1) María Valtorta tuvo una visión del episodio de la Resurrección de Jesús el 1 de abril de 1945. 2) En la visión, vio un meteoro resplandeciente descender del cielo hacia la tierra y entrar en la tumba, infundiendo vida de nuevo en el cuerpo de Jesús. 3) Jesús resucitado emerge glorioso de la tumba, iluminado por las llagas de sus manos y pies.
036b - La Resurrección del Señor Jesús le revelada a Maria Valtorta
1. La Resurrección del Señor Jesús le revelada a Maria Valtorta bis
El Señor Jesús ha hecho revivir, el 1 de abril de 1945, a Maria Valtorta también el episodio
de Su Resurrección: << En el cielo que tiene al oriente, una zona rosada que cada vez
más se extiende en el cielo sereno, dónde por otra parte todavía es no rajo de sol, se
asoma, viniendo de profundidades desconocidas, un meteoro resplandecientísimo,
descende, pelota de fuego de insostenible resplandor, seguida por una estela rutilante, que
quizás no es otro que el recuerdo de su fulgor en nuestra retina. Descende velozísima
hacia la Tierra, esparciendo una luz tan intensa, fantasmagórica, espantosa en su belleza,
que la luz rosada de la aurora se anula de ella, superada por este incandescencia blanca,
nuestra nota: el meteoro o bien el Espíritu del Señor Jesús. Los guardias levantan al jefe
se asombrados, también porque, con la luz, viene un boato, nuestra nota: un fragor,
potente, armónico, solemne, que llena de si toda la Creación. Viene de profundidades
paradisíacas. Es él aleluya, la gloria angélica, que sigue el Espíritu del Cristo que vuelve
en su Carne gloriosa. El meteoro se abate contra el inútil cerradura, nuestra nota: la gran
piedra, del Sepulcro, lo arranca, nuestra nota: lo alza, lo derriba, fulmina de terror y fragor
los guardias les puestos a carceleros del dueño del universo, dando con el suyo volver
sobre la Tierra, un nuevo terremoto, como lo había dado cuando de la Tierra era huido
este Espíritu del Señor. Entra en el oscuro Sepulcro, que se hace claro todo de su luz
indescriptible, y mientras ésta permanece suspendida en el aire inmóvil, el Espíritu él
infunde de nuevo en el cuerpo inmóvil bajo las fúnebres vendas. Todo esto no en un
minuto, pero en una fracción de instante, tan el aparecer, el descender, el penetrar y el
desaparecer de la Luz de Dios ha sido rápido El <<Quiero>> del divino Espíritu a su fría
Carne no tiene sonido. Ello es dicho por la esencia a la Materia inmóvil. Pero ninguna
palabra es percibida por oreja humana. La carne recibe el mando y obedece a ello con una
profundidad respiración....Nada otra por alguno minutos. Bajo el sudadero y el Santo
Sudario la Carne gloriosa se recompone en belleza eterna, se despierta del sueño de
muerte, vuelve del <<nada>> en cuyo era y vive después de haber sido muerta.
Ciertamente el corazón se despierta y da el primer latido, empuja en las venas la helada
sangre supérstite y enseguida crea de ello la total medida en las arterias vaciadas, en los
pulmones inmóviles, en el cerebro oscurecido, y reconduce calor, salud, fuerza,
pensamiento. Un otro instante y he aquí un movimiento repentino bajo el sudario pesado.
Así repentino que, del instante en que Él cierto mueve las manos cruzadas al momento en
que aparece en pies, imponente, espléndidísimo en Su vestido de inmaterial materia,
supernaturalmente bonito y majestuoso, con una gravedad que lo muda y o lo eleva
también dejándolo Él, el ojo hace apenas en tiempo a aferrar de ello los tránsitos. Y ahora
lo admira: así diferente de cuánto la mente recuerda, arreglado, sin heridas ni sangre,
pero sólo resplandeciente de la luz que mana a borbotones de las cinco llagas y se emana
de cada poro de Su epidermis. Cuando mueve el primer paso y en el movimiento los rayos
2. manantes de las Manos y de los Pies lo aureolan, nuestra nota: lo ceñen con una aureola,
de hojas de luz: del Jefe dotado, de un serto, que es hecho por los innumerable, nuestra
nota: qué no se logran a contar, pequeñas heridas de la corona, que ya no dan más
sangre pero sólo fulgor, al ruedo del vestido cuando, abriendo los brazos que ha cruzado
sobre el pecho, descubre la zona de luminosidad intensa que filtra del vestido
encendiéndola de un sol a la altura del Corazón entonces realmente es la <<Luz>> que ha
tomado cuerpo1
.
Cualquiera nuestra palabra estropearía la conmovedora y confortadora página evangélica
de Maria Valtorta.
1
Maria Valtorta, como El evangelio me ha sido revelado, Vol. X°, páginas 171/175, CEV SL, 03036 Isla del Liri (FR)