La maternidad debería ser una consecuencia de la madurez cultural y responsabilidad. Aunque la maternidad puede ser satisfactoria, no constituye la única función de la mujer, y considerarla como el todo en la vida de la mujer sería reducirla a un instrumento para la perpetuación de la especie. El matrimonio entre adolescentes rara vez produce uniones con posibilidades de éxito a menos que haya madurez mutua.
2. La paternidad
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La paternidad y maternidad es fruto de la unión matrimonial de un hombre y una mujer. El don
recíproco del uno y de la otra en el matrimonio se abre al don de una nueva vida, de un nuevo ser
humano, que es también persona a semejanza de sus padres.
El convertirse en padre o en madre no es sólo un hecho biológico, sino que tiene un significado más
profundo, que encuentra una total resonancia en la interioridad de las personas. El hombre y la
mujer encuentran en la procreación una confirmación de su madurez no sólo física, sino moral, así
como la esperanza de una cierta prolongación de sus existencias. Cuando la vida de cada uno de
ellos acabe con la muerte física, el hijo seguirá viviendo, no solamente "carne de su carne», sino
también persona que ellos mismos habrán modelado.
En la paternidad del hombre y en la maternidad de la mujer se refleja el gran misterio del
engendrar eterno que se da en Dios mismo, en Dios uno y trino (cf. Ef. 3,14-15). El engendrar es
común al hombre y a la mujer. "Sin embargo, aunque los dos juntos engendran al hijo, la
maternidad de la mujer constituye una "parte" especial de esta común generación, así como la
parte de mayor compromiso. El ser procreadores -aunque pertenece a los dos- se realiza más en la
mujer, especialmente en el período prenatal. Es la mujer la que " paga" directamente por esta
común generación, que literalmente absorbe las energías de su cuerpo y de su alma»
3. La maternidad
es la consecuencia de la maternidad
cultural. Por ello la maternidad misma
debería ser una consecuencia de la
maternidad responsable.
Antes de ser madre, se debe ser
primero plenamente mujer. Aunque la
maternidad es una de las funciones
que más puede satisfacer y colmar la
existencia femenina, no constituye la
única función en la vida de la mujer. La
propia realización como personas es
más importante que la misma
maternidad.
La maternidad es sólo una parte
profunda y hermosa de lo femenino.
Considerarla como el todo en la vida
de la muerte sería convertir a la mujer
en un instrumentos destinado sólo a la
perpetuación de la especie.
4. Matrimonio adolecente
El matrimonio entre adolescentes, salvo en
casos muy excepcionales de madurez
mutua no produce uniones con las mismas
posibilidades de acierto a que deben
aspirar el hombre y la mujer adultos
Con frecuencia las chicas preguntan a qué
edad una muchacha se encuentra
fisiológicamente en condiciones para
casarse. La edad fisiológica para la mujer es
aquella en que está ya capacitada para
procrear.
Bajo este estricto punto de vista fisiológico,
debe esperarse a que se realice el
desarrollo corporal y el orgánico iniciado en
la pubertad: crecimiento de los órganos
genitales, desarrollo de los caracteres
sexuales, actividad hormonal, ovulación,
menstruación, etc., que constituyen el
anuncio de la capacidad para la
procreación.
5. •
Desadaptación enlosel matrimonio
una consecuencia de la desadaptación son
malos modos y quizás los malos
tratos, entre los cónyuges. De la educación y la cultura depende la acidez o el frío
de los modales se conviertan en grosería o en golpes.
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Dichas actitudes extremas no son raras cuando la pérdida del mutuo respeto se
produce, como un primer gravísimo mal paso en la relación conyugal.
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El aburrimiento es otra rápida consecuencia de la desadaptación. Marido y mujer
bostezan cuando están a solas. “La soledad de dos en compañía” se hace entre los
cónyuges inmensamente triste. Para poder permanecer juntos necesita cada uno
poner el pensamiento lejos del otro.
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Pronto cada cual hace vida independiente, a veces con quebranto de la dignidad
que se debe como esposos. Primero la infinidad mental, después el adulterio,
pueden ser los eslabones subsiguientes en la cadena de tedio que ata a los
cónyuges mal emparejados.