Los discípulos no reconocieron a Jesús resucitado debido a su falta de fe y apego a sus propias ideas sobre el Mesías. Jesús les reprochó su incredulidad y les explicó las Escrituras, tras lo cual le pidieron que se quedara. Al compartir la Eucaristía con ellos, se les abrieron los ojos y pudieron reconocerlo, al igual que nosotros debemos buscar a Jesús en su Palabra y recibirlo frecuentemente en la Eucaristía para estar en sintonía con Él.