El Sr. Miller era dueño de un almacén en una pequeña comunidad rural durante la Gran Depresión. Ayudaba a niños pobres intercambiando alimentos por canicas, asegurándose de que siempre volvieran a casa con más comida. Años después, tres hombres que habían sido esos niños asistieron al funeral del Sr. Miller para pagar su deuda, dejando tres canicas rojas debajo de sus manos.