Este documento presenta cuatro cuentos infantiles breves: "Nunca digas nunca", "La Cigüeña y la Zorra", "Ricitos de Oro y los Tres Osos" y "El Flautista de Hamelin". Cada cuento narra una historia diferente sobre personajes como una tortuga, una cigüeña, una niña y un flautista respectivamente. Los cuentos buscan transmitir valores a los niños a través de sus narrativas.
2. INDICE
Nunca digas nunca..................................................................
La Cigüeña y la Zorra..............................................................
Ricitos de oro y los tres osos.....................................................
El flautista de Hamelin...............................................................
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4. Un día en la casa de la familia de las tortugas Felices,
hubo una llamada que pronto los reunió,
¡un huevito abriría!
y todo el mundo esperó.
Esperaban y esperaban
y no lograban ver,
por ningún lado del huevo,
la intención de romper.
Resulta que dentro estaba,
muy cómodo y dormilón,
el que al nacer llamarían,
la tortuga Mayckelsón.
La familia preocupada,
llamó pronto al Doctor
y después de un toquecito el huevito se rompió.
¡Gran sorpresa! un ser hermoso
que el destino permitió que naciera,
aunque en su conchita frágil,
un huequito tuviera.
Huequito que sin embargo,
algunas cosas le impedía
y a pesar de todo esto…
comenzó su travesía,
en la que con ayuda de otros,
lograría lo que se propondría.
Fue creciendo y creciendo…
Aprendiendo a vivir,
con su huequito en la concha
que lo hacía distinguir.
Disfrutaba de las fiestas,
en la piscina y demás,
pero lo que más disfrutaba
era poder jugar
con sus primos y amigos
en el mismo lugar,
haciendo las mismas cosas,
aunque lo tuvieran que ayudar.
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5. Su familia era diversa
y en algunas cosas coincidían,
pero en algunas otras,
con las diferencias, se divertían.
Sus primitos usaban capa
y él usaba gorrito,
pero ¡cómo disfrutaban!
es que al cambiarlos se veían bonitos.
Disfrutaban de sus similitudes,
pero aún más de sus diferencias
y ayudados con la imaginación,
hacían hasta competencias.
Competencias muy divertidas,
propuestas por el tío Carlos,
ya que hasta el que perdía,
siempre salía ganando.
Pero este gran amigo
tenía algo especial,
ya que hasta el más chiquito
lo quería saludar.
Sus amigos orgullosos
lo felicitaban en la escuela
y aún mayor fue su asombro
al saber que al crecer
cursó dos carreras.
Tenía una gran mamá
que lo llenaba de amor
y su papá con ojos grandotes
era fuerte y emprendedor.
Sus tíos y sus abuelos
eran un gran pilar,
lo apoyaban en sus intentos
y por él rezaban desde algún lugar,
transmitiéndole la fuerza
que lo ayudaba a superar,
cualquier obstáculo pequeño
que se le pudiera presentar.
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6. La tortuga negra del pueblo
lo solía ayudar
y a menudo llamaba a sus primos
para un juego inventar
y sin preámbulo alguno
al heladero llamar
lanzando un gran alarido
que aún puedo escuchar…
Alarido singular
para llamar su atención,
con el que rapidito venía
el heladero con su peculiar canción.
Y así pasaron los días…
y una noche se acostó pensando
en miles y miles de cosas
y una idea se le fue formando…
¡Buenos días señora Araña!
Quisiera yo volar.
¿Sería mucha molestia,
que me pudiera regalar,
un poco de su telaraña
con la que me pueda amarrar?
La arañita no entendía,
pero tratándose de él,
con mucho gusto le daría
un metro, dos y tres.
Luego encontró a la cigüeña
y con mucha humildad
le preguntó si un día
lo ayudaría a volar.
La cigüeña extrañada
de esa idea loca,
lo miró con cariño
y amarró sus hilos a la boca
y lo paseó por el pueblo
y la gente se quedaba loca.
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7. Sus primitos, sus amigos,
su familia lo aupaban,
pero no había llegado al suelo
cuando otra idea soñaba.
Soñaba y soñaba…
y mientras más soñaba veía,
que con ayuda de otros,
otro sueño realizaría.
Día a día, regalaba
una sonrisa, un canto
y al que le pasara al lado
lo llenaba de entusiasmo.
Admiraba a los cabritos
como subían audaces,
peñascos altos y chiquitos
con gran agilidad.
Y un día dijo:
¡Yo también quiero
llegar a gran altura!
saludar a mis primitos
y observar toda esa hermosura.
Y así fue como un día
con enorme fuerza interior,
se levantó tempranito
y de la cama saltó
y sin mirar muy lejos
su bolso pronto alcanzó.
Los cabritos lo ayudaron,
peñasco a peñasco a subir
y antes de que se diera cuenta
había llegado al fin.
Se encontraba en lo más alto
del gran monte Cimarrón,
agradeció a sus amigos
y desde arriba saludó.
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8. Como ven que nuestro amigo
a pesar de su dificultad,
nunca vio los obstáculos como lo hacen los demás,
miró siempre hacia adelante
y le hizo caso a sus sueños…
y con su familia y compañeros
realizó muchos de ellos.
Maycky nos enseña:
“Nunca digas nunca” …
Fin
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9. La Cigüeña y la Zorra
Autor: Anónimo
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10. Érase una vez una cigüeña muy bondadosa llamada Picorrojo y vivía en la copa
de un roble. En el árbol donde vivía también estaba un búho, y al pie del árbol,
vivía una zorra muy refunfuñona, a la que todos llamaban Malauva.
La zorra se comportaba muy mal con la cigüeña, y siempre buscaba la forma
de reírse de ella. Un día, Malauva la invitó a comer:
–Ven a mi casa Picorrojo, te voy a invitar a comer unas gachas que acabo de
preparar.
Malauva había le puesto la comida en una piedra llana porque sabía que de
esa forma Picorrojo no podía comérsela. La cigüeña no puedo comer nada y la
zorra se comió sus gachas, quedando Picorrojo muy hambriento. Malauva para
burlarse aún más de él, le dijo:
–¡Cómo te has puesto¡ Ahora estarás varios días sin comer.
La pobre cigüeña se volvió a casa sin decirle nada.
El búho, que era amigo de la cigüeña, no le gustaba nada ver cómo la zorra se
burlaba siempre Picorrojo. Un día le dijo:
–Picorrojo, busca una caña en la que quepa tu pico y cuando la tengas vuelve.
Haremos migas y las meteremos dentro. Luego le dirás a la Malauva que venga
a comer y verás cómo nos reiremos de ella viendo cómo intenta comérselas.
El plan del búho dio su resultado. La cigüeña podía comer sin problemas las
migas, pero Malauva lo intentaba una y otra vez con su hocico y no conseguía
comer nada. Llegó un momento en que la zorra perdió la paciencia y rompió la
caña para poder comerse todas las migas.
El búho estuvo pensado durante toda la noche en otro plan para poder dar
una lección a Malauva y al final tuvo una idea. Al día siguiente el búho le contó
su plan a la cigüeña y le dijo lo que debía hacer. Luego, fue Picorrojo a hablar
con Malauva:
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11. –Vengo a contarte que me han invitado a una boda en el cielo. Va a haber
comida de todo tipo: pavo relleno, gallina en pepitoria, queso, gorrinos al
horno… ¡Qué pena que no puedas venir! Aunque puedes subirte a mis espal-
das y podría llevarte si quieres venir.
–¡Claro que quiero ir! – dijo Malauva pensado en el festín que se iba a pegar.
Así que se montó sobre las alas de la cigüeña y esta empezó a volar. Al rato
Picorrojo dijo:
–¡Ay! Creo que tienes pulgas.
–¿Yo? ¡Nada de eso!
–Yo solo sé que me pica la espalda así que agárrate bien porque me voy a
sacudir.
Al sacudirse, la zorra salió volando por los aires. Menos mal que tuvo suerte de
caer encima de un arbusto y salió viva.
Cuando llegó a su casa dolorida por el golpe que se dio y llena de heridas se
encontró con el búho.
–¿Qué? ¿Cómo fue la boda?
–Bien, pero si salgo de esta no volveré a más bodas en el cielo.
Fin
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12. Ricitos de oro y los tres osos
Autor: Robert Southey
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13. Érase una vez una casita en el bosque en donde vivían 3 osos: el papá oso,
que era grande y fuerte; mamá osa, que era dulce y redonda; y el pequeño
bebé oso.
Cada mañana mamá osa preparaba el desayuno para los tres. Un bol de avena
grande para papá oso, uno mediano para ella y otro pequeño para el bebé oso.
Salían siempre juntos a dar un paseo antes de desayunar.
Un día, mientras estaban dando el paseo, llegó una niña a la casa de los tres
osos. Se había adentrado en el bosque más de la cuenta recogiendo juncos.
–¡Oh! ¡Qué casa tan bonita! ¿Quién vivirá ahí? Voy a echar un vistazo.
Era una niña de cabellos rizados y rubios como el oro a la que todo el mundo
llamaba Ricitos de Oro. Como no vio a nadie en casa y vio que la puerta estaba
abierta, decidió entrar.
Cuando entro vio que había tres sillones en el salón. Se sentó el de papá oso,
el más grande de todos, pero no le gustó porque estaba duro. Sentó en el de
mamá osa, el mediano, pero lo encontró muy mullido; después se sentó en la
mecedora del bebé oso. Pero a pesar de ser de su tamaño, no tuvo cuidado y
la rompió.
Entró a la cocina después y se encontró con los tres boles de avena.
–¡Mmm, que bien huele!
Pensó en probar el bol más grande, el de papá oso, pero estaba muy caliente y
se quemó. Probó el mediano, el de mamá osa, y tampoco le gustó porque
estaba muy salado. Por lo que decidió entonces probar el pequeño, el de bebé
oso.
–¡Qué rico¡ Está dulce como a mí me gusta
Así que Ricitos de Oro se comió entero el bol pequeño. Cuando acabó le entró
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14. el sueño y quiso echarse la siesta. Subió al piso de arriba y encontró una
habitación con tres camas. Probó a subirse a la más grande, pero no alcanzaba
porque la de papá oso. Probó con la cama de mamá osa, pero tampoco le
gustó porque la encontró muy mullida. Entonces decidió dormir en la siesta en
la cama de bebé oso porque era de su tamaño.
Al rato llegaron los 3 osos del paso y se dieron cuenta de que alguien había
entrado en su casa.
–¡Alguien se ha sentado en mi sillón! – grito papá oso enfadado.
–¡Y en el mío también! – dijo también mamá osa.
–¡Alguien rompió mi mecedora! – dijo bebé oso muy triste.
Al entrar en la cocina, vieron lo que había pasado con sus desayunos.
–¡Alguien probó mi desayuno! – dijo papá oso enfadado.
–El mío también lo han probado – dijo mamá osa.
–Y alguien se comió el mío – dijo bebé oso llorando.
Cuando entraron en la habitación, descubrieron a Ricitos de oro metida en la
cama de bebé oso.
–¡Hay una niña en mi cama!
En ese momento Ricitos de oro se despertó, y cuando vio a los tres osos
delante de ella, saltó de la cama y echó a correr lo más rápido que pudo hasta
volver a su casa. Dejó incluso sus zapatos en la casa de los 3 osos.
Fin
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15. El flautista de Hamelin
Autor: Hermanos Grimm
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16. Hace mucho tiempo, en Alemania, había una ciudad que se llamaba Hamelín.
Era una ciudad rodeada por murallas, con bonitas casas y gente alegre. Tam-
bién tenía un puerto al que llegaban muchos comerciantes de todo el mundo.
Todos los ciudadanos vivían felices en Hamelín hasta que un día, mientras
todos estaban durmiendo, llegaron a la ciudad miles de ratas. Vinieron tantas
que invadieron toda la ciudad hasta que dejarla completamente infectada. No
había un solo sitio donde no se encontrase una rata.
Estaba tan infectada la ciudad que el alcalde decidió traer gatos para que
acabaran con las ratas, trampas y ratoneras, pero no valió para nada. Probaron
con matarratas, pero tampoco funcionó. Cada vez había más y más ratas.
Un día, llegó a Hamelín un trovador que aseguró al alcalde poder limpiar la
ciudad de todas las ratas que había.
–¿Solo usted puede hacerlo?
–Claro. Pero pido mil monedas de oro a cambio.
–No os preocupéis. Si conseguís echar a las ratas os daré un millón.
El trovador se situó en la plaza del pueblo, sacó una flauta de manera que
tenía guardado en su bolsillo y empezó a tocar. En ese momento, las ratas
empezaron salir de todos los rincones de la ciudad. Miles de ratas se acerca-
ron hasta él y comenzaron a seguirlo cuando él empezó a caminar por todas
las calles de Hamelín.
El flautista siguió caminando hasta salir de la ciudad y llegar al río, donde se
detuvo en la orilla y continuó tocando su flauta. Las ratas estaban tan
embobadas con la música que cayeron al agua y murieron ahogadas.
El flautista volvió a Hamelin para ver al alcalde y pedir su recompensa.
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17. –¿Mil monedas de oro por una música? ¡Os daré como mucho cien monedas! –
dijo el alcalde riéndose.
–¡Eso no fue lo que me prometisteis! Lo va a lamentar por no cumplir su
promesa.
El trovador salió del ayuntamiento y empezó a tocar otra vez su flauta. Esta
vez, fueron los niños, pequeños y grandes, los que comenzaron a salir de las
casas y a seguirle allá donde él iba.
El flautista salió de la ciudad con todos los niños de Hamelin y nunca más se
los volvió a ver.
Fin
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