Los arquitectos celestiales debían fabricar al padre perfecto. Discutieron que debía ser fuerte pero también dulce, firme pero manso, justo y comprensivo. Ninguno sabía cómo combinar tantas cualidades en un solo cuerpo. El Maestro, dueño del taller celestial, comenzó a darle forma a un hombre usando tierra para la humildad y oro de las estrellas para la firmeza. Le insufló vida pero faltaba algo en su pecho. El Maestro sacó un pedazo de su propio corazón y lo puso