1. internet: ¿Niñera electrónica?
Más tardó en conocerse la triste noticia de la masacre de Littleton, en 1999, que en empezar a
especularse acerca de la influencia que sobre este fatal incidente tuvieron la Internet y los juegos
de vídeo.
Dos jóvenes explotaron literalmente en contra de su comunidad estudiantil mediante el uso de
rifles de asalto y bombas caseras, matando a 12 jóvenes y a un profesor, para luego suicidarse.
Investigaciones posteriores indicaron que ambos estudiantes acostumbraban navegar en Internet
y participar en juegos violentos en sus computadoras personales.
Uno de ellos tenía un website en el que explicaba detalladamente cómo construir una bomba
casera, y recomendaba su fabricación como una manera sencilla "para matar a un grupo de
gente".
Para algunas personas, la práctica de juegos violentos, como el Doom, y la facilidad de accesar
websites que ofrecen recetas caseras para fabricar explosivos, fueron el fertilizante que estimuló
el desarrollo de las mentes enfermas de los jóvenes.
Es cierto que ambos eran usuarios frecuentes de la computadora y de Internet, pero eso es sólo
parte de las características que pudieran ayudar a describirlos.
Callados, alejados del resto de los estudiantes, expresaban abiertamente su simpatía por la
filosofía nazi, hablaban en alemán en los pasillos de su colegio, y eran parte activa de "La Mafia de
las Gabardinas", un grupo de jóvenes que profesaban ese tipo de inclinaciones y que gustaban
identificarse por ello.
Acostumbraban sentarse en una mesa apartada en la cafetería de la escuela, y su antipatía por los
deportistas era abierta y conocida en la Secundaria Columbine. La reacción del resto de los
estudiantes ante esas actitudes era de repudio y acoso hacia ellos, algo previsible entre jóvenes
adolescentes.
Como era de esperarse, el impacto de la tragedia ha sido de proporciones mayúsculas, y ahora la
reacción de la comunidad parece ser el tratar de encontrar explicaciones al hecho, pero más que
todo, encontrar responsables.
Quizá por eso, por la búsqueda de culpables, la atención de algunos se dirigió a los videojuegos y a
la Internet, tratando de explicar, o de entender, los motivos del asalto a Columbine. Pero esa fue
apenas la primera expresión en la búsqueda de respuestas.
Se habla ya de investigar a los padres de los jóvenes delincuentes, y en caso de encontrar
evidencia de que tuvieron información de los planes de su hijos y de no haber tomado medidas
para evitarlo, podrían llegar a fincarse demandas legales en su contra.
Pero todo indica que no se encontrarán las pruebas necesarias para proceder con una demanda de
esa naturaleza. Los padres nada sabían de los planes de sus hijos, a pesar de que construyeron las
bombas en la cochera de sus casas, y de que tuvieran equipo de asalto en sus propias recámaras.
Sin embargo, en esa ignorancia es donde pudiera encontrarse la explicación y los porqués del
atentado. En la falta de comunicación entre padres e hijos, en la falta de guía y de atención, en la
libertad tan absoluta que esos jóvenes disfrutaban.
Cierto que los jóvenes navegaban por Internet. Para sus padres debe haber sido muy cómodo
dejar que se pasaran las horas navegando en el espacio cibernético sin saber lo que hacían o lo
que decían, dejando a la computadora hacer las veces de una niñera electrónica. Cierto, también,
que los jóvenes practicaban juegos violentos y que seguramente sabían de computación y de
Internet más que sus mismos padres.
2. Pero ¿estaban esos padres enterados de las actividades de sus hijos?
¿Conocían de las ideas racistas que habían alimentado sus hijos por largos periodos de tiempo?
¿Sabían del odio que ellos sentían por sus compañeros de escuela? ¿Los habían ayudado a
reflexionar acerca de sus problemas sociales?
¿Ejercían sobre ellos algún tipo de control? ¿Les dieron el afecto y el amor que tan necesario es en
los difíciles días de la adolescencia? ¿Eran las de ellos unas verdaderas familias, o se trataba
sólamente de un grupo de personas que vivían bajo el mismo techo?
Las armas no son malas de por sí; mala puede ser la forma en que sean usadas. Lo mismo pasa con
Internet, que está siendo y será de grandes beneficios para la humanidad, pero que también
puede ser utilizada para los peores propósitos.
Así como la Internet pudo ser utilizada para fabricar bombas, también está siendo utilizada para
reunir fondos, medicinas y provisiones para los refugiados de Kosovo.
Una triste conclusión del caso de Littleton, es que mucho de lo que ocurre en nuestra sociedad es
consecuencia del uso que hacemos de nuestros recursos. Y no sólo se trata de fabricar explosivos
o atentar contra la vida de sus compañeros. Se trata también del manejo irresponsable del
automóvil, o de la ingestión de bebidas alcohólicas, o del uso de drogas, o de tantas actividades
inconvenientes en las que nuestros jóvenes pueden incurrir.
De eso, de los recursos a los que nuestros hijos tengan acceso, y de la manera en que hagan uso
de ellos, los padres tenemos la última palabra. Y la primera de las responsabilidades.