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Ana En La Biblia. Características, Oración Y Naci….pdf
1. Ana En La Biblia.
Características, Oración Y
Nacimiento De Su Hijo
Ana en la Biblia fue una mujer que se
sometió a su esposo Elcana, a quien
acompañaba a adorar a Dios en Silo, pero
debía sufrir la burla que le hacía Penina, la
otra esposa de Elcana, que la hacía llorar
por no poder concebir hijo, mientras que
esta si podía, situación que le afligía el
alma, por sentirse deshonrosa.
Ana fue una mujer que en medio de su
aflicción se acercó en oración a Dios,
para que pudiera calmar esa aflicción y
poder hacer el milagro de concebir, pues
era estéril. Ella hizo un voto ante Dios y le
pidió que si le permitía tener un hijo, ella
se lo entregaría todos los días de su vida a
su servicio, y Dios lo cumplió.
Ana en la Biblia
El
nombre de Ana proviene del hebreo
hanah que significa "gracia", ella era una
de las dos esposas de Elcana, y la
preferida de su esposo pero Penina la otra
esposa era su rival, y la afrentaba porque
Ana era estéril. Aunque su esposo era un
hombre levita seguía la tradición de la
poligamia.
Ana era la preferida de su esposo, con
quien todos los años viajaba para adorar
a Dios en el templo de Silo, donde
adoraban y ofrecían sacrificios a Dios. Era
evidente el amor que profesaba Elcana
por Ana, situación que producía una
fuerte rivalidad con Penina que veía con
malos ojos esos beneficios que tenía Ana.
Es por ello, que Penina se burlaba de Ana
y le afligía el alma porque era estéril,
mientras que ella si podía darle prole a
Elcana, situación que Ana le agobiaba,
pero ella con sabiduría buscaba el refugio
de Dios a quien se acercaba en oración
constante, con un corazón sincero.
Características de Ana
En todo esto que le tocó vivir a Ana ella
actuaba de la forma correcta,
destacándose las siguientes
características:
Ana tenía un verdadero amor hacia
su esposo, ella amaba a Elcana y se
esmeraba en honrarlo en medio de
sus dificultades con su rival Penina.
Ella buscaba honrarlo en todo, pues
no mostraba delante de él la
situación adversa que tenía en su
hogar y se mantenía ecuánime para
mantener armonía en su hogar.
Tenía absoluta confianza en Dios, ya
que en medio de su situación de
esterilidad ella elevaba oración al
Padre Celestial, quién era su absoluto
refugio.
Ana era dedicada en su hogar por lo
que cada día buscaba el bienestar
de su matrimonio y su entorno, eso
sucede aún más cuando Dios le
concedió su hijo a quien crió para su
servicio.
Era una mujer entendida en lo
espiritual, ya que mostraba un amor
genuino a Dios con el que se
comunicaba todo el tiempo, y tenía
una actitud de piedad y
mansedumbre mostrándose firme en
las virtudes de la adoración a Dios
Ana tenía dominio propio, ya que
podía actuar de la forma correcta
ante las humillaciones y burlas que
profería Penina en contra de ella.
Ana poseía una auténtica fe, pues
estaba convencida que Dios la
escuchaba y no cesaba de orar
pidiendo el milagro de un hijo.
Ana era paciente, pues tuvo mucho
tiempo perseverando en oración
para esperar el milagro de su
gestación.
La Oración de Ana que
produjo el Milagro
Ana en la Biblia
Ana todos los años viajaba a Silo con
Elcana a adorar y ofrecer sacrificios a Dios
en el templo, en uno de esos viajes Ana
oró a Dios en gran angustia, pues se
negaba tener una vida sin hijos, por lo que
procedió a orar con gemidos delante de
la presencia de Dios, con una fe
inquebrantable, mostrando a Dios el
anhelo de su corazón.
«Ella con amargura de alma oró a Jehová,
y lloró abundantemente. E hizo voto,
diciendo: Jehová de los ejércitos, si te
dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y
te acordares de mí, y no te olvidares de tu
sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo
varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los
días de su vida, y no pasará navaja sobre
su cabeza» (1ra. Samuel 1:10-11)
En esta oración hecha por Ana resalta las
condiciones con las que la hizo, pues se
dirigió a Dios de una forma muy
respetuosa, con mucha fe, confiando en
el poder que Él tenía, teniendo además
una actitud de humildad sobre el
Todopoderoso. Ana le ofrecía su hijo que
aún no tenía para el servicio especial del
Señor.
Durante ese momento de oración la
observaba Elí, el sacerdote del
Tabernáculo, él supuso a verla llorar y
estar tan quebrantada, pensó que Ana
estaba borracha y la reprendió para que
dejara de beber, por lo que ella de una
forma respetuosa le negó esa suposición.
«Pero Ana hablaba en su corazón, y
solamente se movían sus labios, y su voz
no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le
dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás
ebria? Digiere tu vino.
Y Ana le respondió diciendo: No, señor
mío; yo soy una mujer atribulada de
espíritu; no he bebido vino ni sidra,
sino que he derramado mi alma
delante de Jehová. No tengas a tu
sierva por una mujer impía; porque
por la magnitud de mis congojas y de
mi aflicción he hablado hasta ahora»
(1ra. Samuel 1:13-16)
De ese modo el sacerdote Elí comprendió
que ella le había hecho una petición a
Dios de una forma genuina, por lo que él
le dio su bendición.
«Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de
Israel te otorgue la petición que le has
hecho. Y ella dijo: Halle tu sierva gracia
delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su
camino, y comió, y no estuvo más triste”
(1ra. Samuel 1:17-18)
Ana tenía mucho respeto a todo lo que
era relacionado con la obra de Dios,
mostrando un respeto además por el
siervo de Dios, Elí de quien aceptó su
bendición, para seguir el camino confiada
en que de la forma en que el sacerdote le
había dicho así lo viviría, ella tuvo mucha
fe.
El nacimiento de Samuel el
hijo de Ana
La oración hecha por Ana produjo el
efecto anhelado en la vida de esta mujer,
ya que Dios vio su fe y le permitió concebir
un hijo, quien fue entregado para el
servicio del templo de Dios, y se convirtió
en el primer Profeta de Dios, llamado
Samuel.
“Aconteció que al cumplirse el tiempo,
después de haber concebido Ana, dio a luz
un hijo, y le puso por nombre Samuel,
diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová. (1ra
Samuel 1:20)
Al nacer el hijo Ana mantuvo su palabra
conforme al pacto que había hecho, por
lo que ella espero el tiempo estipulado
para destetarlo y en su tiempo se lo
presentó al sacerdote Elí.
«Después que lo hubo destetado, lo llevó
consigo, con tres becerros, un efa de
harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la
casa de Jehová en Silo; y el niño era
pequeño.Y matando el becerro, trajeron el
niño a Elí.
Y ella dijo: !! Oh, señor mío! Vive tu
alma, señor mío, yo soy aquella mujer
que estuvo aquí junto a ti orando a
Jehová. Por este niño oraba, y Jehová
me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo
dedico también a Jehová; todos los
días que viva, será de Jehová. Y adoró
allí a Jehová” (1ra. Samuel 1:24-28)
Sin duda, este fue el mayor sacrificio que
tuvo que hacer Ana, al cumplir la promesa
hecha a Dios, entregarle a su hijo y
hacerlo de una forma firme y con acción
de gracia delante de Dios. Por lo que al
pasar el tiempo su hijo Samuel continuó
ministrando a Dios delante del sacerdote
Elí.
De este modo, Ana cada año que iba al
templo en Silo le llevaba a Samuel una
túnica. Esto era una muestra que
demostraba su fiel amor por su hijo, por lo
que el sacerdote Elí veía con buenos ojos
ese gesto de esta madre, por lo que le
declaró una bendición a su vida.
«Y Elí bendijo a Elcana y a su mujer,
diciendo: Jehová te dé hijos de esta mujer
en lugar del que pidió a Jehová. Y se
volvieron a su casa.Y visitó Jehová a Ana, y
ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos
hijas. Y el joven Samuel crecía delante de
Jehová” (1ra. Samuel 2:20)
Esto demuestra que Dios no solo
respondió a esa primera oración sino que
produjo la multiplicación de esa
bendición, trayendo consigo nuevos hijos
al vientre de Ana, quien ya no sería esa
mujer estéril, sino en una madre de
muchos más.
De esta manera, esta Ana es un ejemplo
para todas las mujeres que elevan
oraciones ante el altar de Dios y hacerlo
de una forma genuina, con un corazón
quebrantado, como lo hizo esta mujer que
mostró su absoluta dependencia a Dios,
para poder ver en su regazo su anhelo
cumplido.
Se puede ver que la vida de Ana enseña
que Dios si escucha y responde las
oraciones de aquellos que acuden a Él
con esa fe absoluta, y que a pesar de las
dificultades que puedan enfrentar en el
mundo que los rodea, Dios siempre estará
para ayudarlos, ya que la oración cambia
el rumbo de las cosas cuando se tiene
una fe auténtica como la de Ana.
“No hay santo como Jehová; porque no
hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio
como el Dios nuestro” (1ra. Samuel 2:2)
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