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III Trimestre de 2012
                        1 y 2 de Tesalonicenses


                      Notas de Elena G. de White

                              Lección 1
                             7 de Julio de 2012




   El evangelio llega a Tesalónica
Sábado 30 de junio

   Aunque Jesús declaró ser el Mesías, el pueblo no lo recibió a pesar
de presenciar sus obras maravillosas y asombrarse de su sabiduría,
porque no cumplía con sus expectativas acerca del Mesías. Habían
sido instruidos a esperar pompa y gloria humanas a la llegada de su
Libertador, y soñaban con la idea de que bajo el poder del “León de la
tribu de Judá”, la nación judía sería exaltada a tener preeminencia
entre las naciones del mundo. Con estas ideas en mente, no estaban
preparados para recibir al humilde Maestro de Galilea a pesar de que
los profetas habían predicho cómo vendría. No lo reconocieron como
“la verdad” ni como “la luz del mundo”, porque su apariencia no era
pretenciosa sino humilde. Y aunque no lo acompañaba una procesión
terrenal, la majestuosidad de su presencia hablaba de su divino ca-
rácter. Aunque sus modales eran suaves y gentiles, él mostraba una
autoridad que inspiraba respeto y reverencia. A sus órdenes, la en-
fermedad salía de los sufrientes; los muertos escuchaban su voz y
volvían a vivir; los tristes se regocijaban y los cansados encontraban
descanso en su amor compasivo (Review and Herald, 7 de fe-
brero, 1888).


Domingo 1 de julio:
Los predicadores pagan el precio

  “Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciu-
dad de Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo; el corazón de la cual
                        Recursos Escuela Sabática ©
abrió el Señor”. Lidia recibió alegremente la verdad. Ella y su familia
se convirtieron y bautizaron, y rogó a los apóstoles que se hospeda-
ran en su casa.

   Cuando los mensajeros de la cruz salieron a enseñar, una mujer
poseída de un espíritu pitónico los siguió gritando: “Estos hombres
son siervos del Dios Alto, los cuales os anuncian el camino de salud.
Y esto hacía por muchos días”.

   Esta mujer era un agente especial de Satanás, y había dado mucha
ganancia a sus amos adivinando. Su influencia había ayudado a for-
talecer la idolatría. Satanás sabía que se estaba invadiendo su reino, y
recurrió a este medio de oponerse a la obra de Dios, esperando mez-
clar su sofistería con las verdades enseñadas por aquellos que pro-
clamaban el mensaje evangélico. Las palabras de recomendación
pronunciadas por esta mujer eran un perjuicio para la causa de la
verdad, pues distraían la mente de la gente de las enseñanzas de los
apóstoles. Deshonraban el evangelio; y por ellas muchos eran indu-
cidos a creer que los hombres que hablaban con el Espíritu y poder
de Dios estaban movidos por el mismo espíritu que esa emisaria de
Satanás.

   Durante algún tiempo, los apóstoles soportaron esta oposición;
luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, Pablo ordenó al mal es-
píritu que abandonase a la mujer. Su silencio inmediato testificó de
que los apóstoles eran siervos de Dios, y que el demonio los había re-
conocido como tales y había obedecido su orden.

   Librada del mal espíritu y restaurada a su sano juicio, la mujer es-
cogió seguir a Cristo. Entonces sus amos se alarmaron por su nego-
cio. Vieron que toda la esperanza de recibir dinero mediante sus adi-
vinaciones había terminado, y que su fuente de ingreso pronto des-
aparecería completamente si se permitía a los apóstoles continuar la
obra del evangelio.

   Muchos otros de la ciudad tenían interés en ganar dinero median-
te engaños satánicos; y éstos, temiendo la influencia de un poder ca-
paz de poner fin tan eficazmente a su trabajo, levantaron un podero-
so clamor contra los siervos de Dios. Llevaron a los apóstoles ante los
magistrados con la acusación: “Estos hombres, siendo Judíos, albo-

                         Recursos Escuela Sabática ©
rotan nuestra ciudad, y predican ritos, los cuales no nos es lícito reci-
bir ni hacer, pues somos Romanos”.

   Movida por un frenesí de excitación, la multitud se levantó contra
los discípulos. El espíritu del populacho prevaleció, y fue sancionado
por las autoridades, quienes desgarraron los vestidos exteriores de
los apóstoles y ordenaron que fueran azotados. “Y después que los
hubieron herido de muchos azotes, los echaron en la cárcel, man-
dando al carcelero que los guardase con diligencia: el cual, recibido
este mandamiento, los metió en la cárcel de más adentro; y les apretó
los pies en el cepo” (Los hechos de los apóstoles, pp. 172-174).

   Los apóstoles no consideraban inútiles sus labores en Filipos. Ha-
bían afrontado mucha oposición y persecución; pero la intervención
de la Providencia en su favor, y la conversión del carcelero y de su
familia, compensaron con creces la ignominia y el sufrimiento que
habían soportado. Las noticias de su injusto encarcelamiento y de su
milagrosa liberación se difundieron por toda esa región, y esto dio a
conocer la obra de los apóstoles a muchos que de otra manera no ha-
brían sido alcanzados.

   Las labores de Pablo en Filipos tuvieron por resultado el estable-
cimiento de una iglesia cuyos miembros aumentaban constantemen-
te. Su celo y devoción, y sobre todo su disposición a sufrir por causa
de Cristo, ejercieron una influencia profunda y duradera en los con-
versos. Apreciaban altamente las preciosas verdades por las cuales
los apóstoles se habían sacrificado tanto, y se entregaron con sincera
devoción a la causa de su Redentor (Los hechos de los apóstoles,
pp. 177, 178).


Lunes 2 de julio:
La estrategia de la predicación de Pablo

   Después de dejar a Filipos, Pablo y Silas fueron a Tesalónica. Allí
se les dio la oportunidad de hablar a grandes congregaciones en la
sinagoga judía. Su apariencia evidenciaba el vergonzoso trato recién
recibido, y requería una explicación de lo que había sucedido. Ellos la
dieron sin ensalzarse a sí mismos, sino magnificando a Aquel que los
había librado.

                         Recursos Escuela Sabática ©
Al predicar a los tesalonicenses, Pablo apeló a las profecías del An-
tiguo Testamento concernientes al Mesías. Cristo había abierto en su
ministerio la mente de sus discípulos a estas profecías; pues “comen-
zando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las
Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Pedro, al predicar a
Cristo, había sacado del Antiguo Testamento sus evidencias. Esteban
había seguido el mismo plan. Y también Pablo en su ministerio ape-
laba a las Escrituras que predecían el nacimiento, los sufrimientos, la
muerte, resurrección y ascensión de Cristo. Por el inspirado testimo-
nio de Moisés y los profetas, probaba claramente la identidad de Je-
sús de Nazaret como el Mesías, y mostraba que desde los días de
Adán era la voz de Cristo la que había hablado por los patriarcas y
profetas...

   Pablo mostró cuán estrechamente había ligado Dios el servicio de
los sacrificios con las profecías relativas a Aquel que iba a ser llevado
como cordero al matadero. El Mesías iba a dar su vida como “expia-
ción por el pecado”. Mirando hacia adelante a través de los siglos las
escenas de la expiación del Salvador, el profeta Isaías había testifica-
do que el Cordero de Dios “derramó su vida hasta la muerte, y fue
contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos,
y orado por los transgresores” (Isaías 53:7, 10, 12)...

   El Salvador profetizado había de venir, no como un rey temporal,
para librar a la nación judía de opresores terrenales, sino como hom-
bre entre los hombres, para vivir una vida de pobreza y humildad, y
para ser al fin despreciado, rechazado y muerto. El Salvador predicho
en las Escrituras del Antiguo Testamento había de ofrecerse a sí
mismo como sacrificio en favor de la especie caída, cumpliendo así
todos los requerimientos de la ley quebrantada. En él los sacrificios
típicos iban a encontrar la realidad prefigurada, y su muerte de cruz
iba a darle significado a toda la economía judía...

   Mientras Pablo proclamaba con santa audacia el evangelio en la
sinagoga de Tesalónica, se derramaron raudales de luz sobre el ver-
dadero significado de los ritos y ceremonias relacionados con el ser-
vicio del tabernáculo. Condujo el pensamiento de sus oyentes más
allá del servicio terrenal y del ministerio de Cristo en el santuario ce-
lestial, al tiempo cuando, habiendo completado su obra mediadora,
Cristo volverá con poder y grande gloria y establecerá su reino en la
tierra. Pablo creía en la segunda venida de Cristo. Tan clara y vigoro-
                         Recursos Escuela Sabática ©
samente presentó las verdades concernientes a este suceso, que ellas
hicieron en la mente de muchos que oían una impresión que nunca
se borró.

   Por tres sábados sucesivos Pablo predicó a los tesalonicenses, ra-
zonando con ellos de las Escrituras en cuanto a la vida, muerte, resu-
rrección, mediación, y gloria futura de Cristo, el Cordero “muerto
desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8). Ensalzó a Cristo, el
debido entendimiento de cuyo ministerio es la llave que abre las Es-
crituras del Antiguo Testamento y da acceso a sus ricos tesoros (Los
hechos de los apóstoles, pp. 180-186).


Martes 3 de julio:
Dos conceptos del Mesías

   La nación judía había corrompido su religión con ceremonias y
costumbres sin sentido, lo que se transformaba en una carga pesada,
especialmente para las clases pobres. Por otra parte, estaban bajo el
control de los romanos, quienes les exigían pagarles tributos; esto
hacía que los judíos anhelaran la llegada de un Mesías que trajera el
triunfo de su nación sobre sus enemigos. Veían las profecías con una
visión estrecha, y esperaban un Libertador que asumiera honores
reales, condujera los ejercites para subyugar a los opresores, y se es-
tableciera en el trono de David. Si hubieran estudiado las profecías
con humildad y discernimiento espiritual, no hubieran caído en tan
gran error como el que cayeron, sino que hubieran descubierto que
su primera venida sería en humildad, y recién su segunda venida lo
mostraría con poder y gran gloria. El pueblo judío anhelaba el poder
y los honores mundanos, y en su orgullo y corrupción no podían dis-
cernir las cosas sagradas; no podían distinguir entre el primer y el
segundo advenimiento, y aplicaban al primero lo que los profetas ha-
bían dicho acerca del segundo. Incluso se jactaban ante los romanos
que muy pronto aparecería el Libertador que les daría el poder y la
autoridad para reinar sobre ellos. Pronto terminaría su opresión, y el
reino que el Mesías establecería sería aun más glorioso que el de Sa-
lomón.

   Cuando se cumplió el tiempo, Cristo nació en un establo, fue pues-
to en un pesebre y rodeado de animales. ¿Podría ser éste el Hijo de
Dios, con una apariencia tan frágil y endeble, tan parecida a la de los
                         Recursos Escuela Sabática ©
otros bebés? Su gloria y majestad divinas fueron veladas a la huma-
nidad. Los ángeles dieron la noticia de su advenimiento y su naci-
miento fue recibido con gozo en las cortes celestiales, mientras los
grandes hombres de la tierra lo ignoraban. Los escribas y fariseos,
hipócritas y orgullosos, realizaban sus ceremonias con aparente de-
voción a la ley, pero no sabían nada del niño de Belén. No obstante
su jactanciosa sabiduría para exponer la ley y las profecías en las es-
cuelas de los profetas, eran totalmente ignorantes de la forma en que
aparecería. Sus estudios tenían como finalidad obtener ventajas per-
sonales, riquezas y honor, pero no estaban preparados para la revela-
ción del Mesías. Esperaban un Príncipe poderoso que reinara sobre
el trono de David, cuyo reino permanecería para siempre. Pero sus
ideas acerca del Mesías no estaban de acuerdo con lo que profesaban
exponer ante la gente. Eran ciegos espirituales que intentaban guiar
a otros ciegos (Review and Herald, 17 de diciembre, 1872).


Miércoles 4 de julio:
Sufrimiento antes de la gloria

   La zarza ardiente, que velaba la manifestación de la gloria de Dios,
era un símbolo que anticipaba la aparición de Cristo en nuestro
mundo, con su divinidad revestida de humanidad. Ante los ojos del
mundo, Cristo no poseía belleza para que lo desearan, sin embargo
era el Dios encamado. Este es el misterio de la piedad. La ciencia
humana, por más elevada que sea, no lo puede explicar. Los hombres
pueden pensar que poseen cualidades superiores, y sentirse tan ele-
vados como el cedro o el roble. Pero Cristo, aunque era el Verbo
eterno, nació humildemente, y mostró su gracia condescendiente y
su infinita humildad, al descender a las profundidades a las que llegó
para alcanzarnos. Se hizo carne y habitó entre nosotros.

   Antes de venir en semejanza humana, Cristo era la expresa ima-
gen del Padre. Pero no se aferró a su condición de igual al Padre, sino
que voluntariamente se despojó a sí mismo, tomando forma de sier-
vo. Era el Verbo encarnado, la Luz del cielo y de la tierra. En él esta-
ban escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento.
Sin embargo nació en un pesebre en Belén de Judea, como el hijo de
María y el supuesto hijo de José, y creció como cualquier otro niño.
Su vida terrenal fue llena de negación y sacrificio. “Las zorras tienen

                         Recursos Escuela Sabática ©
guaridas —dijo— y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre
no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58).

   La profecía anticipaba que Cristo aparecería como una raíz en te-
rreno seco: “Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra
seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atracti-
vo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hom-
bres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que es-
condimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos”
(Isaías 53:2, 3). Este capítulo debiera ser estudiado y memorizado.
Presenta a Cristo como el Cordero de Dios. Los orgullosos y llenos de
vanidad debieran mirar el cuadro de su Redentor y humillarse hasta
el polvo. Su influencia subyugará y humillará el alma que está man-
chada por el pecado y la exaltación propia.

   Pensemos en la humillación de Cristo: tomó sobre sí la naturaleza
humana caída y sufriente, degradada y manchada por el pecado. To-
mó nuestras penas, nuestra aflicción y nuestra vergüenza. Soportó
todas las tentaciones que el ser humano tiene que soportar. Unió a la
divinidad con la humanidad, haciendo que el espíritu divino morara
en un templo de carne. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó en-
tre nosotros”, para que pudiera asociarse con los sufrientes y pecado-
res hijos e hijas de Adán.

   La gloria de Cristo fue velada para que la majestad y la belleza de
su forma exterior no llegara a ser un objeto de atracción. En esto hay
una lección para toda la humanidad. El no vino para mostrar un des-
pliegue exterior. En su condición de hombre se humilló a sí mismo
para mostrar que el ser humano caído debe caminar humildemente
ante Dios. Las riquezas, el honor y la grandeza humanas nunca pue-
den salvar a un alma de la muerte. “Miraré a aquel que es pobre y
humilde de espíritu —dice Dios— y que tiembla a mi palabra” (Isaías
66:2) (Youth’s Instructor, 20 de diciembre, 1900)


Jueves 5 de julio:
Nace una iglesia

   Así como los rayos del sol penetran hasta los más remotos rinco-
nes del globo, es el plan de Dios que la luz del evangelio se extienda a
toda alma sobre la tierra... En este tiempo en que el enemigo obra
                         Recursos Escuela Sabática ©
como nunca antes para acaparar la mente de hombres y mujeres, de-
biéramos trabajar con incesante actividad. Hemos de proclamar dili-
gente y desinteresadamente el último mensaje de misericordia en las
ciudades, en los caminos y atajos. Se ha de llegar a todas las clases.
Mientras trabajemos nos encontraremos con gente de diferente na-
cionalidad. Nadie ha de quedar sin ser amonestado. El Señor Jesús
fue el don de Dios para todo el mundo, no solo para las clases más
elevadas, ni para una nacionalidad con exclusión de otras. Su gracia
salvadora rodea el mundo. Todo el que quiera puede beber del agua
de vida. Un mundo aguarda para oír el mensaje de la verdad presen-
te (En lugares celestiales, p. 340).

   La invitación del evangelio debe darse a los ricos y a los pobres, a
los de las clases altas y a los de las clases bajas, y debemos idear me-
dios para llevar la verdad a nuevos lugares y a toda clase de personas.
El Señor nos ordena: “Vé por los caminos y por los vallados, y fuérza-
los a entrar para que se llene mi casa”. Él dice: “Empezad en los ca-
minos, trabajadlos enteramente; preparad un grupo que en unión
con vosotros pueda salir a hacer la misma labor que Cristo hizo al
buscar y salvar a los perdidos”.

    Cristo predicó el evangelio a los pobres, pero no circunscribió sus
labores a esta clase. Él trabajó por todos los que querían escuchar su
palabra; no solo por el publicano y el desechado, sino por el rico y le-
trado fariseo, el noble judío, el centurión y el gobernante romano.
Esta es la clase de obra que siempre se me ha mostrado que debe ha-
cerse. No debemos esforzarnos por trabajar solo por las clases po-
bres, y hacer de ese trabajo un todo. Hay otros a quienes debemos
traer al Maestro, almas que necesitan la verdad, que llevan responsa-
bilidades y que trabajarán con toda su habilidad santificada tanto en
sitios elevados como en lugares humildes (El ministerio médico,
p. 414).

   No se ha hecho el esfuerzo que debiera haberse efectuado para al-
canzar las clases superiores. Aun cuando hemos de predicar el evan-
gelio a los pobres, hemos de presentarlo también en su aspecto más
atractivo a aquellos que tienen habilidad y talento, haciendo esfuer-
zos mucho más sabios, resueltos y piadosos de lo que hemos hecho
hasta ahora para ganarlos para la verdad.


                         Recursos Escuela Sabática ©
Pero a fin de hacer esto, todos los obreros tendrán que mantenerse
en un alto nivel de inteligencia. No pueden hacer esta obra y reducir-
se a un plano bajo y común, creyendo que no importará mucho cómo
trabajen o cómo hablen, puesto que están trabajando por las clases
pobres e ignorantes. Han de aguzar el ingenio y estar armados y
equipados a fin de presentar la verdad inteligentemente y alcanzar a
las clases más elevadas. Sus mentes deber elevarse a mayores alturas,
y demostrar mayor vigor y claridad (El evangelismo, pp. 404,
405).




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  • 1. III Trimestre de 2012 1 y 2 de Tesalonicenses Notas de Elena G. de White Lección 1 7 de Julio de 2012 El evangelio llega a Tesalónica Sábado 30 de junio Aunque Jesús declaró ser el Mesías, el pueblo no lo recibió a pesar de presenciar sus obras maravillosas y asombrarse de su sabiduría, porque no cumplía con sus expectativas acerca del Mesías. Habían sido instruidos a esperar pompa y gloria humanas a la llegada de su Libertador, y soñaban con la idea de que bajo el poder del “León de la tribu de Judá”, la nación judía sería exaltada a tener preeminencia entre las naciones del mundo. Con estas ideas en mente, no estaban preparados para recibir al humilde Maestro de Galilea a pesar de que los profetas habían predicho cómo vendría. No lo reconocieron como “la verdad” ni como “la luz del mundo”, porque su apariencia no era pretenciosa sino humilde. Y aunque no lo acompañaba una procesión terrenal, la majestuosidad de su presencia hablaba de su divino ca- rácter. Aunque sus modales eran suaves y gentiles, él mostraba una autoridad que inspiraba respeto y reverencia. A sus órdenes, la en- fermedad salía de los sufrientes; los muertos escuchaban su voz y volvían a vivir; los tristes se regocijaban y los cansados encontraban descanso en su amor compasivo (Review and Herald, 7 de fe- brero, 1888). Domingo 1 de julio: Los predicadores pagan el precio “Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciu- dad de Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo; el corazón de la cual Recursos Escuela Sabática ©
  • 2. abrió el Señor”. Lidia recibió alegremente la verdad. Ella y su familia se convirtieron y bautizaron, y rogó a los apóstoles que se hospeda- ran en su casa. Cuando los mensajeros de la cruz salieron a enseñar, una mujer poseída de un espíritu pitónico los siguió gritando: “Estos hombres son siervos del Dios Alto, los cuales os anuncian el camino de salud. Y esto hacía por muchos días”. Esta mujer era un agente especial de Satanás, y había dado mucha ganancia a sus amos adivinando. Su influencia había ayudado a for- talecer la idolatría. Satanás sabía que se estaba invadiendo su reino, y recurrió a este medio de oponerse a la obra de Dios, esperando mez- clar su sofistería con las verdades enseñadas por aquellos que pro- clamaban el mensaje evangélico. Las palabras de recomendación pronunciadas por esta mujer eran un perjuicio para la causa de la verdad, pues distraían la mente de la gente de las enseñanzas de los apóstoles. Deshonraban el evangelio; y por ellas muchos eran indu- cidos a creer que los hombres que hablaban con el Espíritu y poder de Dios estaban movidos por el mismo espíritu que esa emisaria de Satanás. Durante algún tiempo, los apóstoles soportaron esta oposición; luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, Pablo ordenó al mal es- píritu que abandonase a la mujer. Su silencio inmediato testificó de que los apóstoles eran siervos de Dios, y que el demonio los había re- conocido como tales y había obedecido su orden. Librada del mal espíritu y restaurada a su sano juicio, la mujer es- cogió seguir a Cristo. Entonces sus amos se alarmaron por su nego- cio. Vieron que toda la esperanza de recibir dinero mediante sus adi- vinaciones había terminado, y que su fuente de ingreso pronto des- aparecería completamente si se permitía a los apóstoles continuar la obra del evangelio. Muchos otros de la ciudad tenían interés en ganar dinero median- te engaños satánicos; y éstos, temiendo la influencia de un poder ca- paz de poner fin tan eficazmente a su trabajo, levantaron un podero- so clamor contra los siervos de Dios. Llevaron a los apóstoles ante los magistrados con la acusación: “Estos hombres, siendo Judíos, albo- Recursos Escuela Sabática ©
  • 3. rotan nuestra ciudad, y predican ritos, los cuales no nos es lícito reci- bir ni hacer, pues somos Romanos”. Movida por un frenesí de excitación, la multitud se levantó contra los discípulos. El espíritu del populacho prevaleció, y fue sancionado por las autoridades, quienes desgarraron los vestidos exteriores de los apóstoles y ordenaron que fueran azotados. “Y después que los hubieron herido de muchos azotes, los echaron en la cárcel, man- dando al carcelero que los guardase con diligencia: el cual, recibido este mandamiento, los metió en la cárcel de más adentro; y les apretó los pies en el cepo” (Los hechos de los apóstoles, pp. 172-174). Los apóstoles no consideraban inútiles sus labores en Filipos. Ha- bían afrontado mucha oposición y persecución; pero la intervención de la Providencia en su favor, y la conversión del carcelero y de su familia, compensaron con creces la ignominia y el sufrimiento que habían soportado. Las noticias de su injusto encarcelamiento y de su milagrosa liberación se difundieron por toda esa región, y esto dio a conocer la obra de los apóstoles a muchos que de otra manera no ha- brían sido alcanzados. Las labores de Pablo en Filipos tuvieron por resultado el estable- cimiento de una iglesia cuyos miembros aumentaban constantemen- te. Su celo y devoción, y sobre todo su disposición a sufrir por causa de Cristo, ejercieron una influencia profunda y duradera en los con- versos. Apreciaban altamente las preciosas verdades por las cuales los apóstoles se habían sacrificado tanto, y se entregaron con sincera devoción a la causa de su Redentor (Los hechos de los apóstoles, pp. 177, 178). Lunes 2 de julio: La estrategia de la predicación de Pablo Después de dejar a Filipos, Pablo y Silas fueron a Tesalónica. Allí se les dio la oportunidad de hablar a grandes congregaciones en la sinagoga judía. Su apariencia evidenciaba el vergonzoso trato recién recibido, y requería una explicación de lo que había sucedido. Ellos la dieron sin ensalzarse a sí mismos, sino magnificando a Aquel que los había librado. Recursos Escuela Sabática ©
  • 4. Al predicar a los tesalonicenses, Pablo apeló a las profecías del An- tiguo Testamento concernientes al Mesías. Cristo había abierto en su ministerio la mente de sus discípulos a estas profecías; pues “comen- zando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Pedro, al predicar a Cristo, había sacado del Antiguo Testamento sus evidencias. Esteban había seguido el mismo plan. Y también Pablo en su ministerio ape- laba a las Escrituras que predecían el nacimiento, los sufrimientos, la muerte, resurrección y ascensión de Cristo. Por el inspirado testimo- nio de Moisés y los profetas, probaba claramente la identidad de Je- sús de Nazaret como el Mesías, y mostraba que desde los días de Adán era la voz de Cristo la que había hablado por los patriarcas y profetas... Pablo mostró cuán estrechamente había ligado Dios el servicio de los sacrificios con las profecías relativas a Aquel que iba a ser llevado como cordero al matadero. El Mesías iba a dar su vida como “expia- ción por el pecado”. Mirando hacia adelante a través de los siglos las escenas de la expiación del Salvador, el profeta Isaías había testifica- do que el Cordero de Dios “derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Isaías 53:7, 10, 12)... El Salvador profetizado había de venir, no como un rey temporal, para librar a la nación judía de opresores terrenales, sino como hom- bre entre los hombres, para vivir una vida de pobreza y humildad, y para ser al fin despreciado, rechazado y muerto. El Salvador predicho en las Escrituras del Antiguo Testamento había de ofrecerse a sí mismo como sacrificio en favor de la especie caída, cumpliendo así todos los requerimientos de la ley quebrantada. En él los sacrificios típicos iban a encontrar la realidad prefigurada, y su muerte de cruz iba a darle significado a toda la economía judía... Mientras Pablo proclamaba con santa audacia el evangelio en la sinagoga de Tesalónica, se derramaron raudales de luz sobre el ver- dadero significado de los ritos y ceremonias relacionados con el ser- vicio del tabernáculo. Condujo el pensamiento de sus oyentes más allá del servicio terrenal y del ministerio de Cristo en el santuario ce- lestial, al tiempo cuando, habiendo completado su obra mediadora, Cristo volverá con poder y grande gloria y establecerá su reino en la tierra. Pablo creía en la segunda venida de Cristo. Tan clara y vigoro- Recursos Escuela Sabática ©
  • 5. samente presentó las verdades concernientes a este suceso, que ellas hicieron en la mente de muchos que oían una impresión que nunca se borró. Por tres sábados sucesivos Pablo predicó a los tesalonicenses, ra- zonando con ellos de las Escrituras en cuanto a la vida, muerte, resu- rrección, mediación, y gloria futura de Cristo, el Cordero “muerto desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8). Ensalzó a Cristo, el debido entendimiento de cuyo ministerio es la llave que abre las Es- crituras del Antiguo Testamento y da acceso a sus ricos tesoros (Los hechos de los apóstoles, pp. 180-186). Martes 3 de julio: Dos conceptos del Mesías La nación judía había corrompido su religión con ceremonias y costumbres sin sentido, lo que se transformaba en una carga pesada, especialmente para las clases pobres. Por otra parte, estaban bajo el control de los romanos, quienes les exigían pagarles tributos; esto hacía que los judíos anhelaran la llegada de un Mesías que trajera el triunfo de su nación sobre sus enemigos. Veían las profecías con una visión estrecha, y esperaban un Libertador que asumiera honores reales, condujera los ejercites para subyugar a los opresores, y se es- tableciera en el trono de David. Si hubieran estudiado las profecías con humildad y discernimiento espiritual, no hubieran caído en tan gran error como el que cayeron, sino que hubieran descubierto que su primera venida sería en humildad, y recién su segunda venida lo mostraría con poder y gran gloria. El pueblo judío anhelaba el poder y los honores mundanos, y en su orgullo y corrupción no podían dis- cernir las cosas sagradas; no podían distinguir entre el primer y el segundo advenimiento, y aplicaban al primero lo que los profetas ha- bían dicho acerca del segundo. Incluso se jactaban ante los romanos que muy pronto aparecería el Libertador que les daría el poder y la autoridad para reinar sobre ellos. Pronto terminaría su opresión, y el reino que el Mesías establecería sería aun más glorioso que el de Sa- lomón. Cuando se cumplió el tiempo, Cristo nació en un establo, fue pues- to en un pesebre y rodeado de animales. ¿Podría ser éste el Hijo de Dios, con una apariencia tan frágil y endeble, tan parecida a la de los Recursos Escuela Sabática ©
  • 6. otros bebés? Su gloria y majestad divinas fueron veladas a la huma- nidad. Los ángeles dieron la noticia de su advenimiento y su naci- miento fue recibido con gozo en las cortes celestiales, mientras los grandes hombres de la tierra lo ignoraban. Los escribas y fariseos, hipócritas y orgullosos, realizaban sus ceremonias con aparente de- voción a la ley, pero no sabían nada del niño de Belén. No obstante su jactanciosa sabiduría para exponer la ley y las profecías en las es- cuelas de los profetas, eran totalmente ignorantes de la forma en que aparecería. Sus estudios tenían como finalidad obtener ventajas per- sonales, riquezas y honor, pero no estaban preparados para la revela- ción del Mesías. Esperaban un Príncipe poderoso que reinara sobre el trono de David, cuyo reino permanecería para siempre. Pero sus ideas acerca del Mesías no estaban de acuerdo con lo que profesaban exponer ante la gente. Eran ciegos espirituales que intentaban guiar a otros ciegos (Review and Herald, 17 de diciembre, 1872). Miércoles 4 de julio: Sufrimiento antes de la gloria La zarza ardiente, que velaba la manifestación de la gloria de Dios, era un símbolo que anticipaba la aparición de Cristo en nuestro mundo, con su divinidad revestida de humanidad. Ante los ojos del mundo, Cristo no poseía belleza para que lo desearan, sin embargo era el Dios encamado. Este es el misterio de la piedad. La ciencia humana, por más elevada que sea, no lo puede explicar. Los hombres pueden pensar que poseen cualidades superiores, y sentirse tan ele- vados como el cedro o el roble. Pero Cristo, aunque era el Verbo eterno, nació humildemente, y mostró su gracia condescendiente y su infinita humildad, al descender a las profundidades a las que llegó para alcanzarnos. Se hizo carne y habitó entre nosotros. Antes de venir en semejanza humana, Cristo era la expresa ima- gen del Padre. Pero no se aferró a su condición de igual al Padre, sino que voluntariamente se despojó a sí mismo, tomando forma de sier- vo. Era el Verbo encarnado, la Luz del cielo y de la tierra. En él esta- ban escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento. Sin embargo nació en un pesebre en Belén de Judea, como el hijo de María y el supuesto hijo de José, y creció como cualquier otro niño. Su vida terrenal fue llena de negación y sacrificio. “Las zorras tienen Recursos Escuela Sabática ©
  • 7. guaridas —dijo— y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58). La profecía anticipaba que Cristo aparecería como una raíz en te- rreno seco: “Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atracti- vo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hom- bres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que es- condimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:2, 3). Este capítulo debiera ser estudiado y memorizado. Presenta a Cristo como el Cordero de Dios. Los orgullosos y llenos de vanidad debieran mirar el cuadro de su Redentor y humillarse hasta el polvo. Su influencia subyugará y humillará el alma que está man- chada por el pecado y la exaltación propia. Pensemos en la humillación de Cristo: tomó sobre sí la naturaleza humana caída y sufriente, degradada y manchada por el pecado. To- mó nuestras penas, nuestra aflicción y nuestra vergüenza. Soportó todas las tentaciones que el ser humano tiene que soportar. Unió a la divinidad con la humanidad, haciendo que el espíritu divino morara en un templo de carne. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó en- tre nosotros”, para que pudiera asociarse con los sufrientes y pecado- res hijos e hijas de Adán. La gloria de Cristo fue velada para que la majestad y la belleza de su forma exterior no llegara a ser un objeto de atracción. En esto hay una lección para toda la humanidad. El no vino para mostrar un des- pliegue exterior. En su condición de hombre se humilló a sí mismo para mostrar que el ser humano caído debe caminar humildemente ante Dios. Las riquezas, el honor y la grandeza humanas nunca pue- den salvar a un alma de la muerte. “Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu —dice Dios— y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2) (Youth’s Instructor, 20 de diciembre, 1900) Jueves 5 de julio: Nace una iglesia Así como los rayos del sol penetran hasta los más remotos rinco- nes del globo, es el plan de Dios que la luz del evangelio se extienda a toda alma sobre la tierra... En este tiempo en que el enemigo obra Recursos Escuela Sabática ©
  • 8. como nunca antes para acaparar la mente de hombres y mujeres, de- biéramos trabajar con incesante actividad. Hemos de proclamar dili- gente y desinteresadamente el último mensaje de misericordia en las ciudades, en los caminos y atajos. Se ha de llegar a todas las clases. Mientras trabajemos nos encontraremos con gente de diferente na- cionalidad. Nadie ha de quedar sin ser amonestado. El Señor Jesús fue el don de Dios para todo el mundo, no solo para las clases más elevadas, ni para una nacionalidad con exclusión de otras. Su gracia salvadora rodea el mundo. Todo el que quiera puede beber del agua de vida. Un mundo aguarda para oír el mensaje de la verdad presen- te (En lugares celestiales, p. 340). La invitación del evangelio debe darse a los ricos y a los pobres, a los de las clases altas y a los de las clases bajas, y debemos idear me- dios para llevar la verdad a nuevos lugares y a toda clase de personas. El Señor nos ordena: “Vé por los caminos y por los vallados, y fuérza- los a entrar para que se llene mi casa”. Él dice: “Empezad en los ca- minos, trabajadlos enteramente; preparad un grupo que en unión con vosotros pueda salir a hacer la misma labor que Cristo hizo al buscar y salvar a los perdidos”. Cristo predicó el evangelio a los pobres, pero no circunscribió sus labores a esta clase. Él trabajó por todos los que querían escuchar su palabra; no solo por el publicano y el desechado, sino por el rico y le- trado fariseo, el noble judío, el centurión y el gobernante romano. Esta es la clase de obra que siempre se me ha mostrado que debe ha- cerse. No debemos esforzarnos por trabajar solo por las clases po- bres, y hacer de ese trabajo un todo. Hay otros a quienes debemos traer al Maestro, almas que necesitan la verdad, que llevan responsa- bilidades y que trabajarán con toda su habilidad santificada tanto en sitios elevados como en lugares humildes (El ministerio médico, p. 414). No se ha hecho el esfuerzo que debiera haberse efectuado para al- canzar las clases superiores. Aun cuando hemos de predicar el evan- gelio a los pobres, hemos de presentarlo también en su aspecto más atractivo a aquellos que tienen habilidad y talento, haciendo esfuer- zos mucho más sabios, resueltos y piadosos de lo que hemos hecho hasta ahora para ganarlos para la verdad. Recursos Escuela Sabática ©
  • 9. Pero a fin de hacer esto, todos los obreros tendrán que mantenerse en un alto nivel de inteligencia. No pueden hacer esta obra y reducir- se a un plano bajo y común, creyendo que no importará mucho cómo trabajen o cómo hablen, puesto que están trabajando por las clases pobres e ignorantes. Han de aguzar el ingenio y estar armados y equipados a fin de presentar la verdad inteligentemente y alcanzar a las clases más elevadas. Sus mentes deber elevarse a mayores alturas, y demostrar mayor vigor y claridad (El evangelismo, pp. 404, 405). Material facilitado por RECURSOS ESCUELA SABATICA © http://ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http://groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática Recursos Escuela Sabática ©