2. La tecnología del vidrio
Aunque la existencia del vidrio está documentada desde
hace más de 5.000 años en Mesopotamia y Egipto,2 y a
pesar de que el imperio romano lo difundiera por Europa
ya en el 300 a. C.,3 no se puede hablar de una utilización
relevante de este material en la construcción hasta el
siglo VII y la expansión árabe. A partir de entonces, la
posibilidad de realizar aperturas de huecos en fachada
empezó a generar un interés creciente.
En la antigua roma, antes de la popularización del vidrio,
se empleaba como acristalamiento el lapis specularis; un
tipo de roca traslúcida de yeso del tipo de la selenita.
La incapacidad para fabricar vidrios de grandes
dimensiones se resolvió subdividiendo las hojas de
ventana en cuadrados más pequeños, capaces de ser
tapados con una única pieza de vidrio más pequeña. La costumbre actual de subdividir los
paños de ventana en cuadrados más pequeños es una reminiscencia estética que ha
perdurado desde entonces.
En el empleo del vidrio en fachadas, cabe detenerse en el capítulo de las catedrales,
especialmente las góticas. Éstas supieron convertir el problema del tamaño de las piezas en
una virtud: "dibujando" con un armazón de plomo diferentes figuras sobre las aperturas de
fachada, y rellenando los huecos resultantes con vidrios tintados, crearon magníficas
La evolución del muro
Una vez superado el problema de proteger el hueco
con vidrio, las limitaciones se debieron al carácter
estructural de la fachada. La apertura de un hueco
obligaba a su pieza superior, el dintel, a soportar la
carga del edificio. Esto impedía practicar huecos
demasiado anchos, por lo que las aperturas adoptaron
formas verticales para aumentar en lo posible la
superficie de iluminación. También era necesario
disponer los huecos alineados unos encima de otros,
de manera que se facilitase la trasmisión de la carga
del edificio por el resto del muro. Al igual que con el
vidrio, y a pesar de no ser ya necesaria, esta
composición de fachada con ventanas verticales y
regulares ha sobrevivido hasta nuestros días como
una herencia cultural.
3. Arbotantes y contrafuertes en la catedral de Amiens (Francia).
Para aumentar el tamaño del vano, en edificios singulares se empleó el arco de medio punto
y posteriormente el arco apuntado. Sin embargo, el primer gran avance en la fachada se
produjo en las catedrales góticas, cuando se eliminó el problema de los huecos al despojar
de función estructural a la fachada.
La revolución consistió en la sustitución
del concepto tradicional de muro de carga
por el de pilares puntuales, desviando la
carga de la cubierta mediante arbotantes a
unos contrafuertes exteriores. De esa
manera la fachada, liberada del peso, podía
cerrarse ahora con grandes vidrieras.
La llegada del acero a finales del XIX, y
del hormigón armado a principios del XX,
terminó definitivamente por liberar a la
fachada de su dependencia estructural. Los arquitectos del Movimiento Moderno
exploraron las posibilidades de una fachada libre, popularizando la ventana corrida y los
huecos horizontales en lugar de los tradicionales verticales, utilizándolos tanto por
adecuarse mejor a la visión de las personas, como para evidenciar su independencia de la
estructura.
Casa Farnsworth en Illinois (Estados Unidos).
El último paso conceptual quizás lo ejecutara Mies van der Rohe en 1946, al diseñar la
Casa Farnsworth, donde la vivienda disuelve definitivamente la fachada, culminándose así
el largo proceso evolutivo del hueco.
La fachada contemporánea se distingue por una composición irregular de huecos que
atiende a las necesidades de iluminación interiores, en lugar de estar motivada por
consideraciones estructurales. También se está explorando con distintas formas y materiales
(plásticos, titanio, textiles).
4. Museo Guggenheim en Bilbao (España).
No menos importantes son las consecuencias de la aparición de la informática y los
ordenadores, que con sus aplicaciones de CAD y su capacidad de cálculo han posibilitado
abandonar la clásica concepción plana de la fachada, permitiendo un tratamiento más
volumétrico de la misma. Edificios como el Guggenheim de Bilbao son un ejemplo ya
clásico de esta nueva revolución.
En un futuro próximo, es posible que la fachada adopte una nueva funcionalidad como
superficie de captación de energías renovables.
Funcionamiento
Las fachadas, además de la función estética, deben satisfacer otros requisitos: deben ser
impermeables al agua, y aislar el interior térmica y acústicamente. La sección tipo de una
fachada convencional se compone de dos hojas: una exterior, normalmente de ladrillo, y
otra interior, que puede ser de ladrillo o de otros materiales como el cartón-yeso. Entre esas
dos hojas se coloca un aislante térmico, para lo que usualmente se utilizan materiales como
el poliuretano, la fibra de vidrio o la lana de roca. Para evitar condensaciones intersticiales,
además, se coloca en el lado caliente del aislante una barrera de vapor. Por último, es
necesaria una pequeña separación de uno o dos centímetros para permitir que ventile el
vapor de agua y no empape el aislamiento, inutilizándolo.
El grosor de un muro de fachada no obedece tanto a necesidades de estabilidad o resistencia
como a la necesidad de masa para el aislamiento acústico y de espacio para alojar el
aislante y su cámara de aire.
Tipologías constructivas
Fachada ligera
Las fachadas ligeras funcionan como una piel colgada del edificio. Como su propio nombre
indica, son ligeras, y no contribuyen a la estabilidad de la estructura.4 Debido a su poca
masa, son malas aislantes del ruido, por lo que no son aplicables para edificios que
requieran ambientes silenciosos, como por ejemplo el uso residencial. Tampoco suelen
funcionar bien como aislantes térmicos, exigiendo generalmente un gasto extra en
calefacción o aire acondicionado. Sin embargo, su reducido peso, su gran capacidad para
permitir la entrada de luz, y su rapidez de montaje las hacen idóneas para rascacielos y una
gran variedad de espacios públicos.
Se componen de tres elementos:
Montantes: elementos de sujección verticales que se anclan a la estructura del edificio.
Travesaños o perfiles secundarios: elementos horizontales anclados a los montantes, y
que terminan de conformar el armazón.
5. Cerramiento: puede ser de vidrio o paneles ligeros (madera, aluminio). Éstos pueden ser
fijos o practicables.
En función de si la «piel de fachada» es continua o se interrumpe en cada forjado, las
fachadas ligeras se pueden clasificar en «muros cortina» o «fachada panel»,4
respectivamente.
Fachada pesada
«Manta» de lana de roca en una fachada trasventilada.
Esta categoría abarca todas las fachadas tradicionales, ya sean de ladrillo visto, enfoscados,
aplacados, de piedra, de madera u otras, además de las trasventiladas y las prefabricadas.
[editar] Fachadas trasventiladas
Artículo principal: Fachada ventilada
Son parecidas a los muros cortina. También constan de montantes, travesaños, y
cerramientos, pero a diferencia de las anteriores, los montantes se anclan a muros de
fábrica, y las piezas de cerramiento son pesadas: normalmente placas de piedra o cerámica.
Al existir una hoja de cerramiento interior (habitualmente de ladrillo), las placas no
necesitan presentar una junta estanca, y en el montaje se separan entre sí unos pocos
milímetros, permitiendo que el aislamiento térmico ventile por esas rendijas. Este tipo de
fachadas se suele utilizar en edificios institucionales, debido a que ofrece una elevada
calidad de acabado.
[editar] Fachadas prefabricadas
Son fachadas compuestas por módulos de pared que vienen hechos de taller,
ensamblándose unos a otros en obra. Dependiendo del nivel de prefabricación pueden
6. incluso montarse paredes de fachada con las ventanas o la puerta ya instaladas. El material
más utilizado en prefabricación es el hormigón, aunque también está extendido el uso de
madera, y otros materiales más modernos como el GRC. Los sistemas de unión entre los
distintos módulos ya vienen incorporadas en las propias piezas, de modo que suelen ser
construcciones de junta seca.
Las ventajas de este método residen en un mayor control de calidad, al fabricarse las piezas
en taller, y en un proceso de montaje muy rápido que no demanda mucha mano de obra.
Por este motivo en países industrializados, donde la mano de obra es comparativamente
más cara que los materiales, está ganando popularidad.
Fachada comercial
Fachada ficticia de una panadería.
La fachada de un establecimiento comercial es su «tarjeta de visita». La fachada de algunos
centros comerciales es el soporte de diversas acciones de publicidad, promoción y
animación.
La comunicación a través de una fachada comercial se basa en el modelo AIDA (atención,
interés, deseo y acción). Se trata de que la fachada adelante lo que ofrece el establecimiento
en su interior.5 El exterior de un establecimiento, tienda o centro comercial, está
configurado por la fachada, los rótulos, la entrada y el escaparate. Estos cuatro elementos
dan a conocer su personalidad y estilo comercial.