1. Callejones sin salida
Cierto escritor dijo: “A veces el adolescente que no se
conoce bien a sí mismo y que se tiene en poca estima trata de
crearse una fachada con la cual enfrentarse al mundo”. Los
papeles que se crean algunos son conocidos: El peleón, el
libertino, el fanático de la música “punk”, que viste de modo
extravagante. Pero tras esa fachada esos jóvenes todavía
luchan con sentimientos de inferioridad. (Proverbios 14:13.)
Por ejemplo, considera el caso de los que practican el amor
libre o la promiscuidad sexual “para disipar sentimientos de
depresión, aumentar el amor propio [imaginándose que alguien
los quiere], conseguir intimidad y, con la preñez, ganar el amor
y la aceptación incondicional de otro ser humano... un bebé”
(Coping With Teenage Depression [Cómo tratar con la
depresión en la adolescencia]). Una joven desencantada
escribió: “Traté de hallar consuelo en las relaciones sexuales
en vez de edificar una sólida relación con el Creador. Todo lo
que conseguí fue un vacío, soledad y mayor depresión”. Por lo
tanto, ten cuidado con esos callejones sin salida.
Unas palabras de advertencia
¡Nota que muchas veces las Escrituras advierten contra el
pensar demasiado de uno mismo! ¿A qué se debe esto?
Parece que la mayoría de nosotros, en nuestros esfuerzos por
adquirir confianza en nosotros mismos, tendemos a pasarnos
de la raya. Muchos se hacen egotistas y exageran muchísimo
sus conocimientos prácticos y aptitudes. Algunos se elevan
sobre otros mediante humillarlos.
En el primer siglo de nuestra era común había rivalidad
intensa entre los judíos y los gentiles (no judíos) de la
congregación cristiana de Roma. Por eso, el apóstol Pablo les
recordó a los gentiles que solo mediante “la bondad” de Dios se
les había „injertado‟ en un puesto de favor ante Dios. (Romanos
11:17-36.) También los judíos que se creían muy justos tenían
que encararse a sus propias imperfecciones. “Porque todos
han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”, dijo Pablo.
(Romanos 3:23.)
2. Pablo no los despojó de su estima propia, sino que les dijo:
“Pues por la bondad inmerecida que se me ha dado digo a
cada uno [...] que no piense más de sí mismo de lo que sea
necesario pensar”. (Romanos 12:3.) Así que aunque sea
“necesario” tener cierta medida de amor propio, uno debe evitar
los extremos en este asunto.
Como menciona el Dr. Allan Fromme: “La persona que se
tiene a sí misma en buen concepto no se siente triste, pero
tampoco tiene que estar en un estado de felicidad delirante. [...]
No es pesimista, aunque su optimismo no es desenfrenado. No
es ni temeraria ni está libre de temores específicos [...] Se da
cuenta de que no siempre tiene éxito sobresaliente, y que no
es un fracaso perenne [continuo]”.
Por lo tanto, sé modesto. “Dios se opone a los altivos, pero
da bondad inmerecida a los humildes.” (Santiago 4:6.)
Reconoce los factores que te favorecen, pero no pases por alto
tus faltas. Más bien, esfuérzate por corregirlas. Todavía
dudarás de ti mismo de vez en cuando. Pero no debes dudar
nunca de tu propia valía ni de que Dios se interesa en ti.
Porque “si alguien ama a Dios, este es conocido por él”.