Lolo vivió una vida de fe y servicio a pesar de enfrentar grandes dificultades de salud. Pasó 28 años sin poder moverse y eventualmente se quedó ciego, pero continuó escribiendo y enseñando sobre Dios. Aunque sufría mucho dolor, siempre mantuvo una actitud alegre y positiva. Sus amigos creen que vivió una vida santa y presentaron pruebas de esto a la Iglesia Católica.