2. El adolescente está en proceso de ser
individuo, pero esto es a través del
fortalecimiento de las redes relacionales,
ésta vez ya elegidas: la red de iguales, las
primeras parejas, y otras figuras vinculares.
3. En un proceso sano al final de la adolescencia en el joven se asentaran:
• Habilidades y destrezas, desde las cuales podría enfocar su desarrollo
escolar y laboral.
• Criterio propio y claro de lo que es bueno y malo para él y los demás.
• Un pensamiento individual basado en su experiencia e intuición.
• La capacidad de manejar por su pensamiento las emociones y la
impulsividad.
• Una red afectiva, elegida por él. Donde ya no se vive como un bebé
necesitado sino como un ser capaz de tomar sus decisiones, puede estar
solo pero también brindarse hacía los demás.
4. Si el proceso ha sido positivo (lo que no significa excento de conflicto)
todo este bagaje se habrá logrado sin conductas dañinas o
destructivas, con una gran dosis de sentido del humor y de
creatividad, y con una imagen positiva de sí mismos y de lo que
pueden esperar del mundo.
Por todo ello, la adolescencia no es una fase que haya que temer, ni
que haya que evitar o acortar. Es una inversión para una vida plena.
5. • Un vínculo afectivo es una relación donde estamos dispuestos a sentir emociones y no nada
más a poner pensamientos o ideas del “deber ser”, con una intención a futuro clara y continua
(un proyecto específico), es una relación que permanece siempre aunque puede evolucionar,
resultando en una relación única e irrepetible, a veces insustituibles.
• Las “figuras vinculares” son personas con las que se ha formado este tipo de relaciones. Son
ejemplo de desarrollo y crecimiento, nutren la experiencia de vida del adolescente. Dejan una
huella respecto a la forma en que nos vamos a vincular, sobre la forma de estar en el mundo,
en que actuamos y lo que esperamos de él.
• ¿Nosotros somos ese tipo de personas en la vida de nuestros hijos?, ¿hemos reflexionado
de forma individual y personal qué tipo de relación queremos tener?, ¿tenemos un estilo
propio o repetimos las historias de las relaciones que hemos tenido?
6. Una de las transformaciones más evidentes en la adolescencia va a ser
la de los modelos vinculares de la persona.
Pasará de ser un bebé necesitado de unas relaciones de apego que
garanticen su supervivivencia brindándole una seguridad básica a
través del cuidado, el ajuste emocional, la regularidad y la estabilidad, a
ser un adulto que elige, conforma y define los vínculos afectivos que
conserva, rompe o crea en su vida.
7. La construcción de los modelos vinculares, tiene que ver con lo que nos
contamos o decimos de nosotros mismos, del significado que le damos a
nuestra primeras experiencias de apego y a otros vínculos posteriores.
La relación entre las experiencias de apego en la primera infancia y los
modelos vinculares en la adolescencia es fundamental pero no en efecto
causa-consecuencia rígido.
Podemos construir formas de vincularnos afectivas y seguras a pesar de
dolor en el pasado; o también no haber sufrido en la infancia pero después
desarrollar formas inseguras al crecer.
8. El grupo de iguales y las primeras relaciones de pareja juegan
un papel esencial por dos motivos:
• Son experiencias vinculares diferentes de las familiares. La
amistad y la pareja proporcionan modelos afectivos desde
experiencias vinculares muy diferentes.
• Proporcionan a las y los adolescentes el sentimiento de
pertenencia a un mundo propio y distinto del de su familia,
desde el que pueden empezar a construir una identidad
diferenciada.
9. • Un modelo vincular seguro es un modelo interno de relación
que brinda a la persona una experiencia de seguridad que le
lleva a sentirse valioso, sentir que tiene un lugar propio en el
mundo y anticipar experiencias positivas a la hora de vincularse
con otras personas.
• Les permite ser flexibles, conectar emocionalmente con otras
personas y comprender sus propias vivencias emocionales y
desde ellas actuar de forma coherente e integrada. Los hace
más fuertes afectivamente, se sienten a salvo y desde esa
sensación se lanzan al mundo
10. RECOMENDACIONES
Reconozcamos qué estilo de vínculo hemos
construido o si no lo hay con nuestro hijo,
no para sentir culpa enfermiza o desesperanza,
sino para reflexionar cómo queremos construirlo
y con qué actitud lo haremos.
11. Presencia: En ocasiones lo más difícil incluso, es permanecer. Estar ahí. No
alejarse, seguir siendo el referente afectivo que se fue hasta entonces
aunque eso suponga ser cuestionado y esforzarse por mantener espacios
de convivencia. No se trata de ignorar y después acercarnos con culpa, con
detalles “bonitos” o explosiones de llanto. Sino ser constantes, apoyo
congruente independientemente de las reacciones.
La palabra: Apoyar a que los adolescentes hablen de sí mismos y puedan
poner palabras a sus vivencias. Escucharlos, crear esos espacios de
reflexión, proporcionar datos con una mirada positiva, no desde el miedo, la
prohibición o la pelea.
12. Ternura: Expresemos cariño, amor, interés, preocupación, ajustémonos a
las necesidades emocionales de él/ella, pongámonos en su lugar antes de
actuar y expresar, empaticemos con el sufrimiento que puede en estos
momentos parecerle más alto que nunca por la etapa que atraviesa.
13. Apoyemos a nuestro hijo para descubrir y distinguir, reconocer explícitamente sus habilidades y destrezas. Excluyamos los juicios
de valor y expectativas injustas, las comparaciones que lastiman. No ejerzamos la violencia. Aprendamos a expresarnos
positivamente sobre él, demos valor y reconocimiento a su persona con nuestras palabras y actitudes.
Dediquemos tiempo para charlar sobre las cosas que suceden, más que imponer una visión de lo bueno y lo malo para nosotros,
exploremos, pongamos ejemplos, hagamos preguntas que le ayuden a mi hijo a distinguir entre lo conveniente y lo inconveniente
para sí y para los demás.
Estimulemos-validemos que nuestros hijos tengan una forma de pensar propia, respetemos su ser individual.
14. Respetemos y validemos la emociones y sentimientos. Si no comprendemos lo que sienten, no ridiculicemos o les
avergoncemos por lo que les pasa a nivel emocional. La tristeza y el enojo son útiles si aprendemos a gestionarlas.
Permitamos que expresen lo que les suceden sin interrumpirles o imponer nuestro razón sobre todas las cosas.
Aprendamos a externar y comunicar sentimientos con nuestro tono de voz, cara, cuerpo sin sentir vergüenza o miedo.
Usted como padre o madre, es importante pero ya no es lo único, ni puede serlo todo para su hijo. No sienta celos o
amenaza por los otros vínculos (amistades-novios), más bien, tengamos una relación ejemplar respecto al amor,
cuidado, bienestar, permanencia, apoyo. No juzguemos a priori las personas con que se vincula sino apoyemos que
sepa reconocer el impacto de ellos en su vida.