En el lenguaje de los símbolos, la guerra suele tener mucha importancia y significado. El campo de batalla representa el dominio de la realidad en el cual su acción tiene lugar: la lucha que el hombre libra en sí mismo contra sus enemigos internos.
1. A R M A G E D O N
( L A G U E R R A )
César de la Cerda.
En el lenguaje de los símbolos, la guerra suele tener mucha importancia y
significado. El campo de batalla representa el dominio de la realidad en el cual su
acción tiene lugar: la lucha que el hombre libra en sí mismo contra sus enemigos
internos. Los combates legendarios de las sociedades chinas, por ejemplo, se
hacían con espadas de madera y simbolizaban la lucha de los iniciados por abatir
el mal y restaurar la luz (ming). En las mitologías de distintas culturas hay
múltiples ejemplos de esta heroica lucha de las fuerzas de la luz contra las
tinieblas: el combate de Júpiter contras los titanes, de Thor contra los gigantes o
de Gilgamés contra los monstruos. Es un combate de orden espiritual, no una
batalla lograda con armas mortales en el plano material. Por eso la expresión
“guerra santa”, en sí misma un contrasentido, es por completo ajena al concepto
de un Dios “clemente y misericordioso” como se menciona reiteradamente en
todos los capítulos del Corán. La traducción fiel de la palabra jihad empleada en el
Islam (lucha santa), es ante todo y en su genuino sentido místico, la lucha del
hombre por alcanzar su perfección y liberación. Como sucede con muchas
expresiones simbólicas de la tradición religiosa universal, su interpretación literal
conduce solo a absurdos y contradicciones. El uso homicida de la espada es
contrario al espíritu religioso. Kratú es la energía guerrera de la diosa Indra y
también su fuerza espiritual. En el hinduismo, el guerrero (kshatriya) libra un
combate en el cual “ni uno mata, ni otro es matado”, como lo describe el Bhagavad
Gita. Es la lucha por el dominio de la acción (karma yoga), por la unificación del
Ser. De Buda se dice que “al renunciar a quitar la vida, el asceta vive sin matar,
sin vara y sin espada” (Digha Nikaya 1.1.8). En el Dhammapada (Sendero de la
Virtud) se nombra a Buda como el guerrero que brilla en su armadura. Así también
al ser aprehendido en Getsemaní, Jesús detiene a Pedro diciéndole: “Envaina tu
espada, porque todos los que toman espada, a espada morirán” (Mateo 26:52).
El Apocalipsis hace referencia también a una gran batalla: Armagedón. Escrito
místico de gran contenido simbólico, el Apocalipsis está relacionado con la
transformación interior del hombre y su regeneración espiritual. Lo que el libro de
la Revelación comunica no es profecía, como se ha insistido en interpretarlo
erróneamente, sino como su mismo nombre expresa, es una revelación (1
Corintios 14:6 y 26). En la escena aludida se presentan 3 espíritus inmundos en
forma de ranas, los cuales congregan a los reyes de la Tierra para la batalla del
gran Día del Todopoderoso (Apocalipsis 16:13-16). Armagedón es una jihad
apocalíptica, es decir, una lucha que el alma humana debe librar contra las
2. manifestaciones instintivas e irracionales de su naturaleza inferior que se oponen
a su regeneración espiritual. Como todas las alusiones guerreras de las
tradiciones y escritos religiosos, esta es también simbólica. Los espíritus como
ranas simbolizan –y también sintetizan (3) – a las energías primarias que nutren a
los instintos y a las pasiones, así como también se refieren a las fantasías que los
alimentan, tradicionalmente asociadas con el agua que es el elemento al que las
ranas pertenecen. El Physiologus (tratado griego del siglo II), relaciona a las ranas
acuáticas con los pecadores que se arrojan al pantano de los vicios seducidos por
los deseos y las tentaciones. En los sueños, las ranas simbolizan un estado
psíquico inferior. También en los cuentos vemos a las ranas transformadas en
príncipes, es decir, a lo inferior y despreciable en superior y distinguido (Aeppli, E.,
Interpretación de los Sueños). El sitio en que los espíritus inmundos se congregan
para la batalla es Armagedón y tiene significado simbólico. En la mitología antigua,
la diosa Rea (Cibeles) representada en compañía de animales salvajes,
personificaba a la misma naturaleza en su estado primigenio, no cultivada y
agreste, al contrario de Demeter (Ceres), diosa de las cosechas y símbolo por ello
de la naturaleza cultivada por el hombre, del paso de lo salvaje a lo civilizado. En
la palabra Armagedón, el autor del Apocalipsis parece haber ocultado hábilmente
mediante una transposición de letras (anagrama) el nombre de la diosa Rea para
significar el campo de acción específico –los instintos primarios y las pasiones–,
en el que el alma individual debe librar su gran batalla de emancipación espiritual:
ARMAGEDON = DAGMON REA. (El término griego dagmon –daimon, de donde
proviene la palabra “demonio” – significa genio o espíritu y solo adquirió sentido
de ángel malo hasta el siglo XII). Los espíritus demoníacos convocan a los reyes y
poderosos de la Tierra (o sea a los poderes y facultades de la mente racional)
para librar juntos la guerra contra Dios. En el fragor de la gran batalla, “he aquí yo
vengo como ladrón”, dice el texto apocalíptico, “bienaventurado el que vela y
guarda sus vestiduras para que no ande desnudo y vea su vergüenza”, es decir, el
que sabe mantenerse en vela para no ser sorprendido en su desnudez –teniendo
esto último aquí el sentido peyorativo de un estado de pobreza y debilidad moral
(Nahum 3:5) – para el momento de la iluminación interior (el arribo del
Todopoderoso) que es descrito, en clara alusión evangélica, como la llegada de un
ladrón furtivo (Mateo 24:42–44).
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