron-, y cuando la cifra excede a esta cantidad de víctimas en estado de indefensión , indudablemente que se puede hablar de masacre o matanza, según conceptúa el historiador Mauricio Archila . Con el presente ensayo, se busca demostrar cómo esta matanza repercutió grandemente en la historia y la literatura colombiana y cómo, paradójicamente, fue el “caldo de cultivo” para las dos mejores novelas del Caribe, y por qué no, de Colombia: La Casa Grande y Cien Años de Soledad, igualmente se muestra cómo este acontecimiento catapultó como gran orador a Jorge Eliécer Gaitán, de quien se cumplieron sesenta años de su asesinato, sin que aún se sepa a ciencia cierta quien lo ordenó. En la búsqueda bibliográfica para realizar este ensayo, se descubrió que Gaitán fue artífice para que esta matanza no quedara en el olvido. Valga la ocasión para rendirle también un homenaje a este valiente hombre, asesinado por decir la verdad, y convertirse en un peligro, para lo que él llamó la oligarquía. En América Latina, desde los levantamientos que se dieron contra la Corona Española, hasta los que acontecen en la actualidad, se han sucedido en cadena, unos acontecimientos que inciden o son consecuencia de los otros, por ejemplo: al levantamiento de los comuneros en Paraguay(1835), le siguió el levantamiento de los comuneros del Socorro(1781), y a éste el levantamiento de Tupac Amarú en Perú (1783), y a la huelga y matanza de los obreros del salitre en Chile (1907) , la huelga y matanza de las bananeras en Colombia(1928), a ésta le sobrevino lo que se llamó la violencia en Colombia, lo que marcó el rumbo de nuestras vidas en el siglo veinte, y en la actualidad. García Márquez ha expresado en varias oportunidades que el problema principal para los escritores latinoamericanos, y por supuesto para los colombianos, ha sido la insuficiencia de las palabras para hacer creíble nuestra realidad. Al escudriñar en las honduras de la masacre de las bananeras se descubre que García Márquez tiene razón, puesto que con su realismo mágico, y muy a pesar de la desmesura que utiliza como recurso literario, la magistral descripción que hizo de la matanza en Cien años de Soledad, no supera las cifras de la verdad, ya que la realidad de esta matanza es más cruel de lo que cualquier mente iluminada pueda imaginarse; cuestión que queda clara, si contraponemos los textos literarios con los textos históricos. Al hacer este ejercicio, da la impresión que el Realismo Mágico, -técnica literaria que consiste en que el escritor da un salto permanente de la realidad a la fantasía y viceversa-, nació en la zona bananera, ¿O en Macondo? Los hechos narrados por nuestro Nobel, relacionados con la huelga y la matanza son tan reales y coinciden tanto con los
  • 2. testimonios y las versiones de prensa, que da la sensación de que la Zona Bananera, Macondo, Aracataca y Ciénaga son un mismo hábitat. La United Fruit Company, llegó furtivamente por el puerto de Santa Marta en 1889. Ciro Quiroz Otero, afirma que esta compañía nunca se constituyó como sociedad en Colombia so pretexto de que aquí no existía legislación para el funcionamiento de esta clase de empresas: “Llegó deliberada y alevosamente de Boston para establecerse de hecho en Santa Marta y perseguir los intereses de otros grupos norteamericanos en quiebra, sin ninguna clase de acuerdo con el gobierno colombiano”. García Márquez describe, en Cien Años de Soledad, la manera subrepticia como entró el futuro monopolio a la Zona: Entre estas criaturas de farándula con pantalones de montar y polainas, sombrero de corcho, espejuelos con armadura de acero, ojos de topacio y pellejo de gallo fino, uno de tantos miércoles llegó a Macondo y almorzó en la casa el rechoncho y sonriente Mr. Herbert. Nadie lo distinguió en la mesa mientras no se comió el primer racimo de bananos… Luego sacó de la caja una serie de instrumentos con los cuales midió la temperatura, el grado de humedad de la atmosfera y la intensidad de la luz. Fue una ceremonia tan intrigante, que nadie comió tranquilo esperando que Mr. Herbert transmitiera por fin un juicio revelador, pero no dijo nada que permitiera vislumbrar sus intenciones. En los días siguientes se le vio con una malla y una canastilla cazando mariposas en los alrededores del pueblo. El miércoles llegó un grupo de ingenieros, agrónomos, hidrólogos, topógrafos y agrimensores que durante varias semanas exploraron los mismos lugares donde Mr. Herbert cazaba mariposas. Mas tarde llego el señor Jack Brown en un vagón suplementario que engancharon en la cola del tren amarillo y que era todo laminado de plata, con poltronas de terciopelo episcopal y techo de vidrios azules. Los gringos que llegaron con los dólares de la desgracia, -¿Encabezados por Mr. Herbert? - fueron comprando las otras compañías extranjeras asentadas en la región, como la Santa Marta Raílway Company, y ya con la compra de la Colombian Land Company en 1901, inicia propiamente en firme el monopolio de la United Fruit. En esas circunstancias ese monopolio operaba sin ningún control del Gobierno- aunque tenía a su servicio los aparatos del Estado, comenzando por el ejército- y por lo tanto cometía toda clase de abusos contra los trabajadores. Las condiciones infrahumanas a las que la compañía había sometido a los trabajadores, hizo que en toda la Zona Bananera, soplaran vientos de huelga, atizados por Raúl Eduardo Mahecha y otros dirigentes socialistas de la época que fueron parte importante en la historia de la huelga, tanto en la realidad como en las obras de ficción. Fue así que, se fueron organizando comités de huelga en poblaciones como Fundación, Aracataca, Sevilla, Tucurinca, Guacamayal, Ciénaga, Río Frío, y el 12 de noviembre de 1928 estalló la huelga. El fabulador de Macondo, sin quitarle una coma a las peticiones de los trabajadores, a la situación de sobreexplotación y precarias condiciones a las que el monopolio extranjero tenía sometidos a los trabajadores, narra así las causas de la justa huelga:
  • 3. La inconformidad de los trabajadores se fundaba esta vez en la insalubridad de las viviendas, el engaño de los servicios médicos y la iniquidad de las condiciones de trabajo. Afirmaban además que no se les pagaba con dinero efectivo, sino con vales que sólo servían para comprar jamón de Virginia en los comisariatos de la compañía…Los médicos de la compañía no examinaban a los enfermos, sino que los hacían pararse en fila india frente a los dispensarios y una enfermera les ponía en la lengua una píldora del color del piedralipe, así tuvieran paludismo, blenorragia o estreñimiento…Los obreros de la Compañía estaban hacinados en tambos miserables. Aunque el pliego de peticiones era más reivindicativo que político, la United Fruit Company, el régimen y sus agentes consideraron que la huelga era subversiva y de inspiración comunista, por lo tanto había que reprimirla. Comparando lo expuesto en Cien Años de Soledad, y la transcripción que hace Ignacio Torres Giraldo, de la noticia de los diarios de la época, se deduce que el pliego de peticiones de los obreros, palabras más palabras menos, era el siguiente: 1. Cumplimiento de las leyes colombianas, en cuanto al seguro obligatorio para los trabajadores en el caso de accidentes de trabajo. 2. Vivienda digna 3. Aumento salarial del 50% 4. Contratación colectiva 5. Abolición de los contratistas. 6. Descanso Dominical remunerado. 7. Condiciones higiénicas de trabajo 8. Pago semanal y en efectivo 9. Abolición de los comisariatos. Mírense algunos aspectos del pliego: Los puntos 4 y 5, se deben a que la compañía, no vinculaba directamente a los trabajadores, sino que lo hacía a través de contratistas llamados “ajusteros”. De esta manera, en la más flagrante violación de las leyes colombianas, la compañía evadía cualquier responsabilidad para con el trabajador, y a su vez el ajustero, decía que él no era la compañía: Cansados de aquel delirio hermenéutico los trabajadores repudiaron a las autoridades de Macondo y subieron con sus quejas a los tribunales supremos. Fue allí donde los ilusionistas del derecho demostraron que las reclamaciones carecían de toda validez, simplemente por que la compañía bananera no tenía ni había tenido nunca, ni tendría jamás trabajadores a su servicio, sino que los reclutaba ocasionalmente y con carácter temporal. Si la huelga hubiese sido por estos tiempos, diríamos que los puntos 8 y 9 serían los “inamovibles”, porque era el descaro más grande de los explotadores para con los obreros, puesto que a los trabajadores les pagaban quincenalmente y con vales, para que con éstos retiraran víveres y abarrotes del comisariato de la Compañía, de esta manera hacían doble negocio, ya que los barcos no se venían vacíos de los puertos de Estados Unidos, a buscar el banano a los puertos del Caribe Colombiano: “José Arcadio Segundo fue encarcelado porque reveló que el sistema de los vales era un recurso de la compañía para financiar sus barcos
  • 4. fruteros, que de no haber sido por la mercancía de los comisariatos hubieran tenido que regresar vacíos desde Nueva Orleáns hasta los puertos de embarque del banano” . La United Fruit Company, como era de esperarse, no le prestó atención al pliego de peticiones presentado por los trabajadores el 7 de noviembre, ya que estaba revestida de poder, patrocinada y protegida por el gobierno de la época, que descaradamente, entre tantos exabruptos que cometió, promulgó la Ley Heroica (Ley 69 del 30 de octubre de 1928). Con el fin de darle un blindaje a los intereses económicos de la Compañía Bananera, esta norma declaraba ilegal cualquier reclamación de los sindicatos, lo único que les faltó escribir en ella, para completar el descaro, fue especificar que a los obreros de la United Fruit Company, les quedaba terminantemente prohibido entrar en huelga, so pena de ser castigados severamente por la ley. Jorge Eliecer Gaitán, en su famoso debate que realizó en el Congreso de la República, durante los días 3, 4, 5 y 6 de septiembre de 1929, demostró cómo los militares (que eran el gobierno en la Zona), encabezados por el general Cortés Vargas, eran manejados a su antojo por funcionarios de la compañía gringa. Nótese que la mencionada Ley fue promulgada ocho días antes de que los trabajadores presentaran su pliego de peticiones, lo que quiere decir que ésta fue promovida, condicionada y movida, como diría Gaitán “por el oro yanqui”. Se infiere que al “oler el tocino” y en pro del capital extranjero, la huelga fue declarada ilegal antes de comenzar. Al no tener ninguna respuesta, desesperados por la miseria y la negativa que recibieron de la compañía, los obreros se van a la huelga. El gobierno, encabezado por el presidente Miguel Abadía Méndez, contra-ataca: desde el momento en que estalla la huelga, ordena desplazamiento a la región “de los soldados de la patria”, para sofocarla, y para que cortaran y embarcaran el banano. Los obreros ante esta situación, se van a los cultivos, destruyen tramos de la vía férrea para que no transporten el banano, cortan las líneas de los teléfonos y el telégrafo, para dificultarles la comunicación a los soldados: La huelga grande estalló. Los cultivos se quedaron a medias, la fruta se pasó en las cepas y los trenes de ciento veinte vagones se pararon en los ramales… La ley marcial facultaba al ejército para asumir funciones de árbitro de la controversia, pero no se hizo ninguna tentativa de conciliación. Tan pronto como se exhibieron en Macondo, los soldados pusieron a un lado los fusiles, cortaron y embarcaron el banano y movilizaron los trenes. Los trabajadores que hasta entonces se habían conformado con esperar, se echaron al monte sin más armas que sus machetes de labor, y empezaron a sabotear el sabotaje. Incendiaron fincas y comisariatos, destruyeron los rieles para impedir el tránsito de los trenes que empezaban a abrirse paso con fuego de ametralladoras, y cortaron los alambres del telégrafo y el teléfono. Las acequias se tiñeron de sangre. En estas primeras refriegas, son detenidos unos cuatrocientos obreros en Río Frío y en otras poblaciones, según lo registra la prensa de la época. En los días siguientes, continuaron las detenciones selectivas, hasta pasar de quinientos los presos en los días previos a la masacre. Estas detenciones eran hechas, por los militares, basados en la lista que suministraba la United Fruit Company, ¡Qué poder! y ¡Qué horror!: hasta el Inspector del
  • 5. trabajo de la Zona Bananera, Alberto Martínez, fue apresado por atreverse a conceptuar que el pliego de peticiones de los trabajadores era justo y que por lo tanto, si la empresa hizo caso omiso a las reclamaciones, tenían todo el derecho de estar en huelga. Acotaba al comienzo de este ensayo sobre la similitud, de las dos primeras matanzas del siglo XX en América Latina. Parece que la United Fruit Company, aprendió de memoria el método que utilizaron en Chile para acabar con la huelga de los obreros del salitre; y convencieron al presidente Abadía Méndez, para que actuara en consecuencia. Fue así, como el mandatario conservador, convencido por los ejecutivos de la compañía, en el sentido de que la huelga no tendría arreglo,-porque ni los trabajadores ni la empresa cederían-, en un tiempo record de 10 horas, reunió al Consejo de Ministros a las 8: 30 am; pidió concepto favorable para la declaratoria del estado de sitio, el cual fue concedido a las 5 y 30 pm, y a las 6 y 30 pm, promulgó el decreto, por medio del cual declaraba turbado el orden público en la zona bananera, y nombraba jefe Civil y Militar de la Provincia de Santa Marta al nefasto general Carlos Cortés Vargas. Torres Giraldo transcribe las noticias de prensa de esa fatídica y vertiginosa jornada, de esta forma: “Bogotá, diciembre 5. El Consejo de Ministros estudió la grave situación existente en la provincia de Santa Marta, con motivo de las actividades subversivas de los trabajadores de las bananeras y resolvió pedir al Consejo de Estado concepto sobre la declaratoria del estado de sitio. “Tengo casi la seguridad (dice el presidente) de que el Consejo de Estado, que se preocupa por la tranquilidad del país, conceptuará favorablemente, pues la situación requiere acción inmediata”. … “Bogotá, diciembre 5. Extraordinario de las cinco y media de la tarde. El Consejo de Estado, según lo informa mundo al día, que empieza a circular en estos momentos, conceptuó favorablemente sobre el estado del sitio en la región bananera. Se cree que esta noche salga el decreto correspondiente… “Bogotá, diciembre 5. Extraordinario de las seis y cuarenta p. m. acaba de salir el decreto por el cual se declara turbado el orden público en la región bananera del Magdalena. Fue nombrado Jefe Civil y Militar el General Carlos Cortes Vargas”. Todo este vertiginoso trámite era una farsa puesto que el ejército al mando de Cortés Vargas ya se había posicionado en la zona desde el 16 noviembre, y sabían a qué iban: fueron preparados para matar porque llevaban ametralladoras y rifles con bayonetas caladas; la masacre fue premeditada y calculada; el decreto firmado por Cortés Vargas era la culminación de la tramoya, ya desde el 3 de diciembre (miércoles), dos días antes de la matanza, se había decidido concentrar a los obreros en la plaza de la estación de Ciénaga para masacrarlos el viernes(5) por la noche. En la sesión del 6 de septiembre de 1929, en el desarrollo del debate en el Congreso, Gaitán denuncia esta alevosía: “Tan premeditado fue este monstruoso delito, que a los obreros se les hizo malintencionadamente concentrar en la ciudad de Ciénaga en la tarde del 5 de diciembre diciéndoles que era para recibir al gobernador, pues se iba en aquella ciudad a firmar el pacto con la United, que había aceptado algunos puntos.
  • 6. …Se necesitaba era reunir la multitud en Ciénaga so pretexto de firmar el pacto. (Para ametrallarlos, paréntesis mío). Gaitán en esa sesión logró demostrar que los trabajadores siempre estuvieron dispuestos a negociar. La compañía nunca tuvo intenciones de ceder en lo más mínimo; siempre se negó a recibir a los representantes de los obreros; no les valió ni la intermediación del gobernador del Magdalena. El gobierno de Abadía Méndez, con su ejército, nunca terció a favor de los obreros, y siempre le daban la razón al monopolio norteamericano. Esta situación llevó al “tribuno del pueblo” a exclamar en el clímax del debate: “El gobierno de Colombia tiene ametralladora para los hijos de la patria y la rodilla en el suelo para el oro yanqui” Ahora miremos la versión literaria de la celada, desde el punto de vista del realismo mágico: La situación amenazaba con evolucionar a una guerra civil desigual y sangrienta, cuando las autoridades hicieron un llamado a los trabajadores para que se concentraran en Macondo. El llamado anunciaba que el jefe civil y militar de la provincia llegaría el viernes siguiente dispuesto a intervenir en el conflicto. José Arcadio Segundo estaba entre la muchedumbre que se concentró en la estación desde la mañana del viernes. … Muchos años después, ese niño había de seguir contando sin que nadie le creyera que había visto al Teniente leyendo con una bocina de gramófono el decreto Nº 4 del Jefe Civil y Militar de la provincia. Estaba firmado por el general Carlós Cortés Vargas y por su secretario el mayor Enrique García Isaza, y en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejercito para matarlos a bala”. Por ser este decreto un documento histórico y dado que en todos los artículos referidos a la masacre se menciona, pero no se muestra, porque lo que más interesa es que los lectores se formen una idea aproximada de lo que no está escrito en la historia oficial, se transcribe el decreto, que Álvaro Cepeda Samudio, conjugando la realidad y la fantasía, o la historia con la literatura, lo convirtió en el quinto capítulo, de su muy mencionada pero poco difundida novela, La Casa Grande: “EL DECRETO Magdalena, Diciembre 18 de 1928 DECRETO Nº4 Por el cual se declara cuadrilla de malhechores a los revoltosos de la Zona Bananera El Jefe Civil y Militar de la provincia de Santa Marta en uso de sus facultades legales y CONSIDERANDO Que se sabe que los huelguistas amotinados están cometiendo toda clase de atropellos; que han incendiado varios edificios de nacionales y extranjeros, que han saqueado, que han cortado las comunicaciones telefónicas; que han destruido líneas férreas, que han atacado a mano armada a ciudadanos pacifico; que han cometido asesinatos, que por sus características demuestran un pavoroso estado de ánimo, muy conforme con las doctrinas comunistas y anarquistas, que tanto de palabras en arengas, conferencias y discursos como por la prensa en el Diario de Córdoba y en hojas volantes, han propalado los dirigentes de
  • 7. este movimiento que en principio fue considerado como huelga de trabajadores pacíficos; que es un deber de la autoridad legítimamente constituida dar garantías a los ciudadanos tanto nacionales como extranjeros, y restablecer el imperio del orden adoptando todas las medidas que el derecho de gentes y la Ley marcial contemplan. DECRETA Artículo 1º - Declárese cuadrilla de malhechores a los revoltosos, incendiarios y asesinos que pululan en la actualidad en la zona bananera. Articulo 2º - Los dirigentes, azuzadores, cómplices, auxiliadores y encubridores deben ser perseguidos y reducidos a prisión para exigirles la responsabilidad del caso. Articulo 3º - Los hombres de la fuerza publica quedan facultados para castigar por las armas a aquellos que se sorprendan en infraganti delito de incendio, saqueo y ataque a mano armada y en una palabra son los encargados de cumplir este Decreto. El Jefe Civil y Militar de la provincia de Santa Marta. CARLOS CORTES VARGAS Mayor ENRIQUE GARCIA ISAZA General Secretario”. Nótese que el decreto es real, o por lo menos nadie lo ha desmentido: si se cuentan las palabras- excluyendo: Articulo 1º, Articulo 2º, Articulo 3º - comenzando desde “DECRETA”, y siguiendo con “declárese cuadrilla de malhechores…hasta cumplir este Decreto”, se constata - como se afirma en Cien Años de Soledad- que efectivamente hay ochenta palabras con las que sentencian a muerte a los huelguistas, aquí se eliminan las fronteras entre la realidad y la ficción. El autor traspone la fecha del 5 al 18, tal vez para que no sea copia textual o por estética (18 con 28). También trastoca el número, porque, Archila Neira, habla de los decretos 1 del gobierno central, y No.1 de Cortes Vargas: “En la noche del 5 de diciembre corrió el rumor de que el gobernador iría a entrevistarse con los trabajadores para buscar solución al paro, pero nunca llegó. Por su parte el gobierno central expidió el Decreto Legislativo No.1…y designaba a Cortés Vargas Jefe Civil y Militar de la misma…se posesionó a la carrera y expidió a las 11 y media de la noche el decreto No.1 que ordenaba disolver toda reunión mayor de tres individuos y amenazaba con disparar sobre la multitud si fuera el caso” El Decreto fue leído a la 1 y 25 de la madrugada del día 6 de diciembre, 5 minutos después (1 y 30 am), comenzó la matazón, García Márquez la narra así: “Leído el decreto en medio de una ensordecedora rechifla de protesta, un capitán sustituyó al teniente en el techo de la estación... …El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto. Pero todo parecía una farsa. Era como si las ametralladoras hubieran estado cargadas con engañifas de pirotecnias, por que se escuchaba su anhelante tableteo y se veían sus escupitajos incandescentes, pero no se percibía la mas leve reacción, ni una voz, ni siquiera un suspiro entre la muchedumbre compacta que parecía petrificada por una invulnerabilidad instantánea. De pronto a un lado de la estación, un grito de muerte desgarró el encantamiento “Aaaay, mi madre.”
  • 8. … Varias voces gritaron al mismo tiempo: - ¡Tírense al suelo! ¡Tírense al suelo! Ya los de la primera línea lo habían hecho barridos por las ráfagas de metralla. Los sobrevivientes, en vez de tirarse al suelo trataron de volver a la plazoleta y el pánico dio entonces un coletazo de dragón y los mandó en una oleada compacta contra la otra oleada compacta que se movía en sentido contario, despedida por el otro coletazo de dragón de la calle opuesta donde también las ametralladoras disparaban sin tregua. Estaban acorralados, girando en un torbellino gigantesco que poco a poco se reducía a su epicentro por que sus bordes iban siendo sistemáticamente recortados en redondo, como pelando una cebolla, por las tijeras insaciables y metódicas de la metralla… … Cuando José Arcadio Segundo despertó estaba boca arriba en las tinieblas. Se dio cuenta que iba en un tren interminable y silencioso y de que tenia el cabello apelmazado por la sangre seca y le dolían todos los huesos…, se acomodó del lado que menos le dolía y solo entonces descubrió que estaba acostado sobre los muertos… veía los muertos hombres, los muertos mujeres, los muertos niños que iban a ser arrojados al mar como banano de rechazo…. …José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café. - Debían ser como tres mil – murmuro - ¿Qué? - Los muertos - aclaro él - debían ser todos los que estaban en la estación. La mujer lo midió con una mirada de lástima. “Aquí no ha habido muertos”, dijo.” Desde los tiempos de tu tío el coronel, no ha pasado nada en Macondo”. En tres cocinas donde se detuvo José Arcadio Segundo, le dijeron lo mismo: “No hubo muertos”. Pasó por la plazoleta de la estación y vio las mesas de fritanga amontonadas una encima de otra y allí tampoco encontró rastro alguno de la masacre”. Con los testimonios que presenta Gaitán y los de Torres Giraldo, se reafirma lo dicho por García Márquez, relacionado con la insuficiencia de palabras para hacer creíble nuestra realidad, porque a los muertos no sólo los echaron al mar (en camiones y no en tren), sino que también los enterraron en fosas. A unos heridos, los remataban con la bayoneta calada, a otros los enterraban vivos, e incluso varios huelguistas fueron fusilados en el brocal de la fosa, para mayor deleite de la soldadesca ebria al ver caer el muerto en el fondo de ésta. El gran mérito de García Márquez es la habilidad para mostrar cómo las esferas del poder manipulan la información: “Aquí no ha habido muertos”, era la orden de lo que se debía informar; por eso los recogieron de la plaza, los tiraron al mar a unos y a otros los enterraron, cuentan algunos testimonios de la época que sólo dejaron 9 cadáveres insepultos, para que el ardid fuera creíble. Así describe Torres Giraldo la masacre: Y todo estaba listo para que, al ser leído en las principales poblaciones de la zona el decreto
  • 9. sobre estado de sitio, ¡el ejército arrasara la tierra! Y fue así como en la misma noche del 5 al 6, estando congregada una masa de huelguistas y simpatizantes, de la ciudad de Ciénaga, en actitud de pacífica protesta por la agresión oficial, la tropa acantonada ahí, emplazó ametralladoras, alineó fusiles, y a la orden del sombrío asesino General Cortés Vargas disparó sobre la multitud hasta dejar el campo cubierto de cadáveres…! En las primeras noticias oficiales se habló para el país de 8 muertos y 20 heridos. Pero en Ciénaga, y pronto en la región, se supo que los muertos podrían ser hasta 800. En materia de heridos nunca se tuvo una idea siquiera próxima, ¡porque la mayoría de ellos fueron rematados en el sitio, y algunos enterrados en las fosas comunes o lanzados al mar todavía vivos, entre arrumes de cadáveres!¨. La denuncia que hace Gaitán en el histórico debate, de diciembre de 1929, es más sorprendente: Qué se hizo pues aquella noche? El señor Cortés Vargas con los agentes de la United, sus amigos, se encerró en el cuartel a emborracharse… Luego este hombre, borracho en el cuartel, estuvo esperando en el cuartel (sic) hasta la una y media de la madrugada del día seis a que los obreros estuvieran dormidos. Entonces este individuo atraviesa la mitad de la ciudad. Va desde los cuarteles hasta la estación...… Llega allí, encuentra dormida aquella multitud, absolutamente pacífica, que a la lectura del decreto solo tuvo un grito de ¡Viva Colombia! ¡Viva el ejército!… Cortes Vargas ha dicho que la multitud no creía que el ejército disparara y es la verdad, no creía porque este hombre felón en el día anterior, conforme a esta prueba que tengo aquí, había jurado a los obreros en nombre de la patria que mientras estuviera vivo allí no se dispararía sobre la multitud. Pero llega en aquella noche con el ejército; ante una multitud dormida lee el célebre decreto. Los pocos que están despiertos lanzan su grito de ¡Viva Colombia! y este hombre inmisericorde y cruel para aquel grito tiene una contestación: ¡Fuego! Empiezan a disparar las ametralladoras después los fusiles cinco minutos, la tragedia esta consumada. Muchas vidas. Cientos de vidas caen bajo la metralla asesina. La orden la había dado un hombre ebrio… No se conforma con haber asesinado inocentes. Ordena la persecución bayoneta calada sobre la multitud vencida, sobre los seres que en el suelo lanzan los ayes y allí vienen cuadros de horror increíbles. Los heridos son rematados con la bayoneta. Ni el llanto, ni la imploración ni el correr de la sangre conmueven a estas hienas humanas. Bayoneta para los moribundos, despiadado horror. No sé por qué la divina providencia no abrió la tierra bajo la planta de estos monstruos para tragárselos vivos. Los muertos son luego transportados en camiones para arrojarlos al mar y otros son enterrados en fosas previamente abiertas. Pero digo mal, se entierra no solo a los muertos, se entierra también a los vivos que estaban heridos. No basta su imploración para que no se les entierre vivos. Estos monstruos ebrios de sangre, estos fugados de la selva no tienen compasión; para ellos la humanidad no existe. Existe solo la necesidad de complacer el oro
  • 10. americano. Pero a mí no me gusta hacer afirmaciones sin pruebas. Aquí van las pruebas de la horrible tragedia. Ayer leí la primera parte de la carta de la carta del señor Benjamín Restrepo Restrepo. Aquí está la parte final que habla de la tragedia: En cuanto a los sucesos del 6 de diciembre del año pasado, puedo rendir algunos datos que estimo de importancia por haberlos presenciado, pues el hotel Europa de mi propiedad está situado a pocos metros de la estación del ferrocarril, punto donde ocurrió la masacre y el cual estaba perfectamente iluminado, pues la compañía del ferrocarril no descuida, como es natural, su alumbrado. Pude ver que los callejones que dan a la estación y entre los cuales queda mi hotel, estaban controlados por soldados armados de rifles que permanecían agazapados y en expectativa. Esos callejones permanecen perfectamente a oscuras pero yo por la proximidad alcanzaba a ver perfectamente los bultos. Pude darme cuenta también de que la multitud que había en la estación en los momentos precisos del abaleo era muy numerosa, pues el último grito que lanzó el pueblo pocos instantes antes del abaleo ¡VIVA COLOMBIA! ¡VIVA EL EJÉRCITO DE COLOMBIA! ¡VIVA LA HUELGA! No salían de un solo pecho, sino de muchos, tal vez centenares. Luego de pasada la fusilería ví el movimiento de la fuerza, que armada de rifle de bayoneta calada, recorría, acompañada de oficiales que portaban lámparas eléctricas de mano, el campo de la estación, donde se oían lamentos desgarradores, frente al punto donde yo estaba y en lugar perfectamente iluminado quedó un herido que gritó como tres o cuatro veces con acento desgarrador ¡AY MI MADRE!... Al día siguiente fui el primero en salir a la estación a eso de la 5, cuando retiraron el ejército y lo primero que hice fue dirigirme al punto de donde yo había visto caer al herido de los lamentos y allí encontré el cadáver. Hice esto primero que todo porque presencié a los pocos instantes del tiroteo que un oficial y un soldado con bayoneta calada se habían acercado a ese herido y desde entonces no volví a escuchar sus lamentos, lo que me hizo sospechar que hubiera sido rematado… Estando en estas, uno de los espectadores que dijo ser reservista del ejército, nos indicó las heridas del cadáver y aseguró ante todos los presentes que una que tenía en el cuadril derecho (y que no parecía mortal) había sido causada por bala de rifle, y que la del lado izquierdo, en el estómago, había sido causada con bayoneta. Eso confirmó mi sospecha… En conversaciones que tuve con un individuo, cuyo nombre no doy por consideraciones personales, pero cuya veracidad no me merece la menor duda, me manifestó que él estaba presenté dentro del recinto del cuartel cuando salieron los soldados para la estación a disparar al pueblo y que había presenciado cuando el coronel Cortés Vargas se dirigió a los soldados, formados en el patio del cuartel, para advertirles que las ametralladoras serían manejadas por oficiales del ejército y que éstos tenían la consigna de disparar contra los soldados que no cumplieran el deber de hacer fuego… Agregó también que había oído decir al mismo Cortés Vargas en los momentos en que hacía la advertencia a los soldados que no le importaba si quedaban muertos a metralla todos los soldados, si todos ellos se negaban a disparar.
  • 11. Nótese una vez más que hay detalles, según testimonios de testigos presenciales, que a pesar del ojo avizor de los escritores no cupieron en el papel, o fue tan dantesca esta orgía de sangre, que no pudieron imaginárselos; Tal es el caso de la beodez de los militares, las camionadas de muertos y la inhumación de los vivos. Lo reitera Gaitán, leyendo una carta de otro testigo, distinto al anterior: Debo advertirle que apenas pasaron las descargas sentí perfectamente el ruido de los camiones, los cuales empezaron a funcionar y cogían para el lado del mar. Cuatro o cinco veces sentí pasar el camión. Por la mañana a eso de las cinco y media salí a la estación a darme cuenta personalmente de lo que había sucedido y vi perfectamente nueve muertos que habían dejado. Debo manifestarle que antes de irme a acostar vi la gente que estaba en la estación y allí estaban las madres de sus hijos de brazos durmiendo entre los carros. Otros testimonios presentados por Gaitán dan cuenta de que la matanza no solamente fue en la plaza de Ciénaga, sino que se dio también en los días sucesivos en la zona, como en Río Frío y Sevilla. Cepeda Samudio, muestra esta situación en la Casa Grande (ver capitulo Sábado). Hasta en la canción vallenata de Santander Durán Escalona, Las Bananeras, está narrada esta situación: Muy adentro quedan recuerdos escondidos De la cumbia, el dinero y el tambó De las balas con que el pueblo fue abatido En las plazas y caminos Cuando la huelga estalló. La masacre de las Bananeras, no solamente repercutió en la historia de Colombia, sino que fue el verdadero germen de todas las violencias políticas que se han presentado en nuestra patria en la historia contemporánea. Al contrario de lo que piensa la mayoría, e incluso historiadores de prestigio, considero que la muerte de Gaitán no fue el origen de la llamada violencia en Colombia sino que Gaitán fue la víctima más ilustre de esta violencia, porque el error histórico (si es que lo podemos llamar así) de la matanza cometida en el gobierno de Miguel Abadía Méndez, incidió para que se terminara la segunda hegemonía Conservadora, que duró cuarenta y dos años, (se inició en 1888 con Carlos Holguín y terminó en 1930 con el presidente Abadía ) esta terminó por ser empujada al abismo con los brillantes discursos de Gaitán en el Congreso y en la plaza pública. El gobierno conservador, es derrotado abrumadoramente en las elecciones de 1930 por el candidato del partido liberal Enrique Olaya Herrera. Los conservadores no se resignan a perder el poder que habían saboreado durante tantos años y los liberales revestidos de la nueva situación, sacan pecho, no creen en nadie y se vuelven arrogantes. Envalentonados con las mieles del triunfo quieren llevarse a todo el mundo por delante. Tratan de arrasar a sus ahora opositores y ahí se inicia la historia dolorosa que hemos vivido durante estos dos últimos siglos. La masacre de las Bananeras influyó tanto en la historia de Colombia que hasta el martirologio del movimiento estudiantil se debe a que al famoso general Cortés Vargas lo
  • 12. nombran director de la policía en Bogotá, y cuando los estudiantes salen a protestar por esta ignominia, es muerto el estudiante Gonzalo Bravo Pérez el 8 de junio de 1929. Luego en la conmemoración de este hecho en 1954 caen otros once estudiantes asesinados por las balas oficiales y así en otros años los 8 de junio se produjeron otras muertes de estudiantes. Pero pienso, al contrario del imaginario colectivo, que Colombia no se “jodió” con la muerte de Gaitán, sino que fue con la llegada de los gringos de la United Fruit Company y la consecuente matanza de las Bananeras, como bien lo resalta el Nóbel: “Esto hizo pensar a la gente que (la llegada de) los agrónomos, hidrólogos, topógrafos y agrimensores, y así como Mr. Herbert con sus globos cautivos y sus mariposas de colores, y el señor Brown con su mausoleo rodante y sus feroces perros alemanes, tenían algo que ver con la guerra”.