La verdadera liberación de la esclavitud del pecado
1. ¿Cuál es la solución a la esclavitud?
Artículo escrito por Rolando López Concepción
Esclavos del pecado
Desde los primeros capítulos del libro de Génesis, Dios nos deja saber cómo
transcurrió el proceso de creación, incluido el de la especie humana; allí vemos que el
hombre fue hecho perfecto para que viviera en un sitio ideal:
Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que cultivara y lo
cuidara, y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del
árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas,
ciertamente morirás.» (Génisis 2:15-17)
Pero el hombre desobedeció. De ello, la Biblia cuenta:
La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había
hecho, así que le preguntó a la mujer:
— ¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?
— Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en
cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de
ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán.”
Pero la serpiente le dijo a la mujer:
— ¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol,
se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.
La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen aspecto y
era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió. Luego le dio a
su esposo, y también él comió.
En ese momento se les abrieron los ojos, y tomaron conciencia de su desnudez.
(Génisis 3:1-7)
De este modo vemos que fue el pecado el verdadero origen de la esclavitud. A partir de
que desobedeció y quiso hacerse igual a su creador, el hombre fue expulsado de la
presencia de Dios y condenado a vagar por los confines de la Tierra, esclavos del peor
de los amos. Al respecto nuestro señor Jesucristo fue muy claro al decir: “…de cierto os
digo que todo aquel que practica el pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34). Y fue
una esclavitud extensiva a todos, porque todos pecaron y así está escrito: No hay un
solo justo, ni siquiera uno (Romanos 3:10)
No obstante, ni aún en estas circunstancias, el Señor se desentendió del hombre, sino
que de inmediato comenzó a preparar el modo de liberarlo de la esclavitud, esta vez de
2. manera definitiva. Para eso, escogió de entre todos los hombres de la tierra a un
pastor caldeo y lo convirtió, por su Gracia, en Abraham, padre de una multitud de
naciones (Génisis 17:5), para a través de su línea genealógica ir formando, poco a
poco, la familia que habría de recibir al Hijo de Dios.
De Abraham nació Isaac, y de este, Jacob (Israel), que a su vez, tuvo doce hijos, cuyos
nombres llevaron las tribus que poblaron la Tierra Prometida. Y finalmente nos llegó el
Mesías. Jesús de Nazaret, concebido de la virgen María, llegó al mundo libre de
pecado, por obra y gracia del Espíritu Santo; de la línea genealógica del rey David y
procedente de la tribu de Judá; comenzando su ministerio a la edad de treinta años.
Muchas personas hoy no entienden por qué Jesús no se enfrentó directamente a la
maldad de los hombres; capitaneando un movimiento que, con la ayuda de Dios,
obviamente lo habría llevado a la victoria.
Ciertamente los caminos de Dios son
inescrutables, no obstante, en una de las respuestas de Jesús a Pilato podría estar la
clave:
—Mi reino no es de este mundo —contestó Jesús—. Si lo fuera, mis propios guardias
pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este
mundo.
[…] Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad.
(Juan 18:36, 37)
Ya, a los judíos que habían creído en él, les había dicho:
—Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y
conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
—Nosotros somos descendientes de Abraham —le contestaron—, y nunca hemos sido
esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados?
—Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —respondió
Jesús—. Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí
se queda en ella para siempre. Así que si el Hijo los libera, serán ustedes
verdaderamente libres. (Juan 8:31, 36)
Hermanos, Cristo Jesús es el señor que adoramos y es la solución perfecta y definitiva
a todas nuestras carencias: espirituales, pero también materiales. Hagámoslo el centro
de nuestras vidas, entregándonos a él con fe y él se convertirá en nuestro salvador
personal; hoy, y hasta el final de los tiempos.
ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.