El documento describe una conversación que una hermana tuvo con el Padre Kentenich en 1928. El Padre le explicó que él bendecía a todos los que le confiaban sus preocupaciones cada mañana y noche, y que ella podía arrodillarse en silencio en cualquier momento del día para recibir su bendición. La hermana confiesa que este punto de consagrarse por la mañana y la noche ha sido el que ha cumplido más fielmente. El documento concluye deseando la bendición de Dios a través de la intercesión del Padre Fundador y la Madre de Schoen