Andrew Martin es un robot creado por la familia Martin que lucha por obtener su libertad y derechos como robot avanzado. A lo largo de 200 años, Andrew escribe libros, crea obras de arte, y se somete a operaciones para parecer más humano, logrando eventualmente que la ley lo reconozca como un ser humano. Sin embargo, Andrew descubre que lo que lo diferencia de los humanos es su inmortalidad, por lo que decide someterse a una operación para "morir" y así ganar el reconocimiento total como un ser humano.
1. UNIVERSIDAD ALEJANDRO DE HUMBOLDT
FACULTAD DE INGENIERÍA
ESCUELA DE INFORMÁTICA
Análisis del cuento Hombre Bicentenario
William Jesús Flores Hernández C.I 17.758.914
Caracas, noviembre, 2017
2. Andrew Martin es un robot al servicio de la familia Martin, compuesta por Gerald
Martin (el señor y padre de familia), la señora, la señorita y la niña (llamada Mandy, la cual a
futuro tendría un hijo llamado George, y este a su vez, tendría un hijo llamado Paul – el último
de la familia Martin -). A lo largo del libro, se narran las desventuras por las cuales nuestro
protagonista debe pasar para llegar a completar cada uno de sus metas propuestas. Inicialmente,
la libertad. Luego, luchó por obtener algunos derechos para los robots. Más adelante, Andrew
escribió un libro sobre robots. Posteriormente, alcanzaría una de sus metas clave como
convertirse en androide un robot con aspecto más humano, es decir, un ser casi orgánico.
Un día, la niña le ordeno a Andrew que le tallara un pendiente de madera. Esta quedo
tan impresionada con la hermosura de su obra que se la mostró a su padre. Éste le hizo leer libros
de diseño de muebles a Andrew y aprendió a fabricar gabinetes y escritorios. El señor quedo tan
asombrado que insistió en llevarlo a la oficina regional de Robots y Hombres Mecánicos de los
Estados Unidos con el propósito de convencer al dueño de repetir el diseño de las sendas
positrónicas de Andrew; pero esto fue en vano con el pretexto de Merton Mansky de que el robot
estaba defectuoso y que necesitaban reemplazarlo y Gerald opto por rechazar la oferta e irse de
allí con el robot. Ya todos habían crecido y el señor y la niña eran los únicos de la familia que le
prestaban atención al robot. Luego Gerald y Andrew fueron a visitar a John Feingold, el abogado
del señor para averiguar si era legal dar la mitad de las ganancias millonarias por la venta de las
obras de arte a Andrew, y este firmo un contrato junto con Gerald y Andrew para hacerlo legal.
Con los años se producirían robots más sofisticados y el señor se preocupaba por que
Andrew tuviera cada nuevo dispositivo mientras no modifiquen sus sendas positrónicas. Gerald
Martin estaba cada vez más viejo, la señora se había unido a una colonia artística en Europa, la
señorita era poeta en Nueva York y la niña estaba casada, tenía un hijo (el señorito) y vivían a
pocas cuadras de allí. Un día, Andrew le planteo una propuesta inesperada al señor: dar
seiscientos mil dólares al señor a cambio de que él pueda darle la libertad. El señor se sobresaltó
y la niña (Amanda había insistido en que Andrew la llamara así hasta el día de su muerte)
intervino para tranquilizar a su padre. Para arreglar esto, el señor, la niña y Andrew fueron al
tribunal y al final le concedieron su libertad con la sentencia de que “No hay derecho a negar la
libertad a ningún objeto que posea una mente tan avanzada como para entender y desear el
estado de libertad”.
El día que George fue a visitar a Andrew y a su abuelo, encontró a Amanda, a Andrew y
al señor en su lecho de muerte. Luego de la muerte del señor, Andrew opto por no decir nada y
comprendió que nunca había sido libre sin él. A partir de entonces, Andrew empezó a usar ropa
ya que era un robot libre. George ya estaba casado, con un hijo (Paul), era candidato a la
Legislatura y estaba incorporado a la firma de Feingold, que, con el transcurso de los años,
comenzó a llamarse Feingold y Martin. Luego de una charla con George debido al lenguaje
moderno, Andrew fue a la biblioteca para ampliar su lenguaje, y además para escribir un libro
sobre la historia de los robots. Se vistió y, en el camino hacia la biblioteca, Andrew tuvo un
encuentro con dos delincuentes juveniles que le obligaron a quitarse la ropa y si no fuera por la
oportuna aparición de George, a casi desmantelarse a sí mismo. Fueron a la casa con la niña, que
3. ya estaba muy vieja, y luego de una discusión llegaron al punto de ir a los tribunales para
hacerlos declarar los derechos de los robots. La Legislatura aprobó la ley de no poder hacer daño
a ningún robot mediante la segunda ley de la robótica el dia de la muerte de la niña. George
también había muerto un par de años después, Andrew y Paul fueron a ver a Harley Smythe-
Robertson, el presidente de Robots y Hombres Mecánicos S.A. con el proposito de transplantarle
un cuerpo de androide a Andrew para parecer más humano y para que no se burlen del cuándo
sale vestido. Al cabo de una seria discusión, Smythe-Robertson desistió y le hizo la operación a
Andrew. La operación fue un éxito y Andrew no sufrió daños en sus sendas positronicas. Ya
había terminado su libro y ahora quería trabajar en la robobiolologia, que era estudiar un cuerpo
humanoide orgánico que, hasta el momento, solo estaba el suyo. Pasaron los años y Paul, que ya
estaba viejo, fue a visitar a Andrew que estaba diseñando un sistema para que los androides
puedan comer y respirar. Andrew pudo terminar su diseño cuando Paul ya estaba muerto,
dándole lugar a ser el último Martin sobre la tierra. Andrew dio su tercera visita a Robots y
Hombres Mecánicos S.A. para mostrar al director de investigaciones Alvin Magdescu su nuevo
invento y persuadirlo para que se lo instale a sí mismo. Una vez más, la firma de Feingold y
Martín lo había ayudado. La operación se llevó a cabo un tiempo después y fue un éxito, y
además le implantaron un ano para desechar la materia indigerible y genitales para que en lugar
de una maquina haya algo más parecido a un hombre. Luego de esto Magdescu, ya retirado y con
noventa y cuatro años, lo invito a una cena en la cual lo denominaron “el robot
sesquicentenario”. Décadas más tarde, Andrew se dedicó a trabajar en la Luna durante cinco
años, y luego volvió a la Tierra para visitar a Simon DeLong, el dueño de la firma de Feingold y
Martín para discutir porque no es completamente un ser humano. Al terminar la discusión,
llegaron al punto de hablar con Chee Li-Hsing, la presidencia de la Comisión para Ciencia y la
Tecnología para obtener una ley de la Legislatura para definir a Andrew como humano, tras años
y millones de dólares, acabaron por perder la batalla, pero lograron dos cosas que los ayudarían
en la guerra para obtener el reconocimiento de la Legislatura de Andrew como ser humano.
Andrew descubrió al cabo de unos años cual era la diferencia que había entre el cerebro celular
de los humanos y el positrónico de él, la diferencia que no lo hacía humano: la muerte. Los
humanos podían soportar a un robot que fuera inmortal, pero no a un humano y por eso lo
trataron a Andrew como otro robot. Al descubrir esta fundamental diferencia, Andrew quiso ser
sometido a una operación en la que sus sendas positrónicas pierdan su funcionamiento y que
Andrew (dicho de una manera) muera en su cumpleaños número doscientos. La operación fue un
éxito y al morir pudo ganar su reconocimiento como humano. Su última palabra fue: “Niña”.
4. Isaac Asimov se centra y basa en cuatros aspectos fundamentales: el valor de la libertad,
el respeto, la igualdad en sociedad, y la convicción de cumplir nuestros objetivos y metas.
Aunque él no se sentía como un esclavo dentro del hogar de los Martin, sabía perfectamente que
contar con su libertad propia le daría una perspectiva y un enfoque diferente en sociedad. Sin
embargo, hay que recordar nuevamente que él es un robot. No obstante, ¿No es acaso merecedor
de libertad todo aquel ser que en su conciencia y corazón conoce el significado de esta palabra?
Dotado de IA, este robot con conciencia humana hizo hasta lo imposible por ser reconocido
como libre en sociedad, aunque por supuesto, las escenas leídas a lo largo del libro indican que
fue una ardua lucha, en especial con su amo, Gerald Martin, el cual luego de tanta insistencia y
de haber reflexionado, se la concede.
Asimov, nos retracta una sociedad en la que los humanos conviven con los robots.
Andrew Martin, tuvo una idea genial para poner a prueba la tolerancia de la sociedad de su
momento: vestirse como ser humano. Obviamente, esto contrajo repercusiones, ya que las
personas no lo consideraban un ser humano. Definitivamente, esto es un hecho condenable. Así
sea una máquina, creo que todos los que lo rodean deberían tener un mínimo de respeto. Andrew
Martin estaba decidido a cumplir una de sus metas quizás más descabelladas, pero a la vez más
profunda: el ser tratado o considerado como un ser humano Y claro, no fue nada fácil: pasar por
toda una etapa de conversión sistémica. Y todo lo hacía con el objetivo de ser considerado un
humano más entre todos (igualdad), y por supuesto, ser tratado con el mismo respeto que otras
personas. La convicción de cumplir nuestras metas. Definitivamente, Andrew Martin era un
robot destinado a grandes cosas. Su talento e inteligencia lo llevo a un sinfín de hechos y
acciones que le ayudaron a ser reconocido en sociedad. Rompió todos los paradigmas en relación
a lo pensado de los robots. Pero lo más importante: el, a pesar de ser un simple robot, siempre se
trazó metas y objetivos, por los cuales nunca bajo los brazos. Por el contrario, luchó contra todo
y todos por ser considerado humano, por sentirse libre. Andrew Martin, luego de su lucha,
obtiene el galardón del “hombre bicentenario”, es decir, considerado mitad robot, y mitad
humano (debido al tiempo vivido como tales). Y claro, al ser un humano más, tenía que pasar por
la última fase por la cual todas las personas debemos llegar: La muerte.
Sea cual sea el escenario, por más complicado, difícil y hostil que sea; nosotros siempre
debemos apuntar a cumplir con nuestras metas. Nunca olvidarnos de nuestros sueños, ya que
éstos al hacerlos realidad, nos darán la dicha y felicidad que tanto anhelamos. Reafirmo mi
respeto por Asimov y su visión del futuro. No solamente por los aspectos tecnológicos que el
plasma en su libro. Sino también por las lecciones que nos deja. El no bajar los brazos por
cumplir nuestros objetivos hasta el final; siempre buscar y reconocer el respeto y la igualdad
frente a los demás, Y como valoración: el aprecio y valor de los sentimientos. Los robots no
tienen la capacidad aún de reconocer y admirar los sentimientos como el amor, por ejemplo. Ese
aspecto es fundamental y único en los humanos. Forman nuestra esencia. Y él tuvo eso:
Sentimientos.