3. EL AUTOR Y SUS OBRAS
Nacido en España, casi toda la vida sacerdotal de Ignacio La-
rrañaga transcurrió en América Latina. En los últimos años se
ha convertido en un poderoso instrumento del cual Dios se está
sirviendo para la transformación de las Comunidades religiosas
en los países de América Latina, principalmente en Brasil, Chi-
le, Argentina, Venezuela... mediante los Encuentros de Experien-
cia de Dios (seis días) y la Escuela de oración (quince días).
Sus libros —de gran éxito en muchos países e idiomas— llevan
el sello típico de lo vital: claridad, profundidad y realismo. Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
Pablo Neruda
¡Qué cosa tan estupenda
cuando los hermanos
viven unidos
bajo un mismo techo!
Salmo 132
4. DESTINATARIO
Este libro fue escrito, primeramente, para los reli-
giosos que viven en comunidad.
Fue escrito, también, para todos los cristianos que,
en diferentes grados, están integrados en los grupos co-
munitarios como Comunidades Cristianas de Base, en los
grupos juveniles, y en otras agrupaciones de laicos.
Las ideas y orientaciones de Sube Conmigo pueden
ser transferidas casi en su totalidad —fuera de algunos
apartados específicos— a la esfera matrimonial, primera
comunidad humana, y, en general, al círculo del hogar.
En algunas páginas, he seguido el esquema del capí-
tulo tercero de mi libro Muéstrame Tu Rostro.
EL AUTOR
5. CAPITULO I
•
SOLEDAD, SOLITARIEDAD.
SOLIDARIDAD
Por su interioridad (soledad), el hombre
es superior al universo entero. A estas
profundidades (de sí mismo) retorna,
cuando entra dentro de su corazón...
(GS 14).
El hombre es, por su íntima naturaleza,
un ser social, y no puede vivir ni des-
plegar sus cualidades, sin relacionarse con
los demás (GS 12).
6. 1. SOLEDAD
Viaje al interior
Quien no sabe decir "yo", nunca sabrá decir " t ú " .
Perdonar a los demás es relativamente fácil. Perdonarse
a sí mismo es mucho más difícil.
Es imposible descubrir y aceptar el misterio del her-
mano, si antes n o se ha descubierto y aceptado el miste-
río de sí mismo. Los que siempre se mueven en la super-
ficie, j a m á s sospecharán los prodigios que se esconden
en las raíces. Cuanto más exterioridad, menos persona.
Cuanto más interioridad, más persona.
Yo soy yo mismo. En esto consiste, y aquí está el
origen de toda la s a b i d u r í a : en saber que sabemos, en
pensar que pensamos, en captarnos simultáneamente co-
mo sujeto y objeto de nuestra experiencia.
No se trata de hacer una reflexión autoanalítica, ni
de pensar o pesar mi capacidad intelectual,rni e s t r u c t u r a
temperamental, mis posibilidades y limitaciones. Eso se-
ría como p a r t i r la conciencia en dos m i t a d e s : una que
observa y otra que es observada.
Cuando nosotros entendemos, siempre hay un al-
guien que piensa, y un algo sobre lo que se extiende la
acción pensante. El sujeto se proyecta sobre el objeto.
Pero en nuestro caso presente sucede otra cosa: el sujeto
y el objeto se identifican. Es aleo simple y posesivo. Yo
soy el que percibo, y lo percibido soy yo m i s m o también.
Es un doblarse de la conciencia sobre sí misma. Yo soy
yo mismo.
7. 12 Cap. I SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD 1. SOLEDAD 13
Para comprender bien lo que estamos diciendo, se e irrepetible, en el sentido de mi singularidad, de mi mis-
han de eliminar ciertos verbos como entender, pensar... midad. Sólo yo mismo, y sólo una vez.
Y debemos quedarnos con el verbo percibir, porque de
eso se trata, precisamente: de la percepción de mí mis- Buber dice estas palabras:
mo. Tampoco podemos hablar de idea sino de impresión.
¿Cómo es eso? ¿De qué se trata? Se trata de una
impresión, en la que y por la que, yo me poseo a mí mis- Cada una de las personas que vienen a este
mundo, constituye algo nuevo, algo que nunca había
mo. La persona queda, concentradamente, consigo mis- existido antes.
ma. Es un acto simple y autoposesivo, sin reflexión ni Cada hombre tiene el deber de saber que no ha
análisis, como quien queda paralizado en sí mismo y con- habido nunca nadie igual a él, en el mundo, ya que
si hubiera habido otro como él, no habría sido nece-
sigo mismo. A pesar de todo esto, explicado así, se parece sario que naciese.
al egoísmo, no tiene nada que con él, antes bien, es todo Cada hombre es un ser nuevo en el mundo, lla-
lo contrario, como se verá en el contexto de estas pági- mado a realizar su particularidad.
nas.
Ultima soledad del ser
Al conseguir la percepción de sí mismo, uno queda
como dominado por la sensación de que yo soy diferente
a todos los demás. Y, al mismo tiempo, me experimento En los claustros góticos de la universidad de la Sor-
algo así como un circuito cerrado, con una viva eviden- bona, fue elevándose, en el transcurso del siglo XIII, la
cia de que la conciencia de mí mismo jamás se repetirá. teología escolástica, como una esbelta arquitectura. Las
Soy, pues, alguien singular, absoluto e inédito. ¡ He- antiguas investigaciones de Aristóteles, pasando por las
mos tocado el misterio del hombre! manos de Averroes, habían llegado a las húmedas már-
Cuando nosotros decimos el pronombre personal genes del río Sena.
"yo", pronunciamos la palabra más sagrada del mundo, Los pensadores de la Sorbona llegaron a las raíces
después de la palabra Dios. Nadie, en la historia del mun- del hombre. Se preguntaron cual era la esencia funda-
do, se experimentará como yo. Y yo , nunca me experi- mental de la persona, y dijeron que la persona es un
mentaré como los demás. Yo soy uno y único. Los demás, ser que piensa y subsiste por sí misma. ¡ Una definición
por su parte, son así mismo. estática!
Nosotros podemos tener hijos. Al tenerlos, nos re- Por aquellos mismos días, a esa misma pregunta,
producimos en la especie. Pero no podemos reproducir- Escoto respondió que la persona es la última soledad
nos en nuestra individualidad. No puedo repetirle, a mí del <;er. Es una definición dinámica y existencial. A eso,
mismo, en los hijos. hoy día, llamamos experiencia de la identidad personal.
Cualquiera de nosotros, si hacemos una zambullida
El hombre es, pues, esencial y prioritariamente sole- en nuestras aguas interiores, vamos a experimentar que,
dad, en el sentido que yo me siento como único, inédito
8. M Cap. I SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD I. SOLEDAD 15
bajando en círculos concéntricos, llegaremos a un algo, Y así quedo frente a mi propio misterio, algo que
por lo que, somos diferentes a todos, y nos hace ser idén- nunca cambia y siempre permanece. Por ejemplo, me en-
ticos a nosotros mismos. señan una fotografía mía, de cuando tenía 5 años, y aho-
Por ejemplo, si observamos a un agonizante, nos- ra tengo, vamos a suponer, 50 años. Comparo mi figura
otros percibiremos que el tal agonizante es, en su inti- actual con aquella figura de cinco años, y digo: ¡ qué fi-
midad, un ser absolutamente solitario: por muchos fami- sonomía tan diferente! Dentro de la permanente renova-
liares que estén a su derredor, nadie está "con" él; en su ción biológica de aquel cuerpo de cinco años, no queda
intimidad, nadie lo acompaña en su travesía, desde la en mí ni una célula. Sin embargo aquel (de cinco años)
vida hacia la muerte. soy yo. Y yo soy aquel. A morfologías tan diferentes se
El agonizante experimenta, dramáticamente, el mis- aplica el mismo yo. La identidad personal sobrevive a to-
terio del hombre, que significa ser soledad, el hecho de dos los cambios, hasta la muerte, y más allá. ¡ Mi propio
estar ahí, arrojado a la existencia, y el hecho de tener misterio!
que salir de la vida contra su voluntad, y no poder hacer
nada para evitar eso. Experimenta la invalidez o indigen-
cia, en el sentido de que él está rodeado de todos los
seres queridos, y nadie de ellos puede llegar hasta aque-
lla soledad final, ni tampoco pueden llegar hasta allá las
lágrimas, los cariños, las palabras y la presencia de sus
familiares. Está solo. Es soledad.
Si usted está triturado por un disgusto enorme, ¿de
qué le sirven las palabras de sus amigos? Va a sentir que
es usted mismo, y sólo usted, quien tendrá que cargar
con el peso de disgusto. Hasta aquella soledad final no
llegarán las palabras ni los consuelos.
Existe, pues, en la constitución misma del hombre,
sepultado entre las fibras más remotas de su personali-
dad (¿cómo llamar?, ¿un lugar?, ¿un "espacio" de sole-
dad?) un algo por el que somos —repito— diferentes
unos a otros, un algo per lo que soy idéntico a mí mis-
mo. Al final ¿quién soy?, una realidad diferente y dife-
renciada.
9. 2 . SOLITARIEDAD
Lot fugitivos
La tentación del hombre —hoy más que nunca— es
la superficialidad, es decir, el vivir en la superficie de sí
mismo. En lugar de enfrentarse con su propio misterio,
muchos prefieren cerrar los ojos, apretar el paso, esca-
parse de sí mismos, y buscar el refugio en personas, ins-
tituciones o diversiones.
En lugar de hablar de soledad, podríamos hablar de
interioridad. Y aquí repetimos lo que dijimos al princi-
pio: cuanto más interioridad (soledad), más persona.
Cuanto más exterioridaJ menos persona. Llaman perso-
nalización al hecho de ser uno mismo, alguien diferen-
ciado.
Y el proceso de personalización pasa por entre los
dos meridianos de la persona: soledad y relación. Pero
será difícil relacionarse profunda y verdaderamente, con
los demás, si no se comienza por un enfrentamiento con
su propio misterio, en un cuadrante inclinado hacia el
interior de sí mismo.
Nunca fueron tan vigorosos, como hoy, los tres ene-
migos de la interioridad: la distracción, la diversión y la
dispersión. La producción industrial, la pirotecnia de la
televisión, el vértigo de la velocidad . . . son un perma-
nente atentado contra la interioridad.
Es más agradable, y sobre todo, más fácil, la disper-
sión que la concentración. Y ¡ he ahí al hombre, en alas
de la dispersión, eterno fugitivo de sí mismo, buscando
10. 18 Cap. I SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD 2. SOLITARIEDAD 19
cualquier refugio, con tal de escaparse de su propio mis- Así como el enfrentamiento del h o m b r e con su pro-
terio y problema! pia soledad, lo abre, en u n a reacción gozosa, al misterio
del hermano, la solitariedad, al contrario, sumerge al
h o m b r e en el m a r triste y estéril del aislamiento. Su
Los fugitivos nunca aman, n o pueden a m a r p o r q u e m u n d o es un m u n d o temible, hundido siempre en la no-
siempre se buscan a sí mismos; y si buscan a los de- che.
más no es p a r a amarlos sino para encontrar un refugio Por eso, la solitariedad deriva rápidamente en per-
en ellos. El fugitivo es individualista. Es superficial. turbaciones mentales por las que se produce u n a diso-
¿Qué riqueza puede tener y c o m p a r t i r ? La riqueza está ciación de las funciones anímicas, aproximándose fácil-
siempre en las profundidades. mente, el solitario, al b o r d e de la locura.
La solitariedad recuerda, o se parece, a la invalidez
Existe tan poco a m o r p o r q u e se vive en la superfi- de un niño pequeño, que n o puede valerse p o r sí mismo
cie, igual en la fraternidad que en el matrimonio. La me- para nada, en cuanto a las funciones elementales de la
dida de la e n t r a d a en nuestro propio misterio será la vida. ¿Qué sería de un r i ñ o , en el corazón del desierto
medida de nuestra a p e r t u r a a los hermanos. o de la selva? Sin duda moriría, en una agonía intermi-
Nuestra crisis profunda es la crisis de la evasión. nable.
Escapados de nosotros mismos, vivimos escapados, tam-
bién, de los hermanos. Es preciso que el h e r m a n o co-
mience p o r ser persona, es decir, comience p o r enfrentar
y aceptar su propio misterio.
Los solitarios
h La solitariedad es, algunas veces, efecto de alguna
Así como hay fugitivos hacia afuera, también hay
fugitfvos hacia dentro. Estos son los solitarios, separados perturbación genética.
de los dsmás por murallas que ellos mismos levantaron, Otras veces, un sujeto, cuando se siente m a l t r a t a d o
o aislado? por fronteras que ellos, unilateralmente, mar- injustamente por los demás, o considera que no ha sido
caron. suficientemente estimado, toma la vía del aislamiento
como actitud de arrogante venganza, o como bandera de
"Sentirse completamente aislado y solitario, condu-
autoafirmación.
ce, a la desintegración mental", dice Fromm.
, Pero hay otra historia más frecuente. Un individuo
Cuando la Biblia afirma que no es conveniente que n llega a u n a comunidad. Pasan los años. A su alrededor
el h o m b r e viva solo, ese solo se ha de traducir p o r soli- Y no ve más que mundos individuales y noches cerradas.
tario. De la esencia de la persona es, tanto ser soledad, El h o m b r e se siente inseguro. Y, buscando seguridad,
como ser relación, tal como explicaremos m á s tarde. emprende el viaje hacia sus regiones interiores. Allí en-
cuentra la paz, pero una paz parecida a la de los muer-
tos.
11. 20 Cap. I - SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD
2. SOLITARIEDAD 21
Hay personas marcadas con el sello de la timidez.
La tal timidez no nació de alguna "herida" de la lejana replegado, siempre es de noche, y siempre hace frío. Ne-
infancia, sino que proviene desde mucho más allá, desde cesariamente, el hombre acaba por enfermarse. Y una
Tas distantes fronteras de las leyes genéticas Ahora, un vez enfermo, irá caminando hacia el reino de las tinie-
típico tímido es siempre un fugitivo hacia dentro. Esta blas y de la muerte. Allí sólo habitan la tristeza, el vacío,
clase de personalidades sólo se sienten bien cuando se el egoísmo químicamente puro y, en fin, todas las fuerzas
retraen hasta los últimos rincones de sí mismos. regresivas y agresivas.
Nosotros nacimos para salir y darnos. En otras pá-
ginas "veremos cómo salvarnos del aislamiento.
Ansiedad
Hay personalidades de apariencia ambigua. Unos, en
un primer momento, padecen cerrados. Después de una
larga convivencia, resultan ser personas de profunda inti- La enfermedad típica de los fugitivos, y sobre todo
midad y de fácil proximidad. En otros, en cambio sucede
lo contrario: en un primer momento, causan la impre- de los solitarios, es la ansiedad, debido a que ella es, fun-
sión de gran encanto personal y de fácil comunicación. damentalmente, vacío, y el síntoma específico de ambos
Y después de convivir, con ellos, bastante tiempo, uno grupos es, también, el vacío o paralización de las ener-
llega a la conclusión d; que la comunicación, con ellos, gías.
sólo se efectuaba en un primer plano, pero aue, en rea- La ansiedad es hija del miedo, y hermana de la an-
'idad, eran cerrados y solitarios, sin saberse los motivos gustia, pero no se sabe, dónde comienzan y, dónde termi-
de tal comportamiento. nan sus correspondientes fronteras. Nace y vive —la an-
siedad— entre la tristeza y el temor, entre el vacío y la
La_soIitariedad no es una actitud normal en el creci- violencia, entre la lucha y la inercia. Se parece a la apa-
miento evolutivo de la personalidad. Las energías huma- tía o tedio de la vida, y se pueden sentir ganas de morir
nas, latentes y concentradas en la intimidad de la per-
sona, tienden, por su propia vitalidad explosiva, a abrirse por momentos, pero no es compulsiva ni agitada.
v derramarse en dirección de los demás hermanos. Pero Cuando la ansiedad es de carácter neurótico, signi-
hay algo, instalado en ciertos campos o niveles de la per- fica que tiene hundidos sus raíces en ios conflictos pro-
sonalidad, que bloquea el avance de aauel ímpetu, y las fundos y en los problemas no resueltos.
energías quedan frustradas e inhibidas.
1 Puertas que debieran estar abiertas, quedan semice-
rradas o completamente cerradas, impidiendo la entrada
a cualquier hermano, exceptuando, quizás, algún deter-
minado y exclusivo amigo. Los soldados de un campo de batalla, si el enemigo
está a la vista, sienten miedo, pero combaten. Mas, sí
quedan incomunicados, aislados de la retaguardia por-
El aislamiento o solitariedad se puede comparar a que el enemigo les cortó las líneas telefónicas, entonces
un lento suicidio. Allí dentro, donde el individuo está se apodera de ellos la ansiedad y quedan paralizados sin
saber qué hacer.
12. 22 Cap. I - SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD 2. SOLITARIEDAD 23
Lo peor de la ansiedad es que ella surge desde pro- La fuente fecunda de la ansiedad es la falta de sen-
fundidades tan remotas y tan ignotas, que el ansioso es tido en la vida, es decir, el vacío. Tanto los fugitivos co-
una vícfiír.a infeliz que no sabe cómo luchar, contra mo, sobre todo, los solitarios, son ramas desprendidas
quién luchar, cuál estrategia escoger y cuáles son las ar- del árbol de la vida, y m u e r t a s . El árbol es su propio. ¡t
mas de combate, y él queda ahí, inerte, a t r a p a d o entre misterio. ¿Quién soy? ¿Cuál es el proyecto fundamental! ^
fuerzas cruzadas, y vive tenso, con una tensión que no de mi vida? ¿Cuáles son los compromisos que mantienen; ^
es la de angustia, p e r o es más profunda y más perma- en pie ese proyecto? ¿Soy consecuente con esos compro-i ."
nente que la angustia. misos y conmigo m i s m o ?
Si usted, al atravesar una calle, se da cuenta de que Al hecho de ser uno mismo llaman autenticidad.
se le viene encima un coche a alta velocidad, siente mie- Cualquiera que cae por la pendiente de la incoherencia
do, p e r o ese miedo pone sus pies en movimiento para vital, será poblado por las sombras de la ansiedad, sea
colocarse en lugar seguro Pero si, de repente, se encuen- en el matrimonio, sea en la fraternidad.
tra en medio de coches que vienen sobre usted desde to-
das las direcciones, seguramente va a sentirse paralizado
por la ansiedad.
Es -*—la ansiedad— una sensación tensa y latente, en El peor de los sufrimientos —la ansiedad— deriva
que sé j u n t a n la parálisis de la catalepsia con la angus- del peor de los m a l e s : no saber p a r a qué se está en este
tia del parto, el pánico del vértigo con el presentimiento m u n d o . Por eso hemos dicho que la ansiedad se parece
de un temblor de tierra. a u n lento suicidio y a la región de la muerte. Decía
Nietzsche que quien tiene un objetivo en la vida, es ca-
paz de s o p o r t a r cualquier cosa. Y yo agregaría que aque-
Se dan diferentes grados y formas de ansiedad. lla vida que sea poseedora de un sentido, j a m á s conocerá
Una es la ansiedad del individuo a quien le comuni- la ansiedad, a! menos aquella ansiedad profunda y per-
can que tiene pocos días de vida o constata que ha sido manente.
calumniado. Y otra, cuando presiente la amenaza de Una comunidad religiosa, sin calor fraterno, sin vida
q u e d a r marginado en e¡ seno de la comunidad, o de que de oración, d u d a n d o de la validez de su trabajo ministe-
ya no es auerido, o de que su "imagen" h a quedado no- rial, sabiendo que se vive u n a sola vez y no sabiendo si
tablemente deteriorada. Cuando, en u n a comunidad, ca- esa sola vez nos equivocamos o no, preguntándose cada
da cual busca su propio r u m b o , y sólo se preocupa de día si ese proyecto de vida tiene todavía sentido o si ya
! sus propios intereses, ¡están t a n juntos y tan distantes!, caducó, viendo q u e los años p a s a n y que la juventud ya
i todos ellos sufrirán el asalto de la ansiedad, a no ser que se fue, y Dios llegó a ser u n a palabra vacía .. . esa comu-
| la supriman a base de fuertes compensaciones. nidad, ese h e r m a n o va a ser asaltado y dominado por la
ansiedad permanente.
* * *
*
13. 24 Cap. I - SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD 2. SOLITARIEDAD 25
La ansiedad generalizada es un fenómeno típico de i que estaban semi-ocultas, por las que vate la pena
las épocas de transición, de las vísperas de caída de las I seguir viviendo.
grandes hegemonías y, sobre todo, de todo aquello que Podemos poner en juego nuestra vida por el valor
de algún "proyecto personal", aun cuando no estemos
signifique agonía o desaparición. , seguros del éxito. Los miembros de la resistencia
En las épocas de transición, el individuo queda sin I francesa en la Europa de Hitler sabían que tenían
suelo firme bajo sus pies, no sabe en que dirección ca- pocas probabilidades de éxito, pero sentían que su
/ minar, un velo cubre el futuro, y la niebla de la ansiedad objetivo era algo por lo que valía la pena de dedicar
una vida y hasta sacrificarla. Los sufrimientos y la
/ penetra y ocupa todo su interior. muerte son superados cuando el hombre tiene un
' Nunca se vio t a n t a ansiedad en el rostro de los her- IdeaL(i)
manos, y sobre todo, de las hermanas, como en nuestra
época. Derribaron a golpes la muralla de los valores de
la institución religiosa. Los "teóricos" pusieron en j a q u e El sentido de vida, p a r a un religioso es, sin duda,
los valores de los tres votos. Se anunció con tanto des- D i o s ' m i s m o . En la flor de su juventud, el religioso se
parpajo como superficialidad que la Vida Religiosa, co- dejó seducir p o r la personalidad de Jesucristo, se con-
mo institución, ya caducó. Metieron, de contrabando, a venció de que Cristo era u n a causa que valía la pena, re-
los nuevos "profetas", como elemento de reflexión dia-
nunció a otras opciones y d i j o : Jesucristo, mi Señor, me
léctica : Freud, Marx y Nietszche, Llegó la desorientación, # ; e m b a r c o contigo; vamonos a alta mar, y sin retorno;
el vacío, se les movió el suelo y muchísima gente quedó
{t hasta la o t r a orilla!
presa de pánico y ansiedad. No se puede generalizar. Pe-
ro m u c h o de esto sucedió Desde aquel día, Dios fue, p a r a él, fortaleza en la
debilidad, consuelo en la desolación, todos sus deseos
Nunca olvidaré la expresión ansiosa de aquel vene-
se colmaron, todas sus regiones se cubrieron de Presen-
rable religioso de 70 años, que me decía: he vivido con
cia, todas sus capacidades se transformaron en plenitu-
alta fidelidad los tres votos religiosos, casi durante 50
años. Y ahora, al final . . . ¿me dicen que eso no vale des y . . . la ansiedad fue desterrada p a r a siempre.
nada? El único problema del religioso es que Dios sea, en
él y p a r a él, verdaderamente vivo. Si esta condición se
El hombre se halla "arrojado" a un mundo in- cumple, p o d r á n amenazar a este h o m b r e los fracasos, las
comprensible. Casi no puede evitar una corriente enfermedades y la muerte. Pero nunca la ansiedad. Dios
subterránea de miedo, con remolinos de agudo pánico. lo liberó del supremo m a l : el vacío de la vida.
Vive en una vorágine de inestabilidad, soledad y su-
frimiento, bajo la amenaza del espectro de la muerte
y la nada. Querría escapar del agobio de la ansiedad.
La falta de sentido es más terrible que la angustia, Desterrados y solitarios
porque si existe un propósito definido de la vida, es
posible soportar la angustia y el terror.
Cuando se pregunta a alguien si tiene designios Vamos, de nuevo, a t r a n s p o n e r los umbrales de la
por los que darla su vida, en la mayoría de los casos
se obtiene una respuesta afirmativa. Hasta el hom- conciencia, para enfrentarnos con n u e s t r o propio miste-
bre más deprimido, si lo preguntamos crudamente: rio.
"Entonces ¿por qué no se suicida usted?", quedará
l asustado al principio, y luego encontrará razones,
(') G. Allport, La Personalidad, Barcelona, 1973, pp. 648-649.
14. Cap. I SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD 2. SOLITARIEDAD 27
Aquí estoy. Nadie me pidió autorización p a r a lan- El h o m b r e " e s " , experimentalmente, conciencia de sí
zarme, a mí, a esta existencia. Sin permiso mío, estoy mismo.
uquí. La existencia no se me prepuso ni se m e p r o p u s o : Al t o m a r conciencia de sí mismo, el h o m b r e comenzó
se me impuso. En esto de que yo, ahora, exista y piense, a sentirse solitario, como expulsado de la familia, que
no tengo arte ni p a r t e . Puedo decir que, en cierto sentido, era aquella unidad original con la Vida. Aun cuando for-
estoy " a q u í " en contra de mi voluntad. Estoy abocado m a parte de la creación, el h o m b r e está, de hecho, aparte
a la muerte, igual q u e el día está abocado a la noche. No de la creación. Comparte la creación, junto a los demás
opté p o r esta vida, como tampoco opto p o r la m u e r t e seres —pero no con ellos— como si la creación fuese un
que me espera. hogar, pero, al m i s m o tiempo se siente juera del hogar.
Estoy hundido en la substancia del tiempo, igual que Desterrado y solitario.
las raíces del árbol en la tierra. Yo no soy p o r q u e paso; Y, n o solamente se siente juera de la creación, sino
y el verbo ser sólo se puede aplicar a Aquel q u e nunca también, p o r encima de la misma. Se siente superior —y,
pasa. Sólo Dios es. de consiguiente, en cierto sentido, enemigo— a las cria-
Montado sobre este potro, que es el tiempo —del cual turas, p o r q u e las domina y las utiliza. Se siente señor,
no puedo descolgarme, a u n q u e quisiera—, cada m o m e n t o pero es un señor desterrado, sin hogar ni patria.
que pasa es una pequeña despedida, p o r q u e estoy dejan-
do atrás tantas cosas que amo, y en cada m o m e n t o m u e r o
un poco.
Al tener conciencia de sí mismo, el h o m b r e toma en
cuenta y m i d e sus propias limitaciones, sus impotencias
y posibilidades. Esta conciencia de su limitación perturba
su paz interior, aquella gozosa armonía en la que viven
los otros seres, que están m á s abajo, en la escala vital.
Al c o m p a r a r las posibilidades con las impotencias, el
La vida no se nos da hecha y acabada, como un traje.
La vida, yo la tengo que vivir, o tiene que ser vivida por h o m b r e comienza a sentirse angustiado. La angustia lo
mí, es decir, es un problema. El h o m b r e es el ser m á s in- sume en la frustración. La frustración lo lanza a un eter-
válido e indigente de la creación. Los demás seres n o se no caminar, a Ja conquista de nuevas rutas y nuevas fron-
hacen problemas. Toda su vida está solucionada p o r me- teras.
dio de los mecanismos instintivos. "Un delfín, una serpien- La razón, dice F r o m m , es p a r a el h o m b r e , al mismo
te o un cóndor se sienten "en a r m o n í a " con la naturaleza tiempo, su bendición y su maldición." (')
toda, mediante un conjunto de energías instintivas, afines
a la Vida.
Los animales viven gozosamente sumergidos " e n " la
naturaleza, como en un hogar, en u n a profunda " u n i d a d "
vital con los demás seres. Se sienten plenamente realiza-
dos —-aunque n o tengan conciencia de ello— y nunca ex-
perimentan la insatisfacción. No saben de frustración ni
de aburrimiento.
(') I. Larrañaga, El Silencio de María, p. 217.
15. 3. SOLIDARIDAD
Esencialmente relación
Desde las profundidades de su conciencia de finitud
e indigencia, surge en el hombre, explosiva e inevitable,
la necesidad y el deseo de relación. Si, en hipótesis, ima-
gináramos un hombre, literalmente solo en una selva in-
finita, su existencia sería un círculo infernal que lo lle-
varía a la locura, o el tal sujeto regresaría a^ las etapas
prehumanas de la escala vital.
Al perder aquel vínculo instintivo que lo ligaba vital-
mente a las entrañas de la creación, emergió en el hom-
bre ía conciencia de sí mismo. Entonces se encontró solo,
indigente, desterrado del paraíso, destinado a la muerte,
consciente de sus limitaciones. ¿Cómo salvarse de esa
cárcel? Con una salida. La necesidad de relación deriva
de la esencia y conciencia <le ser hombre.
Al tomar conciencia de sí mismo, nace, en la persona,
dos vertientes de vida: ser el mismo y ser para el otro.
La única salvación, repetimos, «s la salida (relación)
hacia los demás. Hablamos de "salida" porque cuando
la persona se aütoposee. toma conciencia de sí misma,
se siente como encerrada en un círculo. Habría otras
"salidas" para liberarse de ese temible círculo: la locura,
la embriaeuez —que es una locura momentánea— y el
suicidio. Pero estas "salidas" no salvan sino destruyen.
Son alienación.
Si ser soledad (interioridad, mismidad) es constitu-
tivo de la persona, también lo es, y en la misma medida,
ser relación. Es, pues —el hombre— un ser constitutiva-
16. til Cap. I SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD 31
3. SOLIDARIDAD
mente abierto, esencialmente referido a otras p e r s o n a s : En este juego, apertura-acogida, yo tengo que ser
establece con los demás u n a interacción, se entrelaza con simultáneamente, oposición e integración, en m i relación
ellas, y se forma u n nosotros: la comunidad. a u n " t ú " . Me explicaré. E n u n b u e n relacionamiento, tie-
ne que haber, en p r i m e r lugar, u n a oposición, es decir,
u n a diferenciación: tengo que relacionarme siendo yo
mismo. De o t r a manera, habría u n a absorción o fusión,
lo que equivaldría a u n a verdadera simbiosis, y eso, a su
vez, constituiría la anulación del "yo".
Los demás tienen, también, su " y o " diferenciado, ine- Cuando la relación entre dos sujetos se establece en
fable e incomunicable. Los demás son, también, misterio. forma de absorción, ya estamos metidos en un cuadro
Yo tengo que ver, en ellos, su "yo"; ellos tienen que ver, patológico: se t r a t a de una enfermedad p o r la que, los
en mí, mi "yo". Los demás n o son, pues, el " o t r o " , sino dos sujetos se sienten felices (subjetivamente realizados)
un "tú". Yo no debo ser "cosa" p a r a ellos, ni ellos tienen el u n o dominando, y el otro siendo dominado. En los dos
que ser " o b j e t o " p a r a mí. queda absorbida y anulada la individualidad. Y esto ocu-
Del hecho de que los demás sean un " t ú " —de consi- r r e m u c h o m á s frecuentemente de lo que parece.
guiente, un misterio sagrado— emergen las graves obli-
gaciones fraternas, sobre todo ese decisivo juego aper-
tura-acogida, y también aquellos dos verbos que san Fran- En la verdadera relación tiene que haber integración
cisco utiliza, cuando habla de relaciones f r a t e r n a s : res^ de dos integridades, y no absorción. Tiene que h a b e r
petarse y reverenciarse. ¡ Qué formidable p r o g r a m a de vi- unión, no identificación, p o r q u e en toda identificación,
da f r a t e r n a : reverenciar el misterio del h e r m a n o ! cada uno pierde su identidad. En la absorción, se da un
desdichado juego de pertenencia v posesión. Ambos su-
jetos son dependientes. Ninguno de los dos puede vivir
Dicen que la persona hace la comunidad, y que la sin el otro.
comunidad hace la persona. Por eso mismo, yo no en- Los dos t r a t a n de escaparse del aislamiento, el uno
cuentro contraposición entre persona y comunidad. Cuan- haciendo del otro u n a parte de sí mismo, y el otro ha-
to más persona se es, en la doble dinámica de su natura- ciéndose pertenencia. Persona m a d u r a es aquella que no
leza, la comunidad irá enriqueciéndose. Y en la medida domina ni se deja dominar. Y esta clase de personas,
en que la comunidad crece, se enriquece la persona, c o m o no m a d u r a s , pueden asumir, alternada y casi indistinta-
tal. Ambas realidades —persona y comunidad— no se mente, la función de ser dominados o de dominar. Re-
oponen, pues, sino que se condicionan y se complementan. nuncian a su libertad para instrumentalizar, o para ser
instrumentos de alguien.
* * * Ser relación significa, pues, tendencia, apertura o
* movimiento hacia un "tú", pero salvaguardando mi inte-
gridad, siendo yo mismo. Como dice F r o m m , esta reía-
17. 3. SOLIDARIDAD 33
32 Cap. I SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD
Ahora bien, dos interioridades que "salen" de sí mis-
ción constituye la p a r a d o j a de dos seres que se convier- mos y se proyectan m u t u a m e n t e , dan origen a u n a ter-
ten en u n o y, no obstante, siguen siendo dos. E n una pa- cera "persona", q u e es la intimidad, que no es o t r a cosa
labra, nuestra relación debe constar de oposición y de sino el cruce y proyección de dos interioridades. Ya esta-
implicación. mos en el encuentro.
Encuentro Vamos a explicarnos con u n ejemplo. La intimidad
que existe entre usted y yo —esa intimidad— no " e s "
usted, no " e s " yo. Tiene algo de usted; tiene algo de mí.
Cuando los dos sujetos navegan —cada uno, por su
parte—. en la corriente apertura-acogida, nace el encuen- Es diferente de usted; es diferente de mí. Es dependiente
tro, que no es otra cosa sino a p e r t u r a m u t u a y acogida de usted; es dependiente de mí. Hasta cierto p u n t o , es
m u t u a . Tenemos, en el diccionario, u n a bella palabra pa- independiente de usted; es independiente de mí. Digo es-
ra designar el encuentro, y es la palabra intimidad. to, p o r q u e nos nació u n a "hija", como fruto de n u e s t r a
¿Cómo nace la intimidad? Si nos ponemos a la tarea m u t u a proyección. Y, ¡ oh maravilla! nuestra "hija" —la
de percibir nuestra mismidad, va a acontecer lo siguiente : intimidad— se nos transformó, sin saberlo cómo, en nues-
comenzamos por desligarnos de todo (inclusive recuer- tra " m a d r e " , ya que ella —la intimidad— nos personaliza
dos, preocupaciones . . .) menos de mí mismo. Como en a usted y a mí, nos realiza, nos da a luz a la madurez y a
círculos concéntricos de un remolino, vamos avanzando, la plenitud.
cada vez más adentro, hacia el centro. No es imaginación;
menos aún, análisis sino percepción. Esta intimidad es, p a r a hablar con otras expresio-
Y en la medida en que se van esfumando todas las nes, u n a especie de clima de confianza y cariño que, co-
demás impresiones, vamos a arribar, al final, a la simpli- mo una atmósfera, nos envuelve a usted y a mí, hacién-
cidad perfecta de un p u n t o : la conciencia de mí mismo. donos adultos, y alejándonos de las peligrosas q u e b r a d a s
En este m o m e n t o podemos pronunciar, verdaderamente, de la solitariedad.
el p r o n o m b r e personal "yo". Y, en la simplicidad de ese Hay otras palabras p a r a significar lo que acabo de
punto, y en ese momento, quedan englobados los millo- explicar, p o r ejemplo, inter-subjetividad, inter-comunica-
nes de componentes de mi persone.: miembros, tejidos, ción, inter-acción . . . pero, al final, es lo d i c h o : dos per-
células, pensamientos, criterios . . . Todo queda integrado sonas m u t u a m e n t e entrelazadas. Eso es el encuentro.
en ese " y o " mediante el objetivo posesivo : mi mano, mi Donde hay encuentro, hay trascendencia p o r q u e se
estómago, mis emociones . . superaron las propias fronteras. Donde h a y trascenden-
cia, hay pascua y amor. Donde hay amor, hay madurez,
En una palabra, la persona es, primeramente, inte- que no es otra cosa sino u n a participación de la plenitud
rioridad. Pero esta palabra es un tanto equívoca. Diría, de Dios, en quien no existe soledad.
más exactamente, que la persona es interiorización, esto
es, el proceso incesante de caminar hacía el núcleo, hacia A imagen trinitaria
la última soledad, de que hablaba Escoto. Toda persona,
auténticamente hablando, es eso. En el principio, Dios nos creó a su imagen y seme-
janza. Pero no solamente eso. Fuimos modelados, sobre
todo, según el estilo de vida que se "vive" en el seno in-
18. 34 Cap. I SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD 3. SOLIDARIDAD 35
sondable de la Santa Trinidad. Aquí nace la Fuente de en forma de circuito, entre las tres divinas personas; una
todos los misterios. Y el misterio de la persona y de la corriente infinita e inefable de simpatía, conocimiento
comunidad humanas, sólo puede ser entendido en el re- y amor. Toda esa Vitalidad, Jesús la resume diciendo que
flejo de esa Fuente profundísima y clarísima. los tres son Uno.
Todo cuanto hemos dicho, en el presente capítulo, Y así, en aquella Casa, todo es común. Dicho en nues-
sobre el misterio de la persona, puede ser aplicado, en tro lenguaje, cada persona es esencialmente mismidad
perfecta analogía y paralelismo, a las divinas personas. (interioridad), y esencialmente relación, pero una rela-
¿Por qué? Porque la persona humana es una copia exacta ción subsistente, quiere decirse que de la relación depen-
de las personas trinitarias. de el Ser.
En la Trinidad, cada persona es relación subsistente. Esta comunicación (relación) hace de las tres per-
Quiero decir: cada persona, en aquel Abismo, es pura re- sonas, una común-unidad ("como nosotros somos uno"),
lación respecto a las otras personas. Por ejemplo: el Pa- de tal manera que las tres divinas personas tienen, repito,
dre no es propiamente padre, sino paternidad, es decir, todo en común: tienen el mismo conocimiento y el mis-
un proceso interminable de dar a luz —al Hijo—, de re- mo poder. Pero, a pesar de tenerlo todo en común, cada
lacionarse. Inclusive, para hablar con exactitud, tendría- persona no pierde su mismidad sino que subsiste como
mos que inventar, aquí, una nueva palabra, pater-acción, realidad diferenciada, toda entera. No existe, pues, fusión.
proceso de hacerse padre. Existe unión: identidad de persona y comunión de bienes.
El Hijo no es propiamente hijo, sino filiación, es de-
cir, proceso eterno de ser engendrado. El Padre no sería
padre sin el Hijo. El Hijo no sería hijo sin el Padre.
Pues bien, el Padre y el Hijo se proyectan mutuamen- Aquí está la clave de la fraternidad: ser distintos en
te, y nace una tercera persona, que, en el lenguaje que la intercomunicación de sí mismos, porque no se trata,
estamos usando, se llamaría Intimidad (Espíritu Santo). sobre todo, de intercambiar bienes o palabras sino inte-
Esta tercera persona no sería nada sin las dos anteriores. rioridades. Cada persona divina, como cada persona hu-
De manera que, el Espíritu Santo, es como el fruto de mana, son sujetos verdaderos. Sin embargo, son, deben
una relación: es como la Plenitud, la Madurez, la Perso- ser, sujetos que dan y reciben todo lo que tienen, y todo
nalización acabada. lo que son.
En otras palabras: en aquella inefable Comunidad,
cada persona, permaneciendo subsistente en sí misma,
Esta tercera persona constituye, en aquel Abismo, lo es, al mismo tiempo Don de sí; de tal manera que el Ver-
que llamaríamos el Hogar; y origina una corriente vital, bo, el proceder del Padre, posee y retiene las mismas per-
19. Vi Cap. I SOLEDAD, SOLITARIEDAD, SOLIDARIDAD CAPITULO II
fecciones del Padre. Y el Espíritu Santo, que procede del
Padre y del Hijo, posee y retiene las mismas perfecciones
de las personas de quienes procede. Así se "realizan"
aquellas personas, dando y recibiendo.
Si aplicamos esto a la realidad humana, podríamos
concluir que una persona humana se "realiza" tanto al
recibir de otro sujeto, todo cuanto tal sujeto es, como
al dar a ese sujeto, todo cuanto aquella persona es.
EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD
* * *
*
De cuanto acabamos de explicar en este capítulo, En primer lugar, la Fraternidad cristiana
surge la necesidad de corresponsabilidad, participación no es un ideal sino una realidad divina.
e interdependencia, entre los miembros de una comuni- En segundo lugar, la Fraternidad cristiana
es una realidad espiritual y no una rea-
dad. En una palabra, la solidaridad. lidad psíquica.
El hombre no puede encontrar su plenitud, si no Dietrich Bonhoeffer
es en la entrega sincera de si mismo a tos demás.
(GS 24).
A través del trato con los demás, en la recipro-
cidad de servicios, en el diálogo con los hermanos,
la vida social engrandece al hombre en todas sus
cualidades, y le capacita para responder a su voca-
ción. (GS 25).
20. 1. GRUPOS HUMANOS Y FRATERNIDAD
En los últimos años, fueron desapareciendo numero-
sas comunidades religiosas, en muchos países. Fue un
fenómeno doloroso y de gran complejidad, difícil de ana-
lizar y fácil para la simplificación.
Se dejaron conducir por "animadores" secularizados.
Redujeron la fraternidad a dimensiones de simple grupo
humano. En lugar de apoyarse sobre fundamentos de fe,
pusieron en práctica, casi exclusivamente, técnicas de
relaciones humanas. Se les dijo que la solución mágica
a todos los males consistía en disgregar las Provincias
en pequeñas comunidades. Otras causales, como crisis
de identidad y crisis de crecimiento, contribuyeron tam-
bién a crear esta situación.
¿Resultado? Provincias enteras se desangraron en
muchas partes. La nube de la desorientación cubrió am-
plios horizontes. La ansiedad y la tristeza se apoderaron
de comunidades y provincias. Entre las diversas causas
que motivaron esta situación, la principal, en mi opinión,
es la de haber perdido de vista la naturaleza evangélica
de la fraternidad.
Grupos humanos
¿Cuáles son los motivos o fundamentos por los que,
generalmente, los seres humanos se juntan y conviven?
En primer lugar, la sexualidad afectiva une a un hom-
bre con una mujer, se constituye el matrimonio, y nace
¡a primera comunidad.
Este atractivo es una fuerza primitiva, profunda y
poderosa que aglutina de tal manera a un hombre con
una mujer que, de ahora en adelante, todo será común
21. 40 I. GRUPOS HUMANOS Y FRATERNIDAD 41
Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD
rntre ellos: proyectos, bienes, alegrías, fracasos . .. Hizo momento, casi como hermanos. Es la fuerza cohesiva de
de dos cuerpos un cuerpo, de dos corazones un corazón, eso que llaman patria. Y ¿qué es la patria sino una fami-
de dos existencias una existencia . .. hasta la muerte y lia muy numerosa?
más allá.
Ese afecto constituye lo que llaman el sentido de vi-
da, de tal manera que, aunque los cónyuges sean viejos, Finalmente, un último fundamento que congrega y
enfermos, pobres o fracasados, el afecto, si existe, da ale- hace convivir a los seres humanos son los intereses co-
gría y sentido a sus vidas. munes. Estos cinco hombres se juntan todos los días,
durante veinte años, y conviven durante ocho horas dia-
rias. ¿Quiénes son? Son los componentes del Directorio
de una gran industria. El interés común de una buena
El segundo grupo humano es el hogar o familia, cu- producción hace que los cinco se acepten, se comprendan
vo fundamento es la consanguinidad o sangre común. Los y superen sus conflictos personales.
hijos nacidos de aquel matrimonio, son y se llaman her-
manos, y forman, con sus padres, una comunidad de amor
e intereses. Lo que hay de común entre ellos es la sangre.
La parentela es una prolongación de la familia. Nueva Comunidad
En tercer lugar, la afinidad origina, en la sociedad, Llega Jesús. Pasa por encima de todas estas motiva-
los diferentes círculos de amigos. Así como la consangui- ciones, y planta un otro fundamento, absolutamente dife-
nidad es una realidad biológica, la afinidad pertenece a rente de los anteriores, sobre el que, por el que, y en el
la esfera psicológica. Es una especie de simpatía, que no que los hombres, desde ahora en adelante, podrán jun-
se procura ni se cultiva sino que nace ahí, espontánea- tarse y convivir hasta la muerte: el Padre.
mente, como algo natural y preexistente, entre dos per- Jesús, sin decirlo, declara que ya caducaron aque-
sonas. llos tiempos en que decían: somos hijos de Abraham.
Esta afinidad origina grupos de amigos, que vienen La carne (consanguinidad) no vale para nada, dice
a ser como comunidades espontáneas. A veces, estos gru- Jesús. Dios es nuestro Padre, y, de consiguiente, todos
pos, tienen mavor solide/ y más calor que algunos hoga- nosotros somos hermanos. Aquéllos que experimentaron
res. En la sociedad, muchos prefieren alternar con ami- vivamente que Dios es "mi Padre", experimentarán tam-
gos más que con sus parientes. bién que el prójimo que está al lado es "mi hermano"
Se rompieron todos los cercos estrechos de la carne, y
lodo queda abierto a la universalidad del espíritu.
Otra razón, menos común. Dor la que los seres hu-
manos <;e juntan v conviven es la proximidad o razones
de patria. Por eiemplo, si dos argentinos, aue nunca se
han visto, se encuentran por sorpresa en París, se sen- * * *
tirán con la confianza de viejos amigos desde el primer *
22. 42 Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD 1. GRUPOS HUMANOS Y FRATERNIDAD Í3
Estaba, Jesús, en una casita de Cafarnaum, dedicado Nosotros llegamos a la vida religiosa, y nos hemos
a la formación de un grupo de discípulos. Llegó su Ma- encontrado con unos h o m b r e s , digamos así, unos "com-
dre con unos parientes, golpeó la puerta, salió alguien, p a ñ e r o s " . Nosotros n o llegamos buscando a esos hom-
y éste comunicó a Jesús : Maestro, aquí está tu Madre que bres. Hasta, me atrevería a decir que, en principio, no
quiere h a b l a r contigo. nos interesaban, podían ser cualesquiera otros, nos eran
Jesús quedó, por un instante, como sorprendido. indiferentes.
Luego, alzando la voz y levantando el vuelo por encima
Lo único que teníamos, y tenemos en común con
de las realidades h u m a n a s , p r e g u n t ó : ¿mi m a d r e ? ¿quién
esos h o m b r e s es que ellos fueron seducidos p o r Jesús, y
es mi m a d r e ? Y, sin esperar respuesta, extendió los bra-
yo también. Ellos quieren vivir con Jesús y yo también.
zos y la m i r a d a por encima de los que lo rodeaban, y
a f i r m ó : estos son mi m a d r e y mis h e r m a n o s . Y no sola- Ellos quieren pertenecer exclusivamente a Jesús, y yo
m e n t e éstas. Todo el que tome a Dios por Padre y cum- también. Ellos renunciaron al m a t r i m o n i o p a r a vivir en
ple su voluntad, ése es para mí, hermano, h e r m a n a y virginidad en y por Jesús, y yo también.
m a d r e (Me 3, 33-35).
Palabras sobresalientes. Ya tenemos un nuevo fun-
d a m e n t o p a r a u n a nueva c o m u n i d a d : Dios Padre. Sedu- Conclusión: el único elemento común entre todos
cidos por Dios, h o m b r e s que nunca se conocieron, prove- nosotros es Jesús. A unos " c o m p a ñ e r o s " que no ligaba
nientes de diferentes continentes o razas, eventualmente ninguna conexión h u m a n a , la experiencia en Jesús, los h a
sin afinidad temperamental,, podrán, a p a r t i r de ahora, t r a n s f o r m a d o en hermanos. Nació la fraternidad evangé-
reunirse para amarse, respetarse, perdonarse, compren- lica, diferente,"en su raíz, a todas las demás comunidades
derse, abrirse y comunicarse. Nació la Comunidad bajo humanas.
la Palabra. Así pues, la diferencia intrínseca, formal y definitiva
Aquella unión que origina y consuma la consangui- entre un grupo h u m a n o y una comunidad evangélica es
nidad en otros grupos h u m a n o s , en esta nueva comuni- Jesús. Es la experiencia religiosa, el encuentro personal
dad la consumará la presencia viva del Padre. con el Señor Jesucristo el que nos ha j u n t a d o . Nosotros
nos hemos j u n t a d o sin conocernos, sin consanguinidad y,
posiblemente, sin afinidad. Nos hemos j u n t a d o porque
¿Escuelas de Mediocridad?
creemos y a m a m o s a Jesucristo, y convivimos p o r q u e El
nos dio el ejemplo y el precepto del a m o r m u t u o . Dios
mismo es el misterio final de la fraternidad evangélica.
En nuestras comunidades religiosas, los lazos aue
unen unos a otros, no son esoontáneos o connaturales. No Si olvidamos esta raíz original y aglutinante, nuestras
nos ha a r r a s t r a d o a esta convivencia ni el atractivo se- comunidades degenerarán en cualquier cosa. Y si. en
xual, ni la afinidad de vieios amigos, ni el parentesco, ni este m o m e n t o , la m a r c h a de u n a comunidad n o está pre-
el lazo de la patria, ni cualquiera o t r o interés, extrínseco sidida p o r la experiencia en Jesús, nuestras comunidades
al grupo. acabarán p o r ser escuelas de egoísmo y mediocridad.
23. 44 Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD 1. GRUPOS HUMANOS Y FRATERNIDAD 45
Un largo camino Desde este m o m e n t o hasta el fin del mundo, el egoís-
mo levantará sus altas murallas entre h e r m a n o y herma-
no. ¡ Qué t r e m e n d a carga psicoanalítica contienen las pa-
labras de Dios a Caín: ¿por qué andas sombrío y cabiz-
P o r aquellos días, Pablo se sentía ansioso al contem- bajo? Si procedieras con rectitud, ciertamente camina-
plar t a n t a división y tanta idolatría, en Atenas. Lo toma- rías con la cabeza erguida. Pero sucede que el egoísmo
ron unos académicos, lo llevaron al paraninfo de la uni- se esconde, agazapado, detrás de tu puerta. El te acecha
versidad, y le dijeron : queremos escucharte, habla. Pablo, como una fiera. Pero tú tienes que dominarlo (Gn 4,7).
puesto en pie, d i j o : de un solo hombre, Dios hizo b r o t a r He ahí el p r o g r a m a : controlar todos los ímpetus
toda la estirpe h u m a n a (Hech 17, 26). agresivos que se levantan desde el egoísmo, suavizarlos,
Sólo con este hecho, Dios, al principio, depositó en transformándolos en energía de amor, y relacionarnos,
el corazón h u m a n o la simiente y la aspiración a la fra- unos con otros, en forma de apertura, comprensión y aco-
ternidad universal. gida.
Sin embargo, la palabra hermano designa, en los pri- Pero, ¿quién es capaz de d e r r o t a r el egoísmo y hacer
meros libros de la Biblia, a los nacidos de u n mismo seno esa milagrosa transformación? El llamado inconsciente
m a t e r n o . E n algunos pasajes designa también, por excep- es una fuerza primitiva, salvaje y amenazadora. ¿Quién
ción, a los pertenecientes á una m i s m a tribu (Dt 25, 3). podría dominarlo? El Concilio responde que ya h u b o Al-
Más t a r d e designa también a todos los hijos de Abraham. guien que lo d e r r o t ó : Jesucristo (GS 22).
Pero de ahí n o pasó. Prosiguiendo esta larga historia, veamos, pues, có-
mo ella continúa y desemboca en la historia personal -de
Jesús.
Sin embargo, muy p r o n t o , en la aurora misma de la
h u m a n i d a d , esa primitiva fraternidad la encontramos en-
sangrentada.
¿Qué había sucedido? Como preludio de todos los
odios y asesinatos, Caín había ejecutado a Abel, p o r en-
vidia. Y, peor que eso, la indiferencia y el desprecio ex-
tendieron sus alas negras sobre el paraíso. A la p r e s u n t a ,
¿dónde está tu h e r m a n o ? resonó, entre las lomas del pa-
raíso, u n a resnuesta b r u t a l : " ¡ q u é sé vo!, ¿quién me en-
cargó cuidar de mi h e r m a n o ? " (Gn 4,9).
Y así nos encontramos con el hecho de que, el egoís-
mo, la envidia y el desprecio proyectaron su s o m b r a mal-
dita sobre las primeras páginas de la Biblia.
24. 2. JESÚS EN LA FRATERNIDAD
DE LOS DOCE
Dejarse amar
Jesús salta al combate del espíritu después de expe-
rimentar el amor del Padre.
En el crecimiento evolutivo de sus experiencias hu-
manas y también divinas (Le 2,52), Jesús, siendo un joven
de veinte o veinticinco años, fue experimentando progre-
sivamente que Dios no es, sobre todo, el Inaccesible o el
Innominado, aquel con quien había tratado desde ¡as ro-
dillas de ?u Madre. (')
Poco a poco, Jesús, dejándose llevar por los impul-
sos de intimidad y ternura para con su Padre llegó a sen-
tir progresivamente algo inconfundible: que Dios es co-
mo un Padre muy querido; que el Padre no es, primera-
mente, temor sino Amor; que no es, primeramente, justi-
cia sino Misericordia; que el primer mandamiento no
consiste en amar al Padre sino en dejarse amar por El.
La intimidad entre Jesús y el Padre fue avanzando
mucho más lejos. Y cuando la confianza —de Jesús para
con su Padre— perdió fronteras y controles, un día (no
sé si era de noche) salió de la boca de Jesús la palabra
de máxima emotividad e intimidad: ¡ Abbá, querido
Papá!
Y ahora sí, Jesús podía salir sobre los caminos y las
montañas para comunicar una gran noticia: que el Padre
está cerca, nos mira, nos ama. Y nos reveló al Padre, con
comparaciones llenas de belleza y emoción.
(') Est? evolución de Jesús "en las cosas divinas" está ampliamente desarro-
llada en mi libro "Muéstrame tu Rostro", pp. 286-342.
25. 50 Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD
2. JESÚS EN LA FRATERNIDAD DE LOS DOCE 51
bien los campos de los injustos y de los traidores. El Pa-
Fue, con ellos, exigente y comprensivo, a la vez: Co-
dre es así. Los h o m b r e s le disparan blasfemias y El les
m o en todo grupo h u m a n o , también allí nacieron y cre-
envía u n sol fecundante. Sean como El.
cieron las yerbas de la rivalidad y de la envidia. Jesús
necesitó un extraordinario tacto y delicadeza para sua-
vizar las tensiones, y superar las rivalidades con criterios
Si ustedes son cariñosos y saludan tan sólo a sus de eternidad. Con infinita paciencia, en innumerables
parientes y amigos, ¿en qué se diferencian de los demás? oportunidades, les corrigió su mentalidad m u n d a n a .
H a s t a los ateos proceden así.
Les lavó los pies. Fue delicado con el traidor, tratán-
Miren esa lluvia. ¿Acaso el Padre hace discriminación,
dolo con u n a palabra de amistad. Fue comprensivo con
regando los campos de los buenos, y dejando áridos los
Pedro, con una m i r a d a de misericordia. Fue cariñoso con
campos de los blasfemos e ingratos? El no guarda rencor
Andrés y Bartolomé. Sobre todo fue un s e m b r a d o r infati-
ni t o m a venganza. Devuelve bien p o r mal, y envía indis-
gable de la esperanza. Se manifestó paciente con todos
tintamente la lluvia benéfica sobre los unos y los otros.
y en todo m o m e n t o . Sólo en un m o m e n t o aparece un
Sean como El, y se llamarán hijos benditos del Padre ce-
destello de impaciencia " ¡ h a s t a cuando!" (Le 9,41). Fuera
lestial.
de ese m o m e n t o , la paz, para con ellos, fue la tónica ge-
neral.
Familia itinerante Y así nació la p r i m e r a fraternidad evangélica, mode-
lo de todas las comunidades religiosas.
Más que colegio apostólico o escuela de perfección,
Ejemplo y precepto
el grupo de los Doce fue una familia sin morada, cami-
n a n d o bajo todos los cu-Ios y durmiendo bajo las estre-
llas, familia d e n t r o de la cual Jesús fue el HERMANO
que trató a ellos como el Padre lo había t r a t a d o a El. Lo que estamos afirmando en todo m o m e n t o , a saber,
Igual que en una familia, fue sincero y veraz para que Jesús trató a los suyos como el Padre lo había tra-
con ellos. Les abrió su corazón y les manifestó que lo tado a El, se lo declaró al final en términos explícitos:
iban a crucificar y matar, pero que, al tercer día resuci-
taría. Les previno de los peligros, los alentó en las difi-
cultades, se alegró de sus éxitos. Así como el Padre me amó a mí, de la misma
manera yo los amé a ustedes. Ahora hagan ustedes
Los trató como "amigos" porque un hombre es ami- lo mismo entre sí. (Jn 15,9).
go de otro h o m b r e cuando aquel manifiesta toda su inti-
midad a éste. En u n a tremenda reacción de sinceridad,
les manifestó que sentía tristeza y miedo. Me parece que Jesús hace, ahora, una t r a n s m i s i ó n : yo recibí el
Jesús llegó casi a mendigar consolación cuando, en Get- a m o r del Padre, y se lo comuniqué a ustedes. Ahora, co-
semaní, fue a verlos, y los halló durmiendo. Después de muniqúense ustedes m u t u a m e n t e ese mismo a m o r , y trá-
muchos años, Pedro recordaba, con emoción, que, en su tense unos a otros, como el Padre me t r a t ó a mí, y como
boca, nunca nadie encontró ambigüedad o mentira. yo los traté a ustedes. Vivan amándose.
26. Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD 2. JESÚS EN LA FRATERNIDAD DE LOS DOCE 53
S2
Jesús, sabiendo que había llegado su Hora, y la hora- yó llegue a mi Casa, les enviaré un soplo de fortaleza y
de regresar al Hogar del Padre, y que disponía de pocos consolación, que los transformará en murallas invenci-
m i n u t o s p a r a estar con ellos, abrió p a r a ellos todas las bles frente a cualquier adversidad. Y si, en u n a suposi-
puertas de su intimidad, en u n a a p e r t u r a total. ción imposible, fallara todo esto, s e p a n : yo mismo, per-
E n un gesto dramático, se arrodilló ante ellos, les sonalmente, estaré entre ustedes h a s t a el fin del m u n d o .
lavó los pies, suprema expresión de humildad y amor. Y
les d i j o : a h o r a hagan ustedes lo m i s m o : trátense con
veneración y cariño. Me voy. Como recuerdo, les dejo u n a herencia: mi,
Nunca se vio que u n simple o b r e r o ocupara el lugar propia felicidad. ¿Me. vieron alguna vez triste? E n medio
del combate, siempre me vieron en paz, nunca resentido.
ni la función del p a t r ó n . Nunca se ha visto tampoco que
Esa misma paz les dejo por herencia. Sean felices. Este
u n recadista o enviado tenga mayor categoría que aquel
es mi precepto f u n d a m e n t a l : ¡ ámense los unos a los
que lo envió. Ustedes me llaman m a e s t r o y señor y lo soy
otros!
efectivamente. ¿Vieron alguna vez que el señor esté sir-
viendo a la mesa? Sin embargo, yo, a pesar de ser maes-
t r o y señor, rompí todos los precedentes y me vieron en
el suelo, a sus pies, y a h o r a sirviéndoles la comida. Ya * * *
les di el ejemplo. Tengo autoridad moral para darles aho-
r a el p r e c e p t o : ¡ ámense!
Jesús levantó sus ojos. Y, con u n a expresión, hecha
de veneración y cariño, dirigió al Padre esta súplica:
¿Quieren saber quién es el grande? Los hombres de
este m u n d o , p a r a afirmar su personalidad y su autoridad, Padre Santo,
dan golpes de fuerza, ponen los pies sobre la cabeza de sacándolos del mundo, los depositaste a todos estos
sus subditos y los oprimen con la fuerza b r u t a . Así se en mis manos, a mi cuidado.
sienten h o m b r e s superiores. Ustedes no. Si alguno de Yo les expliqué quién eres Tú.
ustedes quiere ser grande, hágase como aquel que está Ahora ellos saben quién eres Tú
a los pies de los demás para reverenciarlos, servirlos a la y saben, también, que yo nací de tu Amor.
mesa, lavarles y secarles los pies. ¡ Ámense!
Eran tuyos, y Tú me los entregaste como hermanos,
y yo los cuidé
más que una madre a su niño.
Conviví con ellos
¿Saben cuál es el distintivo por el que los identifica- durante estos años:
rán como discípulos míos? El a m o r fraterno. Si se a m a n como Tú me trataste,
como yo los amé y el Padre me amó, aún los más recal- así mismo los traté.
citrantes sacarán la conclusión de que yo soy el Enviado. Pero ahora tengo que dejarlos, con pena
No tengan miedo. No quedarán limi latios Cuando
27. 54 Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD
2. JESÚS EN LA FRATERNIDAD DE LOS DOCE 55
voy a salir del mundo y regresar junto a Tí,
porque Tú eres Mi Hogar. exigencias del amor, al final, antes de levantar el vuelo
Pero ellos quedan en el mundo. p a r a subir al Padre, Jesús dio la razón profunda de aque-
lla singular convivencia:
Padre querido, tengo miedo por ellos,
el mundo está dentro de ellos: Anda y díles a MIS HERMANOS que subo a mi
temo que el egoísmo, los intereses y las rivalidades Padre que es vuestro Padre, a mi Dios que es vues-
tro Dios. (Jn 20,17).
desgarren la unidad entre ellos.
Eran tuyos y me los entregaste,
ahora que me alejo de ellos ¡ Extraño! Antes de morir, cuando la semejanza de
vuelvo a entregártelos. Jesús con los suyos era lotal, los llama, como gran privi-
Guárdalos con cariño. legio, amigos porque les había abierto su intimidad y ma-
En cuanto estaba con ellos nifestado los secretos arcanos de su interioridad.
yo los cuidaba. Pero ahora, una vez m u e r t o y resucitado, cuando ya
Ahora cuídalos Tú. Jesús n o pertenecía a la esfera h u m a n a , sorpresiva y re-
pentinamente comienza a llamarlos mis hermanos. Aquí
está el secreto: Jesús, durante aquellos años, los cuidó
Tengo miedo por ellos, los conozco bien. con tanto cariño, y luchó para formar, con ellos, una fa-
No permitas que los intereses los dividan milia unida p o r q u e el Padre de Jesús era, también, el Pa-
y que las rivalidades acaben por extinguir la paz. dre de los Apóstoles, y el Dios de aquellos pescadores
Que sean UNO, Padre amado, como Tú y Yo. era, también) el Dios de Jesús.
Existía, pues, una raíz subterránea que mantenía en
No es necesario que los retires del mundo. pie todos aquellos árboles. Más allá de las diferencias
Derriba, en ellos, las altas murallas, temperamentales o sociales, una corriente elemental uni-
levantadas por el egoísmo. ficaba, en un proceso identificante, a todos aquellos que
Cubre los fosos y allana los desniveles tenían un Padre común.
para que ellos sean verdaderamente^unidad y santidad.
Como Tú, Padre, estás en Mí y, Yo en Tí,
también ellos sean consumados en lo UNO nuestro.
El misterio existencial de la vida fraterna consistirá
siempre, en imponer las convicciones de fe sobre las emo-
"Mis hermanos" ciones espontáneas.
Este tipo no me gusta, el instinto me impulsa a se-
p a r a r m e de él. Este otro mantiene, respecto de mí, no sé
Después de vivir durante tres años en el seno de qué reticencia o ceño cerrado, mi reacción espontánea es
aquella íamilia itinerante, poniendo en práctica todas las ofrecerle la misma actitud. Sé que aquel otro habló mal
28. 2. JESÚS EN LA FRATERNIDAD DE LOS DOCE 57
56 Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD
de mí; desde ese momento no puedo evitar mirarlo como Vivían unidos. Tenían todo común. Se les veía ale-
enemigo, y tratarlo como t a l . . . gres. Nunca h a b l a b a n con adjetivos posesivos: " m í o " ,
Será necesario imponer, por encima de esas reaccio- " t u y o " . Acudían diariamente, y con fervor, al templo. Go-
nes naturales, las convicciones de fe: el Padre de ese zaban de la simpatía de todos. En u n a palabra, tenían u n
hermano es mi Padre. El Dios que me amó y me acogió solo corazón y u n a sola alma. Y t o d o esto causaba u n a
es el Dios de ese hermano. Será necesario abrirme, acep- e n o r m e impresión en el pueblo.
tarlo y acogerlo como al hijo de "mi Padre".
La fraternidad evangélica tiene, en sí misma, su ra-
Signo y meta zón de s e r : la de ser u n ambiente en el cual, los herma-
nos t r a t a n de establecer verdaderas relaciones interper-
sonales y fraternas.
Hubo, pues, en los últimos tiempos, una explosión Fraternidad no significa tan sólo que vivimos j u n t o s ,
de la benignidad y amor de nuestro Salvador a los hom- unos y otros, ayudándonos y completándonos en una ta^
bres (Tit 3,4). Los redimidos por el amor, sintiéndose rea común, c o m o en u n equipo pastoral, sino que, sobre
admirados, emocionados y agradecidos por tanta predi- todo, tenemos la m i r a d a fija, los unos en los otros, para
lección, pasan decididamente a esta conclusión: a m a r n o s m u t u a m e n t e . Y m á s q u e eso, quiere indicar que
vivimos unos-con-los-otros, así como el Señor ríos dio el
Si Dios nos ha amado ejemplo y el precepto.
de esta manera,
nosotros
debemos amarnos unos a otros (I Jn 4,7).
Cuando el h e r m a n o haya experimentado previamente
ese amor ¡primero, n o h a b r á dificultades especiales, en la Este amor, vivido p o r los h e r m a n o s en medio del
vivencia de amor, diariamente; todo queda solucionado m u n d o , constituirá el toque de atención y a r g u m e n t o pal-
o en vías de solución: problemas de adaptación, tensio- pable de que Jesús es el Enviado del Padre, y de que está
nes y crisis, dificultades de p e r d ó n o de aceptación. vivo entre nosotros. Cuando las gentes observen a un gru-
po de hermanos, vivir unidos, en una feliz armonía, aca-
barán pensando que Cristo tiene que estar vivo. De otra
manera no se podría explicar tanta belleza fraterna. Así,
la fraternidad se torna en un sacramento, señal indiscu-
tible v profética de la potencia libertadora de Dios.
Al desaparecer la fraternidad itinerante de Jesús, con El pueblo posee una gran sensibilidad. Percibe con
la dispersión de los Apóstoles e n el m u n d o , surge en Je- certeza cuándo, entre los hermanos reina la envidia, cuán-
rusalén u n a copia de aquella familia apostólica. Y los do la indiferencia, y cuándo la armonía.
Hechos nos presentan la comunidad de Jerusalén como ,La gente sabe, por propia experiencia, cuánto cuesta
el ideal de la existencia cristiana. amar a los difíciles, cuánta generosidad presupone el
29. 58 Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD 2. JESÚS EN LA FRATERNIDAD DE LOS DOCE 59
a m o r oblativo. Una comunidad unida, se transforma rá- Impresionan las insistencias de Bonhoeffer. El pas-
pidamente, p a r a el Pueblo de Dios, en un signo de admi- tor luterano sabía, p o r propia experiencia, qué significa
ración, y también, en u n signo de interrogación que lo vivir en comunidad. Casi desde los comienzos de su acti-
cuestiona*—a ese Pueblo— y lo obliga a preguntarse por vidad ministerial había sido orientador espiritual de los
la acción redentora de Jesús cuyos frutos quedan a la seminaristas teólogos de la Iglesia Confesante de Pome-
vista. rania. Y, en sus orientaciones comunitarias, insiste, de
forma casi exclusivista, sobre el carácter espiritual de la
comunidad.
A aquel h o m b r e , que se equilibró entre la "resisten-
Muchas tareas señaló Jesús a los suyos. Les dijo que cia y la sumisión" y acabó su vida, como Testigo de Je-
se preocuparan de los necesitados y que, lo que hicieran sús, a manos de los coroneles de las SS, n o le parecía
por ellos, lo habían hecho p o r Jesús mismo. Les dijo có- que el h e r m a n o debe buscar a Dios en el otro h e r m a n o ,
m o tenían que defenderse cuando fueran llevados a los c orno se dice hoy, sino que un h e r m a n o solamente puede
tribunales. Les pidió que limpiaran leprosos, sanaran en- llegar al otro h e r m a n o mediante Jesucristo.
fermos, resucitaran m u e r t o s . Les m a n d ó que recorrieran
el m u n d o a n u n c i a n d o las noticias de Ultima Hora. Y añade que nosotros desde la eternidad, hemos sido
Pero, al final, en el último momento, y con carácter elegidos c c m o h e r m a n o s en Jesucristo, fuimos aceptados
urgente de testamento final, les comunicó que, entre to- en el tiempo, y unidos p a r a la eternidad.
das las actividades señaladas o preceptuadas, la actividad
esencial habría de ser, vivir amándose unos a otros, en
cuanto y h a s t a q u e El regresara. Sólo mediante Jesucristo es posible que uno sea
Es, pues, la fraternidad, la meta para los seguidores nermano del otro.
de Jesús. Yo soy hermano para el otro gracias a lo que
Jwucristo hizo por mí y en mí. El otro se ha con-
vertido en mi hermano gracias a lo que Jesucristo
Aceptai a Jesús como HERMANO hizo por él y en él.
El hecho de que sólo por Jesucristo seamos her-
Dios es a m o r porque a m a r significa dar. Y Dios nos manos, es de una trascendencia inconmensurable.
ha dado lo que m á s q u e r í a : su Hijo. Jesucristo es, pues, Porque significa que el hermano con quien me en-
frento en la comunidad no es aaueb otro ser grave,
el don de Jos dones, o el colmo de los regalos. piadoso, que anhela hermandad. El heraiano es
Si el a m o r es el fundamento de la fraternidad, y Je- aquel otro redimido por Cristo, absuelto de sus pe-
sús es el centro de ese a m o r , es preciso concluir que Jesu- cados, llamado a la fe y a la vida eterna.
cristo es el Misterio Total de la Fraternidad. Y el secreto Nuestra comunión consiste exclusivamente en lo
que Cristo ha obrado en ambos. Estoy y estaré en
del éxito comunitario está en aceptar a Jesús, en el seno comunidad con el otro, únicamente por Jesucristo.
de la comunidad, como Don del Padre y HEP.MANO nues-
tro. Cuanto más auténtica y profunda se haga, tanto
más retrocederá todo lo «ftie mediaba entre nos-
otros, con tanta más claridad y pureza vivirá en
nosotros, sola y exclusivamente, Jesucristo y su obra.
30. 60 Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD 2. JESÚS EN LA FRATERNIDAD DE LOS DOCE 61
Nos pertenecemos únicamente por medio de Je- cia Dios y hacia el hermano. Ahora los cristianos
sucristo. Pero, por medio de Cristo nos poseemos, pueden convivir en paz, amarse y servirse unos a los
también, realmente los unos a los otros, para toda otros; pueden llegar a ser un solo cuerpo.
la eternidad. (r) Únicamente en Jesucristo somos un solo cuerpo.
Únicamente, por medio de El, estamos unidos. (1)
La comunidad llegará a la madurez y unidad en tanto
c u a n t o aceptemos a Jesús como HERMANO, y lo acoja- Sin Jesucristo, ¿qué será de un grupo de h o m b r e s o
m o s como u n componente, uno más, de nuestra frater- de mujeres, sin ningún fundamento que los una, sin con-
nidad. sanguinidad, sin intereses comunes, muchas veces, sin
Aceptar a Jesús significa que la comunidad lo reco- afinidad? Podemos imaginar un posible c u a d r o : el pre-
noce vitalmente y admite su presencia invisible y real. dominio de los intereses, personalismos e individualis-
Significa, también, que la comunidad no sólo lo integra mos.
como u n m i e m b r o vivo sino que, sobre todo, lo considera Más aún. Me atrevo a decir que la institución frater-
como el elemento principal de integración. na, sin u n Jesús vivo y verdadero, es un invento artificial
Aceptar a Jesús significa que su presencia nos inco- y absurdo, fuente de represión, neurosis y conflictos, en
moda, cuestiona y desafía cuando, en el seno de la comu- una palabra —como ya lo hemos dicho— una escuela de
nidad, hacen su aparición aquellas reacciones que per- mediocridad y egoísmo.
t u r b a n la paz. Aceptarlo significa, también, que el HER-
MANO nos hace sentirnos realizados en n u e s t r o proyecto Nuestro Bonhoeffer pasó año y medio, preso, vigila-
de vida, que El desvanece nuestros temores interiores, y do por la Gestapo, en la sección militar de Berlín. Desde
nos "obliga" a s a l i m o s de nosotros mismos p a r a perdo- allí escribió a sus parientes varias cartas que, hoy, son
nar, aceptar y acoger. páginas de sabiduría. Más tarde fue trasladado a otra pri-
sión y sometido a una vigilancia más estricta. Un dfei, su
familia se dio cuenta de que Dietrich había desaparecido.
Aceptar a Jesús significa q u e respetamos y reveren- La Gestapo negó toda explicación. Nunca se supo m á s
ciamos a cualquier h e r m a n o como al m i s m o Jesús, y que de él. Mucho m á s tarde se hizo luz sobre su final: acabó
nos esforzamos p a r a n o hacer, en el t r a t o general, nin- sus días, como u n verdadero Testigo de Jesús, a m a n o s
guna diferencia entre el h e r m a n p y el HERMANO. de la Gestapo.
Sin Cristo, hay discordia entre Dios y el hombre, Cuando Dios se hizo misericordioso, revelándonos
y entre el nombre y el hombre. Cristo se convirtió en a Jesús como hermano; cuando nos ganó el corazón
mediador e hizo la paz con Dios y entre los hombres. mediante el amor, comenzó también la instrucción en
Sin Cristo no reconoceríamos al hermano ni po- el amor fraterno.
dríanlos llegar a él. El camino está bloqueado por el Habiéndose, Dios, manifestado misericordioso,
propio yo. hemos aprendido al mismo tiempo a ser misericor-
Cristo ha franqueado el camino que conduce ha- diosos con nuestros hermanos.
(') Dietrích Bonhoeffer, Vida en comunidad, Buenos Aires, 1966, p . 16_ '(') Ibidem, p. 14.
31. 62 Cap. II - EL MISTERIO DE LA FRATERNIDAD 3. LA REDENCIÓN DE LOS IMPULSOS
Habiendo recibido el perdón en lugar de Juicio,
estábamos preparados para perdonar al hermano.
Lo que Dios obrara en nosotros, lo debíamos, en
consecuencia, a nuestro hermano.
Cuanto más habíamos recibido, tanto más debía-
mos dar. De este modo, Dios mismo nos enseña a
encontrarnos, los unos a los otros, tal como Dios nos Las dificultades
encontrara en Cristo. "Por tanto, recibios los unos a
los otros, como también Cristo nos recibió, para glo-
ria de Dios. (Rm 15,7). C1)
Desde las profundidades del inconsciente, afloran a
la superficie del hombre, las energías no redimidas, hijas
de la "carne":
orgullo, vanidad, envidia, odio,
resentimientos, rencor, venganza,
deseo de poseer personas o cosas,
egoísmo y arrogancia,
miedo, timidez, angustia, agresividad.
Estas son las fuerzas primitivas que lanzan al her-
mano contra el hermano, separan, oscurecen, obstruyen
y destruyen la unidad. Sin Dios, la fraternidad es utopía.
Solamente Dios puede bajar a las profundidades ori-
ginales del hombre para calmar las olas, controlar las
energías y transformarlas en amor.
El grito general de las ciencias humanas proclama
que el hombre actúa bajo el impulso del placer. A eso
llaman motivo de una conducta. Basta abrir los ojos para
darse cuenta de que el placer, más que la convicción, es
el motivo general que origina, condiciona y determina la
conducta humana.
Por ejemplo: por gusto, nadie perdona. Por gusto,
no se acepta a los neuróticos ni se convive con los difí-
ciles. Por gusto, a la hora de formar una comunidad, se
hace una selección eliminando a los que no son de la pro-
pia "línea", y quedándose con aquellos otros que son del
(') Ibidem, p. 15. propio temperamento o mentalidad.